TRATAR CON RESPETO A LOS PRECURSORES DE LA REVOLUCIÓN ES UN SUBLIME DEBER MORAL DE LOS REVOLUCIONARIOS

    

Disertación en Rodong Sinmun, órgano

    del Comité Central del Partido del Trabajo de Corea

    25 de diciembre de 1995


    Han transcurrido 70 años desde que se iniciara la revolución jucheana en nuestro país. En este sagrado camino varias generaciones derramaron su valiosa sangre y sudor por la libertad del pueblo, la soberanía e independencia de la patria y la victoria del socialismo, y un sinnúmero de revolucionarios realizaron proezas y alcanzaron relevantes méritos.

    Nuestro pueblo respeta a los revolucionarios de las generaciones pasadas como precursores de la revolución, aprecia altamente su espíritu y hazañas en la lucha y continúa y desarrolla con lealtad la causa revolucionaria iniciada por ellos. Esto es expresión del noble deber moral que nuestro pueblo manifiesta de generación en generación y uno de los factores fundamentales del avance seguro y victorioso de nuestra revolución en medio de complejas circunstancias.

    La historia del movimiento socialista mundial nos enseña la seria lección de que la revolución avanza triunfalmente si se valora a sus precursores y se defienden y enriquecen sus proezas, y que queda abandonada, a medio hacer y se frustra, si se aparta a sus predecesores y se niegan sus méritos.

    En algunos países donde anteriormente se construía el socialismo, los oportunistas, al realizar actos traidores desde sus puestos de dirección en el partido y el Estado, como desacreditar a los precursores de la revolución y sepultar sus proezas, mancillaron el honor de los comunistas y la imagen del socialismo y finalmente desmoronaron este régimen. Adoptar una concepción y actitud correcta con respecto a los precursores de la revolución se plantea como una cuestión de suma importancia para el desarrollo del movimiento socialista.

    Solo cuando se sostiene en alto, de generación en generación, la bandera roja de la revolución, alzada por los predecesores, es posible hacer triunfar la causa por la independencia de las masas populares, la causa socialista.

    
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    Respetar a los precursores es una exigencia de la revolución y un noble deber moral de los revolucionarios.

    La causa del socialismo avanza y se hace realidad en el proceso de continuación y desarrollo de la obra revolucionaria de los predecesores por su relevo, de una u otra generación. La actitud hacia los precursores revolucionarios es la actitud hacia la revolución y un importante asunto relacionado con su destino.

    Respetarlos significa exaltar a quienes lo consagraron todo a la causa de la revolución, defender, continuar y desarrollar sus ideas y obra. Sus nobles ideas revolucionarias y sus proezas, en medio de una ardua lucha, forman parte de las conquistas de la revolución y constituyen un inapreciable recurso para continuar y hacer triunfar la causa. Solo cuando todos los integrantes de las nuevas generaciones, relevos de la revolución, las defienden, continúan y desarrollan, puede esta causa avanzar de generación en generación hasta alcanzar su brillante victoria. Tratar de manera nihilista y negar la lucha y los méritos de los precursores significa apartarse del camino de la revolución y traicionarla. Desacreditarlos y censurar sus ideas y méritos, es insultar a la revolución y adular y obedecer vilmente a sus enemigos. El partido de la clase obrera, con infinita fidelidad a la revolución y firme convicción, debe continuar y desarrollar invariablemente la causa socialista iniciada y promovida por los precursores revolucionarios, y prestar una profunda atención a exaltarlos y educar al pueblo en sus ideas y proezas.

    La manera de tratarlos refleja la actitud hacia la revolución y, a la vez, está relacionada con el deber moral de los revolucionarios.

    El deber moral es uno de los rasgos principales que determinan las cualidades del revolucionario. Este, además de guardar como su convicción las ideas revolucionarias, tiene que poseer un noble sentido del deber moral y otras genuinas cualidades humanas. La conciencia y el sentido de obligación moral constituyen virtudes propias del ser humano y fuentes de la fuerza espiritual que lo estimula a realizar actos hermosos y de buena fe. Quienes son poco honrados y no saben cumplir con el deber moral, aunque tengan ideas avanzadas, no pueden poseer nobles cualidades humanas ni ser verdaderos revolucionarios.

    Incluso en la vieja sociedad las personas de conciencia valoraban el deber moral, aquilataban con él al hombre y consideraban inhumanos los actos contrarios a él. Sin embargo, en la sociedad explotadora no puede desarrollarse ni regir una moral verdadera. El individualismo que le sirve de cimiento es incompatible con el verdadero deber moral, y entre la clase explotadora y la explotada no pueden establecerse relaciones de obligación moral. La falsa moral es un atributo consustancial a la clase explotadora, y la corrupción moral un producto inevitable de la sociedad burguesa.

    Los comunistas, quienes aman a las masas populares y luchan por la causa de su independencia, son los que poseen las cualidades más nobles. El amor y la confianza en el hombre constituyen el fundamento de las verdaderas relaciones interpersonales, de la moral humana, y sacrificarse más por los demás, por la sociedad y la colectividad que por sí mismo es una expresión del noble sentido del deber moral del hombre. Los comunistas valoran al hombre, aman al pueblo y aprecian más los intereses sociales y colectivos que los personales, por eso luchan abnegadamente en bien del pueblo, la sociedad y la colectividad, y no por su propio provecho y notoriedad. Son comunistas, revolucionarios, quienes con un noble humanitarismo aman infinitamente a los camaradas y al pueblo, y dotados de conciencia revolucionaria y un noble sentido del deber moral dedican todo lo suyo a luchar por el pueblo, por hacer realidad su independencia. No pueden ser comunistas ni revolucionarios quienes no amen al pueblo, se hagan de la vista gorda ante sus intereses, carezcan de conciencia, de sentido del deber moral y de sentimientos humanos.

