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Memorias “En el Transcurso del Siglo” primer tomo8

Mantengamos hasta el fin la bandera de la revolución


La Conferencia de Xiaohaerbaling fue un importante foro histórico donde se aprobó la nueva orientación estratégica en cuanto a hacer sólidos preparativos para aproximar la victoria total de la Revolución Antijaponesa y recibir con iniciativa el gran acontecimiento de la restauración de la Patria.

Fue resultado de los ingentes esfuerzos y el ardoroso entusiasmo del gran Líder, camarada Kim Il Sung, para convertir los reveses en coyunturas favorables, y el mal en bien, en la lucha de liberación nacional y el movimiento comunista de Corea, cuando la Revolución Antijaponesa atravesaba por una difícil situación.

Aquí se reviven las palabras que pronunciara en diferentes ocasiones respecto a la preparación y el proceso de esa reunión.

En el bosque de Hualazi después de derrotar al “cuerpo de castigo de Maeda” en Hongqihe, hicimos el balance del recorrido del Ejército Revolucionario Popular de Corea (ERPC). Esto se conoce por otro nombre: balance de la marcha de 80 mil kilómetros. Significa que habíamos recorrido tan largo trayecto.

Para consolidar los éxitos alcanzados en esa larga marcha y abrir una nueva coyuntura para la lucha revolucionaria, debíamos trabajar mucho más y transitar caminos más escabrosos. Por eso recalqué:

El factor principal de nuestra victoria en la marcha consistió en las ventajas políticas e ideológicas y la táctica de guerrilla; esto es lo principal en el balance de la marcha de 80 mil kilómetros; la situación es más grave que nunca; apliquemos con habilidad diferentes tácticas y métodos de combate guerrilleros conforme a las circunstancias y las características topográficas; insertémonos profundamente entre el pueblo e intensifiquemos la labor política entre las masas; debemos estar dispuestos a caminar decenas de miles de kilómetros más en aras de la victoria decisiva; mantengamos hasta el fin, y sin vacilar ni en lo más mínimo, la bandera de la revolución, firmemente convencidos de su triunfo; también en lo adelante, tomando con firmeza la iniciativa, golpeemos duro al enemigo. Así exhorté.

En la primavera de l940 el “cuartel general de castigo de Nozoe” lanzó ofensivas más desaforadas que antes contra el ERPC. Destinó más efectivos a este objetivo y perfeccionó sus planes de “castigo” para aniquilarlo desde todos los ángulos.

Aun en esa situación nos propusimos mantener la iniciativa. Siempre nos habíamos impuesto al enemigo sin perder la iniciativa, por tanto también queríamos mantenerla en lo adelante, fuese cual fuese el sesgo que tomara la situación.

¿En qué confiábamos para mirar tan alto? En la fuerza moral y la táctica. Nuestro Ejército revolucionario era inferior al enemigo en recursos humanos y armamento, pero muy superior en fuerza moral y táctica. El quid del problema estaba en qué parte tenía más capacidad de mando militar; la teníamos nosotros.

Aun después de habernos adentrado en el desfiladero de Hualazi las “tropas punitivas de Nozoe” permanecían en su totalidad en las zonas montañosas. Se mantenían a pie firme en los parajes por donde pudiera pasar el Ejército revolucionario, sin dar algún indicio de retirarse.

Aunque en la reunión puse énfasis en la cuestión de la iniciativa, la verdad era que nuestra situación era sumamente desfavorable. Según informaciones, a Nozoe no le parecían suficientes las fuerzas armadas de Manchuria del Este, por eso traía refuerzos desde el rumbo de Tonghua. O Paek Ryong informó que estas fuerzas ya habían llegado a Liangbingtai, en la frontera entre los distritos Yanji y Dunhua. Dijo que también desde la dirección de Changbai recientemente había llegado un contingente con el supuesto nombre de grupo de trabajo.

¿Cómo hacerle frente al enemigo que seguía ampliando las “operaciones punitivas” con refuerzos?

Con el método de operación de maniobra circular con grandes destacamentos hicimos fracasar grandes razzias de la primera etapa de “castigo” del enemigo perpetradas bajo el rótulo de “campaña especial para preservar la paz y establecer la seguridad en el Sureste”, pero ¿con qué método vencer la ofensiva más aviesa y obstinada? Este era el problema. ¿Repetir la operación de maniobra circular con grandes unidades que nos dio resultado, o aplicar otra táctica?, pensaba. Según la situación creada en el Oriente y Occidente, las llamas de la guerra que avivan Alemania y Japón alcanzarían tarde o temprano a todo el mundo, arrastrando todos los países grandes, medianos y pequeños; entonces, ¿qué estrategia trazar teniendo en cuenta el futuro?

Dicho con otras palabras, nos enfrentábamos a la tarea de trazar la táctica para hacer fracasar la inminente “operación punitiva” de los enemigos y, a la vez, una nueva línea estratégica adecuada a las exigencias de la situación que cambiaba bruscamente.

Me propuse elaborar primero el plan táctico para vencer la difícil situación creada después del combate de Hongqihe, y concebir un nuevo proyecto estratégico.

Por entonces el enemigo tenía concentradas todas sus fuerzas en las zonas montañosas. En estas circunstancias, para mantener la iniciativa no había otra solución que pasar a acciones dispersas y salir a las zonas de colinas.

Dado que los enemigos dejaban las ciudadelas y aldeas de concentración bajo la custodia de la policía o el cuerpo de autodefensa, mientras concentraban las fuerzas principales en las zonas montañosas, sólo la táctica de dispersar las fuerzas “punitivas” mediante la perturbación en su retaguardia podía llevarnos a una victoria segura.

Sobre la base de este análisis, a mediados de abril de 1940 el grueso del ERPC salió sigilosamente del campamento secreto de Hualazi y emprendió el combate para frustrar definitivamente la “campaña especial para preservar la paz y establecer la seguridad en el Sureste”. Primero asaltamos a un tiempo Dongnancha y Yangcaogou, poblaciones de concentración a la orilla del Xiaoshahe, y a los que nos perseguían los aniquilamos en el desfiladero de Shujiefeng. Después de despistar al enemigo, desaparecimos como por arte de magia en dirección a Chechangzi.

Los destacamentos de An Kil y Choe Hyon, que operaban en las regiones de Yanji y Wangqing, emprendieron acciones de perturbación en la retaguardia enemiga en las zonas centrales de esos distritos, coordinadas con el movimiento de la unidad principal.

Con los disparos que hicimos en esos lugares los enemigos no reaccionaron como esperábamos.

Para dispersarlos era necesario echarles un cebo más apetitoso. Decidimos, pues, atacar de modo simultáneo tres poblaciones al este de la ciudadela cabecera del distrito Antu, y efectivamente, en una noche asaltamos como relámpago Nanerdaogou, Beierdaogou y Xinchengtun.

Ahora picaron rápidamente el cebo. Las unidades del Ejército Guandong que con obstinación persistían en la zona fronteriza entre Antu y la parte sureña del distrito Helong, se dirigieron más que rápido hacia la cabecera de Antu, creyendo que iba a caer de un momento a otro en nuestras manos. A ellas se unió la guarnición fronteriza que defendía la frontera entre Corea y Manchuria.

El objetivo de atraer así a los enemigos a costa de tantos esfuerzos a la parte central del distrito Antu, era, además de golpearlos por separado, expandir más al interior del país las llamaradas de la lucha armada aprovechando la salida de las tropas japonesas de sus posiciones en las riberas del río Tuman.

En esa época el regimiento No. 8 de Kim Il tenía la tarea de irrumpir en el país. Le di la tarea de actuar dividido en varios grupos, acercándose poco a poco a la región fronteriza, y envié el regimiento No. 7 y la compañía de escoltas al norte del distrito Antu. A partir de entonces diariamente golpeamos al enemigo.

Más tarde Kim Il, al frente de una pequeña unidad, penetró subrepticiamente en el país. A mediados de mayo este grupo llegó a la región del cantón Samjang, del distrito Musan, donde asaltó la guarnición fronteriza y trabajó dos días con los pobladores.

Que un pequeño grupo del Ejército Revolucionario Popular de Corea penetrara osadamente en el país, disparara y realizara con tranquilidad la labor política, cuando el gobernador general Minami había ordenado impedir que ni un guerrillero cruzara la frontera, puede considerarse un notable éxito en la historia de la Revolución Antijaponesa en la primera mitad de la década de los 40.

Para consolidar los éxitos del avance hacia el interior del país dimos golpes más rotundos al enemigo en la cuenca del Tuman y las regiones centrales y norteñas del distrito Antu.

De esta manera la nueva operación “punitiva” del “cuartel general de castigo de Nozoe” recibió demoledores golpes desde su primera escalada. Cada día se armaban escandaleras entre el “cuartel general de castigo”, los “cuerpos de castigo regionales” y “grupos punitivos subregionales”, preguntando de arriba abajo de quién era la responsabilidad o achacándosela unos a otros. El “cuartel general de castigo de Nozoe” impartió aparatosamente algo así como nuevas directivas para el “castigo”.

Cuando estábamos metidos de lleno en la preparación de la nueva operación, Han In Hwa desde Manchuria del Sur con unos 50-60 sobrevivientes del ejército de ruta No. 1 llegó a donde nos encontrábamos. Dijo que lo enviaba Wei Zhengmin y manifestó su deseo de unirse a nuestra unidad. Era miembro de Estado Mayor, y a la vez, comisario de la brigada de escoltas de dicho ejército.

Nos propusimos elevar la moral de esa unidad de Manchuria del Sur mediante unas acciones conjuntas con ella.

Al entrar junio nos lanzamos contra Dongjingping y Shandadong. Resultó que Dongjingping estaba casi indefenso. Se habían despreocupado al pensar que no volveríamos a atacarlo pues hacía unos diez días lo habíamos hecho. Posteriormente atacamos de modo simultáneo algunos poblados más.

Al día siguiente del asalto a la empresa maderera de Gudonghe celebramos la fiesta Tano junto con los compañeros de Manchuria del Sur con ricos platos hechos con materiales adquiridos en los combates.

Han In Hwa, teniendo unos tragos, tomó mis manos y dijo que ya sabía por qué Wei Zhengmin lo había enviado a ver al Comandante Kim, que en aquel momento era mucho más desastrosa la situación en Jiandao que en Manchuria del Sur; que más le parecía que las “tropas punitivas” del enemigo no se movían por órdenes de Nozoe o Umez, sino según las del Comandante Kim.

Las impresiones que recibió de nuestras acciones fueron tan profundas que expresó que el Segundo Destacamento del Comandante Kim era el mejor e invencible, que ahora tenía confianza en sí mismo, que iría a Emu o Dunhua para ver a Chen Hanzhang, y luego viajaría hacia Ningan para encontrarse con Zhou Baozhong, y después se entregaría de lleno a la lucha.

Ante las intrépidas acciones del grueso del ERPC los japoneses se quedaron perplejos sin poder orientarse.

Cuando el enemigo tendía una tupida red de vigilancia por todo el territorio de Jiandao para remendar, aunque fuese en parte, la precaria situación de la “campaña especial para preservar la paz y establecer la seguridad en el Sureste” que irremediablemente iba de mal en peor, en nuestras filas ocurrió un hecho inesperado y sorprendente. Lu Boqi, jefe político del destacamento, que recibía asistencia médica en el campamento secreto cerca de Damalugou, fue capturado y delató a la unidad en todos sus detalles.

Acordamos vencer la difícil situación creada por la captura y claudicación de ese individuo mediante un ininterrumpido ataque al enemigo y diversos cambios de táctica.

Ante todo decidí dividir el destacamento en pequeñas unidades. Pensaba realizar con estos grupos hábiles y audaces acciones de hostigamiento en distintos lugares. Si la unidad se fraccionaba, podría moverse de modo más ágil, salir con facilidad de las tupidas redes de vigilancia del enemigo y volver a sumirlo en un estado de confusión.

Sólo separándose la unidad en pequeños grupos, aun cuando fueran avistados por el enemigo, podían ocultarse rápidamente por su diminuto tamaño.

Con este análisis no tardamos en dividir los efectivos del destacamento en varias unidades. Luego emprendimos de lleno las acciones de hostigamiento.

Como se ve, no nos mostramos indecisos ante la ofensiva de los japoneses, sino le dimos el frente.

Si entonces, amilanados ante la gran ofensiva enemiga, hubiéramos andado sólo en busca de un refugio seguro, ¿qué habría sido de nosotros? Huelga decir que hubiéramos sufrido enormes pérdidas. Salimos victoriosos porque, manteniendo la iniciativa, golpeamos repetidamente al enemigo sin darle tiempo para que se recobrara del aturdimiento.

Los enemigos reconocieron la victoria del Ejército Revolucionario Popular de Corea en las operaciones de la primavera y el verano de l940.

“Los bandoleros, que lograron zafarse por arte de birlibirloque de la aguda punta de las operaciones punitivas del otoño y la primavera, despliegan enérgicas acciones en distintos lugares, aprovechando la fronda; especialmente, en estos últimos días han atacado con frecuencia hasta poblados en la segunda y tercera línea de la retaguardia; su actitud es verdaderamente insolente y nuestra pérdida no es desdeñable, lo siento mucho, al igual que ustedes. Los efectivos del ejército, la gendarmería, la policía, la guarnición de ferrocarriles, la sociedad de conciliación, etc., de Japón y Manchuria, son en total decenas de miles. Por muy desfavorable que sea para nosotros la influencia de la estación y la topografía, la responsabilidad de dejar que los bandoleros así demuestren su poderío, desde luego, recae primero sobre mí, comandante de operaciones punitivas y sobre los demás; mas, en concreto, si analizamos la situación de los últimos meses, tenemos que lamentar que los notables defectos y puntos débiles de las tropas de punición y los distintos organismos en cuanto a su unidad y actitud trajeron como resultado el impedimento de la campaña para preservar la paz, y, a la larga, permitieron las actividades de los bandoleros. Esto es muy deplorable.”

(Documento sobre la preservación de la paz y el establecimiento de la seguridad”, cuartel general de castigo de Nozoe, el 15 de Showa(1940)).

Con las operaciones de la primavera y el verano de 1940 acumulamos muchas experiencias en las acciones con pequeñas unidades. Antes, según los casos, habíamos actuado así, pero, lo principal habían sido las acciones con grandes destacamentos.

En el verano de 1940, sin embargo, aplicamos en muchos lugares hábiles métodos de combate como ataques sucesivos, repetidos, simultáneos, etc., actuando con pequeñas unidades. En este proceso adquirimos una nueva e importante experiencia: cuando el enemigo refuerza las fuerzas “punitivas” y estrecha las redes de cerco y vigilancia es favorable fraccionar la unidad combativa, y con acciones en pequeñas unidades desplegar la guerra de guerrillas. Esta sirvió de gran recurso para definir la tarea estratégica de la etapa posterior y la vía de la lucha para hacerla efectiva.

Si no hubiéramos contado con tal recurso, no habría propuesto en la Conferencia de Xiaohaerbaling efectuada en agosto de ese año actuar en unidades pequeñas en lugar de las grandes. Como teníamos esa experiencia y confianza, pudimos mantener de continuo la iniciativa considerando las actividades en pequeñas unidades como la principal forma de lucha en la primera mitad de la década de l940.

Hay quienes piensan que antes de esa reunión actuábamos sólo en grandes destacamentos, y luego de ella en pequeñas unidades, lo cual no se ajusta a los hechos históricos.

Una característica de la guerra de guerrillas es improvisar los métodos según la situación militar y política y las circunstancias. A las acciones en pequeñas unidades les habíamos concedido importancia, y las realizábamos según las necesidades también en la segunda mitad de la década de 1930 cuando operábamos principalmente en grandes destacamentos.

Después de la Conferencia de Xiaohaerbaling, y habiendo transitado la etapa de prueba de las acciones en pequeñas unidades, que se efectuaron de modo disperso, pero intenso, en el primer semestre de 1940, todas las unidades guerrilleras pasaron de las operaciones con grandes destacamentos a acciones con pequeños.

Lo que he referido antes ocurrió después de las operaciones de maniobra circular con grandes destacamentos. Me detuve hoy a explicarlo porque los historiadores dicen que hay muchas lagunas en esa etapa.

Si analizamos el problema tomando como punto de partida la Conferencia de Xiaohaerbaling, podemos decir que nuestras actividades en la primavera y el verano de 1940 constituyeron el proceso de su preparación.

Comenzamos a pensar en el cambio de estrategia a tenor de la corriente de la época cuando la guerra desatada en Europa se expandía rápidamente.

Con el fin de hacer realidad su ambición en cuanto a la “esfera de coprosperidad de la gran Asia oriental” los imperialistas japoneses realizaban desesperados esfuerzos para establecer la “seguridad en la retaguardia” con la descabellada intención de expandir el fuego de la guerra por la región de Asia suroriental a pesar de que aún no había concluido su guerra de agresión contra el territorio chino.

Precisamente de la agudización de esta política agresora se originaron la persistente ofensiva de “castigo” de gran envergadura contra nosotros, a la que me referí antes, y la insólita represión y el saqueo fascistas a nuestro pueblo.

Pero, considerábamos que cuanto más los imperialistas japoneses ampliaban la guerra agresiva tanto más se aislaban en el plano nacional e internacional y más profundamente se hundían en un abismo sin salida en lo político, económico y militar.

La situación general evidenciaba que la derrota del imperialismo japonés era innegable, cuestión de tiempo, y se aproximaba el día en que nuestro pueblo cumpliría la histórica causa de la restauración de la Patria.

De ahí que yo, sobre la base del análisis de los éxitos y las experiencias acumulados en los diez años de la Lucha Armada Antijaponesa, y frente al brusco cambio de la situación, concibiera la nueva línea consistente en conservar e incrementar las fuerzas con vistas a acoger con iniciativa el gran acontecimiento de la restauración de la Patria.

Hacer con tino los preparativos para acogerlo era una legítima demanda del desarrollo de nuestra revolución en aquel tiempo.

Para pasar a una nueva etapa estratégica no hay que ver únicamente el cambio objetivo de la situación ni dejarse guiar pasivamente por ella, sino mantener siempre la lucha con iniciativa, con previo análisis de las fuerzas subjetivas que permitirán aproximar la victoria definitiva y con el estudio de lo precedente en esa lucha.

Ante todo examiné si las tareas estratégicas de la etapa precedente se habían cumplido.

Analicé minuciosamente las tareas estratégicas planteadas en la Conferencia de Nanhutou y vi que todas fueron cumplidas. El balance podía ratificar el cumplimiento de todas esas tareas: sentamiento de la base organizativa e ideológica para la fundación del partido; la formación, ampliación y desarrollo del frente unido nacional antijaponés; avance hacia la zona fronteriza, la expansión de la lucha armada al interior del país, etc.

Otro punto importante que se debe tener en cuenta infaliblemente al definir una etapa estratégica de la lucha armada, es el cambio en la correlación de fuerzas entre nosotros y los enemigos.

Numéricamente nuestras fuerzas no se podían comparar con las del enemigo. En ese entonces ellos nos llamaban un “mijo en el mar”. Según la lógica común ni siquiera podía plantearse la comparación de las fuerzas.

Pero, nuestro método de comparar las fuerzas no fue numérico. Nuestro método de comparación consistió en que cada uno de nuestros guerrilleros podía hacerle frente a cien o a mil enemigos.

Después de la Conferencia de Nanhutou el Ejército Revolucionario Popular de Corea creció rápidamente tanto en lo político e ideológico como en lo técnico y militar. Aunque era inferior en número, en los combates contra un enemigo decenas o centenares de veces mayor, siempre mantuvo la iniciativa y salió victorioso. En ese proceso creció como un poderoso ejército que poseía variados métodos de combate y táctica con los que podía enfrentar ágilmente cualquier situación.

El Ejército Revolucionario Popular de Corea fue un ejército de nuevo tipo, especial, que cumplía, además de la misión militar, un cometido político.

Mirando retrospectivamente, su segura posición directriz y su creciente papel medular no sólo en la lucha armada contra el imperialismo japonés sino también en la revolución coreana en general, mostraron palpablemente que hicimos mil veces bien en mantener el principio de tomar con firmeza el control de la constitución de las fuerzas armadas revolucionarias anteponiéndola a las demás tareas.

Por lo general, en la lucha de los comunistas por el poder regía el principio de estructurar primero el partido como órgano de dirección política y luego iniciar la creación de las fuerzas armadas.

Pero, yo, a partir del papel decisivo de las fuerzas armadas revolucionarias, el irrumpimiento violento, en la lucha revolucionaria, en especial en la lucha de liberación nacional en las colonias, y de la realidad de entonces en nuestro país, opté por crear primero las fuerzas armadas y luego el partido.

En abril de 1932 creamos la Guerrilla Popular Antijaponesa como primeras fuerzas armadas revolucionarias, la ampliamos y desarrollamos como Ejército Revolucionario Popular de Corea, y con este Ejército avivamos la llamarada de la lucha armada contra el imperialismo japonés, llevando a un nuevo auge la lucha de liberación nacional antijaponesa en su conjunto, y además, con su dirección y apoyo militar pudimos realizar con éxito los preparativos organizativos e ideológicos para la fundación del partido, la creación de la Asociación para la Restauración de la Patria, la ampliación y el desarrollo del movimiento del frente unido y la preparación de la guerra de resistencia de todo el pueblo.

De hecho, en el período de la revolución contra los agresores imperialistas japoneses el ERPC, fuerza vertebral y orientador político de nuestra revolución, y garante militar de los intereses nacionales, fue, nuestro partido y nuestro poder, además de ser nuestro ejército.

Todo esto demostró que estaban creadas nuestras sólidas fuerzas medulares que eran capaces de cumplir las tareas de la nueva etapa estratégica.

Logramos muchos avances también en la preparación política e ideológica de las masas populares mediante la aceleración de su concientización y organización. Por entonces la membresía de la Asociación para la Restauración de la Patria llegaba a más de 200 mil.

En el interior del país actuaban, además, muchas organizaciones paramilitares como brigadas de choque obreras y guerrillas de producción. Estas sirvieron de entidades matrices para organizar unidades armadas en distintos lugares, con vistas a la guerra de resistencia de todo el pueblo.

También era muy buena la tendencia de las masas no organizadas.

Ocurrió por aquel tiempo: El grupo de Kim Il, después de realizar un ataque en el interior del país, marchaba hacia el río Tuman.

Detrás del grupo caminaba afanosamente un campesino cojo. Este decía:

—Señores guerrilleros, a mi parecer, ustedes quieren pasar por aquí el río Tuman, pero, por favor, utilicen otro tramo esta noche. Por aquí están apostados muchos enemigos.

Kim Il y sus compañeros se mostraban indecisos por no poder decidir si debían creer o no aquellas palabras. No conocían en absoluto a aquel hombre.

Al verlo el labriego sacó de su seno un recorte de periódico y lo presentó diciendo:

—Soy un hombre así; pueden confiar en mí.

Nuestros compañeros se mostraron todavía más perplejos al verle presentar un trozo de periódico como aval. En el recorte se informaba sobre el combate en la zona de Musan efectuado en mayo de 1939. Los guerrilleros juzgaron con su intuición aguzada durante la larga lucha guerrillera que era un hombre de bien. Le preguntaron, pues, por dónde podrían cruzar sin novedad el río Tuman. El lugareño dijo que les serviría de guía. Explicó que, aunque el vado por donde iban a pasar también estaba bajo vigilancia, sus guardias eran hombres de bien que estaban de parte del Ejército revolucionario.

Esa noche los guerrilleros cruzaron sin novedad el río Tuman con ayuda de aquel campesino. Los aldeanos movilizados para la vigilancia hicieron como que no veían vadear a los guerrilleros. Algunos incluso los guiaron diciendo: “Por aquí es poco profundo”, “aquí es profundo”.

La elevación del nivel de preparación político-ideológica de las masas populares y su invariable apoyo al ERPC seguían siendo una gran fuerza impulsora para la ampliación y el desarrollo de la Lucha Armada Antijaponesa.

Otro punto que se debía tomar en consideración infaliblemente para definir la etapa estratégica de la lucha armada, fue el cambio de propósito táctico y estratégico del enemigo.

En el verano de 1940 capturamos a un oficial de ingeniería japonés en la obra de construcción de la carretera de Huanggouling. En el interrogatorio supimos que los enemigos estaban construyendo enormes redes de carreteras militares en la región de Jiandao y Manchuria del Sur. El oficial dijo que estaban tendiendo caminos no sólo en Helong, Yanji, Dunhua, Huadian y Fusong con Antu como centro, sino incluso en el interior del país y en los escabrosos desfiladeros al noreste del monte Paektu donde raramente pisaban los seres humanos.

Del estado de la construcción de esas vías se informaba a diario al “cuartel general de castigo de Nozoe” y por medio de él a la comandancia del Ejército Guandong. Según palabras del prisionero, dentro de pocos días el comandante Nozoe inspeccionaría las vías en construcción. Eran vías para las maniobras militares en las “operaciones punitivas” contra el ERPC. En cuanto se impartiera la orden, por esos caminos numerosos efectivos se volcarían a las regiones donde actuábamos, desde distintos lugares de Corea y el Noreste de China.

Construyeron también muchas pistas de aterrizaje en nuestras cercanías. El oficial de ingeniería explicó que los aeródromos de campaña se construían en las tres provincias al sureste de Manchuria según la orden secreta de Nozoe. Nos indicó los lugares de los aeródromos de campaña que conocía, e incluso dijo que esos aviones pertenecían a los “cuerpos de castigo regionales” y, a la vez, a los “grupos punitivos subregionales”.

Si era verdad lo que decía el oficial, estábamos cercados por aeródromos enemigos.

Por aquel tiempo los enemigos tenían planeado trasladar de Jilin a Yanji el “cuartel general de castigo de Nozoe”. Y se decía que también el cuartel general del “cuerpo de castigo de la región oriental” radicado en Yanji se mudaría a Tumen.

A nuestra Comandancia llegaban sin cesar datos de información y de reconocimiento sobre el ininterrumpido incremento de los efectivos enemigos en el radio de acción nuestra. Según los indicios el enemigo estaba haciendo los preparativos para entablar, tarde o temprano, y a toda costa, el combate decisivo contra nosotros.

No podíamos hacerle frente al brusco cambio de la situación enemiga sólo con las estrategias anteriores. Decididamente debíamos cambiarlas.

Por esta razón, decidí presentar como la más importante tarea estratégica de nuestra revolución conservar e incrementar sus fuerzas con acciones iniciativas, evitando eventuales pérdidas en combates descabellados.

La orientación de la estrategia para acoger con iniciativa el gran acontecimiento de la restauración de la Patria fue aprobada en la Conferencia de Xiaohaerbaling efectuada en agosto de 1940.

Cuando llegamos a la frontera entre los distritos Antu y Dunhua vinieron a vernos Ri Ryong Un, jefe del regimiento 15, e Im Chol, jefe de compañía, con 4 ó 5 escoltas.

Expliqué a Ju Jae Il el proyecto para efectuar una reunión de cuadros políticos y militares en Xiaohaerbaling y dije que para ella convocara a todos los jefes e instructores políticos de compañía para arriba. Le dije que los llamara a todos hasta el 9 de agosto, el 7 de julio por el calendario lunar, pero que a An Kil y Choe Hyon, que actuaban en dirección a Wangqing y Dongning, se les informaran después los resultados de la reunión; en cuanto a los regimientos 13 y 14 ordené que enviara enlaces sólo a sus compañías que actuaban cerca, y respecto al regimiento 15 indiqué que no llamara a otros comandantes porque habían llegado Ri Ryong Un e Im Chol.

La Conferencia de Xiaohaerbaling tuvo lugar durante dos días 10 y 11.

La cuestión que provocó más discusión fue si se podía definir la próxima fase estratégica como período del gran acontecimiento revolucionario. Dicho con otros términos, fue si en esa etapa podríamos alcanzar la liberación de la Patria.

Yo respondí con un sí categórico. Luego expliqué: Aún el ejército japonés es poderoso, pero es un ejército que se va desmoronando. Para comprobarlo basta con mencionar la sublevación en su aviación, considerada la élite del Ejército Guandong. Frecuentemente aparecen desertores y los que se pasan al adversario, por eso en los lugares de guerra con China no dan abasto para controlar a los soldados. ¿Será necesario explicar más? Está cerca el día de la derrota de Japón.

Desde hacía algún tiempo Japón enviaba como carne de cañón a jóvenes coreanos valiéndose de una supuesta ley especial de voluntarios. La misma ley estaba en vigencia en Taiwan y Manchuria.

La situación de Japón era tan precaria que se vio obligado a llevar como carne de cañón incluso a jóvenes de las colonias que lo odiaban. Tanta falta tenía de efectivos.

Desde el Incidente del 18 de Septiembre1 hasta el del 7 de Julio2 Japón perdió sólo en Manchuria cerca de 200 mil efectivos. Se decía que en el frente contra China sufría mayor pérdida en un año.

También las reservas de sus materiales estratégicos llegaban al fin.

En los umbrales de la Conferencia de Xiaohaerbaling ellos utilizaban balas producidas después de 1939. Las que utilizaron en el tiempo del combate de Jiansanfeng fueron producidas en la década de 1920. Esto significaba que se agotaban también las reservas de municiones.

También los círculos políticos de Japón eran muy complicados. Tres días eran demasiado largos para que el gabinete fuera cambiado, y no cesaban las disputas. Igualmente los círculos militares estaban llenos de contradicciones. Los generales y oficiales disputaban separados en diversos grupos, y por consiguiente no lograban asegurar la unidad y cooperación en las operaciones. Más, estaban a punto de explotar las contradicciones entre los obreros y los capitalistas, entre el ejército y el pueblo y entre la metrópoli y las colonias. La situación llegó a tal punto que se ubicaban agentes hasta en los poblados de las islas de Japón para amordazar a sus ciudadanos.

Por todo esto enfaticé en la reunión que al elaborar la nueva estrategia debíamos tomar en consideración especialmente el hecho de que la política de Japón era un abierto reflejo de su intención de agredir al sureste de Asia aprovechando la guerra desatada en Europa, y en este caso esa agresión sería igual a cavar su propia tumba.

En la Conferencia se discutió, además, la tarea estratégica que había de cumplirse en el período del gran acontecimiento.

Definimos como tal tarea acumular y conservar las fuerzas del Ejército Revolucionario Popular de Corea que constituía la fuerza vertebral de la revolución coreana en la preparación para acoger con iniciativa el gran acontecimiento de la liberación de la Patria, y formar a sus integrantes como competentes cuadros políticos y militares.

Ese gran acontecimiento tenía por premisa la batalla decisiva en que se movilizarían al máximo los potenciales políticos y militares de ambas partes, y para salir victoriosos en ella cada uno de los guerrilleros debía estar capacitado a tal grado que pudiera cumplir cargos superiores al que tenía. Cuando se restaurase el país ellos debían cumplir el papel medular en la construcción de una nueva Patria.

Las dos tareas, la batalla decisiva y la construcción de una nueva Patria, eran tareas estratégicas que darían un nuevo giro a la historia de nuestro país e imprimiría un cambio radical al destino de nuestro pueblo; no podían sustituirnos los extranjeros en su cumplimiento. Tenían que llevarlas a cabo el Ejército Revolucionario Popular de Corea y el pueblo de Corea.

En lo único en que podíamos confiarnos era en nuestras fuerzas subjetivas que preparamos en el prolongado proceso de la Revolución Antijaponesa. Bueno sería si otros nos ayudaran voluntariamente cuando nosotros, los dueños, librábamos la batalla decisiva, seguí explicando a los participantes de la reunión. Les pregunté si podían elevar dos o tres escalas su nivel de preparación, a lo que respondieron todos con un sí. A la pregunta de si podían armar a todo el pueblo y levantarlo en una guerra de resistencia respondieron también positivamente.

Para cumplir con éxito estas tareas estratégicas trazamos la nueva orientación de lucha, de pasar de las operaciones en grandes destacamentos a las acciones con pequeñas unidades.

Desde luego, también hubo una discusión en torno a este particular. Algunos manifestaron su preocupación de que si hacíamos frente con pequeñas unidades a los enemigos que vendrían a atacarnos con grandes destacamentos en todas partes, seríamos derrotados por separado.

A esos compañeros repliqué: Pasó el tiempo de prosperidad de los grandes destacamentos; ya no es tiempo para andar entusiasmados con grandes unidades; si seguimos con las operaciones con grandes destacamentos cuando los enemigos tratan de aniquilarnos en una redada con sus enormes tropas, eso nos llevaría a la muerte, obligándonos a caer víctima de su estratagema; en otras palabras, eso sería igual a meter en la cochiquera la cabeza con una calabaza encasquetada. Si, actuando en pequeños grupos, combatimos y realizamos la labor política entre las masas, conseguiremos con facilidad los alimentos y podremos movernos libremente; ¿cuántos compañeros de armas perdieron la vida mientras andaban para conseguir alimentos?; mas esas provisiones logradas a costa de la vida se acababan pronto porque eran consumidas por grandes destacamentos; si actuamos en pequeñas unidades, podremos dispersar al máximo las fuerzas enemigas, lo cual ha sido demostrado en todo el proceso de ataques que efectuamos en la pasada primavera y en el transcurso de este verano; nuestro propósito es que nos convirtamos en un pequeño blanco.

Antes de terminar la reunión volví a puntualizar que con miras a realizar las nuevas tareas estratégicas en las vastas regiones de Corea y Manchuria desplegaran con habilidad acciones militares en pequeñas unidades al tiempo que llevaban a cabo con energía la labor política entre las masas, organizaran de inmediato las actividades destinadas a elevar el nivel de conocimientos políticos y militares de los guerrilleros y comandantes y fortalecieran la solidaridad con todas las fuerzas antimperialistas del orbe, y finalmente acordamos las medidas concretas.

La Conferencia de Xiaohaerbaling, al igual que la de Mingyuegou en diciembre de 1931 y la de Nanhutou de febrero de 1936, donde se presentaron importantes líneas estratégicas de la Lucha Armada Antijaponesa, constituyó un evento histórico que decidió cambiar el lineamiento estratégico cuando nuestra revolución arribaba a una nueva época cambiante.

Si por entonces, sin ver a tiempo la tendencia de la época y eufóricos por los éxitos que parecían estar a nuestro alcance, hubiéramos continuado las acciones con grandes destacamentos, no habríamos conservado las fuerzas, sino habríamos dejado de existir, quedándonos en la historia como mártires caídos en aras de la Patria.

Xiaohaerbaling es la parte más remota del puerto Haerbaling que se extiende por la frontera entre los distritos Dunhua y Antu. La Conferencia se efectuó en la vertiente norte de ese puerto. Por delante se encontraba un henar.

Aun ahora, cuando se menciona la Conferencia de Xiaohaerbaling, me viene a la memoria ese henar. Quizá por estar muy alejado de un poblado, nadie lo segaba. Mirándolo pensé que si Kim Chaek, Ho Hyong Sik, Pak Kil Song y demás compañeros de Manchuria del Norte encontraban un henar como aquel, se mostrarían muy satisfechos porque andaban a caballo. Con esos compañeros de armas de Manchuria del Norte, a quienes echaba de menos mirando el henar de Xiaohaerbaling, no me encontré hasta que fuimos al Lejano Oriente.

Creo que fue en la primavera de 1940.

Por esa época el grueso del ERPC estaba desplegando intensas actividades militares y políticas en Antu, Helong y otras regiones al noreste del monte Paektu.

Dicho con franqueza, en aquella primavera tuvimos que encarar pruebas verdaderamente duras. Tratando de mantener la iniciativa con pocas fuerzas no podíamos menos que sufrir muchas penalidades.

La que más nos abrumaba era la “punición” en oleada de los enemigos, con la punta hacia la Comandancia del ERPC. Como nos embestían desde los cuatro lados con tanto frenesí, en grupos de cientos e incluso de miles de efectivos, casi no nos podíamos concentrar. Esa vez también Nozoe nos acometió desafiando la muerte. De hecho, él tenía motivos para morirse de cólera porque al emprender la “operación de castigo” había asegurado que guiando a su caballo hacia el monte Paektu cortaría de un sablazo la raíz de los bandidos, pero ocurrió lo contrario: durante todo un invierno saboreó sólo la amargura de las derrotas ante la operación de maniobra circular del ERPC en grandes destacamentos. Puede suponerse que tenía que haber sido muy duramente criticado por parte del comandante en jefe del Ejército Guandong y del mando del ejército japonés.

Nozoe, completamente anonadado al perder la iniciativa en los combates, se enfureció al extremo y lanzó a la “operación punitiva” más y más refuerzos de las regiones de Fengtian y Tonghua, e incluso las guarniciones de las fronteras soviético-manchúes.

Para colmo de males, individuos que capitularon como Rim Su San, guiando a los enemigos, trataron frenéticamente de encontrar la ubicación de la Comandancia del ERPC, lo que empeoró nuestra situación.

Por añadidura, hasta en las cabañas de cazadores, de cultivo de hongos, de cultivadores ilegales de opio, en medio de remotas montañas, estaban apostados los agentes para observar los movimientos de los guerrilleros. En nuestras zonas de acciones penetraban hasta los llamados “cuerpos operativos”, puros grupos de lacayos, y nos desafiaban abiertamente diciendo que nos rindiéramos porque la situación se tornaba favorable al imperio japonés y no había sentido derramar sangre para hacer una revolución sin perspectivas.

La mayor dificultad fue la falta de alimentos.

Los enemigos se empeñaban al extremo para impedir que ni siquiera un puñado de granos llegara a nosotros. Si enterrábamos alimentos de reservas en las montañas, los olfateaban con una rapidez asombrosa, los desenterraban y eliminaban.

En las aldeas de concentración sometían a un control en extremo riguroso las provisiones de la población. Cuando los campesinos salían al campo, en las puertas de los muros los centinelas les registraban hasta sus atados con la merienda. En no pocas de esas aldeas los militares y los policías guardaban las provisiones, ropas y municiones para su propio consumo en depósitos secretos construidos fuera del muro de barro, cuya posición conocían sólo las personas que trabajaban en eso. Esas personas que llevaban consigo las llaves abrían en casos necesarios las puertas de los depósitos y transportaban las cosas a las aldeas en forma disimulada y en pocas cantidades. Los enemigos tomaron esta contramedida porque asaltando a menudo las poblaciones amuralladas nos llevábamos todas esas cosas que encontrábamos.

Existía una situación igual en las minas y los centros de tala. En esos lugares se guardaban provisiones para uno o dos días y al máximo para 3 ó 4 días.

Cuando operábamos en las cercanías de Chechangzi ya nos quedamos sin alimentos y sal. Los regimientos 7 y 8 no cesaron de desplazarse por toda la región de Antu con el propósito de conseguir alimentos, pero no tuvieron mucho éxito. Como consecuencia, toda la unidad tuvo que padecer hambre, comiendo sólo una o dos veces al día.

La situación era tan difícil que el Primero de Mayo de aquel año tuvimos que festejarlo con un plato hecho con carne de ranas. Hay países donde los platos con carne de rana disfrutan de popularidad, sirviéndose hasta en restaurantes de alta categoría, pero en los nuestros no se hacen. Raramente se puede ver como algunos niños capturan ranas en los arrozales o arroyos, las ensartan en unos palillos y se las comen después de asarlas, pero esto tampoco lo hacen por saborearlas sino como una travesura o pasatiempo.

Por muy penosa que fuera la vida guerrillera, ni una vez nos quedamos sin comer el Primero de Mayo por lo menos. En 1939, cuando festejamos ese día en una elevación de Xiaodeshui, les dimos a los guerrilleros hasta raciones de licor.

Pero, en 1940, para celebrar el Primero de Mayo no podíamos soñar con la bebida ni con nada. Sustituimos las comidas del día con las ranas capturadas en un arroyo. Si pasamos así un día festivo, huelga hablar de cómo había sido la situación en los días corrientes.

Sufrimos indeciblemente debido a la falta de alimentos cuando nos encontrábamos en las cercanías de Chechangzi, pero padecimos mucha hambre también cuando operamos en el valle Yangcaogou.

La unidad, integra, a duras penas se mantuvo en pie alimentándose días completos sólo de puras hierbas maceradas. Sufrimos una falta de alimentos tan grave que no se borra de mi memoria el nombre de ese lugar: Yangcaogou.

Un día, ocurrió que al ir al lugar donde comían los compañeros de la sección de ametralladoras, los regañé. Les dije que como hacía mucho tiempo se había descongelado la tierra podían recoger hierbas comestibles y preparar con ellas siquiera sopas que resultaran sabrosas y suplieran en cierto grado la falta de alimentos. Entonces su jefe Kang Wi Ryong como justificación dijo que no alcanzaban los hombres para los servicios de centinela, por eso no tuvo a quien mandar a recoger hierbas.

Al escuchar su explicación me sentí algo enojado. Cosas como hierbas comestibles podían recogerlas mientras iban hacia el puesto de centinela o regresaban de allí. Organizando bien el trabajo se podrían conseguirlas en poco tiempo para la sopa de todo un día. Le dije al jefe Kang Wi Ryong en tono severo que un jefe militar debe saber atender de modo responsable la vida de sus subordinados. Y le exigí recoger hierbas comestibles para lo cual podía movilizar hasta a los enlaces en caso de no alcanzar los brazos.

Otro día, Kang Wi Ryong, acompañado por los enlaces Jon Mun Sop, Ri Ul Sol y Han Chang Bong, se fue a recoger hierbas comestibles. Los cuatro volvieron en las últimas horas de la tarde, pero las hierbas no llenaban ni siquiera un cesto. Averiguando lo que había ocurrido supimos que largas horas se divertieron en competencias de sirum sobre el césped, razón por la cual les faltó tiempo para recoger muchas hierbas. Al preguntarles cómo se les ocurrió dedicarse a esa lucha en lugar de cumplir con la tarea de recoger hierbas comestibles, explicaron que como batía la suave brisa primaveral, llevando el aroma de las flores y, sobre todo, viendo una blanda alfombra de césped, pensaron espontáneamente en sus tierras natales, evocando la época infantil, cuando correteaban a sus anchas en las lomas al llegar la primavera, inconscientemente perdieron todo un medio día en luchas.

Jon Mun Sop y Han Chang Bong eran casi iguales en edad y fuerza física. Por eso, decían, sus competencias no terminaban rápidamente. Kang Wi Ryong, un hombre de asombrosa corpulencia, convirtiéndose en juez, aplaudía y estimulaba al final de cada combate: “¡Bravo, formidable! ¡Una pelea más!, Sí, una vez más …” Como el jefe mismo les aplaudía y no dejaba de insistir los dos guerrilleros se sintieron estimulados y se entregaron por completo a sus combates.

Me pareció increíble lo que acababan de contarme. Había enviado incluso a mis enlaces a recoger hierbas, pero los cuatro hombres volvieron sin haber podido llenar ni siquiera un cesto. Lo más absurdo fue que perdieron el precioso tiempo en cosas como la competencia de sirum cuando la unidad se encontraba en una situación difícil por falta de alimentos.

Después de criticar severamente a los cuatro hombres, a cada uno le apliqué una sanción de advertencia.

Teniendo en cuenta la gravedad de su falta podía imponerles una sanción más severa. En nuestras filas no hubo nadie que ejecutara de modo tan irresponsable la tarea dada por el Comandante en Jefe. Lo que me extrañó fue que los cuatro hombres poseían un alto sentido de responsabilidad y se destacaban por su lealtad en el cumplimiento de la misión. La conducta unánime en el trabajo consistía en ejecutar de modo incondicional cualquier tarea asumida, nunca la medían si era fácil o difícil. Hablando con franqueza, merecían ser considerados como guerrilleros modelo en nuestra unidad.

Por la noche, al acostarme ante mis ojos ora aparecía ora desaparecía el pobre cesto de hierbas comestibles que ellos trajeron. Aunque viendo este cesto los sancioné con advertencia, al ver ante mis ojos aparecer las imágenes de los cuatro guerrilleros que pasaron el tiempo en el sirum, en lo hondo pensé que aun en medio de tan adversas condiciones nuestros guerrilleros, en vez de desanimarse, llevaban su vida con optimismo como fue, por ejemplo, divertirse incluso en las competencias de sirum, y sin querer llegué a reírme con satisfacción.

Si alguien no hubiera tenido la tranquilidad mental ni optimismo en la vida, no habría podido ni pensar en cosas como la competencia de sirum en una circunstancia tan severa como la de entonces. Unicamente los fuertes de convicción, de voluntad, de la talla de nuestros guerrilleros pudieron vivir con optimismo en medio del asedio enemigo: soñaron con un porvenir feliz, cantaron y organizaron competencias de lucha.

El ERPC fue una agrupación de optimistas sin precedentes en ninguna parte del orbe. Hubo muchos ejércitos o guerrillas de fama mundial, pero, creo, no habrá existido una tropa tan animada y prometedora, con un desbordante optimismo y entusiasmo revolucionario, como fue el ERPC. Precisamente fue un colectivo de hombres que riendo sabían vencer las adversidades y convertir lo malo en bueno; un colectivo de optimistas que creían que existía la salvación aun cuando se derrumbara el mundo entero.

Jon Mun Sop, si bien aparentemente parece sosegado y suave, es en realidad una persona optimista. Cuando iba a alistarse al Ejército revolucionario dijo a sus padres: “Padre y madre, espérenme. El día del triunfo de la revolución proletaria y la restauración de la Patria, este hijo volverá a casa en automóvil.” Cuán insólita y optimista fue su decisión de regresar al regazo paternal en automóvil luego de vencer al imperialismo japonés.

An Kil también fue un optimista. Si yo le guardaba especial afecto, fue porque, además de su lealtad a la revolución, apreciaba su carácter optimista. Era un revolucionario que nunca se mostraba desanimado.

Entre nuestros guerrilleros antijaponeses había muchos otros optimistas. De hecho, así fueron todos los combatientes que empuñando el fusil participaron en los combates de vida o muerte contra los imperialistas japoneses; nunca se mostraron pesimistas.

Si yo, aunque consideraba grave la falta cometida por los cuatro guerrilleros: Kang Wi Ryong, Ri Ul Sol, Jon Mun Sop y Han Chang Bong, no les impuse una sanción más dura que la advertencia, fue porque valoré el genuino optimismo y temperamento que los impulsaron a cometer aquel acto.

Después de haber sido testigo de aquel pequeño incidente llegué a convencerme de que aun cuando tuviéramos que emprender diez o cien marchas como la penosa, ellos nos seguirían hasta el fin.

Mi experiencia demuestra que los optimistas que hacen la revolución con la convicción en su victoria, no titubean ante ningún viento que sople. Se mantienen inconmovibles aun cuando al otro día serán llevados al patíbulo. Pero, quienes se metieron en la revolución sin poseer una clara convicción, para probar cómo era, porque lo hacían todos los otros, desertan en cualquier momento en busca de un lugar confortable.

Ustedes también habrán leído la reminiscencia que se refiere a la captura de cangrejos de río que hicimos en medio de una marcha. Podría decir que ese hecho sirve de un vivo ejemplo que muestra cuán importante rol desempeña el optimismo en la vida cotidiana y la lucha de los revolucionarios. A la expedición a Dunhua en el otoño de 1939 se le llama primera etapa de la operación de maniobra circular con gran destacamento y dicha captura de cangrejos de río ocurrió precisamente en el curso de esa expedición.

Por aquel entonces también nos encontrábamos en una situación abrumadora por la falta de alimentos. Teníamos que zafarnos de los enemigos para abrir las vías para conseguir provisiones, pero como las “tropas punitivas” nos pisaban porfiadamente los talones, nada podíamos hacer. Inexplicablemente por aquellos días no aparecía ni siquiera una liebre. Y como seguíamos caminando sólo por lugares inhabitados no había nadie que pudiera responder a nuestro ruego de conseguir alimentos.

Los guerrilleros estaban tan debilitados que cada vez que aparecían árboles caídos daban un rodeo, pues no les alcanzaban las fuerzas ni siquiera para saltarlos. A la orden de alto, cosa rara, se dejaban caer extenuados sobre la tierra o se tumbaban en cualquier lugar para recobrarse. Había quienes seguían durmiendo profundamente aun después de haberse dado la orden de partida. Originalmente las regiones ribereñas del curso superior del Songhuajiang, entre otras las llamadas Toudaobaihe, Erdaobaihe, Sandaobaihe y Sidaobaihe, eran zonas con muchos pantanos y selvas vírgenes, razón por la cual no las frecuentaban ni los cazadores. Por consiguiente, nuestra marcha no pudo menos que tener un ritmo lento.

Ayudando a levantarse a los compañeros desplomados trataba de darles ánimo: “¡Arriba, compañeros! Tengan ánimo. No deben perderlo en estas circunstancias. Cuando lleguemos a Liangjiangkou, descansaremos y comeremos bien y hasta saciarnos.”

Yo no era una excepción, también estaba extenuado y tenía hambre. Pero, el Comandante en Jefe no debía exteriorizar ese estado.

Un día, a la hora de almorzar, llegando a una loma de poca pendiente di la orden de alto y a mis escoltas impartí la tarea de bajar al pie para explorar la situación del lugar. Después de cumplir la misión me informaron que en el valle había un arroyo y no se observaba nada extraño.

Acompañado por algunos guerrilleros bajé a la orilla del arroyo y doblándome los pantalones hasta las rodillas me metí en el agua. Comencé a tantear con las manos por debajo de las piedras que movía ligeramente y pronto capturé un cangrejo bastante grande. Cuando lo arrojé a la orilla los escoltas gritaron a coro jubilosamente: “¡Un cangrejo!”

Porfiadamente se metieron en el arroyo. Se pusieron a capturar cangrejos con tanto entusiasmo que no parecían que habían pasado varios días sin comer. Si sentían frío irresistible en los pies, salían afuera por unos instantes y volvían a entrar y chapotear en el agua. Toda la unidad se animó con la captura de cangrejos. Hasta los compañeros que arrastrando pesadamente los pies habían seguido la marcha a la cola, se arrojaron al agua como en una competencia.

De regreso al lugar de descanso encendimos hogueras y asamos los cangrejos. Viéndolos bien asados, de color rojo y despidiendo un apetitoso olor, se dejaron oir por acá y por allá risas y bromas. La captura de cangrejos durante un corto tiempo cambió por completo el estado de ánimo de la unidad.

Por supuesto, unos cuantos cangrejos no pudieron llenar nuestro estómago. No obstante, mientras chapoteaban en el agua para cogerlos los guerrilleros lo olvidaron todo, tanto el hambre como el cansancio. Después de ese hecho se duplicó el ritmo de la marcha.

Aquel día, mirando el animado aspecto de los guerrilleros pensé en muchas cosas. ¿Cómo es posible que esos hombres que hasta poco antes daban rodeos a los árboles caídos por no tener fuerza para saltarlos, esos hombres que a la orden de alto se desplomaban rendidos de fatiga en cualquier lugar, se hayan tornado bruscamente tan alegres?

Creo que la captura de cangrejos despertó el optimismo de los guerrilleros. En el curso de la bulliciosa captura se relajó el cansancio y cambió el estado anímico … por consiguiente se sintieron recuperados y alegres como si no hubieran pasado varios días sin comer.

Si la captura de cangrejos pudo crear un ambiente animado entre los guerrilleros, fue porque avivó su sentido optimista.

Como mencioné también en ocasiones anteriores, en 1939, con motivo de la fiesta Tano, organizamos en el poblado llamado Yushigou actividades recreativas y deportivas conjuntas de los guerrilleros y los habitantes. Hubo también un partido de fútbol entre unos y otros, el cual resultó interesante. Como se jugó al cabo de mucho tiempo abundaron las pateadas en falso, lo que hacía morir de risa.

Los jugadores cometían muchas faltas, pero los espectadores no les censuraron en absoluto. Al contrario, esas faltas provocaban risas más jocosas.

Cuando, después de la batalla en la zona de Musan, los enemigos nos acosaban por los cuatro lados con enormes efectivos para liquidar el grueso del ERPC, no fue nada fácil como decir organizar tranquilamente las festividades de Tano e incluso partidos de fútbol en pleno centro de la tierra de Helong, donde no cesaban las incursiones de los “cuerpos de castigo”.

Lo podían acometer sólo los combatientes y jefes del ERPC que poseían los muy variables métodos de combate y valientes corazones que hervían de optimismo revolucionario.

Los revolucionarios son personas que miran el porvenir con optimismo. De hecho, la misma revolución comienza con el sueño del porvenir o la aspiración a una vida nueva. Es revolucionario quien teniendo un alto ideal del mundo del futuro lucha con perseverancia, en cuerpo y alma, por realizarlo. Si no tienen optimismo en cuanto al porvenir o fe en la victoria de la revolución, los hombres de por sí no tomarán el camino de la lucha y aun cuando se lancen a la revolución no podrán vencer en absoluto las severas pruebas y dificultades que salgan al paso.

Lo que distingue a los revolucionarios de otros hombres en el punto de vista de la vida, la personalidad, el credo y el modo de vida, no está sólo en la convicción, la voluntad, o la indoblegabilidad. Lo importante radica en el hecho de que ellos poseen ideales y aspiraciones más altos que nadie y en cualesquier circunstancias ven con optimismo el futuro en que florecerán estos ideales y aspiraciones. La convicción, voluntad y optimismo revolucionarios pueden llamarse los tres rasgos distintivos que deben poseer los revolucionarios, los tres factores que constituyen su cualidad ideo-espiritual.

Una vez, unos periodistas extranjeros me preguntaron dónde estaba la llave de mi salud pues, decían, el Presidente con sus 80 años de edad es tan saludable como una persona de 50.

Al oir esta pregunta les respondí que el secreto de mi buena salud estaba en vivir de manera optimista. A lo cual ellos aplaudieron al unísono. Mi opinión es que tal como la edad biológica de un ser humano depende de cuán optimista es su vida, la victoria o la vitalidad de la revolución en un país se deciden por el optimismo revolucionario.

El hombre, sólo viviendo de manera optimista, puede sentirse digno aunque viva un solo día. El ejército que lleva una vida sombría, falta de ánimo, no es capaz de unirse ni pelear bien.

La convicción y voluntad revolucionarias se hacen más firmes cuando se basan en el optimismo por el futuro y se mantienen inconmovibles hasta la victoria definitiva de la revolución.

¿Qué significa ser revolucionario? Quiere decir emprender el camino de la lucha con la determinación de enfrentar la prisión, el patíbulo, la muerte. Dicho en otras palabras, significa entregarse a la causa de la liberación nacional, clasista y del hombre, con un inalterable optimismo por el porvenir y la decisión de consagrarse por entero, en cuerpo y alma, al triunfo de la revolución. Vivir de manera revolucionaria, como a menudo decimos, significa vivir como los revolucionarios. Son revolucionarios los que en aras del porvenir emprenden sin vacilación el camino virgen, no pisado por nadie antes, y aun cuando en este camino tropiecen con cualesquier pruebas arduas las toman como una fortuna, los que se arrojan sin el menor titubeo al agua y el fuego con la alta determinación de considerar glorioso vivir o morir en el curso de la lucha en bien del Partido y el Líder, la Patria y el pueblo.

Pienso que precisamente aquí está la razón por la cual la vida de los revolucionarios es valiosa y digna.

En cuanto a los desertores surgidos en nuestras filas fueron todos, sin excepción, pesimistas que perdieron la fe en el porvenir. Eran débiles de voluntad que se habían metido accidentalmente en las filas de la revolución siguiendo su corriente en ascenso, pero cuando las dificultades se multiplicaron y la situación se tornó desfavorable, la abandonaron, desistiendo, sin importarles nada más que su propia vida.

En la década de los años 40 fue cuando en nuestras filas la alegría y el optimismo revolucionarios fueron más valiosos que nunca, porque sirvieron de piedra de toque para comprobar el verdadero valor de cada guerrillero y su lealtad a la revolución. Los que confiaron en nuestra victoria siguieron conmigo el camino de la revolución hasta el fin y los que pensaron lo contrario, separándose de las filas, abandonaron la revolución a medio hacer.

El optimismo revolucionario no surge por sí solo. Se forma sólo en el continuo proceso de educación y temple ideológico. Hablando con franqueza, no es nada fácil ser optimista en cuanto al porvenir en un momento en que todavía el enemigo sigue siendo poderoso y es difícil afirmar cuándo triunfará la revolución. Por eso mismo es preciso realizar de modo ininterrumpido la formación y el temple ideológicos. Si el ERPC pudo convertirse en un ejército poderoso que no se doblegaba ante ninguna tempestad, fue porque desde el comienzo prestamos gran atención a su preparación ideológica.

Fue constante nuestro esfuerzo por insuflar en los guerrilleros el ilimitado sentimiento de fidelidad a la revolución, el espíritu inflexible de lucha, el optimismo revolucionario y la firme convicción de la justedad y victoria de nuestra causa.

Cada vez que tenía tiempo disponible, inculcaba a los guerrilleros optimismo. Si yo les decía: “cuando alcancemos la independencia, iremos a Pyongyang, donde comeremos la exquisita sopa de mujol y el kuksu con caldo frío, y subiendo a la colina Moran admiraremos el río Taedong”, ellos gritaban a coro: “¡Qué bueno será! Tendremos que aproximar rápidamente ese día.” Y apretaban los puños. Y con coraje redoblado se arrojaban al combate.

Aquel Primero de Mayo de 1940, cuando sustituimos los manjares de la fiesta con un plato de carne de rana, mostré a los guerrilleros el optimismo revolucionario y la fe en la segura victoria.

Por la noche, sentados en torno a una hoguera departimos sin darnos cuenta cómo llegaba la madrugada. Hablando de la revolución, la Patria, los padres y hermanos que estaban en la tierra natal y del mañana cuando conquistáramos la victoria, pasamos horas agradables.

Yo me dirigí a los camaradas de armas: “Compañeros, si bien hoy celebramos el Primero de Mayo con un plato de carne de rana, luego de derrotar al imperialismo japonés iremos a Pyongyang, donde celebraremos la restauración de la Patria con platos hechos con el mujol del río Taedong. Ahora los enemigos nos están hostigando con frenesí, pero de ningún modo nos doblegaremos ni nos derrumbaremos. Todos, teniendo confianza en el día de mañana y manifestando en alto grado la dignidad de la nación coreana, la de los comunistas coreanos, luchemos más resueltamente para derrotar a los agresores imperialistas japoneses y lograr la liberación de la Patria.”

En las caras de los guerrilleros, iluminadas por la fogata, pude ver alegría y animación. Todos estaban pletóricos de fe y de la decisión de vencer con optimismo y coraje, las múltiples dificultades y rescatar a toda costa la Patria.

Si en aquel momento, ante las adversidades yo hubiera mirado sólo las lejanas montañas con los brazos cruzados o dicho a los guerrilleros, después de darles el plato de carne de rana, que como ya aplacaron el hambre debían ir para las tiendas, la atmósfera no habría sido tan alegre y animada. Muchos de ellos no habrían podido conciliar el sueño por la preocupación: “Si hoy apenas pudimos comer gracias a las ranas capturadas, ¿qué vamos a ingerir mañana?”

Si cuando se dio la orden de capturar las ranas y preparar con ellas la comida de la fiesta todos mis camaradas de armas vitorearon y se arrojaron al agua mientras se arremangaban o cuando yo sentado ante una hoguera hablé hasta muy avanzada la noche sobre las perspectivas de la revolución, me escucharon fascinados, sin que nadie se alejara de mi lado, fue porque en la persona de su Comandante en Jefe sintieron la férrea fe en la victoria de la revolución y la determinación de mantenerse inconmovible ante cualquier adversidad.

Mi determinación era que aunque los enemigos nos persiguieran como garrapatas, sin dejarnos dormir, ni comer, ni tampoco descansar, el ERPC nunca se plegaría ni se dejaría vencer.

Por esta razón, se considera muy importante el estado espiritual de los jefes militares. Es como una ley que si ellos poseen una firme determinación, la tienen también sus subordinados, y si poseen una férrea convicción, también los subalternos tienen convicción y voluntad inconmovibles. Tal como el optimismo de los soldados depende de la convicción de sus comandantes, así también el optimismo de las masas populares lo determinan la convicción y el temperamento de su dirigente. Por eso se explica que en los momentos adversos las masas miran primero la cara del personal de mando.

Nuestros guerrilleros creyeron en la victoria si yo lo decía, y si me veían sonriente, pensaban que era prometedora la perspectiva de la revolución. Si me veían pescando o tatareando alegremente siquiera por un rato, ya consideraban triunfante la acción proyectada.

También todos los demás jefes educaron a los combatientes en el optimismo. Aun en el curso de la marcha Choe Kyong Hwa y Kang Ton conversaban con frecuencia con ellos para darles ánimo.

Las actividades artístico-literarias sirvieron de importante medio para insuflar en los guerrilleros la convicción y el optimismo. Al margen de las labores cultural-recreativas revolucionarias no se puede hablar de la vida en la Guerrilla Antijaponesa, y sin canciones y danzas revolucionarias, de la victoriosa trayectoria del ERPC.

Tuvo razón el camarada Kim Jong Il cuando dijo que la revolución coreana comenzó con canciones, ha venido avanzado en medio de ellas y ha triunfado con ellas. Tal vez, en el mundo no exista otra revolución que esté tan estrechamente ligada a las canciones, que esté tan identificada con las canciones como la coreana.

La revolución misma constituye una magistral sinfonía, un emporio musical. No puede haber revolución divorciada de las canciones. Es inimaginable la historia del desarrollo del movimiento obrero mundial al margen de la “Internacional”.

Fueron las canciones las que durante la expedición a la Manchuria del Norte conquistaron a las masas que no abrían su corazón a nosotros y también en el caso de los chinos que nos rehuían fue la “Suwu”, amada por ellos, la que pudo atraerlos a nuestro lado.

Las canciones actuaron mucho en la trayectoria de mi vida. Puedo afirmar que si ésta comenzó con la “Canción de cuna”3, mi lucha revolucionaria se estrenó con la “Canción del río Amrok”4. Cantándola, al partir del embarcadero de Phophyong para cruzar el río tomé la decisión de rescatar la Patria. Con posterioridad, cada vez que la canté pensé en esta decisión y aceleré mis pasos en la lucha.

Ya en la época de la escuela secundaria escribí letras y compuse canciones. Así salieron la “Canción de Corea”5, la “Canción de la lucha antijaponesa” y la “Canción del Programa de Diez Puntos de la Asociación para la Restauración de la Patria”. En momentos adversos redoblaba las fuerzas con las canciones. Aun cuando nos llenábamos el estómago con agua pura por falta de alimentos, entonándolas vencíamos momentos difíciles. Entretanto crecí y avanzó la revolución.

Si escuchaba una canción, me olvidaba del hambre y se me redoblaba el ánimo.

Una vez, durante la Marcha Penosa, ocurrió que los escoltas se hundieron en una gruesa capa de nieve y no podían salir. Se debatieron para salir, pero no lograban mover las manos y piernas. Como no habían comido en varios días y estaban extenuados al extremo, les faltaban fuerzas. En aquel momento yo tampoco me encontraba en estado de moverme libremente. Me acerqué a los que estaban tendidos inmóviles como momias y les canté suavemente la “Canción de la bandera roja”. Al oirla se recobraron, y poniéndose en pie, continuaron la marcha.

Una vez sucedió que miles de enemigos bloquearon la base guerrillera de Chechangzi y numerosos habitantes del lugar murieron víctimas de la cruel hambruna. Fueron las canciones revolucionarias entonadas por los miembros del Cuerpo Infantil, las que levantaron a la lucha de vida o muerte a los habitantes de Chechangzi que se encontraban en estado agónico a causa de la crucial falta de alimentos y de las sucesivas “razzias punitivas” de los enemigos.

Por aquel tiempo, a diferencia de ahora, no teníamos conjuntos artísticos o creadores y artistas profesionales. No obstante, los guerrilleros antijaponeses por sí solos escribieron letras y compusieron excelentes canciones revolucionarias como, por ejemplo, la “Marcha de la Guerrilla”, así como crearon innumerables piezas teatrales, operísticas y coreográficas de matiz revolucionario.

Al igual que en la época del movimiento juvenil estudiantil, también en la época de las zonas guerrilleras organizamos con frecuencia representaciones artísticas, y cuando, luego de disolver esas zonas, realizamos operaciones de maniobra circular con grandes destacamentos en un vasto territorio, llevábamos a cabo actividades culturales como parte de la vida cotidiana. Ofrecimos funciones artísticas tanto en las montañas como en los poblados.

En esos casos instalábamos ametralladoras en los contornos para protegerlas. Con esta medida podíamos continuarlas tranquilamente aun cuando los enemigos se nos acercaran.

Los programas artísticos se desarrollaban tanto en días festivos y después de concluir importantes combates como cuando se recibían numerosos novatos. Independientemente de los lugares donde los organizáramos y de su repertorio, el objetivo final que perseguíamos fue insuflar en los guerrilleros y los habitantes el férreo espíritu revolucionario de derrotar a los enemigos desafiando mil veces la muerte, y hacer de ellos inflexibles combatientes revolucionarios.

También las presentaciones se hacían de manera optimista en correspondencia con este objetivo.

Los compañeros de la segunda compañía del regimiento 7 organizaron en Taoquanli una representación en forma de un acto de recreación conjunta de los guerrilleros y los habitantes, y se anunció: “Concurso de risas sonoras”. En los anuncios pegados se indicaron los pormenores del concurso y se invitó a venir a verlo. Se reunieron tantos espectadores que en el patio de la casa en que se realizaba y en sus contornos se formó un verdadero amontonamiento humano.

“Concurso de risas sonoras”, ¡cuán ingeniosa y chistosa expresión fue! Ya viendo el anuncio en los rostros apareció la risa.

En las guerrillas se hacía la representación artística no sólo en ocasiones festivas. También cuando ocurría algo triste los guerrilleros antijaponeses organizaban actos de recreación cultural y funciones artísticas para cambiar el estado de ánimo.

Por ejemplo, después de la muerte de O Jung Hup y Kang Hung Sok programamos sucesivamente dos representaciones artísticas de envergadura. Los combatientes y comandantes de nuestra unidad nunca se sintieron tan tristes y apenados como cuando murieron esos dos hombres. Por la noche del día en que se enterró el cuerpo inanimado de O Jung Hup se preparó una comida con arroz blanco y caballa salada, pero nadie quiso comer. Después de la liberación del país, cada vez que veía caballas Kim Jong Suk derramó lágrimas pensando en O Jung Hup, lo que hace suponer cuán decaído habría sido el estado anímico de nuestros guerrilleros después de perderlo.

Por esta razón, en el curso de una marcha dedicamos expresamente un tiempo a un acto de entretenimiento, y así con bailes, canciones y magia logramos aminorar en cierto grado el ambiente de tristeza que reinaba en nuestras filas.

También con motivo del ataque que emprendimos algunos días después contra Jiaxinzi, tuvo lugar una representación artística de envergadura en un bosque a la orilla del Songhuajiang. Hoy, los excombatientes antijaponeses y los historiadores la describen como una actividad de bienvenida a los guerrilleros novatos, pero en realidad el propósito que tuvimos al organizarla no consistía sólo en esto. Perseguíamos al mismo tiempo disipar el hondo sentimiento de aflicción y de pena, causado por la pérdida de O Jung Hup, y crear entre las filas un ambiente optimista.

Fue una función formidable.

Con troncos de álamos expresamente talados se hizo un escenario provisional e incluso se montó un telón con varias tiendas unidas. Como los troncos estaban congelados el suelo del escenario resultaba resbaladizo. Por eso, lo cubrimos con unas frazadas. Antes de iniciarse el programa se pegó el repertorio, en el cual había de todo, tanto coro y solo como danza y números de magia, así como concierto de armónicas. El telón se levantaba y caía a la señal dada por el pito.

Después de la cena se reunieron para ver la función los guerrilleros novatos y veteranos y también los ajoberos que iban con nosotros.

Recuerdo cómo aquella noche Kim Jong Suk cantó la “Canción de la emancipación de la mujer” y después bailó. Los bailes se ejecutaban al son de la canción de danza que venía de detrás del telón recogido.

Tuvo éxito también un sainete de entreacto.

Un guerrillero larguirucho que se había alistado en Diyangxi y otro incorporado en Yanji conmovieron al público con la narración de un filme como se desempeñaban los narradores en las películas.

El “Conjuro de Paebaenghi”6 tuvo un éxito extraordinario, pero no recuerdo quién lo ejecutó.

Un guerrillero de origen chino bailó montado sobre unos largos zancos como lo hacen hoy en el circo los acróbatas en entreactos. Esto también resultó muy interesante. En el curso de las marchas dicho compañero, montado sobre zancos, se encargaba de borrar las huellas dejadas por la unidad. Se presentó también un número de magia de Jo To On y se distinguió el coro de los novatos con el acompañamiento del banjo.

Por último se presentó una pieza teatral de un solo acto que describía la vida guerrillera. Yo concebí y escribí su guión aprovechando los pocos ratos que encontraba durante la marcha.

La función de aquella noche duró unas cuatro o cinco horas. No obstante, el público no se mostró cansado. Después de terminada la representación muchas personas pidieron intempestivamente que se les aceptara en la Guerrilla.

Las funciones artísticas del período de la Revolución Antijaponesa muestran a las claras cuán gran efecto producen el arte y la literatura en la educación de las personas en el optimismo.

La revolución no se hace sólo con la idea o voluntad o la disciplina. Además de la idea, la voluntad y el deber moral, se realiza con sentimientos y sentido optimista. El patriotismo no puede brotar al margen del sentimiento concreto de amor a la tierra natal y a los padres, a la esposa y los hijos. Si uno cree que puede aceptar como una verdad eterna la ideología de profundo sentido que es el comunismo, sin poseer sentimientos de afecto y de abnegación para el colectivo al que pertenece, está que piensa con simpleza.

Toda la trayectoria de la Revolución Antijaponesa testimonia que sólo los guerrilleros optimistas, poseedores de ricos sentimientos y motivaciones emotivas, se mantienen fieles hasta el fin a su dirigente y su ideología, y que, con una férrea fe en la victoria de la revolución y entregando todo su ser logran ser realizadores de proezas, a quienes no olvidarán la Patria y el pueblo.

¿Qué dijo Pak Kil Song en el momento supremo? “Oh, mi Patria, yo estoy orgulloso por ti. … El comunismo es precisamente la juventud del mundo. … Es la cuna en la que se cría el luminoso porvenir de la Patria. … Lo sabemos demasiado bien, por eso morimos con la cara sonriente.”

¿Qué exclamó en el momento de la muerte Choe Hui Suk quien perdiera los dos ojos a manos de los enemigos? Gritó que veía el triunfo de la revolución, el día en que nuestro pueblo acogía la liberación gritando vivas.

Los verdugos japoneses trataron de doblegar a Ri Kye Sun, sujeta con esposas, asegurándole que si pronunciaba unas cuantas palabras de arrepentimiento, la dejarían vivir, disfrutando de riqueza y prosperidad. Pero ella les increpó duramente: “Canallas, no me ensucien más los oídos. ¿Todavía no conocen a los comunistas coreanos?” Y al subir al patíbulo gritó que no estaba lejos el día de la restauración de la Patria.

Todos los combatientes caídos en el camino de la Revolución Antijaponesa fueron optimistas, poseedores de inalterable convicción en la victoria de la revolución y de ricos sentimientos y motivos emocionales.

Los revolucionarios son personas que ven el porvenir color de rosa. Son quienes consideran más precioso el mañana que el hoy, son fervorosos combatientes que sacrifican sin titubeo la flor de su vida en aras de ese mañana.

Si hoy estoy subrayándoles de modo especial la importancia del optimismo revolucionario, es porque la realidad nacional e internacional lo exige más imperiosamente que nunca.

Después del derrumbe del socialismo en muchos países, nuestro pueblo está enfrentando serias dificultades en varios aspectos a causa de las conjuras de restricciones de los imperialistas. Tropezamos con graves desafíos en todo, tanto en lo político y militar como en lo económico y cultural. Podemos afirmar que, aunque no estamos en guerra, nos hallamos en un estado de enfrentamiento más tirante.

No obstante, esta difícil situación no puede persistir indefinidamente, por 100 ó 200 años. La que estamos encarando es temporal e indudablemente será superada en cualquier momento.

Les incumbe a ustedes la tarea de superarla cuanto antes y de hacer avanzar lejos la Patria, para lo cual deberán apoyarse en sus propias fuerzas y luchar con tenacidad, mirando el porvenir con optimismo.

Hoy, lo que constituye el núcleo del optimismo es la voluntad de que si contamos con integrantes de la nueva generación de la revolución como es Kim Jong Il, la victoria será nuestra. Como él está dirigiendo la revolución tenemos plena razón para mirar el porvenir con optimismo.

Quisiera reiterarles una vez más que confíen sólo en Kim Jong Il, porque entonces todo marchará bien. En su espíritu está el futuro de Corea y el del siglo XXI. Es seguro que la historia lo confirmará.

En los años de la Revolución Antijaponesa, el gran Líder, conduciendo de manera independiente la revolución coreana, hizo ingentes esfuerzos también para fortalecer la solidaridad con las fuerzas revolucionarias internacionales.

Refiriéndose al período histórico, desde finales de la década de 1930 hasta principios de la de 1940, en que, al estrechar más el vínculo con la Internacional y la Unión Soviética la revolución coreana se desplegaba con proyecciones más amplias hacia el exterior y la resistencia antijaponesa común coreano-china se desarrollaba hacia una nueva etapa de lucha de forma más alta ya que además de Corea y China, abarcaba la Unión Soviética, recordó lo siguiente:

En 1939 logramos restablecer el vínculo con la Internacional que se había cortado hacía años. Fue en vísperas de la operación de maniobra circular en grandes unidades, cuando acabábamos de vestirnos con nuevos uniformes enguatados.

En aquel entonces el grueso del ERPC estaba entregado de lleno al estudio político y la preparación militar en el campamento secreto de Hualazi, en el distrito Antu.

Un día, Kim Il, que había salido para acciones con una pequeña unidad llevó atados a la Comandancia a tres hombres vestidos con el sobretodo tradicional chino de color negro. Según me informó, los detuvo cuando regresaba de cumplir la misión porque eran muy sospechosos por su ropa y conducta, y a su parecer, no eran labriegos de la aldea montañosa sino, probablemente, agentes de los japoneses.

Ellos llevaban revólveres, cacerolas y soya tostada.

Yo conversé con aquellas tres personas.

Al oir que la unidad bajo mi mando era el segundo Destacamento y que me llamaba Kim Il Sung, se identificaron como enlaces de la Internacional y sacaron una cajita de fósforos, que por sus cerillas muy largas no eran de fabricación manchú ni coreana. Eran de producción soviética. Mas, en aquel entonces nadie lo sabía.

Para comprobar más claramente su identidad les exigimos presentaran otras pruebas.

Nos mostraron un pequeño cuchillo, que habíamos dado como contraseña de contacto a Wei Zhengmin antes de partir hacia la Internacional. Lo reconocí.

Aunque habían transcurrido muchos años y padecido duras penalidades, no se había borrado de mi memoria. Lo había dado a Wei Zhengmin diciéndole que al llegar a Moscú lo guardara en la Internacional como contraseña de contacto para que pudiéramos comprobar con él la identidad del hombre que ella nos enviaba.

De esta manera, con este cuchillo bastaba para conocer que aquellas tres personas, a quienes la pequeña unidad de Kim Il casi consideraba como agentes de los japoneses eran enlaces de la Internacional. Nos alegró el hecho de que ésta nos enviara enlaces sin dejarnos en el olvido, fuera cual fuese su misión.

De este modo fue restablecido el lazo con la Internacional que quedó roto después de la Conferencia de Nanhutou. Esto coincidió con el tiempo en que estábamos preparando una nueva operación con vistas al combate decisivo contra más de 200 mil efectivos enemigos, lo cual nos estimuló.

La Internacional, según palabras de los enlaces, nos había enviado seis personas. De éstas, tres, al enfermarse cuando andaban en nuestra búsqueda, tuvieron que regresar, y por eso quedaron tres personas. Dijeron que entre los que regresaron figuraba un coreano.

Y expresaron que perdieron mucho tiempo y sufrieron mucho andando acá y allá en busca de la unidad de Kim Il Sung porque la Internacional les había indicado simplemente que la buscaran alrededor de Yanji, sin señalar exactamente el lugar donde radicaba. Con el croquis que tenían al salir de la Unión Soviética, explicaron, no pudieron encontrar con facilidad el rastro de la unidad porque ella se desplazaba de un lugar a otro.

Para colmo de males, continuaron, la población no les abrió su corazón, por eso quisieron regresar a la Unión Soviética renunciando a contactar con nosotros, pero, felizmente, al pasar por Sandaogou en el distrito Antu se encontraron con una persona que les insinuó que fueran hacia Hualazi. Y añadieron que sufrieron daños por un incendio cuando dormían en una cabaña en el monte: se les quemaron ropas e incluso los alimentos, por lo cual apenas engañaban el estómago con soya tostada; querían, pues, regresar dejando de cumplir su misión, si en Hualazi no se encontraban con nosotros. Confesaron que desde el mismo día en que pusieron los pies en Manchuria tenían la impresión de ser náufragos en alta mar. Esto quiere decir que su itinerario fue muy complicado y desolado.

Ordené que se les suministraran nuevos uniformes y todos los artículos de uso diario. Al fin de la larga caminata los tres descansaron con sosiego en la tienda de la Comandancia, después de cambiarse de ropas y comer un bocado.

En un documento oficial del Estado, al referirse al hecho de que a finales de 1939 la Internacional envió sus enlaces al gran Líder, camarada Kim Il Sung, y al Ejército de ruta No. 1 de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Nordeste, los imperialistas japoneses, anotaron lo siguiente:

“… El 11 de octubre del año 6 de Kangde (1939) ocho rusos con revólveres, vestidos como los bandoleros comunistas, visitaron con otros dos intérpretes coreanos a Kim Il Sung y sostuvieron con él importantes conversaciones cuando los bandidos bajo su mando se estacionaban en la selva Zhenfeng al noroeste de Sandaogou del distrito Helong. Allí permanecieron cerca de diez días sin contactar con nadie, a excepción de los cuadros principales, y luego partieron con 12 enfermos de esa unidad. Tales rusos eran enlaces que vinieron de la Unión Soviética... No se saben con claridad los detalles, pero parece que vinieron directamente de la Unión Soviética con una importante misión de enlace.” (Informe del cónsul Kiuchi acreditado en Hunchun, el 26 de julio del 15 de Showa (1940)).

“Otro asunto atañe a la línea directiva del partido. En diciembre del año pasado (1939) cuatro enlaces fueron enviados directamente desde la Unión Soviética al Ejército de ruta No.1, pero el contenido y objetivo de su misión aún no se han conocido en absoluto. Tal hecho se anotó claramente en una correspondencia que Wei Zhengmin había enviado a Yang Jingyu, y fue interceptada en Fusong el 22 de enero de este año (1940). Su itinerario es claro: de Dunhua a Dapuchaihe, y pasando otra vez por Liangjiangkou, llegaron …” (“Movimientos del Ejército de ruta No. 1 de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Nordeste”, No.77 del “Mensuario ideológico”, departamento penal del Ministerio Judicial, noviembre del 15 de Showa (1940)).

El contenido de la nota que la Internacional nos había enviado fue corto y constaba de los siguientes dos asuntos: Uno era que la Internacional pedía al Ejército Revolucionario Popular de Corea y al Ejército de ruta No. 1 enviar sus delegados a la conferencia de los comandantes de las guerrillas en Manchuria que convocaría, y el otro era que a las guerrillas antijaponesas en el Nordeste de China le sería conveniente suspender por un tiempo las acciones con grandes unidades.

En aquel tiempo la Internacional y la Unión Soviética analizaban desde un nuevo punto de vista el rumbo del desarrollo del movimiento guerrillero antijaponés en esa región. Si examinamos el estado real del movimiento de las Fuerzas Unidas Antijaponesas a finales de la década de 1930; su situación interna era un poco complicada. Entre el Ejército de ruta No. 2 y el de ruta No. 3 que actuaban en Manchuria del Norte y en la región Jidong había ciertas divergencias en cuanto a la dirección, la unión y otras cuestiones.

Para disiparlas los funcionarios de la Internacional habían sostenido en la Unión Soviética las consultas necesarias con los delegados de los referidos Ejércitos. Parece que en las frecuentes discusiones ellos acordaron que, aprovechando la oportunidad de que estos delegados se reunían en el mismo lugar, se invitara hasta a los del ERPC y del Ejército de ruta No. 1 en Manchuria del Sur, para efectuar a una escala más amplia la discusión encaminada a tomar medidas para registrar un auge en la Revolución Antijaponesa en toda la región del Nordeste y para desarrollar el movimiento guerrillero en Manchuria en concordancia con la política que la Unión Soviética aplicaba en el Extremo Oriente.

Desde luego, los enlaces de la Internacional no nos explicaron en detalle tal cosa. Sin embargo, era del todo posible sacar tal conclusión tanto desde el punto de vista de la situación militar y política en el Lejano Oriente como a la luz de una serie de políticas aplicadas por la Unión Soviética y la Internacional en aquel entonces.

Pero, Wei Zhengmin, Yang Jingyu y yo, no estábamos en condiciones de abandonar el campo de la guerra de guerrillas. En el tiempo en que el enemigo emprendería pronto una gran correría “punitiva”, si hubiéramos ido para la Unión Soviética dejando nuestras unidades, habríamos podido causarle enormes daños a la realización de la nueva operación e influenciado negativamente en la moral de los guerrilleros.

Tampoco pudimos aceptar impensadamente la sugerencia de la Internacional, concerniente a reconsiderar las acciones en grandes unidades. Era necesario analizar seriamente la probabilidad de que su interrupción significara la dispersión y retirada pasivas.

Yo les expliqué detalladamente a los enlaces nuestra posición respecto a los dos puntos referidos, y luego envié a uno de ellos a Wei Zhengmin. Lo guió un enlace de la Comandancia con la contraseña “Mangang”.

Al partir los enlaces de la Internacional del campamento secreto de Hualazi, le enviamos a esta organización documentos y materiales fotográficos referentes a la lucha del ERPC. Estos podían conservarse con seguridad en la Unión Soviética y así nos libraríamos de la carga que representaba llevarlos.

Esos documentos y materiales fotográficos cabían en una mochilla. Entre ellos figuraba la foto que me tomé con anteojos en el campamento secreto de Wudaogou en el distrito Linjiang.

Posteriormente supimos que los enlaces de la Internacional, a mitad del regreso a la Unión Soviética desgraciadamente fueron arrestados por miembros de un cuerpo de autodefensa al cruzar la vía férrea en un lugar del distrito Helong. De esta manera, esos documentos y materiales fotográficos pasaron todos a manos de los imperialistas japoneses, sin llegar a la Internacional. La aparición de nuestras fotos en los apuntes oficiales del imperialismo japonés es un testimonio irrefutable de que los enlaces fueron detenidos cuando regresaban a la Unión Soviética.

Entre ellos figuraba un chino con el nombre Ning. En la carta enviada por Wei Zhengmin a la Internacional se informaba del hecho de que Ning había sido herido en un enfrentamiento con el enemigo.

Wei Zhengmin tuvo la misma opinión que nosotros en cuanto a los dos puntos propuestos por la Internacional.

Fue a principios de la década de 1930 que establecimos relaciones con la Internacional. Podría decirse que hasta la primera mitad de la década de 1930 el vínculo entre nosotros y la Internacional era relativamente bueno.

Sin embargo, desde comienzos de 1936, —en que Wei Zhengmin regresó de la visita a Moscú para disipar las divergencias acerca del problema de la lucha contra la “Minsaengdan” que quedó inconcluso en la Conferencia de Yaoyinggou7—, hasta el otoño de 1939 casi no hubo intercambio de visitas entre nosotros y la Internacional. Nosotros no enviamos enlace a la Internacional y viceversa.

Hablando francamente, no tuvimos necesidad de ir a ella. Ya que el problema de la importante línea relacionada con el destino futuro de nuestra revolución estaba justamente resuelto, nos bastaba con proseguir la revolución de acuerdo con la orientación adoptada en la Conferencia de Nanhutou.

Según la diáfana línea impulsamos la revolución y con el monte Paektu como centro extendimos la lucha armada hacia el interior del país. Nuestra invariable posición y nuestro estilo de lucha fue trazar de manera independiente todas las líneas y las políticas y materializarlas con el espíritu revolucionario de apoyarnos en nuestras propias fuerzas. Mucho nos faltaba y múltiples dificultades salían a nuestro paso, pero nosotros, los comunistas coreanos, íbamos superándolos por nuestra cuenta. Nunca extendimos nuestras manos a otros ni les pedimos algo, impertinentemente.

Si hoy seguimos siendo el Partido de más firme carácter independiente, la nación y el país de más firme soberanía en el mundo, se debe a que poseemos las tradiciones y experiencias históricas de haber sostenido con firmeza la línea revolucionaria de independencia desde los años de la Revolución Antijaponesa.

En el mundo muchos países desarrollaron la lucha guerrillera y no pocos desplegaron la guerra moderna con fuerzas armadas regulares para expulsar fuerzas extranjeras. Pero es difícil encontrar el ejemplo de la resistencia armada que se desarrollara en condiciones tan difíciles como en nuestro país. Digo a menudo que luchamos más de 15 años sin retaguardia estatal ni apoyo de fuerzas armadas regulares, y no exagero ni una pizca. Es una expresión literal de lo ardua que fue la revolución coreana.

Conocemos bien que durante la Segunda Guerra Mundial los guerrilleros yugoslavos combatieron con éxito. Pero, teniendo en cuenta que Yugoslavia fue ocupada por las tropas de Alemania en abril de 1941 su historia guerrillera no pasa de unos cuantos años. En aquel tiempo, en el cual Tito emprendiera la lucha guerrillera, existían en ese país muchos remanentes de su ejército regular.

Por añadidura, la guerrilla yugoslava recibió mucha ayuda de los soviéticos. Zhúkov escribió en sus memorias que la Unión Soviética envió a ese país cientos de miles de armas, en lo que se refiere sólo a las ligeras como fusiles y ametralladoras. También, dicen que recibió de ese país armas pesadas como cañones y tanques.

Lo mismo podemos decir en el caso de la guerra antijaponesa del pueblo chino.

No cabe hablar de que las tropas, de millones de efectivos, al mando de Jiang Jieshi se dedicaron únicamente a la lucha anticomunista. Es cierto que, aunque pasiva y remolonamente, enarbolaron la bandera antijaponesa o hicieron frente al ejército nipón. Si mantuvieron a raya aunque fuera en reducida escala al ejército japonés, hay que considerarlo como apoyo de ese ejército regular a la lucha guerrillera del pueblo chino. Puede decirse que la palabra colaboración del Guomindang y el Partido Comunista significaba la resistencia antijaponesa común.

En nuestro país el ejército regular dejó de existir en 1907. Más de 20 años después emprendimos la lucha armada. Por entonces no existió ni el ejército regular, ni sus remanentes.

Está de más decir que no tuvimos retaguardia estatal, pues el país había sido usurpado.

Había unos cuantos rifles que habían dejado los soldados voluntarios o los miembros del Ejército independentista. Pero estas armas eran anticuadas y, para colmo de males, estaban oxidadas, por eso no se podían utilizar para nada. No había otra alternativa que conseguirlas con la vida una a una.

Sería un cuento de nunca acabar expresar las dificultades con que tropezamos en la lucha armada, y las penalidades que nuestros guerrilleros sufrieron en el monte durante cerca de 10 años.

No obstante, no alargamos la mano a otros.

Como antes dijera en varias ocasiones, la Internacional, mientras prestaba enorme atención a la revolución de los países grandes como China o la India, no hizo lo mismo con la coreana. Algunos funcionarios de la Internacional la consideraron como un apéndice de la china o de la japonesa.

En lo referente a la revolución china prestaron mucha atención a la lucha en el centro de su territorio, pero a la revolución que se llevaba a cabo en su parte Nordeste, le pusieron sólo, digamos, el ojo izquierdo. Todo el mundo sabe que la Internacional envió al Guomindang como consejeros a Borodin y Blücher. Al Partido Comunista le envió a Voitsinski, Marin y Otto Braun.

Pero, no envió a nadie para la revolución en el Nordeste de China. La poca ayuda que le había dado se destinó exclusivamente al Ejército de ruta No. 2, o al de ruta No. 3. No es exagerado decir que se mostraba casi indiferente ante el Ejército Revolucionario Popular de Corea y el Ejército de ruta No. 1 en Manchuria del Sur que actuaban en lugares muy lejanos de la frontera Unión Soviética-Manchuria.

Del menosprecio de la internacional a la revolución en el Nordeste es clara prueba el hecho de que destinó al centro de China, y no a este lugar, la mayor parte de los comandantes de origen manchú que habían estudiado en la Unión Soviética. Liu Hanxing, jefe de Estado Mayor del segundo Ejército de las Fuerzas Revolucionarias Populares del Noreste y Li Jingpu del quinto Ejército que en la etapa de la zona guerrillera habían librado junto con nosotros la lucha común en Jiandao, fueron enviados a Yanan y no a los lugares de los cuales habían procedido, después de concluir los estudios en la Unión Soviética. Sólo después de la derrota del imperialismo japonés pudieron retornar al Nordeste.

Los japoneses anotaron en sus registros como si la revolución en el Nordeste se llevara a cabo con apoyo de la Unión Soviética o de la Internacional, lo que es una suposición sin fundamento, en desacuerdo con los hechos.

En un tiempo los japoneses propagaron que yo recibí entrenamiento en el Instituto Comunista ubicado en Moscú y en el verano de 1938 fui de la Unión Soviética a Manchuria conduciendo una tropa élite. Según una nota oficial de Japón yo permanecí largo tiempo en ese país, entrenando a mis subordinados, y con la ayuda de él regresé a Manchuria, y según otra volví después del incidente de Zhanggufeng8 para desplegar enérgicas acciones en Dongbiandao.

El objetivo de tal difusión residía en debilitar y paralizar la influencia que ejercíamos en el pueblo del interior del país al describir como si actuáramos bajo instigación o manipulación de la Unión Soviética o de alguna fuerza foránea.

En realidad, por aquel tiempo no recibimos una ayuda apreciable de la Unión Soviética ni de la Internacional. Cuando estábamos en Wangqing pedimos por correspondencia a ese país nos construyera una fábrica de granadas, de lo cual no nos envió ni respuesta. Por eso, nosotros mismos fabricamos y utilizamos granadas denominadas “Bomba Yanji”.

La Internacional, que se mostraba algo fría e indiferente ante la revolución del Nordeste de China o la de Corea, ¿por qué, al entrar en 1939, tomó la inusitada medida de invitarnos a la Unión Soviética mediante el envío de sus enlaces?

En una palabra, puede decirse que tal cambio fue originado por las exigencias de la situación política-militar de la Unión Soviética en que la agresión de Japón a ese país era ya un hecho. La Unión Soviética, después de ver una vez más y con claridad la intención de expansión territorial de los imperialistas japoneses y su vandálica naturaleza en los incidentes de Jasan y Jaljingol9, tenía clara conciencia de que ellos lanzarían el “ataque al norte” en cualquier momento, y buscaba junto con la Internacional vías para hacerle frente, desde todos los ángulos.

Un punto de especial importancia que analizó la Internacional a este respecto, fue buscar aliados que pudieran apoyar, arma en mano, a la Unión Soviética por los flancos y detrás, y realizar la alianza militar-política con ellos. Quien en el Oriente podía ayudar con las armas a la Unión Soviética era nada más que el Ejército Revolucionario Popular de Corea y las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Nordeste. La Internacional consideró las fuerzas armadas antijaponesas en el Nordeste como una parte de las fuerzas armadas de la Unión Soviética en el Extremo Oriente, como fuerzas externas suyas, y se proponía utilizarlas como un destacamento suyo en el caso de emergencia. La posición de la Unión Soviética a este respecto era similar.

Me parece que los soviéticos, quienes hasta la primera mitad de la década de 1930 no miraban con interés hacia el movimiento antijaponés del Nordeste, llegaron a reconocer la capacidad de las guerrillas de Manchuria al ver cómo el Ejército Revolucionario Popular de Corea y las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Nordeste realizaban poderosas acciones de ataque en la retaguardia enemiga para proteger a la Unión Soviética durante los sucesos de Jasan y Jaljingol. Desde entonces, ellos se esforzaron en varios sentidos para promover los vínculos con nosotros.

La Internacional también marchó al mismo paso en esto. Desplegó todas las actividades desde el punto de vista de apoyar a la Unión Soviética, lo cual era su misión principal y, a la vez, su política invariable.

Esto no quiere decir que la Internacional y las autoridades del ejército soviético del Lejano Oriente tuvieran desde el primer momento completa identidad de criterio en cuanto a las fuerzas antijaponesas del Nordeste. La posición de la Internacional en cuanto a las guerrillas en Manchuria era dirigir la atención principal a conservarlas hasta que sobreviniera el período de guerra, y la de las autoridades militares del Lejano Oriente era que, como toda China había entrado en estado de guerra y no podía evitar las pérdidas, debían lanzar una enérgica ofensiva militar contra el ejército japonés para cerrarle el paso hacia el territorio principal de China.

De todas maneras, que la Internacional prestara mayor atención que antes al movimiento antijaponés del Nordeste y nos invitara a la Unión Soviética para consultar con nosotros importantes asuntos estratégico-tácticos, significaba que su política había sufrido un cambio digno de analizar. Resultó que nuestras fuerzas crecieron tan poderosamente que podían apoyar con las armas a la Unión Soviética desde la retaguardia del enemigo.

Sin embargo, dejando en suspenso la sugerencia de la Internacional no interrumpimos las acciones en grandes unidades ni fuimos a la Unión Soviética. Al contrario, asentados como antes en Manchuria desplegamos con denuedo las operaciones de maniobra circular en grandes unidades destrozando sin piedad la ofensiva del enemigo, según nuestro programa.

La conclusión victoriosa de esa operación nos permitió trazar con iniciativa una nueva orientación de lucha, sin caer en la pasividad. Si hubiéramos ido a Jabarovsk o pasado de inmediato a las actividades con pequeñas unidades según las exigencias de la Internacional, no habríamos podido realizar las operaciones de envergadura como la de maniobra circular con grandes destacamentos.

En el otoño de 1940 el gran Líder recibió otro aviso de la Internacional en que se le invitaba a participar en una reunión. Para transmitírselo los mensajeros habían tenido que burlar la línea de muerte. En cuanto a ello recordó lo siguiente:

A mediados de octubre de 1940 recibí otro aviso de la Internacional. Por entonces todas las unidades del ERPC efectuaban en distintas partes actividades con pequeñas unidades cumpliendo la orientación de la Conferencia de Xiaohaerbaling.

Llegaron dos enlaces de la Internacional. Dijeron que los había enviado el general Liúshenko, de la comandancia del ejército soviético en el Lejano Oriente, para comunicarnos que nos invitaba, en nombre de la Internacional, a una conferencia que ésta convocaría en Jabarovsk en el mes de diciembre. Nos entregaron, además, una directiva de esta organización, según la cual todos los destacamentos antijaponeses que actuaban en Manchuria debían pasar de actividades con grandes unidades a las con pequeñas, y debíamos trasladarnos sin demora al Extremo Oriente para establecer allí las bases donde nos repararíamos y reorganizaríamos las fuerzas.

Liúshenko tenía un cargo en la comandancia del Lejano Oriente y, al mismo tiempo, se encargaba de los asuntos que le asignaba la Internacional. Posteriormente, me encontré con él en Jabarovsk. Al verme, manifestó que le había costado mucho tomar mi mano, y explicó en detalle de repetido envío de pequeñas unidades y grupos para lograr contacto con nosotros. Poseía tal fervor y afabilidad que desde el primer momento atraía el corazón del interlocutor.

Liúshenko usaba frecuentemente el seudónimo de Wang Xinlin y se dedicaba principalmente a la tarea de establecer contactos entre nosotros y la Internacional y la Unión Soviética.

Según palabras de los enlaces, a la conferencia de los comandantes de guerrillas en Manchuria que la Internacional había efectuado en Jabarovsk a principios de 1940 asistieron únicamente los delegados de las guerrillas de Manchuria del Norte y de la región Jidong, y no los del ERPC y del Ejército de ruta No. 1.

Pero, la Internacional, sin renunciar a su plan, se esforzó para convocar a toda costa la conferencia de los comandantes de todas las unidades de las fuerzas armadas antijaponesas en el Nordeste a fin de discutir la dirección del desarrollo del movimiento antijaponés de esa región y vencer la crisis por la que atravesaba la Unión Soviética.

La Internacional había enviado a los enlaces en septiembre de 1940 con el aviso sobre la convocatoria de la reunión, pero ellos llegaron en octubre. El aviso se transmitió por radiotelegrafía a los Ejércitos de ruta No. 2 y No. 3, pero a nosotros por enlaces porque no teníamos sistema de radiocomunicación. La internacional indicó como participantes en la Conferencia de Jabarovsk a comandantes generales, comisarios políticos, secretarios de partido y otros cuadros militares y políticos importantes de todos los ejércitos de ruta.

Avisé a Wei Zhengmin de la llegada de los enlaces y le sugerí que tomáramos una decisión conjunta a este respecto.

Wei me contestó que debíamos asistir a la reunión porque la auspiciaba la Internacional, pero él no podía ir por su mala salud. Y me pidió que si iba a la Internacional lo hiciera en representación del Ejército Revolucionario Popular de Corea y, a la vez, del Ejército de ruta No. 1 de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Nordeste y del comité provincial del Partido en Manchuria del Sur.

La demanda de la Internacional en relación con las actividades en pequeñas unidades concordaba con la orientación que al respecto habíamos tomado en la Conferencia de Xiaohaerbaling.

La situación político-militar de aquel entonces se tornó mucho más crítica en comparación con el período de finales de 1939 y principios de 1940 en que desarrollábamos las operaciones en grandes unidades. Es decir, en ese período era difícil desplazarse con osadía en grandes destacamentos.

Ante todo era difícil conseguir alimentos para las grandes unidades porque el enemigo había completado la concentración de aldeas. En no pocos casos debíamos derramar sangre para conseguir un gramo de cereales y un bollo de maíz. Siempre lográbamos obtener alimentos a costa de la sangre de nuestros compañeros de armas.

Los enemigos canalizaban enormes fuerzas en la operación por lo fundamental y en la operación por lo ideológico.

La política de aquel entonces concerniente a las aldeas de concentración resultó ser más cruel que la anterior que habíamos visto en Jiandao Oeste. Los enemigos, valiéndose del método de incendiar todas las casas dispersas y de construir “aldeas armadas”, trataron de separar con violencia a “los bandidos de la población” y, al mismo tiempo, fortalecieron el control de los alimentos, los materiales, los proyectiles, etc, y la búsqueda y el arresto de los “elementos relacionados con el bandido”, y arreciaron la vigilancia en los embarcaderos. También el control sobre el cultivo secreto del opio era más que intenso.

No obstante, hablando ruidosamente sobre la “salvación de los pobres” o del “trabajo por el mejoramiento de la vida de la población”, trataron de descomponer ideológicamente a las masas revolucionarias y otros sectores del pueblo.

Nuestra experiencia demostró que con actividades en pequeñas unidades podíamos resolver de modo relativamente más fácil el problema de los alimentos que con las en grandes unidades. A la hora de trazar la estrategia y la táctica, no podíamos menos que tener en consideración el problema de las provisiones. Lo primero eran los alimentos y, después, la táctica. ¿Pueden luchar sin comer? Puede decirse que cambié la frase: ropa, alimento y vivienda, por otra: alimento, ropa y vivienda, por los muchos sufrimientos que tuve en los años de la guerrilla por falta de alimento.

Si actuábamos en pequeñas unidades yendo y viniendo del Lejano Oriente podríamos realizar con facilidad el trabajo político entre la población, y ejecutar bien el entrenamiento y la formación de sus cuadros. Además, en el verano podríamos desplegar las acciones militares, y en el invierno tener tiempo y espacio para realizar entrenamientos militares y estudios políticos en lugares que nos indicaría la Unión Soviética. Esto sería favorable también en el sentido de conservar y formar nuestras fuerzas.

De finales de la década de 1930 hasta principios de la de 1940 perdimos a un gran número de cuadros a causa de los grandes ataques “punitivos” del enemigo.

Expliqué a los enlaces de la Internacional que, reflejando las demandas del propio desarrollo de la Lucha Armada Antijaponesa, habíamos adoptado en la Conferencia de Xiaohaerbaling la orientación de preservar nuestras fuerzas y pasar a actividades en pequeñas unidades, y que tendría en cuenta en lo adelante la sugerencia de invitarnos a entrar en la Unión Soviética.

En vista de que los enemigos actuaban con frenesí para acabar con nosotros, ganar tiempo y preparar espacio para reparar y reorganizar nuestras fuerzas podía ser una medida necesaria tanto para el presente de la lucha armada como para su porvenir. De hecho necesitábamos tal zona estable para conservar y formar las fuerzas.

En aquel entonces prestábamos gran atención a la preservación de las fuerzas porque teníamos la convicción de que el día de la victoria definitiva de la revolución coreana se acercaba con rapidez.

Al entrar en la segunda mitad de 1940 las llamas de la Segunda Guerra Mundial se extendieron a lo largo y ancho de Europa. Todo el mundo preveía que estallaría una guerra entre la Unión Soviética y Alemania. Japón trazaba un plan para iniciar otra guerra que apuntaba al Sur sin concluir el conflicto con China. Si Japón la desencadenaba contra Estados Unidos e Inglaterra, era más que claro qué consecuencias traería esa aventura.

En tal situación el mejor remedio era evitar un choque frontal y conservar, ampliar y fortalecer las fuerzas. Tal opinión nuestra concordó en lo fundamental con la de los soviéticos y los funcionarios de la Internacional.

Era loable que la Unión Soviética estuviera dispuesta a asegurar en su territorio bases que nos permitieran reponer y reorganizar las fuerzas y preservar y ampliar las filas, y a darnos el apoyo militar y material necesario.

Pero no me apresuré a ir para la Unión Soviética. Tuve que meditarlo mucho, pues era un problema importante. Primeramente pasó por mi mente la idea de cuánto tiempo debíamos permanecer en el Lejano Oriente en el caso de ir allí, es decir, si sería corta o larga nuestra estancia. Pasaban también por mi pensamiento otros problemas: en caso de establecer bases en el Lejano Oriente y estacionarnos allí por largo tiempo de qué manera debíamos continuar la lucha armada; cuando fuera necesario, nos podríamos ir libremente de allí para el interior de nuestro país o a Manchuria; cómo deberíamos dirigir en lo adelante el movimiento en el país, etc. Además era necesario tomar medidas pertinentes.

Este razonamiento me llevó a analizar y resolver la cuestión de entrar en el Lejano Oriente teniendo en cuenta los siguientes casos posibles:

En el primer caso, el grueso quedaría en el lugar que ocupaba y sólo los comandantes irían para participar en la reunión, y de regreso continuarían la lucha en el mismo lugar; en el segundo caso, los comandantes irían primero y después de tomar parte en la reunión llamarían a sus unidades a pasar a la Unión Soviética en un tiempo oportuno en que lo permitiera la situación; y en el tercer caso, haciendo coincidir en el tiempo la participación en la reunión y el traslado al territorio de la Unión Soviética, permaneceríamos allí, temporalmente, tomando medidas posteriores.

En lo que se refiere al caso de pasar al Lejano Oriente dispuse actuar sobre la base del principio de crear nuevas bases en el territorio de la Unión Soviética a partir de la premisa de reforzar en la mejor forma las secretas establecidas en la zona del monte Paektu. Para esto necesitaba tiempo y analizar más detalladamente la situación.

Originariamente, según la orientación de la Conferencia de Xiaohaerbaling habíamos acelerado los preparativos para pasar el próximo invierno, mientras desplegábamos acciones en pequeñas unidades, teniendo como escenario la zona bajo nuestro control. No podíamos abandonarlos a mitad de camino.

Sobre la base de tal análisis y juicio postergué mi respuesta a la petición de la Internacional e hice que los hombres a quienes había enviado antes a la Unión Soviética averiguaran y me informaran de los pormenores de la situación de allí. Entretanto, seguíamos impulsando los preparativos para el invierno.

Asigné a Ri Ryong Un la tarea de abrir un nuevo paso a la Unión Soviética, por una parte y, por la otra, hice comprobar una vez más la exactitud y seguridad del paso que desde antes habíamos utilizado.

Ri Ryong Un era jefe de regimiento, conocido como guerrero en el tercer Destacamento. Fue el sucesor de Jon Tong Gyu, quien en agosto de 1939 murió en el combate de Dashahe y Dajianggang del distrito Antu.

De inicio, él debía ir para la Unión Soviética con la carta de Wei Zhengmin dirigida a la Internacional. Pero no pudo hacerlo por otra cuestión.

Por ser corpulento aparentaba más años. Era discreto al hablar y reservado. En los días ordinarios era apasible, pero al combatir, muy valiente y ágil.

Ocurrió cuando la unidad a que pertenecía él arremetía a una aldea de concentración del distrito Dunhua. Se les habían agotado los víveres durante una caminata. Por eso decidieron atacar esa aldea de concentración y enviaron a exploradores. Según los datos de la situación enemiga que ellos trajeron allí existían solamente tres adversarios. Entonces, renunciando a su primer plan de enviar allí una escuadra de ametralladoras dijo que ya no tenía necesidad de ir allí esa escuadra para aniquilar sólo a esos tres, que él irrumpiría en la aldea junto con su enlace para mantenerlos a raya, y que los otros entraran al dar la señal. Su enlace era Thae Pyong Ryol.

Al caer la noche Ri Ryong Un, acompañado sólo por el enlace, fue directamente al cuartel en la aldea de concentración, cuando en un cuarto unos 30 oficiales, sentados en círculo, estaban discutiendo una acción. Al ver entrar a Ri Ryong Un, el oficial que instruía indicando el mapa militar le miró con los ojos desorbitados.

Thae Pyong Ryol, que le seguía, rememorando lo ocurrido en aquel entonces, confesó que no había creído que pudieran salir vivos de allí.

Pero, Ri Ryong Un, muy tranquilo, sacó su máuser, gritando: “Están rodeados, ¡levanten las manos!”

En ese momento, aquel oficial, dando un alarido, agarró el máuser de Ri Ryong Un. Este apretó el gatillo, pero no salió la bala. Ri arrebató con tanta violencia el arma que su cañon salió de las manos del japonés, desollándolas.

Ri Ryong Un volvió a cargar el máuser, disparó a aquel oficial, y dando puntapiés a los que le arremetían, se impuso a los enemigos. Varios oficiales cayeron alcanzados por las balas.

Durante esos instantes Thae Pyong Ryol permaneció de pie cerca de la puerta como un mero espectador sin disparar ni una bala. Sólo cuando le oyó gritar a su jefe: “Oye, ¡Pyong Ryol, defiende la pared!”, vio unas decenas de revólveres colgados en la pared a sus espaldas.

Ri Ryong Un ordenó a Thae Pyong Ryol los recogiera todos, y apresó a los que quedaban vivos. En la noche de aquel día, junto con su enlace capturó, sin dejar escapar ni a uno solo, a los soldados que habían regresado de una operación “punitiva” contra la guerrilla. Así ganó fama de comandante valiente, intrépido e inteligente en el asalto a la ciudadela cabecera del distrito Emu, en los combates de Dashahe, Dajianggang, Yaocha, y otros varios.

Sería en la entrada del puerto Xiaohaerbaling en la que di la tarea al jefe de regimiento Ri Ryong Un. En el lugar estaba presente también Im Chol. Le dije a Ri Ryong Un que abriera un seguro paso de enlace a la Unión Soviética, a lo cual respondió que no me preocupara por eso.

Rim Chun Chu y Han Ik Su fueron con heridos y enfermizos para la Unión Soviética precisamente en el tiempo en que Ri Ryong Un e Im Chol abrían ese paso en la región fronteriza entre la Unión Soviética y Manchuria.

Los heridos y enfermizos, los cuales me tenían tan preocupado, llegaron ilesos al lugar de destino, pero sólo Ri Ryong Un, el enviado especial, cayó combatiendo valientemente a una tropa japonesa. Había cumplido cabalmente la tarea de abrir el paso y garantizó el éxito de la llegada de ellos a la Unión Soviética a través de este paso.

Su última tarea fue internarse en la Unión Soviética para informarme de la situación imperante allí. En el camino hacia la frontera, al ver a sus acompañantes con ropas andrajosas, expresó que quienes iban a ese país por encargo de la Comandancia no debían estar tan harapientos, pues con esa apariencia no podían guardar su dignidad, y decidió resolver el problema con ayuda del dueño de una cabaña para carboneros con quien había tenido relaciones.

Pero ése era una mala persona. Había traicionado a la revolución y convertido en agente secreto del enemigo. Engañó a Ri Ryong Un, diciendo que iba para comprar ropas, pero trajo a más de cien enemigos. Ri derribó solo a decenas de adversarios, hasta que cayó valientemente.

De esta manera se restablecieron nuestras relaciones con la Internacional que habían estado cortadas por muchos años.

Posteriormente seguí estrechando los vínculos con esta organización y me esforcé de continuo para fortalecer la solidaridad con las fuerzas revolucionarias internacionales.

En estos últimos días, leyendo los artículos dedicados a explicar y divulgar la historia de la Revolución Antijaponesa, percibí que en la labor de investigación de los historiadores, aunque se han obtenido relevantes éxitos, todavía quedan muchos segmentos que deben descubrir y profundizar.

Sobre todo, son pobres los materiales de antes y después de la Conferencia de Xiaohaerbaling.

El otoño de 1940 no fue un otoño cualquiera. Para enumerar tantos reveses que sufrimos en aquella temporada, quizás no bastarían con varias novelas. Como fue cuando las operaciones con grandes destacamentos fueron sucedidas por las con los pequeños, no efectuábamos acciones de envergadura como el asalto a la ciudadela cabecera del distrito Fusong y la batalla de Jiansanfeng.

Todos dicen que la historia de la Revolución Antijaponesa no conoce una caminata tan ardua como la Marcha Penosa, ni tiempo tan difícil como el de aquel entonces; tienen razón. Sin embargo, digo que en el otoño de 1940 experimentamos pruebas no menos arduas. Si la Marcha Penosa nos impuso un dolor físico que rebasaba sus límites, el otoño de 1940 nos impuso un descomunal sufrimiento espiritual.

Si uno trata de tolerar el dolor físico y el espiritual, debe poseer una férrea voluntad y entablar una constante lucha contra sí mismo. Prueba de ello es, precisamente, lo que experimentamos en el otoño de 1940.

Después de la Conferencia de Xiaohaerbaling, según la estrategia de lucha, cambiada debido al paso de las operaciones con grandes unidades a las con las pequeñas, reorganizamos el destacamento en varias unidades pequeñas bajo el mando de él.

Entre éstas asigné las zonas de acción y las misiones, y luego, al frente de una marché rumbo a Yanji.

A la pequeña unidad de Kim Il le había dado la tarea de operar en las zonas de Wangqing y Dongning, y a la de O Paek Ryong la misión de conseguir en las zonas de Yanji y Antu víveres para el consumo en el invierno.

En el extremo de Facaitun, del distrito Yanji, esperábamos a la pequeña unidad de O Paek Ryong. Transcurrieron varios días, pero no llegó ningún parte de ella.

Esto podía suceder porque era cuando aun para conseguir una mazorca de maíz debíamos derramar sangre. Si uno intentaba adquirir siquiera un toe* de arroz debía penetrar en la aldea de concentración, lo cual requería sacrificar vida.

Durante casi todo el verano de ese año, nos tuvimos que alimentar sólo con la hierba musuhae</i>. Era inagotable en el monte, pero, como nuestro estómago había estado vacío, por mucho que la consumiéramos, no se dejaba engañar con ella.

En ese preciso momento, los exploradores que habían marchado en busca de alimentos me informaron que habían descubierto una cabaña a la entrada del desfiladero. Relataron que allí vivían tres campesinos coreanos y alrededor de la cabaña existía un sembrado bastante extenso, surcado con arado y luego me insinuaron que podríamos conseguir cierta cantidad de cereales si lográramos persuadirlos.

En seguida, mandé para allí a Kang Wi Ryong, aconsejándole que cuando se encontrara con los campesinos no escondiera que éramos guerrilleros, sino lo dijera con franqueza.

Kang Wi Ryong les rogaba nos ayudaran y ellos se mostraban indecisos, diciendo que para conseguir víveres debían ir a Mingyuegou y esto era difícil porque la vigilancia era muy rigurosa. Pero de pronto, expresando que no podían negarse a la solicitud de la guerrilla, se marcharon a Mingyuegou.

Al escuchar estas palabras de Kang Wi Ryong, ordené a los guerrilleros redoblar la vigilancia y reforzar la guardia.

Ese día, en la cocina estaban preparando la gacha con dodok. Si su raíz se machacaba y hervía lo suficiente, resultaba algo como una gacha, y si se le echaba un poco de granos, adquiría un sabor especial. Como comida de hierba era un manjar.

