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PARA MANTENER EL ESPÍRITU JUCHE Y LA NACIONALIDAD EN EL PROCESO REVOLUCIONARIO Y CONSTRUCTIVO



    

    Hoy, en la palestra mundial el socialismo y el imperialismo, las fuerzas de la independencia y las de la dominación, se encuentran en un estado de agudo enfrentamiento. Aunque la situación internacional es compleja y la correlación de fuerzas, confusa y laberíntica, los pueblos que aspiran a la independencia luchan constantemente contra la dominación y el sometimiento. Los imperialistas y demás reaccionarios maniobran obstinadamente para impedir la lucha de los pueblos progresistas del mundo, frustrar sus aspiraciones a la independencia y hacer realidad sus ambiciones de dominio, mas ninguna fuerza puede hacer retroceder la principal tendencia de nuestra época, que es el avance hacia la independencia.

    Para frustrar las maquinaciones hegemónicas de los imperialistas y demás reaccionarios y hacer avanzar con pujanza la causa de las masas populares por la independencia, la causa del socialismo, es preciso mantener el espíritu Juche y reafirmar la nacionalidad en el proceso revolucionario y constructivo. Solo si se hace así, es posible asegurar el desarrollo independiente del país y la nación, y realizar con éxito la independencia de las masas populares. Las experiencias y lecciones de la historia demuestran que mantener o no el espíritu propio y la nacionalidad es un asunto clave que decide la victoria o la derrota en la revolución y construcción, un asunto vital que decide la prosperidad o la ruina del país y la nación.

    Nuestro Partido y nuestro pueblo, bajo la sabia dirección del gran Líder, camarada Kim Il Sung, defendieron con firmeza el espíritu Juche y la nacionalidad frente al imperialismo y la dominación en todo el período histórico de la lucha revolucionaria, y de esta manera pudieron garantizar con solidez el desarrollo independiente del país, la nación, y alcanzar relevantes victorias en la revolución y su construcción.

    También en lo adelante mantendremos con firmeza nuestro espíritu propio y la nacionalidad en el proceso revolucionario y constructivo y lucharemos con entereza en el camino iluminado por la idea Juche.

    


    

    Defender el espíritu Juche y la nacionalidad en la revolución y construcción es el principio básico que ha de mantenerse en el desarrollo de la causa de las masas populares por su independencia, la causa del socialismo.

    Mantener el espíritu Juche en la lucha revolucionaria y la labor constructiva significa que las masas populares forjen de manera independiente y creadora el destino de su país y su nación, y el suyo propio, convirtiéndose en sus dueñas. Asimismo, reafirmar la nacionalidad quiere decir conservar y desarrollar las buenas peculiaridades propias de la nación y aplicarlas en todas las esferas de la vida social.

    Mantener el espíritu Juche y reafirmar la nacionalidad en el proceso revolucionario y constructivo es un requisito de principios para hacer realidad la causa del socialismo conforme a su naturaleza independiente y a las condiciones actuales e históricas. La causa del socialismo es una obra revolucionaria independiente que está encaminada a asegurarles a las masas populares su independencia y que se impulsa y perfecciona gracias a su propia lucha. El país, la nación, es el emporio de la vida de las personas y es la unidad principal donde se forja su destino; el destino de las masas populares está inseparablemente vinculado con el del país, la nación. Como las masas populares viven y forjan su destino en sus Estados nacionales, al margen del país, la nación, la causa por la independencia de las masas populares, la causa del socialismo, es inconcebible y estas no pueden lograr su independencia mientras su país, su nación, no alcance su soberanía. Cada hombre, ente social, forma parte de una clase o sector y es un integrante de la nación, y por eso tiene su propia identidad nacional, además de su propio carácter clasista. Toda nación tiene su cultura y sus tradiciones propias, que se crean y desarrollan a lo largo de la historia, y por tanto, si se menosprecia la nacionalidad, no es posible satisfacer el reclamo de independencia y el interés de las masas populares. Al mantenerse el espíritu Juche y la nacionalidad, la causa del socialismo se convierte en una auténtica obra revolucionaria, que defiende y verifica la independencia de las masas populares y garantiza el desarrollo y la prosperidad independiente de la nación.

    Mantener el espíritu Juche y la nacionalidad es un reclamo y un deseo común de todos los pueblos. No hay pueblo que no ame ni aprecie a su patria y a su nación, y a ninguno le gustará ver la dignidad y el espíritu de su nación violados y menospreciados. Para lograr que el socialismo se arraigue profundamente en el corazón del pueblo y avance gozando de su plena simpatía y apoyo, es preciso mantener el espíritu Juche y la nacionalidad en la obra del socialismo para defender así la dignidad del país y el espíritu nacional.

    Mantener el espíritu Juche y la nacionalidad y garantizar el desarrollo independiente del país y la nación es un requisito indispensable para estrechar la unidad y solidaridad internacionales y para brindarle una eficiente ayuda al desarrollo del movimiento revolucionario mundial. En el mundo hay muchos países y naciones y cada uno tiene sus características peculiares, pero todos son iguales e independientes. La unidad y la solidaridad internacional son relaciones de ayuda mutua y cooperación entre los países y naciones que aspiran a la independencia, las cuales se tornarán, sin duda, voluntarias y firmes solo cuando se garantice el desarrollo independiente de cada uno de estos países y naciones y se respete su soberanía. La solidaridad y la cooperación sobre la base de la independencia son verdaderas relaciones internacionales entre los países y naciones. Si se reprime el espíritu Juche y la nacionalidad y se viola la soberanía de los países o naciones, ello dará lugar a la desigualdad y la discordia, y no se logrará la solidaridad y cooperación entre ellos. La causa del socialismo es, a la vez, nacional e internacional y avanza y se culmina a escala mundial mediante el triunfo y desarrollo de la revolución en cada país. Solo puede avanzar victoriosamente a nivel mundial cuando cada pueblo, asumiendo la actitud de dueño, realiza bien el proceso revolucionario y constructivo en su país.

    Defender el espíritu Juche y la nacionalidad es una cuestión de un significado fundamental para allanar el camino del destino de las masas populares, mas en la anterior teoría de la clase obrera este no pudo aclararse de modo perfecto.

    La teoría precedente que explicó la legitimidad del desarrollo de la historia de la humanidad desde el punto de vista del materialismo histórico, relacionó la formación de la nación con la aparición y el desarrollo del capitalismo y previó que a medida que el régimen capitalista fuera desapareciendo en todos los países y se impulsara la construcción socialista y comunista, desaparecería de modo paulatino la nación como tal. Bajo las condiciones históricas de aquella época, en que cada país o nación no contaba con fuerzas propias para la revolución y se planteaba como cuestión fundamental fortalecer la solidaridad internacional de la clase obrera en la lucha contra el capitalismo y el imperialismo, esa teoría no podía presentar la cuestión de defender el espíritu Juche y la nacionalidad en la realización de la causa socialista. Podría afirmarse que también la idea de la anterior teoría de que la clase obrera no tiene patria, apareció como reflejo de la necesidad de fortalecer la unidad y solidaridad internacional de la clase obrera, que tenía una singular importancia acuciante para el movimiento socialista de aquella época, y superar el oportunismo que difundía el nacionalismo burgués en el seno del movimiento obrero y el socialista.