    Tratar con respeto a los precursores es un ineludible deber moral de los revolucionarios. Las relaciones entre los precursores de la revolución y su relevo, pese a las diferencias de época, son relaciones camaraderiles entre quienes luchan siguiendo un mismo camino. Si las relaciones entre padres e hijos son principalmente carnales, es decir, las de dar y recibir la vida física, las que existen entre los revolucionarios son camaraderiles porque tienen un mismo propósito y comparten la vida y el riesgo de la muerte en el camino de la revolución y hacen brillar su vida socio-política, que es más valiosa que la física. Estas son relaciones interpersonales genuinamente comunistas, basadas en el amor camaraderil y el sentido de obligación moral revolucionaria. Considerar como su noble obligación y honor amar de verdad a los camaradas y cumplir el deber revolucionario para con estos es el concepto moral y la ética del revolucionario comunista. Por esta razón, los revolucionarios consideran como actos pérfidos, los actos más oprobiosos, traicionar a sus camaradas y olvidar la conciencia y el sentido del deber en las relaciones con ellos. Que los seguidores traten con respeto a quienes iniciaron la revolución y dieron su vida e hicieron hazañas en esta causa, puede considerarse la manifestación del deber moral más noble entre los revolucionarios. Los revolucionarios que nos precedieron lucharon, entregando sin vacilación hasta su vida, y realizaron inapreciables hazañas por la revolución, no por intereses y honores personales, sino por la patria, el pueblo y la felicidad de las generaciones futuras. Si combatientes revolucionarios gritaron “¡Amen el porvenir!”, en el momento de caer en una batalla de vida o muerte o en el patíbulo, fue porque amaban las generaciones futuras. Gracias a su lucha heroica se allanó el camino de la revolución, se lograron sus conquistas y floreció una nueva vida, independiente y creadora, para el pueblo. Respetar a los precursores revolucionarios que lo consagraron todo a la lucha por las generaciones futuras, es un deber revolucionario y una noble obligación moral que estas deben cumplir necesariamente.

    El representante supremo de los precursores de la revolución es el líder y la fidelidad a él es la máxima expresión del deber moral revolucionario.

    El líder de la clase obrera es el máximo cerebro y dirigente de la revolución. Las masas populares son sujeto de la historia, pero únicamente bajo la dirección de un destacado líder pueden ocupar la posición y cumplir el papel que les corresponde como verdaderas dueñas de su destino y sujeto independiente de la historia. El líder, concibiendo la ideología revolucionaria, estrategias y tácticas científicas y concientizando y organizando a las masas, conduce la lucha revolucionaria a la victoria, garantiza a las personas una vida socio-política valiosa y las orienta a llevar una existencia de alto valor en el camino de la revolución. Bajo su guía se forman miles y decenas de miles de revolucionarios y el pueblo se alza en la lucha revolucionaria. Asimismo, se inicia y avanza victoriosamente la causa socialista y gracias a su sublime ideología y destacada conducción se realizan grandes proezas revolucionarias y brillan el honor y dignidad de las generaciones revolucionarias.

    Continuar la causa del socialismo, la causa por la independencia de las masas populares, es precisamente hacerlo con la causa del líder, y heredar las ideas y proezas de los precursores de la revolución es llevar adelante su ideología revolucionaria y los méritos que acumulara en su dirección.

    El respeto hacia ellos se expresa de manera concentrada en la fidelidad al líder. Ser fiel al gran líder, generación tras generación, es el deber principal de los revolucionarios y la máxima manifestación de su sentido de obligación moral. Estos deben defender con firmeza la ideología y las proezas del líder y llevar adelante fielmente su obra revolucionaria.

    A lo largo de la historia, los imperialistas y traidores a la revolución, oponiéndose a la causa del socialismo, dirigieron la punta de lanza de su ataque hacia los líderes de la clase obrera y los revolucionarios de las generaciones anteriores. Actuaron así porque la causa del socialismo se inició y avanzó triunfalmente gracias a la dirección de líderes y por la lucha abnegada de los revolucionarios de generaciones precedentes, y la dignidad del socialismo está relacionada con el honor de ellos. Al desprestigiar al líder y a los precursores de la revolución y negar sus méritos, los revisionistas contemporáneos y los traidores al socialismo llevaron ese sistema a la descomposición hasta que se desplomó. El proceso de descomposición y derrumbe del socialismo comenzó cuando los revisionistas contemporáneos aparecieron y se dedicaron a difamar al líder y a los precursores revolucionarios y a tergiversar y deteriorar la ideología revolucionaria de la clase obrera. Debido a sus acciones, el socialismo comenzó a salirse de su órbita y a descomponerse desde dentro, y finalmente se derrumbó por la política de “reformas” y “reestructuración” de los traidores que negaron por entero y suprimieron los logros históricos del socialismo. Estos y los oportunistas difamaron al líder de la clase obrera, denigraron la sagrada lucha y las grandes proezas de los precursores, derrumbaron el socialismo y restauraron el capitalismo. Se trata del más infame crimen que perpetraron al traicionar a la revolución rendidos ante la presión imperialista, el acto más inmoral y pérfido, porque abandonaron la obligación moral revolucionaria y pisotearon la más elemental norma de la ética humana. Los renegados difamaron e insultaron por todos los medios y métodos a los precursores revolucionarios y así provocaron la vacilación y el caos ideológicos y dieron a los imperialistas y a los demás reaccionarios motivo para calumniar con mayor vileza a los comunistas y a la causa socialista.

