Conferencia pronunciada ante los estudiantes de la Escuela Política Obrero-Campesina de Pyongyang
3 de octubre de 1945
Los agresores alemanes, que
desataron la Segunda Guerra Mundial ambiciosos de conquistar todo el mundo, fueron derrotados hace 5 meses. También los imperialistas japoneses, sus aliados, no pudieron menos de declarar el 15 de agosto pasado la capitulación incondicional. De esta manera, la Segunda Guerra Mundial terminó con la gran victoria de las fuerzas democráticas antifascistas y la humanidad entera ya emprendió una vida de paz.
El triunfo de las fuerzas democráticas antifascistas sobre el fascismo internacional produjo un gran cambio en la situación internacional a raíz de la guerra. En escala mundial, las fuerzas antidemocráticas se han debilitado considerablemente mientras que las democráticas se han fortalecido sin precedente. Esto significa que la historia de la humanidad ha entrado en una nueva etapa de
desarrollo.
La nueva situación mundial presenta ante la humanidad entera nuevas tareas magnas y gloriosas. Una de ellas de primordial importancia en la postguerra consiste en liquidar de cuajo las fuerzas remanentes del fascismo agresor y luchar por la paz y la democracia. Actualmente, en todas partes del mundo, los pueblos libran una enconada lucha por cumplir esta sagrada tarea.
El pueblo coreano ha venido
desplegando, durante largo tiempo, una sangrienta batalla por derrotar a los agresores imperialistas japoneses y rescatar el país
despojado y, al fin, ha hecho triunfar la causa histórica de la restauración de la Patria. Como resultado, nuestro pueblo se ha sacudido el yugo de la esclavitud colonial que le fue impuesto durante casi medio siglo por el feroz imperialismo japonés, y ha podido marchar firmemente por el camino de la soberanía e independencia. Esto es un gran acontecimiento histórico para la nación coreana.
Tenemos que empeñar todos los esfuerzos para edificar una nueva Corea en la tierra patria recuperada a costa de la preciosa sangre de numerosos revolucionarios y el pueblo patriótico.
1. LA CONSTRUCCION DE UNA NUEVA COREA
Y LA DEMOCRACIA
Hoy nuestra nación tiene planteada una tarea de trascendencia histórica de eliminar totalmente los residuos del imperialismo japonés y del feudalismo y de construir un Estado libre, independiente, rico y poderoso.
A fin de realizar victoriosamente esta gran obra constructiva del Estado debemos, ante todo, definir el camino certero que va a seguir nuestro país. Si no lo hacemos, no podremos organizar ni movilizar como es debido a las masas populares para construir el Estado, ni obtener la completa soberanía e independencia del país, y a la larga, nuestro pueblo tampoco podrá eximirse de la esclavitud colonial. Por eso, el problema de qué camino debe tomar nuestra Corea es una cuestión de suma importancia relacionada con el
destino de la Patria y la nación.
Nuestro pueblo liberado vive días de infinita alegría, de
grandes esperanzas y emoción y bulle de ardiente entusiasmo por la edificación del país. Sin embargo, hoy día las masas populares no saben qué camino deben emprender. Tenemos que indicarles, lo antes posible, el camino certero que va a tomar Corea.
El rumbo que debe seguir Corea es el de la democracia progresista, democracia auténtica. Solamente este camino puede asegurar a nuestro pueblo la libertad, los derechos, una vida feliz y garantizar la soberanía e independencia completa del país.
Actualmente los reaccionarios recurren a toda clase de maquinaciones para conducir a nuestro pueblo al camino antidemocrático.
Las fuerzas feudales tratan de restablecer absurdamente el
despotismo feudal en nuestro país. ¿Por qué debemos restaurar en la nueva Corea liberada el
despotismo feudal corrupto y caduco que oprimía y explotaba cruelmente a las masas populares? Es un sueño vano y anacrónico. Y es natural que hoy estas maquinaciones reaccionarias y antipopulares de las fuerzas feudales estén condenadas unánimemente por las masas populares.
Además, ciertos círculos plantean establecer una república burguesa en nuestro país, arguyendo el “derecho civil” o la “democracia”. El llamado “derecho civil” o la “democracia” que ellos propugnan lo cacarearon ya hace mucho las clases propietarias. Como demuestra palpablemente la historia, los capitalistas, no bien arribaron al poder ganando a su lado a las masas populares, bajo la engañosa consigna de “derecho civil” o “democracia”, establecieron la dictadura burguesa y tomaron el camino de la traición al pueblo. En fin de cuentas, la república burguesa que tanto pregonan algunos hombres es, literalmente, el poder al servicio de las clases de terratenientes y capitalistas, y el llamado “derecho civil” o la “democracia” de que hablan aquéllos, no es sino un biombo para encubrir el hecho de que una minoría de clases privilegiadas acapara todo el poder del país, oprimiendo y explotando a las masas populares.
Quienes sostienen que en nuestro país hay que fundar una república burguesa son precisamente los capitalistas entreguistas, que son los elementos projaponeses y traidores a la nación, que durante la dominación colonial del imperialismo japonés traicionaron al país y a la nación y oprimieron y explotaron a nuestro pueblo en contubernio con los imperialistas japoneses. Inmediatamente
después que las tropas yanquis
desembarcaron en Corea del Sur, los elementos projaponeses y los traidores a la nación predicaron la americanofilia, y ahora, al amparo de las fuerzas imperialistas, tejen artimañas para establecer un poder reaccionario en nuestro país y
desviar a nuestro pueblo al camino antidemocrático.