    Ya en nuestra época, cuando las masas populares, dueñas de su destino, impulsan por iniciativa propia y de modo activo el proceso revolucionario y el constructivo en sus Estados nacionales, se ha planteado como una urgencia que los países o naciones mantengan con firmeza el espíritu Juche y la nacionalidad. No obstante, los partidos en varios países donde anteriormente se construía el socialismo no lograron plantear nuevas teorías y políticas que respondieran a las exigencias de esta realidad transformada, ni resolver con acierto los problemas que se presentaban para asegurar a sus naciones un desarrollo independiente. Estos partidos consideraron como un acto contrario al internacionalismo el que dentro del movimiento socialista mundial las entidades nacionales llevaran a cabo el proceso revolucionario y el constructivo de acuerdo con las exigencias de sus pueblos, las peculiaridades nacionales y la realidad de los países respectivos, y no prestaron la atención requerida a defender su independencia y perfilar sus características nacionales. Debido a este prejuicio y política errónea, en estos países el socialismo no pudo desarrollarse como una causa para sus naciones y por consiguiente se llegó a perder la base y el apoyo nacionales. El socialismo es una causa clasista y, a la vez, una causa del desarrollo y prosperidad nacional. El proceso del desarrollo y culminación de la sociedad socialista ha de ser un proceso que materialice las exigencias y los intereses clasistas de las masas populares trabajadoras, y, a la vez, un proceso de desarrollo y fortalecimiento del país, el logro de la prosperidad nacional. Dado que la absoluta mayoría de los integrantes de toda nación la constituyen la clase obrera y las demás masas populares trabajadoras, si se ignoran el espíritu Juche y la nacionalidad, inevitablemente se hace imposible satisfacer como es debido los reclamos clasistas de estas masas. En varios países, debido a que la causa del socialismo no se convirtió en una auténtica causa nacional de independencia, este régimen se fue debilitando poco a poco también en sus bases clasistas, hasta que finalmente no pudo evitar su fracaso y derrumbe ante las conjuras antisocialistas de los imperialistas y los renegados de la revolución.

    En esos Estados es pisoteada la dignidad del país, de la nación, los pueblos sufren infortunios e incluso se desatan sangrientas contiendas catastróficas entre naciones. Valiéndose de esta coyuntura, los imperialistas actúan frenéticamente para endilgar su responsabilidad al socialismo a fin de empañar su imagen.

    La argucia con que los imperialistas difaman del socialismo como si tuviera menos capacidad que el capitalismo para el desarrollo de las naciones es una cínica invención tendente a tergiversar lo blanco por negro. El que impide el desarrollo de la nación no es el socialismo, sino el capitalismo. En la sociedad capitalista, donde los miembros de la nación están divididos en clases antagónicas y los intereses personales se anteponen a los de la comunidad, no es posible que se logre la unidad nacional, que las personas asuman la actitud de dueñas en el desarrollo del país y la nación y que los recursos de la sociedad se aprovechen con eficiencia para el desarrollo común de la nación. Lo único que le interesa a la clase explotadora que se apodera de todos los recursos de la sociedad capitalista, incluidos los medios de producción, es cómo hacer dinero. A fin de lucrar, esa clase reaccionaria sacrifica sin vacilación alguna hasta los intereses del país o la nación y se atreve a perjudicar a otros países y naciones. Dominar y saquear a otros países y naciones es una invariable característica constitucional al imperialismo. En esa sociedad es imposible garantizar la igualdad nacional y el libre desarrollo nacional. El auténtico enriquecimiento y la prosperidad del país, la nación, se puede lograr sólo en la sociedad socialista, donde todos sus miembros tienen intereses comunes y todos los bienes de la sociedad se emplean en el desarrollo común de la nación. El socialismo garantiza la libertad de la nación en su desarrollo y pone fin a la explotación clasista y a las desigualdades nacionales de todo tipo.

    Nuestro Partido y nuestro pueblo, guiados por el gran Líder, camarada Kim Il Sung, siempre han mantenido con firmeza el espíritu Juche y desarrollado de manera apropiada la nacionalidad en el proceso de la revolución y construcción, impulsando así con éxito la causa revolucionaria del Juche.

    El respetable Líder, camarada Kim Il Sung, fue un gran ideólogo y teórico, un gran político que presentó por primera vez en la historia la idea de mantener el espíritu Juche y la nacionalidad y la materializó de modo consecuente, propiciando así el victorioso avance de la revolución y construcción.

    Defender y plasmar el espíritu propio y la nacionalidad es una exigencia de principios de la revolución y su construcción enunciada por la idea Juche creada por el gran Líder, camarada Kim Il Sung. Esta doctrina, una concepción centrada en el hombre, encierra el noble espíritu de amar al pueblo y un auténtico patriotismo, y constituye una gran ideología revolucionaria de nuestros tiempos, la cual indica la vía para impulsar con dinamismo la causa de la independencia del mundo. Esa idea precisa que el país, la nación, constituye la unidad principal en la forja del destino de las masas populares y que estas deben mantener firmemente el espíritu propio y la nacionalidad en el proceso revolucionario y de construcción para forjar de manera independiente su destino. Además, enuncia con cientificidad que en el marco de la lucha por la causa del socialismo, el proceso del desarrollo de las naciones es un proceso en el que cada una se convierte en una nación más culta y poderosa, en lugar de asimilar o anexarse a otras, y estrecha y desarrolla sin cesar su cooperación y sus relaciones con otras sobre la base de los principios de la igualdad total y la voluntariedad, creando su propia vida e historia. Asimismo, sobre la base del análisis del carácter independiente de la causa del socialismo y las condiciones socio-históricas para su triunfo, define mantener el espíritu Juche y la nacionalidad como el principio fundamental a que debe atenerse en todo el proceso de la construcción del socialismo. Gracias a la idea Juche el socialismo y la nación se han identificado con un mismo destino y se ha creado una garantía para lograr una constante prosperidad del país, la nación, en función del victorioso avance de la construcción socialista. El gran Líder, camarada Kim Il Sung, al formular la idea Juche y plantear el concepto y el postulado de mantener el espíritu propio y la nacionalidad, nos brindó la guía más justa para llevar adelante la causa del socialismo como auténtica causa por la independencia de las masas populares, como obra para el país, la nación, lo cual es uno de sus méritos inmortales inscritos en los anales de la historia ideológica de la humanidad.

