Es necesario fomentar y llevar adelante, constantemente, las buenas tradiciones de nuestra nación.
Es un asunto de suma importancia para preservar la identidad nacional que las fundamenta. Preservar esa última es indispensable para defender la soberanía del país, de la nación. Si ella no se conserva y se contamina, ninguna nación puede defender su soberanía.
Desde la antigüedad nuestra nación es conocida ampliamente en el mundo como una nación laboriosa, honesta, valiente, cumplidora del deber moral, y de fuerte sentido de justicia, y la noble etiqueta de la cortesía. Solo cuando logremos promover adecuadamente las excelentes tradiciones nacionales, podremos infundir más a fondo en los ciudadanos el orgullo y la dignidad de ser integrantes de la nación coreana, despertarles clara conciencia de su responsabilidad y deber como tales y estimularles a cumplirlos estrictamente.
Dar vida eterna a las buenas tradiciones propiamente coreanas es una orientación invariable de nuestro Partido, que siempre aprecia la identidad nacional y procura plasmarla en todas las esferas de la vida social y llevar adelante esas bellas y nobles tradiciones de la nación.
La conciencia de soberanía, la autoestima nacional, el amor a la patria y la nación surgen del profundo conocimiento de la superioridad de la nación y del amor y de la estima de lo nacional en la vida cotidiana. Quien no aprecia la nacionalidad, ni conoce los hábitos ancestrales, ni la vida y sentimientos de su pueblo, no puede ser verdadero revolucionario ni un patriota.
Dado que la situación internacional es compleja y las maniobras de los imperialistas para la penetración ideológica y cultural se hacen cada vez más virulentas, si no logramos fomentar de forma debida las tradiciones nacionales, es probable que la gente se deje penetrar por las corrompidas tendencias de la cultura y costumbre burguesas y los sanos y revolucionarios hábitos de vida reinantes en nuestra sociedad se contaminen. Si nuestro pueblo defiende sus excelentes tradiciones nacionales y mantiene fuertemente su identidad, podrá impedir la penetración ideológica y cultural de los imperialistas y cualquier otra corriente extraña.
Llevar adelante de manera apropiada las bellas costumbres y otras tradiciones nacionales cobra hoy mayor importancia cuando el empeño por lograr la reintegración nacional ha entrado en una nueva fase. La nuestra es una nación homogénea que ha vivido miles de años en un mismo territorio, con un mismo idioma, sangre y cultura. En la Tierra no hay una nación tan homogénea como la nuestra, que tiene una identidad peculiar. Ahora cuando crece el entusiasmo de los surcoreanos por reunificar el país junto con sus connacionales tras expulsar las fuerzas foráneas, si enaltecemos la nacionalidad y fomentamos nuestras tradiciones, esto les dará gran fuerza y ánimo.
Debemos poner un sostenido y profundo interés en mantener nuestras propias tradiciones culturales y bellas costumbres nacionales y llevarlas adelante acorde a las exigencias e intereses del pueblo. Nuestras buenas costumbres folclóricas reflejan los nobles y bellos rasgos espirituales y sentimientos de la nación.
Hay que celebrar en grande el Año Nuevo lunar y otras fiestas folclóricas.
Desde los tiempos inmemoriales nuestro pueblo ha venido celebrando ese día como fiesta destinada a acoger el año nuevo. Lo mismo hicieron muchas otras naciones asiáticas. En nuestro país, esta costumbre comenzó a desaparecer gradualmente desde que se introdujo el calendario solar. Festejar preferentemente el día del Año Nuevo solar tiene su origen en una costumbre occidental. Desearía que en lo adelante se haga una tradición celebrar sencillamente el día del Año Nuevo solar, y realizar grandes festejos en el del lunar.
Conmemoraremos más significativamente, además de este, el 15 de enero lunar, Hangawi (el 15 de agosto lunar —N. del Tr.) y otras fiestas folclóricas, rescatando así de forma debida las tradiciones de vida y cultura propiamente coreanas.