    Los traidores a la revolución, al ocupar los puestos de dirección en el partido y el Estado con métodos conspirativos, trataron de deshonrar a los precursores revolucionarios y a ese precio ganarse la popularidad y el apoyo del pueblo. Mas, la ocupación de la máxima posición en un partido o Estado no basta para ser dirigente del pueblo y gozar de su apoyo y respeto. Con el poder o el engaño nadie puede granjearse la confianza del pueblo. Para ser dirigente y gozar de la confianza y el apoyo del pueblo, se debe poseer cualidades y capacidad como tal y cumplir con la responsabilidad y el papel que le corresponden. Ante todo, debe amar al pueblo y ser su abnegado servidor. El amor al pueblo y el respeto a los precursores revolucionarios están interrelacionados. Quien ama y es fiel al pueblo guarda un profundo respeto a los precursores revolucionarios que lucharon de modo abnegado por él, pero quien lo desprecia y se cree que reina sobre él, perpetra sin vacilación actos viles como insultar a los precursores de la revolución. Los renegados del socialismo recurrieron a métodos astutos para desacreditar a los líderes de la revolución y los revolucionarios de las generaciones precedentes y elevar su autoridad, pero más bien revelaron su verdadera naturaleza e inhumana fisonomía de traidores.

    Es lógico que quienes engañan al pueblo y traicionan a la revolución sean repudiados por este.

    Quienesquiera que sean, si son verdaderos revolucionarios que luchan por el bien del pueblo y la victoria de la causa del socialismo, no deben olvidar a sus precursores, sino defender y llevar adelante sus proezas. Esta es la vía para preservar el honor y la dignidad del revolucionario y hacer triunfar la obra revolucionaria.

    
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    Cumplir el deber moral con los precursores es una tradición de nuestra revolución y un noble rasgo moral de nuestra sociedad.

    Nuestra revolución, que bajo la bandera de la idea Juche allanó un camino original para el cumplimiento de la causa por la independencia de las masas populares, abrió un nuevo horizonte en la implantación de la moral comunista, y hace mucho tiempo creó y desarrolló nobles y bellos ejemplos de deber moral. En nuestro país, las tradiciones del deber moral comunista surgieron en medio de las llamaradas de la Revolución Antijaponesa y se han llevado adelante y aplicado de modo brillante en la lucha por la construcción de una nueva sociedad.

    Hoy, bajo el régimen socialista de nuestro país, centrado en las masas populares, los rasgos morales comunistas se muestran a plenitud. El aspecto de nuestra sociedad donde el Líder y los soldados, el Partido y el pueblo están unidos con una sola voluntad y las personas se aman y ayudan de modo fraternal formando una gran familia armoniosa, es una prueba del descollante triunfo de la idea Juche en la esfera espiritual y moral, y de la superioridad de nuestro modelo de socialismo.

    El sentido de obligación moral comunista de nuestro pueblo se manifiesta en sumo grado al venerar, enaltecer y seguir con fidelidad sin límites al gran Líder, camarada Kim Il Sung .

    Él fue el gran Líder que nuestro pueblo tuvo y enalteció por primera vez en su historia de 5 mil años y también fue un hombre grande entre los grandes, quien, como tal, poseía todas las cualidades y rasgos en superlativo.

    El gran Líder, camarada Kim Il Sung , quien consideraba al pueblo como el cielo, lo amó infinitamente y depositó en él una firme confianza, y enfrentando los más duros obstáculos y dificultades en toda su vida, lo consagró todo en aras de su libertad y felicidad. La gloriosa historia de nuestra revolución, la dignidad y el honor de la Corea socialista y toda la felicidad que disfruta nuestro pueblo, están relacionados con su respetable nombre y son resultados brillantes de su gran dirección. Como decano de la política mundial, infundió fuerza y fe en los pueblos progresistas que luchan por la independencia e hizo aportes inextinguibles a la causa de la humanidad por la independencia.

    El estimado Líder, camarada Kim Il Sung , fue un gran maestro y un padre generoso de nuestro pueblo, que es su soldado, su discípulo e hijo. Todas las generaciones de nuestra revolución, desde las primeras hasta las más jóvenes de hoy, crecieron en su regazo y bajo su desvelo llegaron a hacer gala de su vida socio-política y disfrutar de una existencia digna. Desde hace mucho tiempo nuestro pueblo lo enaltece y venera como un héroe legendario, el Sol de la nación, gran Líder y padre, y ha considerado como máximo honor, como sublime deber moral, manifestarle de todo corazón su fidelidad y devoción filial.

    La lealtad del pueblo al gran Líder se expresa en mayor grado después de que él se fuera de nuestro lado. Todo el país y todo el pueblo se despidió de él con un mar de lágrimas y no deja de recordarlo con inextinguibles sentimientos de dolor y tristeza. Cuanto más días y años pasan, tanto más lo añora y con sentimientos inmaculados hace votos por su eternidad. La ilimitada fidelidad y devoción filial con que nuestro pueblo lo venera considerándolo su sostén del alma, tanto cuando vivía como después de su deceso, conmueve al mundo.