    En la lucha por la soberanía e independencia del país y por el socialismo, nuestro Partido y nuestro pueblo, enarbolando la bandera de la idea Juche, han defendido de modo resuelto y materializado el espíritu propio y la nacionalidad a la par que desarticulan toda clase de maquinaciones de los imperialistas y oportunistas, y en ese proceso han obtenido brillantes éxitos y acumulado valiosas experiencias.

    Al plantear el mantenimiento del espíritu Juche como un principio fundamental de la revolución y construcción, y resolverlo todo poniendo siempre en el centro de la consideración el destino de nuestra revolución y de nuestra nación y subordinando a este otros factores, nuestro Partido y nuestro pueblo pudieron abrir un nuevo camino para realizar la revolución y la labor constructiva de manera independiente y creadora.

    El que el Partido y el pueblo, unidos sólidamente en torno al gran Líder, camarada Kim Il Sung, rechazaran y desbarataran de modo resuelto el chovinismo de gran potencia que obstaculizaba el camino de nuestra revolución, tuvo un significado clave para defender los intereses y la dignidad de la nación y mantener la posición jucheana en el proceso de la revolución y construcción. Anteriormente, cuando nuestro Partido y nuestro pueblo establecieron el Juche en la revolución y la labor constructiva, los chovinistas de grandes potencias nos presionaron acusándonos de “nacionalismo” o “aislacionismo”, pero nosotros les hicimos frente con una lucha irreconciliable, considerándolo como una cuestión relacionada con el destino del país, la nación, y el socialismo. Los comunistas de Corea, aun cuando, despojados del país, tuvieron que librar la ardua Guerra Revolucionaria Antijaponesa en tierras ajenas, implantaron de modo consecuente el Juche con el criterio y actitud invariables de ser protagonistas de la revolución coreana, así como en las difíciles etapas de la rehabilitación y construcción posbélicas y de la edificación del socialismo rechazaron de manera terminante las presiones y arbitrariedades de los chovinistas de grandes potencias que, inmiscuyéndose en nuestros asuntos internos querían imponernos la “economía integrada”. Si en la época de la Revolución Antijaponesa los comunistas coreanos no hubieran mantenido la convicción y el lineamiento del Juche de que los revolucionarios de Corea debían hacer la revolución coreana, no habrían podido realizar la obra de la restauración de la patria; y si en el período posbélico, cuando emprendimos la construcción socialista, hubiéramos renunciado al lineamiento de la edificación de una economía nacional autosostenida y entrado en el CAME al no poder resistir las presiones de los chovinistas de grandes potencias, no habríamos levantado un Estado socialista soberano, autosostenido y autodefendido. Además de rechazar el chovinismo de grandes potencias que reprimía el espíritu Juche, nuestro Partido y nuestro pueblo desplegaron una aguda y persistente lucha para vencer el servilismo a las grandes potencias, con lo que eliminaron cualquier brecha por donde pudiera colarse el chovinismo, extirparon la idea de apoyarse en fuerzas foráneas, de una larga historia, e implantaron con firmeza la posición y actitud de dueños de la revolución del país.

    Los esfuerzos de nuestro Partido y de nuestro pueblo por mantener el espíritu Juche se llevaron a cabo en un proceso sincronizado con la lucha para fortalecer la unidad y solidaridad del movimiento socialista mundial. Realizamos grandes esfuerzos para fortalecer la unidad y solidaridad internacional a tenor de la naturaleza del movimiento socialista, rechazando categóricamente todo tipo de tendencias erróneas que contraponían el espíritu Juche al internacionalismo. Los comunistas y el pueblo de Corea, aun llevando a cabo una peliaguda y compleja revolución sin precedentes siempre respetaron el principio internacionalista de apoyar y respaldar con firmeza la causa antimperialista y por la independencia, la causa del socialismo de otros pueblos, y de luchar unidos a los compañeros de clase, a los pueblos revolucionarios. Cuando con el agravamiento de las divergencias y el antagonismo entre los países socialistas el movimiento socialista mundial corría peligro de dividirse, nuestro Partido hizo grandes esfuerzos, desde su sólida posición independiente y de principios, para lograr la comprensión mutua y conciliación entre esos países, y cuando algunos países socialistas peleaban contra los yanquis, no escatimó apoyo y ayuda aunque tenía que realizar su revolución en condiciones difíciles. Nuestro Partido y nuestro pueblo realizaron esfuerzos activos, por iniciativa propia, para desarrollar las relaciones de amistad y cooperación, no solo con los países socialistas, sino también con todos los demás que aspiran a la independencia, sobre la base de una igualdad total y el beneficio mutuo, haciendo así grandes aportes al fortalecimiento de la solidaridad internacional de las fuerzas progresistas de todo el mundo.

    Nuestros éxitos y experiencias de lucha que acumulamos al iniciar con originalidad, convertidos en dueños de nuestro destino, el camino de la revolución y escribir una nueva historia de unidad y solidaridad del movimiento socialista y otros movimientos progresistas del mundo sobre la base de la independencia, demuestran de manera palpable que mantener el espíritu Juche es precisamente una importante garantía para la victoria de nuestra revolución y de los movimientos revolucionarios del mundo, así como el camino más correcto para ser fiel al deber nacional y el internacional.

    Nuestro Partido, valorando la nacionalidad, vivificó las mejores tradiciones nacionales de nuestro pueblo y las plasmó en todas las esferas de la revolución y construcción.

    La nacionalidad, formada a lo largo de la historia, puede tener limitaciones de épocas y de clase, pero es erróneo considerarla como caldo de cultivo del restauracionismo y el nacionalismo burgués. La nacionalidad encarna el espíritu de independencia nacional y las tradiciones culturales nacionales, y constituye una inapreciable riqueza del país y la nación e importante recurso para la construcción socialista.

    Nuestro Partido ha mantenido con firmeza y desarrollado sin cesar la excelente nacionalidad de nuestro pueblo, que es inteligente y valiente, odia la injusticia, ama la justicia y la verdad, y aprecia el deber moral, y la convirtió en un importante factor para acelerar la construcción del socialismo y lograr el enriquecimiento y desarrollo del país. La política de nuestro Partido de vivificar y desarrollar la nacionalidad contó con el apoyo pleno del pueblo y demostró su gran vitalidad al reforzar la confianza de las masas populares en el Partido y arraigar el socialismo en ellas.

