Hoy quisiera hablarles acerca del reforzamiento del sistema de dirección del Partido.
Establecer este sistema es el principio fundamental de la construcción del Partido de la clase obrera y constituye el problema clave para llevar a feliz término la lucha revolucionaria y la labor de construcción. Sólo cuando se implanta con firmeza, el partido puede cumplir con su misión de Estado Mayor de la revolución y realizar con éxito esa lucha y esa labor, organizando y movilizando a las amplias masas.
Hoy las grandiosas tareas revolucionarias que encaramos exigen imperiosamente reforzar el sistema de dirección partidista. Hemos de construir el socialismo y el comunismo acelerando con mayor pujanza la revolución y la construcción en la parte Norte de la República y realizar lo más pronto posible la causa de la reunificación de la Patria, supremo anhelo nacional, expulsando de la Sur a los imperialistas yanquis. Para coronar con éxito estas tareas de trascendencia histórica hace falta fortalecer ese sistema.
Esto se presenta como un problema importante también en vista de las experiencias históricas del movimiento comunista internacional, las que demuestran que cuanto más se profundizan la revolución y la construcción tanto más sólido debe ser dicho sistema.
Hasta hoy nuestro Partido le ha prestado siempre una profunda atención a la labor de su consolidación y en ella ha logrado no pocos éxitos. Gracias a su dinámica lucha se ha asegurado firmemente la dirección partidista en todas las esferas y unidades de la revolución y la construcción y se ha implantado una disciplina revolucionaria según la cual todos sus miembros se mueven como un solo hombre. Hoy todos los militantes y trabajadores confían enteramente su destino al Partido y están firmemente dispuestos a llevar hasta el fin la revolución bajo su dirección. Esto, sin embargo, no pasa de ser un éxito inicial. También en lo adelante seguiremos acelerando con vigor la labor de fortalecimiento del sistema de dirección del Partido.
Ello significa asegurar su firme dirección sobre la revolución y la construcción implantando en todo el Partido el estilo revolucionario de cumplir incondicional y consecuentemente sus decisiones y directivas, estableciendo una férrea disciplina y forjando en sus militantes el concepto de la organización partidista e intensificando la vida partidista.
Todas las organizaciones del Partido deberán impulsar con más energía la labor de fortalecimiento del sistema de dirección partidista para asegurar con firmeza esa dirección sobre la lucha revolucionaria y la labor de construcción.
Ante todo, tienen que establecer entre los cuadros y militantes el estilo revolucionario de aceptar incondicionalmente las decisiones y directivas del Partido y cumplirlas hasta el final.
Estas reflejan la voluntad organizativa de nuestro Partido y constituyen la guía rectora a la que todos los cuadros y militantes tienen que adherirse sólidamente. En ellas están dilucidadas en forma global las fórmulas concretas para impulsar con éxito la lucha revolucionaria y la labor de construcción.
La dirección del Partido se realiza a través de la lucha por materializarlas cabalmente y en esto reside también el objetivo del establecimiento de ese sistema de dirección. Al margen de la lucha por ponerlas en práctica es imposible hablar de dirección del Partido ni imaginarse el éxito en la lucha revolucionaria y la labor de construcción. Ahora algunos trabajadores., quejándose de las condiciones, no cumplen a tiempo las decisiones e indicaciones del Partido sino les dan largas y sólo las transmiten a sus subordinados sin siquiera haber estudiado una metodología concreta. Otros, practicando el institucionalismo y el facilismo, no organizan con responsabilidad la labor para implementarlas y les achacan a sus superiores o a sus subordinados la responsabilidad de la deficiente marcha del trabajo. Y algunos funcionarios del Partido, alegando que se dedican al trabajo interno de éste, le dan de lado al cumplimiento de sus resoluciones y directivas relacionadas con los asuntos administrativos y económicos, y no les apena que no se cumplan. No aceptarlas incondicionalmente y rehuir y boicotear su cumplimiento no es un estilo de trabajo propio de revolucionario y quien trabaja así no merece ser militante. Aceptar sin condición y materializar hasta el fin las decisiones y directivas del Partido es el primer deber y una obligación revolucionaria inherente de los cuadros y militantes. La lucha por llevarlas a la práctica es precisamente su actividad revolucionaria. Al margen de ella es inimaginable ésta y no pueden decir que están cumpliendo su obligación revolucionaria.