Jamás permitamos a los elementos projaponeses y a los traidores a la nación que nos engañen con sus maquinaciones taimadas. Tampoco debemos constituir en nuestro país una república burguesa envuelta en el vistoso pañuelo de “derecho civil” o “democracia”.
Pero, tampoco podemos establecer de inmediato el régimen socialista en nuestro país. Hay quienes insisten en la inmediata implantación del poder “soviético” en nuestro país. Palabrería de gentes que no tienen una visión clara de la realidad concreta de Corea.
En el pasado, los imperialistas japoneses ocuparon casi medio siglo nuestro país y, aplicando una cruel política colonial, restringieron seriamente el
desarrollo capitalista en Corea. Como consecuencia, nuestro país es todavía una sociedad semifeudal. Actualmente en nuestra sociedad se conservan no solo los vestigios del imperialismo japonés sino también marcadas relaciones feudales, particularmente en el campo predominan las relaciones feudales de explotación.
En la construcción de una nueva Corea debemos tomar en consideración esta realidad. En la edificación del país no debemos plantear exigencias que van a la zaga de la etapa del
desarrollo histórico ni aquellas que la rebasan. En todo caso tenemos que plantearnos para la construcción del país tales objetivos que correspondan a su realidad y conducir certeramente a las masas a alcanzarlos.
Hoy día el pueblo coreano exige un camino de democracia progresista que permita, no de palabra sino de hecho, a las masas populares ser dueñas del país y que les asegure a todos la libertad y la dicha. El camino de la democracia progresista es el que
desea el pueblo coreano de 30 millones de habitantes, que en el pasado no tenían ninguna libertad ni derecho y estaban sometidos cruelmente al escarnio y a la explotación bajo el largo régimen feudal y la dominación colonialista del imperialismo japonés; es el camino que promete el florecimiento, el
desarrollo de la Patria y la prosperidad eterna de la nación. De emprender solo este camino, las masas populares podrán dedicar toda su energía y talento a la lucha por la construcción del país, y la causa de la edificación de una nueva Patria se llevará a feliz término.
Tenemos que construir un Estado soberano e independiente basado en la democracia progresista. Para ello, es preciso estructurar una república popular democrática. Hoy día por iniciativa de las masas populares en todas partes del país se organizan comités populares. Debemos formarlos cuanto antes, en todas las localida
des y, sobre esta base, establecer la república popular democrática.
La república popular democrática es un poder que no solo corresponde a la voluntad de nuestro pueblo sino que también se ajusta más estrictamente a la realidad de nuestro país; es el poder del pueblo que encarna indiscutiblemente la auténtica democracia. Solo un poder de este tipo puede defender activamente los intereses de nuestro pueblo y garantizar firmemente el enriquecimiento, fortalecimiento y
desarrollo del país y de la nación.
Para levantar un Estado democrático, soberano e independiente debemos aglutinar firmemente a todo el pueblo patriótico, que abarca diversos sectores y capas sociales, bajo la bandera de la democracia. La gran obra de edificación de una nueva Corea se puede llevar a cabo exitosamente solo con los esfuerzos de las masas populares que se han aglutinado con firmeza en un haz. Si todos los partidos y grupos sostienen, cada cual, su planteamiento y actúan por separado, como lo hacen ahora, jamás realizaremos la causa de la construcción del Estado. Solo si todos los compatriotas que aman el país y la nación, se unen firmemente como un solo hombre y se movilizan a la edificación del país, sin distinción de ideas políticas ni religión, propiedad e instrucción, se podrá lograr la completa soberanía e independencia del país.
En particular, la situación actual de nuestro país exige imperiosamente una lucha enérgica por agrupar con firmeza a las masas populares. Los elementos projaponeses, los traidores a la nación y demás reaccionarios, enmascarados de patriotas, tratan con lisonjas, de atraer a su lado a los inconscientes y se vuelven locos por ver cumplida su siniestra ambición política. En estas condiciones, si no llevamos a buen término la tarea de unir a todas las fuerzas patrióticas, no podremos frustrar a tiempo las maquinaciones de los reaccionarios, ni construir una nueva Corea democrática.
A fin de agrupar monolíticamente a las amplias masas populares, debemos formar un frente unido nacional que abarque a todas las fuerzas patrióticas y democráticas de diversas capas y sectores.
En nuestro país el movimiento de frente unido nacional fue necesario no solo durante el período de lucha contra el dominio colonialista de los imperialistas japoneses, también lo es hoy, cuando se ha liberado. Claro está que ahora el movimiento de frente unido nacional reviste otro contenido y forma, diferentes del pasado. El frente unido nacional antijaponés de ayer tenía por objeto oponerse a la dominación colonialista del imperialismo japonés en Corea y lograr que nuestro pueblo gozara de la libertad y la independencia acabando con la situación de esclavitud colonial y, por eso, este movimiento se
desarrolló en forma clan
destina e ilegal. En cambio, el frente unido nacional que
deseamos formar ahora, tiene la finalidad de liquidar los residuos del imperialismo japonés y del feudalismo, conquistar la plena soberanía e independencia del país y, por consiguiente, este movimiento se libra legal y abiertamente.
