A la segunda mitad de abril de 1936 el Comandante en Jefe Kim Il Sung fue al campamento de niños del Cuerpo infantil para averiguar la vida de ellos y tomar medidas necesarias para la seguridad aun después de la marcha de la guerrilla.

Poco después los pequeños vinieron corriendo a la Comandancia, donde solicitaron al General que los llevara a la marcha diciendo que no podían vivir ni siquiera un día separados de él.

El Comandante en Jefe les explicó con ternura lo arduo de la marcha.

Los comandantes de la guerrilla expresaron que los niños serían cargas en la marcha e insistieron en que los dejaran en el campamento. A tales opiniones los pequeños replicaron a porfía que ellos mismos también podían combatir contra los enemigos japoneses.

El General Kim Il Sung, luego de profunda meditación, dijo que los llevaran en la marcha. Recorriendo con la vista a los comandantes asombrados dijo que el acompañamiento de niños podía causar dificultades a la guerrilla y que dejarlos en el campamento seguro pudiera ser un método más fácil.

Prosiguió que con todo y eso iba a optar por el camino más difícil, no solo para atenderlos de cerca sino porque aquellos infantes eran revolucionarios futuros que sufrirían dificultades y pruebas hasta el día de la victoria de la revolución.

Por la decisión del General de forjar a los niños en la lucha revolucionaria, plantel máximo para revolucionarios, los miembros del Cuerpo infantil acompañaron a la guerrilla en la marcha.