La gacha estaba hirviendo a borbotones, cuando el centinela Son Jang Chun vino a todo correr, diciendo alborotadamente que los adversarios de uniformes amarrillos se abalanzaban sobre nosotros. Unos guerrilleros fueron al puesto de guardia y de regreso informaron que a la vista no aparecían los atacantes. No obstante, Son Jang Chun se obstinó en que estaban en la falda del monte, indicándola con la mano. Empero, allí no se veía nada más que tocones de árboles.

Quienes acaban de sufrir fiebre, pueden tomar el tocón de un árbol por un hombre. Son Jang Chun había tenido fiebre, hasta pocos días atrás.

Mientras reprendía yo al comandante que lo había ubicado como centinela, los cocineros, avisados del inminente ataque enemigo, botaron toda la gacha de la olla, preparada a costa de muchos esfuerzos.

Días después, llegó un parte de que regresaron los cabañeros que habían ido para adquirir los víveres. Ellos eran dos y les acompañaba un caballero, vestido con ropa occidental, quien pidió una entrevista conmigo. Se trataba de Choe Yong Bin, exjefe de compañía de la Guerrilla de Wangqing.

Era un conocido guerrero, un hombre hercúleo.

En una ocasión, vino a verme y, diciendo que su salud empeoraba, solicitó que le permitiera descansar durante algún tiempo, alejado de la compañía. Le liberé un tiempo, sugiriéndole que fuera a la parte superior del valle de Xiaowangqing a cuidar de su salud cazando y prestara ayuda a la organización partidista del lugar.

Tiempos después, fue tildado de miembro de la “Minsaengdan” y, dejando una carta a su esposa, se fue a la zona gobernada por el enemigo. En la carta escribió: “Seas feliz con la hija; te pido que me comprendas, pues te abandono para no morir como un perro, acusado de miembro de la “Minsaengdan” en el camino de la revolución; pero seguiré dedicándome a la labor revolucionaria.” Su esposa, que acababa de parir, vino a verme con esa carta llorando. Tenía la cara hinchada; quizás estaba enferma a consecuencia del parto. Pareció que la nena estaba a punto de morir.

No pude contener la indignación. Choe Yong Bin, huiste a la zona gobernada por el enemigo para sobrevivir solo, abandonando a tu esposa e hija que están a punto de morir; ¿eres tú, acaso una persona?, me grité. Aunque censuraba así para mis adentros su maldad, deseé que continuara la revolución sin traicionarnos tal como lo escribió en la carta.

Con posterioridad, en lugar de Choe Yong Bin, atendíamos a sus familiares hasta enviarlos a la Unión Soviética, junto con los heridos.

Entonces, repito, fue que Choe Yong Bin vino así a verme al cabo de cinco años, en la época más tenebrosa que cuando soplaba el viento de la “Minsaengdan”.

El, llevando a cuesta la mochila en que se mecía una cacerola, subió a zancadas el monte. Quizás no había sufrido tanto; estaba entero. Entró en la tienda de la Comandancia y se me acercó presuroso, saludándome:

–¡Hola, cuánto tiempo que no nos veíamos!

También lo acogí alegre. ¿Por qué no si fue uno de los comandantes bajo mi mando en la época de Wangqing, independientemente de su pasado?

Acto seguido, empezó a explicar prolijamente que había vagado mucho por el bosque en busca de la guerrilla para reincorporarse. Le pregunté si comió, a lo que contestó que poco antes, en un lugar de abajo, con lo que preparó él mismo. Y sacó de la mochila un saco de arroz, rodaballos secos y bebida.

Dirigí una mirada hacia la cacerola prendida en la mochila, y encontré que el recipiente no tenía ni una pizca de tizne. Me surgió una duda, por que si bien él decía que en busca de la guerrilla había errado durante largo tiempo por el bosque y que incluso preparó la comida poco antes, su cacerola estaba limpia, sin tizne.

No cabía duda de que se había convertido en un renegado tan miserable como Ri Jong Rak. En un tiempo, en nuestra unidad se difundió el rumor de que Choe Yong Bin había claudicado.

Sin darse cuenta de lo que pasaba por mi pensamiento en cuanto a él, llenó un vaso y me invitó a tomarlo por nuestro reencuentro.

Lo rechacé y, de repente, su mano con el vaso empezó a temblar sobremanera; parece que, al oir mi voz indignada, se dio cuenta de que ya había sido revelada su verdadera faz.

Lo interrogué:

–Di la verdad, Choe Yong Bin; ¿cómo te encontraste con los cabañeros y cuál es el verdadero objetivo que persigues al venir aquí?

De inmediato comprendió que no valía pena recurrir más al engaño. Confesó que las tres personas en la cabaña eran agentes, y que, informado por ellos, vino, en compañía de tres unidades de la “tropa punitiva”, para cercar el valle. La situación era tal que tan pronto él les diera la señal, los adversarios se abalanzarían sobre nosotros.

Intuí que nos atrapaban en un cerco difícil de burlar.

En aquel momento, me sentí dolido más por habérseme presentado él, con todo descaro, convertido en perro de presa del imperialismo japonés, que por habernos empujado a tan peligrosa situación en que se decidía sobrevivir o morir.

Lo que más asombraba era que él esgrimía toda clase de sofismas, haciendo gala de su grandilocuencia, para que yo “claudicara”. Tanteando mi estado de ánimo, chachareó:

–Conozco bien cuán difícil es la situación de usted, General Kim; toda Manchuria está cubierta de soldados del ejército japonés; ya usted sabrá que aunque se esfuerza desesperadamente, no puede encontrar salida; usted ha hecho todo lo que estaba a su alcance para la nación; si bien “claudica” ahora mismo, nadie le censurará; todos los “claudicados” llevan bien la vida; dicen que si usted baja del monte, le entregarán el cargo de gobernador de la provincia de Jilin.

No soporté escucharlo más y le apostrofé:

–¿Cómo tú, Choe Yong Bin, has podido llegar a este extremo?; ¿acaso no te sientes avergonzado como ex-jefe de compañía en Wangqing?; pese a tu acción, cuando te fuiste abandonando a tu esposa e hija, nos sentimos apenados, diciendo que perdíamos a un valioso comandante; ¿puedes atreverte a presentarte ante nosotros, convertido en un renegado?; tú, que, abandonando a tu esposa e hija, te abrazaste al enemigo, ¿tienes conciencia de hombre?; ¡a qué grado de degradación has llegado!

Si el hombre piensa sólo en sí mismo, cambia así.

Creo que Choe Yong Bin empezó a renegar cuando vivía en lo más recóndito del valle de Xiaowangqing, separado de su compañía con el pretexto de tener mala salud. Entonces, pensó en la seguridad de sí mismo antes que en la revolución. Aunque dijo que huía a la zona gobernada por el enemigo, para evitar una muerte injusta, porque fue estigmatizado de “minsaengdan”, todo esto se debió a que había menguado su convicción en la revolución.

El caso de Choe Yong Bin demuestra que si uno da un paso hacia atrás en el camino de la revolución, resulta que al cabo se convierte en renegado. En este sentido, siempre yo les decía a los guerrilleros:

–Para los revolucionarios no hay otro camino que el de la revolución, sin que les importe morir o sobrevivir; si se apartan de este camino, se convierten en reaccionarios, traidores y escoria de la sociedad; quien abandona a medias la revolución por tener miedo a la nieve y la lluvia, a las balas, la carencia de víveres, la caminata por montañas, la cárcel y la horca, cambia de bandera tan pronto como lo llevan dos o tres veces ante la silla de tortura y le hacen tragar agua de pimiento.

Digo que la traición comienza al dejar a un lado la conciencia. Esta es la lección que nos dejó el caso de Choe Yong Bin.

En el tiempo en que en Jiandao un sinnúmero de personas fueron ajusticiadas por lo de “minsaengdan”, algunas pasaron a las zonas gobernadas por el enemigo, abandonando las zonas guerrilleras, tal como lo hizo Choe Yong Bin. Sin embargo, la mayoría de los revolucionarios, si bien fueron perseguidos, injustamente, tildados de “minsaengdan”, no se alejaron de las zonas guerrilleras y permanecieron hasta el fin en las filas revolucionarias. ¿Por qué? Porque estaban bien conscientes de que no debían vender su conciencia aunque para ello se vieran obligados a morir y que, abandonando la revolución, no tenían otro remedio que optar por el camino de la contrarrevolución. Así los revolucionarios consideraron como una vergüenza, como la muerte, abandonar la conciencia y la bandera roja de la revolución. Es decir, un acto indigno de la persona.

En la zona guerrillera de Shenxiandong, existió una guerrillera llamada In Suk en la compañía de Pak Song Chol.

Un día, ella le entregó disimuladamente una carta a éste, que estaba de guardia. Había sido enviada por su esposo, jefe de otra compañía. En la carta decía; “Fui atado por la cuerda roja”. La jerga significaba que era acusado de “minsaengdan”.

En aquel tiempo, Pak Song Chol desempeñaba el cargo de responsable de la juventud de la compañía. A la luz del concepto de la organización, la guerrillera se comportó muy bien al mostrarle la carta y consultar con él la cuestión de su destino. Relató que como su esposo fue calificado de “minsaengdan”, tampoco ella podría estar a salvo, y luego inquirió qué le parecía se pasaba a la zona gobernada por el enemigo, evitando la muerte inocente.

Al escucharla, Pak Song Chol contestó:

–¿Qué tonterías dice?; Pasar a la zona dominada por el enemigo significa renunciar a la lucha revolucionaria, lo que es igual a capitular, y ¿cómo podría hacerlo así?

La interlocutora insistió:

–No; no es para desistir de la lucha revolucionaria, sino, simplemente, para escapar de la “Minsaengdan”.

El volvió a persuadirla con paciencia, diciendo que si se separaba de las filas revolucionarias, no podía optar por otro camino que por el de la contrarrevolución.

Ella acabó por darse cuenta de que por un descuido podía tomar el camino por donde no deben seguir los revolucionarios. ¿Qué hubiera pasado en aquel entonces, si Pak Song Chol no la hubiera persuadido con buenas palabras, sino la hubiera instigado a huir para evitar la muerte?

Según informaciones, In Suk no abandonó la zona guerrillera, sino permaneció en las filas revolucionarias y combatió hasta caer heroicamente.

Si ella pudo optar ante ese dilema por el camino de la revolución, y no por el de la huida, se debió a que no trató sola, y de manera subjetiva, el problema que tenía, sino lo habló al responsable de la juventud y pidió ayuda a la organización y que, una vez oida la sugerencia de ésta, cambió de idea y racionó, venciendo así la vacilación como una revolucionaria.

En contraste con esto, Choe Yong Bin, hombre hecho y derecho, ni siquiera pensó en solicitar ayuda de los camaradas revolucionarios, sino, dejando una carta a su esposa, se retiró sin vergüenza a la zona gobernada por el enemigo. Si hubiera tenido una pizca de conciencia humana, no hubiera procedido así vilmente, abandonando hasta a su esposa, quien acababa de dar a luz.

El no había logrado sobreponerse a sus sentimientos personales. Eso decidió su destino. Si el hombre no refrena sus sentimientos puede cometer graves errores, inimaginables. El que piensa únicamente en sí mismo y pone sus sentimientos personales por sobre todo, en cualquier momento puede traicionar a la revolución. La traición emana, en todos los casos, del yoísmo. Del nosotroísmo nunca surge ni puede surgir.

Por tanto, los revolucionarios siempre deben contener sus impulsos y esforzarse para habituarse al nosotroísmo. Esta es, precisamente, la conciencia intachable de las personas que han emprendido el camino de la revolución, y el proceso de su superación en cada hora y cada día para perfeccionarse.

El hombre que piensa sólo en sí mismo, de ningún modo puede ser revolucionario, ni marchar hasta el fin por el camino de la revolución.

¡Cuán dolido estaba yo al ver que Choe Yong Bin se presentó para persuadirme con sutil charlatanería, siguiendo a Ri Jong Rak que en Nanpaizi, vestido con el uniforme del ejército japonés, vino a aconsejarme “abjudicar”, Ri Ho Rim que huyó, durante la Marcha Penosa y Rim Su San que nos traicionó!

Ahora bien, ¿en qué consiste el quid del problema? Radica en que tanto Ri Jong Rak como Choe Yong Bin eran personas que disfrutaron de mi cariño y confianza. Si no los hubiera estimado, amado y confiado tanto en ellos, no hubiera sentido tanto dolor.

En la etapa del Ejército Revolucionario de Corea el cargo de comandante no era cualquier cosa. Tampoco lo era el de jefe de compañía en la Guerrilla Antijaponesa. Si ellos, después de haber renegado, hubieran permanecido quietos en sus casas, eso hubiera sido otro cantar. Empero, sin siquiera reconocer lo vergonzosa e inmoral que era su traición a la revolución, se presentaron con descaro ante mí, su ex-superior, y trataron de persuadirme a “claudicar”, razón por la que me sentía más dolido.

Entonces, ¿cómo pudieron aparecer con tanto descaro ante mí, sin sentir vergüenza alguna?

Esto se debió a que ellos ignoraban la situación y se corrompían a tal extremo que pensaban que ya la revolución había fracasado, por tanto podían proponer “claudicación” a su antiguo Comandante en Jefe.

Choe Yong Bin no pudo evitar el destino de Ri Jong Rak.

Ese día, los adversarios cercaron doble y triplemente el monte donde acampábamos. Por todas partes se extendía un mar de hogueras. Mas, por muy tupida que fuera esa red, no podía cubrir todo el monte. Generalmente, los enemigos solían tender el cerco con el método de ubicar centinelas en los lomos de las montañas y en sus desfiladeros.

Ese día, los atrajimos a que se enfrentaran unos a otros, y luego nos escapamos por la ladera.

Cruzamos la carretera que conducía de Mingyuegou a Antu y llegamos a un bosque, desde donde, cobrando aliento, contemplamos cómo la “tropa punitiva” del enemigo, vestida de amarillo, combatía entre sí en la parte superior del valle de Facaitun en que habíamos acampado. Acto seguido, nos internamos sin rastros en lo profundo del bosque.

El surgimiento de tan imprevista situación dificultó nuestro encuentro con la pequeña unidad de O Paek Ryong.

Al principio, nos habíamos comprometido a encontrarnos en lo más recóndito de Facaitun. Alguien debía ir allí a recibir a sus enlaces, pero para ello debía estar dispuesto a sacrificar la vida.

Lo que más nos preocupaba era que ellos no conocían en absoluto que el lugar de contacto había sido ocupado por el enemigo.

Enviamos allí a Ji Pong Son y Kim Hong Su. Este último, que había tenido el mote de “Esposo pequeño” al ingresar en la guerrilla en Changbai, poseía gran sentido de responsabilidad.

El día siguiente, por la tarde, ellos volvieron sin contingencias, trayendo la carta de O Paek Ryong, que los enlaces les entregaron en el punto de cita.

Les pregunté cómo llegaron al lugar de contacto, a lo que contestaron que avanzaron jugando al escondite por entre los árboles; eran momentos verdaderamente peligrosos.

Durante ese tiempo, los de O Paek Ryong asaltaron a aldeas concentradas y consiguieron cierta cantidad de víveres. Tiempos después, los enviaron casi todos a la Comandancia.

Después de abandonar Facaitun, acantonamos en la base de Huanggouling del distrito Antu, donde pasaríamos el invierno de 1940, efectuando acciones con pequeñas unidades.

Con miras a asegurar estas acciones y, al mismo tiempo, restablecer las organizaciones revolucionarias destruidas y asentar un sólido terreno de masas, debíamos hacer perfectos preparativos para el invierno.

A varias unidades pequeñas, además de la de O Paek Ryong, les asigné la misión de conseguir víveres, sal, tejidos y otros diversos artículos de primera necesidad requeridos para pasar el invierno.

En esta preparación lo más importante era la superación política e ideológica. Teníamos que prestar especial atención a la educación ideológica de los guerrilleros, de modo que pudieran mantener su credo revolucionario en cualesquier circunstancias adversas. Paralelamente a esto, debíamos reforzar más que nunca la disciplina para prevenir las posibles emergencias.

Con todo y eso, más tarde, en la pequeña unidad de Kang Wi Ryong surgió el fenómeno del relajamiento ideológico. Regresaban de la búsqueda del terreno apropiado para el campamento secreto. Y en un arroyo vieron pulular peces y en seguida les lanzaron sin ton ni son una ráfaga de balas.

Al informarme de ello, sentí un soplo helado en el corazón. En una loma cercana, según decían, los enemigos trajinaban para levantar un torreón, por eso disparar allí era un acto más que peligroso.

Estaba a punto de venirse abajo por unos disparos nuestro proyecto de acometer muchas tareas, encerrados en el campamento secreto durante toda la estación invernal.

El caso de un buey es otra anécdota inolvidable de aquella época.

El promotor fue Jang Hung Ryong. Se desempeñaba como jefe de escuadra en la sección de ametralladoras y, al mando de una pequeña unidad, fue a conseguir víveres a la zona de Jiapigou.

De regreso, vino tirando de un buey de un campesino, y no de la empresa maderera ni el de la asociación Minhoe que tenía estampado en un cuerno el carácter chino que significa rey.

Desde luego, tenía un pretexto que lo justificaba. El y sus acompañantes lo descubrieron en un bosque, cuando descendían a una aldea para adquirir víveres necesarios para la unidad. En busca de su dueño anduvieron de aquí para allá, pero no lograron encontrarlo. Jang Hung Ryong ordenó a sus acompañantes que fueran hacia el campamento secreto, tirando del animal, y él mismo se quedó en el lugar donde el dueño lo había amarrado. Pensó que si éste aparecía, le pagaría tras decirle la verdad.

Esperó con paciencia, mas nadie apareció. En resumidas cuentas, sin poderle pagar tuvo que marcharse rumbo al campamento secreto.

Según conocí posteriormente, el dueño vino a arriar el buey, pero, al ver que un hombre con fusil al hombro rondaba en el lugar, huyó amedrentado.

Informado de que la pequeña unidad de Jang Hung Ryong trajo el buey sin siquiera pagarlo, me indigné al extremo.

Si lo hubiera hecho un novato que no conocía con claridad los reglamentos de servicio en el Ejército revolucionario, hubiera sido otra cosa, pero nunca se podría entender que Jang Hung Ryong, quien llevaba muchos años en revolución, incurriera en un error tan grave.

Se trataba de una persona, quien en 1932, al ser alcanzado por una bala en el combate contra un cuerpo de autodefensa, perdió un dedo y cayó prisionero, pero luego escapó y regresó. Al principio, sus compañeros recelaron de él, preguntándose si no habría recibido alguna tarea del enemigo.

Para recuperar la confianza de sus camaradas hizo indecibles esfuerzos, venciendo la terrible hambre en la zona guerrillera de Chechangzi y experimentando la Marcha Penosa.

Repito que era incomprensible que un hombre así cayera en un error como traer un buey sin autorización del dueño.

Mantener buenas relaciones con el pueblo era una cuestión que subrayamos desde los primeros días de la lucha armada y que incluimos también en los reglamentos de servicio en el Ejército Revolucionario Popular. El año 1940 era cuando las relaciones entre el ejército y el pueblo se mantenían a un nivel muy elevado. ¿Saben cuán sinceras eran? Incluso a los habitantes les devolvimos algunos materiales que nos habían enviado como ayuda.

En la primavera de 1940 entablamos un combate en Yangcaogou. Después del encuentro, los lugareños nos enviaron varias gallinas. Quisimos pagárselas decenas de veces de lo que realmente costaban, pero ellos, al ver el dinero, se negaron rotundamente y, muy descontentos, expresaron:

–Ustedes dicen que el Ejército revolucionario se ha organizado con hijos e hijas del pueblo, y entonces, ¿quieren que se las vendamos a nuestros hijos, recibiendo el dinero?; Es lamentable que rechacen nuestra cordialidad.

Al escucharles, no encontramos palabras que decir. Era más que natural que ellos expresaran pesar por nuestra actitud, ya que tratamos de pagar con dinero la expresión de su abnegación. Empero, insistimos en que si los aldeanos no recibían dinero, tampoco aceptaríamos las gallinas. Durante algún rato, el dinero y las aves iban y venían entre ambas partes. Al fin, el forcejeo acabó con recibirlos respectivamente. Sin embargo, cuando abandonábamos el lugar, soltamos aquellas aves ya pagadas.

Teniendo en cuenta que esto había sucedido hacía unos meses, y no varios años antes, imagínense, cuál fue mi estado de ánimo ante la conducta de él, que menoscabó tal antecedente.

Los guerrilleros le hicieron una crítica severa. Expresaron que el error no podía corregirse ni con la muerte.

Jang Hung Ryong, por su parte, se autocriticó con sinceridad.

Al verlo, nos limitamos a imponerle una sanción, aconsejándole que devolviera el animal al dueño.

Más tarde, fue incorporado a la pequeña unidad de Kim Il, en lo que actuó hasta caer en 1941, cuando yo volvía a Manchuria, conduciendo otra pequeña unidad.

En el tiempo en que acampábamos en la base de Huanggouling, surgió también un caso de desersión.

Fue un chino que se llamaba Cai.

Habitualmente pensaba mucho en su casa. En el día de fiesta Chusok incluso derramó lágrimas, comiendo tok con relleno. Era un hombre de poco carácter, razón por la cual era objeto de intensa educación individual por parte de la organización partidista.

Una vez, contrajo una enfermedad contagiosa y lo mandamos al hospital de retaguardia. Tiempos después, a la Comandancia llegó un parte de que él propuso a una guerrillera que servía de cocinera volver al pueblito natal. No servía a conciencia en la guerrilla. Si lo ponían de guardia, dormitaba, y si lo colocaban de centinela, fingía morir, diciendo que le dolía el estómago. La revolución no puede hacerse por imposición.

Por fin, se desertó rechazando nuestra cordialidad. El problema surgió después de su huida. Tan pronto como se alejó de la unidad, volvió trayendo a la “tropa punitiva”.

En el campamento secreto no permanecíamos nadie más que yo y algunos ordenanzas, pues la mayoría de los guerrilleros, divididos en pequeñas unidades, se habían marchado para cumplir ciertas misiones.

Después de surgido esto, trasladamos la sede de la Comandancia a la parte más recóndita del valle de Mengshancun.

Las pequeñas unidades y grupos acudieron allí, no bien cumplieron sus misiones.

La de O Paek Ryong almacenó en secreto cientos de soks* de cereales. Había comprado un maizal entero y, recogiendo las mazorcas y metiéndolas en sacos, las depositó disimuladamente en niaras preparadas en el bosque a unos 20 kilómetros de distancia de Fuerhe.

Fue precisamente por entonces que la Internacional nos invitó a participar en la reunión de los comandantes militares de Corea, China y la Unión Soviética, que se convocaría en esta nación. Como dije anteriormente, una vez recibido el aviso de la Internacional, mandé allí un grupo de avanzada con la misión de analizar su situación y, al mismo tiempo, me dediqué a concluir los preparativos para pasar el invierno en el territorio del Noreste de China, según la orientación antes planteada.

Mas, de repente nos llegó un parte de que los víveres así preparados pasaron todos al enemigo. Las niaras fueron descubiertas con la traición de Bi, jefe de regimiento. Ese era precisamente aquel Bilaogada a quien Kim Myong Hwa había salvado curándolo con toda abnegación en el bosque de Dunhua. Pese a ser jefe de regimiento, no logró superarse a la prueba y se traicionó.

No bien localizado el lugar donde se conservaban los víveres, los enemigos le prendieron fuego al monte y, arrastrando a las gentes, derribaron las niaras y se llevaron todo su contenido. El esfuerzo de varios meses se hizo espuma en una mañana.

Sin embargo, no me mostré alarmado ante esas dificultades. Desde luego, eran muy grandes, pero más de una vez las habíamos experimentado. ¡Cuán severos fueron los sufrimientos que padecíamos en la meseta de Luozigou y durante las dos expediciones a Manchuria del Norte y la expedición a Fusong, y cuán azarosa fue la Marcha Penosa! No obstante, los vencimos todos. Superamos el aterimiento, el hambre y la desesperación tan intensa como la oscuridad de una noche sin luna. Así como aguantamos tanta tristeza y dolor en el corazón que nos causaba la pérdida de los camaradas.

Esto se debió a que todos no perdíamos la convicción en la victoria de la revolución en ninguna circunstancia, ni olvidamos ni por un momento la misión y responsabilidad asumidas ante la Patria y la nación, ni tampoco la conciencia del revolucionario.

“Cueste lo que cueste, rebasaremos este momento crítico y volveremos a vigorizar la revolución. Bueno, veremos quién será el vencedor”, pensé así en Mengshancun.

Fuese por estar consciente de la misión asumida ante la revolución o por mi indoblegable temperamento, sentí que cuanto más pruebas surgían, tanto más crecía la osadía y más ardían el fervor y el sentido de responsabilidad en cuanto a la revolución.

¿Cuál era la solución?

Era realizar una marcha forzada. Para este fin, era necesaria una motivación ideológica, destinada a infundir convicción y ánimo a los guerrilleros.

Partiendo de esa necesidad, convocamos la Conferencia de Mengshancun.

Les hablé sin ambages a los guerrilleros:

–La situación es difícil y se tornará más crítica; todos, por unanimidad, estamos seguros de que nuestra causa revolucionaria saldrá victoriosa y el país obtendrá la independencia, mas, ninguno conoce cuándo llegará ese día; aunque hemos combatido durante no menos de diez años experimentando toda clase de penalidades y contratiempos, no puedo asegurar definitivamente que estos terminarán dentro de los cinco o diez años próximos; empero, lo cierto es que la victoria final nos pertenece; desde luego, en este camino habrá incontables dificultades, probablemente varias y decenas de veces mayores que las de hasta ahora; por tanto, a los que no tengan confianza en sí mismos para continuar la revolución, siguiéndonos hasta el fin, les aconsejo regresen a sus casas; a quienes lo deseen les daré el dinero y las provisiones para el viaje; y no los cuestionaré por abandonar a medias la lucha;qué hacer con quienes se separan de las filas por falta de fuerza y convicción; ¡Váyanse quienes lo quieran!, pero, démonos antes el saludo de despedida.

Al escucharme, todos acudieron a mí en tropel y, colgándose de mis brazos, expresaron en voz lacrimosa:

–General, no nos importa aunque muramos sin ver la victoria de la revolución; estaremos siempre a su lado, vivos o muertos; ¿cuántos años vive el hombre?; vale más caer combatiendo aquí que traicionar a los camaradas y bajar de la montaña para vivir sumisos ante el enemigo; compartiremos la vida y la muerte con usted, General.

Por un momento, también sentí que los párpados se me mojaban. ¡Cuánta fuerza y ánimo me infundieron esas palabras de los guerrilleros! Ningún grandilocuente discurso conmovería a las personas tan fuertemente como ellas.

En aquel tiempo juramos así para que nuestra sangre derramada en el largo camino de la Revolución Antijaponesa no resultara infructífera.

La Conferencia de Mengshancun confirmó una vez más que el Comandante en Jefe y los soldados formaban un todo monolítico, que no podían ni debían separarse uno de otros, y que el dirigente y las masas estaban firmemente unidos y cohesionados. A través del evento, los guerrilleros antijaponeses llegaron a comprender con mayor profundidad que la vía principal para superar la crisis en la Lucha Armada Antijaponesa consistía en valorar y conservar la conciencia revolucionaria, y en que el Comandante en Jefe y los soldados compartieran el destino hasta el fin.

Esa reunión hizo más firme nuestro convencimiento de que si los revolucionarios de Corea combatían sin doblegarse, manteniendo de manera invariable la convicción y la voluntad revolucionarias, podían vencer sin falta.

En aquel preciso momento, nos llegó el parte de los compañeros que se habían marchado hacia el Lejano Oriente. Informaban que la Internacional había solicitado más de una vez que Wei Zhengmin, yo, y otros representantes del Ejército Revolucionario Popular de Corea y del Ejército de ruta No. 1 de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste fuéramos pronto a la Unión Soviética para participar en la conferencia de los comandantes militares de ésta nación, Corea y China, que se efectuaría en Jabarovsk, y que estaba lista para acoger a las unidades guerrilleras de la región del Noreste de China que en esa ocasión se internaran en territorio de la Unión Soviética.

Esa organización propuso que, después de pasado el invierno en el Lejano Oriente, discutiéramos las medidas de acción posterior, conforme a la situación real.

En vista de que el objetivo de la reunión estaba claro y decían que otros comandantes de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste ya habían llegado allí, decidí ir para participar en la reunión, llevando a algunos de los miembros del grueso.

Sin embargo, ponerlo en práctica no era tan simple como hablar. Los guerrilleros, sin excepción, se mostraron apenados porque debían alejarse de su nación, de su tierra y abandonar el campo de batalla, aunque fuera temporal.

No bien declarara mi decisión de ir a la Unión Soviética aprobada en una reunión de los comandantes, algunos guerrilleros propusieron que dado que la Internacional convocaba a una importante reunión al Comandante en Jefe, yo y algunas otras personas, fuéramos, y los demás se quedaran para seguir combatiendo.

Desde luego, esto podía ser una solución. Empero, creí que ir al Lejano Oriente con la unidad era una vía correcta a la luz de la situación de aquel entonces. Por eso, les expliqué: No iremos al Lejano Oriente para rendirnos, renunciando a la revolución, ni para vivir allí siempre, sino para participar en esa reunión, ya que estuve ausente en la efectuada el año pasado, así como para consultar más ampliamente con la Internacional y las autoridades de la Unión Soviética el asunto de las perspectivas de la revolución coreana; es posible que hacerlo así redunde en nuestro beneficio; mas, nadie sabe cuánto tiempo durará dicha reunión, así que he decidido marchar en compañía de ustedes; no los puedo dejar aquí sólo a ustedes cuando no son suficientes los preparativos para el invierno; por eso, repito, nos trasladaremos al territorio de la Unión Soviética y regresaremos aquí, a este campo de combate, en la primavera del año próximo, una vez pasado el invierno.

Con posterioridad, recordando el tan severo otoño de 1940, me convencí de que tomé una decisión correcta y oportuna.

A finales de octubre abandonamos la parte superior del valle de Chechangzi, tras haber terminado la preparación para ir al Lejano Oriente.

Antes de partir envié mensajeros a Wei Zhengmin y O Paek Ryong. Estaban enfermos y no podían acompañarnos.

Según conocí posteriormente, O Paek Ryong no se encontró con el mensajero y, en busca de nuestro paradero hurgó por todo el territorio de Antu hasta llegar al valle de Chechangzi de donde ya nos habíamos retirado.

Justamente entonces fue cuando él derramó lágrimas, al descubrir los alimentos y los uniformes de uso invernal que habíamos enterrado. Antes de irnos hacia el Lejano Oriente, preocupados por O Paek Ryong y su grupo, enterramos dos sacos de arroz y decenas de uniformes enguatados, los cuales, podría decirse, los salvaron a ellos.

Tiempos después, también la pequeña unidad de O Paek Ryong llegó al Lejano Oriente.

La marcha hacia el Lejano Oriente nos sometió a muchos sufrimientos. En líneas generales, por el día debíamos escondernos en el bosque para caminar por la noche, evitando el encuentro con el enemigo, lo que nos costaba mucho trabajo y, al mismo tiempo, nos causaba una gran pérdida de tiempo. Pese a todo, logramos avanzar de un tirón, hasta Laotougou.

No obstante, en el camino a Baicaogou topamos con una “unidad punitiva”. Cruzábamos en fila india un puerto de montaña, cuando ésta subía a nuestro encuentro desde el valle. Dimos media vuelta y desandamos lo andado, corriendo, hacia el lomo de la montaña.

Entonces, Kim Jong Suk, quien llevaba una carga pesada, no nos había alcanzado. Podía surgir una contingencia fatal.

Más allá del lomo, escudriñé las filas y ella no se veía. Volví a tramontar, eché una mirada hacia abajo por donde subían los enemigos y la vi caminar difícilmente comprimida por la abultada mochila. Estos la perseguían gritando que la apresaran.

Saqué el máuser de la funda y disparé contra los perseguidores. También los miembros de la escolta, que vinieron corriendo, protegieron a Kim Jong Suk con ráfagas de ametralladora. De esta manera, logramos salvarla.

Después de haber desorientado a los enemigos afortunadamente, acampamos en las cercanías de Hamatang. Por ser muy frecuentes los movimientos de ellos, nos vimos obligados a estar tendidos en los surcos de un campo de mijo cerca del caserío, hasta el anochecer.

Por fortuna, allí crecían acelgas y nabos; con ellos aplacamos el hambre, pero no podíamos resistir al frío. Por tanto, encendí una vela y con su calor a duras penas nos calentamos las manos heladas.

A partir de Hunchun, nos sirvieron de guía dos campesinos coreanos. Nos acompañaron hasta la frontera URSS-Manchuria y luego nos advirtieron que si cruzábamos el monte de enfrente estaríamos en territorio de esa nación. Atravesamos el monte indicado, mas, sólo se extendía una vasta campiña sin ningúna señal. No podíamos discernir la línea divisoria entre el territorio de Manchuria y el de la URSS.

Ordené a Ri Tu Ik que trepara a un alto árbol y que desde allí confirmara por dónde corría el río y si se veía algún caserío. Desde niño, él era un buen trepador. Bajó de la copa del árbol y expresó que no se veía nada, ni río ni caserío.

Caminamos algún rato más hacia el este y en un bosque descubrimos unas líneas telefónicas. Sus aisladores eran diferentes a los de China y los de Corea. Me surgió la idea de que entrábamos al territorio de la URSS, pero debíamos comprobarlo antes de actuar.

Ese día, por la noche, volví a enviar a los exploradores y llevábamos descansando un buen rato, cuando al este sonó un intenso tiroteo de ametralladora. Momentos después, ellos regresaron y nos informaron que habían entrado en un pequeño puesto de guardia y fueron descubiertos mientras tocaban una tetera y unas tazas de allí y por poco les ocurre una desgracia. Explicaron que al juzgar por esas vasijas demasiado grandes y toscas se convencieron de que era un puesto fronterizo de la URSS. Inquirí dónde estaba situado, a lo que contestaron que distaba unos 4 kilómetros.

Toda la noche, los miembros de la guarnición fronteriza de ese país hicieron fuego de amenaza con ametralladora. Fue cierto que nuestros exploradores los asustaron sobremanera.

Al día siguiente, volví a mandar allí a Ri Ul Sol y Kang Wi Ryong con la misión de llamar a los guardias soviéticos.

Al encontrarme con ellos, tropecé con la dificultad de que no nos podíamos comunicar. Expliqué varias veces que éramos la guerrilla coreana y yo era su Comandante en Jefe, Kim Il Sung. Afortunadamente, ellos entendieron, a mi parecer, el término guerrilla y quién era Kim Il Sung.

Como se ve, no fue llano el camino que recorrimos para llegar al Lejano Oriente. Aunque nos internamos allí, recibiendo la invitación de la Internacional, tuvimos que sufrir mucho, porque ella tardó en indicarle en concreto el paso y la hora de nuestra llegada a ese puesto de la guarnición fronteriza.

Una vez en territorio de la URSS, perdimos varios días por la inspección sanitaria.

Los guerrilleros se sentían aburridos porque tenían que pasarse todo el día encerrados en el cuarto, sin hacer nada. Algunos cantaban sin descansar hasta agotar las canciones revolucionarias e incluso las que habían oído de paso, no se sabía cuándo. Fue un verdadero espectáculo admirable.

Desde el principio, ellos se habían aprendido muchas.

Fui al cuarto donde vivían y les aconsejé que dejaran de hastiarse tanto.

–Ustedes pueden disgustarse por demorar días en la frontera —les expliqué—. Pero, no deben pensar que los compañeros soviéticos nos dan mala acogida, pues cada país cuenta con regulaciones para el paso de la frontera; según éstas podrían comprobar nuestros expedientes; si inspeccionan nuestro estado de salud es para detectar a los portadores de epidemias; recientemente, el colectivo de investigación de la guerra bacteriológica del ejército Guandong, existente en Manchuria, diseminó una enfermedad epidémica en el Lejano Oriente de la URSS, razón por la cual, según se dice, el gobierno de esta nación adoptó hasta la resolución de inspeccionar estrictamente a los que entran en su territorio; nos quedan muchas tareas que cumplir y, además, debemos rebasar muchos momentos difíciles; desde ahora, nuestra revolución acogerá una nueva fase; el día de la liberación no está lejos; por eso, ahora es tiempo para que estemos bien preparados espiritualmente y, entonando en alta voz las canciones revolucionarias, combatamos con tenacidad hasta ver el día de la liberación de la Patria.

Más tarde, los soviéticos nos condujeron a Podhiet.

Cuando estuve en el puesto fronterizo, me encontré con Kim Sung Bin, ex-intérprete de la unidad de Hong Pom Do. El sirvió de traductor entre nosotros y los soviéticos. El conocía bien de Chechangzi.

Por aquel entonces, nuestras guerrilleras, al ver que las soviéticas, vestidas de gala, andaban tranquilas por las calles, derramaron lágrimas, preguntándose cuándo llegaría el día en que las coreanas vivieran como ellas.

El otoño de 1940 fue así una acumulación de días llenos de dificultades y pruebas severas. Si pudimos sobrevivir sin asfixiarnos ni ante tales penalidades y contratiempos sucesivos, fue gracias a que los enfrentábamos hasta vencerlos, sin vacilar ante ninguna circunstancia adversa y que conservamos como algo inapreciable la convicción revolucionaria.

Nunca dimos rodeos aunque el camino a seguir fuera sinuoso. Veníamos corriendo siempre por el atajo hacia la liberación de la Patria. Como nuestra caminata fue para anticipar la liberación del país, no esquivamos ninguna prueba terrible.

Digo que el revolucionario y las pruebas siempre están inevitablemente ligados. Su vida cotidiana, destinada a cambiar lo viejo y crear lo nuevo, es acompañada siempre de pruebas y dificultades. No pueden llamarse revolucionarios quienes las temen o se esconden ante ellas.

Hasta hoy, no he podido olvidar el otoño tardío de 1940. Está fresco en mi memoria aquel monte de Jiandao, donde conciliábamos el sueño, envueltos en hojarascas.

Una vez en el Lejano Oriente, donde no sonaban los disparos ni se veían muertos, me surgió la idea de que estaba en un mundo extraño. Sin embargo, teníamos que pasar todavía incontables momentos de pruebas. Hasta la liberación de la Patria aún quedaban no menos de cinco años.

Cuando estaba vivo, el gran Líder, camarada Kim Il Sung, en varias ocasiones recordó a Wei Zhengmin, quien fuera principal comandante político y militar de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste(FUAN). Sus evocaciones nos permiten conocer mucho de la singular amistad entre ellos, la personalidad de Wei Zhengmin y su patético final como revolucionario, y cuáles fueron sus angustias y esperanzas en los postreros momentos de su vida.

La primera vez que me encontré con Wei Zhengmin fue en la Conferencia de Dahuangwai10, en la cual participó tras haber venido a Jiandao como enviado del comité partidista provincial de Manchuria. Desde entonces, mantuvimos una amistad muy cálida durante todo el proceso de la lucha antijaponesa.

Wei Zhengmin fue un revolucionario profesional que ya desde su niñez optó por el camino de la lucha antijaponesa por su patria. Se graduó de una escuela militar en Anyang y cuando estudiaba en Beijing participó en las manifestaciones contra Japón.

Puede decirse que sus actividades revolucionarias entraron en una nueva fase al trasladar su escenario de lucha a Manchuria después del Incidente del 18 de Septiembre. Una vez allí, se estableció primero en Daowai, en Haerbin, donde trabajó como secretario del partido.

Su cara me daba la impresión de un profesor universitario. Tenía modales de civil y no de militar. Fue un hombre pensador que, si no hubiera participado en la revolución, habría dedicado toda su vida a la investigación científica o a las actividades literarias.

Fue un hombre sencillo, modesto, franco, sociable, cordial, sin aspectos censurables.

En el “Certificado de evaluación de los miembros del mando de las unidades guerrilleras en Manchuria”, conservado en el archivo de la Internacional, está escrito:

“Wei Zhengmin:

“Subcomandante del grupo sureño; militante del Partido Comunista de China, secretario del comité del partido de Manchuria del Sur …“Es un comandante bien preparado en lo político.

“Según informaciones de los guerrilleros, posee alto prestigio. Faltan los materiales sobre sus antecedentes.

“En la Dirección de Exploración y el Ministerio del Interior no hay materiales negativos sobre él.”

Aunque fue un revolucionario chino, apoyó a los revolucionarios coreanos y se interesó mucho por la revolución coreana. Ya ustedes sabrán que la Conferencia de Dahuangwai se efectuó en un ambiente muy tenso. Si en ella Wei Zhengmin, quien era el enviado del partido, no hubiera adoptado una posición justa, no cabe duda de que nos hubiéramos puesto en una situación muy desfavorable. Por fortuna, él prestó oídos a mis planteamientos ora asintiendo, ora tomándolos como punto de referencia. Después de la Conferencia de Yaoyinggou, incluso visitó la sede de la Internacional en Moscú para recibir su anuencia respecto a los asuntos que presentamos.

Ese viaje sirvió de efectiva ayuda para la revolución coreana. Hasta hoy no he podido olvidar aquel día en que él vino a Nanhutou, burlando la línea de la muerte, nos abrazamos y frotamos las mejillas.

En el momento en que él me apretó contra su pecho tras haberme transmitido la opinión de la Internacional refiriéndose a que mi planteamiento de que los revolucionarios coreanos debían luchar bajo la bandera de la revolución coreana no estaba en contra del internacionalismo y que también era justa mi insistencia en que la lucha contra la “Minsaengdan” se realizó de modo ultraizquierdista, así como la conclusión de esa organización de que los comunistas coreanos tenían que contar con sus fuerzas armadas nacionales y combatir en el interior de Corea y en las cuencas del río Amrok, pensé que no olvidaría los ingentes esfuerzos que él dedicó a la revolución coreana.

Con motivo de la Conferencia de Nanhutou nuestra amistad se profundizó mucho más. Allí convivimos unos 15 días y nos entendíamos bien. Fue una oportunidad que me permitió conocerlo más claramente.

En la Conferencia de Mihunzhen apoyó nuestro proyecto referente a la reorganización de las unidades y, más tarde, aplaudió con fervor la fundación de la Asociación para la Restauración de la Patria.

Fue entones cuando, según se dice, empezó a esforzarse para aprender el idioma coreano, diciendo que para efectuar la lucha común con los camaradas coreanos era indispensable que las opiniones se intercambiaran mejor. Amaba mucho a los guerrilleros coreanos. Todo esto era una expresión de su apoyo y estímulo internacionales a la revolución coreana.

Por nuestra parte, también hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance por Wei Zhengmin. Nos comportábamos según el refrán coreano que dice: “Amor con amor se paga.”

Inmediatamente después de la Conferencia de Mihunzhen, él fue herido en las cercanías de Fuerhe cuando marchaba junto con nosotros hacia el monte Paektu. Le dimos el mejor de los caballos de guerra que habíamos conseguido como botín en asaltos a los enemigos, así que él, cabalgando, nos acompañó hasta Maanshan.

Al llegar a este lugar, ordené a Pak Yong Sun instalar un hospital en Dajianchang para atender a Wei Zhengmin.

Tiempos después, éste fue a ver a Yang Jingyu para transmitirle las directivas de la Internacional relacionadas con la expedición a Rehe y luego volvió a verme cuando en Jiandao Oeste impulsábamos la etapa final de la construcción del campamento secreto del monte Paektu.

Su estado de salud era deplorable. Tenía una cardiopatía y gastritis crónica. Desde siempre, fue debilucho, pero no atendía su salud en ningún trabajo; por esta razón se debilitó más.

Una vez, se dio el caso de que cuando escalaba un monte a la cabeza de los guerrilleros y, al llegar al puerto, perdió el conocimiento por un ataque del corazón. Al verlo, le sugerimos que recibiera asistencia médica, a lo que respondió con una sonrisa que a lo que temía no era a la enfermedad física, sino a la ideológica.

Asigné a Pak Yong Sun y Kang Wi Ryong la tarea de construir en Hengshan algo así como un sanatorio donde viviría Wei Zhengmin. El campamento secreto de Heixiazigou no era apropiado para que un enfermo como él se curara, pues estaba situado en la avanzada.

Durante algún tiempo, permaneció allí, en el campamento secreto de Hengshan, cuidando de su salud.

Mandé a Kang Wi Ryong y Kim Un Sin a Changbai con la misión de conseguir un compuesto de sangre de tortuga de agua dulce y los medicamentos y tónicos necesarios para que se restableciera. Ellos gastaron más de 200 yuanes donados para comprar esa sangre, arroz blanco, harina de trigo, conservas en lata, leche y hasta frituras de harina, los cuales se entregaron a Wei Zhengmin. Le gustaba mucho la comida hecha de harina.

Con motivo del Año Nuevo de ese año según el calendario lunar, fui al campamento secreto de Hengshan y celebré con él la fiesta. Gracias a que Pak Yong Sun fabricó un aparato para hacer kuksu, agujereando el fondo de una lata, pudimos comer kuksu de fécula de patatas y beber unas copas de vino junto con él.

Ese día, también Qian Yonglin, comandante del octavo regimiento, celebró junto con nosotros la fiesta de Año Nuevo. El tenía un buen arte culinario. Llevando hasta cuchillos de cortar carne y verduras, preparó diversas comidas. Picaba la carne como hilos y, repartiéndola en varios platos, le echaba los condimentos tan rápidamente como un rayo; de veras, su habilidad era excepcional.

Cuando Wei Zhengmin nos solicitaba que le concediéramos nuestros hombres, también lo aceptamos. Hwang Jong Hae y Paek Hak Rim eran personas a que yo apreciaba y amaba mucho, pero se los cedí porque los pedía indicando hasta sus nombres.

Hwang Jong Hae era un guerrillero inteligente, capaz de desempeñar el cargo de jefe de compañía o el de regimiento. Era diestro en todos los trabajos. Además, sabía emplear con habilidad el idioma chino. También era una persona muy adecuada para la labor con las masas.

Paek Hak Rim se había desempeñado como mi ordenanza durante varios años.

Era honesto, sencillo y no sacaba el cuerpo en ningún trabajo, de manera que lo invitaba a acompañarme a todos los lugares adonde iba.

Igual pasó en el asalto a Pochonbo. Cuando yo dirigía el combate al pie de un álamo blanco a la orilla del riachuelo Karim, él iba de un lugar a otro para transmitir mi orden.

También fue quien transmitió al séptimo regimiento y la compañía de escolta mi orden de ataque para ayudar a los compañeros de la cuarta división de Choe Hyon que fue acorralada por un cerco del enemigo en Jiansanfeng.

Una vez, me rogó le permitiera incorporarse a una unidad de combate por algún tiempo, y por eso lo envié a un regimiento. Tiempo después, le pregunté qué le parecía servir allí, a lo que contestó que si bien se sentía animado, no podía vivir separado del General y luego me imploró que volviera a utilizarlo como ordenanza. Así, pues, lo traje otra vez para la Comandancia.

Paek Hak Rim también participó junto con nosotros en la Marcha Penosa. Fue uno de los guerrilleros que en aquel entonces compartieron conmigo un hop* de harina de arroz tostado.

Es una ley que si las relaciones entre los superiores y los subalternos se estrechan a tal grado, se aprecian y aman más que entre los miembros de una familia. Francamente digo que me sentí algo afligido, pensando que debía ceder un hombre así a otro.

Con todo, se los di olvidándome de la pena, por no poder negarme a la petición de Wei Zhengmin, gravemente enfermo.

Wei Zhengmin fue quien más se entristeció al oir la noticia de que Yang Jingyu había caído. Según se dice, su tristeza fue tan grande que dejó de comer en absoluto.

Después de la muerte de Yang Jingyu, él se hizo responsable del mando del Ejército de ruta No. 1 y luchó con valentía.

En el otoño del mismo año, por segunda vez fue herido en combate. Para colmo de males, contrajo tuberculosis pulmonar, razón por la cual no estaba en condiciones de mandar más la unidad.

Los imperialistas japoneses, que mataron a Yang Jingyu, colgaron su cabeza en la calle y propagaron como si hubieran diezmado a todas las unidades de las Fuerzas Unidas Antijaponesas que operaban en Manchuria del Sur. Y ruidosamente dijeron que, tarde o temprano, se acabaría la Lucha Armada Antijaponesa en la región Nordeste.

Dicho con franqueza, por esa época, las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste pasaban por graves pruebas que venían de adentro y afuera.

Las “correrías” del imperialismo japonés se tornaban cada día más violentas, en tanto que en el seno de las filas surgieron sucesivamente traidores y elementos vacilantes. También Fang Zhengsheng, quien en un tiempo fue jefe de una brigada, fue capturado por el enemigo y renegó antes o después de la caída de Yang Jingyu; además, se había debilitado mucho el terreno de masas del Ejército de ruta No. 1 de Manchuria del Sur.

La situación dejó un fuerte impacto en Wei Zhengmin, que desempeñaba el cargo de comisario político de dicho Ejército y el de secretario del comité partidista provincial de Manchuria del Sur.

El se dio cuenta de que su trabajo adolecía de lagunas y deficiencias muy graves que no debía tolerar por más tiempo.

Se trataba de un cuadro militar y político que era muy exigente consigo y sabía asimilar modestamente las experiencias y las buenas cualidades de otras personas. Me solicitó que le explicara las experiencias acumuladas en la formación de las organizaciones partidistas y las agrupaciones de masas, diciendo que, después de disueltas las zonas guerrilleras, los camaradas coreanos canalizaron ingentes esfuerzos para crearlas en extensas regiones de Manchuria del Este, Jiandao Oeste y en el interior de Corea.

En la etapa de las zonas guerrilleras las organizaciones revolucionarias decidieron todos los asuntos de los distritos de Jiandao. Hasta los chiquillos de seis o siete años, andaban con un tolete al cinto, hablando ruidosamente que eran del Cuerpo Infantil o cosas por el estilo. También las mujeres, sacudiéndose los grilletes feudales, se incorporaron a la asociación de mujeres. Las organizaciones concientizaron a las masas y éstas, levantadas, y unidas a los guerrilleros, entablaron los combates, cultivaron la tierra, así como también establecieron el Gobierno Revolucionario Popular.

Empero, una vez abandonadas las zonas guerrilleras, las unidades de Manchuria del Sur menospreciaron el trabajo con las masas, inclinándose exclusivamente a las actividades militares. Después que enviaron a numerosos habitantes de la zona guerrillera a la gobernada por el enemigo, casi no les prestaban atención, ni pensaban en asentar un nuevo terreno de masas. El resultado fue que las relaciones con el pueblo se rompieron de por sí.

El momento en que en esas unidades surgió con mayor gravedad la tendencia exclusivista de los asuntos militares fue cuando efectuaban la expedición a Rehe11. Por esa tendencia se entiende que trataban de solucionar los problemas sólo con las acciones y confrontaciones militares.

Por ser armada la lucha, no había que prestar atención sólo a los asuntos militares, pues si no existían las masas que apoyaran y ayudaran al ejército y le aseguraran las reservas humanas, ni el terreno de masas, era imposible sostener la guerra de guerrillas.

En los primeros días de la organización de la Guerrilla Antijaponesa, contábamos con un reducido número de armas y pocas fuerzas. Así y todo, declaramos sin vacilación la gran guerra antijaponesa. Nos lanzamos a ella con la convicción y determinación de ganarla. Dicho con franqueza, el poderío militar de nuestra guerrilla ni siquiera era comparable con el de Japón, respaldado por una poderosa economía.

Pero, entonces, ¿en qué confiamos cuando iniciamos la gran guerra contra Japón? Nos propusimos vencer al imperialismo japonés con el poderío político-ideológico, moral y táctico, basado en la concepción revolucionaria en cuanto a las masas populares.

La insensatez de la expedición a Rehe consistió en el hecho de que, impulsados por el subjetivismo, y alejados del anterior campo de batalla, se enfrentaron cara a cara con el ejército japonés, sin tener en cuenta las relaciones con el pueblo, ni anteponer el análisis táctico.

Si, después de la disolución de las zonas guerrilleras, en las Conferencias de Nanhutou y Donggang adoptamos las decisiones de fundar el Partido y la organización del frente unido, transformar la Unión de la Juventud Comunista en Unión de la Juventud Antijaponesa y de extender la lucha armada hasta las cuencas del río Amrok y el interior de Corea y, luego, asentados en la región del monte Paektu organizamos la Asociación para la Restauración de la Patria y ampliamos rápidamente sus organizaciones hacia vastas regiones del interior de nuestro país, se debió enteramente a que dábamos importancia a la labor con las masas, capaces de respaldar a la guerrilla.

El ERPC se benefició mucho de esas organizaciones. Si no hubieran existido éstas, aunque fuéramos capaces de aparecer y desaparecer por arte de birlibirloque, no hubiéramos actuado con eficiencia, en vista de que los enemigos, en sus desesperados esfuerzos para impedir que se les escapara ni un toe de arroz ni una hebrita de hilo, trataban de separar a la guerrilla del pueblo por medio de muros, construyendo las aldeas concentradas o cosas por el estilo.

El ejército y el pueblo siempre deben unirse en un solo cuerpo en cualquier circunstancia, como ocurre con la aguja y el hilo.

Si en una reunión convocada por el comité partidista provincial de Manchuria del Sur, Wei Zhengmin decidió enviar a los cuadros guerrilleros preparados a todas partes de Manchuria, esto fue para enmendar los errores cometidos.

Afortunadamente, él comprendió sus errores, aunque fuera tardío, y se decidió a rectificar el exclusivismo de los asuntos militares.

Lo que más preocupaba a Wei Zhengmin que, encerrado en el campamento secreto, combatía a la enfermedad, era cómo reponer y reorganizar las fuerzas del Ejército de ruta No. 1 que había perdido colosales recursos humanos y materiales, y cómo llevar a otro auge la revolución de Manchuria del Sur que experimentaba la amargura de la derrota y el estancamiento.

Si bien pensaba que en vísperas del gran acontecimiento que acaecería debía trazar una estrategia flexible y, según ésta, realizar un cambio táctico, se mostraba muy angustiado por no poder tomar una decisión adecuada a la situación imperante.

Mientras se preguntaba para sus adentros si no sería una solución realizar la cooperación militar con el Ejército de ruta No. 8, que actuaba en el interior de China, esperaba con ansiedad la respuesta de la Internacional a la carta que había enviado en abril de aquel año.

La carta de Wei Zhengmin enviada a la Internacional tiene un párrafo que demuestra su pesar en aquel entonces:

“… En el otoño de 1935 … y después … en las condiciones en que, aislados completamente del centro, no recibimos sus directivas concretas ni sus documentos ni boletines de información, los taimados enemigos nos atacan desde todos los ángulos.

… Literalmente, somos como un bote a la deriva sin el remero en un vasto mar lejano o como un niño que erra por ahí sin los dos ojos. Cuando se agitan las olas de la gran revolución, nuestra situación es tal que nos sentimos encerrados en una casa ajena o en un bombo herméticamente cerrado …; después de desvinculados del organismo superior sufrimos tremendas pérdidas imprevistas en las acciones.”

Wei Zhengmin escribió así para hacerle conocer bien a la Internacional y al Comité Central del Partido Comunista de China la difícil situación del Ejército de ruta No. 1 y pedirles activa ayuda para revitalizarlo.

Esta esperanza que cifró en esas organizaciones tenía muy poca posibilidad de hacerse realidad.

Por aquel entonces, la Internacional y la Unión Soviética, persiguiendo su seguridad, recurrían a la política de conciliación tendente a no excitar al imperialismo japonés en Manchuria, y el Comité Central del Partido Comunista de China no se encontraba en condiciones para prestarle ayuda a la revolución del Nordeste, porque debía combatir a varios miles de ríes de distancia.

Que en aquel momento Wei Zhengmin esperara la ayuda de la Internacional o del Comité Central del Partido Comunista de China, tenía que ver con que había estado separado durante algún tiempo de las actividades políticas y militares, no conseguía a tiempo los datos objetivos para valorar justamente la situación y, además, se había debilitado mucho físico y espiritualmente por la enfermedad.

Wei Zhengmin aguardaba con tanta impaciencia la respuesta de la Internacional porque le había solicitado encarecidamente que le diera los cuadros y materiales militares que faltaban al Ejército de ruta No. 1. Consideraba que la ayuda de esta organización era la única vía para revitalizarlo.

Mas, en esa época en que ella tenía dificultades para mandarle siquiera un enlace, no podía menos que ser un problema de dónde y cómo conseguiría los cuadros que faltaban y por qué vía y de qué manera enviaría los materiales de guerra que le hacían falta. Opiné que era más racional recuperar las organizaciones clandestinas destruidas y consolidar el terreno de masas para luego recibir de ellas la ayuda humana y material que esperar una ayuda que no estaba entre las posibilidades de la Internacional.

Después de la Conferencia de Xiaohaerbaling fui a ver a Wei Zhengmin que se atendía la enfermedad en el campamento secreto de Hanconggou. Me dolió cuando vi su cara pálida por la enfermedad. Mis compañeros que lo atendían expresaron preocupados que, si bien su herida de bala había cicatrizado principalmente, no se reponía debido a una recaída de su enfermedad crónica. Me surgió la idea de que en las peliagudas condiciones del campamento secreto sería difícil mantener siquiera su estado de salud de entonces.

Wei Zhengmin se quejaba que le subía por el estómago algo así como una piedra. Al oirlo sentí un soplo helado en el corazón, pues recordé que mi madre se había quejado de ello a menudo, sufriendo por un mal del estómago.

A pesar de ello, Wei Zhengmin intencionadamente encaminó la conversación hacia el asunto relacionado con las tareas inmediatas y la estrategia y las tácticas del movimiento guerrillero. Cuando le comuniqué que planteamos la orientación de conservar y acumular las fuerzas revolucionarias y pasar de las operaciones con grandes destacamentos a las acciones con pequeños destacamentos, de acuerdo con la situación imperante, y que empezamos a tomar las medidas pertinentes, él nos apoyó diciendo que los camaradas coreanos no sólo valoraron de manera correcta la situación, sino que también trazaron una acertada estrategia.

Además de esto, intercambiamos muchas opiniones en cuanto a la situación creada y el asunto de las actividades posteriores. Aquel día abordamos la cuestión de enviar los heridos y enfermos a la Unión Soviética y preparar los víveres necesarios para las acciones en pequeñas unidades durante el invierno.

Le sugerí que fuera a la Unión Soviética para curarse la enfermedad. Empero, él, muy preocupado por la situación del Ejército de ruta No. 1, aunque estaba enfermo, contestó que no podía aceptarlo porque aún tenía muchas cosas que arreglar. Al contrario, me solicitó que si iba a la Unión Soviética, le informara en detalle de la situación real de dicho Ejército a la Internacional y me interesara por si exactamente había llegado su carta.

Al ver que se preocupaba más por el destino del Ejército de ruta No. 1 que por su enfermedad, me sentí muy apenado. Este Ejército pasaba por una crisis después de la muerte de Yang Jingyu.

Así y todo, no estaba en condiciones de marcharme de inmediato a la Unión Soviética, ni tenía deseo de hacerlo. Nos comprometimos a mantener contactos también en el futuro por conducto de enlaces.

“Comandante Kim, le encargo de todo”, fueron sus últimas palabras que me dijo cuando abandonamos el campamento secreto. Era como su testamento, ya que no volvimos a encontrarnos. Si digo la verdad, ¿cuán simples y comunes fueron sus palabras? Empero, las acepté muy significativas, y con el alma apesadumbrada. Desde luego, creo, pueden interpretarse como haberme rogado que llevara al triunfo, hasta el fin, la revolución que él cultivara y atendiera consagrándole toda su vida. Y no sé si tenían el sentido de que me confiaba el trabajo del Ejército de ruta No. 1.

No se borra de mi memoria la mirada que me dirigió luego de haberlo dicho. Estaba llena de una gran tristeza.

Cuando partimos del campamento secreto separé los alimentos y materiales de intendencia para él, pero no me sentí aliviado. ¿Cómo hubiera podido animarlo haberle dejado cierta cantidad de arroz o la ropa enguatada? Lo que necesitaba era un cuerpo sano que le permitiera continuar la revolución.

Recomendé una vez más a Hwang Jong Hae y Kwak Ji San que lo curaran, costara lo que costara.

Ellos dijeron que me marchara pronto sin ninguna preocupación por Wei Zhengmin, prometiendo que lo atenderían bien, pero no dejaban de seguirme.

También me era difícil dar pasos, pues los dejaba en un profundo monte desconocido. Así, perdí bastante tiempo, repitiendo varias veces lo que les había aconsejado.

Con posterioridad, cuando fui a Jabarovsk, cumplí todo lo que me había solicitado Wei Zhengmin.

Los funcionarios de la Internacional dijeron que había llegado con puntualidad el mensaje enviado por él.

Este mensaje secreto fue publicado en diciembre de 1940, al insertarse su texto en el número 25 de “Informaciones ideológicas”, colección de documentos oficiales del imperialismo japonés.

Según se decía, en el otoño de aquel año, cuando Ri Ryong Un, jefe de regimiento del Tercer Destacamento cayó combatiendo en Wangqing, los imperialistas japoneses recogieron sus objetos personales, entre los cuales se encontraba dicho mensaje.

De esta manera surgió la interpretación de que éste cayó en las manos de los enemigos, a mitad de camino, sin llegar a la Internacional.

Entonces, ¿quién lo transmitió puntualmente a la Internacional?

El dato siguiente conservado en el archivo de esta organización es una clara respuesta:

“Secreto absoluto.

“Al Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista.

“Le envío las traducciones de la información del 10 de abril de 1940 del camarada Wei, subcomandante del Ejército de ruta No. 1 de las Fuerzas Unidas Antijaponesas y secretario del comité provincial de Manchuria del Sur del Partido Comunista de China, y sus dos cartas.

Sheliganov

10 de agosto de 1940”

El documento tenía la fecha del 23 de enero de 1941 y la firma de Dimitrov.

En la introducción de la carta está escrito:

“Nuestra información se divide en cuatro partes. En ésta no hemos mencionado muchas cosas y omitimos otras tantas. Por eso, espero que ustedes aclaren todos los problemas de interés, conversando con Wang Runcheng que va allí.

“Este les contará también las cuestiones secretas que no hemos podido escribir.

“Avalo especialmente al hombre que les envío.”

A juzgar por esta cita, Wei Zhengmin entregó las cartas dirigidas a la Internacional no sólo a Ri Ryong Un sino también a Wang Runcheng. Aunque las dos tenían ciertas diferencias en algunas partes, su contenido principal era igual. La única diferencia es que en la carta recogida a Ri Ryong Un no estaba mencionado lo relacionado con Wang Runcheng.

Este, desde temprano, actuó en estrecha ligazón con el gran Líder en Manchuria del Este. Se le llamaba por el seudónimo de “Wangdanaodai”. Se desempeñó como comisario político del cuarto regimiento de la segunda división del segundo cuerpo del Ejército Revolucionario Popular del Noreste y posteriormente como comisario político de la segunda división del segundo ejército de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Nordeste.

En la primavera de 1941, el gran Líder, al mando de una pequeña unidad, llegó a Manchuria burlando la línea de la muerte y estuvo en Hanconggou donde se había despedido de Wei Zhengmin por última vez. Pero allí no estaba ni su comitiva.

A finales del mismo año, meses después, el gran Líder, camarada Kim Il Sung, recibió noticias detalladas sobre ellos.

De regreso de las acciones con una pequeña unidad en Manchuria y el interior de Corea, un compañero soviético me pidió una entrevista urgente. Ante mí se presentó un coronel del Ejército soviético, vestido de civil. Decía que vino de Vladivostok, y me informó que allí permanecían hombres que se suponían miembros de una pequeña unidad de las Fuerzas Unidas Antijaponesas que habían cruzado la frontera URSS-Manchuria y que ellos pedían obstinadamente que les permitieran encontrarse conmigo, diciendo que sólo yo podía identificarlos.

Mientras viajaba en carro hacia Vladivostok en compañía del coronel soviético, medité sobre tales o más cuales cosas. Abrigué una esperanza, preguntándome si entre ellos quizás no estaría Wei Zhengmin y si no sería falso el rumor de que él murió debido a la enfermedad.

Me pareció que el carro andaba a paso de tortuga, y por eso me sentí muy impaciente y angustiado.

Tan pronto llegamos a Vladivostok, el coronel me trajo a Kwak Ji San. Quedé sorprendido al ver al jefe de intendencia Kwak que en un año había envejecido tanto como un anciano de 60 años. Era como un testigo de los sufrimientos inenarrables que experimentaron Wei Zhengmin y su comitiva.

Al principio Kwak Ji San trabajó como maestro en la zona de Yanji y luego ingresó en la guerrilla y se desarrolló como un trabajador político. Al comienzo actuó como jefe de compañía de la guerrilla de Yanji.

Era un probado revolucionario que sufrió todos los percances en su vida. Muchos hombres aprendieron a escribir con él.

Dondequiera que fuera, fue objeto de respeto por poseer profundos conocimientos y buena conducta. Si las personas lo seguían y respetaban con sinceridad era porque no temía ni al fuego ni al agua si era por los camaradas.

Además, poseía un amplio corazón. Algunos lo llamaban “Camisa de doce varas”. Significaría que era una persona generosa que abrazaba a todos sin importarle quiénes eran. Otros lo llamaban así en el sentido de que era como una madre muy atareada, atendiendo todos los quehaceres de una familia grande.

Cuando se organizaba el regimiento de escolta en el Ejército de ruta No. 1, lo elegimos como jefe de intendencia de Wei Zhengmin. Desde entonces, los guerrilleros empezaron a llamarlo con cariño “jefe de intendencia Kwak”.

Kwak Ji San hizo todo lo que estaba a su alcance por Wei Zhengmin. Varias veces se infiltró en la retaguardia enemiga, arriesgando la vida para conseguir alimentos y medicinas. No era casual que Wei Zhengmin dijera siempre que su vida se prolongaba gracias al jefe de intendencia Kwak.

Una vez calmado algo, Kwak Ji San pidió al coronel que trajera el máuser que le había encomendado. Al recibirlo, dijo con voz ronca: “Es del camarada Wei Zhengmin.”

El arma se me entregó, pero, hasta el fin, no salió de mi boca la pregunta: “¿Qué le pasó?” A juzgar por que no se veía Wei Zhengmin, sino sólo su maúser, no cabía duda de que había muerto.

Ese día, por conducto de Kwak Ji San, pude conocer en detalle lo que le había ocurrido.

Después que me había despedido de él en Hanconggou, ellos se mudaron al campamento secreto de Jiapigou del distrito Huadian. Un lugar del mismo nombre existió tanto en el distrito Wangqing como en el Dongning. En Manchuria había muchos lugares que se llamaban así.

Una vez trasladados allí, Wei y su comitiva establecieron el campamento secreto en dos lugares: uno en un lugar distante a decenas de ríes, al norte de Jiapigou y el otro, más lejos, al suroeste.

Wei Zhengmin vivió en el primer campamento. Junto con él, quedaron Hwang Jong Hae, Kim Pong Nam, el médico Kim Hui Son y 7 u 8 miembros del grupo de ametralladora. Kwak Ji San, Kim Chol Ho, Ju To Il, Ri Hak Son, Jon Mun Uk y Kim Tuk Su se alojaron en el segundo campamento.

Kwak Ji San era el único que sabía la ubicación de los dos campamentos. Le costaba mucho trabajo comunicarlos y suministrarles alimentos. El conseguía víveres con la ayuda de los oficiales del ejército títere manchú, con quienes estaba ligado a través de Jiajiali *. Ellos resolvían todo lo que él les pedía. También el jefe de agentes de la gendarmería estaba bajo su influencia.

Esos oficiales y el jefe de los agentes, sin excepción, eran quienes nadaban entre dos aguas. Traían a cuestas alimentos o sal al monte y los entregaban a la guerrilla, y luego se llevaban uniformes gastados, zapatos rotos o cacerolas agujereadas para mentir que mataron a equis guerrilleros y recibir premios en dinero.

Me dijeron que Wei Zhengmin no dejó de escribir hasta el último momento de su vida. No sólo redactó informes, sino también artículos con el balance de la lucha guerrillera. Algunos días formuló documentos relativos a las actividades de su ejército de ruta. Parece que la aspiración que abrigaba como revolucionario era no renunciar al trabajo hasta morir.

En víspera de su fallecimiento, entregó su máuser y los documentos a los compañeros y les sugirió:

––Ustedes son jóvenes vigorosos que deben luchar hasta el fin. La revolución confía en ustedes. Es inevitable que ésta sea acompañada de dificultades, derramamiento de sangre y muerte. Pero no tengan miedo al sufrimiento. No será en vano que derramemos sangre. Digo que vayan sin falta a ver al camarada Kim Il Sung.

Fue en marzo de 1941 cuando falleció Wei Zhengmin. Entonces tenía 32 años. Era una edad preciosa. Fue una muerte triste sin descargas en honor del difunto ni exequias. Sus compañeros enterraron sus restos con todo esmero.

Tiempos después, por desgracia, el túmulo fue descubierto por el enemigo por culpa de un guerrillero chino que bajó del monte y lo trajo. No se sabe por qué él, que, según se decía, había disfrutado siempre del profundo amor de Wei Zhengmin, procedió así.

No fue verdad lo que el enemigo escribió que lo mató en combate. No cayó en batalla, sino murió por enfermedad. Los japoneses eran diestros en propagar tales mentiras. Fue que los enemigos exhumaron su cadáver para recibir premio en dinero. Fue un acto bárbaro.

Escuchando cómo llegó el máuser de Wei Zhengmin a mis manos, conocí que los miembros de su escolta sufrieron mucho también en su posterior trayecto.

Wei Zhengmin lo entregó primero a Hwang Jong Hae a quien apreciaba y en quien confiaba más.

Al principio, éste se desempeñó como enlace. En casos necesarios le sirvió de intérprete a Wei Zhengmin. Posteriormente, fue promovido como jefe de sección de escolta, que se encargó exclusivamente de escoltarlo y ayudarlo en el trabajo. Según le pedía Wei, traducía los documentos y datos, y cuando éste guardaba cama, redactaba en lugar de él.

Junto con Kwak Ji San, lo protegió hasta el fin. Repito que lo escoltó con toda sinceridad.

Una vez, se dio el caso de que el caballo blanco de Wei Zhengmin desapareció del campamento secreto. Hwang Jong Hae confió a Wei al ametralladorista y se marchó en busca del animal. Para encontrarlo debía seguir sus pisadas. Caminó durante algún tiempo y, de repente, vio que los enemigos venían sigilosamente para el campamento secreto. También ellos se le acercaban siguiendo las pisadas del caballo. El momento era muy crítico. Como fue después que los miembros de la sección de escolta se habían ido a conseguir víveres, cerca de Wei Zhengmin no existían nadie más que él y el ametralladorista.

Hwang Jong Hae desandó lo andado, y, después de haber escondido los documentos secretos, corrió hacia el bosque, llevando a cuestas a Wei Zhengmin. Pronto les llegaban las ráfagas de balas enemigas. Esta vez, él lo llevaba entre sus brazos y seguía corriendo. Deseaba salvarlo aunque él mismo cayera. Aquel día, por desgracia, una bala le alcanzó un hombro. No podía correr más con Wei Zhengmin en los brazos. Así, pues, lo encomendó al ametralladorista y, tomando la ametralladora, hacía fuego de protección para mantener a raya a los enemigos.

Así era Hwang Jong Hae. Entonces, ¿cómo no lo habría de apreciar Wei Zhengmin? No por casualidad que éste le entregó su máuser.

Con posterioridad, Hwang Jong Hae, al frente de su grupo, se mudó al campamento secreto donde permanecía Kwak Ji San. El grupo cazaba animales montaraces como jabalí y oso para comerlos o guardarlos para alimentarse en el viaje.

El murió cazando un oso. Persiguió al animal que huía alcanzado por una bala; éste dio media vuelta y se lanzó furioso sobre él. Al final, ocurrió una desgracia imprevista. Así perdimos, desgraciadamente, a un hombre valioso.

El máuser que él guardaba pasó a Ri Hak Son, coterráneo de Paek Hak Rim. Ri Hak Son lo limpiaba sin falta una vez al día, recordando a Wei Zhengmin. Pero él también perdió la vida por una manera imprevista.

Después de su muerte, el arma llegó a Kwak Ji San.

Este comandaba las actividades del grupo, por una parte, y por la otra, se dedicaba al cultivo de opio, mientras que hacía preparativos para entrar en la Unión Soviética.

Si no me equivoco, entonces fue que el grupo de Ryu Kyong Su se encontró, en las cercanías de Jiapigou, con un anciano que mantenía contacto con el grupo de Kwak Ji San. El viejo guardó rigurosamente el secreto, y por eso, Ryu Kyong Su regresó sin conocer el paradero de Kwak Ji San.

Este y su comitiva consiguieron uniformes militares y prepararon alimentos y sal con el dinero adquirido con la venta del opio. Aunque se marcharon con suficiente preparación, sufrieron mucho en el camino. Cuando pasaban el río que hace frontera entre URSS y Manchuria, lo hicieron con los pantalones cargados sobre la cabeza.

Así fue como el arma me llegó pasando de mano en mano.

Tiempos después, Kwak Ji San se incorporó a la pequeña unidad de Kim Il, que avanzaba hacia Manchuria. Valiéndose de la palanca de Jiajiali, él constituyó una organización clandestina con oficiales del ejército títere manchú con quienes mantenía contactos desde antes y, al mismo tiempo, efectuó la labor política entre la población.

Kwak Ji San y demás comunistas coreanos que escoltaban a Wei Zhengmin hicieron todos los esfuerzos para acabar con el exclusivismo del asunto militar, por el que Wei se inquietaba tanto cuando vivía, y para consolidar el terreno de masas para la lucha armada.

Fue en 1943, a mi parecer, que el jefe de intendencia Kwak cayó en una batalla. El fue a Manchuria con una nueva misión de exploración y, cuando volvía con la misión cumplida, fue alcanzado por una bala enemiga.

Wei Zhengmin nos ayudó de todo corazón cuando la revolución coreana pasaba por pruebas más severas. Es por eso que todavía lo recuerdo con frecuencia.

Siempre que él tropezaba con problemas prácticos, difíciles de resolver, nos preguntaba la opinión. El confiaba en nosotros en tal grado que, después de la caída de Yang Jingyu, consultaba con nosotros todos los asuntos relativos a las actividades del Ejército de ruta No. 1 y del comité partidista provincial de Manchuria del Sur.

Si los cuadros de este Ejército iban a verle para recibir su aprobación, él me los mandaba a mí.

Después de su muerte, la Internacional consultó con nosotros todos los asuntos relacionados con las actividades del Ejército de ruta No. 1 de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Nordeste y las del comité partidista provincial de Manchuria del Sur.

Wei Zhengmin era excelente no sólo como ser humano, sino también como revolucionario. Por ser hombre y revolucionario excelente, también nosotros lo ayudamos con toda sinceridad.

Numerosas personas hicieron mucho para atenderlo. No fueron uno o dos los soldados internacionalistas que consagraron su vida para protegerlo.

Digo que el interés de Wei Zhengmin por la revolución coreana y su amistad con nosotros fueron excepcionales.

Nuestros compañeros que por aquel entonces trabajaron largo tiempo junto a él, dijeron que Wei Zhengmin siempre relacionaba conmigo el destino de la revolución coreana y cada vez que hablaba les aconsejaba a que enaltecieran de corazón al camarada Kim Il Sung.

Si su vida está coronada con hermosura, es porque su inicio y su final son idénticos. El hombre que dio sus primeros pasos de la vida por la Patria, el pueblo y la humanidad, también debe concluirla por éstos mismos. Sólo entonces, la vida puede ser tan digna y bella que la gente puede recordarle eternamente.

En la época de la Revolución Antijaponesa el mundo espiritual de las personas era verdaderamente limpio.

Sin embargo, después que el revisionismo contemporáneo levantó su cabeza en el seno del movimiento comunista internacional desaparecieron casi todos los que abogaban por el internacionalismo. Incluso aquellos que, si abrían la boca, hablaban ruidosamente de este ismo, trajinan ahora para llenar sus bolsillos.

Tiempo agradable fue cuando los revolucionarios, por encima de las diferencias de nacionalidad, se ofrecían unos a otros alimentos y materiales, aunque estaban hambrientos y haraposos. En ningún momento y circunstancia, los comunistas deben olvidar la misión y el deber internacionalistas.


En alianza con las fuerzas antimperialistas internacionales


En el verano del año 73 (1984) de la era Juche, durante el viaje de regreso a la Patria luego de concluir la histórica visita oficial y de amistad a la Unión Soviética y los demás países socialistas de Europa Oriental, el gran Líder permaneció un día en Jabarovsk. En esa ocasión el Líder con profunda emoción recordó la vida en las bases de entrenamiento del Lejano Oriente y la Reunión de Jabarovsk:

Yo quería visitar Jabarovsk. Al iniciar el viaje entramos a la Unión Soviética por Manzhouli, por lo cual no pudimos pasar por aquí, pero como en el itinerario de regreso se preveía pasar por Jasan y la estación ferroviaria Tumangang decidí permanecer un día en Jabarovsk. Desde hace mucho tiempo quería visitarlo, pero sólo hoy, al cabo de decenas de años, veo realizado este deseo.

En los días en que el ERPC, las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste y las unidades del Ejército soviético del Lejano Oriente, integrando las Fuerzas Aliadas Internacionales, realizaban operaciones conjuntas, Jabarovsk fue un importante centro de reunión donde los funcionarios de la Internacional, los comunistas y los jefes militares de los tres países: Corea, China y la Unión Soviética, realizaban encuentros para intercambiar opiniones y estudiar el rumbo y los métodos de la lucha común.

En esa época, en Jabarovsk estaba el cuartel general de las tropas soviéticas del Lejano Oriente y, por un tiempo, estuvo el Departamento de Propaganda para el Oriente de la Internacional.

En noviembre de 1940 crucé la frontera de la Unión Soviética y Manchuria y entré en territorio soviético para participar en una reunión convocada por la Internacional.

Después de concluir los trámites indispensables me despedí de mis camaradas y guiado por un oficial soviético partí directamente hacia Jabarovsk.

Por la ventanilla del tren que corría se veían las tierras del Lejano Oriente cubiertas de nieve. Ante mis ojos se perfilaban las figuras de numerosos independentistas y patriotas que habían derramado su sangre allí en aras de la Patria.

En esas tierras incontables mártires y patrioteros, lamentándose amargamente por la ruina del país y clamando por el rescate de la estatalidad, irremediablemente tuvieron que recorrer un camino sembrado de dificultades, haciendo de tripas corazón.

Hasta allí habían llegado unos para conseguir armas, otros para crear organizaciones, otros más para lamentar su tristeza por pertenecer a una nación débil, derramando lágrimas y sangre …Ninguno las visitó para admirar sus paisajes.

Pese a todo, la independencia del país seguía siendo una tarea pendiente de la nación.

En consideración a los mártires que, convertidos en espíritus, duermen bajo esas tierras, decidí para mis adentros alcanzar la independencia con nuestras propias fuerzas y así hacer realidad su anhelo.

Desde inicios, este viaje me despertó complejas ideas. Como iba a participar por primera vez en una reunión de la Internacional, no podía menos que sentirme así. Merecía prestar atención al hecho de que esa organización nos invitaba a la reunión. Eso constituía una señal de que su dirección tenía en consideración la existencia del ERPC.

Raramente ocurría que la gente de ese organismo invitara a los coreanos a su reunión.

En la década de 1920, personas relacionadas con el Partido Comunista de Corea la frecuentaron por separado con sellos de patata, pero, las actividades de ellos no fueron, en el verdadero sentido de la palabra, para desarrollar el movimiento comunista, sino meras visitas con fines sectaristas, destinadas a lograr la hegemonía. Lo que se obtuvo al cabo de esas andanzas fue la ignominiosa disolución del Partido Comunista de Corea y el paso obligatorio al partido de otro país, según el principio de un solo partido en un país.

Según recuerdo, la dirección de la Internacional casi no había analizado el problema de la revolución coreana en sus reuniones, presentándolo como un punto independiente.

Después de la disolución del PCC la revolución coreana estaba casi fuera de la vista de la Internacional. Esta prestó atención sólo a las revoluciones en países grandes como China y la India. Algunas personas de su dirección incluso prohibieron que los coreanos que combatían en la región nordeste de China levantaran directamente la consigna de la revolución coreana y les remitían una tras otra directivas que no se correspondían con la realidad, lo que causó no pocos daños a la revolución de nuestro país.

Fue después de su Séptimo Congreso que, por primera vez, la Internacional reconoció el carácter independiente de la revolución coreana y le expresó oficialmente su apoyo.

Sin importarnos que ella prestara poca atención a la revolución coreana, nosotros la apoyamos invariablemente y apreciamos sus hazañas y la validez de su existencia.

Después de la Primera Guerra Mundial, esa organización realizó grandes proezas en la tarea de formar las filas del movimiento comunista y asegurar su pureza conforme a la nueva situación. Hemos valorado justamente sus méritos por haber cumplido fielmente el papel de vanguardia internacional en la lucha por la victoria de la revolución mundial.

Los comunistas coreanos, con la dignidad de ser protagonistas de la revolución coreana y el orgullo de ser dignos miembros del movimiento comunista internacional, se esforzaron abnegadamente por el triunfo de la revolución coreana y, al mismo tiempo, por el cumplimiento de las instrucciones de la Internacional destinadas a desplegar la revolución mundial.

Deposité muchas esperanzas en la Reunión de Jabarovsk. Como por primera vez los representantes de las fuerzas armadas de los tres países se sentarían en un mismo lugar para debatir asuntos de interés común, pensé que el curso de la reunión no podría ser llano, pero fui optimista en cuanto a sus perspectivas.

Cuando llegué, Jabarovsk estaba cubierto por una capa de nieve que llegaba hasta las rodillas y hacía un frío duro.

Para nosotros que veníamos combatiendo sólo en las selvas nos parecía maravilloso todo lo que veíamos. Las pacíficas calles donde no se oían tiroteos ni se veían el saqueo y el hambre, las figuras de las gentes felices que caminaban y conversaban con ánimo, todo lo cual era la vida ideal con que veníamos soñando.

En algunos mapas Jabarovsk aparece con el nombre de Happu o Paekryok. En el pasado, los coreanos llamaron Haesamwi a Vladivostok. En el Lejano Oriente no fueron pocos los lugares llamados con nombres como Sangsongji, Yonchu, Suchong, Sosong, etc.

Dicen que la denominación de Jabarovsk viene del nombre de Jabarov, uno de los exploradores del Lejano Oriente. En la plaza de la estación ferroviaria, situada en el centro de la ciudad, estaba erigida su estatua de bronce, que me produjo una fuerte impresión. Por ese entonces esta ciudad contaba con más de 200 mil habitantes.

El día en que llegué a Jabarovsk me encontré con So Chol en la residencia y al día siguiente con An Kil. Dijeron que iban a participar en la reunión, el primero en calidad de miembro del comité provincial del partido de Manchuria del Sur y el segundo a título de jefe de Estado Mayor del Tercer Destacamento. Me fue difícil encontrar palabras para expresar mi emoción al encontrarme con los camaradas de armas a quienes no podía ver con frecuencia debido a que combatíamos desplazándonos por todos los lugares del Este, el Sur y el Norte de Manchuria.

Como muriera Yang Jingyu, comandante del Ejército de ruta No. 1 y Wei Zhengmin estaba enfermo, así como cayeron los comandantes de destacamentos Cao Yafan y Chen Hanzhang, nosotros tres representábamos no sólo al Ejército Revolucionario Popular de Corea sino también al comité provincial del Partido Comunista de China en Manchuria del Sur, y al Ejército de ruta No. 1, de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Nordeste. Es decir, éramos representantes de todas las organizaciones partidistas y las unidades guerrilleras que actuaban en Manchuria del Sur.

Por conducto de So Chol y An Kil me enteré de que Zhou Baozhong, comandante general del Ejército de ruta No. 2 había llegado a Jabarovsk a principios de noviembre, y más tarde le siguieron también Zhang Shoujian y Feng Zhongyun, comandante general y comisario político del Ejército de ruta No. 3, respectivamente, y Ji Qing, jefe del departamento político del quinto cuerpo de ejércitos. An Kil y So Chol me dijeron que en la ciudad se encontraban Kim Chaek y Choe Yong Gon, quienes me estaban esperando. En resumidas cuentas, significaba que estaban reunidas casi todas las personas que representaban los tres ejércitos de ruta de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Nordeste y los comités provinciales del partido en las regiones Jidong, Manchuria del Norte y Manchuria del Sur.

Antes de que se iniciara la Reunión de Jabarovsk, me entrevisté con el general del Ejército soviético estacionado en el Lejano Oriente, Liúshenko, representante de la Internacional.

Después de explicarme la intención y el objetivo que perseguía la Internacional al convocar en Jabarovsk la reunión de los representantes de las guerrillas de Manchuria y el Ejército soviético, el general deseó que juntos buscáramos eficaces medidas para hacerle frente a las demandas de la nueva situación. Y me preguntó si yo no podría reunirle los datos sobre la composición y el contenido del trabajo del comité provincial del partido en Manchuria del Sur y el Ejército de ruta No. 1.

Acepté su solicitud y, junto con An Kil y So Chol, redacté detalladamente esos datos. Esos fueron precisamente los que enviamos a Wang Xinlin el primero de enero de 1941.

Wang Xinlin era el seudónimo de Liúshenko, jefe de inteligencia del Ejército soviético en el Lejano Oriente. En el período en que las unidades del ERPC y las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Nordeste actuaban en el interior de la Unión Soviética, con ese nombre se presentaba la persona que representaba la Internacional, el Partido y el Ejército soviético en el Lejano Oriente.

También Sorkin, otro general del mismo ejército, quien cuando la reunión iba a finalizar asumió la tarea de Liúshenko, actuaba bajo el mismo seudónimo.

En el archivo de la Internacional se conserva el original del documento que el gran Líder elaboró y presentó en nombre de los representantes del comité provincial del partido en Manchuria del Sur (Ejército de ruta No. 1) en enero de 1941. La primera parte del documento dice:

“Camarada Wang Xinlin:

En la medida de nuestros conocimientos vamos a darle respuesta a todas sus preguntas sobre las acciones desarrolladas por el Ejército de ruta No. 1 de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste en la primavera y el verano de 1940. Por eso, este documento no abarca todo lo referente a su situación.

Le enviamos nuestro saludo bolchevique.

Kim Il Sung

An Kil

So Chol

Primero de enero de 1941”

Antes de iniciarse la reunión tuve un emocionante encuentro con Kim Chaek y Choe Yong Gon, y me entrevisté con Zhou Baozhong al cabo de mucho tiempo.

Hasta que terminó la reunión y partieron de Jabarovsk, An Kil y So Chol permanecieron conmigo en la misma residencia. Tengo la impresión de que fue ayer cuando compartimos los tres los recuerdos y hablamos sobre el futuro de la revolución, olvidándonos hasta de comer y dormir.

A fines de enero de 1940, ya se había efectuado en esta ciudad una reunión de los comandantes de las guerrillas de Manchuria bajo el auspicio de la Internacional. En ella participaron sólo los representantes de los Ejércitos de ruta No. 2 y No. 3, entre otros Zhou Baozhong, Zang Shoujian y Feng Zhongyun. Los representantes del ERPC y el Ejército de ruta No. 1 no estuvieron presentes.

En esa ocasión, analizaron las experiencias y lecciones del movimiento guerrillero en el Noreste de China, definieron el rumbo de la lucha posterior, basándose en el estudio de la situación y luego discutieron el asunto de mantener contactos con el Ejército soviético del Lejano Oriente y colaborar entre ellos. Como resultado llegaron a acuerdos pertinentes en cuanto a la cuestión de llevar a cabo acciones conjuntas.

Sobre la base de estos éxitos, a mediados del marzo de 1940 tuvo lugar otra reunión de consulta para intensificar las relaciones y la cooperación con la participación de la parte de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Nordeste y las autoridades militares soviéticas. Entre los asistentes estaban los representantes de los Ejércitos de ruta No. 2 y No. 3 de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste, el comandante interino del Ejército soviético del Lejano Oriente, los jefes de las unidades estacionadas en las ciudades de Jabarovsk y Voroshílov, Liúshenko y otros.

En esa ocasión la parte de las FUAN pidió que la Internacional y el Ejército soviético aumentaran su ayuda. Entonces, la parte soviética exigió se le pasara el derecho de mando de sus unidades. El comandante de la unidad estacionada en Jabarovsk preguntó qué opinaban sobre la opción de separar las unidades de las FUAN de las organizaciones del Partido Comunista de China, explicando que en tal caso se lograría con más facilidad la ayuda de la Unión Soviética a las guerrillas del Nordeste.

Debido a esta posición de la parte soviética, en la reunión de consulta se produjeron serias discusiones y, como consecuencia, las dos partes sólo llegaron a un acuerdo preliminar en cuanto a la forma y contenido del apoyo y cooperación mutuos, sin encontrar una solución satisfactoria.

Así fue como este problema volvió a ser debatido en la reunión efectuada más tarde en Jabarovsk.

A esta reunión, en que participamos, usualmente se le llama Reunión de Jabarovsk de 1941; comenzó en diciembre de 1940 y continuó su trabajo hasta mediados de marzo de 1941 en un cuartel destinado a trabajos secretos. El edificio estaba rodeado por una cerca. La sala de reunión había sido un punto de enlace secreto de un trabajador clandestino.

Dado que se reunían, por primera vez en un mismo lugar, personas de responsabilidad de las FUAN, el ERPC y de todos los comités provinciales del partido, en la primera etapa examinamos profundamente, durante varios días, las relaciones entre los ejércitos de ruta y los comités provinciales del partido y las medidas a tomar para actuar al unísono en cuanto a los lazos con la Internacional y la Unión Soviética. Luego, a partir de los primeros días de enero de 1941, analizamos junto con las autoridades de la Internacional y la Unión Soviética, principalmente las cuestiones relacionadas con el futuro del movimiento guerrillero antijaponés en Manchuria, así como el contenido y la manera del apoyo y la cooperación mutuos con las autoridades del Ejército soviético del Lejano Oriente.

En calidad de representantes de la Internacional y la Unión Soviética estuvieron presentes el general Liúshenko y otras varias personas.

La reunión desde el inicio se desarrolló en un ambiente desasosegado debido a las posiciones contrarias de la parte del Ejército soviético y las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Nordeste en torno al problema del derecho al mando de éstas.

Otra causa de tal ambiente fue el descontento de los comandantes de las FUAN por la ausencia del representante del PCCh.

Al organizar la reunión en nombre de la Internacional, la parte soviética comunicó a los comités provinciales del partido de Jidong y Manchuria del Norte que estaría presente también el representante del CC del PCCh. No obstante, hasta que se inició la reunión ese representante no había aparecido en Jabarovsk. Los cuadros de mando de las FUAN quedaron bastante decepcionados porque desde hacía mucho tiempo esperaban con impaciencia el restablecimiento de las relaciones con el CC del PCCh. De hecho, si ellos vinieron a la Reunión de Jabarovsk con un especial interés, fue porque les impulsó mucho la esperanza en dicho encuentro.

Nosotros tampoco podíamos saber por qué no había venido dicho representante. Independientemente de los motivos, fuera porque las autoridades soviéticas no enviaron al CC del PCCh la información sobre la organización de la reunión, o porque la información no llegó a tiempo, la ausencia del representante del CC del PCCh despertó sospechas en algunos representantes de las FUAN, haciéndoles dudar hasta del mismo objetivo de la reunión, lo que al principio ensombreció el trabajo.

Las sesiones se efectuaron en forma de conversaciones, sin presentarse expresamente informes. A medida que el representante de cada ejército de ruta de las FUAN informaba sobre el estado del trabajo suyo, se promovieron mutuamente la comprensión y el entendimiento necesarios para la consulta de los asuntos incluidos en la agenda. Me tocó explicar el estado del trabajo en el Ejército de ruta No. 1 y el ERPC.

En las condiciones de entonces era imposible presentar un informe general sobre las actividades militares y políticas de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Nordeste.

El PCCh no podía dirigirlas de modo centralizado y unificado. Personas como Zhao Shangzhi y Zhou Baozhong trataron de contactar con el CC del Partido por tales o cuales vías y pensaron en una organización partidista independiente en el Nordeste, pero como no se logró el propósito, se creó una situación tal que los comités provinciales del partido en Manchuria del Norte, Jidong y en Manchuria del Sur existieron y actuaron independientemente. Como consecuencia, también en las Fuerzas Armadas Antijaponesas del Nordeste los ejércitos de ruta no pudieron menos que actuar por separado.

No era fácil controlar y dirigir en conjunto la revolución en el Nordeste. Bajo la condición de ocupación de Manchuria por el ejército japonés con varios cientos de miles de efectivos, para el PCCh fue una tarea más que difícil dirigir desde el interior del país las actividades partidistas y militares de la gente del Nordeste.

El principal asunto examinado en la Reunión de Jabarovsk fue el problema referente al rumbo de las actividades posteriores de las FUAN y el ERPC. En fin de cuentas, consistía en cómo establecer las relaciones entre la lucha guerrillera en Corea y el Nordeste de China y el Ejército soviético y de qué manera ajustarlas, fortalecerlas y desarrollarlas conforme a las exigencias de la nueva situación.

En relación con este asunto la parte soviética planteó que en vista de que Alemania, Japón, Italia y otras fuerzas fascistas habían constituido una alianza de defensa contra el comunismo y que la Segunda Guerra Mundial seguía extendiéndose, para vencer a esas fuerzas fascistas aliadas era indispensable intensificar la lucha conjunta, para lo cual se necesitaban medidas prácticas, y en este sentido era preferible que las FUAN se fusionaran con el Ejército soviético renunciando a su independencia.

E hizo hincapié en que esta medida estaba acorde con los principios del internacionalismo proletario y, al mismo tiempo, era útil para la revolución en el Nordeste. Ese tópico era, de hecho, el mismo al que se opusieron de modo tan categórico los comandantes de las FUAN en la reunión del año anterior.

Durante un año se produjeron sucesivamente cambios dramáticos en la situación política mundial y la militar en el Lejano Oriente. La propuesta de la Unión Soviética reflejó el curso de esta situación.

Por esa época la Unión Soviética consideraba casi inevitable el choque con Alemania que avanzaba como viento hacia su frontera occidental. Si simultáneamente Japón la atacaba desde el este, se crearía una situación muy grave.

Los soviéticos hicieron todo lo posible para evitar el ataque por ambos flancos, el este y el oeste. En el proyecto de colaboración, presentado por la Unión Soviética, podíamos adivinar lo suficiente su angustioso estado psicológico ante la apremiante situación.

Para la Unión Soviética, cuyo vasto territorio pertenecía a Europa y ocupaba gran parte del continente asiático, era imposible garantizar plenamente la defensa nacional sólo con proteger una parte de su línea fronteriza tan larga o tener creada una capacidad para rechazar a los atacantes de un lado.

Desde el comienzo del establecimiento del Estado, la Unión Soviética ha prestado gran atención a la defensa nacional, manteniendo el principio de prepararla en tal grado que pudiera derrotar a los enemigos que la atacaran simultáneamente desde Europa y Asia. Teniendo en consideración este principio de la defensa nacional y las relaciones con Japón y China, desde inicios los soviéticos trataron de convertir el Lejano Oriente en una zona militar independiente.

Mas, como el Primer Plan Quinquenal se concentró, tanto en el aspecto económico como el militar, en reforzar la región europea del país, sus resultados no pudieron redundar hasta en el fortalecimiento de las fuerzas militares del Lejano Oriente.

La razón directa que los hizo aumentar y completar rápidamente sus fuerzas militares en el Lejano Oriente fue el Incidente del 18 de Septiembre de 1931. Al recibir el fuerte impacto de la invasión del imperialismo japonés a Manchuria siempre estuvieron preocupados por si Japón no enviaría sus fuerzas armadas hasta el Lejano Oriente.

Según informaciones, antes del Incidente del 18 de Septiembre sus fuerzas armadas en esa región no pasaban de 50 mil efectivos de infantería, cien aviones y treinta tanques. Pero, después de dicho suceso comenzaron a aumentarlas dos, tres y cuatro veces. Al ser rechazada por Japón su propuesta de firma de un tratado de no agresión, la Unión Soviética hizo frente a las amenazas de agresión de Japón emplazando bombarderos pesados, tanques de nuevo tipo y submarinos en el Lejano Oriente. También el objetivo del acuerdo soviético-mongol, concertado en 1936, estaba en contener a Japón. La Unión Soviética dio mayor impulso al aumento de las fuerzas armadas en esa región desde que fue amenazada gravemente la seguridad en su frontera oriental con el estallido de la guerra chino-japonesa y los incidentes de Jasan y Jaljingol que se produjeron sucesivamente.

La propuesta de la parte soviética, de convertir las FUAN en una unidad directamente subordinada al Ejército soviético del Lejano Oriente, fue interpretada como una reedición del proyecto que había presentado hacía un año, y motivó hasta críticas de que la Unión Soviética perseguía sólo sus intereses político-militares, subordinándoles el movimiento antijaponés en el Nordeste.

Al tener en consideración la situación creada en aquel entonces en el Lejano Oriente, la propuesta soviética tenía puntos comprensibles. El peligro de ataque simultáneo de Alemania y Japón desde el oeste y el este, no era cosa de un futuro lejano sino una realidad inminente, ya visible.

La URSS no deseaba que tronaran los cañones en el este de su territorio.

Japón, por su parte, se esforzaba por todos los medios para tener un pretexto para atacarla, divulgando como si las unidades armadas antijaponesas en Manchuria actuaran bajo la instigación y orden de la Unión Soviética.

Partiendo de esta situación, la Unión Soviética, por una parte, aumentó su poderío defensivo en el Lejano Oriente, y, por la otra, hizo todos los esfuerzos para frustrar de antemano el ataque de Japón utilizando al máximo los medios diplomáticos correspondientes.

En esa época la Unión Soviética no tenía aliados que pudieran enfrentar con ella la agresión de Alemania y Japón. A fin de conjurar el peligro de guerra cada vez más creciente en Europa, la Unión Soviética había tratado de establecer un sistema de seguridad colectiva, pero no pudo lograrlo debido a las maniobras de los imperialistas occidentales. En el Oriente tampoco existió país alguno que pudiera ayudarla con fuerzas armadas.

China estaba peleando contra Japón, pero era un país que sólo recibía ayuda de la Unión Soviética, y no un aliado capaz de prestarle ayuda. Para la Unión Soviética que deseaba la seguridad aunque sólo fuera en el este de su territorio, no se le debía dar a Japón ningún pretexto para la agresión armada.

La URSS, creo, propuso la creación de un sistema militar, según el cual se fusionaran sus tropas en el Lejano Oriente y las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste para no darle pie a Japón para agredirle, por una parte, y, por la otra, para conseguir un aliado que pudiera cooperar con sus tropas en el Lejano Oriente cuando se iniciara la operación contra Japón.

En lo concerniente a la fusión de las FUAN y el Ejército soviético en el Lejano Oriente, hubo acaloradas discusiones dentro y fuera del local de la reunión.

Los comandantes de las FUAN no pensaban ni en lo más mínimo en ampararse bajo el paraguas del Ejército soviético en el Lejano Oriente. Objetaron: “¿Cómo quieren que nos fusionemos cuando venimos librando sangrientos combates durante más de 10 años, pasando la noche a la intemperie, azotados por el viento y el rocío? Jamás abandonaremos la revolución en el Noreste. La parte soviética piensa sólo en sus propios intereses, sin tener en cuenta la situación de otros. Su actitud menosprecia el principio revolucionario de respetar la autonomía de la revolución en cada país. El problema se le debería plantear hasta a Stalin o a Dimitrov.” Como se supo más tarde, uno y otro apoyaron tal criterio de la parte de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste. Como consecuencia de este problema Liúshenko fue sustituido por Sorkin.

Entonces la parte soviética deseó conocer nuestra opinión sobre el problema de la fusión.

Se empeñó mucho en convencerme de que su propuesta no partía del egoísmo nacional. En su explicación se sentía fuertemente la idea de que sólo cuando sobreviviera la URSS y marchara exitosamente su revolución, también irían bien la revolución china y la coreana.

—Su propuesta, —les dije—, tiene algo de razón. Comprendemos la situación que les hizo plantearla. Pero veo que su demanda es unilateral y aún prematura. Es verdad que el ejército japonés acecha la oportunidad para atacar a la URSS, pero no hay indicio aún de que se desatará de inmediato la guerra. Es importante defender la revolución que ha triunfado, pero no menos lo es impulsar la revolución que no ha triunfado. A mi parecer, ustedes subestiman el movimiento guerrillero antijaponés en el Noreste.

Entonces la parte soviética me preguntó si me oponía a cualquier forma de fusión.

—No, — contesté—. ¿Por qué me opondría al modo de alianza y cooperación que beneficie a ambos lados? Lo que rechazo es la fusión desatinada en la que una parte menosprecie a la otra o no reconozca su independencia. El Ejército Revolucionario Popular de Corea formamos, junto con los camaradas chinos, las Fuerzas Unidas Antijaponesas, y desarrollamos la lucha común, pero mantenemos nuestra plena autonomía. Por eso, la lucha común marcha sin complicaciones. Me opongo tanto a la absorción del Ejército Revolucionario Popular de Corea por las Fuerzas Unidas Antijaponesas como al proyecto de anexarlo al Ejército soviético. Porque eso, en forma y contenido, significa ignorar nuestra independencia. En cuanto a asuntos concretos como el referente a la forma y el contenido de la lucha conjunta entre el Ejército Revolucionario Popular de Corea, las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste y el Ejército soviético en el Lejano Oriente, vamos a pensar más. Creemos que la forma y el método de la lucha común deben ser beneficiosos para la URSS, e igualmente para la revolución coreana y la china.

Luego de escucharme con atención la parte soviética afirmó:

—Usted nos dio la llave para ponerle fin a nuestra polémica que se repite sin ningún efecto y concluir la reunión. Sus palabras han sido para nosotros un mensaje muy útil. Estudiaremos más en cuanto al problema de la independencia.

Entonces les dije:

—Está bien si así han decidido proceder. Dejemos al lado las opiniones unilaterales y concluyamos pronto la reunión. Tendremos que ir apresuradamente a nuestros campos de operaciones para desplegar acciones con pequeñas unidades, crear organizaciones y realizar la labor con los habitantes, para lo cual no nos alcanza el tiempo. No es lógico que por un solo tópico los comunistas perdamos tanto tiempo en meras polémicas. Nada es irresoluble si pensamos cada cual razonablemente partiendo del espíritu del internacionalismo proletario.

También Zhou Baozhong y Zhang Shoujian quisieron saber mi opinión sobre la cuestión planteada.

—Si se reconoce la autonomía de todos los integrantes, —apunté—, no rechazaré la alianza internacional de varias fuerzas armadas. El problema está en su forma. Al respecto hay que meditar más. La propuesta de la parte soviética, aunque es unilateral, tiene semilla. Por tanto, no la rechacemos rotundamente. Despleguemos al máximo el internacionalismo proletario con actitud camaraderil y desinteresada para terminar pronto el debate del problema acorde con los intereses comunes.

Nuestra opinión fue apoyada en la reunión.

Nuestra posición de principios, manifestada en su curso, ejerció una influencia positiva para la realización de la unidad y cooperación entre las fuerzas armadas revolucionarias de las tres naciones: Corea, URSS y China.

En la Reunión de Jabarovsk se confirmó que nuestra orientación estratégica de preservar y reforzar las fuerzas revolucionarias y pasar de la lucha guerrillera de gran envergadura a las acciones con pequeñas unidades, fue correcta por responder a las exigencias de la nueva situación, y se analizó exhaustivamente la alternativa de que todas las unidades de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste y el Ejército Revolucionario Popular de Corea pasaran a las operaciones de pequeña envergadura, dedicándose principalmente a la preservación de sus fuerzas.

La consulta sobre este asunto duró unos dos días. Se llegó al acuerdo de opiniones con relativa facilidad.

Pero, no fue que no hubo en absoluto réplicas. Algunos consideraron el paso de la lucha guerrillera de envergadura a las operaciones en pequeñas unidades como un retroceso en la revolución. “Si nosotros, objetaban algunos, que no nos sentimos satisfechos ni de las acciones de gran envergadura, actuamos sólo con pequeñas unidades, ¿cuándo podremos vencer al imperialismo japonés? Si nosotros, los oriundos del Nordeste, que fuimos los primeros en iniciar la lucha antijaponesa, actuamos así cuando nuestros camaradas en el centro del país emprenden operaciones de magnitud moviéndose en grandes destacamentos, no tendremos cara para verlos.”

Era una equivocación pensar que sólo quienes hicieran acciones de gran envergadura podían mantener el pundonor.

También sobre el tema, sostuve, dentro y fuera del local de la reunión, largas discusiones con los camaradas de armas soviéticos y chinos, quienes tenían un considerable interés por mi opinión porque ya en Xiaohaerbaling había presentado la orientación de pasar a las operaciones con pequeñas unidades para preservar e incrementar las fuerzas del Ejército Revolucionario Popular de Corea y tenía experiencia de haber desarrollado con éxito esas operaciones dispersas.

Tuve que explicarles: La situación ha cambiado radicalmente. También nosotros sufrimos considerables pérdidas. No debemos descuidar la preservación de las fuerzas no sólo por el presente de la revolución sino por su futuro. No se piensen que es fácil derrotar al imperialismo japonés. Con miras a vencerlo y liberar a sus países respectivos tanto el Ejército Revolucionario Popular de Corea como las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste deberán preservar sus fuerzas y aumentarlas. Las acciones en pequeñas unidades harán posible realizar de modo dinámico la creación de organizaciones de resistencia popular total, y conseguir con facilidad los víveres. Además, son propicias para actuar. Las desplegamos desde el verano del año pasado y los resultados son muy buenos. Vale la pena hacerlas. En cuanto a las actividades con grandes unidades, podremos desarrollarlas en los momentos precisos.

A las personas que consideraban el paso a las acciones con unidades pequeñas como una retirada no fue fácil convencerlas con una o dos explicaciones de la justedad de emprenderlas. Por eso, se analizó mucho la situación. Demostramos esta justedad en relación con la situación creada en Corea, Manchuria y la URSS. En el curso de las discusiones sobre la situación desapareció en lo fundamental la discrepancia de criterios.

En esa ocasión, de veras, debatimos de modo serio sobre la situación. En ninguna de las numerosas reuniones que efectuamos, creo, habíamos hablado tan largo y exhaustivamente de la situación como en la de Jabarovsk.

A los que se obstinaban en las acciones de gran envergadura tuve que explicarles: “ También la Internacional nos exige abstenernos de las operaciones de gran envergadura. En esta exigencia se reflejan la aspiración y decisión de los comunistas de todas las naciones de apoyar a la URSS y defender las conquistas de su revolución. Si las operaciones guerrilleras de gran envergadura ejercen una influencia negativa para la seguridad de la URSS, ¿no es lógico que debamos reconsiderarlas?”

Y al representante de la parte soviética manifesté: “No deberían tratar de retenernos aquí sin motivo alguno. Si arguyendo la preservación de las fuerzas permanecemos con los brazos cruzados, no podremos llevar adelante la revolución. Nosotros organizaremos pequeñas unidades y seguiremos desplegando intensas actividades político-militares en el interior del país y las regiones del Noreste.”

Todos manifestaron su apoyo a mi criterio. De hecho, en aquel entonces los soviéticos desearon que nosotros permaneciéramos, sin crear complicaciones, en el Lejano Oriente realizando sólo ejercicios e intrascendentes exploraciones militares. Pensaban que así no le daría a Japón el pretexto para agredir a la URSS.

Sin embargo, nosotros no podíamos hacer de ese modo, pasivamente, la revolución. Si pasábamos el tiempo limitándonos a hacer actividades de esa índole, esto no sería otra cosa que llevar una vida ociosa.

Al cabo de las discusiones decidimos que en nuestras actividades daríamos prioridad a las operaciones con pequeñas unidades, la labor con las masas, la constitución de organizaciones y el crecimiento de las fuerzas. Esto coincidía con la orientación que examinamos y aprobamos en la Conferencia de Xiaohaerbaling,.En la reunión la parte soviética aseguró facilitarles en su territorio para bases de actividades a las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste y al Ejército Revolucionario Popular de Corea. Acordamos tener esos lugares como otras bases provisionales para desarrollar operaciones con pequeñas unidades en extensos territorios de Corea y Manchuria.

Después de la Reunión de Jabarovsk, la URSS nos facilitó dos bases en el Lejano Oriente: una era el campamento del sur ubicado en la cercanía de Voroshílov y otra el del norte en las proximidades de Jabarovsk.

Ocupamos temporalmente el campamento del sur. Aquí se estacionó también una parte del quinto contingente del Ejército de ruta No.2 de las FUAN. El campamento del norte quedó a disposición de los Ejércitos de ruta No.2 y No.3.

Entonces, yo, siendo Comandante del Ejército Revolucionario Popular de Corea, me desempeñé como jefe del campamento del sur y algún tiempo después organicé el destacamento No.1 uniendo el Ejército Revolucionario Popular de Corea y una parte de las fuerzas provenientes del Ejército de ruta No.1 y como su jefe tomé medidas para activar las operaciones en pequeñas unidades.

Puede decirse que fue un marcado cambio en la historia de la Lucha Armada Antijaponesa el que después de haberse creado la nueva base provisional en el Lejano Oriente desplegáramos intensas actividades en pequeñas unidades, desplazándonos por el interior del país y las regiones de Manchuria. Por supuesto, eso fue una medida provisional, pero constituyó el primer paso importante para llevar a una fase superior la lucha para alcanzar la victoria final de la Revolución Antijaponesa.

Si en aquel tiempo no hubiéramos tomado enérgicas y oportunas medidas a tenor de las exigencias de la situación creada y la revolución en desarrollo, no habríamos podido salvar la revolución de la crisis ni logrado la victoria final de la Revolución Antijaponesa.

Es posible que en el curso de la revolución se enfrenten pruebas y contratiempos. Pero en la nuestra no hubo ni período de decadencia ni tampoco fase de debilitamiento. No vacilamos ni una vez ante las dificultades, ni nos abatimos ante la tristeza ni tampoco caímos en la pasividad ante el ataque enemigo. Si siquiera una sola vez nos hubiéramos dejado vencer o caer pasivos ante las vicisitudes, los enemigos habrían pisoteado sin piedad nuestra revolución.

Con la voluntad y decisión de que no nos rendiríamos ni retrocederíamos en absoluto, aunque muriéramos, siempre logramos convertir lo malo en bueno y lo desfavorable en favorable.

La Reunión de Jabarovsk, al igual que la Conferencia de Xiaohaerbaling, sirvió de una coyuntura para imprimir un nuevo cambio a nuestra revolución. Una y otra fueron importantes reuniones que definieron el contenido y la forma de la Lucha Armada Antijaponesa en la primera mitad de la década de 1940 e hicieron posible que los revolucionarios coreanos, con firme fe en la liberación de la Patria, fortalecieran las fuerzas interiores de nuestra revolución, para acoger por propia iniciativa este gran acontecimiento que llegaría.

Después de terminada la Reunión de Jabarovsk, mientras hacíamos ejercicios militares y preparación política en la base provisional en el Lejano Oriente, impulsamos vigorosamente, teniendo como puntos de apoyo las sólidas bases secretas preparadas en el monte Paektu y otros varios lugares del interior del país, tanto la lucha armada como el movimiento revolucionario en el país, gracias a lo cual pudimos anticipar el día de la liberación de la Patria.

Mientras el gran Líder trazaba nuevas líneas, estrategias y tácticas y desarrollaba enérgicas acciones militar-políticas, los militares y policías de Japón y Manchuria, aguzando todos sus sentidos, se valieron de todos los medios para hacerle frente.

Los datos siguientes comprueban fehacientemente cuán alarmados estaban los enemigos:

“Los elementos del Partido Comunista de Corea que actualmente bajo la dirección de la URSS realizan operaciones en Manchuria son fuerzas restantes de los antiguos Ejércitos de ruta No.1, 2 y 3, encabezadas por Kim Il Sung...

Kim Il Sung ocupa el cargo de jefe militar del campamento Okeánskaya, directamente subordinado al Ejército Rojo de la URSS.” (Extracto de “Sobre el caso de las maniobras de la agrupación rebelde de coreanos residentes en Manchuria”, expediente del departamento de policía del Gobierno General de Corea, enviado a los jefes de estación policíaca de todas las provincias, el l9 de Showa (1944)).

Kim Il Sung, Choe Hyon, An Sang Gil, Chai Shirong y otros influyentes bandoleros pasaron todos hasta principios del presente año a la URSS, recibieron diversos adiestramientos en Voroshílov y después de abril están penetrando en Manchuria con nuevas formaciones y según una nueva orientación.” (Extracto del informe de Furuya, cónsul interino de Mudanjiang, 17 de junio del 16 de Showa (1941))

Un día, algunos meses después del fallecimiento del Líder paternal, el gran Dirigente Kim Jong Il dijo:

“En el Palacio de las Convenciones Kumsusan había una caja fuerte que fue una de las cosas preferidas por el Líder.