Nuestro frente unido es, en todo caso, un frente unido democrático. Debemos formar cuanto antes el frente unido nacional sobre la base democrática y agrupar a los obreros, campesinos y otros amplios sectores y capas de la población llamándolos así activamente a construir el país. De este modo, con los esfuerzos mancomunados de todo el pueblo, hay que barrer definitivamente a los projaponeses, a los traidores a la nación y demás elementos reaccionarios e ir construyendo la nueva Corea.
Formando así el frente unido nacional democrático, impulsando y potenciando este movimiento, podremos establecer al fin un poder unificado y soberano, es decir, un auténtico Estado democrático. Este es precisamente el camino de la democracia progresista que debemos emprender.
2. CARACTERISTICAS DE NUESTRA DEMOCRACIA
La democracia a que aspiramos es radicalmente distinta a la de los Estados capitalistas de Europa y América. Asimismo no es una imitación fiel de la democracia de los países socialistas. Tratar de aplicar ciegamente la democracia de los países capitalistas de Europa y América, o la de los Estados socialistas a nuestro país que acaba de liberarse de los 36 años de dominación colonialista del imperialismo japonés, es un gran error.
Nuestra democracia es una democracia de nuevo tipo, más adecuada a la realidad de Corea que se halla en la etapa de la revolución democrática antimperialista y antifeudal. Por esta razón, nuestra democracia tiene diversas características.
Entonces, ¿cuáles son las características de nuestra democracia?
1) Soberanía. Nuestra democracia tiene una característica de soberanía.
Hoy, la demanda primordial de toda la nación consiste en lograr la completa independencia nacional. En el pasado, a nuestro pueblo le fue arrebatado el país por los imperialistas japoneses y se vio obligado a arrastrar una existencia esclava, de lágrimas de sangre, experimentando hasta los tuétanos la amargura del apátrida. Por eso, hoy, cuando se ha realizado la causa histórica de la restauración de la Patria, nuestro pueblo lucha activamente por crear lo más pronto posible un Estado completa¬mente independiente.
A fin de lograr la plena independencia nacional, es preciso establecer un Estado soberano e independiente. La soberanía es un requisito legítimo de la verdadera independencia nacional. El que no mantiene la posición soberana, no puede conseguir la completa independencia nacional, ni defender la dignidad y los intereses de su nación, ni tampoco lograr la prosperidad del país y de la nación.
Para ser un Estado soberano e independiente, es imprescindible materializar la democracia progresista. Nuestra democracia se opone a depender de otros países y someterse a estos, exige mantener una posición independiente y actitud creadora, que consisten en juzgar por sí mismos todos los problemas que se plantean en la construcción del país y resolverlos con sus propias fuerzas. Por lo tanto, solo el Estado que se basa en la auténtica democracia puede ser un Estado soberano, poderoso y digno, un Estado completamente independiente.
Ahora, algunas personas esperan que se logre espontáneamente la independencia nacional y
desean que otros construyan un Estado independiente en nuestro país, lo que es, de veras, una idea estúpida. ¿Cómo podrían construir nuestro Estado los extranjeros? Nunca sucederá eso.
La idea de alcanzar la independencia nacional con fuerzas ajenas es de la mentalidad de los servidores a las
grandes potencias que quieren vivir a expensas de otros. Si no creemos en las fuerzas de nuestro pueblo y esperamos que alguien construya una nueva Corea, esta, lejos de obtener la completa independencia nacional, volverá a convertirse en colonia del imperialismo.
A fin de construir un auténtico Estado democrático, debemos ir realizando, sin falta, las labores constructivas del Estado con nuestras propias fuerzas. Si solucionamos con una actitud de dueños todos los problemas que surjan en la construcción del Estado, conforme a la realidad de nuestro país y luchamos activamente por superar con nuestras propias fuerzas toda clase de dificulta
des, podremos edificar exitosamente la nueva Corea democrática y alcanzar la independencia nacional, completa y firme.
Tenemos que empeñar todos los esfuerzos para construir la nueva Patria, manteniendo firmemente la posición soberana. De esta manera, debemos barrer los residuos de la dominación colonialista del imperialismo japonés y los vestigios feudales, y hacer que nuestro país se convierta en un auténtico Estado soberano e independiente, basado en la democracia progresista.
Ese Estado independiente que haya materializado las exigencias fundamentales de nuestra democracia, que tiene característica de soberanía, no permitirá la intervención de otro país ni será sometido al extranjero.
Nuestra democracia se opone no solo a supeditarse a otros, sino también a sojuzgarlos. El Estado soberano e independiente que materialice la democracia progresista no intervendrá en los asuntos internos de otros países sino respetará su soberanía.
Agredir y someter a otros es naturaleza del Estado imperialista. Los Estados imperialistas violan brutalmente la soberanía de otros países e intervienen en sus asuntos internos, y a fin de agredir y esclavizar a los países débiles y pequeños recurren a toda clase de complots y maquinaciones. El Estado democrático, soberano e independiente jamás se asemejará a un Estado imperialista, por muy potente que sea.