    Nuestro Partido considera la nacionalidad como una importante base de la unidad nacional. Amar a su nación y apreciar su nacionalidad es una cualidad común de los integrantes de la nación, la cual tiene gran importancia para lograr la unidad nacional. Los verdaderos comunistas coreanos, desde que se incorporaron a la lucha revolucionaria, le dieron importancia a la nacionalidad e hicieron tesoneros esfuerzos por agrupar a todos los sectores sobre la base de esta y en este proceso lograron con éxito la unidad con los nacionalistas. Los imperialistas y demás reaccionarios lo presentan todo como si el comunismo y el nacionalismo estuvieran separados por un abismo insondable, con el propósito de sembrar antipatías y discordias en el seno de la nación, pero ambos tienen un mismo reclamo y aspiración: amar a la patria y la nación. Si se ignoran y rechazan los aspectos progresistas del nacionalismo con el pretexto de que este tiene limitaciones, es imposible lograr la unidad nacional. A lo que el comunismo se opone no es al nacionalismo en general, sino al nacionalismo burgués, que con el velo de nacionalista subordina los intereses comunes de la nación a los de un reducido número de integrantes de la clase explotadora, así como al egoísmo y al chovinismo nacional. Con iniciativas logramos la unidad y colaboración con los nacionalistas subrayando principalmente lo común: amar a la nación y apreciar la nacionalidad; los orientamos con paciencia a continuar hasta el fin el camino del patriotismo logrando así que hicieran una considerable contribución a la lucha por la independencia nacional y el socialismo, compartiendo el destino con los comunistas.

    En nuestro país, donde debido a las fuerzas foráneas, la nación está dividida en dos partes y existen diferentes ideolo¬gías y regímenes en el Norte y Sur, la nacionalidad y el amor a la nación y el espíritu de independencia nacional que de esta emanan constituyen la base para la gran unidad nacional y la reunificación de la patria. Como en el Sur de Corea la nacionalidad es despreciada y desaparece gradualmente debido a las fuerzas extranjeras y los elementos reaccionarios, si no la valoramos ni la vivificamos activamente, se perderá esa base y nuestra nación se tornará heterogénea a tal punto de separarse para siempre.

    El “Programa de Diez Puntos de la Gran Unidad Pannacional para la Reunificación de la Patria” que presentara el camarada Kim Il Sung, el gran Padre de nuestra nación, y todas las demás orientaciones de nuestro Partido para la reintegración nacional, están permeados de un noble espíritu de independencia nacional y amor a la nación que aprecian y resaltan la nacionalidad. Al dirigir la lucha por la reintegración de la patria, nuestro Partido ha prestado una profunda atención a la tarea de mantener viva la nacionalidad y de materializarla, y así ha podido ir creando las condiciones para aglutinar como un solo hombre a todos los integrantes de la nación, tanto del Norte y el Sur como de ultramar, y alcanzar el desarrollo unificado del país, de la nación.

    En el esfuerzo por defender y materializar la nacionalidad cobra una especial significación poner en primer plano la primacía de la nación coreana. Nuestro Partido, considerando que orientar a las masas populares, artífices del proceso revolucionario y constructivo, a desplegar el espíritu e inteligencia de la nación coreana con orgullo y dignidad por su grandeza constituye el eslabón principal en el esfuerzo para mantener viva la nacionalidad, prestó una gran atención a esta tarea. Hizo florecer a plenitud las mejores cualidades nacionales de nuestro pueblo formadas a lo largo de la historia, creó de modo inmejorable otras en todas las esferas de la revolución, la construcción y la vida social, y sobre esta base dio primacía a la nación coreana y educó al pueblo en este sentido. La formación del espíritu de dar primacía a la nación coreana constituyó un cambio trascendental en el esfuerzo por mantener viva la nacionalidad y elevó extraordinariamente su papel por la causa del socialismo. Como se puede apreciar al escuchar Pyongyang es la mejor, que todos los habitantes del país, tanto hombres y mujeres como viejos y niños cantan felices, hoy nuestro pueblo se siente infinitamente orgulloso por ser integrante de la nación coreana. Nuestro pueblo, con la alta dignidad y el orgullo de que nuestra nación es hoy la mejor que vive y trabaja bajo el ventajoso régimen socialista teniendo al gran Líder y contando con la dirección del gran Partido, hace gala de la dignidad e inteligencia de la nación en la lucha por el fortalecimiento y desarrollo de la patria y por la victoria del socialismo.

    La experiencia de lucha de nuestro Partido y de nuestro pueblo por mantener viva la nacionalidad, demuestra que solo cuando el partido y el Estado de la clase obrera valoran la nacionalidad y se esfuerzan tesoneramente por plasmarla en el proceso revolucionario y constructivo, pueden aglutinar a todos los miembros de la nación y, elevando su entusiasmo patriótico, llevar adelante victoriosamente la causa del socialismo y alcanzar el desarrollo independiente y la prosperidad del país y la nación.

    Al conducir sabiamente la lucha de nuestro Partido y de nuestro pueblo para defender el espíritu Juche y la nacionalidad, el gran Líder, camarada Kim Il Sung, dio el brillante ejemplo de guiar la causa revolucionaria de las masas populares a la victoria bajo la bandera de la independencia. La historia recoge innumerables nombres de patriotas y luchas patrióticas, pero no conoce a un revolucionario comunista de la talla del gran Líder, camarada Kim Il Sung, quien con la convicción de la independencia y noble patriotismo mantuvo con firmeza el espíritu Juche y la nacionalidad en el difícil camino de la revolución; ni una causa revolucionaria por la independencia nacional tan genuina como la del Juche, que él inició y dirigió.

    La gran idea y dirección del querido camarada Kim Il Sung, quien abrió un camino original en el desarrollo de la causa por la independencia de las masas populares, la causa socialista, dio un brillante fruto: el socialismo sustentado en la idea Juche. Este socialismo, que nuestro pueblo ha construido según su propia voluntad y de acuerdo con sus propias peculiaridades nacionales, es un socialismo centrado en las masas populares, ya que estas son sus dueñas y tienen a su disposición todo lo que existe en él; un socialismo independiente, autosostenido y autodefendido, un socialismo patriótico bien afianzado en el espíritu Juche y que manifiesta en alto grado la nacionalidad; he aquí sus características esenciales y su superioridad. Por combinar en forma inmejorable el amor al pueblo y al país y la independencia de las masas populares y la del país, nuestro socialismo sigue por el camino de la victoria con invencible vitalidad y poderío, y despliega cada vez una mayor fuerza de atracción en el desarrollo de la causa por la independencia de la humanidad.