“Nadie, ni sus ayudantes oficiales siquiera, sabía qué guardaba en ella.

“Quisimos abrirla, pero no era posible, no encontrábamos la llave. Hace unos días la hallamos y abrimos la caja fuerte, en ella había una foto del Líder … junto al camarada Kim Chaek

“Por lo general, el Líder depositaba todas sus fotos en el Instituto de Historia del Partido. Pero, esta foto la guardó aparte, y personalmente, en la caja fuerte.

“Esto testimonia bien cuánto echaba de menos el Líder a Kim Chaek, su compañero de armas …”Existir imperecederamente en el recuerdo del Líder es para cualquier hombre la mayor gloria a la que puede aspirar en toda su vida, y para un revolucionario, la mayor felicidad que puede alcanzar al consagrar toda su vida. Kim Chaek fue leal entre los leales, quien llegó a la cima de esta gloria y felicidad.

¿Cómo fue posible que llegara a tener la vida imperecedera en el recuerdo del Líder?

Por primera vez vi a Kim Chaek en Jabarovsk, donde tenía lugar una reunión auspiciada por la Internacional. Allí me encontré también con Choe Yong Gon. Por eso, no olvido a Jabarovsk. Entonces Kim Chaek participaba en la reunión como representante del comité provincial del partido en Manchuria del Norte y del Ejército de ruta No.3 de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste.

Como permanecimos no uno o dos días sino varios meses en Jabarovsk Kim Chaek y yo intercambiamos frecuentes visitas. El venía a la casa donde me alojaba junto a An Kil y So Chol, para charlar una o dos horas.

La impresión que recibí de él fue tan profunda que aún hoy recuerdo vivamente nuestro primer encuentro. Al ver el aspecto sereno de Kim Chaek que, aunque tenía menos de 40 años tenía una incipiente calvicie en la parte delantera de la cabeza, me atrajo desde el primer momento. Y lo más que me extrañaba era que aunque lo veía por primera vez, me parecía un viejo conocido. Quizá por haber oído hablar mucho de él y deseado conocerlo.

Después de presentarnos, le dije lo que pensaba y entonces él expresó que tampoco tenía ni pizca de impresión de que veía por primera vez a Kim Il Sung.

El hecho de que pensáramos lo mismo significaba que nosotros deseábamos de corazón vernos uno al otro y nos echábamos de menos.

Mi deseo de ver a Kim Chaek o a Choe Yong Gon fue tan grande que estuve hasta en Manchuria del Norte al frente de la unidad. Y Kim Chaek quería verme tan ansiosamente que ya en 1930 primero estuvo en Jilin. Choe Yong Gon, impulsado por el ansia de cooperar conmigo, envió cuatro veces a su enlace a Jiandao.

Por esa época, independientemente del lugar donde peleábamos, fuera Manchuria del Norte o Manchuria del Este, todos pensábamos en la revolución coreana y nunca nos olvidábamos de que éramos coreanos y revolucionarios de Corea, que éramos hijos de Corea, que sin que importara la agrupación a la que pertenecíamos y la región de procedencia, debíamos sacrificarnos para independizar el país.

Por esta comunidad, podemos decir, los revolucionarios coreanos en Manchuria del Este y del Norte nos añorábamos y simpatizábamos desde hacía mucho tiempo.

¿Por qué Kim Chaek y Choe Yong Gon miraron a menudo, y de modo especial, hacia Manchuria del Este? Porque echaban de menos a sus connacionales, a los coreanos.

Si el segundo Ejército de Manchuria del Este lo integraban coreanos, los tercero y séptimo a los que pertenecían ellos los conformaban, en su mayoría, chinos. Viéndose obligados a vivir entre los chinos con idiomas y costumbres muy distintos siempre añoraban a Manchuria del Este donde pululaban cientos de miles de coreanos y a nuestros destacamentos formados principalmente con éstos.

—¡¿Qué largo fue el camino para verlo a usted, Comandante Kim?!, —se lamentó Kim Chaek como si hablara para sí, después de saludarnos.

Extrañamente, sus palabras me desgarraron el corazón.

Aun después de presentarnos, Kim Chaek siguió tomando mi mano por largo tiempo. Le miré la cara y vi sus ojos llenos de lágrimas. Habrá sido muy grande su añoranza por los coreanos de Jiandao y por las unidades coreanas, para que pese a su carácter reservado derramara lágrimas.

Ese día también yo lloré.

El padre de Kim Chaek se llevó a su familia a Jiandao no bien el país fuera usurpado. Quizá oyó que allí habían muchas tierras y mejores condiciones para vivir. Hablando de la tierra, también la de Haksong podía considerarse fértil. Pero en su tierra natal no podía librarse de la miseria por mucho que labrara la tierra.

Todos sabían que la tierra natal era buena. Pero, para sustentarse se vieron obligados a ponerse en camino hacia el norte.

Los padres de Kim Chaek pensaron que una vez en Jiandao, podrían mantenerse. No se preocuparon ni siquiera por los brazos pues los tres hijos que tenían eran varones. No obstante, éstos en los que tenían tan grandes esperanzas, se dedicaron a la revolución, dejando a un lado los quehaceres domésticos.

El que había levantado el viento revolucionario en la familia fue Kim Hong Son, el hermano mayor de Kim Chaek. Con anterioridad, cuando el Levantamiento Popular del Primero de Marzo, salió a la calle para reclamar la independencia del país. Luego, siguiendo a una tropa independentista tomó parte en el combate de Qingshanli y también participó en el movimiento comunista. Quizá fuera influido por las ideas socialistas en sus contactos con los estudiantes procedentes de Rusia, de los cuales había un buen número en la escuela secundaria Dongxing en Longjing, donde él fungía como maestro. Según oí decir, mientras actuaba como miembro del comité regional del partido comunista en la zona del distrito Ningan, siendo inocente lo denigraron y mataron.

También el hermano menor de Kim Chaek fue un fervoroso revolucionario. Kim Chaek dijo que una vez en un periódico había leído por casualidad un artículo en que se decía que su hermano estaba recluido en la prisión de Sodaemun, y no sabía lo que le pasó más tarde.

Kim Chaek se afanó por estudiar en una escuela nocturna a la vez que se dedicaba a las faenas agrícolas.

Desde aquel tiempo se incorporó al movimiento revolucionario.

En la primera organización que se alistó fue en la Federación General de la Juventud de Manchuria del Este. Luego ingresó también en el partido comunista. La célula a la que pertenecía, estaba bajo la influencia del grupo Hwayo.

El conocía que el Partido Comunista de Corea, fundado en 1925, había sido disuelto por las riñas sectaristas, sin embargo, hizo constar que había pertenecido por un tiempo a una célula suya.

Por ese entonces, en Manchuria existían dos direcciones generales: una del Partido Comunista de Corea, controlada por el grupo Hwayo, y otra del grupo M-L, creada para enfrentarse a la primera.

Al percatarse de las interioridades de la pugna por la hegemonía Kim Chaek se desilusionó de las capas superiores del Partido Comunista que se entregaban sólo a riñas por el poder. Por aquellos días también estuvo recluido en la prisión. Cuando él se preocupaba por el movimiento comunista que se extinguía por las pugnas sectaristas, llegó hasta su celda de la prisión la sorprendente noticia de que la Internacional había disuelto el Partido Comunista de Corea. Lo descorazonó el que se hubiera desintegrado hasta esta organización, aunque estaba fraccionada a causa de las riñas sectaristas.

“¿Qué camino debemos tomar ahora nosotros, los comunistas coreanos? Y ¿qué hacer yo?”, estas interrogantes ocupaban la mente de Kim Chaek dentro y fuera de la prisión. Le parecía que no era posible hacer nada apoyándose en las viejas generaciones, pero tampoco se podían desconocer, pues no había fuerzas para sustituirlas. Por mucho que pensó, no encontró salida. Y aunque había sido excarcelado, no tenía ni un centavo. “¿A dónde ir?, ¿Qué hacer ahora?” Con este vago pensamiento consideró su deber ir a saludar a su bienhechor antes de partir de la ciudad. Así fue como visitó la casa del señor Ho Hon.

Ho Hon fue quien defendió a Kim Chaek en el juicio. Kim Chaek no había solicitado abogado. Porque no tenía dinero para ello ni quería ser defendido. Entonces Ho Hon se ofreció para defenderlo sin cobrarle. En los tribunales él abogó por numerosos revolucionarios e independentistas, logró que les disminuyeran la pena o los absolvieran.

Kim Chaek descansó algunos días en la casa de Ho Hon para reponerse. Cuando él abandonaba Soul, Ho Hon le entregó un turmagi* y puso en sus manos el dinero para el viaje. Eran tres o cuatro wones, según el valor monetario de aquel tiempo, suficientes, dijo Kim Chaek, para comprar el pasaje en el tren y la comida.

Así Kim Chaek trabó relaciones con Ho Hon. El que éste asumiera su defensa fue una expresión de puro espíritu patriótico. Se ofrecía para defender gratis a los coreanos patrióticos porque sentía desgarrado el corazón e indignación al verlos condenados pese a que habían hecho lo que les correspondía a los coreanos. Tal vez le impulsaron a hacerlo la simpatía, el espíritu de solidaridad, el deber moral de precursor patriótico … En este sentido Ho Hon fue, de veras, un hombre admirable.

En la postliberación, Kim Chaek se desempeñó en el Consejo de Ministros como viceprimer ministro y ministro de industria y Ho Hon, como primer presidente de la Asamblea Popular Suprema. ¡Qué coincidencia más rara fue el que el hombre que otrora estuviera sentado en el banquillo de los acusados y el que asumiera su defensa llegaran a trabajar juntos como altos cuadros dirigentes del Estado!

El día en que fue nombrado viceprimer ministro, Kim Chaek dijo a Ho Hon:

—Señor Ho Hon, si antaño me defendió, en lo adelante tenga a bien criticarme. Si fallo al desempeñarme como viceprimer ministro o al obrar como ser humano, dígnese darme despiadados varazos en las pantorrillas.

Ho Hon era un hombre bondadoso, pero recto. Era tan severo que si Kim Chaek erraba en el trabajo, realmente era capaz de darle varazos en las pantorrillas. Pero, no tuvo ni una ocasión para hacerlo. Porque ni como viceprimer ministro ni como hombre, Kim Chaek se equivocó como para ser objeto de crítica.

En cambio, Pak Hon Yong, quien ocupaba el cargo de vicepremier, siempre fue mal mirado por Ho Hon. Este solía aconsejarme que estuviera ojo avizor con él, quizá intuyó algo.

Aún me viene a la mente que Ho Hon, al enterarse de la muerte de Kim Chaek, lloró a lágrima viva. Muy triste afirmó que se fue demasiado temprano siendo el insustituible colaborador del Primer Ministro, su mano derecha.

Kim Chaek contaba que cuando permanecía en la casa de Ho Hon las comidas que le servían con esmero no le sentaban bien porque se sentía avergonzado. Se sentía como si estuviera sobre ascuas porque le atendían como a un gran revolucionario, pese a que no había hecho gran cosa a favor de la nación sino sólo estuvo recluido en la prisión tras haber sido juguete de los fraccionalistas.

“Responderé a la expectativa del pueblo, aunque tenga que resucitar de cien muertes”, había jurado, dijo, cuando abandonaba la casa de Ho Hon para ir a Jiandao.

No bien llegó aquí, le sorprendió la triste noticia de que su padre y esposa habían muerto por enfermedad. En la casa quedaban sólo sus dos pequeños hijos.

Pero Kim Chaek no tuvo tiempo para preocuparse por los asuntos familiares, porque supo que los agentes del imperialismo japonés se pusieron en acción para arrestarlo. Los imperialistas japoneses eran verdaderamente astutos. Arrestaban a los revolucionarios y luego de zurrarlos duramente los ponían en libertad por la puerta frontal como si ofrecieran misercordia, para volver a encerrarlos por la puerta trasera. Sus artimañas no tenían parangón.

Kim Chaek confió sus dos hijos a un cuñado y partió de la aldea. Disfrazado de agricultor con un viejo sombrero salió de la aldea arreando la vaca del cuñado. Cuando subió a una loma el animal bramó repetidamente para llamar a su ternero que había quedado en el establo. También el ternero bramó tristemente respondiendo a la vaca.

Ya no podía arrear más la vaca, dijo Kim Chaek, porque aunque le servía de buen disfraz, el llamado quejumbroso de los animales le hizo pensar en sus hijos y llorar compadeciéndose tanto de ellos como de los animales. Por eso soltó la vaca. Desde entonces no había podido ver a sus hijos en 16 años. Se trata de una historia que pudo experimentarla sólo un revolucionario de la talla de Kim Chaek.

Le pregunté si sabía lo que les pasó después, y él respondió que no. Dijo que si el cuñado vivía, por lo menos no se habrían muerto de hambre, pero de lo contrario serían mendigos; ojalá que estuvieran vivos aunque tuvieran que pedir limosna andando por casas ajenas, pues entonces llegarían a ver, temprano o tarde, el día de la liberación y al padre incapaz.

Kim Chaek había oído hablar de nosotros en Ningan. A este lugar fue directamente después de separarse de sus hijos. Según explicó, allí sus antiguos colegas de la Federación General de la Juventud de Manchuria del Este y amigos de la dirección general del Partido en Manchuria, le dijeron que habían oído el rumor de que por Jilin habían aparecido nuevas fuerzas, radicalmente distintas a las anteriores generaciones, que su dirigente era Kim Song Ju, quien, pese a ser joven, disfrutaba de popularidad, de grandeza de ánimo, y que había sido metido en la prisión de los militaristas, donde había padecido mucho, pero después no se sabía en qué lugar estaba ni qué hacía.

Pudieron saber de nuestras actividades porque la línea de Jilin llegaba hasta la Federación General de la Juventud de Manchuria del Este. En la región del distrito Ningan había un considerable número de estudiantes que cursaban en Jilin.

Tan pronto como oyera esto, dijo Kim Chaek, se puso en camino hacia Jilin para buscarme. Pero, llegó tarde, ya me había marchado de allí. En cambio, por casualidad encontró en la posada a nuestros compañeros, quienes, a mi juicio, lo seguían a escondidas.

Después de confirmar su identidad y averiguar el fin de su visita a Jilin le advirtieron:

—Kim Song Ju no está aquí. Juzgamos que usted ha venido aquí por primera vez. Váyase, no pierda tiempo. Como consecuencia del “Mayo rojo” ahora los militaristas están frenéticos por detener a los revolucionarios. A Kim Song Ju podrá verlo en días posteriores. Salga de la ciudadela de Jilin antes de que caiga en las garras de los policías—. E incluso le dieron dinero para el viaje antes de despedirlo.

Kim Chaek fue directamente a Manchuria del Norte, pero allí fue detenido por los militares del Guomindang y llevado a la cárcel. Mientras estaba preso ocurrió el Incidente del 18 de Septiembre.

Más tarde, no bien salió de la prisión cayó otra vez en manos de la policía de los militaristas y quedó preso en espera del juicio. En el juicio sumario fue condenado a la pena capital. La pena de muerte era excesivamente absurda para un hombre que aunque, se decía, era comunista, todavía no había participado en un movimiento digno de llamarse tal, ni mucho menos dañó a los militaristas ni en un dedo. En aquel tiempo Manchuria era verdaderamente un mundo caótico.

Kim Chaek fue arrastrado hasta al campo de ejecución, pero se salvó milagrosamente. Un oficial acudió allí y ordenó suspender la ejecución. Tal vez, sería un oficial progresista con fuerte idea antijaponesa.

Kim Chaek dijo que abandonando el campo de ejecución, pensó que no todo el mudo era inclemente.

Lo importante fue qué lección sacó él mientras sufría tantos reveses. Dijo que venía dedicándose a la revolución desde la juventud; que había pasado la mayoría del tiempo en prisión o yendo de un lugar a otro, huyendo de la persecución, sin realizar gran cosa y que apenas desde que tomara el fusil en las manos combatía con iniciativa a los enemigos.

—Los enemigos toman por espantapájaros a los revolucionarios que luchan con las manos vacías, —dijo con una sonrisa.

Afirmó que los desarmados resultaban impotentes, como si fueran unos espantapájaros, ante los bandidos armados y no podían defenderse ni siquiera ellos mismos, y que ésta era la lección sacada de la vida.

Al escucharle pensé que había sacado una justa lección. Puede decirse que se trata de la conclusión a que llegó Kim Chaek al cabo de recorrer la mitad de su vida, y, al mismo tiempo, es una ley general de la lucha revolucionaria.

La revolución se debe hacer con el fusil y el final de cualquier lucha por la independencia nacional o por la liberación social, es determinado generalmente por el uso de las armas. También el factor principal de nuestra victoria en la Revolución Antijaponesa, fue que contamos con nuestras propias fuerzas armadas independientes.

De diferentes fuerzas, entre otras las de Kim Ku, las de Syngman Rhee y las de Ryo Un Hyong, aparecidas en el escenario de la lucha de liberación nacional en nuestro país, a las que consideraban como enemigos más temidos los imperialistas japoneses fue a nuestro Ejército Revolucionario Popular de Corea. ¿Por qué vieron en nosotros los adversarios más temidos? Porque en vez de recurrir a las súplicas o las huelgas o a los medios escritos u orales, optamos por la lucha armada, la forma superior del movimiento de liberación nacional, para hacerles frente resueltamente.

La victoria de la Revolución Antijaponesa demostró la exactitud de la verdad de que la revolución se debe hacer con el fusil y nos impulsó en la postliberación a hacer todos los esfuerzos para crear poderosas fuerzas armadas revolucionarias, ateniéndonos consecuentemente a la línea de fundación del ejército revolucionario en todo el proceso de la construcción de una nueva Patria y la realización de la causa socialista.

Del fusil, digamos, nacen tanto el poderío del país como la dignidad nacional. Sólo si el ejército es fuerte, la nación se enriquece y el país prospera. Al margen del fusil, no puede existir la independencia. Si el fusil se oxida, la nación se convierte en esclava.

Hoy Kim Jong Il, a la cabeza de las fuerzas armadas revolucionarias, consolida al Ejército Popular como invencible y alcanza éxitos sorprendentes en su construcción, lo cual constituye la mayor proeza suya de transcendencia histórica en la tarea de llevar adelante y culminar la causa revolucionaria del Juche, iniciada en el monte Paektu.

Kim Chaek habló mucho también de la nocividad del fraccionalismo. Aseguró que si él, sin haber realizado gran cosa, había sido encarcelado, fue debido a los fraccionalistas.

Sólo después de haber estado en la prisión, dijo, se dio cuenta profundamente de que el movimiento comunista no se debía hacer de manera convencional y que, sin poner fin al sectarismo, no se podía hacer nada, para no hablar ya de la liberación nacional ni de la emancipación clasista, y si él quería verse conmigo, fue porque había oído hablar de que las nuevas fuerzas aparecidas en Jilin eran frescas, de la joven generación, que no estaban ni bajo el control del Partido Comunista de Corea, ni tampoco tenían nada que ver con las fracciones, y pensado que si eso era verdad, no debía titubear en unirse a ellas.

Afirmó que si hasta entonces en su historia hubo algo que pudiera considerarse como vida de hombre, fue que organizara una guerrilla en Zhuhe e iniciara la lucha armada, y que la que tuvo con anterioridad fue un simple decursar de vagar y búsqueda. Eso era verdad. Desde que creara la guerrilla en Zhuhe ocupó altos cargos en el partido en Manchuria del Norte y el Ejército de ruta No. 3 de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste y desplegó descollantes acciones en bien de la revolución coreana y la china. Los revolucionarios y los ciudadanos coreanos y chinos de Manchuria del Norte lo respetaron y amaron unánimente, calificándolo de revolucionario veterano y probado.

—Hace mucho tiempo que estoy atento a lo que hace usted, Comandante Kim. ¿Sabe usted cuán ansiosos estábamos nosotros, los revolucionarios coreanos, en Manchuria del Norte, por verlo? Mientras peleábamos mirábamos en dirección al monte Paektu, donde estaba la unidad del Comandante Kim. Si me hubiera visto con usted en Jilin, mi alma no se habría torturado tanto …A continuación, Kim Chaek dijo que cuando se había conocido la noticia de que penetramos en el interior del país y asaltamos a Pochonbo, anhelaba más que nada estrechar mi mano y expresar agradecimiento en representación de los revolucionarios coreanos en Manchuria del Norte.

El, conocido como hombre severo, se me presentó, para mi sorpresa, como un hombre de muchas inquietudes.

Dijo que de boca de mis enviados a Manchuria del Norte había oído mucho sobre Manchuria del Este y de Jiandao oeste y que lo que consideraba el primer ejemplo del grueso del Ejército Revolucionario Popular de Corea a seguir era la identificación entre oficiales y soldados, entre superiores y subordinados y su solidaridad con la población, y otro ejemplo, en el plano ideológico-espiritual, la idea de independencia de que los coreanos, aun actuando en territorio ajeno, debían luchar por la liberación de Corea, presentando la liberación de la Patria como su principal programa de lucha, idea que defendíamos con todo derecho.

El conocía hasta los detalles de nuestra lucha. Incluso el hecho de que yo había reparado la culata del fusil de un guerrillero. Confesó que nos tomaba por modelo tanto en la lucha revolucionaria como en la vida cotidiana. Era tan modesto.

Aunque él dijo que nos tomaba por modelo, de hecho él era un dechado del revolucionario .Tenía reputación de ser tan severo como un tigre, pero en realidad, era un jefe político que amaba más que nadie a los combatientes. Dijo que el episodio de la culata lo emocionó mucho, pero también había incontables episodios similares relacionados con su compenetración con los subalternos.

“¿En qué consiste la capacidad combativa del ejército revolucionario? En la camaradería. ¡Que aprecien y amen a los camaradas revolucionarios como a su propio corazón! En este mundo no hay seres más valiosos que ellos”, esta fue la idea que Kim Chaek recalcaba a sus subalternos.

Cierta vez, de un destacamento vino un guerrillero para entregar un documento a Kim Chaek. Este le ordenó dormir en un cuartel y vio el documento. Llegada la noche, con aguja e hilo fue adonde dormía el mensajero y le remendó el uniforme y la ropa interior. Por el día, cuando recibió el documento, él había visto que el mensajero los tenía rotos y pensó en remendárselos. Digo, atendió, como si fuera su propio hermano o padre, a un combatiente no de su unidad sino de otra.

Después de terminado un combate, Kim Chaek solía verse con los combatientes y felicitarlos por los éxitos. No los reunía en un lugar, sino iba él a cada uno y le explicaba concretamente qué había hecho bien cuando irrumpieron por la puerta de la ciudadela, o cuando asaltaron un cuartel del ejército títere de Manchuria, o lo que había salido bien y lo que no en la arenga persuasiva al enemigo. Según afirman los excombatientes de las unidades de Manchuria del Norte, después de esas evaluaciones combatían mejor.

Kim Chaek trataba con mucha destreza a los criticados o sancionados. Si a un combatiente su jefe le hacía un señalamiento, lo citaba sin falta, hablaba con él para saber si se arrepentía de su error, y en el caso de que no, le explicaba con paciencia hasta que lo reconociera.

Aconteció, según me dijeron, cuando Kim Tae Hong era jefe de sección.

Una vez él recriminó duramente a un recién ingresado que servía de proveedor del ametrallador. Este, no fogueado en el combate, al llover las balas enemigas disparó al aire. Al verlo, Kim Tae Hong no pudo contenerse:

—¡Cobarde, si quieres tanto quedar con vida, suelta el arma y vete al lado de tus padres!

Terminado el combate, Kim Chaek llamó a Kim Tae Hong y le dijo:

—Oyeme compañero, no trates así a tus hombres. El es un recién alistado. No es justo que recrimines de esa manera al que participa por primera vez en un combate. Antes de reprenderlo debías mostrarle tu ejemplo.

Con posterioridad, según dijeron, Kim Tae Hong nunca reprendió a sus subordinados.

Pero, esto no quiere decir que Kim Chaek fuera siempre indulgente con sus hombres. Era un comandante con fuerte espíritu de principios que persuadía, recriminaba o sancionaba, según el caso. Incluso sancionaba duramente los errores graves.

He aquí una rememoración que hizo Jang Sang Ryong después del fallecimiento de Kim Chaek. Fue en el invierno de 1942, es decir, cuando Kim Chaek, de regreso de la Reunión de Jabarovsk a Manchuria, desplegaba acciones en pequeñas unidades. Entonces su unidad sufría mucho por falta de alimentos.

Un día, Jang Sang Ryong anduvo todo el día para cazar. Cazó un oso y un jabalí. Cuando estaba para regresar al campamento, empezó a anochecer. Ocultó las presas y apresuró el paso, pero por estar extenuado y, para colmo, estar malo el camino, no pudo avanzar más. Pernoctó en una cabaña de cazadores no lejana del campamento y al siguiente día por la mañana llegó al destino. En cuanto a la cabaña, Kim Chaek ya había prohibido su uso por sospechar que la podrían aprovechar los agentes enemigos.

Informado del hecho, Kim Chaek llamó a Jon Chang Chol y dijo:

—Jang Sang Ryong no merece estar en nuestras filas. Sanciónele con severidad.

Jon Chang Chol le suplicó que lo perdonara esta vez por tratarse de un compañero que hasta la fecha había peleado fielmente en aras de la revolución.

—No, no puedo perdonarlo. Como primera medida, que se quede de pie afuera durante tres horas —ordenó Kim Chaek.

Jon Chang Chol obedeció la orden, llevó afuera a Jang Sang Ryong. No pasaron ni dos horas sin que éste sintiera que se le congelaba el cuerpo.

No pudiendo verlo más en esa situación Jon Chang Chol propuso a Kim Chaek:

—Ahora el compañero Jang se habrá arrepentido lo suficiente de su error. Permítale retirarse. —Pero, Kim Chaek afirmó que también la intención de reducir la sanción aplicada al culpado era una infracción disciplinaria y mandó a su ordenanza a llevar afuera a Jon Chang Chol para aplicarle la misma sanción. Sólo después de haber pasado tres horas Kim Chaek llamó a Jang Sang Ryong a entrar en la tienda. Y le dijo que primero comiera pues debía tener hambre.

Jang Sang Ryong se sentó a la mesa, pero no pudo comer porque se había arrepentido profundamente de su error. Leyendo en su alma Kim Chaek lo invitó a sentarse cerca y le dijo en tono suave:

—Es posible que consideres no grave tu error, pero no debes pensar así. ¿Sabes por qué lo califico de grave? Porque por tu imprudencia es posible que se revele nuestra posición, y, a la larga, fracasen todas las tareas revolucionarias, para no hablar ya de que se ponga en peligro la vida de todos nosotros. Es por esta razón que prohibí usar esa cabaña. Tú lo conocías, pero sin tenerlo en consideración te arriesgaste una noche. Si allí hubieran estado acechando los agentes, ¿qué habría ocurrido?

Sus palabras, dijo Jang Sang Ryong, se prendieron en las fibras de su corazón.

Kim Chaek era parco en el hablar, pero cada palabra suya pesaba como un artículo legal inviolable.

Cierta vez, los enemigos, con el propósito de desanimar a los guerrilleros antijaponeses en Manchuria del Norte, propagaron rumores infundados de que Kim Chaek fue capturado, de que Pak Kil Song capituló, un tal destacamento retornó sumisamente o que a Ho Hyong Sik le pasó tal cosa.

Los jefes y combatientes de las guerrillas se indignaron porque sabían que eran puras mentiras. Muy contrariado por tales mentiras, el jefe del segundo destacamento se dijo: “Bueno, verán cómo les escarmiento”, y armó una estratagema para burlar a los enemigos. Atrajo a un espía que rondaba en las cercanías del campamento del destacamento y le dijo que los guerrilleros se iban a rendir, y le rogó que mediara con la gendarmería.

Por intermedio del agente la gendarmería avisó el lugar y la hora de la cita e incluso le prometió al jefe un generoso premio. A la hora y en el lugar señalados aparecieron los enemigos guiados por el agente para recibir a los “retornados”. Al ver a los guerrilleros alineados en el bosque, hasta les agitaron las manos con sonrisas.

En el instante los guerrilleros les encañonaron con los fusiles que sacaron a un tiempo y les gritaron:

—¡No se muevan!

—Imbéciles, vinimos aquí no para rendirnos, sino para apresarlos. ¡Manos arriba!, —ordenó el jefe del destacamento.

Entonces el jefe de los enemigos protestó:

—Se sabe que el ejército comunista no miente, pero ¿es justo violar una promesa? Los militares deben cumplir su palabra.

—¡Qué cínico! ¿Tienes cara para hablar sobre el cumplimiento de la palabra cuando ustedes, no bien abren los ojos, propagan rumores infundados y dicen mentiras? Estaban mintiendo tanto que pensamos en imitarlos una vez, —le espetó el jefe del destacamento.

El destacamento regresó con todos los enemigos capturados. Se alabó mucho al jefe del destacamento por su gran mérito. Hubo también quienes calificaron la operación de exitosa. Se trataba de un caso similar al de Pak Tuk Bom quien para conseguir alimentos declaró abiertamente la “rendición”, lo cual había sido censurado severamente.

Kim Chaek reunió a los comandantes del segundo destacamento y les increpó duramente:

—¿Qué modo de pensar es ese de si los enemigos dicen mentiras pueden hacerlo también los guerrilleros? Aunque se tratara de una jugarreta, ¿cómo pudieron relacionar la guerrilla con la palabra capitulación? No merecen ser comandantes del ejército revolucionario—.Y en el acto, destituyó al jefe del destacamento y degradó a los demás comandantes.

Al oírme contar estos episodios, quizás algunos crean que Kim Chaek no sabía nada más que castigar, pero él no fue un comandante despótico que aplicara sanciones a diestra y siniestra.

Cito otro ejemplo.

Un guerrillero, en la precipitación por retirarse del campo de combate, se llevó sólo la bazuka, dejando olvidada la mochila con las bombas.

En la unidad se organizó una reunión para criticarlo. En las unidades del ejército revolucionario ocurría a veces que se criticaba o castigaba a los guerrilleros que habían perdido las armas. El acusado aceptó como justas las críticas de sus compañeros y juró no cometer otra vez tal error.

Pero un trabajador político de instancia primaria propuso aplicarle una severa sanción, por lo cual la atmósfera se tornó más tensa.

Kim Chaek se interesó por la fecha del alistamiento del guerrillero criticado, y al conocer que era recién ingresado, afirmó que la responsabilidad recaía sobre los comandantes que no lo habían educado como se requería y por eso no se le debía aplicar una sanción sino darle ayuda, rechazando así la propuesta de aquel trabajador político.

Si el asunto se hubiera resuelto con esto, no habría ocurrido nada. Pero como ese trabajador político seguía manteniéndose en sus trece, el caso se complicó.

El guerrillero en cuestión estuvo todo el día impaciente con la cara cadavérica pensando en su destino, y por la noche se fugó. El problema que se podía resolver fácilmente se convirtió en algo grave, tomando otro giro completamente imprevisto. El trabajador político de instancia primaria se hizo objeto de odio. Todos le criticaron por no tener ni piedad y compasión. Hubo incluso quienes lo tildaron de contrarrevolucionario y otros que insistieron en castigarlo.

Informado de lo que ocurría, Kim Chaek dijo:

—La responsabilidad recae sobre mí y no en otros. La existencia de trabajadores políticos que no saben valorar la vida política de los combatientes, se debe a que yo, como jefe político, no supe trabajar en debida forma—. Ese día incorporó en su escolta a ese trabajador político para tenerlo cerca y educarlo.

Cada vez que tenía oportunidad no dejaba de recalcar a los comandantes y combatientes la necesidad de tener buenas relaciones entre ellos y la población y entre los superiores y subalternos.

Kim Chaek nos elogió altamente por haber enarbolado la bandera de la revolución coreana aun actuando en el extranjero, relacionándolo con nuestro espíritu de independencia, pero, en realidad, él mismo decía a los guerrilleros coreanos:

—Aunque peleamos en destacamentos de los chinos, nunca debemos olvidarnos de la revolución coreana. Esta revolución corre a cargo de nosotros, los coreanos, y no de otros. En todo momento debemos pensar en nuestra Patria.

Kim Chaek y yo teníamos identidad de criterios en muchos aspectos, comenzando por el de la revolución y el pueblo, y la posición ante la independencia, hasta los métodos y estilos de trabajo, para no hablar ya de la construcción del Partido, el Estado y las fuerzas armadas.

Como Kim Chaek expresó que le sorprendía el hecho de que yo conocía incluso los pormenores de su vida, le dije que también yo venía prestándole atención desde el comienzo.

Al escucharme dijo con una sonrisa:

—Si nosotros, aunque no nos vimos y conocimos, estábamos atentos uno al otro con añoranza, esto fue predestinado.

Le contesté que estaba de acuerdo.

Sería justo decir que nuestra hermandad se entabló ya en el verano de 1930, cuando Kim Chaek estuvo en Jilin para encontrarme.

Kim Chaek, que ocupaba un alto cargo en la unidad de Manchuria del Norte, era una personalidad que merecía ser considerada prohombre entre los cuadros coreanos militar-políticos de las guerrillas de Manchuria tanto por la edad como por la antecedencia en la lucha revolucionaria.

Y hablando de mí, por aquel entonces no era ni jefe de Estado ni Secretario General del Partido.

No obstante, tanto ante los soviéticos como ante los chinos Kim Chaek me enalteció como representante de la revolución coreana, como su dirigente.

Y, ¿por qué me trató con tan absoluta confianza y consideración pese a que me llevaba nueve años? Por supuesto, es posible explicarlo desde varios ángulos. Kim Chaek estaba pletórico de la idea de que para hacer la revolución es indispensable contar con un centro directivo y unirse monolíticamente todos en su torno. Podría decirse que su anhelo y añoranza por el centro directivo se expresó, al fin y al cabo, en su singular interés y cariño por mí.

Después de habernos visto, nos hicimos camaradas más cercanos y él me siguió y respaldó constante e invariablemente.

Me confió todo lo suyo y obró con honestidad independientemente del giro que tomaba la situación.

En la postliberación, aun después de regreso a la Patria Kim Chaek estaba muy atareado para construir el Partido, el Ejército, el Estado y la industria, sin poder reposar ni un día tranquilamente.

Le pasó igual en el período de la guerra. Entonces Kim Chaek estuvo casi en todos los lugares. Cuando desempeñaba el cargo de comandante del frente estuvo incluso en la provincia de Chungchong, que era la primera línea del frente. Pese a ello, si yo iba al frente para inspeccionarlo, él increpaba duramente a mis acompañantes:

—¿A dónde han llevado al camarada Comandante Supremo? ¿No saben dónde estamos? ¿Están en sus cabales? —Los que me acompañaron a Suanbo fueron reprendidos severamente por Kim Chaek.

Si en la época de Jilin los jóvenes comunistas de la nueva generación me consideraron como centro directivo, en los años del 30 y en la primera mitad de la década de los 40, Kim Chaek y otros combatientes antijaponeses vieron en mí el centro de la unidad y la cohesión, y se empeñaron para poner en práctica nuestra original línea de la revolución coreana.

En el transcurso de considerarme como centro de la unidad y la cohesión se formó el centro de dirección de la revolución en nuestro país. En esta tarea Kim Chaek tuvo un mérito singular. Y precisamente aquí está la parte que le corresponde en la historia del movimiento comunista y de la lucha de liberación nacional en nuestro país.

En aquella base del Lejano Oriente estaban tanto los combatientes de Manchuria del Norte como los procedentes de Manchuria del Sur, y también coreanos nacidos y crecidos allí. En aquel tiempo, si cada cual hubiera exaltado a su unidad e insistido sólo en su opinión, no se habrían aglutinado las filas revolucionarias ni constituido su centro.

Sin embargo, entre los comunistas coreanos en la base del Lejano Oriente nunca hubo manifestaciones de regionalismo o riñas por la conquista de la hegemonía. Como todos eran hombres honestos no ocurrieron tales cosas. Además, como desde el comienzo Kim Chaek, Choe Yong Gon y demás veteranos me enaltecieron, el centro directivo fue firme.

Voy a citar un ejemplo de cuánto Kim Chaek me siguió y confió en mí.

Después de haber participado en la Reunión de Jabarovsk, él pasó la mayor parte de los años 1942 y 1943 en Manchuria. Se fue allí para dirigir las pequeñas unidades que operaban en Manchuria del Norte. Aun después de haber cumplido esta misión no volvió a la base. Por aquel entonces no estaban allí Ho Hyong Sik y Pak Kil Song, comandantes de las unidades de Manchuria del Norte; habían caído en combate.

Kim Chaek no quiso abandonar la tierra empapada con la sangre de los compañeros de armas. Al organizarse las Fuerzas Aliadas Internacionales, el cuartel de mando le exigió por radiotelegrafía varias veces retirarse, pero cada vez envió su respuesta en la que decía volvería después de terminar el trabajo. En esa época su pequeña unidad tenía un aparato de radiotelegrafía. Los miembros del mando de las Fuerzas Aliadas Internacionales siempre que recibían su negativa se mostraban contrariados.

Creyendo que él no conocía bien la realidad de que partiendo de las exigencias del cambio de la situación organizábamos las Fuerzas Aliadas Internacionales para adelantar la victoria final en la Revolución Antijaponesa, le envié un radiotelegrama en mi nombre.

Sólo después de recibir ese telegrama en que yo le aconsejaba retornar, Kim Chaek volvió a la base. ¿Por qué retornó tan pronto como recibió mi cable cuando no se movió en absoluto ante las exigencias del mando de esas fuerzas? Porque él me siguió con tal confianza. Porque consideraba absolutas mis palabras o exigencias con la disposición de que: “Si el camarada Kim Il Sung exige me retire, mi correcto proceder es retornar. Así pues, independientemente de las razones, debo volver a la base de modo incondicional.”

Desde cuando permanecía en la base del Lejano Oriente Kim Chaek me enalteció y protegió de corazón.

En la primavera de 1941, cuando yo iba a abandonar la base al frente de una pequeña unidad se interesó mucho por seleccionar a cada uno de mis escoltas.

Cuando preparábamos la operación de la ofensiva decisiva contra el ejército japonés, organizó, sin que me avisara, una reunión aparte de los jefes coreanos dentro de las Fuerzas Aliadas Internacionales. En ella se trató el asunto relacionado con la escolta de mi persona. Subrayó que cada cual debía proteger con alta vigilancia al camarada Kim Il Sung; que era preciso defenderme a costa de la vida, pues era el dirigente que representaba al pueblo y a los revolucionarios de Corea.

No bien retornaran triunfalmente los miembros del ERPC a la Patria, Kim Chaek organizó otra reunión relacionada con mi seguridad personal. En ella exhortó:

—En la Patria, vemos que la situación es mucho más compleja que lo oído. Son muchas las acciones de los terroristas. Si no estamos alerta, no sabremos qué desgracia ocurrirá. Hyon Jun Hyok, secretario responsable del comité del Partido en la provincia de Phyong-an del Sur, fue asesinado por los terroristas. No digan ni una palabra sobre el retorno del General Kim Il Sung. Hasta que no se haga público no deben revelarlo. Todos, con la actitud de ser su guardaespaldas, prestarán atención particular a la tarea de escoltar al General Kim.

Con posterioridad, fue el promotor de la organización de la escolta.

No alcanzaría ni un día entero para hablar de cuán fiel me fue.

También después de la liberación del país, como hago ahora, dediqué grandes esfuerzos al trabajo con las personas. Verdaderamente estaba muy ocupado en el trabajo con el pueblo, los revolucionarios surcoreanos y los extranjeros. Por ejemplo, a raíz de la liberación de Corea, Nosaka Sanzo volvió a Japón pasando por aquí.

En aquel entonces no disponíamos de un sistema de servicios para atender a los huéspedes valiosos. No teníamos ni una casa de protocolo donde pudieran comer y dormir. En la mayoría de los casos los agasajábamos en mi residencia. Un plato de arroz y otro de sopa era todo lo que podíamos servirles.

Todos lo consideraban como algo inevitable, porque el país apenas acababa de liberarse. Sólo Kim Chaek se empeñó de modo considerable en mejorar esta situación. Se preocupó calladamente al no poder servir un buen licor en las comidas que se ofrecían en mi casa. Decía:

—Es verdad que es difícil la situación del país y no tenemos dinero en nuestras manos, pero ¿cómo es posible que cada vez que lleguen visitas a la residencia del General vaya alguien al mercado con botellas vacías para comprar licor? Cuando se vaya a fundar la República, vendrá un sinnúmero de visitantes a ver al General, razón por la cual debemos levantar una fábrica de bebidas y elaborar con las propias manos el licor para la recepción. Esto es imprescindible, sobre todo, por la seguridad personal del General—. Y sin que yo supiera, comenzó a averiguar cuál era el licor más famoso en todo el país y quién lo destilaba.

A raíz de la liberación del país la bebida que tenía fama de mejor era la que se hacía en Ryonggang. La producía un destilador ayudado por su hija. Se decía que antes de la liberación era la predilecta de los funcionarios japoneses de alto rango y los ricos.

Kim Chaek fue a Ryonggang para verlos.

El destilador que se emocionó fuertemente al oir la explicación de Kim Chaek, dijo que si el país necesitaba una persona experta en elaborar el licor, que se llevara a su hija, quien se llamaba Kang Jong Suk. Desde entonces, ella preparaba las comidas para Kim Chaek, por una parte, y, por la otra, elaboraba el licor.

Al comenzar ella a preparar el lugar para la destilación, Kim Chaek llevó a un funcionario al mercado y compró cereales. Pronto su residencia se convirtió en una destilería.

Unos días después, me trajo una botella de licor de la primera destilación.

—Mi General, es el licor de Ryonggang, de la primera producción de Kang Jong Suk., —mientras decía esto lo escanció en una copa hasta llenarla.

Era cierto el rumor de que el licor de Ryonggang era el mejor.

Dije que era exquisito el gusto de la bebida, y entonces Kim Chaek exclamó con alegría:

—¡Ya está bien!

Desde entonces, el licor de Ryonggang, hecho por Kang Jong Suk, se sirvió en los banquetes estatales.

Y esto motivó que ellos contrajeran matrimonio.

También por el hecho de que siempre que recibía una llamada telefónica mía se ponía de pie y sólo después de alisar la ropa y de abotonarse empezaba a hablar, se puede saber bien hasta qué grado él absolutizaba el prestigio del Líder. Aun cuando guardaba cama se levantaba cuando le llamaba por teléfono. Actuaba así independientemente de que hubiera o no alguien a su lado. No puede proceder así quien no respeta con sinceridad al líder.

Kim Chaek pensaba que si no existía yo, él tampoco existiría.

El período más severo durante la pasada Guerra de Liberación de la Patria fue cuando nos retirábamos. Aunque se declaró que era una retirada temporal, estratégica, las personas de débil convicción hasta pensaron que el destino de la República llegaba a su fin.

Cuando los enemigos rompieron la línea de Sariwon el comandante del frente, Kim Chaek, estableció las defensas de Pyongyang en las zonas de Junghwa, Sangwon y Kangdong, e informándome de la situación del frente me pidió encarecidamente que saliera de Pyongyang junto con los miembros del Mando Supremo mientras él, reforzando las fuerzas de defensa con las unidades que se replegaban, resistiría hasta el fin.

Pasados algunos días volvió a llamarme por teléfono e insistió en que el Mando Supremo cambiara de lugar.

Por mi parte le exigí que él también se retirara ya que había detenido bastante tiempo la ofensiva de los enemigos. Sin embargo, no se replegó, me envió sólo su carné de militante del Partido. Estaba dispuesto a pelear a vida o muerte.

Lo llamé por teléfono y le advertí que si no se retiraba, yo tampoco saldría de Pyongyang. Unicamente entonces vino a Pyongyang junto con las unidades de defensa. Sólo cuando el Ejército Popular pasó a la contraofensiva se llevó el carnet de militante del Partido.

Hubo funcionarios que decían que Kim Chaek era un hombre muy severo y temible, pero, en realidad, se mostraba temible sólo ante los holgazanes, aduladores, rezongadores, egoístas, arribistas y sectaristas, mientras ante los subalternos y el pueblo era infinitamente bondadoso y modesto. Como odiaba mucho a los que tenían otra intención, hasta Pak Hon Yong actuaba con mucha cautela ante él. Kim Tu Bong, si bien era presidente del Presidium de la Asamblea Popular Suprema, trataba de eludir el encuentro con él.

Kim Chaek era un hombre sin doblez ni hipocresía.

A raíz de la liberación, vino el hijo que había llevado una vida errante en Manchuria. Estaba vestido con una camisa de tela de cáñamo con dos botones y calzado con un par de alpargatas. Kim Chaek quiso presentármelo, pero el hijo manifestó que no se atrevía a ver al General hallándose en un estado tan pobre. En tales situaciones los padres comunes habrían ido a la tienda para comprar nueva ropa y calzado a los hijos y sólo después me los habrían presentado.

Sin embargo, Kim Chaek no procedió así. Dijo a su hijo:

—No te avergüences por tu aspecto pobre; parece que te sientes así por no saber qué persona es el General Kim Il Sung; pierde cuidado y entremos. Si hasta ahora has vivido descalzo, no es posible que bruscamente imites a los hijos de las familias ricas; al General le gustará más verte así vestido y calzado con alpargatas; si tú hubieras venido bien vestido y calzado con botas, no le agradaría—. Así logró conducirlo a mi oficina.

Cuando vi a Kim Chaek entrando en mi despacho junto con su hijo calzado con alpargatas que vino al cabo de 16 años de separación, no pude contener las lágrimas. Aquel día yo lloré más que Kim Chaek. Me imagino que él habrá llorado mucho por dentro.

Aunque volvió a encontrarse de modo emocionante con sus hijos después de una larga separación no pudo vivir con ellos más que cuatro años y pico.

Kim Chaek murió a causa del trabajo excesivo. Era enorme la carga que soportaba.

Lo vi por última vez el 30 de enero de 1951. Fue cuando el cuartel del Mando Supremo se encontraba en la comuna Konji. Ese día por la noche vino a verme de improviso. Expresó que el 24 del mes anterior había sido el cumpleaños de la compañera Kim Jong Suk y aunque sabía que yo, entonces Primer Ministro, me sentiría triste, no había podido venir por encontrarse muy atareado; y que, como finalizaba aquel mes, y al pensar que no había procedido correctamente, no podía permanecer sin hacer nada, por eso decidió visitarme. Así se excusó por su visita tardía.

Como él hablaba así traté de justificar su proceder de entonces:

—En diciembre del pasado año nos hallábamos muy entregados a expulsar a los yanquis del territorio de la parte Norte, y entonces ¿cómo habría podido pensar en visitas? Deje de pensar así.

Aquel día, Kim Chaek pareció inexplicablemente sentimental, cosa que nunca le ocurría.

Me propuso pasear y lo hicimos. Dijo que antes de la guerra no pudo venir a aquel lugar tan hermoso porque no sabía de su existencia y me propuso construir un buen centro de reposo cuando terminara la conflagración. Estuve de acuerdo. Francamente dicho, después de la liberación estuvimos tan atareados en la construcción de la nueva Patria que no pudimos interesarnos por dónde se encontraba un valle u otro lugar famoso, apropiado para el reposo. En aquel entonces nuestros descansos se reducían a refrescar los pies en el agua bajo el puente de Jangsuwon o en el embarcadero Maekjon.

Todavía recuerdo vivamente cómo aquel día él procuraba esconder ante mis ojos sus medias rotas en los calcañales.

Le aconsejé:

—Ocúpese de su salud, sin entregarse sólo al trabajo; ¿cómo puede protegerse del intenso frío invernal andando con medias rotas?; cuídese pensando por lo menos en mí—. Y le di un par de medias nuevas.

Aquella noche Kim Chaek quiso comer conmigo. En aquel instante apareció inesperadamente Ho Ka I y quiso informarme de la labor del Partido. Haciendo diplomacía conmigo habló de tales y más cuales cosas y así perdimos mucho tiempo. Por lo cual Kim Chaek tuvo que partir de la comuna Konji, sin poder comer.

Al abandonar el cuartel del Mando Supremo me recomendó:

—Mi General, en cuanto a pelear contra los yanquis lo haremos nosotros y usted deberá cuidarse de su salud, sin trabajar excesivamente—. Fue su última encomienda. Aquel día, al oírlo sentí inexplicablemente un fuerte salto en el corazón.

También aquel día Kim Chaek pasó la noche en vela en su oficina, donde murió de un paro cardíaco.

Cuando el ministro de Salud Pública Ri Pyong Nam, quien al mismo tiempo era jefe de la Dirección de Medicina Militar, me informó de su muerte, no quise creerlo en absoluto. De ningún modo podía creer que el hombre con quien conversara apenas unas horas antes, falleciera de súbito. Rechazando la disuasión de los miembros de la escolta corrí en el carro en pleno día hasta donde se encontraba la sede del Consejo de Ministros y allí me di cuenta de que era verdad la información de Ri Pyong Nam.

Me arrepentí de haberlo dejado ir la noche anterior, sin pedirle durmiera a mi lado. Pensé que si él hubiera procedido así, no habría velado la noche y ni, por consiguiente, tenido el ataque cardíaco.

Hubo otro motivo para que me arrepintiera. Fue que lo dejé ir aquella noche sin haber compartido la comida. Aun cuando le hubiera agasajado con la comida, no se habría podido aliviar mi tristeza, pero todavía no lo olvido, quedando pendiente en mi alma.

Casi no me acuerdo de los hechos del día de la despedida al difunto.

Solamente recuerdo de modo claro una cosa: cogí por última vez las manos de Kim Chaek antes de sacar el ataúd. Fueron aquellas manos que había tomado por primera vez en Jabarovsk diez años antes y no las solté por largo rato. No pude olvidar el calor que sentí al tomarlas entonces, pero el día de la despedida las mismas manos estaban tan frías como el hielo. Eran aquellas manos que, cada vez que yo volvía de un viaje de orientación sobre el terreno, me acogían primero, estrechando las mías.

Kim Chaek fue mi fiel compañero de armas en toda su vida hasta la muerte. Es por eso que no lo olvido. Después que muriera cuidé a sus hijos como un verdadero padre. Los envié a estudiar en el extranjero, les preparé las bodas, y cuando nació la nieta felicité a los padres, así como los hacía venir a menudo a mi casa y compartía con ellos la comida. Sin embargo, siempre sentía el vacío como si yo no hubiera hecho algo más por Kim Chaek.

Cada vez que nuestra revolución tropieza con alguna prueba o con múltiples dificultades pienso encarecidamente en Kim Chaek.

Como dije en ocasiones anteriores, no voy en carro hasta el frente de su tumba. Cuando voy a visitarla bajo del carro al pie del monte Taesong y después subo a pie porque de lo contrario me sentiría culpable.

Por encontrarse él en otro mundo no puede cambiar mi actitud de amarlo y respetarlo.

Durante mis actividades revolucionarias he experimentado muchas cosas, entre las cuales la más profundamente grabada en mi corazón es la experimentada en cuanto a los camaradas.

Lo más valioso para el hombre que hace la revolución con la decisión de pelear a vida o muerte en aras de la libertad y la emancipación del pueblo, es precisamente el camarada y el amor camaraderil. Se puede afirmar que un camarada sincero es el segundo yo. El yo no se traiciona a sí mismo. Si se unen los camaradas tan fieles y con un profundo sentido del deber, pueden vencer hasta el cielo. Por esta razón, siempre digo que si se gana a un camarada, se consigue el mundo entero, mientras si se pierde a un compañero, se pierde todo.

La palabra camarada implica el sentido de compartir un mismo propósito y el propósito significa la misma idea. Las relaciones camaraderiles que se establecen según intereses temporales o cálculos, no pueden ser sólidas y se rompen fácilmente en cualquier circunstancia, mientras las que se sustentan en la ideología y voluntad, resultan eternas y no las pueden deshacer ni las balas ni el patíbulo.

La revolución coreana vio nacer en su seno a muchos camaradas que han mostrado el noble ejemplo con su fidelidad a su dirigente. Tales camaradas forman todo un verdadero sistema galáctico en torno nuestro.

Después del fallecimiento de Kim Chaek, con miras a recordarlo eternamente decidimos poner su nombre a la ciudad Songjin, situada cerca de su tierra natal, la Fundición de Hierro de Chongjin en que están impregnados sus tesoneros esfuerzos, y el Instituto Superior Politécnico de Pyongyang, y así se llaman ahora, la ciudad Kim Chaek, la Fundición de Hierro Kim Chaek y el Instituto Superior Politécnico Kim Chaek respectivamente, así como se denomina según su nombre una escuela de oficiales del Ejército Popular. En la ciudad Kim Chaek levantamos una estatua de bronce suya.

Espero que hoy también la ciudad, la fábrica y la universidad con el nombre de Kim Chaek sigan a la vanguardia en la construcción socialista.

Lo que más detestó Kim Chaek fue el remoloneo en la cola. Siempre estuvo a la vanguardia. El alcanzó muchos méritos en la construcción de la industria del país. Cada vez que veo fábricas y empresas que no son eficientes en la administración económica, me pregunto: ¿Qué habría dicho Kim Chaek si lo hubiera conocido? Cuando él se desempeñaba como ministro de industrias nuestra economía funcionaba tan bien como un sistema de engranaje ajustado.

Entre nosotros quedan muchos que trabajaron junto con él; quiero que no hagan vanos sus desvelos por la construcción de nuestras industrias.

el extranjero

Visitantes del Museo de la Revolución Coreana se detienen largos ratos ante una foto, en la que se lee: “Celebrando la primavera en el extranjero” escrito por el gran Líder con letras tiradas.

En una visita al Museo él manifestó ante la foto que la apreciaba como ninguna otra.

En sus rememoraciones de los días de la Revolución Antijaponesa aparecía a menudo Kim Jong Suk, quien siempre estuvo en lo hondo de su corazón como la más apreciada e íntima camarada, como inolvidable compañera de armas.

Me la tiré cuando permanecíamos en el campamento del sur, que era una base provisional situada cerca de Voroshílov; al principio la utilizaron unidades del ERPC y del Ejército de ruta No.1 de las Fuerzas Unidas Antijaponesas. Se llamaba también vivaque B. Pasé allí el invierno, y de regreso, dirigí acciones en pequeñas unidades en Manchuria y el interior del país. A partir del verano de 1942, a tenor de las exigencias de la situación en brusco cambio: la Guerra URSS-Alemania y la del Pacífico, formamos Fuerzas Aliadas Internacionales junto con las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste y unidades del Ejército soviético y nos asentamos en el campamento del norte, una base situada en las cercanías de Jabarovsk y que los combatientes antijaponeses llamaban vivaque A.

Después de la Reunión de Jabarovsk fuimos al campamento del sur.

Choe Hyon, quien había llegado antes, salió lejos a recibirnos. Aún tengo fresco en la mente el asombro con que me miraba a mí que llevaba puesto un abrigo y una gorra de piel, exclamando: “Pensé qué caballero vendrá por allí. Pero, ¡si es usted, General Kim!”, y luego soltó una carcajada. Me abrazó con tanta fuerza que sentí que se me cortaba la respiración.

––Oí decir, ––se me quejó en broma ––, que había una reunión en Jabarovsk, pero no me cabía en la mente por qué demoraba tanto tiempo.

A alguna distancia del campamento del sur hacia el este, existía una pequeña estación ferroviaria, la línea de ferrocarril unía a Jabarovsk con Vladivostok.

Los guerrilleros del ERPC reunidos en el campamento construyeron por su cuenta más cuarteles, viviendas, almacenes, comedores y baños. En cuanto a los cuarteles, eran semisubterráneos y disponían de literas como las que tienen los actuales dormitorios del Ejército Popular. Nuestros combatientes pasaron mucho trabajo haciendo aquellas obras. Delante de los cuarteles se extendía un ancho campo de deportes.

Durante nuestra estancia allí estudiamos mucha política, preparándonos por otra parte para las acciones en unidades pequeñas en el interior del país y Manchuria.

La mayor parte de nuestros guerrilleros vieron entonces por primera vez una película.

Desde que llegamos allí ya no teníamos por qué preocuparnos por el alimento. En cada comida nos dieron delgados pedazos de pan de unos 200 gramos, que al principio no despertaron nuestro apetito. A ninguno le apetecía esa comida occidental a la que nuestro paladar no estaba habituado y, encima, no estaba sabrosa.

Contábamos también con un camión de intendencia. Este traía los abastos de una granja anexa al campamento.

El chofer era un soviético. En su afán por aprender a manejar, Ri O Song lo perseguía siempre como una sombra. A veces lo acompañó hasta la granja. En este transcurso aprendió a manejar y también a beber. Parece que a aquel conductor le gustaba mucho la bebida.

Con ese aprendizaje Ri O Song condujo un carro por un tiempo después de liberado el país.

El era un fanático a los carros. Una vez, manejando mi carro, chocó con una cerca. Desde entonces mis compañeros no le dejaron manejar.

En una ocasión, después de la liberación de la Patria, los compañeros de armas soviéticos, que estaban con nosotros en el campamento del sur, nos visitaron. El chofer de la intendencia también estuvo en Pyongyang, y antes de regresar se encontró con su viejo amigo Ri.

No puedo olvidarme del año, en que pasamos invierno y acogemos primavera en el Lejano Oriente.

El 1941 fue un año de grandes cambios en nuestra revolución y también de muchos sucesos trascendentales a nivel mundial.

En junio el ejército hitleriano invadió la Unión Soviética y en diciembre estalló la Guerra del Pacífico con el ataque de los japoneses a Pearl Harbour.

En efecto, fue un año tenebroso que trajo a la humanidad indecibles sufrimientos y calamidades. Un año de daños de guerra, un año de martirios, pues los valores culturales acumulados por la humanidad durante milenios fueron hechos añicos por los tanques y cañones.

Sin embargo, tanto la Guerra URSS-Alemania como la del Pacífico eran aún cosas futuras, cuando nosotros, llenos de convicción y optimismo por el porvenir, acogimos significativamente el año 1941. A los revolucionarios coreanos se nos aproximaba el momento de realizar la sagrada tarea que asumimos ante la época y la historia, la Patria y la nación.

Con la llegada de la primavera medité mucho sobre las acciones en pequeñas unidades y las operaciones conjuntas ulteriores. Siempre que proyectaba algo, pedía opiniones a los compañeros de armas. También consulté a menudo con Kim Chaek y Zhou Baozhong, quienes pasaron un tiempo en el campamento del sur.

Efectuada la Reunión de Jabarovsk, acordamos organizar pequeñas unidades y enviarlas al interior del país y a Manchuria. Yo también me preparé para partir con una de ellas.

En vísperas de la partida, Kim Jong Suk me ayudó a mí y a otros en los preparativos del viaje para las acciones en pequeño grupo.

Ella y yo estábamos casados.

Nos conocimos en el proceso de la revolución y, mientras atravesábamos repetidas veces el Paektu compartiendo penas y alegrías, llegamos a ser amigos, camaradas y compañeros de toda la vida.

La primera vez que la vi fue cuando la Conferencia de Dahuangwai. Fui a Sandaowan, no recuerdo si fue durante o después de la reunión. El lugar pertenece al distrito Yanji. En un sitio llamado Nengzhiying estaba una secretaría del partido y en ella trabajaba Kim Jong Suk. Yo la vi en la reunión de los integrantes de esta secretaría.

Posteriormente en Maanshan volví a verla ya incorporada a nuestro destacamento. Era impresionante su actitud cuando me recibió en Manjiang junto con Kim Myong Hwa. Aquel día sostuve una larga conversación con ella y supe que era una desamparada. En los únicos en quienes depositaba confianza y buscaba apoyo era en sus compañeros de armas.

Desde entonces ella siempre estuvo junto con nosotros.

Después que se sumó a nosotros, libramos el combate de la ciudadela distrital de Fusong, en el que mostró sin reserva su valor e ingenio.

Diría que gracias a ella pude sobrevivir de aquel combate. Fue un combate muy serio. Ella preparaba el desayuno con 7 u 8 compañeras en una garganta a cierta distancia del campo de batalla. Allí se encontraba una casa donde se podía hacer la comida, porque desde ningún lugar se veía el humo que salía de ella.

Pero los enemigos asaltaron sorpresivamente esta garganta. Si ocupaban el lugar, cabía la posibilidad de que nuestra tropa fuera atacada por el frente y la espalda. Al darse cuenta de la gravedad de la situación, Kim Jong Suk sacó el máuser y, junto con sus compañeras de armas, entabló un enconado tiroteo. Ante tan recio contraataque, los enemigos huyeron dejando muchos cadáveres.

A partir de este incidente, el amor de los compañeros por ella se acrecentó aún más.

Aquel año actuábamos en Changbai. En marzo del año siguiente hicimos una expedición a Fusong.

He hablado en varias oportunidades de lo difícil que fue aquella expedición. Para ser sincero, incluso a mí se me hizo difícil resistir la gran carga física. De noche casi todos los combatientes caíamos dormidos como unos troncos.

Kim Jong Suk era la única que pasaba la noche en vela junto a la fogata, remendando la ropa rota de sus compañeros. Tan escabroso era el trayecto que los uniformes se rompían muy a menudo. A Ma Tong Hui, quien participó en la expedición aunque era un bisoño, se le quemó la gorra en la hoguera y Kim Jong Suk la remendó como si fuera nueva. En fin, siempre que ponía la mano en algún quehacer se entregaba a él en cuerpo y alma hasta darle el último toque. Le admiré esta virtud en varias otras ocasiones. Confieso que aquella noche quedé maravillado ante su ejemplo.

¿Qué fue lo que admiré? Fue su excepcional cualidad y bondad que le hacía imposible dormir a piernas sueltas sin antes ayudar al prójimo.

A través de este detalle de la vida llegué a conocer aún más a Kim Jong Suk como mujer. Y tal antecedente me movió a aceptar sin titubeos la propuesta que unos comandantes me hicieron para incluirla en el grupo de trabajo clandestino en Taoquanli.

Ella se desenvolvió con muchos éxitos en este lugar y en la región de Sinpha. Fue precisamente entonces cuando descubrí en ella inigualable aptitud y capacidad como revolucionaria.

Tenía una extraordinaria habilidad para influenciar, despertar y movilizar a las masas. El “certificado de garantía de buena ciudadana” con una cadena de centenares de firmas que presentaron a la policía los pobladores de Taoquanli y sus alrededores, cuando ella fue detenida por la tropa Jingan, constituye una evaluación de ella por las masas.

¿Cómo el pueblo pudo depositar en ella tanta confianza?

Se debe a su entrega a él. A cualquier trabajo que hacía, le daba el pecho, con la intrépida actitud de que no le temía a nada. Poco le importaba la vida o la muerte. Gracias a esta osadía, salía sana y salva aun del filo de la muerte.

Kim Jong Suk amaba ardientemente al hombre. Para ella el sacrificio por el prójimo no era gran cosa. Fue una de sus cualidades cumplir contra viento y marea por el bien de sus compañeros.

En abril de 1938, después de aniquilar al enemigo en Liudaogou libramos otro combate en Shuangshangzi. Fue una contienda muy fiera y hasta yo estuve en la primera línea con la ametralladora en las manos. El enemigo estrechó el cerco por todas partes; no teníamos ninguna salida ni tiempo para tomar aliento o comer.

De repente sentí algo caliente en el costado. Me tanteé con la mano el bolsillo y, para mi sorpresa, dentro había una empanada. Eché un vistazo alrededor y reconocí a Kim Jong Suk recorriendo el lugar de combate para distribuir la comida a los combatientes.

Seguimos el combate comiendo la empanada.

La cocina estaba junto a un manantial al pie de un despeñadero. Nadie sabía cómo ella pudo trepar hasta aquel escarpado precipicio con comida y todo.

Como se ve, con tal de que no pasáramos hambre, llegaba con la comida hasta el lugar del combate, pero ella andaba muchas veces con el estómago vacío.

Una vez la tropa se quedó sin arroz y tuvimos que conformarnos nada más que con papa. Al igual que los demás alimentos, la papa también aburre cuando se come repetidas veces, y se llega a perder el apetito. A Kim Jong Suk le dolió mucho que sus compañeros se alimentaran sólo de papa durante días enteros. Su mente estuvo siempre en cómo abrirles el apetito. Con la papa molida hizo tortas y también preparó empanadillas con rellenos de hierbas comestibles que recogía del monte. Desde entonces comimos con gusto los platos de papa.

Kim Jong Suk vivió no por ella, sino por los compañeros. Su vida comenzó por la camaradería, transcurrió a base de ella y en ese proceso se formó como extraordinaria revolucionaria que exhibiera al máximo la moral y el deber comunistas. Cuanto hizo en su vida fue por los compañeros, por el pueblo, por la revolución, y nada por sí misma.

En su concepto nunca existió el yo.

“El hambre, el frío y el dolor poco me importan; cuando mis compañeros no pasan hambre, no tienen frío ni dolor, con eso me conformo; si pudiera salvarlos a costa de mi vida, optaría este camino sonriendo y sin ningún remordimiento”, este fue su concepto de la vida.

Bastaría con la anécdota sobre una frazada para saber lo sincero y ardiente que fue su compañerismo.

Hace poco So Sun Ok, su excompañera de armas que vive en Yanji, estuvo en Pyongyang para verme. Vino con una frazada y unos binoculares. En el grueso del ERPC había servido de cocinera para la Comandancia. Su esposo, Kim Myong Ju, también fue por algún tiempo comandante en el grueso del Ejército. Se hizo famoso con el apodo de “Cárcel de Yanji”. Pertenecía al séptimo regimiento cuando desplegábamos las acciones en la zona de Fusong.

Fue Choe Hui Suk quien trajo a So Sun Ok a la guerrilla desde una localidad llamada Yaofangzi donde cumplió una tarea clandestina. Por entonces su edad frisaba en los 15 ó 16 años. Choe Hui Suk trajo también al sobrino de So. Fue justamente éste el “barbilampiño” a quien Om Kwang Ho tildó de espía en el campamento secreto de Qingfeng.

Kim Jong Suk la quería mucho; le llevaba años. Cuando dormían, la tenía en los brazos, utilizando para ambas una frazada. Por entonces ellas eran las únicas guerrilleras que estaban cerca de la Comandancia.

La frazada que me trajo So Sun Ok había sido un artículo predilecto de Kim Jong Suk, y casi siempre estaba doblada sobre su macuto. Aun cuando el bulto era mayor que su portadora y se me hacía difícil distinguirla, acertaba a reconocerla por la frazada.

Kim Jong Suk se la regaló a So Sun Ok cuando ésta partía para la base de una pequeña unidad. En la base estaban Kim Myong Ju y Hyon Chol. Supongo que Kim Myong Ju y So Sun Ok se casaron allí.

El día de la partida la muchacha lloró a lágrima viva por tener que despedirse de su amiga. ¡Por qué no, si fue la despedida de dos mujeres que compartieron una misma frazada!

A Kim Jong Suk le dolía no tener nada que regalar a su compañera de armas.

Entonces ella metió la frazada en el macuto de su amiga y le dijo:

––Llévatela como recuerdo. No es nueva, pero no olvides que con ella va el calor de quien te ha querido como si fuera tu propia hermana.

Y, ¿quién hubiera imaginado que al cabo de medio siglo la frazada pararía en mis manos?

Pasaron más de 50 años, pero reconocí al instante aquel objeto predilecto de Kim Jong Suk. Los gémelos se los había regalado yo a Kim Myong Ju.

Si en aquel momento Kim Jong Suk hubiera tenido otra cosa más valiosa que la frazada, se la hubiera regalado a su amiga sin pensarlo dos veces. Decía a menudo que se sentía mucho mejor cuando ella daba que cuando le daban. Dar su amor a otros es mejor que recibirlo, esta fue su filosofía de la vida.

La camaradería de Kim Jong Suk tuvo su máxima expresión en su esfuerzo por mí, en su total entrega a mí. Puede decirse que la fidelidad a su comandante es, en esencia, la camaradería.

Una vez, no recuerdo en qué año, se nos acabaron las vituallas y tuvimos que sostener el combate con el estómago vacío, habiendo dejado pasar varias comidas. Mientras yo estaba entregado a dirigir una batalla, me di cuenta que alguien metía algo en mi bolsillo. Me viré y vi que era Kim Jong Suk. Terminado el combate, extraje lo que estaba en el bolsillo. Eran piñones envueltos en una hoja de papel. Estaban descascarados con cuidado.

Le pregunté de dónde los había conseguido, a lo que me respondió con una sonrisa. Más tarde supe, por boca de otras combatientes, que ella misma se había encaramado a un pino para recogerlos.

Más de una vez ella me salvó de la muerte. Y para mi seguridad, siempre estaba dispuesta a convertirse en una bomba en cualquier momento.

Cuando la batalla en el valle Dashahe, en torno a mí se creó una azarosa situación: Una partida enemiga se me aproximaba a hurtadillas, y yo, absorto en la dirección del combate, no me percaté del peligro.

Si no hubiera sido por Kim Jong Suk, aquel día me hubiera sucedido algo grave. Ella me escudó con su cuerpo y con la pistola los mató a todos. Gracias a ella pude sobrevivir milagrosamente, y reitero que casos semejantes me ocurrieron más de una vez.

El abrigo acolchado que me protegió varios años cuando luchaba en el monte, fue confeccionado por Kim Jong Suk. Parece que alguien le había dicho que la bala no penetraba por las hebras de seda. Desde que lo supo, fue reuniéndolas cada vez que se le presentaba la oportunidad, hasta que finalmente me hizo la ropa. Para su confección pasó en blanco varias noches y se esmeró tanto en cada puntada que, al verme con la prenda justamente a la medida, no cabía en sí de alegría.

Cuando yo pernoctaba o dormía en algún vivaque, desenrollaba en el suelo el cuero de un corzo que llevaba conmigo y me cubría con este abrigo, lo cual proporcionaba calor a mi cuerpo.

Dicen que hoy a las mujeres no les gusta mucho tejer. Comprendo que ellas no quieran pasar tal trabajo, ya que ahora las máquinas se encargan de ello. Cada vez que veo una prenda de punto, pienso en Kim Jong Suk, quien tejió mucho para mí. Estaba muy ocupada por las faenas de la cocina, pero, no se sabía cómo ganaba tiempo y conseguía estambre para esa labor. En fin, siempre que tenía algún tiempo libre, lo aprovechaba en la lectura o tejedura.

Conseguir el hilo de lana en las montañas no era nada fácil. En aquella época, había que librar batallas para tener en la mano un paquete de agujas. Sin embargo, Kim Jong Suk, preocupada por mí, que combatía al enemigo, durmiendo y comiendo a la intemperie y caminando, durante las cuatro estaciones del año, me hizo un abrigo y una ventrera y, cada año hasta que se liberó la Patria, me tejió calcetines de lana.

Me daba pena que ella se sacrificara tanto por mí, y un día le pregunté dónde y cómo conseguía el hilo de lana. No me contestó y se limitó a reír. Le inquirí si ella tenía medias de lana, a lo que tampoco dio respuesta. Sin renunciar, insistí con mis preguntas y sólo entonces alcanzó a decir, en voz queda: “General, es usted un hombre grande y no tiene por qué conocer de estas pequeñeces”.

Aun después de la liberación, Kim Jong Suk tejió para mí. Cuando veía que se habían desgastado mis calcetines, no los remendaba, sino los destejía y con los hilos hacía borla para volver a tejer. Lo hacía velando toda la noche y por la mañana dejaba nuevos calcetines al pie de mi cama. Seguro que podía comprar unos mejores en las tiendas o en el mercado, pero a ella no le gustaba hacerlo. Mas, si los compraba alguna vez, hizo con ellos lo referido antes hasta que sus hilos estuvieran completamente inservibles.

Quería hacer para mí, repito, con sus propias manos, aunque sólo fueran los calcetines. Así se manifiesta la devoción femenina.

Una vez le reproché, sin querer, esa manifestación de extraordinaria atención. En un invierno ella lavó mi ropa, la secó con el calor de su cuerpo y me la devolvió. Lo había hecho en secreto, pero las guerrilleras, muy admiradas por su conducta, la elogiaron a ella, lo cual llegó hasta mis oídos.

Por primera vez en mi vida, oía tal ocurrencia, y me quedé muy asombrado. Llamé a Kim Jong Suk a la Comandancia. Al ver su amoratada cara por el frío extremo, estuve a punto de verter lágrimas. Ni mi madre en su vida hizo por mí tal sacrificio, pensé, y no pude encontrar palabras que decir.

Si analizamos esa manifestación de compañerismo de Kim Jong Suk, podemos saber que es la de su afecto revolucionario hacia su Comandante y, a la vez, su cálido sentimiento hacia mi persona.

Le dije:

—Jong Suk, tu devoción por mí me deja muy conmovido; te estoy agradecido siempre por ello. Pero, ¿por qué hiciste eso? ¿Qué habría sido de ti si hubieras caído aterida? ¿Crees que yo estoy tranquilo con el beneficio que me diste a costa de tu sacrificio? No vuelvas a hacer esas cosas.

Entonces, Kim Jong Suk, esbozando una ligera sonrisa, contestó:

—Eso no me pesa. Con tal que usted tenga salud, mi General …Aunque me mostré enojado delante de Jong Suk, luego que ella se había retirado derramé lágrimas. En aquel momento, no sabía por qué, me recordé de mi madre. Parecía que la devoción de Kim Jong Suk por mí encerraba parte del amor que mi fallecida madre no pudo dispensarme.

En toda la vida no he olvidado su imagen, que, aun tiritando de frío por haberle quitado mi ropa mojada el calor del cuerpo, apretaba los labios para no dejarme ver ese estado físico.

También en tiempos posteriores hizo lo mismo repetidas veces. En resumidas cuentas, puede decirse que Kim Jong Suk me protegió con su cuerpo de las balas, de la nieve y lluvia y del aterimiento.

Ahora nuestros historiadores expresan que el camino de la Revolución Antijaponesa que recorrimos fue un camino inexplorado, y tienen razón. Los combatientes revolucionarios antijaponeses abrieron un nuevo camino no sólo en la revolución sino también en el plano del amor. Pese a que la vida era inimaginablemente difícil, incluso sobre la piedra pómez en el monte Paektu florecía el amor.

A mi juicio, la abnegación es la esencia del amor que endulza la vida humana entre padres e hijos, entre marido y mujer, entre maestro y discípulos, entre los novios y entre los camaradas.

Sólo esa abnegación de sacrificio con que uno se lanza a las llamas, se sienta en la silla de tortura o se mete en un hoyo hecho en el hielo de un río si es necesario para que su amor no sufra hambre, ni tenga frío, ni sienta dolor, aunque uno mismo tenga que padecerlo todo, puede ser artífice del más bello, noble y auténtico amor.

Cuando visité a Mangyongdae después de haber regresado a la Patria restaurada, mis familiares y demás allegados, diciendo que ya sabían que me casé con una buena muchacha durante la lucha guerrillera, me preguntaron insistentemente dónde y cómo se realizaron las ceremonias de boda, quién me sirvió de padrino y quiénes prepararon la mesa nupcial.

Al recibir tales preguntas, traté de contestarlas, pero de repente me sentí atragantado y no pude articular una palabra. Porque me tenía muy preocupado que mi explicación de lo ocurrido causara dolor y pena a mis abuelos y demás parientes.

Cuando luchábamos en el monte, ni siquiera pensábamos en la mesa nupcial. Además de que la vida era penosa y difícil, no habíamos recuperado la Patria ni lavado la vergüenza de pueblo apátrida. En tal situación, ¿cómo podríamos pensar en cosas como la ceremonia nupcial o banquete de cumpleaños? En nuestras filas no había ni un hombre que deseara vivir tal lujo.

La boda al estilo guerrillero era muy simple. Empezaba y terminaba con la declaración ante los guerrilleros de que fulano y mengano contraían matrimonio. Nunca podíamos imaginarnos las actuales ceremonias de boda con novios vestidos con lujo ante una mesa cargada de manjares. Era aceptable si se servía un plato de arroz. Si no existía arroz, tomábamos gacha aguada, y si no estábamos en condiciones de preparar ésta, comíamos patata o maíz, pero nadie se quejaba. Al contrario, lo aceptábamos como algo merecido y natural.

Entonces, aun después de ser declarados casados, seguíamos incorporados como antes en las compañías o secciones a que pertenecíamos. Los comandantes no fueron una excepción. Unos desposados cayeron en el campo de batalla inmediatamente después de casados, y otros vivían separados cumpliendo tareas distintas.

Para nuestra boda los camaradas de armas se empeñaron en hacer algunos preparativos, pero no pudieron conseguir materiales. Se habían agotado las provisiones y toda la unidad pasaba hambre. ¿De dónde, pues, habrían podido conseguir nada?

La ceremonia se realizó sin vestido de novia, ni mesa nupcial, ni discurso del oficiante, ni padrino ni madrina, pero no se borra de mi memoria en toda la vida. Kim Jong Suk también recordaba a menudo aquel día.

Probablemente las jóvenes generaciones, al oir estas cosas, menearán la cabeza diciendo que es increíble, mas, dadas las condiciones de entonces, ¿acaso podía ser de otra manera? Todos se casaron así. Y lo consideramos como una moda. Sentir la dignidad de la vida en soportar y enfrentar las dificultades de hoy considerándolas dulces para la felicidad del mañana, eso fue precisamente motivo de orgullo para los guerrilleros antijaponeses. Vivieron de esa manera en pro de las generaciones venideras, en pro de la Patria de hoy.

En el campamento secreto del monte Paektu y la base de entrenamiento militar del Lejano Oriente, pensé que, cuando se liberara la Patria, ofrecería espléndidos banquetes nupciales a mis camaradas de armas. Sin embargo, una vez rescatado el país, la realidad no me permitió realizar ese deseo. Porque la vida del pueblo era precaria, y muy tensa la situación alimentaria.

Una vez, a raíz de la liberación del país, se me presentó Jang Si U para protestar: cómo un excombatiente de la guerrilla podía malversar fondos del comité del Partido de la provincia de Phyong-an del Sur para financiar la boda de un individuo. Pregunté quién era y respondió que Kim Song Guk había sacado ese dinero.

Lo llamé a mi despacho y mandé a Ri Ul Sol a desarmarlo. Luego, le pregunté en tono reprobatorio: ¿Qué autoridad tiene para malgastar fondos del comité provincial del Partido?

Kim Song Guk se justificó en voz lacrimosa:

––Se casa Son Jong Jun, por eso quería prepararle la ropa para la novia, cobertores y mesa nupcial. No tiene familiares ni allegados. ¿Quiénes, si no nosotros, pueden ayudararlo?

No obstante le critiqué severamente:

––¿Crees que no considero bueno si le preparamos la ropa para la novia, cobertores y mesa nupcial? Pero, ¿estamos en condiciones de hacerlo? Si hubieras pensado un poquito en el pasado cuando celebrábamos la boda con un miserable plato de arroz, seguro que no habrías procedido así. El país está atravesando por una situación muy difícil, y tú, como exguerrillero, debes orientarte bien conociendo los cuatro puntos cardinales, ¿entendiste?–– Con estas palabras despedí a Kim Song Guk, pero algo me pesaba en el alma. En realidad, ¡qué bella era su conducta al esforzarse por preparar bien la boda del camarada de armas con quien compartía las alegrías y las penas, la vida y la muerte!

Muchos de nuestros combatientes antijaponeses contrajeron matrimonio en la Patria liberada, pero sus ceremonias nupciales fueron sencillas, lo cual era para mi una pena constante. Esta es la razón por la que Kim Jong Il les ofrece banquetes y regalos con motivo de sus sexagenarios o septuagenarios.

Pero Kim Jong Suk ni siquiera tuvo la dicha de recibirlos, y se fue de nuestro lado apenas cumpliera los 30 años, dejándonos sólo esta foto. Nos la tomamos por pura casualidad. Si nuestros camaradas de la revolución no nos hubieran dedicado atención, ni siquiera nos habríamos tirado esta foto.

Un día, cuando estábamos preparando el viaje para las acciones con pequeñas unidades los camaradas me invitaron a tomar fotos. Me suplicaron dejar como recuerdo una foto alegando que cuando partíamos para esas operaciones no se sabría si nos volveríamos a ver. Dijeron que ya habían conseguido la cámara, y al General Kim le bastaba con prestarles la cara.

Salí afuera vestido de uniforme. Choe Hyon me esperaba. Todavía hacía un frío molesto, pero por todas partes se respiraba de lleno el aire primaveral.

Apoyado en un árbol que empezó a verdear, me tomé una foto junto a los compañeros de armas. Eso fue en recuerdo de nuestro encuentro en el campamento del sur después de muchos tiempos de separación y, a la vez. en saludo de las operaciones en pequeñas unidades por las que debíamos separarnos de nuevo.

Los camaradas se retrataron en grupos de dos o tres.

Cuando estábamos de lleno en la fotografía, aparecieron algunas guerrilleras, no se sabe cómo lo adivinaron, y pidieron que les sacáramos también fotos. Por eso, me las tomé con ellas y éstas suplicaron que me fotografiara solo con Kim Jong Suk.

Al oírlas, Kim Jong Suk se sonrojó y se ocultó detrás de unas guerrilleras, quienes la empujaron obstinadamente por la espalda; ella no sabía qué hacer, por vergüenza, hasta que al fin, se me acercó sonriendo.

No perdieron la oportunidad y apretaron el disparador.

Si mal no recuerdo, esa fue la primera foto en mi vida que me tomara solo con una compañera de armas. Para Kim Jong Suk y para mí fue como la foto de bodas.

Estábamos en plena juventud; soñábamos mucho y reíamos mucho. Aunque acogíamos la primavera en el extranjero, todos estábamos imbuidos de convicción y ánimo.

Para Jong Suk y para mí, fue la primera primavera, inolvidable, que celebramos después de la boda.

Con el deseo de festejar para siempre esa primavera, anoté en el reverso de la foto: “Celebrando la primavera en el extranjero. 1º de marzo de 1941, en el Campamento B.”

Nunca nos imaginábamos que la foto, pasando a ilustrar una página de la historia, estaría expuesta en un museo tan grande como éste. Me da pena que aunque estuvimos 20 años en la Revolución Antijaponesa, no dejamos muchas fotos de ese período.

En este sentido le quedamos muy agradecidos a los que propusieron tomar fotos aquel día.

Kim Jong Suk, igual que otras, llevaba el cabello cortado a medio largo. Pero, en la foto no puede apreciarse su forma, porque tenía metido todo el pelo dentro de la gorra, y eso tiene su motivo.

Esa primavera, al frente de una pequeña unidad, emprendí el camino para ir a Manchuria y al interior de Corea. Cuando pasábamos por tierras de Hunchun habiendo atravesado la frontera de la Unión Soviética, para mi extrañeza sentí calor en los pies. Al principio no me fijé en ello considerándolo como un resultado de la larga marcha, pero al ver como sentía a cada paso algo suave y caliente en las plantas, me quité los zapatos y vi en ellos plantillas de pelo.

Sólo entonces recordé que aun en la habitación no se había quitado la gorra y llegué a pensar que se había entresacado su pelo para componer esas plantillas. Quizá llevaba la gorra siempre porque le daba vergüenza que otros le vieran su cabello ralo.

Ahora no queda ninguno de los que se retrataron aquel día junto conmigo. Se fueron An Kil, Choe Hyon, Jong Suk, y otros muchos. Vivo yo solo.

Ahora, aquel árbol en que nos apoyamos An Kil, Choe Hyon y yo para tomarnos la foto, ya se habrá convertido en un gigante.

No puedo imaginarme en qué se ha convertido el campamento del sur. Quisiera visitarlo ganando tiempo.

También después de liberado el país, Kim Jong Suk siguió ayudándome con toda dedicación.

¿Saben cuán meticulosamente me cuidaba? Incluso los alzacuellos que cambiaba cada pocos días, los almidonaba y estiraba a palos, porque sólo así quedaban blandos y no daban sensación de aspereza al rozar el cuello. Si se estiran con plancha de carbón o con una eléctrica, quedan duros y pueden lesionar la piel, imposibilitando que el cuello se mueva libremente.

El estiramiento a palos lo hacía sólo en mi ausencia. Cuando yo estaba en casa nunca lo hizo pensando que ello perturbaba mi meditación.

Quisiera contarles una anécdota más en cuanto a su fidelidad.

Ocurrió en vísperas de la liberación de la Patria cuando yo estaba en Moscú para participar en una reunión para las operaciones contra Japón.

Una noche, mientras dormía en una residencia de protocolo, tuve un sueño: Kim Jong Suk había llenado de libros una gran habitación y me decía: Lea usted estos libros a sus anchas; no le alcanzará su vida para leerlos todos.

Al despertarme, lo conté a mis compañeros, quienes, después de descifrarlo por un buen rato, me felicitaron diciendo de veras y en bromas que según el sueño yo tenía una magnífica suerte pues en el futuro sería presidente del país.

De regreso conté a Kim Jong Suk sobre el sueño, y ella, sonriendo, expresó que era un sueño bonito.

Pasó el tiempo, mes tras mes, y lo del sueño se fue borrando de mi memoria.

Pero, Kim Jong Suk no lo olvidó. Cuando restaurado el país, vivíamos en la residencia al pie del monte Haebang, llenó de libros mi gabinete y dijo:

–Con la liberación del país, está en condiciones de leer a sus anchas estos libros.

Luego me propuso tomarnos una foto como recuerdo, la que guardo hasta la fecha.

Puedo afirmar que Kim Jong Suk dedicó toda su vida a mi persona. Aun después de casada siempre me valoró y enalteció como su Comandante, Dirigente y Líder. Las relaciones entre ella y yo eran relaciones entre soldado y Líder, entre camaradas.

Siempre decía que era soldado del Líder. Hasta el último día de su vida no usó ni una vez los vocativos familiares comunes. Me llamaba “Querido General” o “Querido Premier”.

Una vez, en la postliberación, unas periodistas la visitaron para escribir de ella.

En esa ocasión les dijo: “La vida de un soldado está en la historia de su Líder. Será mejor escribir mucho más sobre el General Kim Il Sung.”

Considero que estas palabras encierran la distinguida personalidad de Kim Jong Suk.

La vida de Kim Jong Suk fue de continuos trabajos y penurias que le acompañaron hasta su último día. Esto me dolió sobremanera; por eso, al despedirla para siempre le puse su reloj de pulsera en la muñeca. Huelga decir que con eso no podía recompensar su devoción de toda la vida por mí, ni disminuir mi dolor por haberla perdido. Sin embargo, le puse el reloj. Si hubiera sido un reloj cualquiera, no habría procedido de esa manera. Encerraba una historia conmovedora.

Un año mi abuela me preguntó si no podía comprarle un buen reloj de mujer aunque me costara dinero.

Me pareció extraño que mi abuela, que ni siquiera había tenido un reloj de pared, pidiera de repente uno de pulsera para mujer, y encima, de buena calidad.

Posteriormente fui a verla con la compra. Y le pregunté:

—Abuela, ¿para qué necesitas este reloj?

—Ustedes contrajeron matrimonio en el monte sin ninguna dote, lo que me duele a todas horas. Mas, hasta hoy, muchos meses después de que ustedes bajaron del monte, no pude sentarlos a la mesa nupcial ni prepararles ropas nuevas; por eso quería comprarle a Jong Suk aunque fuera un reloj. ¡Cuán feliz me sentiré cuando la vea con él!.El reloj que Kim Jong Suk llevó al dejar este mundo tiene tal historia.

El cariño de mi abuela por ella fue muy profundo. Incluso suplía el afecto de mis padres fallecidos hacía mucho tiempo.

Por mi parte, no hice nada por Kim Jong Suk. Ella nunca se olvidó de mi cumpleaños. Cada año ese día preparó, aunque sencilla, una mesa en mi honor. Pero yo no lo hice ni una vez durante los cerca de 10 años de vida conyugal. Ella ni siquiera permitía mencionar su cumpleaños. Tal era su modo de ser.

Para aminorar mi dolor por no haberle ofrecido nada, a la hora del almuerzo el día de la fundación de la República fui a casa y le serví una copa, diciendo:

—Hiciste mucho en mi ayuda. Pero yo no te hice feliz con nada, sólo te hice sufrir, esto me apena; bueno, hoy te invito a tomar una copa. Anda.

—¿Por qué habla así? —espetó ella—. ¡Qué gran regalo me ha dado con la fundación del Partido, del Ejército y de la República! Ha hecho realidad el anhelo de toda mi vida; ya no deseo nada más.

Un año después de su fallecimiento las excombatientes antijaponesas reunieron dinero, y entregándolo al Partido, pidieron que acondicionaran mejor la tumba de Kim Jong Suk. No tardó en iniciarse la obra.

La tumba se encontraba en la colina Moran. Fui allí y vi que le ponían una cerca de barras, colocaban piedras y montaban escaleras de granito.

A las excombatientes que trabajaban allí les reproché:

—Las comprendo a ustedes. Pero, miren allá. El pueblo vive aún en esas casuchas. En el pasado llevó una vida penosa, derramando lágrimas de sangre, pero todavía no la tiene holgada. No hemos reunificado la Patria. Siendo así la situación, si Jong Suk supiera que ustedes están remozando su tumba con granito, ¿cuán avergonzada se sentiría ante el pueblo? Si quieren expresar sus mejores votos a su memoria, les aconsejo que cultiven flores y árboles alrededor del túmulo. Y cuando la echen de menos, lo visiten junto con sus hijos para descansar o cuidarlo. Esta es la mejor manera de hacer algo en su memoria. Por tanto, cesen de inmediato la obra y envíen esas piedras de granito a los centros de construcción.

Kim Jong Suk consagró todo lo suyo en aras de los camaradas y el pueblo, pero al irse de este mundo no dejó ni un phun ni bienes a sus hijos. El dinero gastado por ella fue mi salario mensual, y la vivienda y los muebles que usaba ella eran todos de propiedad estatal.

Lo único que pudiera considerarse como herencia que nos dejara a nosotros, es que había criado a Kim Jong Il como el dirigente del futuro y lo presentó ante el Partido y la Patria. Ustedes dicen que yo lo formé como mi sucesor, pero, en realidad, Kim Jong Suk asentó los cimientos. Esto es precisamente el mayor mérito que ella realizó ante la revolución.

En el último día de su vida, ella llamó a Kim Jong Il y le encomendó que ayudara al padre en la mejor forma, continuara y completara mi causa. Esto resultó ser el testamento a él. Tres horas después cerró los ojos.

Recuerdo a menudo a Kim Jong Suk. Durante varios años usaba ella chima y jogori, pero, no sé por qué, aparece en mi memoria vestida más frecuentemente de uniforme militar que de civil. Su imagen que más evoco es en la que tiembla de frío al entregarme mi ropa que había secado con el calor de su cuerpo.

Entonces siento que se me parte el corazón.

En un tiempo, las publicaciones venales de Japón creaban grandes alborotos si caía el comandante de una unidad de las Fuerzas Unidas Antijaponesas, como si ésta hubiera sido aniquilada por completo. Entrando en la década de 1940, el cuartel general del ejército Guandong, y los ejércitos y las policías japoneses y manchúes difundieron el rumor de que la guerrilla había dejado de existir, aunque conocían de sobra que grandes fuerzas de las Fuerzas Unidas Antijaponesas seguían haciéndoles frente.

Si era verdad que todas las unidades armadas antijaponesas habían sido aniquiladas y nuestra lucha terminada, ¿por qué Nozoe mudó su cuartel general de Jilin a Yanji donde operaba el Ejército Revolucionario Popular de Corea e introdujo en la zona nordeste del monte Paektu hasta los efectivos que se habían movilizado para el ataque a Yang Jingyu? Y, ¿por qué destinó a las “operaciones punitivas” contra la guerrilla las fuerzas armadas del ejército Guandong, el ejército títere manchú, la policía, e incluso la guardia ferroviaria y la turba de la sociedad de conciliación?

Aun cuando actuábamos en pequeñas unidades no dejamos de hacer tronar los tiros. Aunque sí nos pusimos a salvo de choques insignificantes, en casos necesarios asestamos contundentes golpes a los enemigos.

Digo, desde luego, que evitamos los combates de envergadura con el objetivo de preservar las fuerzas, pero en su lugar, canalizamos ingentes esfuerzos en las actividades de exploración y las políticas entre las masas. Además, para preparar una guerra de resistencia de toda la nación, mandamos al interior de Corea numerosas unidades y grupos pequeños, y trabajadores políticos clandestinos.

El número de integrantes de estas unidades y grupos se diferenciaba según los casos, mas, generalmente, las unidades se conformaban con unas diez personas o varias decenas y los grupos con menos de diez. Eran equipados con armas ligeras, conforme a sus misiones y tareas. Una vez organizadas las pequeñas unidades y grupos se distribuían entre ellos las tareas y las zonas de actividades. Según la misión asignada, existieron pequeñas unidades y grupos encargados principalmente del trabajo político, de combatir y de explorar. Sin embargo, esas tareas no eran fijas. A tono con la situación, ellos debían cumplir, además de sus deberes, otras tareas, de tal manera que el grupo de exploración efectuaba adicionalmente trabajo político y el de combate realizaba, a la vez, este trabajo y la exploración.

Después de terminada la reorganización de la unidad prestamos atención a la preparación de las bases secretas provisionales en que se apoyarían las pequeñas unidades y grupos. Como tales bases representativas construidas después de la Conferencia de Xiaohaerbaling, podemos citar la de las cercanías de Daomugou en el distrito Yanji, la de cerca de Mengshancun en el distrito Helong, la de Huangouling en el distrito Antu, la de Jiapigou en el distrito Wangqing, etcétera. También en el interior de nuestro país construimos muchas desde Undok, Sonbong, Musan y Rajin hasta la profundidad del territorio. En ellas establecimos campamentos secretos para las pequeñas unidades, puntos de enlace, lugares para reuniones secretas, para la conservación de los materiales de intendencia, y para otras cosas más.

Tiempos después de la Conferencia de Xiaohaerbaling, el gran Líder dio ejemplo en las acciones con pequeñas unidades, al lograr el triunfo en el combate en el pantano cercano a Huanghuadianzi del distrito Antu, en el cual participaron sólo algunos guerrilleros de la compañía de escolta. En cuanto a este combate, él rememora:

El combate en las cercanías de Huanghuadianzi fue el primero que entablamos tras haber pasado a las operaciones en pequeñas unidades después de la Conferencia de Xiaohaerbaling. Terminada esta reunión fui a Hanconggou con los miembros de la escolta, que equivaldrían más o menos a un pelotón, pero en el camino de regreso, en Huanghuadianzi, inesperadamente topamos con los enemigos. Cada escena de este encuentro aún me viene fresca a la memoria.

Como en el caso de Matanggou y Nanpaizi, también el nombre de Huanghuadianzi tenía su procedencia. Si se le preguntaba a los lugareños qué significaba, éstos daban diferentes respuestas. Algunos contestaban que quería decir pantano cubierto de margaritas o de lirios y otros insistían en que ese nombre venía del amor entre un muchacho y una muchacha; no se podía saber con exactitud.

Aunque viajé varias veces por esa zona, no se veían ni muchas margaritas ni lirios, sino sólo el pantano. Precisamente fue allí donde se entabló el combate.

Entre nuestro grupo estaba Hwang Sun Hui. La cité y le di la tarea de transmitir a Choe Hyon la orientación acordada en la Conferencia de Xiaohaerbaling. Era pequeña de talla, pero tenía un alto sentido de responsabilidad y mucha agilidad. Conocía al dedillo el paradero de la unidad de Choe Hyon.

Cuando la oscuridad envolvía los contornos, hicimos un alto durante unos momentos en la montaña de atrás de Huanghuadianzi.

Mientras descansaban los guerrilleros, me devanaba los sesos para encontrar una vía para cruzar el pantano. Una ancha zanja, de no se sabía qué profundidad, lo atravesaba por el centro y tenía un tronco que servia de pasarela, por debajo de la cual corría el agua pestilente. Si la pasábamos y tramontábamos sólo una o dos montañas, iríamos directamente a Daomugou en el distrito Yanji, lugar escogido como base secreta temporal.

No obstante, era probable que más allá de la pasarela estuvieran emboscados los enemigos. Por eso, clavé los ojos en el otro extremo del puente y de pronto, como suponía, vi refulgir una luz. Al principio, me pregunté si no era la luz de un cocuyo, pero después me convencí de que era la de una linterna de los enemigos. Estábamos en un apuro, pues cuando debíamos pasar la pasarela para llegar a Daomugou, se veían en la oscuridad los enemigos apostados allí. El caso era igual a lo que dice el refrán: “Encuentro con el enemigo sobre una pasarela.”

En los días de la lucha armada, aunque varias veces había estado en el cerco de los enemigos y burlé incontables líneas de la muerte, era la primera vez, a mi juicio, que la situación era tan crítica y no se me ocurría una idea para salir de ella.

Si no pasábamos por la pasarela debíamos dar un rodeo de decenas de ríes, lo cual, por su parte, nos creaba dificultad. Pasara lo que pasara, debíamos avanzar rectamente por la ruta prevista. Al ver que yo guardaba silencio mientras observaba la situación enemiga y buscaba una salida, los guerrilleros con el corazón oprimido, ni siquiera respiraban normalmente.

Un buen rato después, decidí cruzar en un santiamén por la pasarela antes de que nos detectaran los enemigos e impartí la orden de partida a los guerrilleros. Todos lo pasamos sin contingencia.

Crucé último la zanja y entré en los matorrales, cuando, de repente, una ametralladora enemiga comenzó a vomitar fuego.

Ordené a nuestro ametralladorista golpear fuerte sobre la ametralladora enemiga y luego guié a los otros hacia el camino. En ese preciso momento Jon Mun Sop y Hwang Sun Hui me protegieron a ultranza. De veras, fue un momento muy peligroso. Si hubiéramos dado un solo paso errado, nos hubiéramos hundido en una profunda ciénaga sin salida y más aún llovían las balas enemigas. Pero de esa trampa tan peligrosa, logramos salir sano y salvo, sin ninguna pérdida. De veras, fue una salvación de suerte.

Si en aquel entonces nos hubiéramos perturbado ante la situación surgida, o tardado en decidir, hubiéramos sufrido grandes pérdidas sin lograr salir de la trampa.

Nos apresurábamos hacia el camino, cuando la patrulla me envió el parte de que los enemigos aparecían por el frente. No cabía duda de que era el grueso de las fuerzas enemigas que acudía al oir los disparos en la pasarela.

Ordené a los guerrilleros que dieran media vuelta y corrieran hacia la pasarela. Volví a ordenarles que simultáneamente dispararan a los enemigos de delante y de atrás y luego se deslizaran por un lado y escalaran el monte, donde les di la orden de descanso.

Los guerrilleros, sentados en medio del monte, recobraban el aliento. En aquel momento empezaron a cruzarse ráfagas de balas entre los enemigos en el extremo del paso y los que llegaron desde el camino.

Tiempos después, según escuché a los moradores de la región de Antu, ese día los enemigos dejaron incontables cadáveres por causa de dicho combate entre sí. Y se exigieron unos a otros la responsabilidad, preguntándose quiénes fueron los primeros en disparar, y entre los gritos de espanto se preguntaron si eran demonios o guerrilleros los que pasaron la pasarela. En fin, dentro del enemigo se formó literalmente un caos.

Seguidamente, en las cercanías de Facaitun en el distrito Yanji y de Wudaoyangcha en el distrito Antu les causamos muchas bajas.

A diferencia del encuentro en Huanghuadianzi, en el combate de Facaitun aplicamos una táctica de primero asaltarlo con tres grupos y retirarnos para ver de lejos.

También en esa ocasión, los enemigos tiraron unos contra otros, produciéndose así muchos muertos.

Cada día, nos veíamos obligados a efectuar combates de esa índole. De vez en cuando, atacábamos grandes objetivos enemigos movilizando a varias unidades pequeñas. Como organizábamos así los combates de envergadura, teniendo como lo principal las operaciones con pequeñas unidades, ni siquiera los enemigos se dieron cuenta de que el ERPC había cambiado de táctica al pasar de las operaciones con grandes unidades a las con pequeñas.

Choe Hyon, quien por conducto de Hwang Sun Hui conoció la orientación de la Conferencia de Xiaohaerbaling, organizó con habilidad las acciones con pequeñas unidades. Ante todo, en el distrito Wangqing atacó con una gran unidad a los enemigos estacionados en Guangshengtun y Xiaochengzi y luego la dividió en pequeñas unidades para asestarles golpes por todas partes.

En los distritos Yanji, Helong y Antu operaban las pequeñas unidades de O Paek Ryong; en los distritos Hunchun y Dongning, las de Kim Il y Sun Changxiang, así como en los distritos Dongning, Ningan, Muling y Wuchang, las de Han In Hwa, Pak Song Chol y de Yun Thae Hung.

Todo el territorio del Nordeste de China y las zonas fronterizas septentrionales de Corea bullían como agua hirviendo por las acciones de las pequeñas unidades y grupos.

En lo que respecta a las actividades con pequeñas unidades que dirigió personalmente en el período posterior a la Reunión de Jabarovsk, el gran Líder, camarada Kim Il Sung, recuerda:

Tiempos atrás, las pequeñas unidades y grupos operaron principalmente en las zonas fronterizas septentrionales de Corea y la región nordeste de China, pero después de esa reunión extendieron su escenario de acción hacia los puntos de importancia militar en el extremo sureño de Corea e incluso hasta el territorio del propio Japón.

También eran muy variados los tipos de actividades. Ellos actuaban para restaurar las organizaciones partidistas y otras revolucionarias clandestinas destruidas y constituir las nuevas en el interior de Corea y las zonas del Noreste de China; reajustar y reorganizar las unidades armadas existentes; ejercer dirección sistemática y unificada sobre las organizaciones para la guerra de resistencia popular total, así como para reforzar las bases secretas en distintas partes del interior de Corea y crear nuevas provisionales conforme a las demandas de la situación, y engrosar las filas del ERPC con jóvenes y adultos patrióticos del interior de Corea y las zonas del Nordeste de China y formar pilares militares.

Al mismo tiempo, realizaron en amplias áreas combates para perturbar la retaguardia enemiga y debilitar su capacidad de guerra mediante asaltos, emboscadas, y acciones destructoras; exploraciones en instalaciones, bases y puntos de importancia estratégica militares, y operaciones destinadas a subvertir el sistema de dominación del enemigo y crear confusión en el seno de su ejército.

En las acciones de las pequeñas unidades por aquel entonces también tomaron parte unidades de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Nordeste. A este respecto, se distribuyeron entre los destacamentos las zonas de operaciones para sus pequeñas unidades. Las unidades del ERPC y el Ejército de ruta No. 1 y algunas del Ejército de ruta No. 2 se encargaron del interior de Corea y las regiones de Manchuria del Este y el Sur; las unidades principales del Ejército de ruta No. 2, de las zonas que se extienden entre el norte de Xingkaihu y Donggang, y las del Ejército de ruta No. 3, de Qingcheng, Tieli, Hailun y otros varios distritos más.

Yo, yendo y viniendo entre el monte Paektu y la base provisional del Lejano Oriente, dirigía las actividades de las pequeñas unidades en el interior de Corea y Manchuria del Este y el Sur y, al mismo tiempo, impulsaba el estudio militar-político.

Cualesquiera que fueran, si regresaban de las operaciones en pequeñas unidades a la base, procurábamos que participaran obligatoriamente en el estudio político y los ejercicios para la guerra moderna.

En el campamento del Sur decidí ser el primero en avanzar hacia el nordeste del monte Paektu y el interior de Corea, conduciendo una pequeña unidad compuesta de relativamente numerosos efectivos. Y asigné a la pequeña unidad de Choe Hyon y la de An Kil la tarea de ir al interior de Corea y Manchuria según se lo permitiera la situación y les indiqué las zonas de actividades y las misiones.

Fue en abril de 1941 que partí de la base, comandando la pequeña unidad. La misión fundamental de nuestra unidad era establecer relaciones con las pequeñas unidades y grupos que operaban en las zonas de Manchuria del Este y el Sur y dirigirlos de modo unificado.

Además, perseguimos como un importante objetivo restaurar y reajustar las organizaciones revolucionarias destruidas y crear nuevas, y engrosar las filas armadas con jóvenes elegidos por las redes de las organizaciones clandestinas y formarlos como cuadros, necesarios para las operaciones finales de la liberación del país y la construcción de una nueva Patria.

También quisimos aprovechar la oportunidad para encontrar el paradero de Wei Zhengmin.

En aquel tiempo la situación en el interior de Corea y Manchuria era muy tirante.

Partiendo de la primavera temprana de 1941, los imperialistas japoneses comenzaron nuevas operaciones “punitivas”. Disolvieron el “cuartel general de castigo de Nozoe” y transfirieron su facultad al Ejército Guandong. Las principales unidades de este ejército y todas las demás tropas “punitivas” pertenecientes a las comandancias regionales del ejército títere manchú y al cuartel general de la gendarmería de Guandong se lanzaron desesperadamente a las operaciones “punitivas” contra el ERPC.

Por eso fue que a algunos comandantes les inquietó que yo me internara en la retaguardia enemiga al frente de una pequeña unidad y me sugirieron que actuara cuando se tornara favorable la situación. Al principio, también Kim Chaek adoptó la misma actitud, preocupado por mi seguridad personal.

Antes de partir, nombré a Ryu Kyong Su y Kim Il como jefe de compañía e instructor político, respectivamente. Jon Mun Sop fue designado como mi ordenanza. Al verlo, Kim Chaek le advirtió con tono severo que no se separara ni un paso de mi lado.

An Yong fue elegido como radiotelegrafista de nuestra unidad pequeña. El había actuado tanto en Manchuria del Este como en Manchuria del Norte. Durante varios años había trabajado de maestro educando en el patriotismo a muchos niños y jóvenes. En Manchuria del Este había participado en la labor de ilustración de las masas, al frente de un grupo de teatro ambulante que él mismo había organizado.

El poseía ricos conocimientos y muchas experiencias de la vida. Cuando se dedicaba a la labor con las masas en Manchuria del Norte, sirvió como cocinero para una familia y también trabajó a jornal en plantaciones de opio.

Si lo eligimos radista antes de partir para Manchuria, fue porque poseía el antecedente de que cuando servía en la unidad de Manchuria del Norte recibió el cursillo de la especialidad durante 6 meses, en la Unión Soviética.

El tenía un bigote impresionante. Por eso, muchas personas lo llamaban Bigotudo.

Si no me equivoco, los miembros de nuestra pequeña unidad eran 30, más o menos. Todos nos vestimos con el uniforme del ejército japonés; resultó verosimil el disfraz.

Un día de la primera decena de abril, por la noche avanzada, cruzamos la línea fronteriza y, pisando los lugares de las bases antiguas, seguimos hacia el nordeste del monte Paektu.

No eran una o dos las tareas que debíamos cumplir allí.

Tan pronto como disolvimos las zonas guerrilleras en Manchuria del Este y avanzamos a Jiandao Oeste, los enemigos perpetraron operaciones de destrucción total en Manchuria del Este y la región al nordeste del monte Paektu. Para restañar sus consecuencias, después del combate de la región de Musan habíamos avanzado otra vez a esa zona del monte Paektu donde impulsamos con vigor la transformación revolucionaria del lugar.

Aprovechando la oportunidad de que permanecíamos algún tiempo en la Unión Soviética, los enemigos volvieron a meter allí sus fuerzas armadas regulares y levantaron una gran ola de destrucción. Y luego, cacarearon: “Se ha garantizado la seguridad en Manchuria del Este.”

A fin de llevar a otro auge la revolución en este lugar, era necesario demostrar, desplegando intrépidas y audaces acciones con pequeñas unidades y grupos, que el Ejército Revolucionario Popular de Cora existía. Sólo si ello se lograba, era del todo posible levantar otra vez a las masas.

Me propuse después de agitar las regiones de Antu, Wangqing, Yanji, Hunchun y Dunhua, avanzar al monte Paektu para crear más organizaciones revolucionarias en la zona de Jiandao Oeste y el interior de Corea, y, al mismo tiempo, reforzar las fuerzas de resistencia popular total y seleccionar a cientos de jóvenes patrióticos para formarlos como cuadros políticos y militares en las bases del monte Paektu y el Lejano Oriente.

La pequeña unidad que cruzó la línea fronteriza realizó una marcha forzada durante algunos días y llegó a un valle poco distante del campamento secreto de Daheixiazigou.

Una vez, los coreanos residentes en Yanbian trajeron un videocassette que tomaron durante el recorrido por el lugar de un vivaque guerrillero y explicaron que lo habían descubierto en un punto limítrofe entre los tres distritos: Wangqing, Dongning y Hunchun. Lo vi y me pareció que ese era el lugar donde los miembros de nuestra pequeña unidad establecieron una base secreta temporal.

Cuando llegamos al mencionado valle, ya se nos habían agotado los víveres.

Mandé a Kim Il y otros a Jincang en el distrito Wangqing con la misión de atacar la mina de oro de allí para conseguir víveres y efectuar el trabajo político entre las masas.

Cerca del campamento secreto de Daheixiazigou Jon Mun Sop cazó un oso muy grande. Varios guerrilleros debieron transportarlo con mucho trabajo, en varas; de él se sacó no menos de una cuba de grasa.

Días después, los de Kim Il regresaron con víveres. El informó con tono afligido que Jang Hung Ryong cayó cumpliendo la misión. Esto fue por Ji Kap Ryong: tras asaltar la mina, en el camino de regreso éste se obstinó en preparar comida, de modo que ellos demoraron cerca de una hora, en eso les atacaron los enemigos que los seguían.

Kim Il se arrepintió de que no se negó a lo propuesto por Ji Kap Ryong y expresó que no tenía cara para mirarme.

La caída de Jang Hung Ryong nos hirió mucho el corazón. Me sentí más apenado, pensando que él hizo esfuerzos incansables para librarse de la sanción recibida por motivo del incidente del buey.

Al mismo tiempo que él moría, un guerrillero chino fue apresado por el enemigo, razón por la cual fue revelado el paradero de nuestra unidad. Este nos perseguía desesperadamente diciendo que apareció Kim Il Sung.

Consideré que esto resultaba favorable para nosotros, porque si los enemigos provocaban un gran escándalo, diciendo que apareció la unidad de Kim Il Sung, esta noticia se difundiría entre el pueblo, esto es, se propagaría que el Ejército Revolucionario Popular de Corea sobrevivía y continuaba su lucha. Era cierto que nuestro itinerario se hizo más difícil, pero, ¿qué bueno era que ellos mismos hacían propaganda sobre nosotros?

Con el fin de desaparecer sin rastros, cruzamos un monte y marchamos hacia Taipinggou. En la primera decena de mayo llegamos a Jiapigou en el distrito Wangqing.

En este lugar me despedí de Kim Il. Le di la tarea de quedarse allí con una pequeña unidad para operar teniéndolo como base secreta temporal. En los contornos de Luozigou y de la línea ferroviaria Tumen-Jiamu, escogidos como zonas de operaciones de esa unidad, existían muchos miembros de la organización a quienes habíamos formado personalmente en la etapa de la zona guerrillera. Le sugerí a Kim Il que contactara con los familiares de Choe Chun Guk, que probablemente vivirían allí.

También hice que el radiotelegrafista An Yong se quedara junto con dos ayudantes en la base de Jiapigou, que desempeñaría también el papel de puesto intermediario de enlace.

Yo, en compañía de unos 20 guerrilleros, partí de Jiapigou para avanzar hacia las extensas regiones ribereñas del río Tuman, al nordeste del monte Paektu. Me propuse actuar desplazándome por varios distritos de Manchuria del Este como Dunhua, Antu, Fusong, Helong y Yanji.

Nuestra pequeña unidad llegó a Hanconggou en el distrito Antu, atravesando el distrito Dunhua, y allí estableció la base y sentó el punto de enlace. Fue donde me había encontrado por última vez con Wei Zhengmin.

Al arribar a Hanconggou, ya había cambiado la estación; el bosque estaba frondoso y hacía calor al mediodía.

Desde allí envié grupos de trabajadores políticos a Changbai, Dunhua, Chechangzi, el interior de Corea, y a la zona del monte Paektu.

A Changbai fueron enviados Han Chang Bong y Han Thae Ryong. Su misión era dirigir las actividades de las organizaciones clandestinas de allí y buscar a los familiares y parientes de nuestros guerrilleros para mudarlos al interior de nuestro país, por mediación de la organización. En nuestra unidad existieron muchos procedentes de Changbai. Si sus familiares y parientes se incorporaban a la organización y se enviaban al interior de Corea, podían desempeñar un gran rol al constituir una organización para la guerra de resistencia popular total. Además, les asigné la tarea de seleccionar y enviar a los mejores jóvenes a la base del Lejano Oriente.

Les expliqué en detalle que en Taoquanli en Changbai, vivirían fulanos y en otros lugares menganos. Y les advertí que después de crear allí una organización clandestina, fueran al interior de nuestro país para establecerse entre los obreros.

Jon Mun Sop y Kim Hung Su fueron enviados al rincón más recóndito del valle de Chechangzi y trajeron las armas y los mapas que habíamos enterrado antes.