    Cuando nos vimos embargados por el enorme dolor de su pérdida, por su inesperado deceso, lo más importante fue enaltecerlo como cuando vivía y seguir llevando adelante con firmeza su obra. Nuestro Partido concentró todas sus fuerzas en la sagrada tarea de enaltecerlo invariablemente y continuar y desarrollar su ideología y obra revolucionarias, y a este fin movilizó a toda su militancia, a todo el ejército y a todo el pueblo. Preparó el Palacio Memorial Kumsusan11 como el lugar más sagrado del Juche y lo colocó allí respetuosamente con la imagen de cuando vivía, y está haciendo todo lo posible para enaltecer su gran nombre y proezas imborrables. Asimismo, organiza y moviliza de modo enérgico a sus militantes y demás trabajadores para seguir lealmente su ideología y dirección y materializar su legado.

    La guía de nuestro Partido que enaltece invariablemente al gran Líder y lleva adelante con lealtad su ideología y causa, logró profundizar la convicción de nuestro pueblo de que el gran Líder, camarada Kim Il Sung , está siempre entre nosotros, y afianzó su inflexible espíritu revolucionario y voluntad de llevar a la culminación la causa revolucionaria del Juche en cumplimiento de su legado. Con la inconmovible convicción de que mientras exista nuestro Partido, la causa revolucionaria del gran Líder saldrá siempre victoriosa, el pueblo le apoya y confía totalmente y lucha con tenacidad aglutinado en torno a él más sólidamente que nunca. Para nuestro Partido es un gran orgullo tener a tan excelente pueblo que, dotado del consecuente concepto del líder y noble sentido del deber moral, lo sigue fielmente a él y a nuestro Líder, generación tras generación.

    Nuestro Partido y el pueblo tienen en alta estima a los revolucionarios que bajo la dirección del gran Líder, camarada Kim Il Sung , lucharon por la causa revolucionaria del Juche.

    Los combatientes antijaponeses constituyen la primera y gloriosa generación de nuestra revolución. Empuñaron las armas y emprendieron el camino de la lucha sangrienta, no por sus propios intereses y notoriedad, sino únicamente por anticipar la llegada del día en que el pueblo viviera feliz en la patria liberada. La Revolución Antijaponesa no tiene precedentes en la historia por lo arduo y duro de las pruebas que pasó. Nuestros combatientes antijaponeses, al enaltecer al gran Líder, camarada Kim Il Sung , como centro de la unidad y la dirección en las peores condiciones, y luchar con un heroísmo y abnegación sin parangón, lograron derrotar al imperialismo japonés y realizaron la obra histórica de la liberación de la patria e hicieron relevantes aportes a la creación de las gloriosas tradiciones revolucionarias de nuestro Partido. Este los exalta y respeta como los primeros precursores de nuestra revolución, como modelos de revolucionarios, y considera incalculablemente valiosos su espíritu y hazañas. Bajo el lema: “¡La producción, el estudio y la vida a la manera de la Guerrilla Antijaponesa!”, orienta a todos sus militantes y demás trabajadores a aprender afanosamente del espíritu revolucionario y estilo de lucha de esos combatientes y materializarlos en su trabajo y vida, así como resalta sus hazañas.

    Los participantes en la Guerra de Liberación de la Patria son heroicos soldados que, heredando las brillantes tradiciones antijaponesas, combatieron por la patria y el pueblo. En esa enconada contienda en que se decidía el destino del país, nuestro Ejército Popular y el pueblo rechazaron la invasión del imperialismo yanqui y defendieron con honor la libertad e independencia de la patria. Con alto orgullo nuestro Partido recuerda las inmortales hazañas que nuestros militares y el pueblo realizaron en la Guerra de Liberación de la Patria y educa a los integrantes de la joven generación y a todo el pueblo en el heroísmo colectivo y el patriotismo que ellos demostraron.

    Los héroes, los innovadores laborales y los pioneros del Movimiento Chollima del período posbélico, época de un gran auge que recibió ese nombre, son integrantes de una generación altamente digna que, venciendo las dificultades que enfrentaba nuestra revolución, dieron un gran impulso a la construcción socialista. A quienes bajo la dirección del Partido y con sus propios esfuerzos y empeño levantaron nuestro país sobre las ruinas de la guerra y en un tiempo históricamente corto, como un Estado socialista, independiente, que se sostiene y defiende por sí solo, nosotros los exaltamos como modelo del espíritu de apoyarnos en nuestras propias fuerzas.

    Nuestro Partido resalta infinitamente la vida socio-política de los mártires revolucionarios y patrióticos y de los héroes caídos que realizaron hazañas sobresalientes en las distintas etapas de nuestra revolución, y por eso las transmite a lo largo de la historia. En su honor construimos imponentes cementerios, el de Mártires Revolucionarios y el de Mártires Patrióticos, y para dar a conocer y divulgar ampliamente sus proezas, denominamos con sus nombres lugares, escuelas, fábricas, granjas cooperativas y unidades del Ejército Popular donde ellos nacieron, crecieron, estudiaron y trabajaron.

    En nuestro país sus hijos son atendidos con cálido amor y solicitud. En diversos lugares establecimos escuelas para los hijos de mártires revolucionarios, los formamos a expensas del Estado como excelentes cuadros revolucionarios, los ubicamos en puestos importantes del Partido, el Estado y el Ejército y los orientamos con atención para que trabajen bien.

    Nuestro Partido y nuestro pueblo consideran que proceder así es un deber moral que naturalmente tenemos que cumplir ante los mártires revolucionarios.

    Hoy, los veteranos de la revolución y la guerra, los ex militares mutilados, los beneméritos, los renombrados intelectuales y exponentes de la cultura continúan siendo flores de la revolución y disfrutan de una vida digna de alto valor en medio del gran amor y cuidado del Partido y la atención y el respeto social. Amar, respetar y exaltar a los revolucionarios y las personas de méritos, fieles al Partido y la revolución, la patria y el pueblo, es la política de nuestro Partido y un noble rasgo de nuestra sociedad.