El Estado democrático que va a implantarse próximamente en nuestro país, se esforzará por establecer relaciones diplomáticas, fomentar la amistad sobre la base de los principios de igualdad y provecho mutuo con los Estados y naciones que respeten la soberanía de nuestra nación.
2) Alianza. Nuestra democracia tiene una característica de alianza.
Nuestra democracia no es una democracia para una clase, partido político, organización o religión, sino para las amplias masas populares. Por esta razón, esta democracia exige la formación de un frente unido nacional que abarque todas las clases, partidos políticos, organizaciones antimperialistas y patrióticos y la unión de los amplios sectores y capas del pueblo patriótico. Porque nuestra democracia encarna en sí los principios de poner en el centro los intereses de toda la nación y de que todo lo demás obedezca a ello.
Ahora, algunas personas no comprenden como es debido este imperativo de nuestra democracia e insisten en argumentos erróneos. Unos plantean la consigna de agrupar sin ton ni son y aspiran a formar el frente unido también con los enemigos del pueblo; otros lanzan la consigna izquierdista, contraria incluso a las personas que podemos atraer a nuestro lado. De este modo, crean obstáculos a la cohesión de todas las fuerzas patrióticas. Debemos formar correctamente el frente unido nacional de acuerdo con las exigencias fundamentales de la democracia progresista y agrupar estrechamente a las amplias masas.
En la actualidad, realizar la revolución democrática antimperialista y antifeudal y construir el Estado democrático, soberano e independiente en nuestro país, constituye el anhelo de toda la nación. Todas las clases y sectores del pueblo, salvo los enemigos de la nación tales como los projaponeses y traidores a la Patria, aspiran a construir un Estado democrático, soberano e independiente en la Corea liberada.
En el pasado, a nuestra clase obrera y a las masas campesinas les fueron arrebatados la libertad y los derechos elementales, gimieron en la privación de derechos y el hambre, sometidos a la más cruel opresión y explotación, bajo la dominación colonialista del imperialismo japonés. Por eso, ellos arden de entusiasmo por construir la nueva Corea democrática, barriendo los residuos del imperialismo japonés y las supervivencias feudales. También los intelectuales y los jóvenes estudiantes de Corea que conocieron la opresión y humillación nacionales bajo la salvaje dominación colonialista del imperialismo japonés, claman la construcción de la nueva Corea, capaz de asegurarles activida
des libres, de
desarrollar la cultura y la enseñanza democráticas, nacionales. Además, los capitalistas nacionales honestos, y no hablemos ya de los pequeños comerciantes y los artesanos,
desean la construcción de la nueva Corea, capaz de acabar con los residuos del imperialismo japonés y garantizar el
desarrollo de la empresa privada, puesto que bajo la dominación colonialista del imperialismo japonés fueron restringidos en la libre actividad empresarial y arruinados económicamente por el capital monopolista japonés. También los religiosos de sentimiento patriótico, muy conscientes de que no habrá libertad de creencia si no se logra la independencia nacional, quieren participar activamente en el establecimiento de un nuevo Estado.
De esta manera, todas las clases y capas del pueblo están vitalmente interesadas en la construcción de la nueva Corea democrática. De ahí que la construcción de un Estado democrático, soberano e independiente se plantee como la tarea de toda la nación. Esta comunidad de intereses permite a todo el pueblo formar el frente unido, aunarse y solidarizarse con firmeza sobre la base democrática.
Nuestra democracia refleja precisamente estos intereses de toda la nación así como las exigencias de las masas populares. De ahí su característica de alianza en el frente unido y por qué viene a ser una democracia progresista al servicio de las más amplias masas populares.
Mas, lo que debemos saber sin falta es que nuestra democracia exige la alianza de todas las fuerzas patrióticas y garantiza, al mismo tiempo, la independencia de todas las clases y sectores.
Nuestro frente unido es la alianza de todas las clases y capas sociales basada en los intereses generales de la nación. Sin embargo, esta unión general no está reñida con la independencia concreta. Todas las clases, partidos políticos y organizaciones se unen sólidamente bajo una bandera democrática y tienen, al mismo tiempo, la libertad de existir, actuar y
desarrollarse independientemente en lo político-ideológico y en lo organizativo- propagandístico.
En ningún caso debemos ignorar la independencia de todas las clases y capas, por razón de garantizar la unión de toda la nación. Si nos planteáramos exclusivamente la unión de todas las clases y capas e ignoráramos la independencia de cada sector, aquéllas no tendrían interés en realizar la labor del frente unido, ni
desplegarían la iniciativa creadora y el espíritu activo en la construcción del país, lo que crearía, en consecuencia, un gran obstáculo en la formación del frente unido nacional y en el cumplimiento de las tareas de toda la nación. De ahí que nosotros, los demócratas, debemos luchar por la unidad de toda la nación y al mismo tiempo respetar la independencia de todas las clases y capas sociales.
Sin embargo, la independencia particular no debe excederse en sus planteamientos. En vista de la unidad de toda la nación, la independencia particular no debe rebasar el límite permisible ni apartarse de la esfera de los intereses generales de la nación. Si a cada clase, partido político u organización permitimos actuar con demasiada independencia, será imposible lograr la unidad nacional ni organizar y movilizar como se debe las fuerzas de todo el pueblo a la construcción del país. De proceder así, al fin no será posible garantizar los intereses de todas las clases y capas, ni mucho menos los intereses fundamentales de toda la nación.