    Bajo la dirección del gran Líder, camarada Kim Il Sung, nuestro Partido y nuestro pueblo, al establecer el socialismo jucheano, que permite lograr y defender la independencia de las masas populares y garantiza el desarrollo independiente y la prosperidad de la nación, demostró que mantener el principio de independencia nacional junto con el de clase obrera, y defender el espíritu Juche y la nacionalidad en el proceso revolucionario y constructivo es el camino de la victoria y la gloria. Los chovinistas y oportunistas calumniaban nuestros esfuerzos por defender el espíritu propio y la nacionalidad e impulsar la revolución y construcción sobre el principio de la independencia nacional presentándolos como si contradijeran el socialismo, mas son nuestro Partido y nuestro pueblo, los que siguen defendiendo el socialismo hasta el fin y lo hacen más resplandeciente. Si nuestro socialismo sigue con vigor su camino sin desviarse ni lo más mínimo ante las convulsiones políticas mundiales, es porque nuestro Partido conduce invariablemente la revolución y su construcción desde la posición jucheana. Los que en un tiempo se denominaban socialistas e internacionalistas “ortodoxos” abandonaron el socialismo y renegaron del internacionalismo, mas nuestro Partido y nuestro pueblo, enarbolando invariablemente la bandera del socialismo, se mantienen fieles sin límites al internacionalismo, y defendiendo el baluarte del socialismo como muralla de acero, luchan con energía por el restablecimiento del movimiento socialista y la causa por la independencia de la humanidad unidos con todos los partidos revolucionarios y pueblos progresistas que aspiran a la independencia y el socialismo.

    



    

    Acelerar la construcción socialista y lograr la reunificación, el desarrollo y el fortalecimiento de la patria, manteniendo y materializando el espíritu Juche y la nacionalidad, es una inconmovible convicción y voluntad de nuestro Partido y de nuestro pueblo. Debemos aplicar de manera más consecuente esta línea que tiene implícita la voluntad de toda la vida del gran Líder, camarada Kim Il Sung, y cuya verdad y justeza han sido demostradas por la historia.

    La actitud de amar a la patria y la nación es la premisa para mantener el espíritu propio y la nacionalidad en el proceso revolucionario y constructivo.

    Los que hacen la revolución tienen que amar y apreciar infinitamente al país y la nación. Nadie puede vivir y forjar su destino separado del país, de la nación. Como el destino de cada individuo y el de la nación están estrechamente unidos, nuestro Partido se esfuerza por educar a todos los miembros de la sociedad en una correcta concepción sobre la nación, y también en este sentido dedica esfuerzos a la creación de obras artísticas y literarias como La nación y el destino. La idea principal de esta serie de largometraje es que el destino de cada individuo es el del país, el de la nación, y que dentro de la vida de la nación está la de cada individuo. Quien quiera forjar verdaderamente su destino debe amar de modo ardiente al país y a la nación, considerándolos como el emporio de su vida, la fuente de su felicidad, y encontrar la dignidad y el valor de la vida en entregarlo todo en aras de la soberanía e independencia del país y la nación, para su florecimiento y prosperidad.

    Es importante la actitud que los hombres asumen al tratar a su clase social y vivir como sus integrantes, pero no es menos importante cómo vivir y luchar como miembros de la nación. Hoy, para los coreanos no hay nada más importante que todos mantengamos el sentimiento de amor al país, a la nación, que vivamos como auténticos integrantes de la nación coreana y nos sacrifiquemos por el objetivo común nacional, poniéndonos por encima de las diferencias temporales de regímenes, de ideologías e ideales, de conceptos políticos y religiosos, de clases y capas sociales, creadas a causa de la división de la nación. Quienesquiera que sean, si tienen la sangre y el espíritu de la nación coreana, deben unir su destino con el del país, la nación, y luchar en cuerpo y alma por la reunificación independiente de la patria y la prosperidad de la nación, sin importarles a qué régimen, clase y capa social pertenecen y dónde viven, sea en el país o en el extranjero.

    Para un partido que dirige la revolución, valorar el país, la nación, y responder por su destino constituye la condición fundamental para cumplir con su misión rectora. Defender y salvaguardar la independencia del país, de la nación, es la exigencia primordial que se presenta para la consecución de la independencia de las masas populares. Si el partido de la clase obrera considera absolutos sólo los ideales y las exigencias clasistas, menospreciando los intereses nacionales, no puede responder por el destino del país, de la nación, ni dirigir correctamente la lucha en aras del país, la nación, ni tampoco realizar como es debido la independencia de las masas populares. El partido que conduce la revolución y su construcción debe mantener la posición de dar siempre importancia al país, a la nación, tanto cuando piensa como cuando actúa, y guiando con acierto a las masas populares a proteger con resolución los intereses del país y de la nación, e ir alcanzando el fortalecimiento y desarrollo de la patria y la prosperidad de la nación.

    Nuestro Partido y nuestro pueblo sienten un gran orgullo por haber creado el brillante ejemplo de amor a la patria y a la nación durante la larga lucha revolucionaria por la soberanía, la independencia y el socialismo. Los comunistas coreanos son los más ardientes patriotas que han luchado, consagrándolo todo a la restauración y el desarrollo independiente de la patria, y toda la historia del inicio y desarrollo de la revolución coreana está marcada por las sagradas luchas de nuestro pueblo en aras del país y de la nación. Las relevantes tradiciones de nuestro pueblo de amar a la patria y a la nación se mantienen y desarrollan hoy brillantemente bajo la dirección de nuestro Partido. Todo nuestro pueblo, llevando adelante estas nobles tradiciones, debe materializar con abnegación el propósito y la política de nuestro Partido para defender los intereses fundamentales del país y de la nación, y enriquecerlos y fortalecerlos.

    Realizar de manera propia la revolución y construcción sobre el principio de la independencia nacional constituye el requisito fundamental para mantener el espíritu Juche y la nacionalidad.

    Decidir y resolver con los esfuerzos propios los problemas que se presentan en la construcción del destino del país, de la nación, constituye un derecho independiente que nadie puede violar. Todo partido y pueblo que hacen la revolución tienen que rechazar tajantemente la injerencia y las presiones de fuerzas ajenas y resolver los problemas según su propia decisión y criterio y conforme a sus necesidades e intereses.

    El no expresar los propios criterios y convicciones presionado por fuerzas exteriores conduce al camino de la dependencia y a la ruina del país. Lo demuestra el desastroso destino de los países y naciones que seguían la voluntad de los imperialistas y hegemonistas y se congraciaban con ellos. Cuanto más fuerte es la presión de esas fuerzas, tanto más firmemente deben expresar sus criterios los partidos y pueblos que hacen la revolución, y materializar hasta el fin la línea y la política que han adoptado. Si, rendidos ante las presiones de fuerzas exteriores, vencidos o vacilantes ante las dificultades, renuncian a su convicción y al camino escogido, jamás podrán volverse a levantar. Aunque tropiecen con las más duras pruebas y dificultades, no deben perder la convicción en la justeza de su causa, sino avanzar invariablemente, con indoblegable voluntad y combatividad, por el camino de la independencia, camino que ellos mismos han escogido.

