Dentro del colectivo todos se aman y se ayudan unos a otros con camaradería e iguales derechos.
El Dirigente Kim Jong Il dijo:
“Dentro del colectivo todos tienen que considerar como su obligación moral amarse y ayudarse unos a otros con camaradería, disfrutando de iguales derechos.”
A diferencia de las relaciones entre el colectivo y el individuo, las individuales se basan en la igualdad. Y no se da el problema de cuáles son más valiosas. Todas las gentes deben considerar como su obligación moral amarse y ayudarse unos a otros con camaradería, disfrutando de iguales derechos.
Es importante apreciar y respetar la camaradería y la obligación revolucionarias entre los camaradas.
Sólo el hombre, que ama y trata sinceramente a su camarada revolucionario, puede ser fiel al partido y la revolución. La ética revolucionaria permite ser fiel a su partido y líder en tiempos de severas pruebas, pero el que no la tiene aún en tiempos pacíficos no podrá serlo.
El amor camaraderil ha de ser fervoroso y sincero y basarse en los principios. Quien bajo el pretexto de amar al compañero hace vista gorda de sus errores sin pensar en ayudarle a corregirlos no tiene, se diría, un sincero sentimiento de afecto y obligación moral.
Por lo tanto, el revolucionario tiene que poseer una ardiente hermandad, confiar en los camaradas, amarlos de corazón y compartir con ellos las penas y alegrías, y, al mismo tiempo, tratarlos con los principios teniendo como regla la fidelidad al partido y el líder.
También en las relaciones entre el jefe y el subalterno deben materializarse el amor camaraderil y la obligación moral revolucionaria. En la sociedad socialista no reinan las relaciones que existen entre los que mandan y los que son mandados sino las camaraderiles que por igual cumplen deberes revolucionarios. Los subalternos deben respetar y ayudar a los superiores considerándolos como valiosos compañeros que cumplen deberes más importantes, que, por su parte, deben tener más alto sentido de responsabilidad ayudándolos cordialmente.
Además es importante valorar el cariño entre los miembros de la familia y procurar por hacerlos camaradas.
Las relaciones familiares se basan en los lazos consanguíneos, que las distinguen de las relaciones sociales. Pero como forman parte de ellas, entre los miembros de la familia actúan los principios morales que rigen en toda la sociedad respectiva.
Hay que valorar los cariños entre padres e hijos y entre hermanos, afectos que nacen en el curso de la existencia familiar, entre esposos, y procurar que se conviertan en genuinos amores camaraderiles. Quien no tiene cariño con sus padres, hijos y hermanos no es posible que ame a la patria ni al pueblo. El revolucionario no es un hombre insensible que piensa sólo en la revolución despreciando a la familia, sino un ser humano que sabe amar de veras a su familia. No obstante, no se debe absolutizar el cariño entre los familiares. Como las relaciones camaraderiles son más importantes que el parentesco, el amor entre los familiares debe subordinarse, en todo caso, al amor camaraderil.
Los revolucionarios deben convertir el amor familiar en el amor camaraderil de compartir la vida y la muerte en el camino de la revolución y tienen que ayudarles a sus familiares a ser leales a la revolución, lo cual sirve de la moral genuina.
En las relaciones entre el hombre y la mujer el observar la moral tiene suma importancia para implantar un ambiente sano de convivencia familiar y social. Tales relaciones deben fundamentarse sobre un amor genuino y ser las de camaradas que recíprocamente respetan la personalidad de cada uno, confían y se ayudan de corazón.
Además de la obligación moral que se debe observar en las relaciones entre los individuos se incluyen como contenido capital tratar con cortesía a las personas en la convivencia común de la sociedad como expresar con respeto y amabilidad una palabra y una conducta y ayudar a los ancianos, niños, madres con bebés e inválidos.