LOS REVOLUCIONARIOS COREANOS DEBEN CONOCER BIEN COREA

    

Discurso pronunciado ante los cuadros y profesores políticos del Ejército Revolucionario Popular de Corea

    15 de septiembre de 1943


    Dado que se aproxima un gran acontecimiento, la restauración de la Patria, hoy quisiera hablarles a ustedes de la intensificación del estudio sobre la Patria y de algunas tareas inmediatas.

    Hoy, la situación mundial se desarrolla vertiginosamente a favor de la revolución, y el gran acontecimiento de la restauración de la Patria se nos presenta como un tema de actualidad.

    Japón, Alemania e Italia, países fascistas que provocaron la Segunda Guerra Mundial con el propósito de dominar el mundo, van más y más cuesta abajo a medida que pasan los días.

    La Alemania fascista, azuzada solapadamente por los imperialistas yanquis e ingleses, se jactaba de que iba a vencer a la Unión Soviética en unos meses, para lo que se lanzó sobre ella en un pérfido ataque por sorpresa con gran número de efectivos: 170 divisiones reforzadas por aviones y tanques. Pese a ello, el pueblo soviético y su Ejército Rojo, dirigidos por el gran camarada Stalin, pudieron remontar poco a poco la situación adversa de comienzos de la guerra, logrando no solo frenar solo con sus fuerzas el violento ataque de la Alemania fascista, la cual había movilizado todo su potencial y todos los recursos bélicos, humanos y materiales de los catorce países europeos que había ocupado, sino también pasar a la contraofensiva.

    Al principio de este año el Ejército Rojo, de sin par valor, aniquiló en Stalingrado treinta divisiones fascistas alemanas motorizadas, selectas y pertrechadas con armamento ultramoderno, creando así una favorable coyuntura para un nuevo viraje en la guerra soviético-alemana. Es un hecho real que en Stalingrado se decidió la suerte del ejército de la Alemania fascista.

    En la actualidad el Ejército Rojo ha empujado a los agresores alemanes hasta las proximidades del río Dniéper, y en un tiempo próximo acabará barriéndolos de todo el territorio soviético y alcanzará la gran victoria.

    También los imperialistas japoneses, que, dando por hecha la victoria de Alemania sobre la Unión Soviética, desataron la aventurera Guerra del Pacífico, están sufriendo derrota tras derrota en China, en el Sudeste de Asia y en otros amplios frentes del Pacífico.

    En el frente chino los imperialistas japoneses se ven acosados cada vez más por la contraofensiva del Ejército de Ruta No. 8 y el Nuevo Cuarto Ejército, dirigidos por el Partido Comunista de China. Pese a que han lanzado la mayor parte de sus fuerzas enviadas al frente chino y al ejército títere en las operaciones para “aniquilar” a esos ejércitos, son ellos, los imperialistas japoneses, los que están sufriendo frecuentes derrotas en sus operaciones de “limpieza”, mientras que en la región de Huabei, China, el Ejército de Ruta No.8 continúa liberando zonas cada vez más extensas.

    Los imperialistas japoneses atacaron por sorpresa a Pearl Harbor, en Hawai, asestando golpes destructores a la flota norteamericana del Pacífico, y antes de que Estados Unidos se repusiera del golpe, intentaron ocupar unas cuantas zonas del Sudeste de Asia, saqueando en ellas petróleo, caucho y otros recursos que abundan allí. De esta forma trataron de subsanar su escasez de material estratégico para hacerle frente a una guerra prolongada. Ellos abrigaban la ilusión de que una vez logrado ese objetivo, podrían derrotar a las fuerzas norteamericanas e inglesas en el Sudeste asiático y en las áreas del Pacífico, a la par que Alemania derrotaba a la Unión Soviética. Sin embargo, en el Pacífico el equilibrio de las fuerzas ya se ha roto en contra de los imperialistas nipones, que pierden combates tras combates.

    Italia se ha rendido, y Alemania y Japón han tenido que iniciar una rápida retirada.

    Así, pues, a la luz de este análisis del estado de la Segunda Guerra Mundial podemos tener la seguridad de que los imperialistas japoneses van a ser derrotados inevitablemente y que se aproxima un gran acontecimiento: la restauración de la Patria.

    
1. REALIZAR UN BUEN ESTUDIO DE LA PATRIA


    Hoy día, ante la proximidad del gran acontecimiento, la restauración de la Patria, una de las tareas importantes que se nos presentan es la de estudiar bien la Patria.

    Solo si conocemos bien a la Patria y al pueblo podremos cumplir con honor nuestros deberes de patriotas y comunistas y llevar a feliz término la revolución coreana.

    Para llevarla a cabo con responsabilidad tenemos que conocer bien la historia, la geografía y las brillantes tradiciones culturales de nuestra Patria. Solo así aprenderemos a amarla entrañablemente, tendremos un alto grado de conciencia en el servicio abnegado a la Patria y al pueblo, y alentaremos a nuestro pueblo a tomar una parte activa en la lucha revolucionaria, dándole una educación que concuerde con sus sentimientos.

    Además, nosotros, los comunistas, solo cuando conozcamos bien la historia y la geografía, la economía y la cultura de la Patria, podremos aplicar de manera creadora los principios del marxismo-leninismo a la realidad de nuestro país y adoptar una postura y un criterio independientes en lo que atañe a nuestra revolución.

    Para proteger las magníficas tradiciones y las reliquias de nuestra nación de la política de exterminación nacional aplicada por los gobernantes colonialistas del imperialismo japonés, también tiene importancia que conozcamos bien la historia, la geografía y la cultura de la Patria.

    En la actualidad los imperialistas nipones, además de intensificar su despiadado saqueo colonial a nuestro pueblo, en un intento de recuperarse de las constantes derrotas sufridas en la guerra, están imponiendo abiertamente una política de asimilación nacional, predicando que “Los japoneses y coreanos son de la misma cepa, raíz y tronco”, para borrar para siempre a nuestro país del mapa. Los gobernantes colonialistas imperialistas japoneses tratan de eliminar todo lo que constituye una característica nacional nuestra, tergiversando y suprimiendo nuestra antiquísima y brillante historia y las tradiciones culturales y pregonando a bombo y platillo el “espíritu guerrero” de los “ciudadanos del Imperio Japonés”. Para impedir el resurgimiento de Corea, nos prohíben usar el idioma y el alfabeto maternos y hasta nos obligan a renunciar a los nombres coreanos sustituyéndolos por nombres japoneses como “Ushiichiro” y “Umasaburo”.