La lealtad al Partido debe manifestarse no de palabras, sino en la lucha práctica por ejecutar sus resoluciones y directivas. Sólo quien las materializa incondicionalmente y hasta el fin es un auténtico revolucionario comunista de tipo jucheano, fiel al Partido.
Las organizaciones partidistas tienen que erradicar de cuajo entre los cuadros y militantes la actitud irresponsable e impropia de dueños, el formalismo, el facilismo, el institucionalismo y todos los demás fenómenos negativos y guiarlos a cumplirlas sin condiciones y hasta el fin, sin el menor fallo.
Con miras a lograrlo las organizaciones del Partido y los cuadros deben realizar con esmero el trabajo organizativo.
Sólo así será posible poner en juego el celo revolucionario y la iniciativa creadora de los militantes y trabajadores y cumplir las resoluciones y directivas del Partido hasta sus últimas consecuencias.
Si a las organizaciones partidistas les llegan las resoluciones y directivas del Partido deben tomar, mediante una discusión colectiva, acertadas medidas para su ejecución, organizar minuciosamente la distribución de tareas, hacer regularmente el balance de su cumplimiento y la redistribución de tareas hasta que se hagan realidad por completo.
Con miras a materializarlas incondicionalmente y hasta el fin es necesario, además, que los cuadros y militantes pongan en pleno juego su espíritu revolucionario de apoyarse en las propias fuerzas y de hacer tenaces esfuerzos.
La lucha por hacerlas realidad viene a ser un combate por transformar la naturaleza y la sociedad según los requerimientos de la idea Juche y, en este curso, pueden surgir diversos problemas difíciles y complejos. Hay que guiar a los cuadros y militantes, para que, haciendo gala del espíritu revolucionario de apoyarse en las propias fuerzas y de realizar tenaces esfuerzos, busquen lo que les falte y creen lo que no tengan, y venzan con sus propias fuerzas todas las dificultades, para cumplir a la perfección las resoluciones e indicaciones del Partido.
Implantar la disciplina revolucionaria en el seno del Partido constituye uno de los asuntos importantes en el establecimiento del sistema de dirección partidista.
Sólo cuando rija en el Partido una disciplina así, será posible fortalecer su unidad y cohesión ideo-volitivas e impulsar con pujanza la lucha revolucionaria y la labor de construcción incrementando su papel rector. Si todos sus miembros actúan, no bajo un solo mando, sino cada cual a su manera, el Partido puede convertirse en un club y, en última instancia, hacer que la revolución y la construcción fracasen.
Las organizaciones del Partido deben establecer una férrea disciplina según la cual todos sus miembros actúen como un solo hombre para convertirlo en una poderosa entidad revolucionaria con plena capacidad combativa.
Ante todo, tienen que guiar a los cuadros y militantes a que tengan la firme convicción de confiar todo lo suyo al Partido y compartir el mismo destino que éste.
Sólo cuando tienen tal convicción pueden actuar según lo desea el Partido, sin vacilar en cualquier situación adversa, y establecer en todo su seno una disciplina revolucionaria.
Para poseerla es preciso que tengan una correcta comprensión del Partido. Como todos saben, nuestro Partido es el Estado Mayor de la revolución, y el organizador e inspirador de todas las victorias de nuestro pueblo. Fuera de él es inimaginable ni el triunfo de nuestra revolución, ni la libertad y la felicidad de nuestro pueblo. Si los militantes tienen una clara idea de la misión histórica y el papel del Partido, de por sí llegarán a apoyarlo, confiarle todo el suyo y observar a conciencia su disciplina. Las organizaciones del Partido deberán dar a los cuadros y militantes una correcta comprensión de nuestro Partido de modo que lo apoyen y sigan de corazón.