    Para hacer avanzar la revolución y su construcción y desarrollar la sociedad, siempre hay que encontrar métodos y vías propios y apoyarse en ellos. Sentir predilección por el estilo ajeno e imitarlo no es una actitud digna de quien se responsabiliza por el destino de la nación. De las cosas ajenas, es necesario introducir las buenas y avanzadas, pero, de ninguna manera imitarlas mecánicamente o presentarlas como las principales. El partido y el pueblo que construyen el socialismo, no deben admitir el “modo occidental” capitalista en la administración del régimen estatal y social y la organización de la vida social, sino implantar su propio estilo revolucionario y nacional en la política, economía, cultura y demás esferas de la vida estatal y social.

    También los países que sufren dificultades socio-económicas o calamidades por conflictos nacionales deben buscar por sí mismos la vía para superarlas y no cifrar esperanzas en la “receta” de los imperialistas. En lo que se refiere a las llamadas “recetas” que los imperialistas presentan por todas partes del mundo, estas no son para el progreso de otros países y naciones ni tampoco son “proyectos ingeniosos” capaces de activar su economía o promover la reconciliación nacional, sino son para hacerse los buenos y pescar en río revuelto. Como demuestra la realidad, en los lugares donde se admitió la “receta” de los imperialistas se han agravado las dificultades socio-económicas y agudizado los conflictos nacionales. Los países que sufren dificultades socio-económicas y conflictos nacionales tendrán que rechazar esa “receta”, que agrava los males, y vencerlos con su propia receta.

    Nuestro Partido y nuestro pueblo se sienten orgullosos de haber optado de manera independiente por el camino de la revolución a partir de su fe e impulsado la causa revolucionaria resolviendo con su propio criterio y método todos los problemas que se presentan en la revolución y construcción. Nuestro estilo está inspirado en la filosofía Juche, la cual tiene al hombre como su centro, y el espíritu de amor a la patria y a la nación. No seguimos la voluntad y las recetas ajenas, sino mantuvimos con firmeza nuestro propio criterio y nuestro método en la revolución, gracias a lo cual hemos podido construir y hacer resplandecer el poderoso socialismo jucheano. También en lo adelante debemos vivir y hacer la revolución a nuestra manera, adhiriéndonos al principio de la independencia nacional, para defender firmemente y desarrollar nuestro socialismo y para lograr el ininterrumpido fortalecimiento y prosperidad del país y de la nación.

    Las fuerzas propias garantizan, en efecto, la defensa y materialización del espíritu Juche y la nacionalidad.

    Lo principal para preparar esas fuerzas es reforzar las propias fuerzas políticas. Es cierto que para mantener el espíritu Juche y la nacionalidad, hay que preparar las fuerzas propias en todos los terrenos, incluido el material-económico, pero lo más importante es reforzar las fuerzas políticas: el sujeto de la revolución.

    El poderío del sujeto de la revolución es la unidad.

    En la lucha por la independencia del país y de la nación, es necesario lograr, ante todo, la unidad nacional basándose en las exigencias y los intereses comunes de la nación. La exigencia más apremiante que tenemos hoy es lograr la gran unidad nacional, preparando así las poderosas fuerzas internas destinadas a alcanzar la reunificación de la patria. De lograr la gran unidad pannacional es posible derrotar a las fuerzas escisionistas internas y externas y hacer triunfar la causa de la reintegración de la patria. Todos los connacionales del Norte, del Sur y del extranjero deben unirse firmemente bajo la bandera de la gran unidad nacional y luchar con tesón para lograr la reunificación independiente de la patria, el mayor anhelo de la nación.

    En la sociedad socialista, donde no existe el antagonismo clasista, la nación es precisamente el pueblo y viceversa, y el centro de su unidad y cohesión lo constituyen el partido y su líder. En ella, la unidad nacional debe ser la ideológico-volitiva de toda la sociedad con el partido y su líder como centro. Nuestro Partido, al armar firmemente a todo el pueblo con la idea Juche y al convertir a toda la sociedad en un ente socio-político con el Partido y su Líder como núcleo, ha preparado con seguridad el sujeto independiente de la revolución, un sólido organismo en el que están fundidos el Líder, el Partido y las masas. El poderío de este sujeto deviene la garantía fundamental de todas nuestras victorias tanto en la lucha contra el imperialismo como en la construcción socialista. Consolidando y desarrollando aún más la unidad monolítica del Líder, el Partido y las masas y poniendo más de manifiesto su poderío, debemos resguardar con firmeza la soberanía del país y de la nación del atentado de los enemigos y dar un enérgico impulso a la revolución y su construcción.

    Es necesario que preparemos, además de nuestras propias fuerzas políticas, las económicas y militares. Un partido y un pueblo que no las tienen firmemente preparadas, no pueden cumplir con su responsabilidad y papel en la revolución y construcción como sujeto independiente, ni tampoco mantener el espíritu Juche y la nacionalidad. El partido y el pueblo que hacen la revolución deben preparar sus propias fuerzas económicas y militares, capaces de garantizar el desarrollo independiente del país, sobreponiéndose a todas las dificultades y haciendo todos los esfuerzos necesarios.

    En vista de que en la construcción económica y de la defensa nacional se amplía extraordinariamente el papel de las ciencias y la técnica y en el mundo se desarrolla una febril competencia en estas vertientes, es imposible preparar sólidas fuerzas económicas y militares, sin contar con una ciencia y una tecnología desarrolladas. El partido y el pueblo que construyen el socialismo deben promoverlas con sus propios esfuerzos, manteniéndose firmemente en la posición jucheana y conforme a las exigencias de la revolución y la realidad concreta de su país. También, al ampliar y desarrollar el intercambio científico y técnico con otros países e introducir los logros en estas esferas, tienen que hacerlo de conformidad con sus condiciones reales. Si despliegan a plenitud la fuerza y la inteligencia de su pueblo y dan rienda suelta a todas las posibilidades y el potencial apoyándose en la superioridad del socialismo, pueden alcanzar la más alta cúspide del progreso de la ciencia y la técnica y garantizar con estas el desarrollo independiente del país.

    Nuestro Partido y nuestro pueblo plantearon la preparación de sus propias y firmes fuerzas económicas y militares como un requisito fundamental de la construcción de un Estado soberano e independiente; y desde los primeros días de la edificación de la nueva sociedad, desplegaron una infatigable lucha ahorrando cada centavo y apretándose el cinturón, y lograron así echar una potente base económica y militar que asegura la soberanía del país y el fortalecimiento y florecimiento de la nación. Si hoy salvaguardamos con firmeza los intereses fundamentales de la revolución y la dignidad del país enfrentándonos decididamente a las virulentas conjuras de los imperialistas contra el socialismo y nuestra República, es porque tenemos preparadas una poderosa economía nacional independiente y capacidad para defendernos. Intensificando continuamente la lucha para fortalecerlas, debemos dar mayor solidez al fundamento material de la vida socio-estatal independiente y proteger fidedignamente la seguridad del país y la felicidad de la población.

    Para preservar el espíritu Juche y la nacionalidad, es de suma importancia elevar el orgullo y la dignidad nacionales del pueblo.