    En estos momentos en que los imperialistas nipones ponen tan rabioso empeño en suprimir la historia y la cultura de nuestra nación y en eliminar para siempre a Corea, el estudiar bien la Patria es para nosotros, los verdaderos patriotas, una de las tareas revolucionarias más importantes.

    También es preciso adquirir desde ahora ricos conocimientos sobre la Patria, para construirla mejor cuando la hayamos recuperado.

    Todos los cuadros de mando y los soldados del Ejército Revolucionario Popular de Corea son combatientes que han emprendido el camino de la revolución con el ardiente deseo de reconquistar la Patria pisoteada por los imperialistas nipones y erigir una nueva sociedad, feliz, en el país recuperado. Ni en las más difíciles condiciones cuando estábamos librando enconados combates contra el ejército agresor del imperialismo japonés, hemos dejado de centrar la atención en el estudio de los principios del marxismo-leninismo y en el estudio de las líneas, la estrategia y las tácticas de la revolución coreana, dotando firmemente a los cuadros de mando y a los soldados del Ejército Revolucionario Popular con una revolucionaria concepción del mundo.

    La situación de hoy, a la vista de la proximidad del gran acontecimiento de la restauración de la Patria, nos exige con urgencia, además del estudio del marxismo-leninismo, adquirir de manera sistemática los conocimientos necesarios para construir la economía y la cultura de la Patria liberada.

    Como comunistas coreanos, ¿podríamos llevar a feliz término la revolución en Corea sin conocer bien su historia y cultura, su naturaleza y geografía, ni la elevada moral y las bellas costumbres del pueblo?

    Los comunistas coreanos deben conocer bien y sentir un gran orgullo y un profundo cariño por la milenaria historia y la brillante cultura de cincuenta siglos de nuestro pueblo, así como por la tierra patria y sus riquezas, profesando el sublime ideal y la firme resolución de construir una sociedad comunista, un paraíso para el pueblo, en esta hermosa tierra.

    Es importante, ante todo, estudiar bien la historia de nuestro país.

    Pero no se trata de la historia de los reyes o de los gobernantes feudales, sino la de las luchas de nuestro pueblo, la historia creadora.

    Solo adquiriendo profundos conocimientos sobre la historia de lucha y creación de nuestra nación, podremos tener hondo amor a la Patria, orgullo nacional y autoestima revolucionaria.

    Desde tiempos remotos, nuestro pueblo ha luchado indoblegablemente contra la tiranía de gobernantes feudales y agresores foráneos y, desarrollando las ciencias y la cultura con su trabajo creador y su talento, hizo que en el Oriente brillara Corea con luz inmarcesible.

    El coreano es un pueblo valeroso e inteligente, un pueblo que ama el trabajo y la paz. Es, en particular, una nación de firme patriotismo que lucha defendiendo su dignidad, sin doblegarse, contra los agresores extranjeros.

    Desde la antigüedad hasta nuestros días, nuestro país ha sido siempre objeto de agresiones foráneas que se intensificaron sobremanera desde finales del siglo XIX.

    Siempre que, desde lejanas épocas, se ha visto atacado por foráneos, nuestro pueblo se ha levantado como un solo hombre en una sagrada lucha por la defensa de la Patria y ha rechazado a los invasores, y al salvaguardar heroicamente la Patria, ha escrito una riquísima historia de cinco milenios.

    Así, pues, la historia de nuestro pueblo, en la edad antigua y media es la historia de la defensa de la Patria contra las invasiones de Sui, Tang, Khitan y Yuan por la parte Norte y la de Japón por el Sur, y en la edad moderna, la historia de la lucha antimperialista —contra la invasión de los imperialistas japoneses y norteamericanos—, la historia de la lucha por la liberación nacional.

    A lo largo de la historia nuestro país ha sido siempre víctima de agresores extranjeros, pero nuestro pueblo no ha perdido ni una sola vez su lealtad a la Patria y su arrojo ni se ha doblegado.

    La población de Coguryo, hombres de ingenio y audacia, consideraban un supremo honor defender con fidelidad el país. Para ello, pues, estimaban que los hombres tenían el deber de adiestrarse en las artes militares; desde la adolescencia practicaban la carrera, montaban a caballo, aprendían el tiro con arco y la esgrima; e incluso las recreaciones y competiciones populares se basaban principalmente en el arte marcial. Como podemos constatar en la leyenda del humilde y desconocido On Dal, quien tras haber triunfado en un torneo de caza fue promovido y llegó a realizar brillantes hazañas defendiendo la Patria, en Coguryo se concedía suma importancia, al valorar las cualidades de un hombre, a su grado de adiestramiento en las artes de guerra, a su inteligencia y a su valentía.

    Como habían sido educados desde temprana edad en el amor al país y gracias a que aprendían las artes militares y a ser valientes, los hombres de Coguryo, fuertes de espíritu y con un alto orgullo nacional, pudieron rechazar la invasión de tres millones de soldados del ejército de Sui, por entonces, país más grande del continente asiático, y defendieron el honor de su país y la dignidad nacional.

    También la población de Silla y Paekje, Reinos del Sur del país, mantenían una posición tan inconmovible en la defensa de su tierra que los enemigos foráneos tuvieron que renunciar a las invasiones.

    Si en la época de los Tres Reinos, Coguryo, Silla y Paekje hubieran luchado unidos contra el enemigo extranjero, la Patria habría alcanzado un desarrollo mucho mayor.

    Cuando invadió Khitan con un ejército de centenares de miles de hombres, la población de Coryo, al mando del célebre general Kang Kam Chan, asestó golpes demoledores al enemigo en el río Amnok y en Kusong, y salvó al país.

    En la época de la dinastía de los Ri, nuestro pueblo hizo frente valerosamente a los enemigos extranjeros. Sin embargo, los gobernantes feudales, en lugar de reforzar la defensa del país y preparar al ejército para enfrentar la agresión del enemigo foráneo, no hacían más que cantar loas a una vida de paz y de solaz. Esta fue la oportunidad que aprovecharon en el año Imjin (1592) los crueles samuráis para invadir nuestro país con su enorme ejército. Los gobernantes feudales, que nunca se habían preocupado de organizar la defensa permanente del país, carcomidos por la pereza e incapaces de cortar el camino a la invasión nipona, huyeron a Uiju con el rey, abandonando al país y el pueblo al pillaje del enemigo.

