Informe a la Conferencia de Cuadros Dirigentes de la Unión de la Juventud Comunista y la Unión de la Juventud Antimperialista, celebrada en Kalun

    30 de junio de 1930


    Camaradas:

    Hoy se nos presenta a los jóvenes comunistas la importante tarea de conducir por camino seguro la revolución coreana atendiendo a las exigencias de la actual situación.

    La actualidad nacional e internacional es muy compleja y tirante.

    Ante el aumento del poderío de la Unión Soviética y el cada día más creciente auge de la lucha revolucionaria de los pueblos oprimidos, los imperialistas se muestran alarmados y hacen esfuerzos desesperados para detenerlos. Sobre todo están sufriendo serias dificultades político-económicas derivadas de la crisis mundial, dificultades que quieren vencer intensificando la política de agresión y pillaje contra otros países.

    El imperialismo japonés recrudece su tiranía y saqueo colonialistas en Corea, acelerando los preparativos de guerra para invadir el continente asiático, pensando encontrar así la salida de la crisis económica mundial a la que se ve arrastrado.

    Ha cubierto a Corea entera con una red de tropas, gendarmes, policías y agentes secretos, promulga todo género de leyes monstruosas, detiene, encarcela y asesina arbitrariamente a los coreanos para reprimir el espíritu antijaponés de nuestro pueblo y suprimir para siempre su esperanza de independencia. El número de compatriotas que están sufriendo tras las rejas, encarcelados por los imperialistas japoneses es de decenas de miles.

    El bandidesco imperialismo japonés está intensificando como nunca, junto con la represión política, el saqueo económico en Corea.

    Al haberse apoderado de las arterias de la industria, frena su desarrollo, nos despoja de todo cuanto encuentra: oro, plata, carbón, mineral de hierro y otros recursos que abundan en nuestro país. En particular, se está esforzando desesperadamente para explotar más y más la barata mano de obra en Corea. Estamos viendo, pues, que los obreros se han convertido en esclavos asalariados, esclavos coloniales que se mantienen al borde mismo de la muerte.

    El imperialismo japonés, conservando el sistema feudal de propiedad de la tierra, intensifica el pillaje en el campo. No solo se apoderó por la fuerza de grandes extensiones labrantías sino que también, aplicando la política de requisa de cereales que denominó “plan de aumento de la producción de arroz”, se llevó sólo el año pasado nada menos que 7 millones de soks. La cruel explotación de los imperialistas japoneses y de los terratenientes feudales ha creado una situación tal que nuestros campesinos se mantienen apenas alimentándose con hierbas y cortezas de árboles.

    Hoy en día la nación coreana se halla ante una disyuntiva de vida o muerte: sucumbir para siempre bajo el yugo colonial del imperialismo japonés o levantarse en lucha y emprender el camino de renacimiento. Si no va a hacer más que lamentarse de esta situación de ruina, aguantando la tiranía sin precedentes de este imperialismo, entonces sí que sucumbirá para siempre, pero si se levanta unida en el combate sin temor a la muerte, verá venir la aurora de la recuperación.

    El pueblo, ante tan dura situación sin salida impuesta por la cruel dominación colonialista del imperialismo nipón, está desplegando en estos momentos una tenaz lucha masiva para hacerle frente por todas partes en el país.

    Seguida a la huelga general de los obreros portuarios de Wonsan del año pasado, declararon este año huelga los obreros de la Fábrica Textil de Pusan y, con motivo del 1 de Mayo, un gran paro los obreros de Seúl, Pyongyang, Taegu, Inchon, Hungnam, Chongjin y otros puntos del país. Recientemente los mineros de Sinhung entraron también en una gran huelga.

    Junto con las luchas obreras está tomando auge la revuelta de los campesinos. Tan solo el año pasado se registraron decenas de conflictos con los arrendatarios, y en diferentes partes luchas contra los imperialistas nipones y los terratenientes projaponeses.

    Jóvenes estudiantes en todos los confines del país, encabezados por los de Kwangju, se alzaron en resuelta lucha contra la política educativa de esclavitud colonial, contra la política que pretende suprimir a nuestra cultura nacional y la política de oscurantismo y asimilación que el imperialismo japonés ejecuta.

    Aunque este gran combate de obreros, campesinos y jóvenes estudiantes contra los imperialistas japoneses y sus lacayos toma la forma de sublevación, está fracasando continuamente por no poder sobreponerse a la brutal represión armada y porque carece de una dirección que se guíe por una línea y una orientación acertadas.