Por aquel tiempo los compañeros que habían marchado hacia Dunhua para cumplir una misión, regresaron en compañía de un viejo con apellido Pak, quien mantenía su vida cazando animales en el bosque cerca de Dahuanggou. El era un miembro de la organización clandestina, que se había relacionado con la asociación antijaponesa en el distrito Huadian.

Conversé con el anciano durante largo tiempo. Explicó que todas las montañas estaban cubiertas de “tropas punitivas” japonesas y sus lacayos, y que debíamos tener cuidado con las cabañas de carboneros y cultivadores de opio, los almacenes de andas funerales y las cuevas, que nuestras unidades pequeñas solían utilizar como puntos de apoyo, porque allí estaban escondidos los espías. Añadió que los enemigos encerraron a todos los habitantes en las aldeas concentradas controlando hasta sus viajes, e incluso les obligaron a vigilarse unos a otros, lo cual dificultaba mucho las actividades clandestinas. Por último, expresó que haría todo lo que estuviera a su alcance para ayudar a la guerrilla.

Más tarde, el viejo frecuentaba la cabecera y otras aldeas concentradas del distrito Dunhua, ora trayendo la lista de los relacionados con la organización, ora consiguiendo los víveres y otros artículos que necesitábamos. Gracias a los datos enviados por él, pudimos rehabilitar con rapidez las organizaciones de esa región.

Con posterioridad, él fue detenido y asesinado por el enemigo.

Como se ve, en el período de las operaciones con pequeñas unidades disfrutamos de la activa ayuda y apoyo del pueblo. Este apoyo nos estimuló en gran medida a nosotros en la difícil lucha en la retaguardia enemiga, y devino una prueba elocuente de que efectivamente el pueblo estaba en pie para la resistencia a escala nacional.

A la par que ampliábamos las redes de las organizaciones clandestinas, decidimos buscar las unidades sobrevivientes del Ejército de ruta No. 1 y el paradero de Wei Zhengmin. Ante todo, constituimos tres grupos para mandarlos a los distritos Tunhua y Huadian, a las regiones del Antu y el norte del Helong y a la zona del distrito Fusong.

En aquel tiempo, Ryu Kyong Su trabajó bien, aunque padecía mucho.

Para llegar a Jiapigou en el distrito Huadian, él debía cruzar el río Fuerhe, mas no podía hacerlo por las crecidas. Mientras iba río arriba o abajo en busca de un paso, se le agotaron las provisiones y se aproximaba el día de regreso. Para colmo de males, quedó muy enfermo debido a que pasó hambre varios días y se preocupaba mucho por no haber cumplido la misión.

Era forzoso que alguien fuera a Jiapigou.

Por fin, yo mismo quise ir, al frente de la pequeña unidad, a ese lugar.

En aquel momento Ryu Kyong Su, quien estaba gravemente enfermo en un rincón de la tienda, conoció el hecho, de inmediato se incorporó y, tambaleándose, se me acercó y dijo:

—General, usted no debe ir allí; volveré a salir.

Lo persuadí reiteradamente para que no se marchara, mas no sirvió de nada. Ante su obstinación, no era efectiva la persuasión. En fin, no pude menos que aceptar su propuesta, aunque me sentía dolido.

En la vida de cada hombre se presentan oportunidades especiales en que queda demostrada su personalidad. Cada minuto y segundo de nuestra lucha guerrillera de vida o muerte constituían tales oportunidades. Sólo en un día, nos enfrentábamos a decenas de instantes que nos ponían ante el dilema de sacrificarnos o sobrevivir.

Cada vez que tropezábamos con dificultades, Ryu Kyong Su no vacilaba en lanzar su cuerpo como una bomba. Por eso, yo lo enviaba siempre al lugar más peligroso.

Tomaba para sí tareas difíciles, dejando las fáciles para compañeros de armas; concedía el honor a éstos y si se indagaba por la responsabilidad, buscaba el error en sí mismo y aceptaba con gusto cualquier sanción o crítica. Esto fue precisamente su poder atractivo como persona y la importante razón por la que disfrutaba del amor de todos.

Cuando se marchaba hacia Jiapigou, ordené que le entregaran todos los cereales que poseíamos.

Ryu Kyong Su preguntó sigilosamente a Jon Mun Sop si tenía alimentos reservados para nosotros, pero, al ver que éste, indeciso, no le contestaba, vació la mochila, reprendiéndole con severidad:

—Tú eres ordenanza, y ¿cómo puedes trabajar así?

El regresó al cabo de varios días, después de haber cumplido la tarea.

Sufrió tanto que cayó desmayado tan pronto llegó ante mi presencia. Le quité los zapatos desgastados y descubrí que de su pie podrido salía a chorros pus sanguinolento. Metí una cucharada de papilla en su boca y él abrió a duras penas los ojos y me informó, ante todo, del resultado de su trabajo.

En la zona de Jiapigou, se encontró con un campesino que tenía relaciones con la guerrilla, pero éste no le abrió el corazón, razón por la cual debió errar sin encontrar a los de Kwak Ji San hasta volver sólo con el rumor de que Wei Zhengmin había fallecido.

Aunque hizo todo lo que estaba a su alcance, se sintió muy culpable por no haber cumplido satisfactoriamente su deber.

En contraste con esto, Ji Kap Ryong, quien fue a Wangbabezi al frente de otro grupo, nos traicionó.

La prueba de 1941 sirvió de piedra de toque para distinguir una vez más al auténtico revolucionario del seudorrevolucionario.

Tal prueba y control se repitieron hasta el día de la liberación de la Patria. Todos los combatientes antijaponeses que regresaron al país liberado, sin excepción, son personas valiosas que fueron probados cien o mil veces en medio de dificultades.

Los adversarios que conocían nuestro paradero con la traición de Ji Kap Ryong se abalanzaron como una manada de chacales sobre nosotros. Dirigí la unidad para burlar con agilidad el cerco enemigo y marchamos hacia Antu, atravesando Dashahe y Xiaoshahe.

Más tarde, operamos en extensas regiones de Antu y Fusong, canalizando ingentes esfuerzos en ampliar las organizaciones que habíamos creado.

Entonces, por conducto de miembros de la organización, conocí que circulaba el rumor de que Wei Zhengmin había muerto por enfermedad, y la necrología con su foto apareció hasta en las calles de Mingyuegou. Además, recibí un parte de que más de 30 guerrilleros actuaban en Nanhamatang y Beihamatang y en los contornos de Mingyuegou y Yanji.

Decidí operar algún tiempo más en esas regiones y envié un grupo a Shahezhang, Nanhutou, Dahuangwai y Beihamatang. Y, yo, en compañía de los guerrilleros restantes, marché hacia el monte Paektu.

Llegué al campamento secreto del monte Kanbaek y allí, citando a los responsables de las pequeñas unidades, los grupos de trabajadores políticos y las organizaciones revolucionarias, les di las tareas de mantener firmemente la posición independiente a tenor de las exigencias de la situación creada y de impulsar con vigor la educación ideológica para ganar con nuestras fuerzas la revolución coreana. Además, procuré que hicieran los preparativos para seleccionar a los jóvenes prometedores en el interior de Corea y en la zona de Jiandao Oeste y entrenarlos en la base del Lejano Oriente y programaran la labor para formar sólidamente en el campamento secreto del monte Paektu y en la zona del monte Kanbaek a muchas otras personas para la guerra de resistencia popular total.

Tiempos después, también en el distrito Onsong dirigimos en este sentido las actividades de las organizaciones del interior de Corea.

No era llano el camino de regreso tras haber terminado las operaciones en la zona del Paektu, porque los enemigos, alarmados por los disparos de las pequeñas unidades, se movían con frenesí para detectar nuestra posición.

Por doquier, estaban las “unidades punitivas”, vestidas con el uniforme amarrillo. Las había tanto en las carreteras como en las cimas de los montes y en los valles, en fin, en todas partes.

Laotougou en el distrito Yanji era un punto de importancia militar para los enemigos, donde estaban anidados la gendarmería y las unidades especiales del ejército Guandong, el ejército títere manchú y la policía, por eso nos era difícil atravesarlo.

No obstante, sin atravesarlo no podíamos subir al monte que conducía a extensas selvas, ni llegar al lugar de cita de nuestras unidades pequeñas.

Dispuse que lo atravesáramos por la noche, vestidos con el uniforme militar japonés. Pero, por desgracia, despuntó el día antes de llegar a las ferrovías de Laotougou. Por el día, debíamos interrumpir la marcha y estar escondidos en un lugar seguro. Desde el monte se abarcaban con la vista algunos hogares al borde del camino y una estación ferroviaria en un lugar no muy lejos. Decidí entrar en esas casas campesinas, y permanecer allí hasta anochecer.

Ubiqué a los guerrilleros en esas casas y yo me quedé en el hogar más cercano al camino. Un guerrillero, disfrazado de campesino chino vigilaba los contornos, desyerbando con un almocafre una parcela, y otros descansaban.

A eso del mediodía, unos hombres, vestidos con ropa amarrillenta, abrieron bruscamente la puerta del hogar donde yo residía, mas, al ver que el cuarto estaba lleno de militares, se quedaron boquiabiertos. El delantero trató de volver, cuando nuestro guerrillero le puso el cañón del fusil a la espalda.

Le ordené entrar. Hasta entonces, ellos nos confundían, a mi juicio, con militares japoneses. Le pregunté quién era, a lo que contestó que era el jefe de la sociedad de conciliación que venía al poblado al recibir información de que había aparecido la unidad de Kim Il Sung.

Al escucharle, hablé sin ambages que éramos el Ejército Revolucionario Popular de Corea. De inmediato, él empezó a temblar.

El nos dio muchas informaciones valiosas.

Ese día, al leer el periódico que él llevaba bajo el brazo, conocí que había comenzado la guerra entre Alemania y la Unión Soviética.

El confesó que, de repente, los japoneses, muy intranquilos, concentraban sus efectivos a lo largo de la frontera URSS-Manchuria y que circulaba el rumor de que, tarde o temprano, se desencadenaría una guerra entre la Unión Soviética y Japón.

Le advertí que después de nuestra partida de la aldea, fuera a la policía y avisara que la unidad de Kim Il Sung atravesó en pleno día la ciudad de Laotougou.

Según conocí con posterioridad los enemigos que recibieron el parte de él se alborotaron diciendo que la unidad de Kim Il Sung almorzó e incluso durmió la siesta ante sus narices, suceso inaudito que no habría igual en el mundo

Llegamos sin otra contingencia a Jiapigou en el distrito Wangqing, escogido como punto de concentración. No tuvimos ninguna pérdida. Allí nos unimos a los de Kim Il, que regresaron tras haber cumplido su misión.

A eso de finales de julio, en Jiapigou volví a convocar una reunión con los responsables de las pequeñas unidades, como lo hice en junio.

El objetivo consistió en preparar ideológicamente a todos los comandantes y miembros del Ejército Revolucionario Popular de Corea y los integrantes de sus pequeñas unidades, para enfrentarnos al brusco cambio de la situación internacional debido a la concertación del tratado de neutralidad entre la Unión Soviética y Japón y el estallido de la guerra entre ésta y Alemania.

Los miembros de las pequeñas unidades se enardecían discutiendo sobre el desencadenamiento de la mencionada guerra. Unos insistían en que esta guerra abriría una perspectiva favorable a nuestra revolución, otros arguían que si la Unión Soviética recibía un ataque conjunto de las dos grandes potencias desde el este y el oeste, esto ejercería una influencia negativa sobre nuestra revolución, y los restantes expresaban que sólo cuando se verificara la invasión de Japón a la Unión Soviética podría comprobarse qué influencia nos habría de ejercer esa situación mundial.

Si convoqué la reunión en Jiapigou fue para concordar a tiempo esas opiniones, insuflar a todos los guerrilleros la convicción en el triunfo de la revolución y movilizarlos de manera más activa a hacer preparativos para recibir con iniciativa el gran acontecimiento de la liberación de la Patria.

En la reunión analizamos las actividades de las pequeñas unidades y grupos que habían sido enviados a distintas partes y discutimos la dirección de las operaciones posteriores.

¿Cuál fue nuestra invariable insistencia en esa reunión? Esta fue: No vacilar ante ningún cambio de situación; si Alemania ha atacado a la Unión Soviética implica cavar la tumba para ella misma; Igual pasará con Japón si la invade, pero, este país no tiene capacidad para hacerlo; que analicen las relaciones de fuerzas entre las grandes potencias; independientemente del cambio que se produzca en la fisonomía del globo terráqueo, el fascismo fracasará y la democracia triunfará; igualmente será clara la perspectiva de nuestra revolución; por tanto, debemos defender hasta el fin la bandera de la revolución sin vacilar ni rendirnos ante las dificultades temporales; tenemos que poseer convicción y determinación para emancipar al país y llevar al triunfo la revolución coreana, apoyándonos en nuestras propias fuerzas.

Repito que en la reunión presentamos el rumbo de las actividades posteriores de las pequeñas unidades, o sea, propusimos desplegar con vigor las operaciones perturbadoras en la retaguardia enemiga, evitando aun el choque frontal insensato o el encuentro con el enemigo numéricamente superior para conservar nuestras fuerzas; asaltar y hacer volar las vías de transporte y las bases de suministro de materiales bélicos, e intensificar más las actividades de exploración y la labor política con las masas, necesarias para las operaciones de la liberación de la Patria.

A comienzos de agosto, organizamos el asalto al lugar de las obras viales entre Wangqing y Laozigou.

Por aquel tiempo el imperialismo japonés concentraba gran número de efectivos en esa zona ligada a la frontera URSS-Manchuria. Si hacíamos disparos en ese hormiguero de los enemigos, me parecía que su repercución sería formidable. Decidí hacer sonar esos disparos precisamente en esa profunda retaguardia enemiga, y no en otra parte.

Mandamos el grupo de contención en dos direcciones y luego, disfrazados de soldados del ejército japonés, entramos con aire marcial en el lugar de las obras y, en un santiamén, desarmamos a los centinelas y escoltas de la vía y mantuvimos a raya a los del cuartel enemigo. Hicimos el asalto tan rápidamente como un relámpago que los obreros se limitaron a contemplarlo parpadeando. Sólo cuando Ryu Kyong Su dijo: “Somos guerrilleros de Kim Il Sung”, ellos acudieron de diversas partes y nos abrazaron.

Efectuamos entre ellos la labor política y luego abandonamos el lugar para llegar, dando un rodeo por la zona al norte del distrito Wangqing, al pico de un monte, desde donde se contemplaba la aldea Taipinggou.

Oímos que después de ese asalto, por la zona de Wangqing se difundía ampliamente la noticia sobre nosotros.

Una vez en el pico del monte, miré con binoculares hacia la aldea; se veían las casas de Ri Kwang, O Jung Hup y Pak Kil Song, así como el padre de O Jung Hup, quien andaba por el patio.

A Kim Il le di la tarea de constituir en la región una organización clandestina, estableciendo las relaciones con las familias de esas casas.

El la cumplió en unión de O Chang Hui, progenitor de O Jung Hup, y Pak Tok Sim, el de Pak Kil Song. También creó organizaciones clandestinas entre los campesinos de Nanbeidadong en el distrito Wangqing y entre los obreros de la estación ferroviaria de Xiaowangqing. Según me informó, el padre de O Jung Hup dijo:

—Ahora, se difunde ampliamente el rumor de que la unidad de Kim Il Sung volvió a avanzar en dirección al monte Paektu, lo cual produce una gran alegría en el pueblo y le infunde convicción en el triunfo de la revolución.

Entretanto, las pequeñas unidades del ERPC desplegaban con dinamismo las actividades militar-políticas para frustrar las operaciones enemigas en la zona colindante con la frontera URSS-Manchuria donde eran más activos el transporte concentrado y los movimientos del enemigo. Fue precisamente en aquel entonces que ellas hicieron que los trenes militares chocaran en el recinto de la estación ferroviaria de Tumen, y en Toudaogou del distrito Helong y en el distrito Wangqing golpearon a los adversarios que se trasladaban.

En agosto regresamos a la base provisional del Lejano Oriente, tras haber concluido con éxito las actividades con pequeñas unidades en el interior de Corea y en la región noreste de China.

A mediados de septiembre de 1941, volví a irrumpir en Manchuria y el interior de Corea, mandando una pequeña unidad, para consolidar los éxitos anteriores. La misión principal era entrar en contacto con las unidades pequeñas de An Kil, Kim Il y Choe Hyon y sintetizar los datos de exploración recogidos por ellos, así como dirigir sobre el terreno las acciones de las pequeñas unidades y grupos que operaban en las cuencas del río Tuman y en diversas zonas del interior de Corea e insuflarles la inmutable convicción en la victoria. Esto era de suma importancia para acoger bien preparados el gran acontecimiento de la restauración de la Patria mediante la extensión del radio de acción de esas unidades y grupos en lo profundo del país conforme al brusco cambio de la situación y comprobar la intención de Japón de agredir a la Unión Soviética en su frontera con Manchuria.

Antes de partir, garanticé que An Yong se encontrara con su esposa, Ri Yong Suk, quien permanecía en el campamento del norte. Esta se casó, por intermedio de sus padres, con An Yong, quien en su aldea trabajaba como maestro en la escuela nocturna y, después, lucharon juntos, incorporados a la unidad de Choe Yong Gon. Más tarde, An Yong marchó a la Unión Soviética para aprender radiotelegrafía; desde entonces estaba sin saber noticias de su esposa. En esta situación, oyó que ella había llegado a dicho campamento. ¡Qué vehemente deseo habrá tenido de verla! Así fue como les di la oportunidad de encontrarse. En el alma de un hombre que parte con una misión combativa difícil no debe haber ninguna sombra. En el rostro de An Yong, quien vio a su esposa, resplandecía una amplia sonrisa, como si sintiera se le redoblaba el ánimo.

Por el lugar escogido como vivaque después de llegar a la región de Wangqing, corría un río en el cual Ri Tu Ik y Jon Mun Sop pescaron. Ellos eran expertos en pescar con cañas. El río se veía muy crecido porque antes había llovido mucho. Mientras pescaban, incluso cazaron un oso que comía hormigas rojas en un tocón podrido.

Lo descuartizamos y conservamos cierta cantidad de carne en el agua del río. El agua del monte era tan fría, que entumecía los dientes, razón por la cual si la carne se conservaba en ella, no se descomponía. Tampoco la harina de trigo se pudría si se metía en un profundo remanso. Si bien parecía que el saco de harina se empaparía por completo, no ocurría así: Sólo se mojaba un centímetro de la capa exterior, más o menos, y el restante del contenido se mantenía seco. Era cierto que la vida en las montañas llevaba en sí incomodidades, pero en ella existían también el modo y los métodos específicos para subsistir.

Un día, convoqué a una reunión a los comandantes de las pequeñas unidades para analizar los datos recogidos hasta entonces y discutir la situación. Ellos aportaron muchos datos interesantes. Todos expresaron por unanimidad que la agresión de Japón a la Unión Soviética era un problema a observar por más tiempo, pero, a juzgar por la situación, no se produciría de inmediato.

Como prueba, An Kil presentó los materiales de exploración sobre los vagones de carga que transportaban los trenes. Dijo que si bien los policías japoneses, reuniendo a los habitantes, les imponían cavar refugios antiaéreos y acelerar las obras viales perorando que, más tarde o más temprano, se decencadenaría la guerra contra la Unión Soviética, según él observó los vagones que circulaban por las vías férreas, la mayoría de ellos cubiertos, estaban vacíos, aunque los descubiertos cargaban cañones, tanques o cosas por el estilo.

También era interesante el dato de exploración recogido por el grupo de Choe Kwang en la región de Mudanjiang. Choe Kwang y sus acompañantes, acampados en un monte cerca de la estación ferroviaria, observaban con anteojos cuántos efectivos enemigos se concentraban cada día en la región fronteriza.

Cada vez que el tren entraba en la estación, Choe Kwang dirigía su vista hacia la escalera de cada vagón y contaba cuántos bajaban de allí. Un día vio bajar un oficial con un cigarrillo en la boca. Guardó claramente en su memoria la cara de aquel oficial, aunque no sabía si era porque éste se comportaba demasiado arrogante o porque al darse aires de importancia con el cigarrillo en la boca se distinguía de los otros.

Al día siguiente volvió a verlo en la escalera del vagón. Al principio, tenía duda de lo que veía preguntándose cómo volvía a bajar el mismo oficial que el día anterior se había apeado, pero, de inmediato, se convenció de que era él mismo, por el cigarrillo que llevaba en la boca. En aquel momento preciso, Choe Kwang se dio cuenta de que si bien los enemigos transportaban cada día sus efectivos en vagones cubiertos, todo ello fue una engañifa. Era una información muy valiosa.

Cuando Choe Kwang volvió a la base, nuestros compañeros decían en broma que él podía recoger tal información porque era un gran fumador y que si no lo hubiera sido, nunca habría podido hacerlo. Argumentaron que como él clavó la vista en el cigarrillo del oficial japonés, pudo observar con atención espontáneamente a ese tipejo, e identificarlo sin dificultad cuando reapareció.

Pese a que gracias al tabaco Choe Kwang obtuvo tal éxito en la exploración, también recibió una sanción por el mismo motivo.

El fue promovido como jefe de sección de la tropa de jóvenes voluntarios, cuando tenía 16 años. Por ser pequeño, sus compañeros lo trataban como un imberbe. Entonces intentó mostrar que no era un mozalbete, sino un adulto, y empezó a fumar. Al cabo de algunos años se envició con el tabaco y, finalmente, se convirtió en un hombre que se sentía mal si se le agotaba el tabaco.

Una vez, participó en un combate y regresó llevando a cuestas un saco de harina de trigo y un cajón de cartón de cigarrillos que consiguió como botín. En la unidad convocaron una reunión del partido y le aplicaron una sanción. Según se dice, esto se debió a que cuando se sentía mucho la escacez de víveres trajo cigarrillos que no se podían comer, en lugar de llevar aunque fuera un saco de harina de trigo más.

Al sintetizar todos los materiales de exploración recogidos en aquel tiempo, sacamos la conclusión de que Japón no estaba preparado efectivamente para invadir a la Unión Soviética y que su esfuerzo para aparentar que concentraba sus fuerzas a lo largo de la frontera URSS-Manchuria era una engañifa para encubrir su intención de avanzar hacia el sur. Podíamos deducir que Japón estaba preparando un ataque al sur, y no al norte. Esto sirvió de gran ayuda a la Unión Soviética al trazar la estrategia militar contra Japón.

A mediados de noviembre volvimos a la base. En medio del camino paramos en Yonbong en el distrito de Saepyol.

Después de mi regreso, varias unidades pequeñas se marcharon al interior de Corea y a Manchuria.

A finales de 1941, en las cercanías de Xinjiadian en la línea ferroviaria Mudanjiang-Jiamusi, la pequeña unidad de Kang Kon hizo una emboscada de gran dimensión a un convoy militar enemigo, volando en un abrir y cerrar de ojos los vagones cargados de oficiales japoneses y de carros blindados y gasolina.

En la primavera temprana de 1942, Pak Song Chol y sus compañeros operaban en las zonas de los distritos Dongning, Ningan y Jiaohe. Ellos, engrosando las filas con los compañeros que seguían actuando en las regiones de Laosongling del distrito Ningan, Quiggouzi del distrito Jiaohe y el Wuchang, sostuvieron incesantes combates hasta septiembre del mismo año en que regresaron.

La pequeña unidad de Chai Shirong que pertenecía a las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Nordeste, operó en los distritos Ningan y Muling y en las cuencas del río Mudanjiang y regresó tras haber alcanzado relevantes éxitos.

Analicé los éxitos obtenidos en la primera etapa de las actividades en pequeñas unidades, lo que me convenció de que habíamos hecho bien al volver a salir de la base provisional del Lejano Oriente al interior de Corea y a la Manchuria del Este.

Ante todo, llegamos a comprobar, a través de las experiencias prácticas, que el paso de las acciones con grandes destacamentos a las con pequeñas unidades era una medida muy oportuna a la luz de la situación creada y que éstas, como aquéllas, podían asestar tan contundentes golpes político-militares a los enemigos y dar tan fuertes estímulos e impulsos al pueblo hacia la lucha antijaponesa.

Los éxitos alcanzados por las pequeñas unidades infundieron firme convicción en la victoria final en todos nuestros comandantes y guerrilleros.

Las acciones de nuestras pequeñas unidades mostraron con nitidez a los coreanos en el interior y exterior del país el hecho de que el Ejército revolucionario se mantenía íntegro y seguía golpeando a los enemigos, alcanzando sucesivos triunfos, tal como lo había hecho antes, y que si toda la nación se lanzaba a la magna lucha de resistencia, uniéndosele, podía derrotar con seguridad al imperialismo japonés y acoger el nuevo día de la liberación de la Patria.

Los ejércitos y policías de Japón y de Manchuria que fanfarroneaban que habían exterminado a todos los guerrilleros mediante la “campaña especial para preservar la paz y establecer la seguridad en el Sureste” y las operaciones “punitivas” de envergadura, se quedaron desconcertados ante las hábiles operaciones de las pequeñas unidades.

Las pequeñas unidades del ERPC intensificaban sus operaciones antes y después de la formación de las Fuerzas Aliadas Internacionales.

Por aquel tiempo extendíamos y profundizábamos las actividades con pequeñas unidades, con vistas a las operaciones antijaponesas definitivas que se aproximaban, y prestando la atención primordial a la exploración militar para asegurarlas y a los preparativos de la guerra de resistencia popular total.

Por entonces nuestras operaciones se efectuaron con el método de dar preferencia a las acciones en pequeñas unidades organizadas con los miembros del grueso del ERPC y combinarlas con las de exploración militar de los demás guerrilleros suyos que actuaban incorporados a las tropas especiales de las Fuerzas Aliadas Internacionales. En vista de las circunstancias en que actuaban y las demandas de la situación militar-política de aquel entonces, este método de operar por separado, y en el caso necesario, completarse y cooperar entre sí nos permitió consolidar y ampliar más los éxitos políticos y militares obtenidos en las actividades con las pequeñas unidades.

Lo que caracterizó las actividades de estas unidades después de organizadas las Fuerzas Aliadas Internacionales fue el mantener el principio de dar prioridad a las acciones en pequeños grupos, combinándolas con las de las unidades de tamaños relativamente grandes. Según este principio, también en las operaciones militares prestamos atención primordial a las actividades de los pequeños grupos y las combinamos adecuadamente con los asaltos y las emboscadas con pequeñas unidades.

He aquí los materiales sobre las cada día más intensas actividades de las pequeñas unidades y grupos del ERPC en el interior de Corea y Manchuria:

“…Kim Il Sung, Choe Hyon, Chai Shirong y otros que … conscientes de que se tornó desfavorable la lucha armada, han vuelto a irrumpir en Manchuria, tienen una fuerte tendencia a pasar principalmente, a las acciones de carácter conspirador como destruir importantes instalaciones de las esferas militar, industrial y económica, convertir en rojas a las masas o incitarlas a la rebelión, y conquistar a los soldados.” (Información de Furuya, cónsul interino en Mudanjiang, 23 de junio del 16 (1941) de Showa).

“A principios de 1942, en la zona norteña de Corea los guerrilleros coreanos efectuaron una serie de operaciones militares en las cuales destruyeron 22 aviones japoneses y dos hangares y hundieron dos buques petroleros y 92 barcos pesqueros.” (V. Yarobói, “Corea”, Pág. 44, Editorial de la Marina de la Unión Soviética, septiembre de 1945)

Las pequeñas unidades enviadas al interior de Corea y Manchuria desplegaron también dinámicas operaciones para desintegrar el ejército enemigo. Gracias a ello, en el seno del ejército japonés se propagó más ampliamente la fobia a la guerra y surgieron sucesivos incidentes de jóvenes coreanos que, reclutados forzosamente en el ejército, se escapaban del cuartel con las armas y venían a ver a los miembros de nuestros grupos. También unos pilotos de las fuerzas aéreas enemigas se sublevaron y se incorporaron al ERPC.

El mayor éxito obtenido en las acciones con pequeñas unidades fue que nos preparamos meticulosamente para acoger el gran acontecimiento de la liberación de la Patria, frustrando el intento enemigo de aniquilarnos, y conservando y acrecentando nuestras fuerzas.

Los logros militar-políticos alcanzados por el Ejército Revolucionario Popular de Corea mediante las actividades con unidades pequeñas resultaron valiosos recursos que contribuyeron a anticipar la llegada del día de la emancipación de la Patria.

Ultimamente las publicaciones han vuelto a insertar las reminiscencias de los guerrilleros antijaponeses, lo que es muy bueno.

Estos materiales constituyen, sin excepción, valiosos tesoros de nuestro Partido, pues cada uno tiene un excelente valor educativo.

También es un escrito valioso “Inconmovible fe en la victoria”. Nuestro pueblo lo leyó mucho en la década de los 60. Las reminiscencias de los guerrilleros antijaponeses desempeñaron un gran papel en la reconstrucción económica posbélica y la industrialización del país.

Cuanto más difícil se torne la situación y más ardua la lucha, tanto más afanosamente hay que leer las reminiscencias como “Inconmovible fe en la victoria”, porque en semejantes circunstancias aparecen los elementos vacilantes.

Al tropezar la revolución con pruebas indeciblemente duras como la Marcha Penosa comenzaron a surgir rezagados, desertores y elementos capituladores entre los hombres de débil convicción revolucionaria.

Cuando se concertó el tratado de neutralidad entre la Unión Soviética y Japón, surgieron también en nuestras filas elementos vacilantes y desertores. Ji Kap Ryong que aparece en la reminiscencia “Inconmovible fe en la victoria” fue uno de esos desertores.

Este tratado se firmó en abril de 1941. Fue cuando yo operaba con una pequeña unidad. Matsoka, ministro del exterior de Japón, quien en viaje de regreso, luego de terminar una visita a Alemania, pasó por Moscú para rubricar ese documento, y su eco llegó hasta el Ejército Revolucionario Popular de Corea.

El contenido principal de este tratado era el siguiente: ambas partes mantendrían relaciones de paz, respetarían mutuamente la conservación del territorio y la no agresión y adoptarían una posición neutral en caso de que una de las dos partes entrara en estado de guerra con un tercer país.

Como se ve, en el tratado no había ningún artículo relacionado con el problema coreano. Siendo así no había motivo especial para que los coreanos se pusieran nerviosos. Sin embargo, un buen número de revolucionarios coreanos se desalentaron al escuchar la noticia de dicho tratado. Creyeron que todo iba a fracasar al ver que la Unión Soviética, considerada su más fiel aliado, estrechaba la mano al país enemigo como Japón. Se desanimaron al interpretar que respetar mutuamente la integridad territorial y mantener relaciones de paz significaba que la Unión Soviética renunciaba a hacer la guerra contra Japón.

Tal juicio dio pie al surgimiento del pesimismo, el derrotismo y el entreguismo en una parte de las filas.

Los japoneses anunciaron ruidosamente la suscripción de este tratado. Insertaron en los periódicos las fotos del encuentro de Stalin con Matsoka, las cuales causaron un fuerte impacto psicológico en los elementos vacilantes.

Pero, la concertación de un tratado entre los países vecinos no podía ser motivo para que los comunistas coreanos cambiaran su posición fundamental con respecto a la revolución coreana. ¿Al comenzar la revolución lo hicimos confiando en un país grande? La iniciamos según nuestra convicción, sin que confiáramos en fuerzas ajenas. Aun después de iniciada la lucha armada no recibimos de los países vecinos ni una sola granada de mano. Apoyándonos en las fuerzas de nuestro pueblo, y resolviéndolo todo con las propias manos, realizamos tanto la lucha armada como la construcción del Partido y el movimiento del frente unido.

En este decurso llevamos a cabo la lucha conjunta con los chinos y formamos el frente unido con los soviéticos. Nuestra invariable posición fue: “Si tenemos aliados, está bien, pero nos importa poco aunque no los tengamos.” Por eso, desde los primeros días de la lucha armada educamos a los guerrilleros y al pueblo en la conciencia de independencia y les insuflamos el espíritu revolucionario de apoyarse en sus propios esfuerzos. Recalcamos, hasta que estuvieran cansados de oir, que si manteníamos la independencia, podríamos sobrevivir, pero, si dependíamos de las fuerzas ajenas, nos convertiríamos en esclavos; y que si nos apoyábamos en las propias fuerzas, prosperaríamos, pero, en el caso contrario, no podríamos ni restaurar la Patria ni tampoco construir un nuevo país.

Sin embargo, algunos comandantes prestaron poca atención a la educación en el espíritu de liberar la Patria por sí solos y de apoyarse en las propias fuerzas, subrayando mayormente las contradicciones entre Japón y la Unión Soviética y el poderío de ésta, razón por la cual la mente de personas como Ji Kap Ryong se contaminó con el mal del servilismo a las grandes potencias, pues creían que sólo cuando estallara una guerra entre ambos países podría darse la oportunidad decisiva para la liberación de la Patria y que podríamos derrotar a Japón sólo si recibíamos la ayuda de un país grande como la Unión Soviética.

El que el ministro del exterior japonés visitara a Moscú y firmara el tratado de neutralidad con los soviéticos, no pasaba de ser un gesto mañoso. Por entonces, los japoneses estaban acechando, tanto dormidos como despiertos, la oportunidad para avanzar hacia el Norte. El avance hacia el Norte significaba agredir a la Unión Soviética. Japón y Alemania se comprometieron en secreto a cooperar en la agresión a ese país y tenían trazado hasta un plan de distribución, según el cual cada cual ocuparía una parte, este u oeste del extenso territorio soviético, teniendo a los Urales como línea divisoria.

No obstante, para Japón que carecía de suficiente capacidad era todavía prematuro un ataque a la Unión Soviética, motivo por el cual prevaleció la idea de avanzar hacia el Sur. La intención de Japón consistía en conseguir, con la ocupación de la Asia sudoriental, suficientes reservas de materiales estratégicos y, cuando la Alemania hitleriana asestara un golpe mortal a la URSS, invadirla por el Lejano Oriente tragándose de una vez su territorio hasta la línea de los Urales. Dicho en otras palabras, era la táctica de esperar el momento oportuno, o sea, aguardar hasta que madurara el kaki para comerlo. El tratado de neutralidad con la URSS no era más que un plan engañoso elaborado según este itinerario.

Tan pronto como las tropas alemanas agredieron a la URSS dos meses después de la concertación de este tratado, Japón impartió la orden de realizar “maniobras especiales del ejército Guandong”, lo que no difería de una previa orden de guerra contra la Unión Soviética. Se dice que durante estos ejercicios los efectivos del ejército Guandong ubicados en la frontera entre la Unión Soviética y Manchuria aumentaron dos veces, lo que dejaba ver la oculta intención de los japoneses.

Sólo con el hecho de que el mismo Matsoka, autor de la firma del tratado de neutralidad, fuera el primero en insistir en el inicio inmediato de la guerra contra la URSS, podemos deducir cuán mañosa y cínica fue la capa gobernante japonesa.

Pero, ¿la Unión Soviética no conocía esa artimaña de Japón? Sí, la conocía de sobra. Sin embargo, como estaba muy alerta ante el ataque conjunto desde el Oriente y el Occidente por la cooperación japonés-alemana, no podía menos que tomar como una suerte el que Japón fuera por sí solo y prometiera el mantenimiento de las relaciones de paz y el respeto a la integridad territorial. En aquel tiempo, la Unión Soviética estaba en vísperas de una catástrofe nacional sin precedentes en su historia como fue la invasión de la Alemania hitleriana. Bajo la circunstancia de que no se sabía en qué momento se lanzarían los enormes contingentes del ejército alemán, concentrados en la frontera occidental, el que Japón, quien acechaba ansiosamente la oportunidad para atacar a Siberia, declarara su neutralidad, dio a la Unión Soviética la posibilidad de postergar la guerra en las dos partes: el Oriente y el Occidente.

Se informó que cuando el ministro del exterior japonés Matsoka partía de Moscú, el mismo Stalin fue a la estación ferroviaria, y por este solo hecho pudimos deducir el estado psicológico de la dirección soviética que veía acercarse inminentemente la guerra soviético-alemana.

Siendo ésta la situación, ¿cuán ignorantes fueron quienes consideraban a la Unión Soviética como país amigo de Japón por haber concertado el tratado de neutralidad?

Cuanto más tensa se torne la situación tanto más correctamente se debe analizarla y valorarla. Si uno se limita a ver un fenómeno por su apariencia, sin penetrar en su esencia, es casi inevitable que cometa errores irreparables. Lo muestra precisamente el caso de Ji Kap Ryong.

La deserción de Ji Kap Ryong se llamaba también incidente de Wangbabezi. Se produjo en la primavera de 1941. Fue cuando yo operaba en la región de Antu al frente de una pequeña unidad. Desde la base establecida en Hanconggou dirigía las acciones de las pequeñas unidades y grupos enviados a varias zonas. La mayor dificultad con que tropezamos al desplegar estas actividades fue que todos los pobladores residían en aldeas de concentración. Teníamos que entrar en contacto con ellos, pero no era nada fácil porque se encontraban en estado de encierro.

La única salida era establecer ese vínculo con la ayuda de carboneros, cazadores y recogedores de hierbas medicinales que deambulaban por las montañas.

En aquel tiempo, los monteros cazaban por medio de rokchae</i> que armaban desde la temprana primavera hasta el otoño. Rokchae</i> significa trampa para capturar ciervos. En el suelo en un hoyo profundo clavaban paradas muchas púas de hierro, y la boca del hoyo la cubrían con delgadas ramas de árboles, y sobre ellas esparcían heno y granitos de sal. Si los ciervos pisaban la hierba para comer sal, caían al fondo del hoyo, donde quedaban enganchados en las púas.

Si nos entendíamos bien con aquellos cazadores, podíamos entablar contactos con las organizaciones clandestinas y también conocer la situación del enemigo.

Dividimos las pequeñas unidades en varios grupos y los enviamos a diversas regiones asignándole una tarea a cada uno. Ji Kap Ryong y Kim Pong Rok fueron a Wangbabezi en el distrito de Antu. Les dimos la tarea de conseguir víveres a la vez que realizaban la labor con los lugareños.

Según la orden de la Comandancia, los responsables de esos grupos nos informaban sin falta sobre sus tareas una vez cada cinco días. Pero, sólo del grupo al que pertenecía Ji Kap Ryong inexplicablemente no llegaba ninguna noticia. Era un incidente alarmante. Debía enviar a Wangbabezi a un hombre de alto sentido de responsabilidad para conocer la situación, pero no era posible por falta de personal en la Comandancia. En ese preciso momento regresó el grupo de Ryu Kyong Su. En ese grupo estaban, además, Kim Ik Hyon y el guerrillero chino Xu Baoren. Los tres hombres eran tan fuertes como betula, pero, entonces tenían un aspecto más que lamentable.

Según sus explicaciones, sufrieron múltiples contingencias como, entre otras, que se les agotaron las provisiones, se vieron obligados a caminar doble distancia para dar un rodeo al río Fuerhe que se desbordó, y uno padeció un ataque estomacal, y como si esto fuera poco, padecieron indeciblemente al ser perseguidos por una banda armada de inmigrantes de Ryukyu, disfrazados de campesinos, con quienes tropezaron cuando pasaban por un lugar que a ellos parecía Dapuchaihe.

Al oirles hablar de esa banda pensé que los imperialistas japoneses eran de veras siniestros y mañosos.

Ryu Kyong Su y Kim Ik Hyon explicaron por turno que dicha banda contaba con unos 100 hombres. Al ver que aquellos hombres, vestidos de campesino realizaban las siembras de primavera, se les ocurrió rogarles les consiguieran alimentos, pero precisamente ese fue el motivo de la desgracia.

Los tres del grupo, escondidos en el borde del camino, acechaban la oportunidad y cuando uno de aquellos campesinos salió al lindero se le acercaron y dijeron que eran guerrilleros antijaponeses y que si él no les podría comprar víveres. Pero, aquel campesino no entendía nada. Según explicaron ellos, no entendía ni en coreano ni en chino, lo que les hizo pensar que se trataba de un sordomudo. Ahora trataron de expresarse con gestos y ademanes, y entonces pudieron comunicarse.

El campesino que recibió la petición de los guerrilleros caminó lentamente hacia adentro del campo y de repente gritó algo. De inmediato los que trabajaban en el campo se dispersaron en diversas direcciones y cogiendo sus fusiles que tenían escondidos detrás de majanos y entre las malezas comenzaron a disparar hacia el grupo. Toda aquella gente tan numerosa se abalanzó gritando a voz en cuello. Al mismo tiempo, también tiraron con ametralladoras. Decían que había dos ametralladoras.

Cayeron en una trampa, ¡pero qué tremenda trampa!. Nuestros compañeros lograron alejarse de los enemigos, tras correr más de dos kilómetros. Al librarse de la persecución, decían, no tenían ni siquiera fuerza para abrir los ojos. Afortunadamente, encontraron un patatal, cuyo dueño no estaba, y recogiendo una palangana de patatas de semilla las comieron después de cocerlas. Como precio de lo recogido envolvieron 50 yuanes en un papel engrasado, los ataron al extremo de un palo y lo colocaron al margen del sembrado para que lo pudiera ver el dueño del campo.

En aquel tiempo un buey de tiro costaba más o menos 50 yuanes y ellos dejaron tantos yuanes como precio de una palangana de patatas de semilla.

El hecho de que chocaron con una banda de emigrantes de Ryukyu pertrechados hasta con ametralladoras muestra claramente cuán arduas fueron las circunstancias en que realizamos las acciones en pequeñas unidades.

Con miras a descomponer nuestras filas revolucionarias los enemigos se valieron de toda clase de medios y métodos.

Kim Ik Hyon, aunque estaba rendido de cansancio, al enterarse que urgía la tarea de conocer la situación del grupo de Ji Kap Ryong, se ofreció voluntario.

El día siguiente lo envié a Wangbabezi.

Kim Ik Hyon, al estudiar las actividades del grupo llegó a conocer que su jefe, Ji Kap Ryong, preso del derrotismo, no cumplió ni una de las tareas asignadas por la Comandancia. Se pasaba la mayor parte del tiempo contemplando la aldea desde la cima de un monte que quedaba enfrente.

Kim Pong Rok estaba acostado en la cabaña. Dijo que llevaba cuatro días sin comer por falta de provisiones, y que como no había cumplido su tarea y, encima, le faltaban fuerzas, no se atrevió a ir a dar parte a la Comandancia.

Tan pronto como Ji Kap Ryong volvió a la choza, Kim Ik Hyon trató de persuadirlo:

—Hace casi diez días que llegaste aquí con una misión, pero permaneces con los brazos cruzados y no has informado de tus actividades a la Comandancia. Esta misma noche vamos a vernos con los cazadores para emprender la tarea.

A lo cual Ji Kap Ryong respondió que como se tornaba muy rigurosa la vigilancia enemiga por el momento era riesgoso moverse; que el único remedio era esperar. Y no se dejó convencer por más que Kim Ik Hyon tratara de lograrlo.

Por la mañana del siguiente día Ji Kap Ryong, aprovechando la ausencia de Kim Ik Hyon y Kim Pong Rok que fueron a lavarse, cogió sus armas, y cuando volvieron les dijo:

—Hasta hoy, durante casi diez años libré la lucha armada. En este curso sufrí penalidades indecibles, pero aguanté todo con el pensamiento de que finalmente se alcanzaría la independencia de Corea. Sin embargo, hoy se ha roto este sueño. Como saben, entre la URSS y Japón se firmó el tratado de neutralidad. Yo creía que entre los dos países existían profundas contradicciones antagónicas y se desencadenaría una guerra tarde o temprano. Pensaba que entonces, en cooperación con el Ejército soviético, podríamos derrotar al ejército japonés y liberar el país, pero ahora se ha esfumado hasta esta esperanza. Así que ya no puedo seguir más en esta actividad infructuosa. Para colmo de males, mi enfermedad se agudiza. No tengo otra alternativa que regresar a mi casa.

Después de escucharle hasta el fin Kim Ik Hyon le preguntó si estaba hablando en serio.

Ji Kap Ryong dijo que sí, que era la decisión que había tomado al cabo de reflexionar profundamente durante varios días, e incluso les propuso ir juntos si querían.

Kim Pong Rok se indignó tanto que rompió en sollozos y le apostrofó:

—Si quieres desertar, vete tú solo. Si tengo que morir, moriré, pero estando junto al camarada Comandante. Por más tenebrosa que sea la perspectiva de la revolución es inimaginable huir traicionando al camarada Comandante.

Ji Kap Ryong prometió que aun después de abandonar la unidad no actuaría tan vilmente como Rim Su San; que podían creerle, pues en este mundo, adonde quiera que fuera, viviría honestamente como persona.

Kim Ik Hyon le replicó:

—Aunque la perspectiva de la revolución sea oscura no traicionaremos al camarada Comandante para seguirte. ¿Dónde está tu sentido de la obligación moral de hombre si le sigues dispuesto cuando la situación es favorable y dejas de hacerlo cuando la situación se torna desfavorable? Acabas de asegurar que llevarás una vida humanamente digna dondequiera que vayas, pero una vez fuera de la montaña verás que es imposible vivir honradamente por más que lo quieras. Desde el mismo momento en que dejes de empuñar el arma valdrás menos que cualquiera piedra. ¿No has visto qué lamentable suerte corrieron Rim Su San, Choe Yong Bin y Kim Paek San? Por tanto, no pases jamás al lado de los enemigos.

Y luego le exigió les devolviera las armas.

Ji Kap Ryong manifestó que su decisión era firme; que no les entregaría las armas hasta tanto no se alejara sano y salvo del monte; y que las dejaría colgadas bajo un puentecillo que había no lejos de la choza.

Después que él se fue Kim Pong Rok bajó y trajo los dos fusiles dejados en un extremo del puentecillo.

De inmediato Kim Ik Hyon y Kim Pong Rok partieron en dirección al punto de enlace previamente concertado. Pero no pudieron llegar allí a la hora prevista, tardaron mucho porque además de que no habían podido comer nada durante varios días, tuvieron un enfrentamiento con los enemigos en el camino. Por eso, no encontraron al enlace que enviamos. En nuestra guerrilla regía un principio: cuando una pequeña unidad salía a ejecutar una tarea en alguna localidad el mando se trasladaba a otro lugar, pero hasta allí se enviaba un enlace.

Los dos guerrilleros, si bien no encontraron al enlace, no abandonaron el lugar de la cita y esperaron ansiosamente la conexión con la Comandancia aun teniendo que subsistir a duras penas con menjunje de hierbas. En una palangana hervían con un poco de sal las hierbas recogidas hasta que apareciera un líquido azuloso y lo ingerían a pequeños sorbos para mantenerse vivos.

Una vez, al hervir un pedazo de hueso de vaca que habían botado hacía meses atrás, vieron flotar en la superficie del caldo unos granitos parecidos a granos de arroz blanco. Pero no eran granos de arroz sino gusanos que estaban en el interior del hueso. Después de tomar ese caldo con gusanos los dos guerrilleros se quedaron aletargados.

Algunos días después, a punto de morir de hambre escribieron en un árbol descortezado con un pedazo de carbón que encontraron en el lugar donde se había hecho una hoguera: “Ji Kap Ryong se fugó, Kim Ik Hyon y Kim Pong Rok murieron de hambre”, y acostados uno al lado del otro en un matorral esperaron el instante de la muerte. Si entonces no hubiéramos enviado hasta allí a Jon Mun Sop, seguramente ellos se habrían convertido en un puñado de tierra en un matorral desconocido.

Al leer lo escrito en el árbol Jon Mun Sop recorrió todo el monte llamando con ansiedad a los dos compañeros, pero éstos no podían responderle debidamente por falta de fuerzas. Apenas emitían débiles gemidos, casi imperceptibles, pero Jon Mun Sop los oyó, y encontró a los compañeros.

Le costó a Jon Mun Sop muchísimo trabajo llevarlos hasta la Comandancia. Finalmente él mismo quedó tan extenuado que casi no podía moverse.

Mas, reuniendo todas las fuerzas que le quedaban logró, por fin, traerlos hasta la Comandancia. Sólo después de ingerir algunas cucharadas de gacha Kim Ik Hyon y Kim Pong Rok volvieron en sí.

Este fue el caso de Wangbabezi.

De este incidente sacamos serias lecciones.

¿Cuál fue la lección más seria? Que era preciso eliminar el servilismo a las grandes potencias y educar a la gente para que confiara en sus fuerzas.

La deserción de Ji Kap Ryong ocurrió porque él perdió la confianza en la victoria de la revolución y, al mismo tiempo, fue consecuencia del servilismo a las grandes potencias. ¿Qué tipo de servilismo era éste? El que se manifestaba hacia la Unión Soviética. Ocurrió este desagradable incidente porque algunos jefes, sembrando entre su gente la ilusión acerca de ese país trataron de convencerlos de que en un futuro cercano irremediablemente estallaría la guerra entre la Unión Soviética y Japón a causa de sus contradicciones y entonces sin falta Japón sería derrotado.

Era evidente que en parte de nuestros guerrilleros se manifestaba la tendencia al servilismo a la Unión Soviética. Es una ley que en torno a un país potente aparezcan siempre personas que le sigan ciegamente o lo idolatren. Como consecuencia, cuando vieron una foto del encuentro de Stalin con Matsoka, creyeron obscuras las perspectivas de nuestra revolución y, finalmente, pensaron en desertar.

A fin de prevenir se repitiera un incidente como la deserción de Ji Kap Ryong, combatimos de manera enérgica el servilismo a las grandes potencias bajo la consigna “¡Culminemos con nuestras fuerzas la revolución coreana!”.

Otra de esas lecciones fue que la vida del revolucionario se fundamenta en la convicción, y cuando la pierde llega a su fin.

Si Ji Kap Ryong desertó, fue por haber perdido la fe en el triunfo de la revolución, y si Kim Ik Hyon y Kim Pong Rok no lo hicieron sino regresaron a la Comandancia se debió a que conservaron su convicción, si bien tuvieron que sobrevivir a duras penas ingiriendo el menjunje de hierbas, y aun cuando tendidos en un matorral esperaban la muerte, guardaron inalterable la fe en la victoria de la revolución.

La convicción es la vida del revolucionario.

¿De dónde nace la convicción en la victoria de la revolución? De la confianza en las propias fuerzas. Sólo cuando el revolucionario confía firmemente en su dirigente, en sus propias fuerzas, en las de su colectivo, en las de su pueblo y las de su partido, puede conservar esa convicción.

Cualquier hombre que toma el camino de la revolución, lo hace con determinada convicción. El problema está en cuánto tiempo la mantiene, lo cual se decide por la intensidad de su forja. La convicción que no ha pasado debidamente por el proceso de fogueo se deteriora y descompone pronto. El medio que la forja es precisamente la preparación político-ideológica mediante la vida orgánica e ideológica y la práctica revolucionaria.

Hay personas que creen que uno con un largo antecedente revolucionario tiene por naturaleza una férrea convicción, pero ésta no es una cosa que se determina por tal antecedente. Uno puede ser fuerte o débil en el plano de la convicción según cómo se autoeduque, independientemente de que posea largo o corto antecedente.

Desde el punto de vista de la antigüedad, podría afirmarse que Ji Kap Ryong era mucho más veterano que Kim Ik Hyon y Kim Pong Rok. Permaneció casi diez años en la guerrilla. Por entonces, Kim Ik Hyon contaba con 4 años de servicio en el Ejército Revolucionario Popular y Kim Pong Rok era casi un bisoño, pues tenía sólo 2 años de historia.

Pero, ¿quién traicionó? Aunque desertó Ji Kap Ryong con una historia guerrillera más larga, Kim Ik Hyon y Kim Pong Rok, de la promoción posterior, mantuvieron su constancia. Esto significa que uno, aunque tenga una larga antigüedad y muchos méritos en la lucha, se degrada si pierde la convicción.

Ji Kap Ryong comenzó a servir en la guerrilla desde principios de su fundación y alcanzó méritos, razón por la que fue promovido hasta jefe de compañía. Sin embargo, cuando llegó una severa época, vaciló. Al principio, no cumplía bien el deber revolucionario alegando que tenía dolor estomacal. Por eso las compañeras le hicieron una ventrera. Por estar enfermo fue objeto de simpatía y de atenciones especiales, pero finalmente no logró vencer las dificultades, y desertó.

Esa persona, que cuando tenía convicción peleó bastante bien, al perderla se convirtió en un elemento rezagado y dejó a un lado el deber moral.

Rim Su San tampoco traicionó por tener una corta trayectoria revolucionaria. Desde este punto de vista, podría considerarse uno de los más veteranos. En 1933, cuando Pak Song Chol, quien trabajaba en la mina de Badaogou, se fue a Cangcaicun para alistarse en la guerrilla, ya Rim Su San era allí instructor político de la compañía No. 2 de la guerrilla de Yanji. El reprendió a Pak Song Chol por haber procedido sin autorización de la organización y le exigió regresar.

Antes de entrar en la guerrilla recibió enseñanza secundaria y trabajó como maestro. Era un hombre de gran estatura, más alto que Kim Il. Bien parecido y con dones para hablar, encima de tener cierta instrucción, al principio se ganó la simpatía de los compañeros.

Pero, poco a poco fue revelándose su naturaleza. Entre los guerrilleros corrían murmuraciones a su costa. Decían que ese hombre, Rim Su San, aunque hablaba locuaz, era un cobarde.

En la primavera de 1938, en solo un mes tuvimos que organizar dos combates en Liudaogou, pero ¿por qué dos?

El primero, que fracasó cuando se consideraba seguro su éxito, lo dirigió Rim Su San.

Liudaogou era una gran ciudadela donde estaban densamente situadas más de mil viviendas. Al ser informado de que allí había pocas fuerzas enemigas, él, al frente de un regimiento atacó la ciudad. Mas, no bien se inició el combate, de imprevisto se encontró con una unidad enemiga que llegó después que los exploradores habían regresado con la misión cumplida.

Cuando el regimiento penetró en la ciudadela, los enemigos estaban en una orgía, despreocupados. Por tanto, podían aniquilarlos con toda seguridad. Pero, Rim Su San, al ver que las fuerzas enemigas eran numéricamente superiores, cogió miedo y dio de inmediato la orden de retirada. Esta orden obligó a nuestra guerrilla a perder la iniciativa y pasar a la defensiva.

Mientras los guerrilleros, confundidos, dejaron de combatir, el enemigo, aprovechando el momento, pasó sin perder tiempo al contraataque disparando con las ametralladoras. En resumidas cuentas, el regimiento tuvo que retirarse de la ciudadela sin lograr ningún éxito.

Después de este combate, los enemigos propagaron ampliamente que habían rechazado el ataque de la guerrilla. Ante esta propaganda la población quedó desalentada. Por el error de Rim Su San el primer combate de Liudaogou manchó así el prestigio del Ejército Revolucionario Popular.

Por eso organicé un nuevo ataque a Liudaogou. Al frente de la unidad asalté la ciudadela y la ocupamos de un tirón. Los enemigos no se atrevieron a propagar más que habían rechazado a la guerrilla.

En la reunión de los jefes criticamos a Rim Su San por su error. Analizado en lo ideológico, la causa principal de su error fue la cobardía.

Pero, él no logró enmendar su error ni después de la crítica. También durante la Marcha Penosa llevó una vida cómoda en el campamento de la retaguardia, sin cumplir la tarea asignada por la Comandancia. En la Conferencia de Beidadingzi volvimos a criticarlo por no enmendarse. Hubo quienes propusieron destituirlo de la jefatura del Estado Mayor.

Sin embargo, le di una nueva oportunidad para enmendar su falta.

A esta confianza nuestra él respondió con la traición. Como venía sintiendo tedio en la medida en que la lucha armada cobraba un carácter prolongado, se asustó ante la aparición de la “tropa punitiva de Nozoe” y su dimensión sin precedentes, y hallándose en un estado de total desconcierto, aprovechó la ocasión de cumplir un deber por separado en el campamento secreto de Dongpaizi para entregarse a los enemigos. No se limitó sólo a desertar. Comunicándose con los enemigos hizo que las “fuerzas punitivas” se emboscaran en torno al campamento y detuvieran a numerosos compañeros. Fue totalmente por su culpa que muchos compañeros cayeran en manos de los enemigos.

Una vez condujo la “tropa de punición” hasta la Comandancia para apresarnos.

Repasando con detenimiento lo de entonces casi no recuerdo haberlo visto disparando en los combates. So pretexto de realizar la labor política ese hombre buscaba sólo lugares retirados adonde no llegaban las balas.

Cuando él se rindió, los enemigos, muy animados como quienes han capturado un tigre vivo, propagaron a bombo y platillos que un hombre número equis según el orden jerárquico de la guerrilla de Kim Il Sung, junto con muchos subordinados, retornó sumisamente al lado del gran Imperio de Japón.

Hablando con franqueza, su capitulación produjo cierto impacto en nuestras filas. Con graves expresiones en la cara casi no hablaron durante varios días. La traición de Rim Su San causó realmente no pocos daños a nuestra unidad.

Sin embargo, a mí no me sorprendió ni yo me quedé desanimado.

Rim Su San fue un elemento degenerado. Así se califica a las personas ideológicamente deterioradas y podridas. Y esas personas, aunque estén en nuestras filas, no hacen más que cometer actos perjudiciales.

La aparición de traidores en el proceso de la revolución es un fenómeno general que se observa en todas las épocas. En la historia del movimiento comunista internacional no existieron sólo hombres como Stalin, Zhou Enlai, Thelmann, Che Guevara. Hubo también un buen número de quienes traicionaron a su líder y la causa de éste.

Bernstein y Kautsky habían idolatrado a Marx y Engels, pero quedaron como traidores en la historia. Traicionaron al marxismo y a Marx y Engels, quienes fueron sus maestros y precursores revolucionarios. También Trotsky, quien en un tiempo ocupó un importante puesto en el partido de la Unión Soviética, se convirtió en enemigo del Estado soviético. Zhang Guotao traicionó a Mao Zedong y al Partido Comunista de China y se pasó a Jiang Jieshi. El destino de esos traidores fue trágico. ¿Acaso se frustró o retrocedió la revolución porque esos individuos la traicionaron? Cada vez que desaparecían tales elementos la revolución se impulsó con fuerza renovada a un nuevo ascenso. Después de la expulsión de Trotsky la construcción socialista en la URSS avanzó con gran rapidez. Este creía que sin él todas las cosas de Stalin se tornarían insignificantes y el país llamado Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se arruinaría, pero el pueblo soviético convirtió a su país en la primerísima potencia socialista en el mundo. Después de que Zhang Guotao diera la espalda al Partido Comunista, convirtiéndose en un gorrón del Guomindang, la revolución china no se debilitó, al contrario, avanzó exitosamente hasta alcanzar el triunfo a escala nacional.

Si bien Rim Su San se rindió ante el enemigo y le vendió los secretos de la Comandancia, e incluso nos causó daños guiando la “unidad punitiva” hacia nosotros, el Ejército Revolucionario Popular de Corea no se debilitó ni se desmoronó. Después de su traición, nuestras filas se aglutinaron de modo más monolítico y nuestra revolución avanzó con energía hacia la victoria final, manteniendo firmemente su pureza.

Traidores a la revolución aparecieron también en el período posbélico, cuando se realizaba la construcción socialista en nuestro país. Al no poder lograr sus propósitos fraccionalistas, Choe Chang Ik, Yun Kong Hum, Ri Phil Gyu y otros individuos que trataban de obstaculizar el avance de nuestro pueblo, escogieron el camino de la traición al Partido y la Patria. Sin embargo, no bien se alejara esa gente, en nuestra revolución se imprimió un nuevo auge y se inició la época de Chollima. Desde entonces, todo el mundo llama a nuestro país Corea de Chollima.

Elementos renegados existieron también en las filas del movimiento nacional.

Podemos citar como ejemplo a Choe Nam Son. Todo el mundo sabe que cuando el Levantamiento Popular del Primero de Marzo, él participó en la elaboración de la Declaración de la Independencia. Leí sus notas de viaje al monte Paektu y en cada párrafo se sentía su patriotismo.

Sin embargo, ese individuo, quien disfrutaba de gran reputación por su amor a la Patria, abandonó inesperadamente la conciencia y la convicción y entró en el camino de la renegación y traición. A principios de la década de 1940, cuando la Lucha Armada Antijaponesa pasaba por las pruebas más arduas, ese hombre escribió hasta una carta de consejo, subrayando mi nombre en mayúsculas; en ella nos exigía la rendición, y lanzó desde un avión volantes con esa carta.

Aquí se presenta una parte de esa carta que Choe Nam Son escribió junto con algunos otros elementos projaponeses:

“Amigos que vagan sin rumbo fijo por los montes y llanuras desiertas pasando la noche a la intemperie, azotados por el viento y el rocío; pobres amigos, que por la corta visión en la selva virgen no pueden ver la luz de la cultura moderna y debido a la desdichada creencia ciega sacrifican de modo inútil su preciosa vida:

“Ha llegado el día supremo de poner fin a su odioso destino, de decidir la vida o la muerte …“¡Oh, amigos errantes de la selva!

“Tan pronto como lean esta carta de consejo, tomen la decisión suprema y salgan al camino del renacimiento. Entendiendo lo que es vergonzoso y confesando lo que se debe, retornen al regazo cariñoso de los compatriotas, alejándose de inmediato de su actual vida inestable, sin precedentes en el mundo. Y de este modo reviertan y dediquen su valentía y espíritu de guerrero a la causa sagrada de la construcción de una nueva Asia oriental. Aún no es tarde …

Consejero Choe Nam Son …

Director Pak Sok Yun …de la sede de la Asociación de ayuda al trabajo especial de la región sureste.”

(Revista “Samcholli”, número de enero del 16 (1941) de Showa, Págs. 206-209)

En el ERPC se encontraba un médico cincuentón con el apodo de “Médico de la Provincia de Chungchong”. Se llamaba Ryu Han Jong. Durante varios meses permaneció en nuestra unidad, y andando junto con nosotros por muchos lugares atendió a los heridos. Viviendo juntos supe que era un hombre de verdad.

Con unas cuantas agujas de oro y un bisturí curó todas las heridas. Como por encima de ser un médico competente trabajaba con mucha devoción, disfrutaba de la simpatía y el respeto de los guerrilleros. Yo también lo respetaba y quería. Una vez le conseguí una piel de oso porque con frecuencia tenía que dormir a la intemperie. Cada vez que librábamos un combate de asalto a una ciudadela y los guerrilleros se apoderaban de trofeos, yo solía ordenar que se buscaran primero los medicamentos y los instrumentos médicos y se los entregaran a Ryu Han Jong.

Al agravarse mucho su salud le hicimos regresar a su casa en los primeros días de enero de 1940. De hecho, para una persona de su edad era imposible, sin tener una voluntad y decisión extraordinarias, llevar la vida guerrillera en plena montaña.

No obstante, al cabo de tres meses, volvió a unirse a nosotros.

—Durante unos meses viví confortable, atendido expresamente por mi esposa, pero todo me resultaba insoportable, lo que comía no me alimentaba y los granos de arroz no me pasaban por la garganta. ¿Qué valor tendría mi vida si la mantengo indignamente en el ambiente familiar?, —decía mientras se le nublaban los ojos. Su modo de pensar era de tan alto nivel que no podría alcanzarlo nadie a menos que tuviera una conciencia inmaculada.

Sin embargo, su estado de salud no le permitía vivir en la guerrilla. No puedo olvidar que entonces sudé bastante para disuadirlo.

Regresó a su casa manifestando mucho pesar.

Inmediatamente después de la liberación, me visitó junto con su hija. Todavía recuerdo vívidamente cómo nos sentimos felices en ese encuentro. Tomándome fuertemente las manos afirmó que como vio al General con salud, ya no tenía más que desear. Estaba tan emocionado que hasta derramó lágrimas. Yo le dije que como habíamos expulsado a los japoneses podíamos trabajar juntos por la construcción del país.

Después, Ryu Han Jong se estableció en Pyongyang y trabajó en la sociedad de ayuda a los revolucionarios y luego se desempeñó como médico militar en la Escuela de Pyongyang. Su hija fue mecanógrafa en el secretariado del Comité Popular Provisional de Corea del Norte. Y sus dos hijos sirvieron en el Ejército Popular hasta caer en combate.

Como vemos, hay un gran contraste entre él y los individuos como Choe Nam Son, Rim Su San y Ji Kap Ryong. Cuando Rim Su San, perdiendo la convicción, pensaba en desertar, Ryu Han Jong se alistó en la guerrilla. Choe Nam Son escribió y salpicó la carta de consejo, en que nos pedía la rendición, sobre las montañas y las llanuras de Manchuria y el monte Paektu, pero Ryu Han Jong, echando de menos a la vida guerrillera descrita por ese renegado como “corta visión en la selva” o “vida inestable”, solicitó su reingreso a nuestras filas de las que se había visto obligado a alejarse hacía unos meses.

Ryu Han Jong, si bien fue un simple médico, su personalidad sobresale muy por encima de la de Choe Nam Son, Rim Su San y Ji Kap Ryong. Fue un hombre verdadero con una conciencia tan inmaculada como el cristal de roca. Se destaca su personalidad gracias a su noble conciencia.

Según mi experiencia, los que traicionaron fácilmente a la revolución fueron hombres que se movían según las corrientes, sin poseer su propia convicción, quejosos, advenedizos, arribistas, personas de voluntad débil y seudoactivistas.

También los incumplidores en el trabajo, los que carecen de responsabilidad ante el deber, los que si reciben una tarea difícil, haciendo muecas se quejan de tales o cuales dificultades, los que de frente hacen gala de su elocuencia acerca de la revolución y otras cosas, pero por detrás se dedican por entero a llenar sus bolsillos, los que sin el menor titubeo hacen suyos los méritos de otros, los que mienten tan fácilmente como tomarse un vaso de agua, gentes de tales índoles pueden arrojar la bandera roja y pasarse a la parte enemiga, en cuanto se les presente la oportunidad.

Un punto común que se observa en los hombres de ese tipo, es que todos, sean diez o cien, son, sin excepción, individuos que dejaron a un lado la conciencia.

Si los revolucionarios dejan a un lado la conciencia, ¿qué les queda? Nada, absolutamente nada. Se les desmoronan por completo los ideales, la ideología y el deber moral. Al dejarse a un lado la conciencia también se queda maltrecha la personalidad.

Decir que para ser revolucionario uno debe primero ser hombre, significa ser una persona de conciencia, una persona fiel al deber moral. Sólo cuando el hombre posea conciencia puede conocer la moral y respetar su deber. Para los que ponen a un lado la conciencia no pueden existir moral, sentido del deber, espíritu de sacrificio, sentido de justicia y honestidad. Es un aforismo lo que dijera Kim Jong Il: Se debe hacer de la fidelidad al Líder la convicción, la conciencia, la moral y el hábito de vida.

Sólo quien tenga conciencia puede convertirse en revolucionario; si se mancha la conciencia, también se mancha la convicción; y si se resquebraja la conciencia, ocurre lo mismo con la convicción y se paraliza el espíritu combativo.

Por eso, desde el mismo momento de apartar la conciencia uno deja de ser revolucionario, convirtiéndose en un ser inútil.

Con quienes han dejado a un lado la conciencia no se puede ir por el mismo camino ni comer en la misma cazuela. Estos individuos, desde el mismo instante de dejar de tener conciencia, se convierten en hipócritas y proceden con doble faz. Es preciso separarnos de ellos, de lo contrario, podremos sufrir una gran desgracia.

Ji Kap Ryong, desde que comenzó a enfermarse su conciencia, perdió el rasgo de revolucionario.

Fue en el combate de Liukesong cuando descubrí en la conducta de Ji Kap Ryong síntomas de que carecía de conciencia.

En esta acción el objetivo principal del ataque era el cuartel enemigo y esta misión se le encomendó al regimiento No. 7 y la unidad de Hwang Jong Hae. No bien se entablara el combate resonó un verdadero huracán de disparos, pero algunos minutos después dejaron de oirse repentinamente. Esto significaba que habíamos ocupado el cuartel enemigo. Sin embargo, un rato después se oyeron estrepitosos los disparos de ametralladora en dirección al cuartel. Extrañado por lo que ocurría envié inmediatamente a Ji Kap Ryong para que investigara la situación. Pero él, que se dirigía hacia el cuartel, volvió corriendo y se desplomó quejándose de que estaba herido. Vimos que una bala rompió sólo la funda de madera de su máuser, sin lesionarlo. Parece que sufrió una ligera contusión al caer por la percusión provocada cuando la bala dio en la funda de madera.

Al darme cuenta de que él tenía miedo asigné la tarea a Ji Pong Son y Kim Hak Song.

Estos acudieron al lugar del combate a través de una lluvia de balas y regresaron luego de saber que los enemigos sobrevivientes ofrecían resistencia metidos en un pasadizo subterráneo secreto bajo el cuartel. En el acto ordené que los guerrilleros se retiraran del cuartel y sometieran el pasadizo subterráneo con la táctica del ataque con fuego.

Pero, O Jung Hup murió antes de que le llegara mi orden. Por propia decisión recurrió a la táctica del ataque con fuego, y en vez de retirar a su gente se apresuró a realizar la operación de registro, en la cual recibió un daño irreparable.

Si Ji Kap Ryong, en vez de volver, hubiera llegado a tiempo al cuartel y regresado con el informe de la situación, nuestra orden habría llegado sin demora a O Jung Hup y entonces habría podido evitarse esta desgracia. En el combate valorar la situación y tomar las medidas necesarias es una cuestión de un minuto e incluso de un segundo. Mientras Kim Hak Song y Ji Pong Son cumplían la misión que no ejecutó Ji Kap Ryong, O Jung Hup fue alcanzado por una bala disparada esporádicamente por los enemigos sobrevivientes que se escondían en la profundidad del pasadizo subterráneo.

Por aquel entonces Ji Kap Ryong ya no tenía conciencia de combatiente. Si en su lugar hubiera estado otro combatiente, no habría dado marcha atrás, aunque hubiera recibido una herida grave.

A causa de la conducta irresponsable y cobarde de quien tenía enferma la conciencia, sufrimos esa gran desgracia.

En todos los casos, el destino de los individuos que dejaron a un lado la conciencia y traicionaron a la revolución, fue trágico. La historia los sentenció severamente. Incluso los que fueron perdonados por tener más leves errores, no pudieron andar con la frente alta hasta la muerte.

Pero, a los combatientes que conservaron su conciencia revolucionaria y la convicción hasta el día del triunfo, el pueblo los acogió con confeti y coronas de laurel.

Pak Song Chol, que siendo obrero en la mina de Badaogou vino a la zona guerrillera con la solicitud de ingresar en la guerrilla y fue maltratado por Rim Su San bajo el pretexto de que no había procedido por vía organizativa, con posterioridad recorrió hasta el fin el camino de la ardua lucha y retornó a la Patria, y hoy sigue haciendo la revolución, ocupando un importante cargo en el Estado.

Cierto año, ocurrió que en el curso de una marcha él pasó por su casa con permiso del comandante. Según confesó él, como estaba inquieto por no haber recibido ninguna noticia de su familia aunque habían transcurrido varios años desde que ingresara en la guerrilla, tuvo el irresistible deseo de ver a los padres, la esposa y el hijo cuando la unidad pasaba por su pueblo.

Pero, no bien llegara a la casa tuvo que encarar inesperadamente una situación más que engorrosa. Su esposa, poniéndose el niño a la espalda, se obstinó en ir a la guerrilla junto con su marido. Pak Song Chol le recriminó:

—¿Estás en tus cabales? ¿A dónde quieres ir con el niño?

Pero la mujer, agarrándole fuertemente por el cinturón, no quiso soltarlo.

Parecía que con palabras era imposible persuadirla, pero tampoco podía empujarla y huir porque entonces podía prorrumpir en llanto. En este caso, era posible que la aldea entera se enterara de lo ocurrido y esa noticia llegara a oídos de los enemigos, y los suyos podrían sufrir una gran desgracia por ser familiares de un guerrillero.

Cuando Pak Song Chol estaba confundido por no saber qué hacer, su madre aconsejó a la nuera:

–Si ahora te conduces erróneamente, puedes empujar a tu esposo a la muerte. De no poder regresar él a su unidad a la hora convenida, será considerado desertor, lo que significa ser traidor. ¿Te gustaría verlo en esa situación?

La esposa sólo derramaba lágrimas, sin poder decir nada, pero no soltaba el cinturón del marido.

La madre, que miraba esta escena, increpó severamente al hijo:

—Si tú, todo un hombre, decidiste salir de la casa para una gran empresa, debes mantenerte firme hasta el fin. ¿Por qué has venido a esta hora de la noche y armas este alboroto? ¡Que no vuelva a aparecer aquí ni tu sombra! De verte por aquí antes de la independencia, te romperé las piernas.

Sólo entonces la esposa soltó el cinturón del marido.

Como supimos más tarde, las palabras de la madre dieron a Pak Song Chol un impacto tan fuerte que en el acto salió de la casa.

En el aspecto de la instrucción la madre o la esposa no podían compararse con Rim Su San. Pero en el punto de vista y la posición con respecto a la revolución ellas fueron maestras, incomparablemente superiores a él. Fue admirable la aspiración de la esposa a participar en la lucha guerrillera aun llevándose al niño a las espaldas, pero ¡cuán noble y sublime fue la voluntad de la madre quien amenazara al hijo diciendo que si volvía a asomarse a la casa antes de alcanzar la independencia del país, le rompería las piernas!

El día en que Kim Ik Hyon recibió el grado de submariscal del Ejército Popular de Corea, recordé los episodios relacionados con él: que aun siendo muy joven viniera a la elevación de Diyangxi e imploró encarecidamente que lo recibiéramos en la guerrilla y que rechazando la engañosa propuesta de Ji Kap Ryong se dirigió hacia la Comandancia y cuando, en medio del camino, iba a morir de hambre, escribió con un trozo de carbón en un árbol lo ocurrido y esperó tendido en un matorral el momento de la muerte.

Kim Ik Hyon es conocido hasta entre las jóvenes generaciones porque ha sobrevivido gracias a haber estado dispuesto a morir y no haberle tenido miedo a la muerte.

Verdad es que Kim Ik Hyon ha sido un guerrillero admirable, pero ¡cuán perseverante y fiel al deber camaraderil fue Jon Mun Sop cuando cargando a Kim Ik Hyon y Kim Pong Rok en estado inconsciente los condujo hasta la Comandancia! Cuando llegó a la Comandancia llevando a las espaldas a los dos camaradas de armas, vimos que de sus ojos caían gruesas lágrimas. No pudo reprimirlas ante el aspecto indeciblemente lamentable de sus compañeros.

Si hubiera sido un hombre con una débil convicción revolucionaria y sin sentido del deber y conciencia, habría desertado abandonando a los compañeros siquiera para no sufrir el hambre. Si descendía un poco la montaña, podía ir adonde quisiera. Nada se lo impedía: no había ni alambradas de púas, ni cercas, ni tampoco puestos de vigilancia. Si, arrojando el fusil y descendiendo, ponía sus huellas dactilares sobre el documento, podría comer hasta saciarse y dormir a piernas sueltas en una habitación con el suelo bien calentado.

No obstante, Jon Mun Sop, sin optar por ese camino, regresó a la Comandancia llevando de manera alterna a los dos camaradas de armas a las espaldas. Posteriormente también nos siguió de modo invariable, sirviendo con lealtad a la revolución.

Ustedes deben formar un gran número de hombres de fuerte convicción, de la talla de los veteranos combatientes antijaponeses que adornaron brillantemente toda la vida. Lo que no se puede impulsar sólo con el deseo son la revolución y la causa socialista. Sólo poseyendo una férrea convicción, podemos protegernos a nosotros mismos y salvaguardar el socialismo.

Pueden ser siempre victoriosas sólo las personas que tienen la convicción de que, aunque no coman en cien días pueden sobrevivir; que para vivir dignamente un solo día aceptan gustosos el sufrimiento de mil días; que aunque queden solos en medio de un bosque desconocido, de una isla lejana solitaria, hasta desaparecer como una mancha y polvo, confían en que la organización las está buscando y no olvidará sus nombres; que poseen la voluntad de quitarse la vida con sus manos e ir al patíbulo sin titubeos si es para cumplir con el deber ante el dirigente que las formó y los camaradas.

Cuanto más difícil sea la situación del país tanto más eficientemente se deberá realizar la educación en la fe en la victoria de la revolución y la causa del socialismo. Yo respeto y amo a los hombres de firme convicción.

aliadas internacionales

En los últimos tiempos de su vida el gran Líder evocó de manera significativa las actividades realizadas en la Unión Soviética en la primera mitad de la década de los 40, las que estaban poco referidas en la historia de nuestra revolución.

Estos recuerdos, por proyectar clara luz al proceso de formación de las Fuerzas Aliadas Internacionales (FAI) y a lo que completa sus actividades, tienen gran trascendencia histórica.

Al arribar a la década de 1940 la Lucha Revolucionaria Antijaponesa entró en una nueva etapa de desarrollo en que podía abrir la decisiva coyuntura para la realización de la causa de la restauración de la Patria. Un aspecto importante de nuestro bregar en aquel tiempo fue que, en el verano de 1942, en el territorio de la URSS organizamos las FAI con los compañeros de armas chinos y soviéticos e intensificamos por todos los medios los preparativos político-militares para derrotar definitivamente a los imperialistas japoneses.

El que el ERPC desplegara la lucha conjunta formando las FAI con las fuerzas armadas de la Unión Soviética y China, significaba, podemos valorarlo así, una nueva etapa del desarrollo de la revolución coreana.

En su contenido nuestra revolución se proponía desde el principio como tarea inmediata expulsar a los imperialistas nipones y liberar la Patria. Con la formación de las FAI asumimos cumplir, además de esta causa, la tarea histórica mundial de acabar definitivamente con el mismo militarismo japonés.

Con la constitución de las FAI se originó un gran cambio en nuestra lucha armada. A partir de ese hecho pasamos de la lucha conjunta con el pueblo chino a otra lucha de mayores magnitudes por la alianza de las fuerzas armadas de los tres países, Corea, China y URSS; a la nueva etapa del frente común en que afluíamos en el enorme torrente mundial de la lucha antimperialista y antifascista.

Valoraría la primera mitad de la década de 1940 como el período en que ultimamos los preparativos para acoger con iniciativa el gran acontecimiento de la liberación de la Patria reajustando nuestras filas, conservando y formando su médula en zonas favorables con vistas a la operación de ofensiva decisiva y final del ERPC.

En julio de 1942 constituimos las FAI junto con los camaradas chinos y soviéticos y, mientras fortalecíamos por todos los medios las propias fuerzas de la revolución coreana contribuimos mediante la lucha conjunta con las fuerzas antimperialistas internacionales, a la derrota del imperialismo japonés y al triunfo en la Segunda Guerra Mundial.

Es precisamente por esta razón que en los documentos diplomáticos y militares de la Unión Soviética está señalado que desde el verano de 1942, en su territorio nos preparamos para la operación militar conjunta encaminada a derrotar al imperialismo japonés.

En cuanto a la necesidad histórica de la formación de las FAI con algunas unidades del Ejército Revolucionario Popular de Corea, las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste y del Ejército soviético en el Lejano Oriente, y al proceso de su desarrollo el gran Líder rememoró:

En el tiempo en que, teniendo establecida la base provisional en el Lejano Oriente, desplegábamos enérgicas operaciones con pequeñas unidades en el Noreste de China y en el interior del país, se registraron grandes cambios en la situación internacional.

En abril de 1941 la Unión Soviética y Japón firmaron un pacto de neutralidad.

Entre estos países existía una contradicción de profunda raíz histórica desde el tiempo de la Guerra Ruso-Japonesa. Existían todas las posibilidades para que esa contradicción diera lugar a una nueva guerra. Pero, ambos países promovían sus actividades diplomáticas en el plano político-militar en el sentido de evitar un choque inmediato.

Alemania y Japón eran los más infames países belicosos en el orbe, de los que la Unión Soviética se prevenía muy alerta. Como un eslabón de sus múltiples empeños para prevenir la agresión de la Alemania hitleriana, aparecida como brigada de choque anticomunista, la Unión Soviética firmó un pacto de no agresión con ella a fin de evitar la posible guerra o dilatar, al menos, su estallido y después, procurando concertar un acuerdo de paz con los japoneses, trató de evitar su agresión. El tratado de neutralidad URSS-Japón fue un producto temporal logrado en tal contexto.

A través de ese pacto ambos países perseguían el objetivo de contener uno a otro. A pesar de su firma no había garantía de que no se enredaran en la guerra.

En junio de 1941 estalló la guerra URSS-Alemania.

Reuní a todos los miembros de las pequeñas unidades y les enfaticé:

––No hemos de extrañarnos de la invasión a la Unión Soviética, por Alemania que había prometido no la agrediría; Hitler no podía actuar de otra manera; de frente apretar la mano y, al despedirse, por sorpresa soltar la bofetada, es precisamente lo propio de la naturaleza de los imperialistas; pero Hitler se ha equivocado; la agresión de Alemania a la Unión Soviética terminará por cavar la tumba para sí misma; sea cual sea el sesgo que tome la situación, debemos hacer con constancia, y sin distraernos, los preparativos para el combate decisivo y final según la orientación trazada.

Debido al primer ataque sorpresivo de la Alemania fascista, en los tiempos iniciales de la guerra la Unión Soviética sufrió una considerable pérdida de fuerzas militares, y el Ejército Rojo no pudo menos que retirarse temporalmente sin que tuviera tiempo para enmendar su desfavorable situación. El ejército alemán conquistó uno tras otro a Kíev, Jarcov y Minsk y avanzó a Moscú y Leningrado.

Después de revisar el plan de nuestras actividades frente a la nueva situación creada con el estallido de la guerra URSS-Alemania, fui a Jabarovsk y consulté con los cuadros militares de la Unión Soviética y de China el problema de fortalecer más la cooperación entre las fuerzas militares de los tres países.

En diciembre de 1941, el ejército japonés desencadenó la Guerra del Pacífico con un ataque sorpresivo a la base norteamericana de Pearl Harbour en Hawai.

Este suceso nos dejó muy impresionados, porque Japón, una parte beligerante, era nuestro enemigo que tenía ocupada a Corea.

El que Japón emprendiera otra guerra sin concluir la que llevaba a cabo contra China fue una carta jugada al azar. Era incomprensible sobre qué cálculo Japón, un país insular que no podía sustentarse sin rastrear materiales estratégicos de otras naciones como el petróleo, el caucho y el hierro, se había lanzado a tal aventura.

Era demasiado evidente que en su guerra contra Estados Unidos Japón agotaría su poder estatal.

De todos modos, la caída voluntaria de Japón en una trampa tan grande como era la Guerra del Pacífico, nos ofrecía a nosotros, los revolucionarios coreanos, una buena oportunidad para anticipar el combate decisivo y final.

También pronosticábamos que tarde o temprano estallaría la guerra entre la URSS y Japón. Si esto se hacía realidad, Japón tendría que mantener simultáneamente grandes conflictos con tres partes: China, Estados Unidos y la URSS.

En tal caso podríamos desplegar en condiciones más favorables las operaciones finales por la liberación de la Patria, contra el ejército de Guandong en Manchuria y las tropas estacionadas en Corea.

¿Cómo podríamos derrotar, aunque sólo fuera con un día de anticipación, al imperialismo japonés y acoger así el día de la liberación de la Patria? Nuestra atención se concentraba en este problema. Por supuesto, para ganar la última batalla, era preciso fortalecer nuestras propias fuerzas. ¿Acaso era digno esperar con los brazos cruzados que otros nos regalaran la independencia? También la ayuda de los vecinos surte efecto sólo cuando es suficiente la fuerza de los que la reciben, al contrario no.

Hicimos los debidos esfuerzos también en la solidaridad con las fuerzas antimperialistas y antifascistas internacionales. En aquel tiempo la región del Lejano Oriente de la URSS era un importante lugar de concentración de las fuerzas antijaponesas de los tres países: Corea, la Unión Soviética y China. La cuestión de en qué forma y manera mantener las relaciones con las fuerzas armadas soviéticas y chinas no podía menos que presentársenos como un problema importante ya que el contingente principal del ERPC luchaba, junto con los compañeros de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste, saliendo y entrando en la base provisional establecida en dicha región. Cooperar bien con esas fuerzas era una cuestión estratégica a la que indispensablemente debíamos conceder importancia, también para crear un ambiente internacional que favoreciera fortalecer, ampliar y consolidar el sujeto de nuestra revolución. Pero, la forma de esa cooperación la debíamos decidir nosotros mismos, conforme a los intereses nacionales de cada país y a los comunes de la revolución de los tres países.

Ya teníamos las experiencias de haber desplegado la lucha conjunta constituyendo las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste con las unidades chinas, mientras manteníamos la independencia del ERPC. Esta lucha conjunta contra el imperialismo japonés, enemigo común de los pueblos de Corea y China, se avenía por completo a las demandas objetivas de la Revolución Antijaponesa, para no hablar de los intereses de la revolución de ambas naciones. La lucha conjunta de los comunistas coreanos y chinos fue un modelo de relaciones militares bilaterales.

Dado que las fuerzas armadas de Corea y China contaban con una base más en la región del Lejano Oriente de la URSS y, sobre todo, allí existían sus tropas, nos era preciso ampliar más la esfera y la profundidad de la lucha conjunta antijaponesa y desarrollarla hacia una fase más alta.

Esto no sólo era necesario para la propia revolución coreana, sino que también concordaba con la estrategia antijaponesa de China y la Unión Soviética.

Yo veía en las Fuerzas Aliadas Internacionales la forma ideal de alianza de las fuerzas armadas de los tres países. En cuanto a mi proyecto al respecto, lo apoyaron también Kim Chaek, Choe Yong Gon, An Kil, Kang Kon y otros compañeros nuestros. Estos, afirmando unánimemente que era tanto mejor cuanto más rápido se realizara ese proyecto, me autorizaron a discutirlo con los camaradas soviéticos y chinos.

Hubo tiempo en que no pocos camaradas chinos se mostraron reacios considerando prematura la iniciativa de la Internacional y de las autoridades militares soviéticas de crear un nuevo sistema militar con una parte de las unidades armadas antijaponesas en Manchuria y de las tropas soviéticas del Lejano Oriente para llevar a cabo las acciones conjuntas. Ello se relacionaba con el hecho de que algunas de las autoridades soviéticas plantearon demandas unilaterales.

Mas, posteriormente, cuando habiendo ya completado nuestro proyecto para la formación de las Fuerzas Aliadas Internacionales, lo sometimos a discusión, ellos abandonaron su posición anterior y afirmaron unánimemente que esa alianza era ya un asunto maduro.

También las autoridades militares de la URSS lo apoyaron.

Concreté más las consultas al respecto en la primavera de 1942, cuando me encontré en el campamento del sur con altos jefes militares de la Unión Soviética.

Ese día, el general Sorkin, quien mantenía contacto con nosotros en representación de la Internacional y de las autoridades militares de la URSS, nos refirió vívidamente de los héroes de la defensa de Moscú y de los méritos de combate de las divisiones siberianas que mostraron su extraordinaria capacidad en esa defensa y en el contraataque. Hizo gala también de los antecedentes de las tropas soviéticas en el Lejano Oriente. Era muy grande su orgullo por estas tropas y aquellas divisiones.

Cuando le expuse la idea de formación de las Fuerzas Aliadas Internacionales, el general Sorkin manifestó su consentimiento diciendo:

—Es una idea magnífica. Su organización es el más acertado proyecto que requiere la situación actual. Francamente dicho, también pensaba que, tarde o temprano, sería necesaria tal medida, pero dudaba en plantearla porque me preocupaba si lograría la comprensión y el respaldo de los camaradas coreanos y chinos o, al contrario, sería interpretada mal como chovinista de gran potencia.

Deduje que en el fondo de sus palabras había un soliloquio latente. Por eso le dije:

—Lograr la independencia con nuestras propias fuerzas es un principio que mantenemos invariablemente. Pero esto no niega la colaboración internacional ni la alianza con las fuerzas revolucionarias del mundo. ¿Por qué oponernos al verdadero internacionalismo, que favorece tanto a la revolución de nuestro país como a la mundial? Es preciso unir las fuerzas para derrotar a un enemigo tan poderoso como el imperialismo japonés. También un país grande como la Unión Soviética tiene que recibir la ayuda de otros cuando es necesario. En el ámbito internacional recibir ayuda extranjera y luchar en colaboración con las fuerzas revolucionarias de otros países no es servilismo a las grandes potencias. Este se manifiesta, según mi criterio, en la tendencia ideológica a no confiar en sus propias fuerzas sólo esperando la ayuda de otros o a considerar que abandonar la revolución en su país para apoyar la de otros es el verdadero internacionalismo.

Sorkin transmitió tal como es el contenido de esta entrevista a las autoridades militares de la URSS y a la Internacional y planteó con énfasis la necesidad de crear las Fuerzas Aliadas Internacionales como un problema apremiante.

¿Qué ocurriría si no terminaba el conflicto estadounidense-japonés cuando concluyera la guerra URSS-Alemania? Opinábamos comúnmente que la URSS tendría que intervenir en la guerra contra Japón. Aunque la URSS había firmado el pacto de neutralidad con él, debía hacer perfectos preparativos para esa guerra, para un caso de emergencia. Uno de los objetivos importantes que perseguía la URSS al hacer esos preparativos era lograr aliarse con las fuerzas antijaponesas internacionales.

La coincidencia de las demandas político-militares de la Internacional y de la URSS con nuestro proyecto estratégico posibilitó que la tarea de la creación de las Fuerzas Aliadas Internacionales marchara sin grandes dificultades.

A mediados de julio de 1942, tras la discusión definitiva con cuadros militares de la URSS y China sobre la cuestión de la unión de las fuerzas armadas de los tres países llegamos al acuerdo de crear las FAI a condición de que se mantuviera intacto el carácter independiente del Ejército Revolucionario Popular de Corea y las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste.

El 22 de julio yo, con Zhou Baozhong y Zhang Shoujian, tuve un encuentro con el capitán general Apanásenko, comandante del ejército en el Lejano Oriente de la Unión Soviética.

Era un veterano de más de cincuenta años de edad. Cara redonda, mirada penetrante y fuerte complexión. Apretando mis manos dijo que le encantaba conocer al joven comandante de la guerrilla coreana. En su oficina intercambiamos saludos con el teniente general Nichev, jefe de Estado Mayor.

Apanásenko afirmó que la creación de las Fuerzas Aliadas Internacionales con las fuerzas armadas revolucionarias de la Unión Soviética, China y Corea era de suma importancia no sólo para la revolución de Corea y China sino también para la seguridad de su país y su futura operación militar contra Japón y expresó su convicción de que las FAI cumplirían plenamente con su histórica misión.

Esas Fuerzas, continuó, desempeñarán un gran papel en la formación de un gran número de cuadros militares necesarios para las guerras revolucionarias nacionales de Corea y China, y los ejércitos de esos dos países, pertenecientes a las FAI, constituirán los destacamentos principales para la liberación de Corea y Manchuria.

Aquel día subrayó repetidamente la necesidad de perfeccionar los preparativos para hacer frente a la eventual guerra mediante el aumento de la intensidad y calidad de los ejercicios.

Nos invitó a pasar a una sala donde había un gran mapa de operaciones.

Dijo que quería conocer de las acciones guerrilleras que habían realizado el ERPC y las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste y su futuro plan de operaciones, y nos pidió le explicáramos la situación militar-política de Manchuria y Corea.

Zhou Baozhong resumió en el mapa las acciones del Ejército de ruta No. 2 de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste y manifestó su opinión acerca de la próxima operación de liberación del Noreste.

Yo expliqué con énfasis las actividades y la situación del ERPC y del Ejército de ruta No. 1 de las Fuerza Unidas Antijaponesas del Noreste, y los asuntos militar-políticos que necesariamente se debían tomar en consideración para derrotar a los imperialistas japoneses y liberar a Corea.

Apanásenko me pidió le diera una amplia explicación de la distribución de los efectivos del ejército japonés en Corea, el actual estado de las fuerzas coreanas nacionales antijaponesas y las perspectivas de su crecimiento así como la posibilidad real de las operaciones conjuntas con la Unión Soviética.

Hablé detalladamente de estos temas.

Zhang Shoujian analizó la situación del Ejército de ruta No. 3.

El comandante soviético tenía bastantes conocimientos de la situación militar en Manchuria del Norte.

Según el acuerdo a que llegamos con Apanásenko, la URSS iba a tener a su cargo el suministro de todas las armas y demás equipos de combate, ropas, víveres y otras necesidades de las Fuerzas Aliadas Internacionales. Se decidió llamarlas formalmente brigada independiente 88 perteneciente al Ejército soviético en el Lejano Oriente, y públicamente brigada especial de infantería 8461.

Para mantener en secreto su existencia y sus acciones y asegurar estrictamente su camuflaje se determinó permitir que tuviera la dimensión de una brigada sobre la base del principio de simplificar las estructuras.

Me encargué del mando del destacamento No. 1 compuesto por el ERPC y el Ejército de ruta No. 1 de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste, el cual por su misión estaba destinado a Corea.

A fin de proteger la seguridad personal de los cuadros militar-políticos del ERPC de la inteligencia y sabotaje de los enemigos se les colocaron grados figurativos más bajos que los que tenían en realidad.

Coincidiendo con la fundación de las FAI nos reunimos todos en el campamento del norte.

Con la creación de dichas fuerzas cambió la situación político-militar en el Lejano Oriente a favor de la revolución internacional.

Ante todo, la URSS se benefició considerablemente de ello. Llegó a tener fuerzas militar-políticas para poder enfrentar con iniciativa la agresión japonesa, y una nueva unidad especial que se dedicaría exclusivamente a realizar operaciones militares en el Noreste de China y en Corea.

Gracias a la creación de las FAI también se crearon las condiciones y el ambiente favorables para la revolución en Corea y China.

Al realizar acciones conjuntas con el Ejército soviético del Lejano Oriente el ERPC podía adquirir dentro del marco de las fuerzas armadas regulares, la capacidad de operación y una dotación más modernas, las cuales se necesitaban para la ofensiva de liberación de la Patria. Además, podíamos hacer suficiente preparación político-militar y lograr capacidad para llevar a cabo con nuestras propias fuerzas la empresa de liberación del país, en el territorio soviético donde permanecimos hasta este acontecimiento.

Después de estructuradas las FAI, en su sede me encontré de nuevo con Apanásenko, quien había visitado el campamento del norte, acompañado por su comisario y otros cuadros del Estado Mayor, el departamento político y de intendencia.

Ese día se realizaron desfiles de las FAI. Nuestro destacamento coreano marchó al frente. Nuestros combatientes desfilaron bien. El acto de ese día fue, se puede decir así, para celebrar la creación de las Fuerzas Aliadas Internacionales.

Fuimos invitados a un almuerzo con Apanásenko.

Ese día Apanásenko nos contó su pasado.

Era un combatiente veterano que inmediatamente después de la Revolución de Octubre peleó contra los blancos y luego contra el ejército germano de ocupación para defender el poder soviético. Durante la guerra civil, nos dijo, dirigió una división de caballería, y después fue comandante del distrito militar de Asia Central, antes de ser comandante del Ejército soviético en el Lejano Oriente.

Desde hacía mucho las autoridades soviéticas le concedían gran importancia a este ejército. Sus sucesivos comandantes fueron hombres de experiencias y renombre. Muchos de los distintos ministros de defensa y cuadros militares de alto nivel de la Unión Soviética procedían del ejército del Lejano Oriente.

A principios de 1943 Apanásenko fue nombrado como subcomandante del frente de Vorónezh, uno de los frentes que se consideraban más importantes en el período de la guerra URSS-Alemania y en el verano del mismo año cayó mortalmente herido.

Al oir la noticia de su muerte, todos los combatientes de las FAI, llenos de tristeza se reunieron para recordarlo a él, quien había respaldado y ayudado a los comunistas coreanos y chinos.

La camaradería de los combatientes comunistas no hacía diferenciación de la nacionalidad.

En aquel tiempo considerábamos como la nuestra la crisis nacional que el pueblo soviético sufría. Al saber que las tropas soviéticas sufrían dificultades en los frentes, muchos comandantes y soldados del ERPC y de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste solicitaron que les permitieran ir al frente oeste, lo cual no se borra en mi mente. La Internacional y las autoridades soviéticas no aceptaron esa solicitud diciendo que ellos tenían la importante misión histórica de liberar sus países.

Así defendíamos tan firmemente y considerábamos tan valiosa la Unión Soviética, único baluarte y fortaleza del socialismo. En aquella época la obsesión común de los comunistas era que si la Unión Soviética era derrocada fracasaría el socialismo y no se podría defender la paz en el mundo.

En muchos diccionarios biográficos editados en otros países aparece que al frente de un gran destacamento de coreanos yo participé en la batalla de Stalingrado y acumulé tantos méritos que me fue otorgada la Orden Bandera Roja; en otros se dice que yo participé también en la operación de ataque a Berlin formando parte de la unidad de primera línea.

Es verdad que recibí esta condecoración por parte del Gobierno soviético, pero no participé en esas operaciones. No sé de dónde obtuvieron esos datos sus autores. Pero es cierto que reflejan en parte el deseo de participar en la guerra que reinaba en la base de entrenamiento.

La existencia de las FAI inquietaba a los imperialistas japoneses que temían la cooperación de las fuerzas armadas de Corea, la URSS y China, y al contrario, le dio gran estímulo a nuestro pueblo.

Hay muchos datos del enemigo, referentes al hecho de que el gran Líder hizo los preparativos para la operación final contra Japón en la base de entrenamiento en territorio soviético. A continuación algunos de ellos:

“Caso de las acciones de Kim Il Sung.

Kim Il Sung, que permanece en la Unión Soviética … en el verano del año pasado fue a Yanan procedente de Jabarovsk y se encontró con importantes figuras del Partido Comunista de China entre otras Mao Zedong, He Long y Kang Sheng y discutió diversas cuestiones relacionadas con la cooperación entre el ejército del Partido Comunista de China y las Fuerzas Unidas Antijaponesas antes y después de la posible guerra URSS-Japón y las futuras actividades de estas Fuerzas; también se encontró con un comunista coreano en las cercanías de Yanan e intercambió opiniones sobre diferentes asuntos.

A fines del mismo año volvió a bordo de un avión a la Unión Soviética y ahora, permanece cerca de Jabarovsk … dedicándose al espionaje y el trabajo ideológico para Manchuria y Corea. Además, se dice que bajo la dirección y ayuda del Ejército Rojo estacionado en Jabarovsk también se dedica al entrenamiento e instrucción de unos 300 bandoleros comunistas coreanos y chinos e inmigrados rebelados y coreanos y manchurianos secuestrados, que se alojan en una escuela de campaña cerca de Jabarovsk, para que ellos, antes y después de la guerra URSS-Japón, puedan irrumpir a un tiempo en Manchuria y cumplir la misión de perturbar la retaguardia del ejército japonés.” (Dato que el jefe de la policía de Nanyang envió al de la policía de la provincia de Hamgyong del Norte, 21 de febrero del 19 (1944) de Showa).

“Según se dice, Kim Il Sung permanece ahora en Yanan y manda sus combatientes a la provincia de Rehe; en Nikoláevsk (Primorie) existen cuatro divisiones, compuestas exclusivamente por coreanos, y si estalla la guerra japonés–soviética esas tropas desembarcarán en la parte septentrional de Corea o se lanzarán en paracaídas en su interior como brigadas de a muerte”. (“Documento No. 4 de casos de disturbios como la perturbación de la retaguardia y la sublevación armada en el tiempo de la Guerra del Pacífico, actos promovidos principalmente por los egresados de la Universidad imperial de Kyongsong”, redactado por la estación de policía de Kowon, el 20 (1945) de Showa).

“Parece que un hombre, que había pasado por Siberia, dijo en su discurso que había visto allí una base militar con 4 kilómetros de perímetro vigilada por soldados coreanos, donde ondeaban banderas de Corea. (“Mensuario de la policía especial” del Departamento de la guardia del Ministerio del Interior, número de febrero del 19 (1944) de Showa, Pág.79)

La noticia de la fundación de las FAI ejerció una influencia positiva sobre las fuerzas patrióticas antijaponesas que luchaban en el Noreste de China. Más de una vez soldados de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste en Manchuria cruzaron el río en grupos de tres o cinco para unirse a las FAI. Algunas veces soldados del ejército títere manchú se sublevaron para alistarse en ellas.

Antes o después de su creación, no recuerdo exactamente, una compañía del regimiento del ejército títere manchú, que estaba estacionado en Donganzhen del distrito Raohe, mató a su jefe y a un oficial japonés y cruzó el río Usuri en una barca llevando gran cantidad de fusiles, ametralladoras, bazucas y otras armas.

Les dimos la calurosa bienvenida y los admitimos en la unidad.

Después de estructuradas las FAI aceleramos con rapidez los preparativos para la operación contra Japón intensificando la preparación combativa y política.

La tarea más importante que enfrentamos en aquel tiempo era fortalecer más en lo político y militar las filas del ERPC.

En mi opinión, los principios básicos de las operaciones militares son iguales, sea en la guerra antigua, en la guerra medieval, o en la guerra moderna. Lo importante es cómo manejar con habilidad los medios de guerra que se desarrollan y cómo organizar la cooperación entre todos los ejércitos y armas y sus operaciones conjuntas.

Nos esforzamos con tesón por estudiar las tácticas de la guerra moderna. Los esfuerzos en este sentido se redoblaron después de la creación de las FAI. Los combatientes del Ejército Revolucionario Popular de Corea aumentaron considerablemente la capacidad de aplicación de los métodos de combate moderno mediante los ejercicios y el estudio en la base de entrenamiento.

Ellos perfeccionaron los métodos de guerra de guerrillas adquiridos en el monte Paektu por una parte, y por la otra, estudiaron los de la guerra moderna de acuerdo con la demanda del ejército regular, para mejorar sus cualidades político-militares como el grueso de la revolución coreana.

También el Ejército soviético del Lejano Oriente se preocupó mucho por elevar con rapidez la combatividad de las FAI.

A mediados de noviembre de 1942, Apanásenko organizó los ejercicios conjuntos de una brigada, de la unidad sureña del Ejército soviético del Lejano Oriente e invitó a importantes comandantes de las FAI a verlos.

Ese día, partimos de Jabarovsk en el tren blindado para allá. Al día siguiente se efectuó el simulacro conjunto de invierno de la misma brigada. En él participaron muchos efectivos, entre ellos 4 batallones de infantería y otros de tanques, cañones, morteros, comunicaciones y cañones antitanque. Nunca habíamos visto un ejercicio de gran envergadura como aquel, por eso lo presenciamos con profunda curiosidad e interés.

La tarea de la brigada era atacar y tomar una cota ocupada por los enemigos. El ejercicio comenzó a las 12 y terminó a las 16.

Posteriormente, tuvimos la oportunidad de ver maniobras militares de otra brigada que estaba estacionada a orillas del Amur en los suburbios de Jabarovsk. La brigada tenía que cumplir la orden de reunir a sus efectivos en el pueblo llamado Belizovka y sus alrededores y completar los preparativos para el combate. Ese ejercicio también nos dejó una gran impresión.

Asimismo, en Jabarovsk presenciamos desfiles de las unidades del Ejército soviético del Lejano Oriente. Eran envidiables para nosotros el diverso armamento moderno y demás equipos técnicos de combate que emplearon en los citados ejercicios y desfiles. ¿Cuándo podríamos tener un ejército modernizado como éste? Este era el pensamiento que más me obsesionó mientras los presenciaba. Mi decisión de crear primero un ejército regular después de la liberación del país se hizo más firme durante mi estancia en la base de entrenamiento en el Lejano Oriente.

Gracias a los tesoneros esfuerzos y la colaboración de los comandantes de Corea, la Unión Soviética y China las FAI pudieron convertirse en breve espacio de tiempo, en una fuerza armada lista para la guerra moderna.

Aunque por su difícil situación en el frente necesitaba mucho de cada regimiento y cada batallón, la Unión Soviética dejaba intactas a las Fuerzas Aliadas Internacionales ayudándolas para que se dedicaran sólo a perfeccionar los preparativos para el combate final contra los imperialistas japoneses.

Los cuadros militares de la Unión Soviética solían expresar cómo se preocupaba Stalin por los oficiales y soldados del Ejército Revolucionario Popular de Corea y de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste. Según ellos, el dirigente soviético manifestó que cada uno de los combatientes del ERPC y las FUAN, era valioso porque iría a desempeñar un papel importante en la liberación de su país y la construcción de una nueva patria y que por eso había que atenderlos bien y procurar que no tuvieran ninguna pérdida.

La organización y el desarrollo de las FAI en la región del Lejano Oriente en la Unión Soviética, sirvió de buen modelo para lograr la unión de las fuerzas de resistencia en Checoslovaquia y Polonia en Europa.

Con la conclusión del acuerdo de amistad y ayuda mutua entre la Unión Soviética y Checoslovaquia en 1943, fue organizada en el territorio soviético una brigada de checoslovacos, destinada a luchar junto con el Ejército Rojo contra la Alemania de Hitler. Esta brigada alcanzó grandes méritos en varias operaciones militares, entre otras las de liberación de Kíev y Belaya Terkovi.

También polacos organizaron un cuerpo de ejército en la Unión Soviética para combatir a la Alemania fascista. Este participó primero en el combate de liberación de Lublín y luego en otras operaciones militares dirigidas a emancipar a Polonia de las garras de los ocupantes fascistas.

En mayo de 1943, cuando actuábamos incorporados a las FAI en el territorio soviético, llegó a la base de entrenamiento la noticia de la disolución de la Internacional. Había diferentes opiniones sobre este asunto. ¿Por qué en plena Segunda Guerra Mundial, cuando se planteaba como la cuestión más apremiante lograr la unidad y colaboración internacionales para enfrentarse al fascismo, se decidió disolver la Internacional que se había mantenido por más de 20 años como organismo rector de la revolución mundial?

Esta organización fue creada en 1919 por Lenin.

En mi opinión había dos causas para su disolución. Una de ellas consistía en que mientras la Internacional dirigía la revolución en el mundo se prepararon tan suficiente los partidos comunistas y otras fuerzas revolucionarias en muchas naciones que podían impulsar de manera independiente su revolución basándose en sus propias líneas y fuerzas sin necesidad de la dirección e intervención centralizada de esa organización.

La otra era que en aquel tiempo la existencia de la Internacional constituía un obstáculo para lograr una alianza antifascista en mayor escala mundial. Durante la Segunda Guerra Mundial la alianza antifascista era una alianza de nuevo tipo por encima de las diferencias de ideales y regímenes. La posición por encima de los ideales y regímenes que los países que integraban esa alianza mantuvieron en el enfrentamiento contra el fascismo, facilitó la colaboración de la Unión Soviética, país socialista, con los capitalistas como Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, y la cooperación entre los comunistas y los políticos burgueses de derecha. Esta realidad hizo que se reconsiderara la necesidad de la existencia de la Internacional, cuyo ideal y objetivo eran, respectivamente, el antimperialismo y la transformación comunista del mundo.

Pensábamos que la disolución de la Internacional era una medida oportuna que respondía plenamente a las demandas del movimiento comunista internacional y del desarrollo de la situación.

Desde hacía mucho tiempo habíamos venido solucionando de manera independiente todos los problemas, elaborando con nuestra cabeza la estrategia y táctica en todas las fases de la revolución y estructurando con nuestras manos las fuerzas revolucionarias, sin apoyarnos en las fuerzas y líneas ajenas. Por eso sentíamos gran orgullo por el trayecto de lucha que habíamos recorrido.

La disolución de la Internacional no significaba que la unidad y la colaboración internacionales de los comunistas no tenían sentido.

Dentro de las Fuerzas Aliadas Internacionales, manteniendo como antes la independencia en las actividades seguíamos fortaleciendo la solidaridad y colaboración con los amigos del mundo.

Las actividades político-militares que el gran Líder, camarada Kim Il Sung, realizó en territorio de la Unión Soviética, despertó gran interés en el ámbito internacional. Las autoridades del ejército, la policía y los servicios de inteligencia de Japón se mostraban muy persistentes en su intención de conocer la tendencia, las estructuras y las acciones del ERPC.

Los imperialistas japoneses se interesaron mucho por la disolución de la Internacional y juzgaban y conjeturaban de tal o cual manera sobre la dirección del futuro movimiento de los comunistas en Corea y, en particular, sobre las actividades del gran Líder, camarada Kim Il Sung.

He aquí un fragmento de “La disolución de la Internacional y las perspectivas” publicada por los imperialistas japoneses:

“… Corea es colonia del imperialismo japonés, por eso su objetivo estratégico inmediato será hacerlo fracasar en esta guerra para lograr así primero la liberación y la independencia nacionales; en lo que se refiere a la tarea de la lucha armada … las actividades de los partidarios de Kim Il Sung, bandoleros comunistas en Manchuria o el ejército de voluntarios coreanos que está bajo el mando del Partido Comunista de China, por ejemplo, son una concretización de esta orientación … el movimiento actual en Corea depende de las relaciones entre Japón y la Unión Soviética, es decir, si estos dos países mantienen su statu quo u optan por el choque frontal, la situación cambiará repentinamente, y en este último caso el citado movimiento se convertirá rápidamente en terrorismo o en lucha armada, lo cual se hace evidente a la luz de los casos de los países ocupados por Alemania, nuestro aliado. (Número suplementario de “Informaciones ideológicas”, Pág. 131, la sección ideológica del departamento policíaco del Tribunal Supremo, octubre del 18 (1943) de Showa)

Los imperialistas japoneses no pudieron menos que reconocer que los movimientos comunista y de liberación nacional en Corea, siendo campañas protagonizadas por el propio pueblo coreano, mantendrían carácter independiente sin importarle que la Internacional siguiera existiendo o se disolviera, y que si la lucha armada dirigida por el gran Líder lograba la alianza con las fuerzas antimperialistas internacionales se convertiría en una gran potencia.

Los tenaces esfuerzos que los comunistas coreanos hicieron por la creación de las Fuerzas Aliadas Internacionales y por su fortalecimiento y desarrollo constituyen un ejemplo de la correcta vinculación de los dos principios: el de la independencia y la soberanía de cada país y el de la solidaridad y la cooperación internacionales en la lucha revolucionaria.

Las experiencias y los éxitos que obtuvimos al crear, fortalecer y desarrollar las Fuerzas Aliadas Internacionales nos sirvieron como gran recurso en los días de la batalla final contra el imperialismo japonés y para mantener y ampliar el frente unido con los países socialistas y otras fuerzas revolucionarias internacionales asumiendo la posición independiente en medio de la complicada situación política creada después de la guerra.

Antijaponesas del Nordeste

En el período de las Fuerzas Aliadas Internacionales(FAI) compartí la vida en las mismas filas con muchos combatientes de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Nordeste (FUAN), entre ellos Zhou Baozhong, Zhang Shoujian, Chai Shirong y Feng Zhongyun, con los cuales mantuve estrechas relaciones. A pesar de mucho tiempo transcurrido aún no he olvidado lo que ocurrió en aquella época.

De los comandantes de las FUAN Zhou Baozhong fue quien tuvo contactos más frecuentes conmigo. Entablé amistad con él en la primera mitad de la década de 1930 cuando yo trabajaba en Jiandao para lograr el frente unido con el Ejército de salvación nacional. Junto con él laboré en el comité de soldados antijaponeses y participé en la batalla de Luozigou. Durante mi permanencia en Wangqing realizamos en dos ocasiones la expedición al Norte de Manchuria, en cada una me encontré con él y sus tropas y efectuamos operaciones conjuntas. Mas en la segunda mitad de los 30, después que trasladé el escenario de lucha a la región del monte Paektu y a Jiandao Oeste no pude verlo.

“Varios son los caminos, pero una la puerta”, decía Zhou, como si fuera un refrán, cada vez que nos separábamos. Con esto quería decir que aunque actuábamos en diferentes lugares y seguíamos diferente itinerario de lucha, podríamos reencontrarnos en cualquier momento ya que cumplíamos una misión común antijaponesa.

Cuando nos vimos de nuevo en los umbrales de la Reunión de Jabarovsk, él exclamó:

—Mire, Comandante Kim. Recuerde lo que le dije antes: Varios son los caminos, pero una la puerta, —y soltó una carcajada. Fue muy emocionante aquel reencuentro porque se realizó al cabo de varios años de separación.

—Desde que oí la noticia de la muerte del comandante Yang, me preocupaba siempre la seguridad de los compañeros de Manchuria del Sur. Decían que los imperialistas japoneses daban por su cabeza enorme cantidad de dinero; me alegra que haya superado exitosamente los momentos difíciles. Conozco bien el peligro que existe en los campos de batalla de Manchuria del Este y el Sur. No sé qué hacer de alegría al verlo a usted, Comandante Kim, que ha venido aquí, a Jabarovsk con buena salud. He esperado con impaciencia su llegada.

Así dijo Zhou Baozhong en tono sincero.

Me pareció que había envejecido mucho. En su cara se reflejaban marcadamente las penalidades que había sufrido en los extensos bosques cubiertos de nieve.