Hay que fomentar los juegos folclóricos, que por su variedad, diversidad y peculiaridad, son los predilectos de nuestro pueblo. Ello es beneficioso para infundir en la gente el orgullo y la dignidad nacionales y establecer un ambiente de plena vida cultural en toda la sociedad.
Es necesario que los niños practiquen mucho los juegos folclóricos. Antes había muchos juegos favoritos de los niños, pero ahora son pocos. Igual sucede con los libros de la misma materia. Hay que hacer que los niños jueguen ampliamente a la cometa, al trompo, al volante, al trineo, a la comba, al escondite, al “saltamontes” y a otros juegos folclóricos.
A Corea se le conoce desde la antigüedad como país oriental de la cortesía. Observar correctamente la ética y la moral es una bella costumbre y tradición de nuestra nación. Debemos educar a nuestro pueblo para que las observen bien como corresponde a los ciudadanos del país oriental de la cortesía.
Amar a los niños, respetar a los ancianos, tener un profundo sentimiento de compañerismo y llevarse bien con los vecinos, ayudándose unos a otros, son bellas virtudes morales de nuestro pueblo que se transmiten desde antaño. Nos corresponde heredarlas y desarrollarlas conforme a la realidad de hoy.
Puede considerarse también una tradición nacional que los discípulos respeten al maestro. Se debe implantar en la sociedad el ambiente de amar la escuela de la que nos hemos graduado y respetar al maestro. Los cuadros no deben olvidar, sino guardar en la memoria, la escuela en la que estudiaron y el maestro que les enseñó. Por propia voluntad la visitarán, escribirán a los maestros y enviarán a ellos cartas de felicitación o ramos de flores con motivo de su cumpleaños. De hacerlo así, reinarán en la sociedad sentimientos más nobles, más fecundos.
Se debe respetar a los padres y las reglas de ética intrafamiliar. En las familias, los hijos deben escuchar con atención y aceptar las exigentes y justas advertencias de sus progenitores, pero no siempre ocurre así. Según dicen, muchos jóvenes de ambos sexos contraen matrimonio por su libre voluntad sin previa consulta con los padres. Antes los hijos no se casaban sin contar con la aquiescencia de sus padres, ni se divorciaban a su capricho. Desde la antigüedad está vigente en nuestro país un buen hábito, según el cual, el matrimonio, una vez contraído, no se separa, sino que se mantiene durante toda la vida. Para la familia, el divorcio era considerado como una deshonra y, en caso de que sucediera, sus miembros se sentían avergonzados. Sin embargo, ahora no ocurre así. Hay nueras que no atienden bien a sus suegros. Es necesario intensificar la educación para que no se infrinjan las reglas de ética intrafamiliar.
Hay que educar a la gente en la norma de que deben saludarse unos a otros a nuestra manera, o sea, haciendo la reverencia, y no dándose la mano. Esta es la manera de saludo propia de nuestro país, mejor que el apretón de manos. Algunos, según se dice, consideran descorteses a quienes no estrechan la mano. Están equivocados. Esa manera de saludo se ha introducido desde el occidente y no es aceptable desde el punto de vista higiénico. Entre los nuestros hay que generalizar activamente el modo de saludo coreano, desprendiéndose del hábito de intercambiar el apretón de manos.
El idioma es uno de los principales rasgos distintivos de la nación y el habla desempeña un papel muy importante en el desarrollo de la cultura y la preservación de la identidad de la nación. En la comunicación se debe usar en lo posible nuestro idioma, nuestra lengua culta. El modelo de esta es el lenguaje de Pyongyang. Usarlo es el principio que está vigente en la vida civilizada desde hace mucho. Debemos prevenir estrictamente la penetración en nuestra lengua de extranjerismos y palabras vulgares. También en el lenguaje debemos mantener firmemente nuestra idiosincrasia, nuestra identidad nacional.
Debemos usar ampliamente y desarrollar la vestimenta y la cocina nacionales. La identidad nacional se manifiesta en el lenguaje, la ética y, de modo notable, en el atuendo y la cocina.
