Charla a altos funcionarios del Comité Central del Partido del Trabajo de Corea

    14 de enero de 1996


    El revolucionario no debe vivir para hoy, sino para mañana. Para él es más importante vivir y luchar para mañana, que para hoy.

    Hago frente con buena disposición de ánimo a cualquier dificultad en el trabajo, representándome la imagen próspera de nuestra patria socialista y la de nuestro pueblo, que en ella disfrutará de una vida más digna y feliz. “¡Vivir no para hoy, sino para el mañana!”, este es mi concepto de la vida. Significa que uno, si bien hoy no goza de felicidad, debe vivir con determinación de sacrificarse para el porvenir de la patria y la felicidad de las generaciones venideras. Se trata del concepto de la vida y el credo con que lucharon los combatientes revolucionarios antijaponeses.

    Todos nuestros funcionarios deben luchar a riesgo de la vida, con este concepto de la vida y convicción, por el triunfo definitivo de la causa revolucionaria del Juche.

    La revolución es una obra de largo alcance que no termina con una generación, sino que la hacen varias generaciones. Tempranamente, Kim Hyong Jik concibió la idea de Jiwon (gran propósito) y compuso Pino verde en el monte Nam, canción que tiene el profundo sentido de que la revolución debe continuar generación tras generación. El Líder llevó adelante y desarrolló esa idea y allanó un nuevo camino para nuestra revolución. La idea del gran propósito se ha transmitido hasta mi generación, pasando por la del Líder. Por muy escabroso que sea el camino de la revolución, debemos llevar adelante, hasta el final, relevando a las generaciones precedentes, y en desafío a toda clase de dificultades y pruebas, la causa revolucionaria del Juche iniciada por el Líder.

    No debemos hacer la revolución en busca de ventura. Quien busca la felicidad solo para su generación no puede hacer la revolución, y se convertirá en un rezagado de su época. Si quieren probarla, tendrán que esperar, por lo menos, hasta que nuestro pueblo lleve una vida holgada, admirada por el mundo, y que la patria sea reunificada. El Líder realizó ingentes esfuerzos, venciendo sueños y postergando el descanso hasta los últimos momentos de su vida, para lograr que todo el pueblo viviera feliz en casas de tejas, alimentándose con arroz blanco y sopa de carne y vistiendo de seda, y para alcanzar la reunificación de la patria, anhelo supremo de la nación. Cueste lo que cueste, debemos llevar a efecto cuanto antes, mediante la aceleración de la construcción socialista, el pensamiento del Líder paternal de hacer que el pueblo viva feliz sin envidiar nada a nadie, y alcanzar a todo trance la causa histórica de la reunificación de la patria, a la que tanto él aspiró. Para ello, hemos de luchar con tenacidad sin perseguir placeres personales. Pretenderlos cuando el pueblo aún no lleva una vida holgada y todos los connacionales sufren por la división nacional, es una conducta carente de la conciencia que exige la época. No espero ninguna ventura. El Líder señaló que los revolucionarios tienen que pensar que les debe bastar con hacer la revolución, no importa si solo comen nada más que arroz y pasta de soya. Nuestros funcionarios se entregarán al cumplimiento del deber revolucionario con esta única determinación y decisión.

    Actualmente, los enemigos actúan con frenesí para tragarse a nuestro país, baluarte del socialismo. Tropezamos con muchas dificultades y pruebas porque debemos defender solos el socialismo en medio del cerco imperialista. Sin embargo, no podemos abandonar jamás el camino de la revolución. El auténtico revolucionario, el auténtico comunista, debe saber morir con valor en el proceso de la revolución. La vida más digna para el revolucionario comunista del tipo Juche es morir con valor combatiendo hasta el fin en el glorioso camino de la realización de la causa revolucionaria del Juche. No habrá ningún adversario que nos venza si combatimos con la convicción y el coraje de que si bien cayéramos mil veces, defenderemos el socialismo, enfrentando todas las pruebas y dificultades y que veremos quién es el último que sonríe. “En este mundo no hay nadie que pueda con un hombre decidido a morir”, esta es la convicción y el coraje que debemos tener nosotros, los revolucionarios. Una vez que el Comandante Supremo imparta la orden, todos deben levantarse como un solo hombre para cumplirla a riesgo de la vida. Nuestros funcionarios tienen que ser indoblegables soldados revolucionarios que se lancen al combate a riesgo de la vida, como si fueran bombas.

    Todos los funcionarios deben avanzar con valentía, mirando hacia el futuro con una firme convicción en la victoria de la revolución. Cuando construimos fábricas y realizamos obras que mejoren las condiciones del territorio nacional, aunque se trate de una fábrica o una de esas obras, debemos proyectarlo en grande e impulsarlo con audacia, pensando en el lejano futuro, 10, 50 o 100 años después. Solo quien avanza con osadía, con la vista puesta en el futuro, a despecho de las duras tareas y muchas dificultades, puede considerarse un funcionario que posee la convicción y un concepto de la vida sustentado en la idea Juche.

    Si uno quiere avanzar con pasos firmes por el camino de la revolución, dotado de este concepto de la vida, debe forjarse sin cesar por la vía revolucionaria mediante la participación activa en la vida orgánica del Partido. Entre quienes actúan así no surgen renegados o ni ninguna persona que vacile. La experiencia testimonia que los renegados y traidores a la revolución aparecen entre los que se muestran negligentes en la mencionada vida y gustan de vivir fuera de la organización del Partido. No hay que evaluar a la ligera como fieles vasallos o algo parecido a aquellos que sonríen haciendo diplomacia con la organización del Partido o derraman lágrimas falsas, por haberlos apreciado así por apariencia.

    Si uno está dispuesto a forjar un hermoso futuro haciendo frente a múltiples pruebas, debe vivir y trabajar con optimismo. Quien posee una convicción firme, ama al futuro, y quien lo ama no conoce el pesimismo. Sin optimismo revolucionario, no se pueden enfrentar las dificultades y pruebas, ni combatir con abnegación por el futuro. Hay que hacer que, cuando la situación se torne difícil y complicada, las personas la superen a fuerza de cantar y bailar. Las organizaciones del Partido y de trabajadores programarán bien las actividades culturales y artísticas de masas conforme a la realidad, valiéndose de diversas formas y métodos, de modo que todo el país se llene de optimismo revolucionario.