    Pero el pueblo coreano, inteligente y audaz, combatió heroicamente contra el agresor en todas partes, lo mismo en el Mar Sur y en Jinju que en Yonan, Pyongyang y otros lugares. El almirante Ri Sun Sin supo defender, con las escasas fuerzas de marina con que contaba, el estrecho marítimo de la provincia de Jolla, cerrándole el paso al adversario nipón, y alcanzó en la isla Hansan una relevante victoria al causarle una decisiva derrota a la marina de guerra japonesa. Kwak Jae U y otros patriotas organizaron la lucha de voluntarios en distintos lugares para aniquilar al enemigo japonés. También lo hicieron los campesinos, los dignatarios de rango inferior e incluso los bonzos que vivían retirados en las montañas. Hasta mujeres acudían de todas partes a combatir a los agresores. Después de siete años de guerra a vida o muerte, el pueblo coreano consiguió expulsar a los feroces y siniestros samuráis y salvaguardar el honor y la dignidad del país.

    A mediados del siglo XIX nuestro país fue otra vez víctima de una agresión, ahora por parte de potencias capitalistas de Europa y de Norteamérica. Los gobernantes feudales, impotentes e inveterados, seguían enzarzados en luchas sectarias para la autoridad y placeres personales, desentendiéndose del país y el pueblo. Y otra vez fue el pueblo quien no se dejó someter sino que le hizo frente a los agresores imperialistas foráneos.

    En 1866 habitantes de Pyongyang hundieron el barco pirata yanqui “General Sherman”, que había penetrado por el río Taedong, y en otra ocasión el pueblo y los militares habían obligado a retirarse a un barco incursionista francés.

    En 1894 estalló en la provincia de Jolla una guerra campesina contra la infame política de los gobernantes feudales. Campesinos, militares y hombres de letras patrióticos libraron una cruenta lucha contra los gobernantes y contra el ejército agresor japonés, que había aprovechado el caos interno para invadir el país.

    Como hemos visto, a lo largo de cinco milenios el pueblo coreano ha venido luchando contra agresores extranjeros, sin doblegarse, para salvar la Patria, dando al mundo entero pruebas de fervoroso amor a la Patria, de valor y de indoblegable espíritu.

    Pero los gobernantes feudales, en lugar de rechazar a las fuerzas extranjeras y de procurar aumentar las propias fuerzas para salvaguardar el país, adulaban servilmente cada cual a su manera a las primeras y, apoyándose en ellas, proseguían las riñas sectarias, hasta llegar a perpetrar una acción traidora al país y a la nación, que eternamente sería condenada: la venta de la Patria a los agresores japoneses.

    Incluso después de ser ocupado nuestro país por los imperialistas nipones en 1910, nuestro pueblo no dejó de luchar: han surgido el movimiento de voluntarios, el movimiento del Ejército Independentista y otros movimientos antijaponeses de obreros, campesinos y jóvenes estudiantes. A finales de los años de 1920 empezó una lucha violenta contra el imperialismo nipón y sus lacayos.

    En particular, a principios de los años de 1930, nosotros, los comunistas, auténticos patriotas, organizamos y desplegamos la heroica Lucha Armada Antijaponesa, elevando así la lucha de liberación nacional de Corea a una etapa superior, y asestamos durante más de una década duros golpes político-militares a los enemigos imperialistas nipones, arrastrándolos a la derrota.

    Valeroso e inteligente, el pueblo coreano nunca se rendirá, y el espíritu de Corea perdurará en el tiempo. No cabe duda que la lucha antijaponesa de liberación nacional del pueblo coreano, guiada por la invencible ideología revolucionaria del marxismo-leninismo, triunfará, y que recuperaremos sin falta la Patria. Se aproxima el día en que el espíritu de Corea brillará ante el mundo entero.

    Con el estudio a fondo de la gloriosa historia de estas luchas del pueblo coreano, debemos avivar más nuestro amor a la Patria, el orgullo nacional y el odio implacable al enemigo.

    El pueblo coreano es una nación civilizada, una nación con talento e inteligencia, que ha creado brillantes tradiciones en lo que se refiere al progreso de las ciencias y de la cultura.

    Desde la antigüedad, nuestros antepasados crearon una rica cultura que a su vez ha hecho florecer la cultura del Oriente.

    Ya en tiempos remotos se conocía en nuestro país la fundición del hierro, y en la época de los Tres Reinos tenían amplia difusión los utensilios de este metal y se desarrolló mucho la orfebrería en oro, plata y cobre.

    En la primera mitad del siglo VII, nuestros antepasados construyeron el Chomsongdae, observatorio astronómico que llegó a alcanzar fama mundial y contribuyó notablemente al progreso de la meteorología y la astronomía.

    En esa misma época de los Tres Reinos la arquitectura conoció también un gran desarrollo. La pagoda de nueve gradas en el Templo Hwangnyong, erigida en el siglo VII, y las pagodas Tabo y Sokka del Templo Pulguk que todavía hoy conservan, al cabo de un milenio y varios siglos, su aspecto original, son pruebas fehacientes del nivel que alcanzó la arquitectura en aquellos tiempos. Los frescos en las antiguas tumbas de Coguryo, que pese a los milenios transcurridos, conservan claros los colores, y las esculturas del Templo Sokkul de Silla, son testimonio del alto desarrollo que tenía el arte pictórico de nuestro país en la antigüedad.

    En tiempos inmemoriales florecieron en nuestro país la música y la danza. Nuestros antepasados crearon el kayagum y el komungo y otros instrumentos musicales de gran perfección, con los cuales desarrollaron la música y la danza nacional de bellos y graciosos movimientos.

    Ya desde la época de los Tres Reinos, el desarrollo de la cultura, las técnicas de la metalurgia y la cerámica muy desarrolladas de nuestro país llegaron a difundirse y a ser famosos en países lejanos. Por entonces nuestros artesanos, constructores, pintores y sabios fueron a Japón a difundir las letras y la técnica, influyendo en gran medida al progreso de la cultura en ese país.

    El pueblo de Coryo aportó un gran avance a la tipografía, al inventar por primera vez en el mundo tipos metálicos; extendió la fama de nuestro país por el mundo con sus obras de cerámica de vivos colores y maravillosos dibujos y formas, obras que el mundo considera de gran valor artístico.

    En la época de los Tres Reinos nuestro pueblo comenzó a usar las letras Ridu, y en 1444 el Hunmin Jong-um, un alfabeto más adelantado, que contribuiría considerablemente al progreso de la cultura.