    Nuestro Partido y nuestro pueblo justiprecian, además, a las figuras renombradas de la historia de nuestra nación y transmiten a las nuevas generaciones sus méritos. Al descubrir la tumba de Tangun, el fundador de Corea, la reconstruimos de modo majestuoso e hicimos lo mismo también con la tumba de Tongmyong, el fundador de Coguryo6, que fue un Estado próspero y poderoso, y con la de Wang Kon, el primer rey de Coryo7. La milenaria historia de nuestra nación brilla aún más en la época del Partido del Trabajo.

    La causa de las masas populares por la independencia y por el socialismo es una causa nacional y, a la vez, internacional. Los revolucionarios de Corea, como genuinos internacionalistas, respetan a los revolucionarios, los combatientes antimperialistas y antifascistas, las personalidades progresistas y los pueblos revolucionarios del mundo y aprecian justamente sus méritos, no importa a qué país o nación pertenezcan.

    Nuestro Partido y pueblo respetan a Marx, Engels, Lenin y Stalin como líderes de la clase obrera y valoran altamente sus méritos. Marx y Engels, los primeros líderes de la clase obrera, reflejando sus exigencias y aspiraciones, convirtieron el socialismo utópico en científico y dieron origen al movimiento del socialismo y el comunismo. Lenin llevó adelante y desarrolló el marxismo de acuerdo con las exigencias de los cambios de la época y movilizando a la clase obrera logró la victoria de la Revolución Socialista de Octubre. Stalin, quien heredó la causa de Lenin, hizo del primer y joven Estado socialista una potencia mundial, y al frente del ejército y el pueblo, defendió la patria socialista de la agresión de los fascistas. En sus respectivas épocas, Marx, Engels, Lenin y Stalin fueron representantes de las aspiraciones y exigencias de las masas trabajadoras oprimidas y por eso la causa socialista está inseparablemente asociada con sus nombres. El que los imperialistas y los traidores a la revolución difamen acerbamente a los líderes de la clase obrera y calumnien su dirección llamándola “dictadura” y “violación de los derechos humanos”, reafirma que precisamente esos líderes fueron los más consecuentes defensores de los intereses del pueblo, que gozaron de su confianza y apoyo, así como firmes revolucionarios, comunistas, que defendieron los principios revolucionarios sin transigir con los enemigos.

    Además, nuestro Partido apreció siempre con imparcialidad los méritos ideológicos y teóricos de los líderes de la clase obrera, defendió los principios revolucionarios del marxismo-leninismo contra todas las tergiversaciones oportunistas, y los llevó adelante conforme a los intereses de la revolución y las exigencias de la realidad. Las ideas y teorías revolucionarias de la clase obrera deben ser aplicadas de acuerdo con las circunstancias históricas y la realidad de cada país. Dado que las condiciones y circunstancias de la revolución cambian y se desarrollan incesantemente, si las teorías existentes se tratan de manera dogmática, es imposible trazar con acierto las líneas y políticas y evitar los reveses en la revolución y su construcción. Manteniendo los principios revolucionarios del marxismo-leninismo y basado en un correcto análisis de sus limitaciones históricas, nuestro Partido creó su propia idea y teoría directrices, y teniéndolas como arma, ha venido impulsando la causa del socialismo.

    Tempranamente, el gran Líder, camarada Kim Il Sung , al aplicar de manera creadora el marxismo-leninismo a la revolución coreana, concibió la idea Juche y abrió el camino de nuestra revolución para su desarrollo independiente.

    La idea Juche es una ideología original que desarrolló los pensamientos revolucionarios de la clase obrera conforme a las nuevas circunstancias de la historia y las exigencias de la época. Gracias a ella fueron superadas las limitaciones históricas de las teorías anteriores, y las ideas y doctrinas revolucionarias de la clase obrera se han elevado a una escala nueva, superior.

    Los oportunistas y los que han abjurado del socialismo, tergiversando y calumniando el marxismo-leninismo, injuriaron a sus fundadores. Los revisionistas contemporáneos, al castrar sus principios revolucionarios, trastrocaron y degradaron las ideas revolucionarias de la clase obrera para que se ajustaran al gusto de los imperialistas, y los renegados del socialismo las negaron totalmente calificando de erróneo el ideal socialista. Los conceptos que aparecen negándolas no pueden ser otros que burgueses.

    Aunque los traidores a la revolución, renegándolas, propagaban ruidosamente que estaban realizando “reformas” y la “reestructuración” en aras de la “democracia” y el “bienestar económico”, la realidad demostró patentemente que su “teoría” era reaccionaria, encaminada a destruir el socialismo y restaurar el capitalismo.

    Nuestro pueblo respeta no solo a los líderes de la clase obrera, sino también a los revolucionarios y pueblos de todos los países que lucharon heroicamente por la causa del socialismo. No olvidamos las grandes luchas revolucionarias de quienes en el pasado realizaron brillantes proezas en la realización de esta causa, y apreciamos altamente sus méritos históricos. Nuestro Partido y pueblo se oponen y rechazan toda clase de conjuras contrarrevolucionarias y pérfidos actos, enfilados a infamar y desacreditar los desvelos y proezas de los precursores revolucionarios que contribuyeron a la causa del socialismo.

    Si bien los oportunistas y traidores al socialismo difaman a los líderes de la clase obrera y a los precursores revolucionarios, jamás lograrán borrar de la historia sus nombres e inapreciables méritos. Tal como el socialismo, pese a su revés temporal, vive en el corazón de los pueblos y allana un nuevo camino para su victoria, así también la fama y los méritos de esos líderes y precursores brillarán para siempre, gozando del respeto de los pueblos, en el avance del movimiento socialista.

