La Heroína de la Lucha Antijaponesa Kim Jong Suk emprendió el camino de la revolución para rescatar el país mostrando sin reservas los rasgos nobles en la lucha revolucionaria.
Kim Il Sung escribió en las memorias “En el transcurso del siglo”: Kim Jong Suk fue quien vivió en bien de otros, no por sí misma. En toda su vida lo dedicó todo para otros. Siempre se sacrificó para beneficiar a otros.
El humanitarismo no es un concepto abstracto sino un sentimiento ideológico concreto que se expresa en la lucha y vida.
Kim Jong Suk amó ardientemente al pueblo sacrificándose sin vacilación a su favor.
En 1937 se dedicaba a la clandestinidad según la orden de Kim Il Sung de formar organizaciones revolucionarias en el interior del país y ampliarlas en vastas regiones.
Un terrateniente de una aldea encerró en una choza de paja desabilitada a su moza por padecer tifoidea.
Al saberlo Kim Jong Suk se apersonó sin demora en la choza para cuidarla.
Los miembros de la organización intentaron disuadirla diciendo qué haría si se dejara contagiar cuidando la niña, que no tenía posibilidad de sobrevivir.
Sin embargo, ella les dijo: No se preocupen. Si no salvara a una niña, ¿cómo restauraría el país y salvaría al pueblo? No tengo miedo porque estoy decidida a sacrificar la vida en aras del pueblo.
Gracias a su esfuerzo abnegado y devoción profunda la niña se recuperó.
He aquí otra anécdota. A mediados de octubre de un año Kim Jong Suk se informó de que el enemigo se lanzaba sobre la base guerrillera y se echó a transportar al sitio seguro los cereales cosechados junto con los aldeanos. En este momento, una mujer rompió el llanto porque había dejado a su hijo de 5 años en las márgenes de los sembrados.
Kim Jong Suk corrió sin demora hacia el sembrado adonde el enemigo se lanzaba.
La gente zozobraba por los disparos del enemigo, cuando se vio de repente el aspecto de Kim Jong Suk que corría por el bosque llevando al niño a cuestas.
Atraía al enemigo a la dirección opuesta por la seguridad de los aldeanos.
Cuando ellos corrían hacia ella con dejar de oir el disparo enemigo, Kim Jong Suk sonreía con el niño al brazo. Fue una sonrisa que salvó a las masas y al niño con su sacrificio.
Así ella no vaciló en sacrificar la vida a favor del pueblo.
Además, confiaba en los camaradas revolucionarios dedicándolo todo para ellos.
El valor verdadero de la camaradería se nota de manera concentrada en tiempos más difíciles.
Érase cuando Kim Jong Suk fue a Nengzhiying de Sandaowan después de ser llamada al Comité de la Unión de la Juventud Comunista del distrito Yanji (China).
En dicha zona los chovinistas de estrecha mira y los fraccionalistas serviles a las grandes potencias ejecutaban sin discriminación alguna hasta a los revolucionarios consecuentes con el pretexto de luchar contra el “Minsaengdan”, producto de complot del enemigo que organizó con el objetivo de destruir las organizaciones revolucionarias.
Los chovinistas encarcelaron a los “simpatizantes” del “Minsaengdan” sin darles alimentos y tildaron de elementos contrarrevolucionarios a los que expresaban compasión con ellos. En medio de tal atmósfera aterrorizante, nadie pensaba en abogarlos.
Sin embargo, Kim Jong Suk arriesgó la vida para los camaradas guardando la firme convicción de que era para defender la revolución coreana salvar a los compañeros con que compartían la vida y muerte.
Metió en la celda el alimento y medicinas por conducto de una miembro de la Unión de la Juventud Comunista.
Gracias a su esfuerzo abnegado los encarcelados pudieron salvarse del hambre y las enfermedades. Sin embargo, no sabían quién hacía lo que podía ser condenado como “Minsaengdan” si se revelara.
De ello se dieron cuenta cuando se les lanzó el “destacamento punitivo” japonés.
Kim Jong Suk, que preparaba gacha para el almuerzo de los guerrilleros, subió al monte cargando en la cabeza la olla hirviente. Las gentes, que subieron a la cota antes que ella, la descubrieron y corrieron en su ayuda. Fueron condenados como “Minsaengdan”. Combatían al enemigo junto con los guerrilleros.
Se asombraron descargándole la olla.
Se infló su cabeza por la olla hirviente.
Después del combate, Kim Jong Suk distribuyó la comida entre los guerrilleros y los sospechados del “Minsaengdan”, pero, estos se esquivaban.
Kim Jong Suk les dijo como sigue: Veo que se preocupan por que yo sea sospechada como “Minsaengdan” si ustedes se la sirven. Pero, nada de preocupación. ¿Por qué será culpable servir el alimento a los compañeros revolucionarios? Si ustedes hubieran sido “Minsaengdan”, habrían pasado al lado del enemigo pensando en que era un buen chance lejos de combatir. Pero, nadie se separaron de las filas sino que junto con la guerrilla participaron en el combate contra el “destacamento punitivo” japonés. ¿Cómo podría tacharlos de “Minsaengdan”? No puede ser.
Ella les ofrecieron las gachas.
Tal afecto dedicado a los cómplices del “Minsaengdan” fue una confianza firme en los compañeros que debían seguir, hasta el fin, por el camino de la revolución cumpliendo el juramento ante el Comandante en medio de cualesquiera mareas.
Gracias a la camaradería infinita de Kim Jong Suk, ellos se tragaron las lágrimas ardientes y se decidieron a luchar, hasta el fin, en aras de la revolución coreana.
El humanitarismo de Kim Jong Suk se notó en el servicio abnegado para los compañeros y los demás.
La lucha armada antijaponesa, en que debían rechazar las múltiples ofensivas enemigas tolerando el frío intenso de 40°C bajo cero, fue un camino sangriento porque debían pasar momentos críticos.
Sin embargo, Kim Jong Suk atendió devotamente a los guerrilleros siempre como madre y hermana en las pruebas difíciles. Cuando se daba un mando de descanso, los guerrilleros se caían por el cansancio extremo y cargas físicas. Pero, a pesar del cansancio ella remendó las ropas rotas, secó los zapatos, hizo la comida e hirvió el agua.
Esto no fue lo que todos podían hacer sin valerse de la determinación y voluntad de abnegación en aras de los compañeros.
Después de la liberación de Corea, Kim Jong Suk frecuentaba a la obra de canalización del río Pothong, las fábricas, las aldeas rurales y de pescadores pasando días y noches de abnegación para las masas que se levantaron en la construcción de la nueva Corea democrática.
La Heroína de la Lucha Antijaponesa Kim Jong Suk con el amor ardiente y el espíritu de servicio abnegado a los compañeros y el pueblo fue gran revolucionaria que dedicó todo lo suyo para ellos.
Por lo tanto, Kim Jong Suk gozó de infinita confianza de los compañeros y el pueblo y hoy vive eternamente en el corazón del pueblo coreano.