    Mientras los gobernantes feudales, enfangados en el servilismo a las grandes potencias, mataban el tiempo adoctrinándose en los dogmas confucionistas o cantando loas a la naturaleza y la luna, el pueblo creaba con su destacado talento obras de arte de valor universal, construía, en colaboración con los técnicos, el original y poderoso kobukson, —buque tortuga—, el primer barco de guerra blindado que conoce el mundo.

    Solo estos hechos que hemos mencionado nos dan una idea clara de lo ingenioso e inteligente que es nuestro pueblo, de la inestimable contribución que ha hecho al progreso de las ciencias y de la cultura de la humanidad.

    Nosotros, los comunistas, tenemos que conocer bien las tradiciones de la ciencia y de la cultura acumuladas por nuestros antepasados y saber apreciarlas. Solo así se podrá desarrollar en la Patria liberada una ciencia que sirva de verdad al pueblo y a la construcción de una nueva sociedad, y crear una cultura nacional, democrática y socialista. La nueva cultura nacional, socialista, no surge de la nada ni mucho menos; nace en un proceso de herencia y desarrollo con espíritu crítico de las mejores tradiciones culturales que nos legaron las generaciones anteriores. Para crear en el porvenir una nueva cultura nacional, socialista, nos hace falta conocer bien las mejores tradiciones culturales de la nación, analizarlas y valorarlas con sentido crítico.

    Somos una nación homogénea con una historia de cinco milenios, una nación de hombres intrépidos y decididos que desde tiempos remotos han venido luchando enérgicamente contra los invasores extranjeros y contra toda clase de gobernantes reaccionarios. Una nación inteligente que ha hecho mucho por el progreso de las ciencias y de la cultura de la humanidad.

    Nosotros, los comunistas, que queremos más ardientemente que nadie a la Patria y al pueblo, tenemos que mantener muy altos la autoestima y el orgullo como integrantes de la nación coreana, así como la dignidad y el orgullo revolucionarios como combatientes que venimos sosteniendo una sangrienta lucha desde hace más de diez años por la libertad y la independencia de la Patria. Cuando no se tiene esa autoestima nacional y ese orgullo revolucionario, se cae en la mezquindad y la humildad del nihilismo nacional y del servilismo a las grandes potencias, ideas perniciosas que conducen, a fin de cuentas, a traicionar a la Patria, a la nación. Nosotros, que somos comunistas y que sabemos amar más que nadie a la Patria y la nación, tenemos que ser intransigentes en la lucha contra el nihilismo nacional y el servilismo a las grandes potencias, que hacen caso omiso de la nación y la historia del país.

    Si no hubiésemos sentido el patriotismo ferviente que nos llama a defender la dignidad de la Patria y a querer a la nación, no habríamos podido ser auténticos patriotas, ni tampoco verdaderos comunistas fieles a la revolución del país. Como somos patriotas que queremos y apreciamos más que nadie a la Patria y la nación, emprendimos la lucha para salvar a la una y otra, a las que el imperialismo japonés tiene subyugadas, y a estas alturas somos excelentes comunistas, dotados con una firme concepción revolucionaria del mundo, marxista-leninista, y forjados en el curso de una larga lucha revolucionaria.

    Debemos conocer bien no solo la historia de la Patria, sino también su geografía.

    El objetivo final de nuestra revolución es convertir Corea en un país poderoso y rico, con una vida abundante y llena de felicidad para el pueblo. Dicho con otras palabras: construir en nuestro país un paraíso socialista, comunista. ¿Y quién va a construirlo, si no nosotros mismos? Tenemos que derrotar al imperialismo nipón y después levantar sobre la tierra patria un Estado socialista con una industria y una agricultura desarrolladas como en la Unión Soviética. Y para ello tendremos que explotar los recursos que nuestro país posee en abundancia, restaurar y desarrollar todas las ramas de la economía: la industria, la agricultura, la industria pesquera, etc.

    Nuestro país reúne todas las condiciones, tanto por su superficie y población como por sus recursos naturales, para construir un Estado soberano e independiente, rico y poderoso.

    Situado al Este de Asia, nuestro país linda por el Norte con el continente, estando bañado por el mar en sus tres partes restantes: Este, Oeste y Sur. Con más de 220 000 kilómetros cuadrados de superficie y 23 millones de habitantes, no somos un país grande, pero tampoco es pequeño. En el mundo hay muchos países que se consideran por ahora potencias o países civilizados, siendo mucho más pequeños que el nuestro en superficie y población. Y en cuanto a los recursos naturales, los hay pocos tan ricos como el nuestro.

    El subsuelo de nuestro país es abundante en mineral de hierro y en centenares de variedades de otros minerales útiles y preciosos. De nuestro suelo podría decirse que es un verdadero cofre lleno de oro, plata, piedras preciosas, etc.

    En la meseta Paekmu, en el Norte, hay yacimientos inagotables de magnetita, y en las llanuras del Oeste abunda la limonita de alta ley. Las reservas de hierro descubiertas hasta el presente llegan a una cifra muy fabulosa, a muchos miles de millones de toneladas, pero se espera en un futuro descubrir más.

    En las regiones del Norte hay ricos yacimientos de carbón bituminoso de mucho valor calorífero, mientras que en las regiones de la provincia de Phyong-an del Sur y en la cordillera Thaebaek, de la zona central, son inagotables las reservas de antracita. Nuestro suelo guarda carbón en cantidades que verdaderamente no se llegarán a consumir en muchas generaciones.

    En el subsuelo de nuestro país, hay, además, oro, plata, cobre, plomo, zinc, grafito, molibdeno, magnesita y otros metales y minerales preciosos en tales cantidades que otros países quisieran tener. Piedra caliza la hay por todas partes y en grandes cantidades.

    También somos ricos en recursos energéticos sobre todo de origen hidráulico. En la meseta Kaema que llamamos el techo del país, y en otras comarcas del Norte hay recursos hidráulicos para producir millones de kilovatios de electricidad. Si trasvasamos el agua de las mesetas Kaema y Pujon en dirección al Mar Este, podremos conseguir una fuerte caída de aguas, por lo cual sería idóneo construir allí centrales eléctricas. Aquí, precisamente, se hallan las Centrales Hochongang, Jangjingang y Pujongang, y la Central Eléctrica de Suphung, la más grande del Oriente, con una capacidad generadora de 700 000 kilovatios, aprovecha también los recursos hidráulicos del Norte. Si en el futuro conseguimos aprovechar eficazmente los recursos hidráulicos, podremos llegar a crear una capacidad, por lo menos, de unos cuantos millones de kilovatios. Si lo logramos nuestro país tendría abundante electricidad.