    Nuestro Partido y pueblo, apreciando su amistad y solidaridad con los pueblos del mundo, han apoyado y estimulado activamente a quienes luchan por el socialismo y por la causa de la independencia contra el imperialismo. Hemos cumplido invariablemente los principios internacionalistas y la obligación moral revolucionaria tanto en las relaciones partidistas y estatales con los países socialistas, como en los vínculos con todos los demás países y pueblos amigos.

    Respetamos invariablemente a los dirigentes de partidos y Estados, a las ilustres personalidades de círculos políticos, sociales, científicos y de prensa y a los amigos de muchos países con quienes el gran Líder, camarada Kim Il Sung , entabló relaciones de amistad mediante sus actividades internacionales, y no olvidamos a los compañeros de armas y pueblos hermanos que nos prestaron ayuda desinteresada cuando nuestra revolución atravesaba dificultades, y a los pueblos de todos los países que respaldan nuestra justa causa.

    Los nobles rasgos espirituales y morales del pueblo son inimaginables sin la acertada dirección del partido y el líder.

    En la sociedad socialista, donde lo fundamental de las relaciones sociales lo constituyen la unidad y cooperación camaraderiles, se crean las condiciones socio-económicas para la implantación y el desarrollo de una nueva ética apropiada a su naturaleza. Pero el establecimiento del régimen socialista no motiva que los rasgos espirituales y morales de la gente lleguen de por sí a un grado excelso. También en esta sociedad el pueblo puede adquirir nobles rasgos espirituales y morales solo cuando es guiado correctamente por el partido y su líder.

    Los rasgos espirituales y morales del pueblo van asemejándose a los del líder y se adaptan a la política del partido. Un gran líder, un gran partido, forja a un gran pueblo.

    El querido camarada Kim Il Sung fue un gran hombre y un gran padre del pueblo que poseía como cualidades innatas un noble humanismo, un cálido amor por el pueblo y confianza en él. El nuestro es un genuino partido madre que guía y atiende al pueblo con su política de cariño y confianza, política de virtud, siguiendo las nobles ideas y cualidades del gran Líder.

    Los bellos rasgos espirituales y morales de nuestro pueblo se han formado, desarrollado y llegado a un nivel tan alto como lo están hoy en el generoso seno de nuestro Líder paternal y del Partido madre. Gracias a las grandes cualidades del Líder y a la política de virtud del Partido, nuestro pueblo ha llegado a tener un noble sentido de obligación moral, de querer a los camaradas, respetar a los precursores revolucionarios, ser fiel al Partido y la revolución y sacrificarse en bien de la sociedad y el colectivo, y en nuestra sociedad han florecido relaciones interpersonales verdaderamente comunistas, basadas en la unidad y cooperación, cariño y confianza camaraderiles.

    Los rasgos espirituales y morales de nuestro pueblo muestran claramente que nuestro socialismo centrado en las masas populares prevalece en lo político e ideológico, así como en lo espiritual y moral, sobre el mundo capitalista.

    
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    Establecer el estilo moral de respetar a los precursores revolucionarios y promover relaciones nobles basadas en el sentido del deber moral entre las personas es una tarea importante para impulsar y hacer triunfar la causa socialista.

    La moral debe desarrollarse y completarse sin cesar a tenor del avance de la revolución y del progreso de la sociedad. El perfeccionamiento del socialismo es, ante todo, el del hombre mismo, dueño de la sociedad, y en este proceso el de la moral ocupa un lugar esencial. La fase superior del desarrollo de la moral de la humanidad la representa la ética comunista. Esta es de carácter colectivista, basada en el amor camaraderil y el sentido de obligación moral revolucionaria, y la más destacada, la que conviene a los requisitos consustanciales al hombre. En la sociedad socialista, solo mediante la liquidación de los residuos de la vieja moral que persisten entre los hombres y el pleno establecimiento de la moral comunista, es posible transformarlos en seres comunistas y perfeccionar el socialismo.

    Defender y llevar adelante las tradiciones revolucionarias establecidas por las anteriores generaciones revolucionarias es una obligación revolucionaria y un noble deber moral de las que las continúan.

    La ideología y el espíritu, las inapreciables hazañas y experiencias de lucha y los rasgos revolucionarios de los antecesores constituyen un contenido importante de las tradiciones revolucionarias que se deben legar y aprender de ellas de generación en generación. Estas representan un incalculable tesoro ideo-espiritual que da continuidad a la revolución. Puede afirmarse que el problema de si la causa socialista avanza triunfante, generación tras generación, o se interrumpe a mitad de camino con el cambio de generaciones, depende de cómo se tratan las tradiciones revolucionarias.

    Negarlas significa abandonar la ideología y el espíritu revolucionarios y renunciar a la lucha y, a fin de cuentas, llevar la revolución a la frustración. Las experiencias y lecciones del movimiento socialista demuestran que un partido de la clase obrera, por mucha ostentación que haga de su larga historia y de sus experiencias de lucha, si da las espaldas a sus tradiciones revolucionarias o las niega y suprime, no puede evitar la degeneración ni el derrumbe, como tampoco puede un país, por muy larga que sea su historia socialista y muy potente que sea su capacidad económica y militar, salvaguardar el socialismo. Para fortalecer y desarrollar ininterrumpidamente el partido de la clase obrera con un carácter revolucionario y continuar, generación tras generación, hasta alcanzar una victoria brillante, la obra socialista, es preciso mantener y aplicar correctamente las tradiciones revolucionarias en todos los campos de la construcción y las actividades del partido, de la revolución y su edificación.

