19 de abril de 1991
Saludo a la delegación del diario Mainichi Shimbun por su visita a nuestro país.
Para mayor conveniencia voy a responder sus preguntas, en forma global.
Quisiera referirme, ante todo, al tema de la normalización de las relaciones estatales entre Corea y Japón.
Los dos países están situados por igual en Asia, y geográficamente, son vecinos. Así, pues, lo lógico es que nuestras relaciones deberían ser amistosas; mas, hasta ahora se han mantenido alejados, independientemente de esta cercanía. Esto es un fenómeno anormal.
Poner fin a la vergonzosa historia de las relaciones entre Corea y Japón y normalizarlas, era un problema que debía haber sido resuelto inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. Pero, desgraciadamente, los gobernantes de Japón, en contra de la voluntad de su pueblo de seguir un camino correcto arrepintiéndose de su pasado, aplican una política de enemistad hacia nuestra República.
Una política injusta, que se opone a la independencia y soberanía de los pueblos, corriente que tiene gran arraigo en la época actual, no puede perdurar, ya que el avance de la historia es irreversible e indetenible. En las circunstancias en que los amplios sectores del pueblo japonés exigen con vehemencia la normalización de las relaciones entre Corea y Japón, políticos de amplia visión se han ofrecido decididamente para encargarse de la justa misión de hacerla realidad, gracias a lo cual se ha propiciado una nueva oportunidad para mejorarlas.
Valorando los cambios positivos operados en la política de Japón hacia Corea, reaccionamos activamente en aras de la normalización de los vínculos entre ambas naciones.
Es erróneo relacionar este problema con el llamado “reconocimiento cruzado”, preconizado por los imperialistas. Este concepto, originado de la equivocada mentalidad de las grandes potencias propensa a ignorar la soberanía de nuestro país, y regatear y decidir entre sí los problemas relativos a su destino, persigue el objetivo de mantenerlo dividido para siempre mediante la legitimación de “dos Coreas”. No aceptamos de entrada este concepto y nos oponemos a las palabras “reconocimiento cruzado”.
La normalización de las relaciones estatales entre Corea y Japón es una tarea que propiciará una nueva historia de los lazos de amistad entre los dos países, sobre la base de los principios de igualdad y de beneficio mutuo, conforme a las exigencias de la época actual.
En la declaración conjunta, que el pasado año publicaron de común acuerdo el Partido del Trabajo de Corea, el Partido Liberal Demócrata y el Partido Socialista de Japón, se reflejan la aspiración unánime de ambos pueblos a mejorar sus relaciones y los principios para hacerla realidad. Las perspectivas de esta misión dependen de qué postura asuman sus gobiernos y de cómo se esfuercen. Estos, naturalmente, deberán resolver el problema partiendo de una firme posición independiente, a tenor de la aspiración y exigencias comunes de sus pueblos y velar porque no se decida por la intervención o influencia de ninguna fuerza exterior.
Ahora voy a abordar el asunto de la construcción del socialismo en nuestro país.
A este respecto, hemos mantenido invariablemente la correcta línea de edificar un socialismo humanocéntrico, aplicando la idea Juche y sin atenernos a las fórmulas existentes.
La idea Juche es una doctrina científica del socialismo que señala el camino para lograr por completo la independencia de las masas populares, sujeto de la historia, por medio de la transformación de la naturaleza, de la sociedad y del hombre, apoyándose en sus inagotables fuerzas creativas y conforme a sus exigencias. Construir el socialismo humanocéntrico mediante la aplicación de esa idea significa implantar una auténtica sociedad del pueblo y para el pueblo, donde éste, dueño también del Estado, disfrute de una vida independiente y creadora en todas las esferas.
El éxito en la construcción socialista depende de cómo las masas populares se preparen y desempeñen su papel como sujeto de la revolución. Así pues, en todo el proceso de la edificación socialista dirigíamos los esfuerzos principales para cumplir la tarea de robustecerlo y elevar su papel. Ante todo, hemos alcanzado la unidad política e ideológica de toda la sociedad mediante el fortalecimiento organizativo e ideológico del Partido, fuerza medular de las masas populares, y la estrecha aglutinación de todas éstas a su alrededor.
Al materializar la línea original de la edificación socialista con la movilización de las inagotables fuerzas creativas de las masas populares, hemos levantado un Estado socialista soberano en la política, independiente en la economía y autodefensivo en la salvaguardia nacional.
La economía nacional autosuficiente constituye la base material del socialismo independiente. En la construcción socialista hemos mantenido invariablemente la línea de la edificación de este tipo de economía, gracias a lo cual hemos logrado crear una economía combinada y autosostenida, que asegura el desarrollo paralelo de la industria ligera, la agricultura y de todas las demás ramas, sobre la base de una sólida industria pesada.
Esta economía que nuestro pueblo ha construido con el espíritu de apoyarse en sus propios esfuerzos, con la decisión de luchar con tenacidad, le asegura una existencia material y cultural independiente. Está libre hoy de cualquier preocupación por el problema de la comida, el vestido y el alojamiento, y lleva una vida equitativa y estable. En nuestro país no existen desempleados y todos tienen profesiones seguras que les aseguran las actividades laborales creadoras según su vocación y capacidad. Y gracias a los sistemas de enseñanza obligatoria y de asistencia médica gratuitas, estudian a sus anchas y disfrutan de buena salud y larga vida. Se puede decir que si bien no viven en abundancia, llevan una existencia material y cultural, de carácter socialista, digna y feliz.
Nuestro pueblo siente un alto orgullo y dignidad por haber construido el socialismo con su propia fuerza y según sus demandas y siente un profundo afecto hacia éste. La existencia del poderoso sujeto, en que se encuentran firmemente aglutinados el Partido y las masas populares como un ente socio-político, y la inconmovible fe de todos en el socialismo, vienen a ser la garantía fundamental de que nuestro socialismo avance siempre por un camino victorioso, sin vacilar ante cualquier tempestad.
