PASANDO POR LAS CUMBRES DE LA PRUEBA
1. El campamento secreto de Matanggou
El distrito Jingyu situado en el Noreste de China antes se llamaba Mengjiang.
Por este distrito se extiende un inmenso mar de bosque llamado Paizi, al este del cual (Dongpaizi) se encuentra la aldea Matanggou.
Precisamente allí la unidad principal del Ejército Revolucionario Popular de Corea efectuó el estudio político y militar intensivo de invierno durante nada menos que cuatro meses, desde finales de noviembre de 1937 hasta finales de marzo de 1938.
El gran Líder, camarada Kim Il Sung, durante su vida, siempre que se abordaba el asunto del estudio de los niños y jóvenes, y los cuadros y militares, citó con frecuencia experiencias del período de la Revolución Antijaponesa.
Aquí vamos a presentar una parte de lo que él, rememorando, relató a los investigadores de la historia de la Lucha Revolucionaria Antijaponesa.
En el invierno de 1937 todos los oficiales y soldados de la unidad nos dedicamos al estudio militar y político en el campamento secreto de Matanggou en el distrito de Mengjiang. Si no recuerdo mal, estuvimos enfrascados en el estudio durante unos cuatro meses.
Para ustedes será algo extraño que organizáramos este curso intensivo, porque en la primavera del mismo año habíamos efectuado otro durante más de un mes en el campamento secreto de Donggang, pero no hay nada de raro en esto.
El Ejército Revolucionario Popular de Corea no era una simple agrupación militar, sino que era un contingente revolucionario que le daba importancia tanto a lo político como a lo militar. Sólo preparado en estos dos aspectos se podía realizar con éxito la lucha armada, la labor para con el pueblo, el trabajo del frente unido y la desintegración del ejército enemigo. Por esta razón dedicamos grandes esfuerzos a la instrucción y educación de los guerrilleros. También el estudio constituye un poderoso medio para la formación de los militares.
Como ustedes saben, desde hace mucho tiempo, partiendo del concepto de que el hombre es el dueño de todo y lo decide todo, consideramos que el factor que decide la victoria o el fracaso en la revolución consiste en la conciencia ideológica.
El que el hombre lo decide todo significa en definitiva que su conciencia ideológica y capacidad intelectual lo deciden todo. Ambas han de ser elevadas constantemente mediante el estudio.
La organización de dos cursos intensivos al año estaba relacionada, además, con razones apremiantes. Por aquella época, eran muchos los que empezaron a desanimarse considerando que Japón se iba a tragar todo el hemisferio oriental. El ejército japonés, después de provocar la guerra contra China, se tragó sin dificultad vastas áreas del interior de China, lo cual hizo vacilar a la gente. Incluso las personas que se dedicaban a la lucha, aunque someramente, para rescatar el país se limitaban a darse aires de patriotas metidos en habitaciones interiores o andaban en busca de un medio para subsistir. Igualmente en las filas de nuestro ejército revolucionario empezaron a aparecer, aunque pocos, elementos vacilantes.
En tal situación, si no hubiéramos prestado atención a la educación ideológica y la instrucción militar de los guerrilleros, no solamente hubiera sido imposible fortalecer nuestras propias fuerzas revolucionarias, sino tampoco impulsar con aplomo y hasta el fin la línea de independencia de nuestra revolución.
La confusión que producían tales y más cuales líneas que se difundían con el rótulo de la Internacional fue también un gran problema.
Los aventureristas de izquierda que ocupaban puestos en la Internacional impusieron la línea de la expedición a Rehe discordante con la realidad, y así lesionaron gravemente a la revolución de Corea y de China.
Entre los que simpatizaban con el comunismo se propagaban con bastante popularidad el “programa de acción del Partido Comunista de Corea” elaborado, según se decía, por el grupo de promotores de su fundación, y el texto del discurso pronunciado por un tal Kim en el VII Congreso de la Internacional Comunista. Era comprensible que los comunistas coreanos, que después de disuelto su Partido, se inclinaban ora a la izquierda ora a la derecha en sus esfuerzos para buscar una justa línea de dirección, procuraran encontrar algún mensaje en esos textos.
Naturalmente era halagüeño que desde la tribuna del Congreso de la Internacional o en su órgano, la revista, se oyeran voces de coreanos.
Sin embargo, lamentablemente en esos documentos existían muchos conceptos que no concordaban con la realidad de la revolución coreana.
Ya en la Conferencia de Kalun habíamos definido que el carácter de la revolución coreana no era el de una revolución democrática burguesa sino el de una revolución democrática, antimperialista y antifeudal, y teníamos las experiencias de haber materializado la línea del gobierno revolucionario popular en las zonas guerrilleras.
Así fue como llegamos a pensar en dar a los comandantes y soldados del Ejército Revolucionario Popular conocimientos correctos de la línea sobre la independencia de la revolución coreana.
He aquí uno de los motivos por los que escribí el artículo “Tareas de los comunistas coreanos”, y tomándolo como material de estudio organicé el curso político intensivo. En este artículo abordé otra vez el carácter de la revolución coreana y sus tareas inmediatas, y presenté las tareas de los comunistas coreanos para realizar de modo independiente la revolución coreana.
Consideramos necesario también organizar otro curso militar-político para preparar a los novatos en estos aspectos.
Matanggou, muy distante de los puntos de apoyo de la gobernación de los enemigos, era un sitio apropiado para que el ejército revolucionario pasara todo el invierno en el curso militar-político.
Aún recuerdo que el día de la llegada a Matanggou comimos patatas asadas en la estufa fabricada por los combatientes del grupo de avanzada. En la región de Mengjiang se daba la patata tan bien como en Fusong o Antu. Había patatas tan enormes como un mokchim, que apenas cabían en un calabacino, y su sabor era delicioso.
Efectuamos primero una reunión de los cuadros militares y políticos para determinar las metas de estudio que debían alcanzar los comandantes y soldados durante aquel invierno, y luego orienté que cada unidad, organización y grupo de estudio se reuniera para comprometerse a estudiar con aplicación. “¡El estudio es también un combate!” y “¡El estudio es el primer deber para los que hacen la revolución!” son lemas que presentamos entonces al empezar ese curso militar-político. Hice que los pegaran en los cuarteles escritos en grandes caracteres.
En nuestras filas guerrilleras no eran muchos los que habían recibido enseñanza regular. Ma Tong Hui, C
Cuando iniciamos el curso militar-político en Matanggou, entre algunos bisoños se manifestaba la tendencia a participar sólo en el entrenamiento militar, y con desgana en las clases políticas. Un representante de ello era Pak Chang Sun, quien ni siquiera sabía escribir los tres fonemas de su nombre. Sin embargo, no lo consideraba como una vergüenza. Con desenfado decía de vez en cuando que, aunque analfabeto, podía combatir mejor que otros. Por eso solía ausentarse de las clases. Si alguien le preguntaba sobre esa ausencia, contestaba: “Tengo la cabeza vacía, no puedo estudiar. Para mí sería mejor dedicar las horas a los ejercicios de tiro, para matar a muchos japoneses.”
Un día lo llamé, y en medio de la charla, indicando el arce que se veía delante, le pregunté para qué podía servir. A lo que respondió que sería bueno hacer de él mangos de hacha. Y cuando pregunté qué se debía hacer para que un ternero llegara a ser un buey de tiro, contestó que se debía poner una argolla en el narigón.
Como era un buen campesino, en este campo no había nada que no supiera.
Entonces le dije: Respondió muy bien. Si usted no se hubiera ocupado antes de las faenas agrícolas, no supiera de esas cosas. El mismo principio rige en la revolución; sólo aquél que sabe claro para qué se necesita una cosa y cómo hacerla, puede realizar bien la revolución. Un hombre que no conoce de las cosas, aun viendo un arce no se da cuenta que puede servir para mangos de hacha. Los que no conocen hábiles métodos de combate no pueden combatir a muchos enemigos. Contando sólo con el fusil, es imposible vencer. Si de veras no quiere estudiar, le haremos regresar a casa. ¿Cómo podrá hacer la ardua revolución quien no quiere estudiar considerándolo una tarea difícil? No le queda a usted otro remedio que entregar el fusil e ir a casa para trabajar la tierra. ¿Qué camino quiere tomar?
Al oir estas palabras, se sobresaltó y se mostró muy apenado.
Como se unió a nosotros para hacer la revolución, Pak Chang Sun no se pudo apartar de nuestro lado por ese motivo, sino se aplicó en el estudio.
Entre los novatos hubo otro que descuidaba el estudio quejándose de su cabeza llena de aire. Cada vez que sus compañeros le aconsejaban estudiar con aplicación, ese, llamado Kwon, en lugar de aceptarlo, les replicaba, mencionando lo de Hong Pom Do, no se sabía dónde lo había oído decir: “El general Hong Pom Do fue también un analfabeto como yo, pero se desempeñó muy bien como jefe del Ejército independentista. ¡Qué tontería decir que los analfabetos no pueden hacer la revolución!”. Fue mucho más desaplicado que Pak Chang Sun. Era tan obstinado y desobediente que constituía un quebradero de cabeza para el jefe y comisario político de su compañía, quienes me pidieron ayuda.
Le escribí una esquela y la envié con un enlace. Y tomé la precaución de poner a todas las compañías sobre aviso para que ninguno se la leyera.
Cuando se la entregó el enlace, el guerrillero novato se quedó perplejo, sin saber qué hacer. Aunque era un simple guerrillero, había recibido una carta del Comandante, pero no tenía manera de conocer lo que decía en ella. ¡Qué situación más embarazosa! Rogó a los compañeros que se la leyeran, pero todos lo esquivaron presentando cada uno un pretexto. El bisoño, impaciente, recorrió de una sección a la otra, pidiendo humildemente que le leyeran la carta; y de una compañía a la otra, sin embargo, nadie aceptó. ¡Cuán apurado debía de estar! Al fin no le quedó otro remedio que ir a verme para rogar que le explicara el contenido de la esquela.
Se la leí. Se trataba de una orden urgente: cumplir una tarea hasta X hora e informar de su ejecución a la Comandancia. Pero la hora indicada ya había pasado. El guerrillero, que no cumplió la orden del Comandante, no pudo levantar la cabeza, sudando frío.
Entonces le dije: Mire, por ser ignorante no pudo ejecutar la orden del Comandante. Suponga que estando en la retaguardia enemiga recibe mi orden por escrito. ¿Qué ocurrirá entonces?
El guerrillero, derramando lágrimas, se arrepintió de su conducta. A partir de entonces se aplicó en el estudio y, más tarde, llegó a ser un cuadro de vasta instrucción política y militar.
A propósito, voy a contar un episodio más que muestra cómo un hombre, que no sabía leer ni escribir, estudió con ahínco hasta formarse como un luchador.
En la época de Wangqing en nuestra unidad estaba un guerrillero llamado Kim Man Ik, quien tenía el singular apodo “Guniang” que en chino significa muchacha. Los de Wangqing se lo pusieron porque tenía la piel clara, un carácter reservado y la cara atractiva, pero, una estatura muy alta que contrastaba con todo eso.
Al principio, como integrante del cuerpo de jóvenes voluntarios participó también en el combate de la defensa de Xiaowangqing. Luego de ingresar formalmente a la guerrilla perteneció a la compañía de C
En un asalto a un tren, con su candidez hizo reir a los compañeros de armas. Un momento antes del combate, se tendió boca abajo con el oído puesto en el riel. Los compañeros, extrañados, le preguntaron qué hacía. Entonces se levantó y dijo: “Yo no sabía qué cosa es un tren; ahora veo que no es cosa de otro mundo. Debe ser un trineo de
Así era de ignorante, mas gracias a la instrucción que le dimos se convirtió en un activista juvenil de la compañía y se ocupó de despertar la conciencia de los guerrilleros. Regresado a la patria después de haber participado en la batalla de liberación del Noreste de China, sirvió como jefe de batallón, y luego como jefe de regimiento, en la división de Kang Kon.
No sé si en nuestras publicaciones que tratan el tema de la Guerra de Liberación de la Patria se dice que él dirigió excelentemente su unidad en las batallas de liberación de Soúl y Taejon. Si no recuerdo mal, cayó en la línea del río Raktong, donde, aunque estaba herido gravemente en el vientre y el cuello, mandó la unidad durante dos días sin abandonar el campo de batalla.
Para llevar a feliz término el curso militar-político los miembros del secretariado y la imprenta trabajaron mucho. Instalaron la imprenta en un lugar a cierta distancia del campamento secreto e imprimieron materiales de estudio y libros de referencia necesarios. C
Los temas principales del estudio político se referían a la independencia que debía mantenerse en la revolución, a la convicción revolucionaria y al espíritu revolucionario de apoyarse en las propias fuerzas. Reflejaban las exigencias de la peliaguda situación que enfrentaba nuestra revolución después del estallido de la Guerra China-Japón. En aquella época, como lo es hoy, mantener la línea de la independencia constituía la vía respiratoria para la revolución coreana. Si el “Programa de 10 Puntos de la Asociación para la Restauración de la Patria”, las “Tareas de los comunistas coreanos” y otras obras se utilizaron como principales materiales en el estudio político y militar en Matanggou, esto se debió a que en ellas estaba nítidamente expuesta nuestra posición independiente en cuanto a la revolución.
En Matanggou dedicamos grandes esfuerzos también al estudio militar. En sus clases dirigimos la atención principal a hacer que los guerrilleros asimilaran por completo las “Acciones guerrilleras” y “Conocimientos de la guerrilla”, que sintetizaban los métodos de la guerra de guerrillas. Orienté que los miembros del mando centraran los principales esfuerzos en el estudio de las tácticas y los soldados se forjaran en las prácticas, fundamentalmente en las de tiro y orden cerrado.
En Matanggou impartimos también clases sobre las tácticas del ejército regular, junto con las de guerrillas. Incluimos este tema en el plan de instrucción con el objetivo de conocer más a fondo al enemigo en el aspecto táctico, y a la vez, adquirir de antemano conocimientos necesarios para la magna tarea de la construcción de un ejército regular, que cumpliríamos en la patria liberada.
A menudo efectuamos al aire libre la reunión de estudio táctico creando un ambiente de combate real. Dimos lecciones de táctica también a los simples guerrilleros. A los bisoños, que no conocían lo valioso que era un mapa, les enseñamos el método de utilizarlo y el de orientarse con la brújula.
Igualmente, de vez en cuando organizamos operaciones para que los bisoños consolidaran en la práctica los conocimientos adquiridos en las clases militares. Las batallas de Qingjiangdianzi y de Jingantun las organizamos durante el estudio político-militar en Matanggou. Efectuamos también una emboscada para resolver materiales de intendencia.
En el ataque a Jingantun perdimos al compañero C
A C
Conocimos y formamos a Kang Ton en Jiandao Oeste. Aunque apenas se graduó del curso superior de primaria asimiló por autodidaxia textos de asignaturas para la secundaria y la Historia del desarrollo social, y entregándose muy temprano a la labor de ilustración de las masas hizo grandes aportes a su educación en el patriotismo antijaponés. Las escuelas nocturnas establecidas y dirigidas por él tenían fama. A través de ellas formó a muchos revolucionarios. En nuestra unidad existían muchos de sus discípulos. Lo es también Ri Ul Sol. En el presente, aunque se forme sólo a un héroe, se hace una aparatosa divulgación. Teniendo esto en cuenta se puede afirmar que Kang Ton fue un hombre de gran mérito.
En Yinghuadong participó en la constitución de la ARP y organizó una sociedad de jóvenes antijaponeses. Estas agrupaciones ayudaron con eficiencia a la guerrilla. Valiéndose del rótulo de jefe de diez familias recogió y envió constantemente valiosas informaciones militares necesarias para nuestras acciones. Cuando nos visitó con materiales de ayuda, hablé con él en el campamento secreto de Heixiazigou.
Cuando se produjo el “incidente de
Kang Ton asistió siempre con entusiasmo en el debate y la polémica sobre los temas de estudio. Escribió, además, varios artículos para las publicaciones internas. El que se publicó en “Jongsori” fue muy impresionante. Denunciaba las atrocidades cometidas por el imperialismo japonés en el territorio de Changbai después de haber provocado el “incidente de
Durante el curso político-militar en Matanggou, envié a Kang Ton al distrito Huadian para restablecer el contacto con la cuarta división. La distancia entre los dos lugares eran más de 120 kilómetros, con una vigilancia muy rigurosa. Kang Ton se había ofrecido para ir a Huadian, al saber que yo estaba angustiado por no tener noticias de esa unidad. Cumplió con honor esa misión. Trajo consigo un montón de valiosos datos de exploración. Su fidelidad y valentía me dejó muy impresionado.
En el ataque a Jingantun, Kang Ton abrió el arremetedero al destruir un torreón con granadas de mano. Seguidamente, fue enviado con un grupo de guerrilleros para contener el refuerzo enemigo y entonces se le produjeron graves sabañones en los pies. De regreso al campamento tomamos medidas para curárselos.
A pesar de ese estado físico no quiso ser atendido en la cama. Mientras recibía tratamiento no dejó de dar lecciones, enseñar a leer y escribir y redactar artículos para el periódico. Al pie de la letra, trabajó incansable día y noche. Uno de aquellos días los enemigos se arrojaron sobre el campamento secreto y él se lanzó sin titubeos al campo de batalla, fusil en mano. Una bala le atravesó el vientre y murió por una complicación que se le produjo. Fue un hombre valioso; su pérdida nos causó mucho dolor.
La vida heroica de Kang Ton muestra elocuentemente la verdad de que quien estudia con afán es ejemplar en la práctica revolucionaria y se convierte en artífice de hazañas que lo perpetuan en la memoria del pueblo y la patria. Todos los héroes guerrilleros que conocí, valoraban mucho, sin excepción, el estudio en la vida cotidiana. Entre los desaplicados no surgieron héroes dignos de ser presentados como ejemplo ante las jóvenes generaciones. Los que asimilan abundante alimento espiritual es natural que realicen grandes proezas en bien de la revolución en cualquier lugar y sin importarles la índole de la tarea. Según las palabras de los cuadros del Ministerio de las Fuerzas Armadas Populares, también el héroe Ri Su Bok estudió con afán en su etapa escolar.
No vi que los que no estudiaban con ahínco tuvieran una firme fe, ni tampoco que quienes no tenían una firme fe fueran fieles al deber moral revolucionario. Sólo estudiando mucho las personas pueden tener sólida convicción y elevado entusiasmo para hacer la revolución.
La máxima del camarada Kim Jong Il: “El hombre observa, escucha, siente y asimila dentro del marco de sus conocimientos”, es muy significativa.
En lo que duraba el curso político-militar, desplegamos con dinamismo, además, la labor de elevar el nivel de conocimientos culturales de los guerrilleros. Organizamos de vez en cuando la divulgación de canciones revolucionarias y encuentros de recreación, así como reuniones de disertación sobre lo leído, encaminadas a presentar y divulgar novelas revolucionarias, libros biográficos o crónicas para que los guerrilleros vivieran y lucharan con optimismo. Casi no hubo ni un día en que no se efectuara un encuentro de diversión en el campamento secreto.
Según nuestras experiencias en la vida, la canción es símbolo de optimismo revolucionario y de victoria en la revolución. Como digo a menudo, en la vida humana debe haber versos, bailes y canciones. Sin éstos, ¿qué insípido será vivir?
Cantábamos tanto en los vivaques y los escenarios improvisados como en los campos de batalla. La canción que suena alto expresa la elevada moral, y un ejército con alta moral no se deja vencer en el combate. Cantando alto las filas de la revolución se desarrollan y fortalecen. La lucha revolucionaria que se libra en medio de melodías de fuerte acento es indudable que triunfe.
En aquellos días prestamos atención especial a hacer culta la vida. Tal como no se puede esperar espíritu sano de un cuerpo abandonado, así tampoco se puede esperar una férrea combatividad de las filas descuidadas y desordenadas. Por aquellos tiempos hubo casos en que los enemigos interrumpieron el acoso cuando vieron el lugar de nuestro vivaque y el de las hogueras que habíamos encendido. Porque eran suficientes para valorar la disciplina, el orden y la combatividad de nuestra guerrilla.
Sin embargo, en los primeros días que pasamos en el campamento secreto de Matanggou hubo compañías que espiritualmente flojos, vivían sin orden ni concierto. Pasaban las horas con pereza sin siquiera hacer de antemano leña, y sólo llegada la hora de preparar la comida iban a cortar cualquier árbol en los alrededores del campamento.
Decidí crear un prototipo de vida en el campamento, que mereciera ser seguido por toda la unidad, y llamé a O Jung Hup. La compañía No.4 del séptimo regimiento, de la que era jefe, era la medular, la que tenía mayor capacidad combativa. Le dije los diversos defectos que afloraban en la vida del campamento y él lo aceptó como una crítica a su compañía. De regreso levantó un fuerte viento para implantar una cultura de vida y cambió el aspecto de su unidad. Se presentó tres días después y me pidió que visitara su compañía, pues había hecho algo para acondicionarla.
Al día siguiente, acompañado por los cuadros políticos y militares fui a verla y me encontré con que su aspecto había cambiado notablemente. Los contornos del cuartel estaban tan bien acondicionados que no tenían ni un defecto para señalar. Al lado de la cocina se veía amontonada tanta leña seca que no se agotaría aun después de varios meses y producía poco humo.
Ordené a O Jung Hup revisar las armas de los hombres de la compañía. Entonces ordenó a éstos formar fila, y al jefe de la primera sección, revisar su propia arma, y después de ser aprobada ésta, empezó a hacerlo con las de los demás combatientes.
Hice que los cuadros políticos y militares presentes examinaran junto con él el estado de las armas y los uniformes, y en qué estado estaban el cuartel, la cocina y los baños. Terminada la visita dije que señalaran los defectos que encontraron, pero unánimemente afirmaron que todo estaba perfecto.
Más tarde, también en otras compañías se registraron avances en su administración y la implantación de cultura en la vida, siguiendo el ejemplo de la compañía No. 4.
A propósito viene a mi memoria la campaña de no fumar, que tuvo lugar en el mismo campamento. Fue la segunda que libró nuestra unidad principal. La primera fue promovida por Ri Tu Su según mi encomienda al pie del monte Paektu, pero la segunda se promovió y desarrolló en el campamento secreto de Matanggou por propia iniciativa de los fumadores.
El objetivo general que nos propusimos al efectuar el curso político-militar intensivo en el campamento secreto de Matanggou fue formar a todos los comandantes y soldados como combatientes revolucionarios comunistas útiles a la revolución coreana. En cualquier sociedad la misión básica de la enseñanza y la educación consiste en formar a las personas para que sirvan fielmente al régimen social dado. Después de la ocupación de nuestro país, los japoneses hicieron una farsa de instrucción destinada a adiestrar en forma adecuada a los jóvenes y niños coreanos para obligarlos a trabajar como esclavos. No querían darle enseñanza superior a los coreanos. Es que para forzarlos a trabajar como esclavos, bastaba con que tuviesen una mínima capacidad práctica.
Aunque se dice que las ciencias no tienen fronteras, pueden resultar beneficiosas o perjudiciales, en general, según cómo y para quién se aplican.
Para que los conocimientos sean útiles a la humanidad y beneficiosos para el pueblo, la enseñanza debe formar a auténticas personas bien preparadas en lo ideológico y espiritual, en lo técnico y cultural, y en lo concerniente a la moral y el deber. A este fin, es indispensable realizar de modo correcto la educación ideológica y moral. El amor al hombre, al pueblo y a la patria no cae del cielo. Se deriva de ideas sanas y de la convicción. No he visto que personas con poca moral amen al hombre, al pueblo y a la patria.
Lo que diferencia nítidamente el socialismo de nuestro país del establecido en otros reside en que el Partido y el Estado, sin ocuparse sólo de la construcción económica considerando lo material como lo fundamental, forman a auténticas personas bien preparadas no solamente en lo técnico y práctico sino también en lo espiritual y moral, dando prioridad a la educación ideológica por considerar al hombre como lo principal. No damos primacía a lo material sino al hombre, por eso consideramos como la mayor riqueza del país el sinnúmero de personas buenas que se multiplican sin cesar.
El curso político-militar en el campamento secreto de Matanggou fue, asimismo, un proceso de transformación de las personas encaminado a dotarlas con cualidades y rasgos de verdaderos revolucionarios comunistas.
Cuando regresábamos al campamento después de haber concluido la batalla de Jingantun sucedió que un bisoño perdió el fusil. Este pertenecía a Kang Ton. Lo había encomendado a Ju Jae Il, comisario político de la compañía, antes de ser enviado al campamento por los sabañones que se le formaron durante el cumplimiento de la misión de contener al refuerzo enemigo. No obstante, cuando la unidad se retiraba del campo de batalla un bisoño, que no tenía arma, se ofreció a llevar ese fusil para aliviarle la carga al comisario político. Este se lo entregó accediendo a su petición.
Cuando la unidad llegó a un lugar muy alejado de Jingantun, Ju Jae Il se quedó pasmado al ver que del hombro de aquel bondadoso bisoño había desaparecido el fusil. Preguntó el motivo y contestó que se le había olvidado en el sitio de último descanso y marchó sin él. Así, pues, junto con el bisoño desanduvo los muchos kilómetros recorridos. Buscaron en las tinieblas más de tres horas, pero no lo encontraron.
De regreso al campamento Ju Jae Il vino a verme y me informó lo ocurrido; propuso sancionar a aquel novato. Aplicar sanciones severas a los que perdían el arma era una regla disciplinaria de nuestro ejército revolucionario.
Pedí que dijera, si tenía pensado, qué sanción sería bueno aplicarle, a lo que respondió que no la había elegido. De ser así, aconsejé, regrese y piense con profundidad para determinar la sanción apropiada. Aunque era grave el acto del bisoño, más grave era la imprudencia e irresponsabilidad del propio comisario político, porque le confió el fusil sin más ni más, sin darle ninguna indicación.
Ju Jae Il tenía ricas experiencias de combate y sabía tratar con tacto los asuntos. Era verdaderamente lamentable que él, tan cuidadoso y responsable en otras tareas, cometiera ese error. Le di tiempo para meditar, para que dispusiera de la oportunidad de reflexionar profundamente sobre su erróneo proceder.
El día siguiente por la mañana volvió a verme y propuso que la sanción la debía recibir él y no el bisoño, porque su imprudencia e irresponsabilidad motivaron la pérdida del fusil. Vio correctamente su error y se autocriticó con sinceridad.
Para que los comandantes sacaran una lección de ese hecho los convoqué a una reunión y sometí a discusión el caso de Ju Jae Il.
En la reunión decidimos destituirlo del cargo de comisario político de la compañía No.1 del octavo regimiento y ponerlo como miembro auxiliar del secretariado.
La noticia conmovió mucho a los bisoños. Al ver que la responsabilidad por la pérdida del fusil no recaía sobre el culpable sino sobre su jefe, y éste era destituido, se dieron cuenta profundamente de cuán noble deber moral regían las relaciones entre los inferiores y superiores en el ejército revolucionario.
El bisoño, muy atribulado, fue a ver a Ju Jae Il y con lágrimas en los ojos le pidió que lo disculpara.
Pero éste se autocriticó también ante él.
"Fui destituido por causa de mi error, y no por usted, —dijo—. Aunque usted es el culpable lo motivé yo. Era trabajador político, pero no le ayudé bien. Aun así, traté de imputar la responsabilidad al compañero de armas; me da vergüenza mirarle." Posteriormente, cumplió con diligencia el nuevo cargo en el secretariado.
El día en que concluimos el curso político-militar le levanté la sanción y lo nombré comisario político de la compañía de escolta. Por entonces también Kim Ju Hyon, quien había sido destituido del cargo de jefe de intendencia de la Comandancia, fue nombrado jefe de regimiento, como resultado de sus esfuerzos por la superación ideológica y el asiduo estudio.
Así fue como el curso político-militar en Matanggou surtió gran efecto también en la elevación de las cualidades político-militares y los rasgos espirituales y morales de cada soldado y comandante.
Después de las batallas de Liukesong y Jiaxinzi realizamos un curso igual de unos 40 días en un lugar llamado Baishitan.
El motivo principal de este curso estaba relacionado con el hecho de que en Liukesong y Jiaxinzi más de 200 obreros de las empresas madereras se alistaron colectivamente en la guerrilla. Sin entrenarlos no podíamos pasar a las actividades de la etapa siguiente.
Entre los bisoños existían muchos analfabetos. Aunque tenían firme determinación de hacer la revolución el nivel de su conciencia era bajo en general. Entre ellos no eran pocos los que no comprendían por qué la clase obrera debía ser rectora en nuestro país pese a que los campesinos ocupaban la mayoría de la población.
Son Jong Jun, quien siendo talador ingresó en nuestra unidad en el tiempo al que me refiero era analfabeto. Primeramente trabajó la tierra en Antu. Pero, cuando la guerrilla asaltó Hanconggou su conciencia se despertó. Hanconggou no distaba mucho de Antu. Se decía que esa batalla ejerció mucha influencia sobre los de Antu.
Como antes de incorporarse a la guerrilla era talador, al iniciarse el curso político-militar en Baishitan, pensaba que la clase del campesinado debía ser la rectora de la revolución. Argumentaba que debía ser así porque los campesinos eran mucho más numerosos que los obreros.
La mayor parte de los bisoños no sabían manejar el fusil ni tampoco habían realizado los ejercicios en orden cerrado. En el Ejército Revolucionario Popular se utilizaban más de 10 clases de armas ligeras, entre ellas, ametralladoras de Japón, Alemania y Checoslovaquia. Había varios tipos de fusil, y más de cuatro de pistola. Para ser guerrillero se debían dominar todas esas armas.
En un combate habíamos arrebatado varias ametralladoras al ejército japonés. Entre las ametralladoras japonesas, a unas se les ajustaba el cargador desde arriba y a otras desde un lado. Las primeras eran cómodas para tirar, pero las segundas tenían un complicado dispositivo de tiro. Apresamos a un ametrallador del ejército japonés y le ordenamos que nos explicara el mecanismo de tiro, pero no nos obedeció. Le dimos opio y entonces nos explicó el secreto del mecanismo de tiro de la ametralladora. Con esa droga era suficiente para sacarle todo lo que sabía.
Después, confeccioné un manual de tiro con ametralladora para instruir a los guerrilleros.
Cuando por tales percances habíamos pasado para dominar el principio del tiro y el método de desmontaje y montaje de una ametralladora, ¿cómo convertir a los obreros que sólo habían elaborado maderos en guerrilleros excelentes, sin darles instrucción militar-política?
Ordené a O Paek Ryong arrastrar a los enemigos de aquí para allá cansándolos hasta más no poder, y despistarlos en un lugar a 160 ó 200 kilómetros de distancia de Baishitan, mientras, por otra parte, envié a distintos lugares unidades pequeñas con la misión de traer materiales de intendencia y armas almacenados como reservas. Luego, metidos en el campamento secreto realizamos el curso político-militar. Al oir la noticia de que alistamos a cientos de personas C
El curso en Baishitan se efectuó en dos etapas para hacerle frente a cualquier situación que se creara. En la primera etapa impartimos de manera acelerada determinadas asignaturas en un corto espacio de tiempo y en la segunda repasamos y consolidamos lo aprendido.
Fijamos como el objetivo de estudio de los guerrilleros veteranos elevar sus conocimientos a un nivel superior y ayudar a los bisoños en el estudio. Para éstos establecimos la meta de alfabetizarse en un mes y dominar todos los tipos de armas. Después, organizamos competencias entre los regimientos, las compañías y los guerrilleros. Las consignas que lanzamos al iniciar el curso político-militar en Baishitan eran: “¡El estudio es también un combate!” y “Hay que estudiar más cuando la situación se torna difícil y complicada”.
Todos los bisoños se alfabetizaron. Para saber el resultado de sus estudios hice que escribieran cartas a sus padres y hermanos y todos, sin excepción, expresaron libremente sus ideas y sentimientos con nuestras letras. Conocían también perfectamente los métodos de uso y el desarme y arme del fusil, la pistola, la ametralladora y otras armas. Algunos escribieron artículos en las publicaciones internas.
En el invierno de aquel año todos, tanto los veteranos como los bisoños, escribieron artículos para los periódicos y revistas.
El día en que hicimos balance de la primera etapa del curso político-militar efectuamos un solemne acto para otorgar premios, y un encuentro de entretenimientos. A los que se destacaron en el examen los premiamos con relojes de pulsera de lujo, anillos de oro, estilográficas y otras cosas.
En aquel invierno consumimos mucho piji* en Baishitan. En un lugar no lejos del campamento se encontraba una aldea llamada Dapuchaihe, y en su cercanía había un campo de soya no cosechada. Por mediación de unos campesinos del lugar lo compramos todo y lo cosechamos. Y todos propusieron preparar piji.
En el campamento secreto de Baishitan vivía una familia que se había refugiado allí escapando de una “operación de castigo” de los enemigos. Me hospedé en esa casa. Elaboramos piji con picadillo de acelga congelada. Luego, hicimos con él bolas del tamaño de un puño y las dejamos congelar. En cada comida comíamos una bola hervida en una cacerola. La comí tres veces al día, pero no me hastié. Para ahorrar las provisiones, le echamos poco maíz, pero resultaba muy sabroso.
El curso político-militar en Baishitan surtió un gran efecto en una serie de actividades políticas y militares que desplegamos en el período en que concluíamos las operaciones de maniobra circular con grandes destacamentos, como los combates de Hongqihe y Damalugou, y en el de actividades con pequeñas unidades.
También en tiempos posteriores, dije que sólo conociendo las cosas se puede vislumbrar el futuro, y siempre recalqué a los funcionarios la necesidad de estudiar con afán para elevar incesantemente su nivel político y práctico.
Hoy día en todo el país se respira el ambiente revolucionario de compaginar el estudio y el trabajo, al calor de los esfuerzos para ejecutar la consigna revolucionaria “¡Todo el Partido, a estudiar!” lanzada por el camarada Kim Jong Il.
2. Cazador de armiños
Mientras realizábamos el curso político-militar en el campamento secreto de Matanggou los enemigos no cesaron de buscar persistentemente la ubicación de la Comandancia del Ejército Revolucionario Popular de Corea. Los servicios de inteligencia y conspiración del imperialismo japonés, que averiguaron, aunque tarde, que el grueso del ERPC había partido de la zona del monte Paektu rumbo a Mengjiang, tramaron un sinfín de complots para atentar contra la dirección de la revolución coreana.
Quisiera referirme a un hecho aleccionador de aquella época.
Un día Kim Ju Hyon, al regresar de una misión con una pequeña unidad, contó que había hecho trabajo de propaganda con un viejo que ponía trampas a los armiños y tenía inclinaciones positivas. Explicó que antes perteneció al Ejército independentista y ahora vivía en Mengjiang.
Ese cazador de armiños despertó mi interés. Atrajo mi atención, ante todo, su antecedente de haber pertenecido al Ejército independentista. Por aquel entonces, ante las noticias de que, después de desatada la Guerra Chino-Japonesa, las tropas japonesas en su impetuoso ataque al territorio principal de China ocuparon Beijing y Shanghai, casi todos los de espíritu flojo abandonaron la revolución y se escondieron en cuartos interiores o callejuelas más encubiertas. Echábamos mucho de menos a los patriotas; si nos encontrábamos con alguien que había participado por cierto tiempo en el movimiento independentista le tendíamos la mano con alegría, sin preámbulos.
Es más, al oir hablar de ese viejo, abrigué la esperanza de que por su conducto era posible encontrar el paradero de Sim Ryong Jun. Este había sido una de las figuras principales de la Chamui, cuando ésta y otras dos juntas, la Jong-ui, y la Sinmin, del Ejército independentista luchaban por la hegemonía en Manchuria. Según había escuchado,en aquella etapa actuó en las zonas de Huinan, Huadian y Mengjiang, y después de fusionadas esas tres juntas en Kukmin vivía en un lugar de Mengjiang.
Sim Ryong Jun había sido amigo de mi padre, por eso lo conocía. En mi etapa de la escuela secundaria lo vi varias veces en el molino arrocero de Fuxingtai que se encontraba en la calle Shangyi de Jilin, y en el Hotel Sangfeng. En aquel entonces los partidarios del movimiento por la independencia y los dirigentes del Ejército independentista de la región de Manchuria buscaban la fusión de las tres juntas con el propósito de mancomunar las fuerzas de todos los partidos, grupos y sectores poniendo fin a la anómala existencia de heterogéneas organizaciones, como partidos de tres miembros, grupos de cinco personas, etc. La sede de sus reuniones era Jilin. En la reunión de los representantes de la Jong-ui, la Sinmin y la Chamui para fusionarse en una organización, Sim Ryong Jun participó en calidad de delegado de la Chamui.
Le dije a Kim Ju Hyon que averiguara más quién era el cazador de armiños, y si conocía a Sim Ryong Jun, y en caso positivo dónde y cómo vivía éste.
Kim Ju Hyon salió del campamento secreto, y de regreso me informó que en su nuevo encuentro con el viejo cazador de armiños, se dio cuenta que, aunque había abandonado el movimiento independentista, por lo menos no había perdido el patriotismo, y que conocía bien la dirección de Sim Ryong Jun y sobre su vida.
Explicó que el cazador le aseveró que Sim Ryong Jun, aunque se casó y mudó a Mengjiang después de haberse separado del Ejército independentista, no cambió en nada y que sus propósitos eran invariables.
Al escuchar las palabras de Kim Ju Hyon pensé que si no había desistido del propósito inicial que tenía al participar en el movimiento independentista, aunque tenía muchos años, podríamos extender la red de organizaciones de la Asociación para la Restauración de la Patria en la región de Mengjiang, poniendo a su disposición algunas personas. Creí que, aunque sus propuestas diferían, se podría unir sin lugar a dudas a nuestro frente unido, ya que poseía patriotismo.
Teníamos otra razón para darle tanta importancia a esa persona, y buscar con tanto afán la vía para establecer contacto con él.
Por aquella época, viendo que las tropas japonesas se hundían profundamente en el tremedal de la Guerra Chino-Japonesa, fortalecíamos, por una parte, el frente común con las fuerzas antijaponesas de China y, por la otra, nos esforzábamos con ahínco para establecer el frente unido con las fuerzas antijaponesas de la línea del Gobierno Provisional en Shanghai. Para darnos las manos con estas fuerzas era preciso encontrar a personas que estuvieran en condiciones de establecer el contacto entre nosotros y ese Gobierno Provisional. Sim Ryong Jun podía hacerlo.
En un tiempo tenía acceso al Gobierno Provisional en Shanghai, la Chamui a la que pertenecía, llamada Chamui del ejército terrestre en Manchuria, era una agrupación directamente subordinada a ese gobierno, y no pocos de sus cuadros eran sus delegados directos.
El gran Líder dijo que las personas que habían actuado junto con Sim Ryong Jun en el Ejército independentista y luego pasaron al interior de China, estuvieran relacionadas de una y otra manera con el Gobierno Provisional, así como se entenderían con el Guomindang de China.
Por aquel tiempo en nuestra unidad permanecía el enviado especial de Wang Delin. Lo nombramos instructor de la compañía de escolta, aunque en la plantilla no se encontraba ese cargo.
Por eso, nuestros guerrilleros le llamaban instructor Li. Era un buen jugador de ajedrez chino; con él jugué frecuentes partidas.
Inmediatamente después de desatada la Guerra Chino-Japonesa Wang Delin, como comandante de la unidad de ruta No.2 del destacamento del Comité Militar Revolucionario, estableció relaciones con Jiang Jieshi, quien, a su vez, mantenía contacto, en secreto, con el Gobierno Provisional, por eso si aprovechábamos la línea de Wang Delin, podíamos abrir el camino para lograr la colaboración con el Gobierno Provisional. Fue una suerte inesperada el que en esos momentos Wang Delin nos mandara su enviado especial desde el interior de China.
Según dijo el instructor Li. Wang Delin, aunque tenía cerca de 60 años, no se había retirado sino seguía la lucha antijaponesa en la primera línea. También Chen Hanzhang me dio noticias de él.
Chen Hanzhang me dijo que cuando servía en el Ejército de salvación nacional, cumpliendo la orden de Wu Yicheng, se encontró con Wang Delin en Tianjin, y que él le manifestó que había pasado al interior de China, desde la parte noreste, para desplegar en una escala más amplia la lucha antijaponesa con ayuda de Jiang Jieshi o Zhang Xueliang. Pudiera ser que en esa ocasión Chen Hanzhang le hablara detalladamente a Wang Delin sobre la lucha armada de los comunistas coreanos.
Para citarnos con Sim Ryong Jun era necesario probar al viejo cazador de armiños. Para eso, le confiamos algunas tareas y él las cumplió puntualmente. A través de esas pruebas llegamos a juzgar que era una persona digna de confianza.
Seguidamente pasamos al trabajo con Sim Ryong Jun. Para empezar, por conducto del cazador le envié una carta y el Programa de Diez Puntos y la Declaración Inaugural de la Asociación para la Restauración de la Patria. Al regresar de la visita a Sim Ryong Jun, el viejo cazador contó que al leer mi carta éste se quedó alelado. Pregunté qué otra reacción tuvo, y me respondió que dijo que contestaría pronto a mi carta.
Este parte que recibí por conducto de Kim Ju Hyon me hizo pensar profundamente en Sim Ryong Jun. La actitud que asumiera al recibir mi carta, difería algo de lo que esperábamos. Creíamos que al recibirla reaccionaría muy emocionado, aunque no expresara inmediatamente su deseo de venir al campamento secreto, pero daba la impresión de que había reaccionado con cierta frialdad. Pudiera ser que como se encontraba en la casa tras haber hecho esfuerzos, con el fusil al hombro y en la primera línea, para rescatar la estatalidad, se aturdiera al recibir nuestro llamamiento para volver a incorporarse al frente antijaponés como en el pasado. Pedir que se incorporara al frente antijaponés era pedir entregarse al movimiento independentista como lo había hecho en otros tiempos, por eso sería natural que aquel hombre, que se había separado del movimiento a mitad de camino pensara mucho al recibir tal proposición.
Sin embargo, era incomprensible que Sim Ryong Jun no opinara nada sobre el Programa de Diez Puntos y la Declaración Inaugural de la Asociación para la Restauración de la Patria que había leído.
Puede ser que un hombre, que abandona la revolución, vacile en tomar la decisión de volver a ella. Pensé que Sim Ryong Jun había dejado para luego la respuesta por algún asunto que le ocupaba.
En fin, no había otro remedio que esperar la respuesta a la carta que había enviado. Sólo esa respuesta podía ponerme al tanto de su estado espiritual y permitirme formular una receta.
Unos días después, los compañeros de una pequeña unidad, que habían sido enviados al distrito Mengjiang, regresaron con la carta de respuesta de Sim Ryong Jun, que les entregó el anciano cazador de armiños. En ella, a guisa de breve saludo, preguntaba cuánto sufría en las montañas, y a continuación decía que se sentía tranquilo porque el hijo del señor Kim Hyong Jik, convertido en comandante de un nutrido ejército, luchaba con éxito por el país y la nación, que nuestra línea de la Lucha Armada Antijaponesa era muy justa, que le remordía la conciencia el haber abandonado el movimiento independentista, y que le ayudara mucho, porque después de leer mi carta, tomó la decisión de reincorporarse al movimiento.
Al leerla no cabía en mí de alegría.Tomando en consideración su edad Sim Ryong Jun pertenecía a la generación de mi padre. Por el año 1937, no pocos de los independentistas de aquella generación estaban muertos, exiliados, o encarcelados. Algunos, apartándose de las filas de la lucha se convirtieron en leñadores, agricultores o especuladores. Entre los independentistas que conocí hubo muchos renombrados, pero desaparecieron en la región de Jilin en el período comprendido entre fines de la década de 1920 y comienzos de la de 1930. No pocos de ellos trasladaron el escenario de sus actividades al interior de China. Tal vez el pastor Son Jong Do fue el último amigo de mi padre con quien me encontré en Jilin antes de emprender la lucha armada.
Después de trasladarme a Jiandao para desplegar la lucha armada no me encontré con ninguno de los dirigentes del Ejército independentista pertenecientes a las tres juntas a quienes vi a menudo en la etapa de Fusong o Jilin. Sin embargo, en ningún lugar me olvidé de ellos. Cada vez que recordaba a mi difunto padre venían a mi memoria los rostros de los patriotas que junto a él habían discutido sobre la vida humana y se habían preocupado por el destino de la nación en extrema miseria. ¿Dónde habían desaparecido tan numerosos patriotas? Ni siquiera sabía su destino.
Fue en esos momentos que tuve noticias de Sim Ryong Jun en Mengjiang, e incluso, estableciendo contacto con él, recibí la carta en que decidía emprender de nuevo la lucha. ¡Cuán alegre estaba!
Por aquella época presentamos la orientación de ampliar la red de organizaciones de la Asociación para la Restauración de la Patria en diferentes zonas, y discutíamos circunstanciadamente el método para llevarla a la práctica. Una parte de lo discutido se publicó en el periódico interno de la guerrilla.
Ampliar la organización de la ARP en la zona de Mengjiang significaba extender hacia allí el poderío y la influencia de la base del monte Paektu, y, teniéndola como catapulta, expandir nuestras fuerzas revolucionarias en diversos sentidos.
Por mediación del cazador de armiños enviamos a Sim Ryong Jun cierta cantidad de dinero para que comprara y nos enviara los diarios “Tong-a Ilbo” y “Joson-Ilbo” y otras publicaciones periódicas. Unos días después nos remitió los periódicos y revistas que le habíamos pedido.
Entre él y nosotros iban y venían cartas, dinero y cosas.
Al cabo de unos meses de tal labor con Sim Ryong Jun llegamos a pensar que debíamos incorporarlo sin demora a las actividades de una organización clandestina. El comité partidista de la Comandancia convocó una reunión donde discutimos el asunto de desplegar en extensa escala la labor con Sim Ryong Jun y, apoyándonos en él, extender ampliamente la organización de la ARP y otras agrupaciones revolucionarias en la región de Mengjiang.
En esa reunión expresé que ya podíamos confiarle tareas, por ejemplo, encomendarle constituir una organización de la ARP en Mengjiang, y pedirle medicamentos necesarios para curar a los heridos; que esto sería la última prueba para él y, al mismo tiempo, le serviría de coyuntura favorable para recuperar la vida política. Los asistentes manifestaron que estaban de acuerdo con mis palabras.
Examinamos, además, el asunto de a quién enviar como activista político clandestino, que pudiera actuar en calidad de asesor de él. Aunque en un tiempo había sido una importante figura de la Junta Chamui, Sim Ryong Jun no tenía experiencia en la constitución de organizaciones. Había participado en la unificación de las tres juntas, pero sólo con esa experiencia era imposible crear organizaciones ilegales clandestinas. Acordamos enviarle un competente activista político para que lo ayudara desde atrás. El compañero Kim Il fue seleccionado como tal por sus ricas experiencias en el trabajo político.
Sim Ryong Jun, a su vez, nos había pedido que enviáramos una persona que le pudiera ayudar. Decía que quería crear de inmediato una organización de la ARP según la petición del General Kim, pero no sabía cómo hacerlo, y pidió un encuentro directo conmigo.
Consideré positivas esas dos solicitudes de Sim Ryong Jun.
Sin embargo, los miembros de la Comandancia se opusieron a mi viaje a Mengjiang, arguyendo que era una aventura. No obstante, no podíamos hacerle venir al campamento secreto porque nos doblaba la edad.
Para entablar un diálogo con él se necesitaba escoger un tercer lugar que no fuese la ciudad de Mengjiang ni el campamento secreto. Considerándolo como una solución ideal enviamos un grupo para que escogiera un lugar apropiado. Una vez cumplida esta tarea, nos proponíamos enviar allí a Kim Il para que conversara con Sim Ryong Jun.
Después de trazar tal plan di a la pequeña unidad de Kim Ju Hyon la tarea de traer al campamento secreto al cazador de armiños.
Para tener acceso, por la parte de Toudaosonghuajiang, al campamento secreto donde se encontraba la Comandancia se debía pasar por varios puntos. Era forzoso atravesar el valle por el curso del río congelado, escalar un risco, pasar uno tras otro por los campamentos secretos de los Regimientos No.7 y No.8 y la compañía de escolta. Quienquiera que fuera, si quería llegar a la Comandancia, necesariamente debía utilizar esa ruta. Así era de riguroso el orden de acceso al campamento secreto establecido por la Comandancia para garantizar el secreto.
Si se llegaba por el río congelado, era bueno porque no se dejaban
Si no recuerdo mal, el día en que marchábamos desde Qingjiangdianzi, del distrito Mengjiang, a Matanggou, cayó la primera nevada de aquel año. Cuando llegamos al risco cerca del campamento secreto, vimos brotar agua en medio del grueso
Era fabuloso ver aquello en un día tan frío que las cejas se cubrían de escarcha. Era un río raro.
El risco que se alzaba a la entrada de Matanggou era muy escarpado y abrupto. Le causó muchas dificultades a toda la unidad. Los guerrilleros con mucha dificultad lo escalaban, palmo a palmo, sudando gordo y agarrándose de ramas y de raíces de
También el cazador de armiños fue conducido por esa ruta secreta que abrimos cuando entramos a Matanggou. Al pasar,acompañado por un grupo de guerrilleros, el puesto de guardia del campamento secreto del regimiento No.7, por casualidad oyó a los centinelas decir en broma que su apariencia era sospechosa, que quizá fuera un espía porque en aquellos días sólo traían al campamento secreto a los espías, y si de verdad lo era, se ofrecerían para fusilarlo. El viejo cogió pánico.
En aquel invierno no habíamos permitido entrar en el campamento secreto a ningún civil. A las personas con quienes debíamos encontrarnos las recibíamos fuera del campamento, y no las citábamos para él. Llevamos a individuos, cuyos delitos era preciso aclarar para ajusticiarlos. Los centinelas, habituados a esa práctica, veían en el cazador de armiños a un espía. Y dijeron en voz alta esas palabras al tomarlo por un chino, ya que aquel día llevaba ropa de chino, no se sabe porqué. Y esta eventualidad hizo que los centinelas lo tomaran por chino y dijeran lo que él no debió oir.
Si el viejo no tenía delito, esas palabras no lo habrían alterado. Pero al contrario se quedó desconcertado, porque creía que los guerrilleros lo habían dicho conociendo su verdadera faz. En los días en que preparábamos la entrevista con Sim Ryong Jun, el anciano había recibido, contra su voluntad, la tarea de atentar contra la Comandancia, rendido ante las amenazas y el chantaje de los japoneses. Aquel día en que entraba en el campamento guiado por el grupo de guerrilleros traía consigo la siniestra arma para asesinarnos. Siendo así, ¿cómo pudiera estar tranquilo?
Cuando el viejo llegó a la Comandancia, yo jugaba al ajedrez con el enviado especial de Wang Delin.
Interrumpí el juego, y lo recibí, pero, no sé por qué, encontré que tenía mal semblante.
Como posteriormente confesara el viejo, aquel día, al oir las palabras de los centinelas, pensó: “Dicen que el General Kim Il Sung prevé lo que va a ocurrir en el universo tres meses después; tal vez conoce también el complot que urdimos. Si no, ¿por qué me traen a este lugar, donde no deben estar personas como yo? Ya estoy muerto.” No podía estar tranquilo porque, además de que el corazón se le desbocaba por la misión que había recibido contra su voluntad, oyó esas palabras al pasar por el puesto de guardia.
Sin embargo, al ver el mal semblante del cazador de armiños, nos compadecimos de él. Lo tratamos cordialmente pensando en cuánto sufría para mantenerse con la caza de armiños en ese recóndito lugar de Mengjiang donde se refugiara por haber perdido el país. Le servimos panizo aunque para los guerrilleros no podíamos preparar más que sorgo. Un día le permitimos recorrer la unidad y asistir a un encuentro de recreación, una conferencia y una disertación de estudio. Después de entrenarlo e ilustrarlo así algunos días, nos proponíamos enviarlo, junto con Kim Il, al sitio destinado a ser sede de la conversación con Sim Ryong Jun.
Tratábamos de influir en él por diversos métodos, pero no logramos el objetivo. Guerrilleros de la escolta decían que aunque le ofrecían panizo, no lo tomaba, y suspirando de vez en cuando, sólo preguntaba cuándo lo dejarían salir del campamento secreto.
Si aplazamos su envío, junto con Kim Il, al lugar de la cita, fue porque nos dimos cuenta de que los enemigos mantenían cercada la zona de Matanggou,y no por otra causa. Habíamos enviado grupos de observadores en distintas direcciones para que otearan minuciosamente los contornos con binoculares desde las cimas o desde lo alto de árboles. Ellos descubrían de inmediato el humo que se elevaba de los montes en las cercanías del campamento secreto y los distintos puntos donde se concentraban los enemigos. Por la misma razón, nosotros preparábamos la comida sólo de noche con la menor cantidad posible de leña, para no hacer humo de día.
Un día hice venir al cazador de armiños a la Comandancia para conversar. En plena conversación vino a verme el jefe de un grupo que había sido enviado a cumplir una misión. Tras darme un breve parte añadió que en el camino de regreso habían detenido a dos agentes secretos, a uno lo soltaron previamente aleccionado, porque confesó francamente su delito, y a otro lo ajusticiaron en el mismo lugar porque pese a haberle dado pruebas evidentes, se resistió sin confesar su misión y delitos.
Después de escuchar ese parte valoré que hicieron bien en soltar a uno y ejecutar a otro.
Tan pronto como dije estas palabras, el cazador de armiños se puso de rodillas con las manos en el suelo, y haciendo repetidas reverencias con la cabeza, imploró sin más ni más: “¡Perdóneme, General!”. El guerrillero y yo seguimos perplejos sus movimientos. Aunque supuse que él tendría sin duda algún motivo para pedir perdón, no podía colegir cuál sería.
Le dije que se explicara con detenimiento.
Parece que estas palabras le dieron fuerza. Balbució: “Espere un momento”, y salió afuera para volver con un hacha que había escondido al pie de un abedul. Luego se puso a confesar. Explicó que su primera culpa era haber recibido de los japoneses la tarea de atentar contra la Comandancia, y escondido el hacha en lugar de declarar voluntariamente y arrepentirse pese a que era tratado como un huésped de honor en el campamento secreto, y la segunda era que no había hablado a la Comandancia sobre la traición de Sim Ryong Jun, aunque lo sabía.
Al escuchar estas últimas palabras quedé atónito. No era muy sorprendente que el cazador de armiños recibiera esa tarea de los japoneses. Varias situaciones de esta índole tuve antes en el campamento secreto del monte Paektu. Pero, traicionar Sim Ryong Jun, una de las figuras de la junta Chamui de ayer, para convertirse en un lacayo del imperialismo japonés, eso era un suceso más que doloroso.
En la etapa de las tres juntas Sim Ryong Jun gozaba de gran reputación y las masas depositaban muchas esperanzas en él. Había agitado contra los japoneses, diciendo muchas cosas de peso. ¡Qué paradoja que tal hombre se convirtiera en un perro del imperialismo japonés!
Pregunté cómo conocía de la traición de Sim Ryong Jun, a lo que respondió que le vio tramar con los japoneses. A la pregunta de qué tramaban contestó que buscaban la manera de atraer la Comandancia. El plan que Sim Ryong Jun trazó junto con los japoneses para intentarlo consistía en que cuando el enviado de la guerrilla fuera a ver a Sim Ryong Jun, primero lo detendrían, y le forzarían a escribir una carta en que propusiera al Comandante encontrarse en equis punto, y cuando éste llegara al lugar indicado, lo cercarían y apresarían.
El cazador de armiños declaró que las cartas que Sim Ryong Jun nos envió las había escrito después de discutir con los japoneses en un cuarto interior. Siempre que le dábamos alguna tarea, Sim Ryong Jun fue a ver a los japoneses para comunicarles qué le había pedido el ejército revolucionario, y luego actuó según sus órdenes.
El cazador de armiños dijo, además, que después de haberse rendido a los japoneses Sim Ryong Jun frecuentaba Changchun y trajo muchas veces “tropas punitivas”.
Si el anciano cazador de armiños no hubiera confesado, Kim Il, yo y todos los demás habríamos perecido.
Depositar confianza en las personas acarrea de vez en cuando momentos tan críticos como ese. Sin embargo, yo no salí perjudicado, por tanto, puede decirse, que la confianza me benefició. Es que la negra intención de aquel anciano se disipó al calor de la propia conciencia del ser humano, porque sin tener ninguna sospecha de él le dejamos entrar en el campamento secreto y observar la vida de la unidad en todos sus aspectos abriéndole sus puertas de par en par. La dialéctica de psicología humana es de veras extraña.
El camarada Kim Jong Il sostiene que la confianza engendra súbditos fieles y la desconfianza traidores. Esto es una máxima.
La desconfianza no trae ningún beneficio, pero la confianza aporta mucho.
Esto no significa, sin embargo, que se entregue hasta el corazón, sin distinguir a amigos de enemigos. Hay que confiar en las personas, pero probándolas en la práctica.
A pesar de que ese anciano soltó todos los datos que conocía, nuestros compañeros insistieron en que no debíamos perdonarlo. Pero lo perdoné con indulgencia. ¿Por qué no tratar con generosidad a quien se arrepintió sinceramente de su delito? No hay que cuestionar el pasado de las personas que confiesan sinceramente sus culpas.
Aquel suceso me dio la seria lección de que los revolucionarios no deben hacerse ilusiones nunca con los individuos. Cuanto más difíciles momentos pasa la revolución, tanto más debe ser rechazada la ilusión hacia los individuos. Está bien que se confíe en una persona y se ame, pero no es bueno tratarla con ilusión. La ideología no es inmutable. Una persona puede pensar diferente ayer, hoy y mañana. Lo muestra el ejemplo de Sim Ryong Jun.
Una persona puede impulsar o impedir la revolución según sus intereses. Las ideas de los que luchan por los intereses del pueblo concediéndole primordial importancia, son invariables como el diamante, pero las que profesan las personas que persiguen solamente la comodidad y el lujo personales, sin tener en cuenta los intereses de la revolución y el pueblo, se corrompen rápido. En los momentos difíciles los contaminados por el individualismo y el egoísmo reniegan más fácilmente que nadie de la revolución.
El ejemplo de Sim Ryong Jun me hizo conocer con claridad que si uno abjura y se encierra dentro del vallado de autoprotección, se hunde en el más intrincado laberinto de la traición. Quien vive sólo para sí mismo vende sin vacilación a los amigos, a los camaradas, a los vecinos, a la nación, al país.
3. Ultimo destacamento del Ejército independentista
El Ejército independentista que apareció con la bandera de la lucha armada en el escenario histórico de Corea, cuando toda la nación se estremecía entre lamentos y llantos por la ruina del país, fue fruto del ardiente anhelo y los duros esfuerzos de los patriotas que venían peleando a vida o muerte con miras a recuperar la estatalidad, valiéndose de todas las formas de resistencia legal e ilegal, violenta y no violenta, entre otras la de los voluntarios y el movimiento patriótico-cultural de ilustración. Fue la única fuerza armada antijaponesa en el campo del movimiento nacional, pero por haberse quedado a la zaga de la época y poseer una débil base entre las masas estaba condenado a desaparecer.
Valorando la posición del Ejército independentista, quien trató de vencer al imperialismo japonés con la fuerza de los fusiles y los sables, y no con solicitud o mendicación, desde que levantara la antorcha de la Revolución Antijaponesa el gran Líder hizo muchos e invariables esfuerzos para trabajar con él.
Tuvieron que transcurrir varios años desde la temprana época en que el gran Líder se fue a Manchuria del Sur en busca del comandante Ryang hasta que por fin fructificó el sublime proyecto político y la férrea voluntad patriótica con que deseara participar en la lucha antijaponesa hombro con hombro con el Ejército independentista.
C
¿Quién fue C
En octubre de 1975, al recorrer el Cementerio de Mártires Revolucionarios en el Monte Taesong, el estimado Líder se detuvo un buen rato frente al busto de C
Aquí recogemos resumido lo que él dijo aquel día al personal del Instituto de la Historia del Partido y de la administración de dicho Cementerio, así como recuerdos que evocó en otras oportunidades ante investigadores de la historia de la Lucha Revolucionaria Antijaponesa, escritores y personal de la esfera de reliquias históricas revolucionarias.
C
En 1925, cuando nosotros nos trasladamos a Fusong, también estaba él entre los que acompañaron a mi padre hasta Daying para recibirnos. En la última etapa de vida del Ejército Independentista C
En mi época de la escuela primaria de Fusong la gente del lugar solía llamarle “consejero C
“Consejero” era el título militar de C
Mi padre decía que en su infancia había andado con saquitos de arena atados a las piernas para prepararse por sí solo en el arte militar. Si esto es cierto se puede inferir que desde una tierna edad abrigaba un alto propósito. Como en las riberas del Amrok aparecían a menudo combatientes de las tropas de voluntarios o de independentistas fue inevitable que él recibiera influencia de ellos desde la infancia.
El padre de C
Cuando contaba con 17 ó 18 años se fue a Maershan en el distrito Linjiang para unirse al Ejército independentista. Este monte era la base del Cuerpo militar Paeksan.
Una vez, al hablar con mi padre sobre C
Mi padre lo trataba con mucho cariño, como si fuera su hermano menor.
Cuando mi padre se enfermó él venía a verlo casi todos los días junto con Jang Chol Ho. Y cuando falleció vino con todos sus subalternos para expresar el pésame. El también se puso el kamthu de cáñamo*, y lloró muy dolido; en esa ocasión me dijo muchas palabras estimuladoras. Hasta hoy le estoy agradecido por la sentida condolencia que me expresó.
Yo no conozco qué planteamientos o teorías tenía en la época en que militaba en la junta Jong-ui. De analizar su ideal teniendo como patrón la alianza con el comunismo o el anticomunismo podríamos afirmar que estaba más cerca del comunismo que del anticomunismo. Pero, a diferencia de Kong Yong o de Pak Jin Yong, tardó en cambiar de rumbo hacia el movimiento comunista.
En torno a mi padre había muchos simpatizantes y partidarios de la nueva corriente ideológica. Pero entre ellos fueron pocos los que cambiando de bandera pasaron al campo de los comunistas.
Por aquel entonces, los que aspiraban a la nueva corriente ideológica en Manchuria del Sur y Manchuria central estaban cerrados por nacionalistas. Si ellos hubieran constituido la mayoría, nosotros no habríamos sido blanco del terrorismo por parte de los integrantes reaccionarios de la capa superior de la junta Kukmin cuando estuvimos en Wangqingmen.
En contraste, en Manchuria del Este la idea comunista predominaba sobre la nacionalista. No bien penetrara se difundió por todo este territorio convirtiéndose en ideología predominante, sin que el nacionalismo le hiciera frente. Allí no hubo un serio enfrentamiento entre las dos corrientes, como ocurrió en Manchuria del Sur o central.
Como muestran los casos de C
En el verano de 1932 tuve un breve encuentro con C
En Manchuria del Sur, hasta esa época en que discutimos con Ryang Se Bong la cuestión de la cooperación, en el Ejército independentista la conciencia anticomunista prevalecía sobre la de la alianza con los comunistas. A causa de la conciencia anticomunista de su capa superior y las intrigas divisionistas de los enemigos tuvimos que abandonar a Tonghua sin haber logrado la cooperación que perseguíamos, hecho que, según se decía, apenó mucho a C
Aunque nuestra estancia en Manchuria del Sur no tuvo el resultado esperado, no renunciamos a la alianza con los independentistas. Constituir el frente unido con los nacionalistas no era una cuestión que no importara que se resolviese o no, que se necesitara sólo cuando éramos débiles y no cuando fuertes, o que se mantuviera hasta conquistar el poder para renunciar después. Se trataba de una estrategia y un lineamiento que debía mantenerse de modo permanente, hasta lograr la completa concordia y unidad nacional.
Piensen, compañeros, hasta hoy día, al cabo de las decenas de años transcurridos desde la liberación del país, seguimos reiterando la necesidad del frente unido con los nacionalistas.
Es totalmente justo el que desde la época inicial de las actividades revolucionarias consideremos el frente unido nacional como una cuestión estratégica que debemos mantener permanente e invariablemente, hasta alcanzar por completo la gran unidad de la nación.
Si bien fracasamos en las negociaciones con Ryang Se Bong, no dudamos que llegaría el día en que se realizaría la alianza con el Ejército Independentista, y no escatimamos entusiasmo y energía para aproximar ese momento. Si logramos constituir el frente común con las tan obstinadas tropas chinas antijaponesas, no existía motivo alguno para no poder formar un frente unido entre compatriotas por cuyas venas corría la misma sangre. Hablando con franqueza, el no lograrlo era algo que nos hacía sentir avergonzados ante la gente de otros países.
Después de concluir la segunda expedición a Manchuria del Norte,avancé a Jiandao Oeste y sistemáticamente me informaba por diferentes vías de lo referente a las unidades del Ejército independentista en Manchuria del Sur. E impulsé el trabajo encaminado a lograr la cooperación con ellas. En primer lugar, envié correos para hacerles llegar la Declaración Inaugural de la Asociación para la Restauración de la Patria y su Programa de 10 Puntos. Como primera medida encomendamos la tarea de cooperación con el Ejército independentista a los camaradas coreanos que actuaban en las unidades de las Fuerzas Unidas Antijaponesas en Manchuria del Sur. Ri Tong Gwang la cumplió en calidad de delegado de la Asociación para la Restauración de la Patria en Manchuria del Sur.
Sin embargo, el Ejército independentista no se dejó persuadir. Kim Hwal Sok, quien después de la muerte de Ryang Se Bong ocupó el puesto de comandante, era un empecinado anticomunista. Por supuesto, en el Ejército independentista eran muchas también las personas que simpatizaban con la nueva corriente ideológica y deseaban la alianza con los comunistas. Pero, como las capas derechistas, que desde la época de la junta Kukmin siguieron ciegamente a recalcitrantes anticomunistas como Ko I Ho y Hyon Muk Kwan, constituían una fuerza bastante sólida, no se podía impulsar fácilmente la tarea de la cooperación. Cuando vivía Ryang Se Bong, se llevó a cabo una acción conjunta con la unidad de Yang Jingyu, pero esa gran tarea de la alianza con los comunistas, que a costa de mucho esfuerzo había brotado, no pudo promoverse vigorosamente en la etapa del comandante Kim Hwal Sok, a causa de los anticomunistas que había en la capa superior del ejército.
Orientar a Kim Hwal Sok a tomar el camino de la alianza con los comunistas, siendo una cuestión relacionada con el destino de los cientos de subalternos suyos, constituía una tarea muy importante que no se podía mantener por más tiempo sin resolver.
Hablando con franqueza, si por esa época concedimos tanta importancia a la cooperación con el Ejército independentista, no fue para beneficiarnos de él.
En 1936 el Ejército Revolucionario Popular de Corea se encontraba muy nutrido y fortalecido tanto en hombres como en lo técnico-militar. Estábamos preparados para combatir por sí solos y exitosamente, sin recibir ayuda del Ejército independentista.
En cambio, este Ejército, como estaba en el proceso de debilitamiento, se hallaba en una situación extremadamente difícil. Mermaban de continuo sus filas, y como las armas no alcanzaban, la situación llegó a tal punto que una parte de sus efectivos andaban incluso con lanzas o garrotes. Sus tropas, muy debilitadas, rehuían a los enemigos, sin atreverse a entablar combate, razón por la cual no tenían la posibilidad de reabastecerse de armas y municiones. Tampoco eran abastecidas de alimentos y ropa.
El combatiente de la Revolución Antijaponesa Kim Myong Jun estuvo junto con C
En sus reminiscencias, escritas en 1960, al referirse a la situación del Ejército independentista en la época en que se unió a él y en la posteridad recordó lo siguiente:
“En el otoño de 1932, nosotros … nos dirigimos hacia un poblado cerca del Yantongshan en busca de la unidad del Ejército independentista que estaba estacionada allí. En el poblado estaban en apogeo los preparativos para el banquete de saludo al Ejército independentista. Mi acompañante y yo nos acercamos a donde se mataban los cerdos y dando una mano en momentos necesarios nos esforzamos por agradarles a los militares. Después cumplimos encargos menores de los centinelas, pero los jefes rechazaron nuestra solicitud de alistamiento porque éramos muy jóvenes.
“Aquel día, por la noche, con firme determinación seguimos las pisadas de los militares que se trasladaban. En todos los poblados adonde llegaron ellos cumplimos con presteza sus encargos. Por fin, un jefe de compañía, impresionado por nuestros persistentes servicios y deseos de alistarnos, aprobó nuestro ingreso. No encontramos palabras para expresar nuestra alegría de entonces.
“Pero, poco después nos sentimos defraudados al darnos cuenta que el Ejército independentista no era el ejército con el cual soñábamos. En sus unidades, que nos habían producido tanta admiración, no alcanzaban las armas, había quienes andaban con garrotes. Yo, que creía que tan pronto como me alistara tendría un fusil, me veía obligado a pedir prestado a un viejo militar su mosquete cada vez que hacía de centinela.”
Kim Myong Jun, después de alistarse en el Ejército Revolucionario Popular de Corea, en la etapa de las actividades en pequeñas unidades, pasó varios años al lado del gran Líder en la base de entrenamiento del Lejano Oriente.
A través de él el gran Líder, camarada Kim Il Sung, pudo conocer en detalle la situación en que se hallaba el Ejército independentista bajo el mando del comandante Kim Hwal Sok. Y expresó que el hecho de que este Ejército, siguiendo a C
El Ejército independentista conseguía de los habitantes lo necesario para comer, vestirse y alojarse, igual hacía con el dinero para comprar armas, aplicaba el impuesto llamado “nyonjo” a la población del territorio bajo su jurisdicción, y exigía pagarlo de modo obligatorio.
Los recaudadores, con libros de registro, llamaban a los habitantes a presentarse por familia para verificar cómo andaban con los pagos. Si descubrían que alguno no había entregado la suma establecida, le reprendían en duros términos e incluso le zurraban las nalgas.
También las tropas de la junta Kukmin, estacionadas en Manchuria del Sur, ejercieron la autoridad de todo un Estado independiente, tal como procedió la junta Jong-ui con anterioridad.
Según afirmaciones de Kim Myong Jun, a partir de mediados de la década del 30 el Ejército independentista comenzó a convertirse gradualmente en una banda como la de los salteadores, abandonando su misión original.
Una de sus pequeñas unidades, al verse sin provisiones, se fue al río Amrok y arrebató hasta los víveres de los almadieros. Disfrazados de salteadores se emboscaban en los puntos apropiados, y cuando se acercaban las armadías tiraban unos cartuchos de fogueo, obligándoles a arrimarse a las orillas y les quitaban a la fuerza los alimentos. Eran actos demasiado sucios para el Ejército independentista. Aunque eso fuera su último remedio para subsistir, ¿no se pasaba de los límites?
Cuán bochornoso era que el Ejército independentista, que debía proteger y salvar al pueblo, estuviera tan degradado y corrompido.
En su seno comenzó a relajarse la disciplina y aparecieron de continuo los desertores. Me dijeron que también el jefe de la sección de Kim Myong Jun robó de una caja de la comandancia el sello, el revólver y dinero del comandante y desertó junto con un cuartelero y un centinela. Hasta los gandules del bosque desarmaban sin más ni más a las unidades del Ejército independentista con que tropezaban. En el verdadero sentido de la palabra, el Ejército independentista estaba acorralado en un callejón sin salida.
No queríamos que este Ejército se arruinara sin haber llegado a cumplir con su misión. Su ruina sólo hubiera alegrado a los imperialistas japoneses y no nos hubiera beneficiado en nada. Cuando no pocas personalidades patrióticas se retiraban del movimiento independentista o se degradaban como servidores de los enemigos, el Ejército independentista se mantenía como fuerza militar, sin abandonar el objetivo que se había propuesto al fundarse, por lo que merecía que la nación se lo reconociera. Por el solo hecho de mantenerse podía disfrutar del apoyo y amor de las masas populares. Aunque en la última etapa de su existencia casi no aportó nada, en el período inicial y a mediados de sus actividades libró numerosos combates y tuvo muchos éxitos.
En las postrimerías, sus jefes se empeñaron mucho para impedir el desmembramiento de su Ejército como consecuencia de las interminables operaciones de “castigo” de los militares y policías japoneses y manchúes y de la confusión ideológica interna. Lo que más influía en la degradación ideológica del Ejército independentista era el derrotismo. Este se manifestaba tanto en forma de rendición ante los enemigos como de deserción, y en su actuación como salteadores, abandonando de condición de fuerza armada patriótica.
Kim Hwal Sok y una parte de la capa superior del Ejército y cierto número de oficiales y soldados depositaban esperanzas en la ayuda procedente del ejército de Jiang Jieshi. Abrigando ilusiones acerca del Guomindang pensaron mantener su Ejército con ayuda de éste.
El servilismo a las grandes potencias no es cosa del otro mundo. Surge espontáneamente en quienes miran a otros cuando sus fuerzas son débiles o tratan de sobrevivir a costa ajena. No es un mal de nacimiento ni que cae del cielo. Quien no confía en sus fuerzas o las menosprecia, puede degradarse hasta ser servilista, aunque hayan manifestado un patriotismo muy fuerte.
Como decía también antes, la funesta limitación ideológica que tenía ese Ejército estaba precisamente en no confiar en sí mismo y en las fuerzas de su pueblo. El punto de destino adonde llegan las personas que no confían en sí mismas y en las fuerzas de su pueblo es al mismo servilismo a las grandes potencias, y el camino al que conduce éste es a ser vendepatria y a la traición.
La historia demuestra más que suficiente que entre los servilistas no hay quien no menosprecie a su patria y pueblo, y que entre las personas que desprecian a su patria y pueblo no hay nadie que no se convierta en vendepatria, en traidor.
No obstante, no todos los soldados y oficiales del Ejército independentista depositaron sus esperanzas en el dinero y las armas del Guomindang. Su comandante veía en Jiang Jieshi un “Dios”, pero muchos oficiales no tenían fe en él. Estaban mucho más interesados en la alianza con el Ejército Revolucionario Popular de Corea que con el ejército del Guomindang. Los soldados y oficiales del Ejército independentista sabían claramente qué clase de ejército era el ERPC no sólo por haber oído hablar de él sino también por su propia experiencia.
Aun ahora recuerdo lo que me dijo Kim Myong Jun en la base de entrenamiento del Lejano Oriente.
Contaba que cierto año, una pequeña unidad del Ejército independentista, a la cual pertenecía, por casualidad coincidió con una del ERPC en un poblado montañoso del distrito Jian. Al llegar en plena noche al poblado tocaron a la puerta de una casa para pasar la noche en ella. Pero, la casa ya estaba ocupada por una pequeña unidad del ERPC. Al conocer que la gente del Ejército independentista andaba de casa en casa en busca de un lugar donde dormir, los del ERPC por propia voluntad le cedieron la casa donde se alojaban. Y al saber que se le habían agotado las provisiones le dieron una parte de las suyas.
Los del Ejército independentista que en medio de la noche salieron a hacer sus necesidades pudieron ver una sorprendente escena. Los del ERPC estaban durmiendo afuera tendidos muy pegados uno de otro y en forma circular en torno a una hoguera agonizante. No tenían ni frazadas ni cobertores. Simplemente estaban tendidos sobre la maloja seca. Ante tal escena no habrá nadie que no se conmueva.
En la mañana del otro día la gente del Ejército independentista quedó todavía más impresionada al ver cómo los combatientes y jefes del ERPC estaban muy atareados ayudándole al viejo matrimonio de la casa, ora retirando la maloja de alrededor de la hoguera, ora yendo a traer agua, ora cortando leña, ora barriendo el patio. También el viejo dueño de la casa que era chino, emocionado ante la conducta de ellos, iba estrechando la mano de cada uno para elogiarlos: “En mi vida no había visto un ejército como éste. Realmente ustedes son el genuino ejército del pueblo, el nuestro.”
Este hecho se convirtió en tema favorito de conversación de las capas superiores e inferiores del Ejército independentista que se enteraron de lo ocurrido por boca de la gente de la pequeña unidad de Kim Myong Jun. También C
Se convirtió en una corriente indetenible el que los soldados del Ejército independentista se sintieran atraídos por el ERPC.
La única vía para su supervivencia era cooperar con el ERPC. Sólo la alianza con los comunistas era el camino de salvación, y la cooperación el único remedio. Lo que esperábamos de él era que creciendo y fortaleciéndose continuara peleando por su cuenta o, uniendo sus fuerzas a las del ERPC se dedicara a la lucha común antijaponesa.
Teniendo en cuenta su situación eran suficientes las posibilidades de cooperar con el ERPC. El problema estaba en cómo hacer cambiar de actitud al comandante Kim Hwal Sok y sus seguidores, quienes, blandiendo el garrote del anticomunismo, depositaban esperanzas en Jiang Jieshi. Según informes enviados por nuestros activistas clandestinos y compañeros de Manchuria del Sur, C
Fue después de la fundación de la ARP cuando determinamos en definitiva realizar la cooperación con el Ejército independentista y fue después de haber avanzado a la zona del monte Paektu y a Jiandao Oeste cuando comenzamos a ejecutarla.
También con anterioridad, el ERPC estableció por propia iniciativa varios contactos con la gente del mando del independentista. Ellos no se oponían a nuestra idea sobre la cooperación de las fuerzas nacionales antijaponesas, pero en cuanto a nuestra propuesta de alianza entre el ERPC y su Ejército, se callaron, sin manifestar ninguna opinión.
En esa época precisamente le encomendamos a C
Al llegar a Manchuria del Sur lo primero que hizo fue entregarle a C
En aquel encuentro él dijo a C
“De nuestro ejército ha quedado sólo el casco, pues es como una tinaja de kimchi vacía. De poder actuar según mi voluntad personal, conduciría de inmediato la unidad a donde está el Comandante Kim Song Ju. Si el viejo comandante no se deja convencer, estoy decidido a pasarme, aunque sea yo solo, al ejército revolucionario.”
C
“Nosotros no perseguimos la escisión del Ejército independentista. No está mal que usted, señor subcomandante, vaya al monte Paektu al frente de sus hombres leales, pero lo mejor sería tratar de convencer al viejo comandante en lo posible, para que acepte la cooperación con el Ejército Revolucionario Popular de Corea.”
C
Kim Hwal Sok trató de disminuir las pérdidas de su ejército con el método de dividirlo en tres unidades para operaciones dispersas, pero esto no pasó de ser un medio para evadir las dificultades. Este Ejército, que no se arraigó profundamente entre las masas del pueblo, ni siquiera disponía de reservas suficientes para suplir sus fuerzas.
C
Decían que C
El que fuera frágil el terreno de masas de ese ejército era un fenómeno inevitable; no podía ser de otro modo. Sus actividades y aspiraciones se fundamentaban en ideas nacionalistas burguesas, muy ajenas a las ideas centradas en las masas populares. Estas ideas nacionalistas burguesas se caracterizaban por no considerar a las masas trabajadoras como artífices de la revolución y, partiendo de esto, no ver con buenos ojos la unidad con amplios sectores patrióticos antijaponeses y rechazar al comunismo.
Precisamente viendo en esto la causa fundamental de la depauperación, el aislamiento y la ruina del Ejército independentista C
Pero Kim Hwal Sok no prestó atención a la proposición de alianza con el ERPC. El decía que de realizarse sólo los comunistas saldrían beneficiados, y el Ejército independentista dejaría de existir. Se comentaba que su posición era no comer junto con los comunistas en la misma olla ni aun cuando el Ejército independentista tuviera que perecer por estar predestinado a existir durante poco tiempo. Sin querer ceder ni un ápice en su actitud anticomunista predicaba: “No se dejen engañar por la propaganda de los comunistas. Son seres que no saben más que de lucha de clases. El frente unido que ellos proponen es una taimada medida temporal. Como son hombres de doble faz, lo mejor es volverles las espaldas.”
Mientras las conversaciones entre el comandante y su sub caían en el vacío, la situación en el Ejército empeoró al extremo. Este quedó con las manos y los pies atados, sin provisiones ni ropas y cercado por el enemigo. Para colmo de males, de continuo aparecían desertores, los que retornaban sumisamente y los que morían de hambre, lo que desanimó mucho a oficiales y soldados.
Dispuesto a tomar una drástica decisión, C
Kim Hwal Sok, viéndose en un callejón sin salida, aceptó la propuesta. Por orden suya todos los oficiales y soldados se reunieron en un lugar. Después de explicarles en términos graves la difícil situación en que se encontraba el Ejército, el comandante dijo: “Den un paso adelante los que quieran ir en busca de la unidad de Kim Il Sung.”
Supe que al oirlo en los primeros momentos nadie se movió. No podían proceder de otra manera porque no conocían la verdadera intención del comandante. Quizás él persiguiera descubrir a los aliados de los comunistas y tomar represalias. Esto nadie lo podía saber.
Dicen que Kim Myong Jun fue el primero en dar un paso adelante. Le siguieron numerosos soldados. Cualquier tarea, por muy difícil que sea, se cumple si existe un precursor. Realmente Kim Myong Jun fue este precursor. Por eso, cuando se alistó en el ERPC le traté con mucho afecto.
Mucho tiempo después, evocando el momento en que se separó del comandante Kim Hwal Sok, dijo:
“En aquel momento quien me animó a tomar la decisión fue el subcomandante C
Así fue como la unidad quedó dividida en dos y, según supe, todos lloraron, tanto el comandante Kim Hwal Sok como el subcomandante C
Los dos bandos del Ejército independentista partieron en direcciones diferentes luego de prometer volver a verse el día de la independencia de Corea. El conducido por C
Cuando nos vimos en Nanpaizi, C
“Hice un gran rodeo para llegar al lado de usted, Comandante Song Ju. Había también otro camino directo, pero … Estuvimos demasiado indecisos.”
Yo saludé de todo corazón su paso a nuestro lado.
La importante acción emprendida por C
El mérito de C
Podemos afirmar que con el paso de C
La gesta de C
Después de pasarse al ERPC C
A diferencia de C
En definitiva, fueron el anticomunismo y el servilismo a las grandes potencias los que llevaron a Kim Hwal Sok al fracaso.
Como muestra la historia de nuestra nación, los servilistas a las grandes potencias y los anticomunistas, sin excepción, se degradan como vendepatrias, como traidores.
Sun Zhongshan, aunque fue dirigente de la revolución democrática burguesa, pudo impulsarla de continuo con el apoyo de amplios sectores populares por haber realizado la alianza con los comunistas. Kim Gu pudo ocupar dignamente una página de la historia nacional por haber dado, en las postrimerías de su vida, un nuevo paso patriótico, pasando del anticomunismo a la alianza con los comunistas. Si se hubiera aliado con los comunistas, también Kim Hwal Sok habría podido concluir la última parte de su vida como patriota amado por el pueblo, sin caer en la trampa de los japoneses.
Por esta razón, cuando veo a las personas afectadas por el mal del anticomunismo, les advierto que el anticomunismo es el camino que no sólo les lleva a su propia ruina sino también a la traición a la nación y al pueblo. Oponerse a los comunistas que están al lado del pueblo debe ser considerado como volverle las espaldas. He aquí precisamente una de las causas por las cuales el anticomunismo es el camino para volverles las espaldas al país y el pueblo, cuando aliarse con los comunistas significa el patriotismo, el amor a éstos.
También Kim Myong Jun, que, siguiendo a C
El camarada Kim Jong Il le aprecia y cuida mucho por ser el último que queda de los procedentes del Ejército independentista.
También Hong Chun Su se pasó de este Ejército al ERPC.
La experiencia de la historia de que cuando la lucha por la restauración de la patria el Ejército independentista se uniera al ERPC y peleara contra los agresores imperialistas japoneses, muestra de modo elocuente que hoy todas las fuerzas patrióticas de la nación, tanto en el Norte y Sur como en ultramar, deben luchar en común contra las fuerzas extranjeras, uniéndose por encima de las diferencias de ideologías, ideales y de criterios políticos, y que esto es del todo factible.
4. Wang el Jefe de Policía y el alcalde Wang
En la segunda mitad de la década del 30, entre los amigos chinos que ayudaron activamente, en lo material y espiritual, al Ejército Revolucionario Popular de Corea, se encontraban dos de apellido Wang que servían en los organismos enemigos. Uno era alcalde en Dahuanggou, en el distrito Linjiang, y otro, jefe de puesto de la policía títere manchú en Jiajiaying, en el mismo distrito, y los habitantes del lugar le llamaban simplemente Wang el Jefe de Policía.
¿Cómo fue posible que estos dos Wang que en la base ejecutaban directamente la política colonial del imperialismo japonés llegaron a establecer contacto con el Ejército Revolucionario Popular de Corea y, finalmente, a convertirse en simpatizantes y partidarios de la Revolución Antijaponesa? El trabajo con ellos fue una de las labores políticas que proyectó personalmente el gran Líder después del estallido de la Guerra Chino-Japonesa.
El gran Líder, Presidente Kim Il Sung los vio sólo una vez, sin embargo, a lo largo de decenas de años no los olvidó.