Le dije que sabía lo mucho que había sufrido. Entonces contestó:

—Lo que sufrimos no es nada en comparación con las dificultades que experimentaron los compañeros de Manchuria del Sur. Dicen que pese a tales dificultades ustedes no se doblegaron en absoluto, al contrario salieron victoriosos de todos los combates, lo cual nos deja asombrados. También los funcionarios de la Internacional y los comandantes del Ejército soviético prodigan elogios.

Me encontré con Zhou en Jabarovsk cuando la Internacional se apresuraba a convocar una reunión de comandantes de las guerrillas del Nordeste y representantes del Ejército soviético del Lejano Oriente, de modo que una buena parte de nuestras conversaciones se dedicó a asuntos relacionados con ese evento.

Lo que le preocupaba a Zhou era la idea de cómo vincular el deber nacional y el internacional de la revolución y cómo conjugar la independencia y la solidaridad internacional en la lucha revolucionaria. Deseaba mucho establecer relaciones con el CC del Partido Comunista de China y por eso estaba impaciente al no lograrlo. Era natural que Zhou, siendo militante de éste, se empeñara varios años para desarrollar la revolución en el Nordeste bajo su dirección.

Trataba de lograr la solidaridad con la Unión Soviética siempre concediendo prioridad a los lazos con el CC de su Partido, lo cual era una actitud común de los compañeros chinos que actuaban en el Nordeste.

Como en cierto tiempo la Internacional y las autoridades militares soviéticas procuraban poner a las FUAN bajo el mando de la URSS, era comprensible que a Zhou Baozhong le preocupara que tal cosa ocurriera de nuevo.

Ese día Zhou y yo llegamos al acuerdo en estos aspectos: En vista de las demandas de la situación son vitalmente necesarias las acciones conjuntas y la cooperación político-militares con la URSS. Sin embargo, su forma y método concretos deben ser determinados en el sentido de vincular correctamente los intereses nacionales de cada país y los internacionales en la revolución, es decir, en el sentido de mantener la independencia de las FUAN y el Ejército Revolucionario Popular de Corea.

Al terminar las conversaciones Zhou dijo:

—Considero que en la próxima reunión tendrá notable importancia lo que van a decir los representantes de Manchuria del Sur. Deposito absoluta confianza en usted, camarada Kim Il Sung. Como sabemos, en la etapa del comité de soldados antijaponeses sus palabras jugaron un rol determinante en todos los diálogos. ¿No fue así? También en lo adelante vamos a trabajar mano a mano colocándonos a la altura de las nuevas circunstancias.

Era sincera la confianza que él depositaba en mí.

El defendía a la URSS y apoyaba invariablemente su régimen socialista, pero se mostraba muy disgustado si advertía alguna tendencia chovinista de gran potencia aunque fuera ínfima en las palabras y la actitud de los soviéticos.

Entonces manifesté que si los trataba con generosidad y con el espíritu de cooperación camaraderil, manteniendo firmemente la posición de principios, sería del todo posible que se corrigieran sus erróneas actitudes y se resolvieran pronto los asuntos pendientes.

Zhou Baozhong movió afirmativamente la cabeza diciendo:

—Comandante Kim, usted es un experto. —Y repliqué:

—No es que yo sea experto, sino a usted, comandante Zhou, le falta una experiencia: no ha vivido en un país ajeno como pasa con nosotros—. Entonces él afirmó:

—Tiene razón. Los compañeros coreanos experimentaron grandes penalidades en Manchuria del Este por el problema de la “Minsaengdan”.

Zhou Baozhong, cuando actuaba en Jidong había denunciado el extremismo izquierdista en la lucha contra esa organización y lo había criticado diciendo que esto se debía al error de actuación del comité especial del partido en Manchuria del Este. Desde que laboraba en Jiandao, él tenía una posición relativamente justa hacia la lucha de los revolucionarios coreanos.

Antes yo había referido que después que creamos la Asociación para la Restauración de la Patria Zhou había ayudado en las actividades de la filial establecida en las FUAN. Esto aconteció en diciembre de 1936.

Ese comportamiento suyo fue una expresión de su apoyo y solidaridad internacionalista para con la revolución coreana.

La simpatía que sentía por la revolución coreana se debía también, a mi parecer, a que desde inicios del movimiento guerrillero le ayudamos con sinceridad y le dimos una buena influencia mediante varias operaciones conjuntas.

Durante nuestra primera expedición a Manchuria del Norte le entregamos más de la mitad de los miembros de la expedición. En aquella ocasión realizamos muchas acciones conjuntas con los compañeros de esa región.

En la segunda expedición constituimos un mando conjunto general de los segundo y quinto ejércitos y realizamos operaciones a gran escala. Zhou Baozhong fue su jefe, yo fungía como comisario político y Pingnanyang (Li Jingpu) se desempeñó como subjefe. A las seis unidades bajo ese mando general se les distribuyeron las áreas de acción, quedando Zhou al frente de la unidad de Antu, al oeste, y yo, al frente de la de Weihe.

Creamos cuarteles de mando por regiones, por ejemplo el del frente oeste, el del frente central, etc., y les distribuimos las unidades. Así pudimos realizar operaciones conjuntas moviéndonos entre las regiones de Fusong y Muling.

Como se ve, nuestras relaciones tenían profundas raíces.

Quizá se debiera a esta intimidad que también en la etapa de las FAI Zhou Baozhong siempre discutiera conmigo todos los problemas, fueran importantes o no. Si tenía un asunto a discutir con los soviéticos, me preguntaba primero mi opinión.

Yo le pregunté por qué actuaba así y contestó que pedirme consejos era una costumbre adquirida desde cuando trabajaba en Jiandao.

En el período de las FAI él, independientemente de mi grado formal de jerarquía, siempre me respetaba como Comandante del Ejército Revolucionario Popular de Corea, dirigente de la revolución coreana y representante de la parte coreana en las FAI. Trabajamos juntos apoyándonos y ayudándonos como suelen hacer los copresidentes de una entidad. Pues nos respetábamos uno al otro. Nuestras relaciones eran lazos camaraderiles y fraternales basados en un gran respeto y confianza.

Una de las principales razones por las cuales guardo buena impresión de Zhou Baozhong se debe a que él apreciaba más que nadie los méritos de los comunistas y el pueblo coreanos que desempeñaron el rol precursor al iniciar y desarrollar la revolución en el Nordeste de China.

En cierta ocasión expresó que tenía dos recuerdos inolvidables, y uno era que los coreanos habían jugado el papel de vanguardia en la lucha de las guerrillas antijaponesas.

Era patente su posición en cuanto a la revolución coreana. Consideró natural que los coreanos lucharan en bien de la revolución coreana y afirmaba siempre que no se podía pensar en la revolución en el Nordeste al margen de los coreanos.

Dijo, además, que el segundo ejército de las FUAN fue precisamente el ERPC, y en toda oportunidad alabó con entusiasmo la alianza de las fuerzas armadas antijaponesas de Corea y China que existió a lo largo de la historia de lucha común.

Al referirse al papel de vanguardia de los comunistas coreanos en la revolución en el Noreste manifestó que gracias a los compañeros coreanos y otras masas revolucionarias de Corea fueron fundadas en 1932 la poderosa guerrilla del Este de Manchuria y en 1933 las guerrillas de Panshi, Jhuhe, Milshan, Tangyuan y Raohe, las cuales se convirtieron posteriormente en primero, segundo, tercero, cuarto, sexto y séptimo ejércitos de las FUAN; que en el quinto también había excelentes compañeros coreanos, y que eran coreanos los jefes de ejército de dichas fuerzas, sus comisarios políticos, sus jefes de sección, instructores, y otros cuadros políticos y militares a todos los niveles.

Las siguientes cartas que Zhou Baozhong le escribió a Wang Xinlin muestran fielmente cómo él respetaba y apreciaba al gran Líder:

Kim Il Sung es el más excelente cuadro militar … y el mejor de los compañeros coreanos. Es capaz de jugar un rol muy importante en el Sur de Manchuria, la cuenca oriental del río Amrok y las zonas septentrionales de Corea.” (Primero de julio de 1941)

Kim Il Sung es el único cuadro de importancia en el Ejército de ruta No. 1 en Manchuria de Sur. Después de la caída de los camaradas Yang Jingyu y Wei Zhengmin, sólo él sigue asumiendo la responsabilidad de atender los asuntos relacionados con la dirección del movimiento guerrillero y todas las demás cosas en Manchuria del Sur.” (15 de septiembre de 1941)

Otra de las cualidades de Zhou Baozhong que yo aprecio es que él siempre mantenía una posición de principios en cuanto a la lucha revolucionaria y un ardiente espíritu de defensa de la revolución de su país. No toleraba la tendencia a subordinar la revolución china a la soviética o convertirla en dependencia suya. Se pronunciaba por la solidaridad con la revolución soviética y la defensa de la Unión Soviética sobre la base del internacionalismo proletario y, al mismo tiempo, defendía la soberanía y el desarrollo independiente de la revolución china.

Esa actitud de principios de Zhou hacia la revolución coincidía con la nuestra. Sostengo que el valor del revolucionario está en proporción directa con la firmeza de la posición independiente que mantiene al hacer la revolución. Es una ley que cuanto más firme es la posición de independencia del revolucionario tanto más se eleva su prestigio, y cuanto más férreo es el espíritu independiente más victorioso sale en la revolución.

En el período de las FAI, Zhou Baozhong siguió llamándome Comandante Kim. Sin embargo, cuando estuvo de visita en Pyongyang después de la liberación, no me llamó así ni una vez. Y me decía con respeto camarada Primer Ministro, aunque rogó que lo siguiera llamando comandante Zhou sin protocolo, como antes.

Este tratamiento me sonaba algo extraño a los oídos y me parecía que me distanciaba de él y por eso le pedí que me llamara comandante como antes. Entonces Zhou, muy serio, respondió negativamente.

A veces yo discutía con él. Era tan terco en sus planteamientos que no era fácil convencerlo, pero yo tampoco cedía fácilmente. Pero, al fin llegábamos a acuerdo coordinando y completando las opiniones. En este curso se profundizaban más nuestra amistad y la comprensión mutua. De vez en cuando conversábamos sobre asuntos personales. Zhou hablaba principalmente de sus familiares y compañeros. El tenía una niña llamada Zhou Wei. Como le nació a los cuarenta años la rodeaba con mil amores. Si veía que la niña hacía una nueva gracia me hablaba con orgullo de ese progreso, esbozando ligeramente una sonrisa de padre feliz.

Zhou y su esposa Wang Yizhi sirvieron largo tiempo en la misma unidad. Contrajeron matrimonio en medio de la selva de Manchuria del Norte.

Al hablar de su mujer e hija, sus ojos brillaban. Le gustaba hablar de temas personales. En una ocasión habló del típico modo de vida de los de etnia Nanai que vivían en las cercanías de su unidad militar; en la otra recordó a un matrimonio ruso de la casa, en una calle de Jabarovsk, donde se había hospedado. Poseía una buena capacidad de observación y descripción.

Una vez habló de la fiesta de peleas de gallos que se celebraba en su tierra natal en la provincia de Yunnan. El 8 de febrero del calendario lunar los habitantes se visten de gala y adornan sus gallos con una cinta roja en el cuello y los hacen pelear. Estas aves son objeto de adoración en esa región. Según una leyenda, su población prosperó criándolas. Se transmite que incluso depositan la esperanza en ellas para hacer más ricas sus familias.

Zhou Baozhong expresó que aunque era absurdo creer en cosas como aves para conjurar la desgracia nacional, él combatiría con valentía, como un gallo, a los adversarios.

Zhou parecía taciturno y hosco, pero en realidad era bondadoso y cumplía fielmente con sus obligaciones morales. Sabía responder con favores a los favores y con amor al amor. Lo demuestra bien la segunda mitad de su vida.

Durante varios años trabajó con tesón en las FAI. Laboraba con abnegación por el desarrollo de la revolución china y, a la vez, cumplía fielmente con su misión internacionalista. Si él hubiera descuidado la tarea de la revolución internacional, pensando únicamente en lo suyo, o si despreciando la revolución nacional sólo hubiera gritado vivas a la revolución mundial, yo no dedicaría tiempo a recordarlo.

Yo veía a un verdadero hijo del pueblo chino en Zhou que enviaba sin cesar pequeñas unidades a la región del Nordeste para continuar con dinamismo el movimiento de las guerrillas, y al verle esforzarse por la amistad y solidaridad de todas las unidades nacionales dentro de las FAI y por la defensa de la Unión Soviética, confirmé que era un fiel combatiente internacionalista.

Además, controlaba bien sus filas en las FAI y organizaba de manera adecuada la vida de sus combatientes. En esas Fuerzas compuestas por diferentes unidades nacionales surgían no pocas cuestiones complicadas. Zhou tenía que atender casi todas las cuestiones, desde la elaboración del programa de ejercicios, la dirección de los entrenamientos y los asuntos del personal, hasta la obra de construcción del club y otros pormenores de la vida.

Un día se inquietaba por un fugitivo y otro día corría sudando copioso por un accidente automovilístico.

Al inicio de la creación de las FAI se mortificaba por estar en desacuerdo con algunos oficiales soviéticos, hasta que éstos cambiaran radicalmente el ambiente de vida según las severas exigencias de las autoridades militares soviéticas.

Se esforzaba por guiar a los subalternos con su ejemplo práctico y no con palabras.

Esto ocurrió cuando se efectuaban ejercicios de paracaidismo en el campamento del norte. Desde el primer día asistió en persona al entrenamiento con sus soldados y corrió el riesgo de perder la vida. Se tiró del avión, pero el paracaídas no se abrió. Sólo con la ayuda de paracaídas auxiliares pudo evitar la muerte. Resultó herido en los hombros.

Los compañeros chinos me rogaron que le aconsejara a Zhou Baozhong que no repitiera esos ejercicios.

Mas no lo hice, pues sabía bien que sería en vano.

En la primavera de 1951 su esposa Wang Yizhi, que era la presidenta de la Federación de Mujeres de la provincia de Yunnan, vino a Pyongyang como miembro de un grupo de estímulo y me visitó en la Comandancia Suprema. Con lágrimas en los ojos me dijo que le alegraba ver que yo tenía buena salud aunque llevaba sobre los hombros el peso de la guerra. Y agregó:

—Le ruego que no haga recorridos por el frente exponiéndose al peligro y ponga la mayor atención en su seguridad personal; esta es la solicitud de mi esposo.

Entonces me sentí agradecido y le expresé:

—A su regreso transmita mi saludo al comandante Zhou.

—Esto es también mi deseo —contestó Wang—. Nosotros, los chinos, nos preocupamos mucho por la seguridad de usted, camarada Primer Ministro.

Según ella, en el período de las FAI, Zhou estaba tan inquieto que no podía conciliar el sueño y velaba la noche entrando y saliendo del dormitorio, si yo no regresaba en la fecha prevista de la misión militar al frente de una pequeña unidad.

Fue la expresión de la amistad por encima de fronteras y nacionalidad.

El gran Líder se separó de Zhou Baozhong cuando con el triunfo de la Revolución Antijaponesa y con el derrocamiento de la dominación colonial del imperialismo japonés se producían nuevos cambios de trascendencia histórica. Pero entre ambos continuaron los contactos y visitas de amistad combativa.

El Presidente Kim Il Sung recordó cómo mantenía las relaciones fraternales con Zhou después de la liberación del país:

Después de la liberación me encontré varias veces con Zhou Baozhong: dos veces en nuestro país y la tercera, la última, en Beijing.

Su primera visita a nuestro país fue en la primavera incipiente de 1946. Nos encontramos en Namyang. En aquel entonces él se desempeñaba como subcomandante en jefe de las Fuerzas Unidas Democráticas del Nordeste (FUDN) y comandante del distrito militar de Jilin-Liaoning y estaba en guerra contra los reaccionarios de Guomindang.

Jiang Jieshi, en oposición al comunismo, movilizó a todas las tropas de Guomindang para atacar las regiones liberadas, debido a lo cual el territorio chino se vio arrastrado por otro torbellino: la guerra civil. Zhou dijo que era muy peligrosa la situación en el Nordeste y explicó la correlación de fuerzas entre ellos y los enemigos, y la situación político-militar.

Después de la expulsión de los imperialistas japoneses, en Manchuria se creó el vacío político por algún tiempo. Se produjeron encarnizados enfrentamientos entre el Guomindang de Jiang Jieshi y el Partido Comunista de China por apoderarse de esta región. Ambas partes la consideraban como importante lugar de combate para obtener todo el territorio chino.

El Guomindang, con el activo respaldo de EE.UU., lanzó cientos de miles de efectivos por aire , mar y tierra y las FUDN recién creadas tenían que sostener una guerra difícil contra enemigos poderosos.

En esa situación, Zhou Baozhong vino a verme para pedir ayuda urgente. Fue por aquel entonces que Mao Zedong envió a Pyongyang, para pedirnos la ayuda, a Chen Yun, otrora jefe del departamento de organización del Comité Central del Partido Comunista de China, y luego designado subsecretario de su Dirección del Nordeste.

Dispuesto le prometí a Zhou resolver todas las cuestiones relacionadas con las operaciones que los compañeros chinos iban a realizar en el Nordeste y ayudarlos por todos los medios posibles. Dicho francamente, en aquel tiempo nuestro país no estaba en condiciones de ayudar a otros. Sin embargo, no pensamos en tal situación. Partiendo de los intereses de nuestra revolución tampoco debíamos permitir que el Nordeste cayera en manos de Jiang Jieshi.

Por entonces cerca de 250 mil jóvenes coreanos, entre ellos, Kang Kon, Pak Rak Gwon, Choe Kwang y otros excelentes cuadros político-militares procedentes de las guerrillas antijaponesas, estaban combatiendo por la liberación del Nordeste.

Wang Yizhi también vino varias veces a nuestro país con la solicitud de Zhou en relación con la operación de liberación del Nordeste. Su primer viaje fue, no recuerdo exactamente, en el verano o el otoño de 1946. En aquel tiempo las tropas del distrito militar de Liaodong al mando de Xiao Hua atacaron a Anshan y Haicheng, y, al mismo tiempo, las unidades del ejército del Guomindang estacionadas en esas zonas se sublevaron.

Jiang Jieshi, muy sorprendido por la noticia, desplegó una fuerte ofensiva amenazando con exterminarlas si no cesaban la sublevación. Las unidades rebeldes retrocedieron ante esta ofensiva hasta las zonas fronterizas chino-coreanas. Pero no pudieron retroceder más al verse obstaculizadas por el río Amrok.

Zhou Baozhong envió repetidamente delegados a nuestro país a discutir las medidas para salvarlas.

Wang Yizhi también vino en calidad de delegada a Ranam. Permitimos que esas unidades transitaran por nuestro territorio nacional para ir a Manchuria del Este.

A principios de 1947 me encontré con Wang en Pyongyang. Ella, ante todo, me manifestó el agradecimiento en nombre de Zhou Baozhong por haberle ofrecido ayuda de diversas formas en las operaciones de liberación de la región del Nordeste. Luego, dijo que se veía en la necesidad de emplear otra vez el territorio de Corea para evacuar a más de 20 mil combatientes heridos, miembros de la intendencia y familiares y más de 20 mil toneladas de materiales estratégicos a lugares seguros, y añadió:

—Me atrevo a pedir, para eso, su ayuda, General Kim.

Acepté sin más su solicitud y ordené tomar las medidas pertinentes. Wang me repitió su agradecimiento diciendo que la población del Nordeste de China nunca olvidaría mi ayuda.

En esa ocasión le pregunté si guardaba aún el reloj que Rim Chun Chu le había regalado al separarnos en el Lejano Oriente.

Contestó sonriendo que se lo había dado a un soviético.

No podía comprender por qué ella le entregó a un soviético ese reloj que dijo conservaría en su poder hasta doblársele el espinazo por la vejez, considerándolo como símbolo de la amistad entre China y Corea.

Fue un objeto muy predilecto de Rim Chun Chu. Cuando abandonábamos la base de entrenamiento Zhou Baozhong y Wang Yizhi, sensiblemente afligidos por la separación, no nos dejaban partir de inmediato.

Rim Chun Chu le regaló a Wang el reloj que llevaba en la muñeca.

Al principio ella no quiso aceptarlo, pues sabía que en aquel tiempo el reloj se consideraba raro y valioso.

Le recomendé que lo guardara ya que en el futuro ese reloj le serviría de gran ayuda, y sólo entonces lo aceptó.

Después de liberado Changchun, Wang Yizhi tomó la estación radial y se encargó de su trabajo. Además, participó con frecuencia en el transporte de armas y en esa ocasión ese reloj le sirvió de mucha utilidad. Según sus palabras, en esa tarea la ayudó mucho una unidad soviética de transporte por camiones y por eso ella le obsequió como recuerdo el reloj al jefe de esa unidad.

De este modo el reloj se convirtió, afirmó Wang, en el símbolo de la amistad combativa de los pueblos de China, Corea y la Unión Soviética.

Advertimos que Wang tenía mala salud y no le permitimos partir pronto para el Nordeste de su país para que descansara. Durante su permanencia en Corea hizo recorridos por la colina Moran y otros lugares de la ciudad de Pyongyang.

Posteriormente también vino a Pyongyang con el propósito de resolver los problemas en el traslado de materiales estratégicos. Por aquel entonces también Wang Xiaoming y Peng Shilu estaban de visita aquí. En esa ocasión esos tres chinos tuvieron emocionantes encuentros con sus antiguos compañeros de armas de las Fuerzas Aliadas Internacionales.

Más tarde, si no recuerdo mal, Zhou me envió de nuevo a su esposa Wang Yizhi en el verano de 1947. En 50 días de operaciones las Fuerzas Unidas Democráticas del Nordeste obtuvieron éxitos combativos al causarle al enemigo más de 80 mil bajas y liberar 42 ciudades y poblaciones, pero seguía siendo tensa la situación en el frente. Sus combatientes sufrían grandes dificultades por la falta de calzado. Muchos, según me informaron, marchaban descalzos por lodazales y pedregales. Wang vino a verme con la intención de resolver el problema del calzado.

Di una orden urgente para interrumpir la producción para el país en todas las fábricas de calzado a fin de asegurar los zapatos con destino a los compañeros de armas de China.

Según documentos redactados en China en relación con las operaciones de liberación del Nordeste, en los primeros siete meses de 1947 nuestro país transportó 210 mil toneladas de cargas para las Fuerzas Unidas Democráticas del Nordeste y el año siguiente, 300 mil 900 toneladas.

En la segunda mitad de 1946, 18 unidades transitaron por Corea y en 9 meses del año siguiente más de 10 mil efectivos fueron a sus bases en el Nordeste pasando por nuestro país. En el 1948, alrededor de 9 mil cruzaron el río Tuman por el puente de Namyang; muchos delegados del Partido Democrático, grupos independientes y chinos residentes en el extranjero pasaron por Corea para ir a Haerbin a participar en la sesión de la Nueva Asamblea Política; incontable número de cuadros del Partido Comunista de China transitaron por ese territorio para realizar viajes de servicio.

Poco después de la conclusión victoriosa de las operaciones de liberación del Nordeste, o sea en el otoño de 1948, Zhou Baozhong, junto con su esposa Wang Yizhi y su hija Zhou Wei, realizó de nuevo una visita a nuestro país en calidad de presidente del gobierno de la provincia de Jilin y subcomandante del distrito militar del Nordeste. El objetivo del viaje era manifestar la gratitud ante nuestra sincera ayuda espiritual y material durante dichas operaciones. Trajo en tren gran cantidad de harina de trigo como muestra de su agradecimiento.

Los envié al monte Kumgang e hice que Kim Chaek les sirviera de guía y compañero de charla. El matrimonio descansó algún tiempo en la Casa de reposo de Onchon en el monte. Después de regresar del viaje de descanso hablaron alegremente del paisaje pintoresco del Kumgang acentuado por las hojas teñidas de sus árboles.

Durante su estancia en Pyongyang visitaron, acompañados por Kim Chaek, a Mangyongdae y les rindieron homenaje a mis padres ante sus tumbas.

Luego, Kim Jong Suk y yo los acompañamos a visitar la tumba de An Kil y nos retratamos con ellos.

Al recordar a Zhou Baozhong me viene con frecuencia a la memoria lo ocurrido en la segunda etapa de la Guerra de Liberación de la Patria, o más precisamente, cuando iniciamos la retirada temporal.

Un día dos jóvenes desconocidos se presentaron ante mí y me entregaron una carta que Zhou me había escrito. Eran los coreanos llamados Hyon Ju Yong y Kim Kil Ryong que habían trabajado como ayudante y chófer del remitente respectivamente, desde que éste dirigía las operaciones de liberación del Nordeste. Cuando Zhou fue nombrado como vicegobernador de la provincia de Yunnan se los llevó consigo. Pero al oir que el Ejército Popular de Corea había iniciado la retirada los instó a venir sin demora a Corea.

En su misiva Zhou decía que, aunque estaba lejos, siempre tenía puesto su pensamiento en las trincheras coreanas y que por eso me enviaba a los dos jóvenes inteligentes y con elevado sentido de responsabilidad.

Esta carta fue un gran estímulo para mí en aquel tiempo en que nuestro país sufría pruebas.

Así es la amistad de los compañeros revolucionarios. Aunque pasó mucho tiempo, no se alteraron los sentimientos de amistad combativa e intimidad tan limpios como la nieve que habíamos compartido en Jiandao, Manchuria del Norte y la base de entrenamiento en el Lejano Oriente.

El amor entre los compañeros de armas tiene una gran vitalidad, porque se forja en medio del fuego e insta a arrojarse a las llamas y exponerse a la muerte por salvar a sus compañeros.

¡Cuán hermosa es la virtud del hombre que cumple fielmente su obligación moral! Por tener esa obligación el hombre es un ser noble, y su vida un espléndido jardín lleno de flores de todas las clases.

Mi último encuentro con Zhou Baozhong fue en diciembre de 1954 cuando yo estaba de visita en China.

En aquellos días él estaba recuperándose de su crónica enfermedad del corazón en Jieshoutang, en Yiheyuan. Decía que el entonces Primer Ministro Zhou Enlai había hecho que lo trajeran a Beijing para someterlo a tratamiento.

Al verme Zhou me abrazó efusivamente con lágrimas en los ojos. Ese día vi varias veces que él, de férrea voluntad, lloraba. Me parecía que se había debilitado mucho en lo espiritual acaso por la enfermedad. Sin embargo, él primero se interesó por mi salud y se refirió a cuánto yo habría tenido que sufrir durante los tres años de guerra.

Aunque estaba enfermo escribió un voluminoso libro titulado “La guerra de guerrillas antijaponesa en el Nordeste y las Fuerzas Unidas Antijaponesas”. En febrero de 1964, diez años después de nuestro encuentro en Yiheyuan, Zhou Baozhong falleció a causa de la enfermedad que lo atormentó muchos años.

El día en que envié el telegrama de condolencia no tenía ánimo para trabajar. Lo recordé paseándome por la oficina sin hacer nada.

Durante mis actividades en las FAI me encontré de nuevo con Chai Shirong.

Me abrazó fuertemente y frotó sus mejillas de piel áspera contra las mías llamándome “hermano mayor Kim”, lo cual aún se conserva vívidamente en mi memoria. Al ver que él, quien me llevaba unos 20 años, me llamaba así, como si tratara a un hombre mayor de edad, yo reí ruidosamente preguntando si quería que yo apareciera medio anciano.

—¿Qué importancia tiene la edad, Comandante Kim, cuando usted es el predecesor que me ha conducido a convertirme en comunista? —replicó.

El nombre verdadero del comandante Chai Shirong era Chai Zhaosheng. Decían que antes de la ocupación de Manchuria por el ejército japonés se desempeñó como jefe de una estación de policía en cierta parte en el distrito Helong. Con el Incidente del 18 de Septiembre organizó con policías una pequeña unidad con el propósito de luchar contra el Estado manchú títere y Japón.

Lo vi por primera vez en 1933 cuando tenía a su cargo el mando de una unidad del ejército de salvación nacional en la región de Wangqing. Después de lograr la cooperación con la tropa dirigida por Wu Yicheng, fui a ver a Chai Shirong, pero fracasó la negociación. Con posterioridad él optó por aliarse con el comunismo hasta el punto de convertirse en comunista y entablar una estrecha amistad conmigo. En unión con él organicé los ataques a la ciudadela cabecera del distrito Dongning y Laozigou.

Luego, Chai Shirong trasladó su escenario de actividades a Manchuria del Norte y se desempeñó como comandante del quinto ejército de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Nordeste. Durante la segunda expedición a Manchuria del Norte realizamos varias operaciones conjuntas con la unidad de Chai Shirong, en las cuales éste tomaba el mando del frente central. Las regiones de Emu y Ningan fueron escenarios de nuestras acciones conjuntas.

Chai Shirong siempre me respetaba considerándome como predecesor revolucionario y se minimizaba ante mi, lo cual me hizo advertir su noble virtud.

Tras constituidas las FAI, Chai Shirong y yo asumimos el mando de los cuarto y primer destacamentos, respectivamente.

Chai Shirong ya no vive en este mundo. No sé cuándo murió. Al ver la fotografía que nos tomamos en la base de entrenamiento en el Lejano Oriente siento que una profunda emoción me invade. Esta fotografía muestra vívidamente cómo se transformó un hombre, influenciado por las ideas comunistas.

Su esposa, la viuda Hu Zhenyi, junto con su hijo, visitó a Pyongyang. Ella sirvió en el quinto ejército de las FUAN y luego fue a la base de entrenamiento antes mencionada. Al verla con los cabellos blancos, acompañada por su hijo, entrando en el vestíbulo del Palacio de Convenciones Kumsusan, me imaginé el rostro de su esposo que se recortaba sobre esos cabellos.

Otro de mis compañeros de armas chinos del período de las FAI fue Feng Zhougyun, comisario político del Ejército de ruta No. 3 de las FUAN. Antes trabajó como secretario de la organización del Partido en la Universidad Qinghua y también ejerció como profesor en Haerbin. Después de incorporarse a la revolución laboró en el comité provincial del Partido de Manchuria del Norte y en sus organizaciones filiales en distintos distritos. Fue encarcelado dos veces. En cierta ocasión fue sancionado por un error cometido en las actividades partidistas y dos veces fue herido de bala.

Realizó actividades en la Unión Soviética desde el otoño de 1939 hasta febrero de 1940 a fin de resolver problemas relacionados con la solidaridad militar y política entre el movimiento de las guerrillas antijaponesas en el Nordeste de China y la Unión Soviética. Hizo una considerable contribución a la convocatoria de la reunión conjunta de los comités provinciales de Manchuria del Norte y de Jidong, efectuada a principios de la década del 40 y, luego, a la preparación de la reunión con las autoridades soviéticas.

En la etapa de las FAI se desempeñó como jefe de la sección de información en el departamento político y también como profesor de la asignatura política para la formación de oficiales.

Durante su estancia en la base de entrenamiento, en el Lejano Oriente Feng Zhongyun se preocupaba mucho por el destino de su esposa e hijos de quienes se había separado muchos años antes. Al ver que él no podía conciliar el sueño y se ponía melancólico, pues estaba casi seguro que sus seres queridos habían muerto, sus compañeros le aconsejaban que contrajera matrimonio con otra mujer para buscar así tranquilidad en la vida.

Feng lo rechazaba tajantemente diciendo que nunca volvería a casarse aunque tuviera que vivir viudo todo el resto de su vida. La fidelidad con que Feng amaba y esperaba paciente a su legítima esposa, aunque casi no había posibilidad del reencuentro con ella, perfilaba sus nobles y rectas cualidades como revolucionario y como hombre.

Aún recuerdo vívidamente cómo se paseaba por la noche, si tenía tiempo disponible, entonando canciones chinas de nostalgia amorosa.

Después de la liberación, según supe, se encontró por fin con su esposa tan esperada y ellos vivieron felices.

Con un profundo sentimiento de respeto y gratitud alabó siempre, como Zhou Baozhong, la heroica lucha del pueblo coreano y el Ejército Revolucionario Popular de Corea.

Cuando era presidente del gobierno popular de la provincia de Songjiang, escribió un libro títulado “Breve historia de 14 años de dura lucha de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Nordeste”. He aquí extractos del libro.

“El antecedente del segundo ejército de las Fuerzas Unidas Antijaponesas fue la Guerrilla de Manchuria del Este. … Esta de carácter antijaponés constaba, inicialmente, de cuatro batallones estacionados en Yanji, Wangqing, Helong y Hunchun. La mayor parte de la población de la región de Jiandao eran coreanos, y por eso la armazón principal de esa Guerrilla estaba integrada por coreanos.

“… Teniendo al frente al General Kim Il Sung, eminente héroe nacional de Corea, realizó expediciones a Antu, Linjiang, Changbai y el río Amrok y … sostuvo una reunión con el hermano primer ejército de las Fuerzas Unidas Antijaponesas dirigido por Yang Jingyu.

“… Además, bajo la dirección del General Kim Il Sung se organizó un ejército de liberación de Corea. En varias ocasiones, tras cruzar el Amrok, éste se introdujo y desarrolló actividades en las regiones septentrionales de Corea. Allí entabló varios combates sangrientos contra los agresores del imperialismo japonés y creó organizaciones clandestinas de la Asociación para la Restauración de la Patria, del pueblo coreano.

“… Después de la liberación todos los coreanos, tanto los hombres y mujeres como los niños y ancianos, le dieron calurosa bienvenida al General Kim Il Sung gritando efusivamente “¡Viva el General Kim Il Sung, héroe nacional!”.

Feng Zhongyun, de presidente del gobierno popular de la provincia de Songjiang pasó a ser director de la biblioteca de Beijing y luego viceministro de Recursos Hidráulicos y Energía Eléctrica. Cuando desempeñaba este último cargo visitó con frecuencia nuestro país para discutir asuntos relacionados con la explotación conjunta de la central eléctrica por Corea y China.

En septiembre de 1958 vino aquí encabezando una delegación de ese Ministerio y en aquella ocasión me encontré con él en la Central Hidroeléctrica de Suphung. Tras un recorrido por las instalaciones de la planta subimos a la presa y miramos el paisaje pintoresco del lago Suphung discutiendo cómo construir en común una nueva central en el Amrok y promover la cooperación entre ambos países en la generación hidroeléctrica, lo cual no se borra de mi memoria.

Posteriormente, según supimos, durante la gran revolución cultural sufrió mucho siendo acusado de derechista hasta que murió en la cárcel en la primavera de 1968.

Con motivo de mi 80 cumpleaños su esposa Xue Wen, junto con su hijo e hija, realizó una visita a nuestro país. Fue la mujer a quien Feng Zhongyun tanto echó de menos en la base de entrenamiento del Lejano Oriente. No era alta y radiaba inteligencia en su cara. Durante la guerra antijaponesa laboró como funcionaria en el comité provincial del Partido de Manchuria.

Según ella, a fines de 1977, cerca de 10 años después del fallecimiento de su esposo fue declarada la rehabilitación de su honor y sus restos fueron enterrados en el Cementerio de los Mártires de Babaoshan en los suburbios de Beijing.

Cuando los familiares de Feng lloraban abrazándome, yo también sentí que mis ojos se anegaban por el pasado que recordaba.

Después, los familiares de Feng vinieron aquí varias veces. En un año, su hija mayor Feng Yiluo celebró su 60 cumpleaños en Pyongyang, y Kim Jong Il le envió una exquisita mesa.

Las relaciones de amistad combativa y fraternidad establecidas entre Feng Zhongyun y yo se mantienen sólidas por nuestras posteriores generaciones.

Zhang Shoujian, que actuó como funcionario político en la etapa de las FAI, era también uno de mis íntimos camaradas de armas chinos. En Manchuria del Norte se desempeñó como comandante del Ejército de ruta No. 3. Se llamaba también Li Zhaolin. El tenía estrechas relaciones de amistad con Feng Zhongyun y las mantenía también con Kim Chaek.

Una de sus cualidades distintivas fue la modestia y abnegación, a las cuales tal vez se debiera que nos hiciéramos amigos en el primer contacto. Yo sentía gran simpatía por Zhang Shoujian que cedía todo lo bueno a los compañeros y se brindaba a acometer las tareas difíciles.

En las evaluaciones que la Internacional tenía redactadas de los miembros del mando de las guerrillas se lee que Zhang Shoujian era excelente organizador y dirigente de la guerrilla con gran valor, entusiasmo y creatividad.

Dicen que en el tiempo de la guerra antijaponesa la “Canción de Luying” escrita por él se cantaba ampliamente entre los guerrilleros de Manchuria del Norte.

Después del triunfo en la guerra contra Japón Zhang Zhoujian trabajó con entusiasmo desempeñando cargos importantes como secretario del comité regional del Partido Comunista en Songjiang y vicegobernador de la provincia del mismo nombre hasta ser asesinado por agentes del Guomindang en Haerbin.

Zhou Baozhong, Zhang Zhoujian y Feng Zhongyun ya se alejaron de nuestro lado.

En abril de 1992 mis antiguos compañeros de armas del período de las FAI vinieron aquí y me felicitaron por el 80 aniversario de mi natalicio, entre los cuales figuraban Chen Lei y su esposa Li Min y Li Jae Dok. Todos ellos eran, para mi, huéspedes honorables.

Chen Lei fue el jefe de la sección de propaganda del sexto ejército de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste y luego comisario político del regimiento No. 3. En la etapa de las FAI dirigió una sección y después de la liberación laboró como secretario del comité del Partido Comunista en la provincia de Heilongjiang y su gobernador provincial. Cuando era presidente de la comisión de consejeros del Partido de dicha provincia realizó una visita a nuestro país al frente de una delegación de amistad de la provincia.

En saludo de mi 80 cumpleaños me regaló una colgadura en que se lee: “Felicito por su 80 aniversario, camarada Kim Il Sung, viva mil años”. Al entregármela él afirmó que yo había conducido a la victoria las duras guerras contra el imperialismo japonés y el norteamericano y edifiqué un paraíso para el pueblo en nuestro territorio nacional de tres mil ríes, y formuló votos por que yo viva miles de años con el Estado de Koryo. Chen Lei fue un buen calígrafo.

Su esposa Li Min me regaló una colección de cien canciones revolucionarias que se cantaban en el período de la guerra antijaponesa. Ella fue locutora en las FAI.

Los pueblos y revolucionarios de Corea y China separados por el Tuman y Amrok son íntimos vecinos. Han venido luchando en la misma trinchera donándose unos a otros la sangre, carne y hueso durante más de medio siglo desde la guerra antijaponesa. Estas inapreciables tradiciones de lucha y amistad fraternal se mantendrán de generación en generación como un hermoso jardín de flores.

En julio de 1994 se dio a conocer a todo el mundo por la radio la noticia del fallecimiento repentino del gran Líder, Presidente Kim Il Sung. La noticia necrológica fue tan sorprendente como el derrumbe del cielo. Todo el mundo lloró tristemente por la muerte del gran hombre.

Chen Lei y su esposa Li Min partieron en auto de Haerbin para dar el último adiós al difunto Líder nuestro.

El consulado general de la RPDC en Shenyang, China, se lo informó al gran Dirigente Kim Jong Il, quien hizo recibirlos en el puente del Amrok y guiarlos hasta Pyongyang. Los visitantes chinos, después de pasar el Amrok, fueron llevados en un automóvil asignado por el comité del Partido en la provincia de Phyong-an del Norte hasta Sinanju, donde estaba esperándolos un auto enviado por Kim Jong Il. Viajaron un día y una noche 2 500 ríes de distancia, sin dormir, pensando en la generosa imagen del gran Líder que tenían marcada en su mente desde el tiempo de la guerra antijaponesa. Cuando llegaron al lugar donde estaba el difunto daban las doce. Sin tomar tiempo para arreglar sus arrugadas ropas, acudieron adonde estaba depositado el fallecido y lloraron con tristeza diciendo: “Querido Presidente, estamos en su presencia Chen Lei y Li Min, compañeros de armas de usted”.

El General Kim Jong Il los recibió en la tribuna presidencial del mitin de condolencia.

Zhou Wei, hija de Zhou Baozhong, consideraba como el mayor remordimiento de su vida no haber podido ver de nuevo al gran Líder antes de la muerte.

En octubre de 1995 ella le escribió una carta al General Kim Jong Il regalándole un libro ilustrado redactado por ella misma. En este libro se veían también muchas fotografías que muestran la vida de su padre y también varias del gran Líder y Kim Jong Suk, heroína de la guerra antijaponesa.

En el verano del año siguiente Zhou Wei vio realizado por fin su deseo de visitar a Corea. Con imborrables recuerdos del gran Líder que tenía en la memoria desde que permanecía en la base de entrenamiento del Lejano Oriente, corrió a Pyongyang. Apenas llegó fue primero al Palacio Memorial Kumsusan.

Allí lloró desconsoladamente musitando: “Presidente Kim Il Sung … ha venido Zhou Wei. Abra los ojos aunque sea un momento y véame, por favor.”

Desde su corazón brotó la firme decisión de ser una hermosa flor de la amistad China-Corea siguiendo el ejemplo de sus padres.

Fue a uno o dos días de la llegada a Jabarovsk cuando An Kil me hizo saber que Choe Yong Gon se encontraba en un lugar cercano y quería mucho verme y dijo que todavía no conocía de mi llegada, de lo contrario, hubiera venido a todo correr. Yo también tenía muchos deseos de verlo. Choe Yong Gon era uno de los compañeros de armas, como Kim Chaek, Kang Kon, Ho Hyong Sik y Pak Kil Song, a quienes deseaba ver desde hacía mucho tiempo.

Uno de los objetivos principales de la segunda expedición a Manchuria del Norte que organizamos mientras actuábamos en la región de Jiandao, fue precisamente encontrarnos con Kim Chaek, Choe Yong Gon y otros compañeros coreanos de armas de allí y ayudarlos en su lucha. No obstante, ese objetivo no se alcanzó lamentablemente por causas inevitables.

Oí decir que Choe Yong Gon también nos envió sus enlaces cuatro veces, uno de los cuales pudo llegar hasta Dunhua, de donde partió de regreso.

Era nuestro deseo y aspiración comunes realizar intercambios, colaborar, cooperar y solidarizarnos entre los comunistas coreanos que actuábamos en diversas regiones de Manchuria del Este, Sur y Norte.

Choe Yong Gon fue uno de los hombres de mérito que desempeñaron el papel principal en la fundación de las Fuerzas Unidas Antijaponesas en Manchuria del Norte. Los cuarto y séptimo ejércitos de estas Fuerzas fueron estructurados principalmente por él. Hasta que se internara en el Lejano Oriente desempeñó el cargo de jefe de Estado Mayor de un ejército.

Quien me habló por primera vez de él fue Pak Hun, graduado de la Academia Militar de Huangpu. Fue cuando fundamos la Guerrilla Popular Antijaponesa en Antu e impulsamos los entrenamientos. Por aquel entonces la mayor dificultad era la carencia de instructores militares. A pesar de que organizamos la Guerrilla, teníamos nada más que un solo especialista militar capaz de entrenarla.

Cada vez que Cha Kwang Su, Pak Hun y yo nos reuníamos, discutíamos acerca de dónde conseguir expertos militares. Así fue como Choe Yong Gon fue inevitablemente objeto de nuestra discusión.

Pak Hun afirmaba que al romperse la alianza entre el Partido Comunista y el Guomindang, después de la muerte de Sun Zhongshan, los jóvenes coreanos que estaban en la Academia Militar de Huangpu se dispersaron por distintos lugares; que entre ellos la figura que merecía atención era Choe Chu Hae, quien sirvió en dicha academia como instructor, y que si teníamos siquiera una o dos personas como él, eso nos sería de mucha ayuda, pero no sabía dónde estaba él ni qué hacía.

Como supimos posteriormente, Choe Chu Hae era otro nombre de Choe Yong Gon, quien se llamaba, además, Kim Ji Gang o Choe Sok Chon.

Al oir que él estaba en Jabarovsk propuse que nosotros le visitáramos primero, sin esperar a que él viniera.

Cuando llegué a su casa tras An Kil, Choe Yong Gon se levantó de un salto y me miró un largo rato. Era un hombre de anchos hombros, de tipo militar.

—Por fin, veo aquí en Rusia al Comandante Kim, a quien no pude encontrar en Manchuria. —Dijo como saludo mientras tomaba mi mano. Después, con los ojos lagrimosos explicó que aunque conoció la noticia de que el Comandante Kim llegaría pronto a Jabarovsk no creía que sería tan de inmediato, y pidió repetidas veces que lo disculpáramos por recibirme en su morada en vez de él visitarme a mí.

—Mi deseo de toda la vida era combatir junto con el Comandante Kim y ahora que nos vemos, estoy muy contento. Desde ahora no nos separaremos.

Choe Yong Gon tuvo muchos tropiezos desde que se incorporara a la revolución.

Según sus palabras, igual que nosotros empezó la revolución por el movimiento estudiantil.

Cuando cursaba la escuela secundaria se produjo una huelga estudiantil contra el director norteamericano, cuyo promotor fue él.

El director huyó presa de pánico, pero por la intervención de las autoridades japonesas Choe Yong Gon y otros estudiantes que organizaron la huelga fueron expulsados.

Posteriormente, Choe Yong Gon participó también en el Levantamiento Popular del Primero de Marzo y en la edición de publicaciones antijaponesas, razón por la cual estuvo en la cárcel.

Y después permaneció un tiempo en Soul, donde, por casualidad, trabó amistad con un trabajador clandestino del Gobierno Provisional en Shanghai y decidió actuar junto con él. Finalmente, atraído por éste abandonó la tierra patria para ir al Gobierno Provisional en Shanghai.

Dijo que llegó a Shanghai a la deriva, pero quedó decepcionado al ver la realidad en que se encontraba ese Gobierno. Con posterioridad, se incorporó al movimiento comunista y en el curso de la lucha llegó a acumular cierta experiencia militar, pero a diferencia de su propósito de rescatar la estatalidad que abrigaba al salir del país se vio sumergiendo cada vez más profundamente en la revolución china. En aquel tiempo los jóvenes coreanos que actuaban en el interior de China depositaban muchas esperanzas en la revolución china.

Cada vez que evocaba esa época Choe Yong Gon solía decir:

—Me sentía orgulloso aunque hacía la revolución de otro país, pero no podía librarme del estado de tristeza porque inexplicablemente tenía la sensación de que de modo innegable me marginaban. A veces intentaba justificarme, según la fórmula de igualdad de que la revolución china era precisamente la misma coreana y viceversa, pero nunca logré sacudirme por completo el sentimiento de culpa, como si yo hubiera huido lejos, volviéndole las espaldas a la realidad de la Patria.

Cuando Sun Zhongshan, preconizando la alianza con la Unión Soviética, con el comunismo y la ayuda a la industria y la agricultura, trató de derrocar el gobierno de Beijing apoyándose en la alianza entre el Guomindang y el Partido Comunista y establecer un gobierno revolucionario nacional, Choe Yong Gon tomó parte activa en esa lucha. Según su confesión, juzgaba que si las fuerzas revolucionarias nacionales llevaban a cabo exitosamente la ofensiva al norte, y así controlaran hasta el Noreste de China, se crearía una situación favorable para la independencia de Corea.

Sin embargo, la situación general no se desenvolvió tal como esperaba él. Una vez fallecido Sun Zhongshan, Jiang Jieshi rompió la alianza entre el Partido Comunista y el Guomindang y perpetró masacres de comunistas. Para reprimirlos no hizo distinción de nacionalidades. En el curso de esa gran matanza, en el interior de China fueron asesinados un buen número de coreanos a manos de Jiang Jieshi.

Choe Yong Gon también se salvó varias veces de la muerte. Para evadirse de la ola de sangre del genocidio huyó del interior de China. El lugar adonde llegó, según dijo, fue a Manchuria del Norte. Se arrepintió de que entonces fuera directamente a Manchuria del Norte, en vez de encaminarse hacia Jiandao. Fue un error como el desvío de la ruta de navegación, expresó.

—Si aquella vez hubiera ido a Jiandao, habría podido encontrarme más temprano con el Comandante Kim y hacer algún aporte a la revolución coreana. De veras, lo siento mucho. Esto será el arrepentimiento de toda mi vida.

Yo le dije:

—También a mí me da muchísima lástima el no haber podido estar mano a mano, más temprano, con un especialista militar como Choe Yong Gon. Si hubieran existido en Manchuria del Este personas como Kim Chaek y Choe Yong Gon, habríamos hecho mucho más para la revolución coreana. Ya, dejemos de hablar del pasado. Usted y otras personas medulares prendieron las llamas de la resistencia antijaponesa en Manchuria del Norte, gracias a lo cual se conscientizaron de modo revolucionario los coreanos allí radicados y se desarrolló también el movimiento de las Fuerzas Unidas Antijaponesas. Si las masas llegan a tener conciencia revolucionaria, esto servirá de preparación y de base para la revolución coreana. Además, será útil para la revolución china. No observemos separadas la revolución coreana y la china. Mientras hacemos la revolución en el territorio chino, no podemos menos que conceder importancia a la lucha común con los comunistas chinos y al frente común con las fuerzas antijaponesas de ese país. Lo que hasta el presente han hecho ustedes en Manchuria del Norte es para la liberación de China y, al mismo tiempo, para la de Corea.

Choe Yong Gon confesó que hasta entonces lo que le afligió más en la vida fue el sentimiento de soledad. Al porqué mío respondió que además de que le parecía que el enemigo era demasiado potente y las perspectivas de la revolución muy difusas, vivía entre chinos, razón por la cual naturalmente sentía soledad. Y cada vez que este sentimiento le invadía en grado insoportable, pensaba en los comunistas coreanos que combatían en el monte Paektu.

Al oirle hablar así pude comprender su estado anímico cuando me envió enlaces no menos de en cuatro ocasiones.

Choe Yong Gon afirmó que le produjo un poderoso estímulo cuando recibió el Programa de Diez Puntos de la Asociación para la Restauración de la Patria. Apuntó que después de leerlo llegó a pensar que para contribuir mejor a la revolución coreana debía ir al monte Paektu y combatir junto con nosotros y decidió, en el caso de ser imposible lograr esto, establecer por lo menos estrechas relaciones con nuestra guerrilla.

Como tocó este tema le expliqué de qué forma en 1935 organizamos la segunda expedición a Manchuria del Norte para ver expresamente a los compañeros coreanos de armas de allí.

Aquel día, también hablamos sobre los sucesos ocurridos a principios de la década de 1930, cuando estuvimos muy atareados en Manchuria del Este y el Norte para fundar destacamentos armados.

Choe Yong Gon dijo que había creado centros de entrenamiento y destacamentos armados con los campesinos de Manchuria del Norte, pero sufrió mucho porque no pudo lograr ampliar las fuerzas como se proponía. A continuación me pidió que le explicara con qué método pensaba realizar mi proyecto de movilizar a todo el pueblo a la guerra de resistencia, pues él había oído en varias ocasiones hablar de mi planteamiento sobre el particular.

Le expliqué:

—La realidad en la Patria es que la mayoría de los coreanos, habiendo llegado al último extremo, anhela el resurgimiento de la nación. De armarlos aparecerá todo un ejército de cientos de miles de efectivos. ¿De qué manera queremos armarlos? Pues, organizando por doquier agrupaciones paramilitares, cuyos integrantes desplieguen actividades armadas a la vez que se ocupen de sus quehaceres cotidianos. Entonces aparecerán destacamentos de obreros en las zonas industriales, de campesinos en las zonas rurales y de estudiantes en las ciudades. Desde la segunda mitad de la década de 1930, en las zonas septentrionales de Corea ya fueron organizadas y están operando guerrillas de producción y brigadas de choque de obreros. Con el tiempo vamos a crear tales agrupaciones en todas partes del país. ¿Quiénes serán sus organizadores? Serán enviados a esos lugares combatientes de médula forjados en la Lucha Armada Antijaponesa.

Apunté a continuación:

—Esta no es de ninguna manera una cosa lejana. La tendencia general del mundo está yendo rumbo a la derrota del imperialismo japonés. Por el momento Japón está en guerra sólo con China, pero, tarde o temprano, podrá desencadenar una guerra a mayor escala. Si desata otra guerra, encima de que la situación en el frente chino-japonés es funesta, traerá como consecuencia su ruina. No hay la menor duda de que dentro de pocos años llegará la hora del combate decisivo. Cuando llegue ese momento, tendremos que librar la batalla decisiva mediante la ofensiva general del ERPC, principal fuerza de la revolución coreana, y en combinación con esta operación, la resistencia popular total en que tomarían parte todas las organizaciones de resistencia del país. Este es mi proyecto en cuanto a la operación de liberación de la Patria y mi lineamiento para alcanzar la independencia con las propias fuerzas.

Después de escuchar mis palabras Choe Yong Gon confesó:

—Me parece que mi concepción con respecto a las masas es errónea. Hasta la fecha he considerado a los habitantes del interior del país como un mero objeto de salvación y nunca como protagonistas de la operación de liberación. La revolución se lleva a cabo sólo por los precursores, no por cualquiera. Es verdad que en ella los obreros y los campesinos constituyen la fuerza motriz, pero ¿es posible lograr que todos ellos participen en ella? Los antecesores deben entregar al pueblo la Patria liberada a costa de su sangre. Este es mi punto de vista en cuanto a las masas, razón por la cual he dado importancia unilateralmente al aspecto militar, a despecho de la labor política para la concientización revolucionaria de las masas.

Mientras intercambiábamos opiniones, Choe Yong Gon, quien al primer momento parecía hosco, esbozó una sonrisa de vez en cuando.

El expresó que al venir a Jabarovsk se interesó sólo por la colaboración militar con la Unión Soviética, casi sin pensar en asuntos como el armamento de todo el pueblo en el interior de Corea y la operación de liberación de la Patria, pero una vez entrevistado con el Comandante Kim ya estaba viendo claramente el camino a seguir.

—Comandante Kim, le digo con franqueza que deseo combatir en el monte Paektu. Me parece que sólo yendo al monte Paektu yo también podría cumplir con mi deber de coreano. Mi anhelo es combatir en este monte como un subordinado del Comandante Kim y que sea enterrado allí mismo. Poco me importa que sea un guerrillero de fila o que cumpla cualquier otra tarea.

Al pronunciar estas palabras se le veían lágrimas en los ojos.

—Como estamos reunidos en un mismo lugar todos los revolucionarios coreanos que combatimos dispersos en Manchuria del Sur, el Este y el Norte, desde ahora vamos a luchar, sin separarnos más, cogidos de las manos más firmemente, en aras de Corea, —dije en el momento de abandonar la residencia de Choe Yong Gon.

El encuentro con él me causó una imborrable impresión. En las palabras que me dirigió con los ojos brillantes de lágrimas se reflejaba el deseo que venía abrigando a lo largo de varios años. Era un ardiente anhelo de contribuir directamente a la revolución de su país pese a la situación de actuar en tierra ajena; una inconmovible aspiración a cumplir la revolución de manera independiente, teniendo un solo centro y uniéndose a su alrededor.

Ese anhelo o aspiración no eran sólo de Choe Yong Gon, de una sola persona. Los poseían todos los comunistas coreanos, independientemente de que actuáramos en el Sur o el Este o el Norte de Manchuria.

El que Choe Yong Gon dijera tan ardorosamente que quería luchar en el monte Paektu fue la manifestación de su confianza y esperanzas depositadas en nosotros y de su sentimiento patriótico de hacer la revolución coreana, y de entregar la vida en aras de Corea aunque tuviera que morir. Una gran parte del deseo guardado por él fue satisfecha por sí sola posteriormente al organizarse las Fuerzas Aliadas Internacionales. Desde que se entrevistó conmigo la primera vez en Jabarovsk él quedó a nuestro lado. En resumidas cuentas, así se logró su deseo de combatir junto con nosotros en el monte Paektu.

Entre los compañeros de armas de Manchuria del Norte con quienes me encontré en el Lejano Oriente estaba también Kang Kon.

Antes de organizarse las FAI lo vi en el campamento del norte. Al verme se puso tan contento que todos los cuadros militares y políticos de los Ejércitos de ruta No. 2 y No. 3 que presenciaron la escena se asombraron.

De entre los cuadros militares y políticos de Manchuria del Norte sólo Zhou Baozhong y algunos otros originarios del quinto ejército sabían de las relaciones entre Kang Kon y yo.

Nos conocíamos desde hacía mucho tiempo. Cuando estaba en Manchuria lo vi dos veces durante la primera y segunda expedición a Manchuria del Norte.

Desde 1938 Kang Kon actuó como comisario del noveno regimiento de la tercera división del quinto ejército. Por el hecho de que a poco tiempo de ingreso fuera promovido como trabajador político a nivel de regimiento se podía juzgar el grado de confianza que se depositaba en él.

Después de que en la Conferencia de Xiaohaerbaling nosotros planteáramos la orientación acerca de las actividades en pequeñas unidades, también en el quinto ejército se llevó a cabo la reorganización de sus unidades. En esa ocasión Kang Kon fue nombrado comisario del grupo de escolta subordinado directamente al mando general del Ejército de ruta No.2. El jefe era Pak Rak Gwon.

Cada vez que me encontraba con los mensajeros que iban y venían de Manchuria del Norte les preguntaba por Kang Kon y la respuesta era invariable, que él estaba combatiendo con éxito. En el quinto ejército era ampliamente conocido como comandante con talento militar que progresaba con rapidez y prometía mucho.

Si él pudo convertirse en una persona sobresaliente con rapidez, sólo en dos o tres años después de que se alistara, fue porque además de que combatía bien, amaba profundamente al pueblo.

Decían que los habitantes se encariñaban mucho con él por ser un hombre de carácter recto y modesto. Cada vez que entraba en las aldeas al frente de la unidad los habitantes, jubilosos por ver al comisario Kang, le daban una calurosa bienvenida. Y le imploraban a porfía que admitiera a sus hijos en su unidad. Así, la unidad de Kang Kon disfrutaba de popularidad. Se decía que él implantó en su unidad una disciplina y un orden tan férreos que sus subordinados poseían un alto sentido organizativo y disciplinario.

Kang Kon se destacaba en los combates. Siempre demostró sin reserva su talento y capacidad como comandante.

Su habilidad militar se evidenció más en el período de las acciones con pequeñas unidades. Sobre todo, era un especialista en emboscadas y en operación de descarril de trenes. En una oportunidad, hizo volar un tren en que viajaban sólo los oficiales japoneses. En los tiempos de acciones con pequeñas unidades dirigió hábilmente en varias ocasiones operaciones de voladura de trenes y de destrucción de puentes ferroviarios, carreteras y depósitos militares, lo que fue un duro golpe para los enemigos.

Aquel día en que volví a verlo intercambiamos durante largas horas los recuerdos en la ribera del Amur.

Después de la organización de las FAI él quedó a nuestro lado. Llamamos casa de corredor la residencia donde vivíamos Kang Kon, yo y otros comandantes principales de las FAI.

La casa de corredor era una vivienda de forma redonda de las que había muchas en las zonas siberianas por aquella época. Sus habitaciones estaban colocadas en forma circular alrededor de un corredor.

Con posterioridad, volví a conversar con él en varias oportunidades y resultó que ese hombre, irreprochable en el pensar y actuar, narraba también de modo interesante. Había quienes lo calificaban de comandante militar de carácter seco y duro, pero este criterio se daba sin conocer bien las cualidades humanas de Kang Kon. Poseía un corazón sensible y ricos sentimientos humanos, además de juicio sereno y carácter recto.

El nunca embellecía su opinión o planteamiento. Expresaba con franqueza, sin ningún adorno, lo que pensaba de ordinario.

Kang Kon hablaba mucho sobre su tierra natal Sangju, en la provincia de Kyongsang del Norte. Dijo que partió de allí a una edad temprana, sólo de 10 años, pero la describía muy nítidamente y la echaba ardorosamente de menos.

Entonces le oí decir varias veces que Sangju era un lugar conocido por su licor y seda. Afirmó que allí abundaba también el caqui.

Cada vez que hablaba del licor, el caqui, la seda, el río Raktong y el monte Sokri, sus ojos brillaban por las lágrimas. Ese hombre que aparentemente era de carácter seco y sereno, tan pronto como se promovía la conversación de su tierra natal, no podía contener la emoción como los poetas, y se tornaba más hablador que de ordinario. También recordaba dolorosamente a su hermana mayor que se quedó allá como futura nuera en una familia extraña.

Una persona que ama con tanta vehemencia la tierra natal como Kang Kon, hace también con entusiasmo la revolución. Quien tiene un fuerte sentimiento de amor a su pueblo natal, igualmente ama ardorosamente la patria, y el poseedor de un fuerte patriotismo cuenta con un alto fervor revolucionario.

En el tiempo de las Fuerzas Aliadas Internacionales, la amistad entre Kang Kon y yo se desarrolló como un ferviente amor camaraderil.

De las cualidades de la persona de Kang Kon lo que me causó especial admiración fue sus sobresalientes conocimientos militares y alto sentido de responsabilidad. Sus conocimientos militares eran muy amplios. Si se sostenían discusiones sobre alguna operación militar, él planteaba con mucho entusiasmo sus opiniones, las cuales resultaban singulares y profundas.

Kang Kon hablaba con soltura tanto en chino como en ruso. Comenzó a aprender la lengua rusa después de haber llegado al campamento del norte, pero al poco tiempo pudo entablar simples diálogos con los oficiales soviéticos y leer y entender por sí solo el manual de reglamentos normativos militares de la Unión Soviética, escrito en ruso.

En cuanto a su cerebro lúcido, admiraron tanto los soviéticos como los chinos. El usaba abreviaturas de caracteres chinos, hechas a su manera.

Quien se alegraba más que nadie del progreso de Kang Kon era Kim Chaek. Las relaciones de entre ellos eran las de entre maestro y discípulo. Decían que mientras actuaba en Ningan, Kim Chaek trabajó de maestro por cierto tiempo en una escuela privada y en ella estudiaba Kang Kon.

—Sin Tae tenía fama de genio también en la época de la escuela privada; ya en aquel tiempo aprendió de memoria los “Tres Reinos en Guerra”12, —decía a menudo con orgullo Kim Chaek. Sin Tae es el nombre verdadero de Kang Kon.

Aunque Kim Chaek y Kang Kon estaban en relación de maestro y discípulo, en cuanto a sus cualidades se parecían tanto como si fueran gémelos. Si en toda su vida Kim Chaek fue famoso por su rectitud e intransigencia, Kang Kon fue un hombre no menos firme e inflexible que él. También en el sentido de principios y la capacidad de despliegue los dos hombres casi no diferían, como si fueran sacados de un mismo molde.

Después de la liberación, Kang Kon, cuando era jefe del Estado Mayor General, tenía bajo sus órdenes muchas personas mayores que él y no fueron una o dos con un largo antecedente revolucionario. Sin embargo, todas ellas lo trataron con cierta castidad porque sabían bien que era un hombre de firmes principios revolucionarios.

Kang Kon no cedía en lo más mínimo en cuanto a los principios, sin hacer caso de la persona que se tratara. Aunque fuera un pariente cercano el que hubiera abandonado los principios, no lo perdonaba.

Kim Jong Il enfatiza a los funcionarios que aprendan de la fidelidad de Kang Kon al Partido y el Líder y de sus principios revolucionarios, y es ésta una justa demanda. Kang Kon fue un funcionario directivo de talento y un comandante carismático, digno de ser seguido por la joven generación. Cayó en combate a una edad demasiado temprana, de lo contrario, habría trabajado mucho más para la construcción de las fuerzas armadas.

Kang Kon entregó a la revolución hasta su última gota de sangre. En toda su vida no conoció qué era descansar. Aun cuando fue derrotado Japón, no pudo retornar a la Patria, se quedó para ayudar a la revolución china y participó en las operaciones de liberación del Noreste como comandante del subdistrito militar de Jidong.

Cuando se efectuaban estas operaciones organizó muchas unidades con los coreanos. Según informaciones, en ellas participaron no menos de 250 mil coreanos. Por haber trabajado sin cuidarse hasta se enfermó del estómago. Al regresar a la Patria trabajó como jefe del segundo Centro de Preparación de Cuadros de la Seguridad y también entonces padeció mucho a causa de una úlcera estomacal. En aquel entonces nunca pudo comer a tiempo. Por estar padeciendo de úlcera estomacal grave, en los banquetes yo le prohibía tomar hasta refrescos gaseosos para no hablar de bebidas alcohólicas.

Fueron inmensas sus proezas en la construcción de las fuerzas armadas populares.

En los éxitos combativos que nuestro Ejército Popular alcanzó durante la primera etapa de la guerra, entre otros las victorias en las batallas de liberación de Soul y de Taejon, está impreso también el gran mérito de Kang Kon.

Cuando el Ejército Popular avanzó hasta la línea del río Raktong, al informarme de la situación en el frente, dijo de paso que podría encontrarse con su hermana en Sangju, su tierra natal.

Pero, esas palabras fueron su última voluntad. En septiembre de 1950 cayó desgraciadamente en un combate, en un lugar no lejos de su tierra natal.

Kang Kon fue un cuadro talentoso. Estaba versado tanto en la política como en el arte militar. Cuando murió tenía 32 años. Los soviéticos nos envidiaron por tener a tan joven jefe de Estado Mayor General. Verdaderamente fue una gran desgracia que Kang Kon se fuera de nuestro lado a una edad tan temprana.

Le otorgamos el título de Héroe de la República, y para transmitir sus méritos a la posteridad, a la Escuela Central de Oficiales No. 1 le pusimos Escuela de Oficiales Kang Kon. Con motivo del vigésimo aniversario de la fundación de la República levantamos su estatua de bronce en la ciudad de Sariwon.

De veras, la pérdida de Kang Kon fue muy dolorosa para nosotros. Hasta ahora lo recuerdo a menudo.

Al entrar en la base de entrenamiento del Lejano Oriente lo que desearon unánimemente los combatientes antijaponeses procedentes de Manchuria del Este era encontrarse con los coreanos que lucharon en su parte Norte. Y éstos manifestaron que habían abrigado el mismo deseo al acudir allí.

Cuando fuí por primera vez al campamento del norte los guerrilleros coreanos que vinieron del Norte de Manchuria salieron todos corriendo afuera del cuartel para saludarme. En su mayoría absoluta me veían por primera vez. Parece ser cosa de ayer el que cuando iba a abandonar dicho campamento ellos no me dejaban partir.

Los combatientes coreanos de Manchuria del Norte trataron a los de su parte Este como si hubieran venido de la Patria. No había diferencia entre ambas zonas en el sentido de que pertenecían por igual al territorio de Manchuria, pero el Este se encontraba, por lo menos, más cerca de Corea que el Norte. ¿No es verdad ? No era ilógico que todos consideraran el Este de Manchuria como una parte de la Patria porque los coreanos fueron los primeros en explotar este territorio y también iniciadores de su revolución.

Además, los combatientes antijaponeses procedentes del Este de Manchuria estuvieron junto conmigo en la Patria en varias oportunidades. Por eso, era natural que los del Norte nos trataran como compatriotas venidos de la tierra patria.

Cuando fuí por primera vez al campamento del norte la persona más descollante era Kim Ryong Hwa que tenía bigote. Era muy impresionante su bigote.

El otro era Choe Yong Jin, un bromista inigualable. También él tenía bigote. Dio un paso adelante y me presentó a los compañeros uno a uno sin formalidades y con tanta desenvoltura que me dio la impresión de que no era la primera vez que nos veíamos.

Al presentármelos explicó de modo sucinto, en pocas palabras, las características de cada cual: “Kang Sang Ho tiene una memoria extraordinaria; Kim Ryong Hwa y Kim Tae Hong, excelentes tiradores; Jang Sang Ryong, Kim Ji Myong y Jon Pong So, ligeros en los movimientos y diligentes como ruedas de carreta; Kim Jung Dong, sagaz en ver y hacer; Ryu Ung Sam, buen labrador …” Posteriormente se confirmó que sus caracterizaciones eran correctas.

Kang Sang Ho era de ideas lúcidas, Kim Ryong Hwa y Kim Tae Hong, famosos en el tiro; y los demás hombres, entre otros Jang Sang Ryong, Kim Ji Myong, Jon Pong So, Pak U Sop, Kim Yang Chun eran todos abnegados y honestos trabajadores que ejecutaban de modo hábil, sin dejar para más tarde, cualquier tarea que se les encomendara. En la época de la base de entrenamiento en el Lejano Oriente, Jang Sang Ryong prestó mucho servicio de mensajero entre Kim Chaek y yo.

Ryu Ung Sam era un hombre versado en asuntos agrícolas. Cuando estuvo en Manchuria del Norte se encargó del trabajo de la agricultura en la zona guerrillera y también en el campamento del norte se interesaba por unas u otras labores relacionadas con la granja de economía suplementaria. En un tiempo se desempeñó como jefe del departamento de economía secundaria en el Ministerio de las Fuerzas Armadas Populares.

Por aquel entonces también me encontré con Choe Min Chol y Ri Jong San. Este era el más joven de los procedentes de Manchuria del Norte. Cuando Choe Yong Jin recordó cómo Ri Jong San se había caído rodando de la cama al oir el disparo de alarma, todos los presentes nos morimos de risa.

Las guerrilleras que vinieron de Manchuria del Norte eran generalmente de carácter abierto. Allí se extienden muchas llanuras inmensas. Parece que los habitantes en extensas zonas llegan a tener un carácter abierto. Además, ellas eran ágiles jinetes.

De entre ellas las mejores radiotelegrafistas eran Pak Kyong Suk y Pak Kyong Ok, y la mejor jinete Wang Ok Hwan. Me dijeron que también Ri Suk Jong cabalgaba con habilidad. Ho Chang Suk, Jon Sun Hui y Jang Hi Suk eran expertas en sastrería. Y Ri Kye Hyang era una tiradora infalible.

Al presentar a cada uno de sus compañeros Choe Yong Jin pronunciaba algunas palabritas cómicas dibujando una expresión burlona en la cara, cosa que provocaba risas entre la gente. También cuando estaba en Jiandao Oeste había oído algo de que él era un hombre interesante, pero al encontrarme directamente con él resultó ser más interesante.

El que Choe Yong Jin era un famoso combatiente y un obstinado se sabía ampliamente también entre la gente de nuestra unidad principal. Su fama de combatiente comenzó a difundirse desde que mostró su bravura en el combate en que fueron aniquilados un alto oficial del “cuerpo punitivo” del ejército japonés y todos sus acompañantes que realizaban un viaje de inspección en un barco motorizado.

Choe Yong Jin era un hombre de firmes principios revolucionarios.

Cuando desempeñaba el cargo de jefe de regimiento o de compañía en Manchuria del Norte, una vez se fue a ver a su padre que militaba en el cuerpo de autodefensa para resolver el problema de los alimentos de su unidad.

Originalmente su padre era independentista antijaponés, había luchado con el fusil en la mano en el Ejército Independentista. Al fracasar el movimiento de este Ejército dejó el arma y se retiró para regresar a la casa. Entonces los enemigos lo reclutaron a la fuerza para el cuerpo de autodefensa con el fin de utilizarlo en sembrar cizaña entre los coreanos.

Choe Yong Jin, explicándole la difícil situación alimenticia de su destacamento, pidió que le entregara cereales. El padre lo rechazó tajantemente alegando que no tenía arroz que darle.

De hecho, su familia poseía cierta cantidad de tierras y suficientes provisiones de cereales. Aunque no era muy rica, podía subsistir sin problemas, sin que se viera obligada a alimentarse sólo de gachas aguadas. No se podía saber el motivo por el cual el padre de Choe Yong Jin se negaba a entregar los cereales; quizás fue para demostrar ante otros miembros del cuerpo de autodefensa que no tenía relaciones secretas con los guerrilleros.

Ante la negación del padre, Choe Yong Jin, de carácter impetuoso, se indignó:

—¿Cómo es posible que usted que antes sirvió en el Ejército Independentista, actúe así? Precisamente usted debería ayudarnos más que nadie. Para derrotar al vandálico imperialismo japonés y recuperar el país arrebatado, los guerrilleros antijaponeses están luchando pese a estar mal alimentados, mal vestidos y durmiendo a la intemperie. No ayudar a la guerrilla que lucha derramando la sangre por la restauración de la Patria es una actitud traidora, en perjuicio del país y la nación. Si se niega a entregarme el arroz, no lo dejaré en paz.

Fuera por que quedara fuertemente conmovido por las palabras del hijo o por otro motivo, de cualquier manera, el padre le dio no menos de 15 carretas de arroz. Y con posterioridad siguió consiguiendo y enviando a la guerrilla mucha cantidad de alimentos y armas. Aunque tenía el rótulo de miembro del cuerpo de autodefensa desplegó tenazmente la campaña de ayuda a la guerrilla con el mismo patriotismo y la entereza con que en el pasado había peleado con el fusil en la mano en el Ejército Independentista.

Posteriormente fue asesinado por los japoneses.

En la época de las FAI Choe Yong Jin desempeñó el cargo de jefe de una compañía en nuestro destacamento. Con respecto a su compañía hasta los soviéticos manifestaban admiración. Porque la compañía No. 1 que él mandaba ocupaba el primer lugar en todos los aspectos. El era ampliamente conocido como un jefe muy exigente con un fuerte espíritu de salir vencedor y de mucho afán por el trabajo.

Después de la liberación del país, Choe Yong Jin, ocupando un importante puesto en la defensa de Pyongyang, combatió exitosamente a los espías y los elementos subversivos y realizó con sinceridad la labor de formar pilares de las fuerzas armadas regulares en la Escuela de Pyongyang y en la Escuela Central de Cuadros de la Seguridad. Cuando ejerció el cargo de ministro de la Industria Pesquera, se capturaba mucho pescado. Por un tiempo también desempeñó el cargo de viceprimer ministro.

En la base de entrenamiento tuve también emocionantes encuentros con los combatientes a quienes habíamos enviado a Manchuria del Norte. Choe Kwang, Kim Kyong Sok, Jon Chang Chol, Pak Rak Gwon, Kim Ok Sun, An Jong Suk y otros habían sido enviados por nosotros cuando actuábamos en Manchuria del Este.

Al verme Choe Kwang derramó lágrimas exclamando al cabo de cuántos años volvíamos a vernos. Y enjugándose las lágrimas dijo:

—Mi General, aun estando en Manchuria del Norte nunca dejé de mirar hacia el monte Paektu donde se encontraba usted. Ahora, no iré más a otras unidades aun cuando me empujen por la espalda.

Al organizarse las Fuerzas Aliadas Internacionales fue nombrado jefe de sección.

Nos vimos por primera vez cuando él trabajaba como jefe del departamento infantil. Vino con un grupo artístico del Cuerpo Infantil para dar funciones en nuestra unidad.

Por el tiempo en que partíamos para la primera expedición a Manchuria del Norte, dejó de trabajar como jefe del departamento infantil y se incorporó al destacamento de voluntarios juveniles. Según confesó, hasta aquel tiempo creía que al dispararse el fusil la bala salía junto con el cartucho. No bien se alistara se convirtió en jefe de sección.

Recuerdo cómo al entablarse el combate en Diaomiaotai él vino con su sección para, decía, escoltarme, y pasó la noche en vela en el monte al oeste de Yaoyinggou. Con posterioridad participó también en el combate de Laoheishan. Antes de entrar en el Lejano Oriente, era jefe de sección del cuerpo de escolta en el cuartel de mando del quinto ejército de Zhou Baozhong. Se decía que éste quería mucho a Choe Kwang.

Por haber existido tales relaciones, cuando se seleccionó el personal necesario para las operaciones antijaponesas en el Nordeste de China Zhou Baozhong nos pidió primero a Kang Kon, Choe Kwang y Pak Rak Gwon.

En el Nordeste Kang Kon fue designado comandante de un subdistrito militar, y Choe Kwang, Pak Rak Gwon y Nam Chang Su, jefes de regimiento.

La zona de operación del regimiento de Choe Kwang fue el distrito Wangqing. La gente de Choe Kwang se ocupó de reforzar su unidad y también libró combates, alimentándose con el sorgo acumulado por los japoneses en la época del Estado de Manchuria. En esa época hubo quienes criticaron insistentemente que la unidad que organizaba Choe Gwang era demasiado numerosa. Decían que en un distrito no se permitía mantener una unidad de más de 200 efectivos. Por eso, Choe Kwang tuvo que seguir reclutando los hombres no en la cabecera distrital sino en las zonas rurales. Las fuerzas armadas organizadas por nuestros compañeros en aquel tiempo hicieron posteriormente un gran aporte no sólo a la operación de liberación del Nordeste sino también a la organización del ejército en nuestro país.

También la unidad de Choe Kwang obtuvo resonantes éxitos en los combates en la región de Dunhua. Libró combates, por una parte, y, por la otra, creó organizaciones del partido y de masas.

Fue a principios del otoño de 1946 cuando llamamos a Choe Kwang a regresar a la Patria. En esa ocasión le encomendamos la tarea de escoger a hombres listos y retornar con ellos a la Patria. Después de entregar la unidad él vino a la Patria acompañado por unas doscientas personas seleccionadas. El día de su llegada a Pyongyang Kim Chaek y Mu Jong acudieron a la estación ferroviaria para recibirlos. Ese mismo día, al recibir la noticia Kim Jong Suk preparó una comida con toda su sinceridad.

Después de haber regresado a la Patria Choe Kwang trabajó como jefe de Estado Mayor del primer Centro de Preparación de Cuadros de la Seguridad. Luego participó en la Guerra de Liberación de la Patria como jefe de la primera división del Ejército Popular de Corea. Tuvo un gran mérito en la construcción de las fuerzas armadas en nuestro país.

Choe Kwang fue honesto como hombre y como militar. Cuando sucedió el incidente del barco “Pueblo”, comió y durmió en su despacho, sin ir a su casa durante todo un año, por estar muy tirante la situación. Toda su vida siguió al Partido y el Líder con sentimiento de lealtad inmaculado. En el proceso de hacer la revolución padeció vicisitudes y momentos de angustia, pero no se desvió en lo absoluto de la fidelidad.

Choe Kwang es uno de los militares más apreciados y amados por mí.

También Kim Jong Il le manifiesta su plena confianza y cariño y le aprecia mucho. Cuánto le confía y ama se pudo saber bien por el solo hecho de que después de ser elegido Comandante Supremo lo nombró a él, un hombre setentón, jefe de Estado Mayor General del Ejército Popular de Corea.

Al dirigirme hacia la base de entrenamiento en el Lejano Oriente pensé que indudablemente podría encontrarme con Pak Kil Song y Ho Hyong Sik. Pero, a pesar nuestro tal encuentro no se logró. Porque los dos cayeron en combate en Manchuria del Norte.

Ho Hyong Sik fue uno de los fundadores de la guerrilla de Zhuhe.

Kim Chaek hablaba mucho de él. De entre los combatientes procedentes de Manchuria del Norte no hubo nadie que no lo mencionara.

De las cosas contadas por Kim Chaek la que no he olvidado hasta ahora es la referente a cómo Ho Hyong Sik hizo guardia de castigo por sí mismo durante la marcha invernal hacia Jiangnan. Se dice que esa marcha no fue nada común.

Para disminuir el cansancio de los combatientes de fila Ho Hyong Sik ordenó que también los jefes estuvieran de guardia y él mismo lo hizo. Como entonces no tenían reloj encendían el pebete, y por cuánto se consumía medían el tiempo. Si un pebete se quemaba hasta el fin, se reconocía como la hora del relevo.

Según me contaron, cierto día, por la noche, Ho Hyong Sik estaba de guardia en la puerta y por negligencia suya faltó a la hora del relevo. Al día siguiente por la mañana, él se hizo una autocrítica delante de sus hombres y llegada la noche dobló la guardia como castigo.

Al ver a su jefe de Estado Mayor en guardia de castigo un guerrillero, por pura compasión, cortó casi la mitad del pebete.

Al enterarse del hecho Ho Hyong Sik le dijo a aquel guerrillero:

—Agradezco sus sentimientos al apreciar a su superior, pero se le escapó a usted una cosa importante. En las filas revolucionarias no pueden existir dos disciplinas. Una vez implantado un reglamento, deben observarlo todos con igual obligación. De este modo se implanta la disciplina en la unidad. Usted y yo volveremos a estar de guardia esta noche como castigo y vamos a examinarnos a nosotros mismos. —Afirman que cumplió lo dicho.

Aun después de haber recibido la orden de Kim Chaek quien le apremiaba para la llegada a la base de entrenamiento, Ho Hyong Sik aplazó un día tras otro su partida para concluir una operación planeada y cayó desgraciadamente en un combate, sin poder presentarse en esa base.

El éxito de ninguna operación militar podría recompensar la pérdida de un gran comandante como Ho Hyong Sik.

Su muerte constituyó, de veras, una dolorosa pérdida para nosotros que planeábamos la operación de liberar la Patria.

Pak Kil Song actuó primero en Wangqing y luego fue a Manchuria del Norte, donde desempeñó hasta el cargo de jefe de un destacamento independiente. Con anterioridad, bajo la influencia de O Jung Hwa había participado, aun siendo muy joven, en la Huelga de Cosecha y en la Huelga de Miseria Primaveral.

Su padre Pak Tok Sim cultivó la tierra en arriendo y, al mismo tiempo, trabajó de barquero. Yo conocí bien a ese viejo. Trasladó varias veces con su barco los materiales que enviaba el pueblo a nuestra unidad.

Cuando era jefe del departamento infantil Pak Kil Song entraba con frecuencia en mi despacho. Por eso, nos familiarizamos pronto. Era un joven con un extraordinario afán por el trabajo. No se sentía satisfecho sólo con el trabajo de jefe del departamento infantil. Siempre acechaba la oportunidad de alistarse en la guerrilla. Y cuando íbamos a emprender la segunda expedición a Manchuria del Norte, nos insistió que le dejáramos seguirnos.

No acepté su petición y lo envié como trabajador político a Luozigou. Allí estaban concentradas las masas revolucionarias que habían residido en las zonas guerrilleras de Wangqing, Hunchun, y sus alrededores. El hombre apropiado para proteger a esas gentes era Pak Kil Song. Era experto en el trabajo entre las masas.

Posteriormente, por conducto de los enlaces recibí algunas noticias de él.

Pak Kil Song tuvo que trasladarse a Manchuria del Norte porque fue revelada su identidad en Luozigou. Fue encerrado en prisión, donde por los golpes que le dieron estuvo enfermo hasta que no lo pusieron en libertad condicional. Aprovechándose de la ocasión se escapó de Luozigou con el fin de buscar a nuestra unidad. Aunque tenía poca edad se portó valerosamente en la cárcel.

Desde el momento en que pasó Laoyeling, Pak Kil Song sufrió mucho para encontrar nuestro paradero. Finalmente, dijo él, se incorporó a un destacamento que operaba en las cercanías de Xiaolaidipan, en el distrito Ningan.

Pak Kil Song, siendo todavía un joven veinteañero, llegó a ocupar el importante cargo de jefe de un destacamento. Fue ejemplar también en la vida de la Juventud Comunista. Cuando era jefe de un destacamento, Ri Jong San le sirvió de enlace.

El destacamento de Pak Kil Song se hizo muy famoso por sus éxitos en combate. Tenía un grupo montado. Se decía que los enemigos le tenían mucho miedo. Tras concluir limpiamente el trabajo planeado, intentó internarse en el Lejano Oriente, pero desgraciadamente cayó en manos enemigas y fue asesinado.

Ri Jong San captó esa noticia por radiotelegrafía y corrió para informarme. Durante una marcha Pak Kil Song libró un combate reñido contra los enemigos, en el cual fue herido gravemente. Se afirma que los enemigos lo encontraron inconsciente y se lo llevaron.

Fue muy dolorosa su pérdida. Si hubiera acudido a nuestro llamado internándose a tiempo en el Lejano Oriente, no habría sucedido esta desgracia.

Cuando hicimos que el padre de Pak Kil Song, que residía en Luozigou, se estableciera en Pyongyang, Choe Kwang y Kim Ok Sun quisieron vivir con el anciano Pak Tok Sim en su casa. Y empezaron a formalizar los trámites necesarios. Pero, al enterarse de eso Kim Il insistió en su derecho a atenderlo en su casa teniendo en consideración, por lo menos, sus lazos establecidos en la época de las actividades con unidades pequeñas.

Como ambas partes se mantuvieron en sus treces el rumor llegó hasta a mi oído. Kim Il me rogó que yo lo decidiera. Sintiéndome feliz por la noble humanidad que poseían los integrantes de la primera generación de nuestra revolución declaré así a Kim Il:

—¿En cuanto al padre de Pak Kil Song, cómo podría ser solamente el de Kim Il, o de Choe Kwang y Kim Ok Sun? El anciano es el padre de todos nosotros y todos nosotros somos sus hijos e hijas. Así, pues, todos seamos Pak Kil Song para atender al anciano.

Hicimos que el anciano Pak Tok Sim residiera en una de las viviendas acogedoras en la orilla del río Pothong, donde se alojaban ministros o viceministros.

Nunca podré terminar de hablar de los compañeros de armas procedentes de Manchuria del Norte.

Durante mi estancia en la base de entrenamiento en el Lejano Oriente me encontré también con los combatientes procedentes de Manchuria del Norte, movilizados en el reconocimiento conjunto con los militares soviéticos en calidad de integrantes del destacamento especial de las FAI. En esa ocasión me vi también con Hong Chun Su.

Hong Chun Su procedía del Ejército Independentista. Cuando servía en él realizó muchas actividades de recaudación económica recorriendo Pyongyang, Kangso, Anak, Sariwon y otros lugares. Era certero en el tiro y realizaba exitosamente las misiones de reconocimiento. Durante las operaciones de liberación de la Patria peleó en la primera línea.

Los comunistas coreanos incorporados a las Fuerzas Aliadas Internacionales, aunque anteriormente lucharon por separados en el Sur, el Este y el Norte de Manchuria respectivamente, se unieron firmemente en ideología y voluntad y adelantaron con energía la victoria final de la revolución coreana. Aunque Laoyeling sirve de línea divisoria entre el Este, el Sur y el Norte de Manchuria, ese puerto llamado Laoyeling no pudo trazar la linea divisoria hasta en los corazones de los comunistas coreanos. Todos ellos dijeron que querían ir al monte Paektu para combatir junto a nosotros hasta el fin de su vida.

El unánime deseo de luchar en el monte Paektu se convirtió precisamente en factor que garantizaba la unidad de nuestras filas en ideología y voluntad, y aportó mucho al fomento de las fuerzas internas de la revolución coreana.

La revolución no significa únicamente la lucha. Lleva en sí también la vida. Fundir la lucha y la vida, haciendo ésta más hermosa en medio de aquélla, y así lograr el progreso y la prosperidad sociales: he aquí la revolución a que aspiramos los comunistas.

Venciendo miles de vicisitudes que superaban la imaginación humana, los combatientes revolucionarios antijaponeses supieron crear una vida sublime y hermosa que sólo los comunistas son capaces de proyectar, y dondequiera que llegaron levantaron el paraíso del deber moral. En medio de la lucha aprendieron a amar y formaron su familia. Su vida la formaban poemas, canciones, risas, lágrimas.

Con la llegada de los años 40 nuestra revolución adquirió un nuevo contenido y significado y dio pasos de avance aún más gigantes. En esta década, en que la Revolución Antijaponesa se aproximaba a su triunfo final, un suceso que nos colmó de renovada esperanza y alegría fue el surgimiento de la segunda generación de la revolución.

Kim Jong Il vio la luz en el campamento secreto del Paektu en la madrugada del 16 de febrero de 1942.

Para mi linaje su nacimiento fue todo un acontecimiento que no tenía comparación alguna. Kim Jong Suk y yo expresamos los más sinceros votos por el porvenir de mi hijo quien nació como un varón más de Corea en un campo de encarnizadas batallas, bajo lluvia de balas y cañonazos.

Cuando él nació pensé cuán alegres estarían mis padres si lo vieran. Lo hubieran querido con el mismo cariño que me habían brindado mis abuelos llamándome a cada rato “mi nieto mayor”. Reza un refrán que “los hijos de segunda generación son más queridos”, pero lamentablemente él no tuvo ni abuelos ni abuelas.

Tenía, bisabuelos, pero lejos de allí, en el terruño, y no había forma de anunciarles el nacimiento del bisnieto.

Cuando yo era niño, los mayores de la familia me quisieron mucho. Todos los miembros de mi numerosa familia —éramos más de diez— me trataron con sumo afecto, halagándome como el puntal de la estirpe. Los vecinos eran también pródigos en cariño, porque, según supongo, yo era descendiente de una familia dedicada al movimiento de independencia.

Pero a Kim Jong Il no le ocurrió lo mismo. En el campamento secreto del Paektu y la base de entrenamiento del Lejano Oriente, lugares donde él pasara la mayor parte de su infancia, no existía siquiera una sola casa. Nuestra juventud transcurrió en cabañas y tiendas de campaña sin dirección ni número fijos, y, a veces, a la intemperie con nieve y todo.

Kim Jong Il pasó su niñez entre uniformados. El amor que no le pudieron dar los mayores de su familia se lo dieron mis compañeros de armas. Creció rodeado del cariño de los guerrilleros que fue mucho mayor que el que yo le di.

Mis amigos no ocultaron su alegría por el nacimiento del que “tenía madera para ser otro general”. Kim Chaek siempre le llamaba “generalito”.

Al ver nacer en el ardor de la lucha antijaponesa a un nuevo descendiente de nuestra revolución y verlo crecer robusto cual si fuera el alerce del Paektu, los guerrilleros del ERPC llegaron a confiar en el brillante porvenir de la revolución coreana y, con fuerza, valor y voluntad combativa multiplicados, se empeñaron como nunca antes para adelantar el día de la liberación de la Patria.

Mediante el gesto sincero de los compañeros de armas que acogieron el hecho como un acontecimiento de todos y cuidaban de mi hijo sin ningún otro interés, sentí en carne propia que tal amor dedicado a mi familia es el verdadero amor que se hereda generación tras generación.

Había mencionado anteriormente que el sustento de toda mi vida ha sido el amor de los camaradas. Si hasta hoy he podido mantenerme íntegro y seguir dirigiendo la revolución y la construcción, se debe absolutamente a ellos y el pueblo.

Vivo con ellos desde que tenía 14 años cuando me despedí de mi madre. Tanto en la Revolución Antijaponesa como durante la edificación de la nueva Patria y la Guerra de Liberación de la Patria, son los que me han ayudado y amparado con sinceridad y de modo invariable. Cual escudo, me han protegido contra las balas, la lluvia, la nieve y las enfermedades. Son quienes me han dado aliento cuando sufría algún pesar.

Siempre que me sentía sin fuerzas o dolido por algo, busqué ante todo a mis compañeros y al pueblo. Y junto a ellos las fuerzas se me han renovado, se me ha despejado el horizonte y me he sentido capaz de cumplir cualquier tarea difícil.

Ahora les voy a contar una anécdota de cuando estábamos en la base de entrenamiento del Lejano Oriente.

Aquel año en que, organizadas las Fuerzas Aliadas Internacionales, estábamos concentrados en el campamento del norte, se produjeron muchas nevadas en Manchuria y el Lejano Oriente. Fue tal la situación que hasta animales salvajes bajaban a los poblados en busca de alimentos. La capa de nieve llegaba a la altura de la rodilla, lo que por algún tiempo impidió hasta el tránsito de automóviles.

Uno de aquellos días Kim Il, cumplida una misión con una pequeña unidad, regresó a la base cargando un pesado saco de arroz. Cuando se encontró con Kim Jong Suk, le dijo que lo había conseguido pues le preocupaba la situación de la base donde se comía pan como plato fuerte y le pidió que no lo utilizara para otros fines que no fueran para servirlo al Comandante.

Tal gesto se repitió una y otra vez. El maíz en granos fue su pan de cada día; mas, siempre hizo gestiones con tal de conseguir arroz para mí.

Lo mismo sucedía a Ryu Kyong Su, quien la poca ración de arroz que se distribuía en la intendencia se la dejaba a Kim Jong Suk, pidiéndole que sin darlo a conocer lo cocinara para mí.

La camaradería revolucionaria y el deber moral comunista que sirvieron de lazo entre mis compañeros y yo se manifestaron también, a partir del nacimiento de mi hijo, como un deber moral hacia éste y Kim Jong Suk.

Para poder vestir a la criatura, Kim Jong Suk tuvo que acortar su uniforme y el mío.

La situación fue igual en la base de entrenamiento.

En aquel tiempo los soviéticos tampoco se alimentaban bien debido a la guerra. Comer poco, dormir poco y vestir sencillo era su consigna. Por lo que no había manera de conseguir la colchonética, ni el cobertor, ni la gorrita. Pero las guerrilleras se la arreglaron haciendo el cobertor con retazos de tela.

Kim Jong Il lo utilizó hasta que se liberó el país.

A mis compañeros les dolió mucho que el hijo de su Comandante durmiera con aquel cobertor. Prueba de ello es que, ya liberada la Patria, Rim Chun Chu al regresar a la Patria de vacaciones nos regaló a Kim Jong Suk y a mí las 500 frazadas que había comprado en el Noreste de China donde cumplía un trabajo. Nosotros las mandamos todas a la Escuela Revolucionaria de Mangyongdae.

Fue muy dura la vida, pero los guerrilleros del ERPC atendieron a Kim Jong Suk y a Kim Jong Il de todo corazón. Mención especial se merecen las guerrilleras por sus atenciones a la madre.

Desde tierna edad, Kim Jong Il sintió especial inclinación hacia los militares y simpatizó con el mundo de ellos. De ahí que mis compañeros de armas le pusieran la gorra militar cuando lo encontraban. No faltó quién le regalara una pistola de madera que había recortado mientras luchaba en zonas enemigas.

En el Lejano Oriente mi casa quedaba cerca de la unidad, a diferencia de cuando estábamos en el campamento secreto del Paektu. Por eso en los recesos del entrenamiento o en los días libres muchos guerrilleros nos visitaban y se entretenían con el niño dándose vueltas con él en los brazos, ayudándolo a hacer pinitos, montándolo a caballito y enseñándole a cantar. A veces lo llevaban a orillas del Amur para mostrarle los barcos de motor y las aves migratorias.

Fue una vida singular desde su inicio, ya que él nació como hijo de la guerrilla y creció con la ropa impregnada en pólvora, acostumbrándose a la comida militar y escuchando las órdenes de ataque.

Si desde pequeño se ha caracterizado por ser recto y firme en sus resoluciones, si bien pudiera decirse que es algo innato, se debe principalmente, al hecho de que creció valiente y sin doblez aprendiendo la verdadera esencia de la lucha y la vida entre los luchadores más justicieros y convencidos de su causa en el mundo.

Fue un niño precoz espiritualmente, porque, a mi parecer, se nutrió del espíritu guerrillero. Los nobles sentimientos de los guerrilleros penetraban intactos en su alma como fecundo nutriente y el temperamento de ellos semejante a la inconmovible cumbre del monte Paektu, sirvió de carne y sangre a su viril carácter.

Los guerrilleros no se quedaron atrás en la ayuda a Kim Jong Suk y a Kim Jong Il. Muchos de ellos hicieron cuanto estaba a su alcance para aligerarle a la madre la carga doméstica.

Al igual que en el campamento secreto del Paektu, en la base de entrenamiento del Lejano Oriente escaseaban los alimentos nutritivos. Todo el mundo se mantenían difícil, apretándose el cinturón y no encontraban maneras de ayudarnos por mucho que lo quisieran.

En estas condiciones, Rim Chun Chu y muchos otros separaban parte de sus raciones y se la llevaban a Kim Jong Suk. A diario le reunieron panes, a pesar de que todos pasaban hambre por apoyar el frente de la URSS contra Alemania.

Del pan que traían los compañeros, Kim Jong Suk consumía una parte y la otra la guardaba para cuando ellos volvieran.

Una vez Rim Chun Chu partió hacia Manchuria para un trabajo con una pequeña unidad llevando un aparato de radiotelegrafía a las espaldas. Allí realizó la labor política durante unos meses, manteniendo comunicaciones con la Comandancia. Cumplió las tareas al pie de la letra y volvió de la zona enemiga con decenas de huevos de gallina. Fue un tramo largo y no llano como una ancha avenida. Fue un trayecto sembrado de muerte entre los bosques de armas. Imagínense lo difícil que le había sido cargar el aparato de radiotelegrafía a las espaldas más el paquete de huevos en la mano en aquella travesía donde no estaba segura ni la propia vida de uno.

Cuando Rim Chun Chu apareció ante nosotros con el paquete de huevos, quedé emocionado por su noble sinceridad hacia Kim Jong Suk y Kim Jong Il.

En realidad a Rim Chun Chu y Kim Jong Suk los unía una vieja amistad. Rim, al igual que Kwak Ji San, había sido maestro en la escuela nocturna de Fuyandong a la que asistía Kim Jong Suk.

Rim brindó atención médica a muchos enfermos, entre ellos a familiares de Kim Jong Suk incluyéndola a ella quien se curó de una dolencia gracias a él.

Rim se consagró a Kim Jong Suk, Kim Jong Il y a mí no sólo en los tiempos de las FAI sino además durante toda su vida.

Al liberarse el país, hizo muchas gestiones para buscar familiares y parientes de Kim Jong Suk.

Consideró como un deber dar a conocer a las posteridades la vida y las proezas de lucha de Kim Jong Suk, Kim Chol Ju y Kim Ki Song y, sobre la base de una documentación que le robó varios años, escribió numerosos libros sobre ellos.

Fue un representante de la intelectualidad quien, arma en mano, coadyuvo a nuestro trabajo con sus conocimientos. Era un hombre erudito y desde el inicio de la Lucha Armada Antijaponesa se dedicó a redactar cronologías y a otras actividades literarias.

Se puede afirmar que él dio sus primeros pasos como historiador cuando hizo el documento de la conversación que sostuve con unos cuadros del Partido y la Juventud Comunista en Chaoyangcun del distrito de Yanji. A partir de entonces tomaría parte en calidad de historiador de guerra del ERPC en todas las reuniones importantes, entre ellas las celebradas en Nanhutou, Nanpaizi y Xiaohaerbaling, de las cuales dejó notas fidedignas.

Asimismo escribió varios trabajos para las publicaciones relacionadas con la Internacional.

Un año la revista “El Pacífico” insertó en sus páginas la entrevista entre Rim Chun Chu y un enviado especial de aquella publicación. Leyéndola supe que él ensalzó mucho nuestra unidad.

El expresó que el ERPC no conocía el fracaso por sus bien premeditados planes para el combate, las tácticas ingeniosas, la rapidez y exactitud en sus movimientos y la audacia. Asimismo la caracterizó de muy independiente, culta y optimista.

En la entrevista el reportero mencionó inclusive el hecho de que Rim había enviado a la revista trabajos sobre los éxitos en combates del ERPC y sobre el final heroico de Kim Kum Sun, miembro del Cuerpo Infantil.

—Es importante, —decía a menudo a sus compañeros—, editar y divulgar publicaciones internas, redactar informes y otros documentos para la Internacional o hacer síntesis de los éxitos combativos del Ejército revolucionario; pero lo que más importa es anotar sistemáticamente la historia de las actividades del Comandante Kim en el movimiento comunista y la lucha de liberación nacional en Corea. Aunque yo sea una pluma torpe y de pobres conocimientos, me dedicaré a escribir una biografía de él para las generaciones venideras.

Entre nuestros guerrilleros fueron muchos los que con las armas hicieron aporte a la causa revolucionaria, pero sólo unos pocos, como el caso de Rim Chun Chu, quienes plenamente convencidos y voluntarios se dedicaron a registrar la historia de la guerrilla a fin de dejarla a la posteridad.

El fue un veterano trabajador político con mucha experiencia en la labor partidista. Con todo, lo apreciamos más como literato e historiador que como trabajador político, ya que lo que hizo con la sistematización de nuestra historia revolucionaria constituye una gran contribución que con nada se puede sustituir. A base de ricos datos, logró sistematizar nuestra historia revolucionaria y comprobarla de modo intachable.

Esta comprobación se fundamenta en el diario que en aquella época él escribiera con constancia.

Si los literatos e historiadores como él no hubieran conservado de forma ordenada los materiales sobre la Lucha Armada Antijaponesa, gran parte de la historia de nuestras actividades se habría sepultado sin ver la luz.

Rim Chun Chu desempeñó importante papel no sólo al sintetizar nuestra historia revolucionaria, sino además en su divulgación. En los días que le siguieron a la liberación del país, cuando trabajaba en el Partido en la provincia de Phyong-an del Sur, les contó a varias personas de cultura como Jo Ki Chon y Jong Kwan Chol13 la batalla de Pochonbo y otros numerosos episodios de nuestra lucha guerrillera antijaponesa.

Es autor de obras que tienen como contenido principal las tradiciones revolucionarias y de muchas memorias, con lo cual contribuyó al enriquecimiento del archivo de historia de nuestro Partido.

El supo sobreponerse a todo obstáculo en su empeño por defender y realzar la ideología e historia revolucionarias del Líder y las tradiciones revolucionarias del Partido.

Cuando las Fuerzas Aliadas Internacionales dio una conferencia política con mi artículo “Tareas de los comunistas coreanos”. Entonces unos oficiales extranjeros le propusieron reconsiderar el incluirlo en el plan de conferencia.

—Hace mucho ya —protestó—, que nosotros enaltecemos al Comandante Kim Il Sung como dirigente y Líder de la nación coreana y ustedes no tienen por qué hablar tanto de la conferencia que uno imparte sobre la obra de su propio líder, —y prosiguió la clase.

El se desveló mucho por mi salud.

Cuando él estaba como secretario del partido en el regimiento, me informó sobre un asunto discutido en una reunión. Se trataba de la resolución que me prohibía llevar el macuto bajo ningún concepto.

Le pregunté cómo él, veterano revolucionario, sometía a discusión en una reunión un asunto como ese.

Me respondió que era una demanda de los militantes del partido, que la gente le culpaba si veía al Comandante con el macuto a las espaldas y que yo tenía que aceptar la opinión de las masas.

Tal y como se sacrificó por mí, igualmente fue fiel a la dirección de Kim Jong Il.

Entonces, ¿cómo llegó a ser un revolucionario que tan ardientemente veneraba a su Líder y a su Dirigente y tan fiel a su dirección? Porque él, al igual que Kim Hyok, Cha Kwang Su y Kim Chaek, conocía lo perjudicial que es el sectarismo, y más que nadie sentía en carne propia el valor del Líder.

Kim Jong Il enalteció y respetó a Rim Chun Chu por ser de la primera generación de la revolución. Fue sumamente meticuloso en su amor y solicitud hacia Rim.

Una vez cuando él se vio obligado a regresar a la Patria debido a una acalorada discusión que sostuvo, en defensa de los principios, con las autoridades del país donde estaba como embajador, los fraccionistas serviles a las grandes potencias que ocupaban ciertas posiciones en el Partido, dijeron que hizo una acción que iba en contra de las normas diplomáticas y alzaron la voz insistiendo en cuestionarlo y aplicarle una sanción organizativa.

Sólo Kim Jong Il calificó de exitoso su enfrentamiento a los revisionistas contemporáneos, diciendo que demostró el coraje del pueblo coreano, y le regaló los últimos melocotones que se recogieron aquel año en el jardín de nuestra casa. Asimismo apreció altamente y encomió los méritos que obtuvo al avalar la lucha de numerosos mártires con quienes había luchado desde el inicio de la revolución, integrándola así al patrimonio histórico del Partido y, además, al concluir la redacción de una obra de valor nacional titulada “Recordando los tiempos de la Lucha Armada Antijaponesa” mientras se desempeñaba como representante de una misión diplomática en el extranjero, logró sintetizar de modo integral esa lucha y definirla como la historia de nuestra lucha y del Ejército Revolucionario Popular de Corea.

En sus actividades literarias disfrutó mucho de la dirección y el patrocinio de Kim Jong Il y en este transcurso se maravilló ante sus dotes humanas, al punto de venerarlo como su maestro y guía.

A partir de entonces Rim Chun Chu le ponía al tanto de cuantos problemas se presentaban en su propia vida y trabajo, y actuaba según sus consejos. Es más: dondequiera que iba, daba a conocer ampliamente su grandeza mediante conferencias o libros que él mismo escribía.

En la segunda mitad de la década de 1960, en que se dedicaba de lleno a escribir, el movimiento comunista internacional planteó como foco de debates y como demanda de la época el problema del relevo de la causa revolucionaria y, en especial, el del sucesor.

Elegir correctamente al sucesor es un asunto cardinal que decide el futuro destino de la revolución y la construcción, del país y el pueblo. ¡Cuántas revoluciones y cuántos países se vieron arruinados por cometer errores en esta tarea! Ejemplos sobran.

El factor fundamental que posibilitó al pueblo soviético hacer de su país una potencia mundial en un corto lapso después de la Revolución de Octubre, está en que Lenin acertó en elegir su relevo. Su fiel compañero de armas y discípulo, Stalin, fue leal a la causa de su líder durante toda la vida.

Cuando Lenin falleció, Stalin hizo un juramento de seis cláusulas ante sus restos, concretando posteriormente todos estos puntos durante su mandato en la revolución y la construcción.

En el momento en que las tropas alemanas estaban en las narices de Moscú, hizo evacuar a los miembros del buró político y otros dirigentes, pero él mismo se quedó en Kremlin dirigiendo los combates del frente.

Mientras él estaba vivo, en la URSS todo fue viento en popa. Mas, desde que Jruschov tomó el poder las cosas comenzaron a cambiar: surgió en el seno del Partido el revisionismo contemporáneo que fue minando a los soviéticos ideológicamente.

Olvidándose de los beneficios que había recibido de su líder, este hombre calumnió a Stalin con el culto a la personalidad y sacó del buró político e incluso de las filas del Partido a todos los veteranos revolucionarios fieles a su predecesor.

Más tarde, Rim Chun Chu por casualidad se encontró con Mólotov, ya destituido, durante su visita al Mausoleo de Lenin en la Plaza Roja de Moscú.

En aquella ocasión éste le sugirió tener presente el antecedente del Partido soviético, o sea, no incurrir jamás en el revisionismo y heredar con lealtad la ideología y las proezas de su Líder.

Rim Chun Chu dijo que en ese momento se dio clara cuenta de que tanto el partido como la revolución fracasa si no se resuelve acertadamente el problema del sucesor.

Como demuestran las amargas experiencias de la historia, se puede afirmar que la esencial cualidad que distingue a un sucesor es su fidelidad y deber moral hacia el líder y su causa. Sin el deber moral no puede haber fidelidad al líder.

Estos dos elementos constituyen distintivos primordiales que un sucesor debe poseer.

Asimismo, sólo aquel que sea un competente con excepcionales cualidades y capacidad de mando puede continuar brillantemente la causa revolucionaria iniciada por el líder, según su idea y propósitos.

Nuestro pueblo ha quedado maravillado ante la extraordinaria facultad y fidelidad a los principios revolucionarios de que Kim Jong Il ha hecho gala en el establecimiento del sistema ideológico y de dirección del Líder, ante la voluntad y vigor indoblegables, la lealtad y devoción sublimes que demostró en su empeño por defender y materializar la línea y el propósito del Líder. Y de ahí se ha convencido plenamente de que es éste el dirigente idóneo para guiar y llevar a cabo de modo consecuente la causa revolucionaria del Juche de acuerdo con la idea y el propósito del Líder.

Hace mucho que el pueblo lo respeta y enaltece, y en esto los combatientes revolucionarios antijaponeses han estado siempre al frente.

Si ellos lo destacaron como único sucesor del Líder, parten de su inconmovible fe de que dirigiendo él el Partido, el Estado y el Ejército, se asegura el mañana de la nación y se sucede de modo excelente, generación tras generación, y sin ningún desvío en su rumbo, la causa revolucionaria del Juche iniciada en el monte Paektu. Además, si estos veteranos lo eligieron como continuador del Líder, quiere decir que el mismo Ejército lo enalteció como líder de la nación.

Rim Chun Chu, junto con Kim Il, Choe Hyon y O Jin U, fue uno de aquellos que jugaron el rol de precursores en la colocación de Kim Jong Il en el más alto puesto del Partido y el Estado.

El empeño de los luchadores antijaponeses por designarlo como mi continuador ha sido porque admiran sus valores humanos.

Si Kim Il solía decir que en el mundo nadie como Kim Jong Il puede ser tan fiel y devoto hacia su Líder, Rim Chun Chu expresó que ninguno es tan respetuoso con los veteranos revolucionarios, tan ardiente en la defensa de las tradiciones revolucionarias y tan grande como ideólogo y dirigente, y O Jin U manifestó que no existe otro comandante como él, dotado de intrepidez incomparable e ingeniosidad excepcional. Mientras, Choe Hyon y Ri Jong San solían calificar de insólitos sus dotes humanas.

Igualmente Ri Ul Sol tiene una larga historia de ayuda a Kim Jong Suk, Kim Jong Il y a mí.

Aún recuerdo vívidamente los primeros tiempos de la liberación nacional cuando él, entonces mi ayudante, se levantaba bien temprano para ver el estado de la vigilancia y luego desayunaba con Kim Jong Il en la cocina de mi casa. Tan íntima era la relación entre ambos.

Cada vez que yo salía de viaje por algún trabajo, él lo llevaba a su lado. Y siempre lo entendía bien y cuidaba con esmero.

Todavía tengo presente mi encuentro con Kim Jong Il en Sinuiju durante la guerra. No lo había visto por mucho tiempo ya que él estaba evacuado en un lugar seguro.

Aún me retumba en los oídos lo que él dijo entonces a Ri Ul Sol quien me acompañaba como jefe de los ayudantes, y fue que cuidara bien al General haciendo las veces de madre.

Kim Jong Il sigue confiando en él y agradecido, porque fue él quien lo atendió con amor después que murió su madre.

Kim Jong Il perdió a su madre a la edad en que más falta le hacía su amor. Para colmo de desgracia soportó una guerra por la que, junto con su hermanita, tuvo que estar separado de mí por un buen tiempo. Al cese del fuego, seguí sin poder atenderlos por los trajines de la rehabilitación económica. Y precisamente fueron Ri Ul Sol y otros compañeros míos quienes, sustituyendo a los padres y parientes, prestaron esmerada atención y afecto carnal a estos niños cuya añoranza a su madre fallecida les hacía melancólica su infancia.

He aquí un ejemplo de la ternura con que Ri Ul Sol atendió a Kim Jong Il cuando niño.

Fue en el verano de 1953, durante mi visita a la URSS en calidad de jefe de una delegación del Partido y Gobierno.

Antes de partir de Moscú tras concluir el programa de visita, fuimos invitados por los anfitriones a una recepción de despedida y en ella nos impresionó el sabor peculiar de unas sandías que nos ofrecieron.

De vuelta a la casa de protocolo sorprendí a Ri Ul Sol empaquetando una caja de cartón. Le pregunté de qué se trataba y me respondió, luego de algunos titubeos, que había conseguido una sandía para mis hijos.

La fruta en cuestión era tan grande como un cántaro.

Al recibirlo, Kim Jong Il se llenó de alegría. Expresó qué bueno sería si la probara también el pueblo que había sufrido mucho por la guerra, y nos propuso sembrar sus semillas.

A partir del año siguiente con estas semillas que recogió junto con Kim Jong Il, Ri Ul Sol cultivó la planta en nuestro jardín hasta lograr una múltiple reproducción.

Separado de sus padres con tierna edad, él ha pasado a mi lado la mayor parte de su vida. En decenas de años de su servicio como escolta combatiendo al imperialismo, el chovinismo de gran potencia, la reacción y el sectarismo, conoció las amarguras y dulzuras de la vida y padeció infinitas vicisitudes. Y en este curso se convirtió en un hombre de temperamento.

No bien terminó la Reunión de Jabarovsk, envié a él y a Pak Yong Sun a un cursillo de radiotelegrafía en Voroshílov con la orden de regresar a la tropa tan pronto como lo finalizaran.

Cuando nuestra pequeña unidad realizaba actividades en el noreste del Paektu y el interior del país, Ri Ul Sol terminó su aprendizaje, y hacía preparativos para reincorporarse a la unidad.

El día en que fue evaluado de bien en el cursillo, un alto jefe del Ejército soviético le ordenó prepararse para partir hacia Corea, subrayando que era una demanda de la Internacional, por lo que Ri Ul Sol quedó aturdido.

—Usted, —le dijo el cuadro militar— parece gente de confianza, y ya que Songjin, importante punto estratégico para nosotros, es su tierra natal, se establecerá allí y nos informará a través del aparato sobre el movimiento enemigo.

Ri Ul Sol le aclaró que a él le gustaría ir a su terruño, pero que no podía y que lo comprendiera pues su Comandante le había ordenado volver al destacamento al terminar el cursillo y desempeñarse como instructor de radiotelegrafía.

El soviético siguió tratando de persuadirlo al otro día. Le mandó primero ir para Corea, con la promesa de que más tarde ellos se encargarían de obtener el permiso del camarada Kim Il Sung. Parece que él, como nativo, quiso abusar de su autoridad tomando prestado el nombre de la Internacional.

Ri Ul Sol le planteó que no podía ir a ningún otro lugar sin antes cumplir la orden del Comandante, que el soviético no podía imaginar cuánta sangre derramaron ellos en el pasado por falta de militares que dominaran la técnica radiotelegráfica, y por lo menos para prevenir que ocurriera otra vez tal cosa tenía que volver lo antes posible a su unidad, tal y como le había ordenado el Comandante.