    En nuestro país se da el arroz más rico del mundo. En el Sur las llanuras Mangyong en Kimje, Ryongnam y Kyonggi rinden cosechas anuales de millones de soks de blanquísimo arroz, y en el Norte, las llanuras Yonbaek, Namuri y Pura. Todos los años se recogen más de quince millones de soks en una superficie de más de un millón de hectáreas. En el futuro, cuando tengamos construido un Estado popular, podremos obtener centenares de miles de hectáreas de tierra fértil ganando las marismas al Mar Oeste; allí podremos recoger varios millones de soks de arroz. Los frutales de nuestras colinas dan muy ricas cosechas. Las frutas de nuestro país son muy apreciadas, como por ejemplo, las manzanas de Hwangju, Taegu, Anbyon y Pukchong, las mandarinas y los caquis de las zonas del litoral meridional, las peras de Haeju y Togwon, y las dulces castañas de Pyongyang y Jungsan.

    Bañado por el mar por tres partes, nuestro país posee muchas riquezas marítimas. En el Mar Este, que está aledaña a una de las tres grandes zonas pesqueras del mundo, hay mucha variedad de especies y la pesca es abundante. En la primavera suben del Sur cardúmenes de caballa y boquerón, mientras que del Norte baja el arenque. En el verano aparecen cardúmenes de sardina, y en invierno empiezan a abundar los cardúmenes de abadejo de Alaska, especie muy apreciada en Corea. Solo con la captura de estas especies migratorias la pesca llegaría a ser de millones de toneladas. En el Mar Este abundan también el salmón y el atún y otras especies de las más estimadas. También en los Mares Sur y Oeste abunda la pesca.

    Como se ve, nuestro país es rico en recursos. Sin embargo, nuestro pueblo no puede beneficiarse aún de estas riquezas. Hoy por hoy los imperialistas japoneses, para suplir la enorme cantidad de material de guerra frente a la agresión a China y la Guerra del Pacífico, nos roban cada año ocho mil millones de kilovatios-hora de electricidad, más de tres millones de toneladas de minerales de hierro, más de cinco millones de toneladas de carbón y más de ochocientos mil de cemento. Se llevan también a su país diez millones de soks de arroz, dos tercios y pico de toda la producción, más de cien mil cabezas de ganado bovino y los productos marítimos de los Mares Este, Oeste y Sur. El pillaje del imperialismo nipón merma rápidamente las riquezas del país. Para poner los ricos recursos del país al verdadero servicio del pueblo, es indispensable derrotar al imperialismo japonés y construir un Estado popular, donde los obreros y campesinos sean sus dueños. Después de establecido tal Estado, si desarrollamos las industrias de electricidad, carbón, metalurgia y química, así como la agricultura y la industria pesquera sobre la base de esos abundantes recursos, nuestra Patria será un país civilizado, fuerte y rico, con una industria avanzada; un país que tendrá de todo; entonces nuestro pueblo verá hecha realidad su anhelo milenario: una vida feliz, rica comida a base de arroz y carne. Si las cosas son así, no solo los 23 millones de habitantes de ahora, sino incluso cien millones podrían tener lo suficiente para vivir felices.

    Nuestro país, además de abundantes recursos, posee una hermosa naturaleza. Las montañas, altas o bajas, y los ríos de cristalinas aguas, que por doquier se ven, ofrecen un panorama maravilloso. Desde el gran monte Paektu, en el Norte, se desprende una cadena prolongada de pintorescas cordilleras que terminan en el monte Halla, en la isla Jeju, pasando por los montes Kumgang y Thaebaek. Nuestro país es, literalmente, un territorio de montes y ríos dorados que se extienden a lo largo de tres mil ríes: extensas llanuras por las que corren los ríos Amnok, Tuman, Taedong, Han, Raktong y Kum, regando con sus aguas, cual hilos lácteos, las tierras del Este, Oeste y Sur; miles de leguas de litoral bordeado de pintorescos paisajes. Es más, tenemos fuentes termales en Juul, Yangdok y en muchos otros lugares, y por doquier, en Sambang y Kangso especialmente, manantiales de aguas minerales.

    Bellas las montañas, cristalinas las aguas, pintorescos los paisajes, ¡cuán feliz paraíso sería nuestro país, si todo esto estuviera al servicio de la salud y del descanso del pueblo! Tenemos que liberar cuanto antes la Patria, construir casas de reposo en los lugares más pintorescos, para que los trabajadores puedan gozar de un buen descanso, y levantar sanatorios para el fomento de la salud del pueblo allí donde el agua sea más cristalina y el aire más puro.

    Existen en el mundo muchos países, pero habrá muy pocos tan hermosos como el nuestro, tan propicios para vivir como nuestra Patria. Paisajes deliciosos de montañas y ríos, campos fértiles donde maduran toda clase de cereales y frutas, riquezas en oro, plata y otros tesoros que guarda nuestro subsuelo, y un pueblo inteligente, valeroso, civilizado, ¡cómo no decir que tenemos una Patria digna y preciosa!

    Sin embargo, nuestro pueblo arrastra hoy la vida más pobre del mundo. Nuestra brillante cultura nacional, de cinco milenios de tradiciones, va deslustrándose. A nuestro pueblo le despojaron del derecho a comer el arroz que él mismo cultiva, le privaron hasta del derecho de viajar libremente en su propia tierra. Gran número de compatriotas, hermanos y hermanas nuestros, viven una vida de hambre. Mientras no derrotemos al enemigo imperialista japonés y no construyamos un país para el pueblo, un país donde los obreros y campesinos sean los dueños, el encanto de nuestras montañas y de nuestros ríos no podrá embelesarnos ni la abundancia de oro y plata redundará en beneficio de nuestro pueblo.

    Los comunistas, los revolucionarios coreanos, tenemos que expulsar a los imperialistas nipones y hacer realidad los anhelos seculares de recuperar la Patria, así como edificar un paraíso comunista en la tierra de tres mil ríes, para que todo el mundo admire nuestra Patria. Precisamente para materializar esta misión histórica, venimos luchando desde hace ya más de diez años y continuaremos la lucha.

    
2. ALGUNAS TAREAS INMEDIATAS


    Actualmente, en la Segunda Guerra Mundial, los imperialistas japoneses se ven en una situación peliaguda, y a medida que se aproxima la derrota van cayendo cada vez más en la exasperación.

