Un día de verano en el año siguiente después de la liberación, el gran Líder, camarada Kim Il Sung, cuando estaba comiendo con los funcionarios, vio a un funcionario recién designado que estaba indeciso delante de la puerta y le dijo que entrara para comer.

Cuando el funcionario, sentado a la mesa, iba a coger la cuchara y los palillos, quedó sorprendido interiormente de que la mesa era sumamente sencilla: el arroz con cebada, el plato de una rueda de escombro y un plato de sopa.

El funcionario pensó que, aunque la situación con alimentos era difícil, la mesa era demasiada sencilla como que era el comedor del Comité Central del Partido.

El funcionario que miró a la mesa donde estaba el gran Líder, al oír la risa alegre, quedó sorprendido otra vez.

Porque la mesa del gran Líder era igual que la suya.

Pero el funcionario no pudo saber que una vez los funcionarios fueron criticados severamente por el gran Líder por haberle preparado la mesa separada.

Fue el gran Líder, quien había dicho que, como que los habitantes tenían dificultades con la alimentación, había que resolver el problema de la vida de la población compartiendo la pena y la alegría con el sentimiento de comer el arroz cocido en la misma caldera, que si no, no podían ser considerados como revolucionarios que luchaban por el pueblo sino serían clase privilegiada, y que le gustaba comer siempre con los funcionarios.