En aquel tiempo estábamos en el Lejano Oriente de modo provisional y, encima, las Fuerzas Aliadas Internacionales no estaban aún organizadas, por lo que no existía ningún sistema de mando conjunto. Y de ahí, el ERPC y las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Nordeste tenían cada cual su propio sistema de mando y orden.

Si se tiene en consideración esa situación, no deja de ser un abuso el intento del cuadro militar soviético de utilizar para otros fines a Ri Ul Sol, quien tenía la orden de retornar a su destacamento luego de concluir el cursillo, todo ello sin consulta previa con nosotros y usando el nombre de la Internacional.

Ri Ul Sol manifestó su absoluta fidelidad a nosotros cuando dijo que no podía aceptar ninguna otra orden sin antes cumplir la del Comandante.

Ha consagrado toda su vida a mi escolta, desde que era integrante de la compañía infantil hasta la actualidad, y nunca me ha desobedecido ni incumplido mis órdenes. A toda hora ha pensado solamente en su Líder y ha hecho cuanto ha estado a su alcance por la salud y seguridad de éste.

Fue precisamente el escolta Ri Ul Sol quien me protegió desde detrás con una ametralladora cuando yo estuve pescando en el río Wukoujiang en 1939.

El ha sido consecuente con su misión de escolta aun después de liberado el país.

Durante la guerra, alrededor del Cuartel General Supremo había muchos elementos contrarrevolucionarios. Y los documentos de secreto absoluto relacionados directamente con el destino de la Patria llegaban a manos de los norteamericanos de forma continua por intermedio de Pak Hon Yong y Ri Sung Yop.

En el verano de 1952 éste instó a sus secuaces a llamar por radiotelegrafía a decenas de aviones yanquis al valle de Konjiri donde estaba situado el Cuartel General Supremo, los cuales arrasaron todo el contorno.

Dejaron caer incluso una gran bomba de tiempo cerca del edificio del Cuartel General Supremo, a una distancia insignificante de la casa donde yo vivía.

Entonces Ri Ul Sol convocó una reunión de emergencia en la que llamó a otros ayudantes y escoltas a una operación de a muerte y, luego de entregar el carné de militante del Partido, cargó él mismo la bomba con la pértiga y la tiró al valle.

A raíz de este incidente, él logró descubrir a la totalidad de los saboteadores y reaccionarios infiltrados cerca del Cuartel General Supremo.

Asimismo, se desempeñó de modo excelente en la lucha contra los fraccionalistas antipartido y contrarrevolucionarios.

Fue en 1956 cuando yo acababa de regresar de una visita a los países socialistas europeos incluyendo la Unión Soviética. Un día él, quien se desempeñaba como jefe de mis ayudantes, me advirtió que me cuidara como nunca antes porque le parecía sospechoso lo que Choe Chang Ik, Pak Chang Ok y otros hacían por detrás, y me aclaró con lujo de detalles sobre sus movimientos.

Similar información me dio también Nam Il en una comunicación telefónica.

Ri Ul Sol enfrentó también con valentía el burocratismo militar de Kim Chang Bong.

Tal y como consagra su vida a mí, Ri Ul Sol muestra su fidelidad a Kim Jong Il.

De regreso al campamento del sur, él y Pak Yong Sun formaron muchos radiotelegrafistas.

Posteriormente, realizaría varias acciones con pequeñas unidades en importantes puntos tácticos donde tendrían lugar los combates decisivos para la liberación de la Patria y en otros puntos claves estratégicos en los que estaban concentradas las principales fuerzas japonesas.

Una vez integró una pequeña unidad con su equipo para la exploración en la región de Laoheishan en el distrito de Wangqing.

Por aquellos días nosotros obtuvimos la información de que el enemigo había construido en esa zona un gran aeropuerto y concentraba en él centenares de aviones, similar número de cañones y camiones. Pero no había forma de confirmarlo y esto creaba un gran obstáculo para los preparativos de la operación. Los soviéticos también estaban impacientes por comprobar su veracidad. Así fue como envié una pequeña unidad a Laoheishan y sus miembros hicieron gala de coraje penetrando en el mismo aeropuerto y descubrieron que los nuevos aviones y carros que estaban allí y los modernos cañones de sus alrededores eran todos falsos, hechos de madera.

Al concluir la exploración, Ri Ul Sol me hizo llegar a través de su aparato el resultado de sus actividades.

Hoy muchos hablan de que he solucionado de modo excelente el problema de la sucesión del mando, y yo diría que en esto los combatientes revolucionarios antijaponeses desempeñaron un gran papel. Fueron ellos quienes dieron de comer y vistieron a Kim Jong Il cuando niño y le enseñaron a caminar. Ya en aquella etapa en el alma del pequeño comenzaron a brotar la confianza y el respeto hacia ellos, y en el de éstos la fe y el cariño por él. Justamente son ellos los que influyeron de forma más activa y eficaz en el desarrollo ideológico y espiritual y en el sentimental y emotivo de Kim Jong Il.

Podría afirmarse que la invariable convicción en la victoria, la férrea voluntad y el optimismo revolucionario que caracterizan a Kim Jong Il han sido adquiridos en gran manera y pulidos como diamantes en su íntima relación con los luchadores antijaponeses.

Mediante el contacto con él, los combatientes revolucionarios antijaponeses han aprendido de su ilimitada fidelidad, devoción filial y deber moral hacia el Líder, el amor y el espíritu de servicio abnegado al pueblo y la inconmovible voluntad y convicción de llevar a feliz término, generación tras generación, la causa revolucionaria iniciada por los mártires según la idea y propósitos del Líder. Además, se han convencido por unanimidad de que él es el único dirigente capaz de forjar con responsabilidad y exitosamente el destino de la Patria y la nación.

Cuando lo llaman hijo del monte Paektu, eso quiere decir que él es fruto de la Revolución Antijaponesa e hijo de la nación. Como hijo de Corea, dio los primeros pasos de su vida en el regazo de los combatientes antijaponeses y de este regazo emergió como lucero de nuestra revolución.

Los combatientes de la Revolución Antijaponesa desempeñaron el papel de precursores no sólo en su elección como heredero de nuestra causa sino además en el establecimiento de su sistema de dirección. Las cosas no marchan bien por sí solas con designar al sucesor.

Por lo tanto, en los encuentros con los combatientes antijaponeses sigo exhortándolos a vivir más tiempo y así seguir ayudando a Kim Jong Il.

Otro aspecto importante para continuar y completar la causa del Líder es la formación de los núcleos y las reservas dispuestos a seguir fieles a la dirección del sucesor. Sin ello, es imposible establecer un correcto sistema de su dirección ni concretar sus líneas y orientaciones.

Después de la liberación nosotros contábamos con un grupo de núcleos, luchadores del Paektu, con quienes sacamos adelante la revolución. Y hoy tenemos una multitudinaria tropa de núcleos formada por militantes del Partido, militares y jóvenes. Nada nos atemoriza si existen el dirigente y los núcleos. El futuro de la revolución coreana conducida por Kim Jong Il será claro y luminoso como el cielo azul.

El valle donde se encuentra la casa natal de Kim Jong Il se llama Sopaeksu. Constituye una maravilla excepcional que se puede apreciar solamente en las zonas montañosas de nuestro país. Hasta la década de 1980 en que logramos identificar allí el campamento secreto, estaba poblado de bosques milenarios e intransitables.

Aun a los ojos de quienes no conocen bien de los asuntos militares, bien pudiera ser considerado una fortaleza natural inaccesible o una fortificación inexpugnable. Fue un lugar idóneo para anidar allí la Comandancia del ERPC.

Al pico Jong Il se le llamaba antes Jangsu. Cambié su nombre para eternizar los méritos de Kim Jong Il. Hoy el pueblo se enorgullece del pico ante el mundo cantando incluso una canción dedicada a él.

Es el monte Paektu el que ha formado a Kim Jong Il como dirigente de la nación. Los luchadores del monte lo han enaltecido como Estrella Luz y del vigor del Paektu ha manado su temple.

Si nuestra revolución se hereda con firmeza, se lo debemos a Kim Jong Il, líder de la nación forjado en el ardor de la Revolución Antijaponesa. Lo apoya y ama el pueblo entero.

La causa de Kim Jong Il, quien como hijo de la guerrilla ha sido electo heredero del Líder y dirigente de la nación con el apoyo y confianza absolutos del Ejército y pueblo, seguirá registrando victorias para siempre.


Con la guerra de resistencia antijaponesa de toda la nación


Después de la liberación, muchos combatientes revolucionarios antijaponeses inscribieron en su historial personal que se habían graduado de la “Escuela de Oficiales 88” o de la “Escuela del Campamento 88”.

Los funcionarios que en aquel tiempo se ocupaban del trabajo de cuadros quedaron admirados ante el hecho de que todos habían egresado de la escuela militar, aun teniendo que desplegar la lucha guerrillera tan ardua y difícil. Entonces, ¿cuál es la realidad de la “Escuela de Oficiales 88” que la primera generación de nuestra revolución insertó con orgullo, y con todo derecho, en la sección de niveles cursados de su historial?

Apenas llegaron a conocerla cuando recibieron las instrucciones del gran Líder, camarada Kim Il Sung, en cuanto a los entrenamientos militares y la preparación política en la época de las Fuerzas Aliadas Internacionales.

Después de organizadas las FAI, promovimos en gran escala el estudio y la preparación militar-políticos, mientras que realizábamos de manera activa operaciones en pequeñas unidades y la exploración.

En aquel tiempo, utilizamos un programa de clases con un contenido más amplio, profundo y multilateral que el de las instituciones especializadas en la instrucción militar. También los ejercicios eran varias veces más intensivos que los realizados en las escuelas militares regulares.

Como quiera que el mismo programa de entrenamiento perseguía el objetivo de formar a miembros del mando, sería permisible decir que se graduaron de la escuela de oficiales. Si los combatientes revolucionarios antijaponeses escribieron en la sección de niveles cursados de su historial que egresaron de la “Escuela de Oficiales 88” o de la “Escuela del Campamento 88”, debería considerarse que lo hicieron por esta razón, teniendo en cuenta la etapa de las FAI.

Desde luego, no pusimos un letrero con la inscripción de tal nombre, ni les concedimos diplomas. Empero, una vez terminado el entrenamiento que duró varios años, todos consideraron que se habían graduado de una academia militar-política.

Por aquel entonces, mis compañeros aprendieron mucho: no sólo de teoría militar, sino también de tácticas y métodos de combate, necesarios para la guerra regular moderna.

La instrucción impartida en la época de las FAI no se limitó a las cuestiones militares; fue un conjunto de estudios y entrenamientos en que iban combinados lo político y lo militar, y un proceso de preparación para las operaciones de liberación de la Patria y, al mismo tiempo, la construcción del Partido, el Estado y las fuerzas armadas en la Patria liberada.

Por eso fue que dimos igual importancia a la instrucción política y la militar. Estudiamos las disciplinas como Economía Política y Filosofía, así como las teorías de la construcción del Partido y materiales relacionados con la administración económica.

Mas, todo esto no marchó bien desde el principio.

De finales de 1942 a comienzos de 1943, la tendencia de la Segunda Guerra Mundial comenzó a girar a favor de las fuerzas antifascistas. La gran victoria del Ejército soviético en Stalingrado frenó la carrera de la Alemania fascista y produjo un cambio radical no sólo en la guerra entre la Unión Soviética y Alemania, sino también en la Segunda Guerra Mundial en general.

A medida que se aproximaba el día de la liberación que tanto esperaba, un montón de tareas se presentaban ante mí. El problema que me obsesionaba más, era cómo construir una nueva Patria después de la liberación.

La mayor dificultad era que carecíamos de cuadros, miembros del mando y fuerzas medulares de la revolución, cuando debíamos fundar el Partido, establecer el Estado, constituir las fuerzas armadas, crear la economía y la cultura.

Nos propusimos preparar a los combatientes antijaponeses, forjados y probados en el fragor de la enconada lucha armada, como cuadros multifacéticos que pudieran dirigir por excelencia cualquier sector, fuese el militar, el trabajo del Partido, la administración del Estado, la economía, la educación o la cultura que les encargaran. Decidí solucionar todos esos asuntos mediante el estudio y la preparación militar-políticos en las Fuerzas Aliadas Internacionales. Pero, según observé en el programa inicial de instrucción, era poca la proporción del estudio político en comparación con los ejercicios militares.

Opiné que no debía suceder eso. Por tal, hablé de ello al capitán general Apanásenko en un encuentro. El explicó que el primer deber de las FAI consistía en formar cuadros militares al servicio de la revolución nacional en Corea y de la región del Noreste de China, y añadió que era necesario que intensificáramos los ejercicios y domináramos a la perfección las estrategias y tácticas, los equipos técnicos y las armas, necesarios en la guerra moderna, de modo que pudiéramos realizar operaciones conjuntas con el Ejército Rojo cuando en Corea y Manchuria se creara una nueva situación.

Yo expresé con énfasis: No debemos inclinarnos sólo a los entrenamientos o la formación de cuadros militares, sino preparar a los cuadros de diversas esferas, que servirán de pilares para la construcción de un nuevo Estado soberano e independiente en Corea liberada; esto exige elevar la proporción de las disciplinas políticas en el programa de instrucción; pero, no abogo por reducir las horas del entrenamiento militar para destinarlas al estudio político, sino impulsarlos simultáneamente, en la misma proporción.

Apanásenko aceptó mi opinión, expresando que yo tenía razón.

Tiempos después, se elevó a ojos vistas la proporción del estudio político en el programa de preparación militar-política de las FAI.

Al iniciarse esta instrucción, impulsamos con pujanza la motivación ideológica y la educación de los guerrilleros. Organizamos las reuniones de los grupos partidistas y las organizaciones de la Juventud Comunista, insertamos las decisiones en publicaciones regulares y murales, así como también efectuamos la propaganda por altavoz.

En cada destacamento, competentes cuadros militar-políticos fueron elegidos como conferenciantes e instructores que se encargarían de las asignaturas políticas.

Después de formadas las FAI, el cuartel general del ejército en el Lejano Oriente organizó un cursillo para ellos.

Mas, entre los cursantes no se produjeron reacciones positivas. Me informaron que no podían entender el contenido de las clases, porque las dictaba un hombre que hablaba difícilmente el chino. Teniéndolo en cuenta, le envié un traductor de idioma chino a ese conferenciante soviético. Tampoco este método resultaba idóneo para nuestros compañeros. En la traducción se empleaba la mitad del tiempo, razón por la que las lecciones no rendían gran efecto.

Por fin, tradujimos al coreano el texto ruso, redactamos otro nuevo plan de clases apropiado a nuestra situación y lo distribuimos entre los instructores encargados de las asignaturas políticas.

Al principio, se emplearon materiales relacionados con las disciplinas teóricas generales como Filosofía y Economía Política, así como con la historia del Partido Comunista de la Unión Soviética y la historia y geografía de ésta y de China. Además, se utilizaron las explicaciones del “Manifiesto del Partido Comunista” y de “Problemas del Leninismo”. Era cierto que estos materiales contribuían a ampliar la visión política de nuestros guerrilleros.

Sin embargo, era absurdo que a los miembros del Ejército Revolucionario Popular de Corea no les dieran a conocer la historia de su nación y el Programa de Diez Puntos de la Asociación para la Restauración de la Patria, mientras enseñaban la historia de la Unión Soviética y China.

De acuerdo con nuestra realidad, incluimos en el texto el Programa de Diez Puntos y la Declaración Constitucional de la Asociación para la Restauración de la Patria, “Tareas de los Comunistas Coreanos”, y algunas otras obras más, que se consideraban como documentos de lectura obligatoria desde antes, así como también hicimos que enseñaran la historia y la geografía de Corea.

En aquella época, a los instructores encargados de las asignaturas políticas les costaba mucho trabajo confeccionar el plan de clases. Siempre estaban más atareados que otros, porque debían redactarlo e impartir las lecciones, sin dejar de participar en los ejercicios previstos.

Era aceptable el don de enseñar de nuestros instructores. Por ser lecciones que se impartían con ricas experiencias de lucha, despertaban gran interés.

Asistí varias veces a la clase que daba An Kil; explicaba con mucha amenidad. Como era un veterano trabajador político, aplicó un método singular en las clases de las asignaturas políticas. Por estar sazonadas éstas de humor y alegorías, los oyentes podían asimilar en medio de la risa la verdad de la revolución.

Cuando él daba clases, recitaba versos o entonaba canciones en las partes que lo necesitaban. Incluso se dieron casos de que citaba fluidamente de memoria toda una página de una tesis de Lenin.

Si veía que durante la marcha los guerrilleros se extenuaban y les pesaban los pasos, les ordenaba descansar, y tocando el tambor o la armónica, los invitaba a bailar o cantar, lo cual era, precisamente, la cualidad singular de An Kil, que también se reflejaba tal como era en las clases.

Rim Chun Chu no sólo presentaba de manera asequible las lecciones, sino, más bien, dirigía con habilidad el estudio individual. Organizaba seminarios o debates para los cadetes y se cercioraba de su nivel de preparación y estado de entendimiento de lo enseñado, para luego darles las clases extra a los rezagados. Si aun así no entendían el contenido de la lección, se lo explicaba acostándose cerca de ellos por la noche.

También Kim Kyong Sok era un conferenciante carismático. Aunque no tenía don para hablar, se devanaba los sesos para preparar bien las lecciones, gracias a lo cual se granjeaba la simpatía de los oyentes. Cada vez que redactaba el plan de clases velaba la noche, y una vez preparado el plan, venía a verme para escuchar mi sugerencia. Era un hombre tan apasionado y perseverante que lo escribía de cabo a rabo con su propia mano.

Esto se convirtió en su hábito, de modo que aun después de la liberación redactó de propio puño todos los textos de discurso que pronunciaba ante las masas. También lo hizo al formular informes.

Como eran tan persistentes los profesores, naturalmente se elevó el nivel de conocimientos de los guerrilleros.

También las lecciones impartidas por An Yong, Jon Chang Chol y Ri Pong Su gozaban de apreciaciones.

Igual pasó con Liu Yalou, graduado de la Academia Militar de Frunze. Aún me recuerdo que él explicó sobre la artillería “Kachushia”, último tipo de arma de la Unión Soviética.

Por mi parte, también impartí clases de asignaturas políticas.

En el balance del estudio militar-político, los miembros del destacamento coreano siempre obtuvieron notas más altas dentro de la unidad.

Feng Zhongyun que trabajaba en la sección política de la unidad quedó admirado ante las elevadas notas de los guerrilleros coreanos. Incluso me preguntó cuál era el secreto que les permitía obtenerlas. Así, le contesté en broma:

—No hay nada de secreto. Es gracias a que estudian con aplicación, atándose la toalla a la cabeza y frotándose la frente con agua fría. Al escucharme, él agitó las manos y dijo:

—Ninguno superará a los coreanos en la perseverancia.

En aquel tiempo, nuestros compañeros eran verdaderamente empeñados. Si ellos siempre eran modelo en la unidad en los entrenamientos y el estudio militar-político, fue porque estaban conscientes de su responsabilidad asumida ante la revolución.

Entre ellos también existieron quienes consideraban un rompecabezas el estudio, como pasó a Pak Chang Sun en la época de Matanggou. Su representante era Pak Rak Gwon.

Fue un hombre que en Manchuria del Este actuó incorporado al cuerpo de voluntarios juveniles y después, cuando a petición de los compañeros de Manchuria del Norte les enviamos competentes guerrilleros y comandantes, pasó al quinto ejército y sirvió como jefe de escolta de Zhou Baozhong.

Se trataba de un combatiente tan valeroso que no le temía ni al fuego ni al agua. Poseía una cualidad y agilidad propias del comandante militar.

Cuando servía en la guerrilla de Wangqing, una vez, por sorpresa, topó con una “unidad punitiva” nipona y entabló un combate a bayoneta en el que fue herido gravemente en el vientre. De la herida se le salieron las tripas, pero él se las introdujo con la mano y regresó arrastrándose hasta la zona guerrillera.

Y en Manchuria del Norte, como jefe de escolta, cumplió impecablemente su misión, de manera que disfrutó del profundo amor de Zhou Baozhong. Este mismo dijo que en varias ocasiones peligrosas salió ileso gracias a Pak Rak Gwon.

Su don especial era que sabía manejar las armas como un diablo. Cualquier arma, si la manejaba una o dos veces, la desmontaba y montaba hábilmente aun con los ojos cerrados. De veras, repito, las manipulaba como por arte de magia.

A pesar suyo, él detestaba del estudio de las teorías militares. Si le aconsejábamos que las estudiara, hacía muecas como quien traga un medicamento amargo. A la hora de estudiarlas, se sentaba en el lugar más apartado e incluso tenía miedo a que su mirada se encontrara con la del conferenciante.

Por eso, le advertí:

—Usted comanda ahora una sección, pero, en el futuro, cuando libremos la guerra moderna de gran envergadura, podrá encargarse hasta del mando de un regimiento o de una división; entonces, ¿cómo podrá ocupar esos cargos, si se muestra negligente como ahora en el estudio de los conocimientos militares modernos?; si comanda sólo con las experiencias, resultará que un sinnúmero de guerrilleros perderán la vida; ¿es permisible que suceda esto?

Desde entonces, Pak Rak Gwon, firmemente decidido, se entregó de lleno al estudio de la teoría. Una vez, vi que él permanecía todo el día a orillas del río Amur, estudiando las teorías relativas a las tácticas de la infantería; todo su cuerpo estaba mojado de sudor, como si sufriera por fiebre.

Después de la liberación, lo envié a la zona del Noreste de China.

Al frente de un regimiento, participó en la batalla de liberación de Changchun. Creo que si él pudo comandar con habilidad un regimiento y contribuyó a ganar la victoria en una batalla tan grande, fue gracias a que había profundizado con afán en el estudio de las tácticas en la base del Lejano Oriente. Según se dice, él avanzó a la cabeza de otros hacia la posición enemiga, pero, por desgracia, cayó alcanzado por varios fragmentos de obús; como él solo supo enfrentar el último momento. Quedó en la historia como un héroe que los pueblos coreano y chino recuerdan por igual.

Decir que el estudio es también un combate, es una verdad que descubrimos a través de la vida práctica. El revolucionario no debe interrumpirlo ni por un momento hasta tanto no muera. Si no estudia, resulta que su ideología se afecta por la herrumbre y no puede ver el futuro.

Justamente esta es la razón por la cual Kim Jong Il, considerando el estudio como primer proceso de la labor para formar a las personas como revolucionarios, siempre acentúa la necesidad de intensificarlo.

Con miras a educar a los guerrilleros y ampliar su visión política, utilizamos los equipos de educación extraescolar y los medios de propaganda y agitación que existían en la unidad.

En la base de entrenamiento funcionó un club provisto de las cabinas de proyección y emisión y una sala de lectura. Los oficiales y soldados de la unidad lo utilizaron para efectuar reuniones y ver películas.

En la hora de emisión, presentaban en gran proporción a los militares, secciones, compañías y batallones que eran ejemplo en el estudio y la preparación militar-política, así como en la vida cotidiana. Además, transmitían muchas informaciones sobre la situación internacional, sobre todo, diariamente, las noticias del frente URSS-Alemania.

Las FAI editaban también periódicos. Cada destacamento y compañía contaban con sus periódicos murales y la sección con noticias rápidas de combate. Esas publicaciones insertaban muchos temas relacionados con la educación ideológica y moral de los militares, y la preparación y el balance de la instrucción militar-política.

También el aniversario de la fundación del Ejército Rojo, el de la Revolución de Octubre, el Primero de Mayo y otras fechas conmemorativas o de fiesta las aprovechamos como oportunidad para educar a los guerrilleros en la conciencia revolucionaria y clasista. Por aquel entonces, en la unidad se propagandizaba a amplia escala a los héroes soviéticos que combatían con valentía contra Alemania, lo cual ejercía una buena influencia sobre los militares. Además, organizábamos de modo significativo actos en memoria de los compañeros revolucionarios caídos para que contribuyeran a la educación revolucionaria de los militares.

También cuando falleció Ryu Yong Chan, efectuamos un acto en su memoria en la base de entrenamiento. Kim Jong Suk lo había ganado para la organización revolucionaria y educado en el tiempo en que efectuaba las actividades clandestinas en Taoquanli, y al volver, lo llevó a la guerrilla; él combatió con valentía. Murió ahogado en el Amur, porque cuando transportaba la arena necesaria para la construcción del cuartel el barco se volcó.

Asimismo, declaramos duelo por Apanásenko, Vatutin y Cherniajovski que eran comandantes de frente.

En esos actos la banda ejecutó el réquiem. La unidad contaba con una banda.

En las FAI daban conferencias y, de vez en cuando, organizaban entrevistas con los participantes en la Guerra Unión Soviética-Alemania.

Durante la estancia en la base del Lejano Oriente, impulsamos con vigor los simulacros, además del estudio de las teorías militares. Efectuarnos toda clase de ejercicios para enfrentarnos a la guerra moderna, entre otros, los tácticos, los de tiro, de natación, en esquí, en paracaídas y de radiocomunicaciones.

De ellos el principal era el entrenamiento táctico, que se efectuó sobremanera en ofensiva y defensiva. Junto con ello, estudiamos armamento, topografía, higiene, ingeniería militar, así como también adquirimos conocimientos necesarios para hacer frente a la guerra química.

En cuanto a la guerra de guerrillas, organizamos los entrenamientos, centrándolos en el asalto y la emboscada. Todos asistieron con gusto porque tenían acumuladas ricas experiencias.

Cuando se efectuaban entrenamientos, vivíamos en tiendas puestas en un extenso campo. Aún me viene a la memoria el paisaje de ese campo.

Si yo explicaba la orientación del entrenamiento, los jefes de compañía y sección trazaban el plan según ella y lo cumplían. A la luz de las experiencias de la Guerra Antijaponesa y la Guerra Unión Soviética-Alemania, tomamos como principio entrenarnos a nuestro estilo, conforme a las condiciones topográficas de nuestro país y la constitución física de los coreanos.

Los ejercicios tácticos se efectuaban de tal manera que cuando terminaba el estudio de un tema según el programa de clases, se evaluaba el nivel de su entendimiento sobre la base de los simulacros que se realizaban.

Los entrenamientos tácticos para los miembros del mando los dirigí en persona. El objetivo de los ejercicios tácticos consistió en lograr que cada militar cumpliera la función de varios cargos superiores al que tenía. Concretamente, radicó en hacer que el jefe de compañía, el de sección y el soldado fueran capaces de comandar con habilidad el batallón o el regimiento, la compañía o el batallón, y la sección o la compañía, respectivamente.

Esos ejercicios se efectuaban por sección o compañía. Si se explicaba una situación militar improvisada al nombrado como comandante y se le daba la tarea, él la analizaba y tomaba la decisión para luego organizar la batalla e impartir la orden.

Sucedió en los primeros días en que comenzamos los ejercicios tácticos.

Un día, fui a una compañía para revisar cómo los realizaba. Son Jong Jun desempeñaba el cargo de jefe de sección, y la mandó con plena confianza. Le improvisé una nueva situación: delante de él están instalados diversos obstáculos y en la cima de la cota una compañía reforzada. Entonces, él trató de atacar de frente en formación abierta. Lo induje a aplicar una táctica de rodear y atacar. Luego volví a darle la orden de ataque.

No era casual que Son Jong Jun intentara atacar en formación abierta que ni siquiera concordaba con la situación. Se debió a que fue instruido mecánicamente según los reglamentos de combate de aquel entonces, que exigían a la unidad atacar en ese orden precedida por una escuadra motorizada. Tal método de ataque no se avenía a la situación de nuestro país con muchas montañas y valles.

Examiné todos los textos de ejercicios tácticos e hice que se redactaran otros nuevos adecuados a la realidad de nuestro país, sobre la base del principio de atenerse a las experiencias acumuladas en la lucha guerrillera, llevarlas adelante. Asigné a O Jin U la tarea de redactar el plan de entrenamiento modelo relativo a la táctica de ataque para la sección de infantería; él, aunque era un clase, lo trazó impecablemente con la ayuda mía. Según ese plan se efectuó el entrenamiento modelo en presencia de todo el destacamento. La repercusión fue muy buena. O Jin U confeccionó también un plan de simulacros de maniobras para todo el destacamento.

En lo que se refiere al ejercicio de tiro, pusimos lo principal en disparar a los blancos fijos, móviles y momentáneos desde variadas distancias. El campo de entrenamiento de tiro distaba 8 ó 12 kilómetros de la unidad.

También en el tiro, el destacamento coreano ocupó el primer lugar dentro de las FAI. Ri Tu Ik era un tirador certero.

Elegimos a los tiradores excelentes y los preparamos como francotiradores, en combinación con los ejercicios de topografía. Al principio, les hice hacer blanco en objetos determinados. Ellos dijeron que tiraban tanto que aun después de regresar al cuartel padecían de zumbido en los oídos. Una vez terminado este proceso, le entregué a cada uno el mapa con la ruta de la marcha y la brújula y luego le asigné la tarea de ir a un lugar tal, cazar equis pájaros y regresar a las cuántas horas y minutos. La tarea no era fácil porque cuando se necesitaría toda una jornada sólo para transitar consultando con el mapa en que estaba indicado dónde y en qué ángulo se debía cambiar de rumbo y en qué punto volver, se debía cazar a tiro hasta pájaros. El objetivo principal consistió en elevar su arte de tiro y, al mismo tiempo, familizarlos con el método de analizar el mapa.

En la base del Lejano Oriente también efectuamos en gran medida ejercicios de esquiar y nadar. Debíamos conocer el método de hacerlo tanto para desplegar la guerra de guerrilla en la cordillera Rangrim o la Hamgyong cuando llegara el momento de la batalla para el gran acontecimiento de la liberación de la Patria como para lanzarnos a esas operaciones, cruzando el río Amrok o el Turnan.

Para aprender a nadar, aprovechábamos el Amur en el verano. En vista de que el nuestro es un país marítimo, prestábamos especial atención a este ejercicio. Casi todos los miembros de nuestro destacamento crecieron sin ver el mar. Sólo algunos sabían nadar, la mayoría le tenía miedo al río.

Por aquel entonces, el ejercicio de natación se consideraba un poco menos difícil que el de descenso en paracaídas.

Al principio, les enseñamos el método de mover los brazos y piernas sobre tierra, y luego los llevamos al río donde aprendieron a nadar, viendo las acciones de ejemplo de algunos expertos.

Después de darles a conocer así lo que es el agua, tendimos una cuerda entre ambos lados del río y les obligábamos a nadar, sujetándose de ella.

Pero, en el caso de algunas personas como Feng Zhongyun, aunque practicaba mucho, todo resultó en vano. Tan pronto como entraban en el agua, se hundían como plomo. Feng Zhongyun perdió hasta los lentes en medio del río.

También Kim Kyong Sok por poco tiene un accidente en el proceso de la práctica de natación a solas. Dijo que al hundirse en el agua, caminó a gatas por el fondo del río, hasta salir por fortuna.

Jon Sun Hui era quien sabía nadar mejor que nadie. Fue gracias a que había vivido a orillas de un río. En su niñez cruzó el río, llevada a la espalda de adultos, porque no sabía nadar, mas, al comenzar a usar la razón, lo consideró vergonzoso y aprendió a nadar. Como tenía antecedentes de que sirvió como enfermera en el séptimo ejército, aun después de llegar a la base de entrenamiento ocupó el mismo puesto en el dispensario de la unidad. No fueron uno o dos los que aprendieron a nadar con ella.

Una vez concluido el entrenamiento de -nadar, acometimos los ejercicios del paso del río. Podía considerarse una serie de ejercicios combinados. Armados totalmente, realizábamos una marcha forzada a unos 25 kilómetros de distancia, y luego, por sección, armábamos una balsa, con la cual cruzamos el río, sin abandonar los equipos que llevábamos.

Si en estos ejercicios surgía siquiera un atrasado, se rebajaba la nota. Aunque la sección de Choe Kwang era famosa en el paso del río, siempre debía ceder el primer lugar a otra por culpa de Kong Jong Su.

Este había vivido como criado antes de unirse a la guerrilla. No tenía aspectos censurables como persona, pero por su temperamento flemático innato le faltaba el rasgo propio del militar. Se le quemaron varias gorras en un invierno. Era tan lento que no se apresuraba ni aun cuando su pantalón se quemaba con la hoguera.

También en el período del servicio en el quinto ejército, según se decía, perteneció a la sección de Choe Kwang. Una vez se dio el caso de que éste, impaciente con él lo botó diciéndole que se fuera adonde quisiera. Mas, él, cojeando siguió la unidad hasta el fin.

Choe Kwang relató que quedó conmovido con ello y pensó que él en ningún momento renegaría.

Al escucharle, le dije:

—Lo botó usted ordenándole marcharse, pero nos siguió para hacer la revolución. ¡Cuan bueno es el hombre! Aunque nos cueste algún trabajo, esforcémonos para ayudarlo.

Teniendo bien presente mi sugerencia, Choe Kwang empezó a prepararlo por separado. Cuando efectuaban los ejercicios de tirarse del trampolín de 7 metros de alto, también le dio indicaciones particulares.

Lo vi desde lejos. Kong Jong Su no se tiraba de cabeza, sino de barriga; cada vez entonces, se alborotaba gritando que se reventaba, pero no abandonaba los ejercicios. Sin duda, él era un hombre distinto a otros. Después de liberado el país, se desempeñó como oficial ayudante mío y como oficial de la escolta de Choe Yong Gon, así como comandó un batallón.

En el Amur también entrenamos en bote. Era de uso individual, el que se llama “Amúrochika”. Lo guiaban bien los de etnia Nanai. Nuestros guerrilleros competían en ir y venir de Jabarovsk en ese barquito. Empleamos un solo remo. No puedo olvidar el río Amur.

Paralelamente a los ejercicios de nadar y cruzar el río, realizamos los de desembarco. Teniendo en cuenta que nuestro país está rodeado de mar por tres lados y cuenta con muchos ríos, nos era vitalmente necesario adiestrarnos en el paso del río y el desembarco marítimo con vistas a las inminentes operaciones contra Japón.

Una vez, organizamos el ejercicio de combate de desembarco tomando como objetivo el puerto de Rajin.

El entrenamiento de descenso en paracaídas era más difícil que el de nadar. En este entrenamiento las mujeres se mostraban más audaces que los hombres. Ninguna le temía, aunque sí algunos de éstos.

El primer proceso de este entrenamiento era un simulacro: arrojarse de un trampolín a la tierra cubierta de aserrín. Y le siguió el proceso de girar en un dispositivo semejante a la rueda giratoria. Las guerrilleras, aunque se mareaban mucho, no renunciaban al entrenamiento.

Los ejercicios para los paracaidistas se efectuaron en un extenso campo cerca de Voroshílov; allí existió un aeropuerto de uso militar.

Primero que todo, aprendimos a plegar el paracaídas.

Concluido este proceso, pasamos a tirarnos en paracaídas abierto desde una torre de unos 50 metros de alto. En el curso de descender esta distancia, debíamos dar una vuelta con el cuerpo, aprovechando el viento y si nos familiarizábamos con esto, obteníamos el derecho a lanzarnos del avión. Constituimos un grupo de paracaidistas con 10 ó 20 hombres. Al principio, descendimos desde mil metros de altura, pero finalmente, desde 600. En líneas generales, se dio la orden de arrojarse de 800 metros de altura.

El aeropuerto estaba rodeado por extensos huertos de remolacha. Cuando aterrizábamos, acudían las koljocianas que labraban allí, para ayudarnos a plegar el paracaídas y servirnos remolachas peladas.

A los que se lanzaban varias veces se les otorgaban insignias de recuerdo de color azul; en nuestro destacamento Choe Yong Jin la recibió por haber establecido un récord.

También yo participé varias veces en el descenso con paracaídas. Durante el ejercicio surgían fenómenos de toda clase como que perdían la gorra o las botas, daban traspiés, se mecían en un árbol colgados del paracaídas y así por el estilo.

Excluimos del entrenamiento a quienes pesaban más de 80 kilogramos y menos de 40, teniendo en cuenta su seguridad. Esto fue porque en el primer caso podían herirse por la velocidad demasiada alta del descenso y en el segundo por irse hacia direcciones imprevistas subiendo más y más. Por ejemplo, Jon Sun Hui pesó tan poco que voló por encima del avión y aterrizó a duras penas. Igual pasó con Kim Jung Dong. Era muy pequeño, y por eso fue llevado en una dirección inesperada y se colgó de un árbol, cuando lo desprendí con mis manos; su cuerpo era tan ligero como un niño.

En el período de la pasada Guerra de Liberación de la Patria, Kim Jung Dong obtuvo el Título de Héroe de la República por haber realizado méritos en el combate de liberación de Soul y Taejon.

Combinábamos el entrenamiento de descenso en paracaídas con la caída de lo alto y el ejercicio de infantería aerotransportada; los efectuamos en gran escala en el período posterior a 1944.

En el entrenamiento de infantería aerotransportada nos esforzábamos para perfeccionar los movimientos de descender aniquilando a los enemigos que hacían resistencia, desplazarnos con presteza tan pronto como llegáramos a tierra, golpear a la retaguardia enemiga, y así por el estilo.

Si participábamos en esos ejercicios, nos disminuía el peso corporal y teníamos mucha hambre. Fue porque eran muy intensivos y, por añadidura, no bien se desató la Guerra Unión Soviética-Alemania la unidad redujo la cantidad de las raciones para ayudar al frente.

Dadas las condiciones, roturamos baldíos y los aprovechamos en la economía suplementaria. Allí sembramos patata, soya y verduras, de las cuales nos autoabastecíamos. Nos beneficiábamos mucho de ese cultivo complementario.

Nuestro destacamento recogió hierbas silvestres comestibles para suplir la escasez de alimentos. En los contornos de la base de entrenamientos abundaban el helecho, la ajonjera, la aralia y muchas otras hierbas comestibles.

Al ver que tomamos la sopa preparada con éstas, los médicos soviéticos del dispensario militar de la unidad trataron de prohibirlo, diciendo que comíamos hierbas desconocidas, pero después, una vez probada, expresaron que era delicada. Les explicamos que esas hierbas eran medicinales, y desde entonces solicitaban que les sirvieran sólo éstas.

Una vez, se dio el caso de que nuestros compañeros y el jefe de intendencia de la unidad, un mayor del Ejército soviético de descendencia judía, disputaban mientras sembraban patata. Al ver que los nuestros sembraban las yemas separadas de las patatas, él se alborotó diciendo que se perdería el cultivo, pero ellos contestaron que verían el resultado en el otoño.

Ese año, se logró el cultivo de patata. Aunque en las parcelas en que se sembraron las patatas enteras se recogieron tubérculos como guijarros pequeños, allí donde se sembraron las yemas, se cosecharon tan grandes como puños. Sólo entonces, el mayor reconoció las ventajas del método de cultivo a nuestro estilo. En la primavera del mismo año, nuestro destacamento consumió lo que quedaba de las patatas después de separarles las yemas y en el otoño duplicó la cosecha.

Nuestros compañeros cazaban animales organizando un grupo correspondiente y en los días de descanso pezcaban en el Amur. En este río abundaban peces voraces. Existía uno que pesaba no menos de decenas de kilogramos.

Si llegaba la época de desove, muchos cardúmenes de salmones subían Amur arriba. Los capturábamos con redes y los salábamos. Separábamos sus huevas y, adobándolas, las servíamos en la mesa.

Una vez, enviamos al frente occidental gran cantidad de animales cazados y pescado.

En la base de entrenamiento se fomentó también la preparación en radiocomunicaciones.

En Manchuria del Norte hubo quienes en la segunda mitad de la década de los 30 aprendieron la técnica de radiocomunicación, frecuentando la Unión Soviética, empero, en nuestro destacamento Pak Yong Sun y Ri Ul Sol fueron los primeros en estudiarla después de llegar a la base de entrenamiento provisional. Durante tres meses participaron en el cursillo efectuado en Voroshílov y, de regreso, enseñaron lo aprendido a otros guerrilleros. En el aprendizaje de radiocomunicación tomaron parte Ri Jong San, Ri O Song, y otros hombres, y casi todas las mujeres, entre ellas Kim Jong Suk, Pak Kyong Suk, Pak Kyong Ok, Kim Ok Sun, Ri Yong Suk, Wang Ok Hwan, Ri Jae Dok y Li Min.

La mayoría de las unidades que habían actuado en Manchuria del Este y del Sur no se habían beneficiado del servicio de radiocomunicación, porque para formar a los radistas debían recurrir al favor de la Internacional o de la Unión Soviética, lo que no era tan fácil. Por falta de ellos, aunque varias veces consiguieron el transmisor de radio como botín, no sirvió de nada.

De esta manera, ubicamos enlaces en la Comandancia y cada unidad, los cuales aseguraban a pie las comunicaciones. De veras, ellos caminaron mucho. Cada paso era acompañado de la muerte. No fueron uno o dos los que cayeron cumpliendo la misión de enlace.

Después de su ingreso en la guerrilla, Ri Chi Ho se desempeñó varios años como enlace de nuestra Comandancia. En este decursar, sufrió mucho por carencia de alimentos y, además, detenido por el enemigo, fue tan apaleado que su cuerpo se quedó ensangrentado. Si bien sufrió mucho, también alcanzó no pocos méritos.

Por razón de que debíamos asegurar las comunicaciones así por conducto de hombres, no podíamos garantizar su rapidez, aun teniendo que padecer muchos sufrimientos. Partiendo de esas lecciones, prestamos especial importancia a la preparación en la radiocomunicación.

Formar a los radistas, que constituirían la armazón de las comunicaciones se necesitaba también para establecer las instituciones correspondientes, nervios del país, y promover las actividades culturales y propagandísticas en la Patria liberada, para no hablar ya de la construcción de las fuerzas armadas regulares.

Por aquel entonces, Kim Jong Suk, aunque debía participar en diversos ejercicios, sobre todo, los de radiocomunicación y de lanzamiento en paracaídas, actuó con vigor en varias zonas del interior de Corea, incorporada a una pequeña unidad.

En el entrenamiento de radiocomunicación las guerrilleras fueron ejemplo. Ellas también tomaron parte en los ejercicios de esquí, natación, descenso en paracaídas y del paso del río, lo mismo que los guerrilleros. Los entrenamientos de aquel tiempo eran tan intensivos que hasta los oficiales del Ejército soviético expresaban que eran varias veces más difíciles que los experimentados en la academia militar. No obstante, ninguna de ellas se quejaba de nada, ni faltaba a los ejercicios. Antes de comenzar el ejercicio de descenso en paracaídas, quisimos excluir a las mujeres con niños y algunas otras guerrilleras debiluchas. Al saberlo, todas ellas se mostraban descontentas. An Jong Suk vino a verme y, derramando lágrimas, protestó:

—Si no es para participar en el entrenamiento, ¿para qué hemos venido aquí, a la tierra rusa, despidiéndonos hasta de los hijitos?

An Jong Suk fue quien cuando se marchó al Lejano Oriente dejó a su pequeño ante la portilla de una casa ajena. Según oí, también Ri Jong In había dejado su hija en una cabaña ajena para guardar la hortaliza.

Ellas suplicaron encarecidamente que les permitiera participar en el entrenamiento, argumentando que aproximar el día de la liberación de la Patria era el camino que conducía a encontrarse con sus hijos amados.

Pak Kyong Suk, aunque no podía meter en la boca lo cocido en el comedor militar, ningún momento se apartó del aparato de radiotelegrafía. Acababa de parir, mas, se enfrascó en el entrenamiento. Ella estudiaba y se entrenaba tan afanosamente que el instructor de la sección de radiotécnica la llenaba de alabanzas, diciendo que las mujeres coreanas eran, de veras, laboriosas y perseverantes.

Una vez, ella, llevando a cuestas el radiotransmisor, fue a la retaguardia enemiga en compañía de Kim Chaek, y allí actuó algunos meses con una pequeña unidad. Era muy diestra en radiotelegrafiar.

También Kim Jong Suk se entrenó con tesón. Una vez, se torció un tobillo, y pese a su pie muy hinchado, no cesó de esquiar. Al ver que me inquietaba, me entregó un cuadradito de azúcar envuelto en un papel y trató de tranquilizarme, diciendo:

—Si se entrena con esto en la boca, se sentirá bastante aliviada la respiración.

Lo que me preocupaba más en el entrenamiento de descenso en paracaídas era si las guerrilleras livianas podían llegar a tierra como era debido. Pero todas solían abrir a tiempo el paracaídas y aterrizar exacto en el punto determinado. Incluso existieron quienes metían ladrillos en la mochila para pesar más.

Esta fue la juventud que vivimos nosotros, los combatientes.

Superamos con una sonrisa todas las dificultades por el porvenir de la Patria liberada; he aquí, precisamente, nuestra felicidad, nuestra alegría y nuestra dignidad en la vida.

Si bien no podíamos dormir como era debido y carecíamos de fuerzas, además de que el entrenamiento era muy intenso, vencimos con gusto todas esas dificultades y pruebas por el mañana de la Patria liberada.

Aun hoy, nosotros, los luchadores, consideramos valiosa esa época.

En la vida de cada hombre existe, sin excepción, la juventud. Empero, nunca es fácil vivirla para que pueda recordarse con dignidad y orgullo aun en un futuro lejano. ¡Cuán valiosa y digna vida es cada paso que se da consagrándolo todo a la lucha por la Patria y la nación, y superando toda clase de vicisitudes y contratiempos con ardiente fervor e indoblegable espíritu combativo!

Estoy firmemente convencido de que también nuestros jóvenes, heredando ese espíritu de los luchadores entregados en cuerpo y alma a la Revolución Antijaponesa, combatirán con tenacidad por la Patria y la revolución, sobreponiéndose a las dificultades y contratiempos que salgan al paso.

Cuando Japón y Alemania iban cuesta abajo y veíamos cerca el gran acontecimiento de la liberación de la Patria, canalizamos ingentes esfuerzos en el estudio sobre ésta para fortalecer más las fuerzas internas de la revolución coreana. Sin conocer las correctas teorías, estrategia y tácticas sobre nuestra revolución, la historia y la geografía de la Patria, así como su economía y cultura, su ética y costumbres, no podíamos ser capaces de alcanzar por nuestra cuenta la independencia ni construir una nueva Patria, ni tampoco mantener la posición y el criterio independientes en cuanto a la revolución.

No obstante, en líneas generales, nuestros compañeros no tenían una clara conciencia de la Patria. Esto era natural, pues muchos nacieron en Manchuria. Pak Song Chol, aunque era oriundo de la provincia de Kyongsang del Norte, cuando tenía unos 10 años de edad abandonó su pueblo natal y se trasladó a Manchuria, mientras que Ri Ul Sol, si bien nació en Songjin, en su niñez cruzó el río Turnan y vivió en Changbai hasta ingresar en la guerrilla.

Esta fue la razón por la que decidí enseñarles con exactitud la línea original de la revolución coreana y los conocimientos sobre su Patria.

Pero, en la base de entrenamiento no había libros relacionados con Corea, lo cual me tenía preocupado.

En cuanto a los libros editados en Corea, los conseguimos por conducto de los miembros de las pequeñas unidades que iban a operar en su interior, así como los pedimos a los compañeros soviéticos. Una vez, cayó en nuestras manos “La geografía general de Corea”, la cual nos sirvió de gran ayuda para aprender la geografía de la Patria.

Un día, asigné a Rim Chun Chu la tarea de dibujar un gran mapa de Corea con anotaciones de los montes, ríos, llanos y lagos conocidos, los recursos naturales subterráneos, los productos especiales de cada localidad, e incluso los lugares pintorescos y las reliquias culturales.

Le costó mucho trabajo pintarlo. Juntó varios papeles blancos, sobre los cuales dibujó el gran mapa; no tenía defectos.

A la hora de la conferencia política lo colgué de la pared y pronuncié ante los cuadros e instructores políticos del Ejército Revolucionario Popular de Corea el discurso con el tema: “Los revolucionarios coreanos deben conocer bien Corea”. En el discurso subrayé que los revolucionarios coreanos debían conocer claro la historia y la geografía de Corea y luego planteé algunas tareas que se presentaban para acoger con iniciativa el gran acontecimiento de la restauración de la Patria. Desde entonces, todos los guerrilleros coreanos, pertenecientes a las FAI profundizaban en el estudio sobre la Patria bajo la consigna: “Los revolucionarios coreanos deben conocer bien Corea”.

Si no me equivoco, sucedió eso cerca de la fiesta Chusok. Por la noche, contemplando la clara luna flotando sobre el bosque, no supimos cómo pasó la noche, acalorados en hablar de la Patria y los pueblos natales.

La añoranza y el amor a la Patria nos sirvieron de una inagotable fuente de fuerza y ánimo. Nos mostrábamos más activos en el estudio y el entrenamiento.

Por aquel entonces, los combatientes antijaponeses adquirieron inmejorablemente conocimientos correspondientes a todo el curso de una universidad regular, aun teniendo que pasar los días tensos en medio de sucesivos combates y los entrenamientos agobiadores. Nunca fue fácil alcanzarlo.

El sudor y los esfuerzos de aquel tiempo rindieron un gran efecto en la tierra patria liberada.

Entre aquellos que trabajaron junto con nosotros, después de la liberación, figuraban muchos que se habían graduado de las universidades renombradas. También existieron los egresados de la Universidad Comunista de Trabajadores del Oriente, en la Unión Soviética; conversé con ellos y me encontré con que no conocían casi nada en cuanto a la construcción del partido y el Estado.

Los combatientes antijaponeses estaban diestros en todas las labores que se les asignaban.

A Kim Chaek le confié el sector industrial y reconstruyó dentro de corto tiempo la economía industrial del país totalmente destruida. A An Kil le asigné la tarea de instaurar y administrar una escuela donde se formarían los cuadros militares para la construcción de las fuerzas armadas regulares, y también la cumplió sin dificultad.

En lo que se refería a la labor con las masas o el trabajo político, ninguno superaba a los procedentes de la guerrilla.

En todo el decursar de la Lucha Revolucionaria Antijaponesa, aceleramos de manera activa los preparativos para encargarnos del destino de la Patria liberada, con firme fe en la victoria de la revolución y previendo el luminoso futuro.

Al ver que en plena Guerra de Liberación de la Patria impartí la tarea de trazar el proyecto para la rehabilitación y la construcción de la ciudad de Pyongyang, algunos quedaron boquiabiertos, alegando que yo decía tonterías cuando aún no se podía prever ni el cese al fuego. Sin embargo, al cabo de dos años terminó la guerra y, de inmediato, emprendimos las obras, basándonos en ese diseño

Los revolucionarios deben saber programar e impulsar el trabajo, previendo no sólo el presente sino también el futuro lejano.

¡Cuán mejor es diseñar el mañana y crear con anticipación la vida, enfrentándose con osadía a las dificultades, que lamentarse ante ellas! Anticipar el tiempo y el porvenir es espíritu de ofensiva. También en aquella época en que preveíamos la victoria final en la Revolución Antijaponesa, acelerábamos la preparación militar-política y anticipábamos el día de la liberación de la Patria, llenos de optimismo y convicción revolucionarios como siempre.

Únicamente aquellos que con una sonrisa vencen las dificultades de hoy y trabajan día y noche por la Patria del mañana, y que no cesan de meditar y buscar para proyectar el porvenir de las generaciones venideras, pueden ser auténticos comunistas, fervorosos revolucionarios.

En vista de la batalla decisiva contra el imperialismo japonés el gran Líder perfeccionó el gran proyecto de entrelazar en un sistema integral la ofensiva general del ERPC, el levantamiento de todo el pueblo y las operaciones conjuntas en la retaguardia enemiga, y lo presentó como lineamiento estratégico para la liberación de la Patria. En este plan, de grandes proyecciones, consistente en cumplir la magna obra de la restauración del país con la movilización general de las fuerzas armadas revolucionarias y la nación entera, estaban reflejadas la absoluta confianza y esperanzas depositadas en nuestro pueblo, forjado en el fragor de la Revolución Antijaponesa.

El que sólo con la fuerza de unos cuantos precursores o combatientes no se puede alcanzar la independencia del país, es el resumen de la historia del movimiento revolucionario mundial y, al mismo tiempo, la lección sacada del movimiento de liberación nacional en nuestro país.

Desde el mismo día del inicio de la Revolución Antijaponesa abogamos invariablemente por la total resistencia popular. Por aquel tiempo, eso significaba darle una formación revolucionaria a todo el pueblo y movilizarlo para la Revolución Antijaponesa. Es decir, alcanzar la liberación del país con la resistencia antijaponesa, organizada y activa, de alcance de todo el país, de toda la nación.

Respecto a la resistencia de todo el pueblo nosotros opinábamos: para formar a todo el pueblo como revolucionario es preciso concientizarlo y organizarlo, y para, con su resistencia derrotar al imperialismo japonés, se le debe preparar de modo firme, después de concientizado y organizado, no sólo en el plano político sino también en el militar.

Los preparativos para la resistencia de todo el pueblo comenzaron a realizarse plenamente desde que nosotros, ocupando el monte Paektu y partiendo de allí, extendimos la lucha armada hacia las zonas ribereñas del Amrok y el interior del país y, al mismo tiempo, bajo la bandera de la Asociación para la Restauración de la Patria (ARP) desplegamos intensamente actividades como la creación del partido, el movimiento del frente unido y la formación de organizaciones de masas. El Programa de 10 Puntos de la ARP que exhortaba a alcanzar la emancipación del país con la movilización general de toda la nación, fue, de hecho, igual a la proclamación de la total resistencia popular.

Creo que fue después de estallar la Guerra Chino-Japonesa cuando planteamos como una línea independiente la de la resistencia de todo el pueblo y comenzamos a tomar medidas prácticas para materializarla. La cuestión de la guerra antijaponesa a escala de todo el pueblo fue analizada tanto en las reuniones del campamento secreto del monte Paektu como de Chushuitan y Sinhung. Se puede considerar el llamamiento de septiembre como el llamamiento a la total resistencia popular.

Durante nuestra permanencia en el monte Paektu también tracé el proyecto para organizar la Guerrilla Popular Antijaponesa del Norte de Corea.

Por una parte, seleccionamos a numerosas personas forjadas en las organizaciones locales y las preparamos en el centro de cursillos instalado en Kanbaeksan como los núcleos de dirección que demandaba la resistencia popular total y, por la otra, dedicamos muchas energías a crear mayor número de agrupaciones paramilitares en las zonas septentrionales y otras partes del país y a ampliarlas y fortalecerlas.

Nuestros trabajadores políticos, enviados al interior del país, constituyeron por doquier brigadas obreras de choque y guerrillas de producción.

A medida que se acercaba el día de la batalla decisiva comenzamos a imprimirle mayor ritmo a la preparación de la operación para la resistencia popular total.

En aquellos momentos se reunieron en un punto los comandantes de destacamento coreano.

El enfoque fue la preparación de la batalla decisiva.

Todos los participantes en la cita manifestaron su pleno apoyo a mi propuesta de hacer perfectos preparativos para que todo el pueblo se alzara en la lucha antijaponesa y así lograr con nuestras propias fuerzas la restauración de la Patria.

Con posterioridad, sobre la base del análisis del estado de la construcción de las organizaciones partidistas y de masas en el interior del país y de actividades de las agrupaciones armadas secretas, presentamos un lineamiento de tres facetas para la liberación de la Patria. Esto es lograr la histórica obra de la restauración de la Patria mediante la ofensiva general del ERPC y, en combinación con ésta, el levantamiento de todo el pueblo y las operaciones conjuntas en la retaguardia enemiga.

Era lineamiento con muchas posibilidades de realización. ¿Qué daba pie a esta afirmación? Juzgamos según el sentir del pueblo. En esa época, toda la opinión pública estaba a nuestro favor. Muchas personas miraban esperanzadas hacia el monte Paektu, y otras tantas venían hasta el mismo. Eran innumerables quienes iban hasta las guerrillas y manifestaban su decisión de ser soldados de Kim Il Sung. También los que habían huido de la movilización para el trabajo forzado o el ejército, y refugiados en las montañas hicieron herrerías y fabricaron armas para, según afirmaban, luchar a vida o muerte contra los japoneses.

“Ya es insoportable seguir viviendo bajo la dominación japonesa. Cuando las guerrillas de Kim Il Sung irrumpan en Corea, también nosotros nos alzaremos para golpear a los nipones. Decidiremos de una vez y para siempre: vivir o morir”, así pensaba entonces el pueblo.

Precisamente en esa época ocurrió que en el techo de un camarote de tercera clase del “Koanmaru”, barco que navegaba entre Pusan y Shimonoseki, se escribió: “Kim Il Sung, Comandante de la independencia de Corea”, y que en la Puerta Sur de Soul apareciera un “garabato malintencionado”, el cual decía: “En los próximos días retornará triunfalmente el Comandante Kim Il Sung”, hechos que provocaron tremendo alboroto entre los funcionarios japoneses.

Al entrar en la primera parte de la década de los años 40, amplios sectores populares nos confiaron más que nunca el destino de la nación, y esperaron de modo ansioso el día en que rescatáramos la Patria.

Se dice que la opinión popular es voluntad divina. Ella encierra la aspiración y el anhelo del pueblo. Si la opinión popular está lista, se puede acometer cualquier magna tarea.

Esta fue precisamente la posibilidad que vimos. El lineamiento de tres facetas para la liberación de la Patria fue planteado teniendo en consideración estos puntos.

Lo esencial del plan operativo para la batalla decisiva consistía en que nuestra fuerza principal, irrumpiendo rápidamente en el interior del país, ocuparía todas las provincias, donde por una parte, desplegaría acciones combativas, y, por lo demás, haciendo un llamado a todo el país, haría que los obreros, campesinos, estudiantes y otros jóvenes refugiados en las montañas se unieran a los destacamentos armados y, en combinación con esto, se llevara a cabo la rebelión armada de todo el pueblo, y de ese modo aniquilaríamos de un golpe a los enemigos y liberaríamos el país.

Era un plan con todas las posibilidades de éxito. Si después de ampliar los destacamentos armados con patrióticos jóvenes y hombres de mediana edad en el interior del país, teniendo como núcleo a los miembros del Ejército Revolucionario, forjados en el fragor de la Lucha Armada Antijaponesa, librábamos por doquier combates a vida o muerte, era del todo posible emancipar el país con nuestras propias fuerzas.

Lo importante era cómo movilizar al pueblo para la resistencia en el momento decisivo, pero esto tampoco constituía una tarea difícil. Teniendo en cuenta que cuando el Levantamiento Popular del Primero de Marzo se alzaron más de 2 millones de manifestantes simplemente para gritar “¡Viva la independencia!”, se podía imaginar cuántas gentes se levantarían en la resistencia, en la batalla decisiva.

Por supuesto, este lineamiento no fue aceptado fácilmente por todos, sin objeciones. Cuando lo planteamos por primera vez, algunos menearon la cabeza en señal de duda, pero la mayoría lo apoyó desde el comienzo afirmando que era segura su exitosa ejecución.

También los jefes de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste lo encontraron estupendo. En tono interrogativo indagaron cómo pudimos plantear este asunto cuando nuestra situación era tal que el país era una colonia completa y nosotros nos veíamos obligados a desplegar la lucha armada principalmente fuera del país.

Yo les expliqué: El armamento de todo el pueblo, el levantamiento de todo el pueblo no es un planteamiento subjetivo nuestro. Lo anhela el pueblo. Nosotros sólo enarbolamos como consigna lo que él anhela y demanda.

En la primera parte de la década de los años 40 se iba paralizando paulatinamente el sistema de dominación del imperialismo japonés en Corea. A medida que se definía la derrota de Japón en la Guerra del Pacífico aparecieron entre los burócratas diversas formas de sabotaje en el trabajo.

Lo siguiente me lo contó Jo Myong Son.

Una vez ocurrió que mientras cumplía en el país misiones con un grupo pequeño apresó a un policía en medio de una montaña. Le preguntó por qué holgazaneaba en el bosque cuando la situación era alarmante. El policía confesó que al pensar que dentro de poco tiempo Japón sería derrotado, nada le importaba, y como sentía oprimido el pecho salió a cazar.

En aquel tiempo, era tal el estado espiritual de los funcionarios japoneses. Por consecuencia, no podía menos que tambalearse el sistema de dominación de los enemigos.

La vulnerabilidad de este sistema de dominación dio la posibilidad de que las organizaciones de resistencia en el interior del país emprendieran audaces preparativos para la resistencia popular total.

Aprovechándose de esta debilidad de los enemigos nuestros trabajadores políticos y los miembros de las organizaciones de resistencia enviaron declaraciones o advertencias a las autoridades, indistintamente de rangos, comenzando por las de las instancias inferiores como las de cantón y los policías, y llegando a las de las capas superiores como gobernadores de provincia, el gobernador general y hasta al premier o el mismo emperador, lo que hizo cundiera el pánico entre ellos.

En febrero de 1943 las organizaciones de resistencia del interior del país enviaron al premier japonés Tojo varias advertencias con motivo de la aplicación del régimen de reclutamiento militar.

Una de ellas, enviada en nombre de todos los jóvenes del distrito Pyoksong, dice: “Destinatario: Su excelencia el Premier Tojo; Residencia del Premier en Tokyo;

“Corea se independizará.

“... Tú, Japón, país enemigo, vuelve en ti. Haces titánicos esfuerzos para engrosar el ejército mediante la implantación del sistema de reclutamiento en la Península Coreana, pero nosotros deseamos que venga pronto ese día. Entréganos los fusiles y las bayonetas. Nuestros enemigos son los japoneses. ...

“Nosotros, dispuestos a entregar la vida por Corea, nuestra Patria, nos enfrentaremos hasta el final al país enemigo: Japón. Nos opondremos hasta la muerte. Aun muertos nos opondremos. Nosotros seremos los primeros reclutados ... para satisfacer el anhelo que guardamos en el pecho, para enfrentarnos al país enemigo: Japón, o mejor dicho para derrotarlo.” (“Mensuario de la policía especial” para febrero del 18 (1943) de Showa, Pag. 72, sección de seguridad pública, de la dirección de información del Ministerio de Asuntos Interiores)

Mientras acelerábamos la preparación de la resistencia pannacional prestamos especial atención a los siguientes problemas: uno era reforzar las bases secretas en el interior del país como puntos de apoyo militar-políticos de la resistencia de todo el pueblo y, al mismo tiempo, preparar otras nuevas transitorias; otro consistía en enviar al interior del país un mayor número de destacamentos y grupos pequeños y trabajadores políticos con la tarea de preparar firmemente las fuerzas de resistencia popular total para las acciones de liberación de la Patria, asunto que respondía a las demandas de la nueva situación; y el último preveía ejecutar una dirección unificada sobre las fuerzas de resistencia pannacional del interior del país.

La resistencia de todo el pueblo era una cuestión inconcebible al margen de la rebelión armada ni se podía materializar sin contar con puntos de apoyo para las acciones, razón por la cual, al plantear tempranamente el lineamiento al respecto dirigimos primordial atención a la tarea de preparar en la cordillera Rangrim y otras grandes las bases secretas que servirían a las unidades del ERPC como centros de actividades, de operaciones y de intendencia, y como puntos de apoyo armado para las fuerzas de resistencia popular total.

Así fue como en las regiones del noreste con la cordillera Paektu como centro, en las regiones septentrionales con las riberas del Amrok y las cordilleras Rangrim y Pujonryong como su parte central, y en las regiones occidentales y centrales, en fin, por doquier, se crearon numerosas bases secretas.

Al entrar en la década de los años 40, en correspondencia con las demandas de la nueva situación, construimos, además de esas bases, otras temporales de variados tipos y envergadura en todos los lugares que podrían tener mucha importancia estratégico-táctica para la operación de liberación del país.

Al tiempo que construíamos preferentemente esas bases enviamos al interior del país un gran número de destacamentos y grupos pequeños y trabajadores políticos. También yo, al frente de un pequeño destacamento, estuve varias veces en la profundidad del país.

Penetrando no sólo en las regiones fronterizas de las riberas de los ríos Turnan y Amrok sino también en Soul y otras partes de Corea central y en Pusan, Jinhae y otras zonas de Corea meridional e incluso en el lejano Japón, los referidos destacamentos, grupos y trabajadores desplegaron dinámicas actividades político-militares y prepararon a amplios sectores de masas antijaponesas para la lucha de resistencia de todo el pueblo.

Refiriéndose a las actividades de los trabajadores políticos que había enviado el Comandante Kim Il Sung, en un documento oficial del imperialismo japonés se escribió:

“Detención de un subordinado de Kim Il Sung,

encargado de asuntos ideológicos

Kim Il Sung, líder de los rebeldes coreanos, radicados en Manchuria, viene realizando desde hace tiempo intensas acciones antijaponesas: recientemente uno de sus hombres, un peligroso elemento de apellido Kim, encargado de asuntos ideológicos, se infiltró en Turnen, provincia de Jiandao, con propósitos subversivos, y mientras se dedicaba al trabajo clandestino fue arrestado por un organismo local de vigilancia. Por el momento está siendo sometido a un riguroso interrogatorio y hasta ahora se han comprobado que el fin de la infiltración y el estado de sus actividades son los siguientes:

1) Fin de la infiltración: En caso de una guerra japonés-soviética perturbar la retaguardia en Manchuria y Corea, organizar unidades coreanas como quinta columna y recoger los billetes de banco japoneses.

2) Estado de las actividades: Como encargado de asuntos ideológicos bajo el mando de Kim Il Sung, penetró secretamente en Manchuria desde Jabarovsk con la misión arriba mencionada, y en Turnen reclutó a unos 20 elementos rebeldes de origen coreano ...3) Relaciones de procedencia: como es evidente la existencia de una base de quinta columna en Kyongsong (Soul), en este momento se está investigando minuciosamente.” (“Mensuario de la policía especial”, para febrero del 18 (1943) de Showa, Pag. 82, sección de seguridad pública, dirección de información del Ministerio de Asuntos Interiores)

Otro asunto importante para acelerar los preparativos para la resistencia popular total era establecer un organismo rector que fuera capaz de ejercer una dirección unificada sobre el movimiento de resistencia en el interior del país.

Después de la creación del Comité de Trabajo del Partido en el Interior del País, se constituyeron por todas partes grupos partidistas que aseguraron la dirección a las agrupaciones de masas. A partir de finales de la década de los 30 surgieron comités del partido zonales con la misión de realizar una dirección unificada sobre los grupos partidistas y las agrupaciones de masas antijaponesas que habían sido constituidas aisladamente en diversas regiones, y comenzaron a desempeñarse como órganos de dirección zonales.

Como ejemplo podemos mencionar el comité zonal del partido de Yonsa que creara Kim Jong Suk.

En la primera parte de la década de los 40 se constituyó y comenzó a actuar en las regiones de la provincia de Phyong-an del Sur el comité partidista zonal que agrupaba a los comunistas precursores. Bajo su jurisdicción tenía grupos partidistas en Pyongyang, Kaechon, Nampho y en otras partes y por medio de ellos dirigió las organizaciones de la ARP y de resistencia popular en la provincia.

Otro comité similar creado en Chongjin, en la provincia de Hamgyong del Norte, contaba con numerosas células en las fábricas en el territorio de esta ciudad, hallándose en su centro la Fundición Ilchol.

Gracias a las intensas actividades político-militares que se llevaron a cabo por nuestra iniciativa para derrotar al imperialismo japonés con la lucha de resistencia a escala nacional, en la primera parte de la década de los 40 crecieron bruscamente las fuerzas de resistencia popular total en el interior del país. En 1942, sólo el número de organizaciones clandestinas antijaponesas que detectaron los imperialistas japoneses en el país llegó a más de 180 y más de medio millón de personas integraban las fuerzas organizadas. Creo que de sumar a ellas las no descubiertas por los enemigos las cifras serían mucho mayores.

En las actividades que las organizaciones antijaponesas desplegaron en esa época en el interior y exterior del país lo general fue que en su mayoría estaban evolucionando como entidades de carácter político y militar y que se planteaban como su importante objetivo y tarea de lucha la sublevación de todo el pueblo y la resistencia armada. Por esa época, numerosas organizaciones combativas declararon abiertamente que su objetivo de lucha era llevar a cabo la resistencia popular total, la insurrección simultánea, y la rebelión armada, y unirse a las operaciones de ofensiva final del ERPC, e incluso se pusieron denominaciones directamente relacionadas con nosotros como, por ejemplo, “Destacamento Kim Il Sung” o “Sociedad Paektusan”.

El “Destacamento Kim Il Sung” que, constituido en Soul, extendió su influencia hasta Mosulpho, en la isla Jeju, y otras partes del país e incluso hasta Japón; fue una organización de resistencia popular total que merecía recibir atención tanto por sus metas como por su modo de actuar en las postrimerías de la Revolución Antijaponesa.

Según recuerdo, fue alrededor de junio de 1945 cuando se descubrió su existencia. Por aquel entonces, el departamento de policía de la prefectura Niigata conoció que entre los coreanos arrastrados a Japón para el trabajo forzado funcionaba una organización llamada “Destacamento Kim Il Sung”, y puso todo su empeño en descubrirla.

Esta organización actuó planteándose como meta estar perfectamente preparada para la resistencia con la agrupación de amplios sectores de masas antijaponesas, y en el momento en que nuestro Ejército revolucionario emprendiera el avance hacia el interior del país, unirse a él para participar en la sagrada batalla final por la liberación de la Patria.

Estaba arraigada en centros de trabajo, sobre todo en importantes fábricas de guerra, empresas, puertos y lugares de obras militares.

Según lo anotado en los documentos secretos del viejo Japón, el “Destacamento Kim Il Sung” propagó lo siguiente: que la guerra en la gran Asia Oriental terminaría pronto con la derrota de Japón; que con la derrota de Japón se alcanzaría la independencia de Corea; que después de este acontecimiento en Corea se implantaría una forma de régimen político bajo el cual todos vivirían con igualdad y felicidad, sin que existieran ricos y pobres, y que “el máximo dirigente de la Corea independizada sería Kim Il Sung”.

Actualmente, un buen número de investigadores sostienen que detrás de la sublevación de envergadura que llevaron a cabo los obreros coreanos en el mes de marzo de 1942 en un aeropuerto de la isla Jeju, estaba el “Destacamento Kim Il Sung”. A mi parecer, esa afirmación tiene su lógica.

Aquí reproducimos un artículo insertado en el “New York Times”, EE.UU., el 18 de julio de 1942:

“Coreanos destruyeron gran base de Japón

En un ataque perpetrado a Quelpart (isla Jeju), situada a la entrada del Mar Oeste de Corea, los obreros dieron muerte a 142 efectivos de las fuerzas aéreas.

Continúa la sublevación de los patriotas.

Washington, 17 de julio ... en el pasado mes de marzo, como consecuencia de la sublevación antijaponesa que continúa intensificándose en Corea, quedó seriamente destruida la base de las fuerzas aéreas japonesas en la isla Quelpart, denominada también Saishu ...

La isla está situada en un punto lejano del extremo meridional de la Península Coreana y ocupa una posición importante entre el Estrecho de Corea y la entrada del Mar Oeste de Corea.

Según se notifica, el 29 de marzo obreros coreanos asaltaron la base de las fuerzas aéreas en la isla. Destruyeron la estación de radiocomunicaciones y quemaron cuatro hangares subterráneos. Durante el asalto murieron 142 japoneses entre pilotos y personal técnico y otros 200 sufrieron quemaduras o heridas.

También fueron destruidos dos tanques de bencina y 69 aviones. Posteriormente, Japón mató a 400 coreanos que sobrevivieron a dicho ataque.

Según noticias, también en la parte septentrional de Corea tres plantas hidroeléctricas fueron voladas por los coreanos el primero de marzo.”

La “Sociedad Paektusan” se constituyó en el verano de 1942 en Songjin (hoy Kim Chaek), provincia de Hamgyong del Norte. Según datos recogidos por la policía japonesa, se creó bajo la dirección de una persona matriculada en la universidad japonesa Waseda. Se dice que la organización fue denominada Paektusan teniendo en cuenta que nosotros peleábamos con este monte como base. Entre estos datos también hay notas que refieren que ella desarrolló actividades encaminadas a alcanzar la independencia de Corea, entre otras la promoción al alistamiento en el ERPC y elevar la conciencia nacional.

En la zona de Pyongyang hubo una organización de resistencia denominada “Cuerpo para la liberación de la Patria”. A ella perteneció uno de mis primos, Kim Won Ju.

Fue una activa agrupación de resistencia que se planteaba como su principal meta llevar a cabo una rebelión armada, en coordinación con la operación de liberación de la Patria que emprendería el ERPC.

Penetrando en las zonas industriales y rurales centro-occidentales de nuestro país, incluyendo a Pyongyang, extendió sus filas entre diversos sectores y capas del pueblo, sobre todo entre los obreros, campesinos y jóvenes estudiantes. Sus redes llegaron hasta los organismos de la policía, el gobierno y la administración.

También fueron ambiciosos y emprendedores sus planes de acción. Por ejemplo, proyectó destruir los principales organismos de reclutamiento forzado de los jóvenes coreanos para el ejército y el trabajo, y, por otra parte, entrar en contacto con nuestras unidades para conseguir las armas, y después incorporar directamente a las acciones armadas a los mejores elementos, seleccionados entre sus militantes.

Se proponía asaltar estaciones de policía, ayuntamientos de cantones, rescatar los cereales de entrega obligatoria, arrebatar los documentos de reclutamiento forzado para el ejército y el trabajo, destruir los organismos de transporte, poner en función una herrería en el monte Kuwol para producir armas blancas, ... Como vemos, había proyectado acometer no una o dos tareas. La dirección del cuerpo incluso pensó en crear sus organizaciones en el ejército y fábricas de guerra japoneses.

Según afirmó Won Ju, el cuerpo se constituyó en la comuna Tudan.

Won Ju fue arrestado, a finales de la dominación japonesa, por haber arrebatado una pistola.

Después de su detención no hubo un día en que los policías no irrumpieran y registraran su casa para encontrar el escondrijo de la pistola.

Me dijeron que después de lo sucedido los policías difundieron con tremendo alboroto la noticia sobre la detención de un primo de Kim Il Sung.

De entre las organizaciones de resistencia en el interior del país pueden mencionarse como la de mayor envergadura la “Asociación Secreta de la Fundición Ilchol” y la “Asociación Secreta para la Preparación de la Rebelión Armada”, integrada por graduados en la Universidad Imperial de Kyongsong.

La “Asociación Secreta de la Fundición Ilchol” fue creada por un trabajador político enviado por una de nuestras pequeñas unidades y estaba integrada principalmente por obreros de esa fundición.

No fue casual que entrando en la década de los 40 apareciera en la Fundición Ilchol una organización para la restauración del Partido Comunista. Un buen número de los promotores de esta organización, siendo de la generación experimentada, desde el punto de vista de sus antecedentes en el movimiento comunista, habían estado encarcelados varias veces por su participación en el movimiento de los sindicatos de los obreros o de los campesinos.

Esta Asociación llevó a cabo preparativos para alcanzar su objetivo principal, que consistía en emprender una rebelión armada en coordinación con la ofensiva del ERPC hacia el interior del país. Estableció su base secreta en la región de Puyun, donde almacenó armas, provisiones y medicamentos y también imprimió volantes y folletos. Tenía grupos de acción en fábricas importantes y había elaborado hasta un detallado plan de acción en el que se indicaban la señal para el inicio de la rebelión armada, la fecha, los blancos, procedimientos y métodos de arrebatamiento de armas.

Hasta que fue descubierta también realizó con éxito acciones de sabotaje para entorpecer la producción de tiempo de guerra de los imperialistas japoneses.

Tenía trazado hasta un audaz plan para apoderarse de las ametralladoras antiaéreas del ejército japonés instaladas en los contornos de la fábrica.

Además de acciones de sabotaje a la producción de hierro, organizó las de negación al embarque de lingotes con destino a Japón. Por eso, ocurrió que numerosos barcos permanecieron atracados durante días en el puerto de Chongjin sin poder cargar el hierro.

Igualmente la Asociación Secreta para la Preparación de la Rebelión Armada, organizada en Soul, tenía gran envergadura y audaz propósito.

En esa agrupación tomaron parte, además de comunistas de la vieja generación, muchos intelectuales, y creo que en el país no hubo otra organización secreta que contara con tantos intelectuales en su militancia. También se conocía bajo el nombre de Asociación Secreta de Songdae. Antes de la liberación del país entre la gente se habló mucho del “incidente de Songdae”, el que ocurrió precisamente por causa de esta asociación.

A la Universidad Imperial de Kyongsong se le llamaba abreviadamente Songdae. Detrás de esta agrupación había un trabajador clandestino, preparado y enviado por nosotros. Kim Il Su y So Jung Sok, organizadores de esa asociación, eran viejos comunistas a quienes yo conocía bien desde que estaba en Jilin.

Kim Il Su estuvo en la región del Lejano Oriente de la Unión Soviética, donde junto con Ri Yong, hijo de Ri Jun, sirvió por un tiempo como jefe de compañía en el batallón de coreanos de la Guardia Roja de ese país. Conocí que al tomar parte en varios combates contra los blancos obtuvo muchos méritos. A comienzos de la década de 1920 se unió a la gente de Ri Tong Hui del Partido Comunista de Koryo.

Por un tiempo también participó en la campaña de restauración del Partido Comunista de Corea, pero posteriormente, según he oído, declaró que no volvería a cumplir más la absurda tarea de ir a la Internacional con el cuño de patata, aunque reconoció la necesidad de rehabilitar al partido.

El también aceptó con sinceridad nuestra opinión de que la construcción del partido debía promoverse no con el método de ir de arriba abajo, como era organizar primero el comité central y declarar la fundación del partido, sino con el método de proceder de abajo hacia arriba, entrando en las masas y creando primero las organizaciones de base.

Tiempo después, al emigrar a Manchuria trabajó en el comité especial del partido en Manchuria del Este hasta que fue arrestado por la policía japonesa y así sufrió cárcel durante varios años.

Se dice que al salir de la prisión se dirigió a la zona noreste de China y anduvo por muchos lugares en busca de nuestra unidad. Como no logró encontrarla retornó a Corea, donde entró entre los obreros.

Sin lugar a dudas, el hecho de que prestara mucha atención a la clase obrera significaba que se había despojado por completo del anterior punto de vista erróneo.

Yo conocí bien, además, a los hermanos So Jung Sok y So Wan Sok.

So Jung Sok al principio perteneció al grupo de Soul, pero luego pasó al M-L. Cuando estaba en Jilin se llevaba bien con Hwang Paek Ha, padre de Hwang Kui Hon.

Lo conocí cuando realizaba la labor con la juventud en Jilin. Como era vecino de Jang Chol Ho, en cuya casa yo estaba como inquilino, lo llegué a conocer. Y tuvimos muchas discusiones.

Con posterioridad So Jung Sok declaró que abandonaría las riñas sectaristas. Mientras otros cambiaban su afiliación para el partido chino conforme al principio de un solo partido en un país, él se resistió hasta el fin, dedicándose al movimiento de restauración del partido. Por aquel tiempo fue detenido y encarcelado durante varios años. Era una persona con criterio propio y firme entereza.

También después de la liberación del país los dos hermanos trabajaron mucho por la reunificación de la Patria y la revolución en el Sur de Corea.

Los combatientes de la resistencia en el interior del país que crearon en Soul la Asociación para la Preparación de la Rebelión Armada, fueron extendiendo la organización a la Fábrica de Abono Nitrogenado de Hungnam y a otras fábricas, minas y escuelas de diferentes regiones.

Esa asociación estableció su base secreta de acción, llevó a cabo amplias e intensas actividades, comenzando por la adquisición de armas e impresión de publicaciones hasta la recogida de informaciones militares. E incluso enseñó a sus miembros el uso de las armas y los entrenó en otros ejercicios militares.

Los que estudiaban en la Universidad Imperial de Kyongsong, único centro docente universitario que existía en Corea en el período de la dominación japonesa, eran reconocidos talentos, y en su mayoría provenían de familias acaudaladas. Los japoneses la fundaron no para ilustrar a los coreanos. Corno éstos realizaban una campaña para fundar un instituto universitario de administración civil, la prohibieron y en cambio abrieron una denominada universidad imperial con miras a formar a los ejecutores de la dominación colonial.

Es más que asombroso que en tal centro docente naciera la Asociación para la Preparación de la Rebelión Armada.

También An Hyong Jun actuó con éxito en Soul donde constituyó organizaciones de resistencia popular. Tempranamente, bajo la dirección de mi tío Hyong Kwon participó en el movimiento juvenil antijaponés en las regiones fronterizas septentrionales.

Después de crear en la encrucijada de Jongro, en Soul, una tal sociedad de acciones y de constituir sus filiales, impulsó, por una parte, el trabajo de la organización y, por la otra, realizó con gran espíritu, la recolección de fondos para la revolución. Creó organizaciones de resistencia popular entre los obreros madereros y almadieros de las empresas bajo jurisdicción de esa sociedad.

Según me dijeron, junto con otros compañeros compró a bajo precio una curtiduría que un japonés mantenía cerrada por dificultades financieras, la convirtió en base de intendencia y de enlace de la Asociación para la Preparación de la Rebelión Armada, y llevando amarrados a su cinto varias decenas de miles de wones obtenidos en esa fábrica adquirió cosas como armas.

A raíz de la liberación del país An Hyong Jun fue el primer jefe del departamento de propaganda del comité popular de la ciudad de Soul.

En la primavera de 1946, Kim Chaek y yo lo recibimos en audiencia en mi despacho de la sede del Comité Popular Provisional de Corea del Norte.

Por su parte Ri Kuk Ro y otros eruditos incorporados a la sociedad de lengua coreana, desplegaron actividades luego de crear una organización.

Los compañeros de la provincia de Hamgyong del Norte suelen hablar con mucho orgullo sobre los grupos armados de su territorio, mencionando entre otros el popular Kachibong de Hoeryong, el obrero-campesino Komsan y el popular de Rajin, y efectivamente tienen motivos para sentirse orgullosos. Dichos grupos desempeñaron un considerable papel.

Una organización denominada “Sociedad de los Vestidos de Blanco”, integrada por jóvenes obreros de la mina de Musan, escuchando regularmente la transmisión radial en coreano que llegaba de la Unión Soviética, realizó el trabajo propagandístico y otras acciones de lucha.

En muchas partes del país operaron cuerpos armados bajo variadas denominaciones, entre otros el Grupo Patriótico de Cholsan y el Grupo Armado Antijaponés de la Herrería de Sunan.

Un buen número de estas agrupaciones actuaron en coordinación con nosotros o fueron constituidas por personas que enviamos directamente.

Las organizaciones de resistencia en la zona de Hungnam que actuaban bajo nuestra influencia, libraron una lucha a vida o muerte para frustrar la producción de un arma de exterminio masivo que los imperialistas japoneses se empeñaban en producir bajo condiciones de extremo secreto, así lo impidieron hasta su derrota.

Así como en la zona de Hochon, en la provincia de Hamgyong del Sur, a donde fue enviado y actuó Ri Kui Hyon, quien junto con Pak In Jin, Ri Chang Son y otros, había participado desde temprano en la creación de organizaciones masivas antijaponesas en la región de Phungsan, los obreros de la construcción de obras hidráulicas y muchos patriotas se unieron en una organización y lucharon con éxito.

Organizaciones de resistencia popular total existieron también en el seno del ejército agresor japonés.

Ustedes también conocerán bien el ampliamente difundido hecho de que en 1944 los jóvenes coreanos reclutados en la unidad naval de Jinhae al percatarse de que la guerra terminaría con la derrota de los imperialistas japoneses desertaron en masa, decididos a ir en busca de la unidad de Kim II Sung y bajo sus órdenes contribuir a la independencia de Corea, en vez de morir como perros sirviendo en el ejército de un país que sería derrotado.

En cierto año, cuando estuve en China, Zhou Enlai y Peng Dehuai me contaron que durante la guerra antijaponesa, en el frente chino ocurrió que numerosos jóvenes coreanos, con sus armas y otros pertrechos, vinieron a solicitar que los enviaran a la unidad de Kim Il Sung, pero como la situación de entonces no permitía satisfacer su petición los incorporaron al ejército de voluntarios que operaba en Huabei.

Según se dice, también en la división 30 del ejército japonés, estacionada en Pyongyang, los jóvenes coreanos organizaron un cuerpo armado antijaponés con los estudiantes reclutados y elaboraron hasta el plan para incorporarse en colectivo al ERPC.

Fue una agrupación bien organizada; tenía bajo su mando dos destacamentos regionales y bajo la jurisdicción de ellos 4 ó 5 ramales.

Según supimos, al principio como no contaba con orientación para la lucha la buscó como quien anda a tientas en la oscuridad, pero desde que hizo contacto con nosotros pudo conducirse por un camino correcto e intensificar sus actividades.

El cuerpo armado antijaponés de los estudiantes reclutados tenía trazado un plan de acciones sumamente atrevido. Con motivo de la fiesta de Chusok desertarían todos y provisionalmente se reunirían al pie de la colina Puktae, en el distrito Yangdok, y de allí se dirigirían a través de las cordilleras a una montaña en las cercanías de Pochonbo, en el curso de lo cual completarían las armas, municiones y las provisiones con el método de asaltar puestos de policía o de gendarmería.

Se proponía que después completarían sus filas con los que se escondían en los bosques huyendo del reclutamiento para el trabajo forzado o el ejército y prepararían una base de apoyo para las acciones de librar la lucha guerrillera hasta que uniéndose al grueso del ERPC pudieran participar en la operación de liberación de la Patria.

En la reunión para analizar por última vez el plan de operaciones se propusieron la consigna de “nuestro destino es el monte Paektu”, e hicieron cuidadosos preparativos para unirse al ERPC, pero su gran empresa fracasó a causa de una imprudencia de un miembro de la organización.

Las autoridades militares japonesas se alarmaron diciendo que se trataba de uno de los más graves complots de rebelión registrados en la historia del ejército.

Un buen número de personas que otrora al participar en el movimiento comunista en el interior del país estaban relacionados con organizaciones de diferentes matices, apoyaron el lineamiento de resistencia popular total, y a la hora de la batalla final para derrotar al imperialismo japonés se unieron a nuestra lucha.

Supe que también Ri Hyon Sang llegó a conocer este lineamiento estando en la prisión de Sodaemun debido al incidente del grupo comunista. Entonces, en esa prisión estaban encerrados tanto Pak Tal como Kwon Yong Pyok y Ri Je Sun. Se dice que ellos transmitieron a Ri Hyon Sang nuestro proyecto referente a las operaciones de liberación de la Patria.

Desde el momento en que lo conoció él se declaró en huelga de hambre. Quería salir a toda costa con vida para poder formar una agrupación de resistencia y librar una batalla decisiva contra los enemigos japoneses.

Puesto en libertad condicional por la enfermedad contraída al cabo de más de 20 días de huelga de hambre, Ri Hyon Sang se restableció por un tiempo y después entró en el monte Jiri, donde constituyó una pequeña unidad armada con jóvenes, hombres de mediana edad y estudiantes quienes, huyendo del reclutamiento para el trabajo forzado o el ejército, se escondían allí.

El monte Jiri, donde se estableció Ri Hyon Sang, fue una base en forma de zona liberada. Según afirmó él, envió enlaces al monte Paektu para realizar operaciones conjuntas con nosotros.

Jo Tong Uk, a quien enviamos a Soul, realizó exitosamente los preparativos para la resistencia de todo el pueblo. La organización denominada Asociación 6 de Junio que fundó contó con varias agrupaciones legales bajo su control, entre otras el Cuerpo de Alpinistas y el Equipo de Futbolistas, y, según supimos, mantuvo estrechas relaciones con las organizaciones antijaponesas de Soul. Aun después de la liberación del país permaneció en esta ciudad y se esforzó mucho por orientar el movimiento juvenil surcoreano según nuestro propósito. No bien retornara a Pyongyang vino a verme para informarme de sus 10 años de actividades.

Entre las personas que en las prisiones constituyeron organizaciones secretas y lucharon por la materialización de nuestro lineamiento de resistencia popular total, se encontraba también Kim Sam Ryong. Durante el cumplimiento de su condena en la prisión de Sodaemun de Soul, creó un círculo de comunistas y llevó a cabo la campaña contra la abjuración que imponían los imperialistas japoneses. Fue encarcelado por el caso del grupo comunista de Soul. Al fundarlo él mismo se desempeñó como jefe de la sección de organización. Se constituyó con el fin de restaurar el partido.

No pocas personas que pertenecían a esa agrupación aceptaron nuestra dirección en cuanto al movimiento comunista en el interior del país y finalmente se unieron a la resistencia popular total.

Como he mencionado en anteriores ocasiones, los trabajadores clandestinos que nosotros enviamos, penetraron hasta en plena parte céntrica de Soul, donde distribuyeron entre los miembros del grupo comunista el texto del Programa de 10 Puntos de la Asociación para la Restauración de la Patria y les informaron de los éxitos en las acciones combativas del ERPC.

Se dice que el grupo comunista de Soul tenía bajo su jurisdicción gremios ramales en diferentes fábricas y empresas del territorio de esta urbe, y llevó a cabo acciones antijaponesas de diversas formas.

Kim Sam Ryong que venía guiando esta lucha no se doblegó ante los enemigos ni aun cuando fue encarcelado. Pak Tal, al retornar de Soul, a menudo dijo que era un revolucionario con sentido del deber e inflexible entereza. Decía que era una de las pocas personas que ni en las prisiones se doblegaron ante los japoneses, manteniéndose firme hasta el fin.

Al igual que Ri Hyon Sang, Kim Sam Ryong también se encontró en la prisión de Sodaemun de Soul con Pak Tal y su gente. Parece que en la prisión se profundizaron los lazos de amistad entre ambos. Cuando Pak Tal salió de la prisión fue él quien lo internó en el hospital de Soul y cuidó con toda sinceridad. Y cuando Pak- Tal respondiendo a nuestra llamada iba a retornar a Pyongyang, se ocupó por detrás de organizarlo. Por conducto de Pak Tal me envió una carta de saludo.

Kim Sam Ryong fue un activista del Partido con una férrea convicción y una gran capacidad organizativa, un patriota que entregó toda su vida en aras del país, la nación y la causa comunista.

Al ¡legalizarse el Partido del Trabajo de Corea del Sur, nosotros, preocupados por la seguridad personal de Kim Sam Ryong, le pedimos que en cuanto empeorara la situación pasara de inmediato al Norte y siguiera trabajando aquí. Sin embargo, no se apartó de su puesto de trabajo, desde la clandestinidad dirigió de modo responsable la labor partidista en Corea del Sur. Delatado por traidores fue arrestado y fusilado por las autoridades de la policía surcoreana.

En la primera parte de la década de los 40, nuestra revolución logró preparar a la perfección a todo el pueblo con vistas al gran acontecimiento de la liberación de la Patria. ¿Cómo fue posible que en agosto de 1945 en nuestro país se derrumbara tan rápidamente el sistema de dominación enemiga? Fue porque nuestras organizaciones de resistencia popular total se alzaron por doquier y desmantelaron por completo los organismos de dominación en poder de los japoneses.

Acerca de la intensificación de la lucha antijaponesa de las fuerzas de resistencia de todo el pueblo, organizadas en todas partes del país, en la primera mitad de la década de los 40, las publicaciones soviéticas escribieron lo siguiente:

“En el período de la Guerra del Pacífico, al intensificarse mucho más el movimiento antijaponés en Corea, se empeoró la situación de Japón.

“En Corea se registraron muchos casos de sabotajes y otras acciones de destrucción de objetivos militares de Japón. Por ejemplo, en febrero de 1942, en Sinuiju fueron volados siete vagones cargados de materiales bélicos y quedó quemada la fábrica papelera. En Unggi se volaron seis depósitos de combustible y se quemó otro almacén. En la isla Jeju, los obreros coreanos contratados en la base de aviación japonesa destruyeron 69 aparatos. ...” (V. Yarobói “Corea”, Págs. 43-44, septiembre de 1945, Ediciones de la Marina de Guerra Soviética)

En el período de preparación de la batalla decisiva para la liberación de la Patria se movilizaron todas las fuerzas internas de nuestra nación.

Podemos afirmar que la guerra de resistencia pannacional antijaponesa, para la cual se unieron al máximo y alzaron las fuerzas patrióticas internas de la nación, fue precisamente el nuevo aspecto del desarrollo de nuestra revolución en la primera parte de la década de los años 40, y, al mismo tiempo, su sobresaliente mérito.

Se podría considerar que ya en esa época las dos fuerzas, la comunista y la nacionalista, que se encontraban enfrentadas, volvieron a aliarse por encima de las diferencias de sus ideales.

¿Fue comunista Ri Yong? No, desde el principio fue nacionalista. Además, pertenecía a la vieja generación, de edad más o menos igual a la de mi padre. No obstante, emprendió el mismo camino que nosotros. Para quienes aman sinceramente el país, no constituye un problema el comunismo o el nacionalismo.

¿Kim Ku fue comunista? No, nada de eso. Fue a la vez nacionalista e inveterado anticomunista. Sin embargo, exhortó hasta a los compatriotas residentes en EE.UU. a recoger fondos para uso militar y enviarlos a nosotros. Y finalmente envió incluso un enlace para la alianza militar con nosotros.

Los estudiantes que cursaban en Japón expresaron ardorosamente su deseo de ser subordinados de Kim Il Sung no porque fueran simpatizantes del comunismo. Fue porque sabían que ir al monte Paektu era el camino patriótico y de la independencia.

De ponerse a pedir cuentas por los ismos e ideales, es imposible alcanzar la unidad nacional. Hay que buscar la comunidad y considerarla absoluta, dejando a un lado cada cual sus propios ismos, tal como se procedió en la primera mitad de la década de los 40, cuando se iba a acoger el gran acontecimiento de la liberación de la Patria. Por eso, tienen importancia las experiencias y lecciones sacadas de la Revolución Antijaponesa.

Son innumerables los combatientes del Ejército Revolucionario Popular de Corea, quienes, integrados en pequeñas unidades, realizaron exploraciones enarbolando la bandera de la liberación de la Patria y la del internacionalismo proletario hasta caer heroicamente en vísperas de la operación contra Japón.

Con sus abnegados esfuerzos ellos encontraron el arremetedero para esta operación.

He aquí la reminiscencia del gran Líder, camarada Kim Il Sung, de las heroicas gestas que ellos realizaron en zona enemiga.

Cuando se hacían los preparativos para las últimas operaciones contra Japón, encaminadas a liberar la Patria, el ERPC se puso a la vanguardia de la lucha para encontrar el arremetedero para ellas.

Sus actividades de aquel tiempo en que se preparaban y ejecutaban esas operaciones eran dirigidas ora directamente por el grueso del ERPC, incorporado en las Fuerzas Aliadas Internacionales (FAI), ora por el cuerpo volante de estas Fuerzas.

Activar la exploración militar, sobre todo la conjunta de las FAI, para la operación contra Japón, era muy urgente a la luz de la situación de aquel tiempo.

Con miras a conocer a tiempo el propósito estratégico de los imperialistas japoneses era preciso llevar a cabo operaciones de exploración en gran escala en Manchuria y Corea, zonas lindantes con la Unión Soviética, para no hablar de en el mismo territorio de Japón.

En la primera mitad de la década de los 40, en vísperas del gran acontecimiento de la liberación de la Patria, se nos presentaron misiones de reconocimiento incomparablemente más extensas que las anteriores.

Por esa época hacíamos aproches para el combate final contra el imperialismo japonés. Así pues, era natural que tuviéramos muchos objetivos a explorar. Anteriormente, cuando nos dedicábamos principalmente a los combates de asalto, destrucción y emboscada, contra uno o dos o contra tres o cuatro objetivos, escogíamos los con posibilidades de triunfo y por eso, los objetivos de reconocimiento estaban limitados. Pero ahora no podíamos menos que abarcar en los objetivos a explorar todos los elementos del enemigo, entre otros los lugares de acantonamiento, las plazas fuertes, los aeropuertos y las posiciones de la artillería. E incluso la sede de las organizaciones reaccionarias y sus características estructurales y la opinión pública.

Otra razón por la cual entonces dimos importancia a la exploración militar consistía en la frecuencia de las maniobras del ejército japonés y del cambio de su órgano de mando.

Una vez iniciado el ataque de Alemania a la Unión Soviética las autoridades militares de Japón aumentaron en cientos de miles de efectivos el ejército Guandong en Manchuria. Tenían la intención de atacar el norte tan pronto como las tropas hitlerianas ocuparan Moscú y la Unión Soviética cayera en un estado caótico. Para ello trasladaba gran número de sus tropas a Manchuria.

Pero al ver que las tropas hitlerianas se detenían sin lograr conquistar a Moscú, el despierto mando militar japonés juzgó fuera de tiempo su ataque al norte, pasó a la “defensa del norte y ofensiva al sur”, y acudiendo al ataque a Pearl Harbour y la conquista de Singapur, retiró para el sur gran número de efectivos concentrados en Manchuria, y para cubrir esos vacíos tuvo que trasladar de otras partes efectivos y equipos de combate.

Los miembros del ERPC recogieron muchos datos necesarios para las operaciones de liberación de la Patria, recorriendo a lo largo y ancho de vastas áreas de Manchuria y el interior de Corea.

De los datos de exploración recogidos por ellos los de primera consideración eran, a mi juicio, los de las fortalezas y plazas fuertes establecidas en las regiones fronterizas entre Corea y la Unión Soviética, entre Corea y Manchuria y entre la Unión Soviética y Manchuria. De no haber contado con ellos, no habríamos llevado tan exitosamente a cabo las operaciones contra Japón. Por haber reconocido con anticipación toda la entraña del enemigo las tropas élite del ejército Guandong que se jactaban de que eran “hijas del tigre” se rindieron sin gran resistencia.

Había razones por las cuales los japoneses se enorgullecían de que sus plazas fuertes eran inexpugnables. Me parece que el mundo conoce sólo lo formidables que eran la línea fortificada de Maginot en Francia, y la de Siegfried en Alemania, pero casi no lo tremendas que eran las fortalezas y plazas fuertes de Japón.

La suma de las longitudes de estas fortalezas y zonas fortificadas es de más de mil kilómetros. Japón las construyó empleando colosales cantidades de materiales durante largo tiempo. Una plaza fuerte contenía, en general, un promedio de 500 nidos de ametralladoras, entre los de hormigón y blocaos, y además, puestos de mando y de observación, las posiciones de fuego, zanjas cubiertas y trincheras de diversos tipos, zanjas de comunicación y obstáculos antitanques y antipersonales; de veras, no podía penetrar ni siquiera una hormiga. El hecho de que el grueso del ejército Guandong estaba emplazado allí nos hace conocer cuánta importancia estratégica les concedían las autoridades militares japonesas. Por eso, prestamos primordial atención a la exploración de las plazas fuertes.

Cuando, mandando un pequeño destacamento, recorría Manchuria y el interior del país, pasé una vez por el flanco septentrional de la plaza de Dongxingzhen, y dondequiera nos topamos con fortines y trincheras cubiertas bien camufladas de los enemigos. Hasta sucedió que acampamos de noche sobre el techo de una construcción subterránea o al lado de una casamata de hormigón de los enemigos, lo cual supimos al despertarnos por la madrugada.

Otra vez acampamos al pie de un monte donde había un puesto enemigo.

Entonces desperté con cautela a los guerrilleros y los llevé fuera de la vista de los enemigos. Tomando el desayuno, les dije:

—¿Saben dónde dormimos anoche? Pernoctamos al pie del monte donde hay un puesto enemigo.

Al escucharme todos se quedaron con los ojos desorbitados.

Para reconocer las plazas fuertes establecimos los grupos. Por ejemplo, el reconocimiento de la plaza de Kyonghung (Undok), de la provincia de Hamgyong del Norte, corrió a cargo de más de diez grupos fijos. No menos fuerzas penetraron en las plazas de Hunchun, Dongxingzhen y Dongning.

Entonces nuestros exploradores, adentrándose en esos lugares lograron separar pedazos de hormigón de los nidos de ametralladoras.

En cuanto a medir el tamaño del fortín o el calibre del cañón bastaba hacerlo con un cordón o un cartabón, pero arrancar pedazos de hormigón inadvertidamente, sin hacer ruido, cerca del centinela, era realmente inimaginable. A pesar de ello, nuestros compañeros cumplieron magníficamente la difícil tarea.

Nuestros compañeros reconocieron no solamente las plazas fuertes en las zonas fronterizas, sino también las establecidas en las regiones de Rajin, Chongjin y Wonsan, y hasta las de Jinhae y Ryosu en lejanos extremos sureños del territorio patrio.

Los exploradores reconocieron las fortalezas hechas en vastas zonas y la cantidad de efectivos y de artillería ubicados allí, los aeropuertos y el número de aviones, las instalaciones portuarias, las clases de buques y la capacidad de su desplazamiento, el sistema de entrada y salida de los puertos, la disposición de las estaciones de transmisión, los almacenes de materiales bélicos, en fin todo lo que se necesitaba.

En la exploración de las plazas fuertes y los fortines se distinguió a ojos vistas el grupo encabezado por O Paek Ryong; sus miembros eran Kim Chol Man, Han Chon Chu, Kim Hyok Chol y otros. El grupo se infiltró decenas de veces en el interior del país con la misión de explorar.

Al principio, por no poseer un aparato de radiotelegrafía aprovechó palomas como medio de comunicación. Una vez llegado al destino, metía el parte en el anillo de aluminio colocado en la pata de la paloma y la enviaba a la base. Desde alrededor de 1942 la mayoría de los pequeños destacamentos y grupos de exploración infiltrados en el interior de Corea y Manchuria usaron aparatos de radiotelegrafía.

Al penetrar en el interior del país solían ponerse traje que los japoneses llamaban de nacional, y calzado de trabajo, y se alimentaban con comidas sin sopa. Una vez en el interior del país, iban a pie hasta su destino sin utilizar ni tren, ni camiones ni carretas tiradas por caballos o toros.

Orientamos que los exploradores estuvieran al tanto de la geografía, las costumbres y el lenguaje de las regiones a reconocer.

Los enemigos no relajaron ni un momento la vigilancia de las orillas del río Turnan y la frontera septentrional para impedir la infiltración de los pequeños destacamentos y grupos del ERPC. Siempre observaban atentamente el fino hilo tendido a lo largo de las colinas por donde podían penetrar ellos, y si descubrían que había sido cortado, hacían una batida, sin averiguar la causa, movilizando a los militares, policías y habitantes. Algunas veces escrutaban las huellas en el suelo para juzgar si nuestros exploradores habían pasado o no.

Los miembros del grupo de O Paek Ryong atravesaron por varios momentos peligrosos.

Una vez, mientras iban de Unggui (Sonbong) a Kyonghung (Undok) se toparon en una loma que se llamaba Josul con un recalcitrante miembro del cuerpo auxiliar de la policía. Al día siguiente por la mañana, al ver el cadáver de éste, los militares y policías efectuaron allí un registro de gran envergadura. Movilizaron incluso a centenares de habitantes.

Algunos de éstos descubrieron a nuestros compañeros ocultos en un bosque de robles, pero disimularon que no los habían visto.

Ese día Kim Chol Man había colgado de una rama de un árbol un papelito en que se leía: “Somos soldados del ejército revolucionario que lucha por la independencia de Corea.”

Al verlo los movilizados murmuraron algo entre sí y se dirigieron hacia otro valle diciendo que allí no había nada sospechoso.

Mientras actuaba en el interior del país el grupo de O Paek Ryong estableció bases secretas provisionales en muchos lugares, entre otros los montes Poroji, Jagungamaewon, y Chonghak.

Apoyándose en estas bases realizó con iniciativa también la labor con las masas. En este curso descubrió a muchos hombres buenos.

Educó a un viejo carbonero y lo orientó a que le recogiera informaciones y comprara diarios y revistas. Luego al verlo progresado un tanto en este sentido lo envió a Chongjin y Wonsan con la misión de explorar sus puertos. Alojándose largo tiempo en la casa de su pariente en Wonsan el viejo inspeccionó la fortaleza y envió importantes datos al grupo de O Paek Ryong.

O Paek Ryong hizo participar en las actividades de su grupo a un hombre que cultivaba la tierra y a la vez hacía carbón en el recóndito monte Poroji. Este sabía hablar relativamente bien el japonés. O Paek Ryong le dio formación por algún tiempo y luego lo mandó a Japón. En aquel tiempo, el ejército japonés llevaba cada otoño a su país los caballos de guerra adiestrados en los centros de doma para suplirlos que había en esa región. Para ello seleccionaba de entre los coreanos a los que se encargarían de conducirlos, y O Paek Ryong logró meter a su hombre entre ellos. Una vez en Japón, éste, que había recibido una tarea especial de O Paek Ryong, se esforzó para establecer las vías de comunicación entre Corea y Japón a través de las rutas de navegación Rajin-Niigata y Chongjin-Tsuruga.

Lo que caracterizó al grupo de O Paek Ryong fue el extenso radio de acción y la asombrosa exactitud de las informaciones.

Sus agentes recogieron informaciones también en Jinhae, Masan y Pusan, plazas en los extremos sureños de Corea. Un agente enviado a Pusan, dijeron, abrió una mercería para cumplir la tarea de inteligencia. Otro actuó en la fortaleza de Ryosu. Lo habíamos enviado nosotros.

Ellos efectuaron actividades con metas de altos vuelos y con habilidad y precisión. El plan de operación de desembarco en los importantes puertos de la costa del Mar del Este como Rajin, Unggui y Chongjin, trazado por el Ejército soviético en vísperas de la guerra contra Japón, estaba basado de punta a cabo en datos proporcionados por el grupo de O Paek Ryong, que los recogió con una audacia sin par.

Kim Hyok Chol es un héroe del Ejército Revolucionario Popular de Corea que dio el grupo. Estuvo por décima vez en la Patria y desgraciadamente murió. Actuó junto con otros dos compañeros, uno de los cuales padecía artritis. Habían cumplido con éxito las tareas, pero se vieron en dificultades, porque el enfermo no podía caminar debidamente. Kim Hyok Chol lo cargó a la espalda. Nevaba copiosamente y daban cada paso con gran dificultad. A menudo caían en fosos cubiertos de nieve, lo que les hacía perder tiempo. El guía que los esperaba en el lugar de la cita al otro lado del río se retiró.

El jefe del grupo, al ver que sus compañeros se encontraban en estado agónico por no haber comido nada en varios días, bajó del monte para conseguir algo de comer en un poblado. Kim Hyok Chol cuidó con toda su devoción al enfermo, pero éste murió.

De hecho, Kim Hyok Chol mismo se sostenía con gran dificultad. Se arrastró por entre la nieve hasta desmayarse extenuado en un montón de nieve y nunca se levantó de nuevo. No fue uno ni dos los que como él murieron de hambre en el período de la Lucha Armada Antijaponesa.

En la primavera siguiente los aldeanos dé la localidad descubrieron sus restos y los enterraron a la orilla del río Turnan. A su lado hicieron lo mismo con los de su compañero que había padecido de artritis. Dijeron que Kim Hyok Chol tenía la pistola en una mano. Supongo que al verla supieron que era guerrillero.

A Kim Hyok Chol lo trajo a nuestro destacamento Kim Jong Suk cuando realizaba actividades clandestinas en Taoquanli. Era muy valiente y fiel. Todos los oriundos de Taoquanli pelearon bien.

La exploración de la plaza fuerte de Kyonghung corrió a cargo del grupo de Son Thae Chun, que también actuó exitosamente.

Estableció una base secreta provisional en un monte situado detrás de Unggui y recogió muchas informaciones. Al verse cercado por los enemigos en el verano de 1942, Son Thae Chun se les enfrentó con las manos vacías hasta caer heroicamente.

Procedente de la guerrilla de Helong, fue admitido en nuestra unidad principal. Aquí se desempeñó como jefe de pelotón, y luego, de sección. Lo elogiaban mucho Pak Yong Sun y Kim Ju Hyon, que también provenían de Helong. Decían que era inteligente, y entusiasta con fuerte temperamento e inconmovible fe y entereza.

No es exagerado ni en lo más mínimo valorar así a Son Thae Chun. Este gozaba de mucha simpatía por parte de los camaradas de armas. En cuanto a su historia en la guerrilla, pertenecía a la categoría de los veteranos habiendo ingresado en el mismo año que Kim Ju Hyon. Era guapo, con el pelo ondulado.

He aquí un episodio novelesco que habla de su persona:

Cuando vivía en Helong iba a contraer matrimonio con una muchacha por mediación de los padres de ambos.

Independientemente de este compromiso ellos se amaban fervientemente. Pero entre ellos empezaron a surgir contratiempos desde que el hermano de la muchacha, quien era revolucionario, fue encarcelado y para colmo de males, a su familia endeudada le fue arrebatada la choza por el terrateniente, y se vio obligada a mudarse a un almacén de andas funerales.

En aquel tiempo, Son Thae Chun se ocupaba de la labor de la Juventud Comunista en la región llamada Changrenjiang. Viendo lo que le ocurría a la familia de su novia sintió que el corazón se le partía.

Sin embargo, no tenía recursos para ayudarla. Al cabo de muchas meditaciones, fue a un poblado no lejano a ver al padre de un joven de apellido Kim que militaba en la Juventud Comunista y le dijo que le recomendaría a una muchacha buena, digna de ser su futura nuera, si, en cambio de ello, le daba un buey. Atraído por la palabra de muchacha buena, el interlocutor expresó que aceptaría su planteamiento si le pagaba por el animal unos años después. La muchacha buena a la que Son Thae Chun aludía, era su novia.

De esta manera él consiguió un buey, lo vendió y le pagó la deuda al terrateniente, restituyéndoles la choza a la familia de su novia. Luego dijo francamente la verdad a la muchacha.

Al principio, ella, llorando a mares, dijo que no quería casarse con ningún otro.

—Tampoco quiero que contraigas matrimonio con otro, —explicó Son Thae Chun—. ¿Acaso no podemos ofrendar nuestro amor por nuestros padres, hermanas y hermanos que gimen maltratados por el terrateniente? Compréndeme. —La muchacha no objetó más, pero seguía sollozando tristemente.

Mas, desgraciadamente, el día de la ceremonia nupcial la “tropa de castigo” irrumpió en la aldea. Esta se convirtió en un pandemonio y los contrayentes, vestidos para la boda, abandonaron precipitadamente la casa. La familia quedó desintegrada. El varón fue para la guerrilla y la hembra se vio en la zona enemiga y cumplió la tarea de la organización de la Juventud Comunista.

También Son Thae Chun se incorporó a la guerrilla.

Posteriormente, el joven de apellido Kim, ya miembro de la guerrilla de Wangqing cayó en un combate. Se decía que la desafortunada novia estuvo como viuda durante toda su vida añorando a Son Thae Chun.

Siempre asigné a Son Thae Chun tareas difíciles. El participó en todos los combates importantes que organizamos y mandamos, entre otros el de Jiansanfeng, el de la zona de Musan y el de Hongqihe, y mostró excepcional temple y heroísmo. En el combate de Hongqihe cumplió con responsabilidad su tarea come miembro de la vanguardia.

La familia de Son Thae Chun, lo mismo que la de O Thae Hui en Wangqing, fue de revolucionarios que todos entregaron su vida en la lucha antijaponesa. Son Thae I, Son Thae Un, Son Thae Ryong y otros hermanos suyos fueron guerrilleros o miembros de las organizaciones revolucionarias hasta morir.

Kim Hak Song estuvo en la zona fortificada de Kyonghung en un reconocimiento y murió. Dijeron que también él, al igual que Son Thae Chun, cayó en un cerco enemigo. Entregó a Kim Pong Sok las informaciones recogidas y trató de atraer a los enemigos hacia sí, lo que le costó la vida.

En el reconocimiento de las fortalezas de Chongjin y Ranam intervino también el grupo de Han Thae Ryong. Para cumplir la misión se disfrazaban ora de gendarmes japoneses, ora de zapateros, ora de culíes con la jinrikisha.

Pero, por muy diestros que fueran en disfrazarse y por muchas engañifas que improvisaran, no les era posible explorar las baterías antiaéreas emplazadas en la cima de un monte, por el rigor de la vigilancia. Debían acercarse a ellas para conocer el calibre y número de cañones, pero era difícil hacerlo.

Un día, vieron a un viejo subir la cuesta, en dirección a las baterías, tirando con dificultad de la_ carretilla. Como el viejo apenas se movía, lo ayudaron empujándola. El viejo se lo agradeció mucho. Han Thae Ryong se aprovechó del momento para lamentarse de su “vida mendigante”. El viejo simpatizó con él y manifestó que los coreanos subsistirían sólo cuando los japoneses fueran derrotados. Han Thae Ryong no perdió tiempo para decir, indicando las baterías, que ellos no serían derrotados mientras contaran con muchos cañones. El interlocutor esbozó una amarga risa y dijo:

—Los cañones que se ven allí son, en su mayoría, falsos, hechos de madera. Los reales son pocos. Aquí cortaron árboles y descortezaron y pintaron los troncos para llevar a esa posición.

El conocía al dedillo la localización de las fuerzas armadas en la zona de Chongjin, la entrada y salida de las naves del puerto y el trasiego de materiales.

Su información, dijeron, resultó perfectamente idéntica a la recogida por otras vías.