Se debe usar preferentemente la indumentaria nacional. Esta, es decir, la coreana, es agradable a la vista y cómoda para llevar. La indumentaria femenina, chima y jogori (falda y chaqueta —N. del Tr.), nos hace sentir orgullosos ante el mundo. Desde la antigüedad nuestras mujeres han vestido chima y jogori de color natural, claro y proceroso. No obstante, en la actualidad no los llevan con gusto; su atavío va tomando un matiz extraño. Preferir un traje abigarrado al nacional no es algo que podemos pasar por alto. No querer llevar el vestido nacional, es una muestra de falta de identidad nacional.
Es necesario estimular a las mujeres a vestir chima y jogori, que son elegantes y agradables a la vista. Las ataviadas de estas prendas nacionales tienen un aspecto decente. Desearía que las lleven decentemente tanto las estudiantes universitarias como las mujeres del sector de las relaciones exteriores. En lo referente a este asunto, las organizaciones de trabajadores deben realizar una educación apropiada y en las familias los padres deben hacerlo con sus hijos para que tengan orgullo y dignidad por su indumentaria nacional.
No mantienen debidamente, sino que descuidan las costumbres, entre otras, la de hacer comidas autóctonas. El desprecio de estas comidas puede hacer desaparecer el hábito alimentario nacional. En nuestro país hay muchos platos peculiares. Por ejemplo, el kuksu (fideo —N. del Tr.) en el caldo frío de Pyongyang es un plato famoso desde la antigüedad. Pyongyang tiene fama por este manjar, y el restaurante Okryu está conocido en el mundo por servirlo. Hacer chaltok (panecillo de arroz glutinoso —N. del Tr.) o kuksu con el empleo de punthul (instrumento para procesarlo) es una costumbre peculiar de nuestro país y también lo es preparar phatjuk (gacha con fásoles —N. del Tr.) el día Tongji (solsticio de invierno —N. del Tr.). Kimchi es uno de los platos más preferidos de nuestra nación. Su presencia en la mesa alegra a los comensales coreanos. Hay que fomentar activamente las comidas nacionales como kimchi, tok, kuksu, etc., que le gustan a nuestro pueblo y lograr que se hagan con facilidad y sean más sabrosas.
Para desarrollar la cocina autóctona es necesario, además de fomentar en gran medida los manjares tradicionales, crear otros. Si inventamos platos nuevos y los generalizamos, las futuras generaciones los calificarán de nacionales y los transmitirán a otras. Hay que procesar diversos platos a base de toenjang (pasta de soya —N. del Tr.) que le gusta a cualquier coreano, y generalizarlos, así como organizar concursos culinarios para desarrollar así la cocina nacional.
En el empeño por heredar y llevar adelante las tradiciones nacionales, es preciso rectificar las costumbres que entorpecen el desarrollo de la sociedad y desentonan con la aspiración del pueblo, por muy ancestrales que fuesen. De las costumbres y tradiciones que se transmiten desde tiempos inmemoriales, muchas son anticuadas y atrasadas, incluidas las de índole feudal y supersticiosa. La promoción de las tradiciones nacionales no debe servir de pretexto para restaurar lo anticuado. Lo rezagado y lo que no va a tono con la aspiración del pueblo ha de abandonarse, mientras lo progresista y popular se ha de asimilar y desarrollar conforme a la realidad de hoy. Solo haciéndolo así, es posible crear nuevas manifestaciones de la cultura nacional y un modo de vida que se avengan a los sentimientos y la vida del pueblo.
Es importante exaltar la identidad nacional en la esfera del arte y la literatura.
Vi una pieza coreográfica de estilo coreano basada en los mejores movimientos de la danza nacional retomados por el Conjunto Nacional de Arte Tradicional y ejecutada con gracia por una actriz vestida de corichima (falda larga —N. del Tr.). La encontré muy espectacular. Lo principal de la danza coreana es su movimiento dengoso. Las piezas danzarías coreanas no deben ser creadas de cualquier manera, sino con un gusto peculiar. Del mismo modo el vestuario para la danza folklórica debe exaltar su rasgo peculiar.