Lograr la unión general manteniendo la independencia particular es un importante requisito de nuestra democracia. Solo cohesionando toda la nación, teniendo bien en cuenta la independencia de cada clase y capa, se podrá constituir un frente unido verdaderamente firme y estructurar rápidamente la nueva sociedad en que todo el pueblo viva feliz.
Aplicando plenamente la democracia progresista, debemos formar lo más pronto posible el frente unido nacional, lograr la unidad y cohesión de toda la nación y, de este modo, organizar y movilizar activamente sus fuerzas a la construcción de la nueva Corea.
3) Libertad. Nuestra democracia garantiza a las masas populares libertad e igualdad. Esta es una de las características importantes de la democracia progresista.
La democracia burguesa solamente garantiza la libertad y el derecho a una minoría de clases privilegiadas, mientras que a las amplias masas populares les priva de derechos sometiéndolas a la
desigualdad. La “libertad” y la “igualdad” que proclama la democracia burguesa no pasan de ser un medio para encubrir la arbitrariedad de la clase propietaria.
Nuestra democracia se distingue radicalmente de la burguesa. Se opone resueltamente a la privación de derechos y a la
desigualdad, asegura al pueblo iguales derechos en todas las esferas: política, económica y cultural, y tiende a que las masas populares disfruten realmente de la libertad e igualdad de derechos.
Por esta razón, en nuestra democracia no puede haber capas privilegiadas y son iguales los derechos políticos de todos los ciudadanos. Excepto los vendepatrias y los traidores a la nación, todos los ciudadanos de ambos sexos con 20 años o más, tendrán el derecho a elegir y ser elegidos, independientemente de la clase a que pertenezcan, nacionalidad, creencia religiosa, profesión, propiedad e instrucción. En los organismos de poder, a todos los niveles, ejercerán no los individuos privilegiados, sino los hombres elegidos por la libre voluntad del pueblo, o sea, los fieles servidores de este, que disfruten de la profunda confianza de las masas. Ellos llevarán a la práctica la política del país. De esta manera, las masas populares ejercerán directamente su derecho político y participarán de hecho en la política del Estado.
El verdadero Estado democrático que materialice nuestra democracia otorgará al pueblo la libertad de expresión, de prensa, de reunión, de asociación, de credo religioso y de residencia, y garantizará firmemente en los aspectos político y económico la libertad e igualdad de derechos de las masas populares.
Pero la libertad democrática ha de estar ligada necesariamente con la unidad de carácter centralista.
La democracia y el centralismo es un organismo único que no puede separarse. El verdadero centralismo es inconcebible sin la democracia, y viceversa. Por lo tanto, la combinación correcta de la democracia con el centralismo constituye un problema muy importante.
La libertad democrática y la igualdad solo se garantizan firmemente mediante el carácter unitario del centralismo. Solo cuando existen la dirección y la disciplina centralistas, se puede superar a tiempo la vulnerabilidad de la libertad democrática y de la igualdad,
desplegar plenamente la democracia entre las masas y conseguir que la libertad y la igualdad se realicen correctamente, en dirección hacia la verdadera democracia. Si no se establecen la dirección y la disciplina centralistas, además de que será imposible asegurar la libertad democrática y la igualdad, ello acarreará un estado anárquico. Al fin, si la libertad democrática y la igualdad no se combinan con el carácter unitario centralista, pierden su significado. Por lo tanto, asegurar el carácter unitario centralista equivale a crear las condiciones indispensables para realizar la libertad democrática y la igualdad de las masas populares.
Pero, por este motivo, no hay por qué presentar de manera unilateral la unidad de carácter centralista. Si tomamos a la ligera la libertad democrática, valorando únicamente la dirección y disciplina centralistas, debilitaremos el mismo carácter unitario centralista.
El carácter unitario centralista puede ser consolidado solo cuando se base en la libertad democrática y la igualdad. La disciplina de centralismo se fortalecerá aún más a medida del
despertar político de las masas populares y de que estas participen activamente en la política del Estado ejerciendo correctamente la libertad democrática y la igualdad. Por consiguiente, para robustecer el carácter unitario de centralismo, es indispensable garantizar al pueblo la libertad democrática y la igualdad así como el pleno ejercicio de la democracia entre las masas, de suerte que participen consciente y activamente en la política del Estado.
Así pues, la libertad democrática debe apoyarse en la dirección centralista y viceversa. Solo la libertad democrática basada en la dirección centralista es una democracia auténtica, en la misma medida en que solo la dirección centralista que se basa en la libertad democrática es un auténtico centralismo.
Debemos practicar la auténtica libertad democrática e igualdad combinando, con acierto, la democracia y el centralismo; de este modo lograremos que las masas populares se conviertan en dueñas del país con plenos derechos y dediquen todo su entusiasmo y energía a la construcción del Estado.
4) Enriquecimiento y fortalecimiento. Nuestra democracia aspira no solo a la soberanía e independencia, a la unidad nacional y la libertad democrática, sino también a la construcción de un Estado rico y poderoso.