Fue Ju Jae Il, instructor político de la compañía No.1 del octavo regimiento, quien me habló por primera vez del alcalde Wang. Al regresar de Dahuanggou en el distrito Linjiang, donde estuvo en un trabajo clandestino, me informó que para extender en esa región la organización de la Asociación para la Restauración de la Patria debíamos ganarnos, ante todo, al alcalde Wang y me habló detalladamente sobre él.
Quien le habló al compañero Ju de los antecedentes del alcalde Wang fue un miembro de la organización a quien había admitido en el partido cuando éste trabajaba como secretario del comité regional del partido de Niuxinshan, en Sandaogou, en el distrito Helong. Como este hombre al descubrirse su identidad no se pudo quedar más en aquel lugar, la organización del partido hizo se refugiara en el distrito Linjiang, donde se decía vivía un pariente suyo. Según me informaron, alquiló una cabaña en las proximidades de Dahuanggou, y aunque vivía pobremente, no abandonó las actividades organizativas ni en el distrito Linjiang, esforzándose por agrupar a personas confiables.
Al encontrarse con el instructor político de compañía, otrora secretario del comité regional del Partido, le pidió lo conectara otra vez con la red organizativa.
Yo le dije al instructor político de la compañía No.l que fuera de inmediato a Dahuanggou a ver otra vez a ese hombre, constituyera con él y las personas que garantizara una organización y la conectara a la red de organizaciones. Al volver a verlo el instructor político le dijo que como la Comandancia orientaría directamente sus actividades podría entregarse, sin preocupación, a extender la organización de la Asociación para la Restauración de la Patria. Así fue como surgió una organización nuestra en Dahuanggou. Creo que aquella fue la primera de esta Asociación creada por nosotros en el distrito Linjiang.
Al instructor también le di la tarea de atraer al alcalde Wang. En este proceso Wang se convirtió en objetivo de nuestro interés. Por conducto de la organización clandestina de Dahuanggou lo estudiamos profundamente durante más de medio año.
Nuestro trabajo con el alcalde Wang dio sus frutos en la primavera de 1938.
En aquel entonces terminamos el período de estudios político-militares en Matanggou y emprendimos el avance hacia Changbai. Como en el itinerario de la marcha estaba previsto pasar por Dahuanggou, tenía decidido encontrar a toda costa tiempo libre para entrevistarme con el alcalde Wang.
Durante la marcha hacia el sur, en dirección a Changbai, padecimos mucho. Cuando llegamos a un lugar, aproximadamente a 30 ríes de Dahuanggou, se nos agotaron hasta los víveres y no pudimos seguir la marcha. Los guerrilleros estaban muy cansados.
En tales condiciones no podía llevar la unidad hasta Changbai. Tenía que darles comida a los combatientes para poder seguir caminando y peleando, pero no había solución alguna, no quedaba ni un puñado de cereales. Hubiera sido una buena medida organizar una operación y,como botín, conseguir víveres, sin embargo, los guerrilleros se encontraban tan agotados que, no digo pelear,ni siquiera se podían sostener en pie. Fue precisamente en este momento que pensé en dar un paso adelante en el trabajo con el alcalde Wang. Pensé que de realizar exitosamente este trabajo podíamos tanto conseguir víveres como crear condiciones propicias para nuestras actividades.
Cerca de Dahuanggou había una aldea llamada Xiaohuanggou. Pero, allí la organización clandestina se hallaba en una situación crítica. También esta organización estuvo relacionada con el hombre a quien había permitido ingresar en el partido el instructor político de la compañía No.1 cuando éste actuaba en Niuxinshan como secretario del comité regional del partido. Esa organización trabajaba con éxito logrando multiplicarse no sólo en Xiaohuanggou sino también en otras aldeas, pero fue descubierta por los enemigos. Irrumpiendo en la aldea los enemigos desenfrenadamente mataron a los militantes de la organización y quemaron las casas. Hasta los viejos y los niños fueron asesinados a tiros y bayonetazos.
Sólo algunos militantes y unos cuantos habitantes que escaparon de la matanza llegaron a Dahuanggou en busca de salvación. Su destino dependía del alcalde Wang, que desempeñaba a la vez el cargo de jefe del cuerpo de autodefensa. Según la actitud que tomara, estos refugiados de Xiaohuanggou podían tener buena o mala suerte. Esta fue la razón por la que reafirmé la decisión de hacerlo con rapidez nuestro simpatizante y colaborador.
Enviamos a Dahuanggou a los activistas clandestinos que trabajarían con el alcalde Wang.
Los activistas clandestinos aseguraron que se ganarían a todo precio al alcalde Wang, pero, por otra parte, mostraban preocupación de si no tropezarían con escollos porque este hombre era, además, jefe del cuerpo de autodefensa.
Sin embargo, no tuve la menor duda de que el trabajo resultaría exitoso. Llegué a tener esta confianza al valorar que era una persona de conciencia. Pero, ¿cómo se manifestó que él era así? Supe que desde que se convirtiera en alcalde y jefe del cuerpo de autodefensa no le hizo daño a ningún habitante del área de su jurisdicción, y yo consideré esto como una prueba muy importante. En aquel tiempo, las personas que sólo pensaban en su seguridad y en altos honores y lujos personales, una vez que llegaban a ocupar cargos como esos, castigaban a uno o dos patriotas, como si se tomaran un vaso de agua, para alcanzar méritos.
Pero, el alcalde Wang no delató ni le hizo daño a nadie. Se decía que se hizo de la vista gorda con respecto a los refugiados de Xiaohuanggou, incluso a los que les asesinaron los familiares, dejándolos que se estabilizaran en el territorio bajo su jurisdicción, sin molestarlos. Si hubiera sido un hombre malo no habría actuado así. Ora habría soplado que a su aldea habían llegado rojos huyendo de la aldea comunista y pedido que los apresaran ora él mismo, movilizando el cuerpo de autodefensa, los habría matado a todos y recibido un premio.
Amparar a los que huyeron de las manos asesinas de los militares y policías japoneses, recibiéndolos y dejándolos estabilizarse en su aldea, no era, de veras, algo que pudiera hacer alguien si no tuviera una audacia o voluntad fuera de lo común. En el caso de conocerse el hecho era casi seguro que el mismo alcalde fuera castigado severamente. Llegamos a valorar que él procedió noblemente dispuesto a encarar esa contingencia.
A los trabajadores clandestinos que iban a partir hacia Dahuanggou les dije que el alcalde Wang parecía tener algo de conciencia y que si se le acercaban con audacia y explicaban de modo convincente el objetivo por el cual peleaba nuestra guerrilla contra los imperialistas japoneses, podrían atraerlo seguramente a nuestro lado.
Ya en Dahuanggou,con la ayuda del hombre de la cabaña, los trabajadores clandestinos lograron ver al alcalde y le propusieron que colaborara con nosotros. El alcalde Wang lo aceptó de buena gana e incluso pidió una entrevista conmigo. Expresando que estaba dispuesto a resolver todo lo que necesitaba el ejército revolucionario rogó insistentemente que le facilitaran ver al General Kim Il Sung.
Nuestros jefes discutieron mucho el asunto, unos se manifestaban a favor y otros en contra. En esa época, como se tramaban con frecuencia los atentados contra la Comandancia, todos, tanto los comandantes como los guerrilleros, estaban con los nervios de punta.
Al enterarme de lo que ocurría entre ellos tuve que persuadirlos para que hicieran venir el alcalde Wang.
Al recibir la noticia de que yo acepté su solicitud, Wang vino a la Comandancia trayendo consigo muchos materiales, entre otros víveres y zapatos, para lo cual movilizó en secreto a los habitantes de la aldea. Era un hombre bien parecido de unos 34 ó 35 años de edad. Desde el primer momento me produjo una impresión muy buena por su cortesía, su porte decente y su conducta abierta.
Después de interesarme un rato por su familia y estado de salud, le encomié altamente por el hecho de que hasta entonces había procedido como un instruido, sin perder la conciencia nacional, y le exhorté a que nos prestara mayor ayuda aprovechándose de su posición como alcalde.
“Tanto Japón como el Estado manchú no resistirán mucho tiempo. El puesto de alcalde que usted ocupa es un cargo dado por el Estado manchú, pero debe aprovecharlo al máximo no para ellos sino para la patria, el pueblo y la revolución. Para proceder así, tiene que ayudar de modo activo al ejército revolucionario, movilizando a los habitantes. Confío en que usted no defraudará nuestra esperanza.”
El alcalde Wang quedó muy agradecido por la confianza que le manifesté.
“Usted confía tanto en mí que no encuentro palabras para agradecérselo. Nunca lo olvidaré en lo que me queda de vida y lucharé tal como me ha indicado usted, General.”
Al venir a visitarnos trajo preparados licores y chucherías. Pensé que era una persona muy cuidadosa y sociable. Tomamos el baiju en la tienda de campaña. Para mostrarme que el aguardiente no tenía nada anormal él lo tomó primero y después me ofreció una taza.
Al sentirse algo embriagado se puso a contarme la historia de su familia, de la que hasta entonces, aseguraba, no había hablado a nadie. Narraba de modo interesante y ordenado como una novela, pero al final me di cuenta que era toda una tragedia.
Su padre era de origen manchú, nacido y crecido en el distrito Dongning. Era tan pobre que casi a los 40 años no había podido casarse y que mientras llevaba una vida errante se unió a una mujer que le gustó.
De ellos nació un niño precioso, que precisamente sería el futuro alcalde. Con el paso de años el niño creció y se hizo todo un muchacho gallardo e inteligente, pero sus padres eran tan pobres que no podían darle instrucción como lo hacían otros.
El padre del niño siempre pensaba en dónde podría tener una vida más llevadera que en Manchuria. Estaba dispuesto a irse de Manchuria con su hijo tan pronto como supiera de la existencia de tal lugar. Fue precisamente en esa época que oyó de boca de un grupo de jóvenes coreanos que iban hacia Kangdong para ganar dinero y de paso se detuvieron en su aldea para conseguir dinero para los gastos de viaje, que allí se vivía bien.
Muchas personas de las generaciones de nuestros abuelos y padres llamaban a Rusia o Arasa o Kangdong.
Cuando aquellos jóvenes coreanos partieron de la aldea, el padre del niño fue a Kangdong junto con ellos.
En Rusia, ellos anduvieron por las minas de oro, pero al no lograr sus objetivos se estabilizaron en un lugar para cultivar la tierra. Con el paso del tiempo, con ellos como protagonistas se formó un caserío de coreanos dedicados a la agricultura.
El padre del muchacho, pese a ser chino, se estableció allí y vivió entre los coreanos. La diferencia de nacionalidad no les impidió llevarse en armonía como si fueran hermanos carnales.
Como el muchacho iba a la escuela de la aldea se familiarizó con las costumbres coreanas y llegó a hablar con soltura la lengua coreana.
Con posterioridad, en Rusia comenzaron encarnizados enfrentamientos entre el partido nuevo y el viejo. El nuevo significaba el Partido Bolchevique y el viejo la horda de los blancos. Según contó el alcalde Wang, entonces también los habitantes de aquel caserío sufrieron incontables contratiempos. Si las fuerzas de los bolcheviques se imponían y expulsaban a los contrarrevolucionarios, la aldea se convertía en el mundo de los bolcheviques, pero si predominaban los blancos de la noche a la mañana ocurría lo contrario. Los aldeanos se dividieron, poco a poco, en partidarios del Partido Comunista y de los blancos, e incluso en una familia, si el primogénito pertenecía al Partido Bolchevique, el segundo y el tercero eran de la banda de los blancos, y como consecuencia se escenificaban tremendas riñas.
Estas riñas empezaron a provocar incluso matanzas. También el padre del niño tuvo una muerte horrible atravesado por una horquilla de los blancos. El niño quedó huérfano, sin ningún protector. Los aldeanos se compadecían de él, pero nadie se atrevía a cuidarlo temiendo a la represalia de los blancos, quienes insistiendo en la necesidad de exterminar a los bolcheviques se proponían matar hasta al niño. La situación era muy crítica.
Quien lo protegió en lugar del padre, fue uno de aquellos jóvenes coreanos que vinieron del distrito Dongning a Rusia en busca de dinero. Un día frío de otoño, llevándose al niño pasó la frontera y huyó hacia el distrito Dongning. Pensaba en hallar a la madre del muchacho. Sin embargo, desgraciadamente en el camino cayó en manos de los bandidos. Estos intentaron obtener dinero u otros bienes materiales tomando al niño como rehén, pero al conocer que era huérfano, querían matarlo.
Entonces, intervino el segundo jefe de la banda quien dijo que no tenía sentido matar al pobre niño; que dejaran ir a donde quisiera al coreano; y que al niño lo enviaran a su cuarto. Así fue como el joven coreano despojado del dinero para el viaje, e incluso del niño, se fue sin rumbo fijo y el niño se quedó entre los bandidos bajo la protección del segundo jefe de éstos. El impidió que mataran al niño porque lo quería para él. Una noche llevando consigo al niño, se evadió de la guarida de los bandidos y el lugar a donde llegó a parar fue precisamente el territorio del distrito Linjiang. En el remoto caserío Dahuanggou compró tierra y casa, y convertido en un hombre rico crió al niño como su hijo adoptivo. Pudo hacerse rico porque al fugarse de la guarida de los bandidos se llevó una cuantiosa suma de dinero de la banda, que él guardaba.
El apellido del segundo jefe era Wang, oriundo de Shandong. Le puso al niño su apellido. Su punto de vista de la vida era que para vivir en la abundancia uno debe tener poder. Para hacer de su hijo adoptivo un hombre poderoso le dio instrucción y hasta le consiguió el puesto de alcalde.
El alcalde Wang afirmó que fueron muy grandes los favores que le hizo el padre adoptivo, pero nunca podría olvidar al coreano que después de la muerte del padre carnal le protegió y llevó hasta Manchuria.
“Tengo dinero y otras riquezas, pero estoy ansioso porque no puedo corresponder a los favores que recibí. Sólo simpatizo con los coreanos y me compadezco de su desgracia con el sentimiento de recompensar los favores que me hizo aquel hombre. La mayor parte de los refugiados procedentes de Xiaohuanggou son coreanos. Por eso, los estoy atendiendo a costa de mi vida, como si así hiciera una profunda reverencia a mi benefactor.”
Al pronunciar estas palabras tenía lágrimas en los ojos. Era una persona con sentido del deber. Quedé muy conmovido cuando expresó que con el sentimiento de rendir tributo a su bienhechor estaba atendiendo a los coreanos.
“Le estoy agradecido a usted por compadecerse de la desgracia de los coreanos y haberlos salvado de una situación tan crítica. Quien sabe valorar el sentido del deber puede hacer trabajos útiles no sólo para el benefactor sino que también para el pueblo. Desde ahora, usted debería considerarse alcalde no del Estado manchú sino del pueblo.”
Wang juró repetidas veces que nunca defraudaría nuestra confianza.
Cuando se fue de regreso a su aldea hice que le acompañaran dos escoltas.
Desde aquel día se convirtió en nuestro amigo y nos dio mucha ayuda. Quisiera verlo, pero no se sabe su paradero ni si está vivo o muerto, lo que me pone ansioso.
El proceso de la conquista de Wang el Jefe de Policía tuvo muchos puntos parecidos con el caso del alcalde Wang. Quien nos presentó a este hombre fue Kim Phyong, comisario político del séptimo regimiento. Durante algún tiempo, él al mando de la compañía de C
Un día, un guerrillero fue a ver al jefe del grupo para preguntarle qué se debía hacer con el puesto de policía títere manchú en Jiajiaying, porque entorpecía mucho las actividades del grupo. Tal vez, quería darle un duro golpe al puesto. En efecto, los que iban a Linjiang, Mengjiang o Fusong, tenían que pasar obligatoriamente por Jiajiaying, pero como allí estaba dicho puesto policíaco, surgían problemas. Después de hablar con aquel guerrillero el comisario político del séptimo regimiento me informó al respecto.
Le aconsejé que tratara de poner a dicho puesto bajo nuestro control. Añadí, podíamos atacarlo en cualquier momento, pero en cambio como consecuencia de ello tendríamos dolores de cabeza, razón por la cual es mejor acercársele con audacia y ponerlo a nuestro servicio.
Unos días después, el comisario político del séptimo regimiento me informó que en una cabaña situada en un bosque, cerca de Jiajiaying, vivía un hombre a quien según dijo, conocía desde que se desempeñó como secretario del comité zonal del partido en el distrito Yanji, y si lo utilizaba como intermediario, podía entrar en contacto con el jefe del puesto policíaco. Añadió que era una persona confiable con el antecedente de haber sido jefe de sección de la guardia roja en el distrito Yanji. Cuando, acusado de “minsaengdan”, iba a ser ajusticiado, fue salvado y escondido en la zona enemiga por los coreanos que trabajaban en el comité zonal del partido. Me parece que su apellido era Kim.
En Jiajiaying el dueño de la cabaña vivía de la caza y como también al jefe del puesto policíaco le gustaba la caza, se hicieron amigos espontáneamente.
Le dije al comisario que tratara de acercarse al jefe de estación mediante el dueño de la cabaña porque sólo él lo conocía. Puede decirse que hasta aquí el desarrollo de los hechos era similar a cómo ocurrió en el caso del alcalde Wang. Resultaba raro que un exmilitante de la organización entablara relaciones de amistad con un policía, pero era posible que sucediera tal cosa. Sin embargo, nosotros teníamos que saber cómo se establecieron estas relaciones, porque así podíamos encontrar la vía directa para acercarnos a Wang el Jefe de Policía.
Al volver del encuentro con el dueño de la cabaña el comisario me dijo que seguía conservando el espíritu rojo, aunque estaba apartado de la zona de la guerrilla hacía mucho tiempo. Según informó, al ver al ex-secretario del comité zonal del partido vestido de civil, se puso en alerta sospechando que tal vez se hubiera convertido en traidor y agente de los japoneses. Ocurrían de vez en cuando tales casos de malentendidos si una persona que se sabía vestía de militar aparecía de pronto vestida de civil.
Sólo después que el comisario le explicara que fue enviado por mí, lo trató como antes, sin ceremonia. Se sentía muy dolido por haber sido obligado a refugiarse en la zona enemiga, sin haberse liberado de la injusta imputación de “minsaengdan” cuando actuaba en la guardia roja. Por tanto, le imploró al comisario: Lléveme al General Kim Il Sung; voy a decirle que no fui “minsaengdan” y usted me avalará ante él; y si el General confía en mí ingresaré en el Ejército Revolucionario Popular.
El comisario le explicó que como el problema de la “Minsaengdan” estaba resuelto por completo gracias al General Kim, podía dejar de preocuparse totalmente y participar en el frente revolucionario con ánimo redoblado y dinamismo. Al oirlo se emocionó mucho y lloró.
Hacía un año que él había comenzado a tener relaciones de amistad con Wang el Jefe de Policía. Este iba a veces a su zona de caza. Mientras Wang no lograba capturar más que uno o dos animales él siempre tenía cuatro o cinco presas.
Un día, Wang fue a visitarlo en su cabaña para oirle hablar del secreto de su éxito. Muy admirado ante sus amplios conocimientos de cacería, dijo que él no parecía ser un simple cazador sino, aunque no podía precisar, olía a pensador, a intelectual.
Entonces, el dueño de la cabaña le propuso hacer otro día una competencia de caza para probar si él era realmente un cazador o no. El jefe de policía lo aceptó de buena gana.
Al ganarla el dueño de la cabaña, Wang le agasajó con licor. En la cabaña se celebró todo un festín. Wang le propuso hacerse hermanos espirituales. El dueño de la cabaña dijo que de unirse a su Jiajiali, él debía ser el hermano mayor, razón por la cual quería pensarlo más antes de decidir. Y le preguntó suspicazmente cómo él, teniendo un cargo tan importante como el de jefe de un puesto policíaco, a menudo se apartaba de su tarea y dedicaba el tiempo a la cacería.
Wang respondió: “No vengo a cazar porque me sobre tiempo sino para desahogarme de la pena; esos japoneses son gente de la peor estirpe; en los puestos más peligrosos ubican sólo a policías manchúes y, aunque seamos de mismo rango, por cosas insignificantes nos gritan e injurian; es indignante; ya no puedo soportar más.”
Al oir esto de boca del dueño de la cabaña el comisario le dio la tarea de estructurar una organización de base de la Asociación para la Restauración de la Patria en la zona de Jiajiaying y le pidió que por lo pronto mediara para realizar una entrevista con el jefe de policía.
Otro día, el dueño de la cabaña, acompañado por Wang, apareció en el lugar de cita, señalado por el comisario. El jefe de policía, al igual que el alcalde Wang, trajo consigo licor y chucherías. El licor constituía uno de los importantes medios de comunicación para los funcionarios del Estado manchú.
El era más corpulento que el alcalde Wang y de carácter impetuoso, pero de rápida decisión. Casi no calculaba en cualquier asunto y daba respuestas bien claras.
Al intercambiar saludos con Wang el Jefe de Policía, el comisario le dijo abiertamente que era un comisario de la unidad de Kim Il Sung. Y explicando que por la orden del Comandante Kim lo hizo venir para discutir sobre la lucha común antijaponesa, preguntó sin rodeos si estaba dispuesto o no a aliarse con nosotros.
En el primer instante Wang se mostró asombrado, con los ojos agrandados, pero de inmediato cambiando de postura, opinó: “¿Por qué tanta prisa? Apenas acabamos de vernos. Vamos a hablar despacio tomando licor.” Sin embargo, al tomar unas cuantas tazas manifestó su admiración dándole palmadas en sus rodillas: “El comisario de la guerrilla, aunque es bajo de estatura, me gusta. Revela su identidad con absoluta tranquilidad ante un hombre armado. Es asombroso.”
El comisario le dijo: “Así son todos los subalternos del Comandante Kim Il Sung.”
Wang le susurró al oído: “Lléveme a ver al Comandante Kim. Entonces, le manifestaré mi decisión. Pero, antes de esto usted debe unirse a Jiajiali. Sólo así podré confiar plenamente en usted.”
En el curso de la conversación del primer día Wang el Jefe de Policía llegó a saber que también el dueño de la cabaña era comunista como el comisario. Y expresó su admiración: “El dueño de la cabaña aun después de establecer lazos de hermandad conmigo al entrar en Jiajiali no me dijo ni una sola vez que es comunista. Yo creía que el secreto de Jiajiali era el más hermético, pero veo que el de los comunistas es mayor.”
Yo le aconsejé al comisario que como con el ingreso en este grupo de Jiajiali no iba a cambiar su apellido, estableciera lazos de hermandad espiritual. Y le dije que lo trajera a la Comandancia.
Más tarde me encontré con él en un lugar cerca de Jiajiaying. Y una vez frente a frente vi que también él era de mi agrado como el alcalde Wang. Recuerdo que en aquella ocasión me trajo de regalo tres insam silvestre.
Aceptó en el acto mi propuesta de realizar en común la lucha antijaponesa. Era un hombre muy abierto tanto en el hablar como en el actuar. Me reveló por completo y francamente lo que pensaba: “Me hice policía no para oponerme al partido comunista sino me vi obligado a serlo para ganarme la vida. Viendo lo que hacen los japoneses no hay día en que no sienta decenas de veces impulsos de arrojar el fusil. Estoy de acuerdo con la propuesta del Comandante Kim de luchar juntos contra los japoneses. Lucharé contra los japoneses, sin dejar de ser jefe del puesto de policía, tal como me ordena el Comandante Kim. Pero, si sigo vistiendo el uniforme policíaco ¿me tratarán como el Comandante Kim todos los demás guerrilleros? ¿Quién sabe si no me maten las balas de ambos lados?”
Le expliqué: No se preocupe por eso. Si usted realiza acciones justas, todo el mundo lo reconocerá. Nuestro ejército revolucionario no le hace daño a las personas que, aunque sirven en organismos enemigos, luchan contra los japoneses. Se lo aseguro. Lo que usted puede hacer por nosotros es nada más que no obstaculizar nuestras actividades. No obstaculizarlas será una forma de lucha antijaponesa. De vez en cuando podrá enviarnos informaciones. Espero que se lleve bien con el dueño de la cabaña y le ayude activamente.
Con posterioridad Wang el Jefe de Policía nos ayudó mucho. Bajo su protección el dueño de la cabaña pudo crear en Jiajiaying una organización de base de la Asociación para la Restauración de la Patria.
Con la ayuda del alcalde Wang y Wang el Jefe de Policía recibimos muchas informaciones útiles. Si se encontraban con compañeros de nuestra unidad, los integrantes del cuerpo de autodefensa de Dahuanggou hasta les saludaban agitando pañuelos.
El proceso del trabajo con estos dos hombres constituyó para nosotros una experiencia más en la transformación de los hombres.
Yo insisto en que todas las cosas del mundo, sin excepción, se pueden transformar. Entre las transformaciones de la naturaleza, la sociedad y el hombre, la más difícil es esta última. Sin embargo, los hombres pueden ser transformados si se hacen los esfuerzos necesarios. Por su naturaleza el hombre aspira a lo hermoso, lo noble y lo justo. Por lo tanto, si se realiza con tino la educación ideológica, es posible transformar a todas las personas. En esencia, la transformación del hombre significa la de su ideología.
Pero, lo que debe cuidarse en esto es no valorar a la ligera la ideología de las personas según sus cargos o su ropa. En otras palabras, no se debe calificar de buena o mala la ideología de los hombres según su posición social o rango jerárquico. Por supuesto, es una verdad innegable que los terratenientes y capitalistas tienen la ideología de la clase explotadora y los obreros, campesinos y los trabajadores intelectuales la revolucionaria de la clase obrera.
No obstante, hay que saber que también personas que llevan uniforme de policía, como el caso de Hong Jong U, pueden tener, en mayor o menor grado, conciencia e ideas progresistas. Una idea progresista no es otra cosa que el amor a los seres humanos, el amor al pueblo, el amor a la nación y el amor al país. La conciencia del hombre, se manifiesta, en fin de cuentas, en este sentimiento.
En el trabajo de transformar a los hombres no sólo no cuestionamos las categorías sociales sino tampoco la nacionalidad. Nos aliamos sin vacilación también con los chinos e incluso atrajimos con audacia a nuestro lado a los que servían en los organismos enemigos, si tenían conciencia y patriotismo. Si teníamos la fuerza y la experiencia para educar y transformar a los coreanos que trabajaban en los organismos enemigos, esto significaba precisamente que podíamos hacerlo también con los chinos similares. Al principio de educar y transformar a los hombres no lo limita la nacionalidad. No había motivo alguno para que no pudiéramos atraer al lado de la revolución a los policías o alcaldes chinos cuando lográbamos hacerlo con los policías coreanos.
En el curso de la Revolución Antijaponesa, entre los chinos que se unieran a nosotros hubo también oficiales superiores y de mediano y bajo rango del ejército títere manchú. Como Wang el Jefe de Policía y el alcalde Wang también ellos realizaron muchos trabajos útiles para nosotros.
En la actualidad, nuestra nación está a las puertas de la reunificación. En el Sur de Corea viven muchas personas que tienen ideales diferentes a los nuestros. Hay también un buen número de terratenientes, capitalistas y otras personas pertenecientes a la clase explotadora, así como burócratas, empresarios y comerciantes. Cuando se reunifique la patria, tendremos que vivir inevitablemente junto con estos diferentes sectores en el mismo territorio. Es imposible que rechacemos a todas estas personas por tener otros ideales para vivir sólo los comunistas entre sí.
Aunque no sean comunistas, hay que buscar el denominador común para construir en conjunto la patria reunificada. En mi opinión este denominador es precisamente la idea de amar al país, a la nación y al pueblo. Es del todo posible vivir, aspirando el mismo aire, con las personas que poseen esta idea.
5. Expedición a Rehe
La expedición a Rehe fue un aleccionador hecho que antes y después del estallido de la Guerra Chino-Japonesa creó graves dificultades para las actividades militares y políticas del Ejército Revolucionario Popular de Corea y para el desarrollo del movimiento revolucionario en el interior del país, y le causó una gran pérdida al movimiento antijaponés en su conjunto. Es un ejemplo fehaciente que muestra cuánta dificultad tuvo en general la revolución de cada nación a mediados de la década de 1930 debido a que la orientación y estrategia de su movimiento se guiaba por la “línea internacional”, y, concretamente, es un hecho histórico de especial importancia que muestra cuán ardua fue la lucha para defender y materializar el lineamiento independiente de la revolución coreana.
En cuanto a lo ocurrido cuando la Internacional bajó el plan de la expedición a Rehe, el camarada Kim Il Sung rememora:
Fue en la primavera de 1936 que nos llegó el plan de la expedición a la zona de Liaoxi y Rehe, conocida como la expedición a Rehe. Lo informó Wei Zhengmin, diciendo que era una directiva de la Internacional, en el lugar donde estaban reunidos los miembros del mando del Ejército Revolucionario Popular de Corea, Wang Detai y otros comandantes de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste de China.
Resumido en una palabra su contenido era que para mantener a raya a las tropas agresoras del imperialismo japonés que invadían el interior de China, las fuerzas armadas antijaponesas del noreste de este país avanzarían a Liaoxi y Rehe y efectuarían operaciones conjuntas con las unidades del Ejército Rojo de Obreros y Campesinos que iban hacia Rehe bajo la consigna de marchar hacia el este para hacerle frente a Japón y de recuperar la tierra arrebatada. El objetivo estratégico que la Internacional perseguía con esta expedición consistía en realizar la unificación de la lucha antijaponesa en el territorio interior y en la región noreste de China y que en el movimiento antijaponés en su conjunto se produjera un impetuoso avance, al lograr que el Ejército Rojo de Obreros y Campesinos (más tarde ejército de ruta No.8) en marcha al norte para ir luego a combatir hacia el este y las unidades de las Fuerzas Unidas Antijaponesas que avanzaban hacia el oeste, se encontraran en la línea de Rehe.
En aquella época, las unidades de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste de China, entre otras el primer cuerpo de ejército de Manchuria del Sur, los cuarto y quinto de la zona de Jidong, y los tercer y sexto de Manchuria del Norte, estaban dislocadas al este, sureste y noreste de Changchun formando un semicírculo. La intención estratégica de la Internacional estribaba en asediar y atacar a Changchun, apretándolo desde esa línea hacia el oeste, y llegar a la de Rehe para, en colaboración con el Ejército Rojo de Obreros y Campesinos que marchaba hacia el norte, asestarle golpes a las tropas agresoras del imperialismo japonés que avanzaban hacia el interior de China.
Parece que con la ejecución del plan de la expedición a Rehe la Internacional quiso crear una nueva coyuntura para que en el interior y otras zonas de China la revolución se llevara a cabo en un proceso unido.
Hasta que el imperialismo nipón ocupó las tres provincias del Noreste de China y allí estableció el Estado manchú, la lucha antijaponesa en este país se desplegó principalmente en el Noreste.
Durante la gran marcha de 12 500 kilómetros, en el seno del Partido Comunista de China se le puso fin a la línea oportunista de izquierda y se implantó un nuevo sistema de dirección, lo que llevó la lucha antijaponesa del pueblo chino a una etapa superior de desarrollo. El brusco crecimiento del movimiento antijaponés en el territorio interior sirvió de gran estímulo a la población de la región noreste de China.
Al darse a conocer el plan de la expedición a Rehe, la zona de Rehe volvió a convertirse en un foco de enfrentamiento entre China y Japón, que volvió a atraer la atención del mundo.
Rehe, situado cerca del golfo de Bohai, fue capital de la provincia del mismo nombre en el tiempo de la dinastía Qing, y como tal está estrechamente relacionada con la historia de esta dinastía.
Dicen que esto se debe a que el emperador Kangxi levantó allí aparte un palacio de la dinastía Qing que llamó palacio Guanghan, donde nació Quianlong, emperador renombrado de la dinastía Qing.
Además era bien conocido como un importante punto de apoyo militar inaccesible por sus condiciones topográficas. Para conocer cuánta importancia se le prestó como tal desde la antigüedad bastaría con observar que las cordilleras de su suroeste servían de punto de apoyo para la Gran Muralla.
Como Rehe era un lugar tan impresionante, también Pak Ji Won, uno de los adeptos de la escuela Silhak del siglo XlX, que estuvo en China como un acompañante del mensajero del gobierno feudal de la dinastía de los Ri, escribió largas notas de viaje “Diario de viaje a Rehe”, en las cuales se veían descritos con veracidad el régimen político, económico y cultural y las costumbres de China, así como la realidad de Rehe.
Este lugar empezó a llamar la atención de la gente por primera vez en el mundo, después que tras el Incidente del 18 de Septiembre, el imperialismo japonés lo ocupó, junto con Jinzhou con el objetivo de abrir la vía para invadir al interior de China.
Cuando la Internacional envió el plan de la expedición a Rehe la reacción al respecto fue diversa.
Wang Detai lo valoró con escepticismo desde el principio. Argumentó que le eran dudosas tanto la orden de sitiar solo con miles de guerrilleros la capital del Estado manchú donde estaban concentradas las fuerzas militares enemigas,como la de marchar hacia zonas llanas muy alejadas de las bases montañosas donde acampaban; que tampoco esto correspondía a la demanda de la guerra de guerrillas; que el avance hacia el este del Ejército Rojo de Obreros y Campesinos del interior del país no podía ser motivo para que las guerrillas marcharan hacia el oeste, y que deberían meditar algo más en el asalto a una gran ciudad, puesto que ya antes había fracasado.
Al principio de la década de 1930 en que los caudillos militares peleaban unos contra otros, Li Lisan que se arrogaba la hegemonía en el Comité Central del Partido Comunista de China hizo adoptar la aventurerista decisión de alcanzar la victoria de la revolución en una o algunas provincias, exagerando unilateralmente el aspecto positivo del desarrollo de la situación revolucionaria y organizar la
Así y todo, Wei Zhengmin oía por el reverso de las orejas las opiniones de ellos. Como transmisor de esa directiva abogó por el plan de la Internacional y rechazó a la ligera otras opiniones, diciendo que en la operación participarían todas las unidades de las Fuerzas Unidas Antijaponesas de Manchuria del Sur, Este y Norte, que también era muy favorable la situación en el interior del país, por eso no se podía afirmar que no existía ninguna posibilidad para el triunfo. Más tarde, él fue al distrito Jinchuan y les transmitió ese plan a los cuadros políticos y militares del primer cuerpo de ejército de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste.
Según se decía, Yang Jingyu quedó muy impresionado al escucharlo. Desde el principio, expresó claramente su voluntad de ejecutar al pie de la letra la directiva de la Internacional. Siempre él se esforzó con la intención de entrar en contacto con la revolución del interior del país. Esto era del todo posible porque la base guerrillera de Manchuria del Sur se hallaba cerca de esta zona.
El Ejército Rojo de Obreros y Campesinos había llegado al norte y avanzaba hacia el este para asegurar el ascenso del movimiento antijaponés de salvación nacional. Yang Jingyu se propuso romper el cerco enemigo con la colaboración de la vanguardia de ese ejército, vincular directamente la guerra de guerrillas antijaponesas del Noreste con la guerra antijaponesa del interior del país, así como también realizar operaciones conjuntas. Para saber cuán activamente apoyó el plan de la expedición a Rehe bastaría con citar el hecho de que posteriormente, pese a dos indudables fracasos, volvió a avanzar hacia Rehe y que compuso hasta la “Canción a la victoria de la marcha al oeste” para estimular a sus soldados en la expedición.
Los aventureristas de izquierda de la Internacional también nos enviaron varias veces la directiva de realizar la expedición a Rehe.
Después de haberla impuesto en la primavera de 1936, lo hicieron otra vez en el verano de 1937, cuando se desató la Guerra Chino-Japonesa y en la primavera de 1938.
En los años 1936 y 1937 fue cuando el Ejército Revolucionario Popular de Corea impulsaba con dinamismo la preparación de la fundación del partido y el movimiento del frente unido en las regiones del monte Paektu y Jiandao Oeste, en tanto que elevaba el celo extendiendo la lucha armada hacia el profundo interior del país, y cuando manteníamos más firmemente que nunca la posición independiente de que los comunistas coreanos debían realizar bajo su responsabilidad la revolución de su país y hacíamos todo lo que estaba a nuestro alcance para fortalecer el sujeto de la revolución coreana. La perspectiva de la revolución era radiante, mas teníamos por delante un montón de tareas.
Gracias a nuestros esfuerzos, en las cuencas del río Amrok y el interior del país surgieron como bambúes después de la lluvia las organizaciones revolucionarias y se formaron miles y decenas de miles de revolucionarios. Ante el Ejército Revolucionario Popular de Corea se presentó la importante tarea de apoyar con las armas las actividades de ellos y llevar a un gran ascenso la revolución en el interior del país, utilizando como punto de apoyo las zonas del monte Paektu y Jiandao Oeste.
En ese preciso momento nos imponían la infructífera expedición a Rehe. Imagínense en qué estado de ánimo nos puso eso. Desde el principio, la consideré insensata.
Mientras manteníamos la línea original de la revolución coreana que presentamos, creamos la base del monte Paektu y libramos varios combates grandes en la región de Jiandao Oeste, en colaboración con la segunda división del primer cuerpo de ejército, mandada por Cao Guoan. Además, desplegamos activamente operaciones de avance de gran envergadura al interior del país. Por otra parte, cubriendo los vacíos militares de algunas zonas de Manchuria del Sur donde se había dislocado el primer cuerpo de ejército, respaldamos con sinceridad las actividades de las tropas expedicionarias en marcha hacia Liaoxi y Rehe. En otras palabras, obtuvimos un éxito como matar de un tiro dos pájaros, al crear las condiciones favorables para la materialización de la línea de la Internacional, sin dejar de mantener con firmeza la línea independiente de extender las llamas de la lucha armada hacia el interior del país.
Cuando las tropas armadas de Manchuria del Sur avanzaban impetuosamente en dirección a Rehe y Liaoxi, Wei Zhengmin, portador de dicha directiva de la Internacional, no siguió al primer cuerpo de ejército, sino, principalmente, nos acompañó.
Que el plan de la expedición a Rehe era una operación militar muy insensata e irrealizable se evidenció más después del estallido de la Guerra Chino-Japonesa. También en este período, al igual que en el anterior, la Internacional impuso a las unidades de las Fuerzas Unidas Antijaponesas avanzar inútilmente hacia el oeste, sin renunciar al sueño del “asedio en semicírculo”. A mi juicio, ésta, al ver que el conflicto entre China y Japón se convirtió en una guerra total y con tal motivo se vigorizaba rápidamente el movimiento antijaponés, consideró que había llegado la hora decisiva para lograr ese “asedio”.
El mismo año en que se desató la Guerra Chino-Japonesa, en China se estableció la segunda alianza entre el Partido Comunista y el Guomindang. El Ejército Rojo de Obreros y Campesinos, guiado por el Partido Comunista, se transformó en ejército de ruta No.8 del Revolucionario Nacional y, entusiasmado, se tendía a avanzar hacia Suiyuan, Cha
En la nueva disposición relacionada con la expedición a Rehe, la Internacional ordenaba que el grueso del Ejército Revolucionario Popular de Corea se internara más profundamente rumbo a Hailong y el ferrocarril Jilin-Hailong, antes ocupados por el primer cuerpo de ejército, para participar en la operación del asedio en semicírculo contra Changchun y ayudar de manera activa en las acciones de este cuerpo que avanzaba hacia Rehe. De aceptarla, debíamos trasladarnos al lejano oeste, abandonando la base del monte Paektu, centro político y estratégico de la revolución coreana.
En vista de que todo el territorio de China se convirtió en campo de batalla, era intrascendente, dicho con franqueza, presentar el problema de unirnos a la unidad de avance a Rehe, del ejército de ruta No.8.
Otra razón por la que considerábamos irrealizable el plan de la expedición a Rehe consistía en que no concordaba con las exigencias de la guerra de guerrillas. Que la guerrilla saliera de la zona montañosa al llano era una aventura tan peligrosa como la del pez que abandonando el agua llega a tierra firme. Las zonas montañosas de Manchuria del Este, del Sur y del Norte tenían un firme terreno de masas y su topografía era bien conocida, porque los comunistas las habilitaban desde hacía mucho tiempo. Y si las tropas de las Fuerzas Unidas Antijaponesas querían llegar a Rehe y Liaoxi, abandonando las zonas donde actuaban, tenían que cruzar la extensa zona llana que atravesaba la línea ferroviaria de Manchuria del Sur y donde estaban concentrados importantes puntos de apoyo militar del enemigo.
¿Qué le pasaría a la guerrilla si en esa zona se enfrentaba con armas ligeras al ejército regular enemigo con cañones, tanques y otras armas pesadas? El resultado era tan claro como ver el fuego.
Vista por parte del ejército de ruta No.8 la tierra de Rehe estaba a poca distancia, no se encontraba muy lejos del otro lado de la Gran Muralla, pero estaba situada a miles de ríes desde el noreste donde actuaban las Fuerzas Unidas Antijaponesas.
Tampoco a la luz de las elementales concepciones militares era lógico que la guerrilla, relativamente débil, realizara una caminata tan larga atravesando la zona llana donde estaban concentrados los enemigos que le superaban cientos de veces en número.
Más de una vez dije a Wei Zhengmin que la expedición a Rehe desde el punto de vista de la estrategia militar era una insensatez.
El empezó poco a poco a dudar de si sería vitalmente necesaria esa expedición. Sin embargo, no abandonaba la esperanza de que, con el inicio de la Guerra Chino-Japonesa, si la expedición resultaba exitosa, redundaría en un auge de la guerra antijaponesa a escala de toda China y manifestaría sin reservas el firme espíritu antijaponés y el auténtico patriotismo de los comunistas que mantenían de manera invariable la bandera de dar prioridad a la resistencia antijaponesa. Además, opinó que así sería posible crear una coyuntura favorable para conducir a Jiang Jieshi a la lucha antijaponesa activa.
Le expliqué: Desde luego, es necesario que en toda China la guerra antijaponesa avance con vigor, mostrar la verdadera faz del Partido Comunista e inducir a Jiang Jieshi a participar activamente en esta guerra; empero, creo, nunca se debe tratar de conseguir tal cosa sacrificando la revolución en el Noreste; ¿cuánta sangre han derramado los pueblos y los comunistas de Corea y China en esta revolución?
Pero, él no quería renunciar a su criterio y argumentó: “Desde el punto de vista de la estrategia militar es cierto que el plan de la expedición a Rehe tiene unos puntos débiles; pese a ello, esto no es motivo para rechazarlo sin siquiera emprenderla con audacia; por supuesto que en la expedición se producirían la baja de inapreciables hombres y pérdidas imprevisibles, pero, ¿cómo es posible llevar a buen término la gran obra sin sacrificios ni pérdidas?”
Y agregó que también el cuarto cuerpo de ejército y el quinto de Zhou Baozhong consideraban el estallido de la Guerra Chino-Japonesa una oportunidad apropiada para la expedición al oeste y se mostraban muy activos para llevar a hecho la disposición de la Internacional.
Wei Zhengmin dijo la verdad. Según conocí más tarde, Zhou Baozhong, que actuaba en la región de Jidong, valoró de manera favorable la situación política y militar del territorio principal y la región noreste de China creada después del inicio de la Guerra Chino-Japonesa, arengando que ya empezó a producirse el gran acontecimiento; a tenor con la expansión y desarrollo de éste, había que utilizar sin tardanza todas las posibilidades para entrar en contacto con las unidades guerrilleras del ejército de ruta No.8 que avanzaban a gran velocidad hacia Rehe.
Pero, no todos sus hombres apoyaron el avance al oeste. Dicen que desde el principio, Chai Shirong, subcomandante del quinto cuerpo de ejército, veía con escepticismo el plan de avance al oeste, comprendiendo lo insensato que era.
Wei Zhengmin sí conocía que ese plan contenía factores aventureristas, pero, se mantenía en la posición de apoyarlo. Creo que eso era, a su estilo, fidelidad a la revolución china.
Aunque era oriundo de la provincia de Shanxi de la región de Huabei, a comienzos de la década de 1930 fue a Manchuria y actuaba como un dirigente de la revolución en el Noreste. Se entregó con todo su ser a las actividades del partido y a la constitución de las Fuerzas Unidas Antijaponesas en esa región y obtuvo resonantes éxitos en las operaciones militares para golpear y aniquilar al imperialismo japonés. No era común su adhesión e interés por la revolución en el Noreste de China.
Pero él no se limitó en ella. La consideró como una parte de la revolución china y aunque prestaba importancia a la revolución en esa región, siempre tenía interés por su desarrollo a escala nacional. Se mantenía en la posición de que si era posible contribuir al ascenso de la revolución china en su conjunto, había que tolerar cualquier sacrificio.
Así le dije: Comprendo por qué usted desea efectuar a riesgo de la vida la expedición a Rehe; mas, no puedo menos que meditar con seriedad sobre si al elaborar el plan, la Internacional reflejó de manera correcta o no la realidad del Noreste y las demandas de la revolución china, calculó en detalle o no la posibilidad militar de su ejecución, y sobre todo, si la expedición concuerda o no con el carácter de la guerra de guerrillas; puede decirse que el plan de la expedición a Rehe trazado por la Internacional no sólo carece de un correcto análisis de la realidad de la revolución china, sino que, además, no ha considerado en absoluto la revolución coreana; Wang Ming actúa como representante del Partido Comunista de China en la Internacional, pero parece que está muy afectado por el subjetivismo.
También Wei Zhengmin aseguró que Wang Ming procedía con acentuado subjetivismo.
Era cierto que el plan de la expedición a Rehe había sido emitido como directiva de la Internacional, pero quien lo trazó y bajó fue Wang Ming.
Radicado en Moscú, seguía elaborando y despachando lineamientos no acordes con la realidad de China. Su defecto principal era imponer el izquierdismo bajo el pretexto de la “línea internacional”. Pero, después que con el estallido de la Guerra Chino-Japonesa se realizó la alianza del Partido Comunista y el Guomindang, esas líneas se inclinaron a la derecha. El se obstinó en resolverlo todo sólo mediante la colaboración y el frente unido con el Guomindang.
El camarada Kim Il Sung recordó cómo ejecutó constante y hábilmente la directiva sobre la expedición a Rehe en el contexto de las relaciones de la revolución coreana con la internacional.
Hasta entonces, no habíamos comprendido con toda profundidad la naturaleza oportunista de la línea de Wang Ming. Aunque la hubiéramos conocido, no nos hubiéramos podido oponer a ella directamente o boicotear abiertamente su aplicación, pues él era miembro del comité ejecutivo de la Internacional Comunista y, al mismo tiempo, secretario de ella. Todas las directivas suyas se emitían en nombre de la Internacional, y no en el propio de él.
Opiné que el plan de la expedición a Rehe no sólo no redundaría en beneficios para el desarrollo del movimiento revolucionario en la zona noreste de China, sino que, encima, era muy unilateral y pernicioso a la luz de la revolución coreana. Sin embargo, nos mostramos muy prudentes en su ejecución.
Consultamos exhaustivamente con Wei Zhengmin en torno a la orientación de las actividades de las unidades de las Fuerzas Unidas Antijaponesas dependientes del primer cuerpo de ejército y del grueso del Ejército Revolucionario Popular de Corea.
Wei Zhengmin propuso que nuestro ejército avanzara a la zona de Hailong y la línea ferroviaria Jilin-Hailong, donde actuaba el primer cuerpo de ejército. De aceptar esto no podíamos consolidar los éxitos políticos y militares obtenidos en la zona del monte Paektu. Por eso, presenté un conformado proyecto consistente en efectuar por el momento las actividades político-militares encaminadas a acelerar la revolución coreana, desplazándonos en las zonas de Linjiang, Fusong y Mengjiang, para luego, en el tiempo apropiado, trasladarnos hacia allá paulatinamente.
Por esa época, nuestra unidad contaba con muchos novatos que fueron incorporados en Jiandao Oeste y en el interior del país. Ellos no se habían entrenado lo suficiente, por tanto, trasladarlos de la zona donde actuaban a un lugar desconocido no traería casi ningún beneficio. Le dije sin ambages que no nos alejaríamos mucho de Jiandao Oeste y la zona del monte Paektu, pues debíamos preservar y ampliar las organizaciones revolucionarias del interior del país, así como en el futuro redoblar el avance hacia él.
Wei Zhengmin estuvo de acuerdo con lo que planteé.
En aquel tiempo, Yang Jingyu desplegaba una penosa lucha para llevar al triunfo sin falta la expedición a Rehe, valiéndose del ímpetu antijaponés que se elevaba bruscamente con el desencadenamiento de la Guerra Chino-Japonesa.
Así y todo, tan pronto como en la primavera de 1938 la emprendieron, las unidades del primer cuerpo de ejército quedaron asediadas y se vieron obligadas a librar combates duros. Para colmo de males, se produjo hasta el incidente de que el jefe de la primera división, Cheng Bin, junto con su unidad, se rindió ante el enemigo, trastornando así el plan de avance del primer cuerpo de ejército al oeste.
A mediados de julio, en Laoling, Yang Jingyu convocó una reunión urgente con los cuadros del primer cuerpo de ejército y allí desistió oficialmente del plan de avance al oeste, y, al mismo tiempo, tomó medidas de reorganización para prevenir que se filtrara el secreto militar.
La capitulación de Cheng Bin también nos produjo un gran impacto. Existía el peligro de que en un descuido ese cuerpo se desarticulara. Con miras a ayudarlo, preparamos armas y materiales de guerra e hicimos que algunos destacamentos se trasladaran a la línea de Tonghua, bordeando el distrito Mengjiang y pasando por los distritos Jinchuan y Liuhe.
Este traslado militar persiguió el objetivo de dispersar las fuerzas enemigas que tenían sitiado al primer cuerpo de ejército y ofrecerles la posibilidad de romper el cerco a los de esa tropa. La dispersión de las fuerzas enemigas fue más que para cumplir el plan de la expedición para salvarlos, con el objetivo de conservar las fuerzas antijaponesas del Noreste de China y estrechar la amistad combativa entre los comunistas y pueblos de Corea y China, trabada a través de la lucha común de varios años.
Cuando algunas unidades nuestras marchaban rumbo a Tonghua, haciendo adrede mucho ruido para llamar la atención del enemigo, yo, al frente de una pequeña unidad, avancé sigilosamente hacia la profundidad del país a fin de adoptar nuevas medidas para intensificar aquí la lucha revolucionaria.
Entretanto, el grueso de nuestro ejército golpeó al enemigo desde diversos ángulos. La acción más impresionante fue el asalto a la obra de construcción de la carretera en las cercanías de Badaojiang, donde estaban ubicados muchos efectivos de los ejércitos japonés y manchú, la policía armada y el cuerpo de autodefensa. Ellos se movilizaban con frecuencia para el “castigo” de las unidades del Ejército Revolucionario Popular, que actuaban en la zona de Lingjiang, mientras que efectuaban con vigor las obras del tendido del ferrocarril y la carretera militar que conducían al territorio central de Manchuria, desde Kanggye y Junggang en Corea, pasando por Linjiang en China.
Asaltando un punto de la obra de gran envergadura entre Tonghua y Linjiang, le creamos un tremendo caos y les causamos muchas bajas a las fuerzas de guardia.
Después de concluido el combate, algunos contratistas japoneses que dirigían la obra solicitaron una entrevista conmigo. Acepté y me pidieron que los salvara, asegurando que lo pagarían muy bien.
Tras escucharles, expresé: Ustedes se encargan de esta obra que significa ayudar a la agresión del Japón; pero no queremos matarlos; ustedes han dicho que pagarán por sus vidas, pero el ejército revolucionario no recibe tal dinero, pues es un acto propio de bandidos; no necesitan pagarnos; regresen, mas digo que quiten la mano de esta obra; si quieren realizar una obra por contrato, háganlo con otros objetivos. Y luego los soltamos.
Tiempos después, se propagó ampliamente el rumor de que la guerrilla de Kim Il Sung apareció en el oeste de Linjiang. Parece que los contratistas japoneses hablaron mucho sobre nosotros.
Seguimos golpeando al enemigo en las zonas de Badaojiang, Waichakou y Lichakou y, luego, con el combate de Xigang del distrito Fusong, logramos que los enemigos concentraran sus fuerzas en nosotros.
Nuestro hábil desplazamiento táctico hizo que los enemigos quedaran perturbados, que llevaran de ahí para allá a sus efectivos, sin saber el movimiento del Ejército Revolucionario Popular de Corea. Esto significó que nuestro traslado táctico y una serie de operaciones ofensivas dirigidas a sacar del apuro al primer cuerpo de ejército resultaron fructíferos. Tiempos después, Yang Jingyu y Wei Zhengmin dijeron reiteradamente que nuestros disparos en las zonas de Linjiang, Fusong y Mengjiang fueron una ayuda decisiva para mejorar la difícil situación del primer cuerpo de ejército.
También las unidades de las Fuerzas Unidas Antijaponesas de Manchuria del Norte sufrieron muchas pérdidas durante la expedición al oeste. En julio de 1937 muchas de ellas la emprendieron y en 1938 la impulsaron de lleno.
Sin embargo, tal como ocurrió en Manchuria del Sur, también allí resultó que la expedición fracasó. La expedición a Rehe que durante algunos años causó una gran confusión en la revolución del Noreste de China e impuso insensatos combates y sacrificios, bajó su telón en 1938 en Manchuria del Sur y en 1939 en Manchuria del Norte.
Pero, ¿cuál fue la causa del fracaso en la expedición a Rehe que costó enormes fuerzas espirituales, humanas y materiales?
Muchos investigadores la buscan en las condiciones objetivas creadas con el establecimiento del orden de dominación japonesa en Manchuria y la superioridad absoluta de las fuerzas enemigas; creo que han analizado con acierto.
La política de aldeas concentradas que en aquel tiempo el enemigo aplicaba de modo más activo, rompió completamente el vínculo entre la guerrilla y las masas, tal como pretendía con lo de “separación de los bandidos y los habitantes”. Mientras consolidaba el orden de dominación japonesa en Manchuria, creó muchas dificultades para las actividades de las unidades armadas antijaponesas. Por esa causa la expedición se realizó, casi desvinculada de las masas y sin vías de suministro de alimentos. Los habitantes encerrados en aldeas concentradas no tenían medios para entrar en contactos con las unidades expedicionarias, aunque lo desearan. Ni mucho menos, podían pensar en ayudarles con materiales de intendencia. Esto les obligó a resolverlos, sobre todo, alimentos y tejidos, atacando al enemigo. Pero, por esos disparos el enemigo recibía informaciones oportunas del traslado estratégico de las unidades expedicionarias.
Para colmo de males, ellas tropezaban a cada paso con profundos valles, altos torreones, difíciles líneas de obstáculos y cuarteles.
Empero, no por eso se debe buscar la causa del fracaso de la expedición sólo en las condiciones objetivas. Como todos conocen, el sujeto de esta expedición eran las unidades de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste. En un sentido amplio, puede considerarse que también lo era la Internacional que imponía como línea la expedición a Rehe. Según mi opinión personal, la Internacional cayó en el subjetivismo al elaborar sus lineamientos y ejercer su dirección, mientras que las unidades de las Fuerzas Unidas Antijaponesas actuaron ciegamente en su ejecución y otras actividades. En resumidas cuentas, digo que la causa fundamental del fracaso de la expedición fue el subjetivismo y el aventurerismo de la Internacional.
De una línea que no es aceptada por las masas ni mueve su corazón no se puede esperar un buen resultado.
Si para trazar cualquier política y línea nos compenetramos con el pueblo y prestamos oídos a sus voces, es para no caer en el subjetivismo.
Si uno cae en el subjetivismo, se convierte en un ciego. Ahora, existen quienes se obstinan sólo en sus opiniones, menospreciando las de sus subordinados; esto es un gran error. Aunque Zhu Geliang fue un talento reconocido, las masas fueron más inteligentes y capaces que él.
La línea y la estrategia surten efecto solo cuando su justedad la comprueba todo el mundo. Si no son aceptadas por las masas, no sirven para nada. Estas mueven el corazón sólo por una línea justa, correcta y diáfana. Si tal es la cosa, , de más está hablar del caso de operaciones militares que no permiten la mínima equivocación.
En cuanto a que la expedición a Rehe fue una insensatez, también el enemigo lo reconoció:
“...Ellos, que valoraron a la ligera que la situación objetiva creada después del hecho era favorable para sus actividades guerrilleras, actuaron con intrepidez, desde el otoño del año antepasado (1938) hasta la primavera del pasado año, para unirse, a nuestro parecer, al ejército de Huabei en avance hacia Rehe, pasando por Dongbiandao, ... Jinchuan, Liuhe y Linjiang; más, enfrentándose demasiado temprano al castigo de los militares y policías japoneses y manchúes, volvieron a dirigirse hacia el norte para establecer la zona roja en las regiones blancas al pie del monte Paektu como centro, es decir, las zonas fronterizas entre los distritos Huadian, Mengjiang, Dunhua, Jiaohe, Fusong, Antu, etcétera.” (número 77 del “Mensuario ideológico”, departamento penal del ministerio judicial, noviembre de Showa 15 (1940), Págs. 136-137)
Entre las disposiciones de la Internacional existieron las no acordes con la realidad. A pesar de ello, las manejamos siempre con prudencia y, aplicándolas según la realidad concreta de nuestra revolución, nos esforzamos para meditar profundamente y actuar con habilidad para combinar de manera correcta los intereses nacionales y los internacionales.
Nuestro principio invariable era que cada vez que se interponían barreras ante la revolución y se creaba una complicada situación, manteníamos más firme nuestra posición y actuábamos de manera independiente. Siempre combinábamos con acierto la independencia y el internacionalismo en las relaciones tanto con la Internacional como con los grandes países vecinos.
Se puede decir que esto es el factor que hasta ahora nos ha posibilitado conducir la revolución no por un sendero sinuoso, sino por el recto camino de victoria.
Hoy también pienso que fue justa nuestra posición y actuación de entonces con respecto a la expedición a Rehe.
En el otoño de 1970 realicé una visita no oficial a China. La parte china ofreció en Beijing un banquete en homenaje al aniversario de la fundación de nuestro Partido. Allí estaba presente también una persona que junto con Wang Ming había actuado en la Internacional.
Conté a los cuadros chinos el hecho de que en el pasado la revolución coreana debió pasar por muchas vicisitudes y contratiempos por causa de las presiones del exterior y en su curso los comunistas coreanos se vieron obligados a experimentar más martirios espirituales que nadie. Añadí que durante la lucha contra la “Minsaengdan” innumerables revolucionarios coreanos fueron asesinados, y sobre todo, en la segunda mitad de la década de 1930, como algunos nos impusieron desde la Internacional líneas no acordes con la realidad, fuimos muy perjudicados en las tareas de fortalecer al Ejército Revolucionario Popular de Corea y desarrollar la Revolución Antijaponesa en su conjunto.
Al escucharme, Zhou Enlai dijo que la responsabilidad recaía sobre Wang Ming y que en este sentido él causó un gran daño no sólo a la revolución china, sino que también obstaculizó mucho el desarrollo de la revolución coreana.
También Stalin reconoció que la Internacional cometió muchos errores subjetivistas.
Si ella no hubiera impuesto la expedición a Rehe, no hubiéramos abandonado Jiandao Oeste y así habríamos remediado a tiempo el “incidente de
Ha transcurrido mucho tiempo desde la expedición a Rehe. Si ahora vuelvo a recordarla, no es para distinguir lo justo de lo injusto. Aunque tratara de hacerlo, no hay adonde denunciarlo. Ya no existe la Internacional ni ninguna batuta. Empero, es necesario que los comunistas saquen serias lecciones de la expedición a Rehe en la que se perdió mucho por el subjetivismo y la obediencia ciega.
La historia no concede un excelente fruto a los que practican el subjetivismo, dejando de observar el principio de la revolución.
6. Mi encuentro con Yang Jingyu
Desde los primeros días en que emprendiera el camino de la Revolución Antijaponesa, el gran Líder, camarada Kim Il Sung, confirió importancia a la lucha común con el pueblo chino y a los lazos internacionalistas con los comunistas chinos, e hizo todos los esfuerzos para formar un frente común antimperialista con todos los sectores y capas de las fuerzas patrióticas de China. En este proceso estableció profundas relaciones de amistad con innumerables dirigentes, revolucionarios y cuadros militares de ese país.
Yang Jingyu, otrora destacado comandante de las Fuerzas Unidas Antijaponesas en el Noreste de China, fue uno de los combatientes revolucionarios de China de gran reputación con quien el gran Líder compartió reveses y triunfos en los días de la lucha antijaponesa. En los recuerdos del Líder sobre Yang Jingyu palpita su cálido sentimiento de afecto y amistad hacia el pueblo y los comunistas de China.
Yang Jingyu, junto con Ri Hong Gwang y Ri Tong Gwang, realizó grandes hazañas en la organización y desarrollo de la guerrilla de Manchuria del Sur. Con posterioridad, ésta se convirtió en el primer cuerpo de ejército de las Fuerzas Unidas Antijaponesas y, precisamente, Yang Jingyu fue su comandante.
En el período de la Lucha Armada Antijaponesa, atribuimos gran significado a la lucha común de los pueblos de Corea y China, e hicimos ingentes esfuerzos para lograr la alianza y colaboración con todos los destacamentos de las Fuerzas Unidas Antijaponesas. Esto se avenía por completo a los intereses de la lucha común de los pueblos coreano y chino. Así fue como llevamos a cabo dos expediciones a Manchuria del Norte y la operación conjunta con la segunda división del primer cuerpo de ejército, que mandaba Cao Guoan, y ampliamos las relaciones con las unidades de Manchuria del Sur.
Estas unidades nos pedían mucho cederles hombres. Para satisfacer sus solicitudes, les enviamos a numerosos cuadros militares y políticos que habíamos formado con mucho trabajo.
En este curso se profundizaron nuestras relaciones con los comunistas de Manchuria del Sur y los lazos de amistad camaraderil con sus cuadros militares y políticos. Por varias vías Yang Jingyu nos hacía llegar su agradecimiento por haber ayudado a las unidades de Manchuria del Sur y yo, por mi parte, le enviaba a menudo saludos por mediación de diversas personas. Así, Yang Jingyu y yo desarrollamos sin cesar las relaciones de amistad en el curso de la lucha común.
En el otoño de 1938, en ocasión de la reunión de los cuadros militares y políticos del Ejército Revolucionario Popular de Corea y de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Nordeste, que se efectuó en Nanpaizi, me encontré por primera vez con Yang Jingyu. Nanpaizi es un lugar de profundo significado.
En el distrito Mengjiang había una extensa zona selvática llamada Paizi.
Se caracterizaba por la frondosidad de los árboles y la extraordinaria abundancia de tembladeras.
Los guerrilleros antijaponeses así llamaban a los pantanos que había en los bosques. En estos lugares abundaban malezas y rastrojos. Debía tenerse mucho cuidado cuando se caminaba por esos terrenos. Se tragaba a un hombre en un santiamén. Dicen que nadie sabe su profundidad. También en el herbazal de la derecha del Monumento a la Victoria en la Batalla de la Zona de Musan hay un terreno parecido a una tembladera.
La extensa zona selvática de Paizi se dividía en Dongpaizi, Xipaizi y Nanpaizi, es decir, Paizi del Este, Paizi del Oeste y Paizi del Sur. El lugar donde en el invierno de 1937 realizamos un curso militar-político, fue alrededor de Dongpaizi, y donde sostuvimos una reunión importante con Yang Jingyu y demás cuadros de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste para debatir el punto de la erradicación de las consecuencias de la expedición a Rehe, fue Nanpaizi. Por sus abundantes pantanos que se tragaban en un abrir y cerrar de ojos a hombres y caballos, y por los abruptos montes, Nanpaizi constituía un sitio ideal para concentrarse ocultamente las unidades y realizar reuniones. A esta reunión se le llama también la conferencia de Mengjiang, porque Nanpaizi pertenece a este distrito.
Antes y después de la Conferencia de Nanpaizi, nuestra revolución tuvo que encarar una situación sumamente difícil y compleja. Uno de sus motivos era la ofensiva del enemigo encaminada a aplastar nuestra revolución, y otro las consecuencias de los actos de aventurerismo izquierdista, llevados a cabo por ciertas personas de la Internacional.
En esa época, el ejército agresor japonés dirigió la punta de ataque hacia el Sur de China, y al mismo tiempo, bajo el pretexto de reforzar la seguridad en la retaguardia, intensificó más las operaciones de “punición” contra las unidades de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste. La ofensiva contrarrevolucionaria del enemigo frenaba seriamente nuestra lucha armada y el desarrollo de la Revolución Antijaponesa en su conjunto.
Además, fueron más que graves las consecuencias de la expedición a Rehe, incitada por el aventurerismo izquierdista. Dado que estaba claro que la orden de la Internacional había sido insensata, que no se correspondía con la realidad, y que a causa de la expedición a Rehe la Revolución Antijaponesa sufrió graves daños, era imperioso, lo reconocía todo el mundo, distinguir lo blanco de lo negro y liquidar las consecuencias.
A fin de superar la peliaguda situación surgida ante la revolución era acucioso formular un nuevo plan táctico para hacerla frente a la ofensiva del enemigo y adoptar medidas efectivas para eliminar las consecuencias del aventurerismo izquierdista. Con este objetivo las unidades del Ejército Revolucionario Popular de Corea y el primer cuerpo de ejército de las Fuerzas Unidas Antijaponesas decidieron reunirse en Nanpaizi.
En aquella ocasión esperé ansiosamente a Yang Jingyu. Porque él sufrió más daños que otros en la expedición a Rehe, y en el camino hacia Mengjiang estaba padeciendo mucho.También él, según afirmó, deseaba mucho nuestro encuentro.
Con antelación enviamos a personas para que guiaran la unidad de Yang Jingyu y teníamos preparados suficientes condiciones de alojamiento y víveres y hasta uniformes.
El encuentro fue muy emocionante, ya que se efectuó después de sufrir muchas penalidades.
Los ojos de Yang Jingyu, vivos, que expresaban la generosidad me atrajeron desde el primer momento. Un refrán dice que si el precio de un hombre es de mil nyangs, el de los ojos es 800, de igual manera viendo los de Yang Jingyu pude saber en el acto que era una persona honesta y fervorosa.
Sentados en torno a una hoguera platicamos un rato. Al entrar en calor Yang Jingyu comenzó a hablar, sin preámbulos, de los coreanos que servían en el primer cuerpo: “Había muchos coreanos, todos formidables combatientes. Pero no todos pudieron llegar aquí. Perdimos a compañeros valiosos.” No dejó de lamentarse profundamente.
Estaba tan afligido por la pérdida de compañeros coreanos que yo me vi obligado a consolarlo.
En la lucha común contra el imperialismo japonés, el destino de Yang Jingyu y el mío estaban estrechamente relacionados.
En la primera mitad de la década de los años 30, en el territorio de Manchuria del Sur se conocían como héroes Yang Jingyu y Wang Fengge, quien era comandante en jefe de las tropas de voluntarios de salvación nacional de Liaoning, que antes fuera destacamento de “sables grandes”. Yendo de un extremo al otro del territorio oriental del Noreste de China ellos libraron muchos combates y también derramaron mucha sangre.
Desde que pusimos bajo nuestro control las regiones de Jiandao Oeste, los enemigos comenzaron a colocar uno al lado de otro nuestro nombre y los de Yang Jingyu y Wang Fengge. Después que Wang Fengge y su esposa fueron asesinados por los enemigos, la mirada se concentró en nosotros y Yang Jingyu. El Ejército Revolucionario Popular de Corea, también llamado por el enemigo ejército de Kim Il Sung, y la unidad de Yang Jingyu, constituyeron las dos fuerzas armadas que predominaron con efectiva fuerza sobre el imperialismo japonés en Manchuria del Este y del Sur. En los documentos de la mayor reserva de los enemigos se encuentran juntos en muchas partes el nombre de Yang Jingyu y el nuestro. También en los periódicos y las revistas los ponían uno al lado del otro.
Un japonés que investigó sobre Yang Jingyu, al referirse a Jilin escribió “paraje donde el joven Kim Il Sung fue encarcelado por haber realizado actividades antijaponesas”, y “paraje donde Yang Jingyu permaneció antes de entrar en la zona guerrillera”, y en otra parte, a un mapa de Manchuria donde se impulsó con fuerza el movimiento antijaponés, ha puesto este pie: la “región de Manchuria del Sur donde Kim Il Sung y Yang Jingyu desplegaron la guerra de guerrilla antijaponesa”.
En el artículo sobre la muerte de Yang Jingyu dijo que en Japón él era bien conocido, después de Kim Il Sung como dirigente de la guerrilla antijaponesa.
He aquí otro material de esa época:
“Kim Il Sung, un genuino guerrillero comunista, es un joven menor de 30 años...pero, parece que actualmente manda aproximadamente a unos 500 hombres, apoyándose en las llamadas zonas no castigadas como Linjiang, Fusong, Mengjiang y Changbai. Por ahora son las mayores fuerzas reunidas en la parte oriental del Noreste de China.” (“Tiexin” número de mayo de 1937, Pág. 106)
Después de terminar la conversación, se llevó a Yang Jingyu y su comitiva al lugar de vivaque que le preparamos. Al ver las tiendas , instaladas ordenadamente, los compañeros de armas del primer cuerpo de ejército no pudieron dejar de sorprenderse. No querían creer que eran para su alojamiento.
Cuando conduje a Yang Jingyu a la tienda del mando en que se alojaría su plana mayor, él manifestó su emoción:
“He oído muchas veces que la unidad del Comandante Kim es hospitalaria, pero no pude esperar ni en sueño que en un valle como éste seríamos objeto de una acogida tan buena.” Y haciendo notar que aquel no era un invierno cualquier titubeó al entrar en la tienda. Le aconsejamos que entrara y durmiera lo suficiente para que se recobrara de la fatiga acumulada a lo largo de varios meses, pero él rehusó obstinadamente.
Decía que como todavía no había podido saludar a los compañeros de armas de nuestra unidad no era correcto pensar primero en despojarse del cansancio. Su argumento me hizo pensar que él no era una persona común. De las unidades vecinas venían muchos a visitarnos, pero casi no hubo quienes se apresuraran a expresar saludos de llegada antes de deshacer los equipajes del viaje en el alojamiento.
Dong Changrong fue la primera persona que me hablara de Yang Jingyu. Parece que cuando se dedicaba al trabajo partidista en Dalian había oído algo sobre él. Se decía que los obreros de la mina carbonífera de Fushun lo querían como su hermano mayor.
También el comandante de la segunda división Cao Guoan, cuando estuvo con su unidad en nuestro campamento, elogió mucho a Yang Jingyu.
Al ser designado secretario del comité especial del Partido en Fushun, Yang Jingyu cambió su nombre original Ma Shangde por Zhang Guanyi para encubrirse y entró entre los obreros explicando que había venido de Shandong en busca de trabajo. Para poner firmemente sus pies en Fushun donde vivían muchas personas procedentes de Shandong, le era favorable también hacerse pasar por oriundo de esta región.
Una vez, según me contaron, en la mina de Fushun los obreros se declararon en
Aun arrastrado por la policía, hizo todo lo que debía, ora insistiendo en sus opiniones ora exigiendo, para defender los derechos e intereses de los obreros. Y no se doblegó en lo más mínimo ni ante las torturas ni ante los chantajes. La organización clandestina y los mineros lograron sacar a Yang Jingyu de las garras enemigas.
Según su deseo, lo llevé al campamento de nuestra unidad. Nuestro campamento estaba casi pegado al preparado para los compañeros del primer cuerpo, era separado sólo por una loma. La unidad había recibido mi aviso y estaba alineada delante del campamento.
Con ojos húmedos el comandante Yang habló: “A causa de las sucesivas expediciones a Rehe todos sufrieron graves pérdidas, pero veo que el Comandante Kim ha logrado mantener íntegras las fuerzas de la unidad, lo cual es gracias a que la dirigió bien, según su propio criterio. En contraste, yo perdí a casi todos mis hombres. En el camino de avance hacia Rehe ellos no pudieron ni comer, ni vestirse ni tampoco dormir debidamente, y si pienso en los que cayeron sin llegar a la meta, no puedo contener las lágrimas. De haber venido hoy aquí con todos mis hombres, cuán orgulloso me sentiría.”
Al verlo derramar lágrimas pensando en sus combatientes caídos, no pude contener la emoción. Era una persona muy afectuosa para con sus subalternos.
Para saludar a Yang Jingyu que sufrió mucho en el camino lo invité a un sencillo convite. Decía un convite, pero se reducía a uno o dos platos de entremeses secos, colocados sobre una mesita, y compartir una o dos copitas de aguardiente. Explicando que al cabo de mucho tiempo podía desatarse el cinturón se quitó la cartera de oficial y hasta la pistola.
Viéndolo So Chol que lo había acompañado a Nanpaizi me susurró al oído: “Es algo sin precedente en él. En presencia de otra persona cualquiera se empeña mucho en mantener el porte militar, correctamente vestido. Pero, hoy ha roto por completo su hábito formal.”
Fue nuestra primera entrevista, pero Yang Jingyu habló mucho.
Me quedé sorprendido cuando dijo que por un tiempo estudió estampado de tejidos en una escuela industrial. Cuán interesante era el hecho de que el futuro comandante de las Fuerzas Unidas Antijaponesas se hubiera dedicado a estudiar estampado textil. Según sus palabras, matriculó en la escuela industrial para estudiar tal cosa porque tenía deseos de ofrecer vestidos de hermosos tejidos a sus compatriotas que a lo largo de generaciones vivían pobres y haraposos. Creo que fue una manifestación de su conciencia clasista.
La decisión de dedicarse a la lucha revolucionaria en aras de las masas explotadas y oprimidas, nace de tal conciencia clasista.
Supe que,aun siendo alumno de poco más de 10 años de edad, protestó contra una injusta medida docente de las autoridades de la escuela. Por este solo hecho podría saber que él era una persona particularmente recta y con un gran sentido de justicia.
En realidad, no era del Noreste, era oriundo de la provincia de Henan. Por encargo del Partido Comunista vino al Noreste, donde realizó el trabajo partidista en la clandestinidad y la lucha armada.
Al principio, trabajó en el comité especial del Partido Comunista en la región de Fushun y después realizó la labor partidista clandestina en
En el otoño de 1932, cuando se produjo el incidente de Manchuria y en todas las regiones del Noreste se constituían una tras otra fuerzas armadas antijaponesas, la organización del Partido Comunista en Manchuria lo envió a Manchuria del Sur en misiones de recorrido de inspección. Su envío se relacionaba también con la característica de la composición de la guerrilla de esa región.
La abrumadora mayoría en la composición de la población de Manchuria del Sur eran chinos. En cambio, su guerrilla, que se organizó en Panshi, estuvo integrada al comienzo sólo por coreanos. Lo eran tanto sus fundadores Ri Hong Gwang y Ri Tong Gwang como todos sus hombres. Esta situación creó al principio muchos dolores de cabeza a la guerrilla. Como ésta fue constituida netamente por coreanos en una región donde los habitantes eran en su mayor parte de la etnia Han o Manchú, le era difícil tanto recibir la protección de los amplios sectores de la población como completar sus hombres.
Entre los enviados a la guerrilla de Manchuria del Sur estaba So Chol quien en la época de sus actividades en la Juventud Comunista en
So Chol era un joven intelectual que siendo hijo de un pobre cultivador de artigas, estudió en una escuela especializada en medicina de
En el proceso de ingreso de So Chol a las filas de la revolución hubo muchos episodios interesantes.
Uno ocurrió, según he oído, cuando era alumno de primaria. Una vez, estuvo todo el día cuidando el buey en el campo y en el camino de regreso fue zurrado por unos policías. Venía sobre el lomo del animal cuando éstos le ultrajaron brutalmente bajo imputaciones injustas. Sin más ni más lo tiraron abajo y pateándole gritaron que era insolente porque no saludó a los señores policías, siguiendo su camino montado altaneramente sobre el animal.
So Chol, aunque mucho tiempo después llegó a ser miembro del Buró Político de nuestro Partido, entonces tuvo que recibir los golpes sin chistar siquiera. Y como sus consecuencias estuvo enfermo durante varios meses. Desde entonces comenzó a odiar a los policías y a los terratenientes y dignatarios que eran de la misma calaña que aquéllos.
Como estaba adaptado desde hacía mucho tiempo al clima y suelo de China y conocía bien los hábitos de vida de los pobladores del Noreste, era la persona apropiada para presentarse como chino y ayudar a salvar a la guerrilla de Manchuria del Sur de su difícil situación.
En correspondencia a la expectativa de la organización desempeñó con éxito el rol de médico militar chino. Y también desempeñó un valioso papel en la elevación del prestigio de la guerrilla de Panshi y el mejoramiento de las relaciones entre ésta y la población.
Cuando llegó a Nanpaizi, Yang Jingyu venía acompañado por un reducido número de hombres. Decía que si pensaba en las pérdidas sufridas en la expedición a Rehe, sentía se le rompía el corazón.
Según supe, su unidad, además de haber derramado mucha sangre en el curso de la expedición, se vio abrumada por incontables dificultades y penalidades en el curso de la marcha desde Jian hasta Mengjiang. Los enemigos la persiguieron sin darle tregua, e incluso movilizaron aviones, cañones y otras armas pesadas. Hubo momentos en que toda la unidad cercada tenía que pelear desesperadamente. Desde el cielo atacaban los aviones, desde el frente Cheng Bin peroraba aconsejándole la rendición, desde los cuatro lados le cañoneaban y estrechaban el cerco; de veras, no había por donde escapar. Afirmando que los combatientes coreanos del primer cuerpo pelearon particularmente bien, Yang Jingyu elogió repetidas veces el regimiento de Pak Son Bong y la compañía de Pak Song Chol que mostraron su impar valentía en el más difícil combate de Waichakou. El confesó que durante el combate creía había llegado el momento final.
En la operación de apertura de la brecha en dicho combate el papel determinante lo tuvo la compañía de Pak Song Chol. Los combatientes del pelotón suicida de esta compañía abrieron la brecha arrojándose ellos mismos como bombas. La heroicidad que hizo Pak Song Chol en la salvación de la unidad de Yang Jingyu fue grande.
Yang Jingyu aseguró que si en aquel entonces en su unidad no hubieran estado los coreanos, no habrían podido romper el cerco enemigo y habrían sido aniquilados por completo, y que si los comunistas de China y Corea, en vez de crear las Fuerzas Unidas Antijaponesas, hubieran operado por separado, él no habría podido venir a Nanpaizi para encontrarse conmigo. Y dijo que nos agradecía de todo corazón haberle enviado a muchos cuadros coreanos que preparamos expresamente para ese fin.
Creo que la reunión en Nanpaizi duró unos 10 días.
En ella se analizaron y criticaron de modo severo la esencia del aventurerismo izquierdista de la expedición a Rehe y sus graves consecuencias, y se examinaron con seriedad medidas a adoptar para liquidar estas consecuencias.
Hubo debates y se adoptaron resoluciones acerca de cuestiones como: que para hacerles frente a las ofensivas enemigas de gran envergadura las unidades del ERPC avanzarían a las zonas fronterizas, teniendo como centro el monte Paektu, para desarrollar allí intensas actividades militares y políticas; que se debían restaurar y reajustar las organizaciones de la Asociación para la Restauración de la Patria destruidas y desplegar de modo más dinámico la labor política entre las masas; y que se debía mantener con firmeza la posición independiente en la revolución.
En la reunión las unidades de nuestro Ejército Revolucionario Popular se reestructuraron en ejércitos de ruta, se designaron sus comandantes y se les delimitaron las zonas de operaciones.
Es necesario que los investigadores de la historia valoren justamente el significado político-militar que tuvo la Conferencia de Nanpaizi, de la cual podemos decir que junto con la Conferencia de Nanhutou desempeñó un gran papel en el fortalecimiento del carácter independiente de la revolución coreana y la del Noreste de China. ¿Qué quiere decir el carácter independiente en la revolución? Significa hacer la revolución de manera independiente, con juicio y decisión propia y de acuerdo con las peculiaridades y la realidad del país dado.
La Conferencia de Nanpaizi sirvió de motivo para que la revolución coreana diera un salto cualitativo hacia adelante. Además, constituyó un fuerte incentivo para la totalidad de los comandantes y combatientes del ERPC. No fue que vencieran las pruebas como la Marcha Penosa sólo con la voluntad o la perseverancia. El espíritu de la Conferencia de Nanpaizi les redobló las fuerzas, las cuales nos impulsaron a mí y a mis camaradas para avanzar y avanzar sin desmayo en todo el curso de la marcha.
En la Conferencia de Beidadingzi, efectuada en la primavera de 1939, ratificamos las resoluciones de la Conferencia de Nanpaizi, y decidimos avanzar al interior del país. Si en la Conferencia de Nanpaizi no se hubiera tomado una importante resolución referente al lineamiento, no habríamos podido salir de las severas circunstancias de entonces, cuando los enemigos nos tendieron diez, veinte cercos, y abriéndonos paso a través de las montañas y las campiñas cubiertas de nieve de Changbai avanzar a la patria y hacer se oyeran nuestros disparos. Los disparos que hizo resonar el ERPC en la zona de Musan fueron fruto de las reuniones de Nanpaizi y Beidadingzi.
En Nanpaizi, reestructuramos con combatientes de nuestra unidad el regimiento de escolta para Yang Jingyu y Wei Zhengmin. Tuvimos que ceder a muchos efectivos para completar dicho regimiento. En esa ocasión le designamos nuevos jefes y también le cedí . a uno de mis enlaces a Yang Jingyu. En el curso de la reorganización del regimiento de escolta se profundizaron la amistad y la hermandad entre los comunistas de ambos países.
Terminada la Conferencia las unidades salieron de Nanpaizi dirigiéndose hacia las zonas de operaciones asignadas. La despedida con Yang Jingyu fue tan emocionante como el encuentro. Hicimos la promesa de volver a encontrarnos como triunfadores convirtiendo a toda costa, defendiendo el honor de los revolucionarios de ambos países, la desgracia en dicha.
Pero, lamentablemente no pude volver a verlo.
Después de despedirse de nosotros Yang Jingyu desplegó intensas actividades militares en Huadian, Dunhua, Mengjiang, Huinan, Fusong, Jinchuan, y otros lugares. Debido a las “operaciones de castigo de gran envergadura” que los enemigos perpetraron bajo el rótulo de “campaña especial para preservar la paz y establecer la seguridad en el Sureste”, la unidad de Yang Jingyu se vio obligada a encarar múltiples dificultades.
Se dice que lo más difícil fue hacer los preparativos para invernar. Para esto hacía falta organizar combates. Yang Jingyu trató de hacerle frente al “castigo de gran envergadura” con el método de operaciones dispersas. Por supuesto, no se podía considerar que su decisión contravenía al principio de la guerra de guerrillas. Una táctica, aunque sea correcta desde el punto de vista teórico, debe aplicarse de acuerdo con las circunstancias, de lo contrario puede tener consecuencias nefastas. Es ley que las circunstancias militares son de gran diversidad y cambian incesantemente.
De realizar operaciones dispersas con pequeñas unidades es posible escapar relativamente fácil de la vista de los enemigos. Probablemente Yang Jingyu lo tuvo en cuenta y trató de vencer a los enemigos y resolver la crítica situación en que se encontraba su unidad con el método de combinar con habilidad las tácticas de “dispersión” y “reunión”. Pero, cuando quiso reagrupar en una grande a las pequeñas unidades dispersas. para hacerle frente a la nueva circunstancia, parece que la operación no se pudo llevar a buen término, tal como esperaba él.
Si se limitan a las acciones dispersas estando cercados por enormes fuerzas enemigas, resulta difícil rechazar sus ataques. Y en este caso se ven finalmente perseguidos por éstas, es decir, caen en una posición totalmente pasiva. También en el caso de producirse choques inevitables entre las grandes unidades y las pequeñas que operan de modo disperso, las desventajas,
Lo sorprendente fue que al frente de esta operación se hallaba Cheng Bin quien fuera jefe de división bajo las órdenes de Yang Jingyu, y después se sublevara y pasara al lado enemigo. Designado en enero de 1940 como jefe del cuerpo policíaco de la provincia de Tonghua topó con la unidad principal de Yang Jingyu en Xigang, en el distrito Mengjiang, y la hostigó durante no menos que 6 horas. Y a principios de febrero, reforzado con un nuevo batallón de policías, volvió a chocar con el grueso de las fuerzas de Yang Jingyu.
Yang Jingyu cayó heroicamente en febrero de 1940 en un enfrentamiento con el “cuerpo de punición” enemigo que ocurrió en un bosque del distrito Mengjiang. En este combate, según supimos, con él estuvieron sólo los escoltas y cayeron en el cerco. Los enemigos les gritaron que se rindieran. Pero, él, con dos pistolas en las manos, siguió tirándoles implacablemente hasta que cayera mortalmente herido.
La persona que lo protegió hasta el último momento fue Ri Tong Hwa, aquel enlace que le cedí en Nanpaizi. Este guerrillero compartió el mismo destino que Yang Jingyu hasta caer. Si no me equivoco, fue a raíz del combate de Damalugou cuando nos enteramos por los periódicos del doloroso suceso de la muerte del comandante Yang. En los periódicos que arrebatamos a los enemigos batidos había noticias al respecto y después de leerlas perdí las ganas de comer.