A la vez de imbuirles esta comprensión hace falta orientarlos a no hacerse ilusión con cuadros particulares. Si se ilusionan con individuos llegan a idolatrarlos, dan motivo para fracciones en el seno del Partido, y, a la larga, traen una grave consecuencia irremediable para él y la revolución. Sus organizaciones deben procurar que entre los cuadros y militantes jamás se den casos tales como los de obedecer a ciegas a los funcionarios particulares o enaltecerlos sin principios.
A fin de implantar una disciplina revolucionaria en el Partido es menester establecer un régimen riguroso de concentrar en sus organizaciones los importantes problemas de principio que se presentan en su trabajo y de tratarlos según como se ha discutido allí.
Sin concentrarlos en las organizaciones del Partido no es posible proyectar correctamente la operación controlando en conjunto el trabajo partidista ni asegurar una dirección partidista acertada sobre todas las esferas y unidades.
Hay todavía algunos trabajadores del Partido que no informan a las organizaciones de éste los asuntos que lo merecen y que, en el caso de hacerlo, no dicen la verdad, por estar cautivados por el afán de notoriedad. Ellos deben cerciorarse estrictamente de los importantes problemas de principio que surgen en el trabajo partidista e informarlos a tiempo y con exactitud a la organización.
Además de esto, las organizaciones y los trabajadores del Partido deben establecer la disciplina revolucionaria de tratarlos según el dictamen del Comité Central del Partido.
Esto es un deber que les incumbe a todas las organizaciones del Partido y una disciplina centralista. Si ellas y los trabajadores del Partido los tratan, no según el dictamen del Comité Central sino a su albedrío, se crean en él confusión e indisciplina y es imposible realizar correctamente el trabajo partidista según la intención del Partido.
Todas las organizaciones y trabajadores partidistas deben tratar, siguiendo estrictamente la decisión del Comité Central, todos los importantes problemas de principio que se presenten en su labor y, una vez bajada la decisión, ejecutarla incondicional y puntualmente sin hacer rejuego con ella. Aun cuando quieran hacer diez, si el Partido no le permite más que una, debe actuar así.
Con la implantación de la disciplina revolucionaria en todo el Partido hemos de lograr que todos los cuadros y militantes respiren el mismo aire, digan lo mismo y den pasos iguales.
Tener un correcto concepto de la organización partidista y realizar bien la vida en ella constituye el sagrado deber de los militantes y una de las tareas importantes para reforzar el sistema de dirección del Partido.
Sólo cuando tengan un correcto concepto de la organización partidista y lleven bien la vida en ella los cuadros y militantes podrán pensar y actuar de acuerdo con lo que piensa el Partido y moverse al unísono bajo su dirección unitaria. Todos tienen que forjarse un correcto concepto de la organización partidista y participar con honestidad en la vida orgánica.
Ante todo, deben poseer un correcto concepto de la organización partidista.
Tienen que respetarla y apreciarla y trabajar y vivir apoyándose estrictamente en ella. El Partido es para sus miembros el protector de su vida política, es decir, el que le da la más preciada vida, la política, y los atiende y guía siempre para que la hagan brillar eternamente. Fuera de la organización del Partido sus miembros no pueden vivir ni por un momento ni cumplir como es debido los deberes estipulados en sus Estatutos ni cumplir con la obligación inherente de revolucionarios.
Sin embargo, hay todavía militantes que ponen sus intereses personales por sobre los de la organización del Partido, no le abren el corazón ni le plantean sinceramente los problemas surgidos en su trabajo y vida. Quien no le es sincero al Partido sino hace diplomacia con él, no puede compartir su destino ni merece ser su miembro.