A diferencia de la democracia burguesa que sirve a la opulencia y lujo de una minoría de clases privilegiadas, nuestra democracia sirve en aras de la felicidad y la prosperidad de todo el pueblo. Por esta razón, la construcción de un Estado rico y poderoso constituye una demanda inevitable de nuestra democracia. Solo cuando hayamos edificado un Estado rico y potente, podremos mejorar la vida material y cultural del pueblo, asegurarle plenamente una vida feliz y, más adelante, fortalecer la soberanía del país y presentarnos en la palestra internacional con los mismos derechos que los demás países.
Edificar un poderoso y rico Estado constituye, al mismo tiempo, una garantía para el
desarrollo de la democracia progresista. Cuando el país sea rico y fuerte, nuestra democracia se apoyará en una firme base, se consolidará y patentizará mejor su vitalidad.
Para construir un Estado rico y poderoso es necesario rehabilitar, luego de crear el poder del pueblo, la economía nacional, consolidar la base económica del país y alcanzar el
desarrollo y florecimiento de la cultura nacional. Sin
desarrollar la economía y la cultura no se puede esperar, de ningún modo, la prosperidad y el
desarrollo del país y la nación ni lograr la plena independencia. Por lo tanto, tenemos que luchar, ante todo, por la rehabilitación y el
desarrollo de la economía del país
destruida por los imperialistas japoneses, luchar también por la recuperación y el avance de la cultura nacional pisoteada por aquellos mismos.
La edificación de la economía y la cultura del país debe realizarse en estrecha y lógica concordancia con los intereses de todas las clases y capas. Al esforzarnos por el avance de la economía y la cultura del país, debemos tener presentes los intereses de todas las clases y capas y crear las condiciones suficientes para mejorar su situación.
Tenemos que asegurar trabajo a los obreros, liquidar de raíz las secuelas de la opresión y explotación colonialistas del imperialismo sobre ellos, y mejorar constantemente sus condiciones de trabajo. Para los campesinos debemos abolir la alta tasa de arriendo y usura, y, más adelante, llevar a buen término la reforma agraria, materializando, de este modo, el principio: “la tierra para el que la trabaja”. Debemos facilitar la libre actividad empresarial a los comerciantes e industriales medianos y pequeños, a condición de que no perjudiquen los intereses del Estado. Debemos abolir toda clase de impuestos, implantar un sistema tributario único y equitativo, establecer un sistema racional de impuestos sobre los ingresos y, de esta manera, liberar a las masas trabajadoras de la pesada carga de contribuciones. Al mismo tiempo, debemos abrir a los intelectuales el camino que les permita investigar libremente las ciencias y la técnica, y poner en pleno juego su inteligencia, así como crear las condiciones para que los hijos de todas las familias pobres puedan tener acceso a la escuela, y para que los alumnos puedan estudiar libremente. Hay que propiciar que las personalida
des patrióticas de diversos sectores puedan trabajar según su vocación y capacidad y poner en acción todo su talento.
Mejorar la situación de todas las clases y capas del pueblo tiene un gran significado para la construcción de una nueva Corea. Solo cuando mejoremos la situación de distintos sectores del pueblo, podremos convertir con seguridad la edificación de la nueva Corea en un trabajo de las propias masas populares, y levantar un país rico y poderoso, dando luz verde a las faculta
des creadoras y la actividad de las masas.
Debemos impulsar con energía la construcción de una nueva Patria organizando y movilizando a todo el pueblo. De modo que tendremos que levantar un Estado democrático, rico y poderoso en que la totalidad de sus habitantes puedan vestir, comer, trabajar y estudiar.
5) Revolución. Una de las importantes características de nuestra democracia consiste en aspirar a la revolución.
El proceso de
desarrollo de la historia humana es precisamente un curso revolucionario para barrer los residuos de la vieja sociedad. Sin la revolución es imposible lograr el avance de la sociedad ni construir un Estado soberano e independiente.
Nuestra democracia exige acabar totalmente con las secuelas de la dominación colonial del feroz imperialismo japonés y liquidar, sin piedad, los residuos feudales que entorpecen el movimiento democrático, en todas las esferas: política, económica, cultural e ideológica. Esto deriva de la naturaleza de nuestra democracia que aspira a la revolución oponiéndose al reformismo.
A fin de levantar un Estado democrático, soberano e independiente tenemos que realizar la revolución democrática antimperialista y antifeudal. Debemos, ante todo, barrer totalmente las fuerzas remanentes del imperialismo japonés y las feudales, establecer un verdadero poder popular liquidando por completo los restos del aparato de dominación colonial fascista del imperialismo japonés, erradicar de la mente de las personas los vestigios de las ideas de ese imperialismo y del feudalismo. Al mismo tiempo, tenemos que llevar a cabo la reforma agraria y la nacionalización de las industrias principales, otorgar a la mujer iguales derechos que al hombre, implantar la democratización de la enseñanza y la justicia, así como otras diversas reformas democráticas.
Solo si realizamos cabalmente la revolución democrática antimperialista y antifeudal, podremos impedir una nueva extensión de las garras agresivas de los imperialistas japoneses u otros hacia nuestro país. Solamente haciéndolo así podremos lograr la soberanía, la independencia y la unidad nacional, obtener la libertad democrática y edificar un país rico y poderoso.