Era de diferente origen social y nacionalidad, pero recordando el encuentro que tuve con él derramé a escondidas muchas lágrimas.
Los enemigos le cortaron la cabeza y la retrataron. Y desde un avión arrojaron las fotos por todas partes de Manchuria. Hasta le abrieron el vientre. Quizás, querían saber qué comía en las montañas donde no había nada, para poder manifestar una voluntad de lucha superhumana. Se decía que en su estómago no había ni un grano de cereal, se encontraron sólo restos de
En el período en que Yang Jingyu y yo compartíamos el sentimiento de hermandad perdimos a Kim Ju Hyon, Kim T
Después de la liberación, en China cambió la denominación del distrito Mengjiang por Jingyu, según el nombre de Yang Jingyu. Y en memoria de este mártir se construyó en la ciudad de Tonghua el “cementerio Jingyu”. El día de su inauguración yo envié una corona para que se colocara ante su tumba.
En la posliberación, uno de los dirigentes del Partido Comunista de China, al escribir un trabajo acerca del lugar que ocupaba la guerra de guerrillas antijaponesa en el Noreste, recordó que en los más de 20 años de historia de este partido las luchas más arduas fueron las tres siguientes: la gran marcha de 12,500 kilómetros, la lucha guerrillera de tres años de las unidades del ejército rojo obrero-campesino que quedaron en el Sur después de que su grueso efectuara la gran marcha y la penosa lucha de 14 años de las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste.
La bandera de la heroica guerra de resistencia, llevada a cabo por las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste, está regada también por la sangre de Yang Jingyu, un fervoroso comunista del pueblo chino. Nuestro pueblo nunca olvidará su brillante proeza en la lucha común antijaponesa.
7. Mi abuela Ri Po Ik
La vida de la abuela Ri Po Ik ocupa un lugar relevante en la historia de la lucha revolucionaria de la familia de Mangyongdae, de donde nacieron el estimado Líder, Presidente Kim Il Sung, y el gran Dirigente Kim Jong Il. Después que condujo hacia el camino de la revolución a numerosos descendientes, junto con su marido Kim Po Hyon se enfrentó a múltiples penalidades, sobreponiéndose a la avalancha de las desgracias que irrumpían por la portilla de su hogar. También en cerros y llanos de Manchuria quedaron estampadas las
El Presidente Kim Il Sung, recordando con aflicción a su abuela, quien se fue silenciosamente de este mundo tras haber dedicado todo lo suyo a apoyar las actividades revolucionarias de sus descendientes, expresó:
Después que desataron la guerra contra China, los imperialistas nipones emprendieron contra nosotros una gran “campaña de claudicación”. En ésta mezclaron sin miramientos a las personas relacionadas conmigo, entre ellas a mis amigos, condiscípulos y maestros, a los involucrados con la Unión para Derrotar al Imperialismo y los que abjuraron en la cárcel. Por último, detuvieron hasta mi abuela de Mangyongdae y la obligaron a andar por zonas del monte Paektu, causándole un sinfín de sufrimientos. Incorporar en la “campaña de claudicación” a los parientes para utilizarlos como añagaza era el último recurso del enemigo.
Desde antaño, nuestro país es bien conocido por naciones vecinas como un “país oriental de cortesía”. También los occidentales que en otros tiempos estuvieron aquí reconocieron que la nación coreana es cortés, humana y fiel al país y a los padres. Científicos de la Rusia zarista que recorrieron nuestro país en las postrimerías de la Vieja Corea, de regreso en el memorial elevado a su emperador recalcaron que Corea era el modelo del mundo en observar la ética y la moral.
Al enrolar a mi abuela en la “campaña de claudicación”, el enemigo trató de pescarme, valiéndose de mi cariño a los abuelos. Los invasores imperialistas no tenían compasión ni misericordia. Para llevar a cabo su estrategia de pillaje, ultrajaron hasta las bellas costumbres y la ética y moral tradicional de los coreanos. Cito como ejemplo el hecho de que en la segunda mitad del siglo pasado occidentales profanaron la tumba de Namyongun, padre de Taewongun, con el propósito de someterlo a que abriera las puertas de nuestro país.
Cuando yo desplegaba las actividades en la zona de Mengjiang, al frente de la unidad, recibí la información de que a mi abuela se la habían llevado y la retenían en la aldea Jiazaishui, del distrito Changbai.
El enemigo la encerraba por la noche y, tan pronto como despuntaba el día, la arrastraba por los montes, queriendo obligarla a que gritara: “Song Ju, aquí está tu abuela. Si piensas en mí, baja pronto del monte.”
En la esquela enviada por aldeanos de Jiazaishui, también se veía, agregado, el contenido del aviso del enemigo aparecido en diversas aldeas de Changbai, el cual decía: “La abuela de Kim Il Sung permanece en Jiazaishui. Kim Il Sung baje del monte sin tardanza a encontrarse con ella.”
Cada vez que llegaban adonde pudiera existir un campamento secreto de la guerrilla, en el extenso bosque, los adversarios le trataron de imponer llamar a voz en cuello a su nieto. Mas, no les obedeció; es natural, pues, que la reprimieran e importunaran de continuo. La amenazaban poniéndole el cañón del fusil en su espalda, como si trataran a un delincuente común, o la persuadían, mas nada valió. No conocían en absoluto quién era ella. Creyeron que con dar una patada en el suelo o devorarla con los ojos podrían lograr que ella, una campesina, hiciera sumisamente, llena de miedo, lo que le exigían. Pero nada de eso surtió efecto.
Los miembros de la organización clandestina de Jiazaishui rogaron que dispusiéramos que la unidad la rescatara, expresando que la abuela estaba en pésimo estado. Y agregaron que si no estábamos en condiciones de hacerlo, ellos mismos realizarían la operación, y que esperaban mi decisión.
Me quedé atolondrado. Me era difícil contener la convulsión y la cólera. ¿Cómo era posible que, siendo personas, maltrataran a una vieja sesentona, arrastrándola por los páramos helados, donde la temperatura oscilaba entre los 40 grados bajo cero?
La indignación me empujaba a partir de inmediato con la unidad para aniquilar al enemigo y rescatar a mi abuela, pero, aplacándome, no lo hice. Era cuando por el “incidente de
Si hubiera organizado una acción, hubiera podido rescatarla. Pero, también por un desliz hubiera podido caer en la red tendida por el enemigo.
Kim Phyong solicitó que le permitiera sacarla de las manos del enemigo, movilizando su pequeña unidad, mas no lo acepté, sino lo disuadí para que se marchara pronto hacia su destino para tomar medidas para salvar a Pak Tal y otros miembros de la Unión de Liberación Nacional de Corea. Aún no puedo olvidar su aspecto cuando se iba enjugándose las lágrimas con el dorso de la mano.
Con franqueza digo que yo también lloré después de despedirnos. Realmente, me era difícil soportar la pena, pues debía hacerlo, aun teniendo de cerca a mi abuela. Imagínense lo que sentí al proceder así, cuando mi abuela carnal sufría toda clase de humillaciones, retenida en el lugar no lejano, pese a que en otros tiempos no había vacilado en entablar batallas para conseguir unos cuantos sacos de arroz y armas, o para salvar a uno o dos patriotas. Como Comandante pasé por esos sufrimientos que otros no experimentaron, pues debí reprimir el vehemente anhelo de salvarla. Para el hombre no es fácil, de veras, contener sus sentimientos íntimos.
Dado que, desde pequeño, recibí singular cariño de mi abuela, a partir de que me llegara la información de la organización clandestina de Jiazaishui acerca de ella nunca podía conseguir tranquilidad mental. No tengo palabras para expresar mi aflicción de aquel entonces.
En mi niñez y adolescencia la abuela ocupó un lugar importante, comparable con el de mi madre. Lo que más me impresionó cuando yo pasé la niñez en Mangyongdae, fue haber visto andar por la aldea vendedores con una caja de madera llena de melcochas delante colgada del cuello, gritando: “¡Compren melcochas!” Algunos días vinieron tirando de una carretilla cargada de trapos o zapatos de goma usados, y pregonaban haciendo sonar grandes tijeras que servían para cortarla, cuando acudían los chicos de la aldea.
Cada vez entonces, se me llenaba la boca de agua, pero mi familia no tenía dinero, ni trapo, ni zapatos de goma gastados para comprar melcocha. Era cuando muy pocos aldeanos usaban zapatos de goma. Los de mi hogar no podían usarlos, sino sólo alpargatas de paja.
Aun cuando los pequeños se alborotaban aglomerados en torno a la caja de melcocha o a la carretilla, no me les unía sino daba alimento a las gallinas en el patio o, yendo al traspatio, fingía observar cómo andaban las hormigas cerca de los tinajones de pastas de soya. Pero los mayores de mi casa sabían muy bien en qué pensaba yo.
Una vez, mi abuela compró algunas melcochas a cambio de valioso arroz y me las puso en la mano, lo que me hizo sentir profundo agradecimiento aunque era pequeño. Para una familia que se alimentaba de gachas de granos con sus cascarillas, no era fácil emplear arroz para comprar unas cuantas melcochas.
Aún veo con claridad en mi mente ese calabacino con arroz y esas barras de melcochas, símbolo del amor de mi abuela.
Para mí es más fresco, no sé porqué, el recuerdo de haber ido a la espalda de mi abuela y tía Hyong Sil que a la de mi madre. Aun cuando mi abuela visitaba la casa de sus padres, solía llevarme a cuesta.
Cuando el varón tiene 6 ó 7 años es cuando llega a tener uso de razón y a esa edad casi ninguno se deja llevar a la espalda de otro por saber qué es vergüenza.
Siempre que mi abuela visitaba mi casa en comuna Ponghwa, me ponía en su espalda, diciendo que quería ver cuánto había crecido Jung Son, que soy yo. No le importaba que me diera vergüenza. De su pelo y camisa se desprendía un olor a heno, que me gustaba mucho; era un olor singular, propio de las abuelas, que dedicaban toda su vida al trabajo.
Cuando yo crecía en Mangyongdae, mi abuela se apoderaba totalmente de mí. Durante mi infancia pasé el mayor tiempo cerca de ella. Sus brazos endurecidos me servían de almohada. Si me acostaba poniendo la cabeza sobre ellos, podía dormir profundamente. Entonces, cada vez me contaba cuentos maravillosos que despertaban mi fantasía. Ciertas noches, metía silenciosamente en mi boca raspa de arroz, azufaifas o cosas por el estilo; su sabor era delicioso.
Después de fallecido mi padre, su amor hacia mí aumentó varias veces más. Parecía que su única alegría era ver cómo crecía yo, el primer nieto de la familia. ¿Qué placer tenía ella? Ni el de comer y vestir bien, ni el de divertirse recorriendo lugares pintorescos.
Su sencillo, pero vehemente sueño era alcanzar la independencia de Corea. Su tarea y alegría era atender y ayudar solícitamente a los descendientes que combatían para alcanzarla, y esperar el día de su llegada.
El amor de mi abuela se expresó, en muchos casos, como esperanza y fe en mí. En 1926 fue cuando mi padre abandonó este mundo. En el verano de ese mismo año, ella buscó la tumba de su hijo en Yangdicun de Fusong y, tras hacer tristes plañidos ante el túmulo, me dijo:
“Jung Son, ahora tienes que cargar lo que tu padre llevaba a cuestas. Quiero que recuperes a toda costa el país en lugar de tu progenitor. No importa que no cumplas tu deber filial conmigo y con tu madre; debes dedicarte en cuerpo y alma a independizar al país.”
Sus palabras me impactaron fuerte. Si ella hubiera dicho que pensara en hacerme rico o en ocupar un alto cargo jerárquico, y no en alcanzar la independencia de Corea, no me habría causado tanta impresión.
No le importaban nada tales cosas. A estas alturas, puede decirse que su propósito era muy elevado. Lo que ella me dijo me estimuló en gran medida.
Si ella me confiaba una empresa tan importante como la independencia del país, era una expresión de la confianza en mí.
Luego, no regresó a Mangyongdae, sino permaneció algún tiempo en Fusong. Y después que nos mudamos a Antu, fue allí y consoló a mi madre y a la esposa de mi tío.
Mi abuela puede definirse, en una palabra, como una anciana de carácter fuerte. Era una mujer fuerte como ninguna de su edad. Se mostraba muy cariñosa y tierna ante las personas pobres, desdichadas y honradas, pero muy severa con otras malvadas. Poseía un carácter y un temple que no se doblegaba ante ninguna coerción e injusticia.
Si ella hubiera sido pusilánime y débil, me hubiera sido imposible sobreponerme a tan enorme golpe de conmoción cuando recibí la información de la organización clandestina de Jiazaishui.
Me convencí de que ella me comprendería, y como abuela del revolucionario, se enfrentaría con firmeza a toda clase de sufrimientos y pruebas como rehén. Al hacerlo, actué bien.
Una vez, cuando efectuábamos en el campamento secreto de Nanpaizi una importante reunión con Yang Jingyu y otros cuadros del primer y segundo cuerpo de ejército, Pak Cha Sok, mi condiscípulo de la etapa de la escuela Hwasong vino a verme. Fue para conseguir mi “claudicación”. Luego le siguió Ri Jong Rak. Entonces, Pak Cha Sok me pidió perdón con franqueza por su delito confesando cómo andaba por tierras de Jiandao Oeste, arrastrando a mi abuela. Al escucharle, supe que tenía razón al confiar en ella: no se doblegó ni una pizca ante el enemigo.
Quienes la arrastraban eran los del “grupo de promoción del retorno sumiso”. Ri Jong Rak y Pak Cha Sok pertenecieron a él. Los intrigantes japoneses les obligaron a incorporarla en la “operación de claudicación”.
Ri Jong Rak y Pak Cha Sok aparecieron en Mangyongdae para tratar de persuadir a mis abuelos: “¿No quieren ver a su nieto?; si lo desean díganlo; su nieto se está martirizando en vano e irremediablemente irá a la perdición; si desean salvarlo, obedézcannos.”
Mi abuela les refutó: “Un hombre se muere sólo una vez; leí en un periódico que mi nieto murió, y ¿cómo puede estar vivo?; no quiero escuchar tal tontería”, y les dio las espaldas.
Aturdido ante este argumento, Ri Jong Rak se apresuró: “Esa noticia es falsa; Song Ju no ha muerto, está vivo; pero no renuncia al infructuoso movimiento independentista y sólo sufre inútilmente en el abrupto monte; él, sin siquiera conocer que todo el Oriente se ha convertido en el mundo de Japón, está en el monte Paektu, alimentándose de granos crudos y hojas de pino sin sal; como resultado, todo su cuerpo se ha cubierto de pelos como un animal, y sus pies se han estropeado y desfigurado, en tal grado que no parecen ser de una persona; como Song Ju combate escurriéndose de ahí para allá con un singular método de acortar las distancias, es difícil hacerle salir del monte; el gobierno japonés asegura que si Song Ju se pasa a su lado le entregará el cargo que él pida, incluyendo el de comandante del ejército Guandong o el de comandante del ejército coreano; de más está decir que sus familiares podrán disfrutar de la riqueza y el lujo en una casa como un palacio real; por eso, hay que hacer que claudique y la mejor medida es que usted, su abuela, se ponga en acción.” Y luego presentó cientos de wones, diciendo que era el anticipo que enviaban los japoneses; aconsejó que compraran con él, ante todo, lo que se necesitaba para la vida familiar y también emplearan a una cocinera.
Montando en cólera, mi abuelo tiró al patio el fajo de billetes y espetó: “Malvados, ¿quieren que cambiemos la vida de mi nieto por dinero?; dejen de esas perradas y retírense de inmediato.”
Mi abuela, por su parte, les gritó: “No me voy aunque se le conceda a mi Song Ju, ya no el cargo de comandante del ejército japonés, sino otro superior; por haber perdido a mis hijos Hyong Jik y Hyong Gwon tengo roto el corazón; ¡lárguense pronto de aquí!”
Al ver que la cosa iba así, Ri Jong Rak y Pak Cha Sok no tuvieron otro remedio que irse. El enemigo, consciente de que no podía mover a mis familiares con palabras o dinero, sacó del hogar a mi abuela a la fuerza de bayonetas y trató de llevarla a Manchuria. En ese momento , ella les reprendió: “Bueno, iré si me obligan pero no les ayudaré, sino recorriré hasta lo último el monte Paektu y el territorio manchú donde combate mi nieto; veremos quién vence”. De veras, era de fuerte carácter.
Los agentes del “grupo de promoción del retorno sumiso” le molestaron cerca de un año, imponiéndole viajar por zonas montañosas de Jiandao Oeste. ¿Cuánto tiene que haber sufrido mi abuela que tenía más de 60 años?
Una vez, Pak Cha Sok vio las ampollas de los pies de mi abuela y le consoló: “Abuela, perdóneme por imponerle este absurdo martirio; también padecemos mucho por este trabajo que no nos gusta. ¡Qué difícil debe ser esto para usted!” Aunque había abjurado, parece que guardaba aún un sentimiento compasivo.
Mi abuela le respondió: “Sí, me cuesta mucho trabajo, pero al ver las montañas donde combate mi nieto me animo”.
Cada vez que el enemigo le imponía llamarme, hincándole el cañón del fusil en el cuerpo, ella se enfrentó: “No sé decir tal tontería. ¿Piensan que estarán a salvo si me matan? ¡Hagan lo que quieren si desean verse alcanzados por una bala de mi nieto!”
En realidad, los agentes del “grupo de promoción del retorno sumiso” también conocían que acabarían por fracasar en esa intriga. Temblaban por el miedo a ser sorprendidos por la guerrilla en cualquier momento, ya que era obvio que el andar arrastrando como rehén a la abuela del Comandante del ejército revolucionario les costaría mucho.
Pensaban que, costara lo que costase, debían evitar que les alcanzara una bala de la guerrilla. Así rogaron a mi abuela que buscara a su nieto en compañía de un muchacho de unos 15 años, como si fuera un criado, diciendo que ellos mismos la protegerían desde lejos.
Al ver que los enemigos trataban de alejarse por miedo, mi abuela los amenazó diciendo: “¿Por qué ando acompañada por un niño inocente?; quiero que ustedes, de carrillos abultados, me sigan; si proceden así por miedo al ejército revolucionario, llamaré a sus superiores y les diré la verdad.” Así resultó que los agentes le obedecían sumisamente, dominados por ella.
Mi abuela hizo lo que quería ordenándoles a gritos. Si hacía frío, les dijo que no podía ir al monte por el frío, y si se sentía cansada, les pidió que la dejaran descansar. Y si el agua del baño estaba algo fría, o descubría que algún japonés le precedió en su uso, les reprendió con severidad, preguntando cómo podían atender así con descuido a la abuela del General Kim, y si le servían platos japoneses o chinos, les ordenó imponente que trajeran los coreanos. Cada vez entonces, los movilizados en la “promoción del retorno sumiso” trajinaban, esforzándose para halagarla.
En la fiesta de Año Nuevo, el inspector japonés, encargado de ese grupo, ordenó a Ri Jong Rak y Pak Cha Sok que la llamaran, pues en ocasión del Año Nuevo deseaba recibir el saludo de la abuela del General Kim. Al transmitírsele ese deseo, mi abuela, riendo con amargura, exigió: “Qué cosa más rara me dicen. ¡Maleducado! Que le digan que venga a saludar a la abuela del General Kim con motivo de Año Nuevo.”
Al conocer lo ocurrido, según se decía, el inspector quedó tan sorprendido que se le cayó la copa de la mano. Ese japonés era conocido como un tipo tan impetuoso que si alguien le causaba disgusto, sacaba sin más ni más el arma y lo amenazaba hasta que le pidiera perdón, pero ese día, apocado, no pudo ultrajarla, sino quedó muy impresionado, expresando: “Así debe ser la abuela de Kim Il Sung. Dicen que su nieto es el tigre del monte Paektu, también ella es, sin duda, abuela-tigresa.”
Pak Cha Sok confesó que ante mi abuela que se comportaba tan recta y altanera cada día se sentía sometido a un interrogatorio por sus actos traidores.
Los agentes del “grupo de promoción de claudicación” terminaron por fracasar y la devolvieron a Mangyongdae.
Mientras escuchaba hablar a Pak Cha Sok sobre la “operación de claudicación” que él mismo experimentó y presenció, abrigué un sentimiento de mayor respeto hacia mis abuelos. Les expresé gratitud en mi fuero interno. Antes de partir del campamento secreto, Pak Cha Sok juró que si bien se vio obligado a claudicar, rendido ante la coerción de los japoneses, no volvería a cometer actos vergonzosos ante la patria y la nación, especialmente ante mí, que sufría en el monte.
Le solicité que les hiciera llegar en secreto algunas raíces de insam silvestre y una carta a mis abuelos.
Después de la liberación al regresar a la Patria, les pregunté si habían recibido mi carta enviada desde el monte, y me dijeron que sí, pero las raíces de insam silvestre no. Quizás, se apoderó de ellas ese inspector japonés que mandó a Pak Cha Sok a nuestro campamento.
Los abuelos de Mangyongdae guardaron con cuidado esa carta hasta que el camarada Kim Il Sung regresó con la restauración de la Patria. Más tarde, todo el mundo la conoció al publicarse en el número del 29 de mayo de 1946 del periódico “Jongro”, antecesor de “Rodong Sinmun”.
Para saber que nuestro Líder era sin par magnánimo e indulgente, basta con citar el hecho de que él no ejecutó ni aplicó castigo alguno a ese traidor a la revolución, sino le confió la difícil tarea de transmitir una carta secreta. Si Pak Cha Sok tenía siquiera una pizca de conciencia, tal vez derramó lágrimas para sus adentros conmovido ante esa generosidad. Al ver que él no le dio esa carta a sus amos, sino la transmitió tal como era a sus destinatarios, puede decirse que cumplió la promesa que hizo en el campamento secreto.
De veras, es una fortuna que se hiciera pública y legara a las posteridades esa corta carta que tenía impresos el ímpetu y la temperatura del pletórico General de poco más de 20 años, quien siempre era constante y optimista con su obligación moral y su convicción en la causa de la liberación de la patria.
He aquí el texto del mensaje:
“Abuela, conozco bien lo que guardas para mí en lo hondo del corazón.
“Cuando un varón decide entregar su vida en aras del país, de más está decir que su cuerpo ya pertenece a éste, a la nación.
“Pronto llegará el día en que yo vuelva alegre a casa para verte; espera ese día con tranquilidad.”
Al leerla, todos los miembros de la familia del camarada Kim Il Sung que vivían en Mangyongdae no pudieron contener las lágrimas.
Tiempos después, la abuela Ri Po Ik fue llevada por otro “grupo de promoción del retorno sumiso”, al que pertenecía Rim Su San, y padeció toda clase de infortunios en el territorio de Jiandao Norte.
Los familiares y amigos que después del armisticio se reunieron en torno al ataúd de ella, decían que al recordarlo los ojos del Líder se ensombrecieron con profunda tristeza.
Cuando actuaba en las cercanías de Chechangzi del distrito Antu recibí la información de que mi abuela fue llevada por segunda vez a Manchuria, donde padecía martirios. En esa época, la mayoría de los agentes del “grupo de promoción del retorno sumiso” que la conducían, eran japoneses y se les unió Rim Su San, exjefe de Estado Mayor del grueso de nuestra guerrilla. Según informaciones, cuando se rendía, juró con firmeza ante sus amos, los japoneses, que me capturaría a toda costa.
Al principio, ese grupo trató de utilizar como rehén a mi tío Hyong Rok. Quizás había juzgado que no conseguiría nada con hacerlo con mi abuela indoblegable.
Hyong Rok era el único hijo que les quedaba a mis abuelos. Al ver que los enemigos aparecieron en Mangyongdae y trataron de llevarlo a la fuerza, mi abuelo les gritó que nunca lo permitiría, golpeando con puño el suelo del hipocausto, en tanto que mi abuela los reprendió con severidad. “¿Queréis capturar a mi nieto mayor mediante el único hijo que queda a mi lado? ¿Son personas? El cielo los castigará.” Mi tío Hyong Rok, por su parte, se negó de manera tajante, diciendo que prefería morir en casa a colaborar nunca en la captura de su sobrino.
Finalmente, mi abuela se vio obligada a viajar por Manchuria. Ella adoptó la firme actitud de que los adversarios no podían vencer a la abuela del General Kim, por muy desesperadamente que actuaran. Y decidida a morir en lugar de su hijo, Hyong Rok, partió del hogar y recorrió obligada durante meses los inaccesibles montes de Jiandao Norte, pero ni una vez su entereza se quebró ante el enemigo. Cuando Rim Su San le vapuleaba por no seguir ella sus órdenes tanto en el alojamiento como durante la caminata, ella contestó: “Tú has traicionado a mi nieto, pero yo, viva o muerta, estaré a su lado, al lado de Corea; veré hasta cuándo vives.”
Al escuchar que mi abuela había vuelto a ser llevada como rehén, organicé muchas operaciones, porque este era el mejor medio para darle a conocer que yo seguía combatiendo sano y el saludo que le enviaba reflejando mis profundos y heterogéneos sentimientos inexpresables con palabras.
Siempre que recibía la noticia de que yo vencía en un combate, ella, sin importarle quién le escuchara de cerca, gritó animada: “¡Bravo, mi nieto! ¡Aniquila pronto a los japoneses hasta exterminarlos por completo en nuestro país!”
También esta vez, los enemigos se vieron obligados a devolverla a su tierra natal. Y renunciaron definitivamente a capturarme por medio del rehén. El resultado fue que mi abuela, una anciana desarmada, los venció.
Empero, la represión y persecución de los policías y militares a los miembros de mi casa natal se intensificaban cada día más.
Durante decenas de años les impusieron inenarrables sufrimientos, porque muchos de ellos eran patriotas y yo actuaba como Comandante del ejército revolucionario. En la última etapa de la dominación japonesa mi tío Hyong Rok debió irse a la costa del mar frente a Nampho, eludiendo la represión del enemigo, y apenas mantenía allí la vida pescando con sencillos aperos.
Entre los miembros de mi familia mi abuela era quien sufría más.
Cuando entré en el patio de mi casa natal en Mangyongdae por primera vez después de la liberación, le dije: “Abuela, usted padeció mucho por mí”, a lo que contestó con amplia sonrisa: “¿Cómo puede compararse eso con lo que sufriste?... Los que padecieron mucho en realidad, fueron los japoneses, no yo. Tú sufriste mucho para recuperar al país y los japoneses para servirme. Gracias a ti pude ver muchos paisajes de la naturaleza. Eso fue un disfrute, no un sufrimiento.”
Ante mis abuelos me disculpé por haber ido a verlos con las manos vacías al cabo de 20 años. Al escucharme, mi abuela expresó:
“¿Por qué dices que has venido con las manos vacías? ¿Cuán gran regalo es la independencia? Ya que has regresado sano con la liberación, no deseo nada más. En el mundo no hay nada más grande que tú y la liberación.”
Si se tiene en cuenta que era una vieja setentona del campo, su respuesta era muy instructiva. Al escucharla, quedé conmovido por tener una abuela tan excelente.
Que en aquel tiempo, cuando la dominación del imperialismo japonés por la fuerza de las armas estaba en su punto álgido, ella mantuviera hasta el fin su dignidad y entereza como madre y abuela de los revolucionarios, sin doblegarse ante la coerción y la amenaza del enemigo, puede decirse que era un gran triunfo. Entre las abuelas de nuestro país existen muchas patriotas como ella.
De vez en cuando me digo:
Mi abuela no era comunista ni revolucionaria profesional; no estudió en la escuela ni recibió educación revolucionaria por conducto de una organización; pero, ¿cómo ella, una anciana campesina, que ni sabía leer, pudo enfrentarse con tanta intrepidez al enemigo y comportarse tan inteligente y justamente en todos los momentos?
A mi parecer, la hicieron una mujer destacada la ética de mi familia y la revolución. ¿Cuál es la ética de mi familia? Consiste en entregar sin vacilación hasta su vida, como si fuera una brizna, para el país y la nación, porque éstos son lo más valioso del mundo, es decir, amar al país, al pueblo y a la nación. Creo que mi abuela fue muy influenciada por sus descendientes. No podía menos que recibir influencia de sus hijos y nietos, porque todos éstos eran revolucionarios.
En líneas generales es natural que si en una familia los hijos son revolucionarios lo sean también sus padres. En el caso de que no hagan la revolución, se convierten al menos en simpatizantes o colaboradores de la revolución. La gente dice, generalmente, que los hijos que tienen excelentes padres se hacen, bajo su influencia, cuadros útiles. Tiene razón. De igual manera, también los padres, si tienen hijos inteligentes, se ilustran y concientizan. Y marchan a tono con lo que ellos hacen. Por esta razón, siempre digo con énfasis que en la concientización revolucionaria de la familia es muy importante el papel de la joven generación.
Por supuesto, no es una ley que por ser revolucionarios los progenitores también sus descendientes se conviertan de por sí en tales. Si uno desea hacer la revolución, es importante, desde luego, la influencia de sus padres, pero lo es más esforzarse uno mismo. Ni en sueño debe tratar de beneficiarse de los méritos de sus antecesores. Espero que los integrantes de la joven generación de mi familia siempre se pongan a la delantera en la lucha por la construcción socialista y la reunificación de la Patria, como sucesores de sus antecesores y los mártires caídos en la contienda para la independencia del país. Si mi abuela se entregó a la agricultura hasta muy avanzada edad, también fue, precisamente, para el país, para el socialismo.
Otro factor que le permitió luchar bien contra el enemigo consistió en que nuestra fuerza era poderosa. Cuando éste desplegaba la “operación de claudicación” contra nosotros, el Ejército Revolucionario Popular de Corea estaba en el apogeo de su desarrollo.
No cabe duda de que su poderío y fama le dieron fuerza. Si, después de organizadas las fuerzas armadas revolucionarias, no hubiéramos alcanzado sucesivas victorias en los combates contra el enemigo o si nos hubiéramos encerrado en el monte para mantener la situación igual sin lograr aglutinar a amplias masas bajo la bandera del frente unido, ella no se habría enfrentado al enemigo desde tan elevada posición.
También en la construcción socialista el principio es igual. Sólo si la joven generación trabaja mucho e incrementa su fuerza, resulta que la patria se hace rica y poderosa, y el pueblo posee una alta dignidad y orgullo. La dignidad no cae espontáneamente del cielo. Es una ley que ésta nace y el orgullo se eleva sólo cuando el partido y el líder son grandes y el Estado es rico y poderoso. Es necesario que la joven generación, siendo fuerza principal, siga con lealtad al Partido y el Líder, y realice muchos trabajos para edificar una Patria rica y poderosa.
El 9 de junio de 1946, los aldeanos de Mangyongdae, los exguerrilleros antijaponeses y los funcionarios de los organismos del Partido y administrativos de la ciudad de Pyongyang, prepararon en la escuela primaria de Mangyongdae el banquete en homenaje a la abuela que cumplía sus 70 años. También asistió Romanenko, general de brigada del ejército soviético radicado en Pyongyang, quien pronunció un discurso de felicitación, precedido por los excombatientes revolucionarios antijaponeses y otros varios invitados.
El camarada Kim Il Sung, que llegó a Mangyongdae sin conocer en absoluto que el 70 cumpleaños de su abuela se festejaba con solemnidad en medio de una gran atención social, respondió como su primer nieto y en representación de su familia a los sinceros discursos de congratulación de los representantes de distintos sectores.
He aquí el contenido del texto que sintetizó en unas palabras los 70 años de vida de su abuela:
“Mi abuela es una anciana campesina no instruida. Pero, cuando sus hijos, sobrinos y nietos emprendieran las actividades revolucionarias no se opuso ni en lo mínimo, sino, al contrario, los estimuló, y cuando ellos, una vez alejados de su seno, fueron asesinados por el enemigo, encarcelados o desaparecidos, nunca perdió el ánimo. Finalmente, aunque debió padecer toda clase de sufrimientos en Manchuria, llevada por el enemigo, no doblegó su voluntad inicial.
¿Qué quiere decir esto? Significa que ella, si bien no sabe leer, ha combatido con intransigencia, llena de esperanza. Ha vislumbrado algo del porvenir y mantenido la esperanza hasta el fin. Esta acaba de hacerse realidad. Es la liberación de Corea, alcanzada el 15 de agosto del año pasado.
Si sobrevivió, fue para ver la llegada de ese día y ahora vio realizado su deseo.
Por tanto, deseo que un banquete como el de hoy, no sea el único, sino se repita varias veces en lo adelante, y que también usted, abuela, tenga una larga vida.
La abuela Ri Po Ik se alejó de este mundo en octubre de 1959, cuando tenía 83 años.
De estos, los cerca de 70 años, excepto los 14 después de la restauración de la patria, fueron, para ella, un tiempo de tormentos en que se vio obligada a bregar contra la pobreza, la injusticia y los enemigos exteriores. Dos viajes por Manchuria, impuestos a fuerza de bayonetas, fueron sus mayores martirios. Empero, ella se enfrentó con las manos vacías, y llena de convicción, a ese largo período tenebroso de decenios, y, finalmente, acogió el día de la liberación gracias a su nieto y vio el paraíso socialista establecido en esa tierra.
¿Cómo ella pudo llevar una larga vida pese a tantos sufrimientos en esa época tenebrosa, asfixiante? Veamos lo que dijo el Presidente Kim Il Sung, testigo y garante de la vida martirizada de su abuela:
Un factor que permitió a mi abuela disfrutar de una larga vida fue el trabajo. Ella, junto con su marido, envejeció trabajando. El ininterrumpido trabajo para alimentar y vestir a sus descendientes le templó el cuerpo y la voluntad. Es una ley que si uno no cesa de moverse creando sin descanso algo útil para la vida del hombre tiene por lo general una larga vida.
Mi abuela guardó un sueño en lo hondo de su corazón. Es decir, cada día vivió con valor, con fines bien definidos. Si bien parece que su vida transcurrió sin sentido, de hecho, no fue así. Cada paso que ella dio, tenía significado y objetivo.
Como dije anteriormente, esperaba algo toda la vida. Antes de la liberación esperó el día de la independencia; después de lograda esta causa, mi regreso a la tierra natal; una vez encontrados, el día en que todo el pueblo viva feliz y la patria se reunifique. Es que si uno vive siempre lleno de esperanza y aspiración, goza de una larga vida. También supera bien las pruebas.
Experimenté que la revolución la hacen las personas soñadoras y de alto ideal. Son también esas personas las que descubren cosas de gran valor. Mi abuela abrigaba un gran sueño. Si disfrutó de una larga vida, no es exagerado decir que fue gracias a que poseía muchos sueños. La firmeza ideológica, inconmovible convicción y voluntad, muchos sueños y laboriosidad: éstos fueron los factores que le permitieron gozar de una larga vida.
Aunque era abuela del Jefe de Estado, siempre vivió sencilla y honesta. Después de regresar a la Patria, pensé que cuando concluyera la fundación del Partido y el establecimiento del Estado, invitaría a mis abuelos a Pyongyang a vivir conmigo. Sin embargo, ellos no lo deseaban. Dicho con franqueza, creo que si bien a esa edad llevaran una vida cómoda, mantenidos por su nieto, no hubiera nadie que lo pusiese en entredicho. En nuestro país está vigente el sistema de prestar atención privilegiada a los familiares de los mártires revolucionarios, por tanto, mis abuelos podían pasar cómodos el resto de la vida sólo con beneficiarse de dicho sistema.
No obstante, ellos no esperaban tal pensión del Estado. No deseaban vivir en la opulencia en virtud de su nieto, sino, en todos los casos, querían quedarse como sencillos hombres comunes. Así, pues, trabajaron la tierra hasta el último momento de su vida.
“El más desgraciado es el hombre que no tiene trabajo”, esta era la modesta filosofía de mi abuela.
Impulsado por el deseo de ofrecer siquiera algún tiempo de descanso a mis abuelos envejecidos con el trabajo, los invité de vez en cuando a mi casa, pero, cada vez entonces me solicitaron que les diera trabajo. Por eso, una vez, no sé cuándo, les di un calabacino roto y rogué lo remendaran. Sin embargo, mi abuela solía regresar a Mangyongdae, antes de pasar una semana, expresando que si bien le despertaban un gran apetito los manjares preparados por la nieta política y le gustaba mucho abrazar a los bisnietos, se sentía aburrida por no tener trabajo, y le hervía la sangre por no poder pisar la tierra.
Cuando tratábamos de hacer algo para ayudarles en la vida, ella lo declinó siempre, sugiriéndonos que nos preocupáramos sólo por el pueblo, en vez de por ella. También el Primer Ministro era hombre, y ¿por qué no hubiera tenido yo la aspiración de ofrecer una vida cómoda a mi abuela? Lo era más porque ella regresó del campo de la muerte, salvándose felizmente tras haber experimentado toda clase de sufrimientos.
Francamente, mi deseo era confeccionarle una ropa bien enguatada a ella que siempre vivía vestida con el traje veraniego, y visitarle con unas dos botellas de licor en su cumpleaños para desearle una larga vida; mas, tampoco aceptó esa modesta sinceridad mía.
Si no hubiera sido Primer Ministro, sino un ciudadano común, habría hecho algo más por ella. Le hubiera levantado una casa de teja con maderos cortados con mis manos y asistido con ella a la función de la “Muchacha Sim Chong”, para que llevara cómodo el resto de la vida.
Empero, como estaba atareado por los asuntos del Estado, ni siquiera le ofrecí una ropa enguatada. Hasta morir, vivió en una sencilla casa de pajas, heredada de mi bisabuelo. No le construí una nueva casa, aunque levantara las de teja en todas las aldeas del país y creara un mundo nuevo.
En mi memoria no queda grabado casi nada que hice por mi abuela. Si existe algo, se limita a comprarle unos espejuelos de aumento, los cuales no rehusó ella.
Mientras trajinaba atendiendo los asuntos del Estado, transcurrió el tiempo y también se alejó mi abuela. Al despedirla así, tuve muchas cosas de que arrepentirme. En fin, no fui fiel a mi madre, ni a mi abuela.
No me sentiría tan apenado si le hubiera entregado siquiera una ropa enguatada digna de mención.
8. En el bosque de Nanpaizi
En la segunda mitad de la década de 1930 cuando la Lucha Armada Antijaponesa cobraba auge, los imperialistas japoneses intensificaron la ofensiva militar contra el Ejército Revolucionario Popular de Corea por una parte y, por la otra, obstinadamente persistieron en su propósito de lograr mediante tretas y componendas lo que no podían con las armas. Consideraron que si desde el interior de las unidades guerrilleras promovían la “claudicación” empleando a renegados de la revolución podrían lograr su descomposición ideológica desde adentro. Al frente de esa operación pusieron los disidentes y traidores a la revolución, entre los cuales figuraban ex-condiscípulos del gran Líder y los que en las actividades revolucionarias se habían relacionado con él.
Siempre que se refería a la Conferencia de Nanpaizi, el gran Líder recordaba a Ri Jong Rak y Pak Cha Sok, que fueron sus condiscípulos en la escuela Hwasong y camaradas en el tiempo de la Unión para Derrotar al Imperialismo, los cuales visitaron el campamento secreto con la misión de incitar a la “claudicación”.
Voy a hablar como una digresión de lo que ocurrió cuando me encontré con Pak Cha Sok y Ri Jong Rak, en ocasión de la Conferencia de Nanpaizi. Fueron mis condiscípulos en la escuela Hwasong y colaboraron conmigo en la fundación de la Unión para Derrotar al Imperialismo, la Asociación de Camaradas Konsol y el Ejército Revolucionario de Corea. Para los revolucionarios bastan unos cuantos años de convivencia para establecer relaciones tan estrechas como las fraternales. Estos dos hicieron la revolución a mi lado entre 4 y 5 años.
Entablé relaciones con ellos antes de conocer a mis compañeros de Jilin, como a Kim Hyok y Cha Kwang Su. Cuando fundamos la UDI en Huadian, Kim Hyok y Cha Kwang Su no pertenecían a la organización, pero Pak Cha Sok y Ri Jong Rak eran miembros medulares. Por eso ellos fueron, lo digo así, mis primeros camaradas y compañías en la revolución.
Si los compañeros que colaboran en el movimiento de jóvenes estudiantes y la lucha clandestina, después de separarse por uno u otro motivo, ya sea por desplegar la lucha armada en las montañas o, al ser detenido por los enemigos, pasar sufrimientos en la cárcel, se ven de nuevo al cabo de varios años de destino desconocido, esto es un encuentro muy significativo.
Sin embargo, no fue alegre mi encuentro con Ri Jong Rak y Pak Cha Sok, pues obligados por un determinado organismo japonés vinieron con la misión de hacerme “claudicar”. No me visitaron como mis compañeros revolucionarios de otro tiempo sino como títeres de los japoneses, para negociar la “claudicación”. Que estaran movilizados por tal negociación significaba que habían traicionado a la revolución y a mí. No eran, pues, mis huéspedes de honor.
Así tuve que experimentar un encuentro tan deplorable con condiscípulos convertidos en traidores a la revolución.
Si no recuerdo mal, fue después de la primera mitad de la década del 30 cuando los enemigos promovieron a escala más amplia y de modo más avieso la campaña de “retorno sumiso”.
Al principio, los imperialistas japoneses no definieron esa campaña como su estrategia política en la lucha contra las fuerzas armadas antijaponesas. Concentraron sus fuerzas en mantener a raya con las armas a las unidades guerrilleras recién creadas y las fuerzas armadas antijaponesas chinas. No reconocieron ni utilizaron ni permitieron otro medio que no fuera el militar. Al pie de la letra, persistieron sólo en la “prioridad al castigo” y aplicaron el mismo. La dirección del ejército japonés consideró el “castigo” como único medio, no permitió ni intentar la conspiración para lograr la “claudicación”. Quizás creyó que era un ingenuo juego que negaba su espíritu samurai. Llegó a implantar una norma de acción para “prohibir estrictamente la inducción a la claudicación”.
Esto nos hace comprender que las autoridades militares de Japón sólo emplearon los medios militares para enfrentar nuestras acciones, considerando que de este modo era del todo posible eliminar las fuerzas armadas antijaponesas del Noreste. A mi parecer, se sintieron muy confiados en sí mismos, al aniquilar de la noche a la mañana al ejército de 300 mil efectivos de Zhang Xueliang, en el Incidente del 18 de Septiembre.
Sin embargo, sólo con las armas no podían impedir la ampliación de la guerrilla antijaponesa y el incremento de sus acciones. Así optaron por inventar otra cosa: el “castigo civil”, por el cual se entiende realizar operaciones para lograr el “control de lo esencial”, la “abjuración ideológica”,el “retorno sumiso”, etc.
Sería interesante conocer, a través de los propios enemigos, el móvil por el cual los agresores imperialistas japoneses aplicaron, además del “castigo militar”, la táctica de “castigo civil” destinada a “buscar fuentes para eliminarlas de raíz”, es decir, suprimir la Lucha Armada Antijaponesa desde su base.
Un artículo insertado de la página 139 a la 141 del número 77 (publicado en noviembre de 1940) del “Mensuario ideológico”, órgano del departamento penal del ministerio judicial de Japón, refiere:
“En lo tocante a las muy enormes dificultades para eliminar los bandidos comunistas, creo comprensible que sólo mediante el castigo basado exclusivamente en las armas es imposible alcanzar éxitos, porque ellos arden en un persistente espíritu de combate inspirado en el comunismo, aplican una hábil táctica de propaganda, además de la táctica guerrillera de ‘retirarse si el adversario los ataca y avanzar si éste se repliega’, apoyándose, geográficamente en las zonas guerrilleras establecidas en medio de tupidos bosques y se ganan a las masas con el peculiar método de propaganda clandestina que aplican en su labor política con ellas.
...
...Unicamente con el uso de las armas, aunque se puede obtener algún efecto temporal, no se lograría eliminar de cuajo y su resultado sería similar al de ahuyentar las moscas posadas sobre el arroz cocido o al de cortar sólo los retoños de las malas
Es decir, si nuestros adversarios todavía actúan impunemente aun después de recibir repetidos castigos, esto se debe principalmente, entre otras razones, a que menospreciamos el trabajo para controlar lo fundamental, la operación ideológica, subrayando sólo la importancia de las fuerzas militares, y a que la tarea se le encargó sólo al ejército, sin colaboración de los organismos estatales.”
A título de “castigo civil” los enemigos promovían en gran escala la “campaña de retorno sumiso”, al mismo tiempo que conforme a su política “ibi jongbi” consistente en aniquilar a los “bandidos” con los “bandidos”, organizaban “grupos de castigo” con quienes habían capitulado y renunciado a las filas armadas antijaponesas, para que mataran a sus antiguos camaradas de armas, superiores o subalternos.
El hecho de que en la segunda mitad de la década del 30 los enemigos recurrieran más a los medios no militares como el “castigo civil”, muestra que se vio frustrada por completo la política de exclusivismo militar que consideraban todopoderosa. Al ver que no podían lograr su objetivo sólo mediante la ofensiva militar, optaron incluso por la vil campaña de “claudicación”.
Por los años 1937 y 1938, nuestra Lucha Armada Antijaponesa estaba en pleno apogeo. Eramos fuerzas muy grandes y obteníamos resonantes victorias en los combates. Atacar una o dos grandes ciudadelas era tan fácil como tomar una taza de agua tibia. Bajo la influencia de la lucha armada las masas se sumaban con mayor entusiasmo a la resistencia. Pero, desgraciadamente aconteció que la revolución antijaponesa, que recobraba auge gracias a nuestros ingentes esfuerzos, sufrió cuantiosas pérdidas a causa de la expedición a Rehe. El primer cuerpo de ejército, dirigido por Yang Jingyu, y otras muchas unidades, pertenecientes a las Fuerzas Unidas Antijaponesas del Noreste, perdieron gran cantidad de efectivos en esa ocasión. Además, surgieron desertores y renegados en las unidades antijaponesas. Varios jefes abandonaron la lucha armada y se pasaron al lado de los enemigos.
Dada la situación, los enemigos creían que las fuerzas armadas antijaponesas del Noreste estaban a punto de desmembrarse. Pensaban que eran una soldadesca casi arruinada y que por eso en su seno habría desunión y desconcierto y caerían con un golpe sin que importara de qué lado se le diera.
Otra razón por la cual los enemigos concedieron importancia al “castigo civil”, fue, a mi parecer, porque estaban fascinados con ciertos éxitos en esa campaña. La capitulación de algunos importantes jefes, les hizo pensar que la convicción y voluntad de los comunistas también tienen límites, y sobre esta base, promovieron los complots para desarticular el Ejército Revolucionario Popular.
Los imperialistas japoneses determinaron como principal blanco del “castigo civil” al Ejército Revolucionario Popular de Corea y persistieron con tenacidad en la citada campaña, mientras intensificaban la ofensiva militar.
Pero, ¿por qué lo determinaron así? La respuesta es clara. Porque el ERPC era su principal enemigo peligroso desde principios de la década del 30, y porque poseía capacidad combativa más poderosa que otras fuerzas antijaponesas del Noreste, y era difícil de aniquilar.
Por esta razón los periódicos y revistas daban a conocer ampliamente las actividades de nuestro ejército. Las noticias de nuestras acciones llegaron hasta Estados Unidos.
A continuación un fragmento del artículo insertado en el “Sinhan Minbo”, periódico de los compatriotas que se editaba en Estados Unidos:
“Según una información recién llegada de Tianjin, muy detallada y clara, la tropa más valiente y hábil del ejército de voluntarios coreanos y chinos, es la división dirigida por el General coreano, Kim Il Sung, cuyos miembros también son todos coreanos. (De acuerdo con los periódicos de China y otras fuentes de Corea, la unidad de Kim Il Sung, que tiene a Jiandao por escenario de sus actividades, en el pasado mes de junio cruzó la frontera nacional y atacó a Pochonbo, Kapsan, alarmando a los soldados y policías japoneses; posteriormente noticias sobre sus acciones aparecieron a menudo también en ‘Tong-a Ilbo’ y en otros periódicos...)
...
Su unidad se sustenta en el espíritu de compartir la vida y la muerte y es muy sólida por combinar en sí el predominio de una especie de lo familiar con la formación espiritual tradicional en el sentido de justicia, la fidelidad, la valentía, etc. Por eso, si el líder da una orden, los subalternos se lanzan contra viento y marea... Su propósito es castigar a los enemigos de la nación, y sus mágicas estrategias, de matiz guerrillero en el mayor de los casos, perturban y desconciertan a los japoneses.
Un especialista soviético en asuntos militares observa: ‘Si China y Japón declaran oficialmente la guerra, Japón necesitará 200 mil soldados para combatir sólo al ejército de voluntarios que actúa en una parte de Manchuria’. Si esto es cierto, la potencia del mismo es muy grande.” (“Sinhan Minbo” 30 de septiembre de 1937)
Los imperialistas japoneses habían probado los métodos militares, la propaganda tergiversada, y todos los demás ardides, con el propósito de acabar con el Ejército Revolucionario Popular de Corea, pero había sido en vano. Ahora no tenían remedio alguno, en el verdadero sentido de la palabra.
Cuanto más se intensificaba la ofensiva enemiga, tanto más se reforzaban nuestras filas, y por más amplias áreas y con mayor rapidez se extendían las noticias de nuestras acciones.
Los imperialistas japoneses, al fracasar tanto en su “punición” militar como en la fabricación de mentiras como la de nuestra muerte, optaron como última medida, por la campaña de incitarnos a la “claudicación”. Para conocer qué importancia le daban a esa campaña bastaría con citar el hecho de que arrastraron incluso a mi abuela para ella.
El objetivo principal del “castigo civil” lo constituían las figuras importantes. En efecto, el plan de los japoneses estaba bien meditado.
De Yang Jingyu se encargó el “grupo provincial de promoción del retorno sumiso”, y de mí el “grupo central especial de promoción del retorno sumiso” perteneciente a la dirección de la policía del departamento de seguridad de Manchuria.
Dicen que existen datos oficiales en poder de los imperialistas japoneses de que los policías y militares trataron incluso de emplear en esta labor a mi maestro de la escuela primaria de Fusong. Pero no fui visitado por él ni tuve comunicación indirecta.
Así los enemigos se entregaban de lleno a dicha campaña, cuando Pak Cha Sok y Ri Jong Rak aparecieron en el campamento secreto de Nanpaizi. Al no haber podido obtener el resultado deseado con la utilización de mis parientes cercanos fue que incorporaron en esa labor a mis ex-condiscípulos.
A mi juicio, los conspiradores japoneses trataron de utilizar a Pak Cha Sok como ensayo para conocer nuestra reacción ante esa campaña y a Ri Jong Rak como agente principal que actuaría en el momento decisivo.
Cuando nuestra unidad permanecía en Nanpaizi, Pak Cha Sok hizo su aparición en el campamento.
Un día, el jefe de la guardia me avisó, por conducto de mi enlace, que un hombre llamado Pak Cha Sok había venido para verme. La noticia me causó sorpresa. El fue detenido por la policía en el verano de 1930 mientras cumplía una misión en el interior del país. ¿Por qué vino aquí, sin ningún aviso, este hombre, que estaba encarcelado? Como “sospechoso” todavía estará bajo rigurosa vigilancia aunque haya salido de la cárcel después de cumplir la condena. Pero ¿cómo logró liberarse de la vigilancia, y cómo rompió el doble y triple cerco enemigo que rodea nuestro campamento?, me pregunté incrédulo.
Si ha venido a verme, pensé, tras un largo viaje con el deseo de continuar la revolución, debo darle una calurosa bienvenida, pero es dudoso que el enemigo le haya permitido actuar así. Es extraño. Sin embargo, al fin decidí recibirlo, ya que vino a verme. Además, por su boca podría saber cómo pasaban mi tío Hyong Gwon y C
Pak Cha Sok no había cambiado nada en su apariencia física, pero sí interiormente. Se alegró como si se hubiera encontrado con su hermano al cabo de mucho tiempo de separación, pero estaba alicaído, yo no sabía porqué.
Le pregunté dónde dejó su ánimo de otro tiempo para estar tan desalentado, y le dije que ahora, que había superado los sufrimientos de la prisión, se irguiese mirando hacia adelante.
Pak Cha Sok confesó, con lágrimas en los ojos, cómo había abjurado en la cárcel para servirle al enemigo y explicó el motivo de su visita a Nanpaizi. Después de ser condenado a prisión, según me dijo, padeció el encierro en la cárcel durante unos años. En este curso perdió la fe en la victoria de la revolución y comenzó a dudar. Al ver las crueles palizas que daban a mi tío Hyong Gwon, sujeto a la silla de tortura de forma de cruz, perdió hasta el valor para resistir. Los enemigos no tardaron en advertir el estado de ánimo de Pak Cha Sok y lo trasladaron a otra prisión. Antes de cumplir la condena lo pusieron en libertad para obligarle a abandonar sus ideas e incorporarle al “grupo de promoción del retorno sumiso”.
Fue Jang So Bong, quien lo mezcló en esa conspiración enemiga. Este, junto con Kim Hyok y Kim Won U, contribuyó en la concientización revolucionaria de la población de Kalun, cuando habilitábamos la región de Manchuria central. A principios de 1931, acompañado por Ri Jong Rak, fue a cumplir la misión de conseguir armas, y detenido en la estación ferroviaria de Changchun se abjuró. Sus amos le hicieron contraer matrimonio con una cortesana en Changchun. Luego lo utilizaron como agente profesional. Cuando los servicios de inteligencia del imperialismo japonés buscaban a los que tenían estrechas relaciones conmigo, Jang So Bong les presentó a Ri Jong Rak, y a través de éste les ayudó a incorporar a Pak Cha Sok.
Pak Cha Sok, según me confesó, durante las investigaciones reveló la relación de amistad que había establecido conmigo en la época de la Unión para Derrotar al Imperialismo, la colaboración en la fundación de la Unión de la Juventud Antimperialista y la Unión de la Juventud Comunista, las actividades que realizó principalmente en Jilin, y hasta cómo fue enviado al interior del país, incorporado a un grupo armado.
Le pregunté si cumplía esa misión por propia voluntad o lo hacía según la orden de alguien.
Contestó que no tenía ningún cargo oficial y que había venido obligado por los nipones. Y agregó entre lágrimas que, aunque sabía que ese juego no haría ninguna mella en mí, quería aprovechar la ocasión para verme, lo cual parecía verdad.
El nos dio algunas informaciones de valor. Confesó, además, que había ido a Mangyongdae para utilizar a mi abuela en el logro de mi “claudicación”. Pak Cha Sok era oriundo de Pyongyang y desde niño tenía relaciones de amistad con mi tío Hyong Gwon. Frecuentaba a Mangyongdae para verle y en este curso conoció también a mis abuelos.
Fue Ri Jong Rak, según sus palabras, quien reveló esto a los enemigos y lo presentó para que pudieran utilizarlo eficazmente en mi “claudicación”. Pak Cha Sok me dijo que un delito que jamás se podría perdonar era el hecho de haberle causado muchas penas a mi abuela llevándola por distintas partes, pero había garantizado bien su seguridad. Añadió que él y Ri Jong Rak eran tipos más asquerosos que las bestias y que merecían morir mil veces.
Antes, cuando estaba a mi lado, Pak Cha Sok, siendo un joven revolucionario con elevado sentido de justicia y conciencia antijaponesa, tomó parte activa en las actividades orgánicas para alcanzar sus grandes aspiraciones. Después de fundado el Ejército Revolucionario de Corea, cumplió con responsabilidad su misión.
Pero, al ser arrestado y encadenado cambió de ideas y sentimientos. Lo único que aún le quedaba, hasta cierta medida, era una parte de su simpatía hacia mí.
Aunque estaba ahora al servicio de los imperialistas japoneses, no quería brindarles ayuda por su voluntad ni disfrutar de altos honores y lujo a cambio de la misma. Creía que era imposible lograr el triunfo en la revolución ante el poderío de Japón y consideraba una suerte que se mantuviera vivo. Para ello, debió abjurar de sus ideas y ahora, tenía que obedecer sumisamente las órdenes de los japoneses. Participaba en la “campaña de promoción del retorno sumiso”, pero de mala gana.
El que debieran seguir la voluntad y las órdenes de los imperialistas japoneses a los que odiaban, era una tragedia inevitable para los que habían abandonado la convicción revolucionaria como Pak Cha Sok.
Después de hablar con él medité profundamente sobre el genuino distintivo del hombre. Pak Cha Sok había cambiado aunque tenía la misma fisonomía de hacía varios años. Me parecía que era un hombre vacío, si bien mantenía su apariencia de antes. Es decir, se había convertido en un hombre sin espíritu. Resulta, digo, que las ideas son el verdadero distintivo del hombre. Si éste renuncia a sus ideas, ¿qué le queda? Su apariencia. Es lógico que el abandono de las ideas afecte la personalidad. Pak Cha Sok se transformó en una persona impotente porque abandonó sus ideas. El hombre sin ideas es como un rostro sin ojos.
Aunque ya sabía que Pak Cha Sok había cambiado, le hice sugerencias y di consejos en diversos aspectos, como para poder sacarlo de las manos enemigas. Quizás fuera impulsado por la idea de rebeldía de que no había por qué no recuperar a un amigo arrebatado por los enemigos... Yo quería resucitarle al menos el espíritu patriótico aunque no pudiera transformarlo completamente en el Pak Cha Sok del tiempo de la Unión para Derrotar al Imperialismo. También yo aún conservaba en el corazón afecto hacia él.
Le dije que si uno comete un crimen ante la nación no puede vivir ni morir dignamente como persona. Pak Cha Sok lo aceptó y contó: “Después de declarar la abdicación ante los imperialistas japoneses me pesa vivir y para mí cada día que vivo es un tormento. Pensé que vivir de ese modo no valía la pena y decidí suicidarme, pero no pude porque no tuve valor para ello. Al verle, Song Ju, me siento aliviado. No deseo vivir más tiempo. Mátame. Deseo morir por tus manos.”
Le repliqué: Con matarte no se aligera el dolor en mi corazón. Desde ahora emprende un nuevo camino defendiendo tu conciencia y honor tanto para reparar tus faltas como para cumplir con tu obligación moral hacia los antiguos compañeros de revolución.
Pak Cha Sok me juró que tendría presentes mis palabras.
Francamente dicho, mis compañeros propusieron ejecutarlo, pero no lo acepté. Como él confesó todos sus delitos y sentía remordimientos de conciencia, lo traté humanamente.
Le serví platos hechos con carne de un jabalí que habían cazado mis combatientes y compartí con él unas tazas de licor. Además, lo alojé en la tienda donde radicaba la Comandancia y le aconsejé viviera como un hombre digno. Al día siguiente se fue.
Pak Cha Sok no traicionó su juramento. Cumplió mi petición transmitiendo mi carta a mis abuelos.
Algún tiempo después de regresar vivo Pak Cha Sok del campamento de Nanpaizi, los enemigos nos enviaron a Ri Jong Rak. Un grupo de guerrilleros que actuaba en Linjiang, lo llevaron hasta el campamento de Nanpaizi.
En el invierno de aquel año mandamos a Linjiang ese grupo a conseguir materiales necesarios para la ropa de invierno de los combatientes. El grupo se encontró con un comerciante de experiencias, el cual se beneficiaba de los dos contrincantes: les servía a los japoneses y, al mismo tiempo, suministraba materiales a nuestra guerrilla. Este tipo le propuso al grupo que él le suministraría las telas y el algodón que necesitaba a cambio de que llevara a un civil que servía en el ejército japonés hasta la Comandancia del ejército revolucionario.
El jefe del grupo lo aceptó a condición de que pidiera a su superior que suspendiese las acciones contra el ejército revolucionario, para que no se viera dificultado el transporte de la gran cantidad de materiales. Así pues, las tropas japonesas de “punición” que estaban desplazadas en la vasta zona, que cubría desde Linjiang y Jiazaishui hasta Nanpaizi, suspendieron por algún tiempo las operaciones militares.
Aprovechando así la intención y vulnerabilidad de los enemigos, el grupo pudo llegar sin riesgo a Nanpaizi con gran cantidad de materiales de intendencia. El citado civil que trajo el grupo era precisamente Ri Jong Rak.
Desde el mismo día de su llegada Ri Jong Rak fue repudiado por nuestros compañeros, por su comportamiento importuno. No daba ninguna muestra de miedo o aprensión, por haber entrado en el cuartel del ejército revolucionario, sino reía con insolencia, hablando sin consideración y actuando sin reparos. Fue a la entrada del campamento y dijo a O Jung Hup, responsable del grupo de guardias, cómo sufría en ese monte tan frío y manifestó su deseo de regalarle un reloj. O Jung Hup le mostró su reloj de bolsillo y le dijo que no necesitaba otro más.
Ri Jong Rak insistió: “Guárdeselo, por favor. ¿No es mejor tener dos?” O Jung Hup replicó: “Hay que utilizar uno. ¿Es aceptable que uno lleve hoy el reloj de la revolución y mañana otro de la reacción?” Era una crítica severa a Ri Jong Rak que traicionó a la revolución para pasar a la reacción.
Aunque no me agradaba su actitud arrogante en el campamento, no le pude reprochar sus delitos desde el principio de nuestro encuentro. Es que el afecto no puede cortarse en seco ni quemarse. Era demasiado profunda nuestra amistad en otro tiempo.
Ri Jong Rak era uno de mis amigos más íntimos. En el tiempo de la UDI era un revolucionario cabal que tenía su propio criterio. Era más ducho en asuntos militares y más sensible a la nueva corriente ideológica que cualquier otro compañero. Por cuando tenía dieciséis años, sirvió en el Ejército independentista perteneciendo a la junta Thong-ui. Tenía firme espíritu patriótico, era muy sensible y actuaba en grande y con valentía.
Lo habíamos promovido a un cargo de responsabilidad en el Ejército Revolucionario de Corea, lo cual evidenciaba la gran esperanza y confianza que teníamos en él. Así fue una figura de mucha popularidad. Imagínense cuán desilusionados nos tuvo que dejar la información de que ese hombre, a quien tanto amábamos y valorábamos, había traicionado nuestra confianza y abjurado.
Ri Jong Rak no ocultó que estaba trabajando en el “grupo de promoción del retorno sumiso”, como civil perteneciente al ejército nipón. Explicó: “Si pudiéramos derrotar al imperialismo japonés, lograr la restauración de Corea, y, a la larga, construir el comunismo en todo el mundo como se prevé en el programa de la UDI, no habría cosa mejor; pero esto no es más que un sueño irrealizable; mientras que yo trabajé en la creación de la UDI y el Ejército Revolucionario de Corea y cuando me llevaron a la cárcel, estaba seguro de que ese ideal podría convertirse en realidad; pero, después de ver los incidentes del 18 de Septiembre y el 7 de Julio cambié de opinión; en Corea ha fracasado el movimiento comunista; el lema ‘Corea y Japón son una misma nación’ se ha hecho una realidad irrefutable, y Japón se ha convertido en el dueño del Oriente de Asia; se dice que el que toma la región de Zhongyuan puede dominar todo el Oriente; analicemos los resultados de la guerra entre China y Japón: el ejército japonés se apoderó de Beijing, Shanghai, Nanjing y logró la victoria en las operaciones de Xuzhon, Wuhan y Guangdong; ¿cómo derrotar al gran imperio japonés sin enemigos que después de conquistar de un tirón las tres provincias en el Noreste, ahora ha ocupado casi la mitad del inmenso continente oriental de Asia?; usted, Song Ju, no puede saber correctamente de la situación que se desarrolla porque ha permanecido muchos años en las montañas; el objetivo de mi presente visita es ayudar a Song Ju que en vano soporta sufrimientos en las montañas.” Lo dijo como si hubiera venido a ofrecerme grandes beneficios.
Sus palabras y conducta permitieron que me percatara de que aquel tipo se había deteriorado de modo irreparable.
A fin de que los enemigos que nos sitiaban no nos importunaran durante la conferencia que efectuábamos, obligué a Ri Jong Rak a escribirles. Le dicté el texto íntegro: “He llegado al cuartel del ejército de Kim Il Sung. Pero su Comandancia no está aquí porque se ha mudado hacia el monte Paektu, a varios cientos de ríes de distancia. Tardaré algún tiempo en establecer contacto con ella. Estoy en negociaciones con una unidad del ejército de Kim Il Sung para ponerme en comunicación con la Comandancia. Esperen tranquilos mis informaciones.”
Hicimos llegar la nota a los enemigos y continuamos con tranquilidad la reunión.
Un día le dije a Ri Jong Rak que su buena salud y la piel tersa de sus manos me hacían suponer que llevaba una vida holgada; lo asintió diciendo que los japoneses le pagaban y que eso era gracias a mí. Añadió que los japoneses les pagaban generosamente a los que me conocían o eran mis antiguos amigos, con el propósito de atraer a su lado, a toda costa, a Kim Il Sung, que era, según sus palabras, una figura importante.
“Cuando los japoneses tratan así a las personas como yo, -continuó él-, imagínese, cuán generoso tratamiento le ofrecerían a usted si se pasa a la parte de ellos; éstos dicen que le darían el cargo de jefe de su ejército en Corea u otro más alto que desee; puede escoger una de las dos alternativas: ser jefe del ejército japonés en Corea, para gobernar a ésta o asumir otro cargo para controlar a Manchuria. Lo único que desean es brindarle su colaboración en cualquiera de estos cargos; los japoneses afirman que en el futuro las fuerzas estadounidenses invadirían, sin duda alguna, por la costa occidental del Pacífico para ocupar a Japón, Corea y Manchuria y que por eso los asiáticos deben cooperar para impedir y rechazar la agresión norteamericana, lo cual es la única vía para asegurar la existencia del continente asiático.”
Los japoneses eran muy astutos. Conscientes de que yo no aceptaría la “claudicación” que me propondrían, habían comisionado a Ri Jong Rak para que conversara conmigo sobre esa propuesta de “colaboración”.
Colaborar entre los asiáticos para mantener a raya a las fuerzas norteamericanas era una expresión de la doctrina de la gran Asia que en otro tiempo los japoneses habían pregonado ampliamente, y según la cual había que construir una Asia próspera para los asiáticos y Japón debía jugar el rol principal en esta tarea. Si no se era tonto, ¿quién creería en esa doctrina? Esta era un medio para ocultar la ambición del imperialismo japonés de apoderarse de Asia.
Es una ley que los imperialistas, siempre que agreden a otra nación, inventan un pretexto para justificarlo y lo presentan como el principio de su acción. Los imperialistas japoneses, abogando por la superioridad de la nación de Yamato, infundían la idea de “Hakko Ichiu”, de que el mundo es una familia cuyo centro es Japón. Y cuando agredieron a Corea esgrimieron que “Japón tiene el deber de gobernar y proteger a la nación incapaz de lograr su independencia”. Para invadir a Manchuria utilizaron el pretexto de “ejercer el derecho a la autodefensa”; al constituir el Estado manchú insistieron en la “armonía de las cinco etnias” y la construcción del “paraíso”; y al desatar la guerra contra China lanzaron consignas como “castigar a China insurrecta”, “construcción de una nueva China” y “unión de Japón, Manchuria y China”.
Como Ri Jong Rak insistía en predicar la doctrina de la gran Asia, le pregunté: ¿Qué ocurrirá, si los coreanos, después de ocupar a Japón y someter su población por la fuerza de las armas, declaramos que de ahí en adelante se aplicará la mencionada doctrina siguiendo las orientaciones de Corea? ¿Los japoneses aceptarán esa doctrina considerándola justa?
Además, continué, si Japón es invencible como usted dice, ¿por qué los japoneses llevan varios años rompiéndose la cabeza al no poder derrotar con las armas al Ejército Revolucionario Popular de Corea?; ¿Por qué recurren a la vileza de la “promoción del retorno sumiso” empleando a tipos como usted, y no a un medio digno, para aplastar nuestra resistencia?
Ri Jong Rak, sin encontrar una respuesta adecuada, se limitó a decir que quizás se debiera a que los japoneses apreciaban a Kim Il Sung. Es una ley -insistió él- que el fuerte vence al débil; abandone, pues, la infructuosa guerra de resistencia y acepte la propuesta de los japoneses, los cuales han puesto con tres divisiones un irrompible cerco en torno a Nanpaizi, y si ustedes no renuncian a la lucha pueden utilizar gases tóxicos o modernos cañones de gran potencia para eliminarlos.”
Le repliqué: Aunque prometan darnos, no ya el cargo de jefe de su ejército en Corea, sino incluso el de primer ministro, no abandonaré la lucha; utilicen gases tóxicos o tiren con cañones de gran potencia, pero el Ejército Revolucionario Popular de Corea no se rendirá.
En aquella ocasión Ri Jong Rak me dio noticias acerca de Han Yong Ae. Según él, cuando preparaban la campaña para lograr mi “abdicación” los japoneses intentaron emplearla, pero no pudieron lograr su objetivo porque ella se negó rotundamente.
Ri Jong Rak dijo que él y Han Yong Ae estaban en la misma prisión en Sinuiju y que ella sentía un elevado sentido del deber hacia mí. Por orden de los japoneses, él mismo le propuso participar en la “campaña de promoción del retorno sumiso” y ella le espetó: “No, no cometeré una vileza de esa índole. Sería recomendable que usted desista de tal empresa. Kim Song Ju nunca se dejará engañar por esa campaña”.
Al oirle sentí agradecimiento hacia Han Yong Ae. Al contrario no pude reprimir la adversión hacia Ri Jong Rak. Lo reprendí duramente: Vea cómo una mujer como Han Yong Ae sabe mantener intacta su entereza sin abjurar. Pero, usted no sólo traicionó a la revolución sino incluso le brinda servicios a los japoneses. ¿No le da vergüenza? Se ha convertido en un vil.
Al saber que era imposible persuadirme, Ri Jong Rak trató de echar el anzuelo a los guerrilleros. Le preguntó a un miembro de la escolta si tenía padres y si no quería ver a los familiares. Dijo que antes los japoneses mataban a todos los guerrilleros hechos prisioneros, pero ahora no sólo los perdonaban sino también les aseguraban una vida feliz; que si deseaba regresar a casa para contraer matrimonio con una bonita muchacha y disfrutar de una vida cómoda, le acompañara.
Al oir esto comprobé que, a diferencia de Pak Cha Sok, que servía contra su voluntad a los japoneses, Ri Jong Rak era un perro y lacayo fiel que les servía de manera consciente sin pensar ni un ápice en la patria y la nación.
Aceptando la unánime demanda de los combatientes la Comandancia calificó a Ri Jong Rak de traidor a la nación y determinó ejecutarlo. Sobre su cuerpo dejé una nota: Condenaremos así a los traidores, sean condiscípulos o no.
Si relato mis encuentros con Ri Jong Rak y Pak Cha Sok en Nanpaizi, muchos dicen que es como una novela. Si se escribe de manera literaria esa historia, daría una buena novela. ¿Dónde se podrá buscar un asunto más serio como ese: un compañero que hace mucho tiempo juró compartir la vida y la muerte en el camino de la revolución, visita convertido en traidor al Comandante del ejército revolucionario y le explica el poderío de Japón y la inutilidad de la resistencia contra éste para hacerle “claudicar”? Es el más extraordinario de los muchos sucesos que experimenté.
Francamente dicho, después que me encontré con esos dos hombres quedé muy contrariado. Yo no habría sentido tal dolor en el corazón si unos desconocidos, a quienes nunca había visto en la vida, me hubieran visitado con tal misión.
Las dos personas se mostraron muy entusiasmadas cuando fundábamos la Unión para Derrotar al Imperialismo. Nos comprometimos a compartir la vida y la muerte. En aquel tiempo ninguno parecía que llegaría a ser traidor. No obstante, entre los hombres, a quienes yo más amaba y en quienes más confiaba surgieron traidores.
Cuando la revolución va de victoria en victoria, muchos se incorporan a la lucha revolucionaria, y raramente, en sus filas, aparecen elementos vacilantes y desertores.
Pero si la situación se torna desfavorable para la revolución y se presentan múltiples dificultades, surgen vacilantes, desertores y capituladores. De ahí que los funcionarios deben realizar con tino la educación ideológica de las personas cuando es severa y difícil la situación del país. Por supuesto que las ideas de la gente son invisibles. En el seno de las filas revolucionarias, no es fácil distinguir a los vacilantes y derrotistas que han perdido la fe revolucionaria, ya que las personas no traen escritas sus ideas en la frente. Sin embargo, las ideas se manifiestan necesariamente en cualquier momento de la actuación y la vida de las personas. Así, pues, es preciso fortalecer la educación ideológica conforme al nivel de preparación y de conciencia ideológica de cada persona para que reafirme su fe revolucionaria.
¿Qué nos enseña la lección? Las ideas deben convertirse en fe, porque no sirven para nada si se poseen como simples conocimientos. Se cambian fácilmente las ideas no transformadas en convicción. Si uno cambia de ideas se convierte en un tipo como Ri Jong Rak o Pak Cha Sok. Por esta razón, si uno abraza una ideología que considera justa, debe transformarla en fe sólida. Los ricos conocimientos, si son afianzados por la convicción revolucionaria, pueden ser una verdadera facultad creadora capaz de forjar hasta el fin lo nuevo. Los ojos permiten ver la realidad, y la fe el futuro.
Si uno pierde la fe, muere en lo espiritual y, en este caso, no sirve para nada. La fe es la base de la obligación moral y la conciencia del hombre. Las personas privadas de la convicción no pueden guardar la conciencia ni cumplir su deber ni tampoco mantener su honor como hombre. El hombre de firme fe puede hacer brillar su vida, cumplir su obligación para con sus camaradas y hacer valiosos aportes al partido y la revolución, a la patria y el pueblo.
La fidelidad debe convertirse en fe, conciencia, moral y hábito, esto es el planteamiento del camarada Kim Jong Il. Se trata de una filosofía de contenido profundo. Apoyo plenamente este planteamiento.
POR UN NUEVO AUGE DE LA REVOLUCION
1. Marcha Penosa
De comienzos de diciembre de 1938 a finales de marzo del año siguiente, el grueso del Ejército Revolucionario Popular de Corea efectuó la marcha desde Nanpaizi en el distrito Mengjiang hasta Beidadingzi en el distrito Changbai, la que se llama Marcha Penosa. Desde entonces han transcurrido más de medio siglo, pero nuestro pueblo no la ha olvidado.
La gran hazaña del estimado Líder, camarada Kim Il Sung, y el indoblegable espíritu revolucionario de los guerrilleros antijaponeses en esa marcha sirven de un inapreciable patrimonio que nuestro pueblo debe conservar generación tras generación, por los siglos de los siglos.
Este epígrafe se refiere a lo que el gran Líder recordó de la Marcha Penosa ante los historiadores y escritores.
Hasta la fecha, ustedes han realizado muchos trabajos para sistematizar y propagar las tradiciones revolucionarias de nuestro Partido. Los escritores han creado gran número de obras literarias de valor educativo con esos temas.
Hace mucho tiempo que ustedes me solicitaron que les hablara sobre la Marcha Penosa; esta vez, la contaré dedicándole tiempo expresamente.
De finales de 1938 a comienzos de 1939 en que efectuamos la Marcha Penosa fue el más severo período de pruebas en la historia de la Lucha Armada Antijaponesa.
La situación por la que atravesábamos no nos permitía avanzar hacia la patria, conduciendo una gran unidad. Era tan desfavorable que un hombre como Om Kwang Ho dijo abiertamente que había llegado el período de depresión de la revolución. Emprender en ese momento el avance al interior del país con una gran unidad implicaba, sin duda, un enorme riesgo.
Pese a ello, emprendimos con audacia la marcha en dirección a las cuencas del río Amrok con vistas a irrumpir en el interior del país. ¿Para qué? Para revertir la adversa situación imperante a favor de la revolución. Sólo con lamentarnos sentados no podíamos resolver el problema. Por supuesto que si nos encerrábamos en un lugar como el campamento secreto, podíamos pasar el invierno sin novedades y conservar las fuerzas. Pero, ¿cómo venceríamos las dificultades con que tropezaba la revolución, si nos manteníamos como éramos con tal método? Por eso fue que decidimos avanzar a la patria mediante la Marcha Penosa, aunque nos costara mucho trabajo.
No tuvimos otra solución para mantener la revolución en ascenso continuo.
En 1938 los pobladores de la región de Jiandao Oeste y el interior del país estaban desanimados. Tan pronto como fue detenido un gran número de miembros de las organizaciones clandestinas debido al “incidente de
Los enemigos tenían condiciones mucho más favorables que nosotros para las actividades propagandísticas. Podían efectuarlas legalmente con poderosos medios . Si escribían un artículo sensacional y verosímil de que el ejército revolucionario fue “derrotado por completo” en equis día y lugar, y lo publicaban en decenas de miles de ejemplares de un periódico, miles y decenas de miles de hombres lo leían. También se le sumaba la radio.
Mientras tanto, nosotros no teníamos nada más que unos cuantos tipos de periódicos y revistas internos, volantes y proclamas, así como un reducido número de publicaciones que imprimían las organizaciones clandestinas de distintas localidades, las cuales se distribuían de modo ilegal y con dificultad. Incluso existieron patriotas que perdieron su vida por haber tirado un volante. Si los trabajadores políticos clandestinos trataban de entrar en el país con mochilas llenas de volantes, debían estar dispuestos a morir.
El mejor método para hacer ver la falsedad de la propaganda enemiga sobre la derrota del ejército revolucionario y evidenciar su existencia era hacer que los disparos se escucharan en el interior del país. Así sería posible multiplicar las organizaciones clandestinas.
Un enlace que vino de Jiandao Oeste informó que en la zona de Changbai habían sido destruidas en su mayoría . Y añadió que también en el interior del país muchos hombres habían sido detenidos y que no se podía entrar en contacto con los miembros sobrevivientes de las organizaciones por no saber dónde se escondían.
Al escucharle, pensamos que, aunque fueran destruidas todas las organizaciones, debían quedar restos de ellas; que si existían por lo menos restos, podríamos resucitarlas, y que de todos modos iríamos a Changbai y las restableceríamos para luego avanzar hacia la patria.
Entonces, algunos objetaron esto argumentando que sería adecuado realizar una nueva operación en tiempo apacible tras haber pasado el invierno en un campamento secreto, haciendo estudios militar y político, como lo hicimos en Matanggou y que no habría necesidad de sufrir en vano en aquella rigurosa temporada.
No podíamos aceptar tal opinión. ¿Cómo podríamos permanecer con los brazos cruzados cuando en el interior del país la lucha antijaponesa pasaba por duras pruebas? El sufrimiento no era nuevo, lo experimentábamos cotidianamente desde los albores de la revolución. ¿Fue una o dos veces que pasamos por pruebas sin precedentes? ¿Se podría admitir que el ejército revolucionario que asumió voluntariamente la misión de liberar la patria permaneciera de brazos cruzados, contemplando como un mero espectador la lucha antijaponesa en el interior del país que pasaba por pruebas, y a sus habitantes que miraban sólo hacia el monte Paektu?
“Marchemos hacia la patria aunque tengamos que alimentarnos con cortezas de árboles. Podremos tener bajas y tropezar con vicisitudes y contratiempos. ¿Es que no han de existir dificultades y penalidades en el camino que debemos andar abriéndonos pasos por entre el bosque de bayonetas? Aunque así sea , daremos un gran paso y lo rompamos golpeándolo todo con fuerza”, esto fue lo que me dije para mis adentros en aquel entonces.
En resumidas cuentas, digo que este fue el motivo de la Marcha Penosa, y si lo digo con palabras corrientes su objetivo era conmover el país.
Como ustedes conocen, durante la Lucha Armada Antijaponesa efectuamos varias veces marchas difíciles. Lo fueron la marcha que en el otoño de 1932 realizamos al frente de la unidad desde Antu hasta Wangqing, el regreso a Jiandao después de concluir la primera expedición a Manchuria del Norte, así como también la expedición hacia Fusong en la incipiente primavera de l937.
De ellas la marcha desde Nanpaizi del distrito Mengjiang hasta Beidadingzi del distrito Changbai no tenía parangón en el tiempo y la arduidad. Como duró no menos de más de cien días, también se le llama “Marcha de los 100 días”. Si se cuenta con exactitud, se invirtieron en ella más de 110 días. Fue tan dura que la denomináramos “Marcha Penosa”.
Hasta la fecha he leído muchos artículos que se refieren a la marcha. En cuanto a “Torrente de
En resumidas cuentas, la Marcha Penosa se reduce a la síntesis de la lucha contra la naturaleza salvaje, la lucha contra la inimaginable carencia de alimentos y la fatiga, la lucha contra enfermedades terribles y la lucha contra feroces enemigos. Además, fue acompañada con otra batalla seria, es decir, la batalla contra nosotros mismos para vencer las dificultades. Bregar primero por sobrevivir y, luego, ganar el combate contra los enemigos: esto constituyó el contenido fundamental de la Marcha Penosa. Realmente, ésta fue, de principio a fin, la continuación de duras pruebas y vicisitudes.
Ese año, antes de Chusok ya se había producido la primera escarcha y tan pronto como pasó este día cayó abundante nieve. Desde comienzos del invierno circulaba el rumor de que hasta la betula se rompió por el frío tan cortante.
Para colmo de males, debíamos enfrentarnos al enemigo varias veces al día, sufriendo por la escasez de alimentos y el agarrotamiento, y sin descansar ni dormir; nuestros sufrimientos eran, literalmente inenarrables.
Nanpaizi estaba a tan poca distancia de Beidadingzi que se podía ir a pie en unos 5 ó 6 días. Sin embargo, para llegar allí empleamos no menos de más de cien días porque tuvimos que combatir.
Ustedes ya han visto el plano de la ruta de la Marcha Penosa, ¿Qué les parece? Sabrán que es muy complicado.
También por la carga y sufrimientos físicos que impuso, fue una marcha descomunal, incomparable con las expediciones anteriores.
Ahora bien, ¿por qué la Marcha Penosa resultó un recorrido difícil sin precedentes en la historia de las actividades del Ejército Revolucionario Popular de Corea? Su causa no radica en otra cosa que en haberse efectuado en medio de incesantes persecuciones y cercos del enemigo. Ustedes ni siquiera podrán imaginarse cuán persistentes fueron estos.
Los imperialistas japoneses concentraron sus fuerzas de “punición” en el grueso de nuestro ejército. Armaron un alboroto, diciendo ruidosamente que del primer cuerpo de ejército quedaban muy pocos efectivos y la única tropa que sobrevivía era el ejército de Kim Il Sung, y que debían concentrar todas las fuerzas en “castigarlo”. Estaban tan desenfrenados para combatir que utilizaron hasta palomas como medio de comunicación.
¿Cuál era la táctica enemiga? Era impedir que el ejército revolucionario pudiese descansar, comer y dormir. Según esta táctica, nos lanzaban de una vez centenares de efectivos, por eso un día debimos entablar más de 20 combates.
Si hubiéramos partido sigilosamente de Nanpaizi como lo hicimos en otras expediciones, no hubiéramos sufrido tanto. Sin embargo, la situación no nos permitió emprender la marcha en silencio, sin ser vistos por los enemigos.
Nos vimos obligados a comenzar disparando. Debíamos combatir hasta para conseguir los alimentos que necesitábamos. Por esta razón, no bien partimos del campamento secreto, asaltamos una aldea de concentración. Al oir el tiroteo, los enemigos empezaron a perseguirnos pisándonos los talones. Era obvio que no nos dejaran tranquilos ya que detectaron el rumbo de la marcha del destacamento de ruta Nº2.
Los adversarios que tenían sitiado el campamento secreto de Nanpaizi no tardaron en perseguirnos. Su movimiento era tan rápido que cuando queríamos preparar la comida después de haber recorrido a marcha forzada cerca de 20 kilómetros, ya se abalanzaban sobre nosotros. No teníamos tiempo para cocinar. Volvíamos a meter el arroz mojado en el macuto. Eso nos daba mucha pena. Más de una vez estuvimos en tal situación. Si la marcha no hubiera estado acompañada de combates, no hubiéramos tenido porqué sufrir tanto mentalmente. Incesantes combates, persecuciones y asedios nos dificultaban doblemente la marcha. He aquí, precisamente, su mayor escollo.
Otra prueba severa por la que pasamos en aquel tiempo, fue la carencia de alimentos. Por varias causas sentimos la escasez de alimentos durante la marcha. En el otoño de 1938 habíamos preparado suficientes alimentos para el invierno. Pero consumimos gran cantidad durante la Conferencia de Nanpaizi. El restante lo distribuimos entre otras unidades que marcharon antes hacia las zonas destinadas. Como era un invierno muy frío, no podíamos beneficiarnos de
Por eso, después de liberado el país siempre decía a los cuadros con que me encontraba: sólo quien haya experimentado el hambre, llega a conocer lo valiosos que son el arroz y el campesino, y el que no haya pasado por ese sufrimiento no tiene derecho a decir que conoce la revolución.
Otra vez, con previo permiso, O Paek Ryong fue al valle de Qidaogou y, asaltando una empresa maderera, trajo varios caballos. Como fue cuando ya se habían agotado los alimentos, decidimos comer su carne. Como estábamos en el cerco de los enemigos debimos comerla sin sal y sin asar; a la segunda vez no pudimos ingerirla por las náuseas. Para colmo, padecimos de diarrea, lo que nos molestaba más que cuando pasábamos sin comer.