Enarbolando la bandera de la idea Juche e impulsando con energía las tres revoluciones: la ideológica, la técnica y la cultural, elevaremos de manera ininterrumpida el nivel ideológico-cultural de las personas y consolidaremos sin descanso la base material-técnica del socialismo para culminar su causa.
Ahora hablaré de la reunificación de Corea.
Este es un problema interno que le atañe a nuestra nación y a la vez está estrechamente vinculado con las relaciones internacionales. El análisis de las circunstancias en que tuvo lugar la división de la Península y la causa por la que hasta hoy no se ha logrado su reunificación, nos hace ver que ello está relacionado principalmente con la acción de las fuerzas foráneas. Si Japón no hubiera ocupado a Corea, ni le hubiera impuesto la dominación colonial, no se habría presentado el problema de la división y el de la reunificación, y si, después de la Segunda Guerra Mundial, las potencias no hubieran tratado el asunto de Corea sobre la base de las relaciones de enfrentamiento que existían entre el Oriente y el Occidente, nuestro país no se habría dividido. El que no se haya reunificado, ―pese a que ha transcurrido casi medio siglo desde su división―, se debe, ante todo, a que Estados Unidos sigue ocupando la parte Sur, obstruyendo la reunificación.
La solución de este asunto no sólo constituye una necesidad vital de nuestro pueblo para la realización de un anhelo nacional, sino que también tiene una gran importancia para asegurar la paz y la seguridad en Asia.
Nuestra posición invariable en la solución del problema de la reunificación de la Patria consiste en alcanzarla según el sistema confederal fundamentado en la fórmula de una nación y Estado con dos regímenes y gobiernos, en virtud de mantener estos tres principios: independencia, reunificación pacífica y gran unidad nacional. Dada la existencia real de diferentes ideologías y regímenes en el Norte y el Sur de la Península, creemos que no hay otro camino que el de adoptar este sistema para solucionar por la vía pacífica el problema de la reunificación, sin que una parte venza o sea vencida por la otra. Como se prevé que, cuando se reunifique así nuestro país, se desarrolle como una nación neutral y no alineada, sin ser satélite de otros, nadie será afectado en sus intereses ni se verá amenazado.
Para lograr la reunificación nacional iremos promoviendo constantemente conversaciones entre el Norte y el Sur y nos esforzaremos con paciencia para superar los obstáculos que surjan en el camino hacia la reunificación.
Estados Unidos y otros países que son responsables de la situación que enfrenta Corea, deberían contribuir de modo activo a lograr cuanto antes su reunificación.
La situación de cambio imperante en el mundo de hoy muestra de modo patente que la política de Estados Unidos respecto a Corea es anacrónica y no se corresponde con los intereses de su propio pueblo. Los Estados Unidos deben desistir del viejo criterio de tratar con ciega hostilidad a nuestra República, tienen que abandonar esa política y cumplir con su responsabilidad para favorecer la reunificación de Corea. De proceder así, se abrirá una perspectiva favorable para el mejoramiento de las relaciones Corea-Estados Unidos.
Esperamos que la ONU, cuya misión es defender la paz y la justicia en las relaciones internacionales, preste una profunda atención a la reunificación de nuestro país y haga aportes meritorios a la solución de la cuestión coreana. En cuanto al ingreso de nuestro país en esta organización, nuestra posición de principios es que entremos en ella con el nombre de un Estado único, después de que se realice la reunificación, según el sistema confederal, pero en el caso de ingresar antes, hacerlo con un solo escaño para el Norte y el Sur. Tratar de entrar en la ONU por separado, antes de la reunificación de la Patria, significa, a fin de cuentas, oponerse a ésta y perpetuar la división, y de dar este paso, se tendrá que responder ante la historia por la escisión.
Para terminar, me referiré a los problemas de la paz y la seguridad en Asia.
Asia, otrora objeto de la agresión y el pillaje de los imperialistas, está arribando ahora a una nueva etapa en su batalla por lograr el progreso.
Asia debe pertenecer lógicamente a los asiáticos, quienes, por su parte, tienen que cumplir con su responsabilidad y desempeñar su papel, como protagonistas, en la construcción de un nuevo continente. En la solución de los problemas del continente deben mantener con firmeza una posición independiente, sin tolerar más la arbitrariedad e ingerencia de los imperialistas. Deben todos colaborar estrechamente dejando a un lado las diferencias de ideología, de régimen social y de creencia religiosa, para edificar una nueva Asia, soberana y próspera.
A fin de preservar la paz y seguridad en el continente es preciso desmantelar en la zona las bases militares de carácter agresivo y retirar las tropas extranjeras, así como luchar de modo activo contra la agresión y la guerra. Actualmente en Corea del Sur están emplazadas no solamente las tropas norteamericanas, sino también numerosas armas nucleares, lo cual amenaza gravemente la paz y la seguridad en la Península Coreana y en el resto de Asia. Es injusto e ilógico que Estados Unidos, que ha convertido el Sur de Corea en la base nuclear más peligrosa y nos amenaza con ella, hable ruidosamente de la necesidad de llevar a cabo una inspección nuclear al Norte.
También en el futuro, como lo hizo hasta ahora, el Gobierno de nuestra República hará tesoneros esfuerzos para hacer de la Península Coreana una zona desnuclearizada y de paz y mantener la paz y la seguridad en ésta y en el resto de Asia.
Espero que en adelante Mainichi Shimbun desempeñe un papel positivo para promover las relaciones coreano-japonesas y hago votos por que ustedes alcancen éxitos en sus actividades.