    Las tradiciones de nuestro Partido son de carácter jucheano, plasmadas por los mártires de la revolución antijaponesa, bajo la dirección del gran Líder, el camarada Kim Il Sung . Estas gloriosas tradiciones constituyen la raíz histórica de nuestro Partido y la piedra angular perpetua de nuestra revolución. Defenderlas y llevarlas adelante es la vía para fortalecer y desarrollar nuestro Partido siempre de modo revolucionario, según la ideología Juche, para defender nuestro socialismo y asegurar la continuidad y el triunfo de la causa revolucionaria del Juche. Debemos seguir las nobles ideas y el espíritu de los mártires revolucionarios, mantener con firmeza el principio revolucionario, el de clase obrera, y marchar con pasos firmes solo por el camino de la revolución ante cualquier circunstancia y condición. Debemos lograr también que los militantes del Partido y demás trabajadores se armen cabalmente con las tradiciones revolucionarias de nuestro Partido y, materializándolas estrictamente, trabajen y vivan siempre como revolucionarios. Y que, siguiendo el ejemplo de los mártires revolucionarios, mantengan la fidelidad al Partido y a nuestro Líder como su fe y obligación moral revolucionarias y luchen abnegadamente por la causa del Juche bajo la dirección del Partido. De esta forma, debemos mantener eternamente, generación tras generación, las tradiciones revolucionarias del Juche, formadas por los mártires de la revolución antijaponesa y continuadas por nuestro Partido, conservar y hacer valer el honor y la dignidad del revolucionario comunista que aprecia más que nada el principio y el deber moral revolucionarios.

    Es necesario intensificar la educación moral entre los militantes del Partido y demás trabajadores para establecer un ambiente de moral comunista en toda la sociedad.

    La moral es una norma de conducta social que se debe observar voluntariamente, a conciencia, por eso solo cuando las personas posean una conciencia sana y muestren nobles cualidades morales en todas las esferas del trabajo y la vida, pueden formarse como revolucionarios verdaderamente fieles al Partido y la revolución, a la patria y el pueblo, como auténticos comunistas, e implantar un ambiente de moral comunista en toda la sociedad.

    Nos incumbe educar y orientar sin descanso a los militantes del Partido y demás trabajadores en el respeto a las normas de la moral comunista en todos los aspectos de la vida y las relaciones sociales, desde amar a los padres y hermanos, a los compañeros, y estimarse y ayudarse mutuamente, hasta apreciar a la colectividad y la organización, proteger y cuidar los bienes del Estado y la sociedad y observar voluntariamente la moral pública.

    Hay que prestar especial atención a guiar a las jóvenes generaciones, continuadoras de la revolución y dueñas del futuro, a ser infinitamente fieles al Partido y la revolución.

    De cómo educarlas y prepararlas dependen la prosperidad o la ruina de un país o nación, y el destino del socialismo.

    En sus rasgos espirituales y morales se vislumbra el futuro de su país y nación. La historia nos ha enseñado que incluso en la sociedad socialista, si no se les educa bien, no pueden formarse como seguras continuadoras de la revolución, ni defender el socialismo. Los niños y jóvenes están en el proceso de formación ideológica y espiritual y han crecido en buenas condiciones sin sufrir la prueba de la lucha revolucionaria, por lo cual, si no se educan debidamente, es posible que se contaminen fácilmente con ideas, moral y modo de vida malsanos. Hoy los niños y jóvenes de nuestro país están en un estado espiritual y moral muy bueno. Sin embargo, no debemos descuidar de ningún modo su educación.

    Tenemos que preparar a todos los miembros de las nuevas generaciones para que se formen como excelentes revolucionarios, como comunistas que apoyen con fidelidad al Partido y a nuestro Líder, sirvan con infinita lealtad a la patria y al pueblo y posean bellas y sanas cualidades espirituales y morales.

    Las generaciones precursoras de la revolución tienen la importante misión de formar debidamente a las que les siguen. El patrimonio más valioso que han de legarles es el espiritual y el moral. Desde luego, deben entregarles también bienes materiales para una vida holgada, pero es más importante dejarles los espirituales y morales de alto valor para que puedan asegurar infaliblemente la continuidad de la revolución. Hay que dar a conocer claramente a los jóvenes y niños cómo las primera y segunda generaciones de la revolución apoyaron al Partido y a nuestro Líder en el duro período de la Lucha Revolucionaria Antijaponesa, en la época de la Guerra de Liberación de la Patria, en los difíciles momentos de la restauración y construcción posbélicas y la construcción socialista, y cómo vivieron y lucharon para vencer difíciles situaciones de la revolución. Y así lograr que aprendan con ahínco de su infinita fidelidad al Partido y a nuestro Líder, de su entrega a la causa revolucionaria y de su indoblegable espíritu combativo.

    Para la educación de los jóvenes y niños, es importante elevar el papel de las organizaciones juveniles. Encauzar bien la educación para adiestrarlos como continuadores de la revolución firmes en lo político e ideológico y con nobles cualidades morales, es el deber fundamental de la Unión de la Juventud Trabajadora Socialista. Las organizaciones de la UJTS deben realizar con dinamismo la educación de los jóvenes y niños de acuerdo con sus características para convertirlos a todos en revolucionarios y en futuros protagonistas del país dignos de confianza.

    Para darles una correcta formación a los jóvenes y niños es preciso combinar la educación escolar, la social y la familiar.