    La opresión y el saqueo a nuestro pueblo por parte del imperialismo nipón llegan al extremo después de estallar la Guerra del Pacífico. En Corea tienen acantonadas permanentemente más de tres divisiones. Además cuentan con un enorme aparato de policía, gendarmería y otros cuerpos de represión fascista para atropellar a los coreanos. A todo el que les parece sospechoso le cuelgan la etiqueta de “coreano desobediente”, le detienen o le encarcelan sin fundamento alguno.

    Los policías japoneses ultrajan incluso a los ancianos bajo el pretexto de “ciudadano indigno”, por el solo hecho de que no se puedan aprender de memoria en japonés el “juramento de los ciudadanos del Imperio Japonés”, y castigan severamente a los niños por el “crimen” de hablar en coreano.

    Los imperialistas japoneses, además de que actúan frenéticamente para suprimir todo lo nacional nuestro, explotan sin freno la fuerza de trabajo y los bienes materiales so pretexto de “realizar la guerra”. Arrastran a la fuerza al campo de batalla como carne de cañón a gran número de jóvenes coreanos bajo el nombre de militares conscriptos. Asimismo llevan a Japón, a título de conscripción laboral, a casi todos los jóvenes y hombres de mediana edad aptos para el trabajo, y allí los someten a trabajo forzado en las minas o en instalaciones militares.

    A los que se libran de la conscripción laboral, los movilizan forzosamente al “cuerpo de servicio laboral al Estado”, para explotarlos sin límites en trabajos sin remuneración. Hasta los pequeños, los escolares, están obligados a cumplir el “servicio laboral” en trabajos permanentes y pesados.

    Pero eso no es todo. Para cubrir las crecientes demandas de la guerra, los imperialistas nipones redoblan el pillaje económico como nunca lo han hecho, se llevan hasta las vajillas y los cubiertos de latón.

    Pero aun bajo esta opresión extrema del enemigo, el pueblo coreano, estimulado por la actividad política y militar de nuestro Ejército Revolucionario Popular, lucha con energía contra el imperialismo japonés. En fábricas de Seúl, Pyongyang, Chongjin, Hungnam, Pusan y otras ciudades industriales de importancia y en las principales obras de construcción, puertos e industrias de guerra los obreros efectúan continuamente huelgas y sabotajes, deserciones colectivas y otras acciones de lucha de diversa índole. Los campesinos se niegan a la entrega forzosa de productos agrícolas y luchan sin doblegarse contra las monstruosas contribuciones de tiempo de guerra y la movilización forzada. Son frecuentes los incidentes ideológicos de los profesores y estudiantes, las huelgas estudiantiles, la renuncia de jóvenes y adultos a enrolarse en las conscripciones militar y laboral, y en los trabajos forzados. De modo especial entre las masas se nota, cada día más nítidamente, la decisión de alzarse en armas apoyando a la Lucha Armada Antijaponesa, y muchos jóvenes estudiantes procuran establecer contacto con el Ejército Revolucionario Popular de Corea.

    Pequeñas unidades del Ejército Revolucionario Popular de Corea desafiando la densa red de vigilancia que a lo largo de la frontera han extendido permanentemente los imperialistas japoneses con centenares de miles de efectivos, consiguen penetrar en el país y logran grandes éxitos con sus hábiles operaciones. Mientras tanto, el grueso se prepara fructíferamente en el aspecto político y militar para recibir el gran acontecimiento.

    Ante la inminente derrota, los imperialistas nipones realizan desesperados esfuerzos para impedirla, pero la situación interna y externa del país se está desenvolviendo decididamente a favor de la revolución.

    Sin embargo, por muy madura que esté la situación revolucionaria en el interior y exterior del país, los comunistas, que somos la fuerza dirigente de la revolución coreana, no podremos lograr la victoria decisiva de la revolución si no nos responsabilizamos de la organización y movilización exitosas de las masas.

    Tenemos que luchar con todas nuestras energías y todo nuestro talento para adelantar al máximo el gran acontecimiento, la liberación de la Patria.

    Para preparar con iniciativa el gran acontecimiento de la restauración de la Patria, debemos intensificar aún más las actividades político-militares del Ejército Revolucionario Popular de Corea, y dar así mayor temple a nuestras propias fuerzas revolucionarias y preparar a la nación entera para la lucha final contra el imperialismo nipón.

    Para ello es preciso, en primer lugar, aglutinar con firmeza a todas las fuerzas patrióticas, dando un fuerte impulso, a escala de todo el país, al movimiento de frente unido nacional antijaponés, de cara a preparar un firme terreno de masas para el combate decisivo contra el bandidesco imperialismo japonés.

    Tras la fundación en mayo de 1936 de la Asociación para la Restauración de la Patria, el movimiento del frente unido nacional antijaponés consiguió progresos de mucha trascendencia en nuestro país.

    Al formarse numerosas organizaciones subordinadas a la Asociación para la Restauración de la Patria en las zonas ribereñas de los ríos Amnok y Tuman y hasta en el interior del país, diversas clases y capas del pueblo pudieron adherirse al mencionado frente.

    Pese a la cruel represión del imperialismo nipón, a partir del año 1939 se están ampliando las organizaciones filiales de este frente en las comarcas del Noreste del Paektu y en muchas otras zonas del interior del país.

    Hay que decir que al frente unido no se han incorporado todavía en la medida suficiente todas las fuerzas patrióticas antijaponesas del país. Si no conseguimos organizar y aunar con solidez a todas las fuerzas antijaponesas, no dispondremos de una firme base de masas para las futuras luchas decisivas que se librarán en el interior contra el imperialismo japonés. De ahí que extender y consolidar, a escala de toda la nación, las organizaciones del frente unido nacional antijaponés, organizar y agrupar en ellas el mayor número posible de fuerzas, sea el factor clave que determinará los resultados de nuestro combate final. Tenemos que destinar al interior del país al mayor número de agentes políticos competentes para que creen en todas partes organizaciones de base del frente unido nacional antijaponés e impulsen más enérgicamente las actividades organizativas y políticas encaminadas a agrupar a las amplias fuerzas antijaponesas que son jóvenes estudiantes, intelectuales, capitalistas nacionales conscientes, creyentes patriotas, etc., con los obreros y los campesinos como núcleo.

    Actualmente en el interior del país están más maduras que nunca las condiciones objetivas para fortalecer y desarrollar el frente unido nacional antijaponés. La extremadamente cruel represión y el saqueo de los imperialistas nipones han arrastrado a una situación crucial a todos los coreanos, sin distinción de opiniones políticas, bienes de fortuna, grado de conocimientos y creencias religiosas. A los obreros los someten a la conscripción laboral, cuando no, a cumplir extenuantes labores forzadas en fábricas de guerra, como si fueran otros presos más. Por toda alimentación reciben cien gramos de bagazo de soja que traen de Manchuria. Y con eso tienen que cumplir agobiantes trabajos en una interminable jornada.