    Ambos son expresiones del amor a la nación y de la conciencia de independencia nacional. Un partido que hace la revolución tiene que desarrollar siempre de manera activa entre el pueblo la labor ideológica para inculcarle la conciencia de independencia nacional, de modo que sienta orgullo por su país y su nación y esté dispuesto a defenderlos y desarrollarlos más. En especial, los países pequeños y atrasados, los que sufrieron mucho la dominación e intervención de los grandes y que tienen muy arraigados el servilismo a las grandes potencias y el dogmatismo, deben desplegar con más energía esa labor ideológica.

    El orgullo y la dignidad nacionales se forman y manifiestan sobre la base del conocimiento de la superioridad de su nación. Esta superioridad, que social e históricamente se prepara en la lucha por forjar el destino del país y de la nación, no tiene nada que ver con la peculiaridad racial ni es propia de alguna nación predestinada. Toda nación tiene su superioridad y desea y exige mantenerla viva y hacerla resaltar. Un partido que hace la revolución puede elevar entre su pueblo el orgullo y la dignidad nacionales, solo cuando calibre justamente esa superioridad y la destaque de modo activo.

    Lo importante en esto es heredar y desarrollar de manera correcta el patrimonio nacional. El nihilismo que lo desprecia y lo desecha es el obstáculo principal que impide el florecimiento y progreso de las ventajas nacionales. Para mantener la superioridad de la nación, es preciso mantener la posición de apreciar el patrimonio nacional, así como rechazar y erradicar estrictamente el nihilismo, el cual niega esa superioridad. También el restauracionismo propenso a resucitar sin miramientos todo lo del pasado bajo el rótulo de apreciar ese patrimonio, es otra tendencia perjudicial que imposibilita llevarla adelante correctamente. Si se permite el restauracionismo, renacen las cosas obsoletas y atrasadas en las que están reflejados la exigencia y el gusto de las clases explotadoras y que contravienen el desarrollo de la época, y así se crean obstáculos para mantener esa superioridad de acuerdo con las exigencias del socialismo. A fin de viabilizarla justamente, es menester rechazar tanto la actitud nihilista como la tendencia restauracionista en cuanto al patrimonio nacional, así como desechar lo caduco, lo que no se aviene al socialismo, y destacar y desarrollar lo progresista y lo popular, combinando acertadamente la posición nacional con la clasista y el principio historicista con el del modernismo.

    Además de proteger bien el patrimonio nacional, que se transmite históricamente, hay que crear continuamente nuevas cualidades excelentes de la nación. Solo cuando se creen estas, basándose en las que se trasmiten como patrimonio, podrá florecer y desarrollarse más la superioridad de la nación y hacerse grande su rol en la elevación del orgullo y la dignidad nacionales. Un partido que edifica el socialismo, impulsando con éxito la revolución y construcción, debe crear, sin cesar, nuevas cualidades de su nación en todas las esferas de la política, la economía, la ideología, la cultura y la moral, y así elevar entre el pueblo el orgullo y la dignidad nacionales.

    La superioridad de la nación se forma por excelencia y se manifiesta altamente en el curso de la lucha por la causa revolucionaria bajo la dirección del gran líder. Puede decirse que la superioridad de la nación la representa precisamente la grandeza de su líder, y el orgullo y la dignidad por esa superioridad se expresan en forma concentrada en los de tener un gran líder.

    Por haber tenido al querido Líder, camarada Kim Il Sung, nuestro pueblo se ha convertido en una gran nación y ha llegado a poseer excelentes cualidades bajo su dirección. Hoy el mundo identifica a nuestra nación con el honorable nombre del querido Líder, camarada Kim Il Sung, y valora la nacionalidad de nuestro pueblo como una ventaja de la nación de Kim Il Sung.

    El núcleo del espíritu de esta nación es la fidelidad y el amor filial a su Líder. La absoluta fidelidad y amor filial del pueblo al gran Líder, camarada Kim Il Sung, se han cristalizado como su fe y voluntad, como su conciencia y moral a través de sus vivencias prácticas en el largo decursar de la historia mientras venía forjándose el destino de la patria y la nación. La fidelidad y el amor filial al Líder constituyen la máxima expresión del magnífico espíritu de la nación de Kim Il Sung y forman la base principal de todas sus ventajas. El fuerte espíritu de unirse con una misma alma y voluntad en torno al Partido y al Líder, la fe revolucionaria en el socialismo del Juche, la infinita devoción a la patria y la revolución, el espíritu revolucionario de apoyarse en las propias fuerzas y de luchar tenazmente, el optimismo revolucionario, el sentido de obligación moral y la camaradería revolucionarios de ayudarse y guiarse entre sí de todos los miembros de la sociedad y otras excelentes cualidades espirituales y morales de nuestro pueblo, tienen su fuente en la fidelidad y el amor filial al gran Líder y se manifiestan altamente a través de estos. Tenemos que consolidar más y llevar adelante con firmeza la buena cualidad de nuestro pueblo de respaldar al Líder con un invariable espíritu de fidelidad y amor filial, de modo que lo manifieste, de generación en generación, a su Líder y a su Partido.

    Debemos intensificar continuamente la educación en el espíritu de considerar a la nación coreana como la mejor para que el pueblo haga resplandecer más su grandeza con un alto orgullo y dignidad.

    La lucha por mantener el espíritu propio y la nacionalidad es precisamente la de oponerse al imperialismo y a la dominación.

    En la actualidad, los imperialistas, aprovechándose de la oportunidad de que la causa por la independencia de las masas populares atraviesa dificultades, maniobran más abiertamente para suprimir el espíritu Juche y la nacionalidad de otros países y naciones y realizar su ambición hegemónica. Al margen de la lucha contra estas maniobras, es imposible imaginar en la época actual el desarrollo independiente de ellos, ni evitar que sus pueblos caigan otra vez en el destino de esclavo colonial.

    Hay que acabar con las ilusiones y el temor al imperialismo.

    La agresión y el saqueo constituyen la naturaleza del imperialismo y, por más que cambie la situación internacional, seguirán invariables las ambiciones hegemónicas de los imperialistas. No habrá estupidez y peligro mayores que cifrar esperanzas en la “ayuda” de los imperialistas sin ver su naturaleza agresiva y saqueadora. Esta “ayuda” es un lazo de pillaje y esclavización para arrebatar diez y cien a cambio de uno. El partido y el pueblo que hacen la revolución, viendo con claridad la trágica realidad en que se hallan los países y las naciones que se hacían ilusiones acerca del imperialismo, tienen que mantener siempre con firmeza una posición independiente y antimperialista y acabar hasta con la más insignificante expresión de esas ilusiones.

