En mayo de 2013 el estimado compañero Kim Jong Un visitó el Campamento de alpinismo del monte Myohyang para miembros de la Organización de Niños de la ciudad de Pyongyang, en que dilucidó tareas y vías para la administración más eficiente. Cuando pasó ya la hora de partida, el Mandatario no dio pasos fácilmente al carro y de repente preguntó a funcionarios por qué no se veía ni uno en el campamento.

Le respondieron que todos los niños subieron al monte para alpinismo, tardaría mucho tiempo en regresar y llegarían allí a eso de las 5 de la tarde. El Mandatario les dijo que los llamaran con prontitud, que se tomaría una foto junto con ellos, que de no serlo así los pequeños se sentirían muy lastimados y que los esperaría, por muy tensa que sea la agenda.

Los niños, al ver al Mariscal, le vitorearon y no contuvieron lágrimas de emoción. El Mandatario, diciéndoles que con lágrimas no saldría bien la foto, se posó junto con ellos ante la cámara.

El tiempo que Kim Jong Un consumió en espera de campistas era el más valioso dedicado a la generación creciente.