    Claro es que de salario o de seguridad en el trabajo, no hay ni que hablar.

    La situación de los campesinos todavía es más trágica. El campo produce muchísimo menos que antes, pues la tierra está arruinada y se siente la carencia de gente joven o adulta. La mayor parte de lo que se produce lo confiscan los imperialistas japoneses, los terratenientes y los altos dignatarios. A los campesinos no les queda nada para cubrir sus necesidades.

    Según las estadísticas de los imperialistas japoneses, que por cierto están disminuidas, en primavera, la época de hambre, las familias carentes de alimentos llegan a más del cincuenta por ciento. Pero, de hecho, el campesinado entero a duras penas pasa el invierno con la raíz de kudzú que saca de debajo de la nieve, mientras que en la primavera se alimenta con raíces de hierbas. Como si todo esto fuera poco, el enemigo vuelca sobre los campesinos todo el peso de las contribuciones de guerra: “contribución para la defensa nacional”, “donación para las armas”, “billetes de lotería”, etc. Ya han empezado a roer, por decirlo así, los huesos del campo coreano, de por sí bastante esquilmado.

    La situación de los estudiantes y los intelectuales es también sumamente grave. La guerra incluso ha cerrado las escuelas. El escaso estudiantado que había en las universidades y en las escuelas especializadas fue reclutado bajo el nombre de “voluntarios”, y las escuelas secundarias se han convertido en centros de instrucción militar. Hasta el alumnado de primaria se ve obligado a pasar la instrucción militar, y son más los días de trabajo forzado que los de estudio escolar.

    Como se ve, hoy día nuestros obreros y campesinos y todas las demás clases y capas del pueblo coreano se encuentran en realidad en la peor de las situaciones. “¿Cuándo se derrumbará este maldito mundo?”, dicen los coreanos, y esperan con ansia que nuestro Ejército Revolucionario Popular de Corea aniquile cuanto antes al imperialismo japonés y salve la nación.

    En estas condiciones, si desarrollamos activamente el movimiento del frente unido nacional antijaponés, todas las clases y capas se adherirán sin falta a él, excepto, claro está, un puñado de projaponeses y traidores a la nación. Así pues, en vista de la brutal represión y del exterminio de seres humanos por parte de los japoneses y de su tupida red de vigilancia, tenemos que esforzarnos enérgicamente por aprender hábiles métodos de trabajo político y de actividad clandestina, así como para organizar y movilizar con éxito a las masas populares en la batalla decisiva.

    En segundo lugar, hay que formar en el interior del país bases revolucionarias, sólidos puntos de sostén organizativo. Para esa batalla final contra el bandidesco imperialismo nipón, necesitamos bases firmes en las que se apoyen las principales unidades del Ejército Revolucionario Popular de Corea. Sin esas bases no se podrán suplir y ampliar con rapidez las filas del Ejército Revolucionario Popular de Corea con la juventud del interior del país, ni instruirla en poco tiempo, ni asestarle al enemigo golpes decisivos.

    Dada la situación creada y la correlación de fuerzas entre el enemigo y nosotros, es de suma importancia crear bases revolucionarias en el interior del país. En el futuro los imperialistas japoneses se verán sumamente aislados y obligados a dispersar sus fuerzas, con lo que se crearán muchos resquicios en el interior del país. Aprovechando estos resquicios, podremos crear bases revolucionarias en montañas de distintos lugares del país, bases que nos servirán de apoyo para ampliar y fortalecer las filas armadas y propiciar un terreno de masas para éstas.

    También es óptimo el terreno entre las masas para formar bases revolucionarias. Hoy por hoy, en el interior del país hay, además de las organizaciones revolucionarias clandestinas que habíamos creado tiempo atrás, muchos jóvenes refugiados en las montañas, adonde han huido del reclutamiento militar y laboral ordenado por el imperialismo japonés. En distintos lugares, los jóvenes han formado organizaciones secretas y se hacen de armas, listos para colaborar en la eventual ofensiva del Ejército Revolucionario. Hay entre ellos muchos jóvenes que ya tienen contacto con nuestro ejército o que se esfuerzan con afán por tenerlo; otros arriesgan su vida para llegar a nuestras unidades. Dadas las circunstancias, si consolidamos las bases revolucionarias en las cordilleras de Rangnim, Thaebaek y otras zonas montañosas del interior del país y lanzamos un llamamiento a los jóvenes coreanos, irían allá en gran número. Si ampliamos rápidamente nuestras filas armadas con estos jóvenes, teniendo como espina dorsal a los compañeros ya formados y forjados a lo largo de más de diez años de Lucha Armada Antijaponesa, y si los instruimos y emprendemos más tarde el combate a vida o muerte contra el imperialismo japonés, sí que podremos, con toda seguridad, expulsarlo de nuestro suelo y cumplir la gran tarea de recuperar la Patria con nuestras propias fuerzas.

    Tenemos que estar listos para, una vez creadas las condiciones, entrar pronto en el país con el grueso de nuestro ejército. Y una vez allí las unidades principales deberán ocupar las montañas dislocándose por zonas, como las provincias de Hamgyong del Norte y del Sur, Phyong-an del Norte y del Sur, Kangwon, Hwanghae y otras, e incorporar en sus filas, en contacto con el núcleo dirigente que ya hemos formado en cada localidad, a los jóvenes que andan por las montañas en busca de nuestras unidades, huyendo del reclutamiento militar y laboral, así como a otros muchos jóvenes patriotas, para armarlos e instruirlos. Así debemos preparar la batalla definitiva.

    Con este fin es preciso anticipar la formación de unidades principales por zonas, y de unidades de reserva, y preparar las armas necesarias.

    Contamos con suficientes medios para armar a las masas populares revolucionarias del país en cuanto lo exija la situación. Disponemos ya de una gran reserva de armamento arrebatado al enemigo en los años pasados, y tenemos posibilidades suficientes para armar a más gente, arrebatándole las armas al enemigo, cuando suceda el gran acontecimiento. Es del todo posible, pues, armar las filas en rápido crecimiento, como lo demuestran las experiencias adquiridas en más de diez años de combates reales.

    Por otra parte, algunas de nuestras unidades deberán establecer nuevas bases guerrilleras en el Este y Sur de Manchuria y ampliar el área de la lucha armada, manteniendo a raya a los efectivos del ejército Guandong, en apoyo al grueso de nuestras fuerzas, que operaría en el interior del país.