    Después de haberse disuelto en 1928 el Partido Comunista de Corea, los fraccionalistas, los autodenominados “líderes” de la revolución coreana, abandonaron en su mayoría el movimiento revolucionario para convertirse en traficantes políticos sin otra ambición que el bienestar personal. Pero a un tiempo hubo fraccionalistas que guiados también por la ambición política o pretensiones arribistas, empujaron a las multitudes a insurrecciones temerarias con el consiguiente derrame inútil de sangre. Como típico ejemplo podríamos hablar de la insurrección reciente, la del 30 de Mayo, en Manchuria del Este. Los fraccionalistas, prescindiendo de un análisis y una apreciación adecuados de la situación revolucionaria empujaron a los campesinos a levantarse en una absurda acción. Y claro, estando como estaban desarmadas, las masas sublevadas fueron a caer víctimas de la atroz represión de la soldadesca, de la policía del imperialismo japonés y de los militarotes reaccionarios, que sí estaban armados con fusiles y sables; habiendo sufrido las fuerzas revolucionarias tan enormes pérdidas, la revolución se vio enfrentada a grandes dificultades. Esta insurrección fue causa de que numerosas organizaciones fueran descubiertas y desarticuladas, que decayera la moral revolucionaria de las masas antijaponesas y que nosotros pasáramos por durísimas pruebas en la lucha. Y todo porque a nuestra revolución le faltaba una dirección correcta.

    Camaradas:

    La situación exige imperiosamente conducir nuestra revolución a la victoria conforme a una línea revolucionaria, estrategia y táctica adecuadas.

    Habiendo tomado nosotros, los jóvenes comunistas, el camino de la sagrada lucha para salvar al país y a la nación, es natural que seamos también nosotros quienes resuelvan esta apremiante exigencia de la época.

    Para llevar la revolución coreana a la victoria segura, debemos sacar serias lecciones de esa irrefutable realidad en que la lucha antijaponesa de masas de nuestro pueblo está sufriendo fracasos y nuestra revolución pasa por estas pruebas.

    Hasta el momento, los autodenominados “líderes” del movimiento antijaponés de liberación nacional no se han dedicado a otra cosa que a la palabrería y a la polémica, reunidos nada más que unos cuantos de la capa superior, apartados de las masas populares, desentendiéndose de organizarlas y movilizarlas para la acción revolucionaria.

    Por cierto que hasta hoy ha sido grande el número de los que han participado en diversas formas del movimiento antijaponés. Sin embargo, actuaron en forma dispersa, no organizada.

    Siendo las masas populares las protagonistas de la lucha revolucionaria, solo cuando se las organice y movilice, se puede salir victorioso. Por lo tanto, los dirigentes del movimiento tienen que sumergirse sin falta en el seno de las masas populares y despertarlas a realizar ellas mismas la lucha revolucionaria como responsables que son de ella. Pero los autollamados dirigentes de la capa superior del movimiento comunista ni pensaban siquiera en alentar a las masas populares, organizarlas y movilizarlas. No hacían más que discutir sin provecho ninguno para la revolución. ¿Cómo puede triunfar la sagrada causa de liberar a la Patria del yugo colonial del feroz imperialismo japonés sin movilizar ni organizar a las masas populares en la lucha revolucionaria?

    Quienes se autodenominan “dirigentes” del movimiento antijaponés de liberación nacional de nuestro pueblo, no solo no se preocuparon por este problema sino que incluso han causado graves daños a nuestra revolución, contaminados por el servilismo a las grandes potencias.

    Ya que estamos haciendo la revolución coreana, tendríamos que resolver en función de la realidad concreta de nuestro país y con nuestras propias fuerzas todos los problemas que esta revolución nos plantea.

    Sin embargo, los fraccionalistas infiltrados en las filas del movimiento comunista, dejándose guiar por el servilismo a las grandes potencias, del que estaban empapados, no pudieron dar con la solución adecuada para ninguno de los problemas de nuestra revolución. Al contrario, le pusieron obstáculos a su desarrollo.

    Vamos a analizar el comportamiento de los elementos fraccionalistas respecto al problema de la organización del partido en nuestro país. Como se plantea para llevar la revolución a la victoria, es correcto que los comunistas coreanos lo resuelvan por su propia cuenta conforme a su situación. Nosotros no tenemos por qué protagonizar el movimiento revolucionario con el reconocimiento de nadie. Basta con que hagamos bien nuestra revolución, no nos importa quién la reconoce y quién no. Pero hay sectas de todo género, como los grupos M-L, Hwayo, Pukphunghoe y otros que, en vez de procurar la consolidación del partido, andaban buscando el reconocimiento de la Internacional Comunista, alegando cada cual que era el único “ortodoxo” y verdaderamente “marxista”. En consecuencia, el Partido Comunista de Corea no pudo arraigar en las masas ni resistir la represión del imperialismo japonés, quedando excluido de la Internacional.

