Cierta vez una niña coreana demostró su habilidad de dibujar ante un montón de aficionados a la pintura de muchos países.
Ya a la edad de cinco años había puesto sus obras en una exposición celebrada en un país extranjero.
El talento de la coreana que describe con pinceladas singulares uvas, flores, bambú y paloma encantó a los reunidos, de quienes un empresario le expresó el deseo de adoptarla. Entonces la chica le preguntó:
¿Estudian gratis también en su país?
“…”
¿Se da gratis la asistencia médica?
“…”
¿Se distribuyen gratis las viviendas?
“…”
Era una niña que todavía tenía más cosas que conocer, pero a sus incógnitas inocentes el empresario ni pudo abrir la boca.