En el reconocimiento de Onsong, Kyongwon, Kyonghung y otras plazas fuertes y fortalezas de las zonas fronterizas septentrionales desempeñaron un gran papel los grupos de Pak Kwang Son y de Hong Chun Su.

El de Pak Kwang Son combinó bien el reconocimiento militar y la labor con las masas. Mientras se dedicaba principalmente a reconocer los objetivos militares, no dejó a un lado ni un momento la labor política para concientizar por vía revolucionaria a las masas. Como resultado recibió mucha ayuda de éstas en la ejecución de su misión de reconocimiento militar.

En Onsong, Unggui, Kyongwon, Kyonghung, Rajin y sus alrededores había muchas organizaciones que creamos desde principios de la década de 1930. Al ponerlas en acción adecuadamente el grupo de Pak Kwang Son pudo recoger muchas informaciones.

En la postliberación, evocando el período de actividades en pequeños destacamentos Pak Kwang Son dijo que cuando su grupo actuaba en la zona septentrional de la provincia de Hamgyong del Norte los que lo habían ayudado más que nadie eran los habitantes de Onsong, y, que ellos, supo más tarde, eran miembros de las organizaciones que, influenciados por el “viento de Jilin” y el “viento de Jiandao”, venían auxiliando con diligencia a la guerrilla desde la primera mitad de la década de 1930, y sus descendientes. Afirmó que también el alcalde con quien había tenido relaciones por casualidad en Onsong era miembro de una organización clandestina. El alcalde les informaba oportunamente a los miembros del grupo las noticias necesarias, como, por ejemplo, les advirtió una noche no cruzar el río Turnan porque habían ordenado intensificar el control en los embarcaderos, y les dio a conocer dónde era factible interceptar las comunicaciones telefónicas.

Oí decir que entre los que ayudaron al grupo de Pak Kwang Son figuraba un cabo de la gendarmería en Namyang. Muy raramente un coreano tenía ese cargo. Sí, había algunos como Hong Jong U que servían de auxiliares de gendarmes, pero era muy raro el caso de ser cabo.

Pak Kwang Son y sus hombres decidieron ganarse al cabo y se le acercaron en lo posible. Al entrar en contactos con él supieron que era miembro especial de la Asociación para la Restauración de la Patria, que mantenía relaciones con Son Jang Chun desde los albores de la década de 1940. Desde que Son Jang Chun había caído en el distrito Kyongwon mientras actuaba con un pequeño destacamento, bien oculto entre los enemigos estaba aguardando el momento en que volviera a tener contacto con el Ejército Revolucionario Popular.

El cabo le suministró al grupo todas las informaciones que pasaban por la gendarmería. También les garantizó fidedignamente la seguridad a los guerrilleros de los pequeños destacamentos del ERPC y los miembros de las organizaciones revolucionarias.

Cierta vez un grupo de un pequeño destacamento que exploraba las plazas fuertes en la cuenca del río Turnan fue retenido por los enemigos. Entonces el cabo dijo a los miembros del cuerpo auxiliar de la policía y los agentes que los custodiaban, que él debía identificarlos directamente. Luego los recriminó diciendo que los detenidos eran “agentes” pertenecientes a la gendarmería y que ellos habían capturado a sus colegas; luego los puso en libertad.

Namyang era un punto intermedio entre las plazas fuertes de la zona fronteriza y el territorio japonés. Por allí pasaban la mayor parte de las principales carreteras, vías férreas y comunicaciones de la zona fronteriza septentrional de nuestro país hacia el Noreste de China y también los materiales de abastecimiento para la agresión al continente.

En vista de esto la incorporación por el grupo del cabo de la gendarmería de Namyang al reconocimiento devino un gran éxito en las actividades en la zona enemiga.

Los pequeños destacamentos y grupos del ERPC incorporaron con audacia al reconocimiento a los que laboraban en organismos enemigos. El que trabajaba de mandadero en la estación de policía de Sosura ayudó mucho a los miembros de los pequeños grupos que participaron en la exploración de la plaza fuerte de Kyonghung y la fortaleza de Rajin. Fingiendo trabajar con abnegación se ganó la confianza del jefe de la estación de policía. Luego recogió varias informaciones e incluso logró sustraer un importante documento militar secreto. De los policías japoneses en Chonghak, adonde iban con frecuencia Han Chang Bong y Jo Myong Son cuando actuaban en las zonas fronterizas septentrionales, había, me dijeron, uno que, influenciado por éstos, les ayudó activamente en su exploración.

A través de sus actividades de reconocimiento, nuestros pequeños destacamentos y grupos tenían bajo su constante observación los planes operativos de los imperialistas japoneses y el traslado de sus efectivos, y, al mismo tiempo, recogieron muchos datos de valor que debíamos tomar en consideración como referencia al elaborar el plan de operaciones de ofensiva final.

Teniendo en cuenta que los japoneses eran diestros en cosas de artimaña nuestros compañeros repitieron a menudo el reconocimiento de los objetivos. Así fue como los enemigos, aunque recurrieron a todas las tretas posibles, no pudieron engañar a los miembros de nuestros grupos de exploración.

Yun Thae Hong recogió, para el mando de las Fuerzas Aliadas Internacionales, correctos datos sobre la composición del destacamento No. 1 del ejército Guandong, que hicieron un gran aporte al trazado del plan de operaciones contra Japón.

Prestamos gran atención también a asentar por largo tiempo en la zona controlada por el enemigo a muchos trabajadores clandestinos. Estos lograron infiltrarse profundamente en diversos organismos importantes, incluso en las tropas japonesas, para no hablar del ejército y la policía títere de Manchuria.

Los trabajadores clandestinos tienen que respetar un principio importante: no abandonar libremente el lugar donde se encuentran en ninguna circunstancia hasta recibir la orden de retirada del que los ha enviado ni revelar el secreto de su misión. Deben observar este principio a riesgo de la vida.

Así procedieron nuestros compañeros.

Vamos a ver el caso de Ji Kyong Su. En vista de la ofensiva final nuestra Comandancia le dio la tarea de permanecer largo tiempo en la zona enemiga cumpliendo una misión clandestina. Y le indicó actuar en la franja fronteriza de Manchuria con la Unión Soviética.

Con los fondos para el trabajo clandestino Ji Kyong Su compró tierras cultivables y una vivienda, y se casó. Actuando como terrateniente atrajo con destreza a los militares y policías japoneses. Y envió en reiteradas ocasiones a la Comandancia secretos capitales sacados a ellos, los cuales sirvieron para las operaciones finales de la liberación de la Patria.

No lo retiramos ni aun después de liberada la Patria porque considerábamos que el lugar donde se encontraba sería, más tarde o más temprano, un escenario de la batalla decisiva contra el ejército de Jiang Jieshi.

Al ser liberada la zona donde actuaba, Ji Kyong Su entregó su tierra y casa antes de que se las arrebataran los arrendatarios, y calladamente hizo preparativos para faenas agrícolas. Como que las cedió voluntariamente, no fue considerado como una persona a eliminar.

Poco después, el lugar cayó bajo control del ejército del Guomindang. Ji Kyong Su rescató la tierra distribuida entre los arrendatarios, y como antes, portándose como un terrateniente, entabló relaciones de amistad con la capa superior de este ejército, para sacar de ella informaciones de valor.

No obstante, al liberarse el Noreste de la dominación del ejército de Guomindang, él, que había alcanzado méritos desde el anonimato, fue acusado de reaccionario y llevado a juicio. Estuvo a punto de ser matado a golpes por los campesinos, pero no dijo quién era.

Habría sufrido mayor desgracia si no lo hubieran avalado nuestros compañeros que estuvieron presentes en el lugar del juicio asegurando que era un guerrillero antijaponés.

No bien nos enteramos de ello lo trajimos para la Patria.

En un paraje llamado Soksaekol en las cercanías de Mijiang del distrito Hunchun había un anciano de apellido Ryom. Vivía de la caza. En aquel tiempo los imperialistas japoneses no les permitían cazar a los habitantes comunes. En el caso de dar permiso a alguien, siempre ponían como condición ayudarles en sus actividades de información. También el anciano aceptó esta condición adicional antes de empezar la caza.

Im Chol y el grupo encargados de la exploración en Turnan se vieron con él y le pidieron ayuda. El anciano consintió. En fin de cuentas, se vio obligado a cumplir doble papel: ejecutar tanto la orden de los japoneses como el pedido de la guerrilla.

A los primeros facilitó datos falsos y a la segunda, los reales.

El grupo de Im Chol logró reconocer exitosamente Turnen porque se aprovechó con tino del viejo. Excepto éste, otros grupos enviados allí anteriormente habían fracasado por el contraespionaje enemigo. Turnen era un centro de concentración de los órganos secretos de espionaje y el ejército y la policía del imperialismo japonés.

Después de la liberación acusaron al viejo de reaccionario, de espía del imperialismo japonés, y le confiscaron los bienes. Quizá él, lo mismo que Ji Kyong Su, creo, fue citado a juicio y sufrió bastante. A principios del año 1946 Im Chol le avaló. Desde entonces el anciano, como patriota, llegó a disfrutar del respeto de la gente.

Las actividades militares y políticas encaminadas a buscar el arremetedero para las operaciones contra Japón se intensificaron más a medida que se aproximaba su realización.

En vísperas de su derrota, en los círculos políticos y militares de Japón aparecieron quienes persistían en “mantener a Corea”. Ellos, haciendo desesperados esfuerzos, no quisieron cederla jamás cacareando que en su sistema de autosustentación y conservación ella no sólo constituía la base de abastecimientos para la guerra en el continente y el último punto de apoyo en ésta sino también la última vía de transfusión de sangre para el destino de Japón. El “mantenimiento de Corea” significaba que, aun apoyándose en Corea como su último punto de resistencia, querían pelear hasta el fin para sobrevivir. Su verificación significaba precisamente la conversión del territorio coreano en campo de batalla decisiva para derrotar al imperialismo japonés.

A la luz de esta situación lanzamos mayores fuerzas a las misiones de exploración en el interior del país para descubrir nuevos secretos militares importantes del enemigo.

Era de particular importancia reconocer los aeródromos militares.

Los imperialistas japoneses, expandiendo la guerra en forma escalonada, construyeron o ampliaron muchos aeropuertos en Corea y Manchuria. En Corea, en ese tiempo fueron construidos los que hay en Chongjin, Kilju y otros lugares de la costa del Mar del Este.

Pero, todos los aviones, apenas despegados de la base aérea recién construida en Kilju caían de cabeza. Las repetidas pruebas de vuelo demostraron que la corriente de aire de la zona hacía caer los aparatos. En el acto los japoneses cerraron el aeropuerto. Con su construcción muchos campesinos habían perdido sus tierras, quedando sin medios de subsistencia. Nuestros compañeros enviados a la zona litoral del Mar del Este recogieron hasta informaciones como ésta.

Los miembros del grupo que exploraron el aeropuerto de Hoeryong se cercioraron de que allí sólo había unos pocos aparatos verdaderos y el resto eran falsos.

El grupo de Kim Ja Rin que avanzó hasta Pyongyang siguiendo por la costa del Mar del Este subió a la colina Moran y fotografió el aeródromo.

Allí había un taller que reparaba tanto los aviones como los automóviles y también otras varias dependencias como el almacén de repuestos, taller de automóviles, hospital y comedor. El grupo tomó fotos de todo esto. Habían logrado penetrar en el interior del aeropuerto disfrazados de gendarme japonés.

También Kim Tae Hong enviado a Manchuria del Norte reconoció bien un aeropuerto. Haciéndose pasar por jornalero durante cuatro meses, examinó el aeropuerto situado en la zona fronteriza Unión Soviética-Manchuria. Según su parte, allí había menos de 20 aparatos reales y los otros eran falsos.

Es verdad que nuestros exploradores sufrieron mucho. Para conocer el movimiento del enemigo algunos estuvieron apostados varios días en medio del agua inmunda bajo una construcción cercana al ferrocarril recogiendo datos sobre el horario y la formación de los trenes militares, mientras otros estuvieron escondidos durante todo un día bochornoso estival en un lugar similar a una madriguera de tejón sudando copiosamente para conocer los ejercicios tácticos del enemigo.

No me olvido de un grupo cuyos integrantes actuaron en un lugar a cientos de kilómetros de distancia de la base de entrenamiento hasta caer todos heroicamente.

Los días señalados el grupo informaba sin falta por radiotelegrafía a la Comandancia sobre lo explorado. Sus informaciones, abundantes, precisas y oportunas, nos satisfacían mucho a nosotros y también a los compañeros soviéticos.

Pero, un día el grupo nos envió señales de emergencia, en que se leía:

“El grupo ha caído en cerco enemigo. Desde la cima de un monte transmitimos la última información. Recíbanla pronto.

“Ahora se acercan los enemigos que sitiaron el monte en que se encuentra el aparato. Se ofreció primero para el combate de vida o muerte un joven guerrillero. Al caer éste, le siguió el guerrillero viejo, pero también él murió. Me toca a mí, radiotelegrafista. Después de transmitir la información haré estallar el paquete de granadas de mano para aniquilar a los enemigos aunque sea uno más.”

Aquella muchacha radiotelegrafista, oriunda de Manchuria del Sur, cayó heroicamente después de emitir estas ondas.

También Kim Hong Su murió con valentía.

En 1943 él fue a Hunchun con una misión de reconocimiento y fue detenido. Los enemigos lo sometieron a salvajes torturas para sacarle el secreto. Pero Kim Hong Su no abrió la boca.

Los enemigos lo mataron en un moledor de patatas.

El periódico de las FAI insertó un extenso artículo sobre el fin de su vida.

Tuvo esa horrorosa muerte el guerrillero a quien yo quería mucho porque se encargaba calladamente de las tareas difíciles que se planteaban.

También Ji Pong Son, en la primavera del mismo año, murió en Hunchun donde estaba de reconocimiento.

Son incontables las actividades de reconocimiento de los pequeños destacamentos y grupos del ERPC y las gestas realizadas en ese curso.

Los éxitos que alcanzamos en la exploración en la zona enemiga para encontrarles el arremetedero a las operaciones contra Japón son inconcebibles al margen del apoyo del pueblo. En aquellos días recibimos mucha ayuda de éste.

Cuando hacíamos aproches para el difícil reconocimiento en la zona enemiga depositábamos gran esperanza en la ayuda del pueblo y no dejábamos de subrayar que los pequeños destacamentos y grupos se apoyaran sin falta en el pueblo y recibieran su ayuda. Sin embargo, por un lado quedamos algo preocupados por si en las actividades de exploración en la zona enemiga, en esa nueva forma de lucha, nos familiarizaríamos y compenetraríamos estrechamente con el pueblo y disfrutaríamos de su comprensión, simpatía y apoyo como cuando habíamos desarrollado con ímpetu la guerra de guerrillas con grandes destacamentos en el Nordeste de China y el interior del país.

Pero, en esa ardua lucha por encontrar a costa de sangre el arremetedero para las operaciones contra Japón recibimos a cada paso la ayuda y el respaldo del pueblo, y fue comprobado que hicimos mil veces bien en confiar y apoyarnos en él invariablemente.

Además, llegamos a conocer de modo más profundo que a su vez el pueblo peleaba confiando en nuestro Ejército Revolucionario Popular de Corea y depositando esperanzas en el monte Paektu.

La verdad, la convicción de que en tanto confiáramos nosotros en el pueblo y éste en nosotros y toda la nación nos apoyara, seríamos triunfadores, sin duda alguna, nos dio fuerza y valor cientos de veces mayores y nos impulsó vigorosamente a la batalla decisiva para derrotar al imperialismo japonés.

Cientos o miles de datos que recogimos fueron de gran ayuda para la preparación de las operaciones contra Japón y la victoria final. De no haberse contado con esas acciones de exploración tan atrevidas y abarcadoras del ERPC, las operaciones contra Japón para derrotar al ejército Guandong con un millón de efectivos, no habrían podido culminar con éxito en un tiempo tan corto.

Es por eso que sentimos gran orgullo y dignidad por el decisivo papel de vanguardia que desempeñó el ERPC para vencer al imperialismo japonés al marcar con sangre el arremetedero para las operaciones contra él, desplegando dinámicas actividades en pequeños destacamentos y grupos y perseverante y audaz exploración de la primera mitad de la década de los 40.

En la primera mitad de la década de 1940, el destino de los coreanos se hallaba en la encrucijada de existir o no como nación, de recuperar o no su nacionalidad violada. No poder vivir sin cambiar el apellido por japonés, sin rezar en el santuario Shinto y sin usar la lengua japonesa en lugar de la coreana, era el sino impuesto a nuestro pueblo.

Aun en esta trágica situación, los intelectuales progresistas y otros hombres patrióticos de nuestro país habían venido librando una vigorosa lucha en defensa de su espíritu nacional, mirando esperanzados hacia el monte Paektu donde estaba el General Kim Il Sung, Comandante de la lucha antijaponesa.

Al respecto el gran Líder recordó:

Entrando en la década de 1940, los imperialistas japoneses impusieron de modo más avieso la “japonización”, que significaba convertir al coreano en japonés. En sólo unos cuantos decenios trataron de japonizar a la nación coreana con una historia de cinco milenios, lo cual hace más que deducir cuan atroz fue su política colonizadora.

La primera canción que enseñaban a los matriculados en la escuela primaria era la referente a la bandera de Japón. Así impusieron desde la época de la enseñanza primaria la “fidelidad al emperador y el patriotismo”. No era casual que en los materiales de enseñanza para niños se encontrara incluido el cuento sobre Nogui, un fanático adorador del emperador, quien, según decían, mostró su “fidelidad al emperador” con el suicidio; para hacer realidad esa consigna era preciso presentar como ejemplo de la lealtad y devoción al emperador a un caudillo militarista de la calaña de Nogui. El “juramento de ciudadano del imperio japonés” y los “ejercicios gimnásticos de ciudadano del imperio japonés” eran también cosas que se impusieron a los coreanos para japonizarlos.

El saqueo de los recursos fue también, por supuesto, cosa tan dolorosa como el corte de carne de nuestro cuerpo. No satisfechos con despojarnos de las riquezas naturales, requisaron escudillas, cucharras y palillos de latón e incluso candeleras y copitas de latón de los altares de ofrenda a los difuntos, así como los pasadores para el pelo de las mujeres.

En el pasado, el monte Kumgang estaba cubierto tupidamente de altos árboles de cientos de años. Pero, luego de desatada la guerra con China talaron hasta los árboles añejos de los alrededores del Templo del monte Kumgang y se llevaron los troncos.

Saquearon tan inmensas riquezas, que es imposible calcularlas. Por tanto, era natural que los coreanos estuvieran indignados.

Pero, lo más odioso era que los japoneses hacían todo tipo de pérfidas maniobras para eliminar la nacionalidad coreana. Perpetraron incontables fechorías, entre otras forzaron a los coreanos a que se pusieran ropas de colores, cambiaran los apellidos, “usaran la lengua materna”, “rezaran en el santuario Shinto” y “guardaran silencio al mediodía”.

Lo que yo entonces consideraba como peor acción de las que hacían los japoneses era que prohibían a los coreanos hablar en coreano, obligándoles a usar el japonés. Una nación se caracteriza, antes que nada, por la comunidad de sangre y de lengua. Al margen de nuestro idioma nunca puede existir la nación coreana.

Entonces, ¿la imposición del uso del idioma japonés en lugar del coreano qué podía ser si no un intento de borrar para siempre de la Tierra a la nación coreana? Si se pierde la lengua, también desaparece la nación como tal.

En esa época, lanzando la consigna de que “la identidad de Japón y Corea empieza por el uso de la lengua materna”, los imperialistas japoneses obligaron a hablar en japonés no sólo en las oficinas gubernamentales, compañías, escuelas y fábricas, sino también en las casas, iglesias e, incluso, en los baños. El “Komin Nippo” fue el periódico especializado en la “propagación de la lengua materna”.

Como si fuera poco el insistir en el “uso de la lengua materna”, impusieron a los escritores coreanos escribir sus obras en japonés e incluso editaron en esa lengua una revista titulada “Literatura nacional”.

A finales de su dominación en Corea, exigieron, en lo tocante a la escenificación teatral, que se usara el idioma japonés en más de un acto. En la postliberación conversé con Hwang Chol, Mun Ye Bong, Jo Ryong Chul y otros, quienes me dijeron que los japoneses obligaron a los actores coreanos de cine a hablar en japonés y a los cantantes a cantar incondicionalmente en japonés más de una estrofa cuando iban a grabar en disco alguna pieza coreana. Y finalmente, al inventar una tal “campaña del pueblo para cantar”, impusieron cantar incluso su himno militar de carácter fascista.

En las escuelas, los alumnos que no hablaban en japonés eran tratados como gente sin ciudadanía. A quienes hablaban en coreano, las oficinas gubernamentales no querían atenderlos ni se les daban raciones de alimentos. Era tal la situación que a esa gente no se le vendía ni siquiera pasaje para viajar en tren.

“Kamidana” es la caja divina de estilo japonés con la placa de identificación de “Amaterasu Omikami” que los japoneses consideraban como Dios fundador de su Estado. Obligando a tenerla colgada en todas las casas predicaban ruidosamente como si los japoneses y los coreanos fueran descendientes de una “misma cepa y raíz”. Después de regresar a la Patria liberada supe que había incluso personas que cumplieron condena por culpa de haber defecado en las cercanías de los “santuarios Shinto”.

Cuando permanecía en la base de ejercicios del Lejano Oriente, oí que un campesino, amenazado de que si no cambiaba su apellido por otro japonés, su hijo sería expulsado de la escuela, lo hizo contra su voluntad, pero, después de lamentarse de no tener manera de purgar el crimen cometido ante los antecesor^ se suicidó lanzándose al fondo de un pozo con una piedra en los brazos.

Bajo tal situación vivir era igual a morir.

Desde luego, no causa asombro que los agresores practiquen en sus colonias la política de asimilación nacional. Lo hicieron a su manera Turquía en Bulgaria, Gran Bretaña en Irlanda, la Rusia zarista en Polonia y Francia en Vietnam. Pero, seguro que los imperialistas japoneses son los únicos que, además de arrebatarle a la población de otro país el idioma y el alfabeto, le impusieron cambiar incluso su apellido y nombre por otros japoneses.

Si no vacilaron en asaltar el palacio real de otro país y asesinar a sablazos a la reina, ¿qué otros crímenes no cometerían? Entrando en la década de 1940, en todas las esferas de la sociedad coreana, ellos perpetraron abiertamente las fechorías similares a la violación a la familia real, cometida a finales del siglo pasado. Al pie de la letra, los coreanos se hallaban ante el dilema absoluto: desaparecer por completo o sobrevivir.

Ante los intelectuales coreanos había sólo dos caminos: resistir o someterse a la política de supresión nacional de los imperialistas japoneses.

Por supuesto, en su mayoría optaron por el camino de la resistencia.

Pero, hubo también quienes le volvieron la espalda a la nación, evadiendo la realidad, y otros” que se rindieron y lograron altos cargos y vida lujosa. Entre ellos también existieron personas que apoyaron y colaboraron de modo activo con la política de asimilación nacional de los imperialistas japoneses.

También en la base del Lejano Oriente leí a menudo las publicaciones que salían en el interior del país. Por eso, conocía bastante bien quién obraba como patriota y quién como vendepatria, quién ocupó un cargo y quién fue encarcelado, quién abjuró y quién murió en la horca.

¿Entre ustedes hay alguien que pudo leer lo que escribió Ri Kwang Su sobre el cambio de apellido por japonés? Nosotros lo leímos en el periódico “Maeil Sinbo”. En él se decía: “Soy ciudadano del emperador japonés. También mi hijo vivirá así. Cambié mi apellido por Kayama pensando que así parecería más un ciudadano del emperador.” Ri Kwang Su afirmó que cambió su apellido por Kayama, tomado del nombre de un monte de la localidad donde subió al trono el emperador japonés Jinmu.

En este escrito no pudimos ver ni sombra del honor o la dignidad del coreano. El tal Ri Kwang Su se degeneró, pero muy vilmente. Si en “Sobre la transformación nacional” se quitó sólo el tradicional turmagi y el jogori, esta vez despojándose hasta de los pantalones y las ropas interiores declaró abiertamente que era projaponés.

Incluso escribió en una revista sobre su apoyo al sistema de alistamiento voluntario en el ejército japonés.

Después de la liberación, Ri Kwang Su calificó su acción projaponesa de obra patriótica para la “conservación de la nación”. Quiso “decir que para conservar la nación era inevitable realizar acciones projaponesas, pero si lo deseaba de modo sincero, ¿por qué entonces elogió el sistema de alistamiento voluntario en ej, ejército japonés? De los voluntarios que se fueron a los campos de guerra, ¿cuántos regresaron vivos?

Entre los budistas había un poeta llamado Han Ryong Un, quien fue una de las 33 personas que constituyeron la representación de la nación cuando el Levantamiento Popular del Primero de Marzo. Este bonzo era hombre de acción; insistía en que la independencia de Corea no podía lograrse con peticiones, sino sólo con las acciones de a muerte de la propia nación. Cuando fue arrestado, rechazó tanto la defensa y el mantenimiento familiar como la libertad condicional. Se dice que al ver que la mayoría de aquellos representantes de la nación, presos de miedo, daban indicios de vacilación, él alzó el bacín de la celda y arrojándoselo gritó: “¡Ah, seres repugnantes!, ¿cómo pueden alegar que están por la nación y el país?”

Posteriormente, los japoneses trataron de comprarlo prometiéndole entregar tierras estatales. Pero, Han Ryong Un lo rechazó también categóricamente. Cuando sus compañeros y amigos reunieron dinero para construirle una vivienda en el barrio Songbuk, en Soul, insistió en hacerlo incondicionalmente en dirección opuesta al edificio de piedra del gobierno general porque le disgustaba hasta verlo siquiera.

Un día, ese hombre se encontró con Ri Kwang Su en la encrucijada de Jongro. Dijeron que fue cuando Ri Kwang Su andaba exhortando a los jóvenes estudiantes coreanos a ir al frente como soldados. Los dos hombres tenían buenas relaciones.

Mas, ese día Han Ryong Un quiso seguir de largo, sin siquiera dirigirle una mirada a Ri Kwang Su. Este, muy perplejo, cogiendo a su amigo por un brazo dijo:

—Soy Chunwon, pero ¿tú no me conoces?

Cuentan que entonces Han Ryong Un, moviendo la cabeza negativamente, respondió que el Chunwon, a quien conocía ya no estaba en este mundo, había muerto. Puede considerarse que eso fue la condena a muerte dictada por el budista a Ri Kwang Su que había renunciado al espíritu nacional.

Choe Nam Son también viró del patriotismo al projaponismo. Incluso decía abiertamente que Corea no podía evitar el destino de cubrirse con la cultura japonesa. En lo que a conocimientos se refiere, Ri Kwang Su y Choe Nam Son se consideraban grandes personalidades. No obstante, los conocimientos o el talento literario no apoyados por una convicción, no pueden ser útiles para nada.

También Choe Rin se doblegó ante la política de asimilación de los japoneses.

Y algunos literatos escribieron versos projaponeses para ganar cosas como premios por parte del gobierno general.

Cuando algunos intelectuales, lamentándose de haber nacido como coreanos, cometían actos de traición como, entre otros, tratar de cambiar de su ascendencia, hacer reverencias en dirección al palacio imperial vestidos de japonés y decir tonterías como “¡A morir dignamente por el emperador!”, los eruditos, pedagogos, literatos, artistas, hombres de prensa y demás intelectuales de conciencia patriótica defendieron con firmeza la entereza de la nación coreana, escupiendo de asco por esos individuos.

Vamos a citar el caso de Ri Ki Yong.

Dos veces había sido encarcelado a causa del incidente de la Federación de Artistas Proletarios de Corea14. Hombres de la calaña de Rim Hwa renegaron tan pronto como fueron encerrados en la prisión, pero Ri Ki Yong no abandonó su entereza como literato patriótico ni aun después de salir de la cárcel.

Al salir de la prisión estaba sin empleo y así se vio obligado a deambular por las calles de la ciudad de Soul. Eso ocurrió cuando los imperialistas japoneses, al promulgar la ley sobre el amparo y la vigilancia de los delincuentes políticos coreanos, metían a la fuerza bajo el techo de los centros de amparo y vigilancia de los delincuentes políticos a los patriotas y personalidades progresistas a quienes perseguían como tales. Y les obligaban a “defender al Estado” con ideas projaponesas. “Defender al Estado” significaba la misma abjuración.

También Ri Ki Yong fue llevado a menudo, digamos, una vez cada tres días, por lo menos, al organismo policíaco, donde se le forzaba para que abjurara. Los enemigos le exigían también escribiera las obras en japonés y dictar conferencias de contenido projaponés en ese idioma.

Pero, con él que poseía un carácter recto como el bambú, ningún método coercitivo tenía efecto. Cuando los enemigos imponían promover la “literatura nacional”, él, al contrario, escribió en coreano novelas, dándole así respuesta a su política de “japonización”. Cuentan que después de registrado en la lista de “sospechosos” estuvo muy acosado por la pobreza. Como sufría tan enorme escasez de dinero, cuando murió su segundo hijo no tuvo con qué cubrir los gastos de los funerales y así fue como se puso a escribir la novela corta titulada “Dinero”, teniendo a su lado el cadáver del hijo.

Por no poder soportar más las molestias que le causaban los policías, se refugió, junto con su familia, en un pueblo retirado, al pie del monte Kumgang. Sin embargo, el ojo vigilante le perseguía sin cesar incluso en aquel lugar montañoso. Se dice que varias veces fue hecha añicos la puerta de su casa por las pedradas de los projaponeses.

Pasara lo que pasara, nunca cedió en su entereza como intelectual patriótico. Por las noches, los que huyendo del reclutamiento militar y laboral forzado se refugiaban en los bosques bajaban al pueblo para oir sus consejos. En esas ocasiones los estimulaba a que no bajaran en ningún caso de las montañas resistiendo hasta el fin a los japoneses aunque tuvieran que comer hierbas como animales. Según supimos, los jóvenes que recibieron entonces la influencia de Ri Ki Yong, se convirtieron en cuadros de la zona en que residió éste, después de la liberación.

Aunque Ri Kwang Su cambió su apellido por uno japonés, Ri Ki Yong no lo hizo hasta el fin, hasta que se derrumbaron los japoneses. Declarando que sólo los hijos de perras cambiaban su apellido y nombre, no sólo no lo hizo sino que lo prohibió también a sus parientes.

Después de la liberación del país, al encontrarme por primera vez con Ri Ki Yong en Pyongyang, le dije que era más que asombroso cómo un hombre físicamente débil pudo vencer tan resueltamente las penalidades de la cárcel y resistir a la furiosa ola del cambio de apellido.

Su respuesta fue:

—Mientras Ryu Kwan Sun, una jovencita de 17 años, defendió su constancia sacrificando la vida en floración, ¿cómo podía doblegar la entereza un literato como yo? Cuando se produjo el catastrófico terremoto en Kanto, presencié cómo en pleno Tokyo los japoneses exterminaron indiscriminadamente a los coreanos con lanzas de bambú, espadas y ganchos de hierro, y decidí acabar, sin falta, con esos asesinos aunque me muriera y convirtiera en un alma en pena.

Entre los patriotas que se opusieron de modo resuelto a la política de asimilación que los imperialistas japoneses imponían para suprimir el espíritu de la nación coreana, estuvo también Sin Chae Ho.

Era una autoridad en historia y, al mismo tiempo, un conocido escritor y comentarista. Realmente, escribía bien. En los días de Jilin leí su declaración de condena en la casa del pastor Son Jong Do. Era un artículo extenso que atacaba a Syngman Rhee por haber pedido a EE.UU. que convirtiera a Corea en un protectorado suyo y resultó ser ta i vigoroso y agudo que lo leí varias veces seguidas. El pastor Son me aseguró que por esta razón seguía guardando el texto.

Editando varios periódicos y revistas en Shanghai y Beijing, Sin Chae Ho escribió muchos artículos en los cuales atacaba a los conformistas. Dicen que los lectores a porfía compraban los periódicos que insertaban sus escritos. Al leer sus trabajos uno tenía la impresión de ver un cuerpo vivo saltando vigorosamente. En cada párrafo se sentía el ímpetu del espíritu de los coreanos.

A fines de la década de 1920 fue detenido por los imperialistas japoneses y cumplió condena en la prisión de Lushun. Casi 10 años permaneció preso, pero nunca se doblegó ante los japoneses. Al contrario, no cesó de escribir trabajos en que palpitaba el espíritu nacional.

Sólo con el hecho de que siguió escribiendo en la cárcel de Lushun la “Historia antigua de Corea”, e “Historia antigua de la cultura coreana”, puede conocerse bien cuánto se esforzó por defender las tradiciones y el espíritu de nuestra nación.

Sin Chae Ho escribió sin cesar dedicando hasta la última gota de su sangre; murió en una lúgubre celda en el extranjero.

Al ver el indoblegable ímpetu de resistencia de las personalidades e intelectuales patrióticos que, aun desapareciendo físicamente, víctima de la cárcel, se empeñaron ardorosamente por defender el espíritu de la nación y despertar su espíritu, sentí más apremiantemente que debía proteger su lema y juntar en uno el' espíritu de cada cual para presentarlo como una parte importante de las filas de la resistencia popular total.

Los problemas de defender el genio nacional y preparar la resistencia de todo el pueblo estaban relacionados inseparablemente. El primero era no sólo el cimiento espiritual de la preparación para este acontecimiento sino también uno de sus eslabones importantes. Sin la lucha por salvaguardar el espíritu nacional era imposible aglutinar a las amplias fuerzas patrióticas en las filas de la resistencia popular total.

Dando importancia a la misión de los intelectuales que debían defender la historia, la cultura y las tradiciones de la nación, enviamos de continuo a trabajadores clandestinos a los sectores de los intelectuales en el interior y exterior del país.

No dejaba de enfatizar a los que iban al interior del país:

—Tal como los hijos existen por estar las madres, así también todos los hombres nacen en el seno de la nación y jamás pueden separarse de ella ni aun después de muertos. Todos nosotros somos de una misma sangre, de una familia grande que se llama nación. Por lo tanto, en la lucha por defender la nación no pueden existir separadamente los dueños y los visitantes. La revolución se hace por la nación y la lucha armada se libra para defenderla. Lo que vamos a recuperar no es sólo el territorio patrio, sino también nuestra historia, cultura y nuestra nación misma. Por eso, ustedes deben hacer bien los preparativos para la resistencia pannacional, combinando estrechamente la lucha para armar a todo el pueblo y la lucha de éste para defender el espíritu nacional y, al mismo tiempo, ampliarán las organizaciones de la Asociación para la Restauración de la Patria entre los vastos sectores de intelectuales, entre otros los eruditos, pedagogos, hombres de prensa, literatos y artistas; procurarán que todos ellos se hagan chispas y balas que defiendan el espíritu de la nación.

A finales de 1938, el periódico “Tong-a libo” insertó la noticia de que bajo la sospecha de que existía una organización clandestina, denominada Sociedad Roja de Estudio, en la Escuela Especializada de Yonhui en Soul habían sido arrestados los implicados, lo cual atrajo la atención de los lectores. Paek Nam Un, primer ministro de educación de la RPDC, fue uno de sus miembros.

En aquellos crueles días, cuando los sumisos recibían “tratos de hombre” y los que resistían eran maltratados como bestias, Paek Nam Un, un intelectual, optó por el camino de la resistencia para defender y mantener la nacionalidad.

Estudió en Japón cubriendo los gastos con su trabajo hasta graduarse del Instituto de Comercio. Luego, ocupó una cátedra en la Escuela Especializada de Yonhui.

La “Historia socio-económica de Corea”, es su representativa obra maestra. Aun desplegando actividades pedagógicas, él escribió con afán. Fue una conducta muy patriótica que escribiera dicha obra cuando los imperialistas japoneses estaban frenéticos por aplastar nuestra economía nacional y eliminar los mismos términos nación coreana.

En la Escuela Especializada de Yonhui de Soul había una organización legal denominada Sociedad de Estudios Económicos. Y quien desempeñó el papel principal en imprimirle un intenso matiz revolucionario fue precisamente Paek Nam Un.

Junto con sus colegas profesores, hizo que ella, hasta entonces una simple entidad de estudio académico, se convirtiera en una organización de fuerte carácter político, llamada Sociedad Roja de Estudio que aspiraba al comunismo.

Desde que estableciera los lazos con el trabajador político enviado por nosotros, todas las actividades de la Sociedad se dirigieron a materializar el Programa de 10 Puntos de la Asociación para la Restauración de la Patria. En los períodos de vacaciones, según dicen, todos sus miembros entraban en las masas para realizar la labor de ilustración.

En un material de información oficial publicado por el departamento de policía del gobierno general de Corea bajo el título de “Estado de la seguridad de Corea en los últimos tiempos” se apunta que la Sociedad Roja de Estudio, con el propósito de realizar la revolución comunista, seguía realizando intensas actividades, entre otras seminarios, cursillos y sesiones de lectura para imbuir y propagar entre sus miembros las ideas comunistas.

Se dice que hasta la caída del imperialismo japonés Paek Nam Un viviendo escondido, sin tener empleo, se dedicó a la traducción de las “Crónicas de la dinastía de los Ri”. Si él escribió la “Historia socio-económica de Corea”, convirtió la Sociedad de Estudios Económicos en Sociedad Roja de Estudio y decidió traducir las “Crónicas de la dinastía de los Ri”, todo eso fue un reto contra la política de “japonización” de los imperialistas japoneses.

Quien pasó los inviernos en una sala fría, sin encender la estufa, desde el año en que escuchara la noticia sobre el ataque a Pochonbo, fue precisamente Paek Nam Un. ¿Por qué no encendió la estufa? Explicó que lo hizo por sentir pena conociendo que todos los jefes y combatientes de la guerrilla e incluso Kim Il Sung, comían y dormían a la intemperie, tapándose con hojas muertas, en las cuatro estaciones del año.

Al formar el primer Consejo de Ministros nombramos a Paek Nam Un ministro de educación. En tiempos posteriores trabajó como director de la Academia de Ciencias y vicepresidente del Presidium de la Asamblea Popular Suprema, y cumplió sus quehaceres muy conscientemente.

Kye Ung Sang, genetista y especialista en mejoramiento de variedades, de fama mundial, que diera nuestro pueblo, tenía también excepcional dignidad nacional y clara convicción científica.

Desde la infancia estudió con afán. Dijo que como era tan pobre que no tenía papel, escribía en hojas secas. Si casualmente conseguía un par de calcetines, los guardaba en el bolsillo para ponérselos cuando iba de visita a la casa de otro y casi siempre llevaba en las manos los zapatos procurando que no se desgastaran.

Como resultado de haber estudiado afanosamente, ahorrando jon a jon, pudo graduarse de una universidad en Japón y, después, de un curso de posgrado en ésta.

Por haber sido conocido como un genio desde la época estudiantil, al terminar el curso de posgrado, fue invitado por muchos hombres de distintos lugares de Japón. También su profesor guía del tiempo de la universidad lo quería. Trató de atraerlo con la propuesta de trabajar juntos en Manchuria donde se crearía una magnífica estación experimental agrícola.

Pero, Kye Ung Sang rechazó todas las proposiciones. Su deseo era seguir investigando sobre el gusano de seda en un lugar donde pudiera vivir sin ver ni una repugnante figura de los militares japoneses. Tenía ardientes deseos de seguir su trabajo científico en la Patria, pero tampoco lo hizo.

Tras larga angustia, decidió ir al interior de China. En aquel entonces no había japoneses en las regiones meridionales de este país. La invasión del ejército japonés al interior de China se inició después del Incidente del 7 de Julio.

Sólo cuando las tropas japonesas ocuparon Guangdong, pensó en regresar a la Patria. Como en todas partes dominaban los japoneses decidió regresar a la tierra donde estaban las tumbas de sus antepasados. Al partir de China meridional llevó consigo los huevos de una nueva variedad de gusano de seda que obtuvo allí al cabo de sufrir lo indecible.

Y en la postliberación, al sentir asco por lo que hacía la administración militar estadounidense, se dirigió a Pyongyang con los reproductores de gusanos de seda metidos en la maleta. En el primer encuentro conmigo, confesó que con el alma de coreano era imposible vivir bajo la férula de la administración militar de EE.UU. Al escucharle supe más profundamente que era un erudito con muy alta dignidad nacional.

Luego de pasar a la parte Norte de la República, Kye Ung Sang obtuvo muchos reproductores de gusanos de seda de excelente calidad, productividad y resistentes a las enfermedades.

El espíritu de la nación lo pueden conservar sólo las personas con inconmovible convicción.

Para servir realmente a la Patria y al pueblo, los intelectuales tienen que poseer ardiente patriotismo e inconmovible convicción científica.

Entre las organizaciones que a fines de la dominación japonesa realizaron enconados esfuerzos por defender el espíritu de la nación en el país estaba también la Sociedad de Lingüística Coreana.

Según afirmó Ri Kuk Ro, esta Sociedad nació a principios de la década de 1930. Apareció como sustituía de la Sociedad de Estudio de la Lengua Coreana.

La Sociedad de Lingüística Coreana realizó muchos trabajos sin que lo conocieran otros. La redacción de un diccionario de idioma coreano comenzó a impulsarse de lleno en nuestro país después de la aparición de esta Sociedad. Hasta entonces no existía un diccionario del idioma coreano digno de mención.

Sin duda, hubo un buen número de eruditos que se esforzaron por hacerlo. Pero, como el país estaba en ruinas, era extremadamente difícil redactar uno perfecto.

Y de esa pesada tarea se encargaron por sí solos los miembros de la Sociedad de Lingüística Coreana.

Al margen de la lengua no puede concebirse el progreso de la cultura. Sin ordenar y uniformar de modo racional las letras y el vocablo que constituyen el fundamento de la cultura es imposible el desarrollo de ésta. El medio más fuerte para ordenar y uniformar racionalmente el vocablo y las letras es precisamente el diccionario que sintetiza y compila los recursos lingüísticos de la nación.

La redacción del diccionario de la lengua nacional requería disímiles trabajos. Para colmo de males, ellos no tenían dinero. Y no podían recibir la ayuda del pueblo porque trabajaban a escondidas, para no ser descubiertos por los japoneses. ¿Se dan cuenta de cuan ardua habrá sido la redacción del diccionario que requería enormes esfuerzos en las condiciones de no tener ni siquiera un patrón unitario digno para la anotación de palabras y las letras?

Teniendo en consideración las contingencias, preparaban dos originales y los escondían separadamente. En una época en que, además de haber transcurrido varios decenios desde la ruina del país, los que no sabían el idioma japonés, aunque tenían boca, eran despreciados más que los mudos, recolectaron una tras otra, como si fueran tesoros, las palabras coreanas abandonadas como piedras brutas, para registrarlas en el diccionario.

¡Cuan bravos y virtuosos patriotas fueron ellos!

La Sociedad de Lingüística Coreana desplegó también, en secreto, enérgicas actividades internacionales. Participaron en la Reunión Internacional de Fonética, efectuada en 1935 en Inglaterra, y en la Conferencia Mundial de Lingüística, realizada al año siguiente en Dinamarca, en las cuales denunciaron ante todo el mundo cómo los imperialistas japoneses suprimían la lengua coreana.

El primer organismo en nuestro país que perfeccionó y estudió las letras coreanas fue el Instituto Jong-um, creado por el rey Sejong. Este promovió el alfabeto Hunmin Jong-um, enfrentándose a la frenética oposición de Choe Man Ri y otros servilistas a las grandes potencias, lo cual fue un gesto muy aplaudible. Hizo usar letras coreanas al componer la “Épica de los Reyes” y los documentos oficiales y al editar libros de confucianismo y budismo.

En el período del rey Yonsan fue suprimido el Instituto Jong-um y la lengua coreana comenzó a ser marginada. A lo largo de cientos de años a partir de entonces las letras coreanas se vieron maltratadas como si fueran malas hierbas, y apenas cuando se efectuara la reforma Kabo, en 1894, llegaron a renacer.

La lengua coreana, que empezó a ver la luz apenas desde los fines del siglo pasado, esta vez volvió a ser pisoteada por los japoneses bajo pretextos como el “uso de la lengua nacional”. Y no fue otra que la Sociedad de Lingüística Coreana la que se opuso a ello.

Sin embargo, esta Sociedad que venía luchando por la independencia de la Patria y la ordenación y divulgación de la lengua coreana comenzó a ser objeto de represión por parte de los enemigos desde el otoño de 1942.

Decenas de eruditos y otros implicados en ella fueron arrestados por la policía japonesa.

Los miembros de una pequeña unidad que operaron en el interior del país nos llevaron esta noticia al regresar, y no pudimos reprimir la indignación.

En todo el ámbito del campamento predominaba un ambiente de júbilo al recibir la noticia de que el Ejército soviético había aniquilado varios cientos de miles de efectivos del ejército alemán en Stalingrado, pero al enterarnos de la detención y crueles torturas de decenas de nuestros sabios perdimos hasta las ganas de comer. Esos eruditos sufrieron mucho en la prisión de Hamhung, donde fueron sometidos a torturas tan salvajes que algunos murieron en el curso del interrogatorio.

La policía japonesa consideró la Sociedad como una organización antijaponesa por la independencia, pero no llegó a saber que ella estuvo bajo nuestra influencia. Porque los sabios encarcelados guardaron el secreto hasta el fin, aun pagándolo con su sangre o vida.

En el seno de la Sociedad existía una organización clandestina que incorporaba a Ri Kuk Ro y otros precursores que estaban directamente vinculados con nuestra línea organizativa. Según me informaron, fue en el otoño de 1936 y en el verano de 1937 cuando Choe II Chon visitó a Ri Kuk Ro que residía en Soul, pues nuestra organización lo envió con la tarea de crear organizaciones de la Asociación para la Restauración de la Patria entre los intelectuales del interior del país.

Choe II Chon, al viajar a menudo a Soul en calidad de director de la filial en Changchun del diario “Tong-a libo”, cumplió irreprochablemente las tareas que le encomendábamos.

También Ri Kuk Ro sufrió muchas torturas en la cárcel, sobre todo, porque por sí solo se hizo cargo hasta de los “delitos” de sus compañeros.

Aun después de regresar a Soul, sin cuidarse la salud horriblemente afectada, realizó muchas actividades, tomando como punto de apoyo la Sociedad de Lingüística Coreana, por la unidad de las fuerzas democráticas y la construcción de un país independiente y soberano.

Después de la liberación, cuando llegó a Pyongyang para participar en la Conferencia Conjunta del Norte y el Sur de Abril, le dije:

—Observamos con profunda atención el curso del incidente de la Sociedad de Lingüística Coreana. Nos preocupamos mucho por el hecho de que los policías japoneses los torturaban diariamente e incluso algunos murieron como consecuencia de los golpes recibidos. No obstante, los miembros de la Sociedad no se rindieron ni en la cárcel. Admiramos su férrea voluntad antijaponesa y su espíritu patriótico manifestado en colectivo.

Al oírme hasta el fin Ri Kuk Ro expresó:

—Hubo una razón por la cual procedimos así. Resistimos así porque teníamos en que confiar. ¿De dónde podría surgir nuestra rebeldía? Fuera del monte Paektu, de ninguna parte. —A continuación me contó cómo después del ataque a Pochonbo los miembros de la Sociedad celebraron con lágrimas en los ojos el acontecimiento compartiendo una botella de aguardiente que compraron vaciando los bolsillos.

Como Ri Kuk Ro era una persona que podía considerarse ejemplo en la conservación del espíritu nacional y que disfrutaba de la simpatía tanto por parte de los comunistas como los nacionalistas, lo sentamos en la tribuna presidencial cuando la Conferencia Conjunta del Norte y el Sur de Abril y le encomendamos leer, en nombre de los participantes en la reunión, el documento; “El llamamiento a los compatriotas de toda Corea”.

Después de terminada la Conferencia Ri Kuk Ro expresó su deseo de quedarse en Pyongyang para trabajar conmigo. Por eso, hicimos que sus familiares que estaban en Soul vinieran a Pyongyang. El trabajó varios años como ministro en el Consejo de Ministros. Era modesto y muy cumplido: siempre hablaba con respeto independientemente de que sus interlocutores fueran superiores o subalternos.

En una ocasión, al mirar el curriculum vitae que él escribió me quedé asombrado porque recorrió muchísimas partes y se encontró con numerosas personalidades. Estuvo en China, Japón, la Unión Soviética, Alemania, Francia, Inglaterra, Estados Unidos y otros países, y otros lugares famosos; se vio hasta con Lenin.

Este encuentro ocurrió cuando se efectuó en Moscú la Conferencia de los representantes de los pueblos del Extremo Oriente. Por esa época Ri Kuk Ro, que residía en Shanghai, permaneció en Moscú junto con Ri Tong Hui, Pak Jin Sun y otros. Entonces, dijo, pudo entrevistarse dos veces con Lenin en el Kremlin.

También se encontró casi con todas las personas renombradas en el movimiento nacional. Y conoció a muchos hombres que desarrollaron actividades en el Nordeste de China, entre ellos Choe II Chon, Pyon Tae U y Hwang Paek Ha.

Dicen que fue Wilhelm Pieck, quien durante su estancia en Moscú indujo a Ri Kuk Ro a estudiar en Alemania. Por su recomendación ingresó en la Universidad de Berlín. Cuando se graduó obtuvo el grado de doctor en filosofía.

Cierta vez le pregunté:

—¿Por qué se especializó en el estudio de la lengua coreana a pesar de que tiene el grado académico de doctor en filosofía? Cuando Ud. regresó a la Patria hubo personas que le aconsejaron que se ocupara de los negocios o que optara por ser una figura del Estado con que se destacaría mucho, pero, ¿por qué motivo se ha convertido en lingüístico?

Entonces, él me explicó que cuando estuvo en Irlanda vio cómo los hombres de ese país usaban el inglés como la lengua oficial en vez de su lengua materna, y también los letreros, las señales de las carreteras y todas las cosas se escribían en inglés, y preocupándose porque la lengua y las letras coreanas corrieran el mismo destino, decidió que de regreso a la Patria consagraría toda su vida al movimiento para proteger la lengua materna.

El incidente de la Sociedad de Lingüística Coreana nos conmovió muy fuertemente. En las imágenes de los intelectuales que mantuvieron el espíritu nacional al precio de su sangre, sin temer ni a los fusiles ni a las bayonetas ni tampoco al patíbulo, vimos nuestra Patria viva, nuestro país viviendo y luchando.

También los estudiantes de la Universidad Imperial de Kyongsong crearon una organización y lucharon de modo activo para proteger el espíritu nacional.

Los intelectuales patrióticos, incorporados a ella, se opusieron desde el principio a la política del imperialismo japonés para suprimir la nación coreana y lucharon de modo valeroso para conservar el espíritu nacional.

Contrarrestaron las disparatadas opiniones de sus homólogos projaponeses y los eruditos venales, por una parte, y, por la otra, difundieron ampliamente las valiosas cualidades de la nación coreana a través de tribunas legales.

Subrayaron: “La nación coreana no es perezosa ni le gustan las riñas sectaristas. Si los coreanos son pobres, no es porque son ociosos sino es por causa de los japoneses, los cuales han arrebatado todas las riquezas de nuestra nación. ¿Quién se atreve a decir que nuestra nación está atrasada? La coreana es una nación sobresaliente que puede sentirse orgullosa ante el mundo por su sabiduría y grado de civilización. Los coreanos sabrán defender a toda costa su nacionalidad, por mucho que los japoneses opriman.”

Pero, la lección que sacaron los intelectuales era que sólo con las palabras es imposible hacer frente a los que atacan con las armas. Por eso, establecieron bases en las grandes cordilleras y aceleraron los preparativos para organizar grupos armados con los obreros de las minas y los que habían huido del reclutamiento y el trabajo forzado, refugiándose en las montañas.

Un gran número de jóvenes estudiantes, eruditos, religiosos, educadores y hombres de cultura, de arte y de prensa incorporándose a las organizaciones de resistencia popular total lucharon valientemente y hasta el fin contra la política de supresión nacional del imperialismo japonés. También los intelectuales que no pertenecían a las organizaciones se enfrentaron con convicción a la política asimiladora de los enemigos. Ninguna salvaje represión ni las cadenas podían detener la lucha de los intelectuales conscientes para defender el espíritu nacional.

Los intelectuales que por sus éxitos dejaron grabados sus nombres en la historia fueron, sin excepción, hombres fieles a la Patria y la nación, de voluntad y convicción firmes. Por esta razón, siempre enfatizo que los intelectuales amen fervorosamente a su Patria y nación y conserven su voluntad indomable y convicción revolucionaria en cualquier circunstancia adversa.

Lograr la restauración de la Patria mediante la unión pannacional y la concentración de todas las fuerzas patrióticas antijaponesas fue la línea y orientación estratégica que el gran Líder, camarada Kim Il Sung, mantuvo invariable a lo largo de la Revolución Antijaponesa.

Desde el comienzo de la guerra contra los japoneses, hizo lo imposible por lograr la unidad de todas las fuerzas patrióticas antijaponesas en el interior y exterior del país. Sus actividades en este sentido continuaron ininterrumpidamente en la primera mitad de los años 40.

Toda mi vida ha planteado la unidad con los nacionalistas patrióticos y progresistas como una importante línea y he hecho ingentes esfuerzos para que se lleve a cabo.

En un tiempo el movimiento nacionalista constituyó, junto con el comunista, uno de los dos componentes de la lucha para la liberación nacional. Vale señalar que él dio inicio a esta lucha. En la primera mitad de la década de 1940 el nacionalismo seguía siendo una corriente ideológica y su movimiento también se mantenía, aunque débil, como una fuerza patriótica antijaponesa. La mayoría de los nacionalistas, con excepción de los reformistas, continuaban su lucha contra el imperialismo japonés dentro y fuera del país enarbolando la bandera antijaponesa, y esta fuerza ejercía cierta influencia entre los coreanos en el país y el exterior.

Aun después del fracaso de nuestro intento por lograr la unidad con Ryang Se Bong, no nos amilanamos y nos empeñamos en formar el frente unido con los adeptos al movimiento nacionalista antijaponés.

Por su parte, éstos también trataron por diversos medios de lograr la solidaridad con nosotros. Incluso aquellos que antes, sin motivo alguno, habían rechazado y mirado con malos ojos a los comunistas, se fueron inclinando hacia nosotros.

Fue a partir de las postrimerías de la década de los 30 cuando sus actividades encaminadas a establecer la alianza con nosotros devinieron una comente tangible como un fenómeno generalizado. Cuando en mayo de 1936 creamos la Asociación para la Restauración de la Patria y, exhortando a la movilización pannacional, desplegamos con ímpetu el movimiento para el frente unido, los nacionalistas respondieron en forma activa.

Como ejemplos representativos podemos mencionar que Yun II Pha, jefe del Estado Mayor del Ejército independentista en Manchuria del Sur, nos envió una misiva de apoyo; que un independentista de apellido Pak que pertenecía a la Asociación de Coreanos Residentes en Shanghai hizo un largo viaje hasta Manchuria del Sur para encontrarse con Ri Tong Gwang, representante de la Asociación para la Restauración de la Patria en esta región; y que el resto del Ejército independentista que comandó Kim Hwal Sok, encabezado por Choe Yun Gu, se unió voluntariamente al ERPC.

Pero, ¿cómo el campo del movimiento nacionalista pudo librarse de su anterior posición chovinista y llegar a atribuirle tanta importancia a la colaboración con nosotros?

En una palabra, se debe al crecimiento de la autoridad y la influencia del ERPC. La Lucha Armada Antijaponesa constituía el eje principal del movimiento para la liberación de la nación coreana. El ERPC era el grueso del frente antijaponés para la liberación nacional, el máximo representante de la voluntad y convicción de la nación en la independencia y organizador y conductor de la Revolución Antijaponesa.

El movimiento de liberación nacional abarcaba diversas fuerzas antijaponesas y de ellas el ERPC fue el que asestó golpes más contundentes al enemigo. Su existencia era temida como ninguna otra por el imperialismo japonés, y en esas fuerzas armadas fue en las que el pueblo depositó su mayor esperanza.

El pueblo veía al ERPC como la única fuerza capaz realmente de expulsar del suelo patrio al imperialismo japonés.

Kim Ku, según sus ayudantes, se llenó de alegría y dio gritos de júbilo ante la noticia de que los japoneses fueron derrotados en nuestro ataque a Pochonbo.

Por su parte el órgano del Partido Revolucionario Nacional de Corea radicado en Nanjing dio a conocer con lujo de detalles este combate bajo el título de “Noticia bomba del movimiento armado revolucionario de Corea”. El colectivo de redacción incluso envió el artículo a la filial de “Joson libo” en Hamhung. Fue una expresión de apoyo, estímulo y solidaridad de carácter pannacional manifestada sin reparar en doctrinas y tesis que sostuvieran. Parece que los independentistas que actuaban en la parte central del territorio chino también se conmovieron sobremanera ante la noticia.

Desde hacía mucho Kim Ku insistía en la lucha armada.

El Consejo de Obreros y Soldados organizado por él a principios de los años 20 fue en realidad un grupo con tendencia a la lucha armada. A él no le agradaba que algunos intentaran lograr la independencia de Corea por medios diplomáticos o la superación intelectual, caracterizados por la no lucha.

Su despecho radicaba en que no fue capaz de crear un gran ejército y librar una lucha armada de gran envergadura. De ahí su inconmensurable esperanza e interés en cuanto a nuestras acciones militares.

Inmediatamente después de liberado el país, el rotativo “Independencia de Corea” que era editado en Los Angeles por coreanos residentes en el lugar, denunció a Kim Ku en uno de sus trabajos. Decía que los compatriotas residentes en Estados Unidos reunieron, en respuesta a su llamamiento, una considerable cantidad de fondos para las tropas de Kim Il Sung y el Ejército de Voluntarios de Corea, pero en el medio el mismo promotor de la donación los dilapidó todos bajo el pretexto de los disturbios por la guerra, en vez de hacerlos llegar a los destinatarios.

Es comprensible que no se los hubiera entregado: para hacerlo había que ponerse en contacto con una línea de nuestra organización, pero creo que era difícil rastrear su pista en aquel tiempo.

Ese llamamiento me demostró que él procuró por todos los medios apoyar nuestra lucha armada.

Supe que el combate de Jiansanfeng también produjo un gran impacto a los independentistas en el interior de China.

El acelerado crecimiento del interés de las agrupaciones del movimiento nacionalista en el exterior del país por nuestra lucha y sus esfuerzos activos como nunca antes por la alianza con los comunistas tenían que ver también con la fundación de la Asociación para la Restauración de la Patria y la publicación de su Programa de 10 Puntos, plataforma de lucha común nacional aceptable por todos.

Por aquel entonces, las fuerzas patrióticas antijaponesas radicadas en el interior de China estaban divididas sin lograr la unidad, debido a la diferencia de doctrinas y tesis y métodos de lucha. Estaban divididas en dos grandes bandos: uno era el nacionalista de Kim Ku y otro el de Kim Won Bong denominado el Frente Popular. Este último era un grupo de izquierda del movimiento independentista cercano a la filiación comunista.

Ambos bandos mantenían cada cual contactos independientes con el Guomindang de Jiang Jieshi, el comité militar del gobierno nacional y el Partido Comunista de China.

Para crear el frente unificado con los independentistas que actuaban en el interior de China, había que solucionar dos problemas. Ante todo, era necesario unir en una misma fuerza las agrupaciones nacionales antijaponesas de la región. O sea, los grupos que se regían por diferentes doctrinas y tesis y modo de actuar tenían que formar un frente único bajo la bandera del patriotismo antijaponés, dejando a un lado las diferencias entre sí. Luego hacía falta concretar sobre una nueva base la unidad entre nosotros y todas las fuerzas antijaponesas que integraban este frente.

Fue invariable y sincero nuestro esfuerzo por resolver estas cuestiones después de organizada la Asociación para la Restauración de la Patria. Con el estallido de la guerra China-Japón obramos con mayor celo e iniciativa en aras de la unión con el movimiento en el interior de China.

Luego de desatada la guerra, la revolución china logró la segunda alianza entre el Partido Comunista de China y el Guomindang, acaparando así gran atención en el interior y exterior del país. El éxito le abrió al pueblo chino una nueva coyuntura en su lucha por la salvación nacional, al tiempo que impulsó aún más el desarrollo de la revolución china.

Tal fondo favoreció que en septiembre de 1940 los bandos de Kim Ku y de Kim Won Bong, que antes estaban separados en pequeños partidos, pusieran fin a la confrontación formando exitosamente un frente único y llegaran a proclamar inclusive una declaración conjunta. Vale subrayar que ésta misma contenía muchos puntos idénticos a los señalados en la Declaración Inaugural de la Asociación para la Restauración de la Patria y en su Programa de 10 Puntos. Posteriormente el Gobierno Provisional, incorporando a los de Kim Won Bong, logró la unificación de la derecha y la izquierda.

Por supuesto que tales cambios en el seno del movimiento nacionalista llamaron nuestra atención.

En la primera mitad de los años 40 seguimos empeñados en aunar las fuerzas patrióticas antijaponesas radicadas en el país y Japón, al tiempo que dinamizamos por varias vías la labor dirigida a atraer a las residentes en Manchuria y el interior de China.

A medida que se recrudecían la guerra del Pacífico y la Chino-Japonesa, Japón se fue hundiendo aún más en el pantano de su derrota y por doquier ocurrieron de modo sucesivo acontecimientos que lo auguraban.

El brusco cambio de la situación exigía que todas las fuerzas antijaponesas del interior y exterior del país, unidas en un haz, se preparasen para la batalla final contra el imperialismo japonés. Las decenas de años de la historia de lucha antijaponesa llevaron a las masas populares a tener la conciencia de que la firme unidad de las fuerzas de la nación por encima de las diferencias de doctrinas y militancia, era el camino más corto para lograr la restauración de la Patria. Aunar a las amplias fuerzas patrióticas dentro y fuera del país y formar potentes fuerzas de resistencia pannacional fue una tarea histórica que la época nos asignó y la aspiración común de las figuras patrióticas de diferentes clases y sectores sociales y de las masas populares.

En cuanto a! cambio ocurrido en el modo de actuar de los independentistas coreanos y en la opinión pública en la década de los 40, la policía japonesa dejó las siguientes notas:

“El objetivo de las maniobras perpetradas por los coreanos en el interior y exterior del país, no importa que sean de filiación nacionalista o comunista, está en la independencia de Corea y en la actualidad ellos lo patentizan en lo exterior. Los que están bajo Chongqing, bajo los EE.UU. ... y los subordinados a la URSS y al Partido Comunista de China consideran la independencia de Corea su objetivo definitivo.” (Documento enviado a los jefes de policía de cada provincia por el jefe del departamento de policía del Gobierno General en Corea, mayo del año 19 (1944) de Showa)

“Particularidades en los casos ideológicos:

No se restringen como antes por el aspecto teórico de doctrinas y tesis, sino centran el enfoque hacia la independencia de la nación coreana, objetivo cardinal. Por consiguiente se advierte un marcado acercamiento al movimiento comunista con el que anteriormente estuvieron en oposición, y con frecuencia se producen sucesos como resultado de la unión de los nacionalistas y los izquierdistas.” (“Mensuario de asuntos extranjeros de la policía secreta”, No. 51, Pag. 5, correspondiente a los meses de marzo y abril del año 19 (1944) de Showa, sección de seguridad del departamento de policía del Gobierno General en Corea)

El Gobierno Provisional en Shanghai fue una de las agrupaciones a las que prestamos atención cuando establecíamos contactos con las fuerzas patrióticas antijaponesas radicadas en el interior de China.

La invasión al territorio chino por el ejército japonés obligó al Gobierno Provisional a cambiar de sede frecuentemente. Y esta mudanza interminable, siempre siguiendo al gobierno de Guomindang, lo puso en una situación realmente penosa, al punto de que apenas podía mantener su rótulo. Los vinculados a él recordaron que deambularon constantemente de aquí para allá llevando las cargas de la mudanza. A veces tenían que acurrucarse en el rincón de alguna fonda con todos los bultos y de allí se trasladaban a otro lugar para evitar así los estragos de la guerra.

El Gobierno Provisional, que atravesaba dolorosos momentos a causa de las interminables querellas, reformas de constituciones y sus propias remodelaciones orgánicas, sufría, además, por las más elementales condiciones de la vida y por el peligro que amenazaba la vida de sus integrantes.

Tal fue la situación, que incluso Kim Ku confesó:

—No supe cómo mantener el nombre de Gobierno en aquellas penurias económicas. El alquiler de su sede eran 30 yuanes, y la mensualidad para los ordenanzas, menos de 20, pero yo no tenía recursos ni para pagarlo, y más de una vez el dueño de la casa me acusó ante el tribunal. Yo dormía en el tablado de la sede gubernamental y limosneaba la comida recorriendo las casas de los compatriotas negociantes. Fui el peor de los pordioseros.

En 1940 el Gobierno Provisional puso fin a su vida errante y se estableció en Chongqing, donde se encontraba evacuado el gobierno de Jiang Jieshi. Y desde entonces llevó una vida relativamente estable. Fue precisamente en aquella época en que organizó el Ejército de Restauración. La creación de tal fuerza armada adscrita al Gobierno fue, por llamarlo así, un avance en sus actividades.

En aquel entonces las personas relacionadas con este Ejército escribieron en su publicación sobre la lucha del ERPC y las acciones de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste, mencionando inclusive los nombres como Yang Jingyu, Zhao Shangzhi, Kim II Sung, etc.

Mas, tanto desde el punto de vista de su historia como desde el de su composición y equipamentos militares, no pasaba de ser aún una fuerza joven. Los mismos vinculados con el Gobierno Provisional coincidieron en que el desarrollo de su ejército estaba limitado. Pienso que Ri Chong Chon supo reflejar estas circunstancias en su análisis sobre la situación de las fuerzas antijaponesas en el exterior, en el cual confesó francamente que para las fuerzas del Gobierno Provisional resultaría difícil implantar su hegemonía y que esta institución acogió la liberación del 15 de agosto sin ninguna preparación.

Abajo presentamos un fragmento de apuntes de la policía japonesa sobre el Ejército de Restauración:

“La capacidad del Ejército de Restauración, pese a la exagerada propaganda del Gobierno Provisional, es muy débil; cada destacamento no pasa de 10 miembros, excepto el No. 5 que llega a un total de 50. Pero de éstos, 20 son anarquistas directamente subordinados a Ra Wol Han y los demás prisioneros coreanos, de los cuales la mayoría son casi analfabetos, ex-contrabandistas de opio. Por ser muy débiles, las tropas existen apenas sin acciones relevantes.” (Sección de la policía secreta del departamento de policía en la provincia de Hwanghae, febrero del año 18 (1943) de Showa)

Pese a ello, nosotros tratamos de estrechar la mano con ellos también. Opinábamos que si se lograba la alianza con los de Kim Ku, podríamos incorporar sus fuerzas a las operaciones decisivas para la liberación de la Patria.

Al principio Kim Chaek manifestó su desacuerdo con este proyecto. La razón era que no estaba seguro de si sería posible la unión con aquel elemento anticomunista y si, aun cuando ésta se hiciera realidad, podríamos sacarle provecho deseable. Pero al escuchar mis explicaciones me apoyó, criticando la parcialidad con que trató de ver solamente su lado anticomunista, en vez de apreciar su patriotismo. Tomó incluso una actitud activa al proponerme desarrollar, por intermedio de Ho Jong Suk, la relación con las fuerzas antijaponesas del interior de China.

A Choe Yong Gon tampoco le gustó al principio la unidad con Kim Ku. Su actitud hacia el Gobierno Provisional fue mucho más escéptica que la de Kim Chaek.

—Para qué —dijo él— dar la mano a esos pendencieros sectaristas. Eso no servirá de nada. Y si de alianza se trata, sería mejor hacerla con los de Kim Won Bong.

Por supuesto que él también terminó por expresar su adhesión a mi criterio, al igual que Kim Chaek.

Kim Won Bong organizó una asociación llamada Cuerpo de Partidarios de la Justicia y se dedicó al terrorismo y acciones de ataque y destrucción tanto en el interior y Noreste de China como en la misma Península Coreana.

Más tarde creó el Cuerpo de Voluntarios Coreanos cuya primera legión fue encabezada por Pak Hyo Sam quien tras la liberación se desempeñaría por corto espacio de tiempo como director de la Escuela Central de Cuadros de la Seguridad. Este tenía bajo su mando unos 40 militares.

Posteriormente Kim Won Bong me contó que su Cuerpo, con escasos efectivos y pobre equipamento, no pudo realizar casi ninguna acción independiente, y anexo a las tropas chinas, realizaba, megáfono en mano, la propaganda antibélica y la arenga persuasiva al enemigo.

Pese a la insignificante dimensión y deficiente equipamento, apreciamos su aspiración a vencer al imperialismo japonés con la fuerza.

Asimismo nos interesó en alguna medida la existencia de la Unión para la Independencia de Corea y el Ejército de Voluntarios de Corea radicados en Huabei.

Por entonces Mu Jong desempeñó allí un papel importante y, según afirman, aportó además a la construcción del Ejército Rojo de China y a la lucha de su pueblo por la liberación.

De regreso a la Patria, desempeñó cargos como el de viceministro de Defensa Nacional y comandante de artillería. Entonces yo le asigné una casa que quedaba cerca de la mía.

Aquí también participó en la constitución de las fuerzas armadas y realizó hazañas, pero, como era muy propenso al burocratismo militar, durante la Guerra de Liberación de la Patria fue criticado y dejó su cargo militar.

A pesar de ello, cuando estaba gravemente enfermo hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance tomando medidas para su tratamiento. Fue atendido en un hospital situado en Changchun, China, cuyo equipo médico estaba compuesto por rumanos. Después lo trajimos a la Patria, cumpliendo su voluntad de querer cerrar los ojos cerca de nosotros. Cuando falleció, me esmeré en sus funerales, en reconocimiento a sus méritos.

En nuestro primer encuentro Mu Jong me dijo:

—Oí hablar mucho del General Kim y estas noticias siempre me dieron fuerza. Una infinita alegría me invadía al pensar que en Corea había un general que atemorizaba a los japoneses. Y aunque yo estaba en el Ejército de ruta No. 8, mi alma estaba dirigida siempre hacia el monte Paektu. ¿No habrá manera de lograr la unión del Ejército de Voluntarios de Corea con el ERPC, para que los dos puedan aniquilar juntos al imperialismo japonés? Pensándolo, procuré por varios medios contactar con el General Kim Il Sung.

Un destacamento del Ejército de Voluntarios de Corea, después de su creación en Huabei, realizó actividades destinadas a establecer contactos con el gran Líder. Con respecto a ello un documento oficial japonés describe:

“Actividades del destacamento del EVC radicado en Huabei: ... Por mayo o junio de 1941 crearon en Huabei un nuevo destacamento del EVC... Posteriormente éste se ha aferrado de forma frenética a la conquista de prosélitos y a diversa propaganda conspirativa contra la región que mantenemos ocupada en las cercanías de la línea Beijing-Hankou, al tiempo que gestiona formar una alianza con Kim Il Sung, coreano rebelde residente en Manchuria, y establecer contacto con los conmilitones en Corea ... De su declaración es esta frese: 'Se mantendrá en pie invariablemente la lucha antijaponesa para la liberación de la nación coreana mediante la sólida unidad interna y la alianza con los 200 mil compatriotas en Huabei y figuras y organizaciones revolucionarias, y las filas armadas en el Noreste (Manchuria) y el interior del país (Corea)...” (Sección de policía secreta del departamento de policía en la provincia de Hwanghae, febrero del año 18 (1943) de Showa)

Ho Jong Suk, quien fue la primera ministra de Cultura y Propaganda en el Consejo de Ministros constituido después de la liberación, también estuvo en Yanan en la década de 1940.

Según ella, entre los activistas coreanos que operaron en aquella localidad había muchos que se creían los mejores, pero la verdad era que todos simpatizaban con nuestra guerrilla. Tan ardiente fue este sentimiento que incluso ella pidió más de una vez a Zhou Enlai y Zhu De que la dejaran ir a Manchuria, pero los chinos desaprobaron su actitud tildándola de “nacionalista”.

Con ello, comprobé con mayor profundidad que, mientras buscábamos cómo entablar relaciones con el interior de China, los activistas y personalidades patrióticas coreanos de esta región también pretendían apasionadamente la alianza con nosotros.

En aquel tiempo ellos, siguiendo al Ejército de ruta No. 8, participaron en muchas actividades dirigidas a descomponer al enemigo, en las cuales sus principales objetivos fueron los jóvenes compatriotas que servían en las tropas japonesas.

“No sean —les arengaban en los combates— carne de cañón de los japoneses y deserten con valentía. Quien está en el Norte de China buscará al Ejército de Voluntarios de Corea o al Ejército de ruta No. 8, mientras que en la parte central y sureña pueden dirigirse al Cuerpo de Voluntarios Coreanos o al Nuevo Ejército No. 4, y en Manchuria a las tropas de Kirn Il Sung.”

Además, lanzaban volantes con las normas de tratamiento para los reclutas coreanos que se pasaran a ellos; especificaban que al que trajera una ametralladora pesada se le daba equis cantidad de dinero y el privilegio en el uso de artículos diarios durante 3 años; quien viniera con una ametralladora ligera, lanzagranadas o escopeta tendría tal suma en efectivo; y quien simplemente se rindiera tendría derecho al estudio y la asistencia médica según sus deseos. Y estas actividades, me dijeron, resultaron eficaces.

Entre los patriotas coreanos que actuaban en el interior de China los había comunistas y también nacionalistas. Independientemente de sus doctrinas y tesis, todos deseaban relaciones de solidaridad y alianza con nosotros, lo cual convenía por donde quiera que se le mirara.

Nosotros tampoco nos metimos en rejuegos de discriminación dividiendo a la gente en uno u otro bando según sus doctrinas y tesis. Consideramos objetivos de nuestra colaboración a todos los que amaban a la Patria, sin importar en absoluto que estuvieran bajo la influencia del Partido Comunista de China o amparados por Jiang Jieshi.

Para establecer vínculos con el interior de China podíamos recurrir a varios conductos. Contábamos con el de la autoridad militar de la URSS o la Internacional y también con los enlaces que a esa región enviaban las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste. Además, podíamos mandar enlaces a las regiones que nos interesaban.

Entre las vías que utilizamos con tal propósito mientras librábamos la lucha armada en el Noreste de China, figuraban el conducto del séptimo ejército de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste que actuaba en Raohe y Donggang; el internacional que pasaba por Yili en Xin-jiangsheng, Lanzhou en Gansu y Yanan; y por último, el de la guerrilla desde la parte oriental de Manchuria hasta la frontera de ésta con China.

En la base de entrenamiento del Lejano Oriente estaban con nosotros Wang Peng que era mensajero del Partido Comunista de China, y Liu Yalou y Lu Dongsheng, quienes, siendo jefes de división del Ejército Rojo en el interior de China, recibieron instrucción militar en la Unión Soviética y luego, no retornaron a Yanan, quedándose con las Fuerzas Aliadas internacionales, donde dieron a veces conferencias. Yo decidí aprovechar el regreso de ellos para confiarles una carta dirigida a los activistas coreanos radicados en Yanan y Chongqing.

Mas, ninguno de los tres pudo volver a Yanan hasta que no fue derrotado el imperialismo japonés.

Liu Yalou se desempeñó como jefe de Estado Mayor del ejército en campaña en el Noreste durante las operaciones para la liberación de esta zona, y más tarde fue comandante de las fuerzas aéreas del Ejército Popular de Liberación de China.

Lu Dongsheng también se quedó en el Noreste como comandante en el distrito militar de Songjiang. Parece que lo llamaban Song Ming. El cayó a finales de 1945.

Otras vías a las que recurrimos en nuestro intento por contactar con el interior de China fueron las pequeñas unidades que partían hacia la región del Noreste y las organizaciones clandestinas en Corea.

Seguí la sugerencia de Kim Chaek de tener muy en cuenta a Ho Jong Suk. Pues, si se lograba establecer relaciones con ella, por su intermedio podíamos enlazarnos con las fuerzas antijaponesas de las regiones de Yanan y Chongqing.

Si nosotros la nombramos señaladamente, dependía, además de nuestra valoración de su expediente de la lucha patriótica, del hecho de que era hija de Ho Hon con quien Kim Chaek estableció una estrecha relación.

Dimos la orden de asegurar el enlace con el interior de China a una organización clandestina en Sinuiju que era dirigida por Kang Pyong Son, miembro de la “UDI”. Y el mismo grupo le asignó a un hombre suyo que estaba en Tianjin la tarea de establecer una línea de enlace del ERPC con Chongqing y Yanan. Según me contaron, este hombre hizo un gran esfuerzo por establecer un punto de enlace intermediario para nuestra alianza con los de estas regiones chinas.

Las instituciones policíacas japonesas recogieron varios datos relacionados con las dinámicas actividades que el gran Líder realizó en la etapa de las Fuerzas Aliadas Internacionales para crear el frente unificado nacional con las fuerzas patrióticas antijaponesas en el interior de China y el frente común antimperialista con las fuerzas antijaponesas como el Partido Comunista de China.

“Acerca de las acciones de Kim Il Sung:

Kim Il Sung ... actualmente se encuentra en la escuela-campamento de Okeanskaya situada cerca de Vladivostok, Lejano Oriente de la URSS, maniobra en secreto para conquistar y dirigir a los coreanos rebeldes en Manchuria. Informaciones recientes revelan que, en apoyo al bombardeo a Manchuria y Corea por las fuerzas aéreas norteamericanas estacionadas en China, acción que parte de un acuerdo secreto de colaboración entre la URSS y EE.UU., él está preparándose para enviar agentes secretos a cercanas zonas importantes de estas regiones a fin de obstaculizar el transporte de materiales bélicos mediante la destrucción de las vías ferroviarias que unen a Manchuria con Corea y la confusión de la opinión pública.

Para ser más claro, aparte de sus dos visitas a Moscú efectuadas a mediados de junio pasado, fue también a Chongqing y Yanan, donde consultó sobre varios temas con las instituciones vinculadas con el Partido Comunista de China y las embajadas de la URSS y EE.UU. radicadas en China. Y previendo el futuro, ... seleccionó como agentes a bandidos coreanos y manchúes pertenecientes a las Fuerzas Unidas Antijaponesas y que anteriormente habían laborado en las cercanías del río Amrok y, luego de reorganizar con éstos los grupos para la destrucción de las líneas ferroviarias y las acciones de conspiración ideológica, los está instruyendo cerca de Jabarovsk, la Unión Soviética.” (“Mensuario de la policía especial”, sección de seguridad del departamento de protección policíaca del Ministerio del Interior, correspondiente a noviembre del año 19 (1944) de Showa, Pag. 76)

Mientras buscábamos contactos con las fuerzas patrióticas antijaponesas del interior de China, las que estaban en Chongqing también hicieron varias gestiones para la colaboración con nosotros.

Según recordara An U Saeng, sobrino de An Jung Gun y entonces secretario de Kim Ku, éste nos había enviado un mensajero, aunque lamentablemente él acogió la liberación en el camino sin siquiera poner los pies en Manchuria.

Lo mismo le había sucedido a otro enviado del Gobierno Provisional de apellido Kim, quien en diciembre de 1942 llegó hasta el río Mudan, pero regresó a Chongqing al no poder encontrarnos.

El imperialismo japonés da igualmente informaciones sobre las relaciones que mantuvimos con los comunistas coreanos pertenecientes al Partido Comunista de China aprovechando como su canal principal Junggang, Linjiang, Hyesan y Tonghua.

En la etapa de las Fuerzas Aliadas Internacionales, pusimos atención también a las fuerzas religiosas mientras operábamos en pequeñas unidades.

A finales de 1942 la policía arrestó a numerosos creyentes incluyendo a Yun Se Bok, el jerarca III de la sede de la religión Taejonggyo en Dongjing en el distrito Niñean.

Decían que los religiosos de Taejonggyo realizaron actividades antijaponesas arguyendo que la misión de su religión era rezar por la reconstrucción del Estado Paedal por los coreanos después de liberarse del yugo japonés y manchú. Uno de sus jerarcas declaró abiertamente que era inevitable la derrota japonesa en la guerra de la “gran Asia oriental” y por consiguiente había que aprovechar la ocasión para adelantar la restauración de Corea, y que si en Birmania existía Bamo, Corea tenía a Kim Il Sung y la felicidad de la nación coreana se obtendría con su independencia.

Una pequeña unidad me informó a su regreso que la estación policíaca de la provincia de Mudanjiang había detenido sin miramientos a los jerarcas de Taejonggyo. En el acto asigné a una asociación antijaponesa adjunta al segundo destacamento —cuyo cuartel general se encontraba en el distrito Ningan— la tarea de tomar medidas para frenar la represión enemiga y proteger a los creyentes patrióticos y de activar la labor para agrupar en torno a la organización a las fuerzas antijaponesas de las regiones de Huadian, Dunhua y Antu.

La Unión para la Construcción del Estado Coreano organizada por Ryo Un Hyong fue una entidad nacional antijaponesa radicada en el país a la que prestamos atención mientras nos preparábamos para las últimas operaciones contra los japoneses. Era una organización clandestina creada en 1944 y contaba con una asociación dependiente llamada Unión Campesina constituida en su mayoría por agricultores de la zona de Yangph-yong, tierra natal de Ryo Un Hyong, en la provincia de Kyonggui.

Aquel año la represión japonesa a las organizaciones nacionalistas llegó al extremo. Ante la inminencia de su derrota los imperialistas japoneses, dando a diestra y siniestra los garrotazos fascistas que supusieran la ley de movilización general del Estado y otras por el estilo, arrestaron, sometieron a interrogatorio y ejecutaron a todos los sospechosos que tuvieran un matiz antijaponés por poco que fuera.

En aquella situación para decidirse a crear, en la región de Soul, una organización antijaponesa como la Unión para la Construcción del Estado Coreano, había que ser un hombre de gran valor como Ryo Un Hyong.

Sus miembros mantuvieron el secreto de manera tan rigurosa que hasta nuestros hombres que se encontraban en esta ciudad tuvieron que pasar un buen tiempo antes de percatarse de esta agrupación que actuaba delante de sus ojos. De modo que nosotros llegamos a conocer de su existencia solamente en 1945.

Inmediatamente después de creada la organización, Ryo Un Hyong me envió hombres suyos a mí y a la Unión para la Independencia de Corea. Desafortunadamente, el que venía hacia nosotros tomó el camino de regreso al no poder localizar nuestro paradero, lo que se debe al hecho de que por entonces nosotros estábamos en la base de entrenamiento situada en la Unión Soviética. Mientras tanto, los otros mensajeros sí lograron encontrarse en Yanan con figuras de la Unión para la Independencia de Corea.

A la par de este intento por parte de Ryo Un Hyong que se inició a partir del ataque a Pochonbo, nosotros también hicimos un gran esfuerzo para la alianza con él, y recomendamos a un activista político nuestro que estaba en Soul el trabajo con él. Se le había dado la orden de contactar con él aunque costara mucho trabajo, pero, según nos contó más tarde, nuestro hombre no pudo conducirlo nunca a una conversación franca debido a su excesivo recelo.

Ryo Un Hyong creó inclusive en el seno de la Unión una comisión militar y trazó un plan para perturbar la retaguardia del imperialismo japonés por medio de la lucha armada, lo cual convenía a nuestra proyectada línea de resistencia pannacional.

Nuestro empeño para lograr la unidad con todas las fuerzas patrióticas antijaponesas en el interior de China no tuvo el resultado esperado por la rapidez con que nos sorprendió la derrota del imperialismo japonés. De modo que las fuerzas armadas del interior de China no pudieron tomar parte directa en las últimas operaciones que llevamos a cabo conjuntamente el grueso del ERPC y las organizaciones de resistencia del interior de país con el fin de liberar la Patria.

Cuentan que Kim Ku se lamentó mucho por el hecho. Confesó que la rendición de los japoneses era, más que una noticia alegre, algo así como que el cielo se le viniera abajo. Se lamentó porque fueron en vano todos sus preparativos para la incorporación a la guerra, a los cuales dedicó varios años de esfuerzos sobrehumanos, y se preocupó de que como no hicieron ningún aporte en la contienda, en el futuro él y su gente no tendrían pleno derecho a la palabra.

Sin embargo, el esfuerzo de ambas partes para la colaboración no resultó inútil. Puede que por entonces no diera frutos, pero siempre llegaría el momento en que surtiría efecto. Como se ve en el refrán: “La Osa Mayor reconoce a quien trabaja con devoción”, la historia recompensa sin dudas al esfuerzo dedicado a la liberación nacional.

Nuestro esfuerzo para la unidad de las fuerzas patrióticas antijaponesas sirvió de nutrimento para la historia, dando lugar en la Patria libre a la constitución de un frente unificado que aglutinaba a diversas capas y clases.

Aún sigo pensando que a todas luces fuimos justos al tomar la tarea del frente unificado como un importante objetivo, como un lineamiento, y dedicarnos de lleno a su realización desde el inicio de la Revolución Antijaponesa.

A decir verdad, esto no significa que los jóvenes comunistas no hayamos tenido en ningún momento roces y rivalidad con los nacionalistas. Después del suceso en Wangqingmen en el que varios de los nuestros fueron asesinados por obra de Ko I Ho, Hyon Muk Kwan y otros de la capa superior de la junta Kukmin, nosotros rompimos relación con los nacionalistas por un tiempo y los condenamos severamente. Por tal motivo algunos compañeros propusieron incluso cortar para siempre las relaciones con ellos.

Pero, por muy horrenda y dolorosa que fue nuestra pérdida en Wangqingmen sería injusto si exagerábamos los crímenes de la capa superior reaccionaria de la junta Kukmin como si atañieran a la totalidad de los nacionalistas. Por nuestra gran causa no podíamos menos que contener la tristeza y la indignación causadas por la muerte de los compañeros y seguir enarbolando invariablemente la bandera del frente unificado. Considerando el pasado como papel blanco, visitamos a las tropas de Ryang Se Bong, restos de la junta Kukmin, que operaban en Manchuria del Sur, e intentamos la alianza con Kim Ku, que era sinónimo de anticomunismo.

Si no hubiésemos vencido estos martirios psíquicos y, empujados por los sentimientos, hubiésemos asumido una actitud extremista considerando enemigos a los nacionalistas, el frente unido no habría sido más que una mera palabrería.

Incluso Kim Ku, personalidad acérrima anticomunista, se conmovió ante nuestro invariable y sincero esfuerzo en aras del frente unido.

Sería erróneo pensar que un nacionalista de la categoría de Kim Ku se pasó a nosotros de la noche a la mañana. Tampoco es cierto decir que él se alió al comunismo en lugar de ir en contra por la simple razón de que no se llevaba bien con Syngman Rhee o porque no le agradaba que la administración militar norteamericana no reconociera al Gobierno Provisional. Fue el ardiente patriotismo que él abrigaba desde los días de la lucha antijaponesa lo que lo hizo unirse a nosotros.

Como demuestran los hechos históricos, aquellos en quienes pusimos los ojos desde tiempos atrás, se reunieron todos bajo la bandera del frente unido después de liberado el país. Recuerden quiénes tomaron parte en la Conferencia Conjunta del Norte y el Sur en abril de 1948. Kim Ku, Kim Kyu Sik, Jo So Ang, Choe Tong O, Om Hang Sop, Jo Wan Gu, Kim Wol Song ... ¿No fue acaso la totalidad de los renombrados nacionalistas? Si uno lo analiza detenidamente, se dará cuenta que vinieron a nosotros todas las figuras del Gobierno Provisional de Kim Ku.

Además de ellos, estuvieron en Pyongyang Ryo Un Hyong, protagonista de la Unión para la Construcción del Estado Coreano, quien se encontró conmigo antes de su regreso; los dirigentes de la Unión para la Independencia de Corea junto con sus correligionarios y Kim Won Bong, quien se radicó en esta ciudad para desempeñarse como el primer ministro de control del Estado.

Ya en 1946 en la parte norte de la Península se creó el frente unido nacional democrático que abarcaba a las fuerzas patrióticas de distintos partidos, agrupaciones y sectores sociales.

Nuestra voluntad para alcanzar la gran unidad nacional fue probada y afirmada aún más mientras nos preparábamos para las últimas operaciones contra Japón. Si no hubiésemos pasado por esta fase de pruebas no habríamos podido mostrar tanta paciencia cuando convocábamos al frente unido a las fuerzas patrióticas de diferentes sectores y capas sociales, residentes en el interior y exterior del país y con distintas doctrinas, tesis y trayectorias dé lucha, todo esto en aquella compleja situación precedida por la liberación en la que se agudizaba la confrontación entre el amor y la traición a la Patria, el progreso y el conservadurismo, la democracia y la reacción.

El lema de nuestra nación, que es amenazada constantemente por fuerzas foráneas, ha de ser ante todo la gran unidad nacional. La prosperidad o la decadencia de la nación, creo, depende por completo de cómo somos fieles a este lema.

Por contar con la profunda raíz histórica, grandes proezas y valiosas experiencias de una política invariable e imparcial que deja a un lado las ideas y los ideales, los criterios políticos y los regímenes para anteponer a la misma nación, hoy nosotros hemos podido presentar el Programa de 10 Puntos de la Gran Unidad Pannacional para la Reunificación de la Patria y llamar enérgicamente a todo el pueblo a la realización de esta causa.

En la primera mitad de la década de los 40, cuando acelerábamos la preparación para acoger con iniciativa el gran acontecimiento de la liberación de la Patria, a la vez que estructurábamos poderosas fuerzas para la guerra de resistencia pannacional en el interior de Corea, prestábamos especial atención a hacer que nuestras organizaciones revolucionarias en Japón se encargaran de una parte de este movimiento.

Podemos afirmar que nuestras actividades en tierra japonesa se efectuaron en dos direcciones. Una de ellas era poner en orden las organizaciones de la Asociación para la Restauración de la Patria y otras diversas agrupaciones antijaponesas ya existentes, de modo que pudieran unirse al Ejército Revolucionario Popular de Corea, cuando éste se lanzara a la ofensiva decisiva, y seguir creando las nuevas, y la otra, impulsar de lleno los preparativos para asegurar la victoria de las operaciones militares antijaponesas, al introducir profundamente en el baluarte del imperialismo japonés a agentes especiales de nuestro Ejército con la misión de recoger informaciones militares.

Empezamos a enviarlos en gran número a las islas de Japón en la segunda mitad de la década de los 30, tiempo después que el grueso del ERPC avanzó al monte Paektu y la región de Jiandao Oeste, donde iniciara la creación de las organizaciones de base de la Asociación para la Restauración de la Patria. Levantar un torreón de la revolución en el corazón del enemigo fue la consigna que los comunistas coreanos lanzaron ya en los albores de la lucha armada.

Para infiltrarse en Japón los trabajadores políticos, huelga decir que debían estar dispuestos a morir. Los esperaba la prisión en caso de suerte y en otro, la horca. Encima, para llegar a Japón no había otro camino que la ruta de navegación, donde pululaban siempre los policías con uniformes o vestidos de civil, agentes y espías. No les era fácil penetrar en Japón por ese paso tan peligroso. Empero, no podíamos renunciar a ir a Japón.

He aquí un documento redactado por el departamento de protección policíaca del Ministerio del Interior de Japón, que muestra con nitidez cuan dinámicas fueron las actividades de información del Ejército Revolucionario Popular de Corea en las islas de Japón:

“Caso sobre el envío de espías especiales por Kim Il Sung a Corea y Japón:

Parece que las maniobras de la banda de Kim Il Sung, ... un coreano rebelde radicado en Manchuria, siguen siendo muy violentas; recientemente, el enviado especial de nuestro Ministerio en Corea nos entregó el parte siguiente, para que a tono con la situación se organizara una rigurosa pesquisa.

Sobre todo, las prefecturas y los distritos prestarán gran atención a poner vigilancia en los puertos marítimos, situar policías en los trenes y así por el estilo.

1. El objetivo del envío:

Consiste en desplegar actividades de espionaje en Corea y Japón, valiéndose de agentes secretos, que son bandoleros comunistas expresamente mandados desde la Unión Soviética.

2. El destino:

Todos los puntos de importancia militar del ferrocarril Tumen-Jiamusi y el Feng-tian-Jilin; importantes puertos de Corea (Chongjin, Rajin, Pusan, Mokpho, Wonsan, Kunsan y Sinuiju); Shimonoseki y Tsuruga de Japón.

3. La edad, el vestuario y el equipaje del agente:

La edad: 20-25 años, coreano con ciudadanía manchú.

El vestuario: Traje de cuello cruzado color kaqui, con botas.

El equipaje: Un maletín lleno de diversas revistas políticas, económicas, culturales, etcétera y utensilios para el aseo.

Lo demás no está claro, pero, según informaciones, parece que este espía domina a la perfección la lengua japonesa y tiene experiencias de maestro, policía u otras profesiones; y en su lenguaje y gestos no se diferencian de los japoneses.” (Departamento de protección policíaca del Ministerio del Interior, el 8 de noviembre del 16 (1941) de Showa).

Si dimos importancia a las islas de Japón fue porque eran el baluarte y la metrópoli del imperialismo japonés para la dominación colonial. Al sacudir la metrópoli, era posible asestar golpes contundentes en el corazón del enemigo, y alcanzar grandes resultados en el derrumbe de su dominación colonial.

En vista de la proximidad de las operaciones contra Japón, se necesitaba concientizar y organizar a los coreanos radicados en Japón, sobre todo, a numerosos jóvenes coreanos llevados allí a la fuerza tanto para recoger las informaciones militares y políticas como para sacar de las garras del fascismo japonés a estos jóvenes destinados a ser carne de cañón en la guerra, y ganarlos colectivamente al lado de la revolución.

Junto con las fuerzas patrióticas antijaponesas en el interior de Corea y el extranjero, las existentes en la metrópoli de Japón nunca fueron desdeñables, en el sentido de que en las operaciones para derrotar definitivamente al imperialismo japonés podían movilizarse de manera activa, uniéndose al Ejército Revolucionario Popular de Corea.

Si observamos los nombres de las eras de los sucesivos emperadores de Japón, sentimos la impresión de que ellos se quitaban hasta carne de su cuerpo para donarla a personas de otras naciones. “Meiji”, “Taisho” y “Showa”, sin excepción, tenían sentidos agradables, pero el período de Showa fue cuando Japón convirtió en mataderos humanos a las naciones vecinas y, presentándose como verdugo internacional, causó sólo infortunios y calamidades a cientos de millones de seres humanos, y el emperador Meiji, quien apareció con un letrero con la inscripción de “política diáfana” en la frente, incitó a los “samurais” a ocupar Corea, el Oriente, el globo terráqueo, o cosas por el estilo. Fue precisamente en la época de Meiji que consiguió por la fuerza muchas concesiones mediante guerras contra la dinastía Qing y Rusia, y devoró a nuestro país en pleno día, punzándolo con la bayoneta. También en el período de Taisho Japón jugó muchas malas pasadas.

Como se ve, a lo largo de la historia, los imperialistas japoneses hicieron todo lo que querían contra los coreanos, descuartizando la piel de su espalda y chupándole la sangre y el sudor.

Los coreanos fueron tratados como bestias desde el momento en que fueron arrastrados a Japón. Ninguna nación podrá superarlo en tratar como perro, cerdo, caballo o buey al hombre.

No era que los coreanos se trasladaran a gusto a las islas japonesas. Los militares y policías se aparecieron con camiones y cargaron sin piedad, como fardos, a los coreanos que encontraban a su paso, y se largaron con ellos. E incluso, arrastraron, por la noche, a los vestidos con pijama y así los enviaron a Japón.

Una vez hecho esto, formaron filas con ellos, como hacían en el ejército, y los privaron de toda libertad. Cuando subían al barco o al tren, incluso situaron guardias en los baños para vigilarlos.

Después de irrumpir en nuestro país, los japoneses solían hablar sobre la “Ilsidong-in” que significaba que consideraban iguales a los coreanos y los japoneses. Buenas palabras. Si ellos hubieran hablado así con sinceridad, no tenían por qué maltratar como a bestias a los coreanos llevados a su país.

Entre las obras literarias que describen al antiguo Japón aparece, a veces, la palabra “takobeya”, que se traduce como “casa del pulpo” o “cuarto del pulpo”. Este vive entre las rocas. Los obreros obligados en las obras públicas en Hokkaido llamaron “takobeya” a su albergue tan estrecho como una vasija de barro para criar brotes de soya, porque era peligroso decirle “celda”.

Las barracas destinadas a los obreros coreanos se denominaban “cuartos de los peninsulares”, en el sentido de que habitaban los venidos de la tierra peninsular; según se decía, eran más pobres que la “takobeya”. Por la noche, cerraron las puertas con candado por fuera e incluso situaron allí varios perros, impidiendo así la salida, para no hablar de la fuga.

Si uno pronunciaba siquiera una sola palabra coreana, le pinchaban con el sable de bambú o golpeaban con el mango del pico. A quienes intentaban fugarse, los arrastraban por todas partes, tirando de la cuerda pasada por el narigón hecho. Los contratistas y patrones japoneses ni siquiera vacilaban en aplicarles torturas tan terribles como abrir con un puñal la piel de la espalda y meter allí un pedazo de plomo calentado al fuego. Si les causaban alguna molestia, los mataban a golpes en el mismo lugar de trabajo para luego arrojarlos al agua o meterlos en el hormigón.

Entonces, ¿era posible que los coreanos, poseedores de fuerte dignidad nacional, toleraran tales vejámenes y humillaciones? Los coreanos, si bien son bondadosos y sencillos, son muy rebeldes.

Según datos, los coreanos que fueron llevados a Japón, reclutados forzosamente para el trabajo o servicio militar sumaban un millón y varios cientos de miles; todos soñaban con otra cosa, o sea, con arruinar a Japón. Pensaban en sublevarse en masa para asestar golpes a los japoneses, cuando la guerrilla antijaponesa avanzara a Corea.

Así soñaban no sólo los obreros, sino también los jóvenes coreanos que estudiaban en Japón. Según se dice, su cifra era de más de diez mil, cifra nada desdeñable.

Cada vez que yo oía noticias sobre la trágica situación de los compatriotas en las islas japonesas, no podía aplacar el dolor en el corazón. A propósito, los coreanos radicados en Manchuria por lo menos recibieron en cierto grado nuestra protección.

Sin embargo, los que residían en Japón no tenían esa posibilidad. Esta es la razón por la cual, digo, sentíamos más compasión por ellos.

Ahora bien, ¿era posible salvarlos sólo con condolencia? Cualquier persona podía expresarla a otra. El mejor regalo que los comunistas pueden preparar para las masas populares explotadas y oprimidas, es la organización. Únicamente ésta es capaz de salvarlas del desastre.

En las islas japonesas existían muchas y muy diversas organizaciones de coreanos, entre ellas, la organización comunista, la del movimiento nacional, la de ilustración, y la estudiantil.

Los jóvenes estudiantes desempeñaron un papel importante también en el movimiento antijaponés desplegado en Japón. Ellos constituyeron una organización que se denominaba Asociación de Amigos Estudiantes Coreanos en Tokio, y en vísperas del Levantamiento Popular del Primero de Marzo redactaron hasta una declaración de independencia. Copias de ésta llegaron al interior de nuestro país, lo que produjo un fuerte impacto en los independentistas.

Cuando Japón se anexó nuestro país a fuerza de las armas, gran número de esos estudiantes se repatriaron en colectivo desde Tokio y Kyoto como expresión de su protesta; sólo con esto podremos imaginar lo fuerte que era el espíritu de resistencia de los estudiantes coreanos.

El movimiento de los jóvenes estudiantes en Japón, desplegado como una forma del movimiento nacional, aunque se enfrentó al enemigo con una lucha pasiva como la solicitud, la manifestación y la superación, ejercía mucha influencia en nuestros compatriotas.

El conocido anarquista Pak Ryol era uno de los estudiantes coreanos en Japón. El fue sentenciado a cadena perpetua por haber tramado un complot para asesinar al emperador de Japón. Llevó más de 20 años de vida carcelaria hasta que fue puesto en libertad con la liberación del país.

Una buena parte de los fundadores del Partido Comunista de Corea, en 1925, procedió de esos estudiantes. No bien se difundiera el marxismo en la tierra japonesa, ellos formaron diversas organizaciones ideológicas y otras agrupaciones y emprendieron de lleno el estudio y la divulgación de la nueva corriente ideológica.

Según datos, ya a comienzos de la década de los 30, en tierra japonesa aparecieron más de 30 organizaciones comunistas de coreanos que agrupaban no menos de varios miles de militantes. Ellas existieron como una filial del Partido Comunista de Japón.

Influenciado por la nueva corriente ideológica, también se desarrolló el movimiento de los obreros coreanos radicados en Japón. En Osaka hubo una organización de empresarios nacionales, que se llamaba Cooperativa Tong-a. Además, los coreanos formaron muchas organizaciones religiosas en Japón. Allí funcionó también un ramal de la Asociación Singan.

Como se ve, entre los coreanos residentes en Japón estaban creadas densamente organizaciones de todo tipo. Desde luego, eran diferentes, en doctrinas y planteamientos, y en el modo de actuar; incluso había las que no pasaban los límites de la ilustración, la amistad mutua y la ayuda recíproca.

Pese a ello, consideramos que cada una devenía un gran recurso a la luz de la guerra de resistencia pannacional. No era un problema alentar a las puras organizaciones de ilustración y empujarlas al campo de la batalla revolucionaria práctica. Como todas aspiraban a enfrentarse a Japón, su transformación dependía de nuestros esfuerzos.

Tales o cuales organizaciones que existían entre nuestros compatriotas llevados a Japón, eran como bombas de tiempo clavadas en el corazón del imperialismo japonés. Nuestra misión era ponerles la mecha.

Fue así como, repito, prestamos especial atención a la metrópoli japonesa donde estaban concentradas fuerzas laborales y antijaponesas constituidas por cientos de miles de coreanos.

Enviar allí a agentes era el problema que demandaba solución inmediata para ligar el movimiento antijaponés de los coreanos y la Lucha Armada Antijaponesa, así como para asegurar una dirección unificada al movimiento masivo de los coreanos que se desplegaba espontánea y desordenadamente en todas partes de Japón, y, al mismo tiempo, imprimirle un desarrollo cualitativo según lo exigía la nueva situación.

Como rutas para enviarlos a Japón utilizamos principalmente las de navegación Pusan-Shimonoseki y Chongjin-Tsuruga. En cuanto a los importantes trabajadores políticos que debían permanecer allí profundamente clavados durante largo tiempo, les hicimos dar un rodeo, pasando por puertos de un tercer país.

Los estudiantes coreanos en Japón eran los únicos que podían frecuentarlo con mayor facilidad. Entonces era una tendencia que personas ricas fueran a estudiar en Japón llevándose maletines o baúles de mimbre.

A Pak Tal y Kim Jong Suk les asigné la tarea de buscar entre los que estudiaban en Japón a personas idóneas para ser trabajadores políticos nuestros.

Tiempos después, Kim Jong Suk recogió la información de que los jóvenes de la zona de Phungsan que cursaban en Japón costeándose el estudio con su propio trabajo, contaban con su organización en Tokio, capital del enemigo.

Si la transformábamos en una revolucionaria, podíamos abrir el camino para transformar a los coreanos por vía revolucionaria, desde el corazón de la metrópoli japonesa.

La región de Keijin, con Tokio y Yokohama como eje, era una zona industrial con la mayor densidad poblacional en Japón. También era allí donde residía la mayoría de los estudiantes y obreros coreanos.

Entregué a Kim Jong Suk el Programa de Diez Puntos de la Asociación para la Restauración de la Patria, advirtiéndole que tomara medidas para poner esa organización bajo nuestra esfera de influencia, estableciendo relaciones con los estudiantes oriundos de Phungsan.

Ella transmitió nuestro propósito a Ju Pyong Pho y luego discutió con él la vía para lograrlo.

Precisamente fue Ri In Mo a quien Ju Pyong Pho eligió como hombre apropiado para ir a Japón.

La mencionada organización que los estudiantes procedentes de Phungsan constituyeron en Tokio era la asociación de amistad Phung-u de los estudiantes jornaleros en Tokio. Phung-u tenía el sentido de amigos venidos de Phungsan. De vez en cuando, sus integrantes se reunían para hablar sobre la situación, lamentarse de su mal destino, expresar lo leído y a veces buscaban empleo a sus miembros desocupados. Literalmente, era una organización puramente de amistad.

Si tenía algún matiz político, no era nada más que recriminar a los japoneses, calificando de mentira decir que “Japón y Corea son una misma nación”, de disparate afirmar que, “los japoneses y los coreanos descienden de la misma capa y la misma raíz”, y de perrada “considerar iguales a los japoneses y los coreanos”.

Tan pronto como llegó a Tokio, Ri In Mo empezó a insuflarle el viento del monte Paektu a esa organización.

Los miembros de ésta recibieron un fuerte impacto al leer el Programa de Diez Puntos de la Asociación para la Restauración de la Patria y su Declaración Constitucional. En resumidas cuentas, la asociación de amistad que sólo se dedicaba a dar rienda suelta a su rencor, sin tener ninguna meta, ni ningún ángulo de dirección, se reestructuró como una organización patriótica antijaponesa.

Por esa época, los estudiantes coreanos que estudiaban en las universidades de Japón se esforzaron en diversos sentidos para apoyarnos y unirse a nosotros que luchábamos en el monte Paektu.

Organizaciones clandestinas antijaponesas fueron creadas también en muchas escuelas medias altas, secundarias y especializadas.

También el grupo nacionalista de los estudiantes coreanos de Kanazawa, detectado por la policía japonesa en el primer semestre de 1944, fue una organización de resistencia que crearon los trabajadores políticos del grueso de nuestro Ejército.

En cuanto a las actividades de esos estudiantes de la escuela secundaria de Kanazawa, nos informó Ri Chol Su, quien era trabajador político del Ejército Revolucionario Popular de Corea.

Ri Chol Su actuó en Chongjin para cumplir una tarea especial. Cuando la ejecutaba con un certificado de estudiante, infiltró a un trabajador político entre los que iban a estudiar en la escuela secundaria de Kanazawa en Japón.

Una vez allí, el agente se ganó a los estudiantes procedentes de todas partes de Corea, con los cuales formó una organización sin nombre en la escuela. Si no le dio nombre fue, según se dice, para evitar la eventual persecución del enemigo. El objetivo final de ella también consistió en la sublevación armada en apoyo al Ejército Revolucionario Popular de Corea, en el tiempo decisivo cuando éste avanzara hacia el interior de nuestro país.

Según datos dados por la policía japonesa, los miembros de esa organización expresaron que Kim Il Sung, activista independentista, oriundo de Corea del Norte, organizó la guerrilla con el monte Paektu como base y lucha por la independencia de Corea, así como prepara a los mejores de los compatriotas, y que ellos también acudirán allí en su busca y se incorporarán al movimiento independentista.

Aunque en Japón existieron organizaciones de resistencia antijaponesa de distintas tendencias, fueron pocas las que declararon abiertamente como objetivo de lucha venir directamente al monte Paektu e incorporarse a la lucha que desplegábamos. La mayoría de ellas no procedieron así, teniendo en cuenta la represión de la policía japonesa, si bien combatían animadas por la novedad de nuestra lucha y decididas a participar en las últimas operaciones de ataque que íbamos a efectuar.

En Osaka existía una tal organización llamada sociedad Chungsong, integrada por estudiantes jornaleros.

En esa urbe radicaban desde hacía tiempo muchos estudiantes jornaleros y obreros procedentes de la isla Jeju y la provincia de Kyongsang.

Se sabe que la gente de Jeju tiene un alto espíritu de resistencia y de solidaridad. Según afirman los hombres de la Chongryon, los jóvenes oriundos de esta isla, que vivían reunidos en la zona pobre de Osaka y estudiaban en la facultad nocturna, poseían todos alta conciencia nacional. Es una ley que donde es fuerte la conciencia nacional surgen organizaciones y muchos revolucionarios.

En Osaka, los estudiantes oriundos de la isla Jeju instauraron la escuela nocturna de paisanos para los jóvenes coterráneos, organizaron una asociación de amistad antijaponesa con los instruidos allí y, después de recibir, por conducto de nuestros agentes, el Programa de Diez Puntos de la Asociación para la Restauración de la Patria, crearon otra nueva asociación, la Chungsong, agrupando a los miembros de la anterior y a los alumnos de la facultad nocturna del curso medio de la universidad japonesa.

Su programa y deber de lucha eran aceptables.

Para conocer el carácter de esa organización basta mencionar su propósito: Si la Unión Soviética y Japón entran en guerra, de inmediato regresaremos a Corea para orientar a los jóvenes compatriotas a enfrentarse a Japón y desplegar el movimiento independentista. Y cuando Kim Il Sung enarbole la bandera rebelde, nos levantaremos con audacia en respuesta a ella.

Al ser perseguidos por el imperialismo japonés, los involucrados en ella regresaron a Soul, donde, vinculándose con los agentes que mandamos al interior del país, continuaron las actividades revolucionarias. Después de la liberación, se abnegaron en la lucha por la reunificación de la Patria en Corea del Sur y Japón. Ellos mantenían relaciones también con la guerrilla de la isla Jeju.

Las organizaciones clandestinas antijaponesas de los estudiantes coreanos estaban creadas hasta en las escuelas de teología de Japón. Como representativa, puede citarse el grupo nacionalista de los estudiantes coreanos de la escuela teológica central en Kobe. De su lucha lo que llamó nuestra atención, fue que nos elogiaba como activistas independentistas muy prometedores a nosotros que combatíamos en el monte Paektu y fomentaba la conciencia nacional, el espíritu de independencia y el patriotismo.

También la asociación de amistad de los estudiantes coreanos creada en la sexta escuela media alta de Okayama se reorganizó como una filial de la Asociación para la Restauración de la Patria.

Su promotor fue Min Tok Won, quien por aquel entonces estudiaba en una universidad en Tokio.

Según datos, él dijo: “La restauración de Corea es la tarea suprema que se ha presentado ante nuestros compatriotas; la Asociación para la Restauración de la Patria exhorta a aglutinar a todas las fuerzas patrióticas de la nación para la sagrada lucha por el rescate de la Patria; también los estudiantes, como intelectuales coreanos, deben ilustrar, concientizar y agrupar en torno a las organizaciones antijaponesas a todos los compatriotas desafortunados, arrastrados por el imperialismo japonés, para luego, cuando en el seno de Japón se produzca una situación caótica, sublevarse al unísono y alcanzar la independencia.”

En aquel período, por lo general nuestros agentes solían hablar de esa manera en su labor propagandística.

Min Tok Won también asignó a Ryo Un Chang, Kim Jae Ho y a otros miembros de la organización las tareas que debían cumplir durante las vacaciones. En cada período vacacional ellos efectuaron las actividades de ilustración entre sus familiares, parientes, amigos y condiscípulos en los pueblos natales.

Las actividades de ilustración de aquel entonces se concentraban en explicar y divulgar los éxitos combativos de las guerrillas antijaponesas. Una vez hecho esto, les explicaban el Programa de Diez Puntos de la Asociación para la Restauración de la Patria y luego les exhortaron directamente a que se incorporaran a la sagrada lucha por la restauración, si deseaban sinceramente la independencia de Corea, preguntándoles si no estaban dispuestos a ello. Con tal método incorporaron en masa, e inadvertidamente, a la organización, ante todo, a sus parientes y amigos íntimos con quienes se comunicaban bien.

Con respecto al caso de la sexta escuela media alta hay muchos episodios interesantes. Los miembros de la organización en este plantel, al ver que sus hermanos menores y los amigos de éstos querían ingresar en el cuerpo de aviación infantil, embaucados por la propaganda de los japoneses, les aconsejaron que se marcharan en busca de la unidad de Kim Il Sung; también esto fue un episodio interesante. Según se dice, varios jóvenes y niños, aceptando sus sugerencias, se fueron hacia Manchuria, pero regresaron sin lograr encontrarse con nosotros.

Después de liberado el país, algunos de los miembros de la filial de Okayama de la Asociación para la Restauración de la Patria se consagraron a la labor para la reunificación de la Patria y otros entraron en el monte Jiri para desplegar la lucha guerrillera junto con Ri Hyon Sang.

Muchas organizaciones de resistencia antijaponesa existieron también entre los obreros. Las había en Keijin y Hanshin, importantes zonas industriales de Japón, Hokkaido, Niigata y otros lugares donde habitaban muchos coreanos.

En la zona de Keijin descollaba la asociación Tongmaeng, organizada en Tokio. Se trató de una organización antijaponesa, cuya armazón eran los obreros y que abarcaba a los estudiantes jornaleros. Negó la ortodoxia del emperador de Japón, se opuso y rechazó las fracciones y elogió las actividades de los patriotas coreanos, la lucha del Ejército Revolucionario Popular de Corea.

Ella nos dio a conocer en amplia escala entre los obreros y estudiantes jornaleros.