    Después de disuelto el Partido Comunista de Corea los fraccionalistas se empeñaron en la expansión de las fuerzas de sus sectas y en la conquista de la hegemonía pretextando una “reconstrucción del partido”, acabando por fabricar aislados “comités centrales del partido” sin ningún fundamento y volver a pedir el reconocimiento de la Internacional. Esto ya da una idea clara de lo impregnados que estaban los fraccionalistas del servilismo a las grandes potencias.

    Los daños que este servilismo causó a nuestra revolución son verdaderamente enormes. Como ya dije antes, la Sublevación del 30 de Mayo la planearon los fraccionalistas precisamente para satisfacer las propias ambiciones políticas, y la llevaron a cabo de principio a fin de forma ultraizquierdista instigados por los aventureros de izquierda. Así fue como crearon grandes dificultades a nuestra revolución.

    La experiencia demuestra que si se quiere llevar la revolución a la victoria hay que ir a las masas populares a movilizarlas y organizarlas, y solucionar los problemas con la propia responsabilidad, conforme a la situación dada y con independencia, sin pretender el apoyo de otros.

    Deducimos de esta lección que lo que más importa es adoptar una posición y una actitud firmes de que el protagonista de la revolución coreana es el pueblo coreano, él es quien debe llevarla a cabo, en todos los casos con sus propias fuerzas y de acuerdo con la situación del país.

    Solo manteniendo esta posición y esta actitud en la revolución se podrá trazar la línea y las orientaciones correctas y llevar al triunfo la sagrada causa de la restauración de la Patria.

    Para conducir la revolución coreana por un buen camino hay que saber exactamente su carácter y sus tareas en la etapa actual.

    ¿Y cómo podríamos definir su carácter en esta etapa? Este problema tiene que resolverse también ateniéndose a la realidad concreta de nuestro país.

    Hoy en día Corea es una sociedad colonial y semifeudal donde se encuentra frenado el desarrollo normal del capitalismo por la ocupación del imperialismo japonés y donde prevalecen las relaciones feudales. El pueblo coreano no solo está soportando toda clase de desprecios por su condición nacional y la explotación y opresión como esclavo colonial sino que además tiene que sufrir incontables vicisitudes aherrojado por las relaciones feudales mantenidas por los poderes de ese imperialismo.

    Sin derrotar a los imperialistas japoneses, a estos agresores foráneos, no se podrá liberar a nuestra nación de las cadenas de la esclavitud colonial ni suprimir las relaciones feudales. Es por esta razón que la primerísima tarea para nuestro pueblo es combatirlos. Es tarea que ya hemos planteado como inmediata cuando organizamos la Unión para Derrotar al Imperialismo.

    Combatiendo al imperialismo japonés tenemos que ir eliminando también las relaciones feudales. Solo así podremos liberar a los campesinos de las cadenas feudales y destruir con éxito la base de la dominación colonialista.

    Realizar la revolución antimperialista, la revolución contra el imperialismo japonés, y la revolución antifeudal contra los terratenientes feudales confabulados con aquél, son los objetivos urgentes que tiene nuestro pueblo, dos tareas revolucionarias que están estrechamente ligadas. Por lo tanto, la tarea principal de la revolución es lograr la independencia de Corea derrotando al imperialismo japonés e implantar la democracia después de liquidar las relaciones feudales.

    Partiendo de esta tarea principal, el carácter de nuestra revolución en la etapa actual es de revolución democrática antimperialista y antifeudal.

    En la presente etapa de la revolución pueden participar amplias fuerzas antimperialistas: obreros, campesinos, jóvenes estudiantes, intelectuales, integrantes de la clase de pequeños propietarios, e incluso capitalistas nacionales con conciencia, y creyentes religiosos. Tenemos que movilizar, pues, a todas las fuerzas patrióticas para derrotar al imperialismo japonés y a sus secuaces: los terratenientes, capitalistas, projaponeses y traidores a la nación, y lograr la liberación y la independencia.

    Una vez vencido el imperialismo japonés, tenemos que establecer el Poder que defienda los intereses de las amplias masas populares, en primer plano de los obreros y campesinos. Solo con el Poder popular se podrá arrancar de cuajo los restos del imperialismo y todas las demás fuerzas reaccionarias y llevar a feliz término la tarea de la revolución democrática antifeudal.

    Hecha ya la revolución democrática antimperialista y antifeudal no podemos detenernos, sino proseguir para construir la sociedad socialista y comunista y, en perspectiva, realizar la revolución mundial. Dar cima a la revolución coreana con responsabilidad significa ser fiel y favorecer a la revolución mundial.

    Para que triunfe nuestra revolución urge organizar y desplegar, ante todo, la lucha armada contra el imperialismo japonés.

    La experiencia y la lección históricas de la lucha antijaponesa demuestran que del extranjero no podemos esperar la independencia y menos aún derrotar por vía pacífica al imperialismo japonés, ni tampoco conquistar la independencia del país.