Es menester difundir ampliamente las canciones populares, que expiden fragancia nacional y tienen un profundo sentido. Cuanto más las escuchan, tanto mayor deseo de oírlas despiertan porque reflejan bien los sentimientos y la vida de nuestro pueblo. Hay que cantarlas en solo o en coro. Se deben recoger más piezas musicales populares y arreglarlas dándoles rasgos peculiares.
Es necesario usar debidamente los instrumentos musicales nacionales, que se avienen con la vida y los sentimientos de nuestra nación y tienen la excelente tradición de haber progresado por largo tiempo gozando del amor del pueblo. No obstante, ahora se usan poco. En otros tiempos la interpretación de Sinau y otras canciones populares con instrumentos nacionales en concierto o en coro, resultó agradable al oído, pero ahora es raro escuchar esa música.
A la esfera del arte le compete usar en gran proporción los instrumentos musicales nacionales, especialmente el kayagum. En la ejecución de este instrumento, lo principal es el trémolo. Solo cuando se logra resaltarlo, este instrumento cobra encanto. Sin embargo, en los últimos tiempos lo tocan como si fuera un arpa, en procura de unos acordes. Antes, al ejecutar Puesto de defensa en la primavera con la flauta en solo lo acompañaban con el kayagum, con sus agradables trémolos, lo cual dio realce al matiz nacional. Como el kayagum es un instrumento musical peculiar de nuestra nación, en su ejecución se debe exaltar el trémolo para matizar la tonalidad nacional.
Es necesario estudiar bien el arte y la literatura de cuando se creaba la conciencia cultural en nuestro país, encontrar en ellos los mejores motivos estéticos nacionales y desarrollarlos conforme al sentido estético actual. Entre las obras literarias y artísticas de ese período, unas están llenas de tristeza y melancolía por la cruel dominación colonial del imperialismo japonés y otras describen la cultura y los sentimientos peculiares de nuestra nación. En lo referente al género musical encontramos que, aunque por sus limitaciones de la época está exento de ideas revolucionarias a diferencia de la música actual, refleja el resentimiento de nuestro pueblo por el enajenamiento de su patria, su rebeldía a los invasores, su amor a la patria natal y los sentimientos peculiares de la nación. No obstante, en un tiempo ciertas personas que no sabían ni siquiera lo que eran las canciones del referido período, las calificaron de malas e incluso impidieron cantarlas. Estaba prohibido cantar Flores caídas en el río y El río Tuman de lágrimas. Las canciones del mencionado período son de índole popular ampliamente difundidas entre la población, por eso entonarlas no puede ser un problema. Hay que rectificar primero la equivocada concepción sobre las referidas canciones.
Debemos explicar y divulgar activamente por diversas formas y métodos las excelentes tradiciones nacionales. Debemos dar a conocer a la gente las tradiciones peculiares de nuestra nación para que las lleven adelante. Los medios de prensa, incluida la televisión, deben divulgar ampliamente entre los trabajadores las costumbres peculiares de nuestra nación. Sería bueno inculcarles conocimientos sobre el vestuario y la costumbre alimentaria de nuestra nación, sus fiestas folklóricas y comidas que se servían en las mismas, los juegos folclóricos, etc. Debemos recomendar que con motivo de las fiestas tradicionales y los días de descanso se organicen muchas visitas al Museo Folklórico y el de Historia. Así se podrá llegar a conocer mejor la larga historia, las tradiciones y las costumbres de nuestra nación y a sentir una mayor dignidad nacional y amor por la patria. A los círculos académicos les corresponde estudiar a fondo las costumbres y el folklore de nuestra nación y redactar muchos trabajos sobre el tema.
Espero que todos los funcionarios, trabajadores y los integrantes de la nueva generación conozcan y realcen de forma debida las buenas costumbres y tradiciones de nuestra nación, para guardar el espíritu de dar primacía a la nación coreana y hacer brillar su dignidad y superioridad.