Pero hay ahora algunos que no quieren luchar contra los residuos del imperialismo japonés y del feudalismo. Ciertas personas dicen que “ya se acabaron en Corea todas las secuelas del imperialismo japonés”. Incluso hay quienes predican que se puede construir un Estado soberano e independiente en colaboración con los elementos projaponeses y los traidores a la nación. Cuando decimos que debemos barrer los elementos projaponeses así como los traidores a la nación y expropiar a los imperialistas japoneses y sus lacayos de sus bienes, nacionalizándolos, algunos se compadecen y amparan innecesariamente a los enemigos de la nación arguyendo que “eso es demasiado” o que “todos deben participar mano a mano en la edificación del país”.
Esta idea y punto de vista político inconsecuentes, que niegan la revolución e insisten en la unidad sin principios, crean un gran obstáculo a la realización de la unidad y la cohesión nacionales y perjudican gravemente las labores de la construcción del Estado.
Nuestra democracia exige marchar hombro a hombro con los demócratas antimperialistas, pero luchar irreconciliablemente contra los enemigos del pueblo. Si
deseamos construir con éxito el Estado, debemos,
desde luego, agrupar a las amplias masas y lograr nuestra unidad con todas las clases y capas sociales. Sin embargo, no se debe tratar, por esta razón, de buscar la unidad incondicional. Debemos avanzar junto con todas las clases y capas patrióticas que aman la Patria y la nación, pero de ningún modo podemos hacerlo con los elementos projaponeses y los traidores a la nación. ¿Cómo podemos unirnos con los “señores políticos” que en el pasado pregonaban la “autonomía nacional” u otras cosas por el estilo, en contubernio con los gobernadores generales del imperialismo japonés como Koiso y Abe traicionando a la Patria y a la nación? Está claro que tenderles la mano a ellos no es ningún gesto decoroso en pro de la Patria y el pueblo.
Actualmente, los elementos projaponeses y los traidores a la nación se vuelven rabiosos para recuperar sus viejas posiciones. Ellos recurren a maquinaciones traidoras que contradicen los intereses fundamentales de toda la nación vaticinando que nuestro país “debe recibir la dominación fiduciaria” u otras cosas por el estilo. Precisamente, en el pasado estos canallas prestaron apoyo activo a la política colonial de los imperialistas japoneses, arrebataron a su antojo, junto con ellos, la vida y los bienes a nuestro pueblo pretextando la agresiva “Guerra en Asia Oriental”. Sin liquidar a estos elementos no podemos construir la nueva Corea.
Las amplias masas populares de Corea no quieren marchar hombro a hombro con los seudodemócratas disfrazados de patriotas, prefieren aniquilarlos y lograr la auténtica cohesión, agrupando a los partidos políticos democráticos y las personalida
des de diversas clases y capas, antimperialistas y patrióticas, para llevar a feliz término nuestra revolución. Solo cuando impulsemos activamente la construcción del Estado oponiéndonos resueltamente a los projaponeses, a los traidores así como a otros elementos reaccionarios y lo
grando la auténtica unidad de todos los sectores del pueblo que aman la Patria y la nación, podremos eliminar las diferencias entre el Norte y el Sur y construir una nueva Corea democrática, unificada, rica y poderosa.
Nosotros debemos rechazar rotundamente toda clase de tendencias erróneas que niegan la revolución, y agrupar sólidamente a las amplias masas populares a fin de librar una lucha enérgica por el avance certero de nuestra revolución. De este modo, tendremos que llevar a feliz término la revolución democrática antimperialista y antifeudal y acelerar la construcción del Estado democrático, soberano e independiente.
6) Paz. Nuestra democracia aspira a la paz.
Si la democracia burguesa se utiliza como un medio para meter la cizaña entre los pueblos y
desatar la guerra llamada a agredir y explotar a otros, nuestra democracia sirve para fomentar la armonía y la amistad entre los pueblos, preservar y consolidar la paz.
Como democracia en pro de las amplias masas populares, la nuestra aspira a construir una nueva sociedad en que el pueblo pueda vivir libre y felizmente, por ello plantea como importante tarea: combatir categóricamente la discordia y la enemistad entre los pueblos y luchar por la paz en el país y en el mundo. Por esta razón, si libramos una enérgica lucha por implantar nuestra democracia podremos contribuir activamente a garantizar la paz en el país y al logro de la misma en el mundo.
Debemos llevar a buen término el trabajo encaminado a mantener y consolidar la paz en nuestro país, de acuerdo con las exigencias de la democracia progresista. Con miras a asegurar la paz del país, debemos, ante todo, procurar que los distintos sectores del pueblo y los partidos políticos de carácter democrático lleven a cabo las labores constructivas del país en relaciones armoniosas y ayudándose mutuamente.
Hoy día, algunas personas se dedican a activida
des negativas que obstaculizan la armonía y la unidad del pueblo. Ciertos miembros del Partido Comunista se oponen sin ton ni son al Partido Democrático. Si entre los miembros de este Partido hay elementos que se oponen al pueblo, a la democracia y al Partido Comunista,
desde luego, hay que combatirlos resueltamente. Sin embargo, es erróneo enfrentarse al propio Partido Democrático, porque existan algunos elementos malsanos en él. También hay miembros del Partido Democrático que se oponen sin ton ni son al Partido Comunista, lo que, a su vez, es una tendencia muy peligrosa.
