Un día de octubre de 1945, el gran Líder, camarada Kim Il Sung, quien visitó a los obreros de Kangson pasando de largo por Mangyongdae, tierra natal a la que añoraba hasta en su sueño, y dedicó duros esfuerzos todo el día indicando el método de la reconstrucción de la fábrica, preparaba aquella noche el informe histórico para el Congreso Fundacional del Partido no teniendo tiempo de descansar de la fatiga.
La noche avanzaba silenciosamente.
Un funcionario entró calladamente en su despacho, dijo que ya alboreaba y le pidió ansiosamente que descansara un momento. Pero él, sonriendo ligeramente, continuó la redacción diciendo que ya estaba acostumbrado y que la madrugada era la hora más preciosa para él.
Al terminar la redacción del informe del Congreso Fundacional del Partido frente a la mesa hasta el momento de la alboreada, él miró junto a la ventana al cielo del este que alboreaba.
Al pasar un momento, el gran Líder recibió el saludo de los funcionarios y, mirando cuidadosamente el cielo de este, dijo las palabras significativas que van lo siguiente:
Compañeros, se nos acerca la hora de registrar nueva página en la historia del movimiento comunista de nuestro país que sufrió pruebas y severas dificultades.
En aquel entonces, los funcionarios no entendieron bien la profundidad del significado de sus palabras cortas.
El gran Líder, quien acogió la mañana de la fundación del partido no pudiendo tener bien la cena del día anterior, se dirigió de inmediato, sin un momento de descanso, al lugar de la reunión donde iba a abrir el Congreso Fundacional del Partido.