    Con mayor razón la actual situación exige con urgencia de nosotros desplegar organizadamente la lucha armada. Ante la inaudita represión, y hallándonos enfrentados a un enemigo armado hasta los dientes, lo que tenemos que hacer es convertir paso a paso la lucha que las masas están librando de forma violenta en lucha armada organizada.

    Desplegar la lucha armada contra el imperialismo es también una exigencia legítima para el desarrollo del movimiento de liberación nacional en las colonias. Por su naturaleza agresiva y pirata los imperialistas nunca se retirarán de las colonias por propia voluntad, recurren sin falta a la violencia brutal para mantener su dominación. Esta es la razón de por qué se debe aplastar a las fuerzas agresivas imperialistas con fuerzas armadas revolucionarias.

    Nosotros, con nuestras propias fuerzas, tenemos que vencer a los agresores imperialistas japoneses, liberar a la Patria, conquistar la independencia. Y esto requiere que aumentemos pronto nuestras fuerzas, que nos preparemos bien para organizar y librar la lucha armada.

    La suficiente preparación para desenvolver la lucha armada exige ante todo que organicemos el Ejército Revolucionario de Corea.

    Debemos constituir este ejército como organización armada revolucionaria de comunistas jóvenes, formados y forjados en la Unión de la Juventud Comunista, en la Unión de la Juventud Antimperialista y en otras organizaciones revolucionarias, así como acumular experiencias de valor para el desenvolvimiento de la lucha armada.

    Para alcanzar el éxito en la revolución coreana, urge además despertar y agrupar monolíticamente a todas las fuerzas patrióticas para incorporarlas al sagrado combate antijaponés.

    La revolución, siendo por su origen una lucha por la emancipación de las masas populares, solo con la amplia participación de estas podrá triunfar. Además, ya que procuramos derrotar al imperialismo japonés y liberar a la nación entera con nuestro propio esfuerzo, tanto mayor es la razón de que agrupemos firmemente en un solo cuerpo a todas las fuerzas antijaponesas.

    Tenemos que formar un sólido bloque bajo la bandera antijaponesa con todas las fuerzas animadas de espíritu antijaponés, incluidos los creyentes religiosos y los capitalistas nacionales de buena fe, sin hablar de los obreros y campesinos.

    Otra tarea para llevar a buen término la revolución coreana consiste en promover activamente la labor encaminada a la fundación del partido.

    La revolución coreana, para que triunfe, necesita sin falta tener su estado mayor, el partido marxista-leninista. Solo contando con un partido revolucionario se puede trazar la línea, la estrategia y la táctica correctas, organizar y movilizar a vastas masas a la lucha contra el imperialismo japonés y construir la sociedad socialista y comunista.

    Nuestro deber es extraer una seria lección de la disolución del Partido Comunista de Corea y esforzarnos para fundar el partido sobre una base sana. En esto no debemos anunciar de golpe que el partido está formado sin antes habernos preparado ni tratar de conseguir el reconocimiento de la Internacional, como hicieron los elementos fraccionalistas. Si hacemos como ellos, nunca formaremos un partido revolucionario y, aun suponiendo que lo logremos, tal partido no podrá cumplir bien su misión ni sostenerse frente a la ofensiva de la contrarrevolución.

    De todos modos, un nuevo partido revolucionario sí que tenemos que crearlo, con nuestras propias fuerzas. Y ello requiere hacer eficaces preparativos. Si logramos esto, no habrá problema para el reconocimiento de la Internacional.

    Para acelerar la fundación del partido debemos constituir primero sus organizaciones de base. Esto tiene mucha importancia no solo para que resulte más eficaz la preparación general de la fundación del partido, sino también para hacerlo arraigar más hondamente entre las amplias masas desde el mismo día de su fundación. No constituyamos el partido proclamando primero la creación de su comité central, sino formando antes sus organizaciones de base, previa preparación suficiente, para luego ampliarlas y fortalecerlas incesantemente.

    Estos preparativos debemos hacerlos en estrecha combinación con la lucha contra el imperialismo japonés. Solo combinándolos con la práctica revolucionaria, podremos formar excelentes comunistas probados y forjados en el fragor del combate y llevar a cabo triunfalmente la revolución.

    Camaradas:

    La victoria a la que aspiramos conduciendo por buen camino la revolución coreana, dependerá de cómo cumplamos la tarea revolucionaria que nos toca.

    Ya que nos responsabilizamos con una difícil misión revolucionaria que hasta ahora nadie ha enfrentado, es preciso que seamos conscientes de que pueden salirnos al paso numerosos contratiempos y dificultades, y que cada vez que tropecemos con ellos, tengamos que vencerlos con nuestras propias fuerzas, como responsables de la revolución coreana.

    ¡Luchemos todos con tesón para abrirle el camino a la revolución coreana!