Si de este modo se
desarrollan las tendencias de rechazar u oponerse sin principios a otros partidos, estas se enfrentarán a los intereses y demandas de las amplias masas trabajadoras y representarán un gran obstáculo para nuestro movimiento democrático y la cohesión de las masas populares. Los fenómenos negativos de oponerse a otros partidos, que se manifiestan actualmente entre algunas personas, podrían acarrear la grave consecuencia de provocar choques entre diversas clases y capas del pueblo y alterar la paz del país.
Debemos prestar especial atención a la liquidación de las tendencias erróneas que entorpecen las labores en pro de la paz del país. Hay que acabar totalmente con las maquinaciones de los elementos reaccionarios que intentan alterar la paz en el país, por una parte, y, por otra, combatir con ardor toda índole de fenómenos que puedan sembrar la cizaña, enemistar a distintos sectores del pueblo y a los partidos. De esta manera, tenemos que lograr que todas las personas de sentimientos patrióticos, independientemente de su filiación política, marchen al unísono firmemente unidos, bajo la bandera de la democracia,
desempeñando plenamente su papel en la construcción del país.
Debemos luchar no solo por la paz del país sino también por la paz en el mundo.
La paz no se da fortuitamente, tenemos que luchar para alcanzarla. Las fuerzas reaccionarias del mundo, aprovechan cualquier oportunidad para agredir a otros países, y se vuelven rabiosas por pisotear la paz y hundir a los pueblos en la calamidad de la guerra. Sin combatir a estas fuerzas agresivas no se puede mantener ni consolidar la paz en el globo terráqueo. Solo cuando los pueblos del mundo entero, amantes de la paz, unen sus esfuerzos y denuncian a cada paso los complots y las maquinaciones de las fuerzas reaccionarias del mundo encaminadas a
destruir la paz, e intensifican su lucha contra estas, pueden lograr una paz duradera a escala mundial.
Debemos
desplegar una activa y eficaz lucha contra las fuerzas imperialistas y de la guerra, fomentando la amistad con los pueblos del mundo entero, amantes de la paz, y uniéndonos firmemente con ellos. De este modo haremos un gran aporte a la causa de la paz en el mundo.
Se puede decir que estas son, en general, las características de nuestra democracia.
3. ACELEREMOS EL TRABAJO POR EL ESTABLECIMIENTO
DEL PODER POPULAR
Rebosante de alegría por la libertad y la liberación y encaminado hacia la construcción de una nueva Corea, el pueblo coreano batalla por aniquilar el aparato de la dominación colonialista del imperialismo japonés, por establecer un verdadero Poder popular. Nosotros debemos impulsar activamente el trabajo para establecerlo, organizando y movilizando correctamente el entusiasmo de las masas populares por la construcción del Estado.
Con miras a organizar el Poder popular se debe convocar congresos populares a todos los niveles. Los congresos populares que vamos a celebrar son para elegir a los representantes del pueblo, en reflejo de la voluntad de las masas; no son para escalar cargos de alto rango, embaucando a las masas populares.
Convocar congresos populares constituye un gran acontecimiento en la vida política de nuestro pueblo. Este participará, directamente y por primera vez en la historia, en la construcción del poder a través de los congresos populares. Comprenderá profundamente que él es el dueño del poder. El congreso popular será no solo una excelente oportunidad para calibrar el grado de preparación de nuestro pueblo, sino también una gran escuela política que
despierte la conciencia política de las masas populares y eleve su entusiasmo por la construcción del Estado.
Debemos elegir en congresos populares, a todos los niveles, por la voluntad general del pueblo, a personas que pueden trabajar lealmente para el pueblo en todos los organismos del poder,
desde la comuna hasta el Centro. De este modo, constituir comités populares a todos los niveles y establecer un gobierno central.
Solo un poder de este tipo, establecido por la voluntad general del pueblo, puede ser un verdadero Poder popular que sirva a los intereses del pueblo. Solamente un poder organizado por los representantes del pueblo, elegidos en congresos populares, puede representar a todo el pueblo coreano, ser un poder del Estado con plenas faculta
des y construir un país unificado, rico y poderoso mediante la organización y movilización de las masas populares.
Hoy en día, los elementos antipopulares y antidemocráticos se oponen a la convocación del congreso popular e intentan fabricar, a su antojo, un gobierno. Ellos quieren lograr que los miembros del consejo de ministros sean nombrados o relevados de sus cargos por la voluntad de los caudillos de unos partidos políticos. Esto no es un verdadero movimiento político para el pueblo, sino estúpidas maniobras antipopulares que derivan de una mera ambición al poder.
Tenemos que librar una enérgica lucha para frustrar toda clase de conspiraciones y manejos de los elementos antipopulares y antidemocráticos, para establecer un gobierno central democrático mediante un congreso popular. Ante todo, tendremos que acelerar la labor encaminada a constituir el Poder popular en Corea del Norte, donde se han creado condiciones favorables para la construcción de una nueva Patria, y de este modo cimentar sólidamente la base para el establecimiento del gobierno central democrático.
Bien conscientes de la naturaleza de la democracia progresista e implantándola cabalmente, debemos fundar una república popular democrática, verdadero Poder popular, y edificar una nueva Corea democrática, rica y poderosa.