    Tenemos preparadas ya las fuerzas de núcleos dirigentes capaces de liberar a la Patria con nuestros propios medios. Contamos con cuadros de mando dotados de rica experiencia y de la técnica de combate que adquirieron en las más diversas circunstancias, durante más de una década de duros años de encarnizadas luchas y actividades político-militares; contamos, además, con cuadros políticos que poseen un elevado arte de dirección y métodos revolucionarios de trabajo para organizar y dirigir a las masas, compenetrándose con ellas.

    Este núcleo rector revolucionario es, verdaderamente, un valioso tesoro de la revolución coreana. Si, cuando llegue la hora, agrupamos a toda la nación en una unidad combativa, teniendo como armazón a estos núcleos dirigentes, y entablamos la batalla definitiva contra el bandidesco imperialismo japonés, no cabe duda que lo aplastaremos.

    En tercer lugar, todos los cuadros de mando y los soldados del Ejército Revolucionario Popular de Corea deben prepararse cabalmente tanto en el sentido político como militar, para recibir el gran acontecimiento de la recuperación de la Patria.

    En la lucha revolucionaria el triunfo o el fracaso depende en gran medida de la preparación político-ideológica de sus participantes y, sobre todo, del nivel político-teórico y del arte rector de las personas de mando que organizan y dirigen la lucha. Por muy favorable que sea la situación y por muy maduras que estén las condiciones, si los dirigentes que organizan y dirigen la lucha no trazan una estrategia y una táctica acertadas, ni aseguran una dirección científica, partiendo de un cálculo correcto de la correlación de fuerzas entre nosotros y el enemigo, no podrán conducir a las masas hacia la victoria. De ahí que lo más importante para recibir bien preparados el gran acontecimiento, consista en que nosotros, los dirigentes de la revolución, nos armemos firmemente con la teoría revolucionaria del marxismo-leninismo, tracemos una estrategia y una táctica correctas y poseamos un probado arte de mando. Esto es una tarea apremiante no solo para triunfar en el combate decisivo por la liberación de la Patria, sino también para construir una Patria nueva, después de derrotado el imperialismo japonés y liberada la Patria.

    Nuestra misión no se acaba con la liberación de la Patria. Tenemos que crear en la Patria liberada un Estado popular, soberano e independiente, rico y poderoso. Pero no podremos cumplir con éxito este deber sagrado si no conocemos las teorías revolucionarias y los problemas prácticos de la construcción del Estado. Y para elevar su nivel político y teórico, los miembros del Ejército Revolucionario Popular de Corea deben estudiar más que nunca.

    Todos los cuadros de mando y los soldados tienen que estudiar a fondo, sobre todo, las orientaciones estratégico-tácticas de la revolución coreana y la realidad de Corea, comenzando por la historia y la geografía de la Patria.

    Además, todos los cuadros de mando y los soldados del Ejército Revolucionario Popular de Corea deben elevar a un nivel superior su técnica militar.

    Nuestros cuadros de mando y los soldados del Ejército Revolucionario Popular de Corea constituyen un tesoro, son hombres con ricas experiencias adquiridas en más de 10 años de lucha en el fuego de la ardua guerra de guerrillas. Pero solo con la lucha de guerrillas no podremos ganar la batalla decisiva que habrá que librar contra el bandidesco imperialismo japonés. Tendremos que enfrentarnos en una lucha a vida o muerte, cara a cara, al poderoso ejército nipón pertrechado con moderna técnica militar. De modo que si no aplicamos hábilmente todos los métodos modernos de combate, tales como operaciones ofensivas, operaciones de desembarco marítimo y aéreo, etc., no podremos combatir con éxito al ejército agresor del imperialismo japonés. Tenemos, pues, que combinar las ricas experiencias acumuladas en la guerra de guerrillas con la técnica militar moderna, los métodos de lucha de guerrilla, de una habilidad extraordinaria, con los métodos modernos de combate, para superar al enemigo estratégica y tácticamente y aniquilarlo.

    Con estas miras necesitamos estudiar y aprender bien las tácticas de ofensiva y defensa propias del ejército regular, e intensificar los ejercicios de desembarco marítimo y aéreo y otros entrenamientos tácticos que tienen como objeto asimilar los modernos métodos de combate.

    Está claro que en un corto plazo de tiempo no nos será fácil terminar el estudio político-teórico —lo que equivaldría a varios años en una universidad regular—, y el estudio militar, igual a varios años de asignaturas militares en la escuela regular de oficiales.

    Pero nosotros no somos simples estudiantes, sino combatientes revolucionarios que estamos sosteniendo una sangrienta lucha revolucionaria. No estudiamos por el mero hecho de elevar nuestra capacidad personal, sino que en el estudio vemos un problema de responsabilidad relacionado con la liberación y el destino futuro de la Patria; es una tarea combativa que nos han encomendado nuestra querida Patria y la revolución. Los revolucionarios son gentes de férrea voluntad, para quienes no hay nada imposible de realizar cuando la revolución lo pide. Somos combatientes revolucionarios que, cuando la revolución lo necesita, nos apoyamos en nuestras propias fuerzas, sean las circunstancias que sean. Con este espíritu revolucionario venimos avanzando, de victoria en victoria venciendo todas las pruebas y obstáculos.

    Los actuales cuadros de mando deben tener presente que en el futuro deberán mandar a varios miles o decenas de miles de oficiales y soldados, ocupando grados más altos. También los soldados tienen que tener conciencia de que en el futuro deberán llegar a ser cuadros políticos y militares capaces de mandar a cientos o a miles de soldados.

    De modo que, compañeros, tienen que estudiar para la Patria del porvenir, para el país del pueblo, para la futura sociedad socialista y comunista que se construirá en nuestra tierra, con la que soñaron nuestros compañeros de armas caídos en la sagrada lucha por la restauración de la Patria. Si estudiamos y nos entrenamos a lo revolucionario y lo combativo con la elevada conciencia y el alto espíritu de sacrificio propios de los revolucionarios, podremos dominar en poco tiempo todo tipo de teoría y técnica, por muy difíciles que sean.

    La Patria y el pueblo, que están viviendo una tragedia, nos esperan con ansia. La situación crítica nos apremia. Estudiemos todos, entrenémonos todos redoblando energías y poniendo en tensión todas nuestras fuerzas con el fin de estar preparados para el gran acontecimiento: la recuperación de la Patria.