Sufrían por las diarreas, pero los guerrilleros no dejaron de comerla. No tenían otro remedio porque se habían agotado todos otros alimentos. Por desgracia, hasta esa carne helada se acabó al cabo de 4 ó 5 días.
De los excombatientes revolucionarios antijaponeses muchos tienen baja estatura porque, entre otras cosas, no asimilaron como era debido las necesarias substancias nutritivas en la edad que las necesitaba en gran cantidad y sufrieron mucho. Padecieron de tantas privaciones que no pudieran desarrollarse normalmente.
Cuando luchábamos en el monte no ingerimos suficiente comida como tal. En muchos casos nos manteníamos con
Cuando Fidel Castro estuvo en nuestro país me preguntó cómo resolvimos los alimentos, la ropa y el alojamiento, y cómo vencimos el frío cortante de más de 40 grados bajo cero en el período de la Lucha Armada Antijaponesa. Le expliqué sobre los sufrimientos que padecimos por falta de alimentos y por el frío intenso durante la Marcha Penosa.
Al escucharme, él quedó muy impresionado. Parece que cuando él libraba la guerra de guerrillas no experimentó tantos padecimientos. Cuba es un país tropical, a diferencia del Noroeste de China o del nuestro. Además, cuenta con abundantes alimentos.
Lo que me afligía más cuando combatía en el monte era que no les daba comida a mis compañeros hasta que se saciaran, ni los podía casar aunque estuvieran en edades aptas para ello, sino los obligaba a padecer.
Aunque me esfuerce mucho para transmitirles la arduidad de la Marcha Penosa a ustedes, les sería difícil imaginarla, pues no la experimentaron. Se la explicaré en detalle, siguiendo la ruta de la marcha.
Desde el principio, los enemigos aplicaron la “táctica Maenggongjangchu” que significa atacar con ferocidad y perseguir obstinadamente. Era una táctica que combinaba la furiosa ofensiva con el persistente acoso. Nos atacaron y persiguieron con tanta obstinación que no teníamos tiempo para preparar la comida; caminábamos masticando arroz crudo.
En esta “táctica” lo principal era la “táctica dani” consistente en pegarse al blanco tan fuerte como una garrapata y molestarle. En japonés “dani”significa garrapata. De acuerdo con ella situaban de antemano la “tropa de castigo” en cada punto importante, y en cuanto aparecía la guerrilla, la atacaban y perseguían pisándole los talones, hasta aniquilarla. Fue inventada para lograr que la guerrilla fuera extenuada por la persecución y los ataques constantes sin tiempo para descansar, ni dormir, ni tampoco comer. Los enemigos podían descansar por turno, pero la guerrilla debía seguir peleando, sin siquiera tener tiempo de descansar y comer, por lo cual padeció una prueba inenarrable.
En un antiguo libro militar existe un párrafo en que está escrito que si uno es perseguido constante por largo tiempo por un enemigo superior que se alterna, es inevitable que sea derrotado y que, por tanto, quien sabe evadir tal situación es un buen guerrero. Esto quiere decir que una vez caído en tal trampa, no hay remedio. Pero, por desgracia, nos atascamos en tal trampa. Los enemigos se nos arrojaron desde todos los lados, y como garrapatas persistían. De veras, nos encontrábamos en una situación muy peligrosa. Debíamos encontrar una táctica para salir de la profunda trampa.
Por fin, concebimos el método de combatir zigzagueando.
Cité a los jefes de regimiento y les planteé: Desde ahora caminemos en forma de zigzag; en cada recodo nos detendremos y zurraremos con ametralladoras a los enemigos que nos persiguen; sólo así podremos desprendernos de “dani”.
Fue el método más efectivo para asestarle golpes al enemigo en las zonas montañosas de Manchuria cubiertas de varios metros de capa de nieve. En el invierno de ese año cayó tanta nieve que debimos marchar sólo por sobre la apisonada por los delanteros. Incluso los guerrilleros más fuertes se desplomaban extenuados tras haber avanzado apenas 50-60 metros. En algunos tramos tuvimos que abrirnos paso haciendo rodar el cuerpo sobre la nieve y en otros, haciendo un túnel. En lugares cubiertos por una capa de nieve demasiado gruesa, hice que los guerrilleros avanzaran sujetando la cuerda formada con las polainas. Así podíamos prevenir que aparecieran rezagados.
Los enemigos se veían obligados a seguirnos por el camino zigzagueante que abrimos.
O Jung Hup se puso en la retaguardia de la columna y en cada recodo del camino emboscó a 2 ó 3 ametralladores para que golpearan al enemigo. Y mientras éste evacuaba a sus muertos, él trasladaba las ametralladoras a otro lugar para repetir el mismo proceso. Como quiera que nos perseguían por el sendero que abrimos, nunca podían evitar ser golpeados. Además, puestos a la defensiva, debían caer en masa. Al contrario, nosotros tomábamos la iniciativa y les dábamos golpes rotundos y consecutivos.
Al seguir avanzando por el camino nevado, nuestra unidad llegó por fin, a principios de 1939, al valle de Qidaogou en el distrito Changbai. Durante la marcha realizamos muchas operaciones, entre otras, como ustedes saben, el asalto a la aldea de concentración Yaogou, el combate en las cercanías de Mayihe y el asalto a Wangjiadian, del distrito Linjiang.
Con el paso de los días, los enemigos introdujeron más efectivos para el “castigo”. Aunque tenían muchas bajas en la incesante persecución , se obstinaban en lanzarse sobre nosotros, cambiando de tropas. Como contaban con inagotables reservas quizás consideraron algo sin importancia la muerte de unos centenares de efectivos.
Los guerrilleros marchaban durmiendo y soñando. ¿Cuánto cansancio debían de tener para proceder así? Los aviones enemigos volaban con frecuencia en busca de nosotros, de manera que ni siquiera podíamos hacer libremente las hogueras. Los aviones se parecían a los que actualmente la Granja Agrícola No.5 usa para salpicar los productos agroquímicos. Fueran de qué tipo fueran, eran aviones. Esas máquinas malditas, que aparecían casi todos los días, descubrían nuestras pistas y lo avisaban a sus tropas terrestres.
Un día, los enemigos que lograron descubrirnos, se lanzaron como enjambre de abejas sobre la columna del Ejército Revolucionario Popular en marcha. Existían tanto en el frente, detrás y en los flancos, como hasta en el cielo. La situación era tan crítica que hice que la sección de ametralladoras eliminara a los enemigos que nos atacaban desde el frente, que el séptimo regimiento mantuviera a raya a los que nos perseguían desde atrás y que los guerrilleros restantes burlaran el cerco por un lado.
Afortunadamente, logramos rebasar el momento peligroso, pero no pudimos aplicar ese método más que una o dos veces, jugándonos el todo por el todo. La marcha conjunta del destacamento de ruta compuesto por numerosos efectivos nos causó inconvenientes en muchos aspectos. Ante todo, nos fue difícil borrar las
“¿Cómo podremos sobrevivir todos y llegar sin novedad a Changbai?”, pensé. Por fin, decidí pasar de la acción colectiva a la dispersa. Pero Con la dispersión no podía resultar que todo marchara bien. Si nos dispersábamos era posible que tuviéramos sobrecargas y tormentos por ello.
Me propuse dividir al destacamento de ruta Nº2 para que marchara en varias direcciones y que me acompañara el séptimo regimiento. Empero, los comandantes que tomaron parte en la reunión de los cuadros, objetaron unánimemente que yo me moviera en compañía de ese regimiento. Insistieron en que la Comandancia debía situarse en el campamento secreto de Qingfeng, el lugar más seguro de entre todos los del valle de Qidaogou. Lo propusieron así para garantizar mi seguridad personal. Argumentaron que al séptimo regimiento le tocaban más combates, y por tanto, si yo iba con él, peligraría mi vida.
No pude admitir esa sugerencia. Y les expliqué: Al campamento secreto de Qingfeng enviaremos sólo a los heridos y enfermos; nuestro pueblo necesita al Kim Il Sung que pelea, no un Kim Il Sung que esté escondido con los brazos cruzados. Al final, los comandantes desistieron de su insistencia.
En resumidas cuentas, decidimos dividir al destacamento en tres direcciones. Hice que la Comandancia, junto con la compañía de escolta y la sección de ametralladoras, se dirigiera a Jiazaishui, pasando por el campamento secreto de Qingfeng; el séptimo regimiento, mandado por O Jung Hup, avanzara a la zona de Shanggangqu del distrito Changbai y operara allí, y el octavo regimiento y el batallón independiente actuaran en la zona de Donggang del distrito Fusong.
Desde que el destacamento pasó a acciones dispersas, puede decirse que la Marcha Penosa entró en su segunda etapa.
Ahora, esto es un cuento antiguo, pero en aquel tiempo nos causó una pena verdaderamente grande. Los guerrilleros que se despedían de la Comandancia, se sintieron tristes y se enjugaron las lágrimas. Ellos, cogiendo por los brazos a los miembros de la compañía de escolta, les rogaron encarecidamente por unanimidad que me atendieran bien, al Comandante; ese cordial espíritu de defensa de a muerte también me causó lágrimas. Entre ellos figuraban los que llevaban uniformes tan rasgados que se veía la piel y los que andaban con los pies envueltos en las polainas por habérseles desgastado los zapatos, o en cueros de vaca a modo de peal. A pesar de ello, se preocupaban por la seguridad del Comandante antes que pensar en sí mismos, y ¿por qué no llorar de emoción?
Tiempos después, conocí que al despedirse, O Jung Hup dijo a O Paek Ryong que su séptimo regimiento atraería a los enemigos, por eso la compañía de escolta no entablaría combates en ningún caso y se las ingeniaría para que yo permaneciera en el campamento secreto de Qingfeng.
Hasta la fecha, no puedo olvidar el espíritu de sacrificio y fidelidad de que dio prueba O Jung Hup durante la Marcha Penosa por la seguridad de la Comandancia.
Para procurar que la Comandancia no peligrara, tan pronto como abandonó el valle de Qidaogou entabló combates difíciles atrayendo hacia sí a los enemigos que acosaban. Como su regimiento se hizo pasar por la Comandancia, debió llevar consigo toda la pesada sobrecarga. Ya que se presentó como la Comandancia que defendía a Kim Il Sung, era natural que lo persiguieran desesperadamente los enemigos que rabiaban para capturarme.
Oí que en aquel tiempo el regimiento de O Jung Hup debió arrastrar a los enemigos y combatirlos sin tregua durante más de una semana, sin siquiera probar cereales. También cuando se libró el combate de Hongtoushan, O Jung Hup vino corriendo hacia nosotros, al escuchar el tiroteo desde lejos y protegió bien a la Comandancia.
Gracias a él, estuvimos menos atosigados por los enemigos, porque las fuerzas que tenían concentradas en la Comandancia fueron dispersadas. Sin embargo, no podíamos soportar la carencia de alimentos. Padeciendo hambre, avanzamos hacia Qingfeng, donde el personal de intendencia había cultivado patatas. Pensé que si existían intactas en el campo, las consumiríamos y descansaríamos aunque fueran unos días. Estuvimos a punto de morir de hambre.
Inesperadamente, descubrimos un mijar en la cercanía de Qingfeng. Según observé la topografía, era el mijar que habíamos sembrado cuando en la primavera nos trasladamos al campamento secreto de Xintaizi. Si no me equivoco, era propiedad de un hombre que se dedicaba a cultivar opio en la zona montañosa. Mientras él sembraba vio a nuestros guerrilleros y huyó precipitadamente. Quizás, procedió así, tomándonos por bandoleros o soldados japoneses.
Al verlo huir, nuestros guerrilleros se sintieron muy apenados. Entonces dije que como huyó asustado no volvería para reiniciar la siembra y que, como surgió esto por nuestra presencia, debíamos hacer esa faena para no dejar la tierra en barbecho durante un año, y para que el dueño lo cosechara en el otoño. Así fue como sembramos allí el mijo.
Y ese mijo no había sido segado por nadie. Al ver las espigas de mijo cubiertas de nieve, los guerrilleros no cabían en sí de alegría. Uno de ellos dijo en broma a sus compañeros: “Seguro que en el mundo existe ‘Dios’, si no, ¿quién nos podría ayudar así a nosotros que estamos a punto de morir?” Al escucharle, el otro dijo: “Estimado General, ahora hasta ‘Dios’ está del lado del ejército revolucionario.”
En realidad, no nos beneficiamos de “Dios”, sino de nosotros mismos. ¿Nos habríamos tenido tal fortuna, si en la primavera hubiéramos pasado de largo, sin sembrar aun viendo que el dueño de la tierra huía?
Desde el principio, teníamos el hábito de confiar a los guerrilleros la tarea de roturar y sembrar mijo, patata, calabaza o algo parecido, siempre que llegábamos a un nuevo lugar de vivaque. Solíamos hacerlo en lugares planos algo distantes del vivaque y hacíamos señales para poderlo encontrar tiempo después. Entonces, siempre mis ordenanzas me preguntaron: “¿Volveremos a venir aquí, General?” Era un soliloquio que insinuaba que los sembraban en vano en lugares adonde no volveríamos más.
Al escucharles, expliqué: Podemos regresar o no regresar; es muy probable no volveremos; sin embargo, pueden venir los enlaces o pequeñas unidades; ¿cuán alegres se sentirán ellos si pueden comer patatas o calabazas cuando atravesando este páramo tengan hambre? A todas las rutas por donde pasamos les dimos números No.1, No.2, No.3 ó No.15. Más tarde, cuando yo preguntaba a los enlaces o a los miembros de las pequeñas unidades que regresaban de sus operaciones en lugares determinados, por qué ruta utilizaron, ellos respondían que por la vía No.3 ó la No.15. Y si inquiría si no sufrieron por falta de alimentos, contestaban que no, porque comieron calabaza cocida o patata asada, de las que yo, junto con la unidad, había sembrado al vivaquear durante la marcha .
En el período de la Revolución Antijaponesa sufrimos tanto por la escasez de alimentos que consumimos hasta savia de abedul. Esta nos sirvió tanto de materia medicinal como de alimento.
Entre la nevada recogimos a duras penas las espigas de mijo, lo descascaramos y preparamos la gacha. También improvisamos un pilón de pie.
Como resultado de que comimos eso durante una semana, más o menos, recobramos un poco las fuerzas. Empero, también el mijo se agotó pronto. La única vía para conseguir alimentos era ir al campamento secreto de Qingfeng y allí llenar de patatas las mochilas .
En el camino hacia dicho campamento encontramos un río. Teníamos que atravesarlo de inmediato, pero no podíamos, porque no estaba congelado. Originalmente, el río que corre por un profundo valle no se
No bien lo logramos, nos persiguieron los enemigos. Se entabló el combate. Pronto subimos al monte, seguido por ellos, porque en su pico estaba el patatal. Quería que algunos guerrilleros llenaran de patatas las mochilas, mientras que manteníamos a raya a los enemigos. Pero allí no había ni cabaña ni patatas. Quizás, los de intendencia que permanecieron en el campamento secreto se las comieron. Muy pronto, la “tropa de castigo” llegó cerca y empezó a disparar con ametralladoras. Caímos en una situación peligrosa. A los guerrilleros les advertí: Tenemos que descender a aquella campiña bajando por el valle; entretanto oscurecerá y aparecerá el camino; dado que caminamos por entre la nieve profunda sin tener alimentos y, encima, la “tropa de castigo” nos acosa sin descanso, debemos efectuar una marcha forzada por la carretera para así marchar lejos.
Mientras caminábamos descubrimos un cuartel de gandules de bosque. Estaba vacío, pues los oficiales y soldados, asustados por el tiroteo, huyeron a lugares desconocidos. Allí abundaban costillas y otros alimentos. Algunos compañeros se preguntaron si no los habrían envenenado los japoneses, pero no me pareció que fuera así. A juzgar por el hecho de que por el suelo del cuarto se veían dispersas las cartas, no cabía duda de que era un cuartel de gandules de bosque, y que comían antes de huir. Además, el hipocausto estaba bien calentado.
Era tan apacible que si los enemigos no nos hubieran estado persiguiendo, habríamos podido dormir a piernas sueltas para restablecernos del cansancio. No obstante, la situación no nos permitía probar ni aquellos ricos manjares puestos sobre la mesa. A primera vista, eran alimentos correspondientes a las porciones de dos días para los miembros de la Comandancia.
Ordené meterlos en los macutos.
Al salir del cuartel, vimos a los enemigos que nos seguían persiguiendo. Literalmente, era una obstinada persecución. No nos daban respiro, ni para comer empanadas o pan, sentados cómodamente.
La causa de que nuestra Comandancia no pudiera librarse de la persecución enemiga a pesar de tantos esfuerzos radicó en que un trabajador clandestino de Jiazaishui había sido detenido por el enemigo. De apellido Kim, olvidé su nombre, ingresó en la guerrilla en Changbai cuando estuvimos en Jiandao Oeste. Tiempos antes, había trabajado en una organización revolucionaria clandestina y también en la guerrilla, combatió bien. Nos acompañó durante algunos años y luego fue enviado a trabajar en la clandestinidad, pero, después de ser arrestado, no mantuvo, a mi parecer, su entereza. Quizá, delató al enemigo dónde nos encontrábamos.
Los adversarios que conocieron que el regimiento de O Jung Hup que operaba en la zona de Changbai, haciendo sonar más disparos, no era la Comandancia, concentraron todas sus fuerzas de “castigo” en nosotros, también sus aviones volaban cada día sobre nosotros. Como ellos se lanzaban desde todas partes sólo sobre nuestra Comandancia, no podíamos encontrar vías para escapar. Los guerrilleros quedaron anonadados. Incluso O Paek Ryong, que había experimentado toda índole de infortunios, acompañándome desde la etapa de Wangqing, tenía cara ensombrecida. Los comandantes que pensaron que ya estábamos muertos, sin posibilidad de salir de aquel lugar, contemplaban sólo mi rostro.
En ese preciso momento se necesitaba una arenga agitadora.
En una tregua reuní a los miembros de la Comandancia y les alenté:
...Una aguja caída entre la
Si no abandonamos el patriotismo, también podemos superar esta crisis. Desde luego, es crítica la situación en que estamos. Sin embargo, si convencidos firmemente de la victoria en la revolución no nos rendimos ante las dificultades, podemos cambiarla con toda seguridad a favor nuestro . Por tanto, sigamos marchando sin perder la confianza...
Al escucharme, los guerrilleros expresaron: “Estimado General, ordene; le seguiremos hasta el fin.” Y con los rostros despejados continuaron la marcha. Sus palabras también me estimularon.
En aquel tiempo, aplicamos variados métodos de combate y tácticas. Se puede decir que la Marcha Penosa devino un proceso de prueba integral de todos los métodos de batalla y las tácticas creadas en la guerra de guerrillas.
Para mostrar cuán hábiles fueron esas tácticas me referiré sólo a dos de ellas.
Para encubrir nuestra pista durante la marcha aplicamos el método de desaparecer con agilidad borrando las pisadas y el de salir por el lado, aprovechando árboles secos o tumbados. El más relevante método para burlar a los enemigos era escurrirnos tras hacer que los que aparecían por el frente y por detrás combatieran unos contra otros. Lo llamamos táctica de espectáculo distanciado en el sentido de que mirábamos desde lejos su pelea. La empleamos para golpearlos en Hongtushanzi y en la elevación de Fuhoushui.
Hongtushanzi era, al pie de la letra, un monte calvo de gran dimensión. Entonces, dimos dos vueltas por el monte, perseguidos por los enemigos; cuando otros adversarios aparecieron delante de nosotros nos escurrimos por un lado, valiéndonos de los árboles caídos. Las dos tropas que nos atacaban se tropezaron en un sendero, y tomándose una a otra por el Ejército Revolucionario Popular, empezaron a hacer un furioso tiroteo. De veras, el combate fue de a muerte porque se efectuó entre dos partes que desconocían que eran iguales.
Igual pasó en la elevación de Fuhoushui. Nos perseguía una gran unidad enemiga, pero no teníamos manera de dejarla atrás. Así, pues, hice que nuestros hombres le dieran vuelta tal como hicieron en Hongtushanzi. Cuando dimos unas dos vueltas, apareció otra “tropa de castigo” y se interpuso entre nosotros y los perseguidores. Para darle la vuelta a la elevación, se necesitaba casi una jornada, por eso ocurrió ese extraño caso de que nos perseguían dos tropas enemigas sin comunicación.
Ordené a mis compañeros que cada uno cortara un árbol del tamaño de una vara del trineo mientras nos movíamos en circular, y tras seguir con él sobre los hombros, lo colocara entre los tocones, y escapara por un lado sin que lo viera el enemigo.
Cuando, cubiertos con la capa blanca, descansábamos escondidos en el bosque, masticando cebada cruda, las dos tropas enemigas se acercaron y comenzaron a disparar desesperadamente una contra otra. Lo miramos desde lejos; así les causamos muchas bajas sin disparar ni una bala. Ellos sufrieron tantas pérdidas absurdas en la elevación de Fuhoushui que se lamentaron, diciendo que nunca podrían capturarnos porque aplicábamos una singular táctica de desplazarnos con sobrenatural rapidez y la de subir al cielo o penetrar a la tierra como un fantasma.
Al realizar tal operación varias veces al día, aniquilamos numerosos efectivos enemigos. Sin embargo, los japoneses contaban con muchas reservas. Como se trataba de un ejército que para justificar la expansión de Japón hacia el exterior argumentaba tenía más población que superficie territorial, suplía pronto la pérdida, por muy grande que fuera. Al contrario, nosotros que luchábamos apoyándonos en los montes, no podíamos suplir de inmediato aunque se muriera uno solo.
Después del combate en la elevación de Fuhoushui, hice que la unidad marchara aceleradamente toda la noche hacia Jiazaishui.
Al ver que yo cambiaba con frecuencia el rumbo de la marcha para ir hacia las zonas de lomas bajas, los guerrilleros decían con inquietud: “Mi General, si vamos allí, llegaremos a una campiña; por un descuido podremos entrar en una aldea de concentración.”
Les expliqué: En la situación actual la mejor medida es llegar pronto a la zona de colinas bajas, y no al bosque; si como antes seguimos siendo objeto de persecución, no podemos hacer nada, colocados a la defensiva; no tenemos refuerzos aunque el enemigo cuenta con tantos efectivos que puede relevar cada día sus “tropas punitivas”; como resultado, lo que nos espera es sólo la pérdida de personal; cuántas personas quedarán con vida si uno muere hoy, otro mañana y otro, pasado mañana, y así sucesivamente se reducen las fuerzas; los compañeros de los séptimo y octavo regimientos no sabrán que estamos ahora en este apuro; no podemos enviarles un enlace para que vengan a ayudar a la Comandancia, y entonces, ¿acaso existe otra medida?; debemos dejar a los enemigos en el bosque y salir a la zona de colinas bajas; al proceder así cuando ellos prestan poca atención a las lomas, podremos conservar las fuerzas y descansar durante algún tiempo.
Como dice el refrán: Bajo el candil hay penumbra, un lugar cercano a la región habitada puede ser el sitio más seguro para nosotros.
Acampamos en un pequeño montículo desde donde se divisaba la aldea de Jiazaishui. Estaba cubierto de frondosos pinos y encinas de una altura de un hombre y medio. Su falda se veía cortada en peñascos, bañados por un arroyo. Llegaban hasta allí los ladrillos de los perros del caserío de Jiazaishui, que se llamaba también aldea de molinos de agua.
Cuando caía el sol, instalábamos las tiendas de campaña y al siguiente día, cuando apuntaba el alba, las levantábamos y preparábamos equipajes, y listos para efectuar un combate, descansábamos y estudiábamos. Por primera vez después de haber partido de Nanpaizi descansamos dentro de las tiendas.
Allí nos libramos en cierto grado de la fatiga. Sentado cara a cara con los miembros de la Comandancia discutí a menudo el rumbo de las acciones futuras y asuntos tácticos. Nos propusimos que, después de pasar el Año Nuevo lunar y llegado el tiempo templado, reuniríamos las unidades dispersas en distintos lugares y asestaríamos golpes a los enemigos y restauraríamos las organizaciones destruidas, al tiempo que avanzaríamos hacia las zonas fronterizas y la patria.
Sin embargo, tuvimos un gran problema con los víveres. No había ni medio kilo de cereales; estuvimos a punto de morir de hambre.
Envié al caserío de Jiazaishui a Ri Pong Rok, instructor político de la compañía de escolta. Allí existía aún la organización clandestina creada por el compañero Kim Il. También vivía un miembro de la organización, de apellido An. Era campesino que había tenido una singular relación con nosotros. Cuando su padre fue secuestrado por gandules del bosque, logré que lo liberaran, escribiéndole al caudillo. Según informaciones, tan pronto recibió mi carta, él lo devolvió a su casa, porque con anterioridad disfrutó de mucha ayuda nuestra. Ese campesino, influenciado por Kim Il, prestaba ayuda a la labor revolucionaria y, una vez ocurrido el mencionado suceso, fue admitido en la organización clandestina.
Antes de despedir a Ri Pong Rok, le sugerí que viera al dueño del molino de agua y también entablara relación con ese vecino apellidado An.
No bien bajó del monte, fue al molino. Al ver al dueño, le dijo ambiguamente que combatía en el monte, pero bajó al poblado por haberse intensificado el “castigo” del enemigo y sufrir una grave carencia de alimentos; luego le pidió que si bien fuera un visitante nocturno, hablara con él sin cumplidos.
El dueño le preguntó con frialdad si bajó del monte para claudicar, a lo que contestó que sí, para sonsacar lo que él pensaba. Al escucharle, se sintió muy triste y le persuadió: “Creo que en el monte sufrirá mucho, pero no deberá claudicar; ya que tomó el fusil en la mano para rescatar el país, tendrá que comportarse bien hasta el final y no abandonar a medias la tarea emprendida; no claudique aunque tenga que sufrir.” E inquirió si el General Kim Il Sung estaba bien.
Ri Pong Rok le respondió que no conocía bien el paradero del General, pero que, al mando del ejército revolucionario, seguía golpeando al enemigo. De pronto, el dueño le refutó: “¿Ya ve? El General Kim está vivo y sigue conduciendo el ejército revolucionario; y entonces, ¿es lógico que usted traicione a su jefe y claudique?”
Al confirmar por completo que el interlocutor era un hombre confiable, Ri Pong Rok le confesó que no bajó del monte para claudicar, sino para conseguir alimentos; que en el monte estaban sus compañeros de armas y que quería que se los consiguiera a cambio de dinero.
El dueño le contestó: “Es peligroso conseguirlo con dinero; ocultaré entre el salvado el arroz de la maquila y ustedes se lo llevarán disimuladamente cuando no vean clientes.” De veras, era un buen hombre.
Actuando en Jiazaishui, para conseguir cereales, Ri Pong Rok se enteró de que el dueño del molino era un miembro de la Asociación para la Restauración de la Patria. El era amigo íntimo del campesino An.
Si aun después del “incidente de
Al escucharle explicar sobre el dueño del molino, pensé: Está bien; el pueblo nos apoya invariablemente; mientras contemos con su apoyo, triunfaremos; ya tenemos abierta la salida. Se puede decir que el dueño del molino, cargado de alimentos, participó en la Marcha Penosa junto con nosotros. Si él no nos los hubiera resuelto, no hubiéramos podido definir tranquilos el rumbo de las posteriores actividades, ni jugar al ajedrez o a koni. Probablemente hubiéramos muerto de hambre.
No sólo él, sino también otros aldeanos nos ayudaron.
Un día, Ri Pong Rok me pidió que le permitiera ir a Jiazaishui para traer cereales y los manjares para la fiesta de Año Nuevo que preparaban los lugareños.
No tuve ánimo para rechazar la bondad de ellos, al pensar que ya durante decenas de días después de iniciada la Marcha Penosa, los guerrilleros ingirieron sólo arroz crudo, carne cruda o agua pura. Por eso, le permití traer la comida para la fiesta, fruto de la sinceridad de los habitantes. Sentí alivio porque gracias a los pobladores de Jiazaishui no podíamos acoger con miseria el Año Nuevo lunar de 1939. Parecía que se veía realizado mi deseo de alimentar bien a los guerrilleros.
Sin embargo, no pudimos disfrutar de esa bondad de los vecinos de Jiazaishui, porque huyó Ri Ho Rim, quien acompañaba a Ri Pong Rok en el viaje a esa aldea. Este regresó con las manos vacías e informó que abandonó los alimentos y todas las demás cosas a causa de la huida de Ri Ho Rim. Era la primera vez que surgía un desertor de entre los miembros de la escolta de la Comandancia.
Tiempos atrás, aunque la marcha fuera muy penosa, ninguno nos traicionó. Mas, durante la Marcha Penosa desertaron no menos de cuatro. Su causa consistió en que no podían soportar por más tiempo los sufrimientos.
Ri Ho Rim no llevó una larga vida en la guerrilla, pero gozó de mucho amor por mi parte. Le ofrecí especial atención por razón de que vino de Corea. El usaba bien el idioma japonés. Por lo tanto, si había necesidad de analizar la situación enemiga, solía confiarle la tarea. Entonces, él, en compañía de uno o dos guerrilleros, trepaba al poste e interceptaba las comunicaciones enemigas por teléfono. Fuerte e instruido, lo consideré un candidato a comandante, pero, parece, desertó presumiendo que ya había fracasado la revolución.
A causa de su traición, caímos en un gran peligro. Tuvimos que trasladarnos de inmediato y tomar medidas para garantizar nuestra seguridad.
Decidimos abandonar la montaña trasera de Jiazaishui y atravesar la extensa llanura caminando en pleno día. Ordené a los guerrilleros avanzar, apareciese o no el enemigo.
Pasar a las actividades dispersas frente al ataque enemigo con grandes unidades es un principio general de la táctica guerrillera. También durante la Marcha Penosa fuimos fieles a ese principio. Gracias a ello, pudimos dispersar en cierto grado las fuerzas “punitivas” del enemigo. Empero, en este proceso nuestra Comandancia con pocos efectivos más de una vez estuvo en grave apuro, que decidía su existencia.
¿Por qué pasó esto? Porque el enemigo, consciente de que éramos la Comandancia, concentró todas sus fuerzas en ella.
Partiendo de esta lección, cuando en Beidadingzi analizamos el proceso de la Marcha Penosa dedicamos mucho tiempo a la discusión del problema táctico. Acentué que actuar dispersos era una táctica de la guerra de guerrillas para enfrentarnos al ataque de grandes unidades enemigas, pero no debíamos aplicarla de manera uniforme. También otros miembros del mando arengaron que la Comandancia no debía de repetir esa aventura de actuar separada sin recibir el apoyo de grandes unidades.
Al hacer el balance de la Marcha Penosa experimenté en carne propia la verdad de que si bien una táctica concuerda con los principios, no debe aplicarse con dogmatismo.
Cuando emprendimos esa marcha diurna surgieron otros desertores. Uno fue el Instructor Li, egresado de la Universidad de Beijing, que nos envió Wang Delin, y el otro, un soldado chino. Encima, en las filas iban varios heridos. Por tal o cual motivo, quedaban pocos guerrilleros. Si se reducían un poco más, se crearía una situación tal que no podríamos reemplazar los centinelas.
Tan pronto como impartí la orden de partir, O Paek Ryong preguntó: “General, si iniciamos la marcha, el torreón enemigo vomitará una ráfaga de balas contra nosotros, y entonces, ¿cómo podremos atravesar ese llano?” Le contesté: ¿Qué medida especial existe? Con una ametralladora en el frente y otra en la retaguardia caminaremos de manera forzosa disparando a los enemigos que se lancen sobre nosotros. No hay otro remedio.
Los enemigos de Jiazaishui, aun mirándonos claramente desde el fortín, no se atrevieron a tocarnos. Esto fue, a mi juicio, porque sus fuerzas principales estaban en el monte para participar en el “castigo”, en la aldea quedaban pocas y además estaban dominadas por nuestro ímpetu. Sin tener ningún obstáculo, pudimos atravesar abiertamente, y en pleno día, el llano, y llegar al bosque. Allí, preparamos la comida y descansamos un rato.
Parece que tal caso se llama buena suerte. Al cruzar sin contingencia el llano también quedamos algo anonadados. ¿Por qué no estarlo al ver que los enemigos, de quienes esperábamos un intenso disparo, se limitaban a mirarnos desde el torreón, sin siquiera estornudar? Durante la lucha guerrillera se dio tal caso de vez en cuando.
Los guerrilleros que atravesaron sin problemas el campo, volvieron a animarse, diciendo que otra vez “Dios” estuvo al lado del ejército revolucionario. Si cuando uno se ve impelido a un callejón sin salida actúa con audacia con la decisión de luchar a vida o muerte, sin temer a ésta que nunca viene dos veces, no existe dificultad insuperable.
Cuando reanudamos la marcha saliendo del bosque, me llegó el parte de que los enemigos aparecieron detrás de nosotros. Quizás, los desertores les indicaron la dirección de nuestra marcha diciendo: “Ahora Kim Il Sung anda sólo en compañía de decenas de personas, desvinculado de la gran unidad y así es posible aniquilarlo.”
Poco después, la patrulla de vanguardia me informó que los enemigos aparecieron también delante de nosotros. Si ellos existían tanto en el frente como en la retaguardia, esto era un gran peligro. O Paek Ryong volvió a observar mi cara y me preguntó: “Mi General, parece que se ha revelado que somos la Comandancia; ¿Cómo actuaremos?”
Al escucharle, expliqué: No tenemos otro remedio que combatir a vida o muerte; los enemigos que vienen de frente no nos conocen en absoluto y caminan tranquilos sin prever el encuentro con nosotros, pero los perseguidores lo saben todo: el número de nuestros efectivos y hasta el estado de nuestra fatiga; por eso, nos es difícil enfrentarnos de lleno a ellos; no hay otro remedio que destinar efectivos de un pelotón a mantenerlos a raya y atacar con las fuerzas principales a los que vienen de frente sin saber nada; sólo así, podremos romper el cerco.
Quienes nos perseguían era la “tropa punitiva” del ejército japonés, pero el que nos amenazaba desde el frente era el ejército del Estado manchú, que tenía miedo a enfrentarse a nuestra unidad. Este era el eslabón débil.
Le ordené a O Paek Ryong que al frente de la unidad avanzara a la vanguardia y que si los enemigos titubeaban un poco al ser golpeados en el eslabón débil, no les diera tiempo para respirar y los atacara y persiguiera hasta su cuartel para escarmentarlos.
O Paek Ryong emplazó la ametralladora delante de la columna y los golpeó duramente durante un buen rato, y luego, tocando la corneta, empezó a atacarlos. Al ver que decenas de sus hombres caían, el ejército del Estado manchú creyó que éramos una gran unidad y se replegó abandonando los macutos y otros equipos que llevaban a cuestas.
Los recogimos y sacamos de ellos los alimentos, e incluso nos cambiamos de zapatos, y en seguida perseguimos a los adversarios hasta donde apareció una carretera. Así fue como librados de la persecución, llegamos a ocupar una posición de acosarlos por iniciativa.
Desde entonces, cambiamos de táctica. Es decir, pasamos de la táctica de despistarlos a la de atacarlos por anticipado. No podíamos salvar las filas sólo con la táctica de esquivarlos de aquí para allá con tácticas ingeniosas.
También en los libros militares se escribe que el mejor método de mandar el ejército es evitar el encuentro con el enemigo poderoso y causarle cansancio mediante la perturbación, aplicarle un fuerte ataque al vacilante, perseguir con furia al que se retira, así como hacer débil al poderoso y convertir la situación desfavorable en favorable. Aplicando de manera activa esa táctica durante la Marcha Penosa, superamos múltiples vicisitudes y contratiempos y tomamos la iniciativa, liberándonos de la pasividad.
Decidí asaltar una aldea de concentración para poner al enemigo a la defensiva y, al mismo tiempo, resolver los alimentos. Como estábamos en vísperas de la fiesta del Año Nuevo lunar, deseaba alimentar bien a los guerrilleros que sufrían por hambre durante varios meses. Así fue como organicé el asalto a la aldea de concentración de Shisandaowan.
Antes de entablar el combate, interceptamos el teléfono del enemigo. Un oficial del ejército títere manchú que se retiró hacia S
Basándonos en los datos de esa información, atacamos a los enemigos estacionados en las cercanías y seguidamente otra aldea más y así conseguimos mucha cantidad de cereales y otros comestibles, incluyendo empanadillas preparadas expresamente para el propio consumo. El botín era tan enorme que debimos ocultar una parte entre la nieve con señales determinadas. Con cereales y otros comestibles conseguidos en el asalto a Shisandaowan celebramos la fiesta del primer día de ese año lunar.
No siempre era dura la lucha guerrillera. Aunque por lo general no nos alimentábamos ni vestíamos bien hubo tiempos en que comimos hasta saciarnos, protegidos por buena ropa.
Después de la batalla de Shisandaowan, los enemigos introdujeron muchas más fuerzas en el “castigo” a nuestra Comandancia. En todas direcciones se veían sólo los efectivos de las “tropas punitivas”. Nos acosaban tan obstinadamente que debimos pasar varias noches en la cota donde la temperatura oscilaba entre 40 grados centígrados bajo cero.
En desafío a esa dificultad, nuestra Comandancia no se puso a la defensiva, sino asaltó otra aldea de concentración. Fue para comunicar nuestro paradero a otras grandes unidades que operaban dispersas. No me viene a la memoria el nombre de esa aldea. Al oir la noticia del combate, el séptimo regimiento de O Jung Hup, que actuaba en la zona de Shanggangqu, del distrito Changbai, juzgó que la Comandancia había caído en peligro, y asaltó otras aldeas de concentración con el objetivo de dispersar las fuerzas enemigas dirigidas hacia la Comandancia. Ese combate fue, además, una señal que nos comunicaba el paradero de su unidad.
Después que el séptimo regimiento vino a la Comandancia, le siguieron el octavo regimiento y el batallón independiente que actuaban en la región de Fusong, e incluso los miembros de intendencia del campamento secreto de Qingfeng llegaron a Beidadingzi. Pasé revista a las unidades; el número de efectivos casi no se diferenciaba del que el año anterior partió de Nanpaizi del distrito Mengjiang. Casi todos los guerrilleros regresaron con vida.
No supe cómo expresar la impresión de aquel día. Aunque experimentamos frecuentes despedidas y encuentros en el período de la guerra revolucionaria antijaponesa, quizás no existió un reencuentro tan emocionante como ese. Todo Beidadingzi se alborotaba como si fuera un área de festival. Los guerrilleros que se encontraron al cabo de más de cien días de sufrimientos a la intemperie se abrazaban, se rodaban sobre el suelo o, brincando de alegría, intercambiaban lo que experimentaron.
A mi juicio, el reencuentro después de sufrimientos causa más impresiones. Para saber lo precioso que es el camarada, es necesario, que estén separados. Es una ley que el amor entre camaradas sellado con sangre se consolida y se hace más ferviente en el curso de despedirse y reencontrarse. Tal camaradería no se rompe con facilidad ante cualquier tormenta.
La Marcha Penosa no era una simple caminata para trasladar la unidad. Constituyó una operación militar de envergadura que equivalía a toda una campaña de guerra. Digo que devino una miniatura de la Lucha Armada Antijaponesa. En el curso de esa marcha sufrimos toda índole de penalidades como militares, y experimentamos toda clase de pruebas como seres humanos.
A través de esa marcha, manifestamos una vez más ante el mundo que los comunistas participantes en la Lucha Armada Antijaponesa eran auténticos hijos de la Patria y el pueblo y los combatientes revolucionarios más fieles a su nación y a la causa de liberación nacional. En ella los guerrilleros antijaponeses perfeccionaron su personalidad en un nivel superior. Las nobles imágenes de los comunistas coreanos conformadas durante esa marcha devinieron excelente prototipo del comunista que nuestro pueblo debe seguir de generación en generación. El haber creado un modelo de comunista, que no abandonó su convicción en ninguna circunstancia adversa, sino venció al enemigo, compactamente unido en torno a su Dirigente, es, precisamente, el éxito importante que obtuvo la Marcha Penosa y uno de los méritos más relevantes que realizó la Revolución Antijaponesa.
Todos los participantes en esa marcha son héroes. Lo son tanto los sobrevivientes como los muertos.
Considero que si los guerrilleros, desafiando múltiples dificultades, pudieron resurgir como Ave Fénix y salir triunfantes, esto se debe a varios factores. Me referiré a algunos de ellos.
En primer lugar, quiero mencionar el indoblegable espíritu revolucionario, el espíritu revolucionario de apoyarse en las propias fuerzas, el de luchar con tenacidad, el optimismo revolucionario. Puede decirse que estos factores espirituales nos permitieron superar todas las dificultades que surgieron al paso. Ni en medio de tantos sufrimientos tremendos, caímos en el pesimismo ni en la tristeza, sino, soñando siempre con el día de la victoria, los vencimos. En otras palabras, tuvimos la firme convicción en la victoria de la revolución. Si en aquel tiempo nos hubiéramos desanimado ante esas dificultades temporales o considerado tenebrosa la perspectiva del triunfo revolucionario, no hubiéramos superado las pruebas tan terribles sino nos hubiéramos desplomado para siempre en medio de la nevada.
Otro factor que nos permitió coronar con triunfo la Marcha Penosa fue la camaradería revolucionaria. No puedo olvidar aún el encuentro con los de O Jung Hup en la etapa final de la Marcha Penosa. El me abrazó y rompió a llorar. Al verlo, también brotaron lágrimas de mis ojos. Me dio más alegría que si me encontrara con uno de mis parientes más cercanos. Estaba tan emocionado que sentí estremecer el corazón. Decidí no despedirme más de esos valiosos compañeros, aunque me ofrecieran todo el mundo.
En el invierno de ese año tuve muchas penas después que les hice actuar dispersos. Francamente digo que, exceptuando ese invierno, no hubo otro tiempo en que esperé tanto a mis camaradas de armas. Ustedes sabrán bien cuán fuerte es el amor entre los compañeros de armas, pues muchos son desmovilizados. En el mundo no habrá otro amor más ardiente y más vital que ese afecto. Tampoco habrá otro sentimiento de obligación moral más noble que el que existe entre los camaradas de armas.
La camaradería revolucionaria resulta un factor importante de la victoria que rigió en todo el transcurso de la Revolución Antijaponesa. Sin embargo, ese sentimiento de deber entre nuestros guerrilleros se manifestó más concentradamente que nunca durante la Marcha Penosa. Anécdotas como la de un “hop de harina de arroz tostado” es uno de los incontables episodios hermosos creados en aquel tiempo. Mis ordenanzas llevaban en sus mochilas un puñado de harina para un caso de emergencia para el Comandante, pero, ¿podría consumirla solo yo? Así que la compartimos, lo cual se transmitió como una leyenda a las nuevas generaciones. Hubo muchos casos similares.
En aquel tiempo, nuestros compañeros tal vez hubieran donado hasta su carne si se hubiera necesitado para los camaradas. Sacrificar todo lo suyo en bien de los camaradas revolucionarios es el amor camaraderil revolucionario.
Una vez dije que Ri Ul Sol, al ver que un bisoño tiritaba de frío por haber quemado su uniforme mientras dormía cerca de la hoguera, le ofreció su chaqueta enguatada, y pasó el invierno de horrible frío vestido de verano. Sin embargo, no se murió de frío. Porque otros compañeros, por su parte, le brindaron el amor camaraderil más cálido que el fuego. En resumidas cuentas, no morimos de hambre, porque en todo el trayecto de la marcha de más de cien días vivimos y combatimos con el espíritu de compartir un hop de harina de arroz tostado. Aunque llevábamos las ropas desgastadas en medio del frío intenso, siempre sentíamos el calor en el cuerpo y el alma. He aquí el secreto de que ninguno de nuestros compañeros murió de hambre o de frío, sino sobrevivió como un Ave Fénix. La fuerza del amor hizo vencer la muerte.
En aquel tiempo, experimentamos una vez más en carne propia que el colectivo aglutinado con amor camaraderil, las filas unidas con firmeza como un solo cuerpo a base de la camaradería, son invencibles.
El amor y apoyo del pueblo constituyó otro factor que nos permitió concluir con éxito la Marcha Penosa.
Durante la marcha recibimos mucha ayuda de las personas de buen corazón como el dueño del molino de agua de Jiazaishui. No deben pensar que en la Marcha Penosa participó sólo nuestro ejército. Lo hizo también el pueblo. Se puede considerar que la efectuaron también los vecinos de Erdaohuayun y Yaogou, que, burlando de la línea de muerte, vinieron a vernos con arroz, sal, zapatos, telas y otros materiales de intendencia.
Como lo habíamos experimentado también en la elevación de Luozigou y en Tianqiaoling, siempre que caíamos en situaciones difíciles el pueblo se presentaba como nuestro salvador, ayudante y acompañante. Recobré la fuerza con la convicción de que mientras existiera tal pueblo podíamos llevar al triunfo la Marcha Penosa.
Otro factor que llevó al triunfo la Marcha Penosa fue la hábil aplicación de magistrales métodos de guerra de guerrillas conforme a las circunstancias dadas.
Estamos construyendo el socialismo en medio de difíciles circunstancias. Nuestra revolución sigue su ardua marcha. En este sentido puede decirse que seguimos con la Marcha Penosa. En el pasado nos cercaban y acosaban cientos de miles de efectivos japoneses, pero ahora tratan de aplastar nuestro país las fuerzas imperialistas incomparablemente más poderosas y crueles. Efectivamente vivimos una situación análoga a la de una guerra.
¿Dónde está el camino que nos permitirá sobrevivir en esta peliaguda situación? Está en aplicar cabalmente en la vida práctica el espíritu revolucionario del Paektu del que hicieron gala los precursores revolucionarios antijaponeses durante la Marcha Penosa.
Tanto en la guerra antijaponesa y en el período de construcción de una nueva Patria como durante la gran Guerra de Liberación de la Patria y la construcción y rehabilitación de posguerra vencimos las múltiples dificultades y alcanzamos la victoria en la revolución con el espíritu revolucionario de apoyarnos en nuestras propias fuerzas, de luchar con tenacidad, y con el optimismo.
Para el pueblo que tiene la gran historia de la Marcha Penosa no pueden existir tareas imposibles. El pueblo que cuenta con tal patrimonio no se deja someter por ninguna fuerza.
2. Lección de Qingfeng
En los libros y manuales que tratan la historia de la Revolución Antijaponesa aparecen dos significativos lugares con el nombre de Chongbong. Uno es un campamento de relevancia histórica en el distrito Samjiyon, de la provincia de Ryanggang, donde el gran Líder, camarada Kim Il Sung, pasó la primera noche en la tierra patria, en mayo de 1939, mientras avanzaba hacia la zona de Musan al frente de la unidad principal del Ejército Revolucionario Popular de Corea, y el otro, Chongbong o Qingfeng, situado en Jiandao Oeste, fue un campamento secreto en la retaguardia que establecieron los guerrilleros antijaponeses en la segunda mitad de la década de los años 30.
El Chongbong del distrito Samjiyon todo el mundo lo conoce bien, pero son pocas las personas que han estado en Qingfeng de Jiandao Oeste. Este campamento secreto, junto con la Marcha Penosa, ocupa una página de la historia de la Revolución Antijaponesa porque allí ocurrió un incidente grave, en que se probaron la convicción y fidelidad de los revolucionarios y se sacó una seria lección para todos los combatientes del Ejército Revolucionario Popular. Esta lección también hoy proporciona muchas enseñanzas para las nuevas generaciones.
A continuación presentamos una parte de los recuerdos del gran Líder respecto a este incidente.
Apenas iniciamos la Marcha Penosa, enviamos a los heridos y los enfermos al campamento secreto de Qingfeng, que era una base en la retaguardia. En los alrededores del monte Paektu y en el territorio de Jiandao Oeste existían muchos campamentos similares. En Qingfeng se conservaban, además, patatas que había cultivado el personal de intendencia de nuestra unidad. Por tanto, constituía un lugar seguro donde los heridos y otros débiles podían pasar unos cuantos meses, sin sufrir dificultades con los alimentos.
Después de la operación de asalto a la aldea de concentración de Shisandaowan, en el año 1939, separé una parte del botín y la envié expresamente a Qingfeng. Decíamos que quedaban patatas, pero, ¿cómo pasarían la fiesta del Año Nuevo lunar sólo con éstas? Por eso, enviamos comestibles selectos a los camaradas de este campamento.
El enlace de la unidad fue allí con estas cosas a cuestas.
Pero, de regreso a la Comandancia informó de un sorprendente hecho: En dicho campamento había ocurrido un “incidente con un grupo de espías”. Todo el personal de la Comandancia abrió los ojos como un plato por la sorpresa. Si ocurría tal incidente en el seno del ejército revolucionario, dirigido por los comunistas, era de veras muy grave.
El enlace trajo una carta de Ri Tong Gol, en la que aparecía en resumen el desarrollo del “incidente con un grupo de espías”, y hasta una prueba material: Un supuesto sobre de “veneno” confiscado. En la carta Ri Tong Gol decía que las guerrilleras Kim Jong Suk, Kim
El impacto que me produjo la noticia fue varias veces más fuerte que el que recibí cuando los combatientes Jang el Cazador y Han Pong Son fueron acusados como “minsaengdan”. Como ustedes saben bien, el problema de la “Minsaengdan” ya se había resuelto definitivamente en 1936, en ocasión de la Conferencia de Nanhutou. Desde entonces no queríamos ni siquiera pronunciar la palabra “minsaengdan” porque este vendaval nos había causado pérdidas y heridas demasiado grandes.
Pueden suponer cómo me sentí ante la noticia de que esta vez en Qingfeng se había descubierto un “grupo de espías”, nada diferente a la “Minsaengdan”.
Desde el principio, lo califiqué de una conjura totalmente sin sentido. Porque los argumentos de los jefes del campamento que acusaban a las guerrilleras de espías no tenían ni una prueba creíble. El veneno que ellos nos enviaron como prueba material era polvo dentífrico. Pese a la oposición de mis compañeros lo probé con la punta de la lengua y no había la menor duda de que era polvo dentífrico. ¡Qué cosa más absurda estaban inventando!
Las guerrilleras de Qingfeng eran combatientes suficientemente forjadas y probadas en el curso de la práctica revolucionaria. Todas eran compañeras que sólo sabían de la revolución.
Su única aspiración era liberar la patria. Si no hubieran tenido este ideal, ¿por qué, pese a sus delicadas condiciones físicas como mujeres, habrían empuñado el fusil y emprendido un camino sembrado de duras penalidades que resultaba difícil hasta para los hombres, poniéndose barajones y masticando raíces de
Tildar de espías a estas compañeras era toda una imputación, una injuria, un escarnio, un crimen.
No voy a hablar más de quién era Kim Jong Suk. En pocas palabras, puedo garantizar que ella no tenía ni el menor motivo para entenderse en secreto con los enemigos tanto por su extracción clasista como por sus antecedentes de lucha. Es ilógico e imposible que ella, que había perdido a los padres y hermanos a manos de los imperialistas japoneses, se convirtiera en su agente.
También Kim
Era totalmente absurdo que se les acusara de espía.
De considerarse espías a tales guerrilleras, ¿qué diferenciaba esto de la locura de Kim Song Do o de Cao Yafan, quienes castigaron a innumerables personas en Jiandao acusándolas de “minsaengdan”?
En nuestra unidad no había ni una sola guerrillera que pudiera convertirse en agente de los enemigos. Tanto en la etapa de la zona guerrillera como después de su disolución, entre nuestras combatientes no apareció ninguna traidora. Averigüen si entre las personas que desertaron en el curso de la Marcha Penosa, abandonando sus filas, hubo alguna mujer. No hubo ninguna. Rim Su San, cuando capituló y se pasó al enemigo, llevó consigo a una guerrillera con quien mantenía relaciones íntimas, pero ella tampoco fue agente mientras permanecía en la guerrilla.
Las guerrilleras pasaban más trabajos que los hombres. Nadie podría negar mi afirmación si piensa en las cargas que tienen las mujeres en nuestras actuales familias. Aunque participan en las tareas sociales en la misma medida que los hombres, se encargan de casi todos los pesados quehaceres domésticos. Con el fin de aliviarlas de estas cargas aplicamos diversas medidas, pero, ¿se habrán eliminado por completo los trabajos que pesan sobre nuestras madres, esposas y hermanas?
También cuando la Revolución Antijaponesa, el mayor peso de las cargas caía sobre las guerrilleras. Como guerrilleras participaban en los combates y, encima, tenían que preparar las comidas. La mayor parte de los utensilios de cocina y los víveres también los llevaban ellas sobre sus espaldas. Cuando los guerrilleros dormían fatigados al lado de las fogatas, ellas remendaban los uniformes de ellos. Los rasgados podían coserlos con hilos, pero en el caso de los quemados debían ponerles parches y cuando no tenían la tela, la cortaban de sus faldas.
Después de observar tales escenas ordené que cuando se suministraran los uniformes se entregaran dos faldas a cada una.
Ellas vencieron las penalidades tan bien como los hombres, e incluso en algunos aspectos fueron más resistentes.
A propósito, voy a contar algo de C
Después de ingresar en la guerrilla cumplió muchas tareas como cocinera. Un día, aprovechando el alto que se hizo en medio de la marcha, se apresuró a preparar la comida, pero mientras lavaba el arroz se le enterró una aguja en la palma de una mano. Un pedazo de la aguja rota se le quedó profundamente clavado. Sin embargo, ella no tenía tiempo para sacárselo, debía preparar pronto la comida para que la unidad pudiera reiniciar la marcha.
Desde aquel momento C
Entretanto,la aguja atravesó hasta la piel del dorso de la mano. Solo cuando la aguja asomó la punta en la superficie de la piel, rogó a los compañeros que se la sacaran. Estos se la sacaron prestamente con las pinzas.
Preparó la comida a los compañeros de armas durante no menos de 15 días soportando calladamente el agudo dolor que provocaba la aguja rota clavada en la carne; este es precisamente el retrato de las combatientes que atravesaron junto con nosotros las llamas de la guerra antijaponesa.
Ponerles a tales combatientes tildes ignominiosas como espías era un acto incomprensible por más que tratara de encontrarle una explicación. ¿Como era posible que Om Kwang Ho, jefe del campamento secreto, con antecedentes de haber realizado durante varios años la labor política, llegara a sospechar sin ningún motivo de las guerrilleras totalmente inocentes, e incluso las acusara a su albedrío de ser espías? ¿No sabía que las guerrilleras que él mismo ató con cuerdas y encerró en una cabaña eran genuinas patriotas, que servían sin ninguna mácula a la revolución? De haber sido ellas agentes tal como aseguraba Om Kwang Ho, no habría en el mundo nadie confiable.
Sólo con el informe escrito por Ri Tong Gol no podía saber lo que realmente ocurría, todo estaba confuso.
El mismo día cité a Kim Phyong y lo envié al lugar del incidente con la tarea de investigar la verdad del caso y de traer a la Comandancia a Om Kwang Ho y a Ri Tong Gol, jefe y responsable político del campamento, respectivamente, quienes afirmaban haber descubierto el “grupo de espías”, y a todas las guerrilleras detenidas.
Estando ya de regreso Kim Phyong, me entrevisté por orden con los relacionados con el incidente. Y supe que el incidente de Qingfeng encerraba hechos totalmente inimaginables.
El jefe del campamento secreto de Qingfeng era Om Kwang Ho. Su designación como jefe de ese campamento de retaguardia fue un gesto de condescendencia camaraderil que tuvimos con él para que corrigiera de un defecto que padecía. Tanto en lo ideológico como en el estilo de trabajo era un hombre gravemente enfermo.
Tenía un mal hábito que no podíamos admitir en absoluto. ¿De qué índole era ese hábito? El apoyo al sectarismo. Los partidarios del sectarismo tienen el mal hábito de sentirse superiores y de menospreciar a los otros. Partiendo de esta actitud tratan de desprestigiar a los camaradas y censurar sus trabajos.
Los que están contagiados por el mal del fraccionalismo tienen, sin excepción, ambiciones arribistas. Si no se les da la ocasión para ascender, tales personas se afanan por ocupar, cueste lo que cueste, un alto cargo ora llevando a cuestas a otros ora recurriendo a artimañas. Por eso, los fraccionalistas son criticados como ambiciosos. Om Kwang Ho era precisamente una persona de esta calaña.
Desde el inicio de su ingreso en las filas revolucionarias reveló su naturaleza de ambicioso. Arrastrado al movimiento revolucionario por el viento de la rebelión del 30 de mayo en la zona de Yanji, por un tiempo se desempeñó como instructor político de compañía en la primera división independiente, pero desde el comienzo no gozó de simpatías porque se excedió en darse aires de importancia y desacreditó sin razón a los camaradas. Nadie ama a quien se cree superior, ignorando a los camaradas de revolución y los precursores.
Om Kwang Ho trató de aprovechar como una oportunidad para su ascenso hasta la lucha “antiminsaengdan”. Acusó a numerosas personas de reaccionarias. En los mítines donde se denunciaban y condenaban a los miembros de la “Minsaengdan”, era su voz ultrapartidista la que resonaba más. Pese a todo, la organización revolucionaria no lo botó. El sí botó intencionadamente a numerosos camaradas, pero la organización indulgente lo perdonó y le abrió el camino de renacimiento.
Cuando organizamos una nueva división en Maanshan, Om Kwang Ho vino a verme y juró que trabajaría honestamente para sacudirse los errores del pasado. Lo nombré instructor político de compañía creyendo que iría reparando por completo sus errores.
No obstante, traicionó mi confianza. Con frecuencia gritaba a los combatientes, y en lugar de ayudar al jefe de la compañía en el trabajo, sólo trataba de situarse por encima de él y sermonearle. Presumía de predecesor por tener una larga historia de lucha, pero no arrimaba los hombros a los trabajos difíciles. En los combates no se ponía en la primera línea, remoloneaba en sitios apartados adonde no llegaban las balas. A tal persona no convenía el cargo de instructor político, quien debe ser espejo y guía de las masas.
Por este motivo, lo separamos del cargo de trabajador político e hicimos que laborara en el campamento de retaguardia para darle la oportunidad de corregirse.
Al enviarlo a Qingfeng le di la tarea de asegurar condiciones para la vida y cura de los heridos, y de cultivar bien la tierra junto con el personal de intendencia para crear reservas de alimentos para la unidad. Sin embargo, no atendió esta tarea. No cumplió ni la orden de la Comandancia de construir un cuartel de reserva.
Los heridos y las costureras que, separándose de nosotros en el profundo valle de Qidaogou, fueron a Qingfeng, sufrieron muchos inconvenientes por falta de albergue. Se vieron obligados a alojarse en tiendas en pleno invierno. En el campamento no alcanzaban ni los medicamentos ni las provisiones.
A pesar de todo, los guerrilleros fogueados en medio de privaciones no se quejaron en absoluto por las malas condiciones. Soportaron todas las dificultades pensando en los compañeros que estarían librando encarnizados combates contra los enemigos. Y observaron de modo riguroso el horario de vida del campamento, y efectuaron con regularidad los estudios.
Como no pueden esconderse los punzones en el saco, en las sesiones de estudio se descubrieron el pernicioso modo de pensar de Om Kwang Ho y su condición de derrotista.
Un día, en el campamento se realizó un seminario sobre la orientación trazada en la Conferencia de Nanpaizi. Om Kwang Ho, citando como ejemplo la experiencia de la revolución en Rusia, opinó: “En cualquier revolución es inevitable que existe un período de auge y uno de descenso; en el período de ascenso hay que trazar la estrategia que se corresponda con él y hacer lo mismo en el período de depresión; para esto es preciso hacer un correcto diagnóstico de acuerdo con los cambios de la situación; y si hay un síntoma de período de depresión es preciso saber reconocer con franqueza que ha llegado esta etapa; entonces, ¿en qué etapa se encuentra ahora nuestra revolución?; está en el período de depresión; miren, ¿no es verdad que fracasó la expedición a Rehe y con el estallido del ‘incidente de
Trató de imponer sus opiniones a todos los que estaban en el campamento. Como la revolución se hallaba muy reprimida como consecuencias de la expedición a Rehe y el “incidente de
Sin embargo, las guerrilleras se percataron de inmediato de que sus planteamientos no coincidían con los de la Comandancia.
Le refutaron en el acto: “No negamos, por supuesto, que la situación objetiva ejerce mucha influencia sobre la lucha revolucionaria, pero no hay que absolutizar eso; cuánto más desfavorable se torne la situación, con tanta mayor ánimo deben reaccionar y empeñarse los revolucionarios para convertir lo negativo en positivo; proceder así es el propósito del camarada Comandante; los comunistas coreanos han continuado luchando tanto bajo condiciones favorables como desfavorables; si hubieran actuado sólo cuando existían condiciones favorables, y si no existían se hubieran escondido, hoy no podrían contar con el Ejército Revolucionario Popular de Corea, sus fuerzas armadas permanentes, ni habrían avanzado al interior del país, abriéndose paso a través de los bosques de bayonetas y realizado operaciones tan intrépidas como atacar Pochonbo; como el marxismo-leninismo es una doctrina comunista está bien, por supuesto, que se tome por guía en las actividades y prácticas revolucionarias; no obstante, como siempre enfatiza el camarada Comandante, no se debe aplicar mecánicamente, sino de manera creadora, de acuerdo con la realidad de la revolución coreana; parece que usted no ha entendido correctamente ni el contenido de ‘Un paso adelante y dos atrás’; ¿no sabe que la revolución coreana ha venido desarrollándose en medio de incontables dificultades?; usted, camarada, sostiene que en la situación actual la mejor medida es retirarnos, pero, ¿tenemos alguna retaguardia donde podemos refugiarnos?; además, si nos retiramos, ¿quién nos va a preparar el período de ascenso de la revolución?; tal como el Comandante declarara en la Conferencia de Nanpaizi, cuanto más difíciles se tornen las situaciones, tanto más debemos avanzar desafiándolas para convertir la coyuntura desfavorable en favorable.”
Más que nadie la compañera Kim Jong Suk criticó severamente el derrotismo de Om Kwang Ho. Ella nunca dejaba de combatir de manera resuelta, sin la menor conciliación, las ideas erróneas, contrarias a los lineamientos o las orientaciones estratégicas de la Comandancia. Fue una consecuente partidaria de lo ideológico.
Al ser refutado por las guerrilleras, Om Kwang Ho trató de justificar de un modo u otro sus opiniones, citando tales o cuales tesis de Marx y Lenin. Cuanto más hablaba, tanto más palabras mal olientes salían de su boca. En el curso de las discusiones fue descubierta claramente la naturaleza de Om Kwang Ho, de ambicioso y oportunista. Por fin, las guerrilleras llegaron a saber por qué él, pese a haber permanecido todo el verano en el campamento, holgazaneó sin ocuparse de la preparación de condiciones para asistir a los enfermos e invernar.
No obstante, ellas no le pusieron la etiqueta política de traidor o entreguista. Como fue una polémica en una sesión de estudio todo habría terminado sin consecuencias si él hubiera reconocido su equivocación teórica y aceptado sinceramente las opiniones de los camaradas. En cuanto a tal o cual error ideológico que se revelaba en el curso de los seminarios no los cuestionábamos en absoluto. Entre las personas hay diferencia en el nivel y grado de preparación, razón por la cual existen también ciertas diferencias en el modo de ver y comprender los fenómenos y las cosas. No es posible que todas las personas sean desde el principio y al mismo tiempo seres ideológicamente perfectos.
Es como una ley que el hombre va superando su inmadurez ideológica a través del estudio y la práctica revolucionaria y en este curso se forja y madura en lo ideológico. Por tanto, aunque alguien hablara de modo impreciso, en detrimento de los principios de la revolución, dispusimos que no lo condenaran ni criticaran sino le hicieran comprender hasta el fin con el método de debates.
Sin embargo, Om Kwang Ho, en vez de aceptar como justas las opiniones de las guerrilleras y esforzarse por enmendarse en lo ideológico, se empeñó en embellecer su naturaleza de entreguista y comenzó a tomar represalias contra los que se le oponían en las discusiones.
Su verdadera faz se reveló por completo en el curso de su persecución a las guerrilleras.
Las acciones insensatas que cometiera para perseguirlas no diferían en nada de las de aquellas personas que integraron la “comisión de depuración” cuando en Jiandao se llevaba a cabo la lucha “antiminsaengdan”, al contrario fueron más viles y taimadas en su móvil y objetivo.
Om Kwang Ho atormentó a las guerrilleras para encubrir sus delitos. Recurrió al método de imputarles delitos falsos para amordazarlas. Pensaba que sólo entonces ellas no se atreverían a molestarlo ni a informar a la Comandancia. ¡Cuán cobarde y peligroso modo de pensar el suyo!
En el campamento de Qingfeng estaba un nuevo guerrillero, muy joven. En una ocasión desapareció sin que nadie lo notara, sin pedir permiso a Om Kwang Ho. Este armó en el acto un alboroto diciendo que era desertor y envió un grupo de búsqueda. Los miembros de este grupo lo encontraron cerca del campamento. Estaba comiendo patatas asadas en una fogata. Al regresar al campamento informaron a Om Kwang Ho lo ocurrido en realidad: que el joven guerrillero no desertó sino se apartó un rato de la fila para asar patatas al no poder soportar el hambre. Como él no estaba suficientemente templado para vencer el hambre, era comprensible su acto.
Sin embargo, Om Kwang Ho, que venía acechando una oportunidad para tramar un incidente que conmoviera a todo el campamento, lo declaró desertor, definitivamente. E incluso lo tildó de espía, arguyendo que el fuego que el joven había hecho para asar patatas, era una señal a los enemigos. El nuevo guerrillero repetidas veces dijo que no era verdad, pero todo fue inútil. Om Kwang Ho le forzó e incluso torturó para que confesara qué tareas había recibido de los enemigos y a quiénes del campamento había captado en el curso del cumplimiento de estas tareas. ¡Qué horrorosa fue su acción de imponer no una condecoración sino la etiqueta de “desertor” o “espía” e incluso torturar cruelmente a quien hasta ayer fue su subalterno y comieran del mismo caldero!
Ese guerrillero, a quien Om Kwang Ho declarara “espía”, era un joven que, pese a su bajo grado de preparación, tenía firme conciencia clasista. No tenía motivo alguno para huir de las filas o convertirse en espía. No obstante, Om Kwang Ho siguió torturándolo hasta que confesara falsamente que captó a las guerrilleras para sus “actividades subversivas” e intentó envenenar a los camaradas de revolución en el campamento. Y finalmente no vaciló en detenerlas y tratarlas con violencia sobre la base de aquella “confesión”.
Me era imposible comprender por qué Om Kwang Ho, quien durante varios años de trabajo con las personas clamaba por la unidad y cohesión de las filas, se degradó hasta tal grado. Con posterioridad, en el curso de la investigación de sus delitos llegamos a conocer, por fin, cuál fue el motivo de su degeneración en un ser abominable.
El consideró su traslado al campamento de retaguardia como una degradación. Como estaba disgustado con la medida de la Comandancia, por haberlo destituido del cargo de trabajador político, holgazaneó deliberadamente, sin cumplir las tareas que le correspondían como encargado de intendencia. Después de la discusión con las guerrilleras, presentó de continuo exigencias ultrarrevolucionarias con el fin de encubrir su sucio rostro de derrotista. Bajo el pretexto de intensificar el estado de vigilancia organizó con frecuencia movilización de emergencia, lo que atormentaba a los débiles y enfermos, y alegando el ahorro de las provisiones ordenó disminuir a una las dos comidas diarias, haciendo pasar hambre adrede a la gente.
No era que en el campamento de Qingfeng la situación de los alimentos llegara a tal punto que se vieran obligados a comer sólo una vez al día. No había arroz, pero sí en los depósitos subterráneos quedaba una buena cantidad de patatas. En medio del bosque de una elevación, situada a cierta distancia del campamento, había un terreno bastante extenso, donde se cultivaban patatas y acelga. Si Om Kwang Ho hubiera cumplido de modo abnegado su tarea, toda la unidad habría podido pasar el invierno en Qingfeng.
Desde el instante en que creyó que le estaban cerrando el camino de ascenso sintió rechazo hacia la revolución y comenzó a dudar de sus perspectivas a medida que se iba tornando compleja y difícil la situación en el interior y exterior del país. Esta enfermedad ideológica se reveló en el curso de los debates de estudio.
La única persona que podía detener estas peligrosas arbitrariedades de Om Kwang Ho era Ri Tong Gol, responsable político del campamento. Siendo comisario político del séptimo regimiento, en grado era superior a Om Kwang Ho. Cuando pasamos en el profundo valle de Qidaogou a las operaciones dispersas, al ser herido lo enviamos a Qingfeng con la tarea de encargarse de la labor política en el campamento.
Sin embargo, Ri Tong Gol, cautivo de la adulación y el maquiavelismo de Om Kwang Ho, no pudo distinguir la verdad y esencia del incidente. Si no hubiéramos enviado a un enlace a Qingfeng, se habría perpetrado el complot de Om Kwang Ho y habrían sido ajusticiadas las guerrilleras.
En el proceso de investigar las interioridades del caso llegué a conocer que Om Kwang Ho era un individuo más despreciable y perverso que Ri Jong Rak. Este cometió los delitos después de haber sido capturado por los enemigos y forzado a capitular. Al contrario, Om Kwang Ho se corrompió en lo ideológico estando en el seno de las filas de la revolución y a fin de encubrir esto perpetró actos de corte reaccionario como denigrar y maltratar a los camaradas.
Excepto la primera mitad de la década de los años 30, cuando las zonas guerrilleras de Jiandao se estremecieron por el alboroto de la “Minsaengdan”, en el seno de nuestras filas no existieron cosas como torturas o castigos. En cuanto a los errores o las faltas que se cometían dentro de las filas los rectificábamos con el método de explicación, persuasión y crítica. Era inimaginable que existieran acciones extremistas como, por ejemplo, que el jefe torturara a su subalterno.
Sin embargo, al ver descubierta su verdadera faz, Om Kwang Ho cometió sin vacilación el crimen de atentar contra los guerrilleros poniendo a sí mismo y a ellos en relaciones de irreconciliable hostilidad, de quién vence a quién. Pensó que para salvar su vida tenía que matar a los guerrilleros y para realizar este propósito acusó de desertor y espía a un nuevo guerrillero por haber infringido un poco la disciplina y llegó a calificar de veneno el polvo dentífrico que usaban las guerrilleras. Y finalmente llegó hasta acusarlas de agente.
Om Kwang Ho tenía el antecedente de haber realizado junto con Kim Jong Suk trabajo clandestino durante varios meses en Taoquanli. Teniendo esto en cuenta, si no hubiera sido un desalmado, ¿cómo habría podido tildarla de espía? El la conocía muy bien.
El ejemplo de Om Kwang Ho demuestra que si una persona se deja llevar por el arribismo, puede convertirse en un perverso que ignora la organización, los camaradas y el deber moral o en un traidor a la revolución. Como él mismo confesara, hasta pensó en huir para esquivar la responsabilidad en el caso de que fracasara su intriga contra las guerrilleras.
Como comprobamos también en el caso de Om Kwang Ho, en el proceso de la revolución siempre causan dolores de cabeza los elementos ultrapartidistas, extremistas, los que proceden con arbitrariedad, individuos de dos caras, los que de frente golpean y por detrás atraen, los caprichosos, los refunfuñadores y los arribistas con afán de notoriedad. Si no se toman medidas oportunas en cuanto a tales personas, las consecuencias son graves.
Además, este caso nos dio la lección de que si una persona no se autoeduca constantemente en lo ideológico, se le debilita la fe en la victoria de la revolución, y tornándose quejón y endeble de voluntad, se rinde incluso ante tolerables dificultades y, finalmente, convirtiéndose en derrotista, causa enormes daños a la lucha revolucionaria.
El “incidente con un grupo de espías”, fraguado por Om Kwang Ho, era un hecho eventual que podía haber dañado gravemente la unidad ideológico-volitiva de nuestras filas y su cohesión en el deber y moral. Por lo tanto, examinamos con seriedad el problema de Om Kwang Ho en el comité del partido de la Comandancia y lo sometimos al juicio de las masas en la reunión de los comandantes y soldados que tuvo lugar en Beidadingzi.
Al conocer en detalle los hechos ocurridos en el campamento de Qingfeng todos los comandantes y soldados apoyaron unánimemente a las guerrilleras que defendieron nuestra línea, sin abandonar su convicción ni ante una situación extremadamente adversa. En cambio, en cuanto a Om Kwang Ho y Ri Tong Gol, quien en vez de analizar de modo correcto, con una amplia visión política, la esencia de la situación, toleró tácitamente el criminal acto, exigieron ejecutarlos en nombre del Ejército Revolucionario Popular.
Al principio, Om Kwang Ho hizo todo lo posible para justificar sus actos criminales. Los reconoció sólo después de haber sido condenado por las masas. E imploró llorando que le perdonaran.
En contraste, Ri Tong Gol desde el principio reconoció con franqueza su culpa, sin decir una palabra para disculparse y pidió que lo fusilaran. Aceptó de modo sincero la crítica de las masas y se arrepintió hondamente.
Ri Tong Gol era una persona de carácter y, al mismo tiempo, bondadosa y agradable. En la esfera de la labor política y el trabajo clandestino, era conocido como competente. El que lo designáramos como comisario político del séptimo regimiento en la Conferencia de Nanpaizi cuando nombramos a O Jung Hup como su comandante, fue porque valorábamos su capacidad y rica experiencia en el trabajo político.
El hecho de que este hombre se dejara manejar por uno de inferior grado se debió a que, viviendo en el cuarto de Om Kwang Ho, sucumbió ante la adulación de éste y, encima, descuidó la labor con los guerrilleros. Por supuesto, como estaba gravemente herido, no habría tenido mucho tiempo disponible para realizarla. Pero si no podía salir, haciéndolos venir a su cuarto debía hablar con ellos con frecuencia.
Si hubiera conversado siquiera con un solo guerrillero cuando Om Kwang Ho alborotó diciendo que en el campamento había ocurrido el “incidente con un grupo de espías”, habría podido percatarse de inmediato de lo que estaba pasando en realidad. Sin embargo, después de recibir el informe de Om Kwang Ho no habló con ningún guerrillero y toleró que éste cometiera arbitrariedades a su antojo. Si le decía que necesitaba interrogar al nuevo guerrillero, lo aprobaba y de la misma manera procedió cuando le propuso detener a las guerrilleras.
Ri Tong Gol escuchó sólo lo que decía Om Kwang Ho y no prestó oídos a las opiniones de los guerrilleros. Por consiguiente, no pudo proteger la vida política de ellos ante las artimañas de una persona ambiciosa como Om Kwang Ho. He aquí el error de Ri Tong Gol como trabajador político. Por esta razón, todos los comandantes y soldados lo miraron desde la misma óptica que a Om Kwang Ho. Si un trabajador político no respira el mismo aire que las masas, se da tal resultado.
Quienes tratan la vida política de las personas, no deben dejar de respirar ni un momento el mismo aire que las masas. Respirar junto con las masas significa compartir todo con el pueblo: Cuando éste trabaja con las palas, ellos harán lo mismo y si aquél come mijo, lo comerán también ellos. Quien no se compenetra de modo armonioso con las masas, no puede conocer bien su sentimiento y sicología, ni sus demandas y aspiraciones.
Entre nuestros directivos se observan vicios como perseguir en forma abierta y encubierta a las personas que les critican, y según el grado de intensidad de las críticas, perjudican en lo político a personas totalmente inocentes. Se dan casos de que algunos directivos tratan a la ligera problemas relacionados con el destino de las personas escuchando sólo lo que dicen uno o dos individuos que les adulan. Si ellos, abusando de la facultad de su cargo, tratan a su capricho la vida política de las personas, provocan el resentimiento y antipatía del pueblo, y divorcian al Partido de las masas.
El nuestro es un partido que aplica la política de virtud y nuestro país es donde, beneficiándose de esta política, todo el pueblo vive armoniosamente, constituyendo una gran familia. Nuestra política de virtud tiene por misión proteger y atender no sólo la vida física sino también la política de las personas. Lo que más valora nuestro Partido es la vida política de las personas.
Aglutinación de las personas con igual ideología y aspiración es precisamente la organización, el partido, y este colectivo le da a cada miembro la vida política. He aquí la causa por la cual la vida política de millones de personas es la vida misma de la organización y del partido.
Por eso, lesionar o manchar a la ligera la vida política de las personas significa precisamente disminuir la vida del partido. Para que éste sea fuerte y sano hasta llevar a cabo su programa supremo, tiene que realizar bien la labor con las personas y proteger con diligencia su vida política. Esta es la lección que sacamos de lo de Qingfeng. Ustedes deben tenerla siempre presente.
El error de Ri Tong Gol fue grave, pero era una persona que merecía ser perdonada. Incurrió en el error porque olvidándose de que era responsable político se dejó engañar por Om Kwang Ho. No fue promotor, sólo desde una posición pasiva consintió el acto de Om Kwang Ho y toleró calladamente su intriga.
Tomando en consideración estos puntos, nos limitamos a degradarlo.
Viéndose a salvo de un castigo severo, vino a verme y dijo que el castigo era demasiado leve.
“Quisiera me apliquen una sanción más pesada. Que me envíen al lugar más peligroso. Mi error puede borrarse sólo con la sangre y la muerte. Sólo cuando yo derrame mi sangre y entregue mi vida, los compañeros me perdonarán y me llamarán camarada como antes.”
Posteriormente, Ri Tong Gol cumplió con lealtad las tareas encomendadas por la Comandancia hasta que fuera apresado por los enemigos. En vísperas de la liberación, del 15 de Agosto, fue ahorcado en la prisión de Sodaemun.
En el período de la Lucha Revolucionaria Antijaponesa Ri Tong Gol, además de su nombre original, se llamó Kim Jun.
3. Incidente de la sal
En junio de 1949 el gran Líder, camarada Kim Il Sung, dirigió una reunión del Consejo de Ministros de la República con determinados participantes. Se analizó la cuestión de ponerle fin al racionamiento de la sal y venderla libremente.
Al concluir la reunión, el Líder paternal manifestó: “Según experimentamos en el período de la Lucha Armada Antijaponesa no hay carencia más torturadora que la de la sal, por eso cuando luchábamos en el monte nos cuidábamos de que no se nos agotara, aunque con el arroz no hicimos eso.” Seguidamente planteó que se vendiera libremente ya que entonces la producción de sal había aumentado ostensiblemente, llegando incluso a crear reservas.
Después de disponer esto el Líder recordó la difícil situación que atravesó por la carencia de sal durante la Marcha Penosa. Esa historia que generalmente se conoce como el incidente de la sal, la damos a conocer compilando lo que él contó en diferentes ocasiones.
El incidente de la sal a que quiero referirme se produjo en la primavera de 1939, última etapa de la Marcha Penosa. Todavía no lo he olvidado.
El hombre no puede subsistir sin consumir sal. Si no la consume, se le hinchan las manos y pies, y pierde la fuerza a tal grado que no puede caminar.
Tampoco los animales herbívoros pueden subsistir si no la consumen. Alrededor de los charcos de agua salobre, en los montes, existen muchos cuernos caídos, porque los venados van a beber allí.
En la vida guerrillera eran un martirio cuatro productos de primera necesidad, o sea, los cereales, los zapatos, los fósforos y la sal. Si se les pregunta a los excombatientes antijaponeses cuál era la más insoportable dificultad, quizá en su mayoría contestarán que era la de la sal.
Desde siempre en las regiones de Jiandao Norte y Oeste escaseaba la sal y, encima, los ayuntamientos la controlaban con tanto rigor que se convirtió en una valiosa materia. Igualmente en la región de Manchuria su venta era negocio exclusivo de esas instituciones.
Los enemigos la controlaban estrictamente para que no pasara de las zonas pobladas al Ejército Revolucionario Popular.
Aunque los comerciantes la traían de contrabando de Corea y vendían a escondidas andando de aldea en aldea, no mejoraba la situación. En las remotas regiones montañosas de Jiandao no pocas familias utilizaban cenizas de madera lavadas en lugar de sal. En Manchuria del Este vi que los miembros de una familia repartían un granito de sal gema por comida. Una vez, mientras operaba en Wangqing, visité la compañía de C
Ko Hyon Suk decía que en muchas comidas su familia debía contentarse con un granito de sal gema. El tamaño del granito producido en China equivalía más o menos al de una judía.
Durante la segunda expedición a Manchuria del Norte la situación en cuanto a la sal era tan precaria que cada uno de los guerrilleros de una compañía portaba en el cinto una pequeña bolsita de sal para emergencia, cuyo tamaño era semejante al de la funda de un cuño, donde apenas cabía un dedo. La sal de esa bolsita la consumían sólo en casos extremos, o sea cuando era imposible conseguirla en ninguna otra parte. Quizás a los que no han experimentado esa penuria esto les parezca un cuento de viejas. No fueron uno o dos los compañeros que en el tiempo de la guerra de guerrillas perdieron la vida en la retaguardia enemiga mientras se esforzaban para conseguir sal. Igual les pasó a muchos trabajadores políticos clandestinos. La vía principal para conseguirla era lograrla a través de las organizaciones clandestinas. Si se les daba dinero, ellas movilizaban a las masas para comprarla. Por supuesto que una parte de la sal que llegaba a la guerrilla era comprada por el pueblo por su cuenta.
Los enemigos sabían con pelos y señales cómo la adquiríamos y qué enorme dificultad teníamos por su carencia. Esto les dio motivo para tramar una horrible ardid encaminada a liquidar por completo al Ejército Revolucionario Popular. Pensaron que si urdían con cuidado una estratagema valiéndose de la sal, podrían apresar o diezmar a todo el ejército revolucionario, sin disparar ni un tiro.
Ellos, por sus experiencias conocían bien que con el simple enfrentamiento militar y político no podrían vencer a nuestro Ejército Revolucionario Popular. Por eso ensayaron la “operación para retorno sumiso”, la política de aldeas concentradas y las operaciones para quemarlo todo. En un tiempo fabricaron la “Minsaengdan” para desintegrar desde adentro nuestras fuerzas revolucionarias con la táctica de la discordia nacional, es decir, de meter cuña entre los pueblos coreano y chino.
Los nipones propagaron incluso lo del “asesinato de Kim Il Sung”, con el fin de impedir se transmitieran informaciones sobre nosotros. Es decir, al fraguar la falsa noticia de mi muerte a manos de ellos hicieron circular que con la desaparición de Kim Il Sung la lucha independentista tocó a su fin, echando así agua fría al ardor antijaponés de la nación coreana. A la sazón, muchas publicaciones en Corea y Manchuria insertaron sin reparos hasta artículos que a manera de información desde el lugar describían en qué combate y cómo caí.
En noviembre de 1937 el diario “Kyongsong Ilbo” escribió que la “tropa de castigo” manchú logró matarme en un encarnizado combate de no menos de 5 horas, y añadió que yo, que mantenía, sucediendo a mi padre, el movimiento antijaponés y antimanchú, al caer en un atolladero por el acoso del "ejército de castigo”, morí a los 36 años tras haber llevado una vida azarosa.
También la revista “Tiexin”, del ejército títere manchú, insertó una información similar con el título de “Detallada información sobre la liquidación del bandido Kim Il Sung”. Decía que en las cercanías de Yangmudingzi del distrito Fusong fui atacado sorpresivamente por una unidad del ejército títere manchú y perdí la vida junto con 8 subalternos, tras sostener un desigual combate, y explicaba que los aldeanos que fueron llamados para corroborar el hecho identificaron a Kim Il Sung.
Según se decía, en virtud de esa “hazaña” el jefe de compañía del regimiento No.7 del ejército títere manchú, apellidado Li, fue ascendido especialmente y recibió un diploma y un premio de 10 mil yuanes de manos del comandante del ejército Guandong y el ministro de la seguridad del Estado manchú. Sin embargo, posteriormente, con mi reaparición todo eso quedó en ridículo.
Los imperialistas japoneses utilizaron como laboratorio a coreanos y chinos. ¿Qué objetivo perseguían ellos?
Sin embargo, los enemigos por ningún medio o método pudieron apagar las llamas de la revolución antijaponesa ni acabar con el Ejército Revolucionario Popular de Corea.
Así, los enemigos, amargados en extremo, envenenaron el pozo, el pan, y hasta la sal y el arroz que nos hicieron llegar, para, con este método vil, acabar con nosotros.
Recién llegados al territorio de Changbai, por poco caemos en la trampa tendida por ellos. Allí, en Jiandao Oeste, libramos el primer combate en Dadeshui, y seguidamente otro en Xiaodeshui. Luego, en Mashungou, nos pusimos a hacer los preparativos para Chusok. Un día el jefe de la guardia se presentó ante mí y me dijo que al puesto de vigilancia había llegado un anciano, quien sin más ni más pidió que lo llevaran a ver al Comandante, y que, como no sabía qué hacer, vino a recibir mis órdenes. Hablé con el anciano. Este manifestó que la sal que habíamos adquirido en Changbai tenía veneno. Explicó que los enemigos la envenenaron. Para comprobarlo dimos de esa sal a un animal. El efecto fue inmediato. Si ese anciano no nos lo hubiera dado a conocer a tiempo, habríamos sufrido una gran desgracia. El intento de los enemigos de acabar con nosotros mediante el método de echar veneno en la sal era tanto más cruel cuando más escasez de ella sufríamos.