El militante debe luchar activamente en bien de los intereses de la organización partidista e informarle todos los problemas, no solamente los que atañen a su trabajo y vida, sino incluso los surgidos en su familia.
Las organizaciones del Partido deben hacer comprender claramente a los cuadros y militantes cuál es el concepto de la organización partidista y cómo deben hacer para engrandecerlo, de modo que lo posean correctamente.
Es menester guiar a todos a que participen a conciencia en la vida partidista.
Los militantes son combatientes revolucionarios conscientes que han ingresado en el Partido por voluntad propia, determinados a consagrarse enteramente en aras de éste, del Líder y de la revolución. Ellos tienen que participar en la vida partidista no por imposición de nadie ni por el control de la organización, sino a conciencia.
Todos los militantes deben reglamentar esa vida, habituarse a ella, cumplir con honestidad las resoluciones de la organización del Partido y las misiones y tareas que ella les ha asignado, participar activamente en la discusión de los asuntos y dar opiniones constructivas.
Para fortalecer la vida partidista es preciso también hacer que su orientación y control sean eficientes. Ello no se logra sólo a base de la voluntariedad, sino debe contar necesariamente con la orientación y el control de la organización del Partido.
Asignarles regularmente las tareas a los militantes es uno de los requisitos importantes para intensificar su vida partidista.
Sólo entonces ellos podrán cumplir con su obligación inherente de activistas políticos y desempeñar el papel de vanguardia en todos los aspectos. Las organizaciones del Partido deberán darles tareas justas, conforme a su grado de preparación y sus peculiaridades, y prestarles buena ayuda para que las cumplan puntualmente, de manera que todos estén en acción constantemente.
Deberán procurar que sus militantes realicen la vida partidista en estrecha ligazón con el cumplimiento de las tareas revolucionarias.
El objetivo de que los militantes realicen bien la vida partidista, no consiste en esto mismo sino en lograr que cumplan magníficamente las tareas revolucionarias asumidas. No puede existir una vida puramente partidista apartada de estas tareas.
Las organizaciones del Partido deben ayudar a sus miembros a que cumplan todos con responsabilidad las tareas revolucionarias que les sean asignadas.
A la vez de organizar y dirigir bien la vida partidista de los militantes, hay que fortalecer el control sobre ella.
De lo contrario ellos pueden tornarse arrogantes y, en última instancia, deteriorarse ideológicamente a tal grado que traicionen a la revolución ignorando al Partido.
Como ahora las organizaciones del Partido no ejercen un adecuado control sobre la vida partidista de los militantes, hay quienes no participan con celo en ella ni aceptan de buena gana las sugerencias y los consejos que les dan. Algunos cuadros actúan a su antojo considerándose seres especiales.
Todas las organizaciones del Partido deben intensificar su control sobre la vida partidista de los militantes, de modo que participen con honestidad en ésta. Tienen que fortalecerlo particularmente sobre la de los cuadros. Si bien existen superiores e inferiores en el trabajo, no los hay en la vida partidista. Todos los militantes deben guiarse en su acción por las únicas normas de vida partidista, independientemente de que tengan alto o bajo rango. Las organizaciones del Partido deben intensificar el control sobre la vida partidista de los cuadros sin permitirles una doble disciplina, para que participen como es debido en ella, no en calidad de dirigentes sino de militantes de base.
Para fortalecer la vida partidista es necesario hacer eficiente y regularmente el balance de ella.
Sólo entonces los militantes harán brillar su vida política y cumplirán bien las tareas revolucionarias forjando su espíritu partidista.
Las organizaciones del Partido deben guiar a los cuadros y militantes a que analicen y resuman de modo sustancioso y en un alto nivel político e ideológico todos los problemas que se presentan en su trabajo y vida.
A fin de reforzar el sistema de dirección partidista y asegurar a perfección esta dirección sobre la revolución y la construcción es preciso elevar decisivamente la función y el papel combativos de las organizaciones del Partido.