    A todos los centros docentes, instituciones de educación social y las familias les compete prestar una profunda atención a la formación de los jóvenes y niños para que todos, donde sea y cuando sea, reciban una buena educación en un ambiente sano y revolucionario. De modo particular, dado que entre los jóvenes y niños, muy curiosos y sensibles, ejerce gran influencia en sus sentimientos y vida todo lo que ven, oyen y perciben en la realidad, es insoslayable dedicar gran atención a prepararlos mediante el arte, la literatura, la prensa y otros medios masivos culturales y de propaganda.

    En la sociedad socialista hace falta impartir la educación moral conforme a las características consustanciales a la ética comunista y las exigencias del desarrollo de la sociedad.

    Ante todo, considerándola como una importante parte de la educación ideológica, se debe promover en estrecha combinación con esta. Las ideas y la moral están indisolublemente unidas, y no hay moral separada de las ideas.

    La moral basada en la ideología revolucionaria de la clase obrera es colectivista y comunista, mientras la sustentada en las ideas reaccionarias burguesas es extremadamente individualista, burguesa y reaccionaria. Quienes poseen ideas sanas pueden adquirir cualidades morales nobles y la ideología puede ganar en veracidad y solidez cuando se cristaliza en algo consciente y moral. Debemos impulsar con amplitud y profundidad la educación en la moral comunista considerándola como parte importante de la formación en la ideología Juche. Es menester profundizar e intensificar el estudio de los principios de esta doctrina entre los militantes del Partido y demás trabajadores y, sobre esta base, fomentar la educación en la moral comunista para que tengan una sólida concepción de la moral revolucionaria inspirada en el Juche y adquieran perfectas cualidades espirituales y morales como revolucionarios comunistas armados con esta ideología.

    Es preciso cultivar en las personas las cualidades morales comunistas mediante la vida orgánica y la práctica revolucionaria. El hombre adquiere los rasgos propios del ser social en el proceso de la vida en la colectividad, cuya forma superior es la actividad dentro de la organización revolucionaria. Esta es una excelente escuela donde las personas se forjan y educan no solo en el plano ideológico, sino también en el moral, para poder adquirir así las cualidades comunistas. Uno de los factores importantes por los cuales nuestro pueblo ha llegado a poseer cualidades espirituales y morales sanas y revolucionarias es que todos llevan una vida orgánica incorporados en determinada organización política. Debemos fortalecer la vida orgánica revolucionaria y establecer con más firmeza el ambiente de participar a conciencia en ella a fin de que las personas eleven su espíritu colectivista, rechacen todo tipo de tendencias liberales y malsanas y cultiven nobles virtudes morales. La conciencia y el sentido del deber moral del hombre se manifiestan y afirman en su actividad y práctica. La caduca concepción de la moral y las manifestaciones inmorales están arraigadas principalmente en viejos hábitos. Debemos procurar que las personas cumplan las exigencias de la conciencia y el deber moral en la labor y vida cotidianas, repudien la concepción moral y hábitos anacrónicos e implanten el nuevo modo y estilo de vida socialistas.

    El medio más eficiente para la educación moral es realizarla en un movimiento social, por el método de persuasión con ejemplos positivos. Este es un poderoso método que responde a la naturaleza de la sociedad socialista.

    Entre nuestro pueblo son incontables las personas excelentes que se sacrifican sin vacilación en bien de sus compañeros revolucionarios, que hacen cosas útiles para el Partido y la revolución, para la sociedad y el colectivo sin importarles que lo reconozcan o no, y que viven honestamente toda la vida con una postura de súbdito e hijo fiel. Ellas reflejan una conciencia sana y un noble sentido del deber moral, y son prototipo del hombre de nuestros tiempos. Tenemos que encomiar y propagar ampliamente los bellos rasgos comunistas que se manifiestan entre el pueblo y desarrollar de manera dinámica y a nivel de toda la sociedad un movimiento para aprender de esos ejemplos.

    Hay que luchar contra la moral y el modo de vida viejos y reaccionarios, contrarios a la moral comunista, impidiendo su penetración en nuestras filas.

    La implantación de una nueva moral comunista se efectúa en medio de la lucha contra la caduca y reaccionaria moral y toda clase de degradación y corrupción. La moral burguesa incita a las personas a luchar por la existencia según la ley de la selva y las convierte en esclavos del oro, que abandonan por él hasta el elemental requisito de la conciencia y el sentido de obligación moral humanos. En la sociedad capitalista, donde rige esta moral, reina todo tipo de males sociales y prevalece un modo de vida degenerado, fenómeno que los gobernantes reaccionarios promueven más. Los imperialistas propagan ampliamente la corrompida moral y modo de vida burgueses no solo en sus países, sino también en otros. Debemos mantenernos vigilantes contra la penetración ideológica y cultural del imperialismo y frustrarla por completo. Además, bien conscientes del carácter reaccionario y perjudicial de la traición de los oportunistas que calumnian a los precursores de la revolución y profanan la moral comunista, debemos rechazarla resueltamente. Cuanto más actúan los imperialistas y los renegados de la revolución para desacreditar a los comunistas y su ética, tanto más claramente debemos mostrar el espíritu y la noble moral de los revolucionarios comunistas.

    La historia de nuestra revolución, que ha marchado bajo la guía del gran Líder, camarada Kim Il Sung , enarbolando la bandera de la ideología Juche, es una historia gloriosa adornada con la camaradería revolucionaria y el noble deber moral, llena de victorias logradas con la monolítica unidad de las filas revolucionarias. Nuestro Partido y pueblo defenderán y resaltarán para siempre la gloriosa historia y tradiciones de nuestra revolución.