También en la primavera de 1939 padecimos mucho por falta de sal. Los regimientos, que actuaban dispersos, se habían reunido y ahora operaban bajo el mando de la Comandancia en la última etapa de la Marcha Penosa. La moral de los guerrilleros era muy alta ya que la marcha estaba a punto de concluir. No teníamos problema con los cereales y el tiempo era suave. Como entrábamos en la primavera, todos estábamos de buen humor. Uno de esos días vimos un fenómeno muy extraño. Los guerrilleros que marchaban se tambaleaban sin poder mantener el equilibrio, como si estuvieran borrachos.
Una cosa sería si unos cuantos caminaran así, pero, como de esa forma andaban muchos, la situación no podía ser peor. Todos teníamos la cara hinchada. Hubo quienes apenas abrían los ojos.
Supuse que la causa de la atonía de los guerrilleros estaba en la falta de sal. También supuse que por esa misma causa estábamos tan hinchados.
Los integrantes de la Comandancia no habíamos ingerido sal en unos diez días. Pregunté a O Jung Hup desde cuándo no la consumía, a lo que respondió que el regimiento No.7 casi no la había probado desde que se despidiera de la Comandancia. Estaba más que claro que esa era la causa.
El fenómeno se produjo cuando pensaba en cómo concluir la marcha y volver a avanzar hacia el interior del país para golpear duro a los enemigos. Me sentí anonadado. A toda costa teníamos que conseguir sal. De lo contrario, toda la unidad podría perecer.
Me di a la tarea de escoger a una persona capaz de conseguir sal en la retaguardia enemiga. O Paek Ryong, jefe de la compañía de escolta, recomendó a un novato que se llamaba Kim Pong Rok.
Este joven había transportado a cuestas el botín hasta nuestra unidad y, negándose a volver a su casa, se quedó. Aunque llevaba poco tiempo en la guerrilla, se destacaba tanto en la vida como en el combate. O Jung Hup dijo que era un joven cabal y afirmó que como sus padres vivían en Xigang, si iba allí podría conseguir sal sin problema.
Lo llamé y le pregunté si estaba seguro de poder traerla. Contestó que lo intentaría. Dijo que por aquellos días su padre iba al monte a hacer leña, y si llegaba allí vestido de civil, podría encontrarse con su padre sin ser visto por los agentes, y entonces no sería un problema conseguir sal.
Al darle la tarea designamos a un compañero como su ayudante. Kim Pong Rok y él, partieron juntos para conseguir sal.
Al ver al hijo, el padre se alegró mucho. Manifestó que estaba muy orgulloso de su hijo porque era un soldado del General Kim; que se sentía tranquilo ya que lo confiaba a él. Y preguntó si realmente el General Kim estaba vivo, porque los japoneses propagaban que había muerto. Kim Pong Rok dijo que el General estaba vivo, y prosiguió: “Hace unas horas recibí una orden del General Kim, en su cuartel, por la cual vine a verle a usted.” Al oírlo el padre, con los ojos anegados de lágrimas, se alegró mucho diciendo: “¡Así debe ser la cosa! En realidad, la noticia de su muerte nos desanimó sobremanera. Pero él está vivo; ya está bien.” Al explicarle el hijo el motivo de su visita, el viejo, muy sorprendido, manifestó: “Es incomprensible que el ejército revolucionario no esté en condiciones de seguir la lucha por falta de sal. A todo precio la conseguiré y le quitaré esa preocupación al General Kim.”
Aunque así se lo aseguró al hijo, no fue tan fácil como hablar conseguirla. Una persona podía comprar uno o dos kunes, pero una mayor cantidad podía levantar la sospecha de los enemigos. En aquel entonces los ayuntamientos del Estado manchú y las estaciones de policía prohibieron la venta de sal por encima de la cantidad definida en las tiendas. Visitaban a menudo estos establecimientos para, disimuladamente, conocer la situación de su venta. Entre los comerciantes había agentes que informaban de modo regular a los enemigos de las compras de los habitantes.
El padre de Kim Pong Rok, aunque él mismo podía conseguir cierta cantidad, al oir a su hijo que los participantes de la marcha eran centenares, decidió comprar aunque fuera uno o dos kunes más, y se lo dijo a un viejo de la casa vecina con quien tenía buena amistad. El vecino prometió colaborar y por su parte contó a un íntimo amigo suyo que el General Kim Il Sung había enviado a un hombre con la tarea de adquirir sal y eufórico divulgó que estaba comprometido a ayudarlo. Y añadió que si tenía deseos de ayudar a la guerrilla se las ingeniara para conseguirla. Así el tercer anciano se incorporó también a la adquisición de sal, pero él cometió un error: le reveló el secreto a su hijo no sabiendo que era miembro de la “sociedad de conciliación” y agente. Por aquel entonces, el imperialismo japonés, mediante los llamados “grupo de propaganda y asimilación”, “grupo de operaciones de retorno sumiso” y otros por el estilo, maniobraba para lograr el “retorno sumiso” de los guerrilleros. En esto desempeñaron su papel los integrantes de la “sociedad de conciliación”.
El hijo que servía como agente de los enemigos en seguida sopló a su superior lo que le dijo su padre.
El órgano de agentes especiales del ejército Guandong, al conocer que por conducto de los viejos tratábamos de comprar mucha cantidad de sal, ordenó a las estaciones de policía comprar toda la sal que existía en las tiendas de la región de Xigang, y en su lugar entregarles otra que se traería expresamente de Changchun por avión. Esta sal estaba envenenada. Quien la consumía no moría en el acto, sino gradualmente le aumentaba el dolor de cabeza y las piernas se le debilitaban hasta que perdía la capacidad combativa. El padre de Kim Pong Rok y otros ancianos que trajinaban para comprar sal no podían conocer de esa falacia. Era tan astuta y disimulada que hasta los comerciantes tan sagaces como perrito de la casa de guardián de cementerio, no olfatearon nada.
Dos ancianos se unieron a Kim Pong Rok, y con la sal comprada, partieron hacia el campamento de la guerrilla y llegaron sobre la una o las dos de la tarde.
Les expresé mi agradecimiento, y ordené distribuir la sal a las unidades.
En aquella época la compañera Kim Jong Suk llevaba siempre vinagre con el fin de garantizar la seguridad de la Comandancia. Era la encargada de la cocina de ésta. Echó vinagre en la sal que recibió como ración para la Comandancia y consideró que tenía veneno. Con vinagre es posible saber de inmediato si una comida está envenenada o no. Reacciona en seguida con substancias tóxicas.
Por eso, los miembros de la Comandancia y los guerrilleros de la compañía de escolta no comieron de esa sal. Desde siempre, ellos tenían por norma ética y disciplina no servirse ninguna comida antes que el Comandante. Aquel día tampoco tomaron ningún plato, esperando a que terminara la reunión y yo volviera a la tienda.
En medio de la reunión recibí la información de que la sal que trajeron los ancianos parecía estar envenenada y declaré receso. Eché una porción de sal a la hoguera, y en efecto, se alzó una llama azul. La sal envenenada arde así.
Di al intendente la tarea de recoger toda la sal que había distribuido a las unidades. Al recibir esta orden los compañeros se mostraron muy inquietos. Decían que existían guerrilleros que ya habían consumido una pequeña porción. Algunas unidades, aunque recibieron esa orden, no querían desprenderse de ella gustosas, cuestionando qué veneno tendría la sal. Incluso algunos guerrilleros la escondieron en pequeñas bolsitas.
El mayor problema estaba en que los regimientos No.7 y No.8, la habían comido y partían ya para un asalto.
Nos habíamos propuesto atacar esa noche a los enemigos para conseguir cereales y salir en dirección al campamento secreto de Heixiazigou. Por tal a esos regimientos les dimos esa misión de combate.
Estaba claro que al amanecer se arrojarían sobre nosotros los enemigos que nos enviaron el veneno. Me preocupaba mucho la ausencia de las unidades principales de combate que había enviado a realizar una acción de asalto. Pensé mandar enlaces para hacer que regresaran sin demora, pero en ese preciso momento esos combatientes volvieron jadeantes y débiles. Por primera vez vi al compañero O Jung Hup darme un parte en tal estado físico. A todos les pasaba lo mismo. Hubo compañeros que por no tener ya fuerza en las piernas, se dejaron caer en medio del camino, sin poder llegar al campamento.
Sin duda alguna, los enemigos pretendían aniquilarnos de un golpe o hacernos prisioneros lanzándose sobre nosotros en el momento en que por efectos del veneno perdíamos por completo la capacidad combativa. Probablemente, los muy astutos habían calculado a qué hora llegaría el cargamento de sal a nuestra columna, a qué hora aproximadamente comeríamos los platos preparados con esa sal y cuántas horas después todos nuestros guerrilleros estarían desplomados, sin poder moverse. La situación era más que peligrosa. Toda la columna iba a ser atacada estando intoxicada, excepto los miembros de la Comandancia. Nos vimos en una seria contingencia que decidía si toda nuestra columna quedaba aniquilada o por fortuna se salvaba para seguir la resistencia antijaponesa.
Me sentí mucho más angustiado que en la primavera de 1937 cuando caímos en el cerco de miles de enemigos en Xiaotanghe. No sé cómo expresar la desesperación que experimenté en aquel momento.
En Xiaotanghe, aunque caímos en un cerco de miles de efectivos, teníamos la firme determinación de romperlo mediante un ataque en caso indispensable, pues los guerrilleros no habían perdido la capacidad combativa. Pero ahora la situación era otra. Me veía obligado a hacerle frente a los enemigos con los combatientes intoxicados. ¡Qué situación más desesperante!
Analizamos seriamente la situación. Algunos compañeros, indignados, propusieron castigar en el acto a los ancianos que trajeron la sal. Decían que eran esbirros de los enemigos. Sin ser sus perros no se habrían atrevido a llevarnos la sal envenenada, argumentaron.
Era un juicio a priori. Si esos ancianos se hubieran comunicado con los enemigos y conocido de antemano que la sal estaba envenenada, la habrían entregado a los guerrilleros en la aldea de Xigan, sin necesidad de traerla hasta nosotros. Además, era ilógico creer que el padre trajera la sal envenenada sabiendo que podía matar a su hijo.
Reproché severamente a los que abogaban por castigarlos: ¿Tan locos están que proponen sancionar, en lugar de tratar de modo afable, a los que arriesgando su vida trajeron a cuestas la pesada carga de sal para que sus hijos combatan bien? Parece que el veneno les hizo perder la razón; tal vez esos ancianos, al igual que nosotros, no sabían que esa sal contenía veneno; caímos en una trampa de los enemigos; a mi juicio indudablemente nos atacarán en el momento en que el efecto del veneno sea mayor, por eso los que pueden moverse deben prepararse para el combate sin demora y tomarán medidas de desintoxicación; no tenemos otro remedio; con el alba aparecerán; tenemos poca gente en condiciones de pelear y hoy, en el verdadero sentido de la palabra, libraremos un combate a muerte. Pese a que hablé así, los compañeros de los principales regimientos manifestaron que no tenían fuerzas para moverse.
Les expliqué que, aunque no tenían fuerzas, debían abandonar el lugar antes que los enemigos se abalanzaran sobre nosotros; que, mientras tuvieran vida debían llegar, aun arrastrándose, hasta una zona segura de la selva; si no, nos matarían a todos con los bombardeos aéreos y los cañonazos de sus tropas terrestres que nos cercarían. De esta manera hicimos que los compañeros de los regimientos principales se arrastraran hacia el bosque. Por otra parte dispuse que los escoltas de la Comandancia y la sección de ametralladoras se prepararan perfectamente para el combate.
Poco después, se nos abalanzaron los enemigos tal como lo previmos. Dos días duró aquel combate arduo. Refugiamos en un lugar seguro a los compañeros de los principales regimientos, y sólo los pocos escoltas de la Comandancia y la sección de ametralladoras zurraron y rechazaron a los enemigos. De verdad ellos lucharon a muerte.
En vista de que los enemigos utilizaron el veneno que paralizaba paulatinamente las funciones físicas y espirituales parece que querían cogernos a todos vivos. Si nos hubieran hecho prisioneros, habrían declarado ante el mundo el “fin del combate de castigo al bandido comunista” en Manchuria. Por entonces los enemigos decían que si derrotaban a la tropa de Kim Il Sung, se daría fin a la “guerra de castigo” a las guerrillas.
Después de rechazarlos, nos internamos en el bosque donde estaban refugiados los regimientos, y allí improvisamos un hospital. Estuvimos casi una semana aplicando tratamiento. Dábamos de tomar a los pacientes pócima de habic
Ese incidente con la sal me hizo sudar mucho. Cuando se dio a conocer que la sal contenía veneno, Kim Pong Rok se llevó mayúsculo susto. ¡Cuán angustiado debía de estar por esa sal envenenada que trajo con su padre! Padre e hijo, pálidos como muertos, no sabían qué hacer, ni siquiera pronunciaban correctamente las palabras, como si fueran reos que esperaban castigo.
Manifesté repetidamente a los ancianos que no desconfiábamos de ellos ni en lo más mínimo sino les estábamos muy agradecidos por habernos ayudado de todo corazón. Después de tranquilizarlos así, le di a Kim Il, que estaba al tanto de la situación de Jiandao Oeste, la tarea de llevarlos, no a sus casas, sino a otro lugar seguro. Porque nadie sabía qué perversa acción iban a cometer los encolerizados enemigos contra los inocentes viejos achacándoles la responsabilidad del fracaso de su estratagema y de las numerosas bajas que tuvieron en el combate. Podían matar al padre de Kim Pong Rok y a su vecino por el solo hecho de que concertados con el hijo guerrillero pasaron gran cantidad de sal a la guerrilla.
Kim Il cumplió con responsabilidad la tarea. Llevó a los dos viejos a un escondite seguro y luego envió allí con discreción a sus familias. Además, descubrió lo del veneno en la sal. El hijo del tercer anciano era un agente.
Durante la pasada guerra, los espías que se infiltraron en el sector de la salud pública no vacilaron en perpetrar crueles asesinatos envenenando la comida de los enfermos. Con esos actos siniestros pretendían, además, desanimar al pueblo y sembrar la desconfianza y discordia entre el personal médico. El imperialismo yanqui tampoco titubeó al desatar la guerra bacteriológica para exterminar a nuestra nación.
La contrarrevolución nunca puso reparos en el uso de medios y métodos para atacar la revolución. La historia del siglo XX muestra que los imperialistas, tanto del Oriente como del Occidente, son expertos en el exterminio humano. No cesan de fomentar su habilidad y capacidad para acabar con las personas que quieren vivir de manera independiente, sin someterse a otros. Los imperialistas contemporáneos llevan a cabo, ya no operaciones para aniquilar a unos centenares de revolucionarios y decenas de miles de soldados del ejército revolucionario, sino las de gran envergadura encaminadas a hacer fracasar de un golpe la totalidad de los países socialistas. Por eso, debemos estar, siempre alertas ante sus maniobras.
La escasez de sal que sufrimos en el monte durante la Revolución Antijaponesa fue tan grande que después de la liberación, cada vez que me encontraba con los que venían de la zona fronteriza septentrional, les preguntaba primero por la situación de esa materia. Una vez, hablé con un funcionario que se desempeñaba como vicepresidente de la cooperativa distrital de consumo en Huchang y le pregunté cuál de las mercancías de las que carecían era la que más demandaban los lugareños, a lo que respondió que la sal.
En el verano de 1947 hablé en mi despacho con un niño de la región de Changsong, que regresaba del campamento del monte Kumgang, y él también dijo que la población de su lugar tenía mucha escasez de sal. Por eso dimos a los funcionarios del sector del comercio la tarea de tomar medidas para suministrarle suficiente sal a la población de las zonas montañosas. La región de la provincia de Ryanggang, al igual que Jiandao Norte y Oeste, es montañosa, y distante del mar, por eso era posible que le faltara la sal. En el período de la guerra estuve en Kosanjin y constaté que también en la provincia de Jagang escaseaba sal. Por eso, aunque la situación era difícil por la retirada temporal la resolví personalmente para sus pobladores.
Los funcionarios deben atender constantemente a la población de las zonas interiores para que no tengan escasez de sal.
En las granjas de venados se les dará a comer sal con regularidad a estos animales.
4. Combate de Taehongdan
En mayo de 1939 el General Kim Il Sung volvió a cruzar el río Amrok, al frente del grueso del Ejército Revolucionario Popular de Corea y libró otro combate de aniquilamiento del enemigo en la meseta del Paektu.
Al llegar a la tierra patria los guerrilleros pasaron la primera noche en el bosque de Chongbong a poca distancia del poblado obrero de Rimyongsu en el actual distrito Samjiyon. El lugar en que acamparon se conoció al cabo de casi 20 años. Más tarde se localizaron, sucesivamente, los lugares históricos de Musan y Yonsa.
Abajo recogemos los recuerdos que el Presidente Kim Il Sung evocara en varias ocasiones sobre el combate en la zona de Musan.
La cuestión del avance hacia la Patria que se analizó en Nanpaizi se decidió definitivamente en Beidadingzi.
Los guerrilleros deseaban avanzar cuanto antes hacia la Patria para librar un combate de gran envergadura, que superara al de Pochonbo y al de Jiansangfeng y levantara un gran revuelo en el mundo. No temían a nada, pues era cuando sus fuerzas estaban creciendo con rapidez y además a través de los más de cien días de la Marcha Penosa se habían forjado como el acero.
En la primavera de ese mismo año, con estas fuerzas asaltamos consecutivamente numerosas ciudadelas y aldeas en las riberas del Amrok. Una vez hecho esto, irrumpimos inadvertidamente en el país.
Creo que expliqué varias veces por qué emprendimos esta acción.
Como dije con anterioridad, la marcha hacia la Patria constituía el objetivo más importante de las operaciones militar-políticas del Ejército Revolucionario Popular de Corea. Efectuamos numerosas acciones militares grandes y pequeñas tanto en Manchuria del Norte como del Este, manteniendo invariablemente su objetivo general que era avanzar a la patria y liberarla, y le concentramos toda nuestra fuerza.
Para marchar hacia la patria fue importante escoger el momento oportuno. Si lo fue junio de 1937, también lo era mayo de 1939. Se puede afirmar así porque tanto a la luz de la situación como de nuestra aspiración y el anhelo de la población del interior del país, la marcha del Ejército Revolucionario Popular de Corea hacia la Patria se presentó como un asunto tan apremiante que no podía postergarse ni un momento.
Basándonos en un análisis exacto de la situación interna y externa en el momento decidimos extender de nuevo la lucha armada hacia la profundidad del país.
En mayo de 1939, en el oriente estaba en su apogeo la Guerra Chino-Japonesa mientras que en el occidente se gestaba la Segunda Guerra Mundial.
El imperialismo japonés, a la par que pretendía ponerle fin de inmediato a esa conflagración, que iba cobrando un carácter prolongado, y tanteaba la posibilidad de un ataque a la Unión Soviética, tramó la estrategia de avanzar hacia regiones australes, para lo cual intensificó, al mismo tiempo, el saqueo económico y la represión fascista contra el pueblo coreano, y la ofensiva contra el Ejército Revolucionario Popular de Corea para asegurarse de una sólida retaguardia. Su ejemplo representativo fue precisamente el “incidente de
Este ocasionó un gran daño a las organizaciones revolucionarias de Jiandao Oeste y a una parte de las de Corea septentrional. Aunque no pocas se salvaron,la mayoría de las principales quedaron destruidas. Incluso las que quedaron ilesas se encontraban contraídas.
Después del “incidente de
Dada esta situación, lo más efectivo para insuflarle vigor a la Revolución Antijaponesa era que grandes unidades del Ejército Revolucionario Popular de Corea penetraran en el país y atacaran a los adversarios para mostrar en el interior y el exterior que estaba vivo. Aunque unos cuantos trabajadores políticos penetraran en el país y por más que explicaran que el ejército revolucionario no había desaparecido, que el General Kim Il Sung estaba sano y salvo y que la revolución seguía avanzando, esto no podía producir gran efecto en las circunstancias de entonces.
Otro objetivo importante que perseguíamos al emprender la marcha hacia la Patria estribaba en restablecer y ampliar las organizaciones revolucionarias destruidas y, mediante un mejor trabajo para la construcción de las organizaciones del partido y el movimiento del frente unido, movilizar a la población en la resistencia general.
A raíz del combate de Pochonbo y el de Jiansanfeng fue cuando nuestras organizaciones revolucionarias en el interior del país pudieron engrosar más que nunca sus filas. Era natural que cada vez que librábamos un combate la gente fuera despertándose más y que las personas conscientes se unieran a las organizaciones revolucionarias. Si después de la Conferencia de Nanhutou hubiéramos permanecido con los brazos cruzados en Jiandao Oeste, sin realizar operaciones y hubiéramos perdido el tiempo, sólo consumiendo el arroz que el pueblo nos donaba, no habríamos logrado que en la región de Changbai prosperaran tanto y tan rápidamente las organizaciones revolucionarias.
La causa principal de que en la región de Jiandao Oeste éstas surgieran como brotes de bambú después de la lluvia, consistió, desde luego, en que la labor ideológica fue efectiva, pero mayormente en que entablamos múltiples combates que mostraron el coraje del ejército revolucionario e infundieron la fe en la segura victoria en la Revolución Antijaponesa.
Cuando escogimos la zona de Musan como destino del avance hacia el interior del país, algunos comandantes se quedaron un poco perplejos, porque sabían bien que después del combate de Pochonbo allí el enemigo había multiplicado varias veces sus fuerzas de guarnición que eran las más recalcitrantes. De hecho, para una gran unidad era muy difícil y peligroso penetrar en esa zona.
Sin embargo, por eso fue que decidimos irrumpir allí. Si en tales condiciones lográbamos batir a los enemigos, podía tener un efecto varias veces mayor que operar en cualquier otra zona de Corea septentrional.
Por esa época en la zona de Musan se concentraba un gran contingente de obreros, sobre todo en las minas de
Nuestro propósito consistía en despertar con unos disparos a los obreros del lugar y a los obreros y campesinos de la provincia de Hamgyong del Norte y, a la larga, incorporar de manera más activa a todo el pueblo en la Revolución Antijaponesa.
En la primavera de 1939, las unidades del Ejército Revolucionario Popular de Corea emprendieron la marcha hacia la zona de Musan.
Atravesamos el río por el embarcadero No.5. Lo crucé llevando a la espalda a Ri O Song. Le pregunté cómo se llamaba el río, a lo que respondió que no sabía. Era cuando los guerrilleros no tenían casi ninguna noción de la frontera. Cuando le dije que era Amrok él rogó lo bajara, expresando que deseaba mojarse con las aguas del río de la Patria.
Alrededor del embarcadero había muchas azaleas. Tan pronto como las vieran los guerrilleros soltaron gritos de júbilo.
La escena más inolvidable de aquel día fue la de las guerrilleras que las miraban arrodilladas ante sus matas, llorando y riendo embargadas por la emoción. Algunas de ellas derramaron lágrimas abrazándolas. Aunque sus rostros sonreían, por sus mejillas se deslizaban las lágrimas.
Las azaleas que vimos entonces no eran simples flores, sino eran como una parte de la Patria arrebatada por el enemigo foráneo, como un pedacito de nuestra carne. Aunque las flores sonreían, me pareció que no era solo eso sino también lloraban al vernos, al igual que los guerrilleros que derramaban lágrimas al verlas. El patriotismo es un sentimiento realmente fuerte. ¿Cómo las azaleas podrán estar tristes o llorar? ¿Qué diferencia puede existir entre las azaleas actuales y las del pasado? Empero, a nosotros, que teníamos la tristeza de la ruina nacional, nos pareció que hasta esas flores lloraban lamentándose por el mismo motivo y se quejaban de su mísera suerte que les obligaba a abrirse y marchitarse en la tierra que estaba en manos del enemigo foráneo.
Ese día, los guerrilleros no las llamaron simplemente azaleas, sino azaleas de la patria. Esta expresión encerraba su infinito amor a la patria y al pueblo, y su ardoroso deseo de aproximar la primavera de la restauración y levantar el paraíso para el pueblo sobre la tierra patria liberada.
Siempre que las veo, me vienen a la memoria los días del período de la Lucha Armada Antijaponesa y me siento impulsado a componer versos. ¡Azalea de la patria!, ¡Azalea del monte Paektu!, ¡Azalea encarnada! y ¡Azalea que anuncia la primavera de la patria! ¡Cuántos sentidos tiene esta hermosa flor!
Cuando llegamos a Chongbong, se disipó la neblina, apareció el sol e hizo buen tiempo. Aún recuerdo que hicimos una hoguera y secamos las polainas mojadas de rocío.
Para conocer la situación enemiga y la topografía subimos a la cima del Chongbong. desde donde se veía humo en la lejanía y se oían los hachazos de un talador. Entonces, advertí a los comandantes que se movieran con cuidado porque podía haber enemigos cerca. Y luego indiqué a cada unidad el lugar donde acampar, ubiqué los centinelas y envié exploradores.
Terminados los preparativos para acampar, nuestros compañeros descortezaron árboles y escribieron consignas en sus troncos. En el período de la Lucha Revolucionaria Antijaponesa, los guerrilleros lo hicieron en todos los lugares adonde llegaron. Entre ellos estaba el compañero Ju Yuanai. En un tiempo él vivió en Xinglongcun. Se mostró ejemplar en el estudio y tenía buenas dotes para la caligrafía. Igual era Yan Anji, quien antes del ingreso en la guerrilla trabajó como maestro en una escuela secundaria. También la compañera Kim Jong Suk escribió en varios árboles.
Todos estos inapreciables compañeros ya se alejaron de nuestro lado. Sin embargo, me parece que ellos están vivos, porque quedan esos árboles con sus letras impresas. Nuestro pueblo descubrió un patrimonio muy valioso.
En las consignas escritas en los árboles de Chongbong está plasmado el espíritu de los compañeros que lucharon junto a nosotros. Al verlos, siento que los combatientes están vivos ante mí. Lo que escribieron no son simples consignas, sino deviene valioso documento revolucionario. Por ellas corre, por decirlo así, la sangre de los combatientes revolucionarios antijaponeses. Son patrimonios de valor eterno que nuestro Partido y pueblo deben conservar y atender generación tras generación.
Después de acampar una noche en Chongbong, nos trasladamos a Konchang.
Cuando vivaqueábamos aquí aparecieron dos agentes enemigos, disfrazados de pescadores. En los contornos no había lugares apropiados para pescar. Pese a eso, ellos se acercaron sigilosamente en pleno día a nuestro campamento. Sus movimientos eran sospechosos de manera que nuestro centinela quiso detenerlos para interrogarlos. Uno de ellos huyó y el otro quedó preso. El tenía hasta una pistola.
Según confesó, el enemigo ya sabía que habíamos penetrado en el país, y, movilizando un sinnúmero de efectivos de la guarnición y la policía, escudriñaba cada rincón del bosque.
Como habíamos supuesto no cabía duda de que las fuerzas enemigas se concentraban en esa zona. En esta situación, la mejor medida era burlar rápidamente el cerco enemigo.
Frente a los posibles movimientos del enemigo tomé medidas tácticas para confundirlos en cuanto a la dirección en que nos movíamos. Formé dos pequeñas unidades, una de las cuales envié en dirección a Phot
El día siguiente, por la madrugada, abandonamos Konchang y marchamos hacia el pico Pegue. La niebla era tan espesa que no se podían distinguir las cosas a dos pasos. A la patrulla le costaba mucho tomar el rumbo. Así, pues, la alcancé y lo definí con el mapa de campaña y la brújula. La marcha continuó en medio del gran peligro. Si la tropa de búsqueda enemiga aparecía inesperadamente y nos atacaba, acaecería algo grave. No era un problema aniquilarla, pero, una vez que sonara un disparo, surgiría un gran obstáculo para nuestros movimientos posteriores, de modo que debíamos caminar con los nervios tensos.
Al llegar al pico Pegue, ordené acampar y envié grupos de exploradores para conocer la situación del enemigo. De regreso, ellos informaron que en la selva virgen, al este de ese pico, vieron una carretera muy bien construida. Era la carretera de vigilancia Kapsan-Musan de la que ya teníamos información. Era carretera de emergencia que atravesaba la zona inhabitada entre ambos lugares. Su objetivo era transportar con rapidez, con todos los medios, las fuerzas de “castigo” hasta el punto preciso en el caso de que el Ejército Revolucionario Popular apareciera en el país. Los exploradores dijeron que como la obra se acababa de terminar, la vía estaba bien limpia y esperaba la inspección para inaugurarse, prohibiéndose el tránsito de todas las personas extrañas y añadieron que por todas partes estaban clavadas estacas con la señal de “prohibido el paso”.
Los imperialistas japoneses establecieron en varios lugares de nuestro país zonas de “prohibido el paso” o de “prohibido el acceso”, e impidieron con rigor que los coreanos pasaran por allí. En la época de su dominación, en la parte céntrica de Pyongyang estaban aparte los barrios donde vivían sólo los nipones. Si aparecían los coreanos, los policías y comerciantes japoneses los miraban con ojos fulminantes. Y los niños coreanos no se atrevían a acercarse a las escuelas donde estudiaban los japoneses. Si de vez en cuando algunos que no sabían de este ambiente discriminatorio entraban siquiera en las canchas de tales escuelas eran abofeteados o expulsados como si fueran mendigos. Sin embargo, los niños japoneses podían llegar libremente a las escuelas y aldeas coreanas y hacer todo lo que querían. Una vez, se dio el caso de que algunos bribones japoneses que vivían en la ciudadela de Pyongyang, se abalanzaron en grupo sobre el melonar cerca de la escuela Changdok en Chilgol y acabaron con los melones que un pobre agricultor cultivó durante todo el verano. Yo, junto con mis condiscípulos de esa escuela, los zurré merecidamente hasta que huyeron.
No podíamos permitir que los enemigos establecieran zonas de “prohibido el paso” de los coreanos hasta en las líneas fronterizas. Pensé que aun para demostrar que los coreanos rechazaban la dominación japonesa en Corea se debía demostrar a toda costa, el poderío del Ejército Revolucionario Popular de Corea y así asestar golpes a los adversarios que construyeron la carretera de vigilancia Kapsan-Musan.
A juzgar por el hecho de que ellos la allanaron en la cercanía de la frontera y tendieron rigurosas redes de vigilancia, parecía que estaban desesperados por recuperarse de las derrotas en Pochonbo y Jiansanfeng.
Reuní a los cuadros militares y políticos, les expliqué abiertamente la grave situación y luego, les planteé la siguiente cuestión:
Caminamos en medio del cerco enemigo, los adversarios pululaban tanto adelante, detrás como a ambos lados de nosotros; al saber que hemos llegado al interior del país, preparan una gran operación de cerco y búsqueda con la guarnición fronteriza, la policía y otras grandes fuerzas de “castigo”, traídas de todas partes de las provincias de Hamgyong del Norte y del Sur; ya que el agente que escapó nos vio, es probable que el enemigo ya haya registrado Chongbong y ahora nos estarán persiguiendo pasando por Konchang. Tenemos que avanzar rápidamente a Musan y llevar a efecto el plan operativo trazado en Beidadingzi; pero se nos hace difícil avanzar. Al menor descuido podemos caer en un cerco total. ¿Qué debemos hacer para llegar de un soplo a Musan?
Al escucharme, los comandantes presentaron a porfía sus planes de medidas. Algunos propusieron enviar un grupo de atracción en rumbo a Changbai y llamar la atención del enemigo para luego llegar sigilosamente a Musan, y otros plantearon organizar alrededor del pico Pegue un gran combate como el de Jiansanfeng, si se veía totalmente bloqueado el camino hacia la zona de Musan.
Las propuestas eran interesantes, pero no tan magníficas que nos permitieran avanzar de un soplo a la zona de Musan.
Tras escuchar a todos, sometí a debate sus opiniones y luego expuse mi proyecto. Este era realizar en pleno día la caminata por la carretera de vigilancia Kapsan-Musan que los enemigos acababan de construir y esperaban por la inspección para inaugurarla.
Al instante, los reunidos se quedaron boquiabiertos. Era más que lógico porque proponía realizar en pleno día la marcha con una gran unidad y no por un simple camino para carretas sino por la carretera que el enemigo allanó exprofeso para “castigarnos”. De inmediato, leí en sus semblantes que confiaban a medias en mi proyecto. Esto no me desanimó sino que convenció más de su justeza táctica.
Les expliqué el propósito táctico de mi proyecto y las posibilidades de su ejecución:
La actitud que ustedes adaptan aquí es prueba de que podemos marchar en pleno día por la carretera de vigilancia Kapsan-Musan. Ustedes han quedado aturdidos al escuchar lo que dije al respecto.
Tampoco los enemigos se imaginarán que una gran unidad del Ejército Revolucionario Popular de Corea desfila en pleno día por esa carretera que ellos hicieron especialmente para vigilarnos. He aquí, precisamente, la posible garantía de esta marcha. En improvisar con valentía lo que los enemigos consideran imposible consiste la garantía táctica para hacerla realidad.
Todos los comandantes, llenos de confianza partieron del pico Pegue.
Había tantas azaleas a lo largo del trayecto que los rostros de los guerrilleros en la caminata parecían teñirse de arrebol.
También existían muchas en las riberas del lago Samji. Mezcladas con las reflejadas en el agua formaban un paisaje tan bello que me asaltó el deseo de quedarme y vivir allí, levantando una cabaña. De veras, resultaba asombroso que en una zona montañosa como la meseta Paektu existiera un lugar tan pintoresco.
El paisaje de las mesetas tiene su propia fuerza atractiva. Precisamente el panorama del lago Samji era delicado y encantador a la par de ser majestuoso como si imitara al monte Paektu. Debe decirse que era una armoniosa combinación de la belleza de la altiplanicie con la del llano. Una belleza como la suya no es cambiable ni por oro.
Al admirar el lago Samji, experimenté una vez más, en carne propia, cuán hermoso territorio habíamos perdido.
Muy embelesado por el paisaje del Samji, decidí convertirlo en un lugar de recreo para el pueblo, que asombrara al mundo después de expulsar al imperialismo japonés y liberar la Patria. Esa idea se ha realizado ya con magnificencia.
Hoy, el lago Samji se ha acondicionado no sólo como un antiguo lugar de combate revolucionario que todo el mundo visita sino también como un lugar de recreo famoso por su singular paisaje en la zona alpina.
En 1956, cuando el compañero Kim Jong Il recorrió los antiguos lugares de combates revolucionarios de la provincia de Ryanggang, al frente del grupo de visitantes organizado por primera vez en nuestro país todavía las orillas del Samji, estaban sólo cubiertas de árboles caídos y hojarascas, el hombre casi no las había pisado. En el lago había un bote deshecho y un pabellón de estilo antiguo que los vecinos levantaron antes de la guerra para hermosearlo.
Cuando regresé de la visita oficial a la Unión Soviética y las naciones democráticas populares de Europa oriental, el compañero Kim Jong Il me informó del resultado de las actividades del grupo y contó muy emocionado lo que aprendió y sintió durante el recorrido. Se apenó mucho por el hecho de que los antiguos lugares de combates revolucionarios donde estaba impregnado el espíritu de los mártires revolucionarios no se veían bien acondicionados al nivel requerido, sino con descuido, o quedaban en su estado original y que ni siquiera existían allí guías que explicaran a los visitantes.
El año 1956 fue cuando empezó a soplar, por decirlo así, el viento para eliminar el servilismo a las grandes potencias y el dogmatismo, y a establecerse el Juche en la labor ideológica de nuestro Partido. Hasta entonces, no estaba implantado con firmeza el Juche en la esfera. Como consecuencia no se encontraron muchos materiales y reliquias relacionados con la historia revolucionaria de nuestro Partido, ni se acondicionaron bien los antiguos lugares de combates revolucionarios, ni tampoco se impulsaba de lleno el estudio sobre las tradiciones de la revolución.
Entonces el compañero Kim Jong Il decidió organizar el grupo de visita a antiguos lugares de combates revolucionarios con los alumnos de la Escuela Secundaria No.1 de Pyongyang y efectuar un recorrido por la zona del monte Paektu, lo que fue, de veras, un hecho muy significativo.
Abandonado el lago Samji, caminamos a toda prisa por la carretera de vigilancia Kapsan-Musan hacia la zona de Musan. En ese tiempo, eso se llamaba táctica de correr mil ríes de un soplo, significa correr de un tiro 400 kilómetros.
En el período de la Lucha Armada Antijaponesa la aplicamos en varias ocasiones. Siempre resultó de gran efecto. Pero, ni una vez se había dado el caso de que la gran unidad compuesta por centenares de efectivos, la empleara en pleno día en una carretera que se denominaba de vigilancia. En resumidas cuentas, fuimos nosotros quienes inauguramos la carretera de vigilancia Kapsan-Musan. Por el camino recto marchamos airosos a plena luz del día y llegamos dentro del mismo día a Mupho, a orillas del río Tuman, donde acampamos.
Según se decía, tiempo después, los enemigos, al saber la verdad, lanzaron alaridos, expresando que era un "extraño fenómeno jamás visto”.
Esa caminata resultó más beneficiosa que haber aniquilado varios regimientos o divisiones.
En el campamento de Mupho convoqué una reunión de comandantes, en la cual después de hacer el balance de la marcha, planteé avanzar a la zona de Taehongdan, y como primer paso dispuse realizar actividades militar-políticas en las zonas de Sinsadong y Singaechok.
El día siguiente, por la mañana abandonamos el campamento de Mupho. Tan pronto llegamos a la altiplanicie de Taehongdan almorzamos en las cercanías de Kuksadang y según el plan previsto enviamos la unidad en dos direcciones. Hice que el séptimo regimiento fuera a la zona de Singaechok, pasando por Tujibawi, y yo mismo, al frente de la compañía de escolta y el octavo regimiento, avancé a Sinsadong, al pie del monte Soroun.
En Sinsadong efectuamos actividades políticas. Después de ubicar la Comandancia en una loma al otro lado del riac
Al ver que aparecíamos de improviso en la zona de Musan, los lugareños llenos de emoción y alegría, dijeron que era pura mentira que en el invierno anterior murieron helados todos los miembros del Ejército Revolucionario Popular de Corea, y con admiración preguntaron: ¿De dónde y cómo han podido aparecer en tierras de Musan tantos efectivos?
La barraca no era nada mejor que una boyera o una caballeriza. Lo que nos atrajo especial atención fue la cuerda tendida en medio como para secar las ropas lavadas. Pregunté para qué servía, a lo que contestaron que era para que los obreros pusieran las piernas encima cuando dormían. Explicaron que la barraca era tan estrecha que los obreros se acostaban en dos hileras teniendo por medio esa cuerda y como no podían extender libremente las piernas, las ponían sobre la cuerda alternándose.
Lejos de ser considerados humanamente los obreros recibían peor trato que un buey o caballo, pues estas bestias domésticas eran cuidadas por sus dueños.
Esa noche en la barraca se reunieron muchas personas. Tanto el dormitorio como el patio se llenaron de gente. Ante ellas pronuncié un discurso, y realicé trabajo organizativo-político entre los obreros del lugar.
Aun no puedo olvidar la sincera hospitalidad que esa noche nos ofrecieron los lugareños. Entre ellos había muchos labradores de artigas que no habían podido sembrar por falta de semillas. No obstante, las mujeres nos sirvieron mijo cocido, e incluso fideo de fécula de patatas diciendo que vino el ejército coreano comandado por el General Kim Il Sung.
Conmovidos por su sinceridad, cuando abandonaban Sinsadong, nuestros guerrilleros les entregaron hasta porciones que tenían conservadas en sus mochilas. La compañera Kim Jong Suk sacó toda su reserva de harina de trigo y preparó la sopa de bollos para servir a los del hogar donde se alojó y le untó crema en las manos agrietadas de la hija. Cuando partimos de la aldea lloraron todos sus habitantes.
Previendo que los adversarios golpeados en Singaechok nos perseguirían sin duda alguna, decidí aniquilarlos en la altiplanicie de Taehongdan, cuya topografía nos favorecía. Así pues, una vez en Taehongdan, tendimos una emboscada en una loma y esperamos la llegada del séptimo regimiento de O Jung Hup que estaba en Singaechok. Allí hizo sonar disparos según mi orden y tomó el camino de regreso, pero como estaba algo excitado por haber aniquilado totalmente a los enemigos en Singaechok y capturado hasta varios capataces japoneses, no se daba cuenta de que otros enemigos le perseguían sigilosamente. Eran la guarnición fronteriza y la policía de Changphyong que se movilizaron al ser informados con urgencia del asalto a Singaechok.
Al principio, los guerrilleros creyeron que eran nuestros.
Esto se debía a la densa neblina, pero también a que aprovechándose de esta condición se pegaron demasiado al séptimo regimiento pisándole los talones.
De pronto me di cuenta que esa tropa con cascos era el enemigo. La acción se desarrollaba como previmos, mas resultó muy peligrosa para el séptimo regimiento, pues caminaba ante el cañón del fusil enemigo. Como era demasiado corta la distancia entre ambas partes, los miembros del octavo regimiento y la compañía de escolta emboscados se verían obligados a tirar con sumo cuidado en el caso de que se les diera la orden de disparar. Era posible que, al mínimo descuido, nuestros compañeros fueran alcanzados por las balas nuestras. Pero, esto no era motivo para esperar indefinidamente hasta que se separaran el séptimo regimiento y los enemigos, porque si prolongábamos el tiempo, éstos podían ser los primeros en abalanzarse sobre él. Entonces, los intendentes del regimiento y los obreros de la empresa maderera cargados de botines, sufrirían gran daño.
Dejé que los miembros del séptimo regimiento que avanzaba en el frente de la columna atravesaran la zona de la emboscada y a los de intendencia y los obreros que iban al final les hice una señal para que se tendieran boca abajo, y luego ordené abrir fuego.
Centenares de fusiles abrieron de una vez su boca; su sonido era verdaderamente tremendo. Los guerrilleros estaban muy excitados. Sentían redoblarse el ánimo y la emoción pensando que todo el país lo oiría. Igual me pasó a mí. Los enemigos caían en masa por nuestra intensa descarga. Sin embargo, los sobrevivientes resistían desesperadamente. Los militares y policías ubicados en la zona fronteriza eran más recalcitrantes y feroces que otros. Realmente la resistencia era persistente. Seguro que también los japoneses situaron allí elementos medulares.
La lluvia de balas era tan violenta que los de la intendencia del séptimo regimiento y los obreros no podían levantar la cabeza. Los obreros estaban indecisos sin saber qué hacer. Entre ellos habían también japoneses.
En esos momentos en el campo de batalla se produjo una escena muy interesante. Los obreros se dividieron en dos grupos: los coreanos, con cargas a la espalda, corrieron hacia la trinchera del Ejército Revolucionario Popular, mientras los japoneses, abandonándolas, fueron a gatas hacia la parte de sus militares y policías.
Ningún obrero coreano se pasó al lado enemigo.
Al presenciar esto, me convencí una vez más de que la sangre de cada nación es común.
Ese día, en Taehongdan aniquilamos a casi todos los enemigos con que topamos.
Tuvimos un muerto y dos heridos. El caído se llamaba Kim Se Ok, era el novio de Ma Kuk Hwa, hermana de Ma Tong Hui. Una bala le atravesó el pecho cuando junto con el jefe de la secretaría del séptimo regimiento, guiaba a un lugar seguro a los transportadores de cargas. A juzgar por su herida, no tenía posibilidad de sobrevivir. Si no me equivoco, Kim Song Guk fue quien lo evacuó, llevándolo a cuestas, pues me viene a la memoria que la espalda de su uniforme se tiñó de sangre.
Antes de cruzar el río Tuman quisimos devolver a los obreros de la empresa maderera. Pero ellos no dejaban de seguirnos, diciendo que no podían regresar cuando su salvador Kim Se Ok, había sido gravemente herido.
Aun después de atravesar el río, Kim Se Ok no se recuperó del estado de agonía.
Cuando cerró los ojos, todos lloramos. También los portadores de cargas dejaron que las lágrimas se les deslizaran por las mejillas.
El fue enterrado en la falda del monte Changshan. Después de la liberación desenterramos sus restos y los sepultamos en Taehongdan.
Aquel día en que enterramos a Kim Se Ok, enviamos a Nam Tong Su gravemente herido a un campamento secreto que existía en las cercanías. Allí vivió más de cien días como Robinson Crusoe. Si digo que un hombre gravemente herido, incapaz de moverse libremente, pasó más de cien días sin alimentos, y en un estado totalmente aislado, desvinculado de su tropa, podrán existir personas que no lo crean de inmediato. Pero, eso fue verdad.
El que debía atenderlo era un chino que se llamaba “Ding el Viejo”. Acababa de pasarse del cuerpo de gandules de bosque al Ejército Revolucionario Popular. Lo hizo para ganar dinero, creyendo en la propaganda japonesa de que éste era una “banda de piratas”. Consideró que dedicarse a la piratería en la “banda de piratas comunistas” era más beneficioso que hacerlo en el cuerpo de gandules de bosque. Empero, se dio cuenta de que los del Ejército Revolucionario Popular no eran bandoleros, sino caballeras y pensó que nuestra unidad no era para haraganes como él. Así, pues, se propuso matar a Nam Tong Su y luego volver a su tierra natal. Tuvo en cuenta que si mataba a un guerrillero comunista, constituía una garantía de que no le pasaría nada allá.
Nam Tong Su no tardó en percatarse de la mala intención de “Ding el Viejo” y una noche se escapó de la cabaña, andando a gatas, y pasó dos días en un escondite, cubriéndose con hojarascas. Después que el viejo se fue, apenas podía mantenerse vivo, alimentándose con hojas de árboles y brotes de
Nam Tong Su quedó otra vez aislado por completo. Empezó a deambular en busca del paradero de la unidad y, pasando por Kapsan donde su madre realizaba actividades clandestinas, llegó a Manchuria del Este y ayudó en la revolución china. No recuerdo bien cuándo regresó a la Patria, llamado por nosotros.
Al encontrarnos, él me contó: “Apenas ahora vengo a verlo a usted, mi General, después de haber perdido hasta la frazada que me ofreció”, y prorrumpió en llanto.
Nuestros compañeros dejaron muchas
Al conocer que el Ejército Revolucionario Popular de Corea cruzó airoso el río Tuman tras haber aniquilado a los militares y policías en Taehongdan, en la zona de Musan, los imperialistas japoneses ocupantes quedaron atónitos. Para desmayarlos bastó el solo hecho de que nuestro ejército apareciera en el interior del país.
Después de la Conferencia de Nanhutou, la zona de Jiandao Oeste, al suroeste del monte Paektu, sirvió de principal escenario para las acciones del Ejército Revolucionario Popular de Corea.
No bien avanzamos a la zona del monte Paektu, los periódicos y las agencias de noticias de Corea y de Manchuria provocaron un gran escándalo con informaciones sobre las acciones guerrilleras en la zona de Jiandao Oeste. Los militares y policías ubicados en las cuencas del río Amrok, a lo largo de
El departamento de policía de la provincia de Hamgyong del Sur recogía todos los datos relativos a nuestras actividades bajo el llamado título: “A propósito de los bandidos del otro lado del río” y los informaba o enviaba regularmente a sus homólogos del gobierno general y de Hamgyong del Norte y del Sur, Phyong-an del Norte y otras provincias colindantes con la zona fronteriza, así como a los cuarteles generales del ejército estacionado en Corea y de la división No.19 de Ranam.
Los cerebros del ejército japonés y de la policía trataban de adivinar incluso dónde y qué haríamos al otro día.
Así y todo, no previeron en absoluto que apareceríamos en la falda del monte Paektu, justamente en la zona de Musan donde estaban estacionadas tremendas fuerzas de guarnición fronteriza y aplastaríamos de un golpe a los grupos de militares y policías movilizados para el “castigo” para luego desaparecer como un remolino. Era natural que quedaran boquiabiertos ante el suceso.
Sus errores consistían en que pensaron equivocadamente que el Ejército Revolucionario Popular de Corea se había desintegrado a tal punto de fenecer por las consecuencias de la expedición a Rehe, agravadas por las pérdidas en el tiempo de la Marcha Penosa, y que juzgaron con desacierto que las “pocas fuerzas sobrantes” de nuestro ejército actuarían sólo para subsistir en Changbai, Linjiang y otras cuencas del río Amrok o en lugares recónditos de Dongbiandao septentrional como Mengjiang y Fusong.
El combate de la zona de Musan, junto con el de Pochonbo fue el más significativo y de mayor envergadura de entre las acciones militares que ejecutamos en el interior del país. Si la batalla de Pochonbo manifestó que Corea no estaba muerta sino viva, la de Taehongdan tuvo un significado histórico, porque mostró fehacientemente que el Ejército Revolucionario Popular de Corea del que los enemigos propagaban su ruina total, no sólo se mantenía vivo, sino más bien, creció como una fuerza muy poderosa y continuaba castigando sin piedad a los imperialistas japoneses.
El disparo del Ejército Revolucionario Popular de Corea en la zona de Musan desempeñó el papel de tónico para el corazón en el sentido de que infundió en el desanimado pueblo del interior del país la convicción de que nuestra revolución seguía ascendiendo y que reanimó su lucha que se encontraba deprimida, aunque temporalmente, por la influencia del “incidente de
5. La fiesta de tano en Yushigou
Después de la batalla de Taehongdan el grueso del ERPC trasladó el escenario de operaciones al nordeste del monte Paektu y desplegó intensas acciones militar-políticas moviéndose por las zonas ribereñas del río Tuman. De estas acciones militares el combate de Wukoujiang es representativo y lo más distinguido de la labor política entre las masas fueron los juegos de la fiesta de tano en Yushigou.
Yushigou, en el distrito Helong, era un pueblecito montañoso, situado al otro lado del río Tuman, en la orilla opuesta al distrito Musan.
En los días en que dirigía sobre el terreno la labor en la zona de Taehongdan, a orillas del río Tuman el estimado Líder, camarada Kim Il Sung, recordó con profunda emoción los hechos de significación histórica de la época en que desarrollaba acciones militar-políticas en el nordeste del monte Paektu después de la batalla de la zona de Musan.
Me viene a la memoria la partida de fútbol que tuvimos en la fiesta de tano de 1939 en Yushuigou. Aunque han transcurrido más de 30 años, no la he olvidado. Habrá quienes no crean del todo si afirmo que los que libraban la guerra de guerrillas jugaron fútbol. En esta guerra no se peleaba únicamente, con las armas y disparando durante todo el tiempo. De acuerdo con las características de la guerrilla, disfrutábamos de actividades culturales, a la par que peleábamos. En la primera mitad de la década de 1930 también organizamos con frecuencia encuentros deportivos en las zonas guerrilleras. La guerrilla de Wangqing contaba con un buen número de diestros futbolistas.
Y después, organizamos partidos de fútbol en Luozigou y en Yushigou poco antes de emprender la segunda expedición a Manchuria del Norte, y resultaron muy interesantes. Los coreanos residentes en Jiandao jugaban fútbol bien, sobre todo los de Longjing.
Al concluir la batalla de Taehongdan mudamos, tal como estaba previsto, el escenario de lucha al nordeste del monte Paektu. Queríamos preparar esta zona como base estratégica de nuestra revolución. En la reunión de cuadros militares y políticos, efectuada en Dagou, en el distrito Antu, en la segunda quincena de mayo de aquel año, orienté intensificar las acciones militar-políticas en la región al noreste del monte Paektu para levantar allí otro poderoso baluarte de la revolución.
Las bases de la revolución que creamos después de la disolución de las zonas guerrilleras, estaban ubicadas, en general, en Jiandao Oeste y diversas partes del interior del país, teniendo al monte Paektu como centro. En estas condiciones, si creábamos otras bases en las zonas del nordeste del Paektu y las ribereñas del Tuman, en Corea septentrional, podríamos expandir por todo el país bases de actividades, operaciones y de intendencia del ERPC y, apoyándonos en ellas impulsar de modo más enérgico la revolución coreana en su conjunto.
Ampliar y desarrollar la revolución no es cosa de otro mundo. Lo principal es engrosar las filas con hombres que puedan ser fuerza motriz de la revolución; es necesario también, aumentar las bases de actividades e incrementar el armamento. En otras palabras, podemos decir que resolver el problema de los hombres, el terreno y las armas de acuerdo con la exigencia de la situación objetiva, e ir incrementando de modo constante estos factores, significa precisamente profundizar la revolución. Si hay hombres, terrenos y armas, es del todo posible defender la revolución, extenderla y desarrollarla.
Para establecer las bases, es preciso, ante todo, desplegar intensas operaciones militares para mantener a raya a los enemigos y preparar condiciones favorables para desplegar libremente la labor política y las actividades encaminadas a crear las organizaciones entre los habitantes de la región dada. Sólo entonces los enemigos no podrán obstaculizar las acciones del ejército revolucionario. Después de la batalla de Taehongdan, no bien cruzamos el Tuman, libramos sucesivamente muchos combates, entre otros los de Dongjingping, Huifengdong, Wukoujiang, Qingtoucun y el asalto a la empresa maderera cerca de Qingshanli, y cada una de estas acciones fue para imponernos militarmente a los enemigos y preparar condiciones propicias para las actividades del Ejército Revolucionario Popular.
Al concluir un combate entrábamos profundamente entre la población para realizar la labor política y crear organizaciones. El que en Yushigou los guerrilleros y habitantes reunidos en un lugar, festejaran con alegría el día de tano fue una de las labores políticas que organizamos en forma singular.
Cada vez que nos trasladábamos a un nuevo escenario desplegábamos vivamente la labor política, valiéndonos de varias formas y métodos, de acuerdo con la situación, para acelerar de modo activo el proceso de dotar a las masas con la conciencia revolucionaria y consolidar el terreno de masas de la lucha armada. Este fue nuestro tradicional método de trabajo e invariable modo de actuar.
No planteamos o preparamos de antemano los juegos de la fiesta de tano en Yushigou. Por entonces no podíamos ni pensar en estas cosas debido a la brutal represión del enemigo y la rigurosa situación. Después de concluir la operación de avance a la zona de Musan pasamos al otro lado del río, a la tierra de Helong, donde nos encontramos con la población y fue entonces que decidimos organizar dicha festividad.
Como percibimos en todas partes, también en Jiandao los habitantes estaban muy encogidos, se les había caído el ánimo.
Los primeros con quienes hablamos en Helong eran dos jóvenes campesinos. Eran hermanos, opiómanos. En ese entonces en el Nordeste de China abundaban los fumadores de opio. Como el opio se usaba como moneda corriente, es más que comprensible que sucediese eso. El consumo del opio se propaga tanto más gravemente cuanto más se corrompe el mundo. Los hermanos vivieron en Corea hasta que el éxodo de inmigrantes los arrastró a Jiandao.
Como me extrañaba que aquellos jóvenes hechos y derechos fueran opiómanos, les pregunté cómo adquirieron este vicio tan dañino que destruye el cuerpo y el alma, cuando para cultivar la tierra necesitaban tenerlos bien sanos.
Los hermanos, casi sin mostrar pudor respondieron: “Si no fumamos ni opio, ¿cómo quiere que vivamos en este mundo inclemente?; como vivimos no por querer sino por no poder morir, no hay otra solución que fumar opio para olvidar todas las cosas del mundo; al principio, tratamos de lograrlo con licor, pero como éste se debe tomar en grupos alborotosos, invitando unos a otros a beber, no podíamos ni siquiera disfrutar de este esparcimiento a nuestras anchas porque los japoneses lo consideran ilícito y prohiben que se reúnan varias personas ni en días festivos. Así fue como nos pusimos a fumar opio.”
Y añadieron que aunque pronto llegaría la fiesta de tano en mayo, no les importaba pues no se podían reunir siquiera para beber una taza de licor casero. Antes, dijeron,en la tierra natal se divertían alegremente el día de tano ora midiendo la fuerza en el sirum , ora columpiándose y comiendo tok de artemisa, pero desde que el país les fue arrebatado no podían ni pensar en los juegos festivos.
Me dio pena escuchar sus lamentos. Si uno no tiene un sueño en el corazón, es igual a un muerto vivo. El hombre vive para disfrutar de la gracia de la vida y no para comer y dormir. La gracia de la vida significa la dignidad de vivir. Vivir dignamente quiere decir que el hombre disfrute de una vida humana ejerciendo a sus anchas los derechos como ser humano y creando otra vida mejor. Pero los hermanos opiómanos no sentían esta dignidad de vivir. ¿Qué vida humana podía ser la de ellos entre altos muros y alambres de púas? Eso no era vivir sino vegetar. Existir al margen de la vida no tiene ningún valor ni significado.
Desde la infancia yo no veía con buenos ojos a los opiómanos. Pero, con respecto a estos dos jóvenes hermanos campesinos no pude menos que sentir compasión.
Les aconsejé con las siguientes palabras:
En este momento crítico en que se decide la vida o muerte de la nación, perder inútilmente el tiempo, fumando opio, es un crimen imperdonable para los jóvenes coreanos. Miren a estos jóvenes enlaces guerrilleros y las guerrilleras que empuñaron los fusiles para salvar el destino del país. ¿No les da vergüenza? ¡Dejen de fumar opio!
El mayor, rascándose la cabeza, confesó que se sentía avergonzado de vivir desordenadamente, sin ningún sentido.
Después de haberme encontrado con los dos hermanos opiómanos pensé en nuestro deber de realizar mejor las actividades militar-políticas para que el pueblo pudiera vivir con esperanza y ánimo. Sin embargo, sólo con la labor política oral no podíamos elevar el ánimo del pueblo. Este quería ver con sus propios ojos y oir directamente cómo avanzaba victoriosamente la revolución. La revolución que podía ser vista y oída significaba precisamente el combate. Estábamos en la década de 1930, cuando un solo disparo surtía mayor efecto que decenas de discursos.
Por eso, intensificamos las operaciones militares junto con la labor política. Ante todo, golpeamos a los enemigos en Huifengdong y la aldea concentrada vecina donde vivían dichos hermanos. Nuestros ataques fueron tan fuertes que los enemigos huyeron dispersamente a los bosques, sin hacernos frente con un solo disparo. Los habitantes de Huifengdong no cabían en sí de gozo al presenciar nuestras acciones.
Al vernos operando con éxito después de habernos trasladado al noreste del monte Paektu, donde asaltamos sucesivamente más de 10 aldeas concentradas en las riberas del río Tuman y aniquilamos a varios cientos de enemigos, los imperialistas japoneses se empeñaron de modo desesperado en frenar las acciones de nuestra unidad. Esto ocurría en la época en que el ejército Guandong provocó la guerra regional en Jaljingol. Al estallar esta guerra, se fueron al frente decenas de miles de efectivos del ejército japonés. Había motivos para que los enemigos vociferaran que era tiempo de emergencia. Y precisamente entonces en la profundidad de su retaguardia se dejaron oir los disparos del ejército revolucionario, lo que los aturdió sobremanera.
Los montes de la zona de Helong estaban prácticamente cubiertos de enemigos vestidos con uniformes de color amarillo. En la “operación punitiva” se movilizó un número tan grande de efectivos que un día, después de observar con los binoculares sus movimientos, nuestro jefe de Estado Mayor se me acercó con la cara muy pálida. Y expresó que si continuábamos los combates, podríamos sufrir un grave fracaso. Decía que los enemigos eran incomparablemente superiores en número.
Le expliqué que desde el mismo día en que fundamos el ejército siempre tuvimos que enfrentarnos a un enemigo numéricamente superior en decenas e incluso cientos de veces, y no a adversarios inferiores; que era imposible abandonar las operaciones ya iniciadas por no alcanzar nuestras fuerzas; cuanto más nos viéramos en situaciones adversas como esta tanto más debíamos golpear a los enemigos, sin tregua, aplicando tácticas ingeniosas.
En aquel entonces a la Comandancia llegó una información de exploración, según la cual un oficial japonés, premiado por el emperador por sus sobresalientes méritos combativos en el frente de Huabei, había llegado a Baiyiping para asumir el mando del “cuerpo de punición”. Se decía que aquel oficial iba a Japón para pasar las vacaciones de premio por sus hazañas militares. Pero, al oir que el grueso del ERPC, irrumpiendo en los territorios de Antu y Helong, operaba libremente, asaltando aldeas concentradas, expresó esta fanfarronada: “Es una vergüenza para el ejército imperial y la nación japonesa sufrir fracaso tras fracaso, sin poder hacer frente siquiera a una unidad guerrillera. Yo aniquilaré a la unidad de Kim Il Sung y así lavaré la honra.” Parece que aquel oficial era muy vanidoso.
Se decía que él, con un “Asura” tatuado en el pecho, se portaba como un héroe invencible. En el budismo “Asura” es el Dios de la guerra.
El grupo de exploradores que estuvo en Baiyiping trajo, junto con la información sobre este “Asura”, la extraña información de que los policías japoneses en el distrito Helong estaban preparando para nosotros regalos con motivo de la fiesta de tano. ¿Habráse visto una caricatura tan ridícula como aquélla? Por una parte, el “Dios de la guerra”, que premiado por el emperador, iba a su tierra natal de vacaciones, llegó voluntariamente a Baiyiping para “castigarnos”, y por la otra los policías preparaban regalos de fiesta para nosotros. De ser correcta esta información no había duda de que lo del regalo constituiría una farsa inaudita. Era imposible que lo hicieran para felicitarnos sinceramente.
Al juzgar que ellos actuaban tan irreflexivamente por ser leve el golpe del ejército revolucionario, elaboré el plan de atraer a los enemigos de Baiyiping hacia el río Wukoujiang y allí aniquilarlos de un golpe.
El lugar que escogimos para esta operación era un juncal, a poca distancia de Baiyiping. Por el medio de este juncal serpenteaba el Wukoujiang y a lo largo de una de sus orillas se extendía un camino. En ambos lados del río y el camino había bosques, condición favorable para tender una emboscada. Los enemigos aparecieron allí a una hora bastante tardía de la mañana, cuando ya la neblina comenzaba a disiparse. Varios cientos de enemigos, equipados con armas pesadas, caminaban animadamente. Delante iban varias ametralladoras.
Cuando toda la fila entró en el área de nuestra emboscada el oficial que llevaba un sable largo al cinto, se detuvo de súbito al lado de la cañada y gritó que veía
En el instante en que el “Asura” se levantaba de la zanja di la orden de fuego. En un abrir y cerrar de ojos le hicimos más de 200 bajas al enemigo entre muertos, heridos y capturados. El “Asura” estaba tumbado a orilla de la cañada con la mitad del sable fuera de la funda. Nuestros guerrilleros se burlaron de él diciendo que si hubiera pasado tranquilamente las vacaciones en su tierra natal, habría podido salvar la vida, pero encontró la paz en otro mundo por haber bravuconeado inútilmente.
Aquel fue el famoso combate de Wukoujiang, denominado también combate de Baiyiping. Yo también leí las memorias de Jo Myong Son sobre este combate. Después de morder el polvo de la derrota en esta acción los enemigos no se atrevieron a aparecer por aquel valle. Desde entonces la población llamó aldeas cerradas a las situadas en las riberas del Wukoujiang, lo que significaba aldeas con las puertas cerradas al enemigo. Gracias a la aparición de muchas aldeas cerradas en esa región, pudimos realizar tranquilamente la labor política.
Los juegos de la fiesta detano en Yushigou fueron a la vez una forma de festejos por las brillantes victorias de las unidades del ERPC en el combate de Wukoujiang y otros librados en las riberas del río Tuman.
Los poblados de las riberas del Tuman estaban tan animados como si hubieran acogido el día de la liberación. Los jóvenes y hombres de mediana edad dispuestos a divertirse a plenitud el día de tano instalaron columpios y prepararon la arena de la lucha tradicional.
Cuando nos íbamos a retirar después del combate de Wukoujiang sucedió algo interesante. Un labrador vino a nuestra unidad con cigarros, licor y diversas comidas. Al principio, pensamos que aquellas cosas nos las enviaban los pobladores. Pero, para nuestra sorpresa el campesino, negando con gestos de la mano, explicó que aquellas cosas no eran de ellos, sino las enviaba para la fiesta el jefe de la policía del distrito Helong al General Kim Il Sung. Así se corroboró la información traída por el grupo de exploradores.
En el lío de los regalos también había una carta sellada. Estaba dirigida a O Paek Ryong. Según cómo los enemigos pusieron expresamente el nombre de O Paek Ryong, parecía que sabían bien que él disfrutaba de mi confianza. En la carta se decía: “Llevan peleando casi 10 años contra el imperio japonés y en este curso se habrán dado cuenta de cuán grande es su poderío. Como se acerca la fiesta de tano disfruten de estos regalos y después dejen de pelear. En adelante, nos entregarán tributos anuales. ¿Qué dicen? Si no aceptan este chantaje, van a sufrir grandes desgracias.”
Según supimos posteriormente, los imperialistas japoneses ordenaron escribir esta carta de amenaza a Unami, quien por esa época detentaba el mando del “destacamento punitivo” de la policía en Helong. Unami desempeñaba a la vez el cargo de jefe de la sección de policía en este distrito. Vino a Manchuria muy joven, casi un adolescente, y jurando consagrar toda su vida a la lucha contra los comunistas sirvió en la policía del consulado.
Fue en el otoño de 1932, cuando nos encontramos por primera vez con Unami. Al regresar de la expedición a Manchuria del Sur asaltamos la ciudadela distrital de Dunhua, y entonces Unami, nos opuso una desesperada resistencia desde la estación policíaca del consulado japonés. Oímos que al lograr sobrevivir en aquella ocasión fue premiado por sus superiores.
En el ejército japonés existía un régimen, según el cual los caídos en los combates, fueran vencedores o vencidos, eran ascendidos a un grado superior y se les entregaban importantes premios en dinero. También los heridos recibían este premio. Como era un ejército capitalista en que todo se movía con el dinero, no había otro incentivo que recurrir a este método. También Ri To Son ganó una estrella más después de la muerte.
Unami ascendió vertiginosamente al actuar en diversas partes de Manchuria del Este dentro de la red de inteligencia policíaca y ya en 1939 encabezó el “cuerpo de punición” de la policía con varios cientos de efectivos.
Con posterioridad él expresó ante los periodistas que la carta en cuestión era una amenaza, pero, según nuestro parecer, era similar a una petición. Como no sacaba nada con el fusil y la bayoneta, trató de resolver el problema con nosotros, aunque tuviera que implorarnos.
Para que una amenaza surta efecto es necesario elegir correctamente el momento. Es decir, para tener el resultado deseado hay que enviarla cuando el adversario no sepa qué hacer estando a la defensiva o extenuado al extremo sin ánimo combativo.
Sin embargo, Unami equivocó tanto el momento como el objetivo. En ese tiempo, nosotros manteníamos toda la iniciativa. Nuestra lucha armada estaba en pleno proceso de ascenso. El ERPC era fuerte tanto en fuerzas como en táctica. Sin duda, Unami, aunque temía a nuestro ejército, lo consideró de escaso potencial.
Más o menos en el tiempo en que Unami nos enviara la carta de amenaza, Tsutsui, jefe de la policía en la provincia de Hamgyong del Norte, según la orden de Minami, gobernador general de Corea, se fue a la zona del cantón de Samjang, en el distrito Musan, acompañado por periodistas y con una gran cantidad de obsequios para consolar a los militares y policías que habían sido golpeados por nosotros. También a raíz de la batalla de Pochonbo, para investigar las consecuencias Minami envió al mismo lugar al jefe del departamento de policía del gobierno general de Corea al frente del “grupo de inspección”, denominado por él mismo.
En la carta Unami nos amenazaba con una “gran desgracia” o algo por el estilo, pero esto no pasaba de ser una fanfarronada.
Dije a O Paek Ryong que escribiera una carta de respuesta.
El no era un hombre de letras, empero la redactó bastante bien en términos fuertes: “Ustedes padecieron durante 7 u 8 años para ´castigarnos´, pero ¿cuál es el resultado? ¿Fuera de servirnos de suministradores de armas y abastecedores de alimentos, qué otra cosa hicieron? No nosotros sino ustedes están en una situación lamentable. ¿No sería mejor que dejen de sus correrías y vuelvan a sus casas donde los esperan sus esposas e hijos? Como faltan unos cuantos días para la fiesta de tano, espérenme con el pastel preparado, pues seré su invitado y les señalaré qué deben hacer.”
Ordené tomar medidas para que el día de tano todas las personas que vivían a lo largo de los 12 kilómetros del valle de Yushigou participaran en los juegos y que también vinieran los que pudieran de Huifendong y otras aldeas vecinas.
En Yushigou había un terreno llano de varias hectáreas. Allí instalamos dos porterías y jugamos al fútbol. Si se difundía la noticia de que en el momento en que los enemigos estaban concentrando muchas fuerzas “punitivas” en la zona de Helong nos divertíamos con toda tranquilidad, jugando incluso al fútbol, en el medio de esta zona, podía lograrse un efecto imposible de alcanzar ni con varios combates ni con cientos de discursos. El juego de fútbol en la zona enemiga fue otro método peculiar de realizar la labor política a nuestro estilo.
El partido de fútbol entre el equipo del ejército revolucionario y el de los jóvenes aldeanos era cosa de ver. Claro que no se podía hablar de buena técnica y era también floja la organización en el movimiento, pero como los jugadores de ambos equipos tiraban en falso como por turno y caían y sus cuerpos rodaban sobre la
Los viejos expresaron que por primera vez desde que se constituyera la aldea la gente reía a sus anchas, olvidándose de las miles preocupaciones.
El partido terminó empatado. Sin embargo, en el plano político su resultado fue un triunfo.
Igualmente, la competencia en columpio y el torneo de lucha se efectuaron en un ambiente bullicioso y también el programa recreativo conjunto de guerrilleros y civiles y la función artística fueron un gran éxito, sobrepasando mucho el tiempo previsto porque el público a menudo hacía peticiones. Los aldeanos agradecieron al ejército revolucionario la organización de las fiestas de tano.
Aquel día decenas de jóvenes de Yushigou solicitaron el ingreso en nuestro ejército. Este hecho quería decir que nuestra labor política conmovió grandemente el corazón de los aldeanos. También los juegos deportivos y otros recreativos deben considerarse como formas del trabajo político.
En nuestro país existen cientos y miles de teatros, cines y clubes. Si a ellos se suman las salas de reunión de los organismos y las empresas, llegarían a varias decenas de miles de salas donde se pueden reunir las masas. Ellos constituyen excelentes medios para desarrollar cuanto se quiera la labor política y las actividades culturales masivas. No obstante, los trabajadores directivos no los aprovechan de modo eficiente. Invertimos mucho dinero para construirlos, pero fuera de casos de importantes actos o reuniones permanecen ociosos. ¡Qué bueno sería si en esas instalaciones se organizan con frecuencia conferencias científicas o sobre la situación actual, concursos de oratoria o veladas de poesías, así como encuentros con renombrados científicos, escritores, artistas y deportistas, héroes e innovadores del trabajo!
Pese a las condiciones de la guerrilla, sin micrófonos, teatros ni emisoras de radio, aprovechamos todas las posibilidades para realizar incesantemente la labor política entre las masas populares.
Posteriormente, los habitantes de Yushigou y de otras aldeas vecinas nos ayudaron con celo en la lucha. Pienso que también aquellos jóvenes hermanos opiómanos de Huifengdong habrán dejado su vicio y actuado bien incorporados a alguna organización.
Las actividades del gran Líder para implantar el ambiente revolucionario en las aldeas de las riberas del Tuman no se limitaron a la zona de Helong. El también prestó profunda atención a la revolución en el interior del país. Unos días antes de la fiesta de tano estuvo en el pico Kuksa y dirigió la reunión de los jefes de las organizaciones clandestinas revolucionarias y los activistas políticos clandestinos. Este monte está situado a orillas del río Sodusu, un afluente del Tuman.
Ri Tong Gol, jefe de un grupo de trabajo político, desempeñó el papel principal en la preparación y convocatoria de la reunión. Siempre que dicha reunión era objeto de conversación, el Líder recordó a Ri Tong Gol con un singular sentimiento de cariño e intimidad, valorándolo como un fiel comandante.
Al terminar el combate de Taehongdan y llegar a la tierra de Helong, al otro lado del río, convocamos de inmediato la reunión del comité del partido de la Comandancia y liberamos al compañero Ri Tong Gol de la sanción. Y le asignamos ese mismo día la importante tarea de realizar trabajo político en el interior del país.
Teníamos muchas tareas que realizar por la revolución en el país. La principal tarea consistía en restaurar y ampliar cuanto antes las organizaciones revolucionarias clandestinas destruidas a causa del “Incidente de
Dije a Ri Tong Gol que como teníamos planificado efectuar una reunión de los jefes de las organizaciones clandestinas y los activistas políticos del interior del país en un lugar adecuado dentro del área de Musan, en cuanto llegara allí debía ocuparse de los preparativos necesarios. El cumplió exitosamente la tarea. Primero puso bajo su control a los coreanos residentes en las aldeas chinas de las riberas del Tuman, y aprovechándose de esta condición pudo venir a menudo al país, donde buscó la línea de las organizaciones y realizó con diligencia la preparación de la reunión.
Kim Jong Suk fue quien en aquel entonces le ayudó de modo activo en el trabajo, asegurando bajo su responsabilidad la comunicación entre él y la Comandancia. Con frecuencia la enviábamos a las aldeas fronterizas de las riberas del Tuman para que entrara en contacto con él. Le transmitía a tiempo las directivas y propósitos de la Comandancia haciendo las veces de puente entre ésta y él. Por aquel tiempo, los campesinos de la zona del cantón Samjang, del distrito Musan, que no poseían suficientes tierras, pasaban la estación del verano en territorio chino, y cuando llegaba el otoño recogían las cosechas y regresaban a Corea. La gente de Musan le decía a esto la “agricultura en Jiandao”. También un buen número de los de la región de Kapsan se ocupaban de ese tipo de agricultura. Kim Jong Suk, primeramente, puso bajo su control a esta gente y por su conducto aseguró las relaciones con el interior del país.
En la tarea de habilitar de modo revolucionario la zona de Musan y Yonsa, Ri Tong Gol y Kim Jong Suk desempeñaron el papel principal.
A unos 20 días que recibiera la tarea Ri Tong Gol terminó la preparación de la reunión.
Aquel mismo día, guiado por él crucé el río Tuman por el puente del embalse para maderadas y subí al pico Kuksa, fijado como el lugar de la reunión. En la reunión se discutieron una serie de medidas para ampliar las organizaciones clandestinas revolucionarias y mantener en ascenso a la revolución coreana.
Después de la reunión él me planteó dos problemas: uno era que quería extender y desarrollar la organización que había constituido en la zona de Samjang hacia la zona de Yonsa, de acuerdo con la orientación trazada en la reunión del pico Kuksa, para hacer de ella un modelo de organización partidista y de la organización de la Asociación para la Restauración de la Patria, y otro era que consideraba beneficioso hacer que todos los participantes de la reunión estuvieran en las festividades de tano de Yushigou para enseñarles el método de trabajo político a los jefes de las organizaciones del interior del país.
Acepté los dos planteamientos.
El pasó la fiesta de tano junto con nosotros en Yushigou y volvió a su base secreta, donde transmitió a las organizaciones de la ARP las orientaciones dadas en la reunión del pico Kuksa y, al mismo tiempo, en contacto con un militante de la organización del país, hizo los preparativos para trasladarse a la zona de Yonsa . Pero, fue sorprendido en su base secreta, y al ser alcanzado por una bala, cayó en mano de los enemigos.
Después de su detención, al campamento de Wukoujiang vino un miembro de la organización con la libreta de apuntes secretos que él le había dejado. En ella estaban anotada en clave la situación en que se encontraban las organizaciones clandestinas en Dagou, en el distrito Antu, y Yushigou, en el distrito Helong, y en la zona de Samjang y Yonsa en el interior del país, y el plan de actividades en la zona de Yonsa. Parece que pensando en casos emergentes, anotó a menudo los datos necesarios y los guardaba en la casa de este miembro de la organización.
Según afirmó Pak Tal, aun en prisión Ri Tong Gol se comunicó con los camaradas de revolución tocando en la pared de la celda y los llamó a la lucha. También luchó con valentía en el tribunal. Se dice que cada vez que aparecía en el tribunal exclamaba primero “¡Viva la revolución coreana!” y demostró su espíritu de comunista.
Al igual que Kim Ju Hyon, también cometió un error serio en el curso del trabajo, pero supo corregirlo en la práctica revolucionaria y concluyó bien su vida. En el trabajo el hombre, que no es una máquina, puede cometer de vez en cuando errores. Y cómo rectificarlos depende de su idea y autoeducación. Ri Tong Gol se autocriticó de modo sincero y se templó bien ideológicamente después de haber sido destituido del cargo de comisario político de regimiento. Gracias a esto pudo recuperar dentro de poco tiempo la confianza de los camaradas.
Según casos, el valor verdadero del hombre se revela más claramente cuando recibe una sanción. Si la organización le impone alguna sanción, el hombre de escasa autoeducación en vez de aceptarla honestamente, refunfuña diciendo que si es excesiva, que si es injusta o que si es exagerada. Y en tal o cual forma se venga de las personas que le criticaron y se aísla de los camaradas. Si los camaradas que trabajan en el mismo puesto revolucionario no se abren mutuamente el corazón , ¿qué sentido tendrá vivir? Quien no abre el corazón a los camaradas, será marginado del colectivo y finalmente llegará a soñar con otras cosas.
Al contrario, quien está bien preparado siempre acepta de modo sincero y serio las críticas de los camaradas, por muy duras que sean. Tales hombres consideran como tónico las críticas de los camaradas. Kim Ju Hyon y Ri Tong Gol, aunque fueron sancionados tan severamente como fue ser destituidos de los cargos de comandantes, lograron rectificar por completo sus errores, sin decepcionarse ni degradarse, porque consideraron como tónico las críticas de los camaradas y las asimilaron enteramente.
Según la capacidad de asimilación de las críticas de los camaradas, se puede saber la personalidad del hombre y su grado de autoeducación. Ri Tong Gol fue uno de los comunistas que puede servir de ejemplo de personalidad y autoeducación.
Aunque Ri Tong Gol cayó, el sudor y la sangre que derramara se convirtieron en decenas y cientos de simientes de la revolución en las zonas ribereñas del Tuman y el interior del país. Después de su detención, Kim Jong Suk fue a la zona de Yonsa en lugar suyo para seguir manteniendo los contactos con los miembros de las organizaciones del lugar y constituyó las organizaciones del partido y la ARP tal como él anhelaba. Estas organizaciones sirvieron de inapreciable sostén en la preparación de la resistencia de todo el pueblo.
No debemos ver el Tuman como un río cualquiera.
6. Entereza revolucionaria de las combatientes
El gran Líder, camarada Kim Il Sung, recordaba a menudo a las combatientes que sin llegar a ver el día de la liberación de la patria murieron heroicamente en combates o el patíbulo, y a las guerrilleras que cumplieron fieles hasta el fin el deber moral revolucionario.
En este epígrafe presentamos una parte de sus recuerdos de las combatientes que en los días más duros de nuestra revolución sacrificaron su vida, sin la menor vacilación, en defensa de los intereses de ésta y el honor de las comunistas.
He recorrido satisfecho el nuevo Cementerio de Mártires Revolucionarios. Veo que ustedes han hecho muchos esfuerzos para construirlo.
¿Los restos de cuántas combatientes reposan aquí? Si son más de diez, es una cosa muy buena. Todas merecen que su busto y el cipo con su nombre estén aquí.
Ri Sun Hui se desempeñó bien como activista de la Juventud Comunista. Por un tiempo trabajó como jefa del departamento de asuntos infantiles en la región de Wangqing. Yo la conocía bien. Era una mujer de entereza. Los enemigos, menospreciándola por su corta edad, trataron de sacarle los secretos de las organizaciones clandestinas, pero todo fue en vano. La torturaron cruelmente, pero ella no reveló nada. Debemos presentar merecidamente a tales luchadoras ante las nuevas generaciones.
La madre Jang Kil Bu, aunque no fue guerrillera, tuvo una vida digna como madre del revolucionario Ma Tong Hui. Ella envió también a su hija y nuera a la guerrilla. Y ella misma ayudó a los revolucionarios. Su hijo, hija y nuera cayeron cuando participaban en la lucha armada. Todos los que pelearon en la guerra antijaponesa son héroes. Si por entonces hubiera existido el sistema de otorgar el título de héroe, los hijos de la madre Jang Kil Bu y su nuera habrían sido héroes. Como madre de tres héroes, ella merece estar enterrada en el Cementerio de Mártires Revolucionarios. Pese a su avanzada edad, también tuvo una activa participación en la construcción socialista.
Excepto ella, todas las otras fueron guerrilleras que, fusil en mano, lucharon junto con nosotros en la Revolución Antijaponesa.
En la grada en que están los restos de los camaradas Kim C
Yo fui quien indiqué que también descansaran en la misma grada los restos de C
C
Fue en la primavera de 1936, según recuerdo, cuando la vi por primera vez. Por entonces, muchas guerrilleras que servían en las unidades de las zonas de Yangji y Helong, fueron incorporadas a nuestra unidad principal. Entre ellas estaban Kim Jong Suk y C
Las guerrilleras solían llamar a C
El hecho de que los camaradas le llamaran hermana no solamente se debía a su edad. Siempre sirvió de ejemplo, tanto en la vida cotidiana como en el cumplimiento de las misiones. Además, atendía con esmero a los compañeros de armas. Tenía una alta capacidad política y de mando, pues había realizado durante varios años actividades en las organizaciones locales, principalmente en la Juventud Comunista, la Asociación de Mujer y las tropas chinas antijaponesas. Por eso, yo solía encomendarle muchos trabajos difíciles. Aun después de la Conferencia de Xiao
Todos los jefes y combatientes de la unidad principal siempre la miraron con admiración por su excepcional lealtad y espíritu revolucionario. Todo lo que hacía emocionaba a los compañeros. No fueron una o dos veces las que también yo admirara su alto sentido del deber moral y su noble personalidad. Durante la Marcha Penosa presencié que en horas avanzadas de la noche, cuando otros dormían, ella, sentándose a la orilla de alguna hoguera y calentándose las manos heladas, remendaba los uniformes de los camaradas. No descansaba en lo absoluto antes de cumplir la tarea encomendada, aunque le tomara dos o tres días y engañando el estómago con agua sola. En cambio, cuando se evaluaba el éxito del trabajo siempre ponía a los compañeros en primer plano. Cuando se concluyó la confección de los uniformes y se premiaron a los meritorios, ella recibió un anillo de oro y un reloj, y hasta hoy no he podido olvidar lo cohibida que estaba al manifestar: “Que yo sola reciba este premio especial, cuando no son pocos los que han sudado mucho para confeccionar los uniformes...”
Después de la Conferencia de Xiao
Al divisar la pequeña unidad los enemigos la persiguieron tenazmente para apresar a sus integrantes. Cercada y con una pierna atravesada por una bala C
Para sacarle los secretos los enemigos la sometieron a torturas indescriptiblemente salvajes. Finalmente le sacaron los dos ojos. Pero, con ninguna tortura o amenaza lograron quebrantar su firme entereza.
Antes de la muerte gritó:
“Ahora no tengo ojos. Pero, ¡veo la victoria de la revolución!”.
Los enemigos, atemorizados ante su exclamación, le arrancaron hasta el corazón. Querían ver cómo era el corazón de una comunista. ¿Podría ser diferente que el de otros? En el corazón no hay ni la señal del revolucionario ni tampoco la del traidor. Podemos decir que si el corazón del revolucionario palpita en aras de la patria, la nación y los compañeros revolucionarios, el del traidor late sólo para sí mismo.
Supimos que al detenerla los enemigos le arrebataron el anillo de oro que le dimos como premio. Sin embargo, de ninguna manera pudieron arrebatarle la fe y el sentido del deber moral hacia nosotros que ella guardaba en lo profundo del corazón.
Aunque le arrancaron el corazón, no habrán podido comprender esta razón.
Los que no saben amar sinceramente a la patria no pueden conocer qué es la entereza revolucionaria ni tampoco entender la grandeza del mundo espiritual, sublime y hermoso, que se refleja en el concepto de vida de los comunistas.
Al recibir la noticia de la muerte de C
Durante un largo tiempo no pude librarme de la aflicción.
Sin embargo, nos animaron grandemente las palabras que ella nos dejara. ¡Con cuánta firmeza y orgullo manifestó ella su espíritu revolucionario con “veo la victoria de la revolución” que gritó en pésimas condiciones, con las dos manos amarradas y los dos ojos sacados! No puede manifestarse así cualquiera. Pueden pronunciar esas palabras sólo las personas que están seguras de la justeza y autenticidad de su causa; esa preclara frase sólo pueden hacerla los combatientes con férrea entereza revolucionaria. Fue, asimismo, la síntesis de la vida de la combatiente C
“¡Veo la victoria de la revolución!” constituye hoy para nuestro pueblo y nuestros jóvenes y niños una frase de inapreciable valor que simboliza el optimismo revolucionario. Aquel grito de la luchadora resuena vivamente hoy también en los oídos de nuestro pueblo.