Sin elevarlos no pueden ser ejecutadas con éxito ni las resoluciones y directivas del Partido ni la implantación de una disciplina revolucionaria para la acción unánime de todos los militantes ni acerar en éstos y los cuadros el concepto de organización partidista ni intensificar su vida en ésta. En una palabra, sin elevarlos es imposible establecer correctamente el sistema de dirección del Partido. Hemos de consolidar este sistema elevando más la función y el papel combativos de las organizaciones del Partido.
Lo más importante en esto es fortalecer la dirección colectiva del comité del Partido.
Este es el órgano de dirección colectiva que organiza y ejecuta todos los trabajos en su respectiva unidad, y la dirección colectiva es la principal de sus actividades. Sólo intensificándola será posible acabar con el subjetivismo y la arbitrariedad del individuo y ofrecer una orientación acertada a la lucha revolucionaria y a la labor de construcción.
Intensificar la consulta colectiva constituye una condición básica para asegurar la dirección colectiva del comité del Partido y una garantía importante para obtener éxito en el trabajo. Un responsable partidista no puede solo conocer ni controlar acertadamente todas las labores de su unidad, ni adoptar justas medidas para materializar las orientaciones del Partido. Para que los comités partidistas puedan conocer y controlar con acierto e impulsar con fuerza todas las labores de sus respectivas entidades tienen que alentar la consulta colectiva.
Para hacerlo es preciso poner la democracia en plena acción.
Si en las reuniones del Partido no se da rienda suelta a la democracia y se permiten el subjetivismo y la arbitrariedad individual de los trabajadores responsables es imposible adoptar justas medidas para la solución de los problemas ni lograr éxito en la labor. La arbitrariedad de los responsables partidistas contradice también el principio organizativo de nuestro Partido. Jamás ellos pueden representar los comités partidistas. Los secretarios responsables de las provincias, ciudades y distritos no pueden representar sus respectivos comités partidistas, ni el secretario fabril, su respectivo comité partidista. El secretario del Partido es igual al presidente de una reunión y tiene que cumplir la decisión del comité partidista como uno de sus miembros. El comité partidista debe procurar que todos sus miembros expongan suficientemente sus opiniones creadoras para llevar a la práctica las orientaciones del Partido. Especialmente, hay que escuchar con mucha atención las de los miembros que trabajan en los lugares de producción, de modo que todos los asuntos que se discutan y se decidan en él reflejen con suficiencia la voluntad de las masas.
Al mismo tiempo de fortalecer la consulta colectiva se debe elevar el sentido de responsabilidad y el papel de los miembros del comité. No es que la reunión de éstos asegure de por sí la dirección colectiva del comité del Partido y resuelva satisfactoriamente todos los problemas. Si se quiere fortalecer la dirección colectiva del comité partidista es indispensable, además de tomar justas medidas para solucionar los problemas mediante la consulta colectiva, incrementar el sentido de responsabilidad y el papel de los miembros, para que ejecuten a tiempo e incondicionalmente lo analizado y acordado por el comité.
Los comités del Partido deben dar a sus miembros claras tareas, convenientes a sus cargos, capacidades y caracteres, de manera que siempre estén activos. Una vez asignadas las tareas, tienen que conocer y controlar constantemente sus actividades y darles buena ayuda para que las ejecuten con responsabilidad. Con ello deben lograr que todos cumplan a su debido tiempo y cabalmente lo discutido y decidido por el comité.
También los comités del Partido deben intensificar aún más su dirección sobre los trabajos administrativos y económicos.
En el presente bastantes trabajadores del Partido, si se les pide que dirijan bien la labor administrativa y económica, la acaparan apartando de ella a los respectivos funcionarios, y si se les exige no suplantar la administración, se ponen a la zaga de éstos como padrinos de boda. El acaparamiento de la administración y el seguidísimo no tienen nada que ver con la dirección partidista sobre la labor administrativa y económica. Si los trabajadores del Partido hacen las veces de funcionarios administrativos y económicos, esto entumecerá el sentido de responsabilidad y la iniciativa creadora de éstos, impidiendo que trabajen de manera independiente y que se pongan en un cauce correcto tanto la labor administrativa y económica como la partidista. Poniéndose a su zaga no podrán cumplir debidamente la política y la línea del Partido ni evitar que ellos resuelvan erróneamente los problemas planteados debido a su subjetivismo y arbitrariedad.