    El temor al imperialismo es otra manifestación de las ilusiones hacia él. El imperialismo no es de ninguna manera una existencia temible, sino un desecho de la historia que ha vivido toda su época. Si renunciamos a combatirlo temiendo hacerle frente, jamás podremos liberarnos de su dominio y control. El partido y el pueblo en revolución tienen que conocer al dedillo la vulnerabilidad del imperialismo y enfrentarse con valentía a los imperialistas que fanfarronean, así como destruir su ofensiva reaccionaria con la revolucionaria.

    Es menester frustrar por completo la virulenta y astuta política de los imperialistas para aniquilar a otras naciones y sus teorías reaccionarias que la justifican.

    La política reaccionaria de los imperialistas encaminada a reprimir el espíritu Juche de otras naciones y suprimir su idiosincrasia se practica en la actualidad con otra forma bajo la vandálica sofistería sobre la “globalización”. Dado que cada país y nación construye su destino con su propia ideología y régimen, no puede lograrse una “globalización” que abarque la política, la economía y la cultura. Si bien a medida que progrese la sociedad y se profundicen las relaciones y el intercambio entre las naciones aumenta lo común en su vida, esto tiene, en todo caso, por premisa el desarrollo independiente y peculiar de las naciones y se logra sobre esa base. Los imperialistas han inventado la corriente de “globalización” con el objetivo de convertir el planeta por completo en un “mundo libre” al estilo occidental, subyugar y asimilar a todas las naciones. Todos los países y naciones deben conocer con claridad la peligrosidad de la política de supresión nacional que los imperialistas perpetran bajo el rótulo de la “globalización”, y fortalecer la lucha para acabar con sus maniobras hegemónicas.

    Las maquinaciones de los imperialistas tendentes a eliminar y asimilar a otras naciones apuntan no solo al exterior, sino también a las minorías nacionales y los extranjeros residentes en sus propios países. Un ejemplo representativo es que los imperialistas japoneses, que en el pasado, con su más cruel dominación colonial y política de supresión nacional, acarrearon a la nación coreana incontables calamidades y sufrimientos, ahora se vuelven frenéticos por reprimir los derechos nacionales de los coreanos residentes en su país y acabar con su conciencia nacional, y maniobran de manera persistente a fin de naturalizarlos. El partido y el Estado que se responsabilizan del destino de su nación deben observar con agudeza las taimadas maniobras de asimilación nacional que los imperialistas perpetran contra los miembros de su nación radicados en el exterior, e intensificar la lucha por desenmascararlas y frustrarlas.

    El “racismo”, el “cosmopolitismo” y otras teorías reaccionarias ya fracasadas en la historia, se han adaptado y modificado hoy en diversas formas y se aprovechan como instrumento ideológico para paralizar la conciencia nacional y revolucionaria de las personas y justificar la política de eliminación nacional de los imperialistas. Para defender el espíritu Juche y la nacionalidad, es preciso desenmascarar y frustrar cabalmente todas las corrientes ideológicas reaccionarias y los sofismas que encubren y justifican la naturaleza hegemónica de los imperialistas.

    La lucha contra las maniobras hegemónicas de estos tiene que vincularse con la batalla contra los traidores a la nación. Dejando intactos a los renegados que ponen en venta los intereses de la nación dando la espalda a su país y su pueblo y conspirando con los imperialistas, no es posible destruir al imperialismo ni el hegemonismo, tampoco lograr el desarrollo de la nación. Lo demuestra claramente la realidad de la parte sur de nuestra patria.

    En Corea del Sur, donde la nacionalidad se ve pisoteada gravemente por los actos serviles y vendepatria de los sucesivos gobernantes reaccionarios, hoy desaparecen totalmente el alma nacional y las bellas costumbres debido a las campañas antinacionales de la “internacionalización” y la “globalización” que lanzan las autoridades. Se tratan de actos vendepatria y traidores sin precedentes para mantener su poder y sus comodidades al precio de suprimir todo lo nacional y entregar por entero el país y la nación a las fuerzas extranjeras. Por la irrupción de los modelos norteamericano, japonés y europeo en todas las esferas de la política, la economía y la cultura a causa de la humillante política de apertura que se practica bajo el rótulo de la “internacionalización” y la “globalización”, en Corea del Sur todos los aspectos de la vida social, desde la manera de practicar la política hasta el lenguaje, la escritura y las costumbres, se van americanizando, japonizando y occidentalizando, campean las fuerzas extranjeras y se ven violados y suprimidos completamente el espíritu y la dignidad nacionales. Si queremos romper la cadena de dominio y subyugación de los imperialistas y abrir el camino del desarrollo independiente en Corea del Sur, tenemos que barrer con todos los traidores que venden el país y la nación a las fuerzas extranjeras y traen toda clase de desgracias y calamidades.

    Para combatir al imperialismo y el hegemonismo y defender el espíritu Juche y la nacionalidad, es necesario fortalecer la solidaridad y la cooperación entre los pueblos progresistas del mundo. Solo cuando estos se apoyen y estimulen unos a otros, cooperen y se ayuden estrechamente, será posible que cada uno logre su independencia nacional y su prosperidad y desarrollo, y realizar con éxito la causa de la independencia en el mundo. Los países socialistas, los no alineados y todos los demás en vías de desarrollo, al desplegar una vigorosa lucha por la democratización de la comunidad internacional, unidos firmemente bajo la bandera de la independencia, deberán establecer un nuevo orden internacional basado en la soberanía, la igualdad, la justicia y la imparcialidad, destruyendo el caduco de dominación y subyugación creado por los imperialistas, y lograr por igual su fortalecimiento y prosperidad desarrollando de modo activo la cooperación Sur-Sur sobre la base del principio de la autosustentación colectiva.

    La independencia, la paz y la amistad son ideales de la política exterior de nuestro Partido, que permiten reforzar la solidaridad internacional y contribuir a la causa de la independencia en todo el mundo. Nuestro Partido y nuestro pueblo han luchado siempre para fomentar sus vínculos y cooperación con los pueblos de todos los países del mundo basados en los principios de la independencia y la igualdad, de la paz y la amistad y del beneficio mutuo, e implantar relaciones y un orden internacional justos entre los países y las naciones. Al fortalecer la unidad y cooperación con los pueblos progresistas del mundo y luchar activamente por democratizar la comunidad internacional, hemos de cumplir con nuestro deber internacional y misión de la época en el combate por defender la soberanía de todos los países y las naciones y lograr la independencia en el orbe.

    Apreciar el espíritu propio y la nacionalidad y mantenerlos y materializarlos es una política invariable de nuestro Partido, el cual tiene en la idea Juche como su guía directriz. También en el futuro, al igual que en el pasado, este mantendrá firme e invariablemente el principio del Juche, el de la independencia nacional, para así hacer más próspero y poderoso a nuestro país, a nuestra patria, rescatada y construida por el gran Líder, camarada Kim Il Sung, lograr su reunificación y culminar la causa socialista del Juche.