En un documento oficial del imperialismo japonés se da una parte del contenido de la propaganda realizada por los miembros de la asociación Tongmaeng:

Kim Il Sung, que radica en Manchuria del Norte ..., es nuestro compatriota y sus fuerzas son tan grandes que hasta el ejército japonés se rompe la cabeza sobremanera. De vez en cuando, irrumpen en el interior de Corea, pero no tocan en ningún caso a los hogares de los compatriotas, sino sólo a los japoneses y sus casas, lo cual es un proceder que de veras, merece elogiarse.” (“Mensuario de la policía especial” del departamento de protección policial del Ministerio del Interior, número de marzo del 17 (1942) de Showa, Pag. 202)

La estrategia de la asociación Tongmaeng consistió en aprovechar el sistema de voluntarios del enemigo para recibir entrenamiento militar con el fin de dirigir el cañón del fusil hacia los imperialistas japoneses en el tiempo decisivo. Sostuvo que la independencia de Corea podía alcanzarse sólo mediante el movimiento comunista.

Para conocer la profunda veneración de los obreros coreanos de la región de Keijin hacia el gran Líder y su fuerte espíritu antijaponés basta citar la siguiente decisión de un miembro de la organización obrera en Tokio:

“1. Kim Il Sung actúa en Manchuria con el cuerpo de independencia de Corea que ha organizado. El será el Presidente de Corea en el futuro. Nosotros lo seguiremos.

2. Ser reclutado y caer por Japón, es morir como un perro. Acudiré al regazo de Kim Il Sung y trabajaré en bien de Corea.” (“Mensuario de la policía especial” del departamento de protección policial del Ministerio del Interior, número de marzo del 19 (1944) de Showa, Pag. 75)

En la región de Keijin fue en la que se organizó y actuó en la década de los 20 la Unión General de los Sindicatos de Obreros Coreanos en Japón. Aunque había sido disuelta hacía ya mucho tiempo, con sus tocones se mantenía, aunque débil, un movimiento obrero, pero tan pronto como soplara allí el viento del monte Paektu se produjo todo un torbellino como transformarse las agrupaciones existentes en revolucionarias y aparecer otras nuevas.

A la región de Hokkaido enviamos a muchos agentes.

Entre ellos estaba un hombre con el seudónimo de Kim Thae Hyon.

Su destino era Hokkaido, mas, no fue allí directamente, sino al lugar de construcción de la base militar en las islas Kuriles, donde difundió el Programa de Diez Puntos de la Asociación para la Restauración de la Patria y creó con cautela una organización. Fue detenido y en medio del camino que lo conducía a la prisión se escapó como por arte de magia y pasó a la clandestinidad. Durante algún tiempo estuvo escondido y luego fue a Hokkaido y empezó a trabajar, aglutinando en torno a la organización antijaponesa a los obreros coreanos reclutados en varias minas de carbón y metalíferas, y en los lugares de construcción del aeropuerto y la central hidroeléctrica. Se dice que él efectuó con habilidad el trabajo político.

Dijo a los obreros: ¿Saben ustedes lo que significa la Patria?; por causa de su privación, ustedes fueron arrastrados a esta tierra de Hokkaido, cruzando el mar, y experimentan toda clase de sufrimientos; en la Patria nuestra nación libra una sangrienta lucha para rescatar al país; en aquella selva del monte Paektu existen personas que combaten arma en mano, a riesgo de la vida, al ejército japonés; sólo si existe la Patria también existimos nosotros; debemos rescatar cuanto antes la Patria, para lo cual hemos de batallar junto con la unidad de Kim Il Sung; para alcanzar este objetivo, es indispensable constituir una organización y aglutinar en su torno a las personas. Y luego explicó cada artículo del Programa de Diez Puntos de la Asociación para la Restauración de la Patria.

Una vez hecho esto, constituyó la organización con los que apoyaban ese Programa. Los obreros así ganados se convirtieron en promotores de las huelgas en varios centros del trabajo agobiador de Hokkaido. La sublevación de los obreros en la mina de carbón de Yubari fue organizada, precisamente, por el mencionado agente.

Si leemos el libro: “Anotación sobre el reclutamiento y el trabajo forzados de los coreanos”, editado en Japón, podemos conocer relativamente en detalle el estado de la creación de organizaciones y el contenido de la lucha antijaponesa y antibélica en Hokkaido, Sajalín del Sur, las islas Kuriles, etcétera. El libro fue redactado por la comisión investigadora del reclutamiento forzado de los coreanos. El subjefe de ella, Huzishima Udai, es un renombrado comentarista, que estuvo varias veces en nuestro país. Entre los japoneses él fue el primero en recorrer los antiguos campos de batalla revolucionaria de nuestro país.

En ese libro está inscrito también el hecho de que nuestro agente infiltrado en un lugar de obras públicas en Hokkaido explicó y propagó entre los obreros coreanos las actividades del Ejército Revolucionario Popular de Corea y los indujo a levantarse en la lucha antijaponesa. El organizó a menudo sabotajes en el lugar de las obras e indujo a muchos obreros a desertar, lo cual obstaculizó la producción de materiales bélicos.

Esos fugitivos, convertidos en chispas, se infiltraron en otras obras.

Por aquel entonces, a medida que se aproximaba el día de su derrota, los imperialistas japoneses aceleraban desesperadamente la producción de materiales bélicos bajo la consigna “¡Fabricar, enviar y vencer!”, mientras que los comunistas y antibelicistas de Japón luchaban bajo el lema contrario: “No produciremos, ni enviaremos, ni tampoco dejaremos vencer”.

Precisamente fue entonces que nuestros agentes obstaculizaban la producción de pertrechos bélicos, poniendo en acción a las fuerzas antijaponesas, lo cual resultaba muy beneficioso tanto para la derrota de Japón como para la liberación de Corea.

Según oí, uno de nuestros agentes que llegó a Sapporo, en Hokkaido, creó una organización clandestina entre los obreros coreanos reclutados forzosamente para la construcción de una base militar y engrosó poco a poco sus filas, haciendo hasta preparativos para la sublevación armada.

Ellos actuaron de manera activa también en la universidad y otras escuelas, de todos los niveles, de Hokkaido. Influenciados por ellos, los obreros y los jóvenes estudiantes progresistas de Japón se sumaron a la lucha antiimperialista y antibélica.

La región de Hanshin, importante zona industrial de Japón, fue muy influenciada por nuestros agentes.

Una organización excepcional de las que actuaban allí fue la asociación juvenil especial del cuerpo de entrenamiento Hyophwa, que organizaron los obreros coreanos, obligados al trabajo forzoso en una fábrica de la prefectura Hyogo. El agente infiltrado allí fue un hombre educado e instruido por un trabajador político que habíamos enviado.

En un documento secreto de Japón de antes está escrito que su nombre era Ko Yong Sok; parece que era su seudónimo, porque no lo tengo en mi mente.

He aquí algunos datos oficiales del imperialismo japonés respecto al incidente de la asociación juvenil especial del cuerpo de entrenamiento Hyophwa:

“Sobre la detención e interrogatorio de los implicados en el incidente de la asociación juvenil especial del cuerpo de entrenamiento Hyophwa, grupo de nacionalistas coreanos en Amagasaki:

... el promotor ... Pyong Gyu (27 años de edad) ..., cuando iba adquiriendo poco a poco conciencia nacional, oyó casualmente la propaganda de un tipo que se llama Ko Yong Sok, subordinado de Kim Il Sung ... del movimiento independentista coreano en Manchuria, quien dijo: (Pronto se desencadenará la guerra entre la Unión Soviética y Japón, y en respuesta a ella debe sublevarse Corea; está previsto que para agosto del 20 (1945) de Showa, Kim Il Sung irrumpirá de Manchuria a Corea; teniendo en cuenta esto, él me envió aquí en secreto como una medida preparatoria de esa operación, asignándome la misión de aglutinar a los jóvenes coreanos y conseguir los víveres necesarios ...; en vista de que se aproxima ya el día de la independencia de Corea, espero que los jóvenes connacionales actúen con mayor vigor ...); por ahora ..., él insiste en que para ganar camaradas, en vez de ir al interior de Corea es mejor actuar en la tierra japonesa, donde trabaja una gran cantidad de jóvenes coreanos, y una vez infiltrado allí como obrero inmigrante, unir las organizaciones mediante la vida colectiva, y sublevar al unísono Corea y Japón cuando la banda de Kim Il Sung ataque a Corea; después de mudarse a la fábrica de Amagasaki de la industria pesada de Ootani en la tercera decena de marzo del 19 (1944) de Showa, está impulsando maniobras encaminadas a resucitar y elevar la conciencia nacional de sus compatriotas, los obreros coreanos inmigrantes, y promover su unidad y cohesión.” (“Boletín mensual de relaciones entre Japón y Corea”, junio del 20 (1945) de Showa).

Cuando estábamos en la base de entrenamiento del Lejano Oriente enviamos a muchos trabajadores políticos al interior de Corea, Manchuria y Japón; y ellos estructuraron bien las fuerzas para la lucha de resistencia pannacional, capaces de incorporarse a la ofensiva general del Ejército Revolucionario Popular de Corea.

Por aquel entonces, en Japón laboraron trabajadores políticos, como Kim Chang Guk, seleccionados y enviados por nosotros mismos o por las organizaciones del interior del país que nosotros dirigíamos, según nuestras directivas, así como los agentes especiales ligados a la línea del destacamento independiente de las Fuerzas Aliadas Internacionales. En resumidas cuentas, todos esos trabajadores políticos, centrándose en nuestro plan de lucha de resistencia pannacional, desplegaron dinámicas actividades para preparar de manera consecuente a todas las fuerzas antijaponesas en Japón.

Por ejemplo, la “brigada Kim Il Sung” formó poderosas fuerzas antijaponesas en la Herrería de Niigata y obstaculizó la producción de materiales bélicos importantes, debilitando así la capacidad bélica de Japón, y también logró hacer desertar colectivamente a decenas de nuevos obreros reclutados forzosamente.

Los jóvenes obreros coreanos de Kyoto constituyeron organizaciones antijaponesas en varias fábricas, presentando como meta realizar el plan de independizar a Corea, tomando como base, a la larga, el monte Paektu.

Efectivamente, nuestras organizaciones estaban arraigadas en todas partes del suelo japonés, desde Hokkaido al norte hasta Kyushu al sur, en fin, en todos los lugares donde habitaban coreanos, tales como los estudiantes universitarios, los de la escuela de teología, los mineros y demás trabajadores reclutados a la fuerza.

El dato siguiente muestra con nitidez cuánto se perturbaron las autoridades de la policía japonesa al saber que el Ejército Revolucionario Popular de Corea enviaba a trabajadores políticos y los exploradores especiales a Japón.

Se refirió al hecho de que cuando un barco que navegaba por la ruta de la parte norteña de Corea quería completar la tripulación, en cada puerto aparecieron 47 ó 48 candidatos quienes, al parecer, estaban bien educados y dominaban a la perfección el idioma japonés, aunque en otros tiempos no habían aparecido aspirantes, pero renunció a emplearlos por no poder conocer su intención, y luego explicó su causa:

“Según informaciones, todos ellos poseían una fuerte idea nacionalista y parece que, conscientes de que no es fácil arribar a los puertos de las islas de Japón, quieren que los empleen como marineros que pueden arribar relativamente sin dificultad, para huir del barco cuando éste haga escala en uno de esos puertos, e infiltrarse en Tokio, Osaka y otras ciudades grandes, y para incitar a los coreanos de allí a elevar la conciencia nacional y acometer acciones perturbadoras en apoyo a otros del interior y el exterior del país, razón por la cual hay necesidad de vigilar con rigor a los coreanos que se embarcan en la región de Manchuria y a los tripulantes coreanos empleados.” (“Mensuario de la policía especial” del departamento de protección policial del Ministerio del Interior, número de agosto del 16 (1941) de Showa, Pag. 77)

Se puede decir que el territorio japonés estaba a punto de convertirse en un volcán por las organizaciones de lucha de resistencia de los coreanos que lo cubrían con densidad. Esto fue el resultado de la activa lucha de los trabajadores políticos y los miembros de los pequeños grupos que enviamos.

Entre los coreanos de lúcida mentalidad, no había nadie que pensara, como un mentecato, que el futuro de la nación se decidía en la mesa de negociaciones entre las grandes potencias. Se puede considerar que la posición y el punto de vista comunes de nuestro pueblo, convencido de que la única vía para salvar al país y la nación era, precisamente, la lucha armada, devenían un factor que permitió aglutinar a todas las fuerzas patrióticas de Corea en torno al Ejército Revolucionario Popular.

Los coreanos no miraron hacia el monte Paektu con otro objetivo. Si cada vez que hablaban sacaban a colación este monte, fue porque allí existía el Ejército revolucionario. En la antigüedad, disfrutó del amor de la nación como monte ancestral, pero, desde que los comunistas coreanos desplegaron allí la gran guerra antijaponesa se lo ha ganado como monte sagrado de la revolución.

El que promoviéramos aceleradamente la lucha armada y, tomándola como eje principal, fuéramos preparando con firmeza las fuerzas revolucionarias internas, tiene realmente un gran significado. Todo el proceso de la Revolución Antijaponesa demuestra que lo más prioritario en la lucha de liberación nacional de las colonias es la lucha armada. Sólo de desarrollarla en un alto grado es posible concientizar en tal medida al pueblo y movilizar con facilidad a todos los sectores de las masas en la lucha de resistencia contra los invasores imperialistas.

La dignidad nacional de nuestro pueblo, gravemente herida por la ruina del país, se elevó cien o mil veces después que desplegamos la lucha armada en el monte Paektu. Es tan alta, que ni siquiera puede compararse con el orgullo nacional de antes. En este sentido, digo que la auténtica dignidad nacional y el patriotismo de nuestro pueblo ha emanado del monte Paektu.

Las organizaciones de resistencia pannacional, creadas en la tierra japonesa bajo la influencia de la Lucha Armada Antijaponesa, contribuyeron, a través de diversas formas de lucha práctica, a elevar la conciencia de independencia nacional y acelerar la derrota de Japón.

Si no hubiera una historia así, sería imposible que el movimiento de la Chongryon se desarrollara como ahora. Esta organización prospera porque su cimiento es sólido.

En el período posterior a la guerra el gran Líder, camarada Kim Il Sung, visitó la Unión Soviética. En ese momento un dirigente del Partido Comunista de este país que lo recibió en el Kremlin, le presentó por orden a los cuadros.

Entre esos cuadros se encontraba también el mariscal Malinovski, entonces ministro de defensa. Al llegar su turno él dijo sonriente: “No hace falta mi presentación, ya somos viejos conocidos.” Y añadió: “En la época en que el camarada Kim Il Sung permanecía en el Lejano Oriente, nos encontramos por primera vez en Jabarovsk.”

“Es cierto. Somos viejos camaradas de armas”, dijo el gran Líder mientras apretaba calurosamente su mano.

Los dirigentes de ambos países no pudieron dejar de expresar el asombro.

¿Qué fue lo que dio pie a la relación entre el camarada Kim Il Sung y Malinovski? ¿Qué cosas ocurrieron entonces en Jabarovsk?

Los preparativos de la batalla decisiva para derrotar el imperialismo japonés y liberar la Patria, se impulsaron en gran escala después de la derrota de la Alemania hitleriana.

En febrero de 1945, en Yalta se reunieron en secreto los jefes de Estado de los tres países: la Unión Soviética, Estados Unidos e Inglaterra. En el mes de febrero de 1945 el Ejército soviético liberó Budapest, capital de Hungría, y estaba preparándose para la ofensiva total a Berlín. La derrota de Alemania era una cuestión de tiempo.

Uno de los puntos principales que analizaron los jefes de Estado de esos tres países en Yalta, fue la participación de la Unión Soviética en la guerra contra Japón después de la derrota de Alemania. En la reunión la parte soviética se comprometió a entrar en dicha contienda dos ó tres meses después de que fuera derrotada Alemania.

El que en la Conferencia de Yalta se determinara la participación soviética en la guerra contra Japón, constituyó un poderoso estímulo para las naciones oprimidas y los revolucionarios del Oriente que estaban bajo la dominación del imperialismo japonés.

Nosotros aceleramos los preparativos para acoger con iniciativa el gran acontecimiento de la restauración de la Patria, que se acercaba.

Algún tiempo después que el Ejército soviético iniciara la operación de liberación de Berlín, el cuartel general del ejército del frente del Lejano Oriente, nos transmitió la noticia sobre la derrota de Alemania. Aquella noche los oficiales y soldados soviéticos, que integraban las Fuerzas Aliadas Internacionales (FAI), organizaron una fiesta de homenaje y no durmieron. Creo que todas las reservas de bebida que había en el almacén de intendencia las agotaron en esa ocasión. También se agotó en esa noche todo el alcohol que tenía el hospital militar. Efectivamente, los soviéticos bebían mucho. Todos, sin distinción de soviéticos, coreanos y chinos, bailaron y cantaron con la alegría de la victoria. Acogimos la victoria de los soviéticos como la común de todos nosotros. La derrota de Italia fue seguida por la de Alemania, que, tarde o temprano, daría paso, sin lugar a dudas, a la de Japón, es decir, sería su preludio.

Las fuerzas fascistas que por un tiempo tenían tan desconcertado el mundo parecían estar en carreras de relevos en dirección a sus tumbas, teniendo por pistas el Oriente y el Occidente. Y precisamente llegaba el turno a Japón para recibir el batón.

Nosotros también teníamos que hacer preparativos para acelerar la derrota del imperialismo japonés y alcanzar la liberación de la Patria.

Después de efectuado el acto de congratulación por la victoria en la guerra contra Alemania, los miembros del mando coreano incorporados a las FAI se reunieron en un lugar y analizaron durante largas horas las cuestiones operativas relacionadas con la liberación de la Patria. Aunque no era una reunión oficialmente organizada, reinó un ambiente muy serio y solemne. Todos, llenos de pasión, clamaron por la derrota del imperialismo japonés y la restauración de la Patria. Estaban tan impetuosos que daban la impresión de que cruzarían de inmediato el río Turnan e irrumpirían en el país.

El punto focal de la discusión era la cuestión referente a la independencia basada en las propias fuerzas y la resistencia de todo el pueblo.

“Cada uno de nosotros tiene que mantenerse con firmeza en la posición de liberar la Patria con las propias fuerzas. Y para alcanzar este propósito es preciso aumentar por todos los medios el poderío político-militar del Ejército Revolucionario Popular de Corea y mantener bien preparadas las organizaciones de resistencia en el interior del país de manera que cuando el ERPC emprenda la operación de liberación de la Patria inicien, uniéndose a él, la guerra de resistencia pannacional. Así como es necesario estrechar las relaciones militares con las fuerzas armadas soviéticas y chinas y llevar a buen término los preparativos para las operaciones conjuntas en estrecha relación con la operación general de la Unión Soviética contra Japón.”

Estos fueron los puntos esenciales de la discusión de aquel día.

En días posteriores realicé varias consultas con el cuartel general del Ejército soviético del frente del Lejano Oriente acerca de nuestra cooperación militar-política con la Unión Soviética. Algunas veces iba junto con Zhou Baozhong o Zhang Shoujian, y otras veces acompañado sólo por Kim Chaek o Choe Yong Gon.

En vista del posible ataque de Japón, la Unión Soviética venía haciendo internamente minuciosos preparativos para la operación contra él. Esos preparativos se realizaron tanto antes como después de ser derrotada Alemania.

Alrededor de 1943, cuando se libraba la difícil guerra contra Alemania, la dirección soviética tomó medidas para reforzar el sector encargado del Lejano Oriente dentro de su Estado Mayor General y reorganizó sus fuerzas armadas estacionadas allí en sentido de adecuarlas a la ejecución de las operaciones en tiempo de guerra. Stalin sustituyó al comandante del frente del Lejano Oriente y a los de los cuerpos de ejércitos con generales que adquirieron ricas experiencias de combate en el curso de la guerra contra Alemania.

Apanásenko, comandante de dicho frente, fue enviado al frente de Vorónezh, al sur de Moscú, como vicecomandante de él y en su lugar fue puesto Purkáev que mandaba el frente de Kalinin. Esto también constituía una parte de las referidas medidas.

Al entrar en 1944, cuando el Ejército soviético intensificaba las operaciones fuera de sus fronteras, en el territorio de Europa del Este, Stalin ordenó que se enviaran rápidamente refuerzos al Lejano Oriente para aumentar al máximo su poderío militar.

Después de la completa derrota de Alemania la Unión Soviética entró en la etapa de revisar definitivamente el plan de operaciones contra Japón.

Nosotros, por nuestra parte, comenzamos a trazar la dirección operativa del ERPC y el plan detallado para sus acciones. Por supuesto, este plan tenía por premisa la alianza con el Ejército soviético.

Los miembros del alto mando soviético tenían depositada una gran esperanza en las acciones del ERPC y las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Nordeste (FUAN). En vista de las inminentes operaciones contra Japón, todas las unidades de las FAI aumentaron en varias veces la intensidad del entrenamiento. En éste se le prestó gran atención al adiestramiento de todas las unidades nacionales que integraban las FAI, para que pudieran actuar en acuerdo perfecto en las proyectadas operaciones, sin dejar de fomentar sus características.

Para alcanzar el éxito en las operaciones conjuntas lo importante era cómo distribuir las tareas operativas por unidades nacionales y cómo coordinar la cooperación y la concordancia de acciones en los combates entre diversas tropas y armas. En los ejercicios de las FAI se prestó la debida atención a la solución de estas cuestiones.

Por otra parte, las unidades del ERPC y las FUAN hicieron tesoneros esfuerzos para perfeccionar los métodos de combate de la guerrilla que habían creado y aplicado a lo largo de los años de la guerra antijaponesa, y buscar la manera de aplicarlos eficazmente en las operaciones regulares de gran envergadura. Impulsamos a la vez todos los tipos de ejercicios, prestando atención principal a los de los exploradores, zapadores, radiotelegrafistas y los de la infantería aerotransportada, vitalmente necesarios para las operaciones de liberación de la Patria. Estudiamos suficiente las últimas experiencias combativas del Ejército soviético en el curso de la guerra contra Alemania y alcanzamos en eso un nivel muy alto.

Los instructores soviéticos enviados a la base de entrenamiento a raíz de la organización de las FAJ, en su mayoría eran participantes de la anterior guerra civil. Pero, más cerca de la etapa de preparación definitiva de las operaciones contra Japón, la mayor parte de esos instructores fueron sustituidos por combatientes de la guerra soviético-alemana. Como se foguearon varios años en los combates modernos, el contenido de la instrucción resultó muy fresco y novedoso.

Por aquel tiempo enviamos a numerosos agentes con la misión de preparar a las organizaciones de resistencia en el interior del país. Ellos llegaron también al campamento secreto del monte Paektu y al monte Kanbaek. En unión de los que ya se encontraban allí desde antes dirigiendo las organizaciones de resistencia, aceleraron los preparativos para la batalla decisiva.

En aquel entonces también yo penetré en el país, donde indiqué el rumbo de la acción de las unidades del interior del país con vistas a las inminentes operaciones contra Japón, por una parte, y, por la otra, dediqué mucho tiempo a la tarea de compaginar nuestro plan operativo con la preparación general de la Unión Soviética para esas operaciones.

En el verano de 1945, la Unión Soviética organizó el cuartel general del Ejército soviético del Lejano Oriente, siendo Vasilievski su comandante en jefe, y se le asignaron los grandes ejércitos de tres frentes. El mando del ejército del frente de Transbaikal lo asumió Malinovski, el del ejército del primer frente del Lejano Oriente, Meretskov, y el del ejército del segundo frente del Lejano Oriente, Purkáev, el anterior comandante del ejército del frente del Lejano Oriente.

La zona principal de operaciones del ejército del primer frente del Lejano Oriente comprendía una parte del Nordeste de China al sur de Haerbin y Corea, y la del ejército del segundo frente del Lejano Oriente, el Nordeste de China al oeste de Jabarovsk.

Originalmente, las FAI debían operar con el ejército del segundo frente del Lejano Oriente, pero las unidades del ERPC mantuvieron relaciones principalmente con el ejército del primer frente del Lejano Oriente. Desde que se creara el cuartel general del Ejército soviético del Lejano Oriente tuve frecuentes contactos con Meretskov y Shtikov, que fueron comandante y comisario militar del ejército del primer frente del Lejano Oriente respectivamente. También tenía relaciones amistosas con Chistiakov, comandante del 25 cuerpo de ejércitos y Liébedev, uno de los miembros de su mando. Estaba decidido que con el inicio de las operaciones contra Japón ellos debían conducir su unidad hacia la región de Corea.

Jabarovsk era la ciudad sede del cuartel general del Ejército soviético del Lejano Oriente. Viajando a menudo a Jabarovsk llegué a familiarizarme con Vasilievski y entablar relaciones de amistad con Malinovski.

Al llegar el verano de 1945 el cuartel general del Ejército soviético del Lejano Oriente organizó frecuentes reuniones para las operaciones conjuntas.

Vasilievski nos dio detalladas explicaciones sobre el plan de operaciones del cuartel general del Ejército soviético. Apuntó que debíamos cercar el grueso del ejército japonés Guandong y, separándolo en varias partes aisladas, aniquilarlo de un golpe.

En cuanto a la liberación de la Patria nosotros mantuvimos de modo invariable la orientación para las operaciones trazada con anterioridad.

Planeamos que las unidades del ERPC que se encontraban concentradas en el monte Kanbaek y sus cercanías avanzarían por las vías previstas y liberarían las provincias, y las concentradas en la base de entrenamiento del Lejano Oriente irrumpirían rápidamente, por vía aérea, en Pyongyang y otras partes, y ocupando las bases secretas ya preparadas desplegarían operaciones militares relámpagos.

Hicimos que de acuerdo con esto las pequeñas unidades del ERPC y los trabajadores políticos clandestinos que actuaban en el país, ampliaran en gran escala las organizaciones de resistencia para levantar a los habitantes en la guerra de resistencia pannacional de modo que en todas partes la población total se uniera al ERPC que avanzara.

Aun hoy pienso que en la situación militar-política en que se hallaba entonces nuestro país dicho plan de operaciones constituyó el más correcto para liberar la Patria en pocos días. No podía haber gran dificultad, pues irrumpirían en todas las provincias las unidades guerrilleras lanzadas en paracaídas y en unión con las de resistencia popular golpearían a los enemigos por los cuatro costados.

Por las zonas enemigas fortificadas a lo largo de las costas avanzarían las unidades soviéticas con la cobertura de bombardeos aéreos y navales, mientras por las fronteras atacarían como si fueran maremotos las de infantería precedidas por las blindadas. Así teníamos acordado con los soviéticos.

Por esa época, en vista de la batalla decisiva, enviamos al interior del país numerosas unidades y grupos pequeños.

También teníamos definidas las tareas que debían cumplir todas las unidades guerrilleras, los destacamentos armados populares y las agrupaciones de resistencia después de aplastar por completo a los enemigos: desmantelar los organismos de dominación colonial, proteger la vida y los bienes de la población y crear órganos del partido y el poder popular.

De entre los miembros del mando del Ejército soviético del Lejano Oriente, con quien tuve más contactos fue con Meretskov.

Era un general de casi cincuenta años y con una calvicie apenas apreciable en la frente.

Sus antecedentes me hicieron convencer de que no por casualidad Stalin lo había nombrado comandante del frente en Primorie.

Según conocimos, en un tiempo fue miembro del mando de una unidad en el Lejano Oriente y luego se desempeñó como comandante del distrito militar de Leningrado hasta asumir el mando del séptimo cuerpo de ejércitos que participó como fuerza principal en la guerra soviético-filandesa. También fue jefe del Estado Mayor General del Ejército soviético, y antes de ser enviado al Lejano Oriente mandó el frente de Carelia, al noroeste de Moscú.

Meretskov, como si hubiera vuelto a encontrarse con un viejo amigo, me apretó fuertemente la mano y expresó que estaba muy contento de verme. Luego de invitarme a tomar asiento dijo:

—En la guerra contra el imperialismo japonés los camaradas coreanos son nuestros predecesores. Es muy importante el papel que van a desempeñar en las operaciones contra Japón. Depositamos una gran esperanza en sus actividades.

Después de informarse sucintamente de las actividades del destacamento coreano dentro de las FAI, me rogó que le diera una detallada explicación de la situación militar-política reinante en Corea. El y sus compañeros se mostraron especialmente interesados por la disposición de las fuerzas armadas de Japón en Corea, sus métodos de dominación, la lucha antijaponesa de la población en el interior del país, la distribución de las organizaciones revolucionarias y las acciones de los destacamentos armados que estaban relacionados con las bases secretas.

Cierto día, en vísperas del inicio de las operaciones contra Japón, me dirigí hacia Moscú junto con otros comandantes de las FAI. Cuando llegué al lugar de la reunión organizada por el Estado Mayor General del Ejército soviético, ya estaban presentes Meretskov, Shtikov y otras figuras directivas del mando de los frentes relacionados con las operaciones contra Japón. Volví a encontrarme también con el comandante en jefe Vasilevski.

Todos los asistentes estuvieron de acuerdo en cuanto a nuestro plan de operaciones para la liberación del país, que se basaba en el método de combate con la infantería aerotransportada. En esa ocasión, a las unidades de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Nordeste se les asignó la misión de desembarcar por vía aérea en importantes ciudades de Manchuria para abrir el paso por donde avanzarían las unidades terrestres soviéticas.

En Moscú también me encontré con Zhúkov. Era entonces comandante en jefe del Ejército soviético de ocupación en Alemania y representante soviético en la junta de supervisión de su administración. No podía saber el motivo de su presencia allí, pero el encuentro con él me produjo una impresión muy fuerte. Ese veterano e invencible general, ampliamente conocido, era un hombre muy sociable y sencillo.

Los soviéticos nos atendieron con sincera y especial hospitalidad, fuera de toda ceremonia diplomática.

Durante la estancia en Moscú visitamos el Mausoleo de Lenin y el museo de historia. También recorrimos famosos lugares de combates, relacionados con la defensa de Moscú, y volvimos a ver el filme “Chapaev”.

Aun después de haber concluido la reunión en que se habían analizado las operaciones contra Japón, por algún motivo desconocido los soviéticos no nos dejaron volver al Lejano Oriente, y con gran lujo de serenidad siguieron llevándonos a visitas a la ciudad. Algunos días después nos condujeron a donde estaba Jhdánov. En ese entonces él ocupaba a la vez el cargo de miembro del Buró Político y el de secretario del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética.

Ya Shtikov estaba en el despacho de Jhdánov.

Jhdánov dijo que se entrevistaba con los visitantes procedentes del Oriente por encargo de Stalin y valoró altamente la Lucha Armada Antijaponesa que veníamos librando. Expresó que Stalin y Stikov le hablaron mucho del guerrillero de Corea Kim Il Sung, pero lo que le alegraba era que yo parecía mucho más joven que lo oído. Según dijo, también Stalin prestaba particular atención a nuestras actividades.

Mi conversación con Jhdánov comenzó por cuestiones referentes a la situación militar-política imperante. Durante la conversación percibí que deseaba mucho oír mi opinión acerca de qué manera se debería actuar para desarrollar a Corea emancipada como un Estado independiente y democrático.

En el curso del diálogo me preguntó súbitamente que cuando se liberara Corea cuántos años necesitarían los coreanos para construir un Estado independiente.

Le aseguré que en no más de dos o tres años lograrían hacerlo.

Al oírme hablar así, él, frotándose las manos, se mostró contento. Pero, al mismo tiempo no trató de disimular su expresión de sorpresa.

Yo pude adivinar de inmediato por qué motivo él se interesaba tanto en la cuestión de la construcción de un Estado soberano e independiente que emprenderíamos después de la liberación del país y por qué se dibujó una expresión contradictoria entre crédula y dudosa al escucharme lo de 2 ó 3 años.

El motivo radicaba en lo siguiente. En la Conferencia de Yalta, al debatir la solución de la cuestión coreana en el período posbélico Roosevelt presentó el plan de la administración fiduciaria. Su invariable opinión era que los Estados pequeños y débiles de Asia, emancipados de su situación como colonias, necesitaban “educarse en un régimen democrático” bajo el patrocinio de grandes potencias.

En la primavera de 1943, durante una conversación sostenida con el secretario del Departamento de Estado de EE.UU., el ministro del exterior de Inglaterra y otros en Washington, Roosevelt sostuvo que Corea e Indochina debían quedar bajo la administración fiduciaria de las grandes potencias. Dijo que los coreanos necesitarían un “período de acomodamiento de unos 40 años antes de obtener la total independencia”. Parece que él menospreciaba demasiado a nuestra nación.

Expliqué con énfasis que al librar durante largos años la Lucha Armada Antijaponesa y la lucha de liberación nacional el pueblo coreano se despertó y forjó en gran medida en lo político y que en este proceso se prepararon un sólido núcleo rector y amplias fuerzas patrióticas que le permitían construir el país por sí solo y llegó a poseer ricas experiencias de lucha, inagotable poderío creador, habilidad organizadora y alta capacidad movilizadora.

Luego de escuchar con atención mi explicación Jhdánov volvió a preguntarme qué tipo de ayuda convendría al pueblo coreano en sus esfuerzos posbélicos para la construcción del país.

Yo apunté: La Unión Soviética ha librado cuatro años de guerra con Alemania y en lo adelante tendrá que librar otra grande contra Japón. Entonces, ¿tendrá recursos para ayudarnos? Si nos ayuda se lo agradeceríamos; pero, queremos, en la medida de lo posible, construir el país con las propias fuerzas, y creemos que proceder así resultaría arduo, pero será beneficioso para el porvenir. A lo largo de la historia, en nuestro país el servilismo a las grandes potencias ha pervivido y pervive como la causa raigal de la ruina nacional, y nuestra decisión es no tolerar en absoluto que este servilismo dañe la construcción de la nueva Patria. Lo que esperamos de la Unión Soviética es su apoyo político; que en lo adelante nos apoye de modo activo en la arena internacional y se esfuerce por solucionar la cuestión coreana de acuerdo con la voluntad e intereses del pueblo coreano.

Jhdánov quedó satisfecho con mi respuesta.

Me contó que hacía algún tiempo una persona de cierto país de Europa del Este, no bien se viera con él, se quejó de múltiples dificultades que encaraba su país a causa de que además de ser originalmente atrasado en lo económico, sufrió tremendos estragos en la guerra, razón por la cual la Unión Soviética, considerándose la casa del hermano mayor, debería darle ayuda. Y continuó:

—¡Cuan contrastantes son la posición de usted y la de él! No sé si está aquí la diferencia entre el Oriente y el Occidente, entre el país donde sale el sol y el país donde se pone.

Por supuesto, Jhdánov dijo estas palabras en broma.

¿Cómo podía manifestarse en eso la diferencia entre el país de sol saliente y el de sol poniente? Si existía alguna diferencia, ella consistía en que los dirigentes de los países de Europa del Este confiaban más en la Unión Soviética que en las fuerzas de sus pueblos. En su mayoría esos países fueron liberados por el Ejército soviético. Ellos construyeron el socialismo al estilo soviético apoyándose en la Unión Soviética. Las consecuencias de su servilismo a las grandes potencias llegaron a tal grado de gravedad que se podía decir que si los soviéticos pronunciaban “a”, ellos también decían “a” e incluso si llovía en Moscú, ellos también llevaban consigo el paraguas. Una de las causas del derrumbe del socialismo en estos países está precisamente en este servilismo.

Jhdánov me prometió que informaría a Stalin del resultado de nuestro encuentro. Con posterioridad también me encontré varias veces con él y establecimos estrechos lazos de amistad.

Parece que Meretskov, por su parte, habló mucho de mí a Stalin.

Aun hoy recuerdo lo que ocurrió en Lüshun.

A raíz de la liberación, una vez viajé a Lüshun, donde vi a Meretzkov.

Nos pusimos a platicar acerca de diversas cosas y él, anunciándome

que pronto iría a Moscú para entrevistarse con Stalin, me preguntó si tenía algo que decirle a él.

Yo planteé varias propuestas: la abolición de los bonos emitidos por el mando del Ejército soviético y la emisión de nuestra moneda; la nacionalización de las industrias, la ayuda necesaria de la Unión Soviética para la reorganización del ERPC en fuerzas armadas regulares modernas; y otras cosas por el estilo.

En tiempos posteriores Meretskov siguió ayudándonos en nuestro trabajo en diversos aspectos. Cuando desempeñaba el cargo de comandante del distrito militar del Lejano Litoral, venía de vez en cuando a Pyongyang y en esas ocasiones visitaba primero mi casa antes de ir al cuartel general de las tropas soviéticas.

Una vez llegó a Pyongyang junto con Malinovski. El comandante de las tropas soviéticas estacionadas en Corea, quiso conducirlos al hotel reservado para los extranjeros.

Pero ellos rechazaron la amabilidad de dicho comandante y se dirigieron directamente hacia nuestra residencia argumentando que como venían en calidad de huéspedes del camarada Kim Il Sung tenían que ir a su casa y rogarle a su señora que los agasajara con empanadas.

A Malinovski y Meretskov no les importaba en absoluto si yo estaba o no en casa. Ambos eran muy campechanos y sencillos. No obstante, Kim Jong Suk quedó aturdida al recibirlos sin previo aviso.

Malinovski afirmó que su partida hacia Pyongyang me la había avisado de antemano, pero el hecho de que yo no estuviera en el aeropuerto aun sabiendo de su llegada ni me encontrara en casa, le hacía suponer que estaba muy atareado, y propuso comer sin que se esperara a quien tenía mucho trabajo. Pidió que se les sirvieran también el plato coreano kuksu y “pan coreano”.

Después de haberme entrevistado con Jhdánov volví al Lejano Oriente junto con Shtikov.

Los vínculos de amistad que entablé con Shtikov en el Lejano Oriente continuaron también en tiempos posteriores. El hizo muchos esfuerzos para la solución de la cuestión coreana. Desplegó enérgicas actividades diplomáticas a favor de la reunificación de Corea y su desarrollo independiente siendo jefe de la delegación de la parte soviética para la Comisión Conjunta Soviético-Norteamericana, instituida en virtud de la resolución adoptada en la Conferencia de Moscú de los Ministros de Relaciones Exteriores de los Tres Estados.

Al volver de Moscú hice reunir a los comandantes del ERPC y les informé de mis actividades.

El 9 de agosto de 1945, en virtud del acuerdo con sus Estados aliados, la Unión Soviética declaró la guerra a Japón y entró en combate con el ejército japonés.

El mismo día yo di a las unidades del ERPC la orden de iniciar la ofensiva general para la liberación del país.

Poco antes de emprenderse esta acción hice que las unidades del ERPC asaltaran por sorpresa varios puntos estratégicos militares dentro de las zonas fronterizas fortificadas del enemigo, sobre todo, la comuna Tho en el distrito Unggui y Nanbieli y Dongxingzhen en el distrito Hunchun, para crear confusión en su sistema defensivo y neutralizar los efectivos y armas de fuego de dichas zonas.

Al emprender las operaciones conjuntas con nosotros, de lo que más se preocupó el cuartel general del ejército en el primer frente del Lejano Oriente fue de la escogida del lugar en el cual se podría asestar el golpe más eficiente. Quería saber en qué eslabón golpear en las zonas fronterizas fortificadas para sacudir desde los cimientos las cadenas defensivas del ejército japonés en su conjunto. Yo decidí encontrar la solución para este preocupante problema.

Hasta 1945 el ejército japonés construyó numerosas casamatas de hormigón en las zonas fronterizas con Manchuria, la Unión Soviética y

Mongolia. Las cuatro zonas fortificadas construidas en Corea eran todas bases de partida para el ataque a la Unión Soviética.

En las zonas fortificadas que los imperialistas japoneses construyeron en más de 10 años a lo largo de las fronteras entre Corea y la Unión Soviética, Corea y Manchuria, y la Unión Soviética y Manchuria, estaban concentradas enormes fuerzas de tierra, mar y aire, sobre todo, las pertenecientes al ejército Guandong y el ejército estacionado en Corea. Referente a esas zonas fortificadas los enemigos alardeaban que ellas constituían una “línea de defensa inexpugnable”.

Todas eran fortificaciones subterráneas secretas. Los imperialistas japoneses, para garantizar el secreto, asesinaron a todas las personas movilizadas para su construcción. Para el despliegue de las operaciones contra Japón esas instalaciones constituían el mayor obstáculo. Mientras los comandantes soviéticos consideraban un gran peligro el ejército Guandong que estaba detrás de la mencionada línea de defensa, yo veía el rompimiento de esa misma línea como el problema difícil. Fue por esta razón que decidí efectuar sondeos en algunos puntos de esas zonas fortificadas.

Ante mi propuesta de librar combates en algunas zonas antes del comienzo de la guerra todos los altos jefes del ejército en el primer frente del Lejano Oriente se mostraron confundidos. Yo insistí que para abrirle paso a las operaciones contra Japón era preciso golpear algunos lugares estratégicos de los enemigos para descubrir de una vez el sistema defensivo que ellos habían venido reforzando en secreto y sus efectivos y armas de fuego encubiertos.

Así fue como en vísperas del comienzo de la guerra una unidad nuestra llevó a cabo bajo una lluvia torrencial el asalto a la comuna Tho, que ocupaba un tramo de la fortaleza levantada en la zona ribereña del Tuman. Esa comuna estaba ubicada en un lugar singular que lindaba con la zona fortificada de Kyonghung y con otra similar de Unggui-Rajin. De perderlo existía la posibilidad de que los enemigos se vieran obligados a ceder un extenso territorio circundante y también se pusiera en peligro la fortaleza de Kyonghung.

Nuestros combatientes prendieron fuego a la estación policíaca de allí y liberaron el poblado.

La comuna Tho fue la primera aldea liberada por nuestro Ejército revolucionario en el marco de la batalla decisiva para la restauración de la Patria.

Los enemigos enviaron con urgencia refuerzos, quienes, según supimos más tarde, al tener miedo se limitaron a mirar desde el puerto de montaña Ungsang cómo ardía la estación policíaca y se fueron de regreso.

Refiriéndose al asalto a la comuna Tho, efectuado por el ERPC, una publicación japonesa informó:

“A las 23 horas y 50 minutos del 8 de agosto un destacamento de unos 80 coreanos junto con efectivos soviéticos cruzaron el río Tuman en una lancha rápida y atacaron a la comuna Tho. Desde allí se ve muy cerca el territorio soviético. El primer blanco de asalto fue la estación policíaca. ...

... Alrededor de las 3 del día 9 ... se envió un camión hacia la comuna Tho, pero como era demasiado tarde ... el camión que llegó hasta el puerto Ungsang tuvo que volver.” (“Apuntes sobre el término de la guerra en Corea”, Pag. 29)

El paso abierto por las valerosas acciones de los cuerpos volantes y destacamentos de avanzada del ERPC que formó el frente conjunto con el Ejército soviético, constituyó uno de los eslabones decisivos en la cadena de la materialización de nuestro propósito operativo consistente en concluir a modo de relámpago la guerra contra Japón.

Las unidades del ERPC que ocupaban el campamento secreto del monte Kanbaek como base de partida para la última ofensiva engrosaron sus filas a la vez que comenzaron a avanzar tal como estaba previsto en el plan de operaciones, y las que se concentraron en las riberas del río Tuman rompieron a un tiempo las fortalezas fronterizas del enemigo y liberaron las regiones de Kyongwon y Kyonghung, y ampliando sus éxitos combativos, rumbo a Unggui, llegaron a liberar extensos territorios del interior del país. Y algunas otras que actuaban como de avanzada de las tropas de desembarco por mar, en una estrecha operación conjunta con las unidades terrestres, desembarcaron en Unggui, y extendiendo el éxito combativo, avanzaron en dirección a Chongjin.

Otras unidades, luego de liberar Jincang, Dongning, Muling y Mudanjiang, asestaron golpes mortales al ejército Guandong en sus operaciones de persecución para aniquilar a los enemigos e irrumpieron en las riberas del río Tuman.

Por su parte, las pequeñas unidades y los trabajadores políticos del ERPC que ya estaban actuando en el interior del país, a donde habían sido enviados de antemano, movilizaron poderosamente los cuerpos armados populares, las organizaciones de sublevación armada y amplios sectores de la población para la rebelión armada. En todas partes del país libraron valerosas acciones de perturbación de la retaguardia enemiga como, por ejemplo, asaltar y liquidar al ejército agresor del imperialismo japonés, y sus gendarmerías y organismos policíacos, y prestaron activo apoyo a las unidades del ERPC que avanzaban.

En el combate para destruir la fortaleza de Kyonghung obtuvo méritos Han Chang Bong, oriundo de Taoquanli. De la brigada de avanzada de las Fuerzas Unidas Internacionales él fue el primero en cruzar el río Tuman. Al llegar al otro lado del río los combatientes de la brigada volaron de un soplo los fortines y las casamatas de hormigón de los enemigos con la ayuda de los miembros de la organización revolucionaria local y liberaron a Wonjong y sus contornos.

En el marco de la operación de destrucción de las fortalezas de las zonas ribereñas del Tuman también fue famoso el combate del monte Mayu, en Hunyung. Los enemigos decían que los montes Mayu y Wolmyong y sus contornos eran inexpugnables.

Los enemigos volaron el puente de Hunyung, y metiéndose en las cotas donde había casamatas de hormigón, se prepararon para resistir a vida o muerte.

Pak Kwang Son, junto con los exploradores del ERPC disfrazados de militares japoneses, cruzó el río Tuman en la noche avanzada y penetrando en la otra ladera del monte Mayu logró investigar en detalles la situación de los enemigos. Según su informe, las fuerzas enemigas que defendían el monte eran no menos de dos batallones. El grupo de reconocimiento le comunicó a la unidad la situación enemiga por radiotelegrafía, y a la vanguardia de la unidad que cruzó en combate el río Tuman, actuó con bravura.

Antes de que se iniciara el combate el grupo armado popular que operaba en esa zona voló el polvorín y los montones de proyectiles de cañón y otras municiones que estaban al aire libre, lo que fue un aporte al triunfo en el combate.

La brigada de avanzada de O Paek Ryong que había participado en el asalto a la comuna Tho, realizó una hazaña también en el combate del puerto de montaña Manhyang.

El puerto Manhyang constituía una importante puerta desde la que los enemigos podían defender por tierra la fortaleza Unggui-Rajin.

Al ser detenido allí el avance de la unidad O Paek Ryong se brindó para, con su brigada de avanzada, destruir las casamatas y la posición de baterías que los enemigos tenían en el puerto. Al frente de su gente escaló la loma a gatas y, destruyendo todas esas instalaciones, logró abrirle a la unidad el camino para el avance.

Los oficiales y soldados soviéticos alzando sus dedos pulgares afirmaron que los guerrilleros coreanos eran los mejores combatientes.

Entre nuestros guerrilleros también hubo quien cayó sólo un día antes de la liberación de la Patria. Ese fue Kim Pong Sok, el más querido de mis enlaces. Había cumplido numerosas misiones de enlace dadas por mis.

Era enlace, pero no fueron una o dos veces las que sorprendiera a la gente con su habilidad para las actividades políticas.

Cualquiera se quedará asombrado si digo que a finales de la década de 1930 Kim Pong Sok y Yun Pyong Do, por encargo nuestro, penetraron en Longjing, un punto de sostén de “punición” enemigo, y matricularon en la escuela secundaria, donde llevando sobre la cabeza la gorra de estudiante actuaron entre los jóvenes estudiantes.

Fue precisamente Kim Pong Sok el guerrillero que, escoltando a Pak In Jin, llegó hasta Seúl donde participó en un acto conmemorativo de los chondoístas y empapó a su capa superior con el agua revolucionaria.

El cayó mientras volvía después de haber transmitido mi orden a O Paek Ryong quien participaba en una operación de liberación de la Patria. Lo había enviado para darle una misión detallada con respecto a las acciones conjuntas con el Ejército soviético. Kim Pong Sok emprendió el camino de regreso inmediatamente después de cumplir mi orden. De paso entró en una casa para comer, pero el dueño, siendo un elemento perverso, lo delató a la policía. Kim Pong Sok se enfrentó con valor a los perseguidores hasta caer heroicamente. Eso ocurrió el 14 de agosto de 1945. Era muy apreciado por mí y no pudimos encontrar ni su cuerpo sin vida. Me han dicho que los visitantes del Cementerio de Mártires Revolucionarios, al llegar ante el busto de quien cayera un día antes de la liberación del país, no se mueven del lugar durante largo rato por sentir pena.

El libertador de Rajin fue el cuerpo armado popular del lugar.

La escuadra de la Flota del Pacífico de la Unión Soviética, que estaba encargada del desembarco en Rajin, previo que la operación sería ardua. Porque la zona constituía una enorme fortaleza que los enemigos construyeron a costa de muchos esfuerzos. En el puerto había siempre buques de guerra y en las cotas periféricas de la ciudad estaban situadas baterías antiaéreas.

Las tropas soviéticas llegaron a Rajin ya liberado.

Según supimos, al comienzo, cuando las unidades soviéticas bombardearon la ciudad por aire y mar, las fuerzas japonesas acantonadas allí creyeron que estaba ocurriendo un enfrentamiento como el incidente de Zhanggufeng, razón por la cual se dispusieron a defenderse a vida o muerte.

En tales momentos un reducido grupo del cuerpo armado popular penetró inadvertidamente en la ciudad en horas de la noche y abrió fuego contra las sedes del cuartel general de la fortaleza, la gendarmería y la estación policíaca y prendió fuego al almacén de la infantería. Entre tanto la masa principal del cuerpo armado popular que esperaba irrumpió en la ciudad y atacó a los enemigos desde afuera y desde dentro.

Un oficial soviético que participó en la operación de liberación de Rajin escribió en su diario:

“... Cuando nos acercábamos a la ciudad se oyeron disparos de ametralladoras y cañones.

“Los campesinos coreanos que salieron en los suburbios gritaron 'vivas', agitando los brazos. Según nos dijeron, ya desde hacía dos días estaban peleando las guerrillas de

Kim Il Sung y las tropas japonesas. Las pequeñas plazoletas y las estrechas vías de la ciudad estaban repletas de camiones y carretas de enemigos.

“Nos dimos cuenta de que los guerrilleros coreanos, bloqueando a los enemigos las vías de retirada, no les dejaban salir de la ciudad. Los nipones, aprisionados entre nosotros y los guerrilleros, comenzaron a arrojar las armas y rendirse. Divisamos a unas 100 personas armadas que se nos acercaban corriendo desde los arrabales. 'Somos combatientes de las guerrillas de Kim Il Sung', se apresuró a anunciar el jefe a nuestro coronel tanquista.” (“Diarios en Corea”, I. Urzhumelashuwili)

Grupos armados populares, bajo diferentes denominaciones, participaron en los combates para aniquilar a los militares japoneses en casi todas las zonas de las provincias.

En la provincia de Hamgyong del Norte, los organizados en las zonas de Kyonghung y Unggui operaron exitosamente desde el inicio de la guerra en cooperación con las fuerzas conjuntas coreano-soviéticas.

Los destacamentos armados en las regiones de Chongjin, Kilju y Songjin aniquilaron a los enemigos restantes y antes del 15 de agosto ocuparon las fábricas y asaltaron y destruyeron los organismos de la policía.

El cuerpo armado Kachibong, creado por Choe Il, tuvo un papel meritorio en la operación decisiva para la liberación de la Patria.

Choe Il fue enviado a la zona de Hoeryong en el verano de 1941. Se dice que en aquel entonces el grupo de O Paek Ryong le sirvió de guía y escogió el terreno para las actividades. Fue el pico Kachi y sus contornos, en Hoeryong, donde él organizó un destacamento armado y actuó como su jefe agrupando a carboneros, a quienes habían huido del reclutamiento y trabajo forzado y a jóvenes progresistas.

Al crearse el destacamento se leyó, me dijeron, el juramento escrito y se hicieron compromisos de honor. Incluso se confeccionaron reglamentos provisionales y normas de conducta.

Choe Il estableció contacto con Pak Chang Bom que operaba en la zona Komsan, de la comuna Rokya, en el distrito Kyonghung. Pak Chang Bom era un trabajador político nuestro que tenía allí su base secreta provisional.

El cuerpo armado Kachibong comenzó sus acciones combativas antes de que se iniciara la batalla decisiva. Cuando se entablaron combates en las zonas fronterizas septentrionales, batió a los enemigos que se retiraban en desbandada desde las líneas de Wonjong, Chonghak y Mayusan y voló polvorines y depósitos de gasolina. Liberó por su cuenta a Hoeryong, sin esperar el avance del Ejército soviético. Se informó que le causó un buen número de bajas al enemigo en la zona del pico Kachi. Capturó hasta aviones y cañones antiaéreos y enorme cantidad de uniformes y pertrechos como botín.

Las organizaciones de resistencia en las provincias de Ryanggang y de Hamgyong del Sur asaltaron y destruyeron muchas estaciones de policía y órganos de dominación de los enemigos antes de que llegaran las tropas soviéticas.

También operaron exitosamente las de las zonas de Cholwon y Poptong, en la provincia de Kangwon, y de Yomju y Sakju, en la provincia de Phyong-an del Norte

Otras que actuaban en la región de Sinuiju, al recibir la orden de ofensiva general ya al día siguiente comenzaron a hacer añicos los puestos policíacos y de vigilancia fronteriza, ocuparon las sedes del departamento de policía y el ayuntamiento de la provincia, desarmaron al resto de los enemigos que se refugió en el aeropuerto y lo entregaron al mando del Ejército soviético que llegó allí en la segunda mitad de agosto.

En la provincia de Phyong-an del Sur y en la zona de Pyongyang un nutrido destacamento armado de resistencia, constituido principalmente por el Cuerpo de Liberación de la Patria, asaltó la fábrica de armas, ocupó las sedes de los ayuntamientos de la provincia y de la ciudad y metió en un puño a los remanentes de las fuerzas enemigas derrotadas.

También en la provincia de Hwanghae las organizaciones de resistencia atacaron y contuvieron a los enemigos en varias regiones antes de que capitulara el imperialismo japonés.

Cada vez que evoco los días de la batalla decisiva, lo que me da dolor es que las unidades principales del ERPC que durante varios años se fueron preparando en las bases de entrenamiento en la URSS para las operaciones de liberación de la Patria, no pudieron desarrollar las acciones según el plan original.

Cuando nuestras unidades se hallaban en estado de enfrentamiento con las japonesas en las zonas fronterizas septentrionales, a la par que dirigíamos esas operaciones, le poníamos fin a los preparativos para desembarcar en Corea al frente de la infantería aerotransportada. De acuerdo con la circunstancia creada en el frente, reorganizábamos parcialmente las filas de esta unidad y la armamos por completo con nuevas armas, municiones y pertrechos.

Pero, tuvimos que regresar del aeropuerto a donde llegamos en camiones.

Eso se debió a que los japoneses capitularon muy pronto. Al recibir la sorprendente noticia de su capitulación, por un rato dudamos de nuestros oídos. Pues, resultaba difícil imaginar que ese poderoso enemigo llamado Japón, tan arrogante, cruel y obstinado, se rindiera al cabo de una semana del inicio de la guerra.

No obstante, la capitulación de Japón era una realidad innegable por nadie.

La derrota de Japón fue lo que anhelaron nuestros antecesores hasta en el momento de la muerte y el punto final de la lucha de resistencia a donde nuestro pueblo escaló de modo vigoroso, a costa de sangre, de tremendos sufrimientos y sacrificios a lo largo de decenas de años. Con ella, ante nuestra Patria y nuestra nación se ha abierto un resplandeciente camino de renacimiento, de prosperidad.

Hay quienes comentan que la temprana capitulación de Japón fue la consecuencia de una conjura japonés-norteamericana, pero, independientemente de su intríngulis, si Japón hubiera resistido unos meses más, nosotros habríamos podido liberar por sí solos todo el territorio del país, de eso no cabe la menor duda.

Abajo presentamos un material referente a las circunstancias creadas con la repentina capitulación del imperialismo japonés:

“Mientras Japón iba perdiendo la guerra y la Unión Soviética se preparaba para atacarlo con arma justiciera, el General Kim Il Sung elaboró un plan para enviar de nuevo a Manchuria sus tropas selectas con la misión de aniquilar el ejército Guandong. En todos los lugares claves de Manchuria fueron destacadas las unidades y estaban listos también más de 20 aviones. Según el plan, debían actuar en cooperación con los militares de origen coreano dentro del ejército japonés, en su mayoría reclutados a la fuerza, y estudiantes alistados. Pero, en vísperas de la ejecución de este plan secular ocurrió que Japón capituló y, por consiguiente, se suspendió, a pesar nuestro. Si este plan se hubiera adelantado un poco más o Japón se hubiera rendido algo más tarde, el General Kim Il Sung hubiera desplegado plenamente su asombrosa estrategia y táctica: acompañados por los ensordecedores ruidos de aviones y atronadores cañonazos sus combatientes habrían podido entrar en el país con paso marcial y gritando burras. Se puede afirmar que esto le provocó un imborrable sentimiento de pena no sólo al General Kim Il Sung sino también a toda nuestra nación.” (Extracto del artículo “Sobre Kim Il Sung”, insertado en “Corea cultural”, revista editada en Tokyo, Japón, en mayo del 22 (1947) de Showa)

Se informó que el día en que se supo sobre la derrota de Japón todo el país derramó lágrimas de alegría. Delante de los pabellones Ryongwang y Ulmil se bailó todo el día. A 40 años de la usurpación del poder estatal y 36 años de la anexión del territorio nacional, todo el país de tres mil ríes se estremeció por las jubilosas exclamaciones de la nación que puso fin a las larguísimas noches de oscuridad, a la insoportable esclavitud.

Aun después del 15 de agosto de 1945, cuando el emperador de Japón declaró la rendición, el ejército japonés siguió resistiendo. Era la consecuencia de la conspiración de los imperialistas norteamericanos y japoneses para impedir la comunistización de Corea en el tiempo posbélico y su soberanía e independencia.

El 16 de agosto de 1945 el gobierno general de Corea y el cuartel general del territorio militar en Corea hicieron pública la “Orden de controlar los movimientos políticos” y enviaron a sus unidades estacionadas en diferentes localidades las directivas para reprimir la lucha de liberación de la población coreana.

Los enemigos incluso se atrevieron a proclamar que innegablemente seguía en pie su ejército en Corea, que si se realizaba cualquier tipo de movimiento independentista aprovechándose de la declaración de capitulación incondicional de Japón, resueltamente harían uso de las fuerzas armadas, por tanto no actuaron con insensatez.

Esto significaba que Japón, aun después de que declarara su capitulación incondicional, no cesó sus acciones combativas en Corea. Dado que el gobierno general de Corea y el ejército estacionado aquí se negaban a acatar dicha declaración, las fuerzas de resistencia del interior del país tuvieron que aniquilar o destruir sin cuartel, con la fuerza de las armas, los remanentes del derrotado ejército y organismos de dominación de Japón que seguían resistiendo.

En la ciudad de Pyongyang y la provincia de Phyong-an del Sur, las organizaciones de resistencia y otras armadas lograron aniquilar y desarmar las fuerzas restantes del ejército japonés, crear organizaciones del partido y organismos autónomos locales antes de que llegaran las tropas soviéticas. Al constituirse hasta niveles inferiores esos organismos de carácter popular pusieron bajo su control la administración en la provincia y dirigieron directamente las cuestiones de la administración civil.

Según los datos, aun exceptuando las provincias de Hamgyong del Norte y el Sur, sólo en siete días a mediados de agosto casi mil organismos de dominación enemiga fueron asaltados y destruidos por las organizaciones de resistencia y los cuerpos armados en el interior del país.

Así, pues, la liberación de nuestro país se alcanzó con la movilización general del ERPC que a lo largo de 15 años asestó fuertes golpes militares a los imperialistas japoneses, sacudiendo su dominación desde las raíces, y de las fuerzas de resistencia integradas por todas las clases y sectores del pueblo. Gracias a haber estado precedidas por un largo tiempo de lucha de resistencia de nuestro ejército y nuestro pueblo, las operaciones de la Unión Soviética contra Japón pudieron terminar en un tiempo tan breve.

La liberación de Corea fue una gran victoria alcanzada por las propias fuerzas de nuestro pueblo y del Ejército Popular Revolucionario en una favorable circunstancia en que el Ejército soviético combatía al ejército Guandong de Japón. Las organizaciones de resistencia y los cuerpos armados que constituimos en el país en la década de 1930 y la primera mitad de la de 1940, neutralizaron y liquidaron las fuerzas armadas agresoras del imperialismo japonés y sus organismos de dominación colonial en todas partes y liberaron el territorio nacional, actuando a tenor del plan de ofensiva final del ERPC.

Seguidamente se presentan materiales que testimonian que Corea fue liberada por las fuerzas internas del pueblo coreano.

Ya antes del 15 de agosto de 1945, en un documento diplomático de los norteamericanos está escrito que “es posible que en un momento apropiado el ejército comunista (la unidad de Kim Il Sung) arrase toda la Península Coreana”, y un profesor universitario norteamericano escribió: “La antigua Manchuria (Nordeste de China) es precisamente el punto clave de la Guerra del Pacífico y la resistencia del General Kim Il Sung constituyó posteriormente el gran factor que frustró la expansión militar de Japón.”

En cuanto al rol desempeñado por el ERPC en la derrota de Japón y la liberación de Corea los soviéticos afirmaron:

“Durante 40 años (a partir de 1905) ... los coreanos pelearon de modo independiente contra los opresores. Hasta agosto de 1945 en Corea actuaron las guerrillas ... y ayudaron de modo activo al Ejército soviético en sus operaciones para derrotar a Japón.” (L. Malinovski “Quedó aniquilado el ejército Guandong”, versión traducida, Pag. 311)

Después de la capitulación de Japón, en su encuentro con el coronel general Chistiakov, comandante del 25 cuerpo de ejércitos soviéticos, el general Takenato, comandante de la guardia japonesa de Pyongyang, confesó que Japón mantuvo en Corea dos cuerpos de ejércitos, nueve divisiones y un gran número de efectivos de gendarmería y policía como parte de la preparación de la guerra contra la Unión Soviética, y además perseguía el importante objetivo de hacer frente a la lucha guerrillera de los coreanos.

Nuestro pueblo cuenta con una historia de lucha contra Japón de varios siglos. A finales del siglo XVI libró durante no menos de 7 años la Guerra Patria Imjin, contra el ejército invasor nipón de varios cientos de miles de hombres.

Sólo contando desde la época moderna podemos afirmar que esta historia tiene mucho más de 70 años. También cuando el incidente del barco Unyang, ocurrido en 1875, nuestro pueblo se enfrentó con las armas al ejército agresor de Japón. Los gobernantes temblaron de miedo ante el poderío del ejército japonés, pero los militares y la población se le enfrentaron de manera resuelta.

Con posterioridad, a lo largo de varias decenas combatió con tesón para expulsar a las fuerzas extranjeras valiéndose de múltiples métodos, entre violentos y no violentos, legales e ilegales, tales como la campaña para proteger lo justo y poner fin a lo injusto, el movimiento de voluntarios, el de ilustración, el del Ejército Independentista, etc.

Tal como el Paektu, siendo el monte ancestral, domina todos los otros montes de Corea, así también nuestra Lucha Armada Antijaponesa que se inició y vino desarrollándose en la selva del Paektu constituye la corriente principal en la lucha de nuestro pueblo por la liberación nacional y el progreso social.

Se puede afirmar que la liberación de Corea es la síntesis de más de 20 años de Lucha Revolucionaria Antijaponesa y al mismo tiempo, el balance de la heroica guerra de resistencia que las amplias fuerzas patrióticas antijaponesas en el interior y exterior del país han venido librando a escala nacional y durante decenas de años, a costa de sudor y sangre copiosamente entregados e incluso desafiando la muerte.

En agosto de 1945, Corea se exaltó de emoción por la liberación.

Desde esa fecha, en medio de las incontenibles olas de emoción que envolvían a todo el territorio, el pueblo esperaba con impaciencia el retorno triunfal del héroe nacional, General Kim Il Sung.

Pyongyang, la antigua capital, donde nació el Líder nacional, dejó de dormir noches esperándole. ¿Llegará mañana o pasado mañana? Eran unánimes la ansiedad e impaciencia de los 400 mil habitantes de la ciudad que querían ver retornar a la capital al General Kim Il Sung quien en 1925 partiera de la tierra natal abriéndose paso a través de furiosas ventiscas.

En Seúl, Ryo Un Hyong, Ho Hon, Hong Myong Hui y otras renombradas personalidades organizaron el comité preparatorio para la bienvenida al General Kim Il Sung. La estación ferroviaria de Seúl todos los días era inundada por miles y decenas de miles de ciudadanos que acudían para recibir al General.

El corazón de 30 millones de coreanos latía presurosamente esperando el momento de su retorno triunfal.

Desde el mismo instante en que llegó a la base de entrenamiento la noticia de que Japón había declarado su rendición incondicional, los miembros del ERPC, embargados por gran emoción, se prepararon para regresar a la Patria. Yo también quería retornar lo más pronto posible a mi aldea natal, al cabo de 20 años en los que tuve que vivir empapado de escarcha y lluvia en tierra foránea. Pero, tuvimos que guardar en lo hondo del corazón la añoranza por la Patria y la tierra natal y postergar por algunos días el retorno al país.

Nosotros sabíamos que en el país el pueblo, muy ansioso, esperaba el regreso triunfal del ERPC a la Patria.

No obstante, no nos apresuramos en partir. Regresar perfectamente preparados, este era nuestro propósito. ¿Qué preparativos debíamos hacer? Se relacionaban con la construcción de una nueva Patria. Ya que habíamos cumplido la tarea estratégica de liberar el país, teníamos que reajustar el itinerario de la construcción de una nueva Patria.

El 2 de septiembre de 1945, a bordo del buque “Missouri” de Estados Unidos, surto en el golfo de Tokyo, tuvo lugar un acto internacional para reafirmar legalmente la capitulación incondicional de Japón. Ese día, el ministro del Exterior, Shigemitsu, y el jefe del Estado Mayor General, Umezu, firmaron el acta de rendición en representación del gobierno y el ejército japonés. Shigemitsu, siendo cónsul acreditado en China, quedó sin una pierna, mutilado, por la bomba que le lanzó el mártir Yun Pong Gil. También Umezu era una reconocida personalidad en los círculos militares japoneses. Desde el otoño de 1939 hasta el verano de 1944 ocupó el cargo de comandante del ejército Guandong. Fue el penúltimo de una decena de comandantes que tuvo este ejército durante toda su existencia. El desempeñó ese cargo precisamente cuando los enemigos armaron el alboroto de la gran “operación punitiva” contra el Ejército Revolucionario Popular de Corea bajo el tremendo rótulo de “campaña especial para preservar la paz y establecer la seguridad en el Sureste”.

La Segunda Guerra Mundial que durante varios años causó incontables infortunios y penalidades a la humanidad terminó con la victoria de las fuerzas antifascistas, al capitular Japón.

Cuando el mismo Umezu, otrora nuestro enemigo jurado, firmaba el acta de capitulación y apuraba el cáliz de la amargura, nosotros hacíamos los preparativos para retornar a la Patria como triunfadores en la Revolución Antijaponesa y artífices de la nueva historia de la revolución de liberación nacional.

El fin de la Segunda Guerra Mundial abrió las perspectivas para

construir una nueva sociedad sobre bases democráticas en varios países, tanto de Europa, lugar de origen de las ideas comunistas, como de Asia que era la primera línea de la lucha de liberación nacional en las colonias.

También en el país la situación se desenvolvía favorablemente.

Tan pronto como fue liberada la Patria, se organizaron comités populares en todas las partes del país. También aparecieron por doquier organizaciones del Partido y de masas teniendo como núcleo a revolucionarios de las agrupaciones partidistas y miembros de las organizaciones de resistencia en el interior del país. En Pyongyang, Seúl y en otras ciudades principales del país se concentraron los hombres de arte y literatura que estuvieron dentro y fuera, impulsados por el renovado deseo de crear una cultura nacional. Los obreros organizaron cuerpos armados de autodefensa para proteger por sí solos las fábricas, empresas, minas, puertos, ferrocarriles, etc. El fervor de nuestro pueblo que había sido fomentado a través de la resistencia pannacional, se convirtió junto con la liberación del país en celo por la construcción del país.

Tanto desde el punto de vista de las tareas inmediatas de la revolución coreana como a la luz del alcance de su objetivo definitivo, la situación en que nos encontrábamos insuflaba gran optimismo.

Sin embargo, no podíamos aflojar en lo más mínimo el estado de tensión.

Los imperialistas japoneses habían sido derrotados, pero los contrarrevolucionarios no renunciaban a su ofensiva contra la revolución. Aun después de que el emperador japonés declarara la rendición incondicional, seguía en pie la resistencia de los remanentes de las tropas japonesas derrotadas.

Los projaponeses, los traidores a la nación y los representantes de las clases explotadoras urdían a escondidas complots encaminados a obstaculizar la construcción de una nueva Patria. Los renegados de la revolución, los elementos espurios y extraños y las personas con ambiciones políticas se infiltraron en las organizaciones partidistas y en los organismos del Poder popular ocultando su verdadera faz.

Ya en el Lejano Oriente nos informamos de que las tropas norteamericanas se estacionarían al Sur del Paralelo 38. De realizarse esto, significaría que en nuestro país entrarían simultáneamente las tropas de dos potencias. El hecho de que dos ejércitos extranjeros se estacionaran en nuestro territorio que no era un país derrotado en la guerra, no podría ser nada plausible, independientemente de su pretexto o su título.

En el período de la Guerra Campesina Kabo ocurrió que Japón y Qing enviaron, respectivamente, sus tropas a nuestro país. No obstante, nuestro pueblo no se benefició en lo absoluto de su presencia. Al contrario, finalmente el estacionamiento de las tropas de ambos países tuvo como consecuencia que se desatara la guerra Qing-Japón, la cual arrasó a nuestro territorio.

Debido al estacionamiento de los ejércitos soviético y norteamericano nuestro país podía convertirse en un campo de enfrentamiento entre el socialismo y el capitalismo, y teniendo esta situación como fondo las fuerzas de nuestra nación corrían el riesgo de dividirse en izquierdistas y derechistas, en patriotas y traidores. Es como una ley que si se fomentan las riñas entre las facciones y éstas entran en contubernio con fuerzas extranjeras, al punto final a que se llega es a la ruina del país.

En tales condiciones lo primero que debíamos hacer para defender la soberanía de nuestra nación e impulsar la construcción de una nueva Patria, era fortalecer por todos los medios las fuerzas internas de nuestra revolución.

El sujeto en nuestra revolución es nuestro propio pueblo.

Desde el primer día en que emprendimos el camino de la revolución, hemos hecho todos los esfuerzos que han estado a nuestro alcance para educar, organizar y movilizar al pueblo, encargado directo de la Revolución Antijaponesa. Las filas de resistencia de cientos de miles y millones de personas que participaron en el combate decisivo por la liberación de la Patria, no fueron masas que se incorporaron al combate de manera espontánea e improvisada, sino que habían sido organizadas y educadas por nosotros a lo largo de muchos años.

Para hacer de un hombre un camarada de la revolución recorríamos sin la menor vacilación un camino de decenas de kilómetros. Y si era para proteger al pueblo, nos lanzábamos, sin titubeo, incluso al fuego, convirtiéndonos literalmente en bombas humanas.

Toda la trayectoria de la Revolución Antijaponesa es la historia del amor y la confianza con que se consideró a las masas populares como el sujeto de la historia y se las concientizó y organizó para situarlas en la primera línea de la sagrada batalla por la recuperación de la Patria, y también la gran historia de la lucha y la creación, en el curso de las cuales ellas mismas demostraron con su sangre y sudor que constituyen el digno sujeto de la historia. No otros sino precisamente nuestro pueblo y los combatientes del Ejército Revolucionario Popular fueron el sujeto de nuestra revolución que tendría a su cargo la construcción de la nueva Patria. Cuando luchamos disfrutando del cariño y respaldo del pueblo, confiando en él y apoyándonos en sus fuerzas, podemos vencer cualquier prueba, por muy dura que sea, y salir victoriosos en cualquier combate difícil; esta es la preciosa verdad que sacamos en medio de las llamas de la Revolución Antijaponesa.

Al emanciparse el país, no pocas personas dijeron que recuperarlo era difícil, pero una vez hecho esto, no sería tan difícil la construcción de una nueva sociedad. Pero, yo pensé que esta empresa resultaría ardua y compleja.

Tal como habíamos realizado la Revolución Antijaponesa con las propias fuerzas de nuestro pueblo, así también debíamos llevar a cabo la construcción de una nueva Patria apoyándonos en las propias fuerzas de los coreanos. Precisamente nuestra determinación era crear con ellos la economía, la enseñanza y la cultura nacionales, para no hablar ya de la constitución del Partido, el Estado y el Ejército, y allanar el camino del progreso de las ciencias, la técnica y de todas las demás esferas. Con miras a poner al pueblo en pie para la construcción de una nueva Patria, debían existir el Estado Mayor de la revolución y el Poder capaces de educarlo y organizado, y el ejército que permitiera garantizar con las armas el cumplimiento de esta empresa.

Partiendo de este criterio, el 20 de agosto de 1945 convoqué en la base de entrenamiento una conferencia de los cuadros militares y políticos del ERPC, en la que planteé la construcción del Partido, el Estado y el ejército como las tres tareas estratégicas para fortalecer las fuerzas internas de nuestra revolución.

Examinamos concretamente el rumbo de la acción y los métodos para llevar a la práctica esas tareas y realizamos también los trabajos de organización necesarios. Y para ejecutarlas formamos grupos y definimos los lugares adonde enviarlos. Decidimos enviar al Nordeste de China a Kang Kon, Pak Rak Gwon, Choe Kwang, Im Chol, Kim Man Ik, Kong Jong Su y otros.

Antes de partir para la Patria organizamos para los integrantes de los grupos cursillos que duraron varios días. En ellos se trataron muchos temas, desde el contenido y el método de las actividades en el lugar de destino hasta las costumbres de diferentes localidades. Kim Chaek, An Kil, yo y otros impartimos las conferencias.

Terminados los cursillos nuestros compañeros insistieron en retornar pronto a la Patria. En aquel entonces, soñando con el día del regreso al país todos nos encontrábamos en un estado anímico similar al de los niños.

Al partir de la base de entrenamiento hacia la Patria dejamos a las guerrilleras con los niños con la promesa de que más tarde regresarían.

Los miembros del Ejército Revolucionario Popular de Corea regresaron a la Patria por varias rutas. Porque, según el plan de operaciones conjuntas con las tropas soviéticas, cada unidad nuestra ocupaba la línea definida y estaba lista para emprender acciones de combate, cuando de repente fue sorprendida por la noticia de la rendición incondicional del imperialismo japonés.

Decidimos que la unidad que esperaba en la base de entrenamiento para lanzarse en paracaídas en diferentes lugares del interior del país y participar en los combates, iría por tierra a la Patria a través de Jabarovsk, Mudanjiang, Wangqing y Turnen. Pero, se renunció a este plan debido a las nuevas circunstancias, y cambiando el itinerario, regresó a la Patria en barcos. Los remanentes del ejército Guandong volaron un túnel ferroviario al sur de Mudanjiang. Como los enemigos destruyeron también los puentes que unían las carreteras de desvío e incluso la pista de aterrizaje del aeropuerto de Mudanjiang, nos vimos en la imposibilidad de utilizar camiones, ni trenes, ni aviones. Por eso, tuvimos que volver de Mudanjiang, hasta donde habíamos llegado, al Lejano Oriente y nos embarcamos en Vladivostok rumbo a la Patria.

Me acompañó en mi escolta un coronel soviético del cuartel general del ejército del primer frente del Lejano Oriente.

El capitán me aseguró que el buque podría arribar a Wonsan aproximadamente después de una noche y un día aun en el caso de navegar a una velocidad media.

El día en que partimos de Vladivostok el mar estaba agitado. Cada vez que se levantaban gigantescas olas por los costados del barco y golpeaban fuertemente la cubierta, se ofrecía un grandioso espectáculo.

Cómo la mayor parte viajaba por primera vez en barco sufrió mucho por el mareo.

Nuestro grupo pasó una noche en el barco. Al día siguiente el mar estaba tranquilo.

Difícilmente podré olvidar cómo mi corazón palpitaba extrañamente cuando contemplé desde la borda el mar tan extenso que se perdía de vista. Sin saber porqué, ante mis ojos apareció el río que crucé cuando tenía 13 años. También tuve la impresión de que con el calor de la liberación se habían descongelado y formado aquel mar el y otros muchos ríos de la Patria que antes, por el rencor del arruinamiento del país, se habían quedado como congelados duramente.

Al emprender el camino de regreso a la Patria al cabo de 20 años, dejando en tierra foránea las almas en pena de mis parientes, amigos y compañeros, tuve indefinibles sentimientos entre alegría y tristeza inexpresables ni con palabras ni con letras.

El 19 de septiembre de 1945 desembarcamos en el puerto de Wonsan.

En el muelle nos recibieron miembros del cuartel general de las tropas soviéticas ubicado en la ciudad.

De los coreanos que acudieron allí, a quien recuerdo es a Han Il Mu, entonces oficial de las tropas soviéticas. Fue con posterioridad que desempeñara el cargo de presidente del Partido en la provincia de Kangwon.

Las masas no pudieron acudir al lugar para saludarnos porque la parte de las tropas soviéticas guardó el secreto de nuestra llegada.

Posteriormente Ho Hon, Hong Myong Hui, Ryo Un Hyong y otras personalidades de renombre del país que estaban al frente de las masas que esperaban nuestro retorno triunfal, al conocer que cuando desembarcamos en el puerto de Wonsan no había gente para darnos la bienvenida, manifestaron que lo sentían mucho porque actuamos así en secreto, sin ningún aviso previo, echando en olvido el honor del pueblo. También Ri Ju Ha, del comité del Partido en esa ciudad, dijo lo mismo. Ho Hon afirmó que de haberse dado a conocer de antemano el programa de nuestro regreso, la mayoría de los ciudadanos de Seúl, para no hablar de los que acudían diariamente a la estación ferroviaria de esa ciudad para recibirnos, habría ido a Wonsan a pie o en tren.

Sin embargo, no deseábamos en lo más mínimo una acogida tan bulliciosa. Nuestros combatientes no esperaban recompensas por los esfuerzos y la sangre que consagraron en los campos de combate y los patíbulos a lo largo de los años de lucha por la liberación nacional.

Pensábamos que, no bien pisáramos la tierra patria, nos compenetraríamos con el pueblo, sin difundir la noticia del regreso triunfal del Ejército Revolucionario Popular de Corea, y emprenderíamos trabajos básicos para cumplir las tres tareas de la construcción del Partido, el Estado y el Ejército. Y después de concluirlos intercambiaríamos saludos con el pueblo.

En Wonsan tuvimos contactos con funcionarios locales del Partido y en este curso nos dimos cuenta una vez más de que era imperioso entrar sin demora en el pueblo.

El día del desembarco en Wonsan conversé con varias personas. Lo hice tanto con funcionarios del comité urbano del Partido en su sede como en el hotel Tongyang con el representante del sindicato y demás figuras influyentes de la localidad. Destiné mayor tiempo y atención a la charla con Ri Ju Ha.

La impresión general que tuve al finalizar las conversaciones con la gente de Wonsan fue que ningún partido, grupo u organización del interior del país había planteado al pueblo una clara línea para la construcción del Estado.

Algunos funcionarios del Partido en esa ciudad soñaban con lo del soviet. Al presentarse en la discusión el problema del camino a seguir por Corea, insistieron en realizar de inmediato la revolución socialista. Su planteamiento se expresaba tal como era en la consigna colgada en la pared de la sede del Partido en Wonsan: “¡Uníos los proletarios bajo la bandera comunista!”.

Al verla les pregunté si podían construir la nueva Patria tan sólo con las fuerzas de la clase obrera, a lo cual contestaron que como ellos luchaban por la revolución comunista, no tenían más que la clase obrera en quien podían confiar.

Su opinión era casi igual a la de los comunistas iniciales con quienes nos encontramos con frecuencia en la segunda mitad de la década del 1920. Me sentí algo angustiado al oír tal opinión en la Patria liberada, al cabo de 20 años.

En sus criterios políticos, doctrinas o planteamientos no había un avance digno de mención ni tampoco esfuerzos tesoneros para marchar al mismo paso que la nueva corriente situacional del tiempo.

Tuve que explicarles a los funcionarios del Partido en Wonsan que como aquella consigna no se correspondía a la situación de nuestro país que tenía ante sí como tarea inmediata la revolución democrática, antimperialista y antifeudal, debían cambiarla por la de “¡Uníos bajo la bandera democrática!”; que para construir en la Patria liberada una sociedad democrática en la que se aseguraran la libertad y los derechos del pueblo era preciso agrupar en el frente unido no sólo a los obreros sino también a sus aliados, los campesinos, y a las masas patrióticas de diferentes clases y capas, interesadas en la construcción de la nueva sociedad, para convertir a nuestro país en un Estado independiente y soberano, rico y poderoso con la movilización de las fuerzas de toda la nación.

Las conversaciones con los funcionarios del comité del Partido en Wonsan las sostuve tanto antes como después de cenar. Como me rogaban les hablara de continuo, no podía abandonar el sitio.

Kim Ik Hyon, que me acompañaba entonces junto con So Chol, se me acercó y dijo bajito que ya era avanzada la noche y preguntó si no me era suficiente haber trabajado velando las noches en las montañas y pensaba hacerlo hasta en la Patria liberada. Le dije a Kim Ik Hyon que debía tener presente que aunque el país había sido liberado, ocupábamos una nueva posición de partida.

Estas fueron las primeras conversaciones sostenidas en la Patria tras mi retorno en las cuales hice a las personalidades del interior del país un bosquejo de la línea de la construcción del Estado sobre la base del espíritu del Programa de Diez Puntos de la Asociación para la Restauración de la Patria. Ese día di a conocer también mi opinión de que el tipo de poder a establecer en nuestro país debía ser el de república popular democrática.

Después de encontrarme con Ri Ju Hwa y otros funcionarios del comité del Partido en Wonsan, y demás personas influyentes de la ciudad, me convencí una vez más de que era absolutamente justo el que, inmediatamente después de la liberación del país el 15 de agosto, estableciéramos un hito para la construcción de la nueva Corea, cuyo contenido consistía en las tres tareas: la constitución del Partido, el Estado y el Ejército; que partiéramos para la Patria tras tenerlo preparado; y no bien pusiéramos los pies en ella decidiéramos dirigirnos a las localidades previamente señaladas.

Luego de llegar a Wonsan enviamos sin demora en el tren rumbo al norte a una parte de los grupos que debían actuar en las provincias de Hamgyong del Sur y el Norte. El mismo día los compañeros encargados de la región de Cholwon fueron para el lugar de destino en el tren rumbo al sur.

Me sentía con el corazón pesado cuando tuve que exigir a quienes consagraron toda su juventud a la revolución, sin saber qué era descansar, sufriendo penalidades y contratiempos inconcebibles para seres humanos, que se apresuraran en partir hacia los lugares de destino, sin dejarlos descansar ni un solo día.

Encima, el día en que desembarcamos en Wonsan era víspera de chusok. Tenía el deseo de enviar a mis compañeros de armas a los lugares destinados después de darles tiempo para que pasaran ese día y descansaran, pero ante la situación perentoria del interior del país renuncié incluso a este plan. Los grupos que partieron de Wonsan en dirección a las provincias de Hamgyong del Sur y el Norte pasaron el chusok en el tren que, contaron después, estaba repleto de gente que iba a visitar las tumbas de sus antecesores.

Entre los enviados figuraban también Kim Chaek, An Kil, Choe Chun Guk, Ryu Kyong Su y Jo Jong Chol. Se despidieron de mí muy afligidos.

Yo también sentí un vacío en el alma. Sobre todo, cuando Choe Chun Guk y Jo Jong Chol, gravemente heridos en la guerra antijaponesa, caminaron cojeando, hombro con hombro, y me agitaron las manos desde la escalerilla del tren, me sentí triste. Con las piernas operadas a viva fuerza, sin ser anestesiadas, habían corrido por incontables campos de combate, abriéndose paso por entre enmarañadas malezas.

Las dos personas merecían recibir en la Patria liberada los tratos de heridos de guerra y descansar durante varios años para aliviarse de la fatiga acumulada en la guerra antijaponesa.

Pero, sin tener ni siquiera unas cuantas horas para reponerse del cansancio, se fueron con sonrisa en la cara hacia el norte, a los lugares de destino.

Teníamos ante nosotros cimas y lomas inexploradas para la construcción de un Estado independiente y soberano, rico y poderoso. Para conquistarlas debíamos derramar mucho sudor y sangre. Si la gran guerra antijaponesa fue para nosotros una prueba inaudita, también la construcción de una nueva Patria constituía un camino virgen. Si éste no hubiera sido un camino no pisado por nadie antes ni un camino arduo, sembrado de incontables dificultades y pruebas, no nos habríamos apresurado tanto.

En el momento de la despedida dije encarecidamente a Kim Chaek

que tratara de encontrar una oportunidad para visitar el pueblito natal. Hablé lo mismo a Choe Chun Guk, Ryu Kyong Su y Ri Ul Sol. Todos ellos eran oriundos de las provincias de Hamgyong del Sur y el Norte.

Pero ninguno de ellos pudo visitar ni una vez su tierra natal hasta cuando fue llamado a Pyongyang. No fue que les faltaba amor por su tierra natal. Actuaron así porque tenían un alto sentido del cumplimiento de la misión y de la responsabilidad. Ustedes han compuesto y están cantando la canción de la bifurcación de Mangyongdae en recordación al hecho de que en camino hacia la Acería de Kangson yo no pasara por mi casa natal, pero, de hecho, ninguno de los combatientes revolucionarios antijaponeses estuvo en la aldea natal después del retorno triunfal, todos se entregaron a echar los cimientos para crear el Partido, el Estado y el Ejército.

No tener ni el derecho a visitar la aldea natal antes de ejecutar la orden y la directiva del Comandante, esto era, precisamente, el modo de pensar de nuestros combatientes.

Así nos compenetramos con el pueblo desde el mismo día en que pusimos los pies en la tierra patria. Nuestros combatientes se dirigieron, unos tras otros, hacia nuevos campos de batalla, sin tener tiempo ni para desatar los cordones de los zapatos que habían atado en el monte Paektu. Consideraron unánimemente sus lugares a donde fueron enviados como zonas de operaciones. Nuestro retorno triunfal a la Patria, podemos decirlo así, fue, más que un mero regreso, un movimiento estratégico para abrir un nuevo capítulo de la revolución.

El 20 de septiembre de 1945, junto con los que debían trabajar en las zonas costeras occidentales partí en tren de Wonsan para Pyongyang.

Un representante del cuartel general de las tropas soviéticas estacionadas en Corea del Norte, vino en tren desde Pyongyang a la estación Puraesan para recibirnos. Estrechándome fuertemente las manos saludó de modo caluroso nuestro regreso a la Patria.

Nuestro grupo llegó a Pyongyang apenas el 22 de septiembre por la mañana.

Las guerrilleras que quedaron en la base de entrenamiento, volvieron a la Patria a finales de noviembre de ese año, pasando por Sonbong de la provincia de Hamgyong del Norte. Tan pronto como arribara a Chongjin, Kim Jong Suk me informó por teléfono de su llegada. Su grupo desplegó enérgicas actividades entre las masas para la ejecución de las tres tareas para la construcción del Partido, el Estado y el Ejército. Le ayudaron An Kil, Choe Chun Guk, Pak Yong Sun y otros miembros del grupo enviado a Chongjin.

Durante su permanencia en Chongjin, Kim Jong Suk recorrió y atendió el trabajo en la Fundición de Hierro de Chongjin, la Fábrica de Cemento de Komusan, la Fábrica Siderúrgica de Puryong y otras numerosas fábricas, empresas e instituciones culturales y educacionales, así como realizó la labor política entre las masas de diferentes clases y capas. Entre los que se conversaron con ella estaban no sólo obreros, campesinos, empleados, amas de casa y cuadros dirigentes del Partido, del Poder y de las organizaciones de trabajadores, sino también alumnos secundarios de poca edad.

Los habitantes de esa ciudad, dijeron, le dieron a Kim Jong Suk una bienvenida entusiástica. El periódico “Saegil Sinmun” insertó en su primera página un extenso artículo bajo el título “Media vida de la señora Kim”, en que se escribía sobre las actividades revolucionarias de ella.

En las ciudades norteñas tuvo una experiencia tan rica que aun después de venir a Pyongyang habló sólo de Chongjin durante algún tiempo. A menudo relató cómo se fotografió junto con un grupo de alumnos secundarios y también la generosidad del personal del restaurante de kuksu de Rajin que le ofreció un almuerzo a su grupo.

También el pequeño Kim Jong Il regresó a la Patria junto con las guerrilleras.

Al llegar a Pyongyang, desde el siguiente día yo también me dediqué, junto con mis compañeros de armas, a la ejecución de las tres tareas para la construcción del Partido, el Estado y el Ejército. Fue precisamente en ese tiempo cuando me vi más atareado después de la liberación del país, el 15 de agosto.

Aun después de nuestro retorno a la Patria, lo principal en nuestras actividades fue la labor con el hombre, con las masas populares. Por una parte iba a las fábricas, los campos y las calles para encontrarme con los habitantes y, por la otra, en mi oficina y residencia, donde comía y dormía junto con mis camaradas de armas como en la época del Paektu, me entrevistaba con las personalidades de diferentes clases y capas que venían del interior y el exterior del país para verme y hablaba con ellas acerca de asuntos del Estado.

Cada vez que me veían los compañeros de armas decían que si no era mi deber moral visitar primero la tierra natal y saludar a los abuelos. Como yo no daba ningún indicio de moverme por más que trataran de persuadirme, Rim Chun Chu se escurrió hasta Mangyongdae, sin que yo lo supiera, y conduciéndose como un visitante casual se informó de cómo estaban mis familiares. De esta manera pude tener noticias detalladas de mi casa natal.

Sin que supiéramos por qué vía, desde finales de septiembre se reveló y comenzó a difundirse en toda la ciudad la noticia de que yo me hallaba en Pyongyang. Al oirla mi tío Hyong Rok visitó la sede del Partido en la provincia de Phyong-an del Sur con la solicitud de que lo dejaran verse conmigo.

Rim Chun Chu le exigió que le describiera todas las características que sabía de su sobrino.

El tío Hyong Rok explicó:

—El nombre original de mi sobrino es Kim Song Ju. Cuando era niño, en Mangyongdae le llamábamos también Jung Son. Cuando reía, se le formaban hoyuelos en las mejillas.

Por la noche de aquel día, Rim Chun Chu lo guió a la casa donde me alojaba.

Al verme el tío exclamó entre sollozos, “¡cuánto habrás sufrido!”, y no pudo continuar más. Parecía que se le formó un nudo en la garganta al sumársele al recuerdo de los parientes que dormían en paz solitarios bajo el cielo foráneo el pensamiento de lo que había sufrido espiritual y físicamente bajo las tormentas que iban y venían a lo largo de 20 años. Efectivamente mi tío había experimentado inenarrables penalidades.

—Como tenía que cuidar de la casa hasta que tú regresaras al recuperar la Patria, no pude visitar ni una vez la tumba del hermano mayor ni la de la cuñada. ¿Por qué las personas de nuestro linaje tienen tan corta vida? ...

Al pronunciar estas palabras me miró fijamente la cara y me preguntó con voz adolorida por qué mis mejillas, otrora tan pulcras y tersas, se veían tan ásperas, que le parecía que el viento del Paektu era realmente despiadado.

Pero, hablando de la aspereza de la piel del rostro, el tío Hyong Rok me superaba. De veras, no pude contener las lágrimas al verlo envejecido mucho en los 20 años. Su cara estaba surcada por incontables arrugas. Pensé cuántas amarguras de la vida sufrida estarían grabadas en ellas.

—Si el Paektu se hubiera encontrado cerca de aquí, habría podido auxiliar de detrás al ejército mandado por ti, por ejemplo, haciéndole calzados, pero este tío no hizo ninguna contribución en estos 20 años.

Como el tío Hyong Rok dijo así le contesté:

—¡Tío, usted se ocupó de la defensa de nuestra casa. ¿No es verdad?

Ese día, toda la noche intercambiamos recuerdos. Al siguiente día el tío regresó a Mangyongdae. Le rogué que al volver a la casa no hablara a nadie de su encuentro conmigo y el tío prometió que así haría. Pero, al llegar a Mangyongdae le dijo a mi abuelo al oído que Song Ju estaba en Pyongyang.

Entonces el abuelo manifestó: “Así debería ser. Aun cuando cambie el Paektu de fisonomía, nuestro Song Ju jamás será otro. Ahora, entre la gente circula el rumor de que 'Kim Il Sung es oriundo de la provincia de Jolla' o 'Kim Il Sung es de origen de la provincia de Hamgyong', pero en Corea, ¿pueden existir tantos Kim Il Sung?”

El 9 de octubre visité la Acería de Kangson y apenas el 14 del mismo mes, luego de fundar el Partido, saludé por primera vez al pueblo de la Patria en la concentración de masas de la ciudad de Pyongyang para la bienvenida.

De hecho, no queríamos en absoluto encontrarnos con la población mediante un acto en forma de un bullicioso mitin multitudinario de bienvenida. Pero, las personalidades del interior del país y mis compañeros de armas insistieron obstinadamente en organizar un acto de tan gran envergadura.

El día en que en una reunión me presenté por primera vez con mi nombre verdadero en lugar del seudónimo Kim Yong Hwan, alguien subió a la tribuna y propuso organizar un mitin masivo, de nivel nacional, para saludar mi retorno triunfal a la Patria. Todos los asistentes respaldaron calurosamente la idea.

Ya en aquel momento, bajo el coauspicio del Partido y del comité político popular de la provincia de Phyong-an del Sur, estaban impulsándose por detrás los preparativos del acto para saludarme. El día anterior al acto se instalaron la puerta de pino festiva y un escenario provisional en el Estadio Público, situado al pie de la colina Moran.

Desde el principio aconsejé a Kim Yong Bom que dejara de efectuar pomposos actos. Pero los funcionarios del Partido en la provincia de Phyong-an del Sur seguían obstinados en su plan. Ellos pusieron en las calles y callejones de la ciudad avisos que anunciaban que yo había entrado triunfalmente en Pyongyang y que el día 14 me encontraría con el pueblo coreano en el Estadio Público.

El 14 de octubre de 1945, cuando se acercaba el mediodía subí al auto y salí a la calle para ir al Estadio Público de Pyongyang, lugar destinado para el mitin, quedé asombrado sobremanera al ver ríos de personas que inundaban las plazas y las avenidas. Y en el lugar del acto se agitaba todo un mar de gente. Muchísimos hombres subieron hasta las partes superiores de los árboles de los contornos del Estadio y había aglomeraciones de personas alrededor de los pabellones Choesung y Ulmil. En medio de un efervescente ambiente de saludo que reinaba fuera y dentro del lugar del acto respondí levantando la mano a la multitud que me aclamaba.

En el mitin multitudinario de aquel día también estuvieron presentes el coronel general Chistiakov, entonces comandante del 25 cuerpo de ejércitos soviético y el mayor general Liébedev.

En el acto hicieron uso de palabra varias personas.

Lo hizo también Jo Man Sik. Me viene a la memoria un fragmento de su discurso que hizo reír al auditorio. Con una voz bien modulada dijo que al oír la noticia de la liberación de Corea, se pellizcó varias veces su brazo hasta sentir dolor porque no sabía si estaba soñando o despierto, e hizo gestos de pellizcarse el brazo.

Cuando yo aparecí en la plataforma llegaron al apogeo las aclamaciones y vítores de la muchedumbre que gritaba “¡Viva la independencia de Corea!”

En el instante en que oí estos gritos efusivos desapareció de mi cuerpo y alma todo el cansancio acumulado a lo largo de 20 años. El calor de los vítores de las masas populares penetró directamente en mi cuerpo y corazón.

Cuando estaba de pie ante la tribuna, recibiendo plenamente las aclamaciones y vítores entusiastas de más de 100 mil habitantes, lo que se apoderó de mí fue un sentimiento de felicidad imposible de expresar con palabras, por muy agradables que fueran. Si alguien me pregunta cuándo me he sentido más feliz en mi vida, diría que fue en aquel momento. Aquella era la dicha de haber luchado en aras del pueblo como hijo suyo, la felicidad que emana cuando se da cuenta de que el pueblo ama a uno y le confía, y la felicidad de hallarse en su regazo.

Podría afirmar que las aclamaciones de las masas que estallaron en el Estadio Público de Pyongyang el 14 de octubre de 1945, fueron la condecoración y reconocimiento a nosotros por las múltiples dificultades y pruebas por las que atravesamos durante toda media vida en bien de la Patria y los compatriotas. Este reconocimiento lo recibí como una expresión del amor y la confianza del pueblo hacia mí. Como digo siempre, en el mundo no hay placer más grande que gozar del cariño y apoyo del pueblo.

Hasta la fecha he venido considerando el amor y apoyo del pueblo la pauta absoluta para medir el valor de la existencia del revolucionario y la felicidad de que puede disfrutar. ¿Qué puede quedar al revolucionario al margen de este amor y apoyo del pueblo? Nada, absolutamente nada.

Los políticos burgueses atraen con dinero al pueblo, pero nosotros nos ganamos su confianza a costa de la sangre y el sudor. Quedé emocionado ante la confianza que el pueblo depositaba en mí y la consideré alegría de gran significación en mi vida.

En mi discurso pronunciado ese día lo esencial se refiere a la gran unidad nacional. Llamé a servir en la sagrada obra patriótica aportando cada cual con lo que tuviese o pudiera: fuerza, conocimiento o dinero, y a que toda la nación se uniera como un solo hombre para construir un país soberano e independiente, rico y poderoso en esta tierra.

La multitud expresó su apoyo con los aplausos y aclamaciones que estremecieron el cielo y la tierra.

El diario de aquella época “Pyongyang Minbo” informó con el título de “Aclamaciones de 400 mil habitantes que estremecieron todo el territorio” sobre el mitin del 14 de octubre en el Estadio Público de Pyongyang lo siguiente:

“En Pyongyang, pese a su larguísima historia de 4 mil años y su población de no menos de 400 mil habitantes, ¿hubo alguna vez que se reunieran tantas personas?, ¿hubo algún mitin de tan gran significación? ...

... En especial, lo que imprimió mayor importancia histórica al mitin y emocionó fuertemente a los reunidos fue la presencia del General Kim Il Sung, gran patriota de Corea y Héroe que nació en Pyongyang, quien dirigió al pueblo calurosas y cordiales palabras de saludo y estímulo. ... Tan pronto como apareciera la gallarda figura del Héroe, el General Kim Il Sung a quien el pueblo coreano venera de modo muy profundo y esperaba ansiosamente, el lugar del acto se llenó de tan efusivos gritos que incluso era difícil respirar y casi todos los participantes, muy emocionados, derramaron silenciosas lágrimas. ... Mientras la muchedumbre, embargada por una vehemente emoción, lanzaba aclamaciones tan fuertes como para mover montes y llanos, podía palparse su determinación: 'Lucharemos y moriremos junto con este hombre'.”

Esa concentración de masas, podemos decirlo, fue el inicio que nuestro pueblo diera al largo camino para la construcción de una nueva Patria.

Ese día, en el lugar del acto me encontré también con Hyon Yang Sin, esposa de mi tío, y el tío materno Kang Yong Sok.

Aun hoy recuerdo con los ojos húmedos de lágrimas el encuentro que tuve con la esposa de mi tío al terminar el acto y bajar de la tribuna.

No se sabe cómo ella logró abrirse paso a través de una verdadera marejada humana en que resultaba difícil siquiera mantenerse en pie, pero la encontré sentada y llorando inconteniblemente en mi auto. Según me dijo Ju To Il, ella trató de acercarse porfiadamente a la tribuna del acto y a duras penas logró conducirla al auto.

La esposa de mi tío, tomando mis manos, exclamó muy emocionada:

—Mi sobrino, ¿al cabo de cuántos años vuelvo a verte? Yo le saludé con pocas palabras:

—¡Cuánto ha sufrido usted, mi tía, para atender sola a nuestra numerosa familia!

—Tú has sufrido mucho más luchando en el monte. Para nosotros que vivimos en la casa bien caliente no se puede hablar de padecimientos. Mientras venía hacia acá me preocupaba para mis adentros: Aunque mi viejo me dijo que ha regresado el sobrino, ¿qué haría si no es mi sobrino sino Kim Il Sung oriundo de la provincia de Jolla? Tan sólo al mirar hacia la tribuna, llegué a convencerme de que es mi sobrino. ¡Cuan feliz me he sentido! ...

Después, por un largo rato volvió a llorar.

Viéndola también todos mis compañeros de armas derramaron lágrimas.

—Tía, cuando todo Pyongyang ríe, grita y baila, ¿por qué usted sigue llorando?

—Es que, viéndote, echo de menos a tu madre y padre. Si vivieran y oyeran hoy tu discurso, cuan dichosos se habrían sentido.

—Tía, hoy usted hace las veces de mi madre.

Nada más oírme pronunciar estas palabras, rompió a llorar abrazándose a mi pecho.

Sabía bien que ella lloraba pensando en mi madre. Ella y mi madre se llevaban tan bien como si fueran hermanas carnales. Decían que tenía 15 años de edad cuando se casó, convirtiéndose en una integrante de nuestra familia. Como era muy pobre la vida en nuestra familia, al principio ella no le tuvo afecto, pero el trato cariñoso que le dispensó mi madre le hizo apegarse.

Mi madre la quiso mucho. En el campo trabajaban siempre juntas. Si durante la deshierba iban a descansar, mi madre le ofrecía sus piernas a modo de almohada para que ella, que siempre estaba fatigada por falta de sueño, durmiera siquiera un rato. Y cuando ella caía en un dulce sueño mi madre le alisaba los cabellos. Por haber comenzado su vida en la casa de los suegros disfrutando de este amor de mi madre, no podía olvidarla. Se sentía muy adolorida, sobre todo, porque no pudo ir a Antu cuando falleció mi madre ni hacerle reverencias ante su tumba.

Enjugándose las lágrimas con la manga del jogori dijo que aunque existieran cien personas tan insignificantes como ella, no habrían podido hacer las veces de la persona de mi madre; y que tenía la impresión de que también el espíritu de mi madre estaba presente en el Estadio. A continuación, entre llorar y reír me contó cómo ella y el tío Hyong Rok tuvieron una seria discusión.

—Mi viejo, más que astuto, vino solo a la ciudad, sin decirme nada y se encontró contigo. Al regresar tampoco dijo nada hasta ayer, cuando me lo confesó. Por eso, con una voz enojada le increpé duramente: “Oye, viejo, ¿Kim Il Sung es sobrino sólo tuyo y no mío? A lo que respondió absurdamente, que el brazo se dobla hacia dentro y no hacia afuera.

Apenas por la tarde de aquel día pude ir a Mangyongdae junto con el tío y su esposa. No fuimos por el camino que utilizamos hoy sino nos dirigimos en auto al embarcadero del río Sunhwa y de allí hasta la aldea natal utilizamos un barco. En el suelo fangoso estaban colocadas como antes las piedras a cierta distancia, para que sirvieran de pasadera a los que se embarcaban. Cuando era niño, allí cogía cangrejos, con los pantalones arremangados.

Hasta hoy no puedo olvidar el sonido de los palos de planchar y el aroma que exhalaban los pinos enanos de la colina Mangyong que me acogieron cuando entré en la aldea natal. Inexplicablemente aquel día el sonido de los palos de planchar resultó muy agradable y el aroma de los pinos, particularmente fragante. Cuando se dejaba oír el mugido de un buey desde donde estaba la llanura Kalmaeji, sentía un nudo en la garganta hechizado por el olor delicioso de la tierra natal que percibía al cabo de tanto tiempo de ausencia.

Me parecía como si hubiera sido ayer mi infancia en que no podía conciliar tranquilamente ni siquiera un sueño corto pensando en mi padre encerrado en la prisión, pero ya había llegado a tener 33 años sin darme cuenta. Tenían razón los hombres antiguos cuando compararon la inclemente corriente del tiempo con la velocidad del sonido y la luz.

El hecho de que recuperamos la Patria al cabo de 40 años desde su ruina y la tierra natal al cabo de 20 años de la partida, me hacía pensar que habíamos dedicado demasiado tiempo a la restauración de la Patria y la tierra nativa.

Si la ruina del país ocurre en un santiamén, su recuperación requiere mil años; esta fue una de las lecciones importantes que saqué recorriendo la trayectoria de 20 años de la Revolución Antijaponesa. Esto quiere decir que la Patria es fácil de perder, pero difícil de recuperar. La dura verdad en este mundo es que para reconquistar la patria perdida en un momento se necesita sufrir decenas e incluso cientos de años.

Es sabido ampliamente que la India obtuvo la independencia al cabo de más de 200 años desde que se convirtiera en una colonia de Inglaterra. Filipinas e Indonesia necesitaron más de 300, Argelia más de 130, Sri Lanka más de 150 y Vietnam casi un siglo para alcanzar su independencia. ¡Cuan caro es el precio de la recuperación del país usurpado!

Es por eso que hoy también aconsejo a menudo a los jóvenes: si pierden la Patria, son iguales a los muertos; para no ser apátridas, deben defender firmemente el país; antes de llorar con tristeza por la pérdida de la Patria, han de hacer más poderoso y rico el país y fortificarlo con más altas murallas aunque sea con una piedra más.

De los hechos ocurridos el día en que visité la casa natal, lo que recuerdo hasta hoy fue un pequeñito de dos o tres años, vestido con pantalones cortos con el tiro abierto, agitándonos las manos desde el borde del camino. Fue algo nada particular, pero inexplicablemente me produjo una fuerte sensación. La imagen del niño que agitaba las manos con plena tranquilidad, libre de cualquier preocupación, en medio del pacífico ambiente de la acogedora aldea natal, me pareció inequívocamente como el símbolo de la nueva Corea.

Al entrar siguiendo a la tía en el patio de la casa natal, sentí palpitar el corazón inconteniblemente. El patio que hacía 20 años veía tan amplio como una extensa plaza, aquel día me pareció tan pequeño como la palma de la mano. Sin embargo, al considerarlo el punto final de los 20 años de la marcha de una arduidad sin precedentes, me sentí como cuando se llega a la tierra firme después de cruzar un ancho río.

En el momento de ver los familiares aleros de la casa natal no pude dar un paso más, cautivado por la alucinación de que mi padre y mi madre, quienes en mi niñez me cantaban la canción de cuna y calentaban con el aliento de su boca mis manos congeladas, quienes estaban enterrados como flores marchitas de la primavera, resucitaban con el aspecto de cuando estaban vivos y salían corriendo hacia mí con los brazos abiertos, gritando “¡Nuestro Song Ju!”, para abrazarme fuertemente.

El abuelo bajó al patio descalzo, me abrazó efusivamente y dijo anegado en lágrimas:

—Por fin, ha regresado mi nieto mayor ... Déjame verte ... La abuela, al verme, rompió a llorar exclamando:

—¿Dónde dejaste a tus padres? ¿Por qué has venido solo?... ¿Acaso hay algo malo si vienen todos juntos?

Sirviéndoles el licor que traía de Pyongyang, dije:

—Mis abuelos, perdonen a este nieto que hasta tener más de 30 años de edad, no pudo cumplir con sus deberes filiales.

—No nos hables así. Si tú obtuviste la independencia del país, obra que no pudo terminar tu padre, esto es cumplir el deber filial. ¿Habrá otro deber filial más importante que éste? No habrá mayor devoción filial que atender bien al país y el pueblo.

Después de pronunciar estas palabras el abuelo tragó gustosamente una copa de licor. Y sonriente afirmó que aquel día la bebida resultaba más sabrosa. Pero observé que su mano temblaba ligeramente. Aquel día también la abuela bebió con gusto.

Pero, yo seguía sintiéndome culpable por no haber cumplido con mi deber filial ante mis abuelos. Ni un momento mi cabeza estuvo libre de la idea de que les causé demasiadas preocupaciones. Agradecí en mi fuero interno al abuelo sus palabras de que atender bien al país y el pueblo significaba cumplir con el deber filial.

Aquel día todos los habitantes de la aldea Nam acudieron a mi casa. También vinieron en masa los pobladores de la aldea Tudan y la isleta Chuja después de escuchar la noticia de mi regreso a la tierra natal. Y mis amigos de la infancia aparecieron unos tras otros, con platos preparados.

El festín familiar sencillo llegó a convertirse en un banquete con la participación de decenas de personas. Mucha gente cantó y bailó en honor a mí. El anciano con el apellido Choe que se benefició mucho de nuestra familia comenzando por la generación de mi bisabuelo Kim Ung U, bailó al compás del “kungniritaryong”. La mujer de mi tío cantó la canción de cuna compuesta por mi padre.

En la noche de ese día pude dormir en la casa natal al cabo de 20 años.

En aquellos días estaban reparando la casa. Habían remozado el hipocausto y no repusieron aún las puertas. El suelo, aún no secado, estaba cubierto con pajas de trigo y arroz, y encima una estera.

El abuelo me dijo que me preparó la cama en el cuarto de una casa vecina y por eso en la noche debía ir allí aunque fuera incómodo.

Le expliqué:

—En las montañas no vivíamos con lujo sino dormíamos a la intemperie azotados por el viento; considerábamos el cielo como techo, y las plantas y árboles como cobertor. Ahora que llegué a mi casa acogedora, ¿por qué ir a dormir incómodamente en la casa ajena? Yo quiero dormir en nuestra casa.

Al oírme dijo con la cara rebosante de alegría:

—Si tú piensas así, cancelaré el uso de la habitación en esa casa. Ya que tú llegaste a la casa natal al cabo de 20 años de ausencia, no está bien que duermas en otra casa.

La abuela tendió sobre la estera el cobertor de algodón acolchado que se heredaba de generación en generación. La funda de este edredón fue tejida por mi abuela con algodón.

Avanzada la noche, la abuela, extendiendo un brazo por debajo de la almohada, me preguntó silenciosamente:

—Me dijeron que tú te casaste en el monte, ¿verdad? ¿Tu esposa también estuvo contigo en el monte?

—Sí. Ella participó conmigo en la lucha guerrillera.

—Tu hijo se parece a ti, ¿eh?

—Dicen que sí.

—Entonces todo está bien.

Además de esto me preguntó muchas cosas. Por parecerme que la abuela podría sentir dolor en el brazo le pregunté si no pesaba mi cabeza, a lo que la abuela respondió que no sentía peso extendiendo más el brazo debajo de mi cuello. El cariño de la abuela que sostenía el cuello del nieto de más de 30 años con el brazo como almohada como lo hiciera en la niñez, penetró en lo más hondo de mi corazón.

—Liberado el país, debes trasladar aquí las tumbas de tu padre y tu madre en Manchuria.

Este fue el último tema que ella tocó en la charla en la noche de ese día. Era un asunto que naturalmente había de despertar su interés. Conjeturé de sobra el alma de ella que quería guardar en la tierra natal los restos de sus hijos que estaban sepultados en el terreno extraño.

—¡Abuela!, para mí es importante trasladar las tumbas de los padres carnales, pero más importante y urgente es buscar primero a mis benefactores como la persona con el apellido Hwang que ayudó al padre a escapar de la taberna en la aldea Yonpho, el viejo Kim, de origen de Jonju, que vivía en el puerto de montaña Kaduk, y el anciano con el apellido Jo que me salvó cuando estaba a punto de morir por el atenmiento. Después de hacerlo trasladaré las tumbas de mis padres.

—Tienes razón. De hacerlo así, también se alegrará tu padre que yace en Yangdicun.

Yo le conté a la abuela hasta muy avanzada la noche sobre los benefactores, los compañeros de armas y los amigos que me habían dado ayuda cuando actuaba en Jilin, Jiandao y en el Paektu. A veces tenía las lágrimas en los ojos rememorando al padre, la madre, el tío Hyong Gwon y el hermano menor Chol Ju, que descansaban en paz en desconocidas laderas del monte de tierra foránea. La abuela también sollozaba de cuando en cuando conteniendo las lágrimas.

Dejando de llorar ella me consoló acariciando mis brazos:

—Tu padre y tu madre se fueron de nuestro lado, pero Jong Suk se hizo miembro de nuestra familia y existe Jong Il que deberá continuar nuestro linaje. ¿No es así?

Recordando tranquilamente la trayectoria recorrida en el Paektu y la Manchuria cubierta de nieve aparecía en mi mente el semblante de los compañeros de armas que no regresaron conmigo; ora pensaba en los benefactores, ora rememoraba la niñez, ora proyectaba el futuro de una nueva Patria que construiríamos.

Esa noche de Mangyongdae que disfruté en la tierra patria liberada al cabo de 20 años de ausencia, corría literalmente en paz. Habían transcurrido dos meses completos desde el fin de la guerra mundial y la recuperación de la Patria; hasta aquel entonces la nación coreana con 30 millones de habitantes estaba profundamente sumergida en el júbilo por la liberación.

Pero, ninguno de ellos conjeturó que la emancipación del país engendraría la división del territorio patrio y la nación y esta separación sería continuada por el gran martirio nacional de casi medio siglo.