Todas las organizaciones y los trabajadores del Partido tienen que desistir cuanto antes de las tendencias de acaparamiento de la administración y de seguidísimo y dirigir los trabajos administrativos y económicos con métodos partidistas, métodos políticos. Deben prestarles la debida ayuda partidista e incentivarlos para que trabajen según desea el Partido. Tienen que hacerles sugerencias activas para que capten correctamente el eslabón central y concentren en él su fuerza, y atenderlos y estimularlos constantemente para que materialicen perfectamente la política y la línea del Partido.
Hay que estructurar bien las filas de cuadros y mejorar su arte de dirección.
El problema de si se asegura con firmeza o no la dirección del Partido sobre la revolución y construcción estableciendo correctamente el sistema correspondiente depende mucho del papel de los cuadros. Debemos consolidar sus filas y elevar decisivamente su papel para así reforzar el sistema de dirección partidista.
Sobre todo, hay que integrar las filas de cuadros con trabajadores firmemente preparados en lo político e ideológico.
El primer rasgo del cuadro es la lealtad al Partido, al Líder y a la revolución, que es la cualidad fundamental del revolucionario comunista.
Los cuadros deben luchar con tenacidad para llevar a la práctica incondicionalmente y hasta el fin las instrucciones del gran Líder y las resoluciones y directivas del Partido, confiar en el Partido y el Líder y seguirlos sin variar en ninguna situación adversa, ofrendar con gusto su vida en aras de ellos y serles fieles para siempre, generación tras generación. Quien no sostiene de corazón al Líder y al Partido y no se entrega a la labor por poner en práctica las instrucciones del Líder y las orientaciones del Partido no merece ser cuadro. Por muy buenos que sean su procedencia clasista y su ambiente familiar, si no es fiel al Líder y al Partido, no puede ser cuadro.
Todas las organizaciones del Partido deben reforzar las filas de cuadros con personas fieles que sepan enaltecer al Líder y al Partido, los defiendan y protejan en lo político e ideológico y con su vida sin vacilar frente a ninguna tempestad y luchen hasta el fin, contra viento y marea, para ejecutar las instrucciones del Líder y las orientaciones del Partido.
Al mismo tiempo, tienen que afianzar las filas de cuadros con personas competentes. Tan sólo con entusiasmo es imposible materializar de modo fructífero las instrucciones del Líder y las orientaciones del Partido. Ya ha pasado el tiempo en que se podía trabajar sólo con entusiasmo. Si uno, por muy dispuesto que esté a ser fiel al Líder y al Partido, no tiene capacidad, no puede desplegar su trabajo según espera el Partido. Para ser ilimitadamente fiel a ellos debe poseer una impecable capacidad de organización y de despliegue revolucionario y ricos conocimientos. Particularmente, la realidad actual, cuando la labor de nuestro Partido se hace más profunda y la revolución y la construcción se impulsan con celeridad, exige más que nunca un gran número de cuadros competentes. Todas las organizaciones del Partido tienen que reforzar las filas de cuadros con hombres de capacidad práctica que puedan materializar justamente las instrucciones del Líder y las indicaciones del Partido en cualquier situación difícil y complicada, conforme a las demandas de éste y de la revolución en desarrollo.
Combinar en sus filas a los veteranos, a hombres de mediana edad y a jóvenes es uno de los principios importantes que nuestro Partido mantiene en su trabajo de cuadros.