Yo abogo por el optimismo y amo a las personas optimistas. Aunque se desplome el cielo, siempre hay una salida, esta es una de las divisas a que concedo mucha importancia. Si aun en medio de las más disímiles adversidades y dificultades pude dirigir hasta hoy la revolución y la labor constructiva, disfrutando de salud y sin manifestar vacilación o desviación, fue gracias a este optimismo.
Nunca he podido olvidar las últimas palabras que C
Porque expresaban la férrea voluntad e inconmovible convicción de los comunistas coreanos.
Subrayo una vez más que C
Pak Won Chun, el esposo de C
No fueron una o dos las guerrilleras que murieron como C
Podemos tomar como ejemplo a An Sun Hwa. No es fácil morir así.
An Sun Hwa era la esposa de Ri Pong Su. Cuando éste servía como médico, ella se desempeñó como jefa del grupo de costureras en la misma unidad.
Tenían cinco hijos, pero no les quedó ninguno, unos murieron y otros desaparecieron en el curso de la guerra de guerrillas. El hijo mayor, al amputársele todos los dedos de ambos pies a causa de sabañones, fue enviado a la Unión Soviética junto con otros enfermos graves, el segundo murió de sarampión, el tercero fue asesinado a bayonetazos por los militares japoneses que asaltaron la zona guerrillera, el cuarto murió de hambre y el quinto fue confiado a una familia, pero se dice que después no se supo nada de él. Como varios artículos de reminiscencias de Ri Pong Su se publicaron, si viviera aquel quinto, vendría a buscar a su padre, pero hasta ahora no se ha recibido semejante noticia.
Como fue entregado a otros antes de que cumpliera dos años de edad no podrá saber quiénes son sus padres. Es posible que sus padres adoptivos no le hayan hablado de ellos.
An Sun Hwa cayó en manos enemigas en la primavera de 1938. Un día, cuando los guerrilleros estaban preparándose para marchar hacia Manchuria del Sur por órdenes de la Comandancia, el campamento fue asaltado por sorpresa por las tropas enemigas de “punición”.
En esos momentos, en el campamento quedaban principalmente el personal del hospital y las costureras. An Sun Hwa, apresada, experimentó indecibles tormentos.
Los enemigos la torturaron con saña para que dijera el paradero de los guerrilleros y dónde se guardaban los víveres, las municiones y los medicamentos. El jefe del “cuerpo de punición” trató, por otra parte, de engatusarla con palabras melosas, preguntándole si no le daba pena sacrificar su sangre y juventud para una lucha que no podía triunfar.
Si entonces ella, por miedo a las torturas, hubiera respondido sumisamente a las preguntas, era posible que los enemigos no la hubieran matado.
Ellos no mataban a los que se rendían sumisos, al contrario, con el método de darles “buen trato” trataban de desintegrar las filas de nuestra revolución. Si anotaban el nombre de la persona garante y ponían la
Fue extraordinario el comportamiento de An Sun Hwa, quien, pese a su delicado cuerpo de mujer, resistió a las tretas, componendas y torturas de los enemigos. Al principio, la patearon y pisotearon y le arrancaron el pelo con saña. Como ella se les resistía cada vez más resueltamente, gritándoles “¡Canallas!” o “¡Condenados!”, le clavaron en el pecho y el vientre estacas de roble, dijeron que para ahorrar balas.
Si es instintivo en el hombre fruncir el entrecejo cuando se le clava en la palma de la mano siquiera una espina, ¡cuánto dolor habrá experimentado An Sun Hwa cuando esas toscas estacas penetraron en la profundidad de su cuerpo triturando carne y
Pero no se doblegó en lo mínimo su entereza de revolucionaria ante tales tormentos indecibles. Habló todo lo que quería y defendió todo lo que debía defender. En el momento en que las estacas de roble se clavaban en su cuerpo, reuniendo sus últimas energías, exclamó: “¡Viva la revolución coreana!”, “¡Viva la emancipación de la mujer!”.
Después de su muerte los camaradas de armas abrieron su mochila para ordenar sus pertenencias. Entre otros objetos había una falda de lana, que le había comprado su esposo Ri Pong Su con el dinero reunido cuando, a finales de la década de los años 20, había trabajado como obrero portuario en Vladivostok, y un mantel a medio tejer.
Me dijeron que ella nunca se puso esa falda, la guardó nueva a lo largo de 10 años. ¿Saben por qué la guardó tan cuidadosamente? Estoy seguro de que pensaba ponérsela después de la liberación del país. Este solo artículo nos testimonia la inmensurable fe que ella depositó en el día de la victoria de la revolución. También con el mantel que, según dijeron, tejía en momentos libres con el hilo sacado al destejer una camisa usada, habría pensado adornar la mesa de su esposo.
En el momento de cubrir con esta falda el cuerpo inanimado de su esposa Ri Pong Su vio que en la pieza se conservaban los pliegues tal como los había hecho hacía 10 años, lo que le hizo sentir un dolor insoportable y llorar inconteniblemente.
Un buen número de guerrilleras como C
El solo ejemplo de Han Ju Ae nos testimonia patentemente con cuánta firmeza conservaron su entereza revolucionaria las mujeres coreanas que pelearon allí. Siendo jefa del grupo de costureras ella se dedicaba a la confección de los uniformes enguatados para los guerrilleros, cuando su campamento de retaguardia fue asaltado por sorpresa por el “cuerpo de punición”, y ella y su hija cayeron en las manos enemigas. Le ocurrió esta desgracia mientras ella se plantó intencionadamente ante los enemigos para cubrir la retirada de los camaradas y entabló un tiroteo sin ninguna posibilidad de salvación.
Estuvo encerrada detrás de rejas durante varios meses. Los enemigos separaron a la madre y la hija metiéndolas en distintas celdas, diciendo que estar juntas era una dicha excesiva. Y con el fin de doblegar a la madre de vez en cuando le traían a la hija. Querían aprovecharse del amor materno. Pero, con ninguna treta lograron quebrantar la entereza de Han Ju Ae.
Los enemigos la fusilaron a orillas del Usuri. Los verdugos de la gendarmería japonesa le aseguraron que la dejarían con vida si decía siquiera una sola palabra de arrepentimiento de su “delito”, pero ella hasta el fin no se rindió.
An Sun Bok, Ri Pong Son y otras seis costureras de la guerrilla de Manchuria del Norte les opusieron una resistencia de vida o muerte a los enemigos que les estrechaban el cerco, y cuando iban a ser cogidas vivas se arrojaron a las profundas aguas de Mudanjiang, poniendo fin a su juventud tan bella como una flor. Un hecho parecido ocurrió también entre las guerrilleras de Manchuria del Este. Al caer en el cerco enemigo siete compañeras jóvenes que se dirigían hacia Naitoushan se arrojaron al agua del Fuerjiang. Su heroica muerte aparece como una nueva leyenda en las páginas de la historia de la Revolución Antijaponesa.
Cierto año, en el curso de una visita a China pude ver una película sobre las ocho mujeres mártires del río Mudanjiang, la cual me produjo una honda impresión.
No sólo las mujeres de Manchuria del Norte sino también Ri Sun Jol, la cariñosa hermana de los guerrilleros de Manchuria del Sur, supo conservar dignamente su entereza de revolucionaria.
Y Kim Su Bok fue apresada mientras realizaba actividades clandestinas en Zhujiadong, del distrito Changbai, y asesinada.
Los héroes no son personas especiales. Se llaman héroes a personas como C
Jo Ok Hui, que, siendo presidenta de la Unión de Mujeres Democráticas en el distrito Pyoksong, durante el período de la retirada temporal peleó en la guerrilla en la retaguardia enemiga y cuando fue apresada y asesinada por los enemigos, le otorgamos el título de Heroína de la República. También fue una mujer de férrea voluntad que conservó hasta el fin la constancia revolucionaria al igual que C
¿Cuántos enemigos pudo matar ella en sus acciones guerrilleras? Nosotros no prestamos importancia al número de enemigos matados o heridos por ella, sino valoramos el alto espíritu y la entereza revolucionaria con que se dirigió con la frente en alto al lugar de fusilamiento y proclamó la derrota de los enemigos, y por eso decidimos conferirle ese título. ¡Cuán sorprendente es que una mujer común que cultivaba la tierra y tenía el antecedente de haber actuado unos cuantos años en la Unión de Mujeres, finalizara su vida de forma tan brillante! Con el deseo de presentarla ante el pueblo de todo el país y la conciencia del mundo hice que se produjera una película sobre ella, se pusiera su estatua y se denominara Jo Ok Hui la granja cooperativa en su tierra natal.
Una vez, al recorrer los salones de exposición del Museo de la Revolución Coreana el estimado Líder, Presidente Kim Il Sung, se paró un largo rato ante una trenza de la combatiente antijaponesa, Ri Kye Sun. Ella se la cortó cuando tenía 16 años y se la envió a su madre como símbolo de su firme decisión de entregarse por entero a la revolución.
Aquel día el gran Líder dijo que se guardara bien la trenza como una valiosa reliquia. Después narró emocionantes recuerdos sobre Ri Kye Sun.
La historia de la trenza testimonia de modo patente que la camarada Ri Kye Sun fue una magnífica revolucionaria. Viendo esta trenza he pensado en la límpida y férrea entereza de nuestras madres y hermanas, de las revolucionarias de nuestro país.
Desde siempre, la mujer coreana es amable, pero de férrea voluntad y lealtad. Lo experimenté de modo más profundo en el curso de la Revolución Antijaponesa. Podemos afirmar que la trenza de Ri Kye Sun es el símbolo de la entereza de las revolucionarias.
Cuando yo realizaba actividades clandestinas en Manchuria mi madre ponía mechones sobre las plantillas de mis zapatos. Era el cabello que ella venía guardando con esmero durante varios años, desde que vivía en Corea. Un día de frío invierno, tuve que atravesar a pie un páramo batido por una ventisca, pero, extrañamente no sentía frío en los pies por mucho tiempo que caminaba, al contrario, sentía que se calentaban cada vez más las plantas de los pies. Al llegar al destino me descalcé y vi que sobre las plantillas había mechones.
En aquel instante pensé que en el mundo no había otro amor tan cálido como el de la madre. Los mechones que entonces mi madre puso sobre las plantillas de mis zapatos eran una manifestación del amor materno.
Cuando en Shanghai se estableció el gobierno provisional de los coreanos y en las regiones del Noreste de China surgieron agrupaciones del Ejército independentista, entre otras las juntas Jong-ui, Cham-ui y Sinmin, y comenzaron a recaudar impuestos a los habitantes, oí que muchas mujeres vendieron sus trenzas para conseguir dinero para contribuir a la independencia. A la sazón estas trenzas expresaban el sentimiento patriótico.
Hablando de Ri Kye Sun refiero la historia relacionada con la trenza porque aun a través de ella podemos comprender suficientemente qué clase de persona fue.
A Ri Kye Sun la conocieron bien los camaradas Kim Il y Pak Yong Sun pues pelearon juntos. Para recoger materiales referentes a ella es necesario entrevistarse con el primer viceprimer ministro Kim Il y el camarada Pak Yong Sun. Dicen que hay personas que afirman que no es fácil entrevistarse con el primer viceprimer ministro porque es parco de palabras, pero opinan así porque no lo conocen bien. A él no le gusta hablar de sí mismo, pero cuando se trata de otros es bastante locuaz.
Quien la orientó a ella por el camino de la revolución fue su hermano mayor Ri Ji Chun. Cuando yo estudiaba en la escuela secundaria Yuwen él era estudiante de la escuela normal de Jilin, donde bajo nuestra dirección participó en la lucha revolucionaria. Después se fue a Helong donde vivían sus padres y dirigió el trabajo de la Juventud Comunista, pero fue apresado y asesinado por los enemigos. Después de fusilarlo quemaron su cuerpo. Significa que lo mataron dos veces.
Ri Kye Sun recibió esta noticia cuando se encontraba en la zona guerrillera de Yulangcun.
En la madrugada del día siguiente ella soltó sus cabellos y los cortó con unas tijeras e hizo una trenza. Junto con esta trenza envió a su madre la siguiente nota de ruego:
“Mamá, te sentirás muy triste por la muerte de mi hermano, que ocurrió en ausencia mía.
“Pero, no te dejes vencer por el dolor. ...No llores ante los enemigos. ...
“Te envío mi cabello. Aun cuando yo no pueda ir a tu lado durante mucho tiempo, mirarás esta trenza como si me vieras a mí. Te deseo de todo corazón que te mantengas bien sana hasta ver el día del triunfo de la revolución.”
Diríase que fueron sus últimas palabras de despedida a su madre. Parece que estaba dispuesta a consagrar toda su vida a la revolución.
Según afirma Pak Yong Sun, quien se dedicó a actividades clandestinas durante varios años en Helong, desde niña Ri Kye Sun sobresalía por lo sensible que era a las cosas de la revolución y la inteligencia, razón por la cual era muy amada por la gente.
En el verano de 1933 la organización del partido la mandó a realizar trabajo clandestino en la ciudad de Longjing. Su misión consistía principalmente en restablecer las organizaciones clandestinas destruidas o crear nuevas. En la región de Longjing, uno de los importantes puntos de dominación del enemigo, pululaban los militares, policías y agentes. Los organismos de inteligencia que actuaban en este lugar tenían el sentido muy agudo.
Fue una expresión de la confianza que la organización revolucionaria de la zona guerrillera la enviara a tal lugar, pese a que casi no tenía experiencia en las actividades clandestinas.
Por esa época, en la ciudad de Longjing casi todas las organizaciones del partido, la asociación de mujeres, el cuerpo de vanguardia infantil y otras de masas estaban desarticuladas y sus militantes habían sido detenidos casi en su totalidad.
Con la decisión de solucionar todos los problemas con sus propias fuerzas Ri Kye Sun consiguió trabajo como pinche en un restaurante de kuksu, frecuentado por muchas personas. Nadie podía imaginar que una mujer provinciana con la cara tiznada trabajando en la cocina del restaurante fuera una activista clandestina enviada por el partido comunista. Dicho establecimiento era apropiado para sus actividades.
Ri Kye Sun cumplía cualquier faena que le encomendara el dueño, ora cargaba agua, ora lavaba ropas o platos. El dueño estaba contento, pensando por dentro que le había caído una joya.
Pero, para restaurar las organizaciones desmanteladas y crear otras nuevas ella necesitaba un trabajo que le permitiera andar fuera todo el día, y éste era precisamente el puesto de repartidora de kuksu a domicilio. Por aquel tiempo, la gente adinerada y los de influencia pedían que trajeran kuksu a su casa. Por ejemplo, si ordenaban desde su casa que trajeran equis platos de kuksu de fécula de patata, los distribuidores les llevaban sobre bandejas de madera el fideo y el caldo en vasijas separadas.
Ri Kye Sun se ganó la confianza de la esposa del dueño y ocupó el puesto de distribuidora. Cada vez que iba a repartir el kuksu aprovechaba el tiempo disponible para verse con militantes de las organizaciones. En este curso restauró primero el cuerpo de vanguardia infantil. Pero, no le resultaba nada fácil la tarea de distribuidora, pues tenía que andar a pie diariamente decenas de ríes con la bandeja de madera con platos de kuksu sobre la cabeza. Un día, mientras se dirigía a la casa de un cliente ocurrió que en dirección contraria corría hacia ella un camión de la policía japonesa a una velocidad loca. Ella, tratando de evitar el choque, dejó caer la bandeja de su cabeza y se rompieron los platos de kuksu.
Fue duramente increpada por el dueño quien la quitó de distribuidora. Sin embargo, ella no se desanimó, al terminar la jornada se iba al patio trasero del establecimiento, donde hasta altas horas de la noche se ejercitaba caminando con una bandeja cargada de piedras sobre la cabeza.
Sus tesoneros esfuerzos no pudieron menos que atraer la atención del dueño.
Creo que entonces ella tenía unos 17 años.
Las combatientes comenzaban a realizar actividades políticas ya a las edades de 15 ó 16 años. A una edad de diez y tantos años pronunciaban discursos agitativos, cumplían misiones en la región enemiga o realizaban actividades para crear organizaciones. Ya conocían a fondo las cosas del mundo. De hecho, eran más maduras que las de hoy porque padecieron mucho al ser despojadas del país.
Sin embargo, no todos se hacen precursores y luchadores sin otro motivo que haber padecido mucho. Lo principal es la ideología. Sólo quien está listo ideológicamente puede lanzarse temprano a la lucha revolucionaria y llevarla a cabo de modo irreprochable. Sin una firme preparación ideológica nadie puede hacer la revolución. Ri Kye Sun fue una consecuente revolucionaria porque tuvo esta condición.
Actualmente hay quienes no quieren ni siquiera oir qué dicen personas veinteañeras diciendo que
E incluso entre los trabajadores encargados de los asuntos del personal ocurren muchos casos de considerar a personas veinteañeras como mocosas que no saben de las cosas del mundo. Tales trabajadores creen que sólo las personas de más de 30, 40 ó 50 años pueden ser cuadros, opinión que es muy errónea. También jóvenes veinteañeros pueden cumplir muy bien importantes tareas si se las encomiendan. Lo experimenté vivamente a raíz de la liberación, en el proceso de la construcción del Partido, el Estado y el Ejército.
Cuando la Revolución Antijaponesa, jóvenes veinteañeros desempeñaron cargos como secretarios del partido a nivel distrital y provincial y comandantes de división y de cuerpo de ejército. Yo mismo fui Comandante del ejército revolucionario a esa edad. De no promoverse a gente joven, es posible que resulten viejas las filas de cuadros y, por consiguiente, disminuya el empuje de nuestro avance. En el trabajo de cuadros es preciso combinar de modo consecuente las personas de mayor y mediana edad y los jóvenes.
Las gentes de Manchuria del Este hablaron de Ri Kye Sun a boca llena cuando su esposo Kim Il Hwan, quien fuera secretario del partido en el distrito Helong, fue asesinado por los chovinistas bajo la acusación de ser “minsaengdan”. La gente de Jiandao condenó y odió unánimemente a los principales culpables de la muerte de Kim Il Hwan. En cambio, todos expresaron su simpatía con Ri Kye Sun, viuda del asesinado.
No eran pocas las personas que supusieron que, decepcionada ante el acto de la dirección del partido en Manchuria del Este, ella se retiraría de la revolución o abandonaría la zona guerrillera. En esa etapa, entre los militantes de las organizaciones y los guerrilleros de Jiandao existían muchos que escupiendo a esa dirección por su locura izquierdista, le dieron la espalda a las zonas guerrilleras. Es verdad que al llevarse a cabo de manera ultraizquierdista la lucha antiminsaengdan, se manchó gravemente la imagen de los comunistas.
Si Ri Kye Sun hubiera sido una mujer común, habría sentido adversión por la revolución y abandonado la zona guerrillera o se habría desanimado y pasado el tiempo lamentando su mala suerte, pero ella no procedió ni de una ni de otra manera sino se irguió con férrea voluntad y trató de aportar a la revolución cumpliendo mejor las tareas asumidas y demostrar que su esposo fue una persona de conciencia limpia que no tenía nada de que avergonzarse ante la revolución.
Cuando el hambre azotó la zona guerrillera de Chechangzi, ella estaba en el último mes del embarazo. Pese a estar así, no podía tomar los necesarios alimentos nutritivos.
No obstante, en lugar de preocuparse por su propia salud y la nueva vida que iba a nacer, pensó en los habitantes de la zona que no podían ni mantenerse en pie por el hambre y así todos los días se fue a recoger
Al dar a luz no tuvo leche para amamantar al bebé. Para colmo de males, entonces se disolvió hasta la zona guerrillera. Ri Kye Sun dejó a su hijita al cuidado de la suegra quien tuvo que trasladarse a la zona enemiga y ella se enroló en la guerrilla. Esta niñita nació después de que fuera asesinado su padre, Kim Il Hwan.
Me contaron que fue imposible ver sin llorar la despedida entre la madre y su hijita. La niña que apenas tenía un año y tantos meses se debatía entre los brazos de su mamá para no separarse de ella, también lloraba su abuela, y Ri Kye Sun sollozando volvió varias veces a abrazarla... en fin fue una escena muy dolorosa.
En aquellos días, cuando con la disolución de la zona guerrillera se dispersaron los familiares, los parientes y los camaradas de revolución, todos tuvieron despedidas en medio de las lágrimas como ellas.
Supimos después que la abuela padeció mucho para no dejar morir a la nieta. Alimentarla con la leche de las vecinas también tenía un límite, no podía mendigarla indefinidamente. Por eso, ella masticaba los granos de cebada o maíz y los metía en la boca de la niña.
Así, pues, Ri Kye Sun fue una luchadora que empuñó el fusil sobreponiéndose a desgracias y dolores insoportables para una mujer. Fue en Fusong donde ella ingresó en nuestra unidad.
Algún tiempo después la enviamos al hospital del campamento de retaguardia. Como padecía el sabañón, no podía servir en una unidad de combate. Al comienzo se resistía a ir al hospital. Me rogó llorando, que se le diera la posibilidad de pelear en la primera línea.
Sin embargo, no lo acepté en consideración de su estado de salud. Le expliqué que ella no quería ir al hospital por no saber cuán peligroso era el sabañón; que tendría suficientes oportunidades para participar en combates; que lo inmediato que debía hacer era recibir tratamiento en el hospital; que también mi padre murió a causa de los sabañones; y que si se quedaba tullida con los dedos de los pies deformados, teniendo que andar apoyada en un bastón, qué sería de ella. Apenas entonces aceptó contra su voluntad ir al hospital.
El hospital que la atendía se encontraba en el campamento secreto de Heixiazigou, muy cerca del monte Paektu. En 1937, en ocasión del Año Nuevo lunar, hice un recorrido por los campamentos de retaguardia de la región de Hengshan. Fue precisamente entonces que los compañeros del taller de reparación de armas, dirigido por Pak Yong Sun, me agasajaron con kuksu de fécula de patatas, para lo cual habían hecho con latas de conservas vacías una máquina de hacer fideos.
Cuando llegamos al hospital Ri Kye Sun correteó atareada para agasajarnos con comidas. Según me contó el médico Song, ella no se limitaba a recibir el tratamiento, cumplía voluntariamente con los quehaceres como auxiliar de enfermería o cocinera, lo que resultaba una sobrecarga física.
En el momento de abandonar el hospital aconsejé a Ri Kye Sun que se concentrara sólo en la tarea de restablecerse, dejando de ocuparse totalmente en otros quehaceres, y la advertí adrede que de lo contrario nunca podía recuperar la salud.
Después no volví a verla. Unicamente por medio de los enlaces envié unas cuantas veces al hospital cartas y materiales de intendencia.
Durante nuestra corta ausencia de la zona del Paektu los enemigos asaltaron con los “cuerpos de castigo” nuestros campamentos de retaguardia. La misma suerte corrió también el hospital dirigido por el médico Song. Pak Sun Il cayó en el combate y Ri Kye Sun, apresada viva, fue arrastrada al distrito Changbai. Ri Tu Su fue el único sobreviviente.
Sin saber de lo ocurrido enviamos al hospital a Kim Jong Phil y Han Cho Nam cargados con alimentos. Les dimos la tarea de traer a todos los pacientes del hospital que por aquel entonces debían estar recuperados por completo. Pero, volvieron sólo con Ri Tu Su, cuyo aspecto estaba tan horrorosamente descompuesto que era difícil distinguir si era un ser humano viviente. Apenas entonces nos enteramos de la desgracia ocurrida en el hospital.
Envié a diversas partes grupos de exploradores con la misión de averiguar el paradero de Ri Kye Sun y lo que le había ocurrido. Todos regresaron con la dolorosa noticia de que a poco más de 10 días de que fuera capturada por los enemigos fue asesinada. Algunos exploradores se entrevistaron hasta con personas de Changbai que lo vieron con sus propios ojos.
Dijeron que era un día de feria cuando fusilaron a Ri Kye Sun. Los enemigos pegaron avisos de que una guerrillera comunista “renegada” iba a pronunciar el discurso de arrepentimiento e hicieron que los habitantes se reunieran en la cancha de la escuela. Obligaron a ir allí hasta a los mercaderes que venían de
¿Por qué Ri Kye Sun le habría solicitado a los enemigos darle una oportunidad para hablar ante los habitantes? Pienso que aquí estaba el genuino rasgo de la comunista Ri Kye Sun. Pidió que se reunieran los habitantes en la cancha de la escuela porque pensaba hacer de su despedida con ellos un acto de agitación revolucionaria antijaponesa. De pronunciar unas cuantas palabras de arrepentimiento posiblemente los enemigos no la habrían matado. Pero, ella no eligió el camino de la cobardía. Estaba dispuesta a morir. Quien está decidido a morir no teme a los fusiles y las bayonetas, y puede decir cualquier cosa.
Según supimos, arengó que, aunque ella muriera, seguían en pie el Ejército Revolucionario Popular de Corea y su Comandante; que en el mundo no había fuerza que lo venciera; que no estaba lejos el día de la derrota del imperialismo japonés y la emancipación de la patria; y que todos, con fuerzas mancomunadas y desafiando la represión enemiga, se alzaran para la guerra de resistencia antijaponesa.
Hasta el último momento de su vida Ri Kye Sun se esforzó por cumplir con la misión y las tareas que le correspondían como fiel servidora del pueblo, su educadora y propagandista.
Fue indecible el pánico que cundió entre los enemigos cuando la guerrillera comunista, que anunciaron iba a hablar de su arrepentimiento, hizo una exhortación revolucionaria antijaponesa.
Según he oído, hasta hoy los nativos de la región de Changbai evocan vivamente la escena de entonces, lo que hace creer que el discurso de Ri Kye Sun tuvo una resonancia bastante fuerte entre los habitantes.
El nombre de esta luchadora fue tan ampliamente conocido porque finalizó heroicamente su vida. El punto culminante de su vida estuvo precisamente en este momento supremo. Se puede afirmar que el punto culminante de la vida significa el momento en que la capacidad espiritual y física del hombre llega al máximo grado. Creo que es diferente por persona el momento de llegar a este punto culminante. Es posible que unos lo acojan en la juventud veinteañeras, otros después de cumplir los 50, 60 ó 70 años.
La historia nunca olvida a las personas que concluyen su existencia en forma digna como lo hicieron Ri Kye Sun y C
Esta es la razón por la cual no puedo olvidar a Ri Kye Sun. A una luchadora de su talla podemos presentarla con todo el orgullo ante el mundo. Toda su heroica vida constituye un buen material para escribir novelas o producir películas revolucionarias. Ella fue una genuina hija de la nación coreana y uno de los excelentes modelos de revolucionaria.
La madre de Ri Kye Sun sufrió calladamente durante mucho tiempo por no saber nada de la suerte de su nieta. Apenas después del armisticio la encontró hecha toda una estudiante universitaria y le entregó el mechón trenzado que había dejado su hija. Esta reliquia que se transmite a lo largo de tres generaciones no es una simple trenza sino el símbolo de la altamente digna vida de la mártir Ri Kye Sun. En el mundo no habrá otro ejemplo de encuentro como éste, pues después de la despedida forzosa, la madre, cuyo aspecto y voz fueron desconocidos para su hija, volvió a aparecer ante ésta convertida en un puñado de cabellos trenzados. La hija lloró sentidas lágrimas dando besos a esa trenza.
Ahora la hija de Ri Kye Sun continúa de modo fiel la revolución iniciada por sus padres a costa de sus vidas.
Son incontables los ejemplos de mujeres que sacrificando sin la menor vacilación la vida conservaron su dignidad y entereza de revolucionarias.
No es abstracta mi afirmación de que las mujeres empujan una rueda de la revolución. Se basa en la historia de la Revolución Antijaponesa teñida de sangre y la viva experiencia que tuve como participante y testigo ocular del movimiento de emancipación de la mujer en nuestro país.
1. La mujer que vino al campamento secreto
En el otoño de 1956, el secretario del gran Líder, camarada Kim Il Sung, recibió una llamada telefónica del secretario general del Comité Popular de la provincia de Hamgyong del Norte, quien le comunicó que para Pyongyang partía una mujer, trabajadora de la casa-cuna perteneciente a la mina de carbón de Hakpho, la cual, diciendo que antes de la liberación luchó en el Ejército Revolucionario Popular de Corea, le había pedido con vehemencia que la ayudara a ver al Líder paternal.
Unos días después llegó al edificio del Gabinete de Ministros. El secretario le preguntó el motivo de la visita y ella, llorando, se limitó a soltar: “Ansío verle...”
En aquel entonces el gran Líder estaba muy ocupado atendiendo una delegación extranjera. Después que él terminó su trabajo con esa misión extranjera, el secretario le informó que había venido dicha mujer para verlo, y el Líder, diciéndose a sí mismo: “Ji Sun Ok, la esposa de Kang Hung Sok... ella está viva”, se sumergió en profundas reflexiones.
¿Quién es Ji Sun Ok?
Vamos a presentar en síntesis lo que el Líder paternal rememoró durante su visita al Museo de la Revolución Coreana en mayo de 1972, al ver el drama épico músico-coreográfico “Operación de maniobra circular con grandes destacamentos” en marzo de 1976, y en ocasión de su visita al Cementerio de Mártires Revolucionarios en el monte Taesong en octubre de 1985.
Si no recuerdo mal, fue en el verano de 1939, cuando, tras la victoriosa operación de la expedición a la zona de Musan, nos entregábamos a las actividades militares y políticas en el noreste del monte Paektu, dirigiendo las operaciones del octavo regimiento.
Un día, O Jung Hup, jefe del séptimo regimiento, me informó de las actividades de su unidad. Al final me contó que en el camino de regreso a la Comandancia, encontró a la esposa de Kang Hung Sok en la cuenca superior del río Wukoujiang, y la llevó hasta el campamento secreto del octavo regimiento. Ella era Ji Sun Ok.
Al llegar al campamento ella dijo que vino para ver a su esposo; todos la admiramos por su gran amor.
Las zonas montañosas en las cuencas de los ríos Songhuajiang y Wukoujiang eran peligrosos campos de combates guerrilleros, frecuentados por los militares y policías enemigos y sus esbirros. Era posible caer víctima de tiros ciegos o ser asesinado acusado de “elemento que se confabula con los bandidos”. Pese a ese peligro, ella vino sola a ver a su esposo. Era realmente admirable su comportamiento.
Su esposo Kang Hung Sok era ampliamente conocido como buen tirador y lo era también por ser muy cariñoso con la esposa. Decían que en su mochila guardaba varias cartas que le había escrito a ella. Antes de cumplir los 20 años contrajo matrimonio y poco después abandonó la casa para incorporarse a la revolución. No la veía desde hacía cerca de 10 años. La esposa le echaba mucho de menos.
Según pudimos conocer más tarde, los imperialistas japoneses se enteraron de esto a través de sus servicios de inteligencia y la obligaron a servirles de espía.
Después de todo, era un feliz acontecimiento que este matrimonio se encontrara de modo dramático.
Como Kang Hung Sok no se encontraba, por estar en una misión en busca de provisiones, la invitamos a pasar a la Comandancia.
A primera vista, era de aspecto decente y cortés. Almorcé con ella. Mis compañeros le sirvieron salmón explicándole que el General lo había pescado para ella. Al oírlo pareció muy sorprendida. Comió, no sé por qué, unas cucharadas nada más. La invitamos en vano a servirse más.
Hice que una combatiente la acompañara para que no se sintiera aburrida. Las dos acostadas en una misma cama conversaron toda la noche.
Los combatientes hablaban alegremente del encuentro del matrimonio como si fuera un evento festivo. También sentí deseos de felicitarlos porque veía por primera vez un encuentro de ese carácter en los cerca de diez años de ardua lucha armada. Todos esperábamos con impaciencia la llegada de Kang Hung Sok.
Pero, tras el encuentro con ella me asaltó una duda. ¿Cómo supo el paradero de su esposo y llegó hasta este paraje montañoso tan peligroso como un lugar de muerte? En otras palabras, ¿cómo logró dar directamente con nuestra unidad? Los compañeros que habían hablado con ella afirmaban que sus palabras eran contradictorias.
A los tres o cuatro días de su llegada, O Jung Hup y O Paek Ryong llegaron a mí jadeando. O Jung Hup, para mi sorpresa, dijo que, impulsado por el sentimiento de piedad, había traído hasta la Comandancia a la espía del imperialismo japonés sin haber averiguado su identidad y me pidió lo perdonara. O Paek Ryong propuso fusilarla de inmediato, diciendo que la esposa de un jefe de sección del ejército revolucionario, lejos de ayudar a la guerrilla, se había convertido en perra de los imperialistas japoneses. “Qué mujer más perversa”, profirió.
Según sus palabras, la combatiente que la acompañaba en la tienda notó que sus acciones eran extrañas y sus palabras, incongruentes, por eso por la noche revisó con cuidado su ropa forrada hasta que encontró un bolsito lleno de veneno. Por aquella época mis compañeros estaban tan en ascuas por las tretas enemigas para envenenarnos que de inmediato descubrían actos como ese.
Les pregunté si ella notó que el bolsito de veneno había sido descubierto y contestaron que no. Agregaron que por eso la vigilaban simplemente.
La noticia me sorprendió mucho. Estuve inquieto un buen rato. Por supuesto que teníamos antecedentes de haber descubierto espías japoneses y saboteadores infiltrados en nuestra unidad. No pocos eran de procedencia de la clase trabajadora que no podía tener relaciones hostiles con nosotros. Los imperialistas japoneses nos enviaron también a humildes peones u obreros en misión de espionaje.
Pero no había antecedente de que nos enviaran a una mujer cuyo esposo era miembro, más aún jefe de sección del ejército revolucionario. Que la mujer de un jefe de sección del ejército revolucionario se convirtiera en espía era una cosa extraordinaria. Eran verdaderamente perversos los de los órganos japoneses de espionaje y conspiración.
Al oir a O Jung Hup supuse cuánto se sorprendería Kang Hung Sok con la noticia. Era posible que el matrimonio se separara.
A pesar de la oposición de O Jung Hup y O Paek Ryong me reuní de nuevo con Ji Sun Ok.
Sostuve conversaciones relativamente largas. Le pregunté por la familia de Kang Hung Sok y las dificultades que ella había sufrido hasta llegar al ejército revolucionario, así como sobre la situación familiar de sus padres.
El tema de las conversaciones pasó espontáneamente hacia Kang Hung Sok. Cuando le dije que él volvería al otro día o al otro, ella rompió a llorar cubriéndose el rostro con las manos. Descosió la ropa y extrajo el bolsito de veneno. Estremeciéndose todo el cuerpo, dijo: “General, merezco el castigo divino. Merezco la muerte”.
Le ofrecí agua. Cuando se tranquilizó algo, le dije: Es bueno que usted haya confesado; en cuanto a los que confiesen sus crímenes, el ejército revolucionario los trata con indulgencia; además, usted es la esposa del jefe de sección Kang Hung Sok; diga detalladamente todo lo que desee sin miedo; ¿cómo se convirtió en espía, y qué entrenamiento recibió? ¿con qué misión vino al ejército revolucionario?
Ji Sun Ok explicó en detalle su conversión en espía, los ejercicios de espionaje y el contenido de la misión, así como por dónde penetró en el monte.
Más tarde, el combatiente O Paek Ryong, testigo de esa escena, recordó:
“En aquel entonces, me parecía que perdía diez años de vida. Sentí un escalofrío por el espinazo y que un sudor frío me cubría todo el cuerpo. ¿Cómo se atrevió a presentarse con veneno ante el General? ¿Qué hubiera ocurrido si lo hubiese echado subrepticiamente en la olla o en la vasija? Casi fue posible que esa insignificante mujer hiciera fracasar la revolución coreana. Al recordarlo me da escalofríos.”
De ahí que los combatientes antijaponeses ni siquiera quieran recordar a Ji Sun Ok.
En la información secreta elaborada por el cónsul japonés en Hunchun sobre el objetivo del envío de Ji Sun Ok como espía y otras circunstancias, está anotado lo siguiente:
“Procedimientos del envío:
1. Contenido de la misión
(1) Claudicación de Kang Hung Sok y la consiguiente labor para la desintegración desde adentro de las filas
(2) Envenenamiento de cuadros
(3) Declarará, si la interrogan en la guerrilla, que sus padres la obligaron a ir al monte en busca de su esposo
2. Método de comunicación
Informará directamente al comisario Katada o al agente Minami de la sección de espionaje sobre sus actividades y sobre los guerrilleros que ganara.
3. Fecha, hora y punto de acceso al monte
Con el permiso de los padres se le impartieron clases sobre variados temas durante cinco días, desde el 5 hasta el 9 de agosto en Yanji, y el 10 un agente la llevó a la montaña para que fuera hasta la cota 1088 al suroeste de Menghedong en el distrito Helong y hasta Yilangou al oeste, donde creemos que está escondida la guerrilla (suponemos esto porque el 8 de agosto a las diez horas, pm. 120 miembros del grueso del ejército de Kim Il Sung asaltaron Longzecun en el distrito Helong y se escaparon por la zona boscosa al suroeste)
4. Regreso
Se prevé que regresará dentro de aproximadamente dos o tres meses”. (“Documento secreto del consulado en Hunchun No. 186, 26 de julio del año 15 de Showa (1940), redactado por el cónsul Kiuchi Tadao”)
En el organismo de espionaje del imperialismo japonés llamaban a Ji Sun Ok “Shengjian”. Esta palabra aparece en el “método de guerra de Sun Zi” y significa espía que debe regresar con vida necesariamente. Esto hace creer que los enemigos tenían gran confianza en ella. Probablemente tuvieron en plan utilizarla como espía profesional.
Los enemigos la chantajearon: “Tu esposo, siendo ametrallador de la guerrilla, mató incontables soldados del ejército imperial; es un crimen que no se puede perdonar ni aun exterminando a tres de sus generaciones. Pero, si vas al ejército comunista y logras que tu marido abjure y cumples las tareas que te vamos a dar te premiaremos ampliamente y te aseguraremos una vida abundante.”
Ante el chantaje de exterminar a los suyos en tres generaciones, la mujer no tenía otra alternativa. Su confesión me produjo un gran dolor en el corazón. Y a la vez sentía compasión por ella.
No pude reprimir la indignación por la vileza y perversidad de los imperialistas japoneses que en el enfrentamiento con nosotros hasta abusaban criminalmente del limpio y puro amor de las mujeres. No tenían límites los medios y métodos de los imperialistas para acabar con la revolución. A fin de dividir y descomponer desde adentro las filas revolucionarias se valían sin escrúpulos incluso del amor entre padres e hijos, entre hermanos, y entre maestros y discípulos; esta era una costumbre de los imperialistas japoneses. No satisfechos aun con reprimir el espíritu de nuestra nación trataban de quemar incluso el bello mundo de los sentimientos humanos de nuestro pueblo. Es decir, pretendían bestializar a los coreanos.
Nuestra lucha armada fue una batalla encaminada a rescatar el territorio y la estatalidad arrebatados por las fuerzas extranjeras y, a la vez, un enfrentamiento a las fieras salvajes para defender al hombre y salvaguardar todo lo humano.
Es propio de los imperialistas bestializar, invalidar y deformar en lo espiritual a las personas. Entrenaron a una mujer en las acciones de espionaje para obstruir las actividades de su esposo y le impusieron envenenar al comandante y a los camaradas de armas del marido. ¿Acaso esto no es bestializar?
En la actualidad, los que viven en nuestro planeta hablan mucho de la contaminación del medio ambiente. Cierto que la contaminación del ambiente es un quebradero de cabeza para la humanidad. Pero lo más peligroso es el derrumbe moral de las personas y su corrupción, que promueven los imperialistas. De los alcantarillados y basureros de este mundo salen todos los días hombres convertidos en bestias, deformados e inválidos en lo moral, por la obra de los reaccionarios imperialistas y sus esbirros. La corrupción espiritual de la gente constituye el mayor freno para el desarrollo de la historia.
Calmé a Ji Sun Ok que lloraba puesta de rodillas: No se preocupe; no pensamos mal de usted, ya que confesó sus errores, aunque tarde; usted erró chantajeada, para no morir. Levántese, por favor.
Al saber que Ji Sun Ok era una espía, todos se quedaron de una pieza. Yo quería que silenciaran el hecho, pero los compañeros O Jung Hup y O Paek Ryong lo dieron a conocer para que se elevara la vigilancia, por la seguridad de la unidad.
Kang Hung Sok, quien llegó a la Comandancia, estuvo a punto de enloquecer al oir el rumor que corría en el campamento secreto. Extrajo la pistola diciendo que con sus propias manos iba a ajusticiar a su esposa. Era posible que cometiera una locura. Tuve que persuadirlo para que regresara al más recóndito lugar de Hongqihe donde estaba su regimiento. Me desagradó tener que separarlos de nuevo a los dos, cuando se habían encontrado al cabo de muchos años de separación.
Era comprensible el estado de ánimo de Kang Hung Sok al recordar que Chen Hanzhang, jefe de cuerpo de ejército, había tratado con brutalidad a su padre que fue a verlo para hacerle claudicar.
Ocurrió igual con An Kil, magnánimo y pródigo en atenciones personales. Cierto año renunció a fuerza de consejos a su intención de ajusticiar con sus propias manos a su pariente que lo había visitado para recomendarle el retorno sumiso.
Siempre que ocurría un hecho similar expliqué: No deben levantar las armas con imprudencia. Imagínense, si el ejército que lucha por el pueblo mata con esas armas a sus familiares por mantener el principio revolucionario, ¿quién lo apoyará? Los enemigos desean que los miembros de nuestro ejército revolucionario combatan a sus padres y hermanos considerándolos como adversarios con igual modo de pensar que el de ustedes. ¿Por qué no comprenden eso y actúan tan descabelladamente?
Sin embargo, Kang Hung Sok difícilmente aceptó esta reconvención.
Durante algún tiempo los guerrilleros del campamento secreto, en su mayoría, no confiaron en Ji Sun Ok y se guardaban de ella. Algunos de ellos insistieron en castigarla duramente.
Mas, yo sí creía en ella. Tuvo que aceptar la misión de espionaje para salvar a sus familiares y parientes, y dejándose doblegar por la presión y la falsa propaganda de los enemigos se había hecho una idea errónea respecto al ejército revolucionario. Si uno no posee conciencia clasista, puede caer en tal trampa. Ella no había recibido una educación sistemática en una organización revolucionaria. Pero al conocer de mí y de nuestro ejército no tardó en confesar todas sus faltas sin miedo a la muerte. Si no hubiera abandonado su mala intención, habría echado veneno en nuestra comida, lejos de confesar. Se le presentaron varias ocasiones apropiadas para ello. No obstante, no lo hizo y confesó aunque tardíamente. Una mujer como ella no servirá a los enemigos, sino seguramente a nosotros.
En cierta ocasión el compañero Kim C
Esto evidencia que era natural que nuestros combatientes se guardaran de Ji Sun Ok.
Yo la perdoné. ¿Por qué? Porque confié en su conciencia que le hizo confesar sus errores. El hombre es el ser superior en el mundo, por poseer raciocinio, conciencia moral y sentido del deber. Un hombre sin conciencia no vale en lo absoluto. Si uno tiene la conciencia manchada, pierde su valor como ser social.
Ji Sun Ok manchó su conciencia en un tiempo, pero luchó consigo misma, hasta recuperarla. Su sentimiento de simpatía hacia nosotros la indujo a confesarnos sus errores. Es fácil caer en un mal camino, pero no lo es salir de él. Pero esa mujer logró salir de él mediante una difícil autocrítica, con nuestra ayuda. Esto muestra que ella tenía fuerzas para recuperarse. ¿Por qué empujar al abismo al que se arrepiente sinceramente de sus faltas y decide optar por una nueva vida?
La revolución es también una lucha para defender y hacer brillar la conciencia de las personas. Yo quería proteger la de aquella mujer.
Si los imperialistas japoneses sabían que en alguna familia había un revolucionario, trataban de aislarlo y separarlo. Aplastar y dividir a nuestras fuerzas patrióticas y aniquilarlas por separado era su invariable estratagema. Además, aprovecharon con infamia las relaciones consanguíneas de nuestra nación en su “campaña de claudicación”. Su objetivo final era aislar a los comunistas de las masas populares. Uno de los medios más aviesos que emplearon para ello fue poner a los parientes a sospechar uno de otro, a odiarse y matarse.
Si nosotros, aun conscientes de esos ardides y manejos de los enemigos, nos dejábamos arrastrar por ellos, no habría cosa más torpe. Por esta razón, optamos por perdonar y reeducar incluso a los que habían recibido la misión de espionaje, siempre que no cometieran el imperdonable crimen de vender el país y la nación.
Una vez, un espía enviado por el gobierno general nos visitó haciéndose pasar por cristiano. Nos entregó unos sacos de harina de trigo diciendo que los había traído de Corea para donarlos al ejército revolucionario que sufría en tierras extrañas y que preparáramos con ella empanadas.
Ordené a los cocineros hacerlas con toda aquella harina. Horas después una cocinera se presentó con una vasija llena de empanadas. Invité al visitante a comerlas, pero él rehusó. Repetí la invitación y su rostro se volvió pálido, pues había envenenado la harina.
Le critiqué: ¿Por qué trata de atentar contra la vida de nosotros que alejados de nuestras casas padecemos dificultades para rescatar el país? ¿Tiene acaso algún resentimiento contra nosotros? Si usted es coreano, debe obrar con dignidad como tal. ¿Para qué sirve una vida vil como la suya? En adelante, tomando conciencia de sus errores, debe iniciarse en una nueva vida. Lo alojamos en una cabaña y le ofrecimos un buen trato hasta que le dejamos regresar. Más tarde, oí decir que esa noticia apareció en una revista.
Pese a la oposición de O Paek Ryong, admití que Ji Sun Ok permaneciera en el campamento, para educarla. Poco después la envié a la sastrería donde se sentía escasez de brazos para confeccionar 600 uniformes que se iban a usar en la operación de maniobra circular con grandes destacamentos. Tampoco a Kang Wi Ryong, que estaba movilizado para esa tarea, le gustaba la presencia de Ji Sun Ok en el taller.
Por eso, encomendé a C
Después de celebrar la fiesta de Chusok , llamé a Kang Hung Sok, quien permanecía en el lugar más retirado de Hongqihe, para Hualazi hacia donde nos dirigíamos.
De este modo, ese matrimonio tuvo un encuentro dramático en un profundo bosque de Hualazi.
Permanecimos allí cierto tiempo que dedicamos a estudios militar y político. En esa ocasión Ji Sun Ok estudió con afán con los materiales didácticos elaborados por nosotros mismos. Era una mujer que sabía leer y escribir por haber estudiado en la escuela primaria. Más tarde, pese a su débil condición física nos acompañó en la marcha y preparó comidas para los combatientes. Aunque llevaba esa clase de vida, extraña y penosa para ella, siempre tenía una sonrisa en el rostro.
Las cosas marchaban bien. Pero en uno de esos días ocurrió una tragedia. Desgraciadamente, Kang Hung Sok murió en la batalla de Liukesong.
No le avisamos del hecho a Ji Sun Ok, pues pensamos que ella era incapaz de superar la tristeza.
Durante las marchas ella observaba con atención la ametralladora que Kim Un Sin llevaba al hombro. Era la que Kang Hung Sok manejó en vida. Los compañeros le dijeron que su esposo había ido a un lugar con una misión y en esa ocasión se la confió a Kim Un Sin. Pero era en vano. No era más que un juego de escondite.
Tras la batalla en Liukesong organizamos una representación artística en medio de la selva, a orillas del Songhuajiang. Durante el espectáculo aprecié la tristeza en el rostro de Ji Sun Ok.
Posteriormente, le hicimos regresar a su casa, pues no pudimos permitir su permanencia en la unidad después de la muerte de su esposo. Además, porque sus familiares podrían sufrir daños si ella no volvía.
Cuando ella partía del campamento le dimos, por supuesto, dinero para el viaje y le presentamos un guía. Aún recuerdo vívidamente cómo se volvía de vez en cuando para mirarme hasta que se perdió de vista en el bosque.
Después del cese al fuego supe que ella había venido a verme. En aquel tiempo yo estaba tan atareado que no pude recibirla, lo cual probablemente le entristeció. Con posterioridad, tampoco pude encontrar tiempo para ella. Más de una persona vino a Pyongyang a verme y regresó sin lograr su objetivo.
A juzgar por el hecho de que Ji Sun Ok quiso verme con la frente alta, parece que después de separarse de nosotros no repitió errores que perjudicaran mucho a la patria y la nación. Si yo me hubiera entrevistado con ella, habría podido conocer al dedillo cómo vivió después de regresar del monte. Afortunadamente, pude valorar a grandes rasgos una parte de su vida leyendo “Notas de la historia contemporánea” que me habían conseguido los compañeros especializados en esa materia. Al leerse ese libro se puede suponer cómo ella, después de su retorno, se portó ante los enemigos que la enviaron al campamento de los guerrilleros y cómo les explicó sobre la vida interna del ejército revolucionario.
En el informe elaborado por el cónsul Kiuchi en Hunchun para su superior, se lee que en el Ejército Revolucionario Popular de Corea se realizaban con facilidad todas las tareas porque todos sus cuadros eran consecuentes en lo ideológico y siempre se entregaban a los esfuerzos por lograr la victoria de la revolución, y sus subalternos, dejándose seducir espontáneamente, confiaban con firmeza en ellos y obedecían en absoluto sus órdenes, y que si el destacamento de ruta No.2 tenía una elevada moral y una poderosa fuerza de unión, esto se debía a que su Comandante, Kim Il Sung, poseía una sólida ideología comunista nacional y tenía, además de una firme voluntad y una fuerte complexión, un buen arte de mando.
Creo que describió de una manera relativamente correcta la realidad de nuestra unidad. Esto evidencia que Ji Sun Ok dio informaciones objetivas e imparciales sobre las actividades de nuestro ejército revolucionario y el estado espiritual de sus miembros.
Para saber cómo la trataron los enemigos después de su retorno es suficiente leer lo siguiente en el informe mencionado:
“I. Opinión y disposición
|. Opinión
(1) Las declaraciones son lógicas y aceptables a juzgar por todas las vertientes de la situación actual. Pero, los hechos de que aun después de ser descubierto el veneno que llevaba escondido, tan pronto como llegó al monte, no recibió ningún castigo, que permaneció más de un año en la unidad de bandidos y regresó sana y salva, nos hacen sospechar que ella disimula así de acuerdo con el plan de la guerrilla. Hay que analizar con cuidado sus palabras y actos posteriores.
...
2. Disposición
(1) Ji Sun Ok fue entregada al jefe de la operación Katada en Antu para que sea vigilada ocultamente y, a partir de la premisa de haber regresado con un fin disimulado, procuraran engatusarla y acelerar la investigación suplementaria y, al mismo tiempo, utilizarla en un servicio especial.” (“Documento secreto del consulado en Hunchun No.186, 26 de julio del año 15 de Showa(1940), redactado por el cónsul Kiuchi Tadao”)
Decían que los imperialistas japoneses pensaron mucho, porque ella regresó ilesa en lugar de recibir castigo. ¿Cómo podrían descifrar este misterio con el modo de pensar de ellos, que consideraban a los hombres como animales parlantes?
Aunque algunos decían que Ji Sun Ok merecía una sanción, la perdonamos sin cuestionar su delito. ¿Qué habría ocurrido si la hubiéramos castigado? Los familiares de su esposo y otros allegados hubieran sido calificados como parientes de una reaccionaria.
Nuestra revolución no está encaminada a sepultar a las personas sino a amarlas y protegerlas, salvaguardar y exaltar al máximo su personalidad. Enterrar al hombre es fácil, pero salvarlo es muy difícil. Por más difícil que sea, debemos ofrecerles la oportunidad de resucitar a los que cometieron errores y confiar en ellos y ayudarlos para que lleven una vida auténtica como seres humanos. Tratar al hombre como tal y rehabilitarlo es la revolución más gloriosa y más grande.
Los imperialistas arrojan a las personas como desechos, pero nosotros debemos valorarlas y salvarlas considerándolas como las más valiosas joyas. No hay que echar a las personas en quienes una vez se depositó confianza. Como digo a veces, una de las cualidades más loables del compañero Kim Jong Il es apreciar y amar mucho a las personas y nunca desechar a los que una vez gozaron de su confianza.
En cierta ocasión, el compañero Kim Jong Il contó a los funcionarios subalternos que Napoleón expresó “ustedes confían en mí y yo también creo en ustedes”, pero él decía lo contrario: “Yo confío en ustedes y también ustedes deben confiar en mí.” Esa afirmación es su fe filosófica.
Cada vez que hablo con el compañero Kim Jong Il, que siempre confía en el pueblo y lo ama y se consagra en bien de él, pienso que no hay porqué preocuparse por el futuro del país y el pueblo.
Cuando los imperialistas se dedican, según su uso y costumbre, a manchar el honor del hombre y hacer fracasar su destino, nuestro Líder, camarada Kim Il Sung, mostró con su ejemplo que los comunistas deben tratar y proteger con sumo cuidado la vida política de las personas y que las relaciones humanas deben establecerse a partir de una noble moral y obligación ética sustentada en el principio de amar, confiar y salvar de modo activo. Esto es la sagrada ética y moral para la revolución coreana.
2. El terrateniente chino, Liu el Intérprete
Una vez, después de la liberación del país, el gran Líder, Presidente Kim Il Sung, se encontró con Peng Zhen. En aquella ocasión recordó con profunda emoción la época en que los pueblos y comunistas de Corea y China desplegaban la lucha armada con la bandera antijaponesa en alto.
Peng Zhen, después de valorar altamente el noble sentimiento de amistad clasista y el espíritu de internacionalismo proletario que manifestaron el pueblo y los comunistas de Corea en la lucha común por la liberación nacional, dijo como una digresión que cuando las operaciones de liberación del territorio Noreste numerosos terratenientes chinos alegaron con énfasis que anteriormente habían ayudado a las Fuerzas Unidas Antijaponesas y como prueba mostraron los certificados sellados con el nombre de Kim Il Sung, Comandante del Ejército Revolucionario Popular de Corea. El cargo oficial de Peng Zhen era comisario de las Fuerzas Unidas Democráticas del Noreste, cuando esas operaciones.
Con posterioridad, respondiendo a preguntas que le hicieron investigadores de la historia de la Lucha Revolucionaria Antijaponesa en relación con los mencionados certificados, el gran Líder revivió los siguientes recuerdos:
Hablando sobre los certificados me acuerdo de Liu el Intérprete. Si oyen lo que voy a contarles sobre este hombre, podrán comprender qué son esos certificados.
Liu era un famoso chino rico. Lo conocimos en el distrito Helong después que mudáramos nuestro teatro de acciones al noreste del monte Paektu. Estuvo tan íntimamente relacionado con nosotros como el terrateniente patriótico coreano Kim Jong Bu a quien conocimos en el distrito Changbai.
Su nombre real era Liu Yixian. Como hablaba el coreano de modo tan corriente como su lengua materna se ofrecía voluntariamente de intérprete en casos de que chinos y coreanos necesitaban comunicarse. Por eso, la gente le puso Liu Tongshi. El sentido moderno de la palabra tongshi es intérprete.
Al trasladarnos al noreste del monte Paektu organizamos el combate del Wukoujiang, después dimos una gira por la zona de Helong, la de Samjang en el interior del país y el distrito Antu y nos establecimos en el campamento secreto del Wukoujiang desde donde desplegamos intensas actividades político-militares.
Por aquel entonces nuestra principal unidad se encontraba en otra parte; en la Comandancia sólo quedaban la sección de ametralladoras y los efectivos de la compañía de escolta. Teníamos muchas dificultades con las provisiones. Como los coreanos que residían en torno a nuestro campamento eran pobres no podían ayudarnos gran cosa, aunque lo desearan.
Según los partes de los trabajadores clandestinos, al enterarse de nuestra aparición en territorio bajo su jurisdicción en el distrito Helong los enemigos propagaron que el ejército revolucionario les arrebataría los víveres a los lugareños, y obligando a reunirlos en unos cuantos lugares señalados los distribuían una vez para dos días a los que venían con carretas en representación de sus poblados, según la norma de consumo diario fijada, por persona. E incluso obligaban a la población del distrito a tener preparadas, cada familia, dos botellas de queroseno para verterlas sobre los granos en casos de que viniera el ejército revolucionario y pidiera.
Mientras me esforzaba mucho por encontrarle solución al problema de los alimentos, hablé una vez con los habitantes de una aldea y allí conocí a una persona que decía que vivió en la zona guerrillera de Xiaowangqing y se mudó al distrito Helong al disolverse la zona. Durante la conversación con él supe en detalle sobre el chino rico Liu el Intérprete.
Me pareció que si nos lo ganábamos eso ayudaría a encauzar las fuerzas patrióticas antijaponesas y a resolver los suministros.
Pero, Ju Jae Il, Kang Wi Ryong y otros que vivieron en Helong antes de incorporarse a la guerrilla insistieron que no debíamos depositar esperanzas en aquel hombre. Plantearon incluso ajusticiarlo porque era un anticomunista recalcitrante que hasta fue por un tiempo jefe del cuerpo de autodefensa. Ju Jae Il y Kang Wi Ryong conocían bastante bien lo referente a Liu el Intérprete.
Según sus afirmaciones, la familia de Liu vivía al pie del Niuxinshan, a unos 30 ries de la cabecera distrital de Helong. Creo que la aldea se llamaba Lontancun. Los de Liu ocupaban una imponente mansión , cercada por largas tapias en cuyas cuatro esquinas había torreones.
El hermano mayor era ya por aquel tiempo un anciano de más de 70 años y permanecía en la casa sólo recibiendo el trato correspondiente al cabeza de familia, y el mismo Liu el Intérprete, que era el segundo, siendo, como era el pilar de la familia, se ocupaba principalmente de los asuntos de afuera, frecuentando el ayuntamiento y otros organismos oficiales. El tercero, llamado Liu Yiqing, administraba los bienes de la familia con el auxilio de unos escribanos.
Según las afirmaciones de los combatientes revolucionarios antijaponeses Ri Pong Rok y Pak Jong Suk, la familia de Liu poseía más de 100 shangs de tierras cultivadas. Como un shang equivalía a una hectárea, más de 100 shangs constituían una extensa superficie de tierra de más de 100 hectáreas. Los de Liu también tenían una fábrica de aceite de soya, una de fideos, una de alcohol y varias tiendas. Los combatientes revolucionarios antijaponeses recuerdan que en la ciudad de Helong esa gente administraba por medio de intermediarios negocios como un almacén universal, restaurante y la venta monopolizada de la sal.
La familia de Liu era ampliamente conocida no sólo por su enormidad de riquezas sino también por su posición anticomunista. Los guerrilleros procedentes de Helong decían que era gente de la peor calaña. Como prueba citaba el caso de un hijo de Liu el Intérprete que servía en la policía títere manchú de la ciudad. Abusando de su posición de policía ese hombre exigía a fuerza de fusil y bayoneta a los jornaleros o arrendatarios una obediencia absoluta, y su padre si sospechaba que alguna familia tenía relaciones con el partido comunista, ora la denunciaba a la estación de policía donde estaba su hijo para que la sometieran a interrogatorio ora le negaba la posibilidad de subsistencia con el método de retirarle el derecho de arrendamiento.
Pese a todo esto, yo no estuve de acuerdo con quienes proponían castigar de inmediato a los de Liu y confiscarle a la fuerza sus bienes. Esto fue porque además de la lección que sacamos de las relaciones con Kim Jong Bu, había quienes tenían otras opiniones sobre él. Por eso, no podíamos proceder a la ligera, sin investigar lo suficiente sobre esa persona.
El motivo que me hacía verlo de otra manera era el hecho de que hablaba bien el coreano y contemporizaba con la gente sin cumplidos.
Además, no faltaban personas que sostenían que si en el ayuntamiento público se planteaban problemas de los arrendatarios coreanos él se brindaba de traductor e incluso se ponía de su lado. Aquí no había nada malo, al contrario era algo bueno.
Hasta había quienes decían que se compadecía de los desposeídos coreanos que despojados del país vivían penosamente en tierras extrañas, y los atendía expresamente.
Se decía que su concubina que residía en Niufudong era coreana, lo que también despertaba nuestra curiosidad.
¿Por qué ese hombre que simpatizaba con los campesinos coreanos inmigrantes, tenía una concubina coreana y le gustaban el idioma y hasta los hábitos de los coreanos, era considerado por determinadas personas como un terrateniente de los más crueles? ¿Por qué él, de quien se creía era compasivo, molestó tanto a familias como las de Ju Jae Il y Kang Wi Ryong, haciéndolas tener disgustos con los policías?
Con el fin de descifrar estos enigmas envié a mis hombres a la aldea Longtancun. Me trajeron muchos datos referentes a Liu el Intérprete. Así fue como por fin se pudo saber que se enemistó con la gente del movimiento comunista precisamente a causa de la rebelión del 30 de mayo.
Como también ustedes saben bien, cuando la rebelión del 30 de mayo los aventureros de izquierda perpetraron muchas acciones insensatas. Golpearon con el mismo palo a las personas que poseían ciertas parcelas de tierra, indistintamente de que fueran pro o antijaponesas. Los rebelados, instigados por esos elementos, cometieron toda una serie de locuras, entre otras derribar los portalones de las casas de los terratenientes y quemar sus depósitos de alimentos. Tales actos insensatos, ultraizquierdistas, mancharon gravemente la imagen del partido comunista.
Desde entonces Liu el Intérprete consideró al partido comunista como su enemigo jurado y en cuanto a las familias de los sospechosos de pertenecer al movimiento comunista las perseguía despiadadamente, mientras estrechaba más sus relaciones con los militarotes que protegían a los terratenientes.
El anticomunismo de Liu el Intérprete se hizo más obstinado desde que oyera que al surgir bases guerrilleras en Jiandao, después del Incidente del 18 de Septiembre el partido comunista dividió este territorio en zona roja y zona blanca, y hostilizaba a los residentes en esta última. El odiaba tanto a los japoneses que se enseñoreaban en Manchuria como a los comunistas.
Solía decir: “El partido comunista es mi enemigo jurado.”
Yo pensé que Liu el Intérprete,pese a ser anticomunista debido a una mala comprensión momentánea, podía ser orientado a tomar el camino patriótico, el de la alianza con los comunistas, si recibía una influencia positiva. El estaba descontento por el hecho de que después de invadir a Manchuria los imperialistas japoneses desintegraron a su guardia privada y le confiscaron su armamento. Yo presté especial atención a este sentimiento antijaponés suyo.
En cuanto a este hombre no pensábamos en castigarlo o confiscarle los bienes sino decidimos modificar su espíritu anticomunista y fomentar el patriótico antijaponés para hacerle apoyar y ayudar a nuestra revolución. Así fue como le enviamos un pequeño grupo de activistas cuyo jefe era O Il Nam, del séptimo regimiento.
Al verse con Liu el Intérprete éste le explicó que lo enviaba el General Kim Il Sung para invitarlo a entrevistarse con él y le preguntó si aceptaba la invitación.
Sonriendo con amargura él dijo fluidamente en coreano, que si tenían la intención de llevárselo preso, que lo hicieran sin esas añagazas, sin el cartel de entrevista; que decir que el jefe del ejército comunista invitaba a un terrateniente a una entrevista era un pretexto para detenerlo; que desde que se rumoraba que los comunistas aparecieron en el área del distrito Helong y actuaban libremente él, Liu Yixian, se daba cuenta de que correría el destino del pescado colocado sobre el tajador; y que como él estaba listo a aceptar hasta la muerte, podían hacer lo que quisieran con él: matarlo, llevárselo preso o arrebatarle los bienes, pero sin hacer rodeos proponiendo cosas como una entrevista. Parece que así profirió con odio al creer que el grupo de O Il Nam fue para secuestrarlo. Dijeron que el viejo tenía una actitud muy desafiante.
Como Liu el Intérprete trató al grupo con tanta hostilidad, O Il Nam dijo que al comienzo pensó incluso en el fracaso de la misión. Cuanto más desafiante se tornaba el viejo tanto más afirmó O Il Nam su decisión de convencerlo a todo precio y conducirlo a la Comandancia. Le explicó que el Ejército Revolucionario Popular de Corea, siendo un colectivo de auténticos comunistas, total y cualitativamente distintos a aquellas personas que durante la rebelión del 30 de mayo golpearan a ciegas a todos los ricos, indistintamente de que fueran projaponeses o antijaponeses, patrióticos o traidores, era un ejército que tenía como su sagrada misión luchar por la emancipación nacional de los pueblos coreano y chino, y proteger sus vidas y bienes. Después expresó que si él de ningún modo podía aceptar la invitación de la Comandancia, el grupo se retiraría tranquilamente.
Pero, una vez que O Il Nam dijera esto, Liu quedó callado un buen rato, parecía reflexionar profundamente. De pronto, cambiando de actitud, dijo que ya que estaban en su casa, se debían quedar más tiempo para hablar de lo que ocurría en el mundo, pues no tenía sentido que fueran hasta allí para regresar así, de inmediato. Y afirmó que si era cierto que le invitaba el Comandante Kim, lo tendría en cuenta. Quizás tenía miedo a las consecuencias. Además, como O Il Nam se portaba decentemente y hablaba de modo ameno sobre la situación reinante, parece que se sosegó, mostrando curiosidad.
“He oído muchas veces que el ejército del Comandante Kim pelea bien; mas, siendo él también comunista, ¿cómo no tener ese congénito odio a los ricos? Pero, según vengo oyendo, y viendo la manera de hablar y comportarse de ustedes, es cierto que en algo se distingue de otros ejércitos … De todas maneras me veo obligado a ir con ustedes, pues dicen que me llama el General Kim.”
Después de decir esto, rogó que se lo llevaran amarrado como a un preso porque si los japoneses se daban cuenta de que él los seguía dócilmente, aceptando la invitación del Comandante Kim, enviarían su “cuerpo de castigo” para cortarle la cabeza y entonces tampoco estarían a salvo otros de su familia, razón por la cual debían conducirlo como a un secuestrado.
O Il Nam pensó que era buena la idea de Liu el Intérprete, pero vaciló. Porque yo le había ordenado que lo trajera en forma decente, y no detenerlo. El juzgaba que si se lo llevaba amarrado sin el permiso de la Comandancia, podía suceder lo que le ocurrió al grupo de Kim Ju Hyon en el distrito Changbai por haber tratado con brutalidad a Kim Jong Bu. Fue una ocurrencia feliz que O Il Nam reflexionara de tal modo.
Al recibir el parte consideré idónea la propuesta de Liu el Intérprete. Por eso pensaba apoyarla, pero algunos comandantes opinaron que si se procedía según la idea de Liu, era posible que su hijo que era policía armara un escándalo e incluso se movilizaran los efectivos de la guarnición. De oirse tiros en Longtancun, era posible que llegaran refuerzos enemigos de la cabecera del distrito Helong.
Para llevar a cabo el plan propuesto por Liu el Intérprete debíamos actuar en un extenso escenario y emprender acciones de envergadura. Entonces, decidimos atacar a la vez a los enemigos en tres aldeas, siendo el centro Longtancun, donde estaba la casa de Liu, y a este fin movilizamos a los regimientos séptimo y octavo e incluso la compañía de escolta.
Dirigí las operaciones desde el puesto de mando que establecí en el poblado vecino a Longtancun, donde vivían los padres de la nuera de Liu.
Poco antes de iniciar la operación, difiriendo del plan original decidimos no tocar durante algún tiempo a Liu el Intérprete quien se ocupaba de todos los asuntos de la familia y en cambio llevarnos a su hermano menor Liu Yiqing. Porque consideramos que de proceder así obtendríamos el mismo resultado que si nos llevábamos a Liu el intérprete, además haríamos que el hijo de éste y otros militares y policías se alarmaran menos. Liu Yiqing no tenía hijos. Desde antaño, los chinos mantenían la costumbre de amar más a los hermanos sin hijos, razón por la cual los de la familia de los Liu podían entrar en contacto con nosotros bajo el pretexto de que negociaban la liberación de Liu Yiqing, sin que se extrañaran los enemigos y vecinos.
Las operaciones se llevaron a cabo exitosamente, según el plan, y las unidades se retiraron al mismo tiempo de las tres aldeas. Cuando las tropas iban a partir Liu el Intérprete llamó a que viniera el tercer hijo de su hermano mayor y le hizo acompañar al tío para cuidarlo. Al proceder así él tendría el propósito de aliviar la soledad de Liu Yiqing.
Me informaron que en el camino hacia el campamento tuvieron dificultad porque Liu Yiqing no podía caminar mucho, a cada momento se sentaba. Por ser gordo le era difícil caminar, y además parecía que el efecto de la última dosis de opio consumida ya se le había pasado. Era un opiómano. Tuvieron que cargarlo sobre una pari
Al jefe de la compañía de escolta O Paek Ryong le di la tarea de atender bien al hermano y sobrino de Liu el intérprete. Los compañeros de esta compañía instalaron la tienda en la que se alojarían los huéspedes y los atendieron bien. Aunque entonces había dificultades con los alimentos, a ellos les sirvieron en cada comida arroz blanco y ricas sopas de carne.
Pero, Liu Yiqing comía poco. Suponíamos que siendo hijo de un ricachón que todos los días comía sólo platos exquisitos, no tenía apetito, pero el motivo no era este. Comía con desgano porque necesitaba irresistiblemente consumir opio. Todos los días, molestaba a nuestros escoltas rogándoles darle opio en vez de alimentos que no podía comer. Aseguraba que si se le daba opio, no escatimaría dinero.
No obstante, nuestros compañeros no podían satisfacer su petición. Sólo en el puesto sanitario había cierta cantidad de opio para uso emergente, para casos de anestesia.Poniéndose como loco por falta de opio, comenzó a maldecir e insultar horriblemente a los escoltas.
No hay nada más ridículo que el hijo de un terrateniente pidiendo importunamente opio en el campamento de un ejército revolucionario.
Hice que los trajeran a la tienda de la Comandancia. Aquel hombre se encontraba en muy mal estado . Si el opiómano no consume opio, pierde el brillo de los ojos e incluso pierde la capacidad para sostener su propio cuerpo.
Ordené al puesto sanitario que aunque tuviera que gastar todo el opio para uso emergente, le suministrara cada día una pequeña dosis. Tan pronto como lo probó sus ojos volvieron a brillar y él con cara risueña se mostró muy animoso.
Parecía que en toda su vida nunca había trabajado físicamente. Como no sabía ni siquiera ordenar su cama, lo hacía el sobrino. Era precisamente un parásito en el verdadero sentido de la palabra, que toda su vida disfrutó de la abundancia, sin mover ni un solo dedo.
Un día, conversando sobre diferentes cosas, le dije que el hombre debía trabajar de acuerdo con sus condiciones físicas, porque entonces conocía el sentido de vivir y, además, tendría apetito para comer. Le narré un cuento antiguo sobre una princesa que acostumbrada a poner a trabajar a otras personas, finalmente se quedó tan boba que no sabía pelar con sus manos ni siquiera una manzana, y añadí que todos los que viven a costa ajena llegan a este fin. Al oirlo Liu Yiqing reconoció que él era un bobo igual que esa princesa, pero, expresó, era experto en un trabajo. Sabía hacer bien empanadillas. Sus palabras me alegraron. Menos mal que una persona considerada inútil poseyera, aunque no un gran talento, habilidad para hacer empanadillas.
Hice que los guerrilleros que servían en la cocina de la Comandancia trajeran los ingredientes para empanadillas. Liu Yiqing laminó delgada y uniformemente los pedacitos de la masa de harina y con ellos envolvió los rellenos con una asombrosa habilidad. Las empanadillas resultaron bonitas y Liu Yiqing las hizo con una velocidad relampagueante.
Comiéndolas junto con mis compañeros elogié su sobresaliente habilidad.
Desde el día siguiente, si se ofrecía la oportunidad de hacer empanadillas, él se arremangaba la camisa y ayudaba a los cocineros. En tales ocasiones hablaba mucho. Hasta bromeaba conmigo. Cierto día, al regresar después de haber hecho empanadillas, confesó que trabajando tal como dijera el Comandante Kim llegaba a tener sentido de la vida. Hablaba con sinceridad.
Pero, no todos los días se hacían empanadillas. En los días sin trabajo él se mostraba muy aburrido y entonces pedía más opio. Yo le hablé de muchas cosas que le servían de lecciones, comenzando desde la Guerra del Opio hasta sobre Confucio y Mencio. E incluso le di a conocer ricos patrióticos que dejaron su nombre en la historia de China. Así, espontáneamente se mencionaron también los nombres de los revolucionarios procedentes de familias con fortunas como Zhang Weihua y Chen Hanzhang, entre otros.
Liu Yiqing me escuchaba con mucho interés. Un día pidió pincel y papel. Afirmando que si bien no estaba a la altura de Zhang Weihua quien se quitó la vida en aras de la revolución, quería ayudar al Comandante Kim con dinero y otros bienes materiales, escribió una carta a su hermano mayor Liu Yixian. Antes de enviarla me la dio a leer.
Leyéndola me di cuenta que no había sido inútil el que lo hubiéramos tratado humanamente. En primer término escribía sobre sí mismo y el sobrino. Subrayaba expresamente que se alojaba conmigo en la misma tienda y hacíamos juntos las empanadillas, que los miembros del ejército revolucionario los atendían con sinceridad como a sus propios hermanos dándoles buenas comidas. Decía que como estaba decidido a corresponder a esta benevolencia rogaba al hermano que enviara víveres, tejidos, calzado y otras cosas, lo que ayudaría al ejército revolucionario en sus actividades y, además, ellos podrían regresar pronto a casa. Valió la pena haberlo educado e ilustrado.
Liu el Intérprete, que calladamente pasaba los días en un estado de zozobra desde que su hermano y sobrino se fueran a la montaña, se puso muy contento al leer la carta. Nos avisó para cuándo tendría preparadas las cosas que necesitábamos y pidió que enviáramos gente para llevarlas. Le encomendamos a Ri Pong Rok la tarea de traerlas, poniendo bajo sus órdenes aproximadamente una sección de guerrilleros. Entre las cosas que ellos transportaron a cuestas había tela de algodón que alcanzaba para varios cientos de uniformes, zapatos de trabajo, arroz, harina de trigo, tortillas, carne de cerdo y aceite de soya. Liu el Intérprete envió cosas de estas a nuestro campamento en tres ocasiones.
Al hacerse más frecuentes sus contactos con nuestros compañeros él propuso oficialmente la entrevista conmigo y pidió que lo condujeran al campamento secreto. Decía que como estaba dispuesto a ayudar al ejército revolucionario, quería ir a ver y saludar personalmente a su Comandante. Así fue como hicimos que lo condujeran al campamento.
Según me informaron, cuando Liu el Intérprete iba a emprender el viaje su hijo policía se opuso. Trató de persuadir al padre: “Usted decidió ir al campamento del ejército revolucionario después de leer la carta del tío, pero le aconsejo que reflexione seriamente. El tío escribe que él y mi primo se alojan con el General Kim Il Sung en la misma tienda, y juntos comen e incluso hacen empanadillas, lo que no puedo creer. ¿Cómo es posible que el Comandante del ejército revolucionario coma y duerma junto con gente civil? Y para colmo, el tío es hijo de un terrateniente. Los comunistas ven en los terratenientes el blanco de la liquidación. Es toda una mentira el que el jefe del ejército revolucionario coma y duerma junto con un hombre procedente de la clase hostil y que haga con sus manos empanadillas, como las mujeres de familias comunes. Seguro que uno de los subalternos del Comandante Kim obligó al tío a escribir eso.”
Liu el Intérprete le replicó: “No hables tonterías. Ultimamente tuve varias veces contactos con los subalternos del Comandante Kim, y todos, por igual, resultaron jóvenes corteses y generosos. He llegado a pensar que el Comandante Kim tiene bajo sus órdenes buenos hombres. Viendo sólo la conducta que ellos mantuvieron al tratarme pude darme cuenta de la personalidad de su Comandante y del espíritu y poderío de su tropa. Ya que tengo establecidos lazos con el ejército revolucionario quiero ir a toda costa a la montaña para verme con el Comandante Kim y comprobar con mis ojos si es verdad lo que escribe tu tío en la carta.”
Al venir a entrevistarse conmigo trajo para obsequiarme un uniforme y un abrigo de entretiempo, confeccionados con sukno, un tejido de alta calidad, un par de botas altas y un gorro. Al intercambiar unas cuantas opiniones me di cuenta que no era una persona cualquiera; tanto por su personalidad como por su nivel intelectual se distinguía totalmente de su hermano menor. Era decente, hablaba y se portaba con una actitud gentil e imponente.
En un coreano fluido dijo que estábamos sufriendo muchas dificultades en medio de las montañas y nos agradeció haber atendido bien a su hermano y sobrino. Yo, por mi parte, le manifesté nuestra gratitud por haber enviado muchos materiales de auxilio al ejército y habernos visitado pese a tener una avanzada edad .
Abrimos aparte una nueva tienda para que él pudiera reunirse con su hermano y sobrino.
Liu Yiqing explicó a su hermano mayor: “¿Quién te dijo que el ejército comunista es un demonio rojo? Es toda una mentira. En el mundo no hay gente más generosa que estos guerrilleros. Es caballerosa la tropa del Comandante Kim.” No le alcanzaron las palabras para elogiar al ejército revolucionario. E incluso confesó que gracias al Comandante Kim llegó a ser ilustrado.
Habló de modo tan persuasivo sobre nosotros que después Liu el Intérprete vino a verme para agradecer repetidamente.
Lo que me sorprendió más en el encuentro con él fue el hecho de que conocía muy bien no sólo el idioma y las costumbres de los coreanos sino también su historia y cultura. De modo que llegamos a comunicarnos fácilmente.
Durante nuestra plática lo que más me conmovió fue su afirmación de que cada vez que veía que los coreanos, despojados del país, llevaban una penosa vida en tierra extraña, no podía menos que condolerse. Tal como a mí me gustaban los chinos y los amaba así también Liu el Intérprete amaba mucho a los coreanos.
Sorpresivamente él me preguntó:
“Entre la gente se le dice a la unidad del Comandante Kim ‘bandoleros comunistas’. ¿Es verdad que usted, Comandante Kim, es comunista?”
“Que nuestra unidad sea de ‘bandoleros comunistas’ es una invención de los japoneses, pero es verdad que yo soy comunista.”
“Entonces, ¿cómo me ve a mí, siendo yo, hasta ahora, un anticomunista?”
Quizás su propósito al venir a nuestro campamento y entrevistarse conmigo residía en saber mi respuesta a esta pregunta. Por eso, yo tenía que darle una respuesta bien pensada.
Desde los primeros tiempos de la Lucha Armada Antijaponesa sostuve muchas conversaciones con personas de tendencia anticomunista. El comandante Yu era anticomunista, y también lo era al principio Wu Yicheng. Así como el coreano Ryang Se Bong, pese a ser patriota, se oponía a los comunistas, sólo llegando a aliarse con ellos en la última parte de su vida. En las conversaciones con los comandantes Yu, Wu y Ryang yo me encontraba en la posición de abogar por el comunismo y hacerles comprender la necesidad y la justeza de la alianza con los comunistas en aras de la constitución del frente unido. Pero, ellos tenían el derecho a elegir esta alianza o el anticomunismo. Por eso, aunque mantuve la iniciativa en todo el curso de las conversaciones, me veía obligado a esperar sus respuestas con impaciencia.
En cambio, en las conversaciones con Liu el Intérprete la situación era otra. Me encontraba en la posición de condenar sus actos anticomunistas y él en una situación en que estaba obligado a escuchar esta sentencia. Pese a esto, él por sí solo trató de saber nuestra opinión acerca de sus acciones anticomunistas, lo que consideré como una actitud muy buena. De todos modos, era una persona franca y audaz.
Según mis experiencias personales, había dos tipos de anticomunismo. Uno era consciente y activo: el que profesaban aquellas personas que se entregaban de modo desesperado al aniquilamiento de los comunistas por considerar que serían liquidadas si prevalecían éstos, y otro era el ciego que practicaban personas que viendo las acciones negativas de los seudocomunistas aborrecieron al comunismo o que debido a la vil propaganda de los imperialistas llegaron a detestar el comunismo y a mantenerse alejadas de él. Podía decirse que el caso de Liu el Intérprete pertenecía a este segundo tipo.
Para hacerlo pasar del anticomunismo a la alianza con los comunistas teníamos que explicarle con franqueza nuestra posición. No debíamos hablar sólo de las cosas que se avinieran a su gusto para recibir más materiales de auxilio ni tampoco condenarlo sin más ni más por ser un terrateniente anticomunista. Lo fundamental era señalarle claramente lo bueno y lo malo de sus anteriores acciones y orientarlo y guiarlo de tal modo que él mismo abandonara el anticomunismo y tomara el camino patriótico, el de la alianza con los comunistas.
“Es una gran lástima que usted haya venido realizando actos anticomunistas. No obstante, no tenemos la menor intención de castigarlo. Porque su conducta se debe a su mal conocimiento de los comunistas y, además, aun siendo anticomunista, ha amado a China y a su pueblo. Usted es precisamente quien, pese a oponerse a los comunistas no quiere la ruina del país, y aunque es un terrateniente, desea serlo en su país, en China soberana. Yo concedo mucha importancia a este punto. Quien ama al país puede pasar sin dificultad al camino de la alianza con los comunistas.”
Al decirle esto, él estrechó mis manos y en sus ojos brillaban lágrimas.
“Gracias, Comandante Kim. En este territorio de Helong hay mucha gente, pero usted es la única persona que ha reconocido que yo tengo sentimientos patrióticos. Esta sola valoración es suficiente para que yo pueda dormir plenamente.”
Después, confesando que hasta entonces fue anticomunista por tener una estrecha visión, preguntó de qué modo podía aliarse con los comunistas.
Le expliqué: La alianza con los comunistas no es algo del otro mundo. Lo es también oponerse al Estado títere manchú y al imperialismo japonés y ayudar a nuestro ejército revolucionario. Usted ya ha comenzado a aliarse desde el día en que nos envió a su hermano menor y sobrino. Las personas que aman de modo sincero al país, a la nación, llegarán finalmente a comprender al comunismo y a aliarse con los comunistas. Porque también éstos aman al país y la nación. Tanto para los terratenientes coreanos como chinos la primera gran tarea patriótica es aliarse con los comunistas contra los imperialistas japoneses.
Manifestó que gracias al Comandante Kim había llegado, aunque tarde, a conocer su propio valor, lo que era para él una gran suerte.
Desde el día siguiente se tornó extrañamente callado. A la pregunta de si se sentía mal, se limitaba a negarlo con pocas palabras.
Hice a venir a O Paek Ryong y le pregunté si la compañía de escolta en su tarea de atenderlo no había hecho algo que lo indispusiera.
O Paek Ryong explicó que no hubo tal caso, pero como Liu el Intérprete manifestó su deseo de recorrer el campamento, le mostraron los ejercicios, cómo cantaban y bailaban en momentos de entretenimiento, y en la cocina se manifestó algo malhumorado ante la caldera en que se hervía una gacha mitad de sorgo y mitad de
Preguntó por qué se preparaba gacha aguada en vez de cocer arroz blanco, cuando él había mandado decenas de soks de este cereal y dijo que, por supuesto, podía comprenderlo si era una medida para ahorrar los víveres, pero por más difícil que fuera la situación alimentaria era algo fuera de razón servirle gacha hasta al Comandante. Parecía que el hecho de que el Comandante comiera junto con los subalternos de la misma caldera, le provocó un impacto bastante fuerte. Me informaron que al visitar el puesto sanitario se enteró de que el opio que se guardaba cuidadosamente para usar en casos de emergencia, fue cedido para el consumo de su hermano menor y quedó todavía más impactado.
Después de oir lo que dijo O Paek Ryong pensé que era necesario que los de Liu el Intérprete volvieran a su casa.
Pero, él pidió que primero lo dejáramos ir a él solo, y que su hermano y sobrino permanecieran algún tiempo más en el campamento. Pensaba enviar a nuestra unidad más materiales de socorro y para esto necesitaba tener un motivo irrefutable. Según explicó , si su hermano y sobrino se quedaban en el campamento, podía tener un pretexto para justificarse ante los japoneses en caso de que se descubriera su ayuda material.
Fue muy buena la actitud de Liu quien aun inventando un pretexto decidió voluntariamente ayudarnos más. Parece que es natural en el ser humano esforzarse por todos los medios para corresponder a la sincera confianza de que es objeto.
Antes de que Liu el Intérprete se fuera, organicé un sencillo acto de despedida. El se disculpó por haber tratado con hostilidad a los comunistas en su conjunto y considerado erróneamente al ejército revolucionario como “bandoleros” y prometió que para ayudarlo no escatimaría nada, ni dinero ni otras cosas.