Los veteranos tienen ricas experiencias, son muy duchos en el tratamiento de los problemas, mientras que los jóvenes son animosos y llenos de vigor, sensibles a lo nuevo y gustan de luchar. Sólo cuando las filas de cuadros estén bien constituidas, en combinación adecuada de veteranos, hombres de mediana edad y jóvenes, será posible seguir consolidando y desarrollando nuestro Partido como un partido ducho y probado, como un partido revolucionario que lucha, lleno de vigor y pasión, sin conocer síntomas de vejez ni estancamiento.
Mientras se refuerzan las filas de los cuadros es preciso que éstos mejoren su arte de dirección.
Sólo cuando posean un acertado arte de dirección, podrán impulsar enérgicamente la lucha revolucionaria y la labor de construcción organizando y movilizando a las amplias masas y fortalecer de manera correcta el sistema de dirección partidista.
Para poseerlo es preciso que aprendan con ahínco del arte de dirección revolucionario creado por el gran Líder, quien durante medio siglo de su larga lucha revolucionaria lo perfeccionó habiendo creado la original teoría de dirección comunista basada en la idea Juche. En él están sintetizados todos los problemas concernientes a la dirección de las masas.
Todos los cuadros deberán producir una mejora radical en ésta aprendiendo activamente del arte de dirección revolucionario creado por el gran Líder.
Si quieren aplicarlo exactamente, deben tener, además de los métodos de trabajo revolucionarios, el estilo de trabajo popular. Sólo entonces podrán robustecer los vínculos del Partido con las masas y llevar a cabo exitosamente las tareas revolucionarias planteadas poniendo en pleno juego su celo revolucionario e inteligencia creadora.
Hasta hoy nuestro Partido ha desplegado con fuerza entre los cuadros la lucha por poseer ese estilo y, en particular, en los últimos años ha impulsado vigorosamente la labor por aprender de los métodos de trabajo del Líder. Como resultado, han desaparecido en no poca medida el burocratismo, el facilismo y otras manifestaciones del viejo estilo de trabajo que persistían entre ellos como lacras crónicas y va implantándose el estilo de trabajo popular. Sin embargo, en éste sobreviven bastantes defectos que han de ser rectificados cuanto antes. Algunos cuadros tratan a la diabla los problemas presentados sin prestar oído a las voces de las masas y trabajan a diestro y siniestro sin basarse en ninguna metodología. Otros, portándose con arrogancia, recurren a la arbitrariedad, reprenden y amonestan sin fundamento alguno a sus subordinados. Los cuadros deben hacer dinámicos esfuerzos por acabar radicalmente con el anticuado estilo de trabajo y adoptar el popular. Tienen que prestar oído a las voces de las masas, aprender de ellas, portarse siempre con modestia y tratar con seriedad los problemas que se plantean. Para poseer un arte de dirección acertado los cuadros deben elevar su nivel.
Si no pocos de ellos fallan en proyectar correctamente el trabajo y desenvolverlo con audacia y con grandeza de espíritu, esto está relacionado principalmente con su bajo nivel político y práctico. Algunos, si surge un problema en el curso del trabajo, no son capaces de valorarlo correctamente sobre la base de la política del Partido ni saben dirigir con destreza la reunión ni realizar las charlas. Con un nivel tal no pueden trabajar según espera el Partido. Todos los cuadros deben establecer un ambiente revolucionario de estudio y elevar con decisión su nivel político-teórico y práctico.
Establecer el sistema de dirección partidista es una labor muy importante para asegurarla con firmeza sobre la revolución y la construcción y una tarea de gran responsabilidad cuyas riendas deben mantenerlas siempre firmemente todas las organizaciones y los trabajadores del Partido. Esta labor no se realiza en uno o dos días sino puede llevarse a cabo exitosamente sólo gracias a los activos esfuerzos de todos éstos.
Todas las organizaciones del Partido deberán impulsarla con tenacidad para consolidar y desarrollar nuestro Partido como un brioso partido revolucionario y de gran capacidad combativa, como un invencible partido del kimilsungismo.