Poco antes de la despedida nos rogó le diéramos un certificado para que en el caso de que el ejército de ruta No.8 liberara el Noreste de China se conociera que él había ayudado materialmente al Ejército Revolucionario Popular de Corea. Sobre un pedacito de seda escribí en caracteres chinos: “Liu el Intérprete es un patriota excelente. Ha prestado ayuda espiritual y material a las Fuerzas Unidas Antijaponesas.” Abajo firmé: “Comandante Kim Il Sung”, y puse el sello. Seguro que lo que vio Peng Zhen fue uno de esos certificados.
Por aquel tiempo, en Manchuria muchos terratenientes chinos, aunque aparentemente colaboraban con los japoneses, en realidad ayudaron a escondidas a las personas entregadas a la lucha antijaponesa. Creían que sería derrotado el imperialismo japonés y llegaría el día en que el fantoche Estado manchú fuera reintegrado a China.
Después de ayudar al Ejército Revolucionario Popular los terratenientes chinos pedían sin falta que se les expidiera un certificado, explicando que lo necesitaban en el caso de “zhushikang”. Así fue como escribí tales certificados tanto a los terratenientes del distrito Changbai como a los de los distritos Emu y Dunhua.
Originalmente en chino “zhushikang” con sus tres caracteres significa que el puerco come el salvado del arroz. Pero, sustituidos estos caracteres por otros parónimos, significan que Zhu De come a Kang De. Por aquel entonces al ejército de ruta No.8 se le llamaba ejército Zhumao, según los apellidos de Zhu De y Mao Zedong. Y Kang De era seudónimo de Pu Yi, emperador del Estado manchú, establecido por los japoneses. Los chinos utilizaron “zhushikang” como una jerga con el sentido de que el ejército de ruta No.8 liberaría el Noreste del país.
Después que se fuera Liu el Intérprete, a nuestro campamento del Wukoujiang llegaron materiales de ayuda en cantidades considerablemente mayores que antes. El nos enviaba en camión toda una serie de cosas, sin escatimar nada. Estos materiales nos sirvieron de mucha ayuda en la preparación para pasar el invierno aquel año.
Y como pagando el opio de uso emergente del puesto sanitario que su hermano había consumido, nos envió también un bloque de opio de tamaño de un mokchim.
En vísperas de Chusok de aquel año hicimos que el hermano y sobrino de Liu el Intérprete retornaran a su casa. Liu Yiqing derramó sentidas lágrimas al despedirse de nosotros. Y nos aseguró que dejaría de fumar opio y viviría como persona.
Poco después de que se fueran ellos, también nosotros partimos del campamento del Wukoujiang. Desde entonces no pudimos establecer más contactos con los hermanos Liu. Pero, nunca dejé de recordar a Liu el Intérprete y estaba seguro de que viviría de modo concienzudo.
De entre sus parientes hay uno llamado Liu Zhenguo, un sobrino lejano, y según la carta que él envió al Instituto de la Historia del Partido, también Liu el Intérprete hasta que muriera nos recordó a menudo a nosotros. Parece que al retornar de nuestro campamento expresó claramente su disposición antijaponesa y habló mucho de nosotros.
Me informaron que hasta el último momento de su vida guardó como un tesoro de familia el certificado que le escribimos en el campamento del Wukoujiang. Después de su muerte, según he oído, lo guardó la familia de su hermano menor. El conocer esto me produjo una profunda impresión.
Nuestro encuentro en el campamento y las francas conversaciones que sostuvimos entonces fueron el origen de una amistad en virtud de la cual Liu el Intérprete y yo no nos olvidamos durante toda la vida. En resumidas cuentas, aunque nos encontrábamos lejos uno de otro, siempre nos sentimos próximos.
¿Qué muestra este hecho? Muestra que no podemos compartir el mismo propósito con aquellos hombres ricos que persiguen sólo los intereses y placeres personales, sin importarles el país, la nación y los familiares, pero los de conciencia que aman al país, la nación y a los seres humanos pueden ser nuestros acompañantes, independientemente de la nacionalidad, la pertenencia partidista y el criterio político. La diferencia de ideales o la posesión de bienes no pueden ser una norma absoluta para la evaluación de las personas. Si hay una norma más general para evaluar a los hombres, ésta sería el amor a la patria, a la nación, al pueblo y al ser humano. Es una ley y una verdad que nadie puede negar el que quien estima al ser humano, ama a la nación y quien tiene un fuerte sentimiento de amar a la nación llega a amar a la patria.
De menospreciarse esta verdad, se cometen errores de izquierda o de derecha en el trabajo con las personas. Por un tiempo, en algunos artículos que presentaban y divulgaban la historia de la Lucha Revolucionaria Antijaponesa, se definió a Liu el Intérprete como un terrateniente anticomunista recalcitrante, lo que no podemos considerar una evaluación justa. Si se evalúa a las personas arbitrariamente, basándose sólo en su origen de nacimiento y los antecedentes, o se tratan a la ligera los asuntos relacionados con su destino, pueden cometerse errores muy graves en el trabajo con ellas. Puede ocurrir que el patriota sea considerado equivocadamente como traidor o el simpatizante de la revolución como un contrarrevolucionario o viceversa.
Un día, durante la audiencia, Son Won T
El gran Líder respondió:
Mientras no sean ultrarreaccionarios que sirven a las fuerzas foráneas vendiendo la nación, estrecharemos la mano con cualesquier personas. El Programa de Diez Puntos de la Gran Unidad Pannacional para la Reunificación de la Patria es el reflejo concentrado de esta posición nuestra.
3. En desafío a cientos de miles de efectivos de las “tropas de castigo”
Desde el otoño de 1939 hasta la primavera de 1941, el imperialismo japonés desplegó una “gran operación de punición”, inaudita, contra el Ejército Revolucionario Popular de Corea, bajo el rótulo de “campaña especial para preservar la paz y establecer la seguridad” en las tres provincias del Sureste.
Mientras leía las confesiones de Nozoe, encargado principal de esta operación y de los jefes de las “tropas de castigo” adjuntas en cuanto a su derrota, el gran Líder, Presidente Kim Il Sung, refirió a los funcionarios: “Si se considera que el ejército japonés a quien le gustaba fanfarronear, se expresó así desanimado, parece que ellos también se llevaron un gran susto en aquel tiempo. De más está decir que nuestros compañeros sufrieron mucho. Fue la lucha que decidía la vida o la muerte.” Y luego recordó en detalle cómo se enfrentó al enemigo.
El período comprendido entre finales de la década de 1930 y comienzos de la de 1940 fue cuando experimentamos los mayores sufrimientos a lo largo de la lucha armada. Los padecimos tanto durante la Marcha Penosa como cuando el imperialismo japonés efectuaba grandes operaciones de “castigo” en las tres provincias del Sureste, bajo el título de “campaña especial para preservar la paz y establecer la seguridad”. Estas tres provincias son Jilin, Tonghua y Jiandao. Nunca podré olvidarlos aunque fue dura y complicada cada etapa de la lucha.
Por casualidad, llegamos a conocer que los enemigos trataban de emprender un “gran castigo” a largo plazo, a partir del otoño de 1939.
De ello nos informó el jefe de una compañía de la “tropa de Fengtian” a quien capturamos en el combate de Wukoujiang librado en junio del mismo año.
En ese combate apresamos a muchos oficiales y soldados enemigos. Los prisioneros consideraban muy extraño que el ejército revolucionario los devolviera sin matar a ninguno, donándoles hasta dinero para el viaje.
Entre los que deseaban pasar a la guerrilla seleccionamos algunos listos y los hicimos regresar con la misión de ayudarnos sirviendo en el ejército enemigo. Entre los oficiales que, después de educados por nosotros, volvieron al ejército títere manchú figuró aquel jefe de compañía que nos ofreció el parte antes mencionado. El nos comunicó que se había organizado la “tropa de castigo de la región de Jiandao” a la que pertenecía su compañía, que a comienzos de octubre se iniciaría una operación de “castigo” de una envergadura sin precedente, y que si el ejército revolucionario no tomaba una contramedida inmediata, perdería mucho.
Esto nos ayudó a conocer de antemano el propósito del enemigo y hacer con relativa tranquilidad los preparativos para enfrentarnos a él.
Con el análisis integral de la “campaña especial para preservar la paz y establecer la seguridad en el Sureste” supimos que su dimensión era muy grande.
Ante todo, la operación estaba preparándose, en conjunto, por el ejército y la policía nipo-manchúes como un “gran castigo”.
Se trataba de una gran guerra que se efectuaría bajo el mando y control directos de Umez, comandante del ejército Guandong y el ministro de la Seguridad del Estado manchú, y con la participación de más de 200 mil militares, policías y otros elementos paramilitares de toda laya.
Después que iniciamos la guerra antijaponesa, los imperialistas japoneses efectuaron contra nosotros “operaciones de castigo” de una envergadura mayor cada año.
Desde luego, fueron de gran dimensión las operaciones de asedio y ataque del período posterior a 1934 y las de "castigo” emprendidas en el otoño de 1936 en Dongbiandao septentrional.
Pero, el nuevo “castigo” preparado bajo el título de “campaña especial para preservar la paz y establecer la seguridad en el Sureste” las superaba en mucho también por el área que abarcaba.
Por ejemplo, en 1936, cuando se efectuó la “operación para la seguridad de Dongbiandao septentrional”, el escenario de las operaciones del “cuartel general de castigo de Tonghua” encabezado por Sasaki, no rebasó los límites de una provincia, pero en 1939, el del “cuartel general de castigo de Nozoe” abarcó las provincias de Jilin, Tonghua y Jiandao y hasta el distrito Ningan de la provincia de Mudanjiang, en fin, cuatro provincias.
En cuanto al proceso de preparación para la “campaña especial para preservar la paz y establecer la seguridad en el Sureste”, el libro “Ejército nacional manchú” escribió:
“El presupuesto del ejército Guandong era de 3 millones de yenes. Nunca se permitió pasar de este límite. El primero de octubre, día para iniciar el ‘castigo’, en el cuartel general del ejército Guandong se efectuaron conversaciones entre Iimura, jefe de su Estado Mayor, Hoshino Naoki, ministro de asuntos generales del Estado manchú, Susukida Yoshitomo, viceministro de la seguridad del mismo Estado y Kitabe, miembro del Estado Mayor, interino del general de brigada Nozoe, en las cuales este último, refiriéndose al plan para la pacificación y el mantenimiento de la seguridad, explicó sobre el mapa la construcción y la reparación de carreteras, los medios de comunicaciones, las aldeas de concentración, etcétera, y luego insistió en que se necesitaban 30 millones de yenes para el castigo.
“El ministro Hoshino aseguró que los resolvería de cualquier manera e Iizawa, otro importante personaje del ejército Guandong, pidiendo que coronaran con éxito, a toda costa, la punición de las tres provincias, prometió que los conseguiría. Como resultado, era posible impulsar la operación de seguridad definitiva y estricta.” (“Ejército nacional manchú”, Asociación Lanxing, Pag. 400)
La nueva operación del “cuartel general de castigo de Nozoe” superaba a la anterior del “cuartel general de castigo de Tonghua” en mucho más de 3 ó 4 veces en el concepto regional, 12.5 veces en el número de efectivos y 13 veces en los gastos, cifras que atestiguan cuánta esperanza depositaban en ese “castigo” las autoridades militares de Japón.
Los cerebros del ejército y la policía nipo-manchúes no limitaron esta “operación de castigo” al simple “castigo” militar, sino la combinaron con la “operación de abdicación”, la “operación por lo ideológico”, y la “operación por lo fundamental”, por lo que la hicieron tan inaudita que superaba en mucho las anteriores, no sólo por su amplitud y profundidad, sino también por la minuciosidad de sus métodos y medios.
Al emprender la “operación de castigo” los imperialistas japoneses la describieron como una “guerra sagrada ” o un “castigo sagrado”; era una cosa ridícula embellecer la “punición” con esta palabra.
Los japoneses desataron varias guerras agresivas contra otros países, pero casi nunca las declararon ni las denominaron como tales desde el principio. Su método favorito era calificar todas las agresiones como incidentes o acontecimientos, para justificar y legalizar sus acciones de guerra.
Mas, era muy significativo que los enemigos llamaron “castigo sagrado” o “guerra sagrada” la nueva “campaña especial para preservar la paz y establecer la seguridad en el Sureste”. Esto significaba que las autoridades militares de Japón, ya despojadas del concepto anterior de que su enfrentamiento con el Ejército Revolucionario Popular era una simple “punición” o “pacificación”, comenzaban a verlo como relaciones de enfrentamiento, relaciones de guerra.
El gran Líder, Presidente Kim Il Sung, se refirió a la causa por la que en aquel período los imperialistas japoneses se vieron obligados a desplegar la operación según el sistema de guerra en que se movilizaban todas las fuerzas, y al objetivo que persiguieron al proyectar esa operación:
Debido a las sucesivas derrotas en la Guerra Chino-Japonesa y en la batalla de Jaljingol, el ejército japonés internamente se agitaba mucho.
En esta Guerra Chino-Japonesa de la que los imperialistas japoneses se habían jactado que concluiría en tres meses, y cuando más, al cabo de medio año, no se veían posibilidades de victoria aun después de dos años. Las fuerzas principales del ejército japonés caían profundamente en el lodazal de la guerra.
En los círculos militares de Japón existieron, desde luego, quienes buscaban la causa en la discoria en su seno y en el atraso de los equipos técnicos bélicos, pero, muchos de los burócratas y especialistas militares consideraban como causa principal las operaciones perturbadoras de las unidades del Ejército Revolucionario Popular en la retaguardia, su consiguiente inestabilidad, bloqueo de las vías de suministro, así como la alteración de la sicología de gurerra. A propósito, esas operaciones de las unidades del Ejército Revolucionario Popular para perturbar la retaguardia del enemigo le causaron gran pérdida.
Parece que por eso los japoneses se pusieron en alerta sobremanera. Ellos llegaron a comprender que con las unidades del Ejército Revolucionario Popular en su retaguardia no podían llevar a buen término ni la Guerra Chino-Japonesa ni las operaciones contra la Unión Soviética. Esto significó que los enemigos se vieron obligados a cambiar el criterio sobre la guerrilla antijaponesa.
Como se ve, si los imperialistas japoneses debían proyectar una nueva operación, denominada “campaña especial para preservar la paz y establecer la seguridad en el Sureste” y ejecutarla según el sistema de guerra de movilización de todas las fuerzas, esto fue producto inevitable del balance del enfrentamiento con el Ejército Revolucionario Popular. El objetivo del enemigo en esa operación era aniquilar totalmente a las unidades del Ejército Revolucionario Popular, acabar con su existencia.
Si leemos las instrucciones de Nozoe podemos constatar que su contenido está permeado por la fanfarronería de aniquilar por completo a nuestra unidad.
En su arenga peroró que las guerrillas no se debilitaban a pesar de repetidas “puniciones” durante varios años en las tres provincias de Jilin, Jiandao y Tonghua, por eso él mismo asumía esta vez el mando de la importante misión, ocasión en que, guiando a su caballo hacia el monte Paektu, cortaría de un sablazo la raíz de los bandidos, y ordenó a sus subalternos que exterminaran a los miembros del Ejército Revolucionario Popular, sin perdonar a ninguno.
Lo de guiar al caballo hacia el monte Paektu para cortar de un sablazo la raíz de los bandidos quería decir que trataba de aniquilarnos. Esta arenga evidencia que el blanco principal del ataque enemigo era el Ejército Revolucionario Popular de Corea.
También prestamos profunda atención a qué estrategia y táctica aplicaría el enemigo en la operación de gran envergadura según el sistema de guerra de movilización de todas las fuerzas; y llegamos a comprender que las autoridades militares de Japón pasaban a emplear una nueva táctica trazada sobre la base de un largo estudio y análisis de nuestras tácticas guerrilleras, o sea, enfrentarse a la guerra de guerrillas con la guerra de guerrillas.
Lo pudimos comprobar con mayor nitidez después de conseguir la colección de materiales de referencia sobre la operación contra los “bandidos”. Por esa época, los enemigos distribuyeron entre todas sus “tropas de castigo” esa colección que contenía las experiencias en la “punición” contra nosotros, para que la estudiaran lo suficiente de antemano; era una especie de instrucciones sobre la lucha antiguerrillera.
Las autoridades militares de Japón confeccionaron uniformes semejantes a los nuestros para sus tropas especiales destinadas a la lucha antiguerrillera y les exigieron que se entrenaran y actuaran como lo hacía la guerrilla. Todo esto era una prueba elocuente de cuán profundamente estudiaban y reflexionaban una nueva táctica para aniquilar al Ejército Revolucionario Popular de Corea.
Pensé que el encuentro con Nozoe sería una enconada batalla y para ganarla era imprescindible concebir y aplicar una táctica totalmente original, nunca antes utilizada.
Con miras a frustrar la ofensiva de cientos de miles de efectivos y lograr el continuo ascenso de la revolución, nos era necesario encontrar un método ingenioso capaz de garantizar una acción más detallada y activa que nunca. Como tal elegimos la operación de maniobra circular con un gran destacamento. Esta significó, en resumidas cuentas, una operación móvil a largo plazo en la que el gran destacamento realiza maniobras circulares por extensas regiones siguiendo una ruta secreta. No circulaba simplemente, sino golpeaba al enemigo con variados métodos de combate. Al margen de tal operación, no podíamos vencer a 200 mil efectivos enemigos.
Las redes de las “tropas regionales de punición” y las “pequeñas tropas de punición regional” tendidas por el “cuartel general de punición de Nozoe”, cubrían tanto las provincias de Jilin, Jiandao y Tonghua, como Ningan, Dongning y Muling de la provincia de Mudanjiang de Manchuria del Norte. Por un descuido, podíamos caer en esas redes, de donde no escaparíamos.
Empero, si las observamos en concreto, podíamos descubrir que algunas eran espesas y otras ralas, y que algunas ya estaban tendidas y otras estaban tendiéndose. También el tamaño de la malla de las redes era distinto. En la provincia de Jiandao donde actuábamos principalmente ya se veían ubicadas las “tropas de punición” en todos sus distritos.
Definimos el oeste de Dunhua y Emu como el destino de la primera maniobra circular. En estas dos localidades existían numerosas organizaciones clandestinas que creamos. Como sus masas estaban concientizadas en forma revolucionaria nos era favorable para poner los pies allí. Si las asaltamos con una gran unidad, se concentraría allí la atención enemiga. En ese momento, maniobraríamos en agudo semicírculo y nos trasladaríamos pronto hacia Mengjiang, Fusong y Changbai para volver a hacer sonar los disparos. Cuando el enemigo avanzara hasta allí siguiendo nuestras
Insistimos en que esa operación de ruta circular la debía efectuar un destacamento de numerosos efectivos, pues el objetivo que perseguía era aniquilar al enemigo en lugares favorables, en vez de evitar el enfrentamiento con él. Cuando lo atacábamos, debíamos hacerlo de modo que él no volviera a levantarse, para lo cual era necesario, sin duda, realizar esa operación con un gran destacamento.
Lo que consideré especialmente importante en esta operación, era guardar el secreto de la ruta. Si se conocía podíamos enredarnos en la “táctica de garrapata” del enemigo o ser asediados por ellos, atravesando así por tremendas dificultades. Pero, esta operación tenía un inconveniente: era difícil resolver los alimentos. En el caso de que la guerrilla actuara en una región determinada, bastaba con prepararlos de antemano y conservarlos en campamentos secretos para consumirlos. Mas, si un gran destacamento actuaba moviéndose durante todo el invierno, el problema se presentaba de otra manera.
Sin que se resolviera el problema de los alimentos, era imposible la operación de maniobra circular con un gran destacamento. Por tanto, si bien había concebido este plan de operaciones no lo di conocer de inmediato y lo dejé sin llevar a cabo durante algún tiempo.
Después de definir de antemano la ruta de maniobras de la unidad, asigné a los séptimo y octavo regimientos y a la compañía de escolta la tarea de almacenar cereales en los puntos importantes por donde pasaríamos. Proyectamos almacenarlos, ante todo, en el norte del distrito Antu y las zonas de los distritos Huadian y Dunhua.
Era muy difícil resolverlos porque aún no se cosechaba. Sólo cuando se cosechara y trillara, podríamos comprar cereales, pero como esto no se había hecho, no había modo de conseguirlos. Pero, tampoco podíamos andar por ciudades en busca de vendedores de cereales, para comprarlos.
A los comandantes que irían a conseguir alimentos les sugerí que los solucionaran con el método de comprar cereales no recogidos. Esto nos obligaría a segarlos y trillarlos con nuestra propia fuerza. Aunque era una tarea que necesitaba tanta mano de obra que no alcanzarían las fuerzas de toda la unidad, no teníamos otra vía que ese método.
A comienzos de octubre de ese año, cuando se resolvió en lo fundamental el problema de los cereales, convoqué la reunión de cuadros político-militares en Liangjiangkou, en el distrito Antu, y oficialmente informé que emprenderíamos la operación de maniobra circular con un gran destacamento en extensas regiones al noreste del monte Paektu.
Cuando actuábamos en Liangjiangkou y en sus contornos, acaeció un hecho inolvidable: un campesino vino a verme y me suplicó que admitiera a su hijo de unos quince años en el ejército revolucionario.
Recibirlo cuando nos esperaba una prueba tan severa como la operación de ruta circular con el gran destacamento, era un problema que nos hacía meditar con profundidad.
Le planteé al adolescente: Somos del ejército que anda día y noche; marchamos 40 u 80 kilómetros al día, ¿puedes seguirnos? Al escucharme, él, indicando a Ri O Song, contestó que sí mientras aquel soldado hermano lo hiciera.
Y a su padre le pegunté si al traerlo a la guerrilla no se sentiría inquieto, a lo que respondió: “Si no tuviera tal disposición, ¿cómo pudiera haber decidido entregarlo al ejército revolucionario?; como un refrán coreano dice que también la artemisa Tabuk crece recta si se siembra en el cañamar, sólo estaría tranquilo confiando en el General.”
El adolescente era inteligente, y su padre, excelente.
Decidí admitirlo.
Algunos dijeron que yo quería pasar trabajo exprofeso, pero, la mayoría de los comandantes y soldados se alegraron expresando que al yo admitir a ese muchacho ya el triunfo de la operación prevista era realidad. Fue que juzgaban que si la victoria en la operación no estuviera garantizada, yo no habría aceptado llevar a cuestas voluntariamente tal carga.
Lo situé entre mis ordenanzas y le hice me acompañara en mi andar; comprobé que tenía agilidad para captar y moverse, así que se despegó con rapidez. Más tarde, cuando yo iba para Liangjiangkou a dirigir la reunión lo escogí también para que me acompañara. Después de la reunión tomé de inmediato el camino de regreso, pero éste no era llano. La situación era muy adversa porque ya se había emprendido la primera etapa del “castigo” de Nozoe. Por eso, nos movíamos sigilosamente, situando una patrulla en la avanzada.
Al llegar a las cercanías de Jiguanlazi fuimos sorprendidos por el enemigo. Se llamaba Jiguanlazi por parecer la cresta del gallo. Se alzaba a la izquierda de la avanzada. Su topografía era muy favorable para una emboscada del enemigo, pero desfavorable para enfrentarnos a un asalto sorpresivo durante la marcha. Pensé que si estaban por allí las “tropas punitivas” del enemigo no pasarían por alto esa topografía. Era probable que nos esperaran con una emboscada, ya que nos perseguían diciendo que aniquilarían a la guerrilla antijaponesa con métodos de combate guerrillero.
Pero, tampoco podíamos cambiar la ruta de marcha tomando el camino de rodeo más difícil y largo. Ordené a los guerrilleros que atravesaran a toda marcha la zona peligrosa, colocando la ametralladora delante de la columna.
Cuando llegamos al pie de una roca de Jiguanlazi, de repente se dejaron oir disparos en el pico del monte. Los enemigos lanzaban una lluvia de balas contra nuestra columna que corría por el único sendero que había.
Cayeron fatalmente heridos Kim Jong Dok y el guerrillero veterano apodado “Chiquillo”.
En ese preciso momento, preocupado por aquel adolescente que había ingresado en Liangjiangkou, lo llamé, pero, para mi sorpresa, descubrí que él disparaba hacia los enemigos de la cota. Me impresioné preguntándome de dónde salió tal valor en un momento tan peligroso.
E incluso, me alertó gritando: “¡Camarada Comandante, no se mueva!”.
Entonces le dije: No, hay que moverse, ¡Dispara mudándote de lugar! Y luego, lo arrastré a un hoyo detrás de un montón de tierra.
Mientras tanto, las balas enemigas no cesaban de volar hacia nosotros. Literalmente, estábamos entre la espada y la pared. Descubrí una zanja a 100 metros de distancia en dirección al campo y corrí hacia allí gritando que me siguieran. Los guerrilleros me obedecieron, sosteniendo a los heridos. Mas, tampoco era un lugar seguro.
Avanzamos algún rato a lo largo de la orilla del río y luego nos dirigimos al barranco donde estaban los enemigos. No tuve tiempo para explicar a los guerrilleros por qué debían llegar allí. Avancé a todo correr en la vanguardia, hacia la posición enemiga. Probablemente, los guerrilleros lo consideraron como algo extraño, ya que con unos diez hombres era imposible atacar a una gran unidad enemiga.
Pese a ello, todos me seguían sin vacilación. Tal como confié profundamente en mis hombres, así éstos confiaban absolutamente en mí.
Después de acercarnos al precipicio, las balas pasaban por encima de nuestras cabezas. Creo que entonces los guerrilleros captaron mi propósito táctico.
Los enemigos creyeron que habíamos huido al campo y por eso disparaban ciegamente sólo hacia allí. Luego bajaron en tropel de la cota y corrieron gritando, asediando al campo. Mientras tanto, subimos a la cota cercana. Una vez sitiado el campo por tres lados, ellos se tiroteaban como locos durante algún tiempo.
Puede decirse que el combate de Jiguanlazi fue el primer encuentro con las “tropas de punición de Nozoe”. Por medio de este combate conocí con más claridad que antes de la nueva operación el enemigo había estudiado mucho nuestra táctica guerrillera y me convencí firmemente de que el plan de operación de maniobra circular con un gran destacamento era una opción correcta en el plano táctico. Además, puede afirmarse que ese combate era una miniatura de las circunstancias militares en que nos encontrábamos en el invierno de dicho año.
Mientras estuve en Liangjiangkou en la reunión, mis compañeros concluyeron la preparación de los alimentos, que ya habían empezado antes. Y las costureras confeccionaron casi todos los uniformes según había ordenado.
La primera etapa de la operación de maniobra circular con un gran destacamento la llamamos también expedición a Dunhua. Como su ruta puede comprenderse la trayectoria que cubre la larga distancia de Hualazi a Dunhua y luego ya en dirección a Mengjiang y Fusong. Queríamos marchar de Hualazi hacia el monte Paektu y cambiar de dirección hacia el Norte, hacia el valle de Dunhua, en cuyas recónditas zonas desplegaríamos algunas acciones grandes, para luego reponernos del cansancio acumulado en la marcha y efectuar un curso de estudios militar-políticos en el profundo bosque de Dongpaizi del distrito Mengjiang o el de Baishitan del distrito Fusong, pasando en el campamento secreto taehan y sohan, las etapas más frías del invierno.
Mientras preparaba la primera etapa de la operación envié a Rim Su San, con una sección de la compañía de escolta y el batallón independiente, a Dongpaizi, y mandé una pequeña unidad a Baishitan para que prepararan el campamento secreto y los alimentos y ropas necesarios para la gran unidad.
Una vez hecho esto, emprendimos la expedición a Dunhua. Para conocerla claramente, bastaría con recordar los combates de Liukesong y Jiaxinzi, pues se libraron, precisamente, durante esa expedición.
Para encubrir la ruta del gran destacamento iniciamos la expedición hacia el curso superior del Erdaojiang, como si nos dirigiéramos a Samjang.
Cuando llegamos a 8-12 kilómetros de Hualazi, comenzaba a amanecer. Alejados del río y borrando las
Cambiar así el rumbo de la marcha daba un resultado tal como librar varios combates. El enemigo desorientado vagaría por ahí hasta morir de frío en los páramos inhabitados o perder la capacidad combativa fatigado. Si así revelamos nuestros rastros, haciendo circular rumores falsos, fue para arrastrarlo de aquí para allá, en la medida de lo posible con el propósito de quitarle el máximo de fuerzas e imposibilitarle moverse por el frío y el cansancio.
La nieve nos dificultó mucho tramontar el Mudanling. Cubrió de
Nuestra unidad principal atravesó sin contingencia el Mudanling y se escondió en el bosque de Dunhua.
Como se ve, la operación de maniobra circular con el gran destacamento fue dura y penosa desde el principio. Sin embargo, la iniciamos con gran brío y buen temple. Al comenzar la expedición a Dunhua no atacamos con mucho empeño a los enemigos, sino lo hicimos sólo en el grado necesario para encubrir la ruta secreta, pero ellos tuvieron muchas bajas.
Siempre que recordaba la expedición a Dunhua, el gran Líder hablaba de la reunión de la Unión de la Juventud Antijaponesa, efectuada durante la marcha.
La reunión de la Unión de la Juventud Antijaponesa la realizamos en el curso de la expedición a Dunhua. Esta Unión juvenil había surgido con la reorganización progresiva de la Unión de la Juventud Comunista según la resolución de la Conferencia de Nanhutou. Teníamos un motivo para efectuar esa reunión. En Dunhua existía un lugar que se llamaba Sidaohuanggou, donde yo, después de salir de la cárcel de Jilin, descansé durante algún tiempo, para reponerme y recuperar las organizaciones clandestinas destruidas. Luego de haber pasado el Mudanling, al primer lugar adonde llegamos fue a sus cercanías. Mas, el guerrillero que fue al poblado para reconocer la situación regresó con el parte que la organización clandestina del lugar nos envió en relación con el incidente de Pak Tuk Pom.
El incidente de Pak Tuk Pom se trata, en una palabra, del hecho de que él, uno de los comandantes del Ejército Revolucionario Popular vendió el honor de éste a cambio de materiales de intendencia.
En un tiempo, ellos estaban en apuros por la seria escasez de cereales y ropa. El método propio del Ejército Revolucionario Popular en tal caso era resolverlos mediante un ataque al enemigo o la movilización de las organizaciones revolucionarias. Sin embargo, Pak Tuk Pom no pensó en organizar un combate ni movilizar organizaciones clandestinas. Era un comandante que temía al combate. Así, pues, intentó resolver los alimentos y la ropa con un método vil. Me da vergüenza hablar del método que empleó.
El dijo a un agente enemigo que estaba dispuesto a capitular con una división, pero estaban en condiciones difíciles por habérseles desgastado la ropa y agotado los cereales; que les trajeran equis cantidad de cereales y ropas al lugar que le indicarían; que luego de cambiar de ropa y recuperar las fuerzas irían a capitular; que no era suficiente con la garantía que el agente les daba, así que cuando vinieran con alimentos y ropa, fueran acompañados por delegados que tuviesen la facultad de garantizarles la vida.
El agente aceptó y lo informó al grupo de operación especial a que pertenecía. Los enemigos tenían un gran interés en ese regateo. Tan pronto como recibieron la información, los jefes de la provincia de Jilin y del distrito Dunhua se reunieron y discutieron las medidas, y luego mandaron como delegados algunos tipejos al lugar de contacto.
Pak Tuk Pom los acogió y negoció con ellos. En medio de las negociaciones un comandante subalterno entró y le informó que llegaron todos los materiales prometidos, entonces él mató en el mismo lugar a los delegados del enemigo. Por ello fue criticado severamente y trabajó en la brigada de escolta, pero en 1940 fue apresado por el enemigo y claudicó defraudando la confianza de la organización. La falsa capitulación se hizo real.
Una vez en el campo enemigo, él organizó el “grupo especial de Pak” y trajinaba para que sus excompañeros abjuraran.
El incidente de Pak Tuk Pom nos dio una seria lección. Al recibir la noticia, pensé que no había sido casual que él proyectara una falsa capitulación. Lo hace sólo el que tiene tendencia a capitular realmente. La capitulación de Pak Tuk Pom demuestra que quien la inventa puede hacerla real en cualquier momento.
Pese a ello, eran muchos los que valoraban el acto de Pak Tuk Pom, quien resolvió con vileza los materiales de intendencia, como una grandiosa acción, lo que, consideré un grave problema. E incluso, el miembro del grupo de exploradores que estuvo en Sidaohuanggou consideraba que a pesar de su gran mérito, él fue sancionado duro, sin recibir el merecido reconocimiento. Después de informarme de las tendencias de los pobladores, él expresó su disgusto con los vecinos de Sidaohuanggou porque decían que el comandante Pak Tuk Pom había desprestigiado a la guerrilla. Ese guerrillero pertenecía a la Unión de la Juventud Antijaponesa.
Si un miembro de esta organización consideraba positiva la conducta de Pak Tuk Pom, esto era muy grave. Me entrevisté con el comandante encargado del trabajo con la juventud y supe que muchos miembros de la Unión tenían el mismo criterio que ese explorador del destacamento de ruta al respecto. Opiné que el estado espiritual de ellos era problemático. Le sugerí que los reuniera, pero él contestó que todos ellos estaban rendidos de sueño tan pronto como llegaron.
En nuestra unidad nunca antes sucedió tal fenómeno. Si llegaban al lugar de vivaque, todos limpiaban el fusil, reparaban el uniforme, se afeitaban, o recogían leñas..., así llevaban una vida tensa y ordenada. Empero, aquella noche sucedió algo totalmente diferente. Era verdad que estaban muy cansados por la expedición. Pero si dormían sin siquiera preparar el vivaque, eso era un grave problema. Con tal estado espiritual era imposible llevar con tenacidad y hasta el fin las operaciones móviles.
Esa noche, por conducto del jefe de regimiento O Jung Hup desocupé la tienda de una compañía y allí convoqué la reunión de la Unión de la Juventud Antijaponesa, a la que asistí también yo.
En la reunión fueron criticadas las erróneas tendencias ideológicas, la carencia de espíritu de vencer las dificultades, la indiferencia ante la higiene y la participación pasiva en los encuentros de recreación cultural, fenómenos que surgían entre los miembros de la Unión de la Juventud Antijaponesa, y luego se discutieron las medidas para rectificarlos.
Les expliqué una vez más sobre la gravedad del acto de Pak Tuk Pom, y en especial subrayé que todos siempre debían estar alerta ante los fenómenos de denigrar el prestigio y el honor del Ejército Revolucionario Popular y combatirlos según los principios, así como mantener buenas relaciones con el pueblo.
La reunión también alertó a los comandantes. Muchos de ellos se habían hecho de la vista gorda aun cuando sus soldados se acostaban sin hacer los preparativos necesarios, y, al contrario, les habían compadecido, lejos de adoptar medidas para corregirlo, pero después de la reunión llegaron a tomar conciencia.
Puede considerarse que esa reunión formaba parte de la labor de movilización ideológica para asaltar a Liukesong y Jiaxinzi, pues surtió un gran efecto. Después de la reunión atacamos Liukesong; todos combatieron con valentía. También coronaron con gran éxito el asalto a Jiaxinzi. Al concluir esas dos acciones, los guerrilleros comprendieron por qué su Comandante convocó de repente una reunión de la Unión de la Juventud Antijaponesa.
Cuanto más difícil es el trabajo y rigurosa la situación, tanto mejor se debe realizar la labor ideológica. Abogo por la teoría de dar primacía a lo ideológico. Le concedo la mayor importancia al factor ideológico y lo valoro más que cualquier tesoro. ¿Cómo pudimos trazar una operación tan inaudita como la de maniobra circular con un gran destacamento y llevarla a cabo hasta el fin, cuando nos enfrentábamos decididos a más de 200 mil efectivos enemigos? Esto fue gracias a que confiamos en la firme unidad de todo el ejército y en su indoblegable idea revolucionaria. ¿Contábamos con aviones y tanques? No tuvimos nada más que al pueblo, a los guerrilleros y armas ligeras. Por eso hicimos esa labor de motivación ideológica y luego realizamos combates sucesivos; esto dio resultado.
El querido Líder, camarada Kim Il Sung también recordó el hecho de que durante la expedición no pudo menos que cambiar el plan de operación original por el incumplimiento de Rim Su San.
Antes de efectuar la reunión de la Unión de la Juventud Antijaponesa, Kim Jong Suk y Ri Tu Ik vinieron a la Comandancia y me informaron de la situación del campamento secreto de Dongpaizi. Francamente dicho, cuando emprendimos la expedición a Dunhua, pensé que pasaríamos allí uno o dos meses, los más fríos, y después, rodeando los distritos Fusong y Changbai, iríamos al interior del país, para luego llegar a Helong y regresar de aquí a Antu, punto de partida. Sin embargo, Rim Su San, enviado a Dongpaizi, no hizo ningún preparativo para acoger al gran destacamento. Pretextando la tirantez de la situación, no se empeñó en ejecutar la tarea que le asignamos. Kim Jong Suk y Ri Tu Ik, impacientes, se esforzaron para cumplirla en lugar de Rim Su San, pero apenas prepararon sólo los cereales que los de Dongpaizi podían consumir en el invierno.
En tal condición, saqué la conclusión de que no podíamos utilizar la ruta principal trazada al inicio. Era imposible que una gran tropa permaneciera en un campamento secreto donde escaseaban alimentos.
Ya por aquel entonces Rim Su San estaba muy degradado en lo ideológico. Después, se pasó al enemigo. La traición no cuaja en uno o dos días. Necesita un proceso de preparación y fermentación ideológica. Es natural que la corrupción y el deterioro ideológicos pasen por un proceso determinado. Aunque Rim Su San abogaba por la revolución cada vez que abría la boca, ya era un degradado ideológico desde el “incidente de
Baishitan en el distrito Fusong, previsto como un hito de reserva, en la ruta, tenía una topografía favorable, pero estaba muy separado de los caseríos. Sólo a unos 12 kilómetros de distancia del campamento secreto se veían algunas aldeas, donde habíamos creado pocas organizaciones clandestinas.
También los cereales eran un problema. Si bien se conservaba allí cierta cantidad de granos que prepararon, una pequeña unidad previamente enviada y O Paek Ryong valiéndose del río Songhuajiang, era para consumir más tarde y, además, el depósito estaba muy distante. Enviamos un grupo de avanzada a la zona de Baishitan, pero la mayoría de sus integrantes fueron mujeres o debiluchos.
En tal situación, ni siquiera nos atrevimos a pensar en ir directamente a ese punto de reserva con un gran destacamento. Nos veíamos en un callejón sin salida. De veras, nos encontrábamos en apuros porque si bien venía el frío inclemente, no estaba preparado ese tramo previsto en la ruta ni teníamos tiempo para abrir otro nuevo, ni tampoco podíamos demorarnos mucho al pie del Mudanling cuando el enemigo nos pisaba los talones.
Si teníamos granos, podíamos tolerar otras dificultades. Afortunadamente, también entonces apareció un bienhechor que nos ayudó. La gente nos señaló un sembrado de soya que no se cosechó, lo que nos permitió superar momentos críticos.
Así fue como asaltamos sin piedad los aserraderos de Liukesong y Jiaxinzi y nos apoderamos de cereales y otros diversos materiales, y de inmediato, cambiando la ruta de la marcha en 180 grados, nos dirigimos al Sur y entramos en el campamento secreto de Baishitan. Puede decirse que hasta aquí fue la primera etapa de la operación de maniobra circular con el gran destacamento.
Los combates de Liukesong y Jiaxinzi contribuyeron a hacerla brillar. Nuestra operación, que, además de permitirnos escapar milagrosamente de las regiones de Helong y Antu, cuyos montes y valles estaban cubiertos de densas redes de “tropas de castigo”, nos facilitó atacar sucesiva y rápidamente importantes lugares de Dunhua donde estaban dislocadas esas tropas, alarmó a éstas en sumo grado. Apenas después de recibir la información de que fueron asaltados Liukesong y Jiaxinzi y aniquiladas sus tropas los adversarios concentraron precipitadamente sus fuerzas en dirección a Dunhua, cuando ya llegamos a la cuenca del Songhuajiang, escurriéndonos al sur.
El mayor éxito de la primera etapa de la operación, creo, fue la ampliación de nuestras filas armadas con más de 200 obreros de los aserraderos de Liukesong y Jiaxinzi.
Una vez concluidas las acciones, efectuamos la representación artística en un bosque a la orilla del Songhuajiang; muchos obreros jóvenes que nos siguieron con cargas a la espalda, asistieron a ella y solicitaron el ingreso en la guerrilla.
La admisión en nuestras filas de tantos jóvenes de procedencia obrera devino el primer evento festivo en la historia de la construcción de la guerrilla antijaponesa.
Como quiera que no podíamos ofrecer armas y uniformes a los novatos, le dimos a cada uno un brazalete con una estrella roja. Aún me viene a la memoria el hecho de que las guerrilleras no durmieron en la noche para confeccionarlos.
El curso político-militar en el campamento secreto de Baishitan corresponde a la segunda etapa de la operación de maniobra circular con un gran destacamento y, al mismo tiempo, significó el balance de la primera etapa.
Bien preparados en Baishitan, entramos en la segunda etapa de la operación. Su trayectoria consistió en avanzar de Baishitan a Erdaobaihe, Sandaobaihe y Sidaobaihe, páramos al noreste del monte Paektu, irrumpir en el interior del país y seguir hacia el distrito Helong para luego regresar al distrito Antu.
Cuando efectuábamos de lleno el estudio político-militar en Baishitan, por desgracia fue descubierto por el enemigo el campamento. Todo ocurrió por un saco de soya que trajo el grupo de adquisición de alimentos; la cosa fue absurda. Nuestros hombres no descubrieron a tiempo un agujero en el saco, por donde la soya se escapaba grano a grano, rastro que fue descubierto por un agente enemigo.
Al recibir el parte de que los adversarios que descubrieron el campamento estaban preparando un asedio y ataque a nuestra unidad, por todos los lados, trazamos el plan de operación para hacerle frente. Primero, asigné a un comandante la tarea de ir a la retaguardia enemiga junto con una compañía, asaltar a Liangjiangkou y luego retirarse en dirección a Xiaweizi. Y a una sección de la compañía de escolta le ordené asestar duros golpes, desde varios puntos de la cota trasera de Baishitan, a los enemigos que se abalanzaban sobre nosotros y replegarse hacia Lushuihe.
Sólo 30 minutos antes del inicio del ataque enemigo, abandoné, al frente del grueso de la unidad, el campamento secreto, y marché hacia Lushuihe. Para conducir a los enemigos hacia una trampa necesitábamos actuar tal como si estuviéramos en el campamento.
Tan pronto como nos retiramos, ellos se abalanzaron sobre el campamento. Al ver que no les hacían resistencia y estaba en quietud, juzgaron que ya habían ganado la batalla. Por eso, se lanzaron al unísono al ataque. Pese a ello, los certeros tiradores de nuestra compañía de escolta no dispararon, sino se limitaron a ver cómo actuaban ellos.
Rompió el día y una escuadrilla de aviones enemigos apareció sobre el campamento y sin más ni más arrojó las bombas sobre las cabezas de sus hombres que agitaban las manos con alegría. Al oir el ruido de la explosión, los enemigos que habían entrado en el cuartel salieron afuera corriendo, cuando abrieron la boca nuestras ametralladoras.
A fin de cuentas, la operación conjunta de las fuerzas terrestres y aéreas del enemigo concluyó con el aniquilamiento de la infantería japonesa y la manchú por una fortuita acción coordinada del Ejército Revolucionario Popular y la escuadrilla de aviones del ejército japonés.
Mientras los enemigos se debatían en Baishitan, nos dirigíamos sin prisa hacia el monte Paektu y, después de golpear en Lushuihe a los perseguidores, cruzamos el Erdaobaihe y nos escondimos en el bosque, al este del Naitoushan. Luego asaltamos el aserradero cerca de Hualazi y allí reuní la compañía que había ido a Liangjiangkou y los miembros de la compañía de escolta que permanecían en Baishitan. Si no me equivoco, fue entonces cuando enviamos a los exploradores a Samsuphyong de Musan.
El grupo de exploradores apenas regresó con vida sin siquiera cumplir la tarea; la vigilancia fronteriza era tan rigurosa que tan pronto como cruzara el río Tuman, fue perseguido. En estas condiciones, era un riesgo que un gran destacamento irrumpiera en el interior del país.
Decidí postergar por algún tiempo el avance hacia el interior del país y atacar un gran aserradero para resolver alimentos y sondear la reacción enemiga desde Corea. Asaltamos el aserradero de Damalugou cerca del río Tuman; era muy sensible la reacción del lado coreano. Informado de que el enemigo vigilaba con agudeza la frontera me interné en el bosque al sur de Hualazi tras combatir unos días a los que nos perseguían. Más tarde entablé una batalla contra la tropa de Maeda en Hongqihe, con lo que concluí la operación de maniobra circular con un gran destacamento.
El enfrentamiento con la “tropa de castigo de Nozoe” no debe considerarse como una confrontación con el comandante del ejército de una zona determinada. Implicó, precisamente, el enfrentamiento con las autoridades militares de Japón, con el “gran imperio japonés”. Los enemigos no alcanzaron ninguna de las tres metas: “punición” militar, “punición” ideológica y “punición” de lo fundamental de que hablaban tan ruidosamente en el llamado “programa de pacificación”, sino sólo se esforzaron en vano. Salimos victoriosos por fin en este enfrentamiento.
Nozoe, quien, desmovilizado con la derrota de Japón, llevó el resto de su vida en una aldea de Kyushu, escribió con relación a los hechos de aquel tiempo:
“La tropa de Kim Il Sung actuaba dividida en varios grupos, los cuales, por su parte, se autodenominaban tropa de Kim Il Sung, es decir con tino aplicó una táctica disimuladora para crear la impresión de que ella estaba tanto aquí como allá. Además aunque existía un solo Kim Il Sung, en realidad hubo varios que emplearon ese nombre, y por tanto era difícil conocer cuál era el verdadero.”
Según las memorias de Nagashima que cumplió misión especial en la “tropa de castigo de Nozoe”, por granjearse la confianza del superior después de haber suprimido la insurección de Jiandao, se puede saber que él también mordió el polvo de la derrota ante la táctica del Ejército Revolucionario Popular de Corea de aparecer y desaparecer como por arte de birlibirloque.
“Cuando me encargaron la misión especial en la tropa de Nozoe, oí hablar mucho de la tropa de Kim Il Sung; me interesé por ella, y supe que sus operaciones eran muy ingeniosas. Si al informarnos de que apareció la unidad de Kim Il Sung en un lugar, corrimos allí, ya nos avisaban que estaba actuando en un tercer lugar. Parecía que se desplazaba con ligereza sobrenatural, pero, en realidad, no era una sola unidad que se movía de aquí para allá con tanta rapidez, sino eran varias subunidades que actuaban en distintos lugares con el nombre de la tropa de Kim Il Sung.”
A continuación, recordando las duras batallas contra el Ejército Revolucionario Popular de Corea, él agregó: “Todos los cuadros de alto rango de las Fuerzas Unidas Antijaponesas fueron asesinados, detenidos o rendidos, pero asombrosamente Kim Il Sung sobrevivió... y después de concluida la guerra retornó a Corea del Norte e incluso se desempeña como Primer Ministro.”
4. O Jung Hup y el séptimo regimiento
Se ha conocido que cierto año, cuando el estimado Líder, camarada Kim Il Sung estaba leyendo la novela “Area de duros combates”, al llegar a la página en que se describía la muerte de O Jung Hup no pudo continuar la lectura porque sintió un profundo pesar, y que no pudo conciliar el sueño en toda la noche pensando en él que hacía muchísimo tiempo se había ido de su lado.
Cada vez que hablaba de la batalla de Liukesong, en el distrito Dunhua, la que había coronado brillantemente la primera etapa de la operación en ruta circular con grandes unidades, el gran Líder no dejaba de recordar la muerte de O Jung Hup, y siempre que evocaba su heroica vida mencionaba con profundo afecto el espíritu de defensa a muerte y las hazañas combativas del séptimo regimiento, que en el curso de la Revolución Antijaponesa protegió a costa de la vida la Comandancia de la revolución coreana.
Fue durante el combate de Liukesong cuando perdimos a O Jung Hup. En este combate también cayeron el jefe de compañía C
Caracterizándolo en pocas palabras, O Jung Hup era una persona de poco ruido y sombra grande. Por sombra grande se entienden
Excepto C
Con respecto a C
En la vida común parecía silencioso y recatado, pero era muy resuelto en las actividades revolucionarias. Una vez tomada una decisión era macho como un tigre que avanzaba indeteniblemente contra agua y fuego. Enfrentaba airosamente dificultades no poco despreciables y cualquier tarea la llevaba hasta el fin, por ello hasta se olvidaba de comer y dormir.
Poseía un fuerte espíritu de justicia, y no conciliaba en absoluto con lo injusto. Creo que a esto se debía que llegó a tener conciencia clasista más temprano que otros.
Cierto año, la cosecha de la familia de O Jung Hup fue muy mala debido a la sequía. El padre explicó al terrateniente la situación y le rogó que aquel año lo tuviera en consideración. Pero el terrateniente, avaro y feroz, en vez de compadecerse, quiso pegarle con el bastón acusándolo infundadamente de ladrón. En este instante O Jung Hup que estaba cerca golpeó al terrateniente con el mayal. Se dice que por aquel entonces tendría l4 ó l5 años. El hecho muestra cuán fuerte espíritu de justicia poseía desde temprano.
Quien tiene fuerte sentido de justicia llega temprano a tener conciencia de clase y a participar en la revolución, y se convierte en un excelente combatiente que poniéndose al frente de las filas lucha con total abnegación.
Según cuenta el viejo O T
Aun hoy, pienso que eran raros los comandantes tan audaces y valientes como O Jung Hup.
Se cuenta que desde antaño, al preparar a los guerreros los famosos generales prestaron atención al cultivo de la audacia y valentía junto con los conocimientos y cualidades morales. ¿Por qué los tigres hacen que sus cachorros se rueden cuesta abajo? Es para hacer que sean audaces.
O Jung Hup nunca estuvo en un centro de enseñanza de arte militar, ni conoció a ningún maestro, pero en el fragor de la lucha antijaponesa fue adquiriendo la audacia y la valentía que debía poseer un revolucionario.
En l939, poco antes de Chusok, organizamos una operación de asalto a una mina de oro, en las cercanías de Sandaogou, del distrito Helong. En el curso del combate O Jung Hup fue protagonista de dos raros episodios. Mientras estaba dirigiendo el combate una bala acertó a darle en la frente. Pero él se salvó, quizás el proyectil había volado al sesgo.
Fue milagroso que pese a recibir un tiro en la frente quedara con vida y continuara dirigiendo el combate.
Podría decirse que es imposible que el frágil cráneo de un hombre sea capaz de resistir un tiro por más que sea a sedal, pero así ocurrió realmente. Con mis ojos vi la herida que había sido vendada por el enlace.
Cuando los compañeros le dijeron que tenía mucha suerte y que lo debía a Dios, afirmó que la bala ciega de los japoneses quizás podría perforar la frente de algún cobarde, pero no la de un comunista.
Mientras él, pese a estar herido así, seguía dirigiendo el combate, una granada de mano arrojada por los enemigos por encima del muro cayó en medio de un grupo de guerrilleros. En este peligroso momento , O Jung Hup la cogió con un relampagueante movimiento y la arrojó con toda su fuerza hacia el otro lado del muro.
Los enemigos al ver que la granada que habían arrojado volvía hacia ellos, se dispersaron acobardados. Sin perder tiempo, O Jung Hup ordenó a sus combatientes atacarlos. Esto fue otro milagro.
La granada de mano es un arma mortífera de distancia corta, que desde el instante de ser arrojada hasta estallar pasan sólo 2-3 segundos. El mismo hecho de coger con la mano una granada un instante antes de que explotara constituye todo un riesgo. Pero O Jung Hup acometió una acción tan peligrosa con toda tranquilidad.
Estos dos episodios les ayudarán a conocer qué clase de persona era O Jung Hup.
Era un comandante que sabía dirigir los combates con mucha destreza. Su primer aspecto positivo como jefe militar consistía en la rapidez con que valoraba las circunstancias y tomaba las decisiones correspondientes, y en la meticulosidad con que organizaba los combates. Con su peculiar rasgo de llevar adelante resueltamente, y sin el menor titubeo, lo decidido, y aplicando tácticas apropiadas, vencía infaliblemente a los enemigos por muy superiores que fueran, tal como los buenos luchadores saben derribar con ingeniosos movimientos a adversarios más fuertes físicamente. Efectivamente, era un combatiente tan probado como C
En las varias décadas en que vengo realizando actividades revolucionarias, no he visto muchos hombres que tuvieran tan firme espíritu de organización y disciplinario como O Jung Hup. Este aspecto suyo se manifestaba en primer lugar en su actitud de aceptar de modo absoluto las órdenes e instrucciones de la instancia superior y de ejecutarlas incondicionalmente. Cuando se le daban tareas, las aceptaba de modo incondicional con un “entendido”, y de ningún error que le surgiera trataba de justificarse.
En cuanto a nuestras órdenes e instrucciones, las cumplía de modo consecuente e incondicional, sin violar ni un segundo el tiempo fijado. Si le pedíamos que fuera a tal lugar para cumplir una tarea y que estuviera de vuelta en tal punto de enlace en tal fecha, nunca fallaba en lo más mínimo ni al ejecutar la misión ni al volver, y si ocurría algo inesperado mientras cumplía la tarea, dejaba un grupo para que lo resolviera y él y el grueso de la unidad volvían a toda costa en la fecha señalada. En tales casos educaba y estimulaba a sus soldados diciéndoles que si no regresaban para la fecha fijada, se preocuparía el camarada Comandante.
El jefe de regimiento O Jung Hup era un comandante ejemplar también al administrar la unidad e instruir y educar a los soldados, pues cumplía estas tareas respetando al pie de la letra nuestras instrucciones al respecto. Aun en medio de las arduas condiciones de aquel tiempo, con mucho esmero administraba la unidad como en un ejército regular. En el séptimo regimiento que él mandaba no se veían soldados andando con zapatos o pantalones rotos. Aun en el curso de alguna marcha, si descubría a alguien con el uniforme roto, le pedía lo remendara durante el alto que hiciera la unidad. Como él administraba bien la unidad entre sus subalternos no ocurría ningún accidente.
O Jung Hup tomaba como una exigencia u orden hasta lo que yo decía de paso, involuntariamente.
Un día, poco antes del Chusok de l939, mientras dábamos un paseo por el bosque en el campamento secreto de Wukoujiang, le dije distraídamente a O Paek Ryong que se acercaba esa fiesta de otoño.
Pero, pronto esto llegó al oído de O Jung Hup, quien sabía percatarse antes que nadie de mi intención o deseo y tenerlo presente. Se puso a pensar y trató de interpretar a su manera: “¿Por qué el camarada Comandante advirtió que se acerca Chusok? ¿Acaso no estará preocupado por los preparativos para esa fiesta pensando de antemano que cuando llegue los bisoños echarán de menos a su tierra natal?” Algunos días después organizó una operación para hacer estos preparativos y trajo un montón de cereales, otros alimentos e incluso tok lunar. Fue precisamente durante la fiesta de otoño de aquel año cuando, a solicitud de O Jung Hup, hablé del origen de este tipo de tok ante la gente del séptimo regimiento y de la Comandancia.
O Jung Hup me era tan leal que hasta, misteriosamente, distinguía el tiro que yo hacía. Cuando la Marcha Penosa, al principio todos íbamos juntos y después, durante algún tiempo, pasamos a acciones dispersas. Al despedirnos entonces, O Jung Hup y yo prometimos que volveríamos a vernos en la primavera en Sanshuigou. En esa época los coreanos llamaban así a Shisandaogou.
A principios de marzo de l939 organicé una operación de asalto a un poblado de Sanshuigou. Según me contaron, en aquella ocasión al oir el disparo que hice O Jung Hup dijo: “Este disparo es del camarada Comandante. La Comandancia cuenta sólo con efectivos de una compañía. Puede ser descubierta y cercada por los enemigos. Compañeros, protejamos la Comandancia con nuestras vidas.” Y corrió al frente de la unidad hacia donde estábamos nosotros.
O Jung Hup, era un hombre de verdad.
Les contaré lo que ocurrió cuando ingresó en la guerrilla; hasta entonces había realizado actividades clandestinas en la localidad llamada Yuanjiadian, en el distrito Wangqing.
En aquella época, la guerrilla de Wangqing no tenía suficientes armas. Hubo muchos alistados y también otros muchos querían ingresar, pero la dificultad era que no alcanzaban los fusiles. Por eso, los que no tenían fusil andaban con sables o lanzas, tal como se muestra en la película “Cinco hermanos guerrilleros”.
Al comienzo también O Jung Hup tuvo que llevar en el cinturón un sable hecho en la herrería.
En la guerrilla de Wangqing los que no tenían fusil se ubicaban siempre al final de la fila.
Cuando hacía de centinela O Jung Hup portaba un fusil prestado. Pero nunca se mostró avergonzado por esto. Como llevaba varios meses con el sable, los camaradas no dejaban de mortificarlo con bromas.
Un día, con expresión seria le pregunté si no se sentía apenado de andar día y noche con el sable a la cintura y al final de la fila. ¿Saben qué me dijo? Que él consideraba también el sable un arma importante; que era difícil que los fusiles alcanzaran para todos, y que esperaba conseguir uno en uno de los combates.
Hablaba así, pero en realidad debe haberse sentido bastante embarazado, pues cuando otros portaban fusil, él tenía que ponerse al final de la fila con un sable y bombas de mano en el cinto. No obstante, nunca lo exteriorizaba, seguía portando el sable como si tal cosa.
Organizamos una operación con el fin de conseguir armas para los guerrilleros que no las tenían. No había otra posibilidad. Asaltamos la obra del tendido de las vías férreas entre Tumen y Mudanjiang, pasando por Sanchakou.
En esta operación O Jung Hup consiguió varios fusiles e incluso le arrebató un revólver a un oficial enemigo.
La entrega de los fusiles capturados se decidía en la reunión de balance de la operación. Teníamos implantado el principio de otorgarlos con preferencia a los guerrilleros que realizaban acciones valerosas en los combates y observaban de modo ejemplar la disciplina.
En la reunión de balance de la operación de asalto a la obra de construcción del ferrocarril yo participé también. Por fin, en ella O Jung Hup recibió un fusil.
Con posterioridad, ocupó, de manera escalonada, el cargo de jefe de pelotón, el de jefe de sección y el de jefe de compañía, hasta ser promovido a jefe de regimiento. Podríamos decir que era modelo de comandante del ejército revolucionario.
O Jung Hup tenía otras cualidades más.
Era una persona recatada, pero en la vida cotidiana se veía animado, lleno de optimismo, tratable y estudioso. Casi no decía palabras inútiles, se portaba correctamente y aceptaba cualquier crítica que le hicieran los camaradas, y se esforzaba con honestidad para corregir el error. Además, administraba con esmero y diligencia la unidad y manifestaba más que otros el espíritu de apoyarse en las propias fuerzas y de luchar con tenacidad.
No sería una exageración si dijéramos que el desarrollo de O Jung Hup como miembro del ERPC era el mismo desarrollo del séptimo regimiento.
El antecedente del séptimo regimiento fue el regimiento independiente, el cual había sido constituido con compañías seleccionadas, una de cada distrito, de Wangqing, Yanji, Helong, y otros de Manchuria del Este.
Del distrito Wangqing, se integró a este regimiento la séptima compañía. Esta, que se había organizado al separarse de la primera compañía, se convirtió en la segunda compañía del regimiento independiente. O Jung Hup actuó como encargado de asunto juvenil en esta compañía.
En 1935 el regimiento independiente se convirtió en el segundo regimiento de la primera división independiente y, después de la Conferencia de Nanhutou, cuando se organizó la división principal del ERPC fue integrado a ella como séptimo regimiento. El séptimo regimiento era el medular de la nueva división.
O Jung Hup, O Paek Ryong, Kang Jung Ryong y otros se desarrollaron y ascendieron sistemáticamente como jefes de sección, de compañía, y de regimiento junto con el séptimo regimiento que había pasado por aquellos procesos de cambio.
El séptimo regimiento estaba compuesto, en su mayoría, por coreanos. Tal como formamos a O Jung Hup de modo sistemático desde la época de Wangqing, así también preparamos el séptimo regimiento como regimiento ejemplar, con mayor capacidad combativa en la nueva división, para lo cual tuvimos que concentrarle las fuerzas y profundizar más la dirección sobre él que sobre otras unidades. En primer lugar, designamos a personas leales como sus jefes de sección y de compañía, como instructores políticos y otros cuadros de mando, y realizamos con visión de futuro su instrucción y educación para prepararlos sólidamente en lo político-ideológica y técnico-militar. A los comandantes de regimiento les enseñamos todo lo necesario, desde los reglamentos referentes a la guerra de guerrillas y los métodos de vivaque, de cocina, de marcha y de determinar el rumbo hasta cómo improvisar escenarios, confeccionar el programa de funciones artísticas y redactar palabras de presentación.
Para hacer del séptimo regimiento una unidad ejemplar hicieron ingentes esfuerzos los cuadros de la Comandancia y la división del ERPC. Con frecuencia iban a este regimiento para ilustrar a sus jefes en el plano político-militar y solucionarles los problemas. En este curso dicho regimiento llegó a ser ejemplar y el orgullo del grueso del ERPC.
A muchos de los compañeros forjados en él los enviamos a otras unidades como comandantes. También Wei Zhengmin, cuando necesitaba cuadros militares y políticos pedía a muchos procedentes de este regimiento. Los jefes fogueados en él si iban a otras unidades, preparaban por su parte a otros jefes y combatientes ejemplares. Realmente, el séptimo regimiento desempeñó el papel de centro genético en la formación de cuadros militares y políticos. También la compañía de escolta que mandaba Ri Tong Hak o Pak Su Man fue con posterioridad compañía ejemplar. Muchos de sus integrantes procedían del séptimo regimiento.
En las condiciones en que el ejército revolucionario no contaba con instituciones permanentes de formación de cuadros políticos y militares, el que hayamos satisfecho la necesidad de cuadros con el método de enviar de continuo a otras unidades a los cuadros formados de modo sistemático en el séptimo regimiento, constituye otra experiencia valiosa que acumulamos en el curso de la Revolución Antijaponesa. El método de trabajo tradicional de nuestro Partido de crear un modelo y generalizarlo a escala de todo el país, es una de las experiencias obtenidas en el curso de la Revolución Antijaponesa.
Un incontable número de cuadros militares y políticos del ERPC se formaron en el séptimo regimiento. De él procedían entre otros, O Jung Hup, Kim Ju Hyon, Ri Tong Hak, Ri Tong Gol, O Paek Ryong, Kim T
C
Parece que si el comandante es una persona férrea lo son también sus subalternos. Es inevitable que los jefes de compañía se asemejen al de regimiento, los de sección al de compañía y los soldados a los jefes de sección o de pelotón. Sin darse cuenta las personas asimilan las cualidades personales y características de sus jefes. Podría afirmarse que el séptimo regimiento se convirtió en su totalidad en una unidad férrea al seguir a O Jung Hup.
El séptimo regimiento era objeto de la admiración de los jefes y soldados de otras unidades.
Cao Guoan, comandante de división del primer cuerpo de ejército, al cabo de pasar algún tiempo junto con nosotros en la base del monte Paektu, nos rogó que le cediéramos una persona lista, expresando su deseo de que esa persona fuera un buen tirador de ametralladora. La persona que le interesaba era precisamente el conocido jefe de sección y tirador de ametralladora Kang Jung Ryong. Este era esposo de Pak Rok Kum.
Le preguntamos a Kang Jung Ryong si no deseaba ir a la segunda división del primer cuerpo de ejército, pero él se negó en el acto. Al principio pensamos que no quería separarse de Pak Rok Kum, pero al oir su explicación supe que el motivo era otro. Dijo que podía aguantar separarse de la esposa, pero le dolía alejarse del General y del séptimo regimiento donde estaba O Jung Hup. El le tenía un profundo afecto. Los dos eran amigos inseparables desde la época de Wangqing y estuvieron siempre juntos desde que sirvieron en la primera compañía de Wangqing.
Tampoco O Paek Ryong, cuando se le ordenó trasladarse al octavo regimiento como ametrallador, quiso dejar el séptimo regimiento mandado por O Jung Hup.
Estos dos hechos hacen posible valorar la estimación de que disfrutaba O Jung Hup. Fueron extraordinarios el afecto que los integrantes del séptimo regimiento sentían por éste, y su espíritu de unidad.
Enviábamos a este regimiento también a personas que cometían errores o eran poco preparadas en lo político-militar para que se superaran.
En l938, en un campamento secreto, cerca de Xintaizi, en el distrito Linjiang, ocurrió que el jefe de la sección de ametralladoras cometió un error. Además, él tenía un bajo nivel de preparación. Lo enviamos por un tiempo a la cuarta compañía del séptimo regimiento.
En el momento de despedirnos le dije que quien no sabía responder por la vida de sus subalternos no merecía ser jefe, que sólo cuando sinceramente reconociera que por culpa suya, muchos guerrilleros pasaron dificultades, podría servir de jefe, que le era útil ir al séptimo regimiento para aprender y forjarse más.
En el séptimo regimiento, gracias a la ayuda de O Jung Hup, ese jefe de sección de ametralladoras se hizo otro hombre, y pudo ocupar su puesto anterior.
Entre todas las unidades del ERPC el séptimo regimiento poseía la mayor capacidad combativa. Por eso, la Comandancia le encomendaba siempre misiones más apremiantes y de mayor responsabilidad. El constituía la principal fuerza de golpe del ERPC.
Siempre, tanto durante las marchas como cuando acampábamos, ubicaba en la retaguardia a esta unidad de mucha capacidad combativa y de alto sentido de responsabilidad. En las acciones guerrilleras la retaguardia cobraba una enorme importancia dado que no cesaban las persecuciones y asaltos sorpresivos de los enemigos.
Cada vez que nos preparábamos para acampar situábamos una unidad de alta capacidad de combate a la retaguardia, a una distancia entre 300 y 500 metros, de la Comandancia, en dirección por la que veníamos. Algunas veces la distancia llegaba a unos mil e incluso 2 mil metros. A lo largo de esta distancia colocábamos, a determinados intervalos, a centinelas o vigías.
Según nuestra experiencia, los enemigos movilizados para “castigar” al ERPC casi no aplicaron la táctica de vigilar los puntos principales de nuestra ruta para atacar desde el frente, sino, preferentemente, la de perseguir a la guerrilla por la retaguardia, pisándole los talones. Este era el motivo por el cual situábamos en la retaguardia una unidad con alta capacidad combativa.
También en la primavera de l939, cuando avanzamos hacia la zona de Musan, ubicamos al séptimo regimiento en la retaguardia, en el vivaque de Chongbong. Sus soldados no podían encender ni hogueras en la noche porque podían ser descubiertos por los enemigos. No obstante, nunca se quejaban por ser ardua y agobiante su misión.
Ya tempranamente subrayé que en el Ejército Popular se tomara por modelo a hombres como O Jung Hup. Que se tome a O Jung Hup como modelo significa que se aprenda de él.
A principios de la década de los años 60 el camarada Kim Jong Il enfatizó que dentro del Ejército Popular se aprendiera del ejemplo del séptimo regimiento.
Desde su infancia conocía bien qué clase de comandante fue O Jung Hup y qué regimiento fue el séptimo.
Pero, ¿qué deben aprender los cuadros, los militantes del Partido y los militares del Ejército Popular de O Jung Hup y del séptimo regimiento?
Las cualidades positivas de O Jung Hup podrían analizarse en diversos aspectos, pero yo veo en su ilimitada lealtad a la revolución la más importante.
¿Cómo se manifestaba esta lealtad? Se expresaba de modo más evidente en su fidelidad a su Comandante.
Ante todo, fue fiel a nuestra idea y lineamiento. Siempre aceptaba como justas nuestras ideas y lineamientos referentes al movimiento comunista y el de liberación nacional en Corea, y los estudiaba a fondo. Y en cualquier tiempo y circunstancia defendió de modo incondicional la idea de su Comandante y en cuanto a manifestaciones contrarias a ella las combatió con la fiereza de un tigre.
El consideraba una ley nuestras ideas u orientaciones para operaciones militares y las acataba como órdenes supremas. A él no lo podían contagiar las ideas nocivas. Era inmune a esas ideas. Si uno es puro en lo ideológico, no se pudre ni en el agua residual.
Como era sana la ideología del jefe, todo el séptimo regimiento respiraba el mismo aire que el Comandante.
La lealtad de O Jung Hup a la revolución se expresaba, además, en su disposición de ejecutar incondicionalmente las órdenes e instrucciones del Comandante, y en el alto sentido de responsabilidad en su cumplimiento. En cuanto a las órdenes e instrucciones del Comandante las cumplía de modo incondicional e impecable, sin la menor dilación. Aun cuando unas y otras le fueran excesivas, no se mostraba descontento ni se quejaba en absoluto.
Después de cumplir las tareas encomendadas por el Comandante no dejaba de informar de su resultado, y en cuanto a los errores revelados en este curso los analizaba sin encubrir ninguno.
Otro aspecto positivo del que deben aprender nuestros funcionarios en cuanto a la actitud de O Jung Hup ante las órdenes e instrucciones dadas por el Comandante, era que después de cumplir una tarea solicitaba de inmediato que se le encomendara otra. No le gustaba estar inactivo parado en un lugar. Al terminar un trabajo no dejaba de buscar otro. Dicho en términos actuales, se trataba de un hombre que realizaba cambios y avances ininterrumpidos. El que el séptimo regimiento tuviera que sufrir más peripecias que otros se relacionaba también con que su jefe era un hombre ávido de trabajo.
Como jefe militar O Jung Hup tenía el peculiar rasgo de ponerse más contento cuando recibía una tarea difícil que una fácil.
La fidelidad de O Jung Hup a la revolución, a su Comandante, se manifestaba también en su disposición de defender a éste a ultranza no sólo en el plano político-ideológico sino a costa de su vida. Si era para la seguridad del Comandante, él y su regimiento se convertían, por así decirlo, en proyectiles humanos y no esquivaban ningún combate por muy arduo que fuera.
Cuando, en Hongtoushan, la compañía de Ri Tu Su y yo librábamos un difícil combate frente a varios cientos de enemigos, O Jung Hup, que cumplía una misión combativa en un lugar muy alejado de allí, manifestó su preocupación por la seguridad del Comandante y llevó a cabo un asalto relámpago al campamento enemigo. Al conocer del ataque a su retaguardia los enemigos que quedaban vivos se vieron obligados a huir. Aquella vez O Jung Hup hizo mucho en mi favor.
Durante el combate en las cercanías de Manjiang fueron O Jung Hup y la gente del séptimo regimiento quienes me protegieron con sus cuerpos cuando yo dirigía la retirada de la unidad. De la misma manera actuaron cuando el combate de Duantoushan. La Comandancia se retiraba con cientos de enemigos pegados a los talones, y fue este regimiento el que nos cubrió desde la retaguardia.
La singular fidelidad de O Jung Hup a su Comandante se manifestó de modo intensivo en el curso de la Marcha Penosa. En la primera parte de la marcha, casi durante 15 días O Jung Hup y sus hombres protegieron a costa de su vida a la Comandancia al defender la retaguardia con la táctica de caminar por una ruta en zigzag.
Como he dicho también en otras oportunidades, en el curso de la Marcha Penosa, en lo profundo del valle de Qidaogou, al darnos cuenta de que el movimiento de una gran unidad en su conjunto resultaba desfavorable, pasamos a la marcha dispersa. En esa ocasión, después de separarse de nosotros O Jung Hup y su unidad por propia iniciativa se hicieron pasar por la Comandancia, y durante más de dos meses distrajeron a los enemigos por las escarpadas cordilleras de Longgangshan y Changbaishan. En este curso el séptimo regimiento tuvo muchas dificultades. Pero gracias a su acción la Comandancia estuvo menos importunado por los enemigos durante algún tiempo.
Cuando nos separamos en el fondo del valle de Qidaogou, en este regimiento no quedaba ni un puñado de cereales. Para conseguir víveres no debían alejarse demasiado de los poblados. No obstante, O Jung Hup trazó expresamente la ruta de la marcha de su unidad en dirección a Jiayuhe, la elevación de Sibengfang, al oeste de Hongtoushan y al norte de Shuangchatou para llegar a Deshuigou. La ruta pasaba por lugares desconocidos, casi inhabitados. Si había algo, eran sólo bajareques. Meterse en estos lugares era como caer en un laberinto de donde difícilmente saldría vivo.
Pero, O Jung Hup, pese a padecer hambre, escogió intencionadamente esta ruta tan ardua para atraer a los enemigos que perseguían a la Comandancia.
Al comienzo pudieron mantenerse comiendo carne de res o de caballo que conseguían al asaltar una empresa maderera, pero desde que se internaron en la profundidad de los montes era imposible encontrar alimentos. Dijeron que lo único que se podía ingerir era nieve.
Un día, al saber que los enemigos ya no perseguían a su regimiento, O Jung Hup exhortó a sus combatientes:
“No sé si los enemigos se han percatado de que no somos la Comandancia. De ser cierto, significa que hasta ahora nos hemos empeñado en vano. Es preciso que vayamos tras ellos y hagamos que se peguen a nuestra cola. Síganme todos.”
Con la pistola ametralladora en la mano desanduvo decenas de ríes que acababa de recorrer con duros esfuerzos y asaltó el campamento de los enemigos. De todos modos, logró que éstos volvieran a perseguir al séptimo regimiento.
Desde entonces, este regimiento, si observaba que los enemigos no lo perseguían, regresaba y los hostigaba hasta que los veía seguirle como novillos con argolla en el narigón.
Cuando se le agotaban las provisiones, el regimiento recogía los cueros de res que botaban los militares japoneses después de comerse la carne y los hervía hasta poderlos comer, pero nunca dejó de marchar. Patatas heladas fue lo único que tuvo para la fiesta del año nuevo lunar de aquel año. Después supimos que pese a su situación O Jung Hup, al contrario, manifestó su preocupación por si la Comandancia tenía víveres.
A los guerrilleros que sufrían hambre y atonía, les hablaba exhortativamente: “Aunque estamos pasando incontables penalidades desde hace diez años, sabemos que al final tendremos la felicidad. Piensen en el día en que después de derrotar a los imperialistas japoneses emprendamos la marcha hacia la Patria liberada. ¿Para los coreanos habrá cosa más digna y honrosa que esto? No olviden que la presente Marcha Penosa será sustituida por el avance hacia la Patria emancipada, esto dijo el Comandante Kim Il Sung. Todos sigamos adelante para defender la Comandancia.”
Así era O Jung Hup. Luchaba con un gran ardor en el corazón. Era ardor por la revolución. El núcleo de esta pasión lo era precisamente la fidelidad a su Comandante.
Repito, la característica peculiar del séptimo regimiento era que en cualquier tiempo y circunstancia todos sus oficiales y soldados pensaban unánime y primeramente en la seguridad de la Comandancia, y su combativo estilo de vida y lucha era que, considerando las órdenes e instrucciones del Comandante tan valiosas como su propia vida, las ejecutaban de modo impecable, y que no sólo se percataban antes que nadie de la intención de la Comandancia, sino también, inmediatamente, se esforzaban con tenacidad por ejecutarla hasta las últimas consecuencias, poniéndose al frente de otros, listos a sacrificar sus cuerpos como si fueran verdaderas bombas.
Procedían del séptimo regimiento tanto Ri Kwon
O Jung Hup, C
A las 10 de la noche de aquel día, O Jung Hup al frente de su regimiento y la unidad de Hwang Jong
Inmediatamente después de que partieran el séptimo regimiento y la unidad de Hwang Jong
Al frente del grupo abridor del arremetedero O Jung Hup saltó hábilmente detrás de la palizada, y tras cortar los alambres de púas llamó a los combatientes a atacar. El séptimo regimiento ocupó con una relampagueante rapidez el torreón y el cuartel antes de que los enemigos se repusieran del susto. Los enemigos, amedrentados, se escondieron en la galería subterránea que tenían preparada secretamente debajo del cuartel, pero O Jung Hup ordenó que prendieran fuego en las bocas de la galería. Al penetrar el humo en ésta, los enemigos, no pudiendo resistir más, se arrastraron hacia afuera.
Pero, en el momento en que la victoria estaba segura, recibimos inesperadamente un duro golpe. Los enemigos que quedaban en la galería hirieron mortalmente a O Jung Hup que dirigía la operación de registro. También resultó herido el enlace Kim Chol Man. Debido a la desesperada resistencia de los enemigos sobrevivientes cayeron también C
En la época de la Lucha Armada Antijaponesa no dejaba de advertir a nuestros compañeros que en todo combate tuvieran mucho cuidado, en especial al concluir las acciones. Porque entonces podían ocurrir sorpresas. También en el combate de Liukesong, en los últimos cinco minutos, cuando se concluía la operación, perdimos a tres valiosos camaradas de lucha.
Supongo que entonces O Jung Hup se distrajo algo. Parece que como la situación del combate estaba decidida a nuestro favor y los enemigos asfixiados por el humo provocado por el algodón quemado salían de la galería con las manos en alto, él se sintió excesivamente confiado.
Por lo general O Jung Hup no fallaba. Era impecable en la vida cotidiana y peleaba con una habilidad irreprochable. En cuanto al sentido de la guardia, ningún otro comandante le superaba. Pero, no nos podemos explicar cómo aquel día no pensó en la posibilidad de que bajo sus pies podrían estar los enemigos. Inicialmente, los del grupo de reconocimiento no exploraron en detalle el interior del cuartel enemigo. Si hubieran cumplido bien esta misión, no habría ocurrido tal desgracia. Fue un suceso muy doloroso. Cuando apareció ante mí Kim Chol Man, también herido, y deshecho en llanto me informó de la triste noticia de la muerte de O Jung Hup, al principio dudé de mis oídos.
Pero, al confirmarse que era una innegable realidad, casi perdiendo la razón corrí hacia el cuartel gritando: “¿Dónde está el que mató a O Jung Hup? No voy a perdonar a los que lo mataron.”
Estábamos acostumbrados a controlarnos delante de los soldados por muy grande que fuera el sufrimiento, pero aquel día fue imposible aguantarme. Es comprensible si se tiene en cuenta el gran afecto que le profesábamos. Hasta hoy siento dolor en el pecho cuando pienso en lo ocurrido entonces. En aquella operación aniquilamos a numerosos enemigos y obtuvimos un gran botín, pero todo esto nos importaba nada. Nuestros soldados nunca se habrían mostrado tan dolidos como entonces.
Al darse la orden de retirada ellos cargaron los cuerpos inanimados de sus compañeros y abandonaron Liukesong. Cientos de combatientes caminaban con pasos pesados y derramando copiosas lágrimas, sin que se dejara oir ni una palabra.
En medio de una gran tristeza efectuamos el acto fúnebre. Me adelanté ante los reunidos para pronunciar la despedida de duelo, pero como las lágrimas me nublaban la vista y sentía ahogarme no pude hablar debidamente. Tanto antes como ahora yo nunca lloraba o lloro ante las dificultades, pero lloré más que nadie por la tristeza.
El combate de Liukesong fue de mucha importancia. Este combate hizo que la segunda etapa de la operación de “castigo” de los enemigos se viera perturbada mientras nuestro ejército llegó a tener la oportunidad de alcanzar la victoria en la primera etapa de la operación en ruta circular con grandes unidades. Cuando los enemigos concentraban gran número de efectivos en las zonas ribereñas del río Tuman, al noreste del monte Paektu, nosotros aparecimos en remotas zonas de Dunhua e hicimos se oyeran intensos tiroteos, lo que no podía menos que alarmar a los enemigos.
En ese combate la mejor actuación otra vez fue la del séptimo regimiento, la fuerza principal del grueso del ERPC. Era una unidad invencible, de la que se puede decir era una “unidad de acero”. Se debe reconocer que el mérito de este regimiento se fortaleciera tanto como para poder vencer a un enemigo cien veces mayor, es de su jefe, O Jung Hup, un militar leal e ingenioso.
Nunca podré olvidar a O Jung Hup, al igual que a Kim Hyok y Cha Kwang Su. Para mí él era un camarada y amigo de revolución y, al mismo tiempo, el salvador de mi vida.
Para la Comandancia del Ejército Revolucionario Popular de Corea el regimiento de O Jung Hup constituyó un muro blindado y una fortaleza inexpugnable que la protegió de modo sólido de los incesantes ataques y conspiraciones enemigas.
Desde que muriera O Jung Hup amamos y atendimos con mayor dedicación a los combatientes. Y los capacitamos de tal modo que una vez en el combate, aguzando al máximo la vista evitaran posibles pérdidas y actuaran con prudencia. Sin embargo, con nada pudimos recompensar la pérdida de O Jung Hup.
Todos dicen que nosotros lo formamos como un excelente revolucionario, pero no se debe pensar sólo de este modo.
Teniendo presente el caso del compañero O Jung Hup, es necesario pensar de modo profundo en la educación revolucionaria en las familias.
Antes, en toda la extensión de Jiandao, incluyendo Wangqing, se consideraba como primera familia de revolucionarios patriotas precisamente a la de O T
Creo que el factor principal de que el camarada O Jung Hup actuara tan intachablemente en la revolución estaba en la valiosa educación que recibiera tempranamente de los antecesores del linaje de los O.
El que numerosos jóvenes de la estirpe de los O pudieran convertirse en brillantes revolucionarios se basó en el sudor y sangre de los cuatro viejos hermanos, O T
En esta familia daban suma importancia a la formación de los descendientes. Sobre todo los educaban bien en la moral, lo cual, sirvió de sólida base para su educación patriótica, antijaponesa y revolucionaria. Su situación económica era precaria, pero, concediendo mucha importancia a la instrucción de los hijos, realizaron ingentes esfuerzos para que ellos pudieran ir a la escuela.
En esta familia había más de l0 miembros con instrucción media, pero escogieron el camino de la revolución, sin que ninguno se hiciera dignatario con la ambición de carrera. En esto tuvo un gran rol O Jung Hwa.
El se ocupó de modo diligente de la formación revolucionaria en la familia. Cuando nosotros estuvimos en Wangqing, al concluir las expediciones a la Manchuria del Sur y del Norte, ya por esa época los jóvenes y adultos, incluyendo las mujeres, de esta familia militaban en diferentes agrupaciones revolucionarias.
La familia de O Jung Hup era la más pobre entre los O. Por eso, llegó a concientizarse rápidamente por vía revolucionaria. O Jung Hup fue el primero en hacerlo, después orientó por la misma vía a sus hermanos y el resto de la familia.
El y sus dos hermanos, hasta caer en combate, actuaron como cuadros militares y políticos a nivel de regimiento o de batallón.
En el verano de l941, cuando desplegábamos acciones en pequeñas unidades en las regiones de Luozigou, entré en contacto con O Chang Hui, padre de O Jung Hup, y Pak Tok Sim, padre de Pak Kil Song. Por aquel tiempo, los de la estirpe O residían en Luozigou. Si desde la montaña mirábamos con binoculares la casa de los O, podíamos ver hasta las siluetas de algunos miembros de la familia entrando por la portilla con cacaxtles repletos de leña. También en Luozigou, todos vivieron dignamente como familias que tenían sus hombres en el ejército revolucionario.
En aquella ocasión, por conducto del compañero Kim Il, dejé creada en Luozigou una organización clandestina con las familias de los guerrilleros, teniendo como principales figuras a los viejos O Chang Hui y Pak Tok Sim.
En la época de las acciones en pequeñas unidades, cuando avanzamos hacia el noreste del monte Paektu, recibimos mucha ayuda del viejo O Chang Hui. Con su ayuda cruzamos el río y constituimos organizaciones revolucionarias en la zona de Kyongwon (hoy Saepyol).
La estirpe de los O fue, de veras, revolucionaria, merece ser grabada en las páginas de la historia.
Incluso ahora, de vez en cuando pienso en el gran aporte que pudiera hacer O Jung Hup, si viviera. De estar vivo él, en nuestro país habría muchos séptimos regimientos.
Actualmente, el camarada Kim Jong Il está dirigiendo el movimiento para aprender de O Jung Hup en el Ejército Popular y considero muy útil este trabajo.
Antes, a mi lado había muchas personas fieles parecidas a O Jung Hup. Tenemos que formar un gran número de tales personas y ponerlas al lado del camarada Kim Jong Il.
El camarada Kim Jong Il representa el futuro de Corea y el destino de la revolución coreana. Para que nuestra Patria prospere por la eternidad y nuestro socialismo se consolide y triunfe de continuo, es preciso que el camarada Kim Jong Il disfrute de salud y que todo el Partido y todo el ejército apoye plenamente su dirección. Los funcionarios directivos, considerándolo como el cerebro de la revolución y con la firme decisión de llevar hasta el fin, de generación en generación, la causa revolucionaria del Juche, iniciada en la selva del Paektu, tendrán que alcanzar de continuo valiosos éxitos en todas las vertientes de la construcción socialista, y proteger y defender a costa de su vida al Comité Central del Partido y el camarada Kim Jong Il, que representan el Mando Supremo de la revolución coreana, tal como el regimiento de O Jung Hup salvaguardara la Comandancia.
5. El hombre de la provincia de Phyong-an
En la biografía del estimado Líder, Presidente Kim Il Sung, aparecen muchos episodios singulares, relacionados con encuentros y despedidas. Unos se refieren a encuentros seguidos de despedidas y de reencuentros, otros a encuentros y despedidas no suplidas por reencuentros, así como a dolorosos sucesos para el Líder como los de personas, quienes desaparecieron sin dar señales de vida ni noticias hasta ya muy tarde, porque por motivos inevitables no pudieron volver, aunque estuviera previsto encontrarse con él seguramente.
En octubre de 1993, el gran Líder que rememoraba para un grupo de investigadores de la historia de la Lucha Revolucionaria Antijaponesa la operación de maniobra circular con un gran destacamento, se refirió a un episodio acerca de un hombre procedente de la provincia de Phyong-an con quien habló por un rato en Liukesong. En esa ocasión explicó que en sus Memorias “En el Transcurso del Siglo”, en el séptimo tomo de la parte de la Revolución Antijaponesa, dedicaría todo un epígrafe a los recuerdos sobre este hombre. Y dijo que en el trayecto de sus actividades revolucionarias hubo muchas personas con quienes tuvo raras relaciones .
A propósito, diré algo sobre el hombre de la provincia de Phyong-an con quien me encontré en Liukesong.
Fue cuando íbamos de regreso para el campamento después de terminar los funerales de O Jung Hup que un enlace me avisó que un desconocido, siguiendo a la unidad desde Liukesong, insistía en verme.
En el curso de la Lucha Armada Antijaponesa, nunca dejé que las personas que venían a verme se fueran sin realizar su propósito. Por muy atareado que estuviera recibía a los que fueran necesarios. Encontrarnos con personas que venían de las zonas dominadas por los enemigos o del interior del país constituía un momento de solaz en la vida de nosotros, siempre muy ocupados en las actividades guerrilleras.
Pero, aquella noche no tenía deseo de recibir a ningún visitante, todo me resultaba engorroso. Porque estaba demasiado dolido y triste por la muerte de O Jung Hup. Encima, al perder C
Le ordené al enlace que excusándose le rogara al visitante se fuera, pues aquella noche yo no podía recibir a nadie.
El enlace, mostrándose muy embarazado, me explicó que ya varias veces le había presentado excusas, pero rogaba con insistencia que lo dejaran para ver y saludar siquiera un minuto al General Kim Il Sung, a quien, según afirmaba, conocía muy bien.
Me extrañó lo que me dijo el enlace. En Liukesong no había nadie que yo conociera. Pisábamos por primera vez tierra de esta zona.
Al llegar al lugar adonde me guió el enlace vi que estaba de pie un hombre de mediana edad con un macuto a las espaldas. Decía que me conocía bien, pero yo no recordaba haberlo visto. Al verme cogió apresuradamente mis manos mientras exclamaba: “Soy yo, el de la ´casa de la provincia de Phyong-an”.
Tan pronto como oí las palabras “casa de la provincia de Phyong-an”, adiviné quién era el visitante.
En un año, nuestra unidad marchaba en una zona boscosa y en un remoto valle vimos las ruinas de una casa quemada. En medio de aquel lugar que todavía humeaba estaba llorando desconsoladamente un hombre de mediana edad con un niño a cuestas.
Traté de tranquilizarlo y le pregunté qué había ocurrido.
Contó que unas horas antes, mientras él había ido al bosque con un hacha para hacer leña, llegaron los del “cuerpo de castigo”, prendieron fuego a la casa y mataron a tiros a su esposa e hijos. El que tenía a las espaldas se salvó de milagro al ir al bosque en busca del padre.
No pude contener la indignación que sentí al conocer lo sucedido. Decidí vengarles. A mis preguntas sobre cuántos eran los enemigos y cuándo se fueron, él afirmó que eran unos 40 y se habían retirado hacía no más de 30 minutos.
Me dirigí a los guerrilleros: ¡Miren, cuán salvajes son los japoneses! Una familia totalmente inocente fue víctima de su atrocidad. ¿Podemos perdonarlos? Todos demandaron venganza y cada cual manifestó su deseo de participar en la acción.
Seleccioné a unos 50 combatientes ágiles y constituí una tropa de choque. Esta persiguió a los del “cuerpo de castigo” y los aniquiló por completo cuando se preparaban para acampar.
Antes de abandonar el lugar le entregué al hombre 50 yuanes con estas palabras: Al ver su situación quisiera construirle una vivienda, pero ahora no tengo más que este dinero. Utilícelo para conseguir medios de vida en otra parte. Podemos volver a vernos cuando se independice el país.
50 yuanes no eran pocos. Con ellos podía comprar incluso un buey de trabajo. Por esa época, un mal de mijo costaba unos 3 jiaos.
El hombre dijo: “Soy de origen de la provincia de Phyong-an y vine a Jiandao Oeste al oir decir que aquí se vivía bien, pero fui víctima de esta desgracia. Ni en la tumba olvidaré su benevolencia. Antes de separarnos quisiera saber siquiera su nombre.” Como él insistió en conocerlo, mis camaradas se lo dijeron.
Al oir que el hombre infortunado provenía de la provincia de Phyong-an no pude reprimir el sentimiento de intimidad y simpatía. Porque según su origen era casi mi coterráneo.
Los procedentes de la provincia de Phyong-an representaban una proporción bastante alta en la composición de los coreanos que residían en Manchuria. Y en su mayoría se establecieron en las regiones de Manchuria del Sur. En Jiandao había pocos.
Cierta vez, en Jiandao Oeste, estando yo en la casa de una gente procedente de la provincia de Phyong-an, me sirvieron un plato de adobo de quisquillas. Pregunté dónde lo habían conseguido en aquella tierra manchuriana. Explicaron que la nuera acababa de regresar de una visita a la casa de sus padres. El maíz tierno cocido untado con dicho adobo, que comí entonces, resultó exquisito. Como pasé la infancia en la región noroccidental me gustaba expresamente el adobo de quisquillas o de gambas.
Después de presenciar la desgracia del hombre de la provincia de Phyong-an, quien perdió a la vez tres miembros de la familia, me era difícil contener la ira. Antes de separarnos le di cierta cantidad de dinero para que pudiera vivir, pero no pude estar tranquilo. Me era difícil alejarme de él pensando en la tristeza y el sufrimiento que llevaría en su corazón. ¿Cómo podría vivir con el hijito, sin la esposa?, pensé preocupado.
No obstante, para pena nuestra nos vimos obligados a separarnos.
El mundo es ancho y estrecho. ¡Cómo pudiera haberme imaginado que volvería a encontrarme en un remoto lugar de Dunhua con aquel hombre de la provincia de Phyong-an a quien vi un momento en un valle desconocido!
Si no hubiera perdido a O Jung Hup, me habría sentido muy contento por el encuentro, Como estaba sumergido en una profunda tristeza a causa de la pérdida de los camaradas de armas, no pude recibir alegremente a quien lo merecía.
Conteniéndome a duras penas le pregunté cómo llegó a Liukesong y por qué quería verme tan avanzada la noche.
El contó que después de separarse de nosotros se mudó a Liukesong con su hijo y allí encontró un trabajo y se volvió a casar. Así logró mantener una vida de una forma u otra. Y continuó: “Gracias a usted, General, mi hijo y yo pudimos sobrevivir. Si no hubiéramos tenido aquellos 50 yuanes , los dos nos habríamos convertido en mendigos o muerto de hambre. Con el dinero que reuní trabajando en una explotación forestal conseguí un mal de arroz y esperé con ansiedad el día en que pudiera ver al General. Y recé a ‘Dios’ para que usted viniera aquí.”
Era una persona que sabía valorar el sentido del deber y que no olvidaba a los bienhechores.
En aquel arroz vi el ardiente sentimiento de afecto de nuestro pueblo hacia nuestro ejército revolucionario, y sentí su inmaculada sinceridad y sentido del deber. Y pensando en el pueblo decidí sobreponerme a la tristeza y con nuevo ánimo vengarnos cien y mil veces, aunque no fuera más que por el pueblo integrado por gentes como él.
Aquella noche no pude conversar mucho tiempo con el hombre de la provincia de Phyong-an. Teníamos que reiniciar de inmediato la marcha y él también dijo que no podía prolongar mucho su estancia. Cuando se fue con lágrimas en los ojos también le despedí con el corazón pesado.
Después, no supe nada de él hasta la liberación del país, cuando, de casualidad, lo vi en Sinuiju. Debe haber sido en noviembre de 1945, porque fue cuando hubo disturbios estudiantiles en esta ciudad.
Ese incidente empezó por la escuela media Tong. Sus estudiantes, instigados por elementos reaccionarios, asaltaron la sede del comité provincial del Partido y si no se controlaban con prontitud los disturbios, no se sabía cómo se extenderían. Como la opinión general era que sólo Kim Il Sung podía restablecer el orden, me fui a Sinuiju en avión.
Originalmente, en esa escuela media había muchos estudiantes patrióticos. Si no me equivoco, también el pastor Hong Tong Gun estudió en ella. Como, aprovechándose de actos injustos de los seudocomunistas, se insufló la conciencia anticomunista entre los estudiantes de este centro docente, donde desde antes de la liberación existía una fuerte influencia nacionalista, éstos explotaron como pólvora y cometieron el tan insensato acto de asaltar la sede del comité provincial del Partido.
Al llegar a Sinuiju hice que se reunieran en la cancha de la escuela media Tong los estudiantes y la población y pronuncié un discurso. Al escucharme los estudiantes comprendieron que, dejándose utilizar por los reaccionarios, perpetraron actos insensatos y que oponerse al Partido Comunista era totalmente inútil y lesivo tanto para la construcción de un nuevo país como para la unidad nacional. Después, nunca más volvieron a armar disturbios.
Cuando, al terminar el discurso, iba a partir hacia la residencia, se me acercó, para mi gran sorpresa, el hombre de la “casa de la provincia de Phyong-an”, de quien me había separado en Liukesong. Dijo que él también había estado en el mitin. Ante la vista de la multitud nos abrazamos fuertemente como viejos amigos. Expliqué a los cuadros que me acompañaban que nos habíamos encontrado cuando el combate de Liukesong y en qué circunstancias nos conocimos.
Quien realiza actos beneficiosos gana buenos amigos, y los buenos amigos, aunque se separen, vuelven a encontrarse.
Entre las expresiones que antaño los ancianos usaban con gusto están “tres amistades beneficiosas” y “tres amistades perjudiciales”.
Por “tres amistades beneficiosas” se entendían tres tipos de amigos buenos, es decir, los sinceros, los dignos de confianza y los de amplios conocimientos. Con tales personas, se aconsejaba, podía trabarse amistad.
Y las “tres amistades perjudiciales” significaban tres tipos de amigos que causan daño, y son: personas parciales, los que no tienen carácter, aunque son bondadosos, y los que sólo hablan y no hacen. Se aconsejaba no entablar amistad con tales hombres.
Como son opiniones de gente de antaño no se pueden considerar totalmente justas, pero creo que hasta cierto punto son correctas para diferenciar a amistades beneficiosas y dañinas.
Puede decirse que me estoy excediendo si hablo de la persona a quien había visto por un rato durante la marcha, con el concepto de “tres amistades beneficiosas” y “tres amistades perjudiciales”.
De todas maneras, el hombre de la “casa de la provincia de Phyong-an” fue, sin duda alguna, una persona de bien, que inspiraba confianza. Tales personas nunca perjudican a otras, sólo hacen cosas beneficiosas. También pudimos colegir que era así por el hecho de que al saber que estábamos en Liukesong fue a vernos con un macuto lleno de arroz a las espaldas. No sabía si tenía conocimientos amplios o no. No podrían ser amplios pues vivió en remotos valles.
De todas maneras, estaba seguro de que era un buen hombre que merecía ser incluido en la categoría de “tres amistades beneficiosas”. Quienes saben cumplir con su deber moral, quienes no olvidan a sus bienhechores, aunque sean transitorios, y quienes corresponden con sentimientos de afecto a los recibidos de otros, son todas buenas personas.
Le dije al hombre de la provincia de Phyong-an que como el país estaba liberado podíamos vernos cuando quisiéramos y que, considerándome su viejo amigo, viniera a verme cuando lo deseara. Extrañamente, también aquel día tuvimos que separarnos no bien nos vimos. Yo estaba muy ocupado y él no pensaba en quitarme tiempo. Como las tres veces en que me encontré con él fue en circunstancias excepcionales, y nos despedimos apresuradamente, no pude ni siquiera preguntarle cómo se llamaba ni dónde había nacido.
En aquel tiempo, o sea a finales de 1945, todo el mundo estaba pletórico por el ambiente de la liberación y andaba muy atareado. Yo también me encontraba extraordinariamente ocupado en cuestiones de la construcción del país. Por eso, no estaba en condiciones de platicar con paciencia con aquel hombre con quien tenía tan raras relaciones. Me apena recordarlo ahora.
Si vive aquel niño que estaba sobre la espalda del padre que lloraba por la pérdida de la esposa, los hijos y la casa a manos de los del “cuerpo de castigo”, ahora tendrá más de 60 años. Qué bueno sería si entonces hubiera preguntado siquiera su nombre.
No sé por qué después del encuentro en Sinuiju el hombre de la provincia de Phyong-an no volvió a visitarme. Durante la guerra en esa ciudad perecieron muchas personas, víctimas de los bombardeos de los aviones yanquis. Si él se quedó viviendo allí, posiblemente murió entonces.
¿Cuántas personas han presentado los recuerdos relacionados con el combate de Liukesong? ¿Entre estas personas no hay ninguna que haga suponer que pudiera ser él? Me apena no haber podido volver a verlo antes del inicio de la guerra.
No sabemos hasta cuándo vivió, pero mientras estuvo vivo debe haber realizado muchos trabajos beneficiosos para el país.
Como dije antes, hablar con las personas es para mí el mayor placer al igual que entrar entre el pueblo. A lo largo de mis 80 años vividos llegué a conocer a incontables personas. Es un momento realmente feliz pensar en los que conocí en la juventud y recordar, uno por uno,su imagen.
Lo que también ahora me da mucha pena es no poder ver a todas las personas a quienes vengo echando de menos. Me impacienta sobre todo no poder ver a mis bienhechores que me ayudaron y apoyaron en los momentos más difíciles, y ni siquiera saber nada de ellos.
Incluso ahora mi corazón se llena de dolor si pienso en aquellas personas con quienes no pude encontrarme aunque estaba comprometido. Entre estas personas hubo un tal Kim Chi Bom que era campesino.
Desde antes de la liberación venía cultivando la tierra en una localidad próxima a Soúl, y en agosto de 1950 vino a Pyongyang como integrante del grupo de turistas populares, compuesto por representantes de los obreros, campesinos, hombres de cultura y jóvenes de la ciudad de Soúl y la provincia de Kyonggi. El día del quinto aniversario de la Liberación, el 15 de Agosto, recibí en el edificio de la sede de Gabinete de Ministros a este grupo turístico de cien y tantas decenas de personas. En el curso de la conversación supe que faltaba sólo una persona que no pudo llegar por haberse separado durante un bombardeo aéreo. Precisamente él era el campesino Kim Chi Bom.
A mi pregunta acerca de esa persona me explicaron que era un patriota que desde 1943, aproximadamente, entró en contacto con activistas políticos clandestinos del Ejército Revolucionario Popular de Corea, infiltrados en la zona de Soúl, y les ayudó material y espiritualmente. Añadieron que también después de la liberación guió a toda su familia a la lucha de salvación nacional. Afirmaron que su hijo había sido sentenciado a la pena capital por haber luchado contra el régimen de Syngman R
Al oir estas explicaciones tuve vehementes deseos de ver a aquel campesino. También los integrantes del grupo turístico manifestaron su pena porque él no había podido ser recibido por mí.
Prolongué varias veces el tiempo de la audiencia, esperando con paciencia que él llegara.
Pero, hasta el fin no apareció.
Pero, ¿dónde estuvo entretanto? Según llegamos a conocer después de la audiencia, anduvo por diversas partes en busca del grupo, pero al ver, entre los escombros del edificio de un círculo infantil, destruido por el bombardeo, a un niño herido, lo tomó entre sus brazos y lo llevó a un hospital. Así se demoró. Enterado de este hecho pensé que lo vería, por muy atareado que estuviera. No pude ni conciliar el sueño pensando cuán afligido se sentiría él al tener que irse sin verme.
Al enterarme de que al otro día ellos iban a visitar Mangyongdae, decidí encontrar tiempo para ir allí también. Quería verlo junto con mi abuelo. Me parecía que si ellos se encontraban se comprenderían bien porque mi abuelo era campesino como aquel hombre.
Al otro día, por la mañana, preparé algo para obsequiarle y partí hacia Mangyongdae.
Dejando al lado todo un montón de trabajos me fui a la casa natal y junto con el abuelo esperé al campesino Kim Chi Bom, pero él ni aquel día apareció a la hora acordada.
Le rogué al abuelo que lo recibiera en mi lugar y volví a la sede del Gabinete de Ministros.
Posteriormente supe que no pudo llegar a la hora fijada porque por desgracia al grupo turístico lo sorprendió un bombardeo aéreo cerca del puente Phaltong.
El abuelo procedió tal como le rogué: lo recibió y le transmitió mi regalo.
Al terminar la visita, el campesino Kim Chi Bom volvió a Soúl y participó concienzudamente en el trabajo de ayudar al frente. Toda su familia se movilizó para llevar víveres y municiones al frente. Supe que también atendió con esmero a los heridos del Ejército Popular.
Después no llegamos a saber nada de él. Como tenía casi 60 años cuando estuvo aquí como integrante del grupo turístico, de estar vivo, ahora tendría más de 100 años.
De no haberse presentado entonces un asunto urgente nos habríamos podido encontrar. Me causó mucha pena. Todavía me pesa el que no haya podido recibirlo. Me consoló por lo menos que el abuelo lo recibió en mi lugar. De lo contrario, de veras, me habría sentido apenado.
Es un buen proverbio el que dice: “Quien hace trabajos beneficiosos, se gana amigos buenos.” Para tener amigos buenos uno debe realizar muchas tareas valiosas. Quien no trabaja en bien del país y el colectivo, de los camaradas y los vecinos, no puede encontrar buenos amigos.
El hombre de la provincia de Phyong-an fue el amigo que conocí en el curso de la lucha por la libertad y felicidad del pueblo. Yo lo considero mi amigo. Aun hoy veo ante mis ojos su figura de cuando, llevando al hijo a las espaldas, lloraba desolado en medio del patio de la casa quemada y de cuando vino a Liukesong a vernos con un macuto de arroz a cuestas.
6. “¡Defendamos con armas a la Unión Soviética!”
La Unión Soviética, donde por primera vez en el globo terrestre se estableció el poder de los obreros, campesinos y demás sectores del pueblo, y se liquidó la explotación del hombre por el hombre, para la humanidad que aspiraba al socialismo y el progreso social, fue el país ideal.
En el pasado, los comunistas y los pueblos revolucionarios de todo el mundo no escatimaron apoyo para defenderla y mantenerla. En su roja bandera nacional, con la hoz y el martillo grabados, está impresa, además del gran esfuerzo del heroico pueblo soviético, la caliente sangre de los combatientes internacionalistas de otros numerosos países.
Los combatientes del Ejército Revolucionario Popular de Corea, cada vez que surgía una amenaza militar contra este país, sosteniendo en alto la consigna “¡Defendamos con las armas a la Unión Soviética!”, golpeaban duramente a los imperialistas japoneses por la retaguardia. No fueron pocos los que perecieron en el curso de las operaciones encaminadas a frustrar las acciones del ejército japonés contra la Unión Soviética.
Evocando los días en que se protegía con las armas a la Unión Soviética el gran Líder recordó lo siguiente:
Los comunistas deben tener una correcta comprensión de la relación entre la revolución nacional y la mundial. En el pasado, algunas personas dijeron que el que los comunistas se dedicaran a la revolución nacional chocaba con los principios marxistas y otras expresaron que constituía una traición a la nación que los patriotas coreanos hablaran de la revolución soviética o la mundial antes de conquistar la independencia de la patria. A causa de interpretaciones de derecha y de izquierda en cuanto a la correlación entre la revolución nacional y la mundial, por un tiempo en el movimiento revolucionario de nuestro país se crearon diversas alteraciones y enfrentamientos en el plano ideológico.
Aun cuando nosotros librábamos la Lucha Armada Antijaponesa, y presentamos la consigna “¡Defendamos con las armas a la Unión Soviética!”, hubo personas que no la aceptaron con gusto. Decían que podría constituir un motivo para que los nacionalistas criticaran a los comunistas. Los imperialistas japoneses y sus lacayos decían que no nos convertiéramos en “víctima de la Unión Soviética” y “ofrenda de Stalin”.
Quienes ignoraban la verdadera significación del internacionalismo incluso lo llegaron a considerar un sacrificio inútil cuando propusimos apoyar con sangre a la Unión soviética.
Si apoyamos con sangre la lucha de los soviéticos enarbolando la consigna “¡Defendamos con las armas a la Unión Soviética!” mientras realizábamos la difícil revolución nacional, esto fue , en primer lugar, una demanda de la situación de aquel entonces. Este país se encontraba acorralado en una situación desesperada, es decir, estaba cercado por el imperialismo.
Que en tal momento los comunistas apoyaran con las armas a la Unión Soviética no sólo era necesario desde el punto de vista de los intereses de la revolución sino que también fue justo en el plano ético y el sentido del deber. Por tanto, desde que comenzamos la Lucha Armada Antijaponesa apoyamos y defendimos activamente a la Unión Soviética bajo la bandera del internacionalismo proletario.
La lucha en apoyo a la Unión Soviética se libró no sólo en la década del 30 sino también con anterioridad, en la década de los años 20.
Hong Pom Do no era comunista al principio, pero no se opuso al movimiento comunista. Aunque comenzó sus actividades patrióticas en el seno del movimiento nacional, no se limitó a quedarse dentro de sus vallas ni consideró como absoluto este movimiento.
Después del Levantamiento Popular del Primero de Marzo muchos independentistas de Corea se fueron a la Rusia soviética, donde desplegaron acciones armadas. En el período de la guerra civil, ingresando en el Ejército Rojo o la guerrilla del Lejano Oriente derramaron mucha sangre para defender el poder soviético. En este curso también Hong Pom Do tuvo no pocos méritos e incluso se entrevistó con Lenin.
A principios de la década del 20 el imperialismo japonés apoyó a la banda de los blancos y perpetró incesantes intervenciones armadas en el Lejano Oriente de Rusia. En aquel entonces, la organización del Partido Comunista en esta región solicitó ayuda a Hong Pom Do que operaba en Primorie. Algunas personas de la capa superior del Ejército independentista consideraron una tontería que los coreanos derramaran su sangre por otros cuando no eran capaces de apagar ni el fuego sobre sus empeines. No obstante, Hong Pom Do ayudó con sangre al Ejército Rojo expresando que el ejército que peleaba contra los japoneses estaba de nuestro lado.
Entre las batallas en que intervino Hong Pom Do la más famosa fue la librada en Iman, un lugar ribereño del Usuri. Se decía que la unidad del Ejército independentista peleó tan bien que después de esta batalla los militares japoneses y blancos huían atemorizados no bien oyeran siquiera las voces de mando en coreano.
Ya hace mucho tiempo los soviéticos levantaron una estela en memoria de los caídos en esa batalla.
Este solo hecho nos hace saber cuán larga historia tienen los lazos establecidos entre los pueblos coreano y soviético en la lucha común.
Hong Pom Do solía decir a sus subalternos: “La Unión Soviética es el país donde se estableció por primera vez en el mundo la república de los desposeídos, razón por la cual deberán ayudarla y, por otra parte, recibir su apoyo. Hace falta ayudarle activamente porque hallándose sola tiene muchas dificultades.” Tuvo una visión más amplia que las personas que alardeaban de haber recibido alta instrucción.
Sólo viendo el movimiento de las tropas del ejército Guandong que se hallaban enfrentadas directamente con las del Ejército Rojo a lo largo de la línea fronteriza soviético-manchú se podía conocer bien cuán frenéticamente maniobraron los imperialistas por aquella época para asfixiar a la Unión Soviética. Desde el 1932 hasta el 1939 el imperialismo japonés provocó casi mil conflictos fronterizos de pequeña y gran envergadura, entre otros los ampliamente conocidos incidentes de Jasan y de Jaljingol, lo que significaba que perpetraron una provocación armada a cada ciertos días. En las fronteras soviético-manchúes no hubo día sin humo de pólvora.
Las relaciones de hostilidad entre la Unión Soviética y Japón tenían profundas raíces históricas. Es conocido por todo el mundo el hecho de que como consecuencia de la guerra ruso-japonesa de 1904-1905 Rusia tuvo que ceder a Japón muchas concesiones y territorios.
Después de la Revolución de Octubre, cuando las potencias imperialistas llevaron a cabo la intervención armada contra la joven República Soviética, también los imperialistas japoneses participaron activamente en ella. Enviaron sus tropas a Siberia para apoyar a las bandas blancas en forma de una abierta intervención armada.
Se dice que entre los ejércitos de las potencias imperialistas que intervinieron contra la Rusia soviética el japonés fue el más feroz y bestial. Los invasores japoneses anegaron la región de Primorie en sangre. Fue precisamente entonces que al capturar al jefe guerrillero Razo lo asesinaron metiéndolo en el fogón de una locomotora. Aun después de que los ejércitos de Estados Unidos, Inglaterra y Francia que se movilizaron juntos, fueron forzados a retirarse por la contraofensiva del Ejército Rojo, sólo el de Japón persistió en su agresión reforzando sus efectivos. Desde que vencieron con las armas a Qing y Rusia los imperialistas japoneses cayeron en la megalomanía. Se jactaban tanto de su poderío que incluso llegaron a pensar que no había país o ejército alguno que no pudieran conquistar o aplastar, y cada vez que ocurría algún conflicto de trascendencia internacional metieron sus narices calculando la porción que le correspondería.
Podemos afirmar que el antagonismo entre la Unión Soviética y Japón se exteriorizó más con motivo del estallido de la Guerra Chino-Japonesa. Cuando Japón provocó el incidente de 7 de julio, la Unión Soviética ayudó a China. Se puede considerar que desde entonces se empeoraron sus relaciones. La Unión Soviética que concertó el pacto de no agresión con China en agosto de l937 cerró por sí misma una parte de su consulado que se hallaba en el territorio dentro de la jurisdicción de Japón y exigió a Japón que hiciera lo mismo. Con el paso de los años las contradicciones entre los dos países se fueron agravando más.
Por añadidura, en enero de 1938 las autoridades japonesas retuvieron un avión soviético que hizo un aterrizaje de emergencia en territorio de Manchuria, incidente que puso más tirantes las relaciones soviético-japonesas. Cualquiera podía predecir sin dificultad que la confrontación y las contradicciones entre ambos países se convertirían en una guerra local o total.
En la “reunión de los cinco ministros” de agosto de 1936, los imperialistas japoneses declararon como su política estatal la agresión a la Unión Soviética. En esta reunión elaboraron un plan detallado a este fin, en el que preveían reforzar sus efectivos en Manchuria y Corea para poder aniquilar rápidamente en la etapa inicial de la guerra a las tropas soviéticas estacionadas en el Lejano Oriente. Si en vísperas de la Segunda Guerra Mundial la Alemania hitleriana había elaborado el plan de operación “Barbaroja” contra la Unión Soviética, las autoridades militares de Japón lo hicieron antes bajo el título de “Otsu”, lo cual significaba que en cuanto a invadir a la Unión Soviética Japón se adelantaba a Alemania.
En su “proyecto de solución de los conflictos fronterizos entre Manchuria y la Unión Soviética”, Ueda, comandante del ejército Guandong, ordenó que donde las líneas fronterizas no estuvieran claramente señaladas los comandantes en las regiones respectivas podían fijarlas por su cuenta y en el caso de producirse choques debían alcanzar de modo incondicional la victoria, independientemente del número de efectivos y sin que dependieran de la línea fronteriza. Por las provocaciones del ejército japonés en la frontera, la Unión Soviética se hallaba en la situación peligrosa de ser arrastrada en cualquier momento a una guerra total.
Ante tales actos vandálicos del ejército japonés no podíamos menos que sentir indignación. Nuestra determinación de ayudar con las armas a la Unión Soviética constituía una manifestación del sentimiento camaraderil, muy natural para los comunistas coreanos que venían librando diariamente combates sangrientos contra el ejército Guandong.
Para nosotros que combatíamos aspirando al socialismo, la Unión Soviética donde se instauró el poder de los obreros y campesinos, era, al pie de letra, el país ideal, y el mismo hecho de que existiera en el mundo una sociedad donde se puso fin a la banda de los parásitos que oprimían y explotaban al pueblo, constituía de por sí una realidad asombrosa. Por tal motivo, llegamos a tomar la decisión de proteger y defender a la Unión Soviética aunque vertiéramos sangre.
Los imperialistas japoneses aplicaron sin cesar la política de meter cuña entre el pueblo coreano y el soviético, lo mismo que sembraron la cizaña entre los pueblos coreano y chino. Por un tiempo crearon la llamada compañía de vigilancia fronteriza enrolando principalmente a jóvenes coreanos projaponeses procedentes de Hunchun y la ubicaron en la línea fronteriza entre la Unión Soviética y Manchuria para que combatieran contra los soviéticos. Y hasta organizaron la farsa de premiarlos en nombre del ministro de guerra del títere Estado manchú.
Por otra parte, propagaron el rumor de que había formado a numerosos agentes coreanos en Jiandao y los habían infiltrado en la Unión Soviética, para que los soviéticos odiaran a los coreanos y los mantuvieran a distancia.
Cuando actuábamos en la zona guerrillera de Xiaowangqing los compañeros del regimiento de Hunchun nos dijeron que a causa de las conjuras cizañeras de los imperialistas japoneses se habían afectado mucho las relaciones entre su unidad y la guarnición fronteriza soviética, razón por la cual incluso ocurrió que cierto jefe de compañía estuvo a punto de ser detenido por los soviéticos mientras trataba de entrar en contacto con ellos según lo establecido, sin saber que había cambiado el punto de vista de ellos en cuanto a los coreanos.
En el verano de 1938, llegó hasta nuestros oídos el rumor de que un alto jefe, o sea un general del Consejo de Comisarios del Pueblo de asuntos interiores del Lejano Oriente de la Unión Soviética se fue a Japón, pasando por Hunchun, para exiliarse.
A mediados de la década del 30 se llevó a cabo la medida de trasladar en colectivo a los coreanos del Lejano Oriente a las regiones de la Asia central. A pesar de que los soviéticos explicaron que esa mudanza colectiva al interior de Kazajstán o Uzbekistán era una medida autodefensiva inevitable, los coreanos no la aceptaron de buena gana.
Al recibir esa noticia yo también sentí hasta los tuétanos la tristeza del pueblo apátrida.
No obstante, pensando en las tareas más importantes seguimos enarbolando la bandera de la defensa de la Unión Soviética.
Las acciones en las zonas fronterizas soviético-manchúes todas fueron organizadas por iniciativa nuestra con el fin de ayudar a la Unión Soviética, aunque sabíamos que nos desfavorecían en el plano operativo.
En aquel tiempo, no teníamos concertado con ese país tratado alguno sobre la colaboración militar ni recibimos solicitud alguna por parte de la Unión Soviética como en el caso de Hong Pom Do. Partiendo de los sentimientos camaraderiles hacia la Unión Soviética y el odio al imperialismo japonés, enemigo común, decidimos por sí nosotros mismos llevar a cabo esas acciones militares.
El alto entusiasmo y deseo de nuestros guerrilleros de defender y ayudar a la Unión Soviética se patentizó suficientemente en el invierno de 1934, a través de la operación de salvamento de un piloto soviético cuyo aparato, mientras efectuaba ejercicios, fue empujado por una tormenta hasta Hulin, en Manchuria, donde cayó.
Pak Kwang Son fue quien tuvo el rol principal en esta operación. Por esa época, bajo la identidad de activista político del punto de enlace de la Guerrilla Popular Antijaponesa, situado a unas cuantas decenas de ríes de Hulin, estaba realizando trabajo con una tropa antijaponesa china, conocida por el nombre de unidad de Yuyang. Se dice que el día en que cayó el avión soviético en la ribera del Usuri fue significativo, pues más de 50 jóvenes coreanos gallardos se alistaron en la unidad de Yuyang.
Pak Kwang Son que vio el avión que se precipitaba a tierra corrió al punto de enlace y llamó a sus compañeros a socorrer al piloto soviético. Pero, también los japoneses, por su parte, se pusieron en acción para capturarlo vivo.
Los guerrilleros, pese a su inferioridad numérica libraron un combate de vida o muerte contra más de cien enemigos que tenían ametralladoras e incluso cañones de pequeño calibre. Se unieron a los guerrilleros los soldados de la unidad de Yuyang que iban a asaltar un convoy enemigo.
Sin embargo, para la angustia de todos el piloto soviético permaneció inmóvil al lado de su avión, incapaz de distinguir a los amigos de los enemigos. Pak Kwang Son le gritó en coreano que se acercara sin cuidado, pero el piloto, al contrario, tomó a los guerrilleros por enemigos y hasta les disparó con la pistola.
En tal situación, quien le ayudó fue un coreano que realizaba trabajo proselitista en la unidad de Yuyang. El le gritó en un ruso fluido que se acercara rápidamente a ellos que eran del ejército revolucionario.
Apenas entonces el piloto se arrastró hacia donde estaban los guerrilleros y pudo salvarse.
Fueron realmente impresionantes los esfuerzos que hicieron los guerrilleros para salvar al piloto soviético y curarlo. Aunque entonces se encontraban en condiciones tan difíciles que no podían comer ni siquiera gacha de maíz, para el piloto atacaron un convoy enemigo y con la harina de trigo capturada le hicieron pan y también le sirvieron platos de carne, para lo cual organizaron la caza de jabalíes. Y cogieron peces en los fríos días del invierno, rompiendo la capa de
El piloto, que por graves contusiones estuvo a punto de cargar con la vergüenza de ser prisionero, pudo regresar a su patria sano y escoltado por los guerrilleros.
Este hecho llegó a utilizarse ampliamente como material de educación internacionalista entre las unidades del Ejército Revolucionario Popular.
En el verano de 1938 los imperialistas japoneses provocaron el incidente de Jasan. Este incidente, que se llama también el incidente de Zhanggufeng, fue uno de los conflictos fronterizos de mayor dimensión y más descarados que provocaron los imperialistas japoneses.
Zhanggufeng es el nombre de una cota de baja altura de la Unión Soviética situada en la orilla opuesta a la comuna Sa
Al principio, los imperialistas japoneses pretendieron que el lago Jasan perteneciera a su área jurisdiccional, pero al no ser reconocida esta pretensión atacaron el puesto fronterizo soviético que se hallaba en Zhanggufeng. Su plan consistía en que después de ocupar esta cota enviaría refuerzos para poner bajo su control la zona de Primorie del Sur de Vladivostok.
Una vez ocupado el puesto de la parte soviética el ejército japonés concentró en esta región un gran número de efectivos, principalmente los de la división No.19 de Ranam. La parte soviética movilizó grandes fuerzas y asestó merecido golpe a los invasores japoneses que hollaron el territorio patrio y los expulsaron totalmente de su zona jurisdiccional.
Cuando el incidente de Jasan, nosotros operamos en la región de Linjiang para golpear la retaguardia enemiga.
Cada vez que cometían una provocación militar contra la Unión Soviética o China, las autoridades militares de Japón se mostraban muy preocupadas por la existencia del Ejercito Revolucionario Popular que atacaba su retaguardia. El no haber podido acabar con la guerrilla antijaponesa, el cáncer para su dominación, fue la mayor carga, el mayor dolor de cabeza, para los círculos político y militar de Japón.
Cuando en una reunión de los cuadros militares y políticos, efectuada en el distrito Linjiang, presentamos la orientación de librar con audacia operaciones de golpear la retaguardia enemiga para defender con las armas a la Unión Soviética, todos los comandantes y combatientes del Ejército Revolucionario Popular la apoyaron y ejecutaron de modo activo. A esta lucha se unió también la población.
Junto con las operaciones militares del Ejército Revolucionario Popular de Corea contra la provocadora invasión del imperialismo japonés a la Unión Soviética, se realizaron dinámicas acciones de protesta entre la población patriótica del interior del país.
Lo testimonia el siguiente material:
“Según datos aparecidos en ‘La situación actual de la seguridad en Corea’, publicada por el departamento de policía del gobierno general de Corea, como manifestación de oposición al ataque a Jasan del imperialismo japonés, en la noche del 2 de agosto más de 150 personas abandonaron el trabajo en el muelle de Chongjin y la mayor parte de los participantes en esta
Después del incidente de Jasan, entre la Unión Soviética y Japón se suscribió un acuerdo del cese del fuego. Al tratar los asuntos relacionados con este incidente la Unión Soviética tomó una actitud muy resuelta ante Japón.
La capa belicista de las autoridades militares de Japón se hizo menos ante la actitud firme de la Unión Soviética. Esta no era la Rusia impotente del tiempo de la guerra ruso-japonesa sino una gran potencia con una capacidad nada despreciable. El imperialismo japonés no podía menos que mirarla con un nuevo punto de vista y de reflexionar profundamente en cuanto al plan de agredirla, objetivo que venía persiguiendo con obstinación.
Sin embargo, no abandonó su ambición de agredirla. Con el propósito de probar una vez más la firme política de la Unión Soviética en cuanto a Japón prepararon una nueva provocación militar en la zona fronteriza entre Manchuria y Mongolia. Así fue como se produjo el incidente de Jaljingol, llamado también el incidente de Nuomenkan. Jaljingol es el nombre de un río de Mongolia, situado cerca de la frontera soviético- manchú y Nuomenkan significa paz en mongol.
El objetivo que perseguía el imperialismo japonés al provocar este conflicto consistía en ocupar el territorio de Mongolia al este del Jaljingol y establecer una zona de defensa para proteger las líneas ferroviarias No.2 que iban a tender y, más adelante, cortar la ferrovía siberiana para separar el Lejano Oriente de Rusia.
Al mismo tiempo, quería averiguar y tantear con minuciosidad cuál sería la reacción de la Unión Soviética ante la agresión militar de Japón, su estrategia con respecto a Japón y su poderío militar. Hasta entonces casi no se habían publicado informaciones detalladas sobre el poderío militar de la Unión Soviética. Al respecto muchas cosas quedaban como incógnitas.
Más o menos por esa época, un buen número de altos jefes de la capa militar soviética fueron separados de las filas activas, medida que fue observada con interés por Japón. Tenía mucho interés por la magnitud de las consecuencias de este cambio en las fuerzas armadas soviéticas.
Como es sabido en todo el mundo, durante mucho tiempo en los círculos político y militar de Japón surgió la teoría del avance hacia el norte y hacia el sur y se llevaron a cabo acaloradas polémicas en torno a este asunto estratégico de atacar primero a la Unión Soviética o a la región meridional.
Se puede considerar que la provocación militar en Jaljingol vino a ser un ensayo de guerra para comprobar la posibilidad del avance hacia el norte.
Dicen que la zona de Jaljingol está constituida por inmensas lomas de arena y extensos prados. El suceso de Jaljingol fue provocado intencionadamente por los japoneses con el falso pretexto de que los guardias fronterizos mongoles violaron la frontera. Sin embargo, hay también una anécdota de que el motivo directo de esta guerra local fueron los rebaños de ovejas que pacían en el prado de Jaljingol. ¿Cómo es posible que los animales como reses u ovejas sepan qué son las fronteras y cuáles las zonas prohibidas? Sin embargo, bajo el absurdo pretexto de que los rebaños violaron la frontera los imperialistas japoneses impusieron a la policía fronteriza del Estado manchú títere registrar y arrestar a mongoles, y aprovechando esta oportunidad, provocaron el incidente de Jaljingol.
Ya en 1935 editaron un mapa falseado, en el cual trazaron las líneas fronterizas del Estado manchú títere a su favor, más de 20 kilómetros más adentro en el territorio de Mongolia.
El que Japón venía preparando de antemano las provocaciones militares de gran envergadura como el incidente de Jaljingol, se puede saber bien sólo a través del hecho de que uno de los altos jefes japoneses que desempeñó el papel principal en esta operación, fue el general Komatsubara, quien había sido agregado militar en Moscú.
Gracias a haber mostrado su talento en las intrigas antisoviéticas Komatsubara fue promovido a comandante de la división estacionada en Hailaer, que podía considerarse la primera línea en la operación antisoviética. Al principio del incidente, su división se adentró en el territorio de Mongolia y ocupó una extensa área al oeste de Jaljingol y la convirtió en cabeza de puente para el ejército japonés. Allí Mongolia tenía un reducido número de efectivos. Y las tropas soviéticas se hallaban a 100 kilómetros de distancia. Komatsubara aprovechó este punto débil.
No obstante, en acciones conjuntas los ejércitos soviético y mongol desarticularon la división de Komatsubara y otras grandes unidades enemigas.
El imperialismo japonés trajo más efectivos del país y formando grandes agrupaciones de fuerzas volvió a emprender la operación.
La parte soviética envió al frente de Jaljingol a Zhukov, subcomandante del distrito militar de Bielorrusia. El logró aplastar al numéricamente superior ejército japonés con la alta movilidad y la sorpresa, basándose principalmente en los golpes de los tanques y los aviones.
La guerra local en Jaljingol concluyó a mediados de septiembre de aquel año con la victoria del ejército soviético y el mongol. Cuando el ejército aliado soviético-mongol libraba difíciles batallas en Jaljingol elaboramos y despachamos a las unidades del ERPC la nueva orden de realizar operaciones de perturbación en la retaguardia enemiga con el fin de defender a la Unión Soviética con las armas.
En virtud de esta orden, en el verano de aquel año las unidades del ERPC libraron numerosos combates, lo que fue una importante contribución para frenar la agresión del imperialismo japonés a la Unión Soviética.
Como combates representativos podemos citar los de Dashahe y Dajianggang, librados en agosto de 1939.
Se trataba de una operación perturbadora llevada a cabo en los momentos en que los enemigos se encontraban en el apogeo de sus desesperados esfuerzos encaminados a transportar efectivos y materiales bélicos para formar el nuevo sexto cuerpo de ejército que iba a ser enviado a Jaljingol. La operación duró no menos de dos días. Fue un combate de gran dimensión en que los enemigos sufrieron 500 bajas.
En este combate Kim Jin cubrió con su pecho la boca de un fortín enemigo, abriéndole así el paso a su destacamento para el ataque.
Durante la gran Guerra de Liberación de la Patria también muchos soldados del Ejército Popular siguieron el ejemplo de Kim Jin.
Kim Jin ingresó en nuestra guerrilla en Badaohezi, en el distrito Ningan, cuando efectuamos la segunda expedición a Manchuria del Norte. Cuando llegamos al poblado Badaohezi O Jin U nos presentó a un sirviente joven, quien resultó ser Kim Jin. Insistió tanto en ingresar en el ejército revolucionario que lo aceptamos.
El compañero O Jin U lo conocía bien porque era jefe de la sección a la que pertenecía.
Kim Jin no pudo asistir más que unos cuantos días a las clases de un colegio privado, pero después de alistarse en la guerrilla llegó a instruirse con la ayuda de los compañeros. Durante un buen tiempo yo mismo lo tuve de cerca y le enseñé a leer.y escribir. Era un joven sencillo y murió heroicamente haciendo un gran aporte a nuestra revolución.
En cuanto a personas como Kim Jin es preciso presentarlas y hablar mucho sobre sus hazañas a las nuevas generaciones.
Considero como un hecho muy significativo el que el héroe que cubriera con su pecho la boca de una casamata enemiga surgió precisamente en el combate de apoyo a la batalla que libró la Unión Soviética en Jaljingol.
Tampoco podemos olvidar a la guerrillera Ho Song Suk, quien cayó en la operación de perturbación de la retaguardia enemiga que se efectuó en apoyo a la batalla de Jaljingol.
Siendo todavía muy joven rompió relación con su padre por desempeñar éste el cargo de jefe del cuerpo de autodefensa y se fue sola a la zona guerrillera donde ingresó en el ejército revolucionario. Decían que sufría mucho por su padre. No hubo un día en que no le imploraba varias veces que dejara de ser jefe del cuerpo de autodefensa, pero el padre muy terco nunca le prestó oído.
Al no lograr convencerlo ella abandonó con resolución la casa y se fue a la zona guerrillera de Sandaowan. Como esto ocurrió en1933, entonces ella habría tenido 16 ó 17 años. Algunos años después escuché su historia.
Pensé que independientemente del motivo, el hecho de que Ho Song Suk decidiera romper con su padre y lo tratara con hostilidad era un problema en que se debía reflexionar más.
Cuando se planteó la tarea de la organización de una compañía femenina me encontré con ella y en esa ocasión le hice un ligero reproche: Debe rectificar primero su actitud hacia su padre. Si él es jefe del cuerpo de autodefensa, tiene que persuadirlo y ayudarlo con persistencia para que no cometa actos de traición. No es justo que lo trate como a un enemigo. Pero ella, haciendo con la mano un gesto de rechazo, dijo que no quería ni oir hablar de su padre.
Volví a explicarle: Aun cuando su padre sea un projaponés, no debe adoptar la actitud de ahora. Antes de acusarle tiene que pensar en atraerlo al lado de la revolución. Si desde el principio declara la separación y lo empuja hacia el enemigo, ¿cuál será la consecuencia? Si una hija es infiel e incapaz de reeducar siquiera a su padre, ¿cómo podría hacer la revolución? Pronto vamos a organizar una compañía femenina, pero si usted no cambia la actitud respecto a su padre, será excluida.
Entonces Ho Song Suk, llorando dijo que hasta entonces no fue justa con su padre, pero en la primera oportunidad trataría de persuadirlo, y me imploró que la admitiera en dicha compañía. Más tarde fue incluida en la compañía femenina y peleó bien. Por eso sus compañeros le llamaba “generala Ho” o simplemente “generala”.
En la noche del día en que se libró el combate en Jiansanfeng al encontrarme con C
Pero, Ho Song Suk no pudo volver a ver a su padre. Cuando ella se disponía a ir a verlo comenzaron los preparativos para el combate de Dashahe y Dajianggang en apoyo a la batalla de Jaljingol.
Ho Song Suk propuso dejar para más tarde su viaje a casa. Explicó que no podría ocuparse primero de los asuntos personales cuando esperaba una gran operación para apoyar con las armas a la Unión Soviética.
El día en que se entabló el combate de Dashahe-Dajianggang ella en un puesto de centinela se enfrentó de repente con una caravana militar del enemigo. Me dijeron que aquel día la misión de centinela no le tocaba a ella sino a un guerrillero veterano que era más viejo en la unidad. Después de terminar de comer Ho Song Suk se acercó al puesto de centinela para ayudarlo. Al ver varios carros cargados de soldados enemigos acercándose al puesto Ho Song Suk envió al guerrillero viejo a informar al mando de la situación y ella sola se enfrentó a los enemigos.
El disparar significaba descubrirse a sí misma, pero lo hizo con la intención de frenar siquiera unos cuantos segundos el ataque de los enemigos, aunque ella se expusiera al peligro. Naturalmente el fuego de los enemigos se concentró en ella.
Ho Song Suk recibió varios tiros, pero antes de morir logró arrojar todas las granadas de mano que tenía. Gracias a su heroica actitud, aquel día la unidad pudo evitar más pérdidas y llegar pronto al lugar de la acción.
A mi juicio, Ho Song Suk, cuando murió, contaba más o menos 22 ó 23 años. Seguro que con esta edad abrigaba muchos sueños en su corazón, pero los sacrificó en el combate de apoyo a la Unión Soviética en su batalla de Jaljingol. Fue una flor del internacionalismo.
También el jefe del regimiento Jon Tong Gyu y su comisario político Ryang Hyong U cayeron en el combate de Dashahe-Dajianggang, los dos eran jóvenes con un prometedor porvenir y por igual procedían de Hunchun. Los combatientes los querían y respetaban mucho porque eran comandantes que, con alta personalidad y competencia, daban ejemplos con sus actos.
Ryang Hyong U actuó en la guerrilla de Hunchun desde que se fundara. En dicha operación la unidad a la que él pertenecía recibió la misión de atacar primero a Dashahe y después ocupar la cota de Xiaoshahe, para contener desde allí a los enemigos que les atacarían. Sin embargo, al prolongarse demasiado el asalto a Dashahe no pudo ocupar dicha cota. Los enemigos se apoderaron de ella antes que su unidad. En el momento decisivo en que la victoria o el fracaso del combate de Dashahe-Dajianggang dependía de la conquista de esta cota, Ryang Hyong U agarró la ametralladora y se puso al frente del ataque. Siguiéndolo los guerrilleros se lanzaron al asalto. Pero cuando estaban a punto de ocupar la cota Ryang Hyong U fue alcanzado en el abdomen por una bala enemiga.
Se apretó con una mano la herida, y con la otra disparó la ametralladora, y llamó a los guerrilleros al ataque gritando: “Los japoneses son enemigos jurados de nuestro pueblo coreano. Ahora están agrediendo a la Unión Soviética. Aniquilemos hasta el último de los enemigos. Defendamos con la sangre a la Unión Soviética.” Los guerrilleros atacaron como olas furiosas y ocuparon de un tirón la cota.
También el jefe del regimiento Jon Tong Gyu que se formó junto con Ryang Hyong U desde la época de Hunchun acabó con los enemigos y murió heroicamente.
Los guerrilleros caídos en el combate de Dashahe-Dajianggang fueron todos mártires internacionalistas, fieles a la causa de la revolución.
El combate de Yaocha también fue organizado por las unidades del Ejército Revolucionario Popular arriesgando la vida para ayudar a la Unión Soviética. Lo dirigió Ri Ryong Un que acababa de ser nombrado jefe de regimiento. Sólo en esta operación el regimiento aniquiló cientos de enemigos, pero Ri Ryong Un quedó herido, una bala le atravesó el pecho. Felizmente pudo recuperarse, pero murió mientras realizaba las operaciones de pequeña unidad en las zonas fronterizas entre la Unión Soviética y Manchuria después de la Conferencia de Xiao
Como ejemplos de las operaciones de perturbación de la retaguardia enemiga, llevadas a cabo por el Ejército Revolucionario Popular para ayudar a la Unión Soviética cuando se producía el incidente de Jaljingol, podemos citar el asalto al cuerpo policíaco estacionado en la mina de oro de Sandaogou, del distrito Helong, el asalto a Fuerhe en el distrito Antu, el asalto a Baicaogou, en el distrito Wangqing, y otros muchos.
A través del hecho de que los enemigos talaran todos los árboles y cortaran por completo las malezas dentro de 100-200 metros a ambos lados de las carreteras y las vías férreas que se dirigían hacia las zonas fronterizas soviético-manchúes, se puede saber bien qué dolor de cabeza tuvieron los enemigos a causa de estas operaciones del ERPC. Sin embargo, ni con estas medidas pudieron evitar las emboscadas y asaltos del Ejército Revolucionario Popular. Por las acciones de incomparable audacia de sus unidades se produjeron sin cesar voladuras y descarrilamientos de trenes militares que se dirigían hacia las zonas fronterizas soviético- manchúes.
Las unidades del Ejército Revolucionario Popular no sólo golpearon constantemente la retaguardia de los enemigos, causándoles muchas bajas sino que también les obligaron a mantener gran número de efectivos en las zonas de operaciones de las guerrillas,lo que les hizo imposible movilizar todos sus recursos humanos para las provocaciones militares contra la Unión Soviética. Cuando el incidente del Jasan, para mantener a raya a nuestras fuerzas tuvieron que introducir sólo en la zona de Jiandao dos brigadas. Se conoce que en el caso de Jaljingol fueron mayores las movilizaciones.
Como vemos, las operaciones de golpear la retaguardia del enemigo, que realizamos bajo la consigna de defender con las armas a la Unión Soviética, desempeñaron un papel importante en frustrar la agresión del imperialismo japonés a la Unión Soviética.
Es un principio elemental de la ciencia militar el que cuando se avanza en formación de combate, todos protejan al que se adelanta en el frente. Desde el punto de vista de los comunistas, la Unión Soviética, el único país socialista que existía en este planeta, se hallaba en la posición igual a la del soldado que se adelanta con rapidez al frente de la formación. Los comunistas coreanos golpearon la retaguardia del ejército Guandong para proteger precisamente a la Unión Soviética que avanzaba al frente del movimiento comunista internacional.
Hacer todos los esfuerzos posibles para apoyar y defender la revolución triunfante, y conservar y consolidar sus conquistas, constituyen una tarea internacionalista de los comunistas y al mismo tiempo, su deber y moral. Sólo cuando se ayuda activamente a la revolución avanzada, también la que le sigue relacionada con ella, puede avanzar con éxito en un proceso coordinado. Precisamente por esta razón, la alianza internacional de los comunistas debe ser para ayudarse, apoyarse y complementarse recíprocamente.
La batalla en Jaljingol terminó con la derrota del ejército Guandong. 50 mil bajas entre muertos, heridos, prisioneros y desaparecidos fue el precio que pagaron merecidamente los belicistas aficionados a jugar con fuego. Según se informaba, los comandantes japoneses que perdieron a todos sus soldados quemaron los estandartes de sus unidades y se suicidaron o fueron obligados por los superiores a matarse. Ueda, comandante del ejército Guandong, su jefe de Estado Mayor, el jefe de departamento de operaciones, el oficial ejecutivo de operaciones y otros de la jefatura de este ejército, fueron destituidos todos antes de que se concertara el acuerdo de armisticio.
Después de haber mordido el polvo de la derrota en la batalla de Jaljingol el imperialismo japonés introdujo ciertos cambios en la política con respecto a la Unión Soviética. Cambió temporalmente la política inflexible por otra suave.
Habrá personas que pregunten: ¿Fue correcto que en el período de la guerra antijaponesa los comunistas coreanos ayudaran y defendieran a precio de la sangre a la Unión Soviética? ¿La realidad de hoy cuando en la Unión Soviética se derrumbó el socialismo y se restauró el capitalismo no significa que fue vana la ayuda internacionalista que los comunistas coreanos prestaron a la Unión Soviética?
Dicho en una palabra, se trata de una cuestión totalmente incuestionable. Entre nuestro pueblo no hay nadie que plantee tal cuestión y la intérprete de tal o cual manera. Sólo las personas que perdieron la fe en el socialismo pueden pensar así.
Nunca, ni una sola vez tratamos de manera nihilista el apoyo internacionalista de los comunistas coreanos a la Unión Soviética. No por haberse derrumbado la Unión Soviética, puede ser vano el que en el pasado ayudáramos a la Unión Soviética en la lucha revolucionaria. El deber moral o el esfuerzo consagrado en aras de la justicia nunca resulta inútil.
Nosotros consideramos como un fenómeno temporal el derrumbamiento del socialismo en la Unión Soviética. Como el socialismo constituye el ideal de la humanidad y el curso lógico del desarrollo de la historia, está más que claro que es inevitable su renacimiento. El socialismo no es injusto sino justo. Si el socialismo es justo, también el apoyo dado a la Unión Soviética, su primera materialización, debe ser justo y sagrado y nunca inútil.
Hoy también nos sentimos dignos y orgullosos por haber ayudado a los soviéticos con las armas en la mano derramando sangre cuando se hallaban en una situación difícil.
En la actualidad, desapareció hasta el nombre Unión Soviética y tampoco existen los revolucionarios veteranos que levantaron el Estado soviético. Ahora en Rusia tampoco quedarán muchos veteranos que participaron directamente en la batalla de Jaljingol. Sobre todo, casi no quedarán personas que puedan recordar las operaciones de perturbación de la retaguardia enemiga que desplegamos en aquella época para apoyar a la Unión Soviética.
Pero no puede resultar inútil el jardín de flores del internacionalismo que cultivamos con sudor y sangre por no existir hombres que cuenten estos recuerdos.
En el pasado, sin importarnos que alguien nos apreciara o no, ayudamos activamente a la Unión Soviética con las armas en la mano. Fue una acción tanto para la Unión Soviética como para nosotros mismos. Los soviéticos respondieron al internacionalismo de los comunistas coreanos con el internacionalismo.
En la actualidad, muchos países promueven el egoísmo nacional. Parece que muchas personas se dejan guiar por la idea de considerar suficiente vivir bien sólo ellas, sin importarles lo que ocurra a otras. Me opongo tanto al egoísmo individual como al egoísmo nacional. Si uno trata de vivir bien sólo él, ¿cómo se puede considerar su vida como humanamente digna? Opino que entre los placeres de que disfrutan los hombres no hay otro mayor que el que se siente cuando se ayuda a otros.
7. Fin del “cuerpo de castigo de Maeda”
Se puede considerar que el combate de Hongqihe, librado en marzo de 1940, coronó brillantemente la última fase de la operación de maniobra circular con un gran destacamento.
Los enemigos que alardeaban ruidosamente de que aniquilarían al ejército revolucionario con la llamada “campaña especial para preservar la paz y establecer la seguridad en el Sureste”, sufrieron duros reveses en el curso de este combate. Ante el trágico fin de toda una compañía “punitiva”, en este combate, pues quedó aniquilada por completo, se mostraron tan pasmados que no sabían qué hacer.
¿Qué acaecía en esa época? La Guerra Chino-Japonesa había cobrado un carácter de enfrentamiento prolongado y las relaciones entre la Unión Soviética y Japón se habían tensado al extremo debido al incidente de Jasan y el de Jaljingol. E iban extendiéndose las llamas de la Segunda Guerra Mundial.
Y fue entonces que el alto mando del ejército Guandong puso en práctica la llamada “campaña especial para preservar la paz y establecer la seguridad en el Sureste”, vociferando que liquidaría definitivamente el movimiento antijaponés en el Noreste de China.
Como nosotros, sin dejar de atacar continuamente a los enemigos, desaparecíamos como por arte de birlibirloque, sin ser vistos por nadie, después de librar un combate, ellos vagaron desorientados, durante todo el invierno por las remotas regiones montañosas de Dunhua y Fusong para averiguar nuestro paradero. En este momento el grueso del ERPC, de que decían que murieron todos congelados, apareció bruscamente en la zona fronteriza entre los distritos Antu y Helong y aniquiló al “cuerpo de castigo de Maeda” en Hongqihe, lo que dejó completamente aturdidos a los enemigos.
El combate de Hongqihe, junto con las batallas de gran envergadura como las de Pochonbo, Jiansanfeng, Dongningxiancheng y Fusongxiancheng, queda grabado en nuestra memoria como una de las operaciones inolvidables. Por eso es que también recuerdo a Maeda.
De hecho, Maeda, quien no era más que jefe de una compañía del “cuerpo policíaco de castigo” en el distrito Helong, no merecía ser un contendiente de nuestro ERPC. Sin embargo, era uno de los “jefes de cuerpo punitivo” más recalcitrantes, como el jefe Wang de Fusong o Ri To Son de Antu. Si bien por su jerarquía era un individuo insignificante, se hizo tristemente famoso por haber sido derrotado mientras actuaba con frenesí para atentar contra la Comandancia de la revolución coreana.
Por esa época, descansábamos y estudiábamos de manera planificada, tal como estaba previsto en la operación de ruta circular con un gran destacamento, sin dejar de asestar golpes a los enemigos.
Lo siguiente sucedió, más o menos, un mes antes del combate de Hongqihe. Nosotros, que realizábamos estudios político-militares en el campamento secreto de Baishitan, le asestamos un duro golpe al enemigo que trató de atacarnos por sorpresa y nos escurrimos en dirección a Antu. Precisamente desde entonces comenzó la segunda fase de la operación de maniobra circular con un gran destacamento.
Pero, desde el principio, tropezamos con muchas dificultades. Porque Rim Su San, quien estaba en el campamento secreto de Dongpaizi, no cumplió como era debido la tarea asignada por la Comandancia, por lo cual tuvimos que seguir una ruta imprevista en el plan, sin poder utilizar la originalmente trazada. La nueva ruta pasaba por la zona blanca, deshabitada, al nordeste del monte Paektu.
Se decía que en el ejército japonés había muchos agrimensores competentes, pero ninguno se había atrevido a penetrar en esta zona. Como se trataba de un lugar no mensurado, no se pudo menos que dejarlo blanco en el mapa. Por eso, una parte del nordeste del monte Paektu se llamó zona blanca.
Al partir de Baishitan pensábamos avanzar hasta Musan y Samjang, pasando por la zona blanca, y hacer que se escucharan una vez más nuestros estrepitosos disparos y luego retornar a la parte central del distrito Antu, atravesando el Helong. Ese era el plan de la segunda fase de la operación de ruta circular con un gran destacamento, el que trazamos cuando partimos de Baishitan.
Después de librar un combate en Lushuihe, marchamos hacia la parte sur del distrito Antu, atravesando Toudaobaihe, Erdaobaihe y Sandaobaihe.
Realmente nos resultó en extremo difícil atravesar la zona blanca. Nuestros enemigos fueron tanto los montones de nieve como las congeladoras ventiscas . El frío y el hambre fueron insoportables. Pero, lo más terrible fue que a menudo nos desorientamos. Como toda la naturaleza estaba cubierta de blanco resultaba casi imposible orientarnos y fijar señales. Cuando llegamos a las cercanías de Damalugou, se nos acabaron las provisiones y se habían desgastado los uniformes y zapatos. Asaltamos Damalugou y nos abastecimos. Damalugou significa valle de ante grande y Xiaomalugou, valle de ante pequeño. Antes, los ciervos de Damalugou iban y venían por la frontera de ambos países, cruzaban el río Tuman para pastar en nuestro país, y en el invierno regresaban para alimentarse con heno.
En Damalugou, base principal del “cuerpo de castigo” de los enemigos, también estaba el cuartel de la compañía de la policía forestal. Podía considerarse que Damalugou era el punto de apoyo de la “punición” en las regiones fronterizas. El imperialismo japonés saqueó en gran escala los recursos de madera para uso militar a través de la compañía de explotación forestal y otros centros de tala del lugar.
Antes de iniciar la operación enviamos un grupo de exploración a Damalugou. De regreso, luego de informarme del resultado de la misión dijeron que vieron gente rara con ojos grises y estatura alta. Explicaron que no podían saber quiénes eran esas personas, narigones y con el dorso de las manos peludas. Para saber de quienes se trataba envié a un guerrillero, el cual me informó que eran rusos blancos que trabajaban como choferes en la empresa maderera. En la región de
En el verano de 1930 también yo vi a muchos rusos blancos en esa ciudad.
Aprovechando la ocasión de que las fuerzas principales del enemigo estaban operando en otra parte tomamos Damalugou con la táctica de acercamiento y asalto relámpago. Al ver a nuestros guerrilleros los choferes rusos blancos les entregaron un anillo de oro. Quizás los tomaron por una horda de bandidos. Cuando les fue devuelto el anillo menearon las cabezas como si vieran gente muy rara. Estaban tan atrasados ideológicamente.
En esta acción nos apoderamos de una enorme cantidad de harina de trigo. La distribuimos entre los habitantes un saco por cada uno. Era tanto el botín que aun después de que los guerrilleros llevaron mucho a la espalda, quedaba cantidad. Por eso, decenas de obreros de la empresa maderera se nos ofrecieron voluntariamente para cargar.
Al principio, pensamos cubrir fácilmente cierta distancia en los camiones, pero me informaron que los choferes rusos no se dejaron persuadir. Por eso, envié a uno que sabía ruso. Esta persona logró persuadirlos y moverlos.
En esa ocasión pude hablar directamente con ellos. Les pregunté por qué no vivían en su país sino en China, a lo cual explicaron que el Partido Comunista no miraba bien a los hombres de origen terrateniente o capitalista como ellos, y que, aunque sus padres podían ser inculpados porque se habían opuesto a la revolución socialista, ellos no tenían ninguna culpa. A mi pregunta de que si estaban dispuestos a contribuir a la construcción socialista junto con los comunistas si los enviaba a la Unión Soviética, dijeron que sí.
Entre los obreros que nos acompañaron cargando botines había un japonés. Se supo que después que regresó habló bien de nosotros. Habló tal como vio y oyó: que el ejército revolucionario era buena gente; estaba del lado de los obreros como ellos; que aunque sabían que era japonés, lo trataron sin discriminación; y que hablaron de la necesidad de que también los obreros japoneses debían unir sus fuerzas con las de los obreros coreanos para derrotar al imperialismo japonés. Se conoció que su acción fue descubierta por el capataz de la empresa y fue expulsado.
A raíz de nuestro asalto a Damalugou, los enemigos acampados en las zonas de Antu y Helong se pusieron en estado de alerta superemergente. Se entregaron frenéticos a aniquilar el grueso de nuestras fuerzas guerrilleras. A la cabeza estaban Maeda y Unami, jefe de la sección de policía y del “cuerpo de la policía de castigo” del distrito Helong.
Las autoridades de la policía del distrito Helong organizaron el “cuerpo de la policía de castigo” cuando nosotros, después de concluir en mayo de 1939 el combate en la zona de Musan, librábamos sucesivos combates de gran envergadura en las zonas ribereñas del río Tuman. Dicho cuerpo fue creado con toda prisa expresamente para mantenernos a raya y aniquilarnos. Estaba compuesto por cuatro compañías, incluyendo la de Maeda, y otras dos de la guarnición del ferrocarril. Bajo el mando del jefe de “punición” de la región de Jiandao efectuaba frenéticas operaciones de “castigo” contra la guerrilla.
Cuando se creía que nosotros nos encontrábamos en algún lejano lugar del norte, irrumpimos de repente en las zonas fronterizas de los distritos Helong y Antu y atacamos a Damalugou, poniéndose extremadamente furioso, el “cuerpo de la policía de castigo” de Helong, nos persiguió con todas sus fuerzas.
Como supimos más tarde, el más feroz en esta operación fue Maeda que no dejaba de fanfarronear que él se encargaría de liquidar al grueso del ejército de Kim Il Sung.
El “cuartel general de punición de Nozoe” prometía un premio de 10 mil yuanes como mínimo, a quien me entregara a ellos. Hubo también otro dato que demostraba que se ofreció una suma mucho mayor.
Teniendo en consideración que al establecer la “recompensa de la policía” las autoridades de seguridad del Estado manchú fijaron sumas desde 10 yuanes como premio ordinario hasta 200 yuanes como máximo, entregados en nombre del ministro de seguridad, se puede saber que extraordinaria suma representaban estos 10 mil yuanes.
Maeda, que en Corea había sido policía de baja jerarquía y después que lo trasladaron a Manchuria sirvió en el cuartel general de la guarnición, subordinado al departamento de la policía de la capital, y como jefe de estación de policía, en distintas regiones, principalmente en las fronterizas con Corea, recibió hasta el premio del ministro de la seguridad por sus “méritos” en la “operación para la pacificación y el mantenimiento de la seguridad” en Jiandao.
Se dice que Maeda, poniéndose frenético al recibir la noticia de nuestro asalto a Damalugou, escribió con su sangre un juramento en que expresaba su decisión de exterminar a los guerrilleros, e incluso organizó el “acto de partida a la punición”. Los “cuerpos punitivos” conjuntos de los ejércitos y policías de Japón y Manchuria, en movilización general, cercaron la gran selva de la falda del monte Paektu y desplegaron una “red de pesquisa de la cual no podían escaparse ni las hormigas”.
Previendo que los “cuerpos de castigo” nos pisarían inevitablemente los talones, tracé un plan para de modo habilidoso desorientarlos. Ante todo, hice que más de 40 personas que nos seguían cargando a sus espaldas el botín regresaran a Damalugou acompañados por un pequeño grupo de guerrilleros y dejaran sus
Al verse despistados por estas
Después de despistarlos, durante cierto tiempo organizamos los estudios político-militares de la unidad principal en el campamento secreto de Hualazi. Por otra parte, descansamos y nos recuperamos de la fatiga. Luego, continuamos la marcha hacia Musan. Los enemigos que, esparcidos por toda la región de Hualazi, buscaban el paradero del ejército revolucionario, finalmente lograron encontrarlo y empezaron a perseguirnos.
En el camino nos encontramos con campesinos reclutados como cargadores por los “cuerpos de castigo”, por quienes supimos que nos perseguían unos mil enemigos. Estábamos en marzo, pero la nieve acumulada llegaba hasta la cintura, lo que dificultaba la marcha de ambas partes. No obstante, los enemigos caminaron más rápido que nosotros porque cuando nosotros teníamos que abrirnos paso a través de las capas de nieve ellos nos seguían de cerca.
Para colmo de males en la unidad empezaron a aparecer enfermos de aterimiento. Al principio eran uno ó dos, pero luego su número llegó a unos quince.
Pregunté a Rim Chun Chu cómo pensaba tratar a los enfermos. Aunque él era trabajador político de la guerrilla, tenía una rica experiencia en curar. Propuso darles opio. Lo acepté y le dije que hiciera lo que estimase para tratarlos.
Al suministrárseles opio los enfermos pudieron superar el momento crítico. Pero no se recuperaron tanto como para poder marchar. Debíamos alejarnos mucho de los enemigos, pero disminuyó el ritmo de la marcha debido a los enfermos. La distancia que nos separaba de los enemigos se redujo a unos 4-6 kilómetros.
El riac
Tomé la decisión de aniquilar al “cuerpo punitivo de Maeda” en el valle de Hongqihe.
Lo escogí como sitio para la emboscada porque consideré que los enemigos que penetraron hasta Hualazi, al regresar a su base, debían pasar necesariamente por allí.
Además, su topografía resultaba muy propicia para aniquilar a los enemigos en una emboscada. Dicho valle era un “lugar desfavorable, no apto para ninguna táctica”, tal como reconociera más tarde el jefe de la sección de policía del distrito Helong.
Al conocer que yo escogí el valle de Hongqihe como lugar de combate O Paek Ryong me preguntó: “General, ¿es posible que los enemigos que conocen bien nuestros métodos de combate caigan por sí solos en esta trampa?”. No estaba lejos de la razón. Lo que ellos más temían era a nuestra táctica de atracción y emboscada. La denominaron “método de combate de rawa” y pensaron mucho para encontrar medios para superarla. Se decía que “¡que no caigan en la rawa de Kim Il Sung!” se consideraba como un dictamen, lo que nos hace conocer cuánto miedo tenían a nuestra táctica de atracción y emboscada. Ellos evitaban por todos los medios pasar por los lugares donde los guerrilleros podían tender emboscadas. O Paek Ryong habló teniendo en cuenta esta realidad.
Considerando que las tropas japonesas podrían pensar que el ejército comunista no volvería a aplicar tal método porque ellos estaban alertas ante la “rawa”, decidí tender la emboscada en el valle de Hongqihe y enfrentarnos allí al “cuerpo punitivo” que nos perseguía. Es decir, tracé el plan para aplicar de nuevo el método de combate que los enemigos estaban seguros que no utilizaríamos más.
Al día siguiente caminamos a lo largo de una loma en dirección a Xiaomalugou y bajamos a un valle. Los picos de ambos lados tenían formas raras. A la derecha, frente a la parte superior del valle, había tres picos como tres hermanos. Constituían una posición ideal para la emboscada. También a la izquierda había un pico. En la falda existía un pequeño bosque, que también nos favorecía a nosotros.
Convoqué a los comandantes a una reunión en que tracé en pocas palabras la operación. Dispuse ubicar la sección de ametralladoras y la compañía de escolta en los tres picos de la derecha, y al séptimo y octavo regimientos, en la falda del pico de la izquierda. Pero todas las unidades debían caminar ex profeso hacia la parte baja y cambiando de dirección hacia los picos, emboscarse en los puntos señalados, borrando sólo las
Aquel día libramos el combate en el valle de Hongqihe tal como estaba proyectado en el plan. Como bruscamente subió la temperatura, se derritió la nieve en los lugares soleados. También el camino se hizo fangoso.
Los enemigos aparecieron en el valle pasado ya el mediodía y el sol declinaba bastante. Al observar con los binóculos la entrada del valle supe que era una patrulla, pero bastante numerosa. Los enemigos solían enviar como tal a una o dos personas, pero esta vez su número llegaba a casi diez, lo que nos hizo pensar que venían todos los “cuerpos punitivos” que estaban en los valles de Hualazi.
Detrás de la patrulla apareció la vanguardia.
Cuando los soldados de la vanguardia pasaban por delante de la última cota un oficial con sable a la cintura entró en el valle, quien, según supimos más tarde, era el mismo Maeda.
La punta de la columna estaba entrando profundamente en el área de la emboscada. Maeda se detuvo y observó atentamente las
Deduje que él podría pensar en enviar patrullas hacia ambos lados del valle o sacar la unidad hacia atrás. Sin embargo, me parecía que en este momento decisivo Maeda, extremadamente cansado por haber vagado en vano por las montañas durante más de 10 días, en vez de reflexionar y juzgar con serenidad, se relajó y perdió vigilancia. Al parar él bajo un árbol solitario se reunieron algunos oficiales a su alrededor. El, apoyado en el sable, les dijo algo, quizás les dio instrucciones. Mientras tanto, la columna principal del enemigo entró por completo en el área de la emboscada.
Para no perder esta magnífica ocasión di la orden de fuego.
Más de la mitad de los perseguidores fue aniquilada en el primer golpe. Maeda, atacado por sorpresa desde ambos flancos del valle, desplegó en el acto la tropa en el mismo lugar y trató de tomar la cota norte con las fuerzas principales, pero no pudo lograr este objetivo al recibir el intenso fuego que desde el flanco oeste abrieron nuestros guerrilleros emboscados entre los arbustos. Al verse en la situación desfavorable, Maeda dio la orden de ataque, quizás estaba decidido a pelear a vida o muerte. Y desenfundando el sable se puso al frente del ataque. Mandó el combate aun después de haber sido herido gravemente, hasta que cayó definitivamente.
También los sobrevivientes opusieron una resistencia a vida o muerte. Los subalternos de Maeda no arrojaron las armas ni aun cuando caían por racimos. Fuera de unos 30 que se rindieron entregándonos las armas, el resto fue aniquilado. Creo que fueran más de 140 entre muertos y heridos.
Durante el combate de Hongqihe nuestros compañeros pelearon muy bien. Se destacó también O Paek Ryong, quien llegó a mandar el regimiento en lugar de O Jung Hup, caído en la batalla de Liukesong, y Kim Il cumplió bien el papel de jefe de la brigada de choque.
Terminado el combate, registramos el lugar y vimos que el botín era extraordinario. Había incluso un aparato de radiotelegrafía. Ocupamos decenas de miles de balas. Como por esa época nos sobraban los fusiles nos era difícil arreglárnoslas con tantos capturados. Por eso, con una parte equipamos a los guerrilleros que tenían fusiles viejos y en cuanto al resto hice que se envolviera en papel aceitado y se enterrara o se guardara en el interior de los árboles podridos para cuando llegara el momento del gran acontecimiento.
Cuando terminamos de arreglar el botín no lejos de nosotros la “tropa de Fengtian” del ejército títere manchú, encendió hogueras y nos estuvo observando, sin embargo temblando de miedo no se atrevió a atacarnos, limitándose a disparar a ciegas. Ordené a O Paek Ryong instalar todas las ametralladoras capturadas y hacer fuego de amenaza, como prueba de su eficiencia.
Aquella noche, O Paek Ryong, después de informarme de que la “tropa de Fengtian” se estaba acercando cautelosamente a nuestra posición, preguntó si podía golpearla. Le dije: Déjalos. ¿Por qué castigar hasta a los espectadores? Es mejor dejarlos vivos que matarlos. Así, en lugar de nosotros, difundirán al mundo la noticia sobre la derrota de la tropa de Maeda.
El hecho de que Maeda pidiera a sus subalternos escribir testamento lo supimos cuando al registrar el lugar del combate de Hongqihe encontramos uno en el bolsillo de un oficial muerto. Estaba envuelto con un pañuelo de seda y su contenido era muy patético. Según afirmaron los prisioneros, poco antes de partir hacia el combate Maeda reunió a su gente y dijo: “La compañía, como integrante del ´cuerpo de punición´ regional, va a pelear contra la unidad de Kim Il Sung. Para vencerla es preciso poseer el espíritu de Yamato tamashi y la disposición de morir por el emperador.” Luego pidió que todos escribieran su testamento. E incluso tenía preparada una caja en que se guardarían sus restos.
Escuchando esto supe que Maeda, pese a ser un oficial de bajo rango, siendo jefe de una “compañía de castigo”, era un recalcitrante seguidor del ultranacionalismo.
Creo que el militarismo y la idea ultranacionalista de Japón lo convirtieron en un chovinista nacional exacerbado y fanático anticomunista.
Los imperialistas japoneses recurrieron a todos los medios y métodos para convertir a los habitantes en consecuentes adeptos del ultranacionalismo. El ultranacionalismo siempre se enmascara con el patriotismo. Por eso, las personas no despiertas en lo ideológico pueden contaminarse fácilmente con este veneno.
Como ya he dicho antes, los militaristas japoneses insuflaron con obstinación en los jóvenes y niños la idea de la agresión, de que para que su nación pudiera vivir bien debía ocupar a Manchuria. Decían que hasta en los alimentos diarios como pan o bizcocho se grababan palabras que estimulaban la expansión al exterior. Querían que hasta comiendo las personas pensaran en tragarse las tierras ajenas. Si la propaganda se hace tan tenazmente, es imposible que su veneno no penetre en la cabeza.
Hay quienes creen que los burgueses no tienen ninguna ideología, pero están equivocados. Tal como los comunistas tienen su idea comunista, también los burgueses poseen la suya. Por su parte, también ellos forman a fieles adeptos de su ideología.
Por un tiempo, en el ejército revolucionario hubo comandantes que con respecto al problema de que en el ejército nipón se imbuía el espíritu japonés, explicaron unilateralmente sólo su falsedad y absurdidad. Como consecuencia, surgió la tendencia a considerar a los soldados japoneses como seres insensibles con las armas en las manos. Era un fenómeno muy peligroso.
El que nosotros acentuemos la superioridad ideológica y política de nuestro Ejército no significa que los enemigos no poseen su propia ideología. Quiere decir que la nuestra es superior a la suya y no que se les pueda menospreciar por no tener ideología justa. Advertimos a nuestros trabajadores políticos que no debían insistir sólo en la vulnerabilidad ideológica de los enemigos, ni ignorar la realidad de que también ellos imbuían su ideología, si bien vulnerable, y adoctrinaban a los soldados con el atroz veneno anticomunisita.
Los enemigos tragaron de sobra el acíbar de la derrota en el combate de Hongqihe. Significó la amarga lección de que por más que persiguieran al Ejército Revolucionario Popular de Corea, no podrían obtener nada, al contrario serían condenados a un trágico destino como el fin del “cuerpo de punición de Maeda”, y que no había en este mundo fuerza alguna capaz de vencer al ERPC.
A través del combate de Hongqihe mostramos a todo el mundo que el ERPC seguía existiendo y luchando victoriosamente y que no se doblegaría ni extinguiría en absoluto ante ninguna prueba por muy severa que fuera.
Este combate también ejerció una buena influencia sobre los habitantes del interior del país. Como Hongqihe estaba muy cerca de Corea la noticia de la derrota total de Maeda por el ejército revolucionario cruzó rápidamente el río Tuman y llegó a la tierra patria. La población que venía observando con angustia el destino del ERPC se reanimó grandemente con esta noticia. Desde entonces no creyeron en la propaganda, por muy insistente que fuera, de que había sido derrotado el ejército revolucionario.
Con motivo del combate de Hongqihe se fue difundiendo cada vez más ampliamente la noticia sobre el poderío del ERPC. Fue un hecho muy bueno que los habitantes llegaran a confiar en absoluto en el ERPC y a depositar en él todo su porvenir. Esto hizo posible que ante la proximidad del gran acontecimiento que significaba la liberación de la patria, todas las fuerzas patrióticas antijaponesas de Corea impulsaran de modo activo la resistencia de todo el pueblo. Este fue el mayor fruto que alcanzamos con el combate de Hongqihe.
Por el contrario, constituyó una desgracia, como rayo en cielo sereno, y una trágica derrota para los militares y policías japonesas y manchúes que venían propagando que si aniquilaban sólo la unidad de Kim Il Sung, la guerra de guerrillas antijaponesas en el Nordeste de China terminaría pronto.
Las autoridades de la policía del distrito Helong, aturdidas ante la derrota total de la tropa de Maeda, se lamentaron diciendo que esa derrota no se podía explicar, sino que tal ocurrió por no haber contado con el favor celestial, y confesaron que era algo inevitable que la tropa de Maeda fuera derrotada por el hábil método de combate del ERPC. La ruina del “cuerpo punitivo de Maeda” significó el fracaso de la “campaña especial para preservar la paz y establecer la seguridad en el Sureste”, por la que tantos esfuerzos hicieron los jefes militares y policíacos japoneses y manchúes.
Al regresar a Japón después de su derrota en la guerra, Unami, jefe inmediato de Maeda y de la sección de policía del distrito Helong, escribió lo siguiente:
“Fui policía del Estado manchú en la provincia de Jiandao, y desde 1938 hasta 1941 participé en la operación punitiva contra la unidad antijaponesa al mando del General Kim Il Sung.
...
“Aunque fue difícil recoger informaciones, pude obtener los siguientes datos relativamente exactos: ‘El General Kim Il Sung se graduó de una escuela en la ciudad de Jilin. Siendo un estudiante sobresaliente disfrutó de popularidad y se destacó por su poder de análisis político y la capacidad de organización y dirección.’
...
“Creo que la destacada capacidad de dirección del General Kim Il Sung se manifestó plenamente también en el curso de la Lucha Guerrillera Antijaponesa. En particular, sus hábiles operaciones de atracción y emboscada nos castigaron duramente en muchas ocasiones.
...
“El 11 de marzo de 1940, Damalugou, situado en el valle de Hongqihe, fue asaltado por la unidad de Kim Il Sung. Era un punto de apoyo de los cuerpos punitivos, donde tenía su cuartel una compañía de la policía forestal. Fue asaltado el cuartel, incendiado el taller de reparación de automóviles y fueron capturadas armas, municiones, provisiones y ropas.
“Nunogami, jefe de las fuerzas punitivas de la región ordenó al batallón de policía de castigo, perseguir y aniquilar a la unidad de Kim Il Sung, en operación conjunta con las tropas japonesas de Oba y Akabori.
“Yo di esta misión a la compañía de Maeda Takeichi. El 25 de marzo esta compañía se encontró con la unidad de Kim Il Sung en un lugar cercano a Damalugou y entabló un combate de gran envergadura, pero todo terminó con su aniquilamiento total, incluyendo a su jefe Maeda. Fue víctima de una emboscada. El aniquilamiento de la compañía de Maeda produjo una conmoción muy fuerte en los cuerpos punitivos.
“La unidad de Kim Il Sung conocía muy bien la geografía y aplicaba hábiles tácticas, razón por la cual las operaciones de castigo en las selvas fracasaron casi todas.
...
“En esa época la guerrilla de Kim Il Sung actuaba con mucho ánimo declarando ‘Somos el ERPC que manda el General Kim Il Sung. No hay conciliación alguna en la lucha por la restauración de la patria.’ ‘Los cuerpos punitivos son para nosotros visitantes, muy bien recibidos porque nos abastecen de armas, víveres y ropas.’
“Hoy, bajo la dirección del Primer Ministro Kim Il Sung la República Popular Democrática de Corea está alcanzando excelente desarrollo.
“Basándome en mi propia experiencia, estoy seguro que el pueblo coreano que avanza bajo la dirección del destacado conductor realizará sin falta la reunificación de la patria.”
En otra ocasión, el gran Líder, recordando el combate de Hongqihe, acentuó la necesidad de elevar la vigilancia ante el resurgimiento del militarismo japonés. He aquí una parte de sus indicaciones:
La capa dominante japonesa asegura que después de la Segunda Guerra Mundial se despertó de la estúpida ilusión acerca del dominio del mundo, y si esto es verdad, sería una cosa beneficiosa tanto para su propio país llamado Japón como para las naciones vecinas.
Pero, la actitud que la capa dominante de Japón adopta actualmente hace que tengamos dudas de si ha dejado de soñar con el dominio del mundo o la “esfera de coprosperidad de la gran Asia”. No pocas fuerzas reaccionarias de Japón no reconocen los crímenes que cometieron al agredir y saquear al pueblo coreano y a muchas naciones asiáticas, ni los actos criminales con que les quitaron la vida a cientos de miles y millones de personas, ni tampoco resarcen los daños. En particular, no reconocen claramente ni el acto bestial que significó llevarse a más de dos cientos mil niñas y mujeres como juguetes de placer sexual y las trataron como animales. Al contrario, aspiran a hacer de su país un Estado grande en lo político y militar sobre la base de la economía. Tampoco es cosa agradable que en las naciones europeas maniobren neofascistas.
Debemos agudizar la vigilancia en